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de tomar realmente el éter por asalto, quiero hacer una reflexión sobre un tema que él
mencionó muchas veces y a la luz de lo que es el mundo y el país hoy en día, es más necesario
y urgente quizás que hace dos años.
No, el mundo y el país no son hoy mejores lugares donde vivir, los tambores de guerra y su
fragor, el odio y la mentira descarada es más que evidente, bordeamos, si es que no estamos
ya instalados, en medio de la barbarie, donde parece que nos arrancaron la sensibilidad y no
podemos sentir en el cuero el dolor ajeno que no deja de ser nuestro, donde parece que nos
extirparon justo ese pedacito en el cerebro donde se alojaba la empatía, la humanidad. Frente
a todo esto, estoy plenamente seguro que la respuesta del maestro sería, una vez más, “la
poesía puede salvar este mundo de mierda”, y aunque este romanticismo sea una expresión
más poética que instrumental, no deja de serlo en el sentido que plantea la necesidad de
volver a ser humanos, de recobrar la humanidad que se alberga en el arte, de sensibilizarnos,
solidarizarnos, de hablar precisamente de lo que es este mundo, una mierda, reconocerlo pues
ahí habitamos, y el uso de la poesía, lenguaje universal que puede tocar las fibras íntimas de
nosotros, homo sapiens sapiens. El arte refleja la aspiración más elevada del ser humano, sus
anhelos más hondos, su búsqueda de entender la realidad y al mismo tiempo tener un
horizonte a donde ir, horizonte que no es otro que superar precisamente la barbarie.
Es entonces que superar el hecho de que vivimos cotidianamente de espaldas a la realidad, y
no hacemos como decía Celaya pues la poesía ahora mismo no es un arma cargada de futuro
sino palabras puestas en una cierta formalidad y con ciertas normas básicas pero insípidas,
indoloras, incoloras, ajenas al mundo, al otro, pues la guerra, el dolor, la injusticia y otros
males les son indiferentes a quienes ostentan el título de artistas. Y no, no vamos a salvar el
mundo a punta de poemas, canciones, cuadros pero podemos posicionarnos y sensibilizar, re
humanizarnos, lograr entender que somos un mismo cuero estirado a lo largo y ancho de esta
esfera achatada por los polos.
Recalco una vez más, retomando a mi amigo y maestro Gustavo Cárdenas, quien a su vez
retomaba al Che, “hay que endurecerse sin jamás perder la ternura”, la realidad exige eso de
los artistas, Gustavo lo exigió siempre a sí mismo y a quienes estuvimos a su lado, al menos él
si lo ejercía, por eso nunca se miró el ombligo y desde su sensibilidad pisó ambas veredas, la
búsqueda de la belleza para combatir el horror que a diario vivimos, “la poesía debe celebrar la
vida” decía pero también miraba a la realidad de frente y buscó plasmarla, comprenderla
desde su pluma.
Mientras escribo esto me viene a la mente una idea más, la canción de Gieco representa
apenas una parte del compromiso de Gustavo, no ser indiferente con la realidad que lo rodea,
la otra parte me quedó muy claro cuando me regaló un vinilo de Piero en que conocí una
canción hermosísima, a pesar de los pesares, título homónimo del disco, que plantea el otro
elemento central: la esperanza.
La luz a través de un prisma se convierte en un haz de colores, como en el disco de Pink Floyd,
mirar a través de Gustavo, de su sensibilidad, usándolo como prisma, es convertir un rayo de
luz en un haz de colores vivos que son los de la esperanza, a esa esperanza que su corazón
centró en la poesía como herramienta para transformar el mundo, y que refleja bien los versos
de la canción de Piero, en vos, si, en vos, la esperanza en lo sencillo, en los sencillos, que una
los corazones de quienes pisa la injusticia, el dolor y la indiferencia. Para cerrar con “patada
voladora”, como solía decir Gustavo que había que acabar un poema, recurro a un poeta
palestino, que citaba muchas veces el maestro, Mahmud Darwix, que hace 22 años
pronunciaba un discurso ante una delegación del Parlamento Internacional de Escritores en
Ramallah, un 24 marzo de 2002, en que en su último párrafo iniciaba diciendo “Sufrimos, sin
embargo, una enfermedad incurable: la esperanza”, de esa enfermedad sufrió él y logró
contagiarla a quienes estuvimos más cerca suyo y la esperanza requiere levantar la vista del
ombligo para ver el horizonte y caminar a reencontrarnos con nuestra humanidad.