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Baldasarre, Jennifer (2023) “¿Qué necesidad de un diagnóstico?

” Documento de trabajo para el tramo de


formación 379: Autismo e inclusión educativa.

¿Qué necesidad de un diagnóstico?

Un diagnóstico viene en algunos casos a dar explicación a las conductas o a-conductas de un sujeto,
viene a explicar por qué razón él no puede lo que puede el resto, viene a dar cuenta de la necesidad
que tenemos los seres humanos de nombrar, de ponerle el nombre propio para poder entender algo,
o más bien para poder aceptar. No nos podemos quedar tranquilos cuando algo del orden de lo
incomprensible se avecina, cuando un rasgo, o serie de rasgos, escapa a lo socialmente esperado. Es
ahí cuando el diagnóstico se torna aliviador. Alivia a los profesionales, alivia a los docentes, alivia a la
familia, alivia a la sociedad. Vemos en un aeropuerto un niño gritando y golpeando todo a su alrededor
y nos desconcierta, hasta que alguien con una mirada llena de tristeza dice “tiene TEA”, “es TEA”. Ahí
el sujeto social se toma el pecho y suspira diciendo “aaaahh”, parece que después de eso la cosa tiene
sentido, y es verdad, lo tiene, tiene el sentido que el nombre otorga. Nadie se pregunta si ese niño
está asustado, si es que no entiende lo que sucede, sí que algo quiere decir y no puede encontrar la
manera, ya el mundo comprende, y siempre que comprendemos lo hacemos desde nuestra
fantasmática, comprendemos desde nuestros miedos más profundos, desde nuestros prejuicios,
comprendemos desde nuestras debilidades, amparados en nuestra armadura yoica, y comprendemos
para no desarmarnos, comprendemos para que nuestro yo siga intacto, para que nada del orden de la
falta se haga carne en nuestro cuerpo. Comprendemos para que el desborde del otro no ponga en
evidencia que nuestra completud es meramente ilusoria. Porque tal como sabemos el yo se constituye
a partir de la imagen de completud que nos devuelve el otro del espejo, el otro semejante que
imaginariamente aparece completo, y es a esa imagen a la que nos identificamos, y nos devuelve una
ilusión de totalidad, ilusión de que no hay castración, o por lo menos logra que la castración estructural
no se haga visible.
Pensar el autismo desde el psicoanálisis es tomar una posición que nos oriente el tratamiento en
dirección de la singularidad de cada sujeto, el diagnóstico debe servir al profesional para orientar el
tratamiento. Lo que tenemos que esforzarnos para que no ocurra es que el niño quede atrapado en

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ese diagnóstico y así sea nombre por él. Su nombre propio no deberá ser autista, TEA, etc., no deberá
pasar a ser la respuesta a todas las miradas de los otros que no comprenden.
Y cuando pensamos en la comprensión debemos saber también que cuando llega a consulta un niño
será clave la entrevista con los padres, que son quienes lo traen, son ellos quienes consultan
verdaderamente, y en cualquier caso habrá que hacerle lugar a la pregunta que puedan articular
alrededor de su hijo/a, deberemos acompañarlos a que puedan articular la pregunta que está
haciendo que la mirada hacia ese hijo sea con un temor que los lleve a consultar a un profesional. En
cualquier caso, habrá que alojar la pregunta. Debemos saber que antes de que el niño llegue a consulta
sus papás y familiares han pasado por la comparación con otros niños, por Google, (Google en una
herramienta de la época que opera precisamente en el punto de la identificación , cuando alguien
googlea, este devuelve una respuesta a esos síntomas que veces coincide con la realidad), pero que la
mayoría de las veces es equivocado y no solo eso, sino también que hay algo fundamental eso que
dice Google no tomará en cuenta el caso por caso, irá a la generalidad, y ahí es donde desde un
enfoque psicoanalítico debemos hacer lugar a la singularidad.
Entonces el paciente no llega solo, llega a través de una pregunta que se hace otro acerca del sujeto,
una tía, el colegio, el pediatra, o bien su madre y/o padre. Y allí donde alojaremos la incógnita, los
temores, y todo lo que pueda decirse de ese niño. Porque siempre es mejor que la consulta quede
dicha a que el miedo o la incertidumbre operen por otra vía, por lo tanto, todo lo que pueda quedar
dicho será bienvenido a la consulta. Pongamos un ejemplo bastante común, llega un niño de 2 años y
consulta por “no habla”, antes de decirle, la respuesta típica, ya va a hablar, es muy chiquito, debemos
entender de donde proviene esa pregunta, quien pregunta y desde que lugar, y hacia dónde va, es
decir cuál es el verdadero temor en juego.
No olvidemos que el niño viene a ocupar un lugar en la fantasmática de los padres y es importante
saber qué lugar ocupa, que hay en relación con la historia de cada padre, así como también en la pareja
parental. Habiendo podido tener una conversación curiosa por nuestra parte podemos tener el
acercamiento al niño, y nos encontraremos con alguien que quizá no hable pero que se encuentre en
relación con el lenguaje absolutamente, y esto que querrá decir, que el niño podrá comunicarte no
con el habla quizá, pero si por otras vías, a través de la mirada, del engaño en un juego, podrá mostrar
una obra que realizo con bloques, podrá llamar, convocar al otro. Entonces es allí donde tenemos que

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actuar con una observación minuciosa y armar las coordenadas que permitan el encuentro con el niño.
No comprender a los padres, no comprender a la escuela lo que nos quiere decir, sino más bien
recolectar el material tal como nos enseña Freud en análisis de la fobia de un niño de 5 años, el
pequeño Hans. Donde él específica “No haremos nuestros ni la comprensible preocupación del padre
ni sus primeros intentos de explicación, sino que examinaremos, para empezar, el material
comunicado. Es que nuestra tarea no consiste en «comprender» enseguida un caso clínico; sólo
habremos de conseguirlo tras haber recibido bastantes impresiones de él. Provisionalmente
dejaremos nuestro juicio en suspenso {in Schwebe}, y prestaremos atención pareja {gleich} a todo
lo que hay para observar” (Freud S. 1992. Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Buenos Aires:
Amorrortu Editores. Pp. 21)

Una vez que arribemos a un diagnóstico de autismo la clave no estará en que las intervenciones sean
breves con resultados tangibles en lo inmediato, el acento más bien deberá estar puesto en las
intervenciones tempranas y singulares lo que hará que el niño logre desplegar un estilo propio junto a
su familia de habitar este mundo.
Es importante la intervención temprana y para ello el diagnóstico deberá ser temprano también, es
decir que cuanto más temprano tengamos un diagnóstico más temprano podremos intervenir, y
cuanto más temprana sea la intervención mucho más permeable estará la estructura. Ahora bien, la
llegada a un diagnóstico no deberá centrarse en resultados cuantitativos meramente, es decir, que al
diagnóstico se arriba contando en algunos casos con técnicas específicas, como por ejemplo en Désir
Salud que contamos con ADOS y ADI-R peor que estas dos no pueden arrojar un resultado
aisladamente, ambas son administradas con rigurosidad, pero el juicio clínico tendrá un valor
fundamental.
Cuando comenzamos un tratamiento con un paciente con TEA es fundamental contextualizar a este
paciente, con quienes convive, quienes son sus vínculos de confianza, y adentrarnos así en la historia
de este niño o niña, joven o adulto.
Hay que conocer a este niño en relación con su historia y la de sus otros significativos.

Respetando así la temporalidad de cada sujeto, de cada familia. Los tiempos no son cronológicos, sino

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lógicos. Hay que respetar el tiempo de cada uno, esperar los tiempos de la transferencia y saber que
la transferencia será condición de posibilidad. Habrá que contar con la transferencia y esperar que
algo de este orden se instale, para poder acompañar el proceso de cada uno de la mejor manera
posible. Y la transferencia no solo como un vínculo entre dos sino un espacio donde el sujeto pueda
desplegar la actualización de escenas, donde pueda producir y construir como un intento de ir
reparando las grietas del sujeto.
Se acompaña al niño a que pueda construir, inventar un estilo propio para habitar este mundo. De
ninguna manera apuntamos con las intervenciones a la funcionalidad del niño a que se adapte,
suponemos un sujeto que nos escucha, por más que no responda, que puede vernos por más que no
nos dirija la mirada. El sujeto está allí y es ese espacio que se construirá un modo de vinculación, que
será singular de ese encuentro entre el terapeuta y el paciente lo que permitirá que se invente en esa
dinámica. Teniendo coordenadas generales como por ejemplo apuntalar al niño en su subjetividad, y
si es un adolescente también, ya que habrá cambios en el cuerpo de los que tendrá que apropiarse.
Aquí la condición será el deseo del analista sin el cual no se inicia un proceso de análisis, tanto en
niños, jóvenes o adultos.
Kanner decía que estos niños parecen ignorar a las personas cercanas, nosotros podríamos decir que
pese a esta lectura que uno puede hacer fenomenológicamente la realidad que habrá que t0omar una
posición clara de suponer un sujeto allí que, aunque parezca que no está, o no decide no estar, lo está
de algún modo, y es solo a posteriori que podremos comprobarlo.
Apuntaremos a intervenciones que sirvan de tope, o más bien de borde, para que así el niño pueda
encontrarse con los límites de su propio cuerpo, un borde que separa el adentro del afuera y una vez
que progresivamente se instale este borde, este límite el registro del otro comenzará a hacerse lugar,
el registro del cuerpo, así como el registro del placer y displacer, se podrán circunscribir los afectos y
sensación, y cuando comienza a ocurrir algo de esto el niño podrá apropiarse del cuerpo y hacer uso
de él, cuando exista un afuera, este afuera podrá ser mirado y tocado y hasta dañado.
Cuando hablamos de funcionalidad hay que tomar en cuenta que no intervenimos para que el niño
pueda ser funcional al mundo, sino más bien para que el niño o joven desarrolle estrategias para
habitar este mundo de la manera lo más autónoma posible, pero por supuesto con un estilo propio.

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