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¿Cuál es su desierto?

Marcos 1.2-5

«Yo envío a mi mensajero delante de ti, El cual preparará tu camino. Una voz
clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor; Enderecen sus sendas.”» Juan se
presentó en el desierto, y bautizaba y proclamaba el bautismo de arrepentimiento para el
perdón de pecados. Toda la gente de la provincia de Judea y de Jerusalén acudía a él, y
allí en el río Jordán confesaban sus pecados, y Juan los bautizaba.

Isaías anunciaba que se escucharía una voz en el desierto, y de inmediato Marcos


agrega “Juan se presentó en el desierto”, como asegurándonos que la profecía de Isaías de
hace seis siglos se habría cumplido en Juan el Bautista que apareció en el desierto, porque allí
vivió la mayor parte de su vida antes de anunciar la venida del Mesías.
¿Qué se le viene a usted a la mente con la palabra desierto? En un viaje fuera de
Santiago, nos detuvimos en un negocio a comprar empanadas antes de subir la cuesta La
Dormida. El lugar era bastante agreste, desértico. Yo, que soy malo para conversar, en un par
de minutos, mientras me calentaban las empanadas, ya sabía yo de dónde provenía el dueño
del restaurante, de dónde era su esposa y cuantos hijos tenían, y donde se conocieron y la
historia del restaurante. Le pregunté ¿y por qué te viniste desde Pucón, un lugar tan verde y
hermoso (en la Región de Los Lagos), a este lugar tan desértico? Y me contestó, “no se crea,
el desierto también tiene su belleza particular. Las tonalidades del cerro y la poca vegetación
tienen también su encanto”.
Tenía razón. A Jesús le gustaba el desierto. Con frecuencia se apartaba a lugares
solitarios, vacíos de gente y vacíos de vegetación. Desde allí surgía la maravillosa voz de
esperanza que él nos trajo.
Juan el Bautista también provino del desierto. Ni Jesús, ni Juan, ni nadie sale del
desierto peor de como entró. Uno entra al desierto, a la soledad, a la contemplación, al
silencio, buscando algo, y allí uno se encuentra con Dios. Uno sale conectado, en íntima
relación con el Dios de lo eterno.
¿Ya ha identi cado cuál es su desierto? No se imagine sequedad, calor, sed e
innumerables inconvenientes. Imagínese, eso sí, soledad, concentración, falta de distracción,
enfoque total, en lo permanente, en lo eterno, en lo trascendental.
Su desierto puede ser su tiempo de estar a solas con Dios en oración. Su desierto
puede ser su dormitorio, su baño, la banca de una plaza, o quizás su desierto puede ser un
par de buenos audífonos con música, que le eleva al cielo y le hace cerrar los ojos y olvidarse
de su entorno. Quizás su desierto es una playa, o un monasterio, o una casa de retiro, o una
caminata por el cerro, o andar en bicicleta, o un viaje en moto o en auto. su desierto, tenga la
forma que tenga, debe ser un lugar donde logre y experimente a Jesús que está en usted y
usted está en Jesús. Y experimenta así una alegre comunión espiritual.
El desierto no es un lugar para vivir allí eternamente. No se puede. Pero sí que es un
lugar de crecimiento, de aprendizaje, de llenar el estanque de combustible, o en términos
bíblicos, de llenar su lámpara de aceite. El desierto es su preparación, el preámbulo para bajar
al río y bañarse en arrepentimiento y perdón de pecados. Es el tiempo de decirle a quienes nos
rodean que Jesús es nuestro Salvador, lleno de amor y misericordia, que nos salvará de
nuestra existencia para hacernos suyos por la eternidad.
Su vida debe balancearse entre el desierto silencioso y fructífero, con la algarabía de la
vida en donde gritamos “Preparen el camino del Señor; Enderecen sus sendas.”»
fi

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