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PERÍODO ARCAICO III: CERÁMICA, PINTURA Y ARTES

MENORES
Los vasos griegos estaban hechos de una clara arcilla rica en hierro burda que se
volvía de un color naranja rojizo cuando era cocida. El diseño era bosquejado en
líneas generales, luego rellenando usando arcilla refinada como pintura. Los detalles
eran añadidos con una herramienta de grabado, rascando a través de la capa de
pintura a la arcilla de abajo. El vaso era cocido en un horno a una temperatura de 800º
con la oxidación consiguiente, volviendo a la cerámica de un color naranja rojizo. La
temperatura era aumentada a unos 950º con las aberturas del horno cerradas y con
madera verde añadida para eliminar el oxígeno. El vaso se volvía negro. La etapa final
requería que las aberturas fueras reabiertas para dejar entrar oxígeno al horno, para
permitir enfriarlo. La pieza volvía a su color naranja por la renovada oxidación,
mientras que la capa pintada se quedaba del color negro satinado creado en la
segunda etapa. Aparte del negro, los otros colores podían ser usados modificando las
características de la arcilla usada para pintar el vaso. El más común era un blanco
amarillento derivado de una purificada arcilla ferrosa, y un rojo violáceo derivado de la
misma arcilla refinada usada para producir las áreas negras mezclada con ocre (óxido
de hierro rojo) y agua.
El simposio y sus vasos: La pintura cerámica de los Períodos Arcaico y Clásico se
desarrolló sobre unos vasos de formas concretas, y usados en su mayor parte para un
festejo muy particular: el simposio. Cada forma ofrece sus propias posibilidades
decorativas y sugiere una temática acorde con su uso.
Hidria: gran vasija con dos asas horizontales y una vertical con la que se traía el agua
de la fuente para mezclarla con vino.
Ánfora: vasija con dos asas verticales para transportar el vino. A veces se la sustituía
por el pélice, más panzuda y pequeña. Arece que el psicter tuvo dos usos: llevar vino
frío o nieve o agua fría para enfriar el vino.
Crátera: agua y vino se mezclaban en una gran vasija de amplia voca.
Tipología: crátera de columnas, de volutas, cáliz y campana. Otras veces se podía
utilizar un leves o dinos, colocado sobre una base independiente. El stamno, más
pequeño y con tapadera, se relacionaba con el culto a Dioniso.
Enocoe: una vez vertido el vino y el agua, se mezclaban con el cazo y se extraía con
una jarra, que se llama enocoe si tenía pico u olpe si la boca era circular.
Cílice: finalmente de la jarra se vertía el líquido en las copas para beber. La más
común era la cílice, muy ancha y con dos asas horizontales. De uso muy cotidioano es
también el escifo, una especie de taza. También podían utilizarse el ritón, con forma
de cabeza de animal, el kántharos, copa con dos grandes asas veticales y también
relacionado con el culto a Dionisio.
Otras formas no relacionadas con el simposio son las ánforas panatenaicas, que
sirvieron como premios en Atenas; el lutróforo o leves nupcial para bodas, píxides o
lekánidas… etc.
Talleres cerámicos regionales: cerámica corintia, laconia y calcidia: Si las vasijas
son de uso común en el ámbito griego, su decoración pintada siguió manteniendo en
el siglo VI su carácter regional y localista hasta que a finales del Arcaísmo Atenas
impuso su dominio que supuso el cierre de los demás alfares.
Corinto fue la gran competidora de Atenas pero el agotamiento de sus talleres coincide
con el creciente poderío de Esparta, surgiendo la cerámica laconia, muy activa desde
el 570 al 520 a. C. Se caracteriza por sus fondos blancos y figuras negras.
En Magna Grecia el mejor alfar se estableció en Regio. Allí se produjo entre el 550 y
500 la cerámica calcidia, que se distribuyó por la costa italiana. Su principal artista, el
Pintor de la Inscripción conocía la pintura corintia y ática y desarrolló múltiples mitos
ilustrados con inscripciones en alfabeto calcidio.
Las “figuras negras” atenienses: Sólo Atenas, entre todas las ciudades de la
Hélade, tuvo el privilegio de llevar una producción cerámica ininterrumpida desde la E.
Oscura hasta el Helenismo. Para ello fue capaz de aceptar y fomentar la personalidad
de sus artistas y plantearse la exportación a gran escala.
Los propietarios de alfares, a los que llamamos “alfareros” deseaban darse a conocer
y firmaban con la fórmula “X epoiese” (X hizo).
Algunos tuvieron gran prosperidad y sus propietarios sabían que buena parte de su
éxito dependía de los pintores que pudiesen contratar. De ahí que permitiesen a los
más brillantes firmar sus obras con la fórmula “X egrafse” (“X dibujó”). Algunos
alternaban la decoración de vasos con la realización de cuadros en terracota. Cuando
no firmaron ninguna obra, los conocemos como “Pintor de X”, siendo X el nombre del
alfarero para el que trabajaron. Cuando no dejan firma los investigadores les dan
nombres convencionales, alusivos a su estilo, a su temática o a alguna pieza de
particular interés.
Primeros artistas: A principios del siglo VI a. C la cerámica ateniense comienza a
producir y vender vasos para el simposio, un campo en el que Corinto llevaba la
delantera. Entre los seguidores del Pintor de Neso destaca el Pintor de la Gorgona
(600 – 580 a. C) que mantiene un juego de colores simple, donde el negro apenas se
ve alterado por toques en blanco y rojo carmín; reafirma el papel de los frisos de
animales a lo corintio en las partes secundarias del vaso. Destaca el gran dinos que le
da nombre, en el friso sobre el tema de Perseo y las Gorgonas (Museo Louvre).
De la misma época son los pintores del Grupo de los Comastas, que importan el tema
corintio de los alegres borrachos e intentan aclimatarlo al gusto de Atenas.
La estética del Pintor de la Gorgona tiene su continuidad en la figura de Sófilo (580 –
570 a. C) que firma 3 veces como pintor y una como alfarero. En distintos dinoi
desarrolla temas con múltiples personajes como las Bodas de Tetis y Peleo o la
Carrera de Carros en honor a Patroclo.
Destaca un fragmento de Kántharos de la Acroópolis de Atenas, firmado por Nearchos
(570 – 555 a. C) por la originalidad de la escena. Su taller dedicó en la Acrópolis la
Koré de Anténor.
El gusto por los largos frisos narrativos se manifiesta en las “Copas de Siana” pero
sobre todo en el arte de Clitias, el mejor maestro de su generación. De su obra
destaca el Vaso de François que firmó junto al alfarero Ergótimo. Es una enorme
crátera de volutas (66 cm) que acabó formando parte del ajuar de una tumba etrusca
de Chiusu pero que debió tener como primer destino un simposio fastuoso, donde se
preveía la presencia de un aedo. Para ilustrar sus poemas, Clitias dividió toda la
superficie disponible en franjas y desarrolló en ellas escenas minuciosas anotadas con
innumerables inscripciones:
 La cacería del jabalí de calidón.
 El retorno de Teseo y sus compañeros tras la muerte del Minotauro.
 Carrera de carros en honor a Patroclo.
 Combate de los Lapitas contra los centauros.
 Las bodas de Tetis y Peleo.
 Vuelta de Hefesto al Olimpo.
 Muerte de Troilo por Aquiles.
 Combate de los pigmeos contra las grullas.
 Todo esto completado por un friso de animales y por pequeñas escenas en las
asas: una Gorgona apotropaica, Artemis entre fieras y Áyax con el cuerpo de
Aquiles.
Otros artistas, como el Pintor de la Acrópolis 606, se plantearon escenas más
elaboradas y figuras de mayores dimensiones. El más importante de esa generación
fue Amasis o Pintor de Amasis (560 – 515 a. C). Amasis es el nombre de un alfarero
que firmó como tales bastantes vasijas; pero muchas de ellas están pintadas por un
mismo artista y ello sugiere la posibilidad de que Amasis también fuese su pintor.
Entre el 540 – 520 a. C desarrolló su carrera Exekias, considerado el mayor genio de
las figuras negras y el mejor artista griego del Arcaísmo. Inventó la crátera de cáliz y
supo conjuntar una ejecución minuciosa con un sentido de la emotividad no alcanzado
hasta ese momento, lo que le hizo ser un gran pintor de pinakes funerarios.
La irrupción de las “figuras rojas”: En la época en la que Exekias extraía todas las
posibilidades de las figuras negras, en otro taller, se planteaba una gran revolución
técnica; parece que fue hacia el 530 a. C cuando surgió esta técnica.
El Pintor de Andócides fue discípulo de Exekias. Su descubrimiento consistía en cubrir
de pintura los fondos en lugar de las figuras. De este modo, los cuerpos quedaban
vacíos y podían decorarse con líneas pintadas, que venían a sustituir a las incisiones
anteriores. El Pintor de Andócides ejecutó en ciertas vasijas dos escenas idénticas,
una en figuras negras y otra en rojas, siendo imitado por otros artistas, a los que
llamamos “maestros bilingües”. Entre esto destaca al principio Psiax (525 – 500 a. C)
que trabajó en el mismo taller.
Hacia el 525 a. C la técnica de figuras rojas salió del taller de Andócides. Hubo
algunos artistas que prefirieron ser bilingües, pero la mayoría tomaron partido y
algunos siguieron manteniendo las figuras negras hasta casi mediados del siglo V a.
C. Después del cierre definitivo de sus talleres su técnica sobrevivió en unos
recipientes concretos: las ánforas panatenaicas, que servían de premio para los
atletas vencedores en los Juegos Panatenaicos atenienses y contenían todo el aceite
que necesitaba un joven para ungirse en el gimnasio hasta los siguientes juegos.
Empezaron a realizarse hacia 560 a. C y 30 años más tarde adquirieron su decoración
fija: por un lado la imagen de Atenea Políada y por la otra una escena de la prueba
atlética correspondiente. Estas ánforas siempre mantuvieron el carácter arcaico de la
diosa hasta su final en el siglo II a. C.
Hacia el año 520 a. C cuando causaban furor en la Acrópolis las korai jonizantes y se
planteaba la reacción de los escultores más áticos, como Anténor, en el campo de la
pintura se produjo una situación parecida. Un grupo de dibujantes, a los que llamamos
“Pioneros” vieron en las figuras rojas el medio ideal para abordar el estudio de las
grandes estructuras corporales, centrándose en el estudio de la figura humana
masculina.
El principal animador del grupo fue Eufronio (520 – 505 a. C) con una temática muy
variada: leyendas heróicas, escenas de gimnasio, banquetes, comastas; se centró en
los análisis anatómicos y estudió como elaborar escorzos.
Eutímides (515 – 500 a. C), uno de los mejores artistas del grupo realizó una escena
de comastas danzantes con la figura del protagonista de espaldas y en movimiento y
añadió: Lo que nunca (logró pintar) Eufronio”.
El Pintor de Sosias es conocido por una copa que representa a Aquiles curando a
Patroclo. El único problema que se resiste a los “Pioneros” es el de la figuración en
tres cuartos de los cuerpos y sus partes, sólo cabe la visión de frente o de perfil.

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