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INDICE
(subrayado: temas preferentes)
La fibra muscular.
Al microscopio.
Inervación y suministro de sangre.
Resumen de la mecánica bioquímica de la contracción- relajación muscular.
Tipos de Fibra Muscular.
ATP: Energía para el Movimiento Humano.
Las Fuentes de Resíntesis del ATP.
El Sistema ATP- PCr (o Sistema de los Fosfágenos).
El Sistema de la Glucólisis Anaeróbica (o Sistema del Ácido Láctico).
El Sistema Aeróbico: El Sistema del Ciclo de Krebs y de la Cadena Trans-
portadora de Electrones.
La estimación de la capacidad metabólica muscular.
Utilización de los substratos energéticos durante el ejercicio físico.
Importancia relativa de los hidratos de carbono y lípidos en el aporte de
energía.
Importancia relativa de las proteínas en el aporte de energía.
Reparto de O2 y de nutrientes al músculo durante el ejercicio físico.
Distribución del flujo sanguíneo.
Débito cardiaco y retorno venoso.
Volumen de sangre.
Tensión arterial.
Ventilación pulmonar.
Capacidad de transporte de oxígeno por la sangre.
Descenso del Pool de Nucleótidos de Adenina (ATP + ADP + AMP) durante el
Ejercicio Físico.
El Ciclo de las Purinas (PNC).
Bibliografía del Capítulo 2.
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La fibra muscular.
Al microscopio.
Por otro lado, la fibra contiene otras estructuras protéicas que juegan un papel im-
portante en la generación de la fuerza (Figura 2.3), como la titina que ayuda a man-
tener el filamento fino centrado entre dos bandas Z durante la contracción, la desmi-
na que unen las miofibrillas entre sí a través de la conexión entre dos bandas Z ad-
yacentes, o la nebulina, junto a la actina, que parece controlar el número de monó-
meros de actina unidos entre sí en un filamento fino (MacArdle y col, 2001).
Figura 2.3. La sarcómera
En el interior del músculo, el tejido conectivo también envuelve los vasos sanguí-
neos y nervios. El músculo esquelético está inervado por grandes fibras nerviosas
que nacen en las neuronas motoras de la médula espinal. Casi todas las fibras mus-
culares están inervadas por una sóla terminación nerviosa localizada hacia la mitad
de la longitud de la fibra. La especial sinapsis que separa las membranas del nervio y
de la fibra se denomina unión neuromuscular y el neurotransmisor que se libera en
la terminación nerviosa para desencadenar la contracción muscular se denomina ace-
tilcolina. Cada una de estas neuronas motoras suele inervar varias fibras musculares,
y su número dependerá del tipo de músculo inervado. A esta neurona motora y a las
fibras musculares que inerva se las conoce con el nombre de unidad motora. Algu-
nas unidades motoras contienen hasta 3000 fibras musculares, mientras otras contie-
nen sólo unas pocas. Esta unidad motora funciona según el principio de todo-o-
nada; es decir, si un estímulo es suficientemente fuerte como para desencadenar un
potencial de acción en una neurona motora, todas las fibras musculares que la com-
ponen se estimulan para contraerse de un modo sincronizado. Entonces, ¿cómo se
controla la fuerza de contracción?. Esta fuerza de contracción puede ser débil o má-
xima segun: 1) el número de unidades motoras reclutadas para esa actividad concre-
ta; y 2) dependiendo de la frecuencia de descarga. Obviamente, si se activan todas
las unidades motoras de un músculo, la fuerza generada será mayor que si se activan
sólo unas pocas. Además, si hay estímulos repetidos que alcanzan a un músculo to-
davía no relajado, la tensión muscular aumenta.
Los vasos sanguíneos están orientados generalmente en paralelo con las fibras mus-
culares y numerosos capilares rodean a cada fibra muscular. Las arteriolas del
músculo regulan el flujo de sangre contrayéndose o dilatándose en función de dife-
rentes estímulos nerviosos, hormonales y locales. Durante el ejercicio físico el flujo
de sangre en el músculo puede incrementarse hasta 100 veces con respecto al de re-
poso, asegurando a cada fibra muscular un adecuado aporte de sangre oxigenada y
un rápida eliminación del dióxido de carbono. Con el entrenamiento de resistencia
aeróbica aumenta el número de capilares alrededor de una fibra muscular, lo que fa-
cilita el aporte de oxígeno, nutrientes y hormonas, y la eliminación del calor y de los
productos de desecho (Figura 2.4).
1º Las vesículas del axón terminal liberan Ach. La Ach difunde a través de la
hendidura y se une a los receptores de Ach del sarcolema.
2º El potencial de acción muscular difunde una onda de despolarización so-
bre el sarcolema introduciéndose tambien en el interior de la fibra vía invaginacio-
nes que nacen en la superficie y que se conocen como túbulos- T.
3º La despolarización de los túbulos T causa una liberación de iones de cal-
cio desde las cisternas laterales del retículo sarcoplásmico. La concentración de cal-
cio en el interior de la fibra aumenta unas 100 veces.
4º Los iones de calcio se unen a la troponina-tropomiosina de los filamentos
de actina. Esto libera la inhibición que evita que la actina se combine con la miosi-
na; es decir, los sitios activos de la actina quedan "visibles" a la miosina.
5º La actina se combina con los grupos de cabeza de la miosina y activa la
miosina ATPasa (o actomiosina ATPasa) que es la encargada de romper el ATP para
liberar energía.
6º La energía liberada con la rotura del ATP se emplea para producir movi-
miento de los puentes cruzados de la miosina. La acción de millones de puentes cru-
zados (acción de “remar”) en muchas fibras origina una tensión que hace que el
músculo se acorte y realice un trabajo.
7º La activación de los puentes cruzados continua mientras la concentración
de iones de calcio permanezca suficientemente alta (debido a la despolarización de
la membrana) como para inhibir la acción del sistema troponina-tropomiosina.
8º Cuando el músculo deja de ser estimulado, la concentración de iones de
calcio disminuye rápidamente, volviendo a las cisternas del retículo sarcoplásmico.
Este proceso también consume energía que procede de la hidrólisis de moléculas de
ATP.
9º Este descenso en la concentración de calcio hace que la acción inhibitoria
del sistema troponina-tropomiosina actúe de nuevo impidiendo que los sitios activos
de la actina queden "visibles" a los puentes cruzados de la miosina.
En definitiva, la fibra muscular precisa del ATP tanto para contraerse como para re-
lajarse. A destacar que durante la transición del reposo al ejercicio la cantidad de
ATP hidrolizado puede aumentar más de 100 veces; por ejemplo, durante un sprint
máximo la necesidad de energía del músculo esquelético puede ser 120 veces mayor
que durante el reposo, y podría llevar al agotamiento de las reservas de ATP teóri-
camente en apenas 2- 3 segundos (McArdle y col. 1991). Incluso un ejercicio físico
aeróbico y prolongado como el ski de fondo puede demandar una cantidad de ener-
gía equivalente a 20- 30 veces la necesaria en reposo. Como la célula muscular al-
macena sólo pequeñas cantidades de ATP (3 a 8mM), y como la actividad muscular
requiere un continuo suministro de energía, la célula tiene que tener sus propias vías
de recuperación del ATP consumido.
Figura 2.8. Mecánica bioquímica de la contracción muscular
Tipos de Fibra Muscular.
Figura 2.10. Imagen microscópica de una biopsia del músculo vasto lateral. En la
imagen de la izquierda las fibras no están teñidas y todas parecen iguales. En la
imagen de la derecha las mismas fibras teñidas con la técnica histoquímica de la
ATPasa con una preincubación a un pH de 10.4 (MacArdle y col, 2001).
Las fibras tipo II se subdividen en (Figura 2.10): 1) IIa, que son consideradas como
intermedias entre le tipo I y II, porque a su velocidad de contracción rápida se une
un desarrollo bastante aceptable tanto de la vía aeróbica como de la anaeróbica para
la transferencia de energía de los alimentos al ATP; 2) IIb, que poseen el mayor po-
tencial anaeróbico; es decir, son las auténticas fibras rápidas-glucolíticas ; y 3) IIc,
que son un tipo raro de fibras indiferenciadas que podrían estar relacionadas con la
reinervación o con la transformación de unidades motoras (Komi y Karlsson, 1978).
Thomson y col. (1979) apuntan que estas fibras suponen menos del 1% de todas las
fibras. El potencial oxidativo de las fibras IIc es parecido al de las fibras tipo I,
mientras su actividad glucolítica es similar al de las fibras IIa (Essen y col. 1975).
Por otro lado, hasta hace poco se pensaba que la histoquímica de la miosina ATPasa
era capaz de reflejar de forma precisa la expresión de las diferentes isoformas de la
cadena pesada de la miosina (MHC) de las fibras musculares aisladas. Sin embargo,
trabajos más recientes han revelado que esta técnica sólo puede identificar la iso-
forma MHC predominante contenida en fibras musculares aisladas (Green 1992;
Staron y col. 1987), pero como una fibra muscular puede contener más de una iso-
forma MHC (Staron y Pette 1987), la histoquímica de la miosina ATPasa podría no
ser suficientemente sensitiva para reflejar las características contráctiles de esa fibra.
Por ello, se han desarrollado técnicas más sensibles, como la electroforesis y la in-
munocitoquímica, para determinar la proporción de isoformas MHC contenidas en
una fibra. Sin embargo, la técnica histoquímica de la ATPasa sigue siendo amplia-
mente utilizada y nosotros, en este módulo, utilizaremos esta clasificación al referir-
nos a los diferentes tipos de fibras.
No obstante, por el momento la clasificación de los subtipos MHC del músculo es-
quelético humano es materia de debate. Algunos autores denominan a los 3 subtipos
principales como I, IIa y IIb (Armstrong 1988), mientras que otros sugieren que el
tipo IIb MHC humano es más parecido al IIx MHC de los roedores (Anderson y col.
2000), y por ello se refieren a ellos como IIx. Sin embargo, parece existir un conti-
nuum de isoformas MHC desde el tipo I IIb/IIx, con fibras que están en transición
entre unos y otros tipos (Anderson y col. 1997).
I IIa IIb
Fondo 71.1 3.1 † 28.5 3.1 † 0.4 0.2
Mediofondo 56.3 2.5 43.3 2.7 0.4 0.2
Recreativo 59.8 2.3 30.2 3.1 10.0 2.7
Los valores son medias SE expresadas como porcentaje. En total se analizaron
7497 fibras. p < 0.05 con relación al grupo de nivel recreativo; † p< 0.05 con re-
lación al grupo de mediofondo.
Tabla 2.3. Determinación de la distribución del tipo de fibra con la técnica histo-
química de la ATPasa (En Harber y col 2020).
ATP: Energía para el Movimiento Humano.
Por lo tanto, durante la contracción muscular, es la hidrólisis del ATP por la acto-
miosina ATPasa la que hace posible que el músculo se acorte. Pero hay otras dos
ATPasas relacionadas con esta contracción muscular. Una es la Na+- K+ ATPasa que
se encuentra en el sarcolema de la célula (Figura 2.6). Su función es la de bombear
iones de Na+ fuera de la célula, e iones de K+ hacia el interior, una vez que ha finali-
zado la despolarización de la membrana, utilizando energía derivada de la hidrólisis
del ATP. La otra ATPasa se encuentra en el retículo sarcoplásmico; hidroliza ATP y
utiliza la energía liberada para bombear iones de calcio (Ca2+ ATPasa) hacia el inte-
rior del mismo cuando cesa el estímulo nervioso y el músculo va a relajarse.
Desde un punto de vista químico es el menos complejo. Está formado por el conjun-
to de moléculas de ATP y de Fosfocreatina (PCr) presentes en cada célula. La resín-
tesis del ATP se consigue mediante la hidrólisis de la PCr; y esto se produce con o
sin la presencia de oxígeno dentro de la célula. Dependiendo del tipo de célula mus-
cular y del nivel de entrenamiento, la concentración de PCr es de 3 a 5 veces mayor
que la de ATP. Sin embargo, el contenido celular de estos metabolitos es muy pe-
queño, sólo suficiente para realizar un ejercicio físico muy intenso durante unos po-
cos segundos. En realidad, sólo hay almacenados fosfágenos de alta energía (ATP y
PCr) para 6 a 8 segundos de un ejercicio máximo (Figura 2.11) (McArdle y col.
1991).
Para Peronnet (1991) las funciones de la glucólisis se pueden resumir en cuatro pun-
tos: 1º) sirve para aportar energía en forma de ATP que pueda ser utilizada directa-
mente en la contracción y relajación muscular. Por cada molécula de glucosa que
entra en la glucólisis se producen 4 ATP, pero hay que restarles los 2ATP que hay
que consumir al comienzo de las reacciones (pasos 1 y 3; Figura 2.12). Por lo tanto
la producción neta es de 2 ATP por molécula de glucosa, o 2 moles de ATP por mol
de glucosa; 2º) sirve para aportar piruvato a la célula, que es la forma como entran
los glúcidos en el ciclo de Krebs y en la cadena respiratoria. Para entrar en el ciclo
de krebs el piruvato se convierte en acetato, lo que conlleva la pérdida de un átomo
de carbono (que se pierde en forma de CO2) y de una molécula de Hidrógeno (H2)
(Figura 2.13); 3º) esta producción de hidrógeno se produce, además de en el paso de
piruvato a acetato, en el paso 6 (Figura 2.12); y es muy importante para la produc-
ción de energía. En efecto, el hidrógeno puede ser transferido a la cadena respirato-
ria para conseguir grandes cantidades de ATP. Sin embargo, este hidrógeno no viaja
sólo porque es muy tóxico para la célula, y por ello es transportado bajo una forma
inofensiva por los "transportadores de hidrógeno" como la nicotinamida adenina di-
nucleótido o NAD (cuando transporta el hidrógeno es NADH2); y 4º) producir ácido
láctico. La formación de ácido láctico a partir del piruvato permite que la glucólisis
no se pare, y continúe aportando energía bajo la forma de ATP. Como acabamos de
ver, en el desarrollo de la glucólisis (reacción 6) se libera hidrógeno que se incorpo-
ra al NAD transformándose este en NADH2. Para que la glucólisis pueda continuar
es preciso que el NAD esté disponible constantemente para aceptar el hidrógeno li-
berado. La célula sólo posee cantidades muy pequeñas de NAD. Por lo tanto tiene
que ser constantemente regenerada a partir de la NADH2. El NADH2 es sólo una
"lanzadera" (shuttle) que transfiere el hidrógeno de una reacción a otra, y el aceptor
final de este hidrógeno es el ácido pirúvico, que se transforma en ácido láctico.
Cuando hay oxígeno disponible y la actividad de la glucólisis es poco importante,
como es el caso del ejercicio prolongado, la mayor parte del hidrógeno liberado en la
reacción 6 de la glucólisis es transferido por la NAD hacia la cadena respiratoria y se
forma sólo una pequeña cantidad de ácido láctico. En este caso, el aceptor final de
hidrógeno es el oxígeno, formándose agua (H2O) (Figura 2.14).
Como vemos en la Figuras 2.11 y 2.14, la resíntesis de ATP por medio de los proce-
sos aeróbicos se produce dentro de la mitocondria de la célula, y requiere la combus-
tión de un substrato en presencia de oxígeno. Este substrato puede encontrarse en el
interior de la propia célula (ácidos grasos libres a partir de los triglicéridos intracelu-
lares y glucógeno) o pueden proceder de fuera de la célula (ácidos grasos libres des-
de el tejido adiposo y glucosa del hígado). El oxígeno tiene que llegar a la mitocon-
dria de las células musculares en cantidades suficientes y, para ello, el sistema car-
diorrespiratorio tiene que ser capaz de aportarlo. Los productos de desecho del me-
tabolismo aeróbico son el agua y el dióxido de carbono (Figura 2.13 y 2.14). El agua
es parcialmente retenida en el cuerpo para ayudar en el mantenimiento de la ho-
meostasis, mientras que el dióxido de carbono se elimina por la respiración. Este
sistema interviene de forma predominante en la resíntesis de ATP durante el reposo
y en cualquier ejercicio físico predominantemente aeróbico (maratón, triatlón, ci-
clismo, futbol, hockey hierba, etc).
El objetivo de esta vía metabólica es muy simple. A partir de una molécula de aceta-
to el ciclo de Krebs libera: 1º) dos moléculas de CO2; y 2º) cuatro moléculas de hi-
drógeno. Además, se genera una molécula de guanosina trifosfato (GTP). Esta mo-
lécula es equivalente, en términos de energía, a una molécula de ATP. El CO2 pro-
ducido se transporta por la sangre hasta los pulmones y allí es liberado a la atmósfe-
ra. Respecto al hidrógeno, es captado por los transportadores de hidrógeno (NAD y
FAD) y lo transfieren a la cadena respiratoria.
La cadena respiratoria está constituida por siete transportadores de hidrógeno que se
transmiten las moléculas de hidrógeno del uno al otro, para finalmente cederlas al
oxígeno (Figura 2.14). El oxígeno es el "aceptor final" del hidrógeno, con el que
forma agua. La cadena respiratoria es una vía metabólica extremadamente interesan-
te.
Figura 2.13. El Ciclo de Krebs.
Figura 2.14. La oxidación completa de una molécula de glucosa, a través de la glu-
colisis aeróbica, el ciclo del ácido cítrico y el transporte de elctrones, da lugar a una
producción neta de 36 ATP.
Bajo condiciones normales de reposo, el músculo esquelético regenera la mayor par-
te de su ATP por medio de la vía aeróbica. Un aumento rápido de la actividad física
se acompaña de una regeneración del ATP principalmente por las vías aláctica (PCr)
y láctica (Glucólisis anaeróbica), y se sigue de una gradual aceleración del metabo-
lismo aeróbico. Si la tasa de utilización energética es similar a la tasa de regenera-
ción por la vía aeróbica, la contribución de los dos sistemas anaeróbicos se reducen
proporcionalmente, dando lugar a niveles relativamente estables de lactato en
músculo y sangre. Sin embargo, si el ejercicio es muy intenso, el sistema anaeróbico
de la glucólisis continuará siendo la mayor fuente de ATP porque el pico de capaci-
dad del proceso aeróbico para suministrar ATP es considerablemente más bajo que
las demandas energéticas del músculo.
Los hidratos de carbono y las grasas son un grupo de moléculas de diferente tamaño
y complejidad con una función primordial, almacenar energía potencial para la re-
síntesis de ATP. En todo caso, que la fibra utilice más un substrato que otro va a de-
pender: 1) de la duración e intensidad del ejercicio, 2) de la preparación física, 3) de
la dieta, 4) del sexo y 5) de las condiciones atmosféricas.
En este tipo de ejercicio, la fatiga está a menudo asociada con el agotamiento del
glucógeno muscular (Hermansen y col. 1967; Vollestad y col. 1984). Cuando se
agota la reserva de glucógeno del músculo se hace muy penoso mantener la intensi-
dad del ejercicio físico a menos que se hayan ingerido carbohidratos previamente y
se mantenga una elevada concentración de glucosa plasmática. La ingestion de car-
bohidratos durante un ejercicio prolongado previene el desarrollo de la hipogluce-
mia y puede retrasar el desarrollo de la fatiga (Coggan y Coyle, 1991). Sin embargo,
la ingestion de estos carbohidratos durante un ejercicio de intensidad moderada
(70% VO2max) no ahorra glucógeno muscular (Coyle y col. 1986; Hargreaves y
Briggs, 1988), aunque sí retrasa la fatiga porque el músculo se abastece de la gluco-
sa plasmática. Como veremos más adelante, el aumento en el metabolismo de gluco-
sa sólo da lugar a un descenso proporcional en el metabolismo de las grasas.
Ejercicio físico breve y de intensidad 100 VO2max: Pascoe y Gladden (1996), que
han realizado una extensa revisión sobre esta materia, definen como ejercicio de cor-
ta duración y alta intensidad aquel que cuando se desarrolla con grandes grupos
musculares, requiere un gasto energético igual o superior a 100% VO2max, lleva a
la fatiga en un máximo de 6 minutos, y las contracciones musculares se desarrollan
con una alta frecuencia (al menos una contracción por segundo). Por lo tanto, son
ejercicios que se realizan, por ejemplo, durante un entrenamiento interválico en atle-
tismo o en ciclismo; o en pruebas como los 50, 100 y 200 metros en natación, o en
ciertos momentos durante la disputa de un partido de futbol, tenis, baloncesto o ho-
ckey. Las vías predominantes de resíntesis de ATP durante un ejercicio máximo o
supramáximo son el sistema ATP- PCr y el sistema de Glucolisis anaeróbica (Gaita-
nos y col. 1993; Jacobs y col. 1983).
Aunque se piensa que las causas más importantes de fatiga durante este tipo de ejer-
cicio físico son la acidosis metabólica y las alteraciones iónicas, no hay que olvidar
que la disponibilidad de hidratos de carbono también puede jugar un papel muy im-
portante. Recientemenete, Gaitanos y col. (1993) encuentran que después de un
sprint máximo de 6 segundos, el 50% de la resíntesis del ATP viene dada por la de-
gradación de la PCr y un 44% a través de la glucolisis anaeróbica.
De la Preparación Física.
Existen grandes diferencias entre individuos en sus respuestas metabólicas al ejerci-
cio. En personas jóvenes y sanas, estas respuestas están determinadas, en gran parte,
por factores genéticos y por el nivel de preparación física. Cuanto mayor es ésta,
mayor es la proporción de energía derivada del metabolismo de las grasas a cual-
quier intensidad submáxima de ejercicio. Es decir, el entrenamiento de resistencia
aeróbica capacita a esa persona para utilizar más grasa y menos glucógeno cuando
realiza un ejercicio físico a una misma intensidad absoluta o relativa (Hargreaves
1992). Por ejemplo, un ciclista bien entrenado puede trabajar sobre su bicicleta al
70% del VO2max y su músculo utiliza aproximadamente un 50% de grasa y un 50%
de hidratos de carbono para resintetizar el ATP (Coyle 1992); en un sedentario, exis-
te un claro predominio de la utilización de carbohidratos cuando trabaja a estas in-
tensidades. Pero, aunque la dependencia de los hidratos de carbono es menor des-
pués de un correcto programa de entrenamiento, los deportistas no tienen que des-
cuidar su dieta rica en carbohidratos ya que, como consecuencia del entrenamiento,
estas personas serán capaces de entrenar mayores volúmenes y/o intensidades de
ejercicio y competir a intensidades más elevadas.
De la Dieta.
Del sexo.
Algunos estudios publicados en los últimos años (Tarnopolsky y col. 1990; 1995)
han demostrado que las mujeres, comparadas con los varones, tienen un menor co-
ciente respiratorio cuando realizan un ejercicio al 65% (Tarnopolsky y col. 1990) y al
75% del VO2max (Tarnopolsky y col. 1995). Estas observaciones indican que en la
mujer se produce una mayor oxidación de lípidos durante el ejercicio de resistencia
aeróbica lo que se acompaña de un ahorro de glucógeno y una menor utilización de
proteínas.
Como sabemos, los aminoácidos son la base de las proteínas del cuerpo y, por tanto,
esenciales para la síntesis de tejidos, hormonas, enzimas y neurotransmisores. Ade-
más, los aminoácidos de cadena ramificada (BCAA) (leucina, valina e isoleucina),
principalmente, participan en el metabolismo energético del músculo. Este impor-
tante papel de las proteínas como substrato energético y como agente anabólico, ha
llevado a muchos investigadores a estudiar las necesidades protéicas de una persona
activa. Frecuentemente se piensa que los deportistas necesitan un mayor aporte de
proteinas para fomentar el crecimiento del músculo y la síntesis de hormonas y en-
zimas necesarias para el metabolismo energético, o para utilizarlos como substrato
energético en el ejercicio. En este apartado vamos a centrarnos en este último punto,
el papel que las proteínas desempañan como substrato energético durante la realiza-
ción de un ejercicio físico.
Tradicionalmente se pensaba que, al contrario de los carbohidratos y grasas, ami-
noácidos y proteínas jugaban un papel mínimo como fuente de energía para el
músculo que está contrayéndose. En estos momentos existen datos para pensar que
esto, efectivamente, se cumple en el caso del ejercicio de fuerza. Por ejemplo, Tor-
napolsky y col. (1991) utilizando una perfusión continuada de leucina durante una
sesión típica de una hora de entrenamiento de fuerza ( 3 series de 10 repeticiones
con nueve ejercicios, al 70% de 1-RM), no observan un incremento en la oxidación
de la leucina ni durante la realización, ni dos horas después de acabar la sesión de
entrenamiento. Aunque son necesarios más estudios, estos datos refuerzan las con-
clusiones de Astrand y Rodahl que en 1977 afirmaban que la contribución de los
aminoácidos como substrato durante el ejercicio de fuerza es muy pequeña. Por el
contrario, ahora sabemos que las proteínas pueden participar hasta en un 10-15% de
las necesidades energéticas para correr un maraton u otro tipo de ejercicios de resis-
tencia aeróbica (Evans y col. 1983; Lemon y Mullin, 1980; Hagerman, 1992).
Ciclo de la Glucosa-Alanina.
Este ciclo ilustra cómo el músculo esquelético puede utilizar aminoácidos para ob-
tener energía y, al mismo tiempo, ayudar al cuerpo a mantener la homeostasis de la
glucosa, particularmente durante el ejercicio. De acuerdo con el esquema propuesto
por Felig y Wahren (1971) (Figura 2.16), los BCAA aportan grupos aminos que son
transferidos al piruvato para formar alanina. Este reacción de transaminación es re-
versible y se produce en el músculo, utilizando el piruvato resultante de la glucolisis.
El siguiente paso es la decarboxilación oxidativa de los esqueletos de átomos de
carbono, por medio de la activación de la enzima deshidrogenasa cetoácida de cade-
na ramificada (BCKD). Esta es una reacción irreversible que tiene por misión con-
vertir estos esqueletos resultantes de la transaminación en productos intermediarios
del ciclo de Krebs (la valina en succinil CoA, la isoleucina en succinil CoA o citrato
vía acetil CoA, y la leucina en citrato vía acetil CoA). Por su parte, la alanina aban-
dona el músculo y a través de la sangre alcanza el hígado donde se desprende del
grupo amino y, por medio de una serie de reacciones conocidas como neoglucogéne-
sis, se convierte en glucosa que se utiliza para mantener los niveles de glucemia. El
grupo amino se transforma en urea y se libera a la sangre.
Como acabamos de ver, parece que la mayor o menor participación de los aminoáci-
dos en las necesidades energéticas de la célula muscular va a depender de la activa-
ción del enzima limitante del metabolismo de los aminoácidos, la BCKD, que nor-
malmente se encuentra en forma inactiva en el músculo (Kasperek y Snider, 1987).
Su activación va a depender principalmente de la duración e intensidad del ejercicio
(Dohm y col. 1987; Kasperek y Snider, 1987); y más que de la duración per se, de la
disponibilidad de substratos alternativos (especialmente carbohidratos). Así, una
dieta inadecuada en hidratos de carbono se acompañará de un agotamiento más rápi-
do del glucógeno muscular y hepático durante el ejercicio y de una mayor utilización
de proteínas (Anderson y Sharp, 1990; Lemon y Mullin, 1980) debido, probable-
mente, a que cuando disminuyen las reservas de carbohidratos se activa el enzima
BCKD (Wagenmakers y col. 1990). Wagenmakers y col. (1991) apuntan que la
combinación de una sobrecarga de hidratos de carbono previa a un ejercicio prolon-
gado, junto con la ingesta de una solución concentrada de glúcidos durante la reali-
zación de este ejercicio, puede prevenir completamente la activación de este enzima.
Por otro lado, la activación del enzima BCKD también está relacionada con la inten-
sidad de la actividad física (Kasperek y Snider, 1987). Sin embargo, sólo una inten-
sidad elevada de ejercicio no parece suficiente porque el metabolismo de estos ami-
noácidos no aumenta significativamente ni durante una sesión de entrenamiento de
fuerza realizada al 70% de 1-RM, ni 2 horas después. Para Lemon (1992), sería ne-
cesario un mínimo de duración del ejercicio físico antes de que la intensidad del
mismo llegue a ser significativa.
Figura 2.17. Distribución regional del flujo sanguíneo en reposo y durante el ejer-
cicio físico.
Además, este aumento del flujo sanguíneo muscular durante el ejercicio físico es
casi instantáneo y alcanza el máximo rápidamente.
Durante el ejercicio, el débito cardiaco aumenta hasta 25- 30 litros/ min, o incluso
más en deportistas de élite. Este incremento del bombeo del corazón está relaciona-
do con la intensidad del ejercicio (Figura 2. 18) y se consigue por medio de un au-
mento de la frecuencia cardiaca y del volumen de eyección (la cantidad de sangre
bombeada con cada latido). En el adulto, la frecuencia cardiaca máxima está inver-
samente relacionada con la edad según la relación:
Volumen de sangre.
Durante la mayor parte de los ejercicios físicos la tensión arterial media tiende a
permanecer estable, o a subir ligeramente. Un aumento significativo de la sistólica
(desde alrededor de 120mmHg en reposo hasta alrededor de 180mmHg) durante el
ejercicio dinámico es debido a que el corazón bombea un mayor volumen de sangre
en un período más corto de tiempo hacia la aorta. Sin embargo, la diastólica tiende a
descender ligeramente durante el ejercicio. La tensión arterial diastólica refleja el
equilibrio entre el aumento del débito cardíaco y el descenso de la resistencia perifé-
rica debido a una marcada vasodilatación de la vasculatura de los músculos activos.
Generalmente, la tensión arterial diastólica en reposo es de 80mmHg, y de 60-
80mmHg durante el ejercicio dinámico. En esfuerzos isométricos, tanto la sistólica
como la diastólica se elevan significativamente a pesar de que el débito cardiaco se
eleva relativamente poco. Esto es así porque la presión intramuscular en los múscu-
los activos durante un esfuerzo isométrico sostenido excede la presión arterial sistó-
lica. Por eso hay un pequeño, o no hay, flujo sanguíneo en esos músculos activos, y
además existe un marcado tono simpático que produce una vasoconstricción en
otros lechos vasculares (excepto en el corazón y cerebro) lo que da lugar a una ele-
vación de la presión arterial periférica. De ahí que la energía necesaria para mante-
ner esa contracción isométrica provenga en gran parte de las vías anaeróbicas.
Ventilación pulmonar.
Estas dos reacciones tienen dos funciones principales (Houston, 1995): 1º) evitar
que aumente excesivamente la concentración de ADP en la célula, manteniendo re-
lativamente elevado el cociente [ATP/ADP, que es muy importante para la hidró-
lisis del ATP, para que genere una elevada cantidad de energía libre. Si la concen-
tración de ADP fuera demasiado elevada, la cantidad de energía libre derivada de la
hidrólisis del ATP restante sería menor, e incluso podría ser insuficiente para el
desarrollo de los procesos para los que se requiere; y 2º) el amoníaco derivado de la
reacción catalizada por la Adenilato desaminasa es una base (es decir, un aceptor de
protones) y puede aceptar un protón pasando a ión amonio (NH4+). Por lo tanto, la
formación del ión amonio a partir del amoníaco hace que disminuya la cantidad de
H+ libres y previene contra el exceso de acidez del músculo (esto es, ayuda a evitar
que baje el pH). Además el NH4+ estimula el proceso de la glucólisis a partir de la
enzima Fosfofructoquinasa (Sugden y Newsholme 1975).
Por lo tanto, durante un ejercicio físico de una cierta intensidad, cuando comienza a
disminuir la concentración de ATP en el músculo, con el consiguiente aumento de la
concentración de ADP, se pone en marcha este mecanismo de urgencia que, en últi-
mo término, evita la depleción completa del ATP de la fibra y, por tanto, la muerte
celular (Banister y col. 1985).
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