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La relación entre el narcisismo y el ideal del yo femenino en Sigmund Freud.

Un análisis
crítico desde la perspectiva de género.

Mag. Silvina Marchisio.

Facultad de Psicología. Universidad Nacional de San Luis.

Este artículo es un recorte parcial de una investigación más amplia que estudia la
problemática del Ideal del Yo-Superyó de la mujer y su incidencia en la estructuración de
la subjetividad femenina. El marco teórico está constituido por las conceptualizaciones
elaboradas por autores psicoanalíticos que articulan la perspectiva de género. Se enmarca
en un Proyecto de Investigación Consolidado de la Facultad de Psicología de la
Universidad Nacional de San Luis.
El objetivo de esta comunicación es realizar un análisis crítico de la relación que Freud
establece entre el narcisismo y el ideal del yo femenino en 1914.
Se considera que en Introducción del narcisismo postula ideas muy controversiales sobre
esta temática que resultan prescriptivas y performativas (Butler, 2001) para el género
femenino. En este sentido, elabora una teorización sobre el psiquismo de la mujer teñida
por las construcciones culturales de su época, sobre la base del binarismo masculino-
femenino asumido como una condición natural y universal.
Al estudiar la vida amorosa como vía de acceso al narcisismo, si bien plantea que todos los
seres humanos tienen la posibilidad de elegir sus objetos siguiendo el modelo anaclítico o
el narcisista, este enunciado es rápidamente demolido al afirmar que “(…) el pleno amor de
objeto según el tipo del apuntalamiento es en verdad característico del hombre” (p. 85).
Si se considera que tanto niños como niñas han atravesado por la etapa del narcisismo
primario como parte del desarrollo libidinal regular, resulta una aseveración arbitraria
sostener que sólo los varones pueden trasladar esa estimación de sí al objeto. Se advierte
por lo tanto, que subyace la idea de una falla o déficit en el narcisismo infantil de la niña.
Freud plantea que con la conformación de los órganos sexuales femeninos en la pubertad,
sobreviene un incremento del narcisismo originario que interfiere la “constitución de un
objeto de amor en toda la regla” (p. 85). La belleza corporal provee a la mujer un

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resarcimiento de “la atrofia que la sociedad le impone en materia de elección de objeto.” (p.
85). En estas circunstancias considera que satisfacen su necesidad siendo amadas, es decir
ubicándose en una posición pasiva. Es significativo que Freud no realice, sin embargo,
ninguna consideración crítica sobre las limitaciones socio-culturales de las mujeres.
Cabe destacar que aunque el varón también experimenta durante la pubertad y
adolescencia el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios que le brindan un aporte
narcisista, sólo toma en cuenta este aspecto en la mujer. Al partir de la premisa que el
cuerpo del varón es el completo y la mujer es la criatura castrada, Freud aplica la lógica
fálica y postula que la niña púber compensaría en parte su narcisismo deficitario con el
hallazgo de un órgano propiamente femenino: la vagina. Sin embargo, éste nunca llega a
ser tan libidinizado como el pene añorado del varón. Desde esta perspectiva, la púber
descubre algo donde antes había una falta. El narcisismo del niño estaría basado en la
posesión del pene y el varón regularmente sería capaz de trasladar esta valoración al
objeto de amor. Así infiere como prototipo masculino el modo anaclítico de elección de
objeto. Este modo de comprender la diferencia constituiría un obstáculo epistemológico
que atraviesa todos sus desarrollos teóricos sobre la femineidad.
La visión androcéntrica invisibilizada con la que Freud aborda la temática del narcisismo
femenino, ha contribuido a transmitir significaciones y valores que legitiman la
dominación masculina (Bourdieu, 2000) como si se tratara de una diferencia biológica,
cuando en realidad, es una construcción social naturalizada. De este modo, se
transforman procesos históricos y culturales en algo esencial e indiscutible. En acuerdo
con Bourdieu, se considera que así se reproduce la violencia simbólica a través de la
comunicación y el conocimiento.
Se podría pensar que la fuerza del mandato que prescribe para la mujer el elegir al modo
narcisista, es decir posicionarse como objeto en los vínculos, constituye uno de los
contenidos típicos del Ideal del Yo de su género. Estos enunciados no son sólo
descripciones sino que establecen juicios de valor y jerarquías diferentes. La mujer es
conceptualizada como un ser que permanecería retrasado en su progreso libidinal,

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limitado e infantilizado en sus capacidades para establecer relaciones objetales, en
función de una dificultad natural.
Benjamin (2013) plantea que Freud aplica la complementariedad sujeto-objeto para
explicar la heterosexualidad, en la que la posición de la mujer es la de objeto para un
supuesto sujeto masculino. De este modo, afirma que la idea de intersubjetividad no
podía ser aplicada también a las mujeres, ya que esto implicaría considerarlas en la
posición de sujeto.
Freud postula que el nacimiento de un hijo constituye una vía posible para acceder al
“pleno amor de objeto” (p. 86), ya que ven en éste una prolongación de su propio cuerpo.
De esta manera, considera que no habría posibilidad de libidinizarlo como un ser
independiente, diferente y ajeno al yo, por lo tanto concibe el vínculo que las madres
establecen con sus hijos siempre de tipo narcisista.
Plantea que un posible camino de salida del narcisismo secundario incrementado por el
desarrollo puberal femenino, lo constituye la constitución de un Ideal del Yo masculino. La
femineidad, que el autor ubica a partir del comienzo de la etapa genital, es considerada
una interrupción o un fracaso, ya que la única aspiración de la niña es poseer el pene y ser
un varón. En este sentido, afirma que el Ideal del Yo de la mujer conserva la añoranza del
“ser varonil” de la infancia, anhela alcanzar metas masculinas altamente valoradas, o amar
al hombre que le hubiese gustado ser. De este modo, señala al Yo el camino para
elecciones narcisistas de objeto.
Es significativo destacar que Freud enuncia la teoría de la masculinidad primaria de la niña
como una certeza que no requiere más análisis. No realiza ninguna articulación entre las
tesis mencionadas y las limitadas o nulas posibilidades que tenían las mujeres para
desarrollar funciones y ocupar lugares en la sociedad, fuera del ámbito doméstico. Toda
aspiración cultural, intelectual o profesional era interpretada como masculina o como un
intento de resarcimiento derivado de la envidia fálica. Los anhelos propiamente
femeninos, introyectados en el Ideal del Yo, sólo podían estar relacionados con la
maternidad, el cuidado de los otros y la postergación personal en pos del bienestar
conyugal y familiar.

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Los modelos formulados para la elección anaclítica de objeto: la mujer nutricia y el
hombre protector, están basados en la configuración de la familia nuclear moderna, con
roles específicos y bien delimitados según el género.
Sostiene que el amor parental narcisista traslada los anhelos incumplidos a los hijos, “el
varón será un grande hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe
como tardía recompensa para la madre” (p. 88). Estas ideas ilustran la fuerza con que se
asumen y repiten en la teoría freudiana estereotipos que marcan las aspiraciones que se
espera que persigan los varones y las mujeres. De este modo, se prescriben estos
mandatos y se asume como natural su transmisión en el vínculo intersubjetivo con el niño.
Luego por la vía de la identificación pasan a formar parte de los ideales que el Yo buscará
alcanzar. Así se establecen diferencias en la constitución del ideal de acuerdo al género, es
decir, se determina qué aptitudes o habilidades formarán parte del proyecto
identificatorio de varones y mujeres.
Si se toman en cuenta estas ideas, se podría pensar que en un contexto histórico en el que
las cualidades femeninas son devaluadas, resulta esperable que las mujeres busquen
alcanzar las aspiraciones o metas pre-establecidas como típicamente masculinas, como un
modo de satisfacción narcisista. Tal vez ésta puede haber sido la situación que Freud
describió como ideal masculino en las mujeres de su época. La falta de una perspectiva de
género en sus desarrollos teóricos lo habría llevado a generalizar una observación epocal
como rasgo psíquico universal.
Sostiene que la represión es puesta en marcha por el Yo para adecuarse a las condiciones
que el ideal impone. En este sentido, es importante considerar que las normas y la ética
que internaliza la niña en el proceso de socialización temprano, así como luego a lo largo
de su vida en el pasaje por distintas instituciones (como la escuela, la iglesia, entre otras)
no son iguales a las que incorpora el varón. De este modo, tanto los contenidos del Ideal
del Yo como los motivos para la represión, resultan diferenciales por género. La familia, la
escuela y la iglesia se han encargado de inculcar en las mujeres una moral pro familiar
(Bourdieu, 2000), enteramente dominada por los valores patriarcales. El amor puro se ha
instituido durante la modernidad en un ideal digno de ser perseguido por ellas. Por lo

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tanto, todo apartamiento o conflicto para poder cumplir con estos mandatos se torna un
motivo posible de represión en las mujeres.
Se acuerda con Dio Bleichmar (1992) en que la femineidad / masculinidad forman parte de
las normativas incorporadas en el Ideal del Yo de las mujeres y los varones de nuestra
cultura. Constituyen una legalidad presente en el deseo inconsciente, que incide en las
manifestaciones de la sexualidad de modo desigual entre los géneros. Afirma que el deseo
sexual no tiene sexo, pero la ley que normativiza el deseo humano es sexista. De este
modo, las mujeres histéricas que Freud analizaba estaban inmersas en una legalidad que
avalaba para el varón el acceso al placer y la actividad sexual, con un incremento de su
autoestima. En cambio para la mujer, la satisfacción del deseo sexual era descalificada,
salvo que el varón lo garantizara con su amor. En este sentido, la ley subyace al deseo
femenino, que es imposible de ser pensado fuera de toda influencia simbólica.
El proceso de formación del Ideal del Yo y de la conciencia moral resulta también de la
incorporación a través del mecanismo de identificación, de la autoridad parental. En este
sentido, se considera relevante destacar la importancia que Freud les atribuye a los padres
externos reales en el vínculo con el niño, para la constitución de estas instancias psíquicas.
Los mensajes prescriptivos y prohibitivos de los padres se hacen “carne” en el psiquismo
del niño. Si bien no utiliza aún el concepto de identificación, que es fundamental en su
conceptualización estructural del psiquismo, parece aludir a una incorporación con tanta
intensidad que genera marcas profundas en el desarrollo de la mente. Se infiere que no
menciona la incidencia de la fantasía en este proceso, otorgándole todo el peso a los
límites y críticas explícitas que los padres imparten a los hijos. Esta relación asimétrica
condiciona tanto las aspiraciones acerca de lo que se debe ser y tener (Ideal del Yo), así
como las consignas acerca de lo que no se debe hacer (lo que luego constituirá el
Superyó). Por lo cual, en tanto portavoces de la cultura y de su realidad histórica singular,
los padres realizan proyecciones subjetivantes (Dio Bleichmar, 1997) que se inscriben
como mandatos en relación a lo que es ser niña o ser varón.
En este sentido, se considera que el tipo de capacidades específicas que se espera que
desarrollen niños y niñas, así como los proyectos para la vida de relación y laboral que

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puedan llevar a cabo, en gran medida están condicionados por los modelos incorporados
al Ideal del Yo. La conciencia moral observa al Yo para que no se aparte de estos
parámetros, en caso que lo haga padecerá angustia moral. Esta configuración psíquica
constriñe a las mujeres de un modo particular, ya que las posibilidades de amar y trabajar
son diversas, no sólo por los estereotipos de género característicos de un momento
histórico, sino también en función de la clase social y la etnia a la que pertenecen.
El sentimiento de autoestima derivado en parte del narcisismo infantil, del cumplimiento
del Ideal del Yo y de la satisfacción en las relaciones de objeto, presenta también
diferencias entre los géneros por los diferentes modos de subjetivación y por las
estrategias de poder involucradas. Las restricciones externas y las limitaciones derivadas
del Ideal del Yo introyectado en las mujeres que Freud describe, permite comprender el
déficit en su autoestima.
Al final del artículo postula que el Ideal del Yo tiene además un componente social, es
decir contiene ideales compartidos por una familia, un grupo o una nación. La
insatisfacción por el incumplimiento de este ideal colectivo libera libido narcisista que se
descarga como conciencia de culpa o angustia social. Ésta en su origen se experimentó
frente al temor a la pérdida de amor de los padres, luego estos son reemplazados por los
integrantes de la sociedad. En este sentido, cabe destacar que las diferencias en la
estructuración del psiquismo entre varones y mujeres no pueden ser atribuidas a razones
anatómicas, como la oposición fálico-castrado de la cual Freud las hacía derivar.
Cabe destacar que Dio Bleichmar (1985) entiende el género, como un articulador del
psiquismo, al cual tanto el Ideal del Yo como el Superyó se hallan subordinados y
condicionados de modo diferente en su organización. Señala que las condiciones de
socialización suelen generar un déficit narcisista en la subjetividad de la futura mujer, ya
que en el proceso de identificación con la madre encuentra serios obstáculos para
considerarla un modelo a quien parecerse. En lugar de ello, puede ubicar el ideal en el
hombre, como un intento de restablecer el balance narcisista. Considera que esta
posibilidad resulta lógica cuando se le ofrece a la niña un modelo femenino descalificado,
sufriente y sometido al poder patriarcal.

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Esta conceptualización particular del Ideal del Yo constituiría un cambio estructural en la
comprensión del psiquismo, ya que propondría una modificación a la propuesta freudiana
de 1914 y de 1923. Se conjetura que Dio Bleichmar otorga al Ideal del Yo un estatuto igual
o más importante que al Superyó. Es decir, por la significación que tiene en el desarrollo
de la subjetividad no puede ser reducido a una función del Superyó, como Freud lo
considera en 1923. En acuerdo con esta autora, se asume que el eje Ideal del Yo – Superyó
posibilita atender a la continuidad y complejidad de un proceso que lleva a la
internalización no sólo de prohibiciones, sino de metas y aspiraciones que condicionan en
gran parte la orientación del deseo.

A modo de conclusión.
Los estereotipos y mandatos sociales de una época inciden en las características y
contenidos que adquiere el Ideal del Yo. Si bien Freud menciona la influencia de las
diversas instituciones sociales que, además de los padres, transmiten determinados
valores y normas, este aspecto no es tomado en cuenta en sus teorizaciones. El peso de la
teoría fálica condiciona su perspectiva sobre esta instancia psíquica y sobre la femineidad
en general. En este sentido, la ausencia de una mirada de género distorsiona la
comprensión que el creador del psicoanálisis brinda sobre las mujeres. La mirada
patologizante, al conceptualizarlas como narcisistas, infantiles, neuróticas por naturaleza,
deficientes en su capacidad sublimatoria y por lo tanto dependientes de la tutela de un
varón, no es más que la expresión de un imaginario social producto de la dominación
masculina (Bourdieu, 2000), que la teoría psicoanalítica ha reproducido y en parte
continúa reproduciendo.

Bibliografía.
Benjamin, J. (2013): La sombra del otro. Intersubjetividad y género en psicoanálisis.
Madrid. Psimática Editorial.
Bourdieu, P. (2000): La dominación masculina. Barcelona. Editoral Anagrama.

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Butler, J. (2001): El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad.
México. Paidós.
Dio Bleichmar, E.(1985): El feminismo espontáneo de la histeria. Madrid. Adotraf.
---------------------- (1997): La sexualidad femenina de la niña a la mujer. Buenos Aires.
Paidós.
---------------------- (1992): “Los pies de la ley en el deseo femenino”. En Las mujeres en la
imaginación colectiva. Una historia de discriminación y resistencias (1992) Comp.
Fernández, A. M. Paidós. Buenos Aires.
Freud, S. (1914): Introducción del narcisismo. Amorrortu Editores. Vol. XIV. (P.p. 67-98)

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