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Nuestra reflexión ha girado en sus primeros capítulos, sin duda, por el carácter de la cultura y un posible

acercamiento a su definición. Sin embargo, ella misma nos ha conducido a descubrir sus problemáticas
que se sitúan en la naturaleza misma del término y su aplicación concreta en la realidad. Recordemos la
relación entre cultura objetiva y cultura subjetiva.
De toda esta discusión y en consideración a autores como Abbagnano, Beuchot y Frost; podemos
coincidir en que la cultura tanto objetiva como subjetiva, se encamina a un hecho innegable y del que ya
dábamos cuenta en el comentario anterior, el hecho de que ambas posibilitan una actitud del hombre ante
la vida, una manera muy concreta de nacer y realizarse en y para la cultura. Ahora bien, no sólo hemos de
remitirnos a una filosofía de la cultura en general, sino que podemos preguntarnos sobre la posibilidad de
una filosofía de la cultura en México; pero ¿bajo qué circunstancias y consideraciones podemos atender a
esta cuestión?.
Frost se hacía la misma pregunta al iniciar su artículo 1. Pero sugerir que la filosofía en su objeto
formal no posibilita hablar de una filosofía de la cultura, me parece muy cuestionable. Sí podemos admitir,
sin embargo, que Frost nos pone de cara a considerar la perspectiva europea de la cultura y la propia de
nuestra tierra, esta última muchas veces desdeñada de su carácter propio y sólo considerada cuando se
asemeja al arquetipo europeo de la cultura, en este sentido, coincidimos con la autora al formular una
crítica que apoya Spengler cuando afirma: las otras culturas han sido totalmente ignoradas porque les
falta conexión y (...) esta conexión no puede ser sino con los patrones culturales europeos. Europa ha
olvidado la relatividad histórica de cada cultura, lo que ha llevado a polarizaciones radicales hacia una u
otra, que perjudican la posibilidad de un diálogo no con el afán de la homogeneización- a la manera de la
presunción ilustrada-, sino de descubrir la riqueza cultural que comporta la cultura de por sí, frente a
nosotros.
Pero entonces, ¿existe una filosofía de la cultura en México?. Hemos de considerar los canales por
los que encuentre salida esta posibilidad. Uno de ellos es remitirnos a Samuel Ramos quien distingue en el
mexicano la dificultad de acuñar una identidad propia que le informe desde su interior para expresarse y
actuar de manera propia. Ramos afirma el carácter de fatalidad en este sentido y el vicio del mexicano por
contradecir su propia tradición, vicio que lo lleva a la imitación. Su hipótesis es que existe un verdadero
núcleo de la vida mexicana atribuido por Ramos a la cultura criolla, como aquella que ha asumido el
papel de tradición y ha sobresalido gracias a la alimentación de la cultura europea, pero a partir de una
predisposición adquirida en suelo propio; es lo que Ramos llama asimilación. Esta adquiere rostro en los
caudillos, ejemplos de este proceso, y que a principios del siglo XX en el Ateneo de la juventud, pretende
renovar y extender la cultura, pero desde la propia tradición basada en la influencia de la filosofía europea,
y con un ambicioso proyecto educativo. ¿Acaso Ramos pretende hacer una mala copia y forzarla a encajar
en una realidad a todas luces diferente? No, pues en ello radica su validez; en que la tradición, es aquello
que se nos impone y se constituye el eje de la original creación cultural por asimilación de la que habla
Ramos, y encuentra desfogue en el Ateneo de la juventud. Pero en nuestra actualidad, ¿aún podemos
hablar de instituciones que estén generando tradición? Queda esta duda en el aire, pero lo cierto es que la
filosofía de la cultura en México, replantea nuevas dificultades, pues no se libra de las polarizaciones que
la han llevado a prejuicios de acción política que han guiado los destinos de nuestro pueblo.
De todo lo anterior, podemos afirmar que la filosofía de la cultura pensada en México se consolida
no como descripción del fenómeno cultural, sino realmente como aquella que busca sus causas últimas
pero remitiéndose a la realidad que tiene de frente, no pretendiendo tesis contundentes, sino en la
disposición de verse entremezclada del carácter antropológico del ser que genera esta cultura
expresándola en ámbitos externos de los que no sólo hemos de considerar la ética, sino la axiología como
elementales en la comprensión de todo el fenómeno cultural, haciendo filosofía, encontramos la cultura, y
quizás el rumbo a nuestra barca a la deriva.

1
La filosofía de la cultura y la cultura mexicana.

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