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Importancia de la Legislación en Salud Mental en el Ecuador

Introducción

En Ecuador, el tema de salud ha generado diversos debates y desafíos

multinacionales, los cuales han estado encaminados principalmente en un planteamiento

globalizado con referencia a una construcción de saberes que permitan expandir y

aplicar diseños viables por medio de políticas, desde un punto de vista ético y no solo

hegemónico relacionado con el modelo biomédico, sino también considerando los

derechos humanos de aquellas personas con enfermedades mentales, desde la inclusión

y la justicia (Silva, 2020).

Desde este enfoque las políticas y leyes ecuatorianas están orientadas a ejecutar

de manera formal diversas estrategias a nivel nacional, que construyan prácticas

institucionales que atiendan a múltiples pacientes con trastornos graves o agudos en los

diferentes niveles de atención. De acuerdo con esta premisa la gobernanza global

plantea que: sin salud mental no existe salud, es así como en Ecuador en el año 2014, el

ministerio de Salud Pública y diferentes autoridades institucionales sanitarias

desarrollaron el modelo de atención a nivel comunitario y un plan estratégico nacional

de salud mental, que considero la subjetividad individual (Moreta et al., 2021).

Desarrollo

La salud mental es fundamental para el bienestar social ya que contribuye a la

ausencia de patologías, mejora aspectos psíquicos y biológicos, lo que aumenta la

introspección, productividad y funcionalidad de las personas (Moreta et al., 2021).

Según Suárez et al. (2021), existen diversos factores que pueden afectar la estabilidad

emocional de las personas y alterar la dinámica social, como las enfermedades mentales,

que se definen como un grupo de padecimientos que pueden generar una ruptura

temporal o persistente con el mundo interno y externo, infiriendo de manera directa en


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la esfera cognitiva. Por lo tanto, la salud mental debe ser una prioridad, ya que permite

que las personas desarrollen actividades cotidianas, físicas, laborales y se autorrealicen

(Caicedo et al., 2021).

En cuanto a la salud mental en Ecuador, existen insuficientes estudios sobre las

condiciones, incidencia y prevalencia de las enfermedades mentales. Sin embargo,

Ecuador es uno de los países sudamericanos que destinan fondos del estado en el

presupuesto sanitario, siendo apenas el 2% consignado al tratamiento de personas con

afecciones mentales (Cornejo y Mejía, 2019). Suárez et al. (2021) mencionan que se han

desarrollado diversas estrategias para mejorar la salud mental de la población en el país,

pero existen múltiples dificultades como el subregistro de enfermedades, falta de

recursos humanos capacitados y poca disponibilidad institucional tanto en el sector

público como en el privado.

En el año 2014, Ecuador diseñó un plan fundamental de atención en salud

mental con énfasis en el abordaje comunitario, que tuvo como antecedente el Plan

Nacional de 1999. Es importante señalar que durante décadas se mantuvo un modelo

hegemónico tradicional, basado en una visión aparentemente científica que no

consideraba aspectos socioculturales y psicosociales de la población ecuatoriana. Este

modelo sostenía al hospital psiquiátrico como centro de atención. Por lo tanto, fue

necesario realizar una reforma en la atención de salud mental en Ecuador para

garantizar los derechos humanos de las personas con enfermedades mentales, más allá

de su condición diagnóstica, considerando diversos factores adicionales (Silva, 2020).

Mencionado plan propone reforzar la rectoría del Ministerio de Salud desde un

abordaje integral (MAIS), enfocado en cuatro factores importantes: promoción,

prevención, atención de la salud y rehabilitación a nivel comunitario. Este plan busca

constituirse como un instrumento legal diferente a los diversos enfoques sanitarios que
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han predominado en las últimas décadas en el país. En consecuencia, busca redefinir el

rol de los diferentes profesionales de la salud, haciendo énfasis no solo en una

intervención individual, sino también trasladándose hacia la comunidad. De esta

manera, el profesional forma parte de la realidad objetiva de los pacientes que acuden a

consulta (Montesinos y Racines, 2019).

Esta propuesta de atención integral destaca la importancia de generar nuevas y

mejores leyes que resguarden los derechos de las personas con afecciones mentales, así

como la importancia de una intervención multidimensional. Por esta razón, se hace

mucho énfasis en la incorporación de planes comunitarios de prevención, así como en la

creación de organizaciones locales de servicios de salud. Esto resulta eficiente desde

una estrategia de atención primaria, ya que mejoraría el acceso de la población a

diferentes servicios, facilitando la promoción comunitaria en temas de salud mental.

Esto, a su vez, prevendría el desarrollo de enfermedades mentales, reduciendo de esta

manera el perjuicio y estigma asociado a las personas afectadas (Campodónico, 2020).

Aunque existe este plan, aún no concurre una ley específica y especializada en

materia de salud mental. Durante los años 2019 hasta el 2021, se han presentado

proyectos de ley a la Asamblea Nacional del Estado, pero ninguno ha sido clasificado ni

siquiera para un primer debate. Esto sugiere la presencia de políticas pobres e

ineficientes (Cárdenas y Parada, 2021). Razón por la cual, la legislación en salud mental

es de suma importancia en Ecuador, ya que es vital garantizar dentro de un marco

jurídico el derecho de la salud mental hacia todas las personas. Lo que implica que se

diseñen políticas públicas y privadas que amparen y promuevan la prevención,

diagnóstico, tratamiento oportuno y eficiente (Guarderas et al., 2021).

El objetivo principal de la legislación en salud mental es proteger los derechos

humanos de las personas que sufren trastornos mentales, con el propósito de evitar el
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estigma y discriminación social. Además, de tener presente la importancia de la

participación de la comunidad en temas de salud mental, mediante una participación

activa, garantizando de esta manera el acceso a servicios con un enfoque intercultural de

calidad (Castaño y Quintero, 2022). La legislación ecuatoriana en salud mental se

encuentra amparada por la Constitución de la República y la Ley de Salud Mental, las

cuales delimitan los lineamientos de atención, así como también la protección de

derechos humanos, reconociendo la importancia de la interculturalidad por medio de la

participación de las comunidades y organizaciones en la generación de políticas de

atención (Anchundia et al., 2022).

El Estado tiene la responsabilidad de proveer y asegurar servicios de atención a

la población, respetando tres perspectivas principales. En primer lugar, la perspectiva de

independencia ortodoxa sugiere crear condiciones en las cuales los sectores privados

puedan participar y ofrecer servicios de acuerdo con los perfiles epidemiológicos de la

población, protegiendo los derechos de las personas. Aunque no puede garantizar la

competencia libre, el Estado debe respaldar la seguridad de los usuarios en su

evaluación individual (Guarderas et al., 2021).

En segundo lugar, la perspectiva de libertad redistributiva exige que el Estado

fomente la universalidad y desarrolle estrategias alternativas para mejorar la calidad de

vida de las personas, creando oportunidades en áreas como la salud mental, la educación

y el empleo. Se debe tener en cuenta la participación de los sectores privados para

beneficio de la sociedad, con el objetivo de mejorar los estilos de vida y evitar aspectos

negativos que puedan afectar la estabilidad de las personas. Este enfoque considera que

la marginación y la pobreza son agentes que generan vulnerabilidad y, por lo tanto,

causan enfermedad. Su modelo busca que todas las personas tengan acceso libre a
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servicios sanitarios, sin importar su condición socioeconómica, promoviendo una

relación entre el Estado y el mercado (Guarderas et al., 2021).

En tercer lugar, el enfoque marxista basa su ideología en la prevención y

tratamiento, considerando los aspectos individuales de manera objetiva. La salud mental

debe transformarse con relaciones conjuntas, basadas en el respeto, igualdad de

oportunidades y derechos. El Estado debe considerar la salud mental como eje

prioritario en concordancia con los derechos humanos. Además, los fondos estatales

deben ser financiados por el Estado y formar parte del presupuesto general, lo que

garantiza la gratuidad de los servicios de salud y la integridad de los usuarios. Estos

ideales aseguran el respeto y cuidado de las personas en su salud mental (Guarderas et

al., 2021).

Conclusión

El gobierno tiene la responsabilidad de asignar recursos económicos sostenibles

a largo plazo para el sector sanitario, educativo y social, con el objetivo de prevenir y

reducir las enfermedades mentales en la población ecuatoriana. Sin embargo,

actualmente solo se destina el 2% del presupuesto estatal al tratamiento de patologías

mentales, lo que es insuficiente.

Es crucial implementar políticas viables para la prevención, promoción y

tratamiento de las enfermedades mentales, ya que las personas que las padecen

experimentan dificultades cognitivas, comunicativas y sociales. Los factores

etiopatogénicos y los cambios en la dinámica interna pueden alterar la relación de la

persona con su entorno de manera parcial o temporal.

En Ecuador, se están implementando planes estratégicos de salud basados en la

comunidad e interculturalidad, con un enfoque en la protección de los derechos

humanos y la reducción del estigma social, promoviendo la inclusión de la salud mental.


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Estos planes deben considerar no solo el diagnóstico, sino también la individualidad del

paciente, así como un tratamiento integral y multidisciplinario que involucre a la

comunidad. Aunque existen estas propuestas, aún se requiere una implementación más

eficiente de las mismas, reafirmando la importancia de los fondos del estado destinados

a la salud mental.

Bibliografía
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