1. PROBLEMAS RELATIVOS AL CONOCIMIENTO - GNOSEOLOGÍA
Cuando en el primer capítulo nos detuvimos en los distintos tipos de problemas filosóficos, identificamos un grupo conformado por interrogantes relacionados con el conocimiento. En efecto, el conocimiento ha constituido una preocupación constante en la historia de la filosofía y fueron (y son) muchos los filósofos que abordan las cuestiones gnoseológicas. En las próximas clases que siguen, daremos cuenta de algunos de los planteos propuestos en esta área. Pero antes de ello, vamos a detenernos a realizar algunas consideraciones generales que es importante tener presentes cuando abordamos los problemas típicos de la gnoseología.
1.1. QUIÉN, QUÉ, CÓMO
Es posible que la actividad anterior haya despertado algunas controversias. Si bien sus consignas simplemente apuntaban a que se pusieran de manifiesto ciertos conocimientos que tienen, o los resultados de algunas percepciones, cuando se pide la justificación de cómo se sabe algo o de a qué tipo de objetos se refiere el saber, suelen surgir dificultades. Y esto se debe más bien a que solemos ejercer la capacidad de conocer antes que reflexionar sobre el conocimiento como capacidad. Pero ya sabemos que la filosofía cuestiona allá donde otros saberes suponen, y para comprender la mirada filosófica sobre el conocimiento es necesario identificar elementos que en él son constantes. Cuando abordamos el conocimiento desde una perspectiva filosófica tenemos que tener en cuenta que siempre hay alguien que ejerce la capacidad, alguien que conoce. Esto es, todo conocimiento supone un sujeto. Y sujetos hay de diversos tipos: cada uno de nosotros como individuos; ustedes, como grupo de alumnos de este 5to. año o como grupo de adolescentes; los hombres, las mujeres, los modernos, los antiguos, etc. Ahora bien, esa capacidad se ejerce sobre algo. Si tomamos los ejemplos de los enunciados anteriores, serán los ángeles, los triángulos, los números de la quiniela, los cuerpos celestes, un dibujo, los espacios interiores de una casa, etc. El algo sobre el que se ejerce la actividad de conocimiento se llama objeto. Es importante no confundir el término “objeto” con el término “cosa”. Habitualmente solemos atribuir “cosa” casi exclusivamente a objetos espacio-temporales: Carlitos, el agua, la escuela, los amigos, el sol. Pero hay objetos que no tienen estas características y sin embargo son objetos de conocimiento, como por ejemplo el triángulo, que en tanto figura geométrica no tiene una duración en el tiempo; o la amistad –o la relación “ser amigo de”- que no ocupa lugar en el espacio, etc. El conocimiento tiene un campo de interés más vasto que las meras cosas. Todo conocimiento es, entonces, una relación entre sujeto y objeto; una relación en la que un quién conoce un qué. La gnoseología o teoría del conocimiento se ocupará no solo de estos dos polos preguntando cuáles son las características del sujeto cognoscente o del objeto conocido, o si todos los objetos son cognoscibles por igual. Se preguntará también por la relación que en el conocer se establece entre sujeto y objeto. ¿Conocemos de la misma manera que el sol es una estrella, que mañana saldrá un número cualquiera en la quiniela o que los triángulos tienen tres ángulos? ¿Ejercemos siempre de la misma manera la faculta de conocer o existen variantes? Y ellas, ¿a qué se deben? ¿A los objetos que se conocen? ¿A los instrumentos que usamos para conocer? La gnoseología indagará cómo es posible que los sujetos conozcan y cómo es posible que los objetos sean conocidos. En resumen, la gnoseología tiene interés tanto en los elementos que componen la relación de conocimiento (sujeto y objeto) como en la relación misma. 1.2. CREENCIA Y CONOCIMIENTO Un elemento más que se suele tener en cuenta en las indagaciones gnoseológicas es el resultado de la actividad de conocimiento. Esto es, la categoría de ese saber alcanzado. Por nuestra experiencia cotidiana, sabemos que hay distintos tipos de conocimientos. Cualquiera de nosotros puede saber que el 35 va a salir mañana en la quiniela vespertina, o que nuestro equipo de futbol va a ganar el partido del próximo fin de semana 4 a 0. Cuando somos interrogados acerca de cómo lo sabemos decimos que “lo sentimos”, que “tenemos el presentimiento” o “la corazonada”. Nuestro convencimiento interior se convierte en condición suficiente para aceptar la verdad de enunciados como “El 35 va a salir mañana en la quiniela vespertina”. La filosofía denomina “creencia” a este tipo de conocimientos que deriva de la aceptación de ciertos saberes que sólo podemos justificar por un sentimiento o estado interior al que accedemos por introspección. Esto significa que cuando en filosofía se utiliza la palabra “creencia” no se está haciendo referencia exclusivamente a saberes religiosos sino a cierto estado de conocimiento sobre el mundo en general. Si bien la creencia comporta un tipo de conocimiento, no siempre estamos dispuestos a aceptar sin más que es suficiente creer que algo es de una manera para aceptar que de hecho es así. Pedimos otras pruebas que confirmen esa creencia, esperamos razones o justificaciones adicionales. Es decir, buscamos otras garantías. Y cuando las conseguimos, decimos que tenemos un conocimiento. Para la filosofía, en términos amplios, conocimiento es un saber que debe estar justificado por algo más que una impresión subjetiva interior.