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FALLO PLENARIO DE LA CÁMARA CIVIL “SERVICIOS EFICIENTES

S.A. c./ YABRA, ROBERTO ISAAC s./ EJECUCIÓN HIPOTECARIA”


(18-02-1999) – OBLIGACIONES PROPTER REM
En Buenos Aires, a los 18 días del mes de febrero de mil novecientos noventa y nueve, en los autos caratulados:
"Servicios Eficientes S.A. c/ Yabra, Roberto Isaac s/ Ejecución Hipotecaria - Ejecutivo", reunidos en Acuerdo Plenario los
Señores Jueces de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, con el objeto de establecer la doctrina legal
aplicable respecto de las siguientes cuestiones:

Si corresponde que el adquirente en subasta judicial afronte las deudas que registra el inmueble por impuestos, tasas y
contribuciones devengadas antes de la toma de posesión, cuando el monto obtenido en la subasta no () alcanza para
solventarlas.//-
"Cabe una solución análoga respecto de las expensas comunes para el caso de que el inmueble se halle sujeto al
régimen de la ley 13.512"?.-

A la primera cuestión, la mayoría, en forma impersonal, dijo:


La aproximación al tema objeto de esta convocatoria debe formularse desde el principio genérico según el cual la
transferencia de un inmueble realizada en subasta pública tiene el carácter y alcances de un acto de atribución de
derechos autónomos en favor del adquirente, con prescindencia de los derechos del transmitente, puesto que aquél
recibe el inmueble libre de todo tipo de cargas, que se trasladan al precio de compra, en virtud del principio de
subrogación real (conf. Busso, Eduardo, "Código Civil Anotado", Buenos Aires, ed. Plantié, 1951, tomo 4, página 44,
180)).-

Tanto la referida autonomía del derecho transmitido, como la ausencia de convención, determinan que sean inaplicables
los arts. 3265 y 3266 del Código Civil. Esta última norma, además, prevé aquellos supuestos de reipersecución en la
cosa, en los que el título del actual poseedor es nulo o anulable, o en los que se deba responder en la forma indicada por
expresa disposición de la ley. Por ello, no puede extenderse la aplicación de este artículo a situaciones sustancialmente
distintas de las previstas por el legislador (conf. Lambois, Susana "Las deudas fiscales respecto del inmueble subastado
judicialmente", en Revista del Notariado N 845, páginas 406/407).-

Sin embargo, esto no quiere decir que los créditos por impuestos, tasas y contribuciones se extingan totalmente, sino que
sólo se extinguen respecto del adquirente en remate judicial, sin perjuicio de que sus titulares puedan reclamar el saldo
insoluto al anterior propietario, quien deberá responder con todo su patrimonio.-
Al respecto, debe observarse que ese modo autónomo de adquisición resulta configurado por una serie de elementos
formales y de fondo que hacen de la venta en subasta pública un acto jurídico complejo, que desborda los límites del
derecho privado y encuentra adecuada formulación en la conjunción de los derechos civil y procesal, la que no coincide
con el contrato de compraventa (conf. Di Iorio, Alfredo J., "Bases para la implantación de un procedimiento de
enajenación coactiva", El Derecho, tomo 75, página 794;; Eisner, Isidoro, "Anulación de oficio del remate judicial por
culpa del martillero", La Ley, tomo 1994-E, página 164; Belluscio-Zannoni, "Código Civil Comentado", Buenos Aires, ed.
Astrea, 1993, tomo 6, página 385).-

Así, por ejemplo: la falta de voluntad del vendedor (art. 1137, 1323 y concordantes del Código Civil); la forma de
perfeccionamiento (arts. 1184, inc. 1 del Código Civil y 582 y siguientes del Código Procesal); la garantía de evicción no
es exigible (art. 2122 del Código Civil); la intervención del órgano jurisdiccional transforma este negocio en el acto
ejecutivo por excelencia (conf. Couture, "Fundamentos del Derecho Procesal Civil", Buenos Aires, ed. Depalma, 1993,
páginas 446, N 289); ciertos principios del derecho de fondo no le son aplicables y si lo son, en cambio, otros que hacen
al derecho procesal, etc. De ahí que sólo subsidiariamente las normas de la compraventa se aplican a las adquisiciones
en remate público (conf. Bibiloni, "Anteproyecto", coment. y art. 1430).-
Lo destacable en esta cuestión es la autonomía del derecho transmitido y la ausencia de convención en los términos a
que aluden los citados artículos 3265 y 3266 del Código Civil. Por lo tanto, aún cuando el adquirente en la subasta
judicial pueda considerarse un sucesor singular de la cosa por el carácter que reviste su derecho, debe estimarse que no
lo es en los términos de estas disposiciones legales. En consecuencia, no debe recibir la cosa con carga alguna, sino
libre de ellas.-
Quiere decir, entonces, que es improcedente que los impuestos, tasas y demás contribuciones devengadas hasta la
toma de posesión del inmueble subastado judicialmente deban ser afrontados por el comprador, aún cuando en los
edictos de remate se hubiera hecho mención de su existencia. Tales deudas deben ser soportadas por el anterior
propietario e inclusive en el caso de que no existan bienes de éste para solventarlas, pues, en tal supuesto, debe
considerarse que existe quebranto (conf. Lezana, Julio, "El remate Judicial de un inmueble y los certificados que
acrediten la situación del dominio y las cargas que lo afectan", Jurisprudencia Argentina, tomo 1594-III, sección doctrina,
página 10; Cazeaux-Tejerina-Cazeaux, "Subasta Judicial, los impuestos, tasas, contribuciones y expensas comunes", La
Ley, tomo 1994-E, página 1245; Lambois, Susana, op. cit., páginas 401 y siguientes).-

De lo contrario, podría verse ensombrecido el principio de la buena fe que emana de la subasta como acto jurisdiccional,
en tanto sorpresivamente se adjudican al comprador obligaciones que no habían sido establecidas con anterioridad ni
anunciadas como parte de las condiciones de la venta. En tal situación resulta decisivo atender al demérito de las
expectativas de los compradores en subasta judicial - con la consiguiente afectación de los precios logrados y perjuicio
de las partes-, si tales adquirentes (que no son litigantes y no tienen otra expectativa previsible que adquirir un bien)
debieran soportar cargas de extensión difícilmente imaginable. Así, de trasladar al adquirente en la subasta tales
obligaciones, se lo estaría condenando, además, al pago de lo que no es deudor, sin que (por no ser parte en el proceso)
pueda ejercer defensa alguna, entre ellas, la de prescripción, si correspondiere, ni cuestionar por excesivos, en su caso,
las multas, recargos e intereses incluidos en la sentencia, violándose el derecho consagrado en el art. 18 de la
Constitución Nacional (conf. Cazeaux-Tejerina-Cazeaux, op. cit., página 1243, punto XI).-

A su vez, no puede soslayarse que los tributos no constituyen obligaciones propter rem, toda vez que la ley nada dice al
respecto, por lo que no se transmiten al sucesor particular.-

En efecto, las obligaciones propter rem, o reales, o ambulatorias, o cabalgantes, según las diversas denominaciones que
se les han dado (conf. Mayo, Jorge, en Belluscio-Zannoni, op. cit., tomo 2, página 524, nota N 3; Alsina Atienza,
"Introducción al estudio de las obligaciones propter rem", en Jurisprudencia Argentina, tomo 1960-II, sección doctrina,
página 40), son aquellas que descansan sobre determinada relación de señorío sobre una cosa y nacen, se desplazan y
se extinguen con esa relación; es decir, que la posición de obligado depende de una relación de derecho o de hecho
(real) (conf. Betti, "Teoría General de las Obligaciones", traducción al castellano, ed. Revistas de Derecho Privado,
Madrid, 1969, tomo 1, página 16). Ahora bien, una de las características de esta suerte de obligaciones, es su origen
exclusivamente legal: son obligaciones ex lege (conf. C.N.Civ., en pleno, in re "Dodero, Hipólito C. c/ Consorcio de
Propietarios Neuquén 566/88/90 y/u otro", voto del Dr. Jorge H. Alterini, El Derecho, tomo 73, páginas 282 y 283; Mayo,
Jorge, en Belluscio-Zannoni, op. cit., página 526; Lambois, Susana, op. cit., página 403), situación que no se advierte en
el caso de los impuestos, tasas y contribuciones, en tanto no existe norma alguna que imponga al adquirente en subasta
pública cargar con estas deudas de su antecesor (conf. Puerta de Chacón, Alicia y Parellada, Carlos Alberto, "La subasta
judicial y los derechos conexos a la cosa subastada", Jurisprudencia Argentina, tomo 1991-II, página 722). Antes bien, de
lo dispuesto por la ley 22.427, en sus arts. 2 y 5, resulta que la asunción inexcusable de deudas anteriores se da sólo en
los casos de donación o sucesión mortis causa, que la falta de cumplimiento por parte del ente recaudador ante el
requerimiento del certificado de libre deuda solicitado por el juez o escribano, excusará a éstos de toda responsabilidad.-

Además de de la ausencia de alguna disposición en la ley 22.427 que establezca que las deudas respectivas pesan
sobre el adquirente del inmueble, una solución con tal alcance importaría la patología de una suerte de obligación real en
la cual por regla seguiría igualmente obligado el transmitente (arts. 2 y 5 de la ley citada).-

Es que, entre los caracteres distintivos de este tipo peculiar de obligaciones calificadas como "reales", se destaca el
hecho de que el crédito y la deuda se extinguen al cesar la relación con la cosa, en especial en el caso de abandono
(conf. Cazeaux-Trigo Represas, "Derecho de las Obligaciones", Editora Platense, La Plata, 1969, tomo I, página 31,
Busso, Eduardo, tomo II, N 2 a 5, página 46; Alterini-Ameal-López Cabana, op. cit., tomo 1, página 27, 53; Mayo, Jorge,
en Belluscio-Zannoni, op. cit., tomo 2, página 526 y sus citas; Llambías, Jorge J., "Tratado de Derecho Civil -
Obligaciones", Buenos Aires, ed. Perrot, 1973, tomo I, página 24, 14; Musto, Jorge Néstor, "Derechos Reales", Santa Fe,
Editorial Rubinzal-Culzoni, 1992, tomo I, páginas 86/87; Alsina Atienza, Dalmiro A., "Diferencias entre la deuda propter
rem y el deber del tercer poseedor de una cosa hipotecada", Jurisprudencia Argentina, tomo 1960-III, página 85), en
consecuencia, las deudas tributarias no pueden participar de tal carácter. De todas maneras, insistimos, la falta de una
previsión legal expresa en tal sentido, descarta la posibilidad de incluirlas en dicha categoría (conf. Lambois, Susana E.,
op. cit., página 405).-

Tampoco corresponde atribuir a los impuestos, tasas y contribuciones de mejoras, el carácter de carga pública real, pues
amén de la discutible naturaleza de la categoría, propia del derecho germánico (reallasten, en alemán), debe precisarse
que en nuestro ordenamiento sólo podría asignársele tal calificación -la de carga real- con el alcance de gravámenes
reales, o sea, para aludir al correlato opuesto a la titularidad de los derechos reales sobre cosa ajena, es decir, a esos
derechos reales vistos del lado de quien los soporta, lo que demuestra la impropiedad de la atribución referida a dichos
créditos. Es que dichas cargas se establecían por la ley, por contrato o por disposición de última voluntad e implicaban
un "deber u obligación que, como elemento pasivo del bien inmueble, pesa sobre el poseedor (propietario) actual, y
puede ser designado como deuda real" (conf. Mayo, en Belluscio-Zannoni, op. cit., página 524, con cita de Gierke). Al
respecto, no puede perderse de vista que la carga real, figura no contemplada específicamente en nuestro ordenamiento
con ese sentido, no es sino el residuo de los antiguos ordenamientos feudales, que no podría quedar librada a la
autonomía de los particulares, porque a ello se opondría el principio de numerus clausus de los derechos reales (conf.
Distaso, Nicola, "Le obligazioni in generale", UTET, Torino, 1970, página 15, N 8 y sus citas).-

Desde otra perspectiva, si se adoptara un temperamento contrario, se desnaturalizaría el régimen de los privilegios, pues
se acordaría al fisco un super privilegio en contra de lo que establecen las normas sobre la materia, como son los
artículos 3879, inc. 2, 3880, inc. 5 y 3921 del Código Civil y las normas de la ley de concursos - en especial, art. 241 -
(conf. Cazeaux.-Tejerina-Cazeaux, op. cit., páginas 1241 y 1242).-
Estas conclusiones no se ven modificadas porque se trate de una subasta judicial. Rigen al respecto las consideraciones
vertidas acerca de la ley 22.427. Ello es así, porque los informes previstos en el art. 576, inc. 1 del Código Procesal, a
requerir antes de ordenarse la subasta, y que se refieren a la deuda por impuestos, tasas y contribuciones, tienen por
objeto determinar eventualmente el importe de las deudas que - en su caso - han de hacerse efectivas sobre el precio de
adquisición del inmueble, puesto que el posible comprador debe contar con la información de los impuestos y tasas
adeudados con anterioridad a la compra, para deslindar su posición respecto de ellos (conf. Morello- Sosa-Berizonce,
"Códigos Procesales...", Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1998, tomo VI-C, página 66 y 67). Y ésto se liga a la cuestión de
los privilegios, ya que la subasta judicial importa, en definitiva, la liquidación de todos los créditos que pesan sobre los
bienes, que automáticamente quedan transferidos sobre el precio de adquisición en el remate efectuado con citación de
los acreedores, configurándose una subrogación real (conf. Cazeaux-Tejerina-Cazeaux, opt. cit., página 1244 y sus citas
en nota N 13), puesto que en el momento de la realización del bien afectado, el asiento del privilegio se traslada al
producido pecuniario del mismo bien (conf. Llambías, Jorge J., op. cit., tomo I, página 634, 488; Mariani de Vidal, Marina,
"Apuntes sobre privilegios",
La Ley, tomo 137, páginas 934/935).-

Ello es así, desde que vendido judicialmente un bien, se produce una suerte de concurso, donde todos los acreedores
(embargantes, hipotecarios, por impuestos, tasas, etc.) concurren a cobrar sus acreencias sobre el precio obtenido (arts.
581, in fine, 584, in fine del Código Procesal), en el orden de preferencia que, a tal efecto, les ha concedido la ley a cada
uno de ellos (arts. 3879, inc. 2, 3880, inc. 5, 3900, 3918, 3920, 3921 y concordantes del Código Civil; 218 y 590 del
Código Procesal).-

Ello implica que el bien de que se trata sale del patrimonio del deudor como consecuencia de su venta e ingresa, en su
lugar, el monto obtenido en la subasta, sobre el cual habrán de cobrar los acreedores, quedando en principio dicho bien,
libre de los gravámenes y deudas que lo afectaban. En sentido concordante, las II Jornadas Mendocinas de Derecho
Civil, organizadas por la Universidad de Mendoza del 18 al 20 de abril de 1991, declararon por 41 votos favorables contra
15 opuestos, que "El privilegio de los créditos del Fisco se traslada al precio que substituye la cosa y, salvo norma
expresa, el adquirente en subasta judicial no responde por las deudas anteriores a su posesión, sin perjuicio de la
responsabilidad personal del ejecutado". –
En orden a los fundamentos indicados, se impone una respuesta negativa al primer interrogante de esta convocatoria.-
Fdo. Jorge H. Alterini. Alberto J. Bueres. Juan Carlos G. Dupuis. Ana María Luaces (en disidencia respecto de la
segunda cuestión). Hugo Molteni (en disidencia respecto de la segunda cuestión). Jorge Escuti Pizarro (en disidencia
respecto de la segunda cuestión). Luis López Aramburu (en disidencia respecto de la segunda cuestión). Gerónimo
Sansó(en disidencia respecto de la segunda cuestión). José Luis Galmarini. Eduardo Martínez Álvarez. Osvaldo D. Mirás.
Mario P. Calatayud. Elena I. Highton de Nolasco (en disidencia respecto de la primera cuestión). Ricardo L. Burnichón.
Carlos Alfredo Bellucci (en disidencia respecto de la segunda cuestión). Leopoldo Montes de Oca. Marcelo Jesús
Achával (en disidencia respecto de la primera cuestión). Elsa H. Gatzke Reinoso de Gauna (en disidencia respecto de la
primera cuestión). Claudio Marcelo Kiper (en disidencia respecto de la primera cuestión). Julio Ojea Quintana. Delfina M.
Borda. Eduardo Leopoldo Fermé. Ana María Brilla de Serrat (en disidencia respecto de la primera cuestión). Benjamín E.
Zaccheo. Carlos Roberto Degiorgis. Julio R. Moreno Hueyo. Emilio M. Pascual. Jorge A. Giardulli. Judith R. Lozano .
Gladys Stella Álvarez. (en disidencia respecto de la primera cuestión). Hernán Daray. Carlos Horacio Gárgano. Carlos R.
Sanz (por su dictamen).-

A la segunda cuestión, la mayoría, en forma impersonal, dijo:

La naturaleza jurídica del crédito por expensas comunes ha sido ampliamente debatida por la doctrina, aunque ello no
impide considerar que se trata de una obligación, es decir, de un derecho personal, que nace y se desplaza con el
nacimiento o desplazamiento de la titularidad sobre una cosa determinada, en este caso, la unidad funcional en cuestión.
Se trata, como sostiene Racciatti, de un supuesto de deber o carga correspondiente al derecho real adquirido, impuesto
por la ley, como ocurre en lo referente a los derechos y obligaciones inherentes a la posesión contemplados por los
artículos 2416 a 2421 del Código Civil. Dichos preceptos legales aluden a beneficio s o cargas que favorecen o afectan
indeterminadamente a quien se halle en poder de la cosa (conf. Racciatti, Hernán, "Propiedad por pisos o por
departamentos", 3 edición, actualizada y aumentada, Depalma, Buenos Aires, 1982, página 263).-

En efecto, una de las consecuencias que mayor trascendencia reviste en relación con el deber que impone el artículo 17
de la ley 13.512, es la imposibilidad de los copropietarios de liberarse de esa deuda por la renuncia al uso y goce de los
servicios comunes, ni por el abandono del piso o departamento que les pertenece (artículo 8, in fine, ley 13.512). Ello, a
su vez, concuerda con el artículo 18, que deroga a los efectos del régimen instituido por la ley de propiedad horizontal el
artículo 2685 del Código Civil. Esa disposición autoriza el abandono en el condominio como medio de extinguir las
obligaciones emergentes de la conservación o reparación de la cosa común.-

Sentado ello, de la interpretación armónica y sistemática de los artículos 8, 17 y 18 de la ley 13.512, resulta que el titular
de la unidad funcional responde con todo su patrimonio por la deuda devengada durante el tiempo que dure esa
titularidad. Por ello, cuando existen obligaciones por expensas en casos de titulares sucesivos de la unidad, cada uno de
ellos responde con todo su patrimonio y puede ser perseguido en sus otros bienes, a pesar de la enajenación o
abandono de la cosa, por las expensas devengadas durante el tiempo en que fueron propietarios (conf. Highton, Elena I.,
"Derechos Reales - Propiedad Horizontal y Prehorizontalidad", Ariel, Buenos Aires, 1979, volumen 4, página 222). Es
decir, el deudor del crédito por expensas será el titular de la unidad respectiva en lo que atañe a las devengadas durante
el período de su titularidad y responde con todo su patrimonio. El sucesor universal será deudor en los mismos términos,
en cuanto sigue la personalidad de su autor, dentro de los límites que establece el Código para las sucesiones por causa
de muerte. El sucesor particular responderá con todo su patrimonio por las devengadas durante su propia titularidad y
con la cosa por las devengadas antes de su adquisición. Esto significa que en cuanto deje de ser titular de la cosa, podrá
ser perseguido solamente por las devengadas durante el período en que fue propietario (conf. Dassen, Julio, "La
obligación real del art. 17 de la ley 13.512 y el privilegio del acreedor hipotecario", La Ley, tomo 118, páginas 251/256).-

Se trata, en este caso en particular, de una obligación de la que responden no sólo los sucesores universales del
propietario deudor, sino también los sucesores particulares, estos últimos con la cosa transmitida (conf. Martínez, Oscar
J., "La subasta judicial", editora Platense, La Plata, 1972, página 53; Tedesco, Héctor H., "La Subasta Judicial", Librería
Jurídica San Isidro, Buenos Aires, 1997, página 111). Mientras ésta no haya sido extinguida, su efecto inmediato recae
sobre el comprador, quien deberá soportarla aunque se trate de una venta rodeada de las garantías judiciales, porque la
incidencia de las expensas resulta de una disposición de la ley y porque ellas no son equiparables a una obligación
común, sino que gravan a la cosa como inherentes al dominio, en la extensión del art. 3266, sin perjuicio del derecho a
repetir que tendrá el comprador respecto del ejecutado en el supuesto de abonar las expensas reclamadas por el
consorcio. Al respecto, se ha sostenido que la solución del artículo encuentra su fundamento en razones de interés social
(conf. Mariani de Vidal, Marina A., "Curso de Derechos Reales, Zavalía, Buenos Aires, 1993, tomo I, página 87) y con el
objeto asegurar el cobro del crédito por expensas comunes, la ley de propiedad horizontal ha previsto un dispositivo en
virtud del cual dicha obligación recae sobre quien sea poseedor de la cosa, sea o no propietario de ella cuando las
deudas empezaron a devengarse.-

La sola mención del vocablo "siempre" en el art. 17 antes aludido, indica que el carácter ambulatorio de la obligación por
expensas comunes se aplica a todas las transmisiones de dominio, ya sea por actos entre vivos o por causa de muerte y,
dentro de las primeras, tanto a las compraventas voluntarias como a las que son fruto de acciones judiciales. Al decir el
legislador que la obligación por expensas sigue "siempre" al dominio de las respectivas unidades, involucró a todas las
situaciones posibles y allí donde la ley no distingue, no cabe que lo haga el intérprete (conf. Highton, Elena I., Vila, Ana
M. y Vila, Rosa, "Las deudas por expensas anteriores a la subasta judicial. Su protección", El Derecho, tomo 147,
páginas 891 y siguientes).-

La fórmula del precepto legal es por demás significativa, por cuanto el propósito seguido por el legislador ha sido el de
garantizar al consorcio de propietarios, de la manera más efectiva posible, el cobro de las expensas comunes,
protegiéndolo tanto de la insolvencia del enajenante como de la del adquirente, de forma tal que el consorcio puede
dirigirse contra el deudor, quien responde con todo su patrimonio, o contra el comprador, quien lo hace con el límite de la
cosa transmitida y ello sin perjuicio de su derecho de repetir al deudor originario (conf. Vila, Ana M. y Rosello, Gabriela,
"Es justo imponer la deuda por expensas a de un consorcista a los restantes como consecuencia de la subasta judicial",
La Ley, diario del día 20/8/97, página 20). Su fundamento "...se traduce en definitiva en la preocupación de asegurar el
funcionamiento normal de la propiedad..." y así "...evitar las graves dificultades que desencadenaría este incumplimiento
de los copropietarios...", "...ya que sin su puntual percepción el sistema no podría subsistir..." (Conf. Raciatti, Hernán, op.
cit., página 363; Flah, Lily R., "Intereses, usura y expensas comunes", en La Ley, tomo 1991-B, página 542; Mariani de
Vidal, Marina A., "El crédito por expensas comunes en la propiedad horizontal y sus prerrogativas", La Ley, tomo 1989-A,
página 431).-

En mérito de lo expuesto, entonces, corresponde dar una respuesta negativa a la segunda cuestión objeto de
convocatoria.-
Fdo. Jorge H. Alterini. Alberto J. Bueres. Juan Carlos G. Dupuis. Javier Mario Ruda Bart. José Luis Galmarini. Eduardo
Martínez Álvarez. Osvaldo D. Mirás. Mario P. Calatayud. Elena I. Highton de Nolasco. Ricardo L. Burnichón. Leopoldo
Montes de Oca. Marcelo Jesús Achával. Elsa H. Gatzke Reinoso de Gauna. Claudio Marcelo Kiper. Julio Ojea Quintana.
Delfina M. Borda. Eduardo Leopoldo Fermé. Ana María Brilla de Serrat. Benjamín E. Zaccheo. Carlos Roberto Degiorgis.
Julio R. Moreno Hueyo. Emilio M. Pascual. Jorge A. Giardulli. Judith R. Lozano. Gladys Stella Álvarez. Hernán Daray.
Carlos Horacio Gárgano
A la primera cuestión, la minoría, en forma impersonal, dijo:

Si bien para algunos no es posible afirmar la existencia de un contrato cuando una de las partes no presta su libre
consentimiento, no puede soslayarse que en ciertas circunstancias el orden jurídico compele a transferir o desprenderse
de un derecho, como también a suscribir los respectivos instrumentos; y si el propietario no hace lo que debe, interviene
el órgano jurisdiccional. Es que, el deudor de obligaciones restringe su libertad y, por ende, sus bienes quedan afectados
a la llamada prenda común de los acreedores, quienes, en consecuencia, tienen la facultad de realizarlos para cobrarse
sus créditos.-

El acto de la subasta es, en esencia, una compraventa o, si se prefiere, un modo procesal de formalizarla. Ambos
institutos no deben verse como categorías independientes, autónomas, gobernadas por principios y directivas diferentes
(conf. Morello, A., "Subasta y compraventa", Revista del Notariado, N 758, páginas 403 y siguientes).-

En este sentido, un fallo plenario de esta Cámara, resolvió que la subasta no es un acto procesal puro y específico, sino
que se instrumenta un verdadero contrato de compraventa, lo que se manifiesta en el derecho positivo por su inclusión
entre las denominadas ventas forzosas -art. 1324, inc. 4 del Código Civil- (C.N.Civ., en pleno, in re "Zorz, José M. y otro
c/ Gandolfo, Nelly D., octubre 7-1969, El Derecho, tomo 30, página 48; La Ley, tomo 136, página 802; Jurisprudencia
Argentina, tomo 1964-IV, página 328).-

Prueba de lo expuesto es la existencia de un inmueble individualizado, un comprador (primer postor), un precio y el pago
de una seña, para terminar con la tradición de la cosa y la pertinente inscripción registral.-

Señala Morello (op. cit.) que también la venta forzada, como toda venta, es consensual, perfeccionándose como contrato
(arts. 1137, 1197, 1323, Código Civil) al aceptarse la oferta, pues no deja de ser una manifestación negocial consensual.
A su vez, expresa López de Zavalía que "la existencia de coacciones jurídicas no vicia la voluntad (art. 939 del Código
Civil)" (conf. López de Zavalía, "Teoría General de los Contratos. Parte Especial", tomo I, páginas 37/38, N 2).-

Es decir que, aunque el contrato de compraventa presupone un acuerdo de voluntades debidamente declaradas, se dan
algunas veces contratos necesarios. Hay supuestos en nuestra legislación en que los dueños están obligados a
desprenderse del dominio de una cosa, debiendo intervenir el poder público a fin de llegar a este resultado, si el
propietario no se aviene a ello. En tal sentido, las subastas judiciales constituyen esa categoría de venta forzosa. El art.
2122 del Código Civil, que exime de algo no esencial, como lo es la evicción, ratifica que se trata de una venta. La
compraventa genera la obligación de transmitir el dominio de la cosa, en este caso, el inmueble. Esto se concretará
cuando se reúnan el título suficiente y la tradición. Para el primero, cuando se trata de inmuebles, la forma exigida es la
escritura pública, con excepción de las adquisiciones en subasta (arts. 1184 y 1185). Lo cierto es que, en ambos casos,
es necesaria la tradición, puesto que, antes de ella, no se adquiere el derecho real (arts. 577, 2601/3, 2609, 3265 y
concordantes del Código Civil). Para la subasta judicial, o la especial, también se prevé la necesidad de la tradición en
las normas procesales (art. 63, ley 24.441, art. 586 del Código Procesal). No puede pasarse por alto al respecto que la
tradición es un modo de adquirir el dominio por actos entre vivos y en forma derivada. Por ende, quienes adquieren a
través de este modo, son sucesores particulares o a título singular del antecesor.-

En suma, hay una obligación de vender, siendo que la venta se efectúa en nombre del deudor propietario del inmueble
de que se trate. Más que representar, se sustituye al deudor para vender en su nombre, pues el mismo anticipadamente
se ha colocado en la situación de tener que vender de este modo especial. Inclusive para quienes participan de la tesis
no privatista, el acto de la venta es de índole procedimental, pero tiene los efectos civiles de la compraventa.-

Retomando la línea argumental relativa a la índole derivada de la adquisición, de acuerdo al art. 3263, segunda parte, del
Código Civil, sucesor singular es "aquél al cual se transmite un objeto particular que sale de los bienes de otra persona".
Entre el transmisor o causante y el sucesor o causahabiente, existe una vinculación originada en el traspaso de un bien.
El problema radica en determinar qué tipo de obligaciones, nacidas antes de dicha transmisión, y que guardan relación
con el objeto transmitido, pueden proyectarse hacia el sucesor a título singular.-

Dispone el art. 3266 del Código Civil que "las obligaciones que comprenden al que ha transmitido una cosa, respecto a la
misma cosa, pasan al sucesor universal y al sucesor particular", mientras que el art. 3267 de ese cuerpo legal establece
que "el sucesor particular puede prevalerse de los contratos hechos con su autor" y, por último, el art. 3268 permite al
sucesor particular pretender, a contrario sensu, aquellos derechos de su autor que se fundan en obligaciones que pasan
del autor al sucesor, y también los derechos que no se fundan en obligaciones que pasan del autor al sucesor cuando
"en virtud de una ley o de un contrato, esos derechos deben ser considerados como un accesorio del objeto adquirido".-

De este sistema, completado por otras normas del Código Civil (vgr. art. 2109), resultan numerosas situaciones en las
que los derechos u obligaciones del transmisor pasan al sucesor singular, aun contra su voluntad. Así ocurre, por
ejemplo, con el adquirente de un inmueble arrendado, obligado a respetar el contrato de locación (art. 1498), y con las
denominadas obligaciones propter rem (deuda por medianería, contribución a los gastos de conservación de la cosa,
etc.). Es transparente, entonces, que el dispositivo del citado art. 3266 del Código de fondo no busca excluir a nadie de
su régimen, sino limitar la responsabilidad del sucesor particular, quien en lugar de enfrentar tales pasivos con todo su
patrimonio, lo hace sólo con la cosa transmitida.-
Sentado ello, cabe formular una serie de precisiones en torno a dicha categoría de deudas. En efecto, la regla contenida
en el artículo 497 del Código Civil, ha dado lugar a grandes controversias sobre la existencia o no de las obligaciones
propter rem u obligaciones reales, cuando la misma no tiene nada que ver con ellas, sino que se refiere al concepto de
derecho personal y derecho real. En efecto, lo que significa la disposición es que el derecho personal consiste en una
relación entre dos personas entre las cuales hay para una un crédito (lado activo) y para la otra una obligación (lado
pasivo). En el derecho real, por el contrario, hay sólo un titular que no debe esperar la intervención de un intermediario
sobre la cosa que es objeto de su derecho. Es decir, que al derecho real no corresponde, como al derecho personal, una
obligación. Ello surge claramente de la nota al art. 497 y definiciones allí vertidas.-
El hecho de que el contenido propio del derecho real no pueda consistir en una obligación, no impide que haya una
importante cantidad de obligaciones que sean accesorias a los derechos reales. Todas las relaciones de vecindad, por
ejemplo, contienen obligaciones -o sea, derechos personales- que se transmiten con la cosa. Constituyen las
restricciones y límites al dominio -arts. 2416, 2418 y 2611 a 2660 del Código Civil- que configuran el estatuto normal de
ese derecho real. Estos derechos se transmiten activa y pasivamente con la cosa, pudiéndose hacer valer contra quien
sea su poseedor (art. 2416 del Código Civil). Similar situación se da con otros derechos reales, que además de las
restricciones al dominio, deben soportar las propias de su derecho real (arts. 2685, 2722, 2726, 2736, 2746, 2752, 2846,
2880, 2881, 2893, 2894, 2901, 2902, 2906, 2909, 3163, 3225, 3258, 3259, 3260, etc.).-

Dentro de las obligaciones reales ambulatorias, es decir, que viajan, que se transmiten con la cosa, están las
concernientes a impuestos, tasas, contribuciones y expensas comunes que pesan sobre el inmueble, incluidas entre las
llamadas por algunos cargas reales (conf. Papaño-Kiper-Dillon-Cause, "Derechos Reales", tomo I, páginas 29/30);
aunque no constituyen derechos reales, es decir gravámenes reales sobre la cosa, pues son normales y generales, o sea
ordinarias y no extraordinarias como los gravámenes. La Corte Suprema de Justicia de la Nación desde antiguo ha
sostenido que "conforme a la doctrina y la jurisprudencia, la carga por impuestos a un inmueble se equipara a los
derechos reales que sobre él gravitan" (conf. C.S.J.N., noviembre 28-1934, in re "Ibáñez Puiggari, Vicente J. y otros c/
Fisco de la Provincia de Buenos Aires", Jurisprudencia Argentina, tomo 48, página 340). Pasan con la posesión, sin
depender de declaración de partes ni de inscripción en el registro, por lo cual, en realidad, son más gravosas que los
derechos reales y no existe norma, como el art. 3196, que determine su extinción por subasta judicial.-

Lo mismo que constituye restricción al dominio la relación de vecindad, también la constituye la obligación de pagar
impuestos, tasas y contribuciones por la propiedad. Son restricciones del derecho administrativo, impuestas al dominio
privado sólo en el interés público, como emanación del dominio eminente del Estado. Freitas, en "Código Civil. Esboço"
("Anteproyecto de Código Civil - Obra Fundamental del Código Civil Argentino", Buenos Aires, 1909), incluye
expresamente entre las obligaciones inherentes a la posesión al diezmo urbano y otros impuestos a los que la ley
atribuya igual efecto (art. 3850, inc. 4), que pasan con la posesión sin depender de declaración de partes, ni de
transcripción o inscripción anterior en el Registro Conservador (art. 3853, inc. 2). Vélez Sársfield adoptó otra política, al
indicar que "las restricciones impuestas al dominio privado sólo en el interés público, son regidas por el derecho
administrativo" y por ello no están contenidas en el Código, por ser extrañas al derecho civil (art. 2611 y su nota, Código
Civil). La nota del art. 2507 del mismo cuerpo legal, según la cual la Nación tiene el derecho de reglamentar las
condiciones y las cargas públicas de la propiedad privada, es clara y corrobora el concepto y la ausencia de mención
dentro de las restricciones al dominio, por ser de derecho público. Indica que el Estado tiene respecto de los bienes que
están en su territorio, un poder superior de legislación, de jurisdicción y de contribución que, aplicado a los inmuebles, no
es otra cosa que una parte de la soberanía territorial interior. A este derecho del Estado corresponde sólo el deber de los
propietarios de someter sus derechos a las restricciones necesarias al interés general y de contribuir a los gastos
necesarios a la existencia o al mayor bien del Estado.-

Dentro de este orden de ideas y siendo ajena al Estado la transferencia del dominio, sea privada o judicial, el adquirente
se transforma en deudor en los términos del mentado art. 3266 del Código Civil. Justamente, antes de la subasta se pide
certificado de deudas (art. 576 y 598 del Código Procesal) pero no se cita a los acreedores. Es porque estas deudas no
se extinguen con la subasta y por esa razón debe conocerlas el comprador. De lo contrario, carecería de sentido solicitar
el informe de deudas en cuestión si éste no tuviera algún interés para la subasta.-

La ley 22.427 regula la extinción de la deuda en el supuesto de que el organismo respectivo no expidiera el certificado o
lo hiciera sin especificar la deuda líquida y exigible. Así dispone, como sanción a la negligencia de la repartición que, en
este supuesto, quedan liberados el escribano y el adquirente de toda responsabilidad por la deuda, sin perjuicio de los
derechos del organismo acreedor de reclamar el pago de su crédito contra el enajenante como obligación personal, salvo
transmisión a título gratuito, en que el adquirente también responde (conf. art. 2).-
A contrario sensu, si se cumplimenta correctamente con la certificación, el escribano y el adquirente deben pagar y no
quedan liberados. Es que, si se expide certificación en término, el juez o el escribano pueden autorizar el acto, previo
pago o retención del monto pertinente, no requiriéndose la certificación cuando el adquirente asuma expresamente la
deuda (arts. 3 y 5 de la referida ley 22.427).-

Es claro, entonces, que esta ley corrobora la noción de que la deuda sigue a la cosa (salvo negligencia del organismo en
la certificación), reglamentando los supuestos en que el notario incurre en responsabilidad solidaria frente al fisco,
además de ser responsable frente al adquirente. Si existieran dudas, el art. 6 de la norma las despeja, pues
expresamente dispone que "El escribano interviniente será solidariamente responsable por la deuda frente al organismo
acreedor, y responderá por ella ante el adquirente, si autoriza el acto sin dar cumplimiento a las obligaciones impuestas
por esta ley". Y la razón de su responsabilidad frente al adquirente no es otra que el ser éste último quien responde en
primer lugar frente al fisco. Todo ello sin perjuicio de que el deudor primitivo siga siendo deudor, lo que implica que la
transmisión o el abandono no lo liberó por las obligaciones anteriores correlativas a beneficios ya gozados, sino solo por
las sucesivas.-

Así, el fisco puede perseguir al "señor propietario" del inmueble por deudas impagas, siendo ajeno al cambio de
titularidad, salvo por su propia negligencia en certificar.-
Esto es exactamente lo dispuesto en la ley 13.512 (arts. 8 y 17). Quien puede liberarse por el abandono, pues por
deudas anteriores sólo responde con la cosa, es el adquirente, aunque ese abandono no cubrirá las deudas ni las
expensas devengadas durante su titularidad (art. 3266 del Código Civil). Lo que ocurre es que la ley de propiedad
horizontal tuvo que incluir expresamente esta disposición, para asimilar la deuda por expensas a la de impuestos, tasas y
contribuciones, pues al ser una deuda privada, no la alcanzaba el indicado carácter efecto propio de las restricciones y
límites al dominio privado en interés público.-

El art. 398 del Código Procesal contiene el rudimento o antecedente de la ley 22.427. La ley 24.441 complementó las
disposiciones procedimentales, agregando al consorcio de propiedad horizontal en la normativa, se trate tanto de subasta
extrajudicial, como judicial hipotecaria. Así, los arts. 56 y 79 (éste modificatorio del artículo 598 del Código Procesal)
indican que el acreedor podrá requerir la liquidación de las deudas que existan sobre el inmueble en concepto de
expensas de la propiedad horizontal, impuestos, tasas y contribuciones que pesen sobre el inmueble, bajo apercibimiento
que de no contarse con dichas liquidaciones en el plazo de diez días hábiles desde la recepción de la solicitud, se podrá
subastar el bien como si estuviera libre de deudas. Con ello, la negligencia del consorcio se equipara a la de los
organismos públicos, quedando clara la responsabilidad del adquirente por deudas anteriores. Esa interpretación, por
otra parte, concuerda con el sentido de aquel dispositivo legal, puesto que si no resultaría absurdo rematar una
propiedad como libre de deudas cuando la certificación no se emite en término y adoptar análogo temperamento para el
supuesto contrario, esto es, cuando la certificación se expide en tiempo oportuno.-
Por otra parte, la ordenanza fiscal municipal vigente en la ciudad de Buenos Aires (t.o. 1998; sus antecedentes legislaron
en forma similar) dedica su Título III a contribuciones de Alumbrado, Barrido y Limpieza, Territorial y de Pavimentos y
Aceras. El Capítulo I indica que serán responsables de los tributos los titulares de dominio, los usufructuarios y los
poseedores a título de dueño (art. 167, 2 párrafo). También la ley 13.577 o Ley Orgánica para la Administración General
de Obras Sanitarias de la Nación, dispuso en su art. 35 que "Todo inmueble ubicado en laz zonas dotadas de servicio,
aún cuando carezca de instalaciones domiciliarias estará obligado a abonar las cuotas que correspondan con arreglo a
las tarifas. Este pago será obligatorio también para los inmuebles que estén desocupados...". Existieron diversas
modificaciones por leyes 14.160, 18.593, 20.324, 20.686 y 21.066, más no en lo sustancial, sin que la privatización del
servicio le haya quitado la naturaleza de tasa a dicha prestación (conf. ley 23.696 y decretos 992/92 y 787/93).-

Estas normas indudablemente aluden a deudas, exigibles contra el propietario de la cosa, quienquiera que éste fuera.-

Despejada así la cuestión relativa a la naturaleza ambulatoria de este tipo de deudas, resta ponderar que no existe
norma alguna que indique que la subasta libere al inmueble de toda deuda anterior (conf. Highton, Elena I., "Juicio
Hipotecario", tomo 3, página 147), lo que tampoco podría suceder por la transferencia de los embargos al precio. Es que
una cosa es la posición del acreedor que embarga un bien de su deudor y otra diversa es la del acreedor que tiene una
pretensión por una relación directa con la cosa, en cuyo caso, la facultad no depende del embargo. Cierto tipo de
acreedores tienen derecho sobre la cosa, independientemente de que hayan hecho juicio o no, más allá de que hayan o
no embargado el inmueble. En todo caso, no puede prevalecer una norma procesal de subrogación real de las cautelares
al precio de compra (art. 588 del Código Procesal) sobre el derecho de fondo, lo cual la tornaría inconstitucional.
Igualmente, cabe señalar que la norma procesal nada tiene que ver con las obligaciones propter rem o similares, pues se
refiere exclusivamente a los embargos y a la inscripción de la subasta y no tiene pretensión de ir más allá.-

Tal conclusión no importa desconocer que los impuestos, tasas y contribuciones están, en principio, a cargo del vendedor
hasta la fecha de toma de posesión por parte del comprador (conf. Borda, Guillermo A., "Tratado de Derecho Civil -
Contratos", Tomo I, página 106). En efecto, si se repara en que el precio corresponde al vendedor, la afectación del
producido de la venta a impuestos, tasas y contribuciones pendientes no constituye más que una aplicación de los
mentados principios.-

Empero, si el monto del precio obtenido en la subasta no alcanza para satisfacer esas deudas, el adquirente, por resultar
sucesor a título particular del anterior propietario, se encuentra obligado con los alcances previstos en el referido art.
3266, a responder por aquéllas que hubieran sido informadas en el expediente y las que se devenguen con posterioridad,
sin perjuicio, claro está, del derecho de repetición que le asiste contra el deudor originario, por efecto de la subrogación
en los derechos del acreedor. Es que, al tratarse de devengamientos continuados y sucesivos, a partir de las informadas,
cabe presumir con un grado de certeza casi total que las restantes obligaciones no fueron tampoco abonadas por un
propietario que lo único que espera es el remate. De este modo, se resguarda la buena fe que debe existir en los actos
de subasta pública. En cambio, no carga el adquirente con aquellas deudas que no fueron informadas por negligencia de
las entidades respectivas.-

Entonces, entendida la sucesión como la sustitución de un sujeto por otro en la titularidad del derecho sobre el objeto de
la relación jurídica (conf. Castán Tobeñas, citado por Zannoni, Eduardo A., "Derecho de las Sucesiones", tomo I, página
39), nace en cabeza del adquirente un derecho de idéntica cualidad y extensión que el que tenía el transmisor (arts.
1885, 2670, 3270, 3275, 3276, 3277, 3278 y concordantes del Código Civil). No hay un derecho nuevo distinto del
antiguo, no obstante el cambio de titular, el derecho del adquirente debe ser reputado idéntico al del titular precedente.
Esto es lo que sucede en las adquisiciones derivadas, especialmente en las denominadas "traslativas".-

De ahí que afecten al sucesor singular las obligaciones contraídas por el autor de su derecho respecto a la cosa
transmitida, con tal que esas obligaciones sean de las "que no gravan a una o a más personas determinadas, sino
indeterminadamente al poseedor de una cosa determinada" (art. 2416). Es concordante en tal sentido la norma del citado
artículo 3266. Explica Llambías que dicha norma se refiere a: 1) Los derechos reales que gravan la cosa (hipoteca,
servidumbre, etc.); 2) Las obligaciones que no obstante no tener el carácter de derechos reales, están in rem scripta, de
modo que la cosa misma responde de su ejecución, por lo que está obligado a cumplir esa promesa el tercer poseedor
que quiera conservarla, por ejemplo, las contribuciones de mejoras, los impuestos territoriales, el pacto de retroventa (art.
1388), etc. (conf. Llambías, Jorge J., "Tratado de Derecho Civil. Parte general", tomo II, página 356).-

En cambio, cuando la adquisición es originaria el adquirente no refiere el contenido (jurídico) -cualidad y extensión- de su
derecho sobre la cosa al contenido que tenía para su antecesor. La adquisición originaria no reconoce estrictamente la
sucesión en los derechos del titular anterior. La adquisición se produce con independencia de dicho derecho anterior y se
basa en el hecho mismo que constituye su fuente (vgr. apropiación, especificación, accesión).-

En suma, la subasta es una forma de concretar la compraventa, en la especie, forzosa. El comprador adquiere el dominio
con la tradición -además del pago del precio en las subastas judiciales-, lo que significa que su adquisición es derivada,
no originaria. Por ende, es un sucesor a título particular. Desde esta perspectiva es que debe encararse el problema que
suscitan las deudas ya devengadas por impuestos, tasas y contribuciones.-

Por lo expuesto, nos pronunciamos por la afirmativa al primer interrogante planteado.-


Fdo. Elena I. Highton de Nolasco. Marcelo Jesús Achával. Elsa H. Gatzke Reinoso de Gauna. Claudio M. Kiper. Ana
María R. Brilla de Serrat. Gladys Stella Álvarez.-

A la segunda cuestión, la minoría, en forma impersonal, dijo:


No desconoce esta minoría que la ley 13.512, en su art. 17, establece un ius persequendi contra el titular de la unidad,
pero entendemos que el precepto en cuestión sólo resulta aplicable a los supuestos de enajenación voluntaria. Ello es
así, por cuanto una interpretación integral de la norma permite distinguir el caso de la subasta judicial, que es
precisamente en el que se hace efectivo el privilegio. Tal solución importa también una interpretación realista de la ley,
que tiende a fomentar la adquisición en subasta judicial. No puede ignorarse que un cuantioso crédito del consorcio
desalentaría a cualquier adquirente, en consecuencia, aquél sería el único interesado en la compra (Kemelmajer de
Carlucci y Puertas de Chacón, "Derecho real de superficie", Ed. Astrea, Buenos Aires, 1989, página 79; Puerta de
Chacón, Alicia y Parrellada, Carlos Alberto, "La subasta judicial y los derechos conexos a la cosa subastada",
Jurisprudencia Argentina, tomo 1991-II, página 722, punto e).-

Este criterio permite compatibilizar el interés del adquirente, el del consorcio diligente y los del tráfico, ya que no traba la
libre circulación de los bienes.-
Así, se ha sostenido que debe distinguirse según la venta del inmueble sea contractual o derive de una acción judicial.
Conforme a esta concepción, sólo en el primer caso el adquirente es responsable por las expensas devengadas antes de
la adquisición. En cambio, mediando subasta judicial no puede ya cobrarse el saldo insatisfecho al comprador que pagó
por esa cosa (conf. Corchón, Juan F., "Hipotecas y privilegios en la ley 13.512 Propiedad Horizontal", Ediciones Calacor,
páginas 77/82, núm. 21).-
Es que, si bien no resulta justo que el consorcio de propietarios, o sea los restantes consorcistas, deban hacer frente a
las expensas debidas por uno de ellos cuya unidad fue subastada, no por ello es más justo, que quien adquiera el
inmueble deba hacer frente a tal deuda para que los restantes consorcistas no las soporten. Por el contrario, resulta más
equitativo que sea el consorcio quien afronte el quebranto que produzca eventualmente la imposibilidad de hacer efectiva
la deuda impaga del consorcista ejecutado, puesto que el consorcio de propietarios es quien se encuentra en mejores
condiciones de evitar tal situación, a poco que advierta que cuando el copropietario comienza a retrasarse en el pago de
las expensas, debe iniciar diligentemente las acciones tendientes a su percepción judicial, si no obtiene una rápida
solución por la vía extrajudicial, porque ello hace, justamente, a la subsistencia del consorcio (conf. Leguizamón, Héctor
Eduardo, "Las expensas comunes y las deudas fiscales frente a la insuficiencia de fondos de la subasta judicial, La Ley,
tomo 1998-E, página 130 y siguientes).-

Y tal como lo señala el autor citado, de adoptarse una tesitura contraria, bien podría llegarse a la situación en la que la
deuda de expensas comunes acumulada supere el valor de la unidad, situación en la que la venta del inmueble resultaría
antieconómica, ya que no habría ningún postor en la subasta que se decretara, sencillamente porque si el eventual
postor tendría luego que afrontar las expensas pendientes, estaría pagando más de lo que vale el bien, con lo que lejos
se estaría de beneficiar la seguridad de este tipo de enajenación forzada. Lo mismo ocurriría si resultara adjudicatario el
propio consorcio, puesto que, entonces, serían los consorcistas quienes deberían hacerse cargo del saldo insoluto, ya
que, en tales condiciones, no podrían enajenar nuevamente el departamento en cuestión (conf. Leguizamón, Héctor
Eduardo, op. y loc. cit.).-
Por su parte, no es posible hablar en el caso de una obligación ambulatoria, desde que, en los claros términos de la
solución legal, subsisten el deber y responsabilidad del dueño o deudor anterior, el que de ninguna manera queda
liberado (Conf. Cazeaux. Pedro Néstor, Tejerina, Wenceslao y Cazeaux. José Manuel, "Subasta Judicial (Los impuestos,
tasas, contribuciones y expensas comunes", en La Ley, tomo 1994-E, página 1240 y siguientes). Al respecto, siguiendo a
estos autores, cuadra recordar que la obligación es un derecho temporario, que nace para extinguirse, siendo que no hay
obligaciones perpetuas. Sin embargo, el alcance que se pretende para estas obligaciones, paradojalmente, las viene a
constituir en perpetuas. En efecto, al fracasar las ventas, sea por desistimiento de los compradores o por no haber
postores, mientras esté el juicio pendiente, hasta la prescripción está interrumpida, y esa obligación se convierte en un
derecho perpetuo o, por lo menos, con mayor tiempo de vida que los propios derechos reales, lo cual constituye un
verdadero absurdo (conf. Cazeaux-Tejerina-Cazeaux, op. y loc. cit.).-

La tan vigorosa obligación propter rem, así entendida, desnaturaliza también los principios de la compraventa y de las
subastas judiciales. En efecto, el contrato de compraventa requiere: 1) acuerdo de voluntades (art. 1137, Código Civil); 2)
objeto (art. 1327, Código Civil); y 3) precio cierto (art. 1349, Código Civil). Ahora bien, es evidente que si al comprador en
remate judicial, en determinado precio cierto, se le quiere hacer soportar las deudas que se registren por expensas
comunes, en esa compraventa no ha existido acuerdo de voluntades, pues lo hubo exclusivamente con respecto al
precio de la mejor oferta, y con ello quedó cerrado definitivamente el contrato, puesto que la compraventa se concreta en
el instante que se hubiera convenido el precio. Así, cualquier obligación que se le quiera cargar, aunque se llame
ambulatoria, está al margen de ese acuerdo de voluntades existente, incorporado al patrimonio del postor al amparo del
art. 17 de la Constitución Nacional. Se estaría violando, entonces, el derecho de propiedad del comprador, y afectando la
transparencia, la seriedad, la seguridad y la garantía de las subastas judiciales, por las que debe velar el órgano
jurisdiccional (conf. Cazeaux-Tejerina-Cazeaux, op. y loc. cit.).-

Por ende y los demás fundamentos expuestos por la mayoría acerca de la primera cuestión que nos convoca, en el
especial contexto de la subasta judicial, el precepto del artículo 17 de la ley 13.512 no llega a desvirtuar las
consecuencias que se derivan de la autonomía del derecho transmitido y la ausencia de convención, en los términos de
los artículos 3265 y 3266 del Código Civil, por lo que consideramos que la segunda pregunta formulada merece una
respuesta afirmativa.-
Fdo. Ana María Luaces. Hugo Molteni. Jorge Escuti Pizarro. Luis López Aramburu. Gerónimo Sansó. Carlos Alfredo
Bellucci.-

Fundamentos del Dr. Jorge H. Alterini:

Con relación al segundo interrogante contenido en el tema del plenario, para sustentar mi voto por la negativa habré de
reiterar las argumentaciones expuestas en el trabajo "Responsabilidad por expensas en la propiedad horizontal", incluido
en la obra "La Responsabilidad. Homenaje al Profesor Doctor Isidoro H. Goldenberg", Bs. As., 1995, págs. 669 y sgts.-

I.-Planteamiento de la cuestión

El art. 8 de la ley 13.512 de propiedad horizontal, que regula la obligación de pagar las expensas impuestas a los
propietarios de las unidades, establece en su párrafo final: "Ningún propietario podrá liberarse de contribuir a las
expensas comunes por renuncia del uso y goce de los bienes o servicios comunes ni por abandono del piso o
departamento que le pertenece".-

Por su parte, el artículo 17 de la ley de propiedad horizontal dispone que: "La obligación que tienen los propietarios de
contribuir al pago de las expensas y primas de seguro total del edificio, sigue siempre al dominio de sus respectivos pisos
o departamentos en la extensión del artículo 3266 del Código Civil, aun con repecto a las devengadas antes de su
adquisición...".-

Es evidente que los textos mencionados contienen directivas contradictorias.-


El párrafo final del artículo 8, con el encomiable propósito de asegurar el pago de las expensas, impide que el propietario
de la unidad se libere de su obligación de contribución, a través de abdicar el uso y goce de las partes y cosas comunes,
precepto de toda lógica por la inseparabilidad entre las partes propias y comunes que postula el artículo 3 en su tercer
párrafo, cuando afirma: "Los derechos de cada propietario en los bienes comunes son inseparables del dominio, uso y
goce de su respectivo departamento o piso".-

No es siquiera imaginable que un consorte pueda declinar genéricamente el uso y goce de los bienes comunes y
mantener el derecho sobre la unidad, pues la propiedad sobre la unidad supone inexorablemente el correlativo derecho
sobre aquéllos, sin el cual es imposible que se haga efectiva. Podría pensarse, por ejemplo, en la renuncia específica a
la utilización de algún servicio central o al acceso a la azotea común, pero tampoco esas abdicaciones concretas
permiten imponer una liberación parcial del pago de la proporción de las expensas con ellas vinculadas. El régimen de la
propiedad horizontal supone una actitud solidaria del conjunto de los consorcistas, que descarta actitudes individuales
que pretendan soslayar la suerte común que los liga.-
En lo que más interesa al tema que nos ocupa, el artículo 8 aludido proclama que el propietario horizontal no puede
eludir el pago de las expensas "por abandono del piso o departamento que le pertenece" (en mi investigación "Derechos
de los consorcistas", E. D. T. 68, págs. 779 y sigs., concretamente en la página 789, procuro despejar una arraigada
confusión consistente en creer que el dueño horizontal no puede abandonar su unidad. El abandono es factible, lo que no
es viable es la liberación del pago de las expensas a través de él).-

El artículo 17, al preceptuar que la extensión de la obligación de pagar expensas es la "del artículo 3266 del Código
Civil", implica que se responde sólo "con la cosa", lo que tiene una doble resonancia: que el obligado no responde con
todo su patrimonio, sino únicamente con la cosa, y que el abandono de ella lo libera.-
Los principios son francamente antitéticos: para el artículo 8 se responde con todo el patrimonio y el abandono no libera
del pago de las expensas; en cambio, según el artículo 17 la responsabilidad se extiende exclusivamente a la unidad y el
abandono tiene tales alcances liberatorios.-

Y que la contradicción es insuperable de atenernos estrictamente a la letra de la ley, lo patentiza la concluyente mención
del artículo 17 acerca de que el responder por las expensas con el alcance del artículo 3266, lo es aun con respecto a
todas las expensas: las devengadas antes o después de la adquisición.-

El intento de conciliar ambos textos, nos llevó ya en 1968, a propiciar en el seno de la Comisión Especial designada por
la Federación Argentina de Colegios de Abogados para expedirse sobre el Anteproyecto de Ley de Propiedad Horizontal
redactado por la entonces Secretaría de Justicia de la Nación, que se suprimiera el adverbio "aun" en el artículo 17 (la
integré con los Dres. Dalmiro Alsina Atienza y Guillermo Lorenzo Allende y el dictamen fue publicado en la Revista de la
Federación Argentina de Colegios de Abogados, nro. 2 -febrero de 1969-, págs. 17 y sigs.; ver explicación de página
28).-

La matización sugerida para el texto legislativo, enderezada a distinguir entre las expensas correspondientes al período
anterior a la adquisición y las posteriores, para limitar la responsabilidad sólo con la cosa a las anteriores, con la
consiguiente facultad de liberarse del pago de ellas con el abandono, parece ser la comprensión finalista más razonable
para alcanzar un resultado congruente con la redacción en vigor.-
Determinar si el crédito por expensas en la propiedad horizontal y la consiguiente obligación, generan una
responsabilidad propter rem, lo que implica encasillarla entre las obligaciones "reales", "ambulatorias", "cabalgantes" o
"propter rem", impone una precisión previa: determinar cuáles son los caracteres propios de estas obligaciones.-

II.-Caracteres de las obligaciones propter rem

En otra oportunidad (en mi voto en el fallo plenario de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil en los autos
"Dodero, Hipólito C. C/ Consorcio de Propietarios Neuquén 566/88/90 y/u otro", publicado en L.L., 1977-B-424, y en E.D.,
73-296), he sistematizado los rasgos distintivos de las obligaciones propter rem, que resumiré a continuación:

a) Fuente legal: la fuente es exclusivamente la ley; son obligaciones "ex lege". La afirmación se comprueba con facilidad
en el ejemplo más ajustado de créditos y obligaciones reales, los nacidos en materia de medianería (Ver Llambías, Jorge
J. y Alterini, Jorge Horacio, Código Civil Anotado, T. IV-A, que redactara, Buenos Aires, 1981, pág. 584 -en glosa a arts.
2722 a 2724, A-2- y págs. 522 y 524- en glosa a arts. 2685/2686, A-3-).-

En la medianería el crédito y la deuda propter rem surgen con la adquisición de la titularidad del inmueble respectivo, por
la mera virtualidad de la ley (arts. 2726, 2727, 2728, 2736 y concs. del Cód. Civ.).-

b) Derecho real o por lo menos relación real sobre la cosa: el crédito o la deuda se originan ante la existencia de cierta
relación del sujeto (activo o pasivo) con la cosa. Si bien tal relación puede ser originada por un derecho real, es suficiente
que se trate de una relación real o de hecho, ya posesión, ya tenencia.-

c) Contenido: las prestaciones nacidas de estas obligaciones pueden ser de dar, de hacer o de no hacer.-

d) Prestaciones en razón de la cosa: las prestaciones para quien está en relación con la cosa, son debidas en razón y
con referencia a la cosa. Este carácter me decidió a proponer como designación más adecuada la de obligaciones
propter rem, pues la traducción de las palabras latinas es precisamente: "en razón de la cosa".-

e) Responsabilidad del obligado con todo su patrimonio: la regla es que el obligado propter rem responde por su
incumplimiento, como todo deudor, con la totalidad del patrimonio y no sólo con la cosa, ya que el patrimonio es la
garantía común de los acreedores. Tal extensión de la responsabilidad se aplica tanto a las deudas preexistentes a la
relación con la cosa, como a las originadas durante ella.-

f) Transmisión de la obligación con la ambulación de la cosa: como el crédito y el débito nacen por la relación con la
cosa, la transmisión de ellos se produce con el cambio de titularidad de la relación. Sin dependencia de cesión alguna, el
vínculo obligacional queda trabado entre el antiguo acreedor (o deudor) y el que accede a la relación.-

g) Extinción del crédito y de la deuda con la cesación de la relación con la cosa: si el crédito y la deuda propter rem
nacen por la relación con la cosa y ambulan con ella, se presenta como una natural contrapartida que el crédito y el
débito se extingan para aquel que cesa en su relación con la cosa, y pase al que accede a ella.-

Me ocuparé en particular de este aspecto en el apartado siguiente.-


III.-Tratamiento de la liberación de la deuda a través del abandono de la cosa
El más preocupado difusor en nuestro país del instituto de las obligaciones reales, Dalmiro Alsina Atienza, muestra
alguna vacilación en este aspecto en su nutrida y enjundiosa producción sobre el tema.-

En la publicación que inició una extensa serie de artículos sobre la cuestión, formuló como regla general la facultad de
liberación de la deuda con el abandono de la cosa. Dijo: "desde luego, un crédito o deuda que se asientan sobre la
propiedad de una cosa u otra relación de señorío con ésta, deben cesar junto con el fundamento en que descansan...Se
comprende, entonces, por qué la doctrina extranjera ha consagrado la facultad de abandono...y por qué ve en ella una
regla general para todos los supuestos que ofrezcan características semejantes... En casos excepcionales, suele la ley
apartarse del principio..." ("Introducción al estudio de las obligaciones propter rem", J.A. 1960-II, sección doctrina, págs.
40 y sigs.; las citas son de pág. 43 (en apartados 9 in fine y 10 in principium).-

En estudios posteriores acotó el principio general que sentara de la liberación por el abandono, en términos tales, que
llegó a sostener como regla prácticamente la contraria: el abandono no libera.-

Así sostuvo que el abandono "del deudor propter rem le exime de deudas futuras; pero en cuanto a las ya nacidas, hay
que distinguir: en términos generales, si las deudas son correlativas de una ventaja o beneficio ya gozados, el abandono
no las extingue..." ("Diferencias entre la deuda propter rem y el deber del tercer poseedor de una cosa hipotecada", J.A.,
1960-III, sección doctrina, págs. 85 y sigs.; la cita es de pág. 86). Dijo en otro trabajo: "la regla es que el abandono de la
relación básica no extingue los créditos o las deudas propter rem nacidos con anterioridad. Esta regla encuentra apoyo
en la equidad, toda vez que se trata de deudas propter rem que constituyen el correlato de beneficios ya gozados por el
abandonante..." ("Lo esencial y lo contingente en las obligaciones reales. Legitimación real y créditos y deudas ya
nacidos", J.A., 1964-III, sección doctrina, págs. 47 y sigs.;; la cita es de págs. 47 y 48).-
Posteriormente, insistió en que: "en las genuinas propter rem, el obligado...aun cuando abandone, no se libera, por regla
general, de su deuda ya nacida" ("Existencia innegable de obligaciones reales en el derecho argentino", J.A., 1964-IV,
sección doctrina, págs. 38 y sigs.).-

Los textos que invoca para inferir la regla general citada no son persuasivos. El artículo 2685 del Código Civil permite a
los condóminos liberarse de contribuir a los gastos de conservación o reparación de la cosa común, a través del
abandono de su derecho de condominio. Es exacto que el abandono por el condómino es factible si se ejercita cuando es
solicitada la contribución a los gastos, ya que luego sería extemporáneo. Pero que el abandono para ser liberatorio deba
efectuarse en la oportunidad señalada, no implica que gravite solamente sobre los gastos futuros y no sobre los gastos
ya efectuados. (Ver estado de la cuestión en Llambías, Jorge J. y Alterini, Jorge H., op. cit. en glosa al art. 2685, pág.
525, apartado A-6.).-
Tampoco es esgrimible la doctrina elaborada en torno del artículo 2727 del Código Civil, que impide eludir la contribución
al pago de la pared de cerco con el abandono en el supuesto de que el vecino lo haga efectivo después de "servirse" del
muro. En ese supuesto, como también en el del artículo 2723 que excluye la liberación cuando la pared forma parte del
edificio de quien abandona (ver Llambías, Jorge J. y Alterini, Jorge H., op. cit., A-11-a), págs. 587 y A-4, 604), es obvio
que se excluya la liberación, porque el que pretende liberarse por el abandono continuaría sirviéndose del muro luego de
la abdicación de su derecho.-

El sustento de la tesis cuestionada en el artículo 2882 es igualmente inconvincente. Según esa norma para que el
usufructuario pueda exonerarse de afrontar las reparaciones necesarias a su cargo a través de la renuncia de su
derecho, debe devolver "los frutos percibidos después de la necesidad de hacer las reparaciones, o el valor de ellos". Se
trata de un razonable condicionamiento para la liberación del usufructuario en un caso especial, pero el precepto ni
siquiera fija una pauta aplicable para la eventualidad de que el usufructuario no hubiera percibido frutos y a todo evento
sería inaceptable generalizar una solución tan particular.-

Las argumentaciones expuestas me llevan a no compartir la conclusión de Alsina Atienza, porque como lo dije en el fallo
plenario antes mencionado, conduce a "minimizar la importancia de las obligaciones reales, dado que en la práctica se
aplicaría la liberación sólo a las deudas anteriores a la relación con la cosa y no a las posteriores".-

Sin perjuicio de la existencia de disposiciones singulares que puedan excepcionarla, la regla en las obligaciones reales
no puede ser otra que la extinción del crédito y de la deuda propter rem mediante el abandono de la cosa.-

IV.-Conclusión acerca de las expensas y la responsabilidad propter rem


La formulación efectuada en el apartado II de este aporte sobre los caracteres de las obligaciones propter rem, exhibe
que en el régimen legal vigente la obligación por expensas en la propiedad horizontal no cumplimenta algunas de las
notas propias de aquéllas.-

Con relación a las expensas anteriores a la adquisición de la unidad, como en virtud de la conciliación de normas
expuesta en el apartado I, el adquirente responde sólo con la cosa y no con todo el patrimonio, queda insatisfecho uno
de los perfiles de las obligaciones reales: el sujetarse a la regla de que el deudor responde con todo su patrimonio.-

En lo que atañe a las expensas devengadas luego de la adquisición de la unidad, si bien ellas ofrecen al consorcio
acreedor la garantía de la totalidad del patrimonio del obligado, como es indiscutible la imposibilidad de la liberación por
el abandono, no se cumplimenta otra de las peculiaridades de las obligaciones propter rem.-

Más allá de la naturaleza del crédito por expensas, estoy convencido de que la contundente disposición del art. 17 de la
ley 13.512, que establece que la obligación correlativa "sigue siempre al dominio de sus respectivos pisos o
departamentos", supera cualquier duda acerca de que debe afrontarla el adquirente en una subasta judicial. Por esa
misma convicción, las II Jornadas Mendocinas de Derecho Civil, celebradas en la Universidad de Mendoza del 18 al 20
de abril de 1991, declararon con el apoyo de 29 votos, contra sólo 6 posturas contrarias, que: "El adquirente es
responsable del pago de expensas comunes adeudadas con anterioridad a la subasta, en caso de insuficiencia del precio
obtenido".-
Fdo. Jorge H. Alterini

El Dr. Galmarini dijo:

En lo concerniente a la segunda cuestión sometida a plenario, referida a la obligación de pagar expensas comunes,
emito mi voto por la negativa, adhiriéndome a los sólidos fundamentos expresados por el Dr. Jorge Horacio Alterini.-
Fdo. José Luis Galmarini
Aclaraciones de los Dres. Calatayud, Dupuis y Mirás:

Si bien es verdad que como integrantes de la Sala "E" de esta Cámara hemos votado en más de una oportunidad en el
sentido de dar una respuesta afirmativa a las preguntas formuladas en esta convocatoria, las razones jurídicas expuestas
por nuestro colega el Dr. Alterini nos han persuadido en rever nuestra posición, al menos en lo que concierne a los
impuestos, tasas y contribuciones.-

Es que, para caracterizar a tales obligaciones como ambulatorias, sería necesario una fuente legal explícita y clara en tal
sentido, norma que no existe en nuestro ordenamiento.-

Por lo demás, es cierto -como sostienen algunos autores- que al otorgarse a tales gabelas el carácter propter rem -tal
como lo sostuviera nuestra Sala- vendría a tener un ius preferendi y un ius persequendi mucho mayor que los propios
derechos reales, principalmente el derecho de hipoteca. Es que, en éste, cuando el bien gravado se enajena en pública
subasta, aunque el precio obtenido sea inferior al monto del crédito hipotecario, el derecho real y el privilegio se
extinguen y por el saldo el acreedor pasa a ser quirografario (art. 3291del Código Civil), es decir, el legislador ha
considerado la forma en que el inmueble puede ser liberado del gravamen hipotecario, aunque el precio obtenido no
alcance a cubrir el crédito así garantizado. Por el contrario, para el criterio opuesto el crédito por impuestos, tasas y
contribuciones no se extinguiría hasta tanto el comprador en la subasta no haga efectivo totalmente su importe, siempre -
claro está- que el dinero obtenido en ella no sea suficiente para desinteresar al acreedor hipotecario y al fisco (conf.
Cazeaux, Pedro Néstor, Tejerina, Wenceslao y Cazeaux, José Manuel, "Subasta Judicial [Los impuestos, tasas,
contribuciones y expensas comunes]", en La Ley, tomo 1994-E, página 1240).-

Ello representa convertir al comprador del inmueble en remate judicial prácticamente en un verdadero sucesor universal
que carga con todas las obligaciones con las que no haya cumplido el deudor -propietario del bien subastado-, en contra
de lo expresamente prescripto por el art. 3266 del Código Civil (conf. autores y trabajo citado).-
Estos motivos, a los que cabe añadir las razones económicas puntualizadas por el señor Fiscal de Cámara, nos llevan a
modificar nuestro criterio anteriormente expuesto y votar en este Plenario por la negativa en lo que a la primera de las
preguntas se refiere.-

Por el contrario, a una solución distinta considero que cabe llegar en lo que al segundo interrogante atañe, respecto del
cual votamos también por la negativa. Es que, la claridad de los términos en que se encuentra redactada la norma del
art. 17 de la ley 13.512, más allá de que se considere a la deuda por expensas como obligación propter rem o
ambulatoria -cuestión discutida en doctrina y jurisprudencia-, impide, a nuestro juicio, interpretarla en otro sentido que el
que surge de la literalidad de las palabras empleadas, sin que pueda inferirse que se refiere exclusivamente a los casos
de enajenación convencional y no a los de subasta pública (conf., sobre el punto, Puerta de Chacón, Alicia y Parellada,
Carlos Alberto, "La subasta judicial y los derechos conexos a la cosa subastada", en Jurisprudencia Argentina, tomo
1991-II, página 719, en especial, página 722, apartado e), pues de su texto no se desprende tamaña distinción y no cabe
hacerla para restringir un derecho legislativamente acordado, sin perjuicio de la conveniencia práctica que pudiere tener
el llevarla a cabo.-

Fdo. Mario P. Calatayud. Juan Carlos G. Dupuis. Osvaldo D. Mirás

Ampliación de fundamentos, a la 2da. Cuestión, del Dr. Bellucci:

Además de las razones que ilustran al voto minoritario que se diera a la segunda cuestión, debo agregar otra de no
menor peso y que sostuve al concedérseme la voz en el plenario.-

Si bien la postura mayoritaria embandera el ius persequendi con fundamento en el memorado artículo 17 de la ley
13.512, el mismo, sintetizado en el vocablo ..."siempre"... que se advierte en dicha norma, cede expresamente y por
imperio de la ley 24.441 (ADLA LV-A, 296/308) de indiscutido alcance federal, cuando el administrador del consorcio deja
de informar la deuda por expensas comunes que pueda devengar la unidad sometida a remate dentro del plazo de diez
días hábiles desde que se le hubiese requerido tal liquidación en cuyo caso, el bien podrá subastarse como si estuviera
libre de deuda.-

Así, esta carga que el Legislador pone en un mismo pie de igualdad con los impuestos, tasas y otras contribuciones que
pesen sobre tal inmueble no goza del carácter ambulatorio o propter rem, a punto tal que por una disposición de igual
jerarquía que el recordado artículo 17 de la ley de propiedad horizontal, el adverbio temporal al que aludí no resulta en la
inteligencia de la prescripción referida (art. 56, inc. b)- inamovible. "Siempre no es tan siempre".-

En coherencia con lo señalado, es dable advertir que el artículo 79 modifica la prescripción del artículo 598 del Código de
rito, en su nueva redacción y en el apartado 3, vuelve a igualar esta carga con los gravámenes, al consignar en favor del
acreedor, la misma facultad de requerimiento, con idéntico apercibimiento (ver página 306 del tomo de ADLA ya citado).-

Es así que la locución "siempre" del artículo 17, que precedió en el tiempo al dictado de la posterior ley 24.441, no posee
virtualidad o vigencia omnímoda.-
Al menos, no la tiene en todo caso, o cuando menos. Tampoco en todo o en cualquier tiempo.-

Ergo, la respuesta afirmativa es la que, entiendo, mejor consulta la verdadera intención del Legislador.-

Y más allá de su acierto o desacierto, a ella corresponde ceñirse.-


Tal, mi parecer.-

Fdo. Carlos Alfredo Bellucci

Buenos Aires, febrero 18 de 1999.-

Y Vistos: por lo que resulta del Acuerdo que antecede, como doctrina legal obligatoria (art. 303 del Código Procesal),

SE RESUELVE:
"No corresponde que el adquirente en subasta judicial afronte las deudas que registra el inmueble por
impuestos, tasas y contribuciones, devengadas antes de la toma de posesión, cuando el monto obtenido en la
subasta no alcanza para solventarlas.-
No cabe una solución análoga respecto de las expensas comunes para el caso de que el inmueble se halle sujeto
al régimen de la ley 13.512".-
Dése cumplimiento a lo dispuesto por el art. 62 del reglamento del fuero.-
Fdo. Jorge H. Alterini. Alberto J. Bueres. Juan Carlos G. Dupuis. Ana María Luaces (en disidencia respecto de la
segunda cuestión). Hugo Molteni (en disidencia respecto de la segunda cuestión). Jorge Escuti Pizarro (en disidencia
respecto de la segunda cuestión). Luis López Aramburu (en disidencia respecto de la segunda cuestión). Gerónimo
Sansó(en disidencia respecto de la segunda cuestión). José Luis Galmarini. Eduardo Martínez Álvarez. Osvaldo D. Mirás.
Mario P. Calatayud. Elena I. Highton de Nolasco (en disidencia respecto de la primera cuestión). Ricardo L. Burnichón.
Carlos Alfredo Bellucci (en disidencia respecto de la segunda cuestión). Leopoldo Montes de Oca. Marcelo Jesús
Achával (en disidencia respecto de la primera cuestión). Elsa H. Gatzke Reinoso de Gauna (en disidencia respecto de la
primera cuestión). Claudio Marcelo Kiper (en disidencia respecto de la primera cuestión). Julio Ojea Quintana. Delfina M.
Borda. Eduardo Leopoldo Fermé. Ana María Brilla de Serrat (en disidencia respecto de la primera cuestión). Benjamín E.
Zaccheo. Carlos Roberto Degiorgis. Julio R. Moreno Hueyo. Emilio M. Pascual. Jorge A. Giardulli. Judith R. Lozano .
Gladys Stella Álvarez. (en disidencia respecto de la primera cuestión). Hernán Daray. Carlos Horacio Gárgano. Carlos R.
Sanz (por su dictamen).-
El Dr. Javier M. Ruda Bart no suscribe por encontrarse en uso de licencia (art. 107 R.J.N.).//-
Ante mí, Adriana Luján de Pildain. Secretaría de Jurisprudencia

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