Está en la página 1de 2
Un dia, en abril de 1856, 950 pa- sajeros esperan en Panama, para embarcarse en los buques de la Pacific Mail. El buque demora es- perando a que suba la marea, y se anuncia que no saldré antes de las once de la noche. Los pasajeros vagabundos se riegan por tabernas y hoteluchos, y, tomando, matan las Gltimas horas. Mujeres y nifios aguardan en la sala de espera de la estacién del ferrocarril. Jack Oliver est4é borracho: se acerca a un puesto donde un negro vende sandias, toma una tajada y vuelve la espalda. “jMijte! —dice el ne- gro—, jvale die centavo!” El mister no mira al negro. “jTen cents, mijte!” grita el negro. El mister se rie y no paga, porque no le da la gana y porque es divertido ver ra- biar y llorar a un negro. El negro corre tras el mister. Escdndalo, gri- teria. El negro saca el cuchillo, otro mister le tira una moneda, pero ya es tarde. Se arma la gresca, Los vecinos estan con el negro. Los americanos con el blanco. Viene la batalla: los americanos se refugian en la estacién del ferrocarril: quin- ce pasajeros y. dos panamefios que- dan muertos en el campo. Ademés, 292 hay 13. panamefios y 17 america- nos heridos. El comisionado americano que inyestiga el caso Iega a la conclu- sién de que Jack Oliver sac6é su pistola contra el negro, pero que otro americano se la arrebaté y dio el primer disparo. El gobernador de Panamé declara que la agresién vino de los americanos, y Jo mismo declaran los cénsules de Gran Bre- tafia, Francia y Ecuador, El comi- sionado americano aconseja a su gobierno una inmediata ocupacién del istmo, de océano a ocfano, a menos que Colombia asegure la més perfecta proteccién a los ame- ticanos, En consecuencia, se pre- sentan dos buques de guerra que desembarcan sus tropas, No hay nada. No se dispara un tiro, las tropas vuelven a los buques, los buques vuelven a hacerse a la mar. En Washington las noticias de la pequefia guerra de la tajada de sandia se reciben en los dias en que el presidente Pierce, el mas joven de los mandatarios que hasta entonces ha tenido la Unién, des- artolla su politica de agresivo ex- pansionismo. El “destino manifies- to” de los Estados Unidos es ejercer su imperio sobre la zona del Ca- tibe. Pierce mira a los negros con el criterio de un abierto partidario de Ja esclavitud. Ha visto con bue- nos ojos la interyencién de Walker en Nicaragua, ha reconocido su go- bierno. En Ostende, tres ministros suyos firman un manifiesto pidiendo Ja anexién de Cuba. Ahora el pre- sidente_va a apretar sus tenazas sobre Colombia. Pierce designa al ministro ameri- cano en Bogota, y al sefior Isaac E. Morse, para que presenten “la reclamacién”. Piden que Colombia declare ciudades libres a Colén y Panamé, que ceda a los Estados Unidos, las islas de la bahia de Panama para bases navales, que transfiera a los Estados Unidos los derechos sobre el ferrocarril, y que pague una indemnizacién por las GERMAN ARCINIEGAS. pérdidas de vidas de los ameri- anos. Colombia recibe esta demanda con indignacién. Viene una larga controversia. Conferencias, ‘cartas. ‘Los americanos estiman en 400 000 délares el yalor de los muertos americanos, que Colombia debe pa- gar. Después de mucho forcejeo, Colombia se ve obligada a firmar un conyenio comprometiéndose a pagar 195 410 délares por los muer- tos, 65070 por otras reclamaciones anexas, 9277 por “gastos de la co- misién” y 142637 por intereses: total, 412 394 délares. Es la manera como las grandes potencias suelen, por causas parecidas, hacer sus co- bros en la América Latina. En Ni- caragua ocurre algo parecido. El capitan del Routh, bajando del lago de Nicaragua ai puerto de San Juan del Norte, dispara sobre un boga y lo mata. Uno de los pasa- jeros, el clésico mister, niega todo derecho a las autoridades locales para que procedan contra un ciu- dadano norteamericano y hace que los negros yuelvan a sus trabajos, dejando a su perro muerto en el camino, Pero los negros, en Ja no- che, forman. un tumulto, y al mister que ha dicho estas. cosas le tiran a la cara un botellazo. Y viene la reclamaci6n de la botella. Orden del secretario de estado en Washing- ton al agente comercial de los Es- tados Unidos para que exija del gobierno de Nicaragua satisfaccio- nes, ¢ indemnizacién de déla 24000 por el botellazo, Adem: instrucciones para que si no tien: éxito inmediato ordene el bom. bardeo de San Juan del Norte. EI comisionado cumple. La ciudad « bombardeada, y a lo que queda eo pie se le prende fuego. Son cosas de estos tiempos. Tiempos del Pr dente Pierce. Cuando Pierce sale & la presidencia, y empieza a apun en el horizonte la figura de L coln, los negros de Cuba cantan ““Avanza, Lincoln, avanza, que td eres nuestra esperanza!...

También podría gustarte