Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En el Nuevo Testamento, el concepto que describe y define lo que significa ser un siervo delante
de Cristo es la palabra mayordomía. La economía y los asuntos éticos y emocionales que la
rodean son temas frecuentes de discusión y noticias de primera plana. Esto es particularmente
cierto en un año electoral, cuando gran parte del debate se centra en asuntos económicos. Lo
que no vemos inicialmente es que otros asuntos, como la educación y el aborto, también son
cuestiones de economía. Comprendida en sentido amplio, la economía tiene que ver no solo
con el dinero, los impuestos o los negocios, sino también con la gestión de los recursos. Eso
incluye todos nuestros recursos, tal como el recurso de nuestros hijos no nacidos y los
materiales y políticas educativas.
Sin embargo, la función del mayordomo no fue algo que surgió por casualidad en el sistema de
gestión griego, ni tampoco fue algo inventado por los egipcios en la época de José. La función
del mayordomo se deriva del principio de la mayordomía, que tiene sus raíces en la creación
de la humanidad.
Observa los fundamentos de la mayordomía que se encuentran en los primeros capítulos del
Génesis. En Génesis 1:26-28, leemos:
Y dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza
dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la
tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a imagen
suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Sed
fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar,
sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra».
En la primera página de la Biblia, vemos la creación de los seres humanos (hechos a imagen y
semejanza de Dios, quien se reveló inicialmente como el Creador de todas las cosas) y el
posterior llamamiento a los portadores de Su imagen para que le imiten de una manera
determinada: siendo productivos. A los seres humanos se les ordenó ser fructíferos y
multiplicarse. Este fue un mandato de productividad que tiene implicaciones de mayordomía.
Por lo tanto, la preocupación por la mayordomía tiene sus raíces en la creación.
El segundo mandato dado a Adán y Eva fue el de tener dominio sobre la tierra. Dios instituyó a
Adán y Eva como Sus viceregentes, aquellos que debían gobernar en Su lugar sobre toda la
creación. No es que Dios le haya concedido la propiedad independiente del planeta a la
humanidad. Sigue siendo Su posesión. Pero Dios llamó a Adán y Eva para que ejercieran
autoridad sobre los animales, las plantas, los mares, los ríos, el cielo y el medio ambiente. No
debían ejercer la autoridad como un tirano imprudente que tiene carta blanca para hacer lo que
quiera, porque Dios no hizo a Adán y Eva dueños de la tierra. Los hizo mayordomos de la tierra,
quienes debían actuar en Su nombre y para Su gloria.
Inmediatamente después de dar este mandato, Dios creó un huerto exuberante y hermoso, y
colocó a Adán y Eva en él (Gn 2:15). Les ordenó «cultivarlo y cuidarlo». Este mandato de cultivar
y cuidar es clave para entender la responsabilidad que se le otorga al ser humano, que va unida
al estatus privilegiado de haber sido hecho a imagen de Dios y haber recibido el dominio sobre
la tierra.
En la creación, el mandato que Dios le dio a la humanidad fue que las personas reflejaran e
imitaran la mayordomía de Dios sobre esta esfera de la creación. Esto implica mucho más que
las entidades religiosas o la iglesia. Tiene que ver con la forma en que nos involucramos con
las iniciativas científicas, cómo hacemos negocios, cómo nos tratamos unos a otros, cómo
tratamos a los animales y cómo tratamos al medio ambiente. Ese dominio sobre la tierra no es
una licencia para explotar, saquear, consumir o destruir la tierra; es una responsabilidad para
ejercer la mayordomía de nuestro hogar, cultivándolo y cuidándolo. Cultivar y cuidar la casa de
uno mismo significa evitar que se desmorone, manteniéndola ordenada, conservándola,
preservándola y embelleciéndola. Toda la ciencia de la ecología está arraigada y cimentada en
este principio. Dios no dijo: «De ahora en adelante, toda tu comida te caerá del cielo». Él dijo:
«Debes trabajar conmigo en ser productivo: abonar, labrar, sembrar, reabastecer, y así
sucesivamente».
El siguiente mandamiento que se les dio a Adán y Eva en el huerto fue el de nombrar a los
animales (Gn 2:19). En su sentido más elemental, este fue el nacimiento de la ciencia: aprender
a distinguir entre especies, tipos y formas, y discernir la realidad a medida que la examinamos.
Esto también forma parte de nuestra mayordomía: aprender sobre el lugar donde vivimos y
cuidarlo. Estos principios no son simplemente para nuestra propia casa, sino para todo el
planeta.
Algunos son lo suficientemente mayores como para recordar el asombroso logro de los
estadounidenses del siglo XX, cuando los primeros astronautas fueron enviados a la luna.
Inevitablemente, parte de ese recuerdo incluye los primeros pasos del astronauta Neil
Armstrong en la luna y cuando habló de un paso de gigante para la humanidad. Uno podría ver
ese logro humano simplemente en términos de arrogancia humana, o podríamos verlo como el
cumplimiento del mandato que Dios nos dio de tener dominio sobre la creación.
Fundamentalmente, la mayordomía se trata de ejercer el dominio que Dios nos ha dado sobre
Su creación, reflejando la imagen de nuestro Dios creador en Su cuidado, responsabilidad,
mantenimiento, protección y embellecimiento de Su creación.
Fuente:
https://es.ligonier.org/articulos/que-es-la-mayordomia-biblica/