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Última revisión: 11/09/2023.


TEmA19. La población española. Comportamiento demográfico. Fenómenos migratorios.

INTRODUCCIÓN

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en España habitan en la actualidad más de 47 millones
de personas desigualmente repartidas y de características y comportamientos demográficos muy
diversos. España ha registrado un modelo de transición demográfica semejante al de los países de
Europa occidental, pero con retardo. Nuestra pirámide de población muestra un progresivo
envejecimiento; las actuales tasas de natalidad y crecimiento vegetativo son considerablemente bajas.
Los comportamientos migratorios han evolucionado mucho a lo largo de un siglo: hemos pasado de ser
un país emisor de emigrantes a receptor de inmigrantes. Estudiar y analizar la población y sus continuos
cambios es un trabajo imprescindible para conocer y caracterizar a las personas que residen en nuestro
país. Esta observación ofrece a la ciudadanía soluciones a los problemas derivados del empleo, la
vivienda, la educación, la sanidad etc. En el desarrollo de este tema estudiaremos las fuentes para el
estudio de la población española, su evolución histórica, los comportamientos demográficos, los
fenómenos migratorios y sus perspectivas de futuro.

El desarrollo de este tema seguirá el siguiente esquema:

1. Fuentes demográficas para el estudio de la población española


2. Evolución histórica de la población española
3. Comportamiento demográfico, estructura y movimientos naturales
3.1. Distribución de la población
3.2. Estructura de la población en España
3.3. Movimientos naturales
4. Los fenómenos migratorios interiores y exteriores
4.1. Movimientos migratorios interiores
4.2. Movimientos migratorios exteriores
5. Perspectivas de futuro de la población española

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TEmA19. La población española. Comportamiento demográfico. Fenómenos migratorios.

1. FUENTES DEMOGRÁFICAS PARA EL ESTUDIO


DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA

Aunque existen precedentes de épocas anteriores al siglo XVIII como, por ejemplo, los censos de
población indígena levantados por los cronistas con el fin de establecer los repartimientos de tierra y las
encomiendas indígenas, los análisis específicos sobre población en España tienen sus orígenes en el
contexto del enciclopedismo: tal es el caso de la obra cumbre de Antonio José Cavanilles (1745-1804),
Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reino de Valencia.
Son dignos de mencionar el Catastro de Ensenada (Marqués de la Ensenada, 1702-1781), iniciado en
1749 en 15 000 “lugares” de la Corona de Castilla, y el Censo de Floridablanca (Conde de Floridablanca,
1728- 1808), realizado entre 1785-1787 y considerado el primer censo español de población con el uso
de estadísticas modernas. Del siglo XIX es especialmente importante la obra de Pascual Madoz (1806-
1870). La idea de que “el país más rico era el más poblado” fue una constante en este tipo de
publicaciones hasta finales del siglo XIX, como puede verse en la Gaceta de Madrid – precursora del
Boletín Oficial del Estado (BOE)– donde se refiere a la población de Cuba y su superioridad con respecto
a algunos estados norteamericanos por el hecho de tener una densidad de población superior a estos.
Del siglo XX son muy representativos los estudios sobre mortalidad infantil, aunque sin componente
espacial; y los estudios de natalidad de José Ros Gimeno (1898-1984), que se convirtió en uno de los
precursores del estudio de la Geografía de la población en la España. Los primeros trabajos de tipo
descriptivo y explicativo surgieron en el contexto de la Geografía regional de los años cincuenta, con
autores como José Manuel Casas Torres (1916-2010) y Manuel de Terán (1904-1984). Igualmente
reseñables son los estudios de Massimo Livi Bacci (1936), que analizaban la población española desde el
siglo XVI al XX, y los de Alfonso García Barbancho (1919-1988), relacionados con los movimientos
migratorios.

Los análisis demográficos se apoyan en dos tipos de fuentes: las fuentes históricas o precensales, y las
fuentes modernas. Se entiende por fuentes históricas aquellas fuentes anteriores a la existencia de los
primeros censos. En este sentido, puede hablarse de fuentes indirectas –que, si bien no proporcionan
información directa sobre población, permiten deducir algunos datos–, como las fuentes arqueológicas,
los registros de entierros, las noticias de epidemias, los registros de levas, la información sobre el
tamaño de una ciudad o la extensión de sus tierras de cultivo, etc. Estas fuentes proporcionan una
información sesgada y no del todo fiable, por lo que hay que tomarlas siempre con precaución; y de
fuentes directas, entre las que cabe mencionar los libros de fuego (o libros de recuento de familias) y los
registros parroquiales –que fueron los precursores de los actuales registros civiles y cuya información
hace referencia a los bautismos, matrimonios y defunciones (la práctica de este registro eclesiástico se
inició tras el Concilio de Trento, a mediados del siglo XVI). Las fuentes modernas que se encargan del
estudio de la población empezaron a usarse a partir del siglo XIX, el censo es la principal de todas.

El Censo de población es la principal fuente de información demográfica; se encarga de recopilar,


resumir, valorar, analizar y publicar los datos de carácter físico, cultural, económico y social de todos los
habitantes de un país, y de sus divisiones administrativas referidas a un momento dado. El censo tiene
una periodicidad de 10 años, un fin exclusivamente estadístico, y sus resultados son públicos. En 1857, la
Comisión de Estadística General del Reino, creada por Real Decreto en 1856 realizó el primer Censo de
población de España con referencia al 21 de mayo de 1857 -aunque hubo otros precedentes de
recuento demográfico-. Las cuestiones que aborda el censo son diversas: características geográficas;
lugar de nacimiento y de residencia; características personales y familiares (sexo, estado civil, fecha de
nacimiento y nacionalidad); características culturales (como el nivel de estudios o formación);

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características

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económicas; datos sobre la población activa u otras variables como la población ocupada o parada, etc.
Tiene un alcance nacional y su realización es responsabilidad del Estado.

Otra importante fuente es el Padrón municipal; es un registro de competencia local en el que se


recogen los nacimientos, defunciones y cambios de residencia a nivel municipal. Al ser de ámbito local,
su elaboración depende de los ayuntamientos –que registran la población de un municipio con los datos
personales, domicilio, estado civil y profesión de sus vecinos–. El padrón es continuo y se renueva
anualmente. Es un documento dinámico, contabiliza los nacimientos, las defunciones y los cambios de
residencia. Una de sus diferencias en relación con el censo es que proporciona menos información (los
datos del censo son numéricos, mientras que los del padrón son nominales).

El Registro Civil es la institución estatal donde se deja constancia de los nacimientos, defunciones,
matrimonios y demás hechos relativos al estado civil de la ciudadanía; sirve como herramienta para
elaborar las estadísticas relacionadas con los movimientos naturales de la población. El nomenclátor es
una relación detallada de las entidades y núcleos de población existente en cada municipio, se actualiza
anualmente (a fecha de 1 de enero), ofrece información de núcleos de población, tipos de poblamiento,
población total y por sexos. Otras fuentes reseñables son los anuarios estadísticos, que recopilan datos
demográficos y sociales con referencias al resultado de los censos (seleccionan datos del censo y los
publican). En cuanto a las encuestas, la más importante es la denominada Encuesta sobre la población
activa (EPA), que, mediante el análisis de la información recogida en el censo y el padrón, ofrece datos
sobre la población activa u ocupada, el desempleo, etc.; tanto a escala nacional, como regional o
provincial. La EPA deja al margen cuestiones como la economía sumergida y el subempleo.

Actualmente en España, y desde 1945, el Instituto Nacional de Estadística (INE) se encarga de la


coordinación general de las estadísticas demográficas; esto es, recoge, elabora, analiza y publica la
mayoría de las estadísticas españolas (censo, EPA, migraciones, etc.). Una de sus competencias es la
elaboración de indicadores sociales y económicos: índice de precios al consumidor (IPC), educación,
renta, salud, trabajo, etc. También se encarga de realizar las proyecciones de población, que son
simulaciones estadísticas, es decir, a la población actual se le aplican determinadas hipótesis de
fecundidad, mortalidad y migraciones, entre otras, para saber cuál va a ser la población en el año
previsto, siempre y cuando las tendencias demográficas sigan igual. Sin embargo, estas suelen fallar
debido a los sucesos imprevisibles como catástrofes naturales, conflictos, epidemias, crisis económicas,
etc. Estos estudios son muy valiosos en todos los ámbitos, pues sirven a la creación de nuevos colegios y
hospitales, fabricación y comercialización de productos, ordenación de territorios, etc.

2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA

Nuestro país ha vivido un modelo de transición demográfica semejante al de los demás países de
Europa occidental –aunque de forma más tardía–, que se ha basado en el paso de una población con
altos índices de natalidad y mortalidad a otra con tasas muy bajas (Gil et al., 2001). Este modelo
presenta las siguientes tres etapas: primitiva, de transición y evolucionada.

La etapa demográfica primitiva se extendió desde el Neolítico hasta la Edad Contemporánea en


España, de hecho, a finales del XIX todavía se registraron grandes epidemias. En los diecisiete primeros
siglos de nuestra era, España pasó de 5,3 a 7,5 millones de habitantes; un crecimiento menor al de
muchos países europeos. Esto se debió, fundamentalmente, a la existencia de unas altas tasas de
mortalidad y un débil crecimiento vegetativo; al largo período de la Reconquista; a la colonización

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americana; y a la política de

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hegemonía europea, con su consecuente sobremortalidad bélica. El siglo XVI, superadas las guerras
interiores y a pesar de las pérdidas de población de la primera colonización, fue un siglo expansivo
demográficamente –gracias a las grandes posibilidades económicas brindadas por la conquista de
América y a la expansión en Europa–. Sin embargo, a finales de dicho siglo, la crisis económica y social
era ya patente. A lo largo del siglo XVII la población pasó de 8 a 7,5 millones por diversas causas, como
fueron las tres epidemias de peste, la emigración a América, la expulsión de los moriscos, la
sobremortalidad bélica y las malas cosechas con sus hambrunas. Al final de esta etapa, en el siglo XVIII,
la población española experimentó una expansión importante, de 7,5 a 11 millones de habitantes,
debido a la mejora de la economía y en las rutinas alimentarias, por lo que se habla de un crecimiento
“hacia adentro”.

La siguiente etapa fue de transición demográfica. La población española cambió cuando la Revolución
Industrial empezó a transformar las estructuras demográficas tradicionales para adaptarlas a otras más
acordes con los nuevos tiempos. Esta etapa se subdivide en una primera fase –que llega hasta principios
del siglo XX, cuando se mantiene la alta natalidad y empiezan a desaparecer las sobremortalidades, a
causa del fin de las grandes guerras y al inicio de las reformas agrícolas–; y una segunda fase –que se
prolonga hasta 1970, cuando la mortalidad continúa en descenso y la natalidad empieza a recortarse–. A
mediados del siglo XVIII, la introducción del maíz y de la patata como cultivos populares trajo consigo
una reducción de los índices de mortalidad por hambre. En la primera mitad del siglo XIX, la población
española siguió creciendo a un ritmo similar al europeo occidental, a pesar de la guerra de la
Independencia, de la emancipación americana y de algunos períodos de hambre y de epidemias. En la
segunda mitad del siglo XIX, se recortó el crecimiento anual acumulativo. Esto se debió a las oleadas
migratorias hacia a América y a las todavía fuertes mortalidades –la viruela sustituyó a la peste de siglos
anteriores, el cólera se dejó sentir en los años 1834, 1853, 1865 y 1885, y la tuberculosis pasó a ser la
enfermedad de los hacinamientos urbanos de fines de siglo–. Entre 1880 y 1890 la esperanza de vida era
tan solo de 35 años. A comienzos del siglo XX, la mayoría de las regiones españolas se habían
incorporado ya a la transición demográfica mediante el descenso de la mortalidad, y unas pocas
regiones experimentaron un ligero descenso de la natalidad. La población alcanzó los 18 millones en
1900. En los años veinte se produjo un cierto recorte en el crecimiento anual acumulativo, provocado
por la epidemia de gripe de 1918 y por la fuerte migración exterior. La crisis económica del 29, la Guerra
Civil y la posguerra redujeron el crecimiento en las décadas posteriores. En el periodo de 1950 a 1970, la
natalidad consiguió situar la tasa anual de crecimiento en valores altísimos: en 1950 éramos 28 millones
de españoles, y en 1970 alcanzamos la cifra de 33 millones. Esta presión demográfica explica el éxodo
desde el campo hacia las ciudades y zonas industrializadas, también se produjo la emigración exterior
hacia América Latina y a los países industrializados del norte de Europa.

La etapa demográfica evolucionada se caracteriza por unas bajas tasas de natalidad y mortalidad, y un
crecimiento débil o moderado de la población. El aspecto, quizás, más relevante de esta fase es que en
ella se inicia el control de la natalidad. En los años sesenta se produjo la modernización de la sociedad
española: los nuevos modelos sociales, la pérdida de influencia de la Iglesia católica, la expansión urbana
y las nuevas condiciones de trabajo de la industria obligaron a replantear el concepto tradicional de
familia numerosa. Un menor número de hijos era más apropiado para la vida en la ciudad, donde las
casas eran más pequeñas; los hijos dejaron de representar una ayuda para la economía familiar y un
seguro para la vejez de sus padres al establecerse las pensiones por jubilación; sus necesidades de
formación y de manutención empezaron a ser mayores con la escolarización obligatoria y la prohibición
del trabajo infantil. Socialmente el crecimiento del consumo, el bajo índice de mortalidad infantil, el
acceso de la mujer al trabajo remunerado y el cambio de la estructura familiar rural extensa a la familia

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en pareja, fueron los motivos más importantes que provocaron el descenso de la natalidad. El
desarrollo de los

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métodos anticonceptivos y su cada vez mayor aceptación social establecieron definitivamente el control
de la natalidad. Ante este descenso, la población frenó su espectacular subida y entró en una situación
de crecimiento moderado y posterior equilibrio. Esta situación fue acompañada de un contexto de crisis,
como la del petróleo de 1973. Por otra parte, en las mismas fechas, se produjo el regreso a España
muchos de los emigrados; tanto aquellos que emigraron tras el Plan de Estabilización, de 1959, como los
emigrantes políticos, que regresaron con el fin de la dictadura. En 1975, la muerte de Franco supuso un
cambio en los comportamientos natalistas de manera definitiva ante los nuevos planteamientos
ideológicos de la transición política (secularización de la sociedad, nueva legislación sobre métodos
anticonceptivos, etc.). En 1980 había cerca de 38 millones de españoles. En la década de 1980-1990 se
redujo a la mitad el crecimiento acumulativo anual y alcanzamos los 39 millones de habitantes. En los
años noventa del siglo XX el comportamiento demográfico español era muy semejante al del resto de los
países desarrollados de Europa: la natalidad conoció sus niveles más bajos y entramos en una fase de
crecimiento cero. En el año 2000 alcanzamos los 40 millones de habitantes. A lo largo de la primera
década de siglo XXI, el crecimiento acumulativo aumentó debido a la llegada de población inmigrante,
que permitió que superáramos los 47 millones en 2010. A partir de 2012 se empezó a notar el descenso
de la población española, ocasionado por el regreso de los inmigrantes a sus respectivos países, el
descenso de la natalidad y el aumento de la emigración provocado por la crisis económica de 2008. A
partir de 2016, la situación empezó a estabilizarse de nuevo. Después de cuatro años de crecimiento,
especialmente gracias a la llegada de inmigrantes, la población empadronada en España descendió
durante el año 2020 en -0,2%. En enero de 2022 la cifra de residentes en España superaba los 47,4
millones, según el Instituto Nacional de Estadística.

3. COMPORTAMIENTO DEMOGRÁFICO, ESTRUCTURA


Y MOVIMIENTOS NATURALES

3.1. DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN

La población española no presenta ni unas características ni unos comportamientos homogéneos. La


densidad de población es de 93 hab./km2 –algo inferior a la de la media de la Unión Europea, de 105
hab./km2–, pero esa población se encuentra repartida de forma muy desigual por el territorio nacional,
por lo que encontramos grandes vacíos y grandes densidades de concentraciones humanas. Las mayores
densidades se encuentran en la periferia de la península y en las islas, mientras que el interior, excepto
núcleos urbanos como Madrid, está poco poblado.

Los factores que condicionan esta desigual distribución de la población son de diverso tipo. Las
condiciones climáticas determinan el denominado confort climático; las personas evitan los climas
extremos por sus peores condiciones de vida. Por motivos similares, la población prefiere asentarse en
zonas llanas de escasa altitud y en zonas costeras. Solo hay que observar cómo en las zonas de montaña
la densidad de población se reduce a 10 hab./km 2, y a 25 hab./km2 en el interior. Los factores humanos
son también determinantes: es natural que la población tienda a concentrarse donde hay mayores
posibilidades económicas; los movimientos migratorios campo-ciudad y las migraciones de inmigrantes
en busca de nuevas oportunidades laborales son un claro ejemplo. Según un estudio del Banco de
España, España es uno de los países de la Unión Europea que mayor proporción de territorio
deshabitado tiene, además de una mayor concentración de población en determinadas zonas. Según los
autores de este estudio esta realidad no solo se explica por factores geográficos, tiene mucho que ver su
historia, migraciones, hechos económicos, sociales y políticos (Gutiérrez, et al. 2020).

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Tradicionalmente, los grandes vacíos se han localizado en las áreas correspondientes a los climas fríos,
duros y secos, de escasas posibilidades económicas, propios de la Meseta, parte del valle del Ebro y
zonas de montaña como el sistema Ibérico y los Pirineos. Castilla-La Mancha, Extremadura y Castilla y
León presentan las mínimas densidades, con cifras que rondan los 25 hab./km 2. Estas zonas perdieron
mucha población debido a las migraciones hacia regiones industrializadas en la década de 1960 y
principios de 1970. En el lado opuesto, salvo Ceuta y Melilla –que por razones especiales tienen
densidades altísimas, con cifras a aproximadas a los 4200 y 7200 hab./km2, respectivamente–),
Madrid tiene la máxima peninsular, con cerca de 840 hab./km2.

Tanto en nuestro país como a escala mundial existe una tendencia a la concentración de población en
el litoral; las provincias con proximidad al mar son las más habitadas tanto en el norte como en el sur de
España. La distribución centro-periferia viene dándose desde el siglo XVIII, se agudizó con el
establecimiento industrial del siglo XIX y con el desarrollismo franquista, industrial y turístico, de la
segunda mitad del siglo XX. Esa tendencia se rompe con las excepciones de las grandes ciudades del
interior –Madrid, Valladolid y Zaragoza–, que han crecido por factores principalmente humanos
(políticos, por ser la sede grandes administraciones; económicos, por ofrecer mayores opciones
laborales; y sociales, por el atractivo de la vida urbana). El litoral español atrae a la población por su
benevolencia climática y otras condiciones físicas favorables, pero también por sus grandes actividades
económicas industriales, agrícolas con regadíos, pesca y turismo. Actualmente, las áreas que mayor
densidad de población presentan son los ejes La Coruña-rías gallegas; Gijón-Oviedo-Santander; Bilbao-
San Sebastián; Barcelona- Tarragona; Valencia-Murcia; Málaga-bajo Guadalquivir, y ciudades interiores
como Valladolid, Zaragoza o Sevilla (Elías, 2012). Una de las tendencias que se ha registrado en los
últimos años es una clara pérdida de población del sector noroccidental español.

3.2. ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN

La estructura de la población hace referencia a la clasificación de los componentes de una


determinada población atendiendo a diferentes variables como edad, sexo, trabajo, religión, idioma,
origen étnico, etc. Las principales variables para un estudio demográfico de base son la edad y el sexo,
representados de forma gráfica en la pirámide de población –un histograma de barras horizontales que
registra las proporciones respecto al total de la población de dichas variables–. En el perfil de la pirámide
se refleja la historia demográfica de su población vinculada a determinados acontecimientos
económicos, sociales, políticos, etc. De ese modo, las muescas o incisos (cuando existen) nos indican
pérdidas de población en ese estrato –que se pueden deber a efectos de las guerras (mayor en la parte
masculina), emigraciones, epidemias, etc.– También pueden aparecer estratos más alargados de lo que
hubiera sido previsible, lo que nos indicará que ese lugar ha sido destino de migraciones. La forma de la
pirámide viene marcada por la distribución por edad, e indica el grado de desarrollo del lugar cuya
población representamos.

La pirámide de población española actual pone de manifiesto una serie de cuestiones de interés. La
distribución por sexos es desigual en la base y en la cumbre, mientras que en la base existen
ligeramente más hombres que mujeres, la esperanza de vida de las mujeres es más alta; en los tramos
intermedios se equilibran, y en los tramos altos el número de mujeres supera al doble de los hombres.

Los estratos de edades más jóvenes decrecen de forma progresiva, aunque en los últimos años se ha
registrado un ligero aumento debido a la mayor natalidad de la población inmigrante; los menores de 16

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años están por debajo del 15 %, cerca del 65 % tiene entre 16 y 64 años, en torno al 20 % supera los 64.

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Es patente un crecimiento de los estratos de edades adultas y viejas, como consecuencia del aumento
de la esperanza de vida. Nuestro sistema sanitario y los buenos hábitos de vida, mejorados en el tiempo,
han favorecido una mayor longevidad –nuestro país es uno de los que presentan mayor esperanza de
vida (83 años)–. La tasa de dependencia ronda el 50%. En la pirámide se detecta un ensanchamiento
importante producido por el crecimiento demográfico de los años de 1950-70, todavía se perciben
huellas del conflicto civil con el déficit natalista de posguerra. En definitiva, la pirámide española actual
tiene una forma de bulbo –es regresiva–, típica de las sociedades envejecidas de los países desarrollados
con tendencia a un aumento progresivo del envejecimiento. La pandemia mundial por COVID-19 ha
tenido un efecto sobre la pirámide de población, en concreto sobre los estratos superiores.

En cuanto a la estructura profesional, los datos se centran en el análisis de la población activa e


inactiva, principalmente. Se entiende por población activa aquella que está en edad (igual o más de 16
años) y en disposición de trabajar. La población activa se subdivide en población ocupada (la que tiene
un empleo retribuido) y población parada (la que no trabaja, aunque desearía hacerlo, y se encuentra en
busca activa de empleo). La tasa de actividad es del 58,71 % (INE, 2022). La población inactiva abarca a
todas las personas de 16 o más años, no clasificadas como ocupadas ni paradas. En la actualidad se
pueden señalar dos rasgos significativos en relación con la población activa, uno es el crecimiento de
esta en relación con los años setenta, y el otro, las subidas y bajadas de las cifras de paro en función de
la situación económica general. Este crecimiento se debió, en buena medida, a la incorporación
creciente de la mujer al mercado laboral y a los aportes de la inmigración.

La tasa de paro en España, hasta 1975, era muy baja (en torno al 3 %), debido a la emigración a Europa
y a la débil incorporación de la mujer al mercado laboral. Esta tasa se disparó a mediados de los setenta
y alcanzó el 20 % en 1985, por la disminución de puestos de trabajo durante la crisis económica y la
posterior reconversión industrial. La fase de recuperación económica posterior (1986-1990) hizo
disminuir el paro, pero no de forma substancial (oscilaba en torno al 16 % en 1990). El paro volvió a
repuntar con la recesión económica reiniciada en 1991, elevándose de nuevo a cotas altas en 1994 (24
%). A partir de 1995, la conjunción de desarrollo económico y el descenso de la población que accede
por primera vez al mercado laboral llevó la tasa de paro a sus mínimos de los últimos treinta años, 8 % a
comienzos de 2007. Desde mediados del 2007 se produjo un gran deterioro del mercado laboral como
consecuencia de la crisis económica, la cual colocó a España a la cabeza de la UE con una tasa de paro
superior al 26 % en 2013. Según la EPA, 2015 fue el primer año de este reciente período en que se
redujo ligeramente la tasa de desempleo (por debajo del 24 %). La crisis provocada por la expansión de
la COVID-19 supuso una subida de las tasas de desempleo desde el mes de marzo de 2020. A comienzos
de 2021, la tasa de paro se situaba en el 16,13 %. Los más afectados han sido los jóvenes, sobre todo
aquellos que entraron en el mercado laboral en el periodo de pandemia y que no consiguieron
encontrar su primer trabajo. La tasa de paro femenina también es mayor a la masculina. En 2020 fue el
país de la Unión Europea donde creció más el desempleo de las mujeres según datos de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). Esto es debido a que la mayoría trabaja en el turismo y en el comercio
minorista. En 2022 la tasa de desempleo bajó al 12,48%.

La composición de la población activa española por sectores económicos presenta características


similares a las de nuestro entorno europeo (terciarización). En estos momentos, el sector primario
ocupa una parte ínfima de la población activa –por debajo del 5 % de la población–. Nos encontramos,
por tanto, en una sociedad urbana que ya no es industrial, sino posindustrial, donde alrededor del 75 %
de la población activa se encuentra empleada en el sector servicios.

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La estructura por nivel de enseñanza permite analizar la realidad cultural del país y planificar
propuestas y soluciones a corto y medio plazo sobre la educación y sobre la cualificación profesional
necesaria para afrontar los retos del futuro. Nuestra realidad actual es la de una población con una tasa
de analfabetismo muy reducida, menos de 600.000 personas no saben ni leer ni escribir, en cuanto a
género se refiere, el analfabetismo afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres, la mayoría
de ellos ancianos o habitantes del mundo rural. Por el contrario, la población joven alcanza en buena
proporción los niveles de la Enseñanza Secundaria –desde hace años, obligatoria– y de los estudios
universitarios. Los datos son mejores en los medios urbanos que en los rurales. Un estudio realizado por
Rafael Doménech, catedrático de Economía de la Universidad de Valencia, y Ángel de la Fuente,
economista en la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), concluye que el nivel educativo
medio en España ha continuado mejorando durante la última década. El estudio también remarca que
las disparidades educativas entre regiones se han reducido sustancialmente (Doménech, et. al, 2021)

3.3. MOVIMIENTOS NATURALES

Los movimientos naturales de la población se refieren a los cambios vitales de las distintas
poblaciones, fundamentalmente, nacimientos, defunciones y crecimiento vegetativo. La natalidad y la
mortalidad vienen condicionadas por un conjunto de causas de tipo social y económico.

■ Natalidad

La natalidad española se ha mantenido históricamente alta, en torno al 35-40 ‰. Las tasas empezaron
a descender en la última década del siglo XIX, hasta situarse en una posición intermedia (35 ‰) entre los
países de Europa occidental y los de Europa oriental. En el primer tercio del siglo XX se produjo un
descenso suave de la natalidad. En los veinte años siguientes el hundimiento es claro (16 ‰), debido a la
crisis económica del 29, la Guerra Civil y la posguerra. La política natalista del régimen de Franco no
consiguió levantar las tasas por la coyuntura económica negativa. Entre 1950-1970, la natalidad
española alcanzó el 21 ‰ debido a la apertura a occidente y la estabilización de 1959. Desde 1970 hasta
el siglo XXI, la natalidad no ha dejado de descender, con tasas de 10 ‰ registradas a finales de los años
noventa del siglo XX y en 2011. La crisis económica y el retorno de inmigrantes, cuyo comportamiento
demográfico es más natalista, dejó en 2018, unas tasas cercanas al 8,8 ‰. La natalidad de 2021,
golpeada por la pandemia derivada de la COVID-19, ofreció un valor de 7,1‰. En la actualidad, según los
datos del INE referentes al primer semestre del año 2022, nacieron menos de los que lo hicieron en el
mismo periodo de 2021 y supone un descenso de la natalidad en el país hasta mínimos. El número
medio de hijos por mujer se sitúa en torno a 1,19. La edad media de maternidad, por su parte, se ha
mantenido en los 32 años. Los nacidos de madre extranjera suponen cerca del 20 % del total. Un dato
significativo es que cerca de la mitad de los nacidos son de madre no casada, lo que demuestra un claro
cambio en los comportamientos sociales.

La España con menor natalidad se sitúa en las comunidades de Asturias, Galicia, Castilla y León,
Cantabria, son las comunidades que fueron más afectadas por el éxodo rural y por la crisis energética de
1973. La España con una mayor natalidad corresponde a las comunidades que tienen una población
más joven, como Región de Murcia, Ceuta y Melilla por la costumbre de matrimonios jóvenes entre
población magrebí. Navarra, Andalucía, Madrid, Cataluña y Aragón, es decir, aquellas comunidades
agrarias e industriales receptoras de inmigración, e Islas Baleares por las actividades turísticas, registran
tasas ligeramente superiores a la media. Las ciudades han aportado históricamente una tasa más

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alta de

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crecimiento natural que las zonas rurales, siguen siendo más natalistas por el envejecimiento de la
población rural y porque los partos se realizan en núcleos urbanos.

Las causas de la disminución de la natalidad son diversas. Destacan los cambios culturales como la
relajación de algunas creencias religiosas y los cambios de costumbres; también son decisivos los
cambios educativos, que permiten conocer los mecanismos de evitación de los embarazos no deseados
y el acceso de la mujer al control de su salud reproductiva, o los cambios socioeconómicos como la
incorporación de la mujer al mundo laboral y las escasas facilidades de conciliación laboral y familiar.
Otras causas son el incremento del nivel de vida, los elevados costes que supone la crianza de un hijo, la
incertidumbre y precariedad laborales generadas por las frecuentes crisis económicas, el retraso del
matrimonio o de las uniones estables con la consiguiente postergación del primer hijo, o la
diversificación de los modelos de familia. También hay que tener en cuenta la reducción de la tasa de
mortalidad infantil, que hace descender la natalidad.

■ Mortalidad

En cuanto a la mortalidad, se ha mantenido históricamente alta hasta la Revolución Industrial. Las


tasas empezaron a descender en la última década del siglo XIX. A lo largo del siglo XX se produjo un
descenso continuado de la mortalidad –en 1900 era del 28 ‰ y en 1930, del 17 ‰–. Solo ha habido dos
momentos del siglo XX en que aumentó: la epidemia de “gripe española”, de 1918, y la Guerra Civil. El
descenso de la mortalidad en las últimas décadas ha sido consecuencia de las mejoras alimentarias,
higiénicas y sanitarias. En la actualidad, la tasa de mortalidad española es del 9,49 ‰, elevada por la
pandemia de COVID-19. Lo habitual en los países desarrollados y en vías de desarrollo es que sea baja
(inferior al 10 ‰); sin embargo, cada vez es más frecuente que los países desarrollados tengan unas
tasas de mortalidad superiores a otros menos desarrollados –esto se debe a que la población de los
países más desarrollados es una población envejecida y porcentualmente fallecen más ciudadanos
debido a su avanzada edad–. Este es precisamente el caso de España, que presenta unas tasas de
mortalidad superiores a algunos países menos desarrollados como Marruecos. En los últimos años se ha
producido una pérdida de importancia de la mortalidad exógena ligada a enfermedades infeccioso-
contagiosas, cuyo relevo ha sido tomado por la mortalidad endógena y degenerativa, a la que se ha
sumado el impacto de la epidemia de COVID-19 desde marzo de 2020.

La España con mayor mortalidad se localiza en las provincias más envejecidas como la Galicia oriental
(Lugo, Orense), Aragón (Teruel y Huesca), y en las comunidades de Castilla-La Mancha, Castilla y León y
Principado de Asturias. La España con menor mortalidad se corresponde a los territorios con población
más joven como Canarias, Región de Murcia, Comunidad de Madrid, Islas Baleares, Ceuta y Melilla. Se
observa cierto equilibrio en las tasas de mortalidad de la ciudad y el campo; sin embargo, teniendo en
cuenta el mayor envejecimiento de los pueblos, en términos relativos, hoy mueren más personas en las
zonas rurales.

■ Crecimiento natural

El crecimiento natural de la población española se ha mantenido históricamente bajo. Empezó a


aumentar a mediados del siglo XVIII, pero a finales del XIX todavía había momentos en los que se
mantuvo negativo, como ocurrió en 1885 con motivo de la epidemia de cólera. El crecimiento se situó, a
principios de siglo, en el 5,5 ‰. La época de mayor crecimiento se produjo durante el desarrollismo de
los años sesenta (baby boom), cuando se alcanzó el 13 ‰. Solo ha habido dos momentos en que el
crecimiento ha
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sido negativo en el siglo XX: la epidemia de gripe de 1918 y la Guerra Civil. España ofreció, en los años
noventa, un crecimiento natural de 0,2 ‰, próximo al crecimiento cero. A principios del siglo XXI se
produjo un aumento como consecuencia de la mayor natalidad de la población inmigrante, pero la crisis
económica detuvo ese aumento, dando lugar a un crecimiento nulo. En los últimos años, nacen menos
personas de las que mueren, aunque la población ha aumentado -fundamentalmente- gracias a la
inmigración. En la actualidad el crecimiento vegetativo se mantiene negativo.

La España con mayor crecimiento natural es la España con mayor natalidad: el sur (Andalucía), el
litoral Mediterráneo (en especial, Región de Murcia), los archipiélagos (Islas Baleares y Canarias), Ceuta y
Melilla. La España con menor crecimiento vegetativo es la España con menor natalidad y más
envejecida (Castilla y León, Asturias, Aragón y provincias de la Galicia interior como Lugo). Las ciudades
han aportado históricamente una tasa más alta de crecimiento natural que las zonas rurales, aunque
actualmente se tiende a la uniformidad. El hecho de que las ciudades tengan población más joven hace
que su crecimiento vegetativo sea mayor.

4. LOS FENÓMENOS MIGRATORIOS

Los desplazamientos de población son y han sido a lo largo de la historia una constante. Con la llegada
de la globalización, los conceptos de espacio y tiempo han cambiado por completo, dando lugar a una
Geografía de la población en la que se han visto afectados también los movimientos migratorios (Marín
et al., 2016). A lo largo del siglo XX y principios del XXI, España ha pasado de ser un país migratorio de
gran movilidad interior a ser receptor de inmigración, con escasos desplazamientos internos (Puyol,
2011).

4.1. MOVIMIENTOS MIGRATORIOS INTERIORES

Los destinos de la migración interior son las regiones de la periferia y el medio urbano, mientras que la
procedencia de estos emigrantes son las regiones del interior y del medio rural. Las principales causas
son los desequilibrios socioeconómicos campo-ciudad e interregionales. Desde el siglo XVI y, de forma
más intensiva, a partir del siglo XVIII, se puede hablar de una migración desde el interior a la periferia,
que se hizo especialmente intensa a partir de 1959. Entre 1941-1960 el aislamiento y la autarquía
económica propiciaron un escaso volumen migratorio, si bien hubo excepciones significativas, como las
grandes oleadas migratorias de mano de obra minera y siderúrgica llegadas a Asturias durante toda la
década de los años cincuenta, al calor de la autarquía y la consideración de estos sectores como
estratégicos, dado el aislamiento internacional del régimen y la escasez de petróleo. Entre 1960-1970 se
vivió el éxodo rural por excelencia. Entre 1970-1980 se produjo una disminución progresiva de la
emigración por agotamiento del modelo económico anterior. Desde 1981 hasta la actualidad se observa
una “desurbanización del medio urbano”, y una “urbanización del medio rural”, debidas a los nuevos
modelos de ciudades laxas, los movimientos pendulares de los trabajadores, la conversión de pueblos
en espacios turísticos y la edificación de residencias secundarias. También se registró a partir de los años
ochenta un retorno rural de jubilados que regresaban a sus antiguas poblaciones. En los últimos años el
volumen de movimientos interiores ha aumentado, están motivados por la búsqueda de oportunidades
(formación, trabajo).

Entre las principales consecuencias de estas migraciones interiores podemos mencionar los
desequilibrios geodemográficos –se queda despoblado el interior peninsular, con excepción de Madrid,
Zaragoza, Valladolid– o los desequilibrios demográficos-estructurales, que imposibilitan la formación de

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nuevas familias y llevan al envejecimiento de la población en las áreas expulsoras. En el plano
económico,

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en las áreas expulsoras aumentan los recursos per cápita, pero, como las personas que emigran son los
jóvenes, desciende la productividad; por el contrario, en las áreas receptoras aparecen problemas de
escasez de vivienda y de empleo. En el plano social, en las áreas expulsoras, las comunidades rurales
quedan desamparadas al perder sus mejores efectivos y su aliento vital, mientras en las áreas
receptoras, las personas que emigran a la ciudad experimentan problemas de desarraigo. En el plano
ecológico, quedan abandonados ecosistemas antrópicos milenarios.

Dentro de este punto podemos hablar de la movilidad cotidiana o habitual. Esta movilidad se refiere
a los desplazamientos que realizan las personas de manera regular, por motivos concretos y que no
implican cambios de residencia. Los ejemplos más convencionales son los flujos entre vivienda y trabajo,
escuela, comercio, etc. Esta movilidad fue aumentando progresivamente durante las últimas décadas,
sobre todo debido al incremento del nivel de vida en las sociedades desarrolladas, que han visto crecer
la oferta de comercio y ocio. La pandemia derivada de la COVID-19 detuvo estos movimientos de
manera temporal, para posteriormente retomarse, aunque no al nivel anterior, posiblemente por la
implementación de nuevas formas de trabajo y ocio desde casa.

4.2. MOVIMIENTOS MIGRATORIOS EXTERIORES

La emigración tradicional del siglo XIX y de la primera mitad del XX tuvo como destinos principales los
territorios de ultramar, en particular, Argentina, Brasil, Cuba, Venezuela y México. La mayor parte del
contingente migratorio procedía de la cornisa cantábrica, en concreto, de Galicia; también de Canarias,
hasta la llegada del turismo a esta región en los años sesenta. Las causas de esta migración fueron el
superávit de mano de obra causado por la revolución demográfica, la incapacidad de la economía
española para absorber este excedente de mano de obra, y la vecindad del océano y un cierto espíritu
de aventura. La corriente emigratoria se fue intensificando durante la segunda mitad del XIX, y aumentó
de manera progresiva a finales del XIX y principios del XX, hasta alcanzar su paroxismo en las vísperas de
la Primera Guerra Mundial. A partir de 1919 se reanudó, pero con menos fuerza, –como consecuencia
de la Gran Depresión y del establecimiento de leyes de cuota en las repúblicas sudamericanas–. A
principios del siglo XX se incorporaron nuevos destinos como Francia y Argelia. Tras la Guerra Civil, el
carácter de la emigración española a América fue muy distinto: los motivos eran esencialmente políticos
y no económicos –sirvan de ejemplo los 30 000 emigrantes españoles de alta cualificación (médicos,
profesores, escritores, etc.) llegados a México y Argentina–. En 1946 se restableció la ley que autorizaba
la libre salida de España, pero la emigración solo cobró fuerza a partir de 1949, con la superación del
bloqueo de la ONU. La tradicional emigración a América se hizo difícil, porque en América Latina no se
recibía población para poblar, sino para promocionar su economía. Los únicos emigrantes a América se
fueron a Venezuela, a trabajar en la industria petrolífera, a Argentina y Brasil.

En la segunda mitad del siglo XX, el destino migratorio principal lo constituyeron países de Europa
occidental como Francia, Alemania, Suiza y el Benelux (en particular, Bélgica). El perfil del emigrante era
el varón adulto (25-45 años), soltero y sin cualificar, procedente de las provincias con mayor excedente
de población rural y menor desarrollo económico (Andalucía, Galicia y región central). Las razones para
emigrar tenían que ver con las altas tasas de crecimiento de la población, la incapacidad del
desarrollismo para absorber el excedente de mano de obra y el Plan de Estabilización, de 1959. La
atracción inmigratoria de Europa occidental se dio porque su industrialización exigía mano de obra
barata para los puestos de trabajo más duros. La crisis del 73 puso fin a las corrientes migratorias
exteriores. Las consecuencias de esta emigración fueron positivas para el país: permitió el desarrollo
económico de España –gracias a las

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remesas de divisas enviadas por los emigrantes, que equilibraban la balanza de pagos–, redujo el paro,
aumentaron los salarios en el medio rural, y mejoró la formación profesional de los trabajadores.

España se configuró como un país receptor de inmigrantes desde nuestra entrada en la CEE, en 1986.
La principal afluencia se vivió a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI. El número de inmigrantes
en España superaba los 5,4 millones de habitantes, según datos del INE aportados a comienzos de 2022.
Dentro de este espectro tan amplio existe una pequeña porción de profesionales cualificados y
jubilados, provenientes de la UE y Reino Unido, y una mayor proporción de trabajadores menos
cualificados provenientes del Magreb (Marruecos), Europa del Este (Rumanía) e Iberoamérica (Colombia
y Venezuela). La inmigración ha generado grandes cambios en nuestro país: a nivel demográfico, ha
supuesto la revitalización de la población española, y ha aumentado el porcentaje de jóvenes, la
cantidad de población en términos absolutos y la tasa de natalidad; a nivel económico, han aumentado
las afiliaciones a la Seguridad Social –contribuyendo al aumento del PIB y del consumo– y con un aporte
considerable mano de obra barata, que ocupa los peores puestos de trabajo. En el lado negativo, hay
que destacar que el aumento de la mano de obra ha provocado un estancamiento de los salarios. A nivel
sociocultural, se han registrado problemas de xenofobia –aunque menos importantes que en otros
países, debido a la conexión cultural con Latinoamérica–.

La nueva emigración española surgió a partir de la crisis de 2008, que frenó la recepción de
inmigrantes. A partir de entonces, una gran cantidad de ellos se convirtieron en retornados;
simultáneamente, se registró una emigración de profesionales cualificados –jóvenes licenciados y
graduados universitarios– hacia países de la UE (Alemania, Reino Unido, fundamentalmente) y a otros
países desarrollados y emergentes como Brasil. El saldo migratorio se tornó negativo y no fue hasta
2016 cuando se registró, de nuevo, una subida con un saldo positivo, aunque sin alcanzarse los niveles
anteriores a 2008. La crisis del coronavirus supuso el cierre de las fronteras en muchos países, por lo que
la movilidad se vio reducida; no obstante, se ha experimentado un aumento de entradas irregulares en
territorio español, como muestra la llegada de inmigrantes en pateras a las costas españolas, en
particular andaluzas y canarias.

5. PERSPECTIVAS DE FUTURO DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA

Como hemos podido comprobar, nuestra dinámica demográfica actual se caracteriza por un
crecimiento vegetativo débil o negativo, consecuencia de la baja natalidad, y una tasa de mortalidad
baja, aunque en alza por el envejecimiento de la población. Una de las ventajas de este modelo es que
los recursos crecen a un ritmo mayor que la población; además, la población activa no tiene que
sostener una base ancha de jóvenes y, teóricamente, puede elegir los mejores puestos de trabajo. Sin
embargo, debido al aumento de la esperanza de vida, por las mejoras sanitarias, tiene lugar un
consecuente aumento de la población anciana, que eleva los costes sociales, al tener que mantener el
Estado a un elevado porcentaje de población mayor de 64 años que no trabaja y que representa un
fuerte gasto en políticas sociales y sanitarias (en particular, el sistema de pensiones, cuya balanza de
pagos queda seriamente dañada cuando el número de pensionistas supera al de trabajadores). Además,
al tener menos hijos, disminuye la población activa; por este motivo algunos gobiernos han decidido
apoyar la inmigración en épocas de bonanza económica, un fenómeno que viene acompañado de
actitudes de xenofobia y problemas de integración. A largo plazo, el país pierde vitalidad, rasgo que
supone una menor innovación y que afecta especialmente a los cuadros de mando, ocupados por
trabajadores cualificados sexagenarios (fenómeno conocido por el nombre de gerontocracia).

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TEmA19. La población española. Comportamiento demográfico. Fenómenos migratorios.

La última proyección de la población española, realizada para el intervalo 2022-2072 (INE, 2022), nos
anuncia que, en los próximos quince años, España ganará 4.236.335 habitantes (un 8,9%), hasta superar
los 51 millones de personas en 2037. En el año 2072, la población alcanzaría los 52,9 millones, con un
incremento de 5,45 millones de personas. El progresivo e ininterrumpido aumento de las defunciones,
siempre superior al número de nacimientos, daría lugar a un saldo vegetativo negativo durante todo el
periodo 2022-2072. Este saldo vegetativo negativo sería superado por el saldo migratorio positivo, que
provocaría un aumento de población durante todos los años del periodo proyectado. El aumento de
población se debería, por tanto, exclusivamente, a la migración internacional. Esto provocaría que la
población nacida en España disminuiría paulatinamente, y pasaría de significar el 84,5% del total
actualmente, al 63,5% dentro de cincuenta años. Es decir, en 2072, el 36,5% los residentes en España
(uno de cada tres), sería natural de otro país.

Las proyecciones del INE muestran también que, en 2035, la población mayor de 65 años supondrá el
26% del total. En la actualidad, son el 20,1% del total, y, en 2050, alcanzarían su máximo, el 30,4%.
Desde ese momento, según las proyecciones, se mantendría un cierto rejuvenecimiento de la población
residente en España, a medida que vayan desapareciendo las generaciones de nacidos en la década de
1970, que fueron de mayor fecundidad. Esto también nos muestra un proceso de envejecimiento sin
remisión de la población de España. De seguir la tendencia demográfica actual, dentro de quince años,
el grupo demográficamente más numeroso será el de adultos de 55 a 64 años, el de los nacidos entre
1972 y 1981, que hoy en día tienen entre 40 y 49 años, y son también el grupo de edad más numeroso.
En esas condiciones, el actual sistema de pensiones no podría mantenerse. Sin embargo, estos datos son
resultado de extrapolar hacia el futuro los comportamientos del presente, por lo que conviene tomarlos
con precaución. Entre las opciones para afrontar el reto demográfico, está la puesta en marcha de una
política estatal que apoye la conciliación familiar -laboral y fiscalmente-, y la recepción de inmigrantes.

CONCLUSIÓN

España está habitada en la actualidad por más de 47 millones de personas. Esta población se
encuentra heterogéneamente repartida por el territorio nacional, concentrándose en determinados
núcleos del interior y, en particular, en la periferia. Nuestro modelo de transición demográfico, por el
cual hemos pasado de tener unas altas tasas de natalidad y mortalidad, a una tasa negativa de
crecimiento vegetativo, recuerda al de Europa occidental con 70 años de retardo. Actualmente, nuestro
país presenta un régimen demográfico viejo, con una pirámide de población en retroceso y escasos
movimientos interiores. Tras la crisis económica de 2008, ante la falta de oportunidades que ha ofrecido
el mercado laboral español, muchas personas preparadas (licenciados, graduados universitarios y
profesionales) emigraron a países con posibilidades laborales acordes con su nivel formativo. La
inmigración ha mostrado, en los últimos años, un ligero repunte. Un hecho relevante y que preocupa en
la actualidad es la creciente inmigración ilegal que llega a las costas españolas, España es la principal
puerta de entrada de la UE para la inmigración irregular.

Las previsiones para el futuro no son demasiado alentadoras; en primer lugar, se hace necesario
superar la crisis derivada de la pandemia COVID-19, que ha traído consigo un descenso de la natalidad y
un aumento de la mortalidad en las edades más avanzadas; además, se hacen necesarios nuevos
planteamientos desde las instituciones para mejorar la situación de cara a las próximas décadas, cuyo
panorama es de un crecimiento natural que, a día de hoy, resulta insuficiente para garantizar el relevo

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generacional y el sistema de pensiones, debido a una baja tasa de natalidad y al envejecimiento de la


población.

USO DIDÁCTICO DEL TEMA

De acuerdo con la normativa vigente, Real Decreto de enseñanzas mínimas 217/2022 en ESO, Real
Decreto de enseñanzas mínimas 243/2022 en Bachillerato, y del Decreto/Orden 1 “…” que establece el
currículo en la comunidad autónoma de “…”. Este tema puede trabajarse en la materia de Geografía e
Historia en la ESO y en la materia de Geografía en 2.º Bachillerato.

En estas materias se trabajan saberes básicos, que encuentran su desarrollo en contenidos


relacionados con el tema. En la ESO, se estudia el reto demográfico en España, que presenta varios
desafíos como la despoblación de áreas rurales, la caída de la natalidad y los efectos derivados de la
sobrepoblación estacional y los flujos migratorios. Por otro lado, en la materia de Bachillerato, se
profundiza en la cuestión demográfica para comprender la dinámica de la población española a partir
del análisis de su estructura y desequilibrios. Además, se aborda, de nuevo, el reto demográfico
conformado por el envejecimiento de la población, la despoblación rural y la cuestión migratoria,
prestando atención a las ventajas e inconvenientes de los movimientos migratorios sobre la base del
respeto por la diversidad etnocultural.

En el proceso de enseñanza y aprendizaje del tema las decisiones metodológicas requieren una
planificación cuidadosa para organizar el desarrollo de los contenidos y adecuar las competencias
específicas que se evaluarán. Resulta imprescindible transmitir expectativas positivas y explicar al
alumnado la información necesaria sobre cuáles son los objetivos que se pretenden alcanzar, los saberes
básicos necesarios y la forma de evaluación de las competencias específicas. De hecho, se aconseja
comenzar con un ritmo lento para avanzar en gran grupo, atendiendo al mismo tiempo las necesidades
individuales. Igualmente útil resulta el trabajo interdisciplinar, que puede extrapolarse a nivel de centro
participando en proyectos y temas comunes, con el fin de que el alumnado valore su proceso de
enseñanza-aprendizaje en una dimensión amplia y se implique en propuestas más allá del aula. Por
ejemplo, una estrategia de enseñanza y aprendizaje que puede utilizarse en la enseñanza del tema en el
aula parte de la teoría del conocimiento constructivista. La persona docente actúa como guía-mediadora
y favorece la aparición de aprendizajes significativos en un clima de aceptación mutua y cooperación. En
este marco pedagógico puede utilizar diferentes tácticas en la enseñanza del tema, como la explicación
de los contenidos sobre población española, los cuestionarios orales, la lectura de imágenes, el análisis y
comentario de fuentes demográficas (estadísticas, pirámides de población, etc.), la realización de tareas
en el porfolio, la creación de un vocabulario geográfico de términos específicos, el debate sobre el
fenómeno de la inmigración, la lectura, el trabajo en grupo, la elaboración de trabajos de investigación
y, por supuesto, el uso de las TIC. En la medida de lo posible, se fomentará la presentación pública de los
resultados del trabajo individual y grupal.

Con este fin se pondrán en marcha actividades y situaciones de aprendizaje, entendidas como
escenarios para que el alumnado desarrolle las competencias específicas. Estas situaciones deben estar
contextualizadas, centradas en las condiciones del grupo, en las realidades personales y del entorno,
partiendo de los intereses del alumnado para un aprendizaje significativo con metodologías activas que
impliquen las TIC. Puede acudirse a un aprendizaje basado en proyectos con la creación de un producto
1
Consultar documento Relación tema – currículo – comunidad autónoma para indicar el currículo correcto de la comunidad
autónoma por la que oposita la persona aspirante.
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TEmA19. La población española. Comportamiento demográfico. Fenómenos migratorios.

final o al aprendizaje basado en retos con la resolución de un problema planteado en el aula. Por
ejemplo, el reto de calcular algunas tasas demográficas como la densidad de población, la tasa de
natalidad o mortalidad, o el análisis y comprensión de artículos periodísticos o fragmentos de diferentes
publicaciones que aludan al tema, o el proyecto de elaborar las pirámides demográficas de diferentes
momentos de la historia de España para comprobar la evolución de la población por sexo y edad y
especular sobre la población española del futuro. El uso de las TIC será de gran ayuda en todo el proceso
de enseñanza aprendizaje. Internet es una fuente inagotable de recursos que ofrece contenidos y
posibilidades que habrá de adaptar en función del tipo de alumnado con el que trabajemos. Hay que
destacar la página web del INE, donde podremos encontrar todos los datos actualizados relativos a la
población española.

Cualquier decisión metodológica y organizativa debe tener como horizonte la transversalidad que
implica el cumplimiento de un compromiso cívico en relación a la dignidad humana y los derechos
universales, la igualdad de género, la inclusión, la diversidad social y cultural, la sensibilidad hacia el
medio ambiente y la contribución a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), la convivencia y la
resolución de conflictos a través de la mediación pacífica, la responsabilidad colectiva, el adecuado uso
de las redes sociales (RRSS) y un interés por el aprendizaje permanente. Con este tema se fomentarán
los valores de igualdad entre la ciudadanía, rechazando la discriminación por género, raza, religión u
otros aspectos. Se tratará el respeto a los derechos humanos y la condena de actitudes homofóbicas o
xenófobas. Además, se destacará el papel de las mujeres en el ámbito laboral y su lucha por la igualdad y
la conciliación familiar.

Durante la enseñanza del tema en el aula es importante atender a la diversidad. La equidad o atención
a las diferencias individuales debe de estar presente en todo el proceso de la enseñanza aprendizaje de
la geografía mediante la aplicación del diseño universal del aprendizaje (DUA) que ofrece múltiples
formas de implicación, de representación, de acción y expresión. Por ello, se facilitará a todo el
alumnado el máximo desarrollo de sus capacidades personales, ayudando a alcanzar los objetivos y
competencias establecidas de cada etapa educativa y proporcionando una atención individualizada en el
proceso de enseñanza aprendizaje para responder adecuadamente a las necesidades, intereses y
motivaciones del alumnado favoreciendo su integración en el contexto educativo en igualdad de
oportunidades.

Al mismo tiempo, se procurará interdisciplinariedad con las demás materias del currículo, la
enseñanza del tema invita a estudiar el método de investigación común a todas las ciencias y a enseñar
al alumnado que la geografía de la población y la demografía están en conexión con las ciencias sociales
(Geografía e Historia) y otras materias como Economía.

La evaluación del alumnado será continua con el fin de valorar los logros y detectar las dificultades en
el momento en que se producen. La evaluación, asimismo, tendrá un carácter formativo y orientador. Se
debe favorecer la participación en la misma tanto de la persona docente como del propio alumnado. Los
criterios de evaluación serán el referente para la evaluación y la comprobación del grado de desarrollo y
adquisición de las competencias clave y específicas, así como de los saberes de la materia. Con carácter
general, se aplicarán instrumentos de evaluación variados, diversos y sobre todo adaptados a la
situación de aprendizaje.

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

Copyright © 2023 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748


Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782
Registro General de la Propiedad Intelectual. Número 16/2023/1329. ISBN: 978-84-09-06021-4 2
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