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TEMA: ¿QUÉ DEBEMOS HACER QUIENES HEMOS RESUCITADO CON CRISTO?

TEXTO: Colosenses 3: 1-10


3 si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios. 2 poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la
tierra. 3 porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4
cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis
manifestados con él en gloria.5 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación,
impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; 6 cosas por
las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, 7 en las cuales vosotros
también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. 8 pero ahora dejad también
vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de
vuestra boca. 9 no mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre
con sus hechos, 10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó
se va renovando hasta el conocimiento pleno, Colosenses 3: 1-10
INTRODUCCIÓN:
La palabra “ordinario”, según el diccionario de la lengua española, significa común o
corriente, que no destaca por nada especial, se considera algo normal. Sin embargo, la
palabra “extraordinario”, significa que es poco común, que es llamativo porque se sale
fuera de lo convencional, de la regla general; que es mejor y que es mayor que lo
ordinario.
Cuando venimos al conocimiento de la verdad y rendimos nuestra vida a Jesucristo,
cuando la venda de nuestros ojos es quitada y somos llamados de la obscuridad a la luz
admirable, Jesucristo no invita y nos reta a dejar de vivir nuestra vida ordinaria, a fin de
vivir de manera extraordinaria.
La palabra de Dios menciona que los lavados y comprados por la sangre preciosa de Cristo
el Cordero de Dios, somos tanto la sal de la tierra, como la luz del mundo. Como sal, no
podemos vivir insípidamente y como luz no podemos vivir como si tuviéramos falta de
aceite en nuestras lámparas.
La vida de fe debe vivirse de manera extraordinaria, debe vivirse de manera diferente a
como el mundo la vive, si vivimos como el mundo vive, nos volvemos ordinarios, nos
volvemos comunes, nos volvemos corrientes, pero si vivimos la vida ceñidos a la
enseñanza de Jesucristo, seremos hijos e hijas con vidas extraordinarias, seremos
verdaderas luminarias del mundo para la honra y gloria del Padre Celestial.
Si recordamos un poco la vida pasada del autor de esta carta a los Colosenses, el apóstol
Pablo, antes Saulo de Tarso, encontraremos en él, un verdadero ejemplo de lo que implica
pasar de una vida ordinaria a una vida extraordinaria.
Recordemos que Pablo, en su vida de Saulo, fue un fiel perseguidor de la iglesia, a pesar
de que conocía con precisión la ley de Dios, desde su niñez había sido enseñado por los
mejores rabinos como lo fue Gamaliel. Hechos 22:3. Pero a pesar de ello, todos sabemos
que no vivía una vida extraordinaria. 1 Timoteo 1:15; 1 Corintios 15:9. No fue sino hasta
que se encontró con Jesús en el camino a Damasco y su vida fue transformada por
completo, no fue hasta que “decidió” vivir una vida distinta, una vida diferente, una vida
extraordinaria.
Algo muy natural, porque:
¿Cómo podríamos decidir vivir nuestras vidas por encima de lo ordinario, si no hemos
tenido anticipadamente un encuentro con el divino maestro como lo tuvo Saulo? Hechos
9:3-6.
¿Cómo podríamos decidir vivir una vida extraordinaria, si no hemos vivido el milagro de la
trasformación de nuestras vidas operada por Cristo como la tuvo el apóstol? Gálatas
2:20.
Pero aun cuando hayamos tenido un encuentro con Cristo, y hallamos sido transformados
por él.
¿Cómo podríamos despojarnos de la vida común, de la vida convencional, de la vida que
aun estando en Cristo, la generalidad de cristianos vivimos, porque no hemos sentido la
necesidad o no hemos decidido salir de lo convencional, para vivir la vida extraordinaria
que el Señor ha esperado de nosotros?
¿Cómo podríamos aspirar a ella si no lo vemos necesario?
¿Cómo podríamos aspirar a ella, cuando nos sentimos cómodos en la forma convencional
en la que vivimos nuestra vida en Cristo?
¿Cómo podemos espiritualmente dar el paso de la vida que espiritualmente llevamos,
para vivir la vida extraordinaria que Cristo espera de todos nosotros, si no tomamos
determinaciones como lo hizo Pablo una vez que se encontró con Cristo y fue
trasformado?

Mis hermanos él apóstol Pablo, decidió vivir una vida extraordinaria no para los hombres,
sino para glorificar a Dios, el apóstol Pablo, valoró la condición espiritual en la que se
hallaba y de dónde Jesucristo lo había sacado, él dio el más alto valor al sacrificio hecho
en la cruz por su vida, y en base a ello, decidió vivir para Cristo, pero no de una forma
común y convencional, decidió vivir para Cristo de manera extraordinaria.
Tan evidente es lo que estoy afirmando, que en los 14 libros del Nuevo Testamento
escritos por él, podemos admirar la extraordinaria vida en la que anduvo el apóstol Pablo.
Es por ello que exhorta a la iglesia de Colosas y no solo a ellos, sino a nosotros también, a
que si de manera genuina hemos resucitado con Cristo, vivamos una vida extraordinaria
para la honra y gloria de su nombre, resucitar con Cristo, es dejar de mirar al mundo, para
vivir con la mirada puesta en Cristo.
Así que, contestando a la pregunta formulada en nuestro tema de este día, les digo en
primer lugar que quienes hemos resucitado con Cristo:

I.- DEBEMOS PONER NUESTRA MIRADA EN LAS COSAS DE ARRIBA Y NO EN LAS DE LA


TIERRA

Si vamos a la palabra de Dios, en la carta que el apóstol Pablo escribiera a los Colosenses,
podemos leer en los versículos 2 al 4 del capítulo 3, la primera recomendación que
debemos hacer quienes hemos resucitado con Cristo y quienes deseamos vivir una vida
extraordinaria para Cristo, la palabra de Dios dice:
3 si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios 2 poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
3 porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 cuando Cristo,
vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en
gloria. Colosenses 2:3-4.
Debido a que hemos resucitado con Cristo, y debido a que nuestra vida esta escondida
con Cristo en Dios, somos llamados a vivir una vida extraordinaria y tenemos la
responsabilidad de vivir de la misma manera en que Cristo vivió.
Pero, ¿Por qué digo que somos llamados a vivir de manera extraordinaria y que tenemos
la responsabilidad de vivir de la manera en que Cristo vivió?
Lo digo, porque tanto la muerte como resurrección de nuestro Señor Jesucristo, han
traído muchos beneficios a nuestras vidas. El beneficio más grande es que Jesucristo
tomó nuestro lugar, nosotros teníamos que morir como justo juicio por nuestras
maldades y por nuestras rebeliones, nosotros teníamos un alto precio que pagar, pero
Jesucristo murió por nosotros, y anuló el acta de decretos que había contra nosotros, que
nos era contraria, es decir que anulo la deuda, la sentencia de culpabilidad que cada uno
de nosotros merecíamos, y la quito de en medio, dice su Palabra y la clavó en la cruz.
Colosenses 2: 14.
Y después de morir en esa cruz, él resucitó y con su resurrección, hallamos un beneficio
más, ese beneficio es, que él nos dio vida. Por eso el apóstol Pablo dice, que si hemos
resucitado con Cristo, pongamos nuestra mirada en las cosas de arriba y no en las de la
tierra. Poner la mirada en las cosas de arriba es un llamado a vivir con una mente
celestial, con la mente de Cristo.
Pareciera que el llamado es a olvidarnos de las cosas terrenales y enfocarnos en las
espirituales, pero el contexto de los pasajes que leeremos más adelante nos indica que la
orientación es otra. Cuando el apóstol Pablo nos invita a poner la mirada en las cosas de
arriba, nos está invitando a vivir de una manera santa, limpia, espiritual, pura, que fue la
forma en la que Cristo vivió aquí en la tierra.
La mirada puesta en el cielo, tiene que ver con la manera en la que vivimos aquí en la
tierra, si hemos sido resucitados con Cristo, entonces nuestra conducta y nuestra mente
deben ser celestiales, nuestras acciones deben ser santas, nuestros pensamientos deben
ser puros, ¿Por qué? Porque Jesucristo resucitó y nosotros juntamente con él, Jesucristo
dejó la tumba, un lugar de muerte, un lugar de putrefacción, de ahí salió nuestro maestro
victorioso y de ahí también nos sacó, es por ello, que nosotros tenemos la
responsabilidad de andar como él anduvo, de vivir como él vivió, de pensar como él
pensaba, con una mente celestial.
Vivir con la mirada puesta en el cielo, nos indica que nuestra vida debe ser en todo
momento y en todos los aspectos, una vida que glorifique a Dios, cuando ponemos la
mirada en el cielo, no hay manera de ver hacia la tierra, ¿no es así? O intenten ver hacia
arriba y al mismo tiempo intenten ver hacia abajo, y encontrarán que no se puede. O
vemos hacia arriba o vemos hacia abajo, pero no podemos hacer ambas cosas, o nos
enfocamos en las cosas celestiales o nos enfocamos en las cosas terrenales, o somos fríos
o somos calientes, el apóstol Pablo nos invita a ser creyentes ardientes, con la mirada en
Cristo, sin importar las circunstancias de la vida, nos invita a no desfallecer, y nos muestra
la razón, nuestra vida está escondida en Dios. Y si nuestra vida esta escondida en él,
tenemos la seguridad de que él nos sostiene, de que él nos ayuda, de que él nos
fortalece, en medio de cualquier debilidad, él nos hace fuertes.
La única manera de vivir diariamente con la mirada en las cosas de arriba, las celestiales,
es fortaleciendo nuestra relación con Cristo; es apartándonos de las cosas de la tierra, con
las que el diablo nos seduce, y en las que antes vivíamos, es resistiendo diariamente a los
deseos carnales de nuestro viejo hombre, y sometiendo nuestros pensamientos y nuestra
voluntad a Cristo.
Los cristianos debemos andar cotidianamente con la vista levantada, enfocados en las
cosas de arriba y no en las de la tierra. Pues ello, es lo Dios espera de nosotros y ello es lo
que debemos hacer, quienes hemos venido a una nueva vida por el poder de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo.
Pero les digo en segundo lugar, que quienes hemos resucitado con Cristo:
II.- DEBEMOS VIVIR ALEJADOS DE LOS PECADOS QUE ENCIENDEN LA IRA DE DIOS.

Si observamos los versículos 5 al 7 del pasaje devocional que hemos leído, encontraremos
cuales son esos pecados que encienden la ira de Dios, ¿Qué es lo que Pablo menciona en
dichos versículos? Pablo les dice a los creyentes de Colosas.

5 haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones


desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; 6 cosas por las cuales la ira de
Dios viene sobre los hijos de desobediencia, 7 en las cuales vosotros también anduvisteis
en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Colosenses 3:5-7.
Si hemos aceptado la gracia redentora de Jesucristo en nuestras vidas, y si hemos
aceptado que él tomará nuestro lugar para anular la deuda que teníamos como
consecuencia de nuestras maldades, entonces mis hermanos, ¿Por qué aferrarnos a
conductas que menoscaban el sacrificio de Jesucristo en la cruz del calvario? ¿Por qué
olvidamos tan pronto y tan fácil de las promesas hechas a Jesucristo, cuando decidimos
tomar la cruz de Cristo y no volver atrás? ¿Por qué desenterrar la naturaleza carnal y
pecadora de nuestro viejo hombre, cuando Cristo nos ofrece una vida plena, una vida de
paz, una vida de esperanza, una vida eterna? Juan 14:27; Juan 3:16,
Hermanos, quienes hemos resucitado con Cristo, no podemos vacilar y mucho menos
debemos intentar burlar a Dios. Primero, porque Dios no puede ser burlado, y después,
porque una vez que la gracia de Dios se ha derramado sobre nosotros por medio de su
Hijo Jesucristo, retroceder para darle cabida a nuestro viejo hombre, nos coloca en un
problema con Dios, porque la ira de Dios viene sobre aquellos hombres y mujeres, que
deliberadamente le dan lugar a la carne, antes que darle el lugar a Dios en sus vidas.
Hebreos 10:26-29.

Estos pecados groseros no pueden ser parte de nuestra vida cristiana, pues la Palabra de
Dios dice, que si hemos muerto al pecado, no podemos seguir viviendo en él. Romanos
6:2.
Su palabra dice, que la sangre de Jesucristo crucificó a nuestro viejo hombre, para que
nuestro cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Romanos 6:6. Y no habla de nuestro cuerpo físico, sino de la naturaleza pecaminosa que
hay en nosotros.
Esa naturaleza de la cual tenemos la responsabilidad de mantener crucificada ahí en la
cruz del calvario, porque Jesucristo pagó un altísimo precio en la cruz del calvario,
nosotros debemos tomar un verdadero compromiso de hacer morir en su totalidad a
nuestro viejo hombre, de modo que entre el cuerpo de Cristo no se mencionen, mucho
menos se practiquen estos pecados groseros, que comprometen nuestra salvación.
Entonces ¿Cuál es nuestro deber hermanos? Nuestro deber, es vivir apartados del
pecado, pues estos pecados eran característica natural de nuestras vidas alejadas de
Cristo, estaban arraigados en nuestra naturaleza pecaminosa, pero ahora ¿deberían ser
parte de nosotros? Si hemos resucitado verdaderamente con Cristo, y nuestro viejo
hombre ha quedado clavado en la cruz, ¿deberían estas prácticas que ofenden a Dios, ser
parte de la vida del creyente? La respuesta es “de ninguna manera”.
La palabra de Dios nos dice, que hay algo que debemos hacer con estos pecados, ¿Qué es
los que debemos hacer? Lea conmigo la primera parte del versículo 5, dice de la siguiente
manera: “haced morir, pues, lo terrenal en vosotros”. Y pregunto hermanos, ¿Qué
significa haced morir? La palabra morir, significa terminar con algo que tiene vida,
significa acabar con algo que existe; estos pecados, son parte de nuestra vieja naturaleza,
y algo que debemos saber, es que cuando aceptamos a Cristo Jesús como Rey y Salvador
de nuestras vidas, el viejo hombre sigue latente en nosotros, pero no domina nuestra
vida, porque con la ayuda del Espíritu Santo, libramos una batalla a diario con nuestra
carne, en las batallas hermanos, se gana o se pierde, en las batallas, se vive o se muere.
Nuestra lucha es a diario con nuestra carne, con nuestra vieja naturaleza, nuestro deber
es pelear esa batalla, y nuestra meta debe ser, no ceder terreno a nuestro enemigo ni sus
artimañas para que podamos ganar la batalla, debemos hacer morir las obras de la carne
en nosotros, para que podamos vivir. Pablo menciona allí en el capitulo 8, versículos 12 y
13 de su carta a los Romanos:
Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la
carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las
obras de la carne, viviréis. Romanos 8:12-13
No podemos ser cristianos apapachadores del pecado, es decir, que coqueteemos
constantemente con el mundo, y abramos puertas para que el pecado entre a nuestras
vidas, debemos hermanos, cerrarnos por completo a los deseos de carne y
determinarnos de una vez por todas, a vivir para Cristo en integridad y justicia.
Vayan conmigo rápidamente a los versículos 1 al 14 del capítulo 6 de la carta a los
Romanos y lean conmigo, ¿qué es lo que Pablo dice allí?
¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? en
ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido
bautizados en su muerte? porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el
bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en vida nueva.
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también
lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que
no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si
morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo,
habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para
Dios vive. así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en
Cristo Jesús, Señor nuestro. no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo
que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al
pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como
vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la
gracia. Romanos 6:1-14.
Notan ustedes, por qué hemos mencionando que quienes hemos resucitado con Cristo
debemos alejarnos de los pecados que encienden la ira de Dios. Creo que si hemos leído
con atención el pasaje bíblico lo entendemos. Puesto que quienes hemos venido a una
nueva vida por la gracia de nuestro Salvador y Señor, sabemos que nada tenemos que ver
con el pecado, puesto que quienes hemos muerto al pecado ¿cómo viviríamos
nuevamente en él mis hermanos?

Sobre lo expuesto les digo en tercer lugar, que quienes que hemos resucitado con
Cristo:

III.-DEBEMOS ALEJARNOS DE AQUELLOS PECADOS QUE PARECEN PEQUEÑOS,


INOFENSIVOS E INSIGNIFICANTES, PERO QUE POR SER PECADOS GENERADOS POR EL
VIEJO HOMBRE, DEBEMOS HACERLOS MORIR.

En los versículos 8 y 9 del capítulo 3, de la carta a los Colosenses se lee:


8 pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia,
palabras deshonestas de vuestra boca. 9 no mintáis los unos a los otros, habiéndoos
despojado del viejo hombre con sus hechos, Colosenses 3:8-9.
Cuan equivocados estamos al pensar, que pecar delante de Dios es llevar a la práctica los
pecados groseros de los que hablamos, y constantemente defendemos con uñas y dientes
la manera en la que normalmente nos conducimos a diario, ¿no es así?
Somos de los que dicen, “así soy, así me conociste, gritona o gritón, mal geniudo, ahora te
aguantas”; o somos de los que dicen, “así soy de mecha corta y si te parece y si no, no es
problema mío”; o así soy, mal hablado o mal hablada, solo así me hago entender, ¿cuál es
el problema? ¿en que afecta?
Pues hermanos, si somos parte de la fila de creyentes que proceden de esta manera, hoy
topamos con pared, porque la palabra de Dios nos dice mis hermanos, que también estos
comportamientos son parte de la naturaleza del viejo hombre, los cuales también deben
ser desechados de nuestra vida.

Preste atención a lo que nos dice este día la bendita Palabra de nuestro Dios. Efesios 4:17-
32. El pasaje es un poco extenso, pero bien vale la pena que este día abramos bien
nuestros oídos para escuchar con mucha atención la Palabra de Dios.
17 Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que
andan en la vanidad de su mente, 18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de
la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; 19 los
cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer
con avidez toda clase de impureza. 20 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, 21 si
en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está
en Jesús. 22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque
somos miembros los unos de los otros. 26 airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol
sobre vuestro enojo, 27 ni deis lugar al diablo. 28 El que hurtaba, no hurte más, sino
trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el
que padece necesidad. 29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que
sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. 30 Y no
contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la
redención. 31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y
toda malicia. 32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos
a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
¿Hay algo aquí en la palabra de Dios que no sea claro? Todas estas cosas que el Señor por
medio de su Palabra manda que nos despojemos son evidentemente claras, Dios manda
que nos despojemos de cosas con rastros de carnalidad y que erradiquemos de nuestras
vidas cosas cargadas de mundanalidad.
La lista de pecados que Pablo menciona: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras
deshonestas, son tenidas por muchos de nosotros como pecados “insignificantes”, que
los cristianos podemos pasar por alto o ver como normales, porque no vemos ningún
peligro en ellos, pero el apóstol Pablo nos reta a despojarnos de ellos en cada área de
nuestras vidas.
Los pecados de los que hablábamos en Colosenses 3:5, son fácilmente vistos como
incompatibles con la vida cristiana, son más fáciles de señalar y de recalcar como pecados
que ofenden en extremo a nuestro Dios. Pero estos pecados, a los que llamamos
“pequeños, inofensivos e insignificantes”, también son incompatibles con la personalidad
del hijo de Dios, así que debemos despojarnos de estos pecados también.
Pecados que se han convertido en hábitos en nuestra vida, pero que definitivamente no
son buenos hábitos. Por ello, el apóstol Pablo nos exhorta a que nos despojemos de estos
malos hábitos espirituales que dañan nuestra relación con Dios.
Hermanos, cuando una prenda nos comienza a apretar ¿qué es lo que hacemos, nos la
ponemos así, toda apretada y justa? ¿No verdad? De hecho, cuando nos pasa de esta
manera, nosotros mismos estamos incómodos, ¿no es así? No nos sentimos a gusto,
porque esa vestimenta no nos permite estarlo, no podemos respirar, no podemos ni
comer, porque nos queda tan apretada esa ropa, que ya no le entra ni un taco más,
pobres botones hermanos, están pero bien agarrados para no reventar.
Y cuando así nos ha llegado a suceder, qué hacemos con esa ropa hermanos, le
desechamos ¿no es así? la sacamos de nuestro closet, porque ya no va con nosotros. De
la misma manera, hay conductas que ya no deben ir con nuestro carácter cristiano,
conductas que cuando hacemos uso de ellas, nos deben hacer sentir incómodos y
debemos también despojarnos de ellas, como es: La ira, el enojo, la malicia, la blasfemia,
palabras deshonestas, son ropajes que ya no van con nuestra nueva personalidad en
Cristo, y que debemos desarraigarlos de nosotros, aunque nos duela.
¿Por qué es necesario que lo hagamos así? Porque la palabra de Dios nos dice, que no
contristemos al Espíritu Santo que mora en nosotros, es decir, que no lo entristezcamos,
que no le causemos aflicción. Efesios 4:30. Debemos ser hijos e hijas, que con la forma de
vivir y de actuar glorifiquemos cada día a Dios.
La palabra de Dios dice, que el árbol se conoce por sus frutos, Lucas 6:43-45. Y dice
además, que el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón, saca lo bueno; y el hombre
malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo, porque de la abundancia del corazón,
habla la boca. Lucas 6:45.
Pensemos en este día, que fruto deseamos presentar a Dios, que fruto tenemos en este
momento, y que cambios debemos hacer, no para beneficio de Dios, a Dios no le
beneficiamos en nada, no para beneficio de la iglesia, no para beneficio de mi prójimo,
sino para nuestro propio beneficio y bendición, puesto quienes hemos resucitado con
Cristo, como lo hemos mencionando también, debemos alejarnos de aquellos pecados
que parecen pequeños, inofensivos, e insignificantes, pero que caracterizan al viejo
hombre, al cual debemos hacer morir.
Concluyendo les digo en cuarto y último lugar, que quienes hemos resucitado con
Cristo:
IV.- DEBEMOS REVESTIRNOS DEL HOMBRE NUEVO.

Acompáñeme con su Biblia y vayamos al versículo 10, del capítulo 3 del libro de
Colosenses, ¿qué dice allí? dice:
10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando
hasta el conocimiento pleno. Colosenses 3:10.

Regresemos al ejemplo de la prenda que ya no nos queda, dijimos que cuando sentimos
la incomodidad de la prenda, decidimos quitarla de nosotros porque nos es incómoda,
¿no es así? ¿Qué hacemos después? ¿Nos quedamos sin cubrirnos? Por supuesto que no,
nos vestimos con una nueva prenda, una prenda que nos quede, que vaya con nosotros,
que nos haga sentir cómodos y que sobre todo, nos permita vernos bien.
Pues de la misma manera que nos despojamos de la ropa vieja, maltratada, rota,
manchada o incómoda, de esa misma forma, debemos despojarnos de la ropa vieja de
nuestra naturaleza humana, y vestirnos con un nuevo ropaje. Quitarnos la vieja ropa no
es suficiente, debemos revestirnos de una nueva, esa ropa nueva es de la marca “nuevo
hombre”, es una marca de diseño exclusivo, el diseñador se llama el “Espíritu Santo”, y
este reconocido diseñador, es experto en proveer ropajes que vistan a los creyentes de
manera agradable, santa y perfecta. ¡¡¡Aleluya!!!
Usted y yo tenemos una vieja naturaleza que se ha esforzado por controlarnos por mucho
tiempo, en esa naturaleza hemos desarrollado ciertos hábitos, ciertos modelos de
comportamiento en la forma en que decimos y hacemos las cosas. Y así, nuestros
modelos de hábitos y costumbres se han ido formando.
Sin embargo, los hijos de Dios, resucitados con Cristo, contamos con la ayuda del Espíritu
Santo, para librarnos de esos hábitos y pecados que ofenden a Dios nuestro Padre, y con
su ayuda, podemos formar nuevos hábitos. Esto es especialmente cierto para nosotros
los cristianos, porque tenemos el poder del Espíritu Santo dentro de sí, por lo tanto,
debemos revestirnos con la ropa de la nueva naturaleza.
No es posible sembrar la semilla, sin antes preparar (limpiar) el terreno. No es posible
construir un edificio, sin primero limpiar el solar, y esto a veces requiere trabajo difícil y
complicado.
La vida nueva en Cristo es un proceso continuo de renovación, al resucitar con Cristo,
empezamos este proceso y lo continuamos hasta la muerte. Ahora encontramos a
muchos creyentes que no perseveran, por falta de esta renovación, porque es imposible
vivir para Cristo, sin la renovación de nuestro entendimiento, es indispensable que haya
cambio de corazón, cambio del entendimiento, cambio de voluntad y cambio de las
emociones, un cambio del carácter, un cambio radical en nuestra manera de vivir.

Determinarnos a revestirnos, implica reemplazar al viejo hombre, y el deseo de Dios para


nosotros, es que crezcamos hasta que lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento
del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Efesios 4:13.
Esta renovación será posible en nuestras vidas, cuando estreguemos por completo
nuestra voluntad a Jesucristo, cuando consientes de la gracia inmerecida que hemos
recibido, pongamos delante de él, como lo hizo el apóstol Pablo, nuestra vida, nuestro ser,
nuestros pensamientos, nuestras debilidades, y permitamos que el Espíritu Santo nos
renueve por completo de nuestra pasada manera de vivir.

APLICACIÓN:
Debemos mantener nuestros corazones mirando hacia al cielo, hacia la gloria que viene
para nosotros, debemos buscar dar muerte a las cosas terrenales y malas que nos
conducen a la condenación eterna, y abrazarnos de Jesucristo, para que él nos ayude a
revestirnos con las cosas gloriosas.
Tener una mente celestial, significa que buscamos dar muerte a todas aquellas cosas que
nos impiden vivir una vida de santidad, una vida de rectitud, una vida de integridad, una
vida espiritual. Debemos buscar vivir con corazones compasivos, con bondad, con
humildad, con mansedumbre y paciencia, debemos buscar vivir con la paz de Cristo y su
Palabra en nuestros corazones, sirviendo cada día a Dios con gratitud en nuestros
corazones.
Debemos hermanos, revestirnos día a día de las vestiduras del Espíritu Santo, para que
podamos ser vivificados en Cristo, así es como debemos adornar nuestra nueva vida.
Buscamos vivir extraordinariamente para nuestro Dios, como muestra de gratitud al Hijo
bendito, que lo entregó todo por nosotros en el madero, y con lo cual estamos
eternamente agradecidos. Desechemos por completo las obras del viejo hombre y
determinémonos cada día a vivir con la vestimenta del nuevo hombre, para así poder
escribir nuestro nombre en el hermoso Libro de la vida y posibilitarnos una eternidad con
Cristo nuestro Salvador.
Dios les bendiga.

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