Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los creyentes reconocemos que este milagro no está aquí “porque sí”, no ha
acontecido por casualidad, sino que es fruto del amor y lugar donde se desarrolla una
historia de amor, la de Dios con la humanidad y con cada uno/a de nosotros/as. Nuestra
casa común es más que una casa. Es el espacio en el que acontece eso que llamamos la
historia de la Salvación, la historia de amor de Dios con su pueblo (que son todos los
pueblos) y, como tal, participa de esa historia, es parte de ella.
Y estamos dañando el equilibrio que permite la vida sobre la Tierra, dice el Papa
en Laudato si´, porque los seres humanos estamos viviendo de una forma
desequilibrada, de una forma desgajada, en el fondo poco humana. Ese desequilibrio de
la naturaleza es un síntoma de un desequilibrio más hondo del corazón humano. Hay
una raíz humana en la crisis ecológica, porque no hemos encontrado aún la manera justa
y armoniosa de estar en ella. Lo padece la Tierra. Lo padecen los pueblos y las personas
más vulnerables. Lo estamos padeciendo todos nosotros. Aunque no nos demos cuenta.
1
“Hay otros seres frágiles e indefensos, que muchas veces quedan a merced de los intereses económicos
y del uso indiscriminado. Me refiero al conjunto de la creación” (EG 215).
3
Acoger la cercanía de Dios en sus criaturas: “Todo es caricia de Dios” (LS 84).
Acoger es una de las grandes palabras del Adviento. Significa “hacer hueco”,
abrir un espacio en el propio interior para recibir otra presencia que puede fecundar
nuestra vida. Acoger es hacerse receptiva y dejar que las cosas entren en nosotras. Tiene
mucho que ver con contemplar, mirar detenidamente, prestar atención, no quedarse en
la superficie de las cosas sino adentrarse en su profundidad para sentirse en comunión
con ellas. Tiene mucho que ver, también, con la gratuidad y la gratitud.
En la creación Dios se nos regala. No nos regala cosas, sino que se regala a sí
mismo. Toda la creación y cada criatura es expresión del amor de Dios, ha nacido de ese
amor y en ellas ese amor llega a nosotras. La creación es, en cierto modo, un
“adviento”, porque en ella Dios se está acercando a nosotras, nos rodea y nos “toca”. El
Papa Francisco lo dice de forma muy bella: “Cada criatura tiene una función y ninguna
es superflua. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios. El suelo, el
agua, las montañas, todo es caricia de Dios” (LS 84). En las criaturas, Dios nos
acaricia. Ellas son testigos que nos dicen: el Señor está cerca. Está aquí, dándonos vida
y sosteniendo tu vida, porque si Él no estuviera dándonos vida en cada momento,
simplemente no existiríamos. Así lo expresa Elizabeth Johnson:
“El hecho mismo de que (las criaturas) estén ahí, de que existan, depende
por completo de la desbordante generosidad del Creador incomprensible que
libremente comparte su vida con el mundo... Un flujo ininterrumpido de bondad
divina sostiene en todo instante la existencia del universo... La creatividad divina
opera aquí, ahora, en el próximo minuto, de lo contrario, no existiría el mundo
en absoluto”2.
2
E. A. JOHNSON, “Pregunta a las bestias”. Darwin y el Dios del amor, Santander 2015, 122.
4
3
Excitationes, 1, 3, citado por W. KERN, “Interpretación teológica de la fe en la creación”, en Mysterium
Salutis II-I, Madrid 1969, 522.
4
In I Sent., d. 27, q. 2, a. 2, qla. 2, ad 3.
5
K. RAHNER, Para la teología de la encarnación, ET IV, Madrid 1964, 139-157.
6
Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Verbum Domini 7.
7
Carta de Hildegarda a Bernardo de Claraval, en G. EPINEY-BURGARD, E. ZUM BRUNN, Mujeres
trovadoras de Dios. Una tradición silenciada de la Europa Medieval, Buenos Aires 1989, 55.
6
criaturas presentes en el universo´” (LS 85, cf. 84). Por eso: “`para el creyente
contemplar lo creado es también escuchar un mensaje, oír una voz paradójica y
silenciosa´. Podemos decir que `junto a la Revelación propiamente dicha, contenida en
la Escritura, se da una manifestación divina cuando brilla el sol y cuando cae la
noche´” (Juan Pablo II, catequesis del 2 de agosto de 2000).
Las criaturas pueden ser contempladas como un “adviento”, porque, en cada una
de ellas, Dios balbucea ya esa Palabra que pronunciará definitivamente en Jesús de
Nazaret. Esa voz de las criaturas está ahí para que nosotros la escuchemos, la acojamos
y elevemos la nuestra en alabanza agradecida. Un ejemplo bellísimo es este texto de un
místico del siglo XIV, Enrique Suso:
8
“El evangelio de la creación” es el título del capítulo 2 de Laudato si´.
9
Citado por Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, en la homilía pronunciada ante el
Papa en la celebración de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación (setiembre de
2016).
7
10
I. DELIO, K. D. WARNER y P. WOOD, El cuidado de la Creación. Una espiritualidad franciscana de
la Tierra, Arantzazu 201, 270.
8
que trae Jesús incluye también “al cielo y a la tierra”. Es “cielo nuevo” y “tierra nueva”
(Ap 21,1-5), donde Dios será “todo en todas las cosas” (1Cor 15,27-28). Las criaturas
son nuestras compañeras de camino y de destino. Y también están a la espera de la
venida definitiva del Señor. Ellas aguardan, junto con la humanidad, “la manifestación
gloriosa de nuestro Salvador” (Tt 2,3) que sanará sus heridas, también las que les causa
nuestro abuso, y las hará brillar en todo su esplendor. La creación y la humanidad dicen
juntas: ¡Ven, Señor Jesús!
11
Dominum et Vivificanten 50
9
Después de todo lo dicho, hemos podido tomar mayor conciencia del inmenso
valor de este planeta en el que Dios nos ha puesto (EG 183) y que ha puesto en nuestras
manos. Y podemos también apreciar un poco más lo que estas noticias significan:
“Muchas cosas tienen que reorientar el rumbo, pero ante todo la humanidad
necesita cambiar” (LS 202). Y el cambio ha de comenzar por nosotras mismas, por
nuestras comunidades... Un cambio que supone nuevas actitudes y modos de vivir y que
se concreta en pequeños gestos, opciones y decisiones que brotan de la conciencia de
que “todo está relacionado y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y
hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a
cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a
la hermana luna, al hermano río y a la Madre Tierra” (LS 92).