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El relato de la creación, presente en el libro del Génesis en la Biblia, es uno de los relatos más
conocidos y venerados en la historia de la humanidad. Este relato antiguo, que ha sido objeto de
estudio, interpretación y contemplación durante milenios, narra el acto divino por el cual el
universo, la tierra y toda forma de vida fueron traídos a existencia por el Creador.
El relato comienza con las palabras: "En el principio, Dios creó los cielos y la tierra". Desde el
primer momento, se establece la soberanía y el poder creativo de Dios sobre toda la creación. Dios
habla, y la luz irrumpe en la oscuridad, separando la luz de las tinieblas y estableciendo el ciclo del
día y la noche.
Después, Dios crea un firmamento para separar las aguas de arriba de las aguas de abajo,
estableciendo los cielos sobre la tierra. Luego, ordena que se reúnan las aguas para que aparezca
la tierra seca, dando forma a los continentes y los océanos. Con un acto de amor y poder, Dios
establece las bases del mundo que conocemos.
En los siguientes días, Dios continúa su obra de creación, llenando el mundo con vida en todas sus
formas. En el tercer día, hace brotar la vegetación en la tierra, con hierbas, árboles y frutos de
todo tipo. En el cuarto día, crea el sol, la luna y las estrellas para iluminar y ordenar los tiempos y
las estaciones.
En el quinto día, Dios llena los mares y los cielos con peces y aves de todas las especies, llenando
los océanos y los cielos con una variedad impresionante de vida. Finalmente, en el sexto día, Dios
crea a los animales terrestres, desde los mamíferos hasta los reptiles, cada uno según su especie y
función en el mundo.
**La Creación del Ser Humano: Imagen y Semejanza de Dios**
El punto culminante de la creación es la creación del ser humano. La Biblia nos dice que Dios creó
al hombre y la mujer a su propia imagen y semejanza, dándoles dominio sobre toda la creación y
encargándoles el cuidado y la administración de la tierra.
La creación del ser humano es un acto de amor y propósito por parte de Dios, quien les otorga
inteligencia, creatividad y libre albedrío para que puedan participar activamente en su obra de
cuidado y redención de la creación.
La complejidad de la creación, desde la estructura molecular de una célula hasta la vastedad del
universo, desafía nuestra comprensión y nos invita a maravillarnos ante la grandeza de Dios. Cada
criatura, cada planta, cada estrella, lleva la firma de su Creador, recordándonos su presencia
constante en el mundo que nos rodea.
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La creación ha sido objeto de estudio y contemplación no solo por parte de las religiones, sino
también por la ciencia. La cosmología, la biología, la geología y otras disciplinas científicas nos han
dado una comprensión cada vez más profunda de cómo se formó el universo y cómo evolucionó la
vida en la tierra.
Sin embargo, el misterio de la creación va más allá de nuestra comprensión científica. Incluso
mientras aprendemos más sobre el funcionamiento del universo, seguimos maravillándonos ante
la complejidad y la belleza de la creación, reconociendo que hay aspectos de la realidad que
trascienden nuestra comprensión racional.
Para muchas personas, la creación es un lugar sagrado donde encuentran a Dios de una manera
profunda y significativa. La naturaleza, con su belleza y su majestuosidad, nos invita a contemplar
la grandeza de Dios y a experimentar su presencia de una manera tangible y poderosa.
Ya sea en una montaña alta, en un bosque frondoso o junto al mar, la creación nos ofrece un
espacio para la reflexión, la oración y la comunión con Dios. En medio de la belleza y la serenidad
de la naturaleza, encontramos consuelo, renovación y sanación para nuestras almas.
Como seres humanos, tenemos la responsabilidad de cuidar y conservar la creación de Dios para
las generaciones futuras. Esto significa vivir de manera sostenible y respetuosa con el medio
ambiente, reduciendo nuestro impacto en los ecosistemas naturales y protegiendo la
biodiversidad y la belleza del mundo natural.
El cuidado de la creación es una expresión de nuestro amor y gratitud hacia Dios, quien nos ha
dado este mundo como un regalo para que lo disfrutemos y lo cuidemos. Significa vivir de manera
ética y responsable, tomando decisiones que promuevan el bienestar de toda la creación y no solo
nuestro propio interés.
Finalmente, la creación nos señala hacia el futuro, hacia la promesa de una nueva creación en la
que todas las cosas serán restauradas y renovadas. La Biblia nos habla de un tiempo en el que no
habrá más sufrimiento ni dolor, cuando Dios hará nuevas todas las cosas y habitará con su pueblo
para siempre.
Esta esperanza de una nueva creación nos impulsa a vivir en anticipación y preparación para ese
día. Nos desafía a trabajar por la justicia y la paz en el mundo, a cuidar de los más vulnerables y a
ser mayordomos fieles de los recursos que Dios nos ha confiado.
Que podamos contemplar la creación con ojos de asombro y gratitud, reconociendo en ella el
amor y la bondad de nuestro Dios. Que podamos cuidar y conservar este mundo que Dios nos ha
dado, y que podamos vivir en anticipación y esperanza de la nueva creación que está por venir.
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