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Juan Carlos Villamizar Alexandra Bejarano

Departamento de Historia Métodos de Investigación Histórica


Universidad Nacional de Colombia Doctorado en Historia

Diciembre 1, 2021
Reseña 08

Parkinson_Zamora, Louis. 2011. "La Coatlicue transformada" y "El espejo de Quetzacóalt y el ojo de
Guadalupe: sincretismo y visión". En La Mirada Exuberante: barroco novomundista y literatura
latinoamericana, XVIII-XXXII y 1-74.

“Para entender a Latinoamérica políticamente, sociológicamente, artísticamente, tienes que entender lo que es el Barroco”.
(L. Parkinson)

Lois Parkinson es crítica literaria y profesora de planta en los departamentos de Inglés, Historia y Arte
de la Universidad de Houston, Estados Unidos. En su libro la Mirada Exuberante, inicialmente
publicado en 2006, Parkinson muestra la transformación del Barroco en Latinoamérica y la forma
como pasó de ser “un instrumento de colonización europea que codificaba ideologías católicas y
monárquicas”, para convertirse en “un instrumento de resistencia frente a esas mismas estructuras1”.

La imagen visual transcultural, nos dice Parkinson, permea y condiciona la manera de ver y escribir en
Latinoamérica, condiciona la pintura y la ficción contemporánea. Su libro abarca los campos de la
teoría de la cultura y la filosofía de la historia, y sus métodos de aproximación incluyen el estudio de
las formas visuales (es decir, los artefactos culturales, la escultura, la decoración de las iglesias, la
pintura de Diego Rivera y Frida Khalo, etc.) y las formas verbales, desde las crónicas de la conquista y
la colonia, llegando al siglo XX con escritores como Alejo Carpentier, Severo Sarduy, Carlos Fuentes,
Gabriel García Marquez y —tal vez, desconcertante— la escritura de Jorge Luis Borges, la cual ella
afirma es esencialmente barroca en su forma.

Sus fuentes primarias son objetos de arte, y sobre el arte ella aplica un análisis con base en fuentes
secundarias, muchas de ellas autores norteamericanos ubicados al límite entre su tradición anglosajona
protestante y la cultura mestiza católica latinoamericana. La autora justifica su paso a través de éstas
múltiples fuentes tanto en el arte como en la literatura porque, para ella, las artes en Latinoamérica no
están separadas y esta movilidad entre medios artísticos es una tradición histórica en Latinoamérica.

1 Introducción: XXII-XXIII.
Parkinson introduce el libro con la imagen de “La Coatlicue Transformada”, una pintura de Saturnino
Hernán del año 1918 que resume en gran medida sus argumentos centrales. Para ella, esta Coatlicue es
una presentación emblemática de la convergencia de las culturas indígenas y europeas en México, y
representa, de manera más general, el proceso de mestizaje cultural en toda Latinoamérica. Coatlicue
—madre de los dioses y de los humanos— representa los polos reunidos de la vida y de la muerte
combinando un cuerpo femenino con el animal. Pero Herrán añade un plano adicional: el contorno de
un Cristo crucificado en total unificación corporal con Coatlicue. Así, la Coatlicue Transformada
abarca la extensión misma del mundo: no “fija el mundo, sino que lo contiene2”.

Pero esta fusión nunca habría podido consolidarse como parte de la identidad latinoamericana, si la
mentalidad indígena no hubiese contenido desde su mismo comienzo elementos compatibles con la
mentalidad barroca europea. La metamorfosis es la característica esencial del panteón mesoamericano.
Los dioses indígenas mutan de acuerdo a la necesidad cultural y, para Parkinson, Coatlicue es epítome
del impulso del Barroco novomundista por acumular, por dar cabida a todo, por incluir. Citando a
Alejo Carpentier, Parkinson afirma en una conferencia sobre este tema: “¿y por qué es América Latina
la tierra de elección del Barroco? Porque toda simbiosis, todo mestizaje engendra un barroquismo. El
barroquismo americano crece con la conciencia de ser otra cosa, de ser una cosa nueva, de ser una
simbiosis, de ser un criollo. Y el espíritu criollo de por sí es el espíritu Barroco 3” que encontró tierra
fértil en Latinoamérica porque su pasado mismo contiene elementos esencialmente barrocos.

Por "sincretismo cultural" Parkinson entiende la manifestación simultánea de sistemas culturales


diferentes dentro de una misma forma de expresión. Es la conciliación de múltiples significados
culturales (a menudo conflictivos) en un contexto de expresión compartido. El término
"transculturación", emparentado con el anterior, hace referencia a los procesos mediante los cuales se
producen significados a partir del contacto de distintos sistemas culturales. Para ella el Barroco
europeo católico encontró cabida en las Américas porque es una mentalidad y una actitud cultural
generalizada. Si el siglo XVII es considerado el siglo Barroco en Europa, en las Américas éste se
extendió hasta casi finales del XVIII en el campo de las artes y sus tentáculos se extienden hasta la
literatura y la pintura del siglo XX.

2 p. 10.
3 Lois Parkinson, “Novomundista: Alejo Carpentier, Diego Rivera y Frida Kahlo”, parte de la serie de conferencias “Un
Arco Temporal entre la Literatura del Barroco y el Neobarroco Latinoamericano”. XIV Jornadas Internacionales de
Arte, Historia y Cultura Colonial. Museo Colonial, Bogotá, agosto 25, 2020.
El primer capítulo del libro de Parkinson, está enmarcado por las figuras de Quetzalcóatl y la Virgen de
Guadalupe, junto al análisis que hacen múltiples académicos, en su mayoría norteamericanos.
Encuentra especial afinidad con las lecturas de Jacques Lafaye (historiador, antropólogo y hispanista
francés) y Carolyn Dean (historiadora cultural de los pueblos nativos americanos y de América latina
colonial) porque estudian el papel de las imágenes visuales en la interacción entre culturas indígenas y
la función política de estas imágenes transculturales. Apoyándose en diferentes ramas de la
humanidades, incluyendo al filósofo y crítico Roland Barthés, la autora demuestra que la perspectiva
occidental enmarca la naturaleza, “confirmando así el distanciamiento del observador del mundo
visible4”. La historia de Narciso es la quintaesencia de esta perspectiva y encierra una advertencia
tomista5 y aristotélica: él debió haber reconocido la imagen del estanque como un reflejo de sí mismo,
como una (mera) representación. Lo que de verdad importa está más allá de esta vida carnal. En
contraste con Narciso, Quetzacóalt es forzado a tomar conciencia de su cuerpo y reconocer su
apariencia (su imagen) en un espejo de obsidiana. La imagen es espantosa para él y la considera
indigna de una deidad. Sin embargo, el hacedor de plumas le confecciona una máscara y le otorga una
apariencia que es acorde a su estatus y la cual sí puede habitar, porque el espíritu habita su imagen si es
apropiada. El espíritu y su imagen son uno dentro de la visión mesoamericana, mientras que la
mentalidad occidental, por el contrario, las distingue y separa claramente.

El Concilio de Trento de 1545 es absolutamente clave en la historia del arte Barroco europeo, y en
consecuencia, para el nuevo mundo, porque con él quedó cimentada la Contrareforma que encuentra en
esta filosofía artística su plenitud artística: las escenas deben ser realistas, y deben apelar a los sentidos
y a las emociones. Pero sobre todo —y por encima de todo— queda absolutamente fijado el que las
imágenes son otra cosa distinta de lo que representan y no pueden nunca ser espíritu. El arte tiene el
fin de popularizar, de instruir la doctrina a través de la respuesta interna y personal del observador.
Habrá siempre una tensión entre esas dos nociones, y aunque los españoles hicieron cuanto pudieron,
nunca lograron erradicar la adoración de la imagen. Sus descendientes eventualmente la aceptaron, con
la Virgen de Guadalupe como ejemplo principal en el libro.

4 p. 20.
5 Tomista: influenciado por el pensamiento de SantoTomás de Aquino.
La visualización dramática caracteriza casi todos los aspectos de la práctica religiosa en el Nuevo
Mundo español. El drama, es explícito e incluye cortinajes teatrales en las fachadas de las iglesias que
recuerdan a los observadores que están apartados de lo real. La estética eclesiástica de la Nueva
España comprende entonces, que la clave de evangelizar de manera efectiva está en darle un sentido
teatral y ornamentado a sus obras, convirtiendo esto en un estilo popular que se difundió por España,
México y otras capitales latinoamericanas. A pesar de las aparentes diferencias ideológicas entre el
mundo católico y el indígena, y de las diferencias en la interpretación de las imágenes, resultan ser muy
congruentes en lo estético y en lo cultural.

No obstante la doctrina católica oficial, estas imágenes son depositarias del espíritu para quienes las
tocan. Siguen reclamando la imaginación popular, pues abarcan las tradiciones tanto indígenas como de
la Contrareforma en cuanto a la representación visual. No deja de ser paradójico el que, por un lado, al
obligar a los artesanos indígenas a representar la doctrina católica en templos y ornamentaciones —
perpetuando así sus tradiciones y saberes artísticos— por otro lado procuran borrar la memoria
mitológica ancestral. En últimas, con el paso del tiempo se fue desarrollando una aprobación tácita de
las reproducciones sincréticas. Mientras los primeros sacerdotes españoles buscaron destruir la
memoria mitológica indígena, ya en el barroco aceptan y adoptan la visión sincrética de sus feligreses.
Aunque al destrozar los ídolos aztecas, Cortés intuía el poder real que tenían estas imágenes, ya para el
siglo XVII, al contrario, anidaba en la élite criolla el deseo de crear una prehistoria cristiana para la
Nueva España que exaltaba el pasado indígena y sus mitos, apadrinando el barroco como un
instrumento de contraconquista. Por esto no es accidental el hecho de que la virgen de Guadalupe esté
con frecuencia acompañada de una bandera mexicana pues no es solamente un objeto religioso, sino
también un emblema político y parte integral de la conciencia colectiva sobre la nación mejicana.

Para concluir, escuchemos la voz de Octavio Paz: "El arte de la Nueva España, como la sociedad
misma que lo produjo, no quiso ser nuevo: quiso ser otro. Esta ambición lo ataba aún más a su modelo
peninsular: la estética barroca se propone sorprender, maravillar, extrañar, ir más allá. El arte de Nueva
España no es un arte de invención sino de libre utilización —o más bien: utilización más libre— de los
elementos básicos de los estilos importados. Es un arte de combinación y mezcla de motivos y
maneras6”.

6 p. 70-71.

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