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La historia agraria de Colombia se caracteriza por el proble-

ma al acceso a la tierra, situación que ha generado desconten-


tos sociales en diferentes épocas desde tiempos monárquicos.
En la década de 1960, el escenario fue más agudo, ya que un
grupo reducido de familias, grandes propietarios y empresa-
rios concentraron la tierra y la explotaron mediante activida- La reforma agraria en
des agrícolas y ganaderas. Pero, vastas extensiones de terre-
el Caribe colombiano:

La reforma agraria en el Caribe colombiano: campesinos, tierras y conflictos


nos quedaron sin uso, suelo que requirieron los campesinos
para desarrollar sus actividades económicas. En este sentido,
esta obra analiza cómo esta problemática socioeconómica que
campesinos, tierras
se extendió por toda la región Caribe con matices diferentes
afectó la economía campesina, generando conflictos sociales
y conflictos
en la región. Sumándole otros inconvenientes rurales como la
TOMÁS CABALLERO TRUYOL
escasez de agua, la baja cobertura de servicios públicos y esco-
EVA GARCÍA CHARRIS
lar, la nula inversión pública y privada, entre otras situaciones JESÚS CASTRO FONTALVO
caóticas, que exigieron la intervención del Estado. Para resol- Editores académicos
ver estos problemas, el gobierno colombiano implementó una
serie de proyectos rurales en los diferentes departamentos del
Caribe en el marco de la Reforma Agraria (1961) con el fin de
jalonar el desarrollo del campo y vincularlo con la economía
mundial.
Los cinco capítulos que hacen parte de este libro de investiga-
ción, muestran que los resultados de la Reforma Agraria en el
Caribe colombiano fueron parciales, ya que los problemas que
se intentaron resolver de manera definitiva como la concen-
tración de la tierra, la baja cobertura de servicios públicos y
escolar, la construcción de vías para conectar las zonas rurales
con el mercado, su tecnificación, entre otros aspectos, no se
resolvieron totalmente porque los proyectos se ejecutaron en
unas cuantas poblaciones, dejando al margen a muchas otras.
Actualmente, estos problemas no han desaparecido y un sin-
número de campesinos continúan reclamando tierras y mejo-
res condiciones de vida.
La reforma agraria en
el Caribe colombiano:
campesinos, tierras
y conflictos

Tomás Caballero Truyol


Eva García Charris
Jesús Castro Fontalvo
Editores académicos

Autores
Tomás Caballero Truyol, Jesús Ángel Castro Fontalvo,
Eva Sandrin García Charris, Christian Maldonado Badrán,
Melvys López Solorzano, Edwin Corena Puentes,
Muriel Jiménez Ortega, Luis Ricardo Navarro Díaz,
Willy José Blanco Cuello
Caballero Truyol, Tomás Francisco -- Castro Fontalvo, Jesús Ángel -- García Charris, Eva Sandrin
[editores]
La reforma agraria en el Caribe colombiano: campesinos, tierras y conflictos. / Tomás Francisco Caba-
llero Truyol [editor] Jesús Ángel Castro Fontalvo [editor] Eva Sandrin García Charris [editora], Castro
Fontalvo, Jesús Ángel [autor], García Charris, Eva Sandrin [autora], Maldonado Badrán, Christian,
[autor], López Solórzano, Melvys [autora], Corena Puentes, Edwin [autor], Jiménez Ortega, Muriel
[autora], Díaz Navarro, Luis Ricardo [autor], Blanco Cuello, Willy José [autor]. – 1 edición. – Puerto
Colombia, Colombia: Sello Editorial Universidad del Atlántico, 2023.
146 páginas. 17x24 centímetros. Incluye bibliografía. fotografías.
ISBN: 978-628-7657-00-7
ISBN: 978-628-7657-01-4 (Digital descargable)
1. Reforma agraria – Región Caribe (Colombia). 2. Reforma agraria – Magdalena (Colombia) –1960-
1980. 3. Reforma agraria – Bolívar (Colombia) – 1961-1973. 4. Reforma agraria --- Córdoba (Colom-
bia). 5. Reforma agraria Atlántico (Colombia) – 1980-2018. I. Autor. II. Título.
CDD: 907 R332

ISBN 978-628-7657-00-7
ISBN Digital 978-628-7657-01-4

© Tomás Caballero Truyol, Eva García Charris y Jesús Castro Fontalvo


(Editores académicos)

© 2023, Universidad del Atlántico


Cra 30 n.º 8-49 Puerto Colombia (Atlántico)
Teléfono PBX: (57)(5) 3162666
publicaciones@mail.uniatlantico.edu.co
https://www.uniatlantico.edu.co/

Primera edición junio de 2023

Fotografías de portada tomadas de: Archivo Orlando Fals Borda el cual se encuentra ubicado
en el Centro de Documentación Regional de Montería (Colombia)

Corrección de estilo: Aureliano Pedraza


Diseño de cubierta: Marco Robayo
Composición: Marco Robayo
Impresión y encuadernación: MN - Taller gráfico SAS
Tiraje: de 300 ejemplares

Impreso en Colombia
Printed in Colombia

Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra, sin autori-
zación expresa y por escrito de la Universidad del Atlántico. Las opiniones expresadas en esta
obra son responsabilidad de los autores.
Contenido

Editores 9

Agradecimientos 11

Presentación 13

1. Una revisión a los estudios sobre los problemas agrarios


y su relación con el conflicto armado en Colombia
Una mirada desde las Ciencias Humanas. 17
Tomás Caballero Truyol y Christian Maldonado Badrán

2. Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra


en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980 35
Tomás Caballero Truyol y Luis Navarro Díaz

3. Tierra, campesinos y reforma agraria


en el departamento de Bolívar, 1961-1977 61
Jesús Castro Fontalvo y Eva García Charris

4. Conflictos agrarios en el departamento de Córdoba:


estrategias y resistencias en las tomas de tierras.
El caso Chuchurubi y la hacienda La Antioqueña, 1972 93
Melvys López Solorzano y Willy José Blanco Cuello

5. Arar la ilusión: tierras, conflicto y memoria en Casa Mayor


y Las Mercedes (Piojó, Atlántico) 1980-2018 113
Edwin Corena Puentes, Muriel Jiménez Ortega
y Christian Maldonado Badrán

6. Reflexiones finales 143


Problemas agrarios
y tensiones sociales por la
tierra en el departamento
del Magdalena (Colombia),
1960 y 1980
Tomás Caballero Truyol1
Universidad del Atlántico (Colombia)

Luis Navarro Díaz2


Universidad Sergio Arboleda (Colombia)

1 Doctor en Historia por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla-España. Profesor investigador


del Programa de Historia de la Universidad del Atlántico y miembro del Grupo de Investigacio-
nes Históricas en Educación e Identidad Nacional (GIHEIN) de la misma institución. Correo
electrónico: tfcaballero@gmail.com.
2 Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad del Norte, Barranquilla. Profesor e investigador
del Programa de Comunicación Social de la Universidad Sergio Arboleda, Santa Marta. Correo
electrónico: luis.navarrod@usa.edu.co
Introducción

La historia agraria de Colombia se caracteriza por el problema al acceso a


la tierra, hecho que ha generado descontentos sociales en diferentes épocas
desde tiempos monárquicos. En la década de 1960, unas pocas familias de
grandes propietarios o terratenientes concentraron la tierra y la explotaron
mediante diversas actividades agrícolas y ganaderas. También la gran mayoría
de los campesinos colombianos no poseían tierras para obtener sus ingresos
diarios, a pesar de que hubo una gran cantidad de estas sin explotar y de bal-
díos. Tal problemática, sumadas otras como la baja productividad del campo,
la escasez de agua para irrigar los cultivos o dar de beber a los animales, la fal-
ta de servicios públicos, y algunas más, generaron una serie de descontentos
sociales en diferentes partes de Colombia3.
Como respuesta al descontento social, el Gobierno nacional, en manos
del presidente Alberto Lleras Camargo, implementó en 1961 un programa
de reforma agraria. Su objetivo principal fue jalonar el desarrollo del cam-
po colombiano y vincularlo con la economía mundial. Para esto el Estado,
por medio del Incora (actualmente, Incoder), compró y expropió tierras que
se adjudicaron a campesinos, realizó obras hidráulicas, otorgó créditos y de-
sarrolló otros programas sociales4. En el caso específico del departamento
del Magdalena, para resolver los problemas socioeconómicos, sobre todo los
presentados en la Zona Bananera, por causa de la decadencia de la industria
bananera que generó desempleo e invasiones en propiedades privadas, el Go-
bierno nacional desarrolló cuatro proyectos agrarios para cumplir con los
objetivos trazados en su reforma agraria.
En este orden de ideas, ¿por qué los problemas sociales y agrarios gene-
raron conflictos y tensiones por la tierra?, ¿cómo el Gobierno nacional resol-
vió parcialmente estos problemas mediante la implementación de proyectos
agrarios? Para resolver los interrogantes planteados, se realizó una investiga-
ción de carácter histórico que consistió en la revisión de fuentes documenta-
les y el análisis de estas. Las fuentes consultadas fueron prensa local y nacio-
nal de la época, informes del Gobierno, entrevistas cualitativas a actores del
periodo estudiado, proyectos agrarios, entre otros documentos. Todos estos

3 Véase: Mariana Arango Restrepo, “Logros y perspectivas de la reforma agraria en Colombia”,


Lecturas De Economía, 1986; Álvaro Albán, “Reforma y Contrarreforma Agraria en Colombia”,
Revista de Economía Institucional, 2011; Bersarión Gómez Hernández, “La tenencia de la tierra y la
reforma agraria en Colombia”, Verba Luris, 1 de junio de 2011.
4 Jhon Florián Guzmán, “Los Estados Unidos y la reforma agraria en Colombia de 1961”, Vox Popu-
li, 2012; Leidy Plazas Díaz, “La formación técnica de colonos, campesinos y funcionarios durante
la reforma agraria de 1961”, Ciencia Nueva, 2022, https://revistas.utp.edu.co/index.php/historia/
article/view/25135/16941.

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38 | Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980

se triangularon mediante la crítica de las fuentes, los resultados obtenidos se


presentan en este trabajo de carácter histórico.
Este capítulo se encuentra estructurado en dos apartados, seguidos de las
reflexiones finales: en el primero se describe cómo era el territorio por subre-
giones y los diferentes conflictos y tensiones sociales que se presentaron por
la tierra entre campesinos y terratenientes. En el segundo se estudian las prin-
cipales reformas implementadas por el Gobierno nacional para desarrollar el
campo y resolver los problemas de la tierra mediante la ejecución de cuatro
proyectos agrarios en el Magdalena. Las reflexiones finales apuntan a que los
conflictos sociales y las disputas por las tierras tuvieron matices diferentes
en cada una de las subregiones del departamento del Magdalena. Se conclu-
ye que las reformas implementadas tuvieron resultados parciales, ya que se
concentró principalmente en los municipios de la Zona Bananera; además,
no beneficiaron a todos los campesinos o actores del campo, y los problemas
sociales no desaparecieron.

1. Conflictos y diputas por la tierra en las subregiones del Magdalena

El departamento de Magdalena es un territorio biodiverso compuesto de va-


lles, montañas, una costa extensa bañada por el mar Caribe y una rica cadena
hidrográfica de ríos, riachuelos y ciénagas. Su parte norte occidental es bor-
deada por el río Magdalena hasta encontrarse con el mar Caribe (ver mapa 1).
También cuenta con una geografía montañosa formada por la Sierra Nevada
de Santa Marta, que va desde el nivel del mar hasta alcanzar su pico más alto
a los 5.775 metros con nieve perpetua. En otras palabras, es un territorio con
todos los pisos térmicos y una variedad de ecosistemas que han permitido a
sus pobladores asentarse en diferentes subregiones para subsistir explotando
todos sus recursos naturales.
Durante los años sesenta, su población era de 789.410 habitantes, repar-
tida en un territorio de 46.695 km², concentrada principalmente en la parte
central y las zonas ribereñas del río Magdalena. Su población, económica-
mente activa (en adelante, PEA), era de 109.529 personas: el 52,59% se dedi-
có a las labores agropecuarias; el 16,63% a las actividades artesanales y a las
operaciones relacionadas con la hilandería, la confección de vestuarios, calza-
do, carpintería, entre otras; y el 30,78% restante a diferentes tipos de oficios5.
Los datos reflejan que su economía dependió principalmente del campo, so-
bre todo vinculada al cultivo del banano, fruta explotada por la multinacional

5 Departamento Administrativo Nacional de Estadística, XII Censo de población y II de edificios y vi-


viendas. Magdalena, Censo (Magdalena: dane, julio de 1964), https://biblioteca.dane.gov.co/me-
dia/libros/LB_794_1964.PDF.
Tomás Caballero Truyol y Luis Navarro Díaz | 39

norteamericana United Fruit Company (en adelante, UFC) y luego por su


filial la Compañía Frutera de Sevilla.

Mapa 1. Departamento del Magdalena en 1960

Fuente: Incora, 1969.

De esta manera, entre las décadas de los años sesenta y setenta, más de la
mitad de la PEA magdalenense obtuvo sus ingresos laborando en el cam-
po como empleados de las bananeras norteamericanas o jornaleros, colonos,
campesinos y agricultores de fincas privadas o de sus propias parcelas. Sin
embargo, luego que la Compañía Frutera de Sevilla cesó sus operaciones en
1962, se disparó el desempleo en la Zona Bananera y sus predios fueron ocu-
pados por sus antiguos trabajadores, quienes los explotaron con una variedad
de cultivos6. En otras subregiones, también se presentaron problemas por la
tierra que alteraron el orden social. Uno de ellos fue la colonización de las
tierras de la Sierra Nevada de Santa Marta por parte de foráneos que las cul-
tivaron de cafetos y desplazaron a sus históricos habitantes. Mientras que en
las poblaciones bordeadas por el río Magdalena, los conflictos agrarios por el
acceso a la tierra fueron leves, ya que los terratenientes cedieron a los cam-
pesinos lotes que estaban ociosos para que los explotaran a cambio de trabajo
en sus fincas.

6 Julio López Martínez, Betty Moreno Obredor, y Juana Campo Oñate, Evauación de los valores
realizados por el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria de la Zona Bananera del Magdalena (Uni-
versidad del Magdalena, 1978), https://repositorio.unimagdalena.edu.co/bitstreams/181e3626-
58c2-4907-8cf1-3a5ce415cdb8/download; Adolfo Meisel-Roca, La economía de Ciénaga después
del banano (Bogotá, Colombia: Banco de la República, 30 de noviembre de 2004), https://doi.
org/10.32468/dtseru.50.
40 | Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980

1.1. La Zona Bananera

En el transcurso de la primera mitad del siglo XX, el negocio del banano fue
controlado por la UFC, exportando banano a los mercados norteamericanos
y europeos, donde su consumo se disparó en las clases populares. Era un ne-
gocio de alta rentabilidad porque empleó mano de obra barata, subordinada
a un sistema de pago en vales y comisarias. Esta forma de pago no permitió
a los trabajadores del banano usar sus ingresos para comprar libremente en
el mercado de bienes y servicios, por el contrario, los amarró a unos precios
elevados, impuestos por la UFC en sus comisarías o tiendas7.
A pesar de estas malas prácticas laborales aceptadas por el gobierno de
la época, la UFC fue la principal fuente de empleo para los campesinos de
la zona norte del Magdalena, pese a los trágicos hechos ocurridos en 1928,
cuando una protesta de trabajadores terminó con varios heridos y fallecidos.
Estos y otros factores llevaron en 1962 al cierre definitivo de la compañía, que
trasladó sus operaciones a Turbo. Como consecuencia, grandes extensiones
de terrenos quedaron baldíos y fueron vendidos a comerciantes y terratenien-
tes del Magdalena8. Como consecuencia, hubo un cambio en la tenencia de la
tierra, pasó del poder de una multinacional norteamericana a un nuevo grupo
de medianos y grandes propietarios.
Los nuevos dueños de la tierra de la Zona Bananera emplearon como
fuerza de trabajo a un contingente de desempleados de la Compañía Frutera
de Sevilla. Mientras los que no encontraron empleos en estas nuevas explo-
taciones agrícolas migraron hacia Urabá —territorio antioqueño que para
los años sesenta incursionó en la economía bananera— y otra parte invadió
terrenos baldíos que usufructuaron con cultivos de pancoger.
Al respecto, parafraseando al señor Jorge Leal, director de la casa museo
de la Zona Bananera, quien narró que hacia los años sesenta, cuando se fue la
Compañía Frutera de Sevilla, hubo despidos masivos de miles de trabajadores
dedicados al cultivo del banano. Una parte de la mano de obra cesante recibió
oferta laboral en las plantaciones bananeras de Turbo, Antioquia, controladas
por empresarios que en el pasado tuvieron negocios en la Zona Bananera,
como el norteamericano Tom [Hoiberg]9. El resultado fue que muchos cam-
pesinos magdalenenses, desempleados y sin tierras, migraron hacia el Urabá

7 Olga Cabeza Meza, “Agua y conflictos en la Zona Bananera del Caribe colombiano en la primera
mitad del siglo XX” (tesis de maestría, Universidad Nacional de Colombia, 2014), https://reposi-
torio.unal.edu.co/bitstream/handle/unal/51537/22466759.2014.pdf?sequence=1&isAllowed=y.
8 Julio López Martínez, Betty Moreno Obredor, y Juana Campo Oñate, Evaluación de los va-
lores realizados por el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria de la Zona Bananera del Mag-
dalena (Universidad del Magdalena, 1978), https://repositorio.unimagdalena.edu.co/
bitstreams/181e3626-58c2-4907-8cf1-3a5ce415cdb8/download.
9 Jorge Leal, Entrevista sobre los problemas y conflictos agrarios en el Magdalena, junio de 2022.
Tomás Caballero Truyol y Luis Navarro Díaz | 41

antioqueño, atraídos por los empleos y los salarios ofrecidos por las empresas
bananeras de Antioquia10.
Por otra parte, los agricultores que no fueron contratados en la Zona Ba-
nanera ni en Antioquía invadieron enormes extensiones de terrenos baldíos y
allí sembraron diferentes tipos de cultivos como banano, cacao, plátano, au-
yama y hortalizas. Estas pequeñas explotaciones agrícolas de pancoger se em-
plearon básicamente para el autoconsumo, y los excedentes se vendieron en el
mercado o se cambiaron por otros productos y servicios que los campesinos
no producían como carne, calzado, vestuarios, etc. Es decir, el campesino de
la zona bananera no era autosuficiente, por lo tanto, recurrió al mercado para
abastecerse de alimentos y productos esenciales que no pudo obtener con la
explotación de la tierra11.
Respecto a lo señalado, el señor Juan Escobar, campesino retirado de Ori-
hueca-Zona Bananera, comentó lo siguiente: “Bueno, cuando se es campesi-
no la tierra lo es todo, en ese momento los cultivos eran de pancoger, tierras,
como decimos, baldías que las había dejado la Compañía Frutera de Sevilla
porque prácticamente fue expulsada la compañía y se quedaron esas tierras.
El campesino logró sostenerla, logró explotar, había arborizaciones inmensas,
grandes y en ese momento comenzaron a explotarlas su familia, más que todo
el cultivo pancoger, no sin olvidar los cultivos que siempre hemos tenido aquí,
que es el banano, que era el cacao, el plátano, la auyama y todo lo que se llama
siembras de hortalizas”12.
Los ejemplos señalados permiten colegir que la salida definitiva del Uni-
ted Fruit Company en 1962 generó desempleo y ocupaciones ilegales de sus
terrenos por parte de unos 6.000 trabajadores que no encontraron opor-
tunidades laborales en el Magdalena. Todo lo anterior, desencadenó en un
conflicto social por el derecho de propiedad, ya que los nuevos ocupantes se
negaron a desalojarlas, como lo pretendió el Incora cuando las recibieron en
donación por parte de la UFC en 1963[13].
Los conflictos por la tierra también se extendieron a otros territorios que
no pertenecieron a la UFC. La prensa de la época contextualiza cómo algunos

10 “AsísesembrólatradiciónbananeraenelUrabáantioqueño”,Semana,16dejuniode2022,https://www.semana.
com/mejor-colombia/articulo/asi-se-sembro-la-tradicion-bananera-en-el-uraba-antioqueno/202100/.
11 Algunos estudios demuestran que el campesino no es autosuficiente y que históricamente ha recu-
rrido al mercado para vender sus excedentes por dinero o intercambiarlos con otros bienes y ser-
vicios esenciales para su supervivencia. Véase: Hugues Sánchez Mejía, “De esclavos a campesinos,
de la ‘roza’ al mercado: tierra y producción agropecuaria de los ‘libres de todos los colores’ en la
gobernación de Santa Marta (1740-1810)”, Historia Crítica, n.º 43 (2011); Alexander V. Chayanov,
La organización de la unidad económica campesina. (Buenos Aires: Nueva Visión, 1947).
12 Escobar, 1960-1980 Tierras y narrativas campesinas en Orihieca, Magdalena, julio de 2022,
https://www.youtube.com/watch?v=6ZdK1tLCBIE.
13 Martínez, Moreno Obredor, y Campo Oñate, Evaluación de los valores realizados por el Instituto
Colombiano de la Reforma Agraria de la Zona Bananera del Magdalena, pp. 34-35.
42 | Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980

campesinos y labradores sin tierras invadieron propiedades privadas, destru-


yeron y quemaron sus cercas hasta ocuparlas. Hechos que a menudo termi-
naron en caos y enfrentamientos con la fuerza pública. En enero de 1969, por
ejemplo, veintiséis colonos en Tucurinca, Ciénaga (Magdalena), invadieron la
finca “La Poza” de propiedad del señor Carlos Aurelio Lacouture. Los inva-
sores destruyeron las cercas y portones, además obstruyeron los caminos. Los
ocupantes fueron desalojados inmediatamente por las autoridades locales,
puestos en prisión y procesados por un juez de la República14.
Otro caso ocurrió en 1969 en Aracataca. Allí 34 colonos ocuparon 100
hectáreas de terrenos montañosos y alegaron que fueron cedidos por el señor
Manuel Pertuz, su propietario. Sin embargo, dichos terrenos ubicados sobre
las fincas “La Estrella” y “La Dilia” entraron en disputas entre los colonos y un
señor de apellido Cantillo, quien los reclamó como suyos, sin tener un título
de propiedad. El litigio terminó sin ningún tipo de solución por parte de las
autoridades locales, que esperaron fuera resuelto por el Incora15.
Como corolario de los ejemplos anteriores se puede aseverar que la falta
de empleo en las actividades agrarias y la escasez de tierra para trabajar el
campo llevó a los campesinos a tomarse o invadir propiedades privadas y bal-
días para obtener sus ingresos diarios, usufructuando el suelo. Como respues-
ta a las tomas de tierras, los propietarios de estas se enfrentaron a los campe-
sinos usando la fuerza militar o policial, generando tensiones en la población.
El Gobierno nacional intentó resolver estos conflictos sociales y el problema
por la tierra mediante un proyecto agrario desarrollado específicamente en
esta parte del departamento del Magdalena.
En resumen, en la década de los años sesenta del siglo XX la decadencia
de la economía bananera llevó al cierre definitivo de la Compañía Frutera de
Sevilla. Como consecuencia, la principal fuente de empleo de esta subregión
del Magdalena desapareció, disparando el desempleo. Ante la falta de opor-
tunidades laborales, los antiguos empleados de esta empresa resolvieron el
problema invadiendo propiedades privadas o baldías y las usufructuaron con
diferentes tipos de cultivos como banano, plátano, entre otros productos. Esta
situación originó tensiones por la tierra entre los campesinos y los terrate-
nientes, que desencadenó un conflicto social que se prolongó en el tiempo.

1.2. La Sierra Nevada

Los problemas por el acceso a la tierra también se presentaron con cierta


intensidad en otras poblaciones del Magdalena, específicamente en la Sierra

14 “26 detenidos por la invasión de tierras en Ciénega, Magdalena”, El Tiempo, 20 de enero de 1960.
15 “Invadidas dos fincas en Aracataca, Magdalena”, El Tiempo, 24 de abril de 1969.
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Nevada de Santa Marta, territorio ancestral de las comunidades indígenas de


los Arhuacos y los Koguis16. En esta montaña, que se eleva desde el mar Ca-
ribe hasta su pico más alto a los 5.775 metros de altura sobre el nivel del mar,
se desataron, en las décadas de los sesenta y setenta, una serie de conflictos
por la propiedad entre sus históricos habitantes y personas foráneas, quienes
aprovecharon las zonas poco pobladas y montañosas para apoderarse de los
terrenos baldíos mediante la explotación de café y cultivos ilícitos como la
marihuana y la cocaína17.
Según el autor citado, en la década de los años setenta la violencia se
agudizó más en la Sierra Nevada con los cultivos ilícitos y el surgimiento de
bandas de mafiosos que operaron en la zona. Como consecuencia, la pobla-
ción indígena fue desplazada forzosamente de sus territorios ancestrales hacia
las zonas más altas de la Sierra18. El desplazamiento de la población nativa se
aceleró con la construcción de la carretera Troncal del Caribe, entre 1967
y 1972. Para Daniel Rodríguez, su construcción abrió una ruta de acceso
importante para la colonización campesina y la llegada de trabajadores que
se incorporaron a las fincas y explotaciones agrarias abiertas en los terrenos
baldíos por personas que se apropiaron de estos para sus fines económicos19.
Todo lo anterior generó un conflicto de degradación social de sus antiguos
pobladores, ya que fueron desplazados de sus territorios; además, sus cultivos
de pancoger fueron destruidos y quemados por los invasores, mecanismo de
presión que resultó éxito porque logró su acometido de alejar a las familias
indígenas de las nuevas fronteras agrarias.
Varias familias indígenas fueron víctimas de este tipo de violencia, gene-
rada por las apropiaciones ilegales de sus tierras por parte de colonos y otros
invasores. Un caso de persecución por la tierra se registra en la denuncia
interpuesta en 1962 por seis indígenas de la comunidad Arhuacos, con ayuda
del investigador venezolano Tomás Frei al corresponsal del diario El Tiempo
en Santa Marta. En esta el señor Frei manifestó que los Arhuacos habitaban
pacíficamente los terrenos que fueron adjudicados hacía 40 años por el Go-
bierno nacional y que cultivaban trigo, maíz, plátano, etc. Sin embargo, acusó
que este grupo indígena fue intimidado con armas de fuego disparadas desde

16 Leandro Alberto López Rozo, La línea negra como reconocimiento de territorios ancestrales de las comu-
nidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, IUSTA, n.o 53 (1 de enero de 2020), https://
doi.org/10.15332/25005286.6271.
17 Joaquín Viloria de la Hoz, Sierra Nevada de Santa Marta: economía de sus recursos naturales (Bogotá,
Colombia: Banco de la República, 31 de julio de 2005), https://doi.org/10.32468/dtseru.61
18 Joaquín Viloria-de-la-Hoz, “Sierra Nevada de Santa Marta: economía de sus recursos naturales”
(Bogotá, Colombia: Banco de la República, Julio 31, 2005), https://doi.org/10.32468/dtseru.61.
19 Daniel Rodríguez Osorio, “Consensos, conflictos y ambigüedades en torno al territorio: explora-
ción etnohistórica de la lengüeta, Sierra Nevada de Santa Marta”, Maguaré 32, n.o 1 (1 de enero de
2018): 171-204, https://doi.org/10.15446/mag.v32n1.76168
44 | Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980

escondites cercanos y destruidos sus sembrados. Además, que un grupo de


malhechores irrumpió en el caserío y prendió fuego a varios ranchos para
amedrentar a la población y despojarla de sus tierras. El académico aseveró
que varios indígenas persiguieron a caballo a los maleantes hasta dar muerte
a uno de ellos con flechas venenosas20.
Otra denuncia similar se presentó en 1970, en la vereda de Donachuí
(Sierra Nevada). Allí, dieciséis jefes indígenas denunciaron ante el ministro
de Gobierno sobre diferentes hechos violentos perpetuados contra sus co-
munidades, como fueron persecuciones, amenazas contra sus vidas y despojos
de sus tierras. En la misiva enviada al ministerio solicitaron que los colonos
no fueran sacados, sino que se les prohibiera continuar avanzando hacia los
territorios ancestrales, ya que con el transcurrir del tiempo el problema era
más grave y notorio. Recalcaron que “nos están dejando sin tierras y ellos no
respetan los linderos puestos por los indios, porque no existe una disposición
que lo prohíba”21.
Los denunciantes también señalaron que, en Pueblo Bello, en el sitio de-
nominado Las Flores, los indios tenían unas casas con líneas divisorias. Pero
los colonos las quemaron y amenazaron de muerte a los indígenas que se
opusieron al desmonte de los terrenos colindantes con el caserío quemado.
Finalmente, clamaron por ayuda urgente al Gobierno nacional para que so-
lucionaran los problemas mencionados, ya que la situación se hizo más aguda
con el tiempo22.
Los casos señalados evidencian que la población nativa fue desplazada de
sus antiguos territorios ancestrales por colonos y otros invasores mediante
el uso de la fuerza. Los nuevos ocupantes paulatinamente reemplazaron los
sembrados de pancoger por cultivos más comerciales como café y marihuana.
En consecuencia, la población indígena perdió el control de sus territorios
ante la nula presencia estatal, que no protegió sus derechos y permitió la ocu-
pación ilegal de varias extensiones de tierras en la Sierra Nevada. Lo anterior
generó un conflicto social por el control del territorio y la explotación agraria
en detrimento de las etnias indígenas.
Sin embargo, el proceso de colonización no fue del todo violento. Al pa-
recer, hubo algún grado de complicidad por parte de algunas familias de in-
dígenas que vendieron sus tierras a los foráneos provenientes, entre otros
departamentos, del Tolima, Antioquia, Cundinamarca. Los migrantes, despla-
zados por la violencia en sus territorios, se establecieron en la Sierra Nevada
de Santa Marta porque encontraron tierras vírgenes con condiciones óptimas
para el cultivo del café. Algunos negociaron directamente con los indígenas

20 “Persecución a los indios de Sierra Nevada”, El Tiempo, 27 de diciembre de 1962.


21 “Graves denuncias formulan indígenas de Sierra Nevada”, El Tiempo, 3 de noviembre de 1970.
22 “Graves denuncias formulan indígenas de Sierra Nevada”, El Tiempo, 3 de noviembre de 1970.
Tomás Caballero Truyol y Luis Navarro Díaz | 45

las tierras a un precio irrisorio. Las transacciones de compra y venta fueron


de manera informal, sin ningún tipo de documento notarial. Los dineros re-
cibidos por los lugareños por la venta de sus propiedades fueron usados para
la compra de bienes y servicios. Por otro lado, los vendedores se establecieron
en la parte alta de la montaña, donde la tierra no era productiva, condición
que frenó el cultivo de pancoger y desencadenó en un problema de orden
social.
Un ejemplo se encuentra en San Pedro de la Sierra, corregimiento de la
Zona Bananera. Según testimonio del señor Ramiro Martínez Beltrán, un
campesino de la época, durante los años sesenta, esta población estaba des-
habitada y pertenecía a las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de
Santa Marta. El acceso era muy difícil por caminos descubiertos. Durante ese
lapso llegaron allí tolimenses, antioqueños, llaneros, entre otras personas de
diferentes partes del país, que se apropiaron pacíficamente de extensiones de
tierra compradas a los indígenas. Luego de las transacciones realizadas, los
vendedores se retiraron de sus antiguos territorios porque no se sintieron
cómodos con la presencia de “los civilizados blancos”23.
Otro testimonio es el del señor Luis Meriño, quien relató que hacia la
década de los años sesenta varias familias del interior se establecieron en San
Pedro de la Sierra, huyendo de la violencia desatada en sus territorios por
grupos al margen de la ley. Allí encontraron tierras baldías que explotaron
mediante el cultivo del café. Otros desplazados fueron empleados en fincas
cafeteras como Cincinnati, La Victoria o María Teresa, propiedades de nor-
teamericanos que aprovecharon la coyuntura para adquirir propiedades a ba-
jos precios y mano de obra barata para sus explotaciones agrícolas. El señor
Meriño recalca que actualmente el pueblo está habitado por personas del
interior del país y que el proceso de apropiación de tierras fue pacífico. En
sus palabras: “aquí eso fue normal, aquí no hubo conflicto, no hubo nada, fue
normal, todo mundo se quedó haciendo su parcela y multiplicándose aquí”24.
Los casos expuestos muestran que durante las décadas de los años sesenta
y setenta existieron grandes extensiones de baldíos en la Sierra Nevada de
Santa Marta, tierras ancestrales que fueron colonizadas o compradas a las
comunidades indígenas a precios irrisorios por personas provenientes del in-
terior de país. Como consecuencia, una parte del paisaje de la Sierra cambió
de extensos bosques montañosos por cafetos, bananos, marihuana y cocaí-
na, explotaciones agrarias que dejaron grandes dividendos a sus propietarios,

23 Ramiro Martínez Beltrán, 1960-1980 Tierras y narrativas campesinas en San Pedro de la Sierra Nevada
de Santa Marta, el 16 de julio de 2022, https://www.youtube.com/watch?v=USyDVDBpzFE&t=10s.
24 Luis Meriño Riatiga, 1960-1980 Tierras y narrativas campesinas en San Pedro de la Sierra Nevada
de Santa Marta, el 16 de julio de 2022, https://www.youtube.com/watch?v=-4TT2XCXOVs&t=2s.
46 | Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980

mientras que la población nativa fue desplazada de sus antiguos territorios


hacia las montañas más altas.
En fin, en la década de los años sesenta y setenta hubo un cambio en la
tenencia de la tierra en la Sierra Nevada: una parte significativa de las mis-
ma pasó de ser posesión de las comunidades indígenas a ser de los colonos
foráneos que llegaron y colonizaron estas tierras mediante el cultivo del café.
También el paisaje sembrado de pancoger se transformó en uno de cafetos y
marihuana, es decir, en sembrados comerciales que generaron buenos divi-
dendos a los nuevos propietarios, pero forjaron desplazamientos y tensiones
sociales entre sus pobladores.

1.3. Las tierras hacia el centro, el sur, y aledañas al río Magdalena

Estas subregiones del departamento del Magdalena se caracterizan por es-


tar bañadas por un sistema de ciénagas, caños, quebradas, lagunas y diversos
cuerpos de agua que alimentan de agua dulce la Ciénega Grande del Mag-
dalena desde el río Magdalena hacia su desembocadura en el mar Caribe25.
Por esta razón, la pesca se convirtió en una de las principales actividades eco-
nómicas desarrollada por sus habitantes. Una parte de ella se emplea para el
consumo diario y otra para comercializarla en el mercado. Mientras que las
tierras fronterizas con el departamento del Atlántico a orillas del Magdalena
complementan la actividad pesquera con la agricultura.
En estas tierras, entre 1960 y 1980, existieron grandes extensiones de
baldíos que fueron ocupados de manera legal como ilegal por grandes te-
rratenientes que se dedicaron a la explotación ganadera. Los campesinos se
incorporaron en estas fincas mediante tierras que recibieron por parte de los
terratenientes a cambio de trabajar como jornaleros sin ningún tipo de salario
o jornal. Como consecuencia, el campesino sin tierra fue subyugado por su
necesidad socioeconómica a trabajar en las propiedades de los grandes pro-
pietarios sin ningún tipo de remuneración económica.
En las parcelas que recibieron, los campesinos cultivaron básicamente
productos de pancoger como yuca, plátano, fríjol, tomate, maíz, frutos como
mango, entre otros26. Eran productos tradicionales usados para el consumo
diario de las familias campesinas cuyos excedentes se comercializaron en los
mercados locales, especialmente en la ciudad de Barranquilla, donde llegaban
las canoas cargadas con diferentes tipos de productos agrarios procedentes
de los pueblos ribereños del departamento del Magdalena, hasta cuando se

25 Francisco Avella Esquivel et al., “Vida campesina en el norte del Magdalena”. En: Vida campesina
en el Magdalena Grande (Santa Marta, Colombia: Universidad del Magdalena, 2020), 41-94, ht-
tps://www.jstor.org/stable/j.ctv1tgwzvk.
26 Avella Esquivel et al., cit.
Tomás Caballero Truyol y Luis Navarro Díaz | 47

inauguró el Puente Pumarejo en la década en 1970 que conectó a las ciuda-


des de Santa Marta y Barranquilla por carretera, agilizando el transporte de
pasajeros y mercancías27.
Un testimonio es el relato del señor Julio Sáenz, un campesino de la épo-
ca, del municipio de Tenerife (Magdalena). Él señaló que para las décadas
de los años sesenta y setenta no hubo conflictos o problemas agrarios en esa
comarca. Recalcó que la tierra era abundante, pero concentrada en familias
como los Moncayo, los Camargo, los Molinas, entre otras, quienes les brin-
daron tierras a los campesinos para su explotación. En estas parcelas, cedidas
temporalmente por sus propietarios se sembraron cultivos de ñame, yuca,
tabaco, entre otros productos del campo, y se criaron animales. También los
campesinos construyeron viviendas, pero las tierras las devolvieron cuando
las dejaron de usar. Como retribución por los beneficios recibidos, los cam-
pesinos les dieron a los propietarios los productos obtenidos mediante la cría
de animales o el cultivo de sus parcelas. Finalmente, afirman que “atropellos
de ellos no hubo”28.
Otro testimonio es el del señor Ricardo Navarro Cortina, un actor social de
Tenerife. Él relató que allí, para el periodo estudiado, varias familias tenían cier-
to grado de parentesco entre sí por herencia. Por esta razón existió respeto por
los demás, porque todos se conocían. Los campesinos guardaban una relación
de amistad y lealtad con los grandes propietarios. A cambio, los terratenientes
les dieron tierras para que trabajaran en sus propiedades y no las invadieran.
En sus palabras:

“En Tenerife había un sistema de hacienda feudal, se conservó en Tenerife


durante mucho tiempo. Los señores Turbay, dueños de grandes fincas, ellos
le daban tierras a cambio de que ellos le hicieran el pasto para el ganado y
cuando recogían los cultivos le daban otras tierras más adelante. Ellos le ci-
vilizaban la tierra de alguna manera, entonces había ese favor feudal que el
señor feudal le daba al campesino para que pudiera cultivar, cogían la cosecha,
pero ellos a su vez le compraban el maíz, tabaco, y había una relación muy
estrecha de economía, no había lugar para la enemistad entre el campesino y
el propietario de la tierra”29.

Los casos anteriores evidencian que la relación campesino-terrateniente fue


cordial, construida a partir de un fuerte lazo de amistad y parentescos fa-
miliares. Estas condiciones sociales fueron fundamentales para fortalecer la
economía local, ya que había tierras abundantes, pero no mano de obra que

27 Meisel-Roca, La economía de Ciénaga después del banano, pp. 23-24.


28 Julio Sáenz Ospino, entrevista a un campesino en Tenerife (Magdalena), 5 de julio de 2022.
29 Ricardo Navarro Cortina, entrevista un actor social de Tenerife, Magdalena., 1 de junio de 2022.
48 | Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980

trabajaran en estas. Como consecuencia, estas dos condiciones sociales coad-


yuvaron a que los campesinos recibieran pequeñas extensiones de tierra den-
tro de las propiedades de los terratenientes, de donde obtuvieron sus ingresos
diarios a partir de una economía de subsistencia. Por el favor recibido, prácti-
camente los lugareños estuvieron obligados a prestar ciertos servicios de pas-
toreo o labores agrarias en las haciendas o fincas de los grandes propietarios.
Mejor dicho, hubo un acuerdo mutuo por medio de la palabra y la amistad
entre campesinos y terratenientes que aparentemente favoreció a ambos ac-
tores sociales. Los primeros recibieron tierras para sus labores agrarias y vivir
con sus familias; los segundos, mano de obra esencial para la explotación de
sus actividades económicas.
Así, las relaciones sociales establecidas en estas comunidades rurales fue-
ron sólidas y afianzadas por un pacto de amistad sellado con la tierra. La
reciprocidad entre campesinos y terratenientes, basada en ayudas y favores,
significó que ambos actores sociales estuvieran dispuestos a mantener sus
relaciones de amistad a cambio de obligaciones económicas consensuadas30.
Estos lazos sociales, fuertes y prácticamente inquebrantables, crearon una es-
pecie de cultura de no invasión de los bienes ajenos, normas que respetaron
los campesinos de esta subregión del Magdalena, pese a las presiones ejercidas
por movimientos campesinos que llegaron de otros departamentos vecinos y
se apodaron por la fuerza de tierras privadas y baldías.
Los predios invadidos generaron conflictos y tensiones sociales entre los
campesinos y los foráneos invasores, ya que los primeros fueron amedrenta-
dos por los segundos para que dejaran sus parcelas o se unieran a la causa para
tomarse las posesiones sin explotar de sus patronos. Según los testimonios de
algunos campesinos, ellos prefirieron perder sus pertenencias, pero no inva-
dieron las tierras de sus jefes por lealtad y gratitud, puesto que en momentos
de apuros y penurias económicas fueron ayudados por estas personas.
Por ejemplo, en Tenerife las invasiones ocurridas en la década de los años
setenta en algunas propiedades agrícolas privadas fueron realizadas por per-
sonas provenientes del departamento de Sucre. Según el relato del señor Julio
Sáenz, allí llegó una persona apodada el “tuerto” con gente de los municipios
de Zambrano y Ovejas, e invadieron varios predios; además, incitaron a los
campesinos tinerfeños a tomarse las tierras porque eran de ellos. Muchos

30 Este tipo de prácticas sociales son aparentemente normales en sociedades rurales o pequeñas. El
favor es un signo de estar dispuesto a mantener una relación social y, al mismo tiempo, supone
para el receptor la obligación de pagar en especie o de otra forma el favor obtenido. Véase: John
Durston, El capital social campesino en la gestión del desarrollo rural: díadas, equipos, puentes y escaleras,
1.ª ed., Libros de la CEPAL 69 (Santiago, Chile: Comisión Económica para América Latina y el
Caribe, Naciones Unidas, 2002), https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/2346/1/
S2002033_es.pdf
Tomás Caballero Truyol y Luis Navarro Díaz | 49

campesinos, incluyendo a Julio, respondieron no a la iniciativa31. En sus


palabras:

“… yo les dije: —conmigo no cuenten, y él dijo: —usted es un cobarde, si


usted no entra le damos dos meses de plazo para que desocupe, y yo le dije:
—está bien, yo desocupo. Entonces vino un muchacho de Magangué que le
decían “bota amarilla”, que era el jefe de esos que querían invadir y me dijo:
—como vas a hacer con la yuca y ese guineo que está aquí, y me dijo: —te
tienes que salir porque nosotros no queremos problemas. Entonces el doctor
Anuar Rivera me dijo: —sálgase y no busque problema y no haga revolución
porque usted se mete ahí y va a ser un revolucionario; que se pierda eso, y
el señor Martín me dijo: —no te preocupes ahí está Loma Grande y puedes
trabajar ahí, esa gente les fue mal porque tuvieron un verano malo”32.

Este ejemplo destaca que en esta subregión del Magdalena la lealtad fue fun-
damental para que los campesinos no invadieran predios privados. También
que el descontento social por la tierra suscitado en otros departamentos del
Caribe colombiano afectó finalmente el modo de vida de los tinerfeños, ya
que personas de otras poblaciones invadieron sus territorios de manera vio-
lenta y los desplazaron hacia otros territorios. Es decir, los conflictos por la
tierra fueron provocados por movimientos campesinos externos, donde el
problema por la tierra se agravó porque se concentró en pocas personas y
además no había agua para irrigar los cultivos. Asimismo, existió una ganade-
ría extensiva que limitó la explotación del suelo con otras actividades agrarias
y las políticas sociales y económicas fueron nulas33.
En resumen, en esta subregión del Magdalena se presentaron una serie de
conflictos por la tierra, causados generalmente por actores externos pertene-
cientes a las zonas fronterizas del departamento. Los campesinos de esta re-
gión tuvieron, aparentemente, una relación muy cordial con los terratenien-
tes, lealtad basada en la amistad, el parentesco y la tierra. Por estas razones
no se generaron invasiones ni conflictos, ya que los campesinos obtuvieron
tierras para desarrollar sus labores agrarias a cambio de trabajar en las fincas
o haciendas de sus patronos.

31 Sáenz Ospino, entrevista a un campesino en Tenerife (Magdalena).


32 Sáenz Ospino, entrevista a un campesino en Tenerife (Magdalena).
33 Véase: Alejandro Reyes Posada y Liliana Duica Amaya, Guerreros y campesinos: Despojo y restitución
de tierras en Colombia, 1.ª edición (Bogotá (Colombia): Editorial Planeta Colombiana (2016); Ma-
riana Arango Restrepo, Alonso Cardona Arango y Roberto Escamilla Morales, “La tenencia de la
tierra en la costa Atlántica y la reforma agraria”, Lecturas de Economía, 1988.
50 | Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980

2. Los proyectos agrarios Magdalena: una solución


inconclusa al problema de la tierra

Para resolver los problemas agrarios y especialmente los conflictos por la tie-
rra en el departamento del Magdalena, el Gobierno nacional implementó
los proyectos agrarios Magdalena I, II, III y IV. Estos estuvieron enmarcados
en la política nacional de reforma agraria que tuvo como principal objeti-
vo transformar el campo nacional, adjudicando tierras a los campesinos para
acabar con la concentración originada desde el surgimiento de las haciendas
y aumentar su productividad para hacer competitivas las zonas rurales. Tam-
bién buscó mejorar la calidad de vida de los campesinos con la construcción
de escuelas, puestos de salud, bibliotecas, acueductos y la electrificación de
algunas poblaciones. Los resultados obtenidos en los diferentes departamen-
tos donde se implementaron las reformas no fueron satisfactorios, ya que los
problemas agrarios no se superaron y se prologaron en el tiempo34.
En el caso específico del Magdalena, los proyecto agrarios desarrollados
tuvieron como objetivo principal jalonar el desarrollo del campo, pero se con-
centraron específicamente en la Zona Bananera, subregión del departamento
que experimentó una serie de conflictos sociales producto de la concentra-
ción de tierra e invasiones de los predios de la antigua Compañía Frutera
de Sevilla. En las otras subregiones el Incora adjudicó tierras y desarrolló
algunas obras públicas, pero con poco impacto, según los testimonios de los
campesinos de la época.
El proyecto Magdalena IV fue el primero en ejecutarse en 1964 y lue-
go sus propósitos se extendieron con el inicio del proyecto Magdalena I en
1968. Los factores que determinaron que el Incora eligiera la Zona Bananera
(municipios de Aracataca, Ciénega y Pueblo Viejo) como eje central de estos
proyectos agrarios fueron los problemas sociales y económicos que afronta-
ron sus pobladores por consecuencia del desempleo y el deterioro de la indus-
tria bananera que prácticamente desapareció cuando cerró sus operaciones la
Compañía Frutera de Sevilla en 1962.
Es mismo año el Incora inició el plan número 4 del Magdalena. El pro-
yecto agrario contempló repartir 6.000 hectáreas de tierras a los campesinos
de los municipios de Aracataca y Ciénega, en los terrenos que eran propiedad

34 Absalón Machado, El problema agrario en Colombia y sus soluciones (Bogotá: Fundación Mariano Os-
pina Pérez, 1981). Darío Fajardo Montaña, “Colombia: dos décadas en los movimientos agrarios”,
Cahiers des Amériques latines, n.o 71 (31 de diciembre de 2012): 145-68, https://doi.org/10.4000/
cal.2690; Álvaro Albán, “Reforma y Contrarreforma Agraria en Colombia», Revista de Economía
Institucional, 2011; Darío Fajardo Montaña, Agricultura, campesinos y alimentos en Colombia (1980-
2010) (Bogotá: Universidad Externando de Colombia / Centro de Investigaciones sobre Diná-
mica Social, 2019); Mariana Arango Restrepo, “Logros y perspectivas de la reforma agraria en
Colombia», Lecturas de Economía, n.° 21 (1986).
Tomás Caballero Truyol y Luis Navarro Díaz | 51

de la Compañía Frutera de Sevilla y cedidos por esta empresa para la reforma


agraria. En los terrenos cedidos se crearon unidades agrícolas familiares para
los campesinos que se habían apropiado de estas tierras en parcelas compren-
didas entre 20 a 100 hectáreas, con base en lo cada uno tenía en posesión. El
proceso de legalización inició con la escrituración de 55 lotes para cultivos y
420 para viviendas de 400 metros cuadrados cada una35.
Las parcelaciones contempladas se desarrollaron de manera paulatina
en otros territorios de la Zona Bananera. En 1964, el periódico El Tiem-
po reseñó que un alto funcionario del Incora informó que en septiembre de
ese año se parcelarían otras tierras a familias campesinas, incluyendo otros
municipios del departamento del Magdalena36. De hecho, para esa fecha se
ejecutaron, paralelamente, los proyectos Magdalena II de Plato, y el III en
los municipios de Tamalameque y La Gloría en el sur del departamento37.
Estos le apostaron a la adjudicación de tierras a los campesinos, además a la
construcción de obras civiles para la irrigación de los cultivos y de compuertas
sobre las ciénagas para controlar el flujo del agua durante las temporadas de
sequía y lluvia.
En 1962, por ejemplo, la Alianza para el Progreso38 financió las compuer-
tas sobre el caño de Plato, obras de irrigación que llevaron agua a un exten-
so terreno de más 40.000 hectáreas sobre los “Playones de Punta de Palma” y
“Playones de Arriba”. Estas construcciones ayudaron al fomento de la pesca y
la producción de leche en esta subregión del Magdalena, resolvió de manera
parcial el problema del agua que escaseaba todo el año y que era esencial para
el desarrollo de la ganadería y la pesca. Estas actividades económicas fueron
el sostén de muchas familias que vendían sus productos lácteos y pesqueros en
los diversos mercados de la Costa Atlántica y del interior del país39.
Sin embargo, los resultados no fueron los mejores. Algunos actores socia-
les de la época relataron en el estudio realizado por Rubén Gutiérrez y Kelly
Escobar cómo las tierras de los humedales de Plato presentan actualmente

35 “Incora inicia el plan n.º 4 del Magdalena”, El Tiempo, 22 de agosto de 1964.


36 “Noticias breves del Magdalena”, El Tiempo, 28 de agosto de 1964.
37 “Incora inicia el plan n.º 4 del Magdalena”, El Tiempo, 22 de agosto de 1964.
38 La política exterior norteamericana del presidente John F. Kennedy propuso en 1962 un programa
de ayuda económica y social en América Latina para evitar que el resto de la región siguiera el
ejemplo revolucionario cubano. El programa se denominó Alianza para el Progreso, y en el caso
específico de Colombia se unió a los esfuerzos del Gobierno colombiano para adjudicar tierras
y fomentar el desarrollo del campo. De esta manera, se buscó apaciguar el descontento social
causado por la concentración de la tierra y el surgimiento de grupos armados en el centro del
país. Véase: Jhon Heiver Florián Guzmán, Reforma agraria y alianza para el progreso en Colombia
1960-1967 (Bogotá (Colombia), Universidad Nacional de Colombia, 2013), https://repositorio.
unal.edu.co/handle/unal/48531.
39 “Pronto inician obras de irrigación de los Playones de Plato, Magdalena”, El Tiempo, 8 de julio de
1962.
52 | Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980

algunas afectaciones ambientales que impactan negativamente en las activi-


dades agropecuarias, pese a que las obras hidráulicas ejecutadas en la década
de los años setenta tuvieron como finalidad resolver dichos problemas y fo-
mentar el desarrollo del campo en el marco de la Ley 135 de 1961 (Reforma
Social Agraria)40.
Esta percepción negativa sobre los proyectos agrarios implementados en
el Magdalena también se presentó en otros municipios del departamento. En
Tenerife, por ejemplo, algunos campesinos retirados que estuvieron vincula-
dos al campo durante esa época dejaron claro que hubo pocas adjudicaciones
de tierras, y el acceso a los créditos de la Caja de Crédito Agrario41 no fueron
atractivos para los prestatarios. Ellos sienten que recibieron más ayudas de
los terratenientes que del mismo Gobierno. Un testimonio es el de señor
Juan Sáenz, quien señaló que para esa época el Incora negoció la compra de
algunas extensiones de tierras en Tenerife, pero los propietarios se rehusaron
porque no aceptaron los pagos en bonos. “Ellos decían que debía ser chan con
chan”. Él es consciente que el Gobierno les ofreció asistencia técnica, pero no
tuvo mucha aceptación42.
Otro testimonio es el del señor Antenor Escorcia, quien se desempeñó
como agricultor durante el periodo de estudio. Él narra que durante los años
de la reforma agraria (1960 a 1980) hubo adjudicaciones de tierras, pero en
su corregimiento (San Inés, Magdalena) no. Añade que no hubo ningún tipo
de asistencia técnica por parte del Incora ni orientación alguna. Sin embargo,
algunas personas recibieron créditos por medio de un contrato con el visto
bueno del terrateniente, que era el propietario de los terrenos, luego que un
perito del Incora inspeccionara los cultivos y diera su aval43.
Son varios los testimonios como los anteriores, que reflejan el descon-
tento social del campesinado sobre la reforma agraria implementada en del
departamento del Magdalena durante la década citada. Básicamente, la ma-
yoría coincidió en que no hubo transformación ni desarrollo en el campo.
Los resultados de los proyectos agrarios fueron parciales porque beneficia-
ron a pocos municipios y campesinos magdalenenses. Como consecuencia,
el Gobierno nacional, ante el descontento social originado por el fracaso de

40 Rubén Gutiérrez Campo y Kelly Escobar Jiménez, “Territorio anfibio y despojo en una zona de
humedales protegida del Caribe colombiano”, Revista de Estudios Sociales, n.° 76 (2021).
41 Fue un banco estatal creado en 1931 para fomentar el crédito formal entre los pequeños agricul-
tores y ganaderos de Colombia mediante préstamos blandos. También buscó que más personas
tuvieran acceso al crédito bancario, frenando la usara, que era la única opción que tenían los cam-
pesinos entre 1960 y 1980 para obtener un préstamo en momentos de penurias económicas. Véase:
Carlos Andrés Brando, “Economía política de la emergente banca pública: la Caja Colombiana de
Crédito Agrario en sus primeros años”, Anuario IEHS, vol. 36 n.° 1 (2021).
42 Sáenz Ospino, entrevista a un campesino en Tenerife (Magdalena).
43 Antenor Escorcia Zabaleta, entrevista a un campesino, 10 de julio de 2022.
Tomás Caballero Truyol y Luis Navarro Díaz | 53

los anteriores proyectos agrarios, implementó el Plan Magdalena I, con los


mismos propósitos, pero enfocado en la Zona Bananera.
En 1967, Enrique Peñalosa, un experto sobre los problemas de la tierra
en Colombia, expuso algunas razones por las cuales fracasó el proyecto agra-
rio Magdalena IV. Para él, uno de los principales problemas era la existencia
de conflictos legales con la tierra, que debían solucionarse inmediatamente.
Otro inconveniente era el agua, insuficiente para irrigar cultivos intensivos
porque los canales de riego existentes estaban abandonados. Peñalosa con-
cluyó diciendo que las limitaciones señaladas eran difíciles de resolver porque
requerían inversiones muy cuantiosas y urgía solucionar definitivamente los
problemas legales44.
De tal modo, el Incora, luego de hacer los respectivos estudios técnicos
sobre los principales problemas agrarios en la Zona Bananera, implementó
el proyecto Magdalena I. Sus objetivos eran mejorar la calidad de vida de la
población campesina mediante la dotación de tierra; aumentar la producción
agraria con ayuda financiera y la adecuación de tierras; generar empleos; y ca-
pacitar al campesinado por medio de programas sociales de salud, educación
y vivienda. El proyecto se ejecutó sobre un área de 25.000 hectáreas, en las
que se realizaron obras de rehabilitación del distrito de riego, parcelaciones,
sustitución de explotación y mejoramiento del suelo45.
El proyecto destinó 120 millones de pesos para créditos subsidiados a
campesinos. Este programa del Gobierno nacional buscó capitalizar el sector
rural con préstamos blandos y menos onerosos que los ofertados por la ban-
ca privada y el sector informal. El primer beneficiario fue el señor Gonzalo
Gutiérrez Céspedes, un agricultor de la población de la Zona Bananera que
recibió un préstamo por 170 mil pesos. Los créditos recibidos por otros pres-
tatarios agricultores se canalizaron en el mejoramiento del uso del suelo y el
cambio de banano de la variedad del Gros Michel por el de tipo Cavendish46.
También los préstamos se emplearon para estimular otros tipos de cultivos
como maíz, soya, algodón, arroz, entre otros47. Dicho de otra manera, este
proyecto agrario le apuntó a la diversificación de la producción agraria para
que este territorio fuera más competitivo en el mercado y no dependiera
exclusivamente de un solo producto, el cual limitó su crecimiento económico
por el vaivén del comercio mundial del banano48.

44 Otto Morales Benítez, “Por los caminos de la Costa Atlántica. Gobierno y la Zona Bananera”, El
Tiempo, 2 de diciembre de 1967.
45 Proyecto Magdalena I. Plan general de desarrollo (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, sep-
tiembre de 1969).
46 “120 millones a bananeros del Magdalena”, El Tiempo, 14 de julio de 1969.
47 “Reglamentan préstamos para la Zona Bananera”, El Tiempo, 19 de febrero de 1969.
48 Véase: Jaime Alfredo Bonet-Morón, Las exportaciones colombianas de banano, 1950-1998 (Bogo-
tá, Colombia: Banco de la República, 30 de abril de 2000), https://doi.org/10.32468/dtseru.14;
54 | Problemas agrarios y tensiones sociales por la tierra en el departamento del Magdalena (Colombia), 1960 y 1980

Igualmente, en el marco de este proyecto se adjudicaron tierras a campe-


sinos en propiedades que pertenecieron a la Compañía de Frutera de Sevilla
y se incluyeron terrenos comprados a otros propietarios, sobre todo a comer-
ciantes samarios. La idea era volver propietarios a los campesinos sin tierra y
transformar a la Zona Bananera en una especie de despensa agrícola con una
producción diversificada, aprovechando su fácil acceso a las ciudades de Santa
Marta y Barranquilla por la Troncal del Caribe; además, la vía férrea permitió
una salida rápida de los productos con destino a los mercados internacionales.
Para 1970, los avances del proyecto Magdalena I no eran notorios. Los
problemas sociales se agudizaron sobre todo en las zonas rurales, donde la
tasa de desempleo se disparó y el nivel de ingreso salarial de un trabajador era
bajo o nulo, ya que muchos recibían sus remuneraciones en especie. Tampoco
se resolvieron los problemas del agua potable, electricidad ni el de cobertura
escolar. Las familias vivían en precarias condiciones en ranchos o chozas, sin
servicios públicos, pocos alimentos y mala higiene, como producto de la ca-
rencia de tierras y viviendas. Por estas razones, muchas familias campesinas
migraron del campo a los centros urbanos en busca de mejores oportunidades
de vida49.
En resumen, los proyectos agrarios implementados en el Magdalena no
lograron propiciar el desarrollo del campo como se proyectó en la reforma
agraria. Para la década de los años setenta, los problemas iniciales identifi-
cados en los proyectos agrarios Magdalena todavía persistían. Entre estos la
baja productividad del campo, la escasez de agua, la baja cobertura educativa,
la concentración de la tierra, entre otros. Como consecuencia, se presentó
un éxodo de familias magdalenense que salieron de las zonas rurales hacia las
ciudades capitales como Santa Marta y Barranquilla, con el deseo de encon-
trar empleo y mejores oportunidades de vida.

Reflexiones finales

Entre los años de 1960 y 1980, en el departamento del Magdalena, se presen-


taron una serie de conflictos sociales y problemas agrarios con matices dife-
rentes en cada una de sus subregiones. En 1962, en la Zona Bananera, el cese
de operaciones de la Compañía Frutera de Sevilla y su traslado hacia el Urabá
antioqueño generaron un alto desempleo en esta población que básicamente
dependió de la industria del banano. Como consecuencia de la falta de empleo
y tierras para trabajar, muchas personas con afugias económicas invadieron
propiedades privadas y tierras baldías que usufructuaron con diferentes tipos

Adolfo Meisel-Roca, La economía de Ciénaga después del banano (Bogotá, Colombia: Banco de la
República, 30 de noviembre de 2004), https://doi.org/10.32468/dtseru.50; Meisel-Roca.
49 “Problemas sociales afronta Magdalena”, El Tiempo, 26 de enero de 1970.
Tomás Caballero Truyol y Luis Navarro Díaz | 55

de cultivos de pancoger. Además, se presentaron problemas por la escasez


de agua, electricidad, educación, entre otros. Todos estos factores generaron
un descontento social que el Gobierno nacional intentó resolver mediante la
ejecución de proyectos agrarios.
En la subregión de la Sierra Nevada de Santa Marta, los conflictos por la
tierra fueron diferentes a los de la Zona Bananera. En este territorio sagra-
do, habitado históricamente por las comunidades ancestrales de los indios
Tayrona desde el año 200 d. C. hasta la actualidad. Hacia la década de los años
sesenta, se presentó un proceso de colonización propiciado por extranjeros y
principalmente por personas del interior de Colombia que huyeron de la vio-
lencia desencadenada por el bipartidismo y el surgimiento de grupos guerri-
lleros. Como resultado, los colonos desplazaron a sus antiguos habitantes y se
apropiaron de sus tierras mediante diferentes estrategias, incluyendo la fuer-
za. En estas tierras sembraron café, producto que generó buenas utilidades a
sus productores y permitió que se establecieran algunas haciendas cafeteras
como la Cincinnati. Las explotaciones de café desplazaron a las comunida-
des indígenas hacia la parte más altas de la Sierra, las cuales acabaron con su
autosuficiencia económica. Los problemas experimentados se agravaron con
los cultivos ilícitos que generaron tensiones y conflictos por el control de la
tierra y el territorio.
En las regiones ubicadas hacia el centro, sur y aledañas al río Magdalena,
los conflictos sociales por la tierra no fueron tan graves como en las otras
subregiones del departamento del Magdalena. Allí las grandes extensiones de
tierras eran aptas para la agricultura y la ganadería, eran propiedades privadas
que pertenecían a unas pocas familias de la región y otras eran baldías. Como
aparentemente la tierra era abundante, no hubo conflictos por su tenencia o
posesión, ya que los terratenientes les dieron parcelas a los campesinos dentro
de sus propiedades para que las usufructuaran a cambio de trabajar en sus fin-
cas en diferentes actividades agrarias. Lo anterior generó un tipo de relación
subordina del campesino hacia el terrateniente, puesto que el favor recibido
lo retribuyó con trabajo no remunerado. Sin embargo, se presentaron algu-
nas diputas por la tierra producto de las invasiones realizadas por personas
foráneas procedentes de departamentos vecinos como Bolívar y Sucre. Los
nativos finalmente decidieron no unirse a este tipo de iniciativa y dejaron sus
pertenencias y cultivos como muestra de lealtad hacia sus patrones.
Como respuestas a los diferentes problemas sociales y conflictos por la
tierra, el Gobierno nacional desarrolló cuatro proyectos agrarios en el depar-
tamento del Magdalena en el marco de la reforma agraria iniciada en 1962.
Los proyectos ejecutados lograron parcelar grandes extensiones de tierras y
adjudicarlas a los campesinos. También resolvió de manera parcial el proble-
ma del agua, que era escasa, mediante la construcción de varios distritos de
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riego y la rehabilitación de caños y fuentes hídricas. Se otorgaron créditos


subsidiados a campesinos para capitalizar el campo y cambiar los cultivos tra-
dicionales como banano por productos agrarios comerciales como maíz, que
tenían demanda en el mercado mundial.
En fin, los problemas identificados en el campo que limitaron su desarro-
llo y vinculación con la economía mundial se intentaron resolver con la im-
plementación de la reforma agraria. Pero los resultados fueron muy parciales,
ya que los proyectos agrarios se focalizaron especialmente en los municipios
pertenecientes a la Zona Bananera. Allí se construyeron la mayor parte de
las obras civiles como carreteras, distritos de riego, escuelas, puestos de sa-
lud, entre otras. Asimismo, la adjudicación de tierras y otros programas se
concentraron en esta subregión del Magdalena con el fin de resolver las ne-
cesidades sociales y económicas no satisfechas y originadas por la decadencia
de la industria bananera, que era el motor de su economía desde hacía varias
décadas. El resto de las subregiones quedaron prácticamente abandonas y los
proyectos adelantados no lograron solucionar los problemas por la tierra y,
mucho menos, los causados por la carencia del agua.

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