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Integrantes :
Cristina Huayama Espinal
SAMANTHA GERONIMO MENDOZA
Índice
de contenidos
01 Introducción
03 El nuevo rostro urbano:
La forja de una identidad
02 El nuevo rostro
del Perú
04 La crisis del estado y
el desborde popular
Introducción
Este libro fue escrito por José Matos Mar fue
publicado en 1984 y refleja el aura de una década
marcada por el retorno a la democracia , la crisis
económica y la expansión del terrorismo a la capital.
El paso del tiempo hizo necesaria una actualización
de información ya que la realidad del pais es otra, 20
años después, en el 2004, el autor vuelve sobre el
para “re-contextualizarlo” y darle una mirada al Perú.
EL NUEVO ROSTRO DEL PERÚ
Matos señala en el contexto internacional,
durante la década de 1970.
El reordenamiento mundial en las relaciones
de poder
Una crisis económica internacional
Un acercamiento en las comunicaciones
entre todas las naciones
Perú Oficial
de las instituciones del Estado, los partidos, la banca y las empresas, los
Perú Marginado
plural y multiforme; del campesinado y la masa urbana, de las
sindicatos, las universidades y colegios, las Fuerzas Armadas y la Iglesia; de asociaciones de vecinos, los cabildos tradicionales, las rondas y los
los tribunales, la burocracia y el papel sellado; de la cultura exocéntrica. varayoc; de los talleres clandestinos, los ambulantes y las economías de
trueque, de reciprocidad y de mera subsistencia; de los cultos de los
Privilegiado por ser el representante de la cultura cerros
del conquistador, fueron las ciudades. En ellas; residencia de españoles, Surgido de las guerras de la Independencia, sin
criollos y mestizos, se constituyeron las bases de un mundo político, realizar mayores intentos de incorporarse al resto del
económico, religioso y cultural que, articulado desde la metrópoli, creó país definió su propia identidad como Estado
una imagen de unidad. Con una presencia insignificante de los Nacional, sobre la base del supuesto implícito de que
representantes del pueblo conquistado y manteniendo con el Perú rural, la nación era el mundo oficial de las ciudades; de que
plural y multiforme de los campesinos, apenas relaciones de su relativa unidad cultural e institucional, eran la
explotación y dependencia señorial, el mundo de las ciudades pudo misma unidad de la nación y de que el ajeno universo
durante largo tiempo incubar la ilusión de ser el depositario de la de las mayorías que persistía más allá de las
identidad y del poder. Lima, en oposición al Cusco del Tahuantinsuyo, ciudades representaba apenas una marginalidad
se constituyó desde esa época en corazón y símbolo de esa ilusión de intrascendente, a la que tarde o temprano, el
identidad. desarrollo de la civilización haría desaparecer
La existencia de una estructura real que concentraba los poderes y las
participaciones en el monopolio exclusivista de las clases urbanas daba visos de
realidad a esta ilusión. El derrumbe de la economía oficial del país, como
consecuencia de la derrota de 1879, dio comienzo al resquebrajamiento ideológico
de la ilusión de identidad. La participación decisiva del campesinado en la Campaña
de la Breña trajo a primer plano la existencia de un Perú que, ajeno al mundo urbano,
se reclamaba tan peruano como éste. El desarrollo de las plantaciones azucareras y
algodoneras de la costa, convirtió a parte de ese campesinado marginal, en actor
protagonista de la economía oficial, al tiempo que lo proletarizaba desplazándolo
hacia una condición urbana y semi-urbana. Los ideólogos de la época redescubrieron
el «Perú Indígena» y sacaron a la luz una identidad alternativa: se hicieron los
portavoces de una «nación incásica». Pero aunque sus reflexiones reclamaron al
Perú Oficial a la conciencia de que su monopolio se encontraba amenazado, no
llegaron a cristalizar acciones eficientes de transformación. El Perú había cambiado
poco desde los tiempos de la colonia. Las ciudades seguían siendo reductos
privilegiados de criollos y mestizos viviendo una cultura de casi exclusiva raíz
europea y concentrando los instrumentos del poder
El Perú había cambiado poco desde los tiempos de la colonia. Las
ciudades seguían siendo reductos privilegiados de criollos y mestizos viviendo una cultura de
casi exclusiva raíz europea y concentrando los instrumentos del poder. Las masas rurales
marginadas seguían siendo ajenas a toda verdadera participación. Sin embargo, dos problemas
comenzaban a aflorar. La incongruencia de un Estado Nación que no representaba ni expresaba
las aspiraciones de la gran mayoría de sus súbditos, extraños a esa específica definición de
nacionalidad
Esta revolución urbana, sin precedentes en la historia del país, marcó un cambio estructural profundo a nivel nacional. Las barriadas,
siguiendo el modelo de los ayllu de las comunidades campesinas andinas, se convirtieron en los motores de la organización social y
cultural de base. Mientras tanto, los nuevos distritos populares y medios en las principales ciudades emergían como centros dinamizadores
de un Perú moderno y pluralista.
Sin embargo, el Perú oficial, arraigado en una tradición que data desde la independencia en 1821, seguía un camino divergente. Concentrado
principalmente en los intereses de una élite limeña, este sector del país mostraba una desconexión con las demandas y aspiraciones de las
grandes masas urbanas. La prioridad estaba puesta en proteger los intereses económicos y el poder nacional, descuidando aspectos
fundamentales como la buena gobernanza y la lucha contra la corrupción.
El acceso al mercado
La presencia de la barriada en el contexto económico peruano tiene dos aspectos principales. En primer lugar, representa la incorporación masiva de
una población al mercado de consumo y al mercado laboral. Esta población, proveniente mayormente de la economía campesina, al llegar a la ciudad
se convierte en una demanda creciente de bienes y servicios, especialmente en áreas como alimentos, bebidas, servicios y construcción, lo que impulsa
el crecimiento del mercado interno.
En cuanto al mercado laboral, durante el período entre 1940 y 1970, la población de las barriadas se integró en la fuerza laboral urbana, obteniendo
ingresos salariales y cierta cobertura de seguridad social. Sin embargo, a partir de 1970, el crecimiento de la oferta de mano de obra superó la
capacidad del aparato productivo para absorberla, generando así una "población excedente" de trabajadores.
Inicialmente, el Perú oficial adoptó una actitud tolerante hacia el fenómeno de la barriada, dado su impacto positivo en la demanda de bienes y
servicios y en la oferta de mano de obra. Sin embargo, esta actitud cambió cuando el fenómeno se convirtió en un problema social y su gestión se
volvió complicada.
En lugar de abandonar el mercado laboral, los habitantes de las barriadas optaron por una estrategia inesperada: construir su propia economía, generar
autoempleo y aceptar condiciones laborales precarias para sostenerse o acumular un pequeño capital. Esta situación, conocida como informalidad,
representa una forma peculiar de integración al mercado capitalista, ya sea como proveedores de bienes y servicios, compitiendo deslealmente o como
consumidores, dando así un primer paso, aunque atípico, hacia la modernización económica.
El escape de la pobreza extrema
El establecimiento de las barriadas significó para los migrantes provincianos una transición desde la pobreza extrema rural hacia una forma de pobreza
urbana. Aunque para algunos analistas esta distinción pueda parecer sutil, para quienes vivieron este cambio representó una nueva perspectiva de vida.
De la carencia y aislamiento de la comunidad rural a los desafíos y rigidez de la vida citadina, de la falta de oportunidades a la entrada a un mercado
laboral más amplio, de la ausencia total de servicios básicos a la posibilidad de acceso a ellos en la ciudad en desarrollo, la migración trajo consigo una
serie de transformaciones significativas en la vida de los migrantes. Aunque estas experiencias no se reflejaban en las estadísticas de pobreza de la
época, quedaron grabadas en las historias personales de quienes se vieron inmersos en este proceso.
El proceso de adaptación no fue fácil. Se tuvieron que superar barreras culturales y sociales desconocidas en la ciudad, así como buscar empleo y
establecer redes sociales. Familiares, compadres y paisanos desempeñaron un papel crucial al ayudar a los recién llegados a integrarse en la ciudad y
encontrar trabajo.
En el ámbito laboral, los migrantes se enfrentaron al desafío de encontrar empleo en un mercado competitivo. Algunos lograron emplearse en la
industria, otros incursionaron en el comercio, mientras que otros se vieron limitados a trabajos eventuales o múltiples. Sin embargo, la unidad económica
familiar fue fundamental para la subsistencia, con todos los miembros contribuyendo al ingreso familiar a través de diversas actividades económicas.
A pesar de las dificultades, la aspiración común entre los migrantes era el sueño de tener una casa propia, como una forma de reducir costos y asegurar
un futuro mejor. La educación también se convirtió en una prioridad, considerada como el camino hacia el progreso y una herencia valiosa para sus hijos.
No una, sino muchas Lima
Al llegar al final de la última década del siglo XX, las barriadas habían logrado una transformación sin precedentes en Lima. Esta revolución, aunque
silenciosa, fue notable: las barriadas se convirtieron en distritos, estos distritos se organizaron en nuevos espacios agrupados en conos, y la población
marginada gradualmente se convirtió en la población mayoritaria.
Mientras tanto, el Perú oficial seguía aferrado a un modelo centralista y tradicional, dependiente y moderno, con una fuerte influencia occidental. Este modelo,
a menudo denominado "blanquiñoso", se mantenía distante de la idea de construir una sociedad nacional andina, pluralista y multiétnica. No lograba formular
un plan nacional de desarrollo que reflejara la realidad del país.
En contraste, el "Otro Perú" había construido una realidad limeña completamente nueva. Aquellos que, en un principio, fueron considerados indios, serranos, o
cholos, ahora eran tan limeños como cualquier otro habitante de la ciudad criolla tradicional. Había surgido un nuevo grupo de limeños con un estilo de vida
dinámico, trabajador y emprendedor, que representaba verdaderamente la diversidad del Perú.
Esta transformación fue un logro emocionante y complejo que no puede describirse completamente. Millones de personas, en tan solo unas décadas, lograron
obtener vivienda propia en Lima, encontrar empleo, formal o informal, y convertirse en ciudadanos activos y participativos. Superaron numerosos obstáculos y
aprovecharon las oportunidades sin integrarse en partidos políticos, movimientos radicales o gobiernos militares.
Al finalizar esta etapa en 1990, ya no eran vistos como marginados, sino como parte integral de la población de los sectores populares y medios de la gran
ciudad y de todo el país. Se convirtieron en ciudadanos económicos y políticos competentes y participativos, contribuyendo a la conformación de un Perú
moderno y representativo de su diversidad cultural.
¡Gracias!