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El Principito es una novela infantil corta, la más conocida del autor y aviador Antoine de
Saint-Exupéry. Este clásico literario resalta principalmente por su profundo significado y las
variadas interpretaciones que se le pueden atribuir a lo largo de la lectura, de las cuales cabe
mencionar también las relaciones que tiene el texto con el derecho en general.
Continuando con el análisis jurídico del libro, debemos avanzar al décimo tercer capítulo, en
donde finalmente nos plantean a un hombre de negocios que cuenta obsesivamente
estrellas para poder supuestamente depositarlas en un banco. Este hombre afirma que las
estrellas son suyas por ser el primero en haberlo planteado; lo que está también plasmado
de una manera no tan metafórica en ámbitos de derecho civil. Las estrellas pueden ser
pensadas como bienes inmuebles por la imposibilidad de ser transportadas o movilizadas
voluntariamente, pero es por esta misma imposibilidad que legalmente no sería posibles
adquirirlas, por el mismo principio que se ha mencionado anteriormente de razonabilidad, lo
que impediría tajantemente que una estrella, es decir, algo que un ser humano no podría
llegar a manejar sea poseída por un individuo. Si se tratara de un bien inmueble como un
terreno se podría optar por la apropiación del lugar tras una serie de procedimientos
acordados por el sistema judicial chileno; pero una estrella no es un bien.