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Biografías de Filósofos.

Tales de Mileto (Mileto, actual Turquía, 624 a.C. 548 a.C.)

Filósofo y matemático griego. En su juventud viajó a Egipto, donde aprendió geometría de los
sacerdotes de Menfis, y astronomía, que posteriormente enseñaría con el nombre de
astrosofía. Dirigió en Mileto una escuela de náutica, construyó un canal para desviar las aguas
del Halis y dio acertados consejos políticos. Fue maestro de Pitágoras y Anaxímenes, y
contemporáneo de Anaximandro.

Fue el primer filósofo griego que intentó dar una


explicación física del Universo, que para él era un
espacio racional pese a su aparente desorden. Sin
embargo, no buscó un Creador en dicha racionalidad,
pues para él todo nacía del agua, la cual era el elemento
básico del que estaban hechas todas las cosas, pues se
constituye en vapor, que es aire, nubes y éter; del agua
se forman los cuerpos sólidos al condensarse, y la
Tierra flota en ella. Tales se planteó la siguiente
cuestión: si una sustancia puede transformarse en otra,
como un trozo de mineral azulado lo hace en cobre
rojo, ¿cuál es la naturaleza de la sustancia, piedra,
cobre, ambas? ¿Cualquier sustancia puede transformarse en otra de forma que finalmente
todas las sustancias sean aspectos diversos de una misma materia? Tales consideraba que esta
última cuestión sería afirmativa, puesto que de ser así podría introducirse en el Universo un
orden básico; quedaba determinar cuál era entonces esa materia o elemento básico.

Finalmente pensó que era el agua, pues es la que se encuentra en mayor cantidad, rodea la
Tierra, impregna la atmósfera en forma de vapor, corre a través de los continentes y la vida no
es posible sin ella. La Tierra, para él, era un disco plano cubierto por la semiesfera celeste
flotando en un océano infinito. Esta tesis sobre la existencia de un elemento del cual estaban
formadas todas las sustancias cobró gran aceptación entre filósofos posteriores, a pesar de que
no todos ellos aceptaron que el agua fuera tal elemento. Lo importante de su tesis es la
consideración de que todo ser proviene de un principio originario, sea el agua, sea cualquier
otro. El hecho de buscarlo de una forma científica es lo que le hace ser considerado como el
"padre de la filosofía".

En geometría, y en base a los conocimientos adquiridos en Egipto, elaboró un conjunto de


teoremas generales y de razonamientos deductivos a partir de estos. Todo ello fue recopilado
posteriormente por Euclides en su obra Elementos, pero se debe a Tales el mérito de haber
introducido en Grecia el interés por los estudios geométricos.

Ninguno de sus escritos ha llegado hasta nuestros días; a pesar de ello, son muy numerosas las
aportaciones que a lo largo de la historia, desde Herodoto, Jenófanes o Aristóteles, se le han
atribuido.
Aristóteles consideró a Tales como el primero en sugerir un único sustrato formativo de la
materia; además, en su intención de explicar la naturaleza por medio de la simplificación de
los fenómenos observables y la búsqueda de causas en el mismo entorno natural, Tales fue
uno de los primeros en trascender el tradicional enfoque mitológico que había caracterizado la
filosofía griega de siglos anteriores.

Sócrates (Atenas, 470 a.C.-id., 399 a. C)

Filósofo griego. Fue hijo de una comadrona, Faenarete, y de un escultor, Sofronisco,


emparentado con Arístides el Justo. Pocas cosas se conocen con certeza de la biografía de
Sócrates, aparte de que participó como soldado de
infantería en las batallas de Samos (440), Potidea (432),
Delio (424) y Anfípolis (422). Fue amigo de Aritias y de
Alcibíades, al que salvó la vida.

La mayor parte de cuanto se sabe sobre él procede de tres


contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el
comediógrafo Aristófanes y el filósofo Platón. El primero
retrató a Sócrates como un sabio absorbido por la idea de
identificar el conocimiento y la virtud, pero con una
personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto
vulgares. Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en una
comedia, Las nubes, donde se le identifica con los demás
sofistas y es caricaturizado como engañoso artista del
discurso.

Estos dos testimonios matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos, en
los que aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser en ocasiones
excesivamente idealizada, aun cuando se considera que posiblemente sea la más justa.

Se tiene por cierto que Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le dio
dos hijas y un hijo. Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la
actividad del marido y propensa a comportarse de una manera brutal y soez.

En cuanto a su apariencia, siempre se describe a Sócrates como un hombre rechoncho, con un


vientre prominente, ojos saltones y labios gruesos, del mismo modo que se le atribuye
también un aspecto desaliñado. Sócrates se habría dedicado a deambular por las plazas y los
mercados de Atenas, donde tomaba a las gentes del común (mercaderes, campesinos o
artesanos) como interlocutores para someterlas a largos interrogatorios.

Este comportamiento correspondía, sin embargo, a la esencia de su sistema de enseñanza, la


mayéutica, que él comparaba al arte que ejerció su madre: se trataba de llevar a un
interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como alojada ya en su alma, por
medio de un diálogo en el que el filósofo proponía una serie de preguntas y oponía sus
reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible reconocer si las
opiniones iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o un verdadero
conocimiento.

La cuestión moral del conocimiento del bien estuvo en el centro de las enseñanzas de
Sócrates, con lo que imprimió un giro fundamental en la historia de la filosofía griega, al
prescindir de las preocupaciones cosmológicas de sus predecesores. El primer paso para
alcanzar el conocimiento, y por ende la virtud (pues conocer el bien y practicarlo era, para
Sócrates, una misma cosa), consistía en la aceptación de la propia ignorancia.

Sin embargo, en los Diálogos de Platón resulta difícil distinguir cuál es la parte que
corresponde al Sócrates histórico y cuál pertenece ya a la filosofía de su discípulo. No dejó
doctrina escrita, ni tampoco se ausentó de Atenas (salvo para servir como soldado), contra la
costumbre de no pocos filósofos de la época, y en especial de los sofistas, pese a lo cual fue
considerado en su tiempo como uno de ellos.

Con su conducta, Sócrates se granjeó enemigos que, en el contexto de inestabilidad en que se


hallaba Atenas tras las guerras del Peloponeso, acabaron por considerar que su amistad era
peligrosa para aristócratas como sus discípulos Alcibíades o Critias; oficialmente acusado de
impiedad y de corromper a la juventud, fue condenado a beber cicuta después de que, en su
defensa, hubiera demostrado la inconsistencia de los cargos que se le imputaban. Según relata
Platón en la apología que dejó de su maestro, éste pudo haber eludido la condena, gracias a
los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir, pues como ciudadano se sentía
obligado a cumplir la ley de la ciudad, aunque en algún caso, como el suyo, fuera injusta.
Peor habría sido la ausencia de ley.

Aristóteles (Estagira, 384-Calcis, 322 a. J.C.)

Filósofo griego. Hijo del médico real de Macedonia, estuvo veinte años en la Academia de
Platón, primero como discípulo y luego como investigador y como tutor. Candidato a ser el
sucesor del maestro, se afirma (aunque es dudoso) que quedó despechado por el nepotismo de
la elección de Espeusipo y marchó a Assos (Asia Menor), donde escribió su diálogo Sobre la
filosofía (la «carta de Assos») y fundó un centro de estudio bajo la protección de su amigo
Hermias, gobernador de Atarnea, con una de cuyas parientes, llamada Pitias, se casó.

Muerto Hermias (capturado y crucificado por el sátrapa Mentor), partió hacia Lesbos como
huésped de Teofrasto; fiel a la amistad, compuso la Oda a la virtud, en memoria de Hermias y
por la que veinte años después sus enemigos intentaron procesarle por impiedad. Aceptó
luego de Filipo II de Macedonia el cargo de preceptor de Alejandro (de 13 años), quien
siempre conservaría un gran respeto por su maestro, le apoyaría económicamente e incluso le
mandaría desde el Indo ejemplares de la fauna y de la flora de su imperio.
Aristóteles se había trasladado mientras tanto, de nuevo,
a Atenas y había fundado el Liceo, donde enseñaba
paseando (de ahí el nombre de escuela «peripatética»),
seguía sus investigaciones y análisis de datos,
correspondientes a los más diversos campos (arte
dramático, constituciones políticas, deportes olímpicos,
zoología), y elaboraba una veintena de obras. Sin
embargo, al morir Alejandro (a los 33 años), el clan de
Demóstenes (autor de las Filípicas y, por tanto, enemigo
de Aristóteles) se envalentonó y «el Estagirita» volvió a
decidir su partida, para «ahorrar a los atenienses un
segundo atentado contra la filosofía» (el primero lo
habían cometido con Sócrates). Al año siguiente, moría
en Eubea de úlcera de estómago.

Escondidas en una bodega -para protegerlas de los proveedores de Pérgamo, sus obras fueron
olvidadas, descubiertas por azar, ordenadas y editadas por Andrónico de Rodas en la Roma de
Cicerón, redescubiertas como totalidad en la Edad Media por los árabes, cristianamente
interpretadas (bautizadas) por los tomistas y neoescolásticos, relegadas por los modernos y,
por último, definitivamente rehabilitadas a partir de Hegel.

De ellas, la tradición ha recogido con el nombre de Órganon las obras de lógica: Categorías,
De la interpretación, Primeros y Segundos analíticos, Tópicos y Refutaciones de los sofismas.
Además de la Retórica, de la Poética (en parte) y de Sobre el alma, la «antropología» de
Aristóteles comprende la Ética a Eudemo, la Ética a Nicómaco, la Política y la Constitución
de Atenas. Sus obras sobre la naturaleza son: Del cielo, De la generación y corrupción, los
Meteoros, la Mecánica, De las partes de los animales, De la generación de los animales, Sobre
el caminar, Sobre el movimiento, etc. Los varios libros de la Física y de la Metafísica
fundamentan y coronan el conjunto.

Gracias a él, sabemos de la ciencia positiva de la época y de los trabajos y concepciones de


sus predecesores y contemporáneos. Aristóteles aporta siempre agudas y originales
observaciones y no pocas de sus adquisiciones lo han sido de las ciencias naturales de todos
los tiempos (algunas, incluso, no confirmadas hasta el s. XIX): describió unas 400 especies
(de las que disecó unas 50), distinguió entre animales «sanguíneos» (vertebrados) y
«exangües» (invertebrados), clasificó a los murciélagos como mamíferos, describió la vida
social de las abejas, distinguió entre insectos dípteros e himenópteros y entre rocas y
minerales y aportó la noción capital de especie.

Clasificador y analista universal (de regímenes políticos, de géneros literarios, de categorías y


de modos de razonar e, incluso, del ser y de las causas) y tan atento al fenómeno del lenguaje
como reticente con los abusos del habla, Aristóteles se planteó además y sobre todo las
grandes cuestiones de fondo: la estructura de la materia, la organización de la vida, el poder
del espíritu y sus límites, la libertad del hombre y su sentido y la trascendencia misma de la
divinidad y su misterio.
Anaximandro (Mileto, hoy desaparecida, actual Turquía, 610 a.C.-id., 545 a.C.)

Filósofo, geómetra y astrónomo griego. Discípulo de Tales, Anaximandro fue miembro de la


escuela de Mileto, y sucedió a Tales en la dirección de la misma. Según parece, también fue
un activo ciudadano de Mileto, y condujo una expedición a Apolonia (Mar Negro).

Anaximandro se dedicó a múltiples investigaciones, que le llevaron a la afirmación de que la


Tierra es esférica y que gira en torno a su eje. También se le atribuye el trazado de un mapa
terrestre, además de otros trabajos como la fijación
de los equinoccios y los solsticios, y el cálculo de las
distancias y los tamaños de las estrellas, así como la
elaboración de un reloj de sol y de una esfera celeste.

No menos asombrosas son las elucubraciones de


Anaximandro sobre el origen de los seres vivos y del
hombre. Todos proceden del fenómeno húmedo (la
tierra en un principio era líquida, y por el proceso de
disociación, lo húmedo dio lugar a lo viviente). El
hombre tuvo como primeros antepasados a los peces
y luego a otros animales primitivos. Con razón, por
lo tanto, podría ser considerado como el primer
cosmólogo y como el antecesor de la teoría del
evolucionismo.

Respecto a la filosofía de Anaximandro, de su obra


Sobre la naturaleza sólo nos ha llegado un
fragmento, y sólo la conocemos por los testimonios posteriores. Se sabe que coincide con
Tales en defender que existe un solo principio básico (arché) como generador de todas las
cosas, al que él llamó ápeiron (lo indefinido e indeterminado): sustancia indeterminada,
ilimitada e indefinida, que es a la par eterna. Sólo él es incorruptible e imperecedero. Todas
las otras cosas se derivan de él y están sujetas a nacimiento y desaparición, por la fuerza de
los contrarios presentes en ellas: caliente y frío, húmedo y seco, etc.

Heráclito (Éfeso, hoy desaparecida, actual Turquía, h. 540 a.C.-Éfeso, id., h. 470 a.C.)

Filósofo griego. Muy poco se sabe de la biografía de Heráclito de Éfeso, apodado el Oscuro
por el carácter enigmático que revistió a menudo su estilo, como testimonia un buen número
de los fragmentos conservados de sus enseñanzas.

Las enseñanzas de Heráclito, según Diógenes Laercio, quedaron recogidas en una obra
titulada De la naturaleza, que trataba del universo, la política y la teología –aunque
probablemente esta subdivisión la introdujera una compilación alejandrina de los textos de
Heráclito–, pero lo que ha llegado hasta nosotros de su doctrina se encuentra en forma
fragmentaria y sus fuentes son citas, referencias y comentarios de otros autores.

Algunos de estos fragmentos presentan, sin embargo, la apariencia de aforismos completos, lo


cual apoya la idea de que su estilo de pensamiento fue oracular. Ello ha dado pie, incluso, a
formular la hipótesis de que Heráclito no escribió, en realidad, ningún texto, sino que sus
enseñanzas fueron exclusivamente orales, y que fueron sus discípulos los encargados de
reunir lo esencial de ellas en forma de sentencias.

Sea como fuere, la oscuridad de Heráclito ha quedado caricaturizada en la leyenda acerca de


su muerte: enfermo de hidropesía, preguntaba enigmáticamente a los médicos si podrían de la
lluvia hacer sequía; como ellos no lo entendiesen, se enterró en
estiércol en la suposición de que el calor de éste absorbería las
humedades, con el resultado de que aceleró el fatal desenlace.
De creer a Diógenes Laercio, la causa de la afección habría
sido su retiro en el monte, donde se alimentaba de hierbas,
movido por su misantropía.

El desprecio de Heráclito por el común de los mortales


concordaría con sus orígenes, pues parece cierto que procedía
de una antigua familia aristocrática, así como que sus ideas
políticas fueron contrarias a la democracia de corte ateniense y formó, quizá, parte del
reducido grupo, integrado por nobles principalmente, que simpatizaba con el rey persa Darío,
a cuyos dominios pertenecía Éfeso por entonces, contra la voluntad de la mayoría de sus
ciudadanos. A estos últimos, en cualquier caso, no debió de apreciarlos en demasía, y
Heráclito los colmó de improperios cuando expulsaron de la ciudad a su amigo Hermodoro.

A tenor de lo que se desprende de los diversos fragmentos, Heráclito explicó la práctica


totalidad de los fenómenos naturales, atribuyendo al fuego el papel de constituyente común a
todas las cosas y causa de todos los cambios que se producen en la naturaleza. La importancia
que concedió a la afirmación de que todo está expuesto a un cambio y un flujo incesantes,
seguramente fue exagerada por Platón, quien contribuyó de manera decisiva a perpetuar la
imagen del filósofo efesio como exponente de un relativismo radical.

El universo de Heráclito está, ciertamente, formado por contrarios en perpetua oposición, lo


cual es condición del devenir de las cosas y, al mismo tiempo, su ley y principio; pero los
contrarios se ven conducidos a síntesis armónicas por el logos, proporción o medida común a
todo, principio normativo del universo y del hombre que, en varios aspectos, resulta
coextensivo con el elemento cósmico primordial, el fuego, por lo que algunas interpretaciones
los identifican. Cada par de opuestos es una pluralidad y, a la vez, una unidad que depende de
la reacción equilibrada entre ambos; el equilibrio total del cosmos se mantiene merced a la
interacción sin fin entre los opuestos, garantía de que el cambio en una dirección acabará por
conducir a otro cambio en la dirección contraria.

El logos expresa la coherencia subyacente de las cosas, que los hombres deben tratar de
comprender, ya que la sabiduría consiste en entender cómo se conduce el mundo, y ese
entendimiento ha de ser la base de la moderación y el autoconocimiento, que Heráclito
postuló como ideales éticos del hombre.

Jenófanes de Colofón. (Colofón, actual Grecia, 570 a.C. Elea, actual Italia, 470 a.C.)

Filósofo griego. Fundador de la denominada escuela eleática y reconocido autor satírico, una
antigua tradición supone que en los últimos años de su vida se vio obligado a subsistir como
rapsoda de sus propios versos. Jenófanes suscitó una importante polémica en torno al
politeísmo y la concepción antropomórfica que los griegos tenían de los dioses. Así, se burló
de Hesíodo y Homero por cuanto, según él, habían transferido a los dioses los peores atributos
de los hombres, y propuso sustituir esta concepción tradicional por la idea de un dios único,
indivisible, de naturaleza radicalmente distinta a la humana. Su dios es todo ojo, todo oído,
todo conocimiento, todo logos (razón), no creado e inmortal. Despojando sus ideas del
carácter religioso con que fueron presentadas, las bases de un nuevo punto de vista en la
solución al problema del universo aparecen ya planteadas en sus textos, aunque serían
finalmente sistematizadas en el pensamiento de Parménides.

Jenófanes, probablemente se alejó de Colofón en 540, al ser la ciudad conquistada por los
persas.

Vivió la existencia errante propia de un rapsoda; y así, escribía y recitaba poemas épicos,
como, por ejemplo, el de la Fundación de Colofón. Estuvo en algunas poblaciones de la
Magna Grecia y de Sicilia, entre las cuales figuran Zancle (Mesina) y Catania; finalmente,
estableció su residencia en Elea (Velia), colonia de los focenses de Alalia fundada hacia el
año 540, en el litoral tirreno de Lucania situado al sur de Posidonia (Paestum).

Jenófanes fue en la antigua Grecia una singular figura


de sabio y de poeta, representante del racionalismo
jónico que tendía a oponer a las supersticiones del
mito y a las creencias y tradiciones gratas a su pueblo
una concepción filosófica del mundo. Se sirvió del
verso para dar forma a su pensamiento, ya que en su
tiempo la prosa no era todavía de uso corriente, y dejó
composiciones en hexámetros, en dísticos elegíacos y
en yambos, notables por la originalidad del concepto
y por su vigor polémico.

De sus obras se conocen una Colonización de Elea en hexámetros, dos Elegías, cinco libros
de Silloi ("escarnios" o "befas") también en hexámetros, y un poema en esta misma forma
métrica titulado posteriormente por los gramáticos La naturaleza.

Los Silloi son composiciones paródicas y satíricas cuyo tema es la burla del antropomorfismo
de las divinidades homéricas y hesiódicas. Jenófanes ataca a fondo los mitos que atribuían a
los dioses acciones inmorales: "Homero y Hesíodo afirman de las divinidades cuantas cosas
resultan vergonzosas y criticables entre los hombres: el robo, el adulterio, el engaño
recíproco".

En otro fragmento el mismo concepto antropomórfico de los dioses aparece objeto de una
ingeniosa ironía: "si los bueyes, caballos y leones tuvieran manos y supieran dibujar y hacer
lo propio de los hombres, los caballos plasmarían sus divinidades en forma de caballos y los
bueyes en forma de bueyes".

En la primera de sus Elegías se proclama la conveniencia de sustituir en las conversaciones


conviviales las irreverentes fábulas de la mitología tradicional por reflexiones acerca de la
virtud y la sabiduría. En la otra se opone con energía al culto, a menudo excesivo, de los
valores atléticos, y preconiza la superioridad y utilidad de la sabiduría y la nobleza del sabio
frente a la fuerza de los atletas, mucho menos útil para el Estado. Es la primera afirmación
explícita en el mundo griego del valor de la filosofía no sólo como teoría, sino también como
norma para la vida práctica.

En el poema La naturaleza expone los resultados de sus ideas filosóficas; los fragmentos
conservados de esta obra son muy escasos y breves. Jenófanes poseía, indudablemente, un
criterio muy puro de la divinidad, próximo al monoteísmo: la consideraba limitada a un solo
dios, el más poderoso de todos los seres, inmóvil, no semejante a los hombres en cuerpo ni
inteligencia y ordenador de todas las cosas sin el menor esfuerzo mental. Cabe preguntar si
este dios de Jenófanes se halla fuera del mundo o bien debe identificarse con él; han sido
sostenidas ambas tesis, por cuanto el autor no resulta en tal aspecto suficientemente claro, e
incluso vacila. De haber considerado a la divinidad distinta del mundo, como permiten creer
singularmente algunos testimonios indirectos, podría juzgársele precursor del Uno de
Parménides.

Parménides de Elea (Elea, actual Italia, h. 540 a.C.-id., h. 470 a.C.)

Filósofo griego. Apenas se conocen datos fiables sobre la


biografía de Parménides. Su doctrina, todavía objeto de
múltiples debates, se ha reconstruido a partir de los escasos
fragmentos que se conservan de su única obra, un extenso
poema didáctico titulado Sobre la naturaleza.

Partiendo de la identificación del plano lógico con el


ontológico, es decir, tras considerar que nada en el mundo
puede contradecir lo que es necesario desde el punto de vista
del pensamiento, Parménides realiza un análisis del «ser» o
«lo ente» que le lleva a negar la pluralidad y el movimiento.

Esto es así porque el ser no puede ser engendrado, pues en ese


caso él mismo no sería el arché (principio) de todas las cosas;
no puede cambiar, porque en ese caso devendría una cosa distinta de lo que es, es decir, no-
ser, y el no-ser es inconcebible; tampoco puede estar dividido, pues entonces debería estar
separado por algo distinto de sí mismo, lo que implicaría de nuevo el no-ser. De todo ello
deduce que lo ente es inmutable, único, eterno e indivisible, y que la pluralidad y el
movimiento son irracionales e ininteligibles, pura apariencia.

Existe aún polémica sobre si debe entenderse esta afirmación en sentido literal o de otro
modo. En cualquier caso, los atributos que Parménides atribuyó al ser fueron transferidos por
Demócrito y Empédocles al átomo, y se hallan en el origen del materialismo filosófico.

Por otro lado, su doctrina inició la llamada escuela eleática, cuya figura más representativa
fue Zenón de Elea, que dedicó sus esfuerzos a problematizar la posibilidad del movimiento a
través de una serie de paradojas que se harían célebres.

Zenón de Elea (Elea, actual Italia, hacia 495 a.C. - id., hacia 430 a.C.)

Filósofo griego. Fue discípulo de Parménides, con el que, probablemente, se trasladó a Atenas
a mediados del siglo V a.C., donde encontró al joven Sócrates, según testimonio de Platón.

Zenón escribió el libro en prosa Sobre la naturaleza, orientado a defender la tesis de


Parménides. De él se conservan, como auténticos, cinco fragmentos, gracias al comentario de
Simplicio a la Física de Aristóteles. El escrito se dividía en varias partes, a las que Platón
denomina logoi o argumentos. Cada una de las partes contenía un cierto número de hipótesis
o premisas de los adversarios, que reducía al absurdo para demostrar la tesis propia. Murió al
querer liberar a su patria del tirano Nearco, que ejercía un poder absoluto y opresor.

Zenón de Elea no elaboró una doctrina propia, sino que se limitó a defender la de su maestro
Parménides con razonamientos que, según dijo Aristóteles en su Física, "producen dolor de
cabeza a quienes intentan resolverlos". De hecho, Zenón fue el inventor indiscutible del
razonamiento paradójico. No demostraba directamente la tesis del maestro pero, de forma más
sutil, confutaba las confutaciones; es decir, demostraba que la
opinión de sus detractores desembocaba en conclusiones
todavía menos aceptables que las suyas. De acuerdo con el
principio sentado por su maestro Parménides de que sólo
existe el ser, y que éste es uno e inmóvil, Zenón dedicó sus
esfuerzos a demostrar la inconsistencia de las nociones de
movimiento y pluralidad.

Hoy conocemos sus argumentos a través de Platón y sobre


todo, de Aristóteles. Los más célebres de ellos son sus
paradojas a propósito del movimiento; así, la paradoja de
Aquiles y la tortuga considera que el primero nunca podrá
alcanzar a la segunda en una carrera, pues entre ambos siempre media un espacio, y como el
espacio es infinitamente divisible, Aquiles no podría alcanzar el punto final en un tiempo
finito. De modo parecido, la paradoja de la flecha trata de demostrar que un objeto en
movimiento se halla realmente en reposo, y la paradoja del estadio, que entre dos objetos que
se desplazan a la misma velocidad, uno recorrerá el doble de distancia que el otro.
Las paradojas de Zenón, que se presentan como un reto para el pensamiento, han tenido una
función decisiva en la historia de la filosofía. Ciertamente, es verdad que pueden ser
desmentidas fácilmente observando el mundo natural (donde existen, sin duda, movimiento y
multiplicidad); sin embargo, su fuerza se halla en el procedimiento riguroso, en la coherencia
del razonamiento. El intento de resolverlas desde un punto de vista lógico mantuvo ocupados
durante bastante tiempo a los filósofos griegos, en particular a Demócrito y a Aristóteles.
Aristóteles ofreció una solución a estos argumentos, aunque incorrecta, y sólo se ha logrado
una respuesta válida con los modernos conceptos de continuo e infinito.

Empédocles de Agrigento (Agrigento, Sicilia, 484 a.C. 424 a.C.)

Filósofo y poeta griego. Realmente se conoce muy poco de la biografía de Empédocles; su


personalidad está envuelta en la leyenda, que lo hace aparecer como mago y profeta, autor de
milagros y revelador de verdades ocultas y misterios escondidos.

Empédocles nació en el seno de una familia ilustre, y llegó a ser jefe de la facción
democrática de su ciudad natal. Su fama como científico y médico-taumaturgo, unida a su
posición social, le permitió ocupar importantes cargos en la vida pública. El final de su vida lo
pasó exiliado en el Peloponeso. Se forjaron varias versiones en torno a su muerte, la más
conocida de todas es aquella según la cual se habría arrojado al volcán Etna para ser venerado
como un dios por sus conciudadanos.

De sus escritos se conservan únicamente los Políticos, el tratado Sobre la medicina, el


Proemio a Apolo, Sobre la naturaleza (sólo se conservan unos 450 versos de los 5.000 de que
constaba la obra) y las Purificaciones (de argumento místico e inspirado en el orfismo).
Parece que hay que considerar espúreas las tragedias que se le atribuyen. Escribió sus obras
en forma de poemas. Su doctrina parece depender en muchos puntos de Parménides, a quien
se supone conoció en un viaje a Elea.

En sus obras Empédocles comienza, como Parménides,


estableciendo la necesidad y perennidad del ser. Pero su
originalidad consiste en conciliar dicha necesidad con el
devenir, con el transcurrir de todo. Intentando responder a
esta cuestión, nos habla de cuatro "raíces" (rhicómata)
eternas, los cuatro elementos naturales: fuego, agua, aire y
tierra.

Estas raíces corresponden a los principios (arjé) de los


jónicos, mas, a diferencia de éstos, -que se transforman
cualitativamente y se convierten en todas las cosas-, las
raíces de Empédocles permanecen cualitativamente
inalteradas: son originarias e inmutables (se prepara así la noción de "elementos"). Lo que
provoca el cambio son dos fuerzas cósmicas que él llama Amor y Odio. (También en esto
Empédocles prepara el camino para la causa o fuerza natural).
Para Empédocles, el Amor tiende a unir los cuatro elementos, como atracción de lo diferente;
el Odio actúa como separación de lo semejante. Cuando predomina totalmente el Amor, se
genera una pura y perfecta esfera toda ella igual e infinita, que goza de su envolvente soledad.
El Odio comienza entonces su obra, deshaciendo toda la armonía hasta la separación completa
del caos. De nuevo al Amor interviene para volver a unir lo que el odio ha separado, y así, las
dos fuerzas, en sus cíclicas contiendas, dan vida a las diversas manifestaciones del cosmos.

Los cuatro elementos y las dos fuerzas que lo mueven explican asimismo el conocimiento,
según el principio de que lo semejante se conoce con lo semejante. Las cosas emanan flujos
que, pasando a través de los poros de los elementos, determinan el contacto y el
reconocimiento.

Sobre estas bases Empédocles dedicó gran interés a la observación de la naturaleza (botánica,
zoología y fisiología), y expuso originales concepciones sobre la evolución de los organismos
vivos, la circulación de la sangre, y la sede del pensamiento en el corazón, tesis acogida
durante mucho tiempo por la medicina. Esta doctrina de la evolución y transformación de
todos los seres le da pie para la teoría de la metempsícosis: por ley necesaria los seres expían
sus delitos a través de una serie de reencarnaciones. "Yo he sido ya, anteriormente, muchacho
y muchacha, arbusto, pájaro y pez habitante del mar". Solamente los hombres que logren
purificarse podrán escapar por completo del círculo de los nacimientos y volver a morar entre
los dioses.

Anaxágoras (Clazómenas, actual Turquía, 500 a.C. - Lámpsaco, id., 428 a.C.)

Filósofo, geómetra y astrónomo griego. Probable discípulo de Anaxímenes, Anaxágoras


perteneció a la denominada escuela jónica y abrió la primera escuela de filosofía en Atenas.

Fueron discípulos suyos Pericles, Tucídides, Eurípides,


Demócrito, Empédocles y, aunque no se sabe a ciencia
cierta, Sócrates. Padeció la expulsión de Atenas bajo la
acusación de ateísmo; según los testimonios de la época, el
motivo real fue su afinidad con Pericles, quien se hallaba
en oposición a Tucídides.

Anaxágoras acepta la teoría de la inmutabilidad del ser,


siguiendo en esto el pensamiento de Empédocles. Pero se
esfuerza por conciliar las dos tendencias: la de la
inmovilidad del ser y la del eterno devenir. Si Empédocles
explicó la constitución de los seres desde el punto de vista
cuantitativo (a base de los cuatro elementos), Anaxágoras
lo hará apelando al aspecto cualitativo. No son cuatro las
partículas constitutivas, sino infinitas. Se trata de que en cada cosa existen muchos gérmenes
(spérmata) cualitativamente diferentes. Anaxágoras se pregunta cómo podría surgir el pelo del
no-pelo, por ejemplo. Llega a la conclusión de que para que algo surja ha de estar antes
presente en aquello de lo cual procede. Es decir: llega así al principio Todo está en todo.
Tenemos aquí una doctrina precursora de la teoría de los átomos.

Anáxagoras situó el principio de todas las cosas (arché) en el nous (entendimiento), encargado
de imprimir orden al caos original, y en su tratado Sobre la naturaleza, del que apenas nos han
llegado algunos fragmentos, afirmó la divisibilidad indefinida del espacio y del tiempo.

El gran aporte de Anaxágoras al pensamiento filosófico es precisamente haber introducido en


la explicación del universo el nous como fuerza motora de todo cuanto existe. La entidad del
nous es tal que se halla por encima de cualquier otra realidad. El nous "es infinito y
autónomo, y con nada se mezcla", y todas las cosas se ven impregnadas de él. Bien advierte
Aristóteles: "Cuando afirmó que existe una mente, tanto en los seres vivos como en la
naturaleza, apareció un hombre juicioso entre los desatinados que le precedieron".

Pero Anaxógoras no llevó su descubrimiento hasta sus últimas consecuencias: se quedó ahí,
en la causalidad del nous sin atribuirle ninguna causa final. Y esto será lo que le reprocharán
tanto Aristóteles como Platón. Por otra parte, el nous, aunque es de una materia sutilísima y
pura, en Anaxágoras no llega a ser inmaterial. Y es que estaba aún lejos la distinción entre
materia y espíritu. Con todo, justo es atribuirle un puesto importante en la elaboración del
monoteísmo griego.

Anaxágoras dio también un gran impulso a la investigación de la naturaleza fundada en la


experiencia, la memoria y la técnica. A él se le atribuyen las explicaciones racionales de los
eclipses y de la respiración de los peces, como también investigaciones sobre la anatomía del
cerebro.

Protágoras de Abdera (Abdera, actual Grecia, 480 a. C.-id., 410 a. C.)

Filósofo griego. Fue el primero en adoptar el calificativo de sofista y el precursor de la


profesionalización de la enseñanza retórica. En su ciudad
natal fue al parecer discípulo de Demócrito. Recorrió a lo
largo de cuarenta años gran parte de las islas del
Mediterráneo y parece ser que en el 445 a.C. se estableció en
Atenas, donde alcanzó una gran reputación.

Amigo de Pericles, al parecer murió ahogado durante un


viaje a Sicilia, cuando huía de las acusaciones de impiedad
de las que fue objeto en la ciudad de Atenas a la muerte de
aquél (416 a.C.). Protágoras había afirmado en uno de sus
escritos que "Sobre los dioses no puedo saber si existen o
no; hay muchas dificultades para saberlo con seguridad; el
asunto es oscuro y la vida corta".

De sus obras más importantes, Verdad y Sobre los dioses, se conservan sólo algunos
fragmentos. La doctrina de Protágoras ha sido interpretada, desde Platón (quien le dedicó un
diálogo, titulado Protágoras), como un relativismo que se expresaría en la célebre máxima de
que "el hombre es la medida de todas las cosas". Afirmaba que de los objetos conocemos no
lo que son, sino lo que nos parecen (no la esencia sino la apariencia), al tiempo que defendía
el carácter convencional de las normas morales.

Pericles (Atenas, h. 495 a.C.-id., 429 a.C.)

Político y orador ateniense. Hijo de Jantipo, artífice de la victoria helena sobre los persas en la
batalla de Micala (479 a.C.), y de Agaristé, sobrina del prestigioso legislador ateniense
Clístenes y miembro de la familia aristocrática de los alcmeónidas, Pericles fue discípulo de
los filósofos Anaxágoras de Clazómenes, Protágoras de Abdera y Zenón de Elea. Movido por
su amor a las letras, financió en el 472 a.C. la representación de la tragedia de Esquilo Los
persas.

Hacia los treinta años, Pericles inició su carrera política dentro del partido democrático de
Efialtes y, cuando éste fue asesinado (461 a.C.), asumió su dirección e hizo aprobar por la
Asamblea de Atenas una serie de reformas que acentuaban el carácter democrático del Estado
ateniense, a pesar de la oposición de la oligarquía.

Nombrado estratego o jefe militar en el 454 a.C., Pericles consolidó la posición hegemónica
de Atenas en la Liga de Delos, confederación constituida por diversas ciudades griegas para
luchar contra los persas, y utilizó el tesoro de la Liga para construir la Acrópolis. A fin de
crear un imperio comercial, fomentó la expansión de colonias atenienses por el mar Egeo,
intensificó el programa de construcciones navales y, en el 448 a.C., convocó un congreso de
paz en el que participaron todas las polis helenas. A pesar del boicot de Esparta a esta
reunión, Atenas acabó firmando la paz con la ciudad doria dos
años más tarde (446 a.C.).

Gracias a su hábil elocuencia y a su prestigio personal, en el


443 a.C. Pericles se convirtió en la máxima autoridad
ateniense, mandato que renovó cada año sin interrupción hasta
su muerte (429 a.C.). No obstante, episodios como el
sometimiento de la isla de Samos por Atenas (440 a.C.)
enturbiaron las relaciones con Esparta y condujeron al
estallido de la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), que
terminó con la hegemonía ateniense.

Durante los primeros años del conflicto, se mostró muy


efectiva la estrategia de Pericles de evitar los enfrentamientos
terrestres con el objetivo de librar los combates decisivos en el
mar, donde su flota era invencible, por lo cual cabe pensar que el resultado final de la guerra
habría sido diferente si él no hubiera muerto víctima de la epidemia de peste que asoló Atenas
en el otoño del 429 a.C.
Su gobierno, por otra parte, coincidió con el momento de apogeo del pensamiento y del arte
griegos y, bajo su mecenazgo, Atenas se convirtió en el principal centro de actividad cultural
del mundo antiguo. Con la ayuda de su segunda esposa, Aspasia, una culta e inteligente jonia,
Pericles no sólo impulsó la celebración de los cultos de Eleusis, símbolo del papel civilizador
ateniense, y de los festivales de las Panateneas, sino que también se rodeó de los más ilustres
hombres de las letras helenas, como los dramaturgos Eurípides y Sófocles, los historiadores
Herodoto de Halicarnaso y Tucídides o el filósofo Sócrates.

Asimismo, Pericles financió la construcción de la mayor parte de templos que componen la


Acrópolis, para cuya realización convocó a artistas tan destacados como Calícrates e Ictinos,
arquitectos del Partenón, el gran escultor Fidias, autor de las esculturas y relieves que decoran
este mismo templo, como el famoso Friso de las Panateneas, y Policleto, quien supo expresar
el ideal de la belleza física en sus estatuas de jóvenes atletas, como el Doríforo. Por todos
estos motivos, el siglo V a.C. ha sido llamado «el siglo de Pericles».

Gorgias (Leontini, c. 487 - Larisa, c. 380 a.J.C.)

Filósofo griego. La vida de Gorgias, nacido hacia 487 a.C. en Lentini, Sicilia (vivió 108 años
en perfecta salud física), estuvo marcada por fuertes alternancias de éxitos y fracasos: viajó
por toda Grecia ejercitando con gran éxito el arte retórico, acumuló una ingente fortuna
económica y dirigió la formación de numerosos seguidores. Lo acompañó una merecida fama
de dialéctico capaz de desarrollar razonamientos aplastantes para sostener opiniones muy
alejadas del buen sentido y de los comunes valores; por ejemplo, que nada existe, su tesis más
célebre, o bien que Elena, la adúltera responsable de la guerra de Troya, no fue culpable.

Gorgias fue el más admirado maestro de retórica de la antigua sofística. Los sofistas,
literalmente los sabios, es el nombre que recibió un grupo de intelectuales que en la Atenas de
mediados del siglo V empezó a hacer del saber una profesión impartiendo, con gran escándalo
de los filósofos, lecciones de retórica y elocuencia a los
jóvenes de la clase dirigente que pretendían dedicarse a la
carrera política. Dado que la prestación de servicios
pagados estaba mal considerada por los ciudadanos
atenienses de buena condición social, los sofistas fueron
tratados con desprecio por la élite intelectual.

El relativismo cognoscitivo sostenido por los sofistas,


según el cual no hay ninguna verdad absoluta sino sólo un
enfrentamiento entre opiniones diversas, acabó por
conceder una importancia extraordinaria a la retórica, el
arte del discurso y de la persuasión, la capacidad de
vencer en la polémica más allá de la intrínseca bondad de
las propias razones. No hay que infravalorar la
importancia del movimiento sofista en la historia del pensamiento: fueron ellos los primeros
en situar los problemas del hombre en el centro de la reflexión filosófica, anticipando la
inminente revolución socrática.

Los rasgos característicos de la figura de Gorgias que nos han sido transmitidos por los
testimonios clásicos se encuentran admirablemente fundidos en el diálogo platónico que se
titula justamente con su nombre. En Gorgias, Platón nos presenta al viejo retórico que, en la
cumbre de la fama y de la gloria, se jacta con solemnidad y suficiencia de su habilidad como
improvisador y exalta el poder maravilloso de la palabra, pero se niega a admitir que el justo
pueda echar de menos el conocimiento de la retórica. Son después sus discípulos Polo y,
sobre todo, Calicles, quienes, discutiendo con Sócrates, desarrollan con estricta lógica el
indiferentismo moral implícito en la posición de Gorgias.

El prestigio de Gorgias como padre de la retórica se basaba en el hecho de que fue el primer
teorizador de las reglas del buen escritor que fue oído y seguido. Su fama llegó al máximo
cuando, enviado como embajador a Atenas por sus conciudadanos, para solicitar ayuda contra
Siracusa, conquistó a los habitantes de la capital cultural de la Hélade, apasionados por sus
bellos discursos, con su palabra elocuente y persuasiva. Consiguió reunir tal fortuna con su
enseñanza que se hizo levantar en Delfos una estatua de oro macizo.

Como orador debe considerársele fundador de la oratoria llamada "epidíctica". Los discursos
que nos han sido conservados son: un Epitafio, un Olímpico, un Pítico, un Elogio de los
eleáticos, todos ellos en fragmentos. Nos queda, en cambio, el texto integro de los ejercicios
sofísticos, el Elogio de Elena y la Apología de Palamedes. En ellos, Gorgias hace ostentación
de su habilidad dialéctica. Respecto a la traición conyugal de Elena, que desencadenó la
guerra de Troya, Gorgias demuestra con una fuerte vena de ironía la no culpabilidad de la
imputada, argumentando que la mujer fue raptada contra su voluntad pero no con violencia,
sino a través del poder ejercido sobre ella por las palabras de su seductor. La influencia de
Gorgias sobre sus continuadores casi no tiene igual en la prosa antigua. Su discípulo e
imitador fue Isócrates, el gran orador ateniense del siglo IV. Su propensión al estilo
grandilocuente, adornado de expresiones poéticas y de figuras retóricas, constituyó el primer
ejemplo de prosa artística.

Menor importancia tiene Gorgias como filósofo. Escribió una obra titulada Sobre el no ser o
sobre la naturaleza, cuyo contenido doctrinal, basado en un escepticismo total, es conocido
por nosotros sobre todo por la exposición que de él hace el pequeño tratado Sobre Melisso,
Jenófanes y Gorgias, falsamente atribuido a Aristóteles. Se trata, posiblemente, de una obra
en la que Gorgias no expresaba puntos de vista personales, sino que polemizaba con los
eleáticos y denunciaba las inevitables consecuencias escépticas de esta filosofía.

Las tres tesis sostenidas por Gorgias en Sobre el no ser o sobre la naturaleza se encuentran
entre las más extremas de toda la entera tradición filosófica: 1) nada existe; 2) si algo
existiese, no podría ser conocido; 3) si algo existiese y pudiese ser conocido, no podría, en
cualquier caso, ser comunicado. Mucho se ha discutido sobre cómo interpretar ideas tan
alejadas del sentido común: ¿se trata de un ejemplo de osadía retórica, una especie de broma
dialéctica apta para desconcertar al auditorio, o bien Gorgias quería realmente sostener este
radical escepticismo cultural, metafísico y gnoseológico, es decir, relativo a la capacidad de
pensar, conocer y comunicar?

Lo que desconcertaba a los filósofos contemporáneos, y que Gorgias en realidad no se


cuidaba de ocultar, era que él no creía en las tesis que sostenía; por el contrario: ante una
simple petición era capaz de imaginar argumentos aptos para probar la tesis contraria,
transformando lo verdadero en falso y viceversa. Como decir que no hay ninguna verdad
absoluta e incontrovertible, sino sólo opiniones; no existe ningún lógos, ninguna explicación
última e inopinable, sino sólo retórica: la persuasión, la seducción intelectual. Todo ello, sin
embargo, no implica para Gorgias el fin de la filosofía: ésta sigue cumpliendo una importante
función orientadora y ayuda a los hombres a elegir las opiniones más útiles, más o menos
adecuadas a la situación real, ya que en un mundo dominado no por la razón sino por el azar,
es importante saber aprovechar la ocasión.

Platón Filósofo griego (Atenas, 427 - 347 a. C.).

Nacido en el seno de una familia aristocrática, abandonó su vocación política por la Filosofía,
atraído por Sócrates. Siguió a éste durante veinte años y se enfrentó abiertamente a los
sofistas (Protágoras, Gorgias…). Tras la muerte de Sócrates (399 a. C.), se apartó
completamente de la política; no obstante, los temas políticos ocuparon siempre un lugar
central en su pensamiento, y llegó a concebir un modelo ideal de Estado. Viajó por Oriente y
el sur de Italia, donde entró en contacto con los discípulos de Pitágoras; luego pasó algún
tiempo prisionero de unos piratas, hasta que fue rescatado y pudo regresar a Atenas.

Allí fundó una escuela de Filosofía en el 387, situada en las afueras de la ciudad, junto al
jardín dedicado al héroe Academo, de donde procede el nombre de Academia. La Escuela,
una especie de secta de sabios organizada con sus
reglamentos, residencia de estudiantes, biblioteca, aulas y
seminarios especializados, fue el precedente y modelo de las
modernas instituciones universitarias.

En ella se estudiaba y se investigaba sobre todo tipo de


asuntos, dado que la Filosofía englobaba la totalidad del saber,
hasta que paulatinamente fueron apareciendo -en la propia
Academia- las disciplinas especializadas que darían lugar a
ramas diferenciadas del saber, como la Lógica, la Ética o la
Física. Pervivió más de novecientos años, hasta que Justiniano
la mandó cerrar en el 529 d. C., y en ella se educaron
personajes de importancia tan fundamental como Aristóteles.

A diferencia de Sócrates, que no dejó obra escrita, los trabajos de Platón se han conservado
casi completos y se le considera por ello el fundador de la Filosofía académica (a pesar de que
su obra es fundamentalmente un desarrollo del pensamiento socrático). La mayor parte están
escritos en forma de Diálogos, como los de La República, Las Leyes, El Banquete, Fedro o
Fedón.

El contenido de estos escritos es una especulación metafísica, pero con evidente orientación
práctica. El mundo del verdadero ser es el de las ideas, mientras que el mundo de las
apariencias que nos rodean está sometido a continuo cambio y degeneración. Igualmente, el
hombre es un compuesto de dos realidades distintas unidas accidentalmente: el cuerpo mortal
(relacionado con el mundo sensible) y el alma inmortal (perteneciente al mundo de las ideas,
que contempló antes de unirse al cuerpo). Este hombre dual sólo podría conseguir la felicidad
mediante un ejercicio continuado de la virtud para perfeccionar el alma; y la virtud
significaba, ante todo, la justicia, compendio armónico de las tres virtudes particulares, que
correspondían a los tres componentes del alma: sabiduría de la razón, fortaleza del ánimo y
templanza de los apetitos. El hombre auténtico será, para Platón, aquel que consiga vincularse
a las ideas a través del conocimiento, acto intelectual -y no de los sentidos- consistente en que
el alma recuerde el mundo de las ideas del cual procede.

Sin embargo, la completa realización de este ideal humano sólo puede realizarse en la vida
social de la comunidad política, donde el Estado da armonía y consistencia a las virtudes
individuales. El Estado ideal de Platón sería una República formada por tres clases de
ciudadanos -el pueblo, los guerreros y los filósofos-, cada una con su misión específica y sus
virtudes características: los filósofos serían los llamados a gobernar la comunidad, por poseer
la virtud de la sabiduría; mientras que los guerreros velarían por el orden y la defensa,
apoyándose en su virtud de la fortaleza; y el pueblo trabajaría en actividades productivas,
cultivando la templanza.

Las dos clases superiores vivirían en un régimen comunitario donde todo (bienes, hijos y
mujeres) pertenecería al Estado, dejando para el pueblo llano instituciones como la familia y
la propiedad privada; y sería el Estado el que se encargaría de la educación y de la selección
de los individuos en función de su capacidad y sus virtudes, para destinarlos a cada clase. La
justicia se lograría colectivamente cuando cada individuo se integrase plenamente en su papel,
subordinando sus intereses a los del Estado.

Platón intentó plasmar en la práctica sus ideas filosóficas, aceptando acompañar a su discípulo
Dión como preceptor y asesor del joven rey Dionisio II de Siracusa; el choque entre el
pensamiento idealista del filósofo y la cruda realidad de la política hizo fracasar el
experimento por dos veces (367 y 361 a. C.).

Sin embargo, las ideas de Platón siguieron influyendo -por sí o a través de su discípulo
Aristóteles- sobre toda la historia posterior del mundo occidental: su concepción dualista del
ser humano o la división de la sociedad en tres órdenes funcionales serían ideas recurrentes
del pensamiento europeo durante siglos. Al final de la Antigüedad, el platonismo se
enriqueció con la obra de Plotino y la escuela neoplatónica.

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