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Ha sido desde finales del siglo XX que desde el mundo académico en los países
occidentales se presta especial atención a los países árabes, a la religión musulmana y
cristiana en estas regiones, además del islamismo o fundamentalismo islámico. Desde
occidente, el islamismo o el fundamentalismo ha sido percibido con connotaciones
negativas, ello se debe a diferentes atentados terroristas que se han sucedido
principalmente desde el comienzo del siglo XXI. Principalmente los atentados del 11 de
septiembre en Nueva York y Washington D.C en el año 2001. A partir de aquí el gobierno
de George Bush declaró la guerra contra el terrorismo, con el apoyo de otros países.
Destacan también los atentados del 11 de marzo de 2004 en España, el del 7 de julio de
2005 y 3 de junio de 2017 en Londres. Estos acontecimientos, junto con las guerras de
Afganistán e Irak, han sido una de las razones por las que desde occidente se percibe el
fundamentalismo, el islamismo e incluso la religión musulmana como algo peligroso. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que estos no son fenómenos o realidades homogéneas,
sino que están fragmentadas en muchas corrientes de pensamiento con muchos matices y
diferencias.
Con el siguiente ensayo pretendo dar una visión lo más clara posible de las diferentes
corrientes de pensamiento que han surgido alrededor del siglo XX en los países no
occidentales, poniendo el acento en aquellos árabes. Para así poder entender mejor los
sucesos que han marcado su historia durante el último siglo, relacionar las diferentes
religiones con corrientes de pensamiento político, ver hasta que punto van unidos y si un
pensamiento político liberal típico de occidente es compatible con el pensamiento
religioso de estos países. Finalizando con una reflexión sobre la evolución del islamismo,
y posibles soluciones al terrorismo que tanto preocupa en occidente.
En primer lugar, cabría definir a que nos referimos cuando hablamos de lo “no
occidental”. La perspectiva no occidental surge en 1905 con la derrota de Rusia a manos
de Japón, evidenciando la posibilidad de derrotar a Europa y llegando el fin de la supuesta
“superioridad europea”. El término no occidental aplica a diversos campos, el geográfico,
político, económico, hegemónico y racial, ente otros. Prestando atención a estos se puede
clasificar a los países entre occidentales y no occidentales. Aquellos no occidentales
acabarían siendo los del continente asiático, africano y la región de América Latina, todos
estos continentes comparten el hecho de que han sido colonizados en algún momento por
los países occidentales o bien han estado sometidos a presiones militares por parte de
estos (Parekh, 2013).
Empezamos ahora con el concepto “islamismo” para hacer un repaso de los diferentes
tipos de pensamiento político no occidental. Amirah define el islamismo como “aquel
proyecto ideológico que integra el Islam como instrumento de acción, movilización o
identificación política” (Amirah, 2013). Una característica fundamental del Islam es que
engloba todos los aspectos de las vidas de sus seguidores. El islamismo por tanto pretende
la aplicación política de los principios de la religión musulmana a la vida política y a
todos sus ámbitos. En la actualidad hay diferentes corrientes de islamismo, desde las más
moderadas hasta las más radicales. La aplicación a la vida política de estos principios
significaría basar también el derecho que rige a las personas en la “ley islámica”, “la
sharía”. Otras definiciones proponen que se trata de una ideología política que busca la
restauración de un orden islamismo basado en la sharía o ley islámica, y que se opone a
la modernización, secularización y especialmente a la occidentalización en las sociedades
árabes-musulmanas (Romero y Troyano, 2013). No se puede decir que el islamismo siga
una corriente definida, ya que son diversas las interpretaciones y modalidades de este. Sin
embargo, todas las modalidades de islamismo perciben la violencia como una herramienta
legítima para fines políticos, además del anhelo por los regímenes islámicos del pasado,
y tienen vocación de restaurarlos. Existen tres tipos de islamismo o terrorismo islámico:
el que pretende islamizar un Estado ya existente, el que pretende crear un nuevo Estado
e islamizarlo posteriormente, y, por último, el terrorismo global (Romero y Troyano,
2013). El primer modelo de terrorismo islámico mencionado consistiría básicamente en
alterar mediante la fuerza la distribución del poder en el seno del Estado ya existente, se
trataría por tanto de una islamización “desde arriba”. El segundo modelo, llamado
“terrorismo de liberación” consiste en emancipar un territorio y después islamizarlo. Este
es el que suele tener más respaldo por parte de la ciudadanía, ya que esta lucha adquiere
no solo una dimensión política y religiosa, sino un componente de liberalización nacional,
y funciona mediante la lógica de “acción-reacción-acción”. La legitimidad en este
proceso se basa en las simpatías de los ciudadanos ante la liberalización de un Estado
opresor e invasor. Por último, el terrorismo global, que aspira a la reunificación de toda
una comunidad de creyentes en el Islam, todos ellos bajo la misma entidad política y las
leyes del Islam. Los orígenes intelectuales del islamismo se encuadran en la primera mitad
del siglo XX. Este ha sufrido cambios con el paso del tiempo, los primeros proyectos
islamistas tienen su origen en los años 20, aunque no fue hasta la década de los 70 y los
80 que adquirió una relevancia global. Durante la década de los 70 se produjeron una
serie de procesos de islamización social y tuvo como consecuencia el avance de
movimientos de índole religiosa (Amirah, 2013). Sin embargo, en la década de los 90 se
produjo un giro, se extendió la idea de que los islamistas no eran capaces de alcanzar el
poder político para llevar a cabo esa transformación que tanto propugnaban (la creación
de un Estado Islámico). Fue entonces cuando algunos académicos introdujeron el término
“posislamismo” para referirse a la cambiante relación entre el Islam y la política debido
a las limitaciones de este.
Por otro lado, dos de las ramas del Islam: sunismo, chiismo. El primer grupo constituyen
la mayoría y es la corriente tradicional de Islam. Sin embargo, los chiitas toman una
interpretación más abierta de los textos islámicos y tienen una jerarquía de clérigos. El
salafismo es también una de las diferentes tendencias dentro del islamismo, los salafistas
integran los movimientos culturales sin un programa politico definido. A diferencia de
otras corrientes más abiertas, el salafismo se remite a una única y verdadera interpretación
de los textos sagrados (Amirah, 2013). Además, el conocimiento de la verdad lo pueden
tener únicamente los ulemas, los cuales son la autoridad incuestionable.
Estas diferentes tendencias del pensamiento politico no occidental han tenido diferentes
representaciones, en forma de evolución de los sistemas políticos de los países, ataques
terroristas, etc. En este contexto cabe tratar el fenómeno de la Primavera Árabe y los
cambios estructurales en las sociedades árabes que este provocó. Supuso un giro en
materia demográfica, económica y cultural mediante el cual se pretendía hacer frente al
imperante autoritarismo, corrupción y falta de oportunidades. Se produjeron en este
contexto numerosas transiciones económicas, así como elecciones democráticas. A pesar
de que los islamistas no fueron los promotores de estas transformaciones, posteriormente
la participación de los grupos más jóvenes seria clave en las revueltas y en el futuro
desarrollo de las movilizaciones sociales. Surge de aquí una nueva relación entre Estado
y la sociedad devino a las transformaciones de los modos de gobierno, fruto de esta
transformación y movilización social de la ciudadanía, los gobiernos elegidos
democráticamente deberán tener la obligación de responder a las demandas ciudadanas.
En muchos de estos países, la ciudadanía crece sin expectativas de poder incidir en las
decisiones políticas además de con miedo al poder. Esto es el resultado de la larga
trayectoria de gobiernos y regímenes que pueden establecer el poder sin ningún tipo de
contrapeso. Cabe destacar la importancia de las nuevas tecnologías y la difusión que las
redes sociales permiten en el contexto de la Primavera Árabe ya que sirvieron para
propagar las intenciones de protesta y el descontento, logrando que llegara a una gran
cantidad de personas. Ahora es la ciudadanía la que tiene la capacidad de difundir
información, y ya no es solo un mero receptor de la información que las elites políticas o
los medios de comunicación difunden. En este contexto de las Primaveras Árabes llegan
al poder grupos o lideres islamistas mediante sistemas políticos pluripartidistas (Amirah,
2013). Estos nuevos islamistas defienden que la religión debe tener un papel central en el
sistema politico, aunque no exista un consenso en su alcance ni a que aspectos deba
afectar, ello impide que los islamistas puedan llegar a establecer un Estado laico ya que
irían en contra de su naturaleza de ser así. Debido a esta ideología diversa e indefinida, el
Islam politico alcanza diversas formas. El único motivo por el que los islamistas se
sumaron a las revoluciones de movimientos no religiosos fue para derrocar a los
regímenes totalitarios, pero, como ya se ha dicho estos no son ni capaces de establecer el
Estado Islamista que propugnaban ni pueden transformar el Estado en laico.
Revisando casos particulares, vemos como tanto en Túnez como en Egipto son varios los
partidos islamistas que ascienden al poder mediante elecciones por el deseo de la
población de que por fin alguien moralizara la vida pública, finalizara con los largos
periodos de corrupción política además de fomentar la redistribución de la riqueza y otras
reformas necesarias. En Túnez, el partido islamista En-Nahda logro la presidencia del
gobierno, por otra parte, en Marruecos, el Partido Justicia y Desarrollo consiguió colocar
al primer ministro. En Egipto los Hermanos Musulmanes (precursores del islamismo
moderno y una de las organizaciones islamistas más antiguas) ganaron también las
elecciones presidenciales con el candidato Mohamed Morsi. Sin embargo, a pesar de ser
estos los resultados y que la mayor parte de la población en estos países sea musulmana,
ello no significa que fueran a votar a partidos islamistas (si se presta atención a los índices
de participación) (Amirah, 2013).
Por otra parte, observamos entre los casos de ascenso o difusión del terrorismo a la
organización terrorista Al Qaeda, surgida durante la guerra de Afganistán contra la Unión
Soviética. Bin Laden afirmaba en 1996: “[...] El pueblo del Islam ha sufrido la agresión,
la vergüenza y la injusticia impuesta por la alianza sionista-cruzada y sus
colaboradores...” (Romero y Troyano, 2013). Surge de la carencia de libertades políticas
e individuales. Los movimientos terroristas islamistas han creado una extensa red
asistencial que en cierto modo se hace cargo de algunas de las funciones que debiera
cubrir el Estado. Esta asistencia les proporcionó un enrome apoyo por parte de la sociedad
llegando a constituirse en algunos países como la principal fuerza política o a un número
considerable de escaños.
Por último, y a modo de conclusión quisiera enfatizar en la visión desde occidente del
mundo islámico, para, en línea con lo que dicen Antonio Romero y Yolanda Troyano,
sobre los modos con los que acabar con el terrorismo islámico. Qué, si bien no es
representativo de todas las corrientes del pensamiento no occidental, si se utiliza como
arma para crear terror, tanto en los países árabes como en los occidentales (aunque en
menor medida). Por tanto, en la lucha contra el terrorismo cabria analizar desde diferentes
perspectivas (no solo la occidental), como surgen estos movimientos y organizaciones
terroristas y cuáles son los motivos por los que han tomado el método de la violencia
como “modus operandi”. Lo cierto es que el terrorismo surge como reacción a un
profundo descontento existente ante los continuos abusos por parte de Estados Unidos
principalmente, en su política exterior dentro del mundo árabe. Además de la existencia
de pobreza, marginación, discriminación, falta de oportunidades, desigualdades. Por
tanto, detrás del surgimiento y desarrollo del terrorismo hay potencias occidentales. Cabe
además tener en cuenta que las políticas antiterroristas a menudo provocan unos efectos
no deseados en el grupo contra el que van. Es por ello, que cuando se elaboran políticas
antiterroristas sería conveniente una visión amplia que vea el problema desde su raíz, y
no se refiera solo a los efectos que el terrorismo tiene. Se podrían haber evitado así,
guerras como la de Afganistán, consecuencia de la “lucha contra el terrorismo” de George
Bush a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001. En este caso, la respuesta
fueron una serie de medidas internacionales para hacer frente al terrorismo además de una
coalición. Sin embargo, ha sido evidente que esta estrategia no ha sido efectiva,
especialmente después de que Estados Unidos retirara sus tropas del territorio afgano en
el verano de 2021 con el gobierno de Joe Biden. Este fracaso abre el debate de como
elaborar estrategias que no solo derroten el terrorismo islámico, sino que lo hagan
innecesario, dadas las causas por las que este ha aparecido.