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implicaciones éticas
Gonzalo Herranz.
Departamento de Humanidades Biomédicas, Universidad de Navarra.
Intervención en Encuentros Interdisciplinares, IESE.
Madrid, 22 de febrero de 2001.
Después de lo dicho por el Dr. Montuenga, un asunto está claro: las células
madres obtenidas de los organismos adultos parecen tan prometedoras como las
que pudieran obtenerse de embriones y de embriones clonados. Y, además, están
libres de los graves problemas éticos en los que se incurre al producir embriones
clonados y al tener que destruirlos para cosechar de ellos células madre.
Dicho lo cual, cabe hacer dos cosas: Una es abrir inmediatamente un debate
sobre las afirmaciones precedentes. La otra es confesar que lo verdaderamente
importante está ya dicho y llenar el tiempo para justificar el viaje contando una
historia que me parece que puede interesar a personas que se dedican a los
negocios y a quienes les importa la ética de los negocios.
Cuando nació Dolly, hace ahora 4 años, el Gobierno británico se sumó al coro de
voces que clamaban que nunca se aplicarían las técnicas de clonación a los seres
humanos. Un coro de una polifonía inaudita: el Papa y Clinton, la OMS y la
AMM, el Senado USA, el Parlamento Europeo y la Dieta de Japón, el Consejo de
Europa, el Comité nacional francés y la Academia Pontificia para la Vida. Todos.
Sorprendente que en nuestro tiempo de pluralismo ético se condenara algo de
modo tan universal y tan enérgico.
Las dos cámaras, ya lo sabemos, aprobaron por notable mayoría las enmiendas
recomendadas por el Gobierno.
¿Qué pasó para que cambiara tan fuertemente la actitud del Gobierno británico?
Una cosa que no ignoraba es que se había detectado un rechazo, fuerte y notorio,
de la clonación entre la ciudadanía británica. El Wellcome Trust había hecho una
encuesta, muy original y bien diseñada, en 1998: Opiniones del público sobre
Clonación humana. Concluyó: “1. No hay virtualmente apoyo alguno en el Reino
Unido a la clonación humana reproductiva. 2. Mucha gente está también muy
preocupada por los usos terapéuticos de la clonación y no se fía de la capacidad
de los científicos para marcarse reglas. 3. A la gente le gustaría que los
científicos produjeran células muy útiles y órganos o tejidos para curar
enfermedades, pero se siente infeliz sobre el modo en que hay que usar los
embriones para ese fin”.
Estando la gente en contra, ¿por qué el Gobierno fue contra el parecer del
pueblo?
(Entre paréntesis: también la gente en Estados Unidos está contra todas las
formas de clonación, incluida la llamada terapéutica. Una encuesta de
Time/CNN, cuyos resultados fueron difundidos por Reuters el 12 de febrero de
2001, indica que el 72 por ciento de los encuestados “piensan que la clonación no
está justificada para producir órganos que salven la vida de otros”; el 80 por
ciento se oponían a la clonación con fines reproductivos. Muchos de los
interrogados citaron sus creencias religiosas como factor decisivo para su
oposición.)
Lo más curioso de este informe es que fue encargado al Grupo no por el Ministro
de Salud, sino por el de Comercio e Industria. Lo que significa que ya entonces
los intereses comerciales e industriales de la clonación prevalecían sobre las
consideraciones científicas, legales, clínicas o sociales. No se puede olvidar que
para entonces Geron Co. se había hecho con el control de la PPL y del Roslin
Institute de Edimburgo, el centro donde se había clonado Dolly.
Ese fue el tema predilecto del Informe Donaldson. Curiosamente el Informe fue
enviado al Departamento de Salud, que lo publicó bajo el título “Investigación
sobre células madre: progreso médico con responsabilidad”, Un informe del
Grupo de Expertos del CMO que examina las posibilidades del desarrollo de la
investigación sobre células madre y la transferencia nuclear para beneficio de la
salud humana.
Todo fue muy deprisa y en un momento poco propicio para el debate a fondo.
Los miembros del Parlamento, aunque tenían libertad de voto, tuvieron poco
tiempo y pocas posibilidades para estudiar y contrastar el proyecto de ley.
En primer lugar, para ver si era necesaria. El Informe Donaldson decía
claramente que “Las investigaciones para crear embriones por transferencia
nuclear no están prohibidas por la ley de 1990. Lo único que se necesita para que
la clonación sea legal en el Reino Unido es que la HFEA conceda la autorización
a quien la solicite”. Y, curiosamente, la HFEA había dicho en 1998 que no tenía
inconveniente en conceder esa autorización. La nueva Ley no hacía falta. Y la
Ley de 1990 había declarado que era delito la clonación reproductiva. Pero la
clonación toda, la terapéutica era impopular: aprobarla con ese nombre hubiera
sido un desacierto político. Había que hacerlo políticamente correcto, cambiando
el nombre.
Para terminar, ¿por qué tanta prisa? Muchos miembros del Parlamento se
quejaron de que no les dejaran tiempo, que no se creara un Comité parlamentario.
En los discursos de las dos Cámaras -demasiada información en Internet del
Hansard- hubo mucha retórica: no podemos prolongar ni un día más el
sufrimiento de miles de pacientes, el sufrimiento de quienes cuidan de los
enfermos. No podemos colaborar con los oscurantistas. etc.
Pero el debate británico tuvo un tono insistente: era necesaria la Ley para colocar
al Reino Unido a la cabeza de la tecnología de células madre. Estados Unidos se
nos está adelantando. Si el parlamento aprueba la Ley UK volverá a la cabeza de
la carrera. Lo estuvo con Wilmut y Dolly. La carrera no es sólo contra la
enfermedad: es contra los competidores. Las patentes aquí valdrán años de
abundancia. UK ha de ponerse al frente de la investigación de la medicina
regenerativa. “No estamos debatiendo si se puede o no aceptar la investigación
sobre células madre embrionarias. Nos guste o no, la investigación se está
haciendo ya en USA. La industria médica es internacional. La cuestión no es si
tanto si queremos o no luchar contra algunas enfermedades, sino si estamos
dispuestos a tomar las decisiones, a hacer los sacrificios éticos y morales que
fomenten esta investigación aquí. No tenemos que equilibrar los argumentos
éticos a favor de investigar con embriones frente a los riesgos morales de
explotar y destruir embriones. Hemos de decidir si explotar y destruir embriones
vale más o menos que nuestra industria biotecnológica se nos vaya de casa, vale
más o menos que la podamos retener con nosotros. Hemos de hacer algunas
cosas que no nos gustan mucho, pero no podemos dejarla escapar. La cuestión
definitiva es si deseamos o no aprobar ese tipo de investigación a fin de poder
competir sin desventaja en el campo de la biotecnología”.
Todo esto plantea cuestiones muy hondas, que revelan lo perenne del mensaje
cristiano de cuáles son los límites del señorío del hombre sobre el mundo. Juan
Pablo II lo señaló en unas palabras memorables, pero que se recuerdan
demasiado poco, que está en Redemptor hominis, 16. “El sentido esencial del
dominio del hombre sobre el mundo visible, asignado a él como tarea por el
mismo Creador, consiste en la prioridad de la ética sobre la técnica, en el
primado de la persona sobre las cosas, en la superioridad del espíritu sobre la
materia.
Y, para terminar, quiero añadir que este asunto no concierne sólo a los británicos.
Se nos viene encima. Tengo noticias de que el nuevo Ministerio de Tecnología e
Investigación quiere asumir el liderazgo de Biotecnología y que quiere absorber
la CNRHA, decidir sobre lo que se hace con los embriones sobrantes. Y puestos
a competir, si cambiaremos la ley para clonar, o como dice el creador de la ley
para producir nucleóvulos, el neologismo Made in Spain para embrión clonado.
https://www.unav.edu/web/unidad-de-humanidades-y-etica-medica/material-de-bioetica/
conferencias-sobre-etica-medica-de-gonzalo-herranz/la-clonacion-terapeutica-y-sus-
implicaciones-eticas#gsc.tab=0