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ESENCIA
ANTOLOGÍA POÉTICA
INTRODUCCIÓN
El poema los “heraldos negros”, del libro del mismo nombre que publicado en
1919, empieza con el contundente verso que nos flagela en la piel desnuda: «Hay
golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!».
Con el verso “Son las caídas hondas de los Cristos del alma”, el poeta solo no
nos dice quiénes son los mensajeros o “los heraldos negros que nos manda la
Muerte”, sino que nos grafica que la existencia es un vía crucis. El alma está
martirizada por los golpes al modo de un Jesús que cayó en el camino al Calvario
y en comparación con un hombre que sufre, como este, sin entender los motivos.
Esta falta de conocimiento es compartida por Vallejo que lo une al destino del
resto de los seres humanos. El dolor lo vincula con los pobres, así como la búsque-
da de la cancelación de esta situación por medio del mismo dolor y la solidaridad
que este conlleva y esperamos esa palmada que por sobre el hombro nos llame, nos
haga volver la vista y nos reconozcamos en el otro.
“La cena miserable” es un poema que también pertenece al libro Los heraldos
negros. Esta composición, cuyo título ya denota una feroz crítica, está integrado por
un total de cuatro estrofas.
En la última estrofa, se menciona que hay alguien que ya está saciado y se burla
del ser humano. Este ser podría ser la duda que carcome el pensamiento del poeta o
incluso podría ser la misma muerte. El poeta utiliza una comparación entre la tumba
con una cuchara negra de amarga esencia humana. En las dos últimas líneas, se
menciona que ese alguien, un ser oscuro, tampoco sabe cuánto durará la cena, es
decir, no sabe cuánto durará la agonía antes de la muerte.
Lo primero que salta a la vista del poema XVIII es el uso de los números
“cuatro paredes de la celda”, “cuatro paredes albicantes”, “cuatro rincones”. La
repetición da entender la sensación asfixiante de estar encerrado sin ninguna
esperanza de libertad “que sin remedio dan al mismo número”.
Además, describe ese encierro, ese espacio entre “cuatro paredes” como un
lugar insoportable de opresión, de la aniquilación de la paz, de la tranquilidad:
“criadero de nervios”, “mala brecha”, “diarias aherrojadas extremidades”. Cada día
es una opresión como si estuvieran descuartizándole las extremidades. Asimismo,
la palabra “albicante” significa “que blanquea”, es decir, las paredes albicantes
significan que el color de la vida está desapareciendo. El blanco es la ausencia de
color, es la nada, la muerte. La frase “cómo arranca” da entender una violencia que
se ejerce contra el hombre en esa aparente pasividad de estar encerrado. El poema
nos presenta la desolación del hombre en un encierro sin esperanza, sin luz de vida,
con violencia.
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Este poema forma parte del libro España, aparta de mí este cáliz y nace a partir
de la comprensión que realiza Vallejo sobre la guerra civil española y su trascen-
dencia mundial.
¡Amado sea
el que tiene hambre o sed, pero no tiene
hambre con qué saciar toda su sed,
ni sed con qué saciar todas sus hambres!
El poema “Traspié entre dos estrellas” es un poema que forma parte del
poemario Poemas humanos, uno de los póstumos de César Vallejo. Uno de los
motivos que inspiró al autor de Trilce fue su relación con el marxismo y su estancia
en Europa, sin embargo, en estos tiempos no era una ideología aceptada por los
imperios. En “Traspié entre dos estrellas”, Vallejo reflejó la realidad humana de
todas las personas, de todos aquellos que sufren sean pobres o ricos.
Empezamos por el título del poema: “Traspié entre dos estrellas”. El término
“traspié” hace referencia a las dificultades u obstáculos que enfrenta el ser
humano. Y cuando dice “entre dos estrellas” se refiere al mismo ser humano en dos
etapas distintas de su vida: niñez y adultez. Entre estas dos etapas al hombre le
toca superar muchos escollos o trabas en la vida.
En la cuarta y quinta estrofa, los versos “¡Amado sea aquel que tiene
chinches,/ el que lleva zapato roto bajo la lluvia,/el que vela el cadáver de un pan
con dos cerillas,…” nos dicen que a pesar de todo el sufrimiento, miseria y desdicha
que le toca vivir al ser humano, este debe sentir amor y esperanza y hacerle frente
a los problemas. De esta manera, el Vallejo hondamente sensible, nos muestra una
profunda compasión por la humanidad y declara su amor por lo cotidiano, el
hombre común.
Finalmente, fijémonos en los últimos versos del poema: “¡Amado sea el niño,
que cae y aún llora /y el hombre que ha caído y ya no llora!”. En estas líneas, el vate
alaba y siente amor por los niños porque ellos no han perdido la sensibilidad al
dolor ante un golpe o caída y por eso aún lloran. Por otro lado, se refiere al hombre
adulto que ha caído y ya no llora, puesto que este ya perdió la sensibilidad, la
esperanza o el amor por la vida. En conclusión, nuestro poeta Vallejo, hondamen-
te comprometido con el ser humano, se conmueve y compadece por todos los seres
humanos, ya que nadie está libre del dolor, la miseria (espiritual o material), la
desesperanza, el sufrimiento; no obstante, apela a que seamos solidarios entre
todos y nos demos la mano para poder superar estos obstáculos, pues estos son
parte de la vida.
6. “LOS NUEVE MONSTRUOS” (de Poemas humanos)
Eran los años 1937 y 38. Los tambores de una segunda guerra reabrían otra vez los dolores.
Acaso eran también por las secuelas de la Primera Guerra Mundial y la crisis del 29. Al mismo
tiempo, el modelo imperante (americano, nazi o fascista) seguía reprimiendo a la gente a sangre y
hambre. Un claro ejemplo es el fascismo de Francisco Franco que enlutaba a España con la Guerra
Civil. Y Vallejo, conmovido hasta los huesos, escribe, en paralelo a España, aparta de mí este cáliz y
“Masa”, el libro Poemas humanos. Los versos de este texto tienen las venas abiertas, sangran, pero
apuntan a un futuro mejor para todos. Y el célebre poema “Los nueve monstruos”, otra cúspide del
dolor humano, es uno de ellos.
El título “Los nueve monstruos” nos remite a las 9 plagas bíblicas, o acaso a los 9 pecados del
Infierno de Dante. Si en “Los heraldos negros” el joven Vallejo nos hablaba de los golpes que recibe
el hombre, en modo pasivo (“Hay golpes tan fuertes. en la vida… Yo no sé!”), en este poema de
madurez política, el vate nos devela la magnitud de esos efectos del golpe, y de paso, señala al
causante de dicho dolor.
La primera estrofa empieza en con dos palabras fulminantes: “Y, desgraciadamente.” La conjun-
ción “y” omite el vasto antecedente de golpes previos. El objetivo de Vallejo es la toma de concien-
cia de la naturaleza del dolor que se multiplica de un modo ilimitado: “el dolor crece en el mundo
a cada rato,/ crece a treinta minutos por segundo”.
En la tercera estrofa, vuelve a subrayarles a los “hombres humanos” que el dolor crece “por
razones que ignoramos”. Hace alusión también a un dolor líquido, lo cual alude claramente a las
lágrimas, que cae como lluvia al suelo. Vallejo lo enfatiza con los números 9 a modo de un golpe
bíblico: “nueve campanadas a la hora del rayo…” y “nueve sones hembras/ a la hora del llanto”, y
“nueve truenos/ y nueve látigos…”. Esos nueve golpes o campanadas o truenos o látigos, “menos
un grito”, caen en el hombre sin que haya en él alguna reacción. Pero el poeta nos está dejando una
pregunta tácita: ¿qué actitud debemos tomar ante ello?
En la última estrofa, se nos dice que el dolor nos ataca por todas partes y está hasta en las cosas
cotidianas como el boleto o la carta. En ese contexto, uno, con tal de frenar el dolor, puede hasta
orar, es decir, encomendarse a Dios. Conforme se aguza más los ojos de la conciencia, el dolor
causa tanta tristeza “hasta el tobillo”, al ver al pan crucificado, al nabo ensangrentado. Y esa
tristeza sigue a una velocidad matemática al ver huir al agua y al sol “tan ardío”. De esta manera,
se ha tocado fondo. Entonces, Vallejo nos confiesa su condición hombre humano: “¡Cómo, herma-
nos humanos, / no deciros que ya no puedo y/ ya no puedo con tanto cajón. En ese estado de
hombre condolido, nos revela al causante del dolor: el “Señor Ministro de Salud” a quien le espeta
la exhortativa pregunta: “¿qué hacer?”. Ese ministro o el Gobierno, que es el símbolo del sistema
injusto, no va a mover ni un solo dedo para frenar el dolor. Entonces, no podemos quedarnos con
los brazos cruzados.
Por lo tanto, a modo de conclusión, en esta noble tarea de combatir al sistema que sigue multipli-
cando el dolor, “hombres humanos, / hay, hermanos, muchísimo que hacer”. En otras palabras, la
lucha contra el sufrimiento humano es un compromiso activo de todos nosotros.
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