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En su ensayo Vivienda-Calle-Ciudad

(1927), Mondrian daba una descripción muy precisa del cambio necesario en la
sociedad si la arquitectura como entorno había de ser realidad:
"La condición desigual de los individuos que forman la masa produce una tendencia
natural que lleva a cada uno a escapar de los otros. La causa fundamental de toda falta
de armonía debe buscarse en el individuo; mientras siga siendo como es en el presente,
nunca será capaz de crear un entorno físico armonioso. En la era primitiva la vida
colectiva se apoyaba en la igualdad entre los elementos de la masa... El lugar donde a la
gente le gustaba vivir -el espacio privilegiado - era el exterior. En el curso de la civilización
la situación ha cambiado, el instinto natural y lógico de sentirse a sí mismo parte de una
unidad ha desaparecido enteramente, y con ello la posibilidad de una vida colectiva.
Nunca nos habíamos preocupado tanto por la vivienda: el exterior se ha reducido a un
espacio para la circulación (la calle) y para tomar el aire (el parque)... de modo que el
individuo puede desarrollarse concentrándose en sí mismo, no obstaculizado y
desinhibido por los otros...
"Por consiguiente, el neoplasticismo no mira la vivienda como un lugar de separación,
aislamiento orefugio, sino como una parte del todo, un elemento constructivo de la ciudad.
Y ésta es la gran dificultad del presente; la ciudad se opone al nuevo concepto de la
vivienda. Atreverse a vivir en un período de discordancia reclama coraje y firmeza. Hoy,
por miedo a la discordancia no avanzamos; peor todavía, nos adaptamos al pasado. Pero
es necesario, no adaptarse, sino crear...
"Debemos considerar la vivienda y la calle, así como la ciudad, como una unidad formada
de planos compuestas por medio de contrastes equilibrados, eliminando toda
exclusividad. El mismo principio se aplica al interior de la casa. No puede seguir siendo un
cúmulo de habitaciones formadas por cuatro paredes, con agujeros para las puertas y las
ventanas, sino una construcción infinita de planos coloreados y no-coloreados integrados
en el mobiliario y los objetos que no serán nada en sí mismos, sino que representarán una
parte como elementos constructivos del conjunto. ¿Y el hombre? Nada en sí mismo,
quedará absorbido en el todo, y entonces -al haber abandonado su pequeña
individualidad miserable- será feliz en este edén que él ha creado”*35

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