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Lectura fundamental
Límites planetarios
Contenido
Para hablar de la gestión ambiental y del quehacer del tecnólogo en esta disciplina, conviene iniciar
determinando qué es el medio ambiente o, según la tendencia actual, el ambiente.
Sánchez y Guiza (1989) lo definen como cualquier espacio de interacción y sus consecuencias, entre
la sociedad (elementos sociales y recursos humanos) y la naturaleza (elementos o recursos naturales).
Por su parte, Quiroz y Tréllez (1992) lo definen como todo aquello que rodea al ser humano y
comprende elementos naturales, tanto físicos como biológicos; elementos artificiales; elementos
sociales y las interacciones de todos estos elementos entre sí.
De igual forma, es necesario considerar la concepción de naturaleza. Proviene del latín natura, que
quiere decir “nacimiento” (natus participio pasivo de nasci, nacer). Esto explica dos usos comunes: por
un lado, naturaleza como las cualidades y propiedades de un objeto o un ser; por otro, naturaleza son
los ambientes que no son artificiales, con ciertos atributos físicos y biológicos, como especies de flora
y fauna nativas (Gudynas, 1999).
De lo anterior se puede inferir que el medio ambiente se considera como un espacio geográfico en
interacción con los elementos bióticos o que representan la vida y los abióticos o el medio físico en el
cual se desarrollan los diversos organismos que interactúan entre sí a través de un flujo de energía y
mantienen un equilibrio en la naturaleza.
La mirada del ser humano frente al medio ambiente ha tenido un recorrido histórico permeado por
la concepción política, cultural y económica del momento en el que se desarrolla. Dos de las grandes
visiones; el biocentrismo, determinado como la concepción de vivir en armonía con la naturaleza y
tomar de ella solo los recursos suficientes para satisfacer las necesidades; y el antropocentrismo, que
considera al ser humano superior a la naturaleza, por lo que toma todo lo que se necesita sin importar
si estos recursos se renuevan.
El uso y abuso de los diferentes recursos naturales requeridos para la satisfacción de diversas
necesidades del hombre han producido problemáticas ambientales que conducen a un desequilibrio
natural: la contaminación.
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En ese sentido, es importante reconocer la capacidad que tienen los ecosistemas para la generación
de recursos y la depuración de contaminantes en determinados periodos de tiempo de forma natural,
lo que se conoce como biocapacidad. De igual manera, se debe tener presente la capacidad de estos
ecosistemas para absorber o responder a perturbaciones que afectan su estructura y función, para
con el tiempo retornar a sus condiciones naturales; a esta capacidad se le llama resiliencia.
Las actividades realizadas por el hombre consideradas reciben el nombre de antrópicas y consumen
recursos como agua y suelo, identificados como aspectos ambientales que interactúan con el medio
ambiente. Un manejo inadecuado de estos aspectos deriva en impactos ambientales, definidos como
las modificaciones adversas o benéficas para el medio ambiente.
Todo lo anterior evidencia la dependencia del ser humano de la naturaleza para las múltiples
necesidades de orden fisiológico, social, económico y cultural. La visión de superioridad de los
humanos ha conducido a la sobreexplotación de recursos naturales y ha modificado los servicios
ecosistémicos, lo que ha dado resultado a altos índices de contaminación, pérdida de especies y
alteración de elementos necesarios para su supervivencia. Así pues, nació la necesidad de administrar
los recursos y las actividades antrópicas, lo que dio origen a la gestión ambiental.
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La geología ha contribuido en lo que se conoce como la escala de tiempo geológico, término que
fue acuñado por John Wesley Powell a finales del siglo XIX. A través del estudio de rocas, métodos
radiométricos, principios y leyes, se ha podido inferir que el planeta tiene aproximadamente 4500 millones
de años de historia, dentro de los cuales se identifican unidades como eón, era, periodos y épocas.
Paleozoico
(era de los peces)
Fanerozoico Mesozoico
(era de los reptiles)
Cenozoico Cuaternario Pleistoceno
(hace 540 millones de años)
(era de los mamíferos) (aparición del homo sapiens) (grandes glaciaciones)
Holoceno
Definir una época geológica es complejo, requiere de mucha información y, de acuerdo con Bonito et al.
(2011) la aplicación de los siguientes principios:
• Principio de la superposición: en una secuencia de estratos no deformados, el que cubre otro estrato
es más reciente. Esto implica que a mayor profundidad de capa edáfica mayor edad geológica.
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• Principio de la intersección: una falla o un cuerpo intrusivo (objeto) son más recientes que las
rocas o que las coberturas de suelo que lo atraviesan o fracturan. Esto indica que un elemento
que se encuentre al interior de una roca o que la haya roto corresponde a una edad menor
geológicamente hablando.
• Principio de la sucesión faunística: los organismos fósiles se han sucedido unos a otros en un
orden definido y determinado; los especímenes una vez extintos no pueden volver a repetirse.
• Principio de la inclusión: una roca que contiene una inclusión (por ejemplo, un fósil) es más
moderno que esa inclusión. Dicho de otra manera: un fósil siempre tendrá mayor edad que los
elementos que lo almacenan.
• Principio de la identidad paleontológica: los estratos caracterizados por las mismas asociaciones
de fósiles son de la misma edad.
Lo anterior evidencia la gran importancia del rastro del tiempo que se analiza en la corteza terrestre
y organismos fosilizados, pues permiten establecer posibles momentos de surgimiento y extinción de
especies de flora y fauna y determinar formas de vida, sucesión y diversificación correlacionadas en
equivalencia temporal y ubicación geográfica.
Así se logró determinar que el inicio del Holoceno se enmarca con el fin del último periodo glacial
europeo y cambios climáticos que afectaron la fauna y flora de la tierra, así como las variaciones en
los mares. De acuerdo con Nahle (2007), esta época abarca los últimos 11 700 años y se afectó
la distribución de la vegetación, la extinción de la megafauna de mamíferos, entre los cuales el más
notorio es el mamut en Eurasia. Así mismo, las condiciones de temperatura de esta época generaron
la fusión de los glaciares y un aumento general del nivel de los océanos en el llamado óptimo climático
del Holoceno, nombre utilizado por primera vez por Sir Charles Lyell en 1833 para describir la época
geológica posglacial de los últimos 12 000 años y que fue adoptado por el Congreso Geológico
Internacional en Bolonia en 1885, siendo reconocido por diversos científicos como una fuerza
geológica y morfológica significativa (Crutzen y Stoermer, 2000).
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¿Sabía que...?
La última de las fases cálidas constituye el Holoceno, época
que se inició hace 11 700 años cuando se estabilizó el clima
en los hemisferios norte y sur. El Holoceno se divide en tres
edades (Groenlandiense, Norgripiense y Megalayense), con
base en marcadores geoquímicos preservados en sondeos
de hielo y espeleotemas (formaciones de las cavidades o
depósitos minerales secundarios formados en cuevas) que
reflejan cambios climáticos abruptos ocurridos a escala
global hace 11 700, 8 200 y 4 200 años respectivamente
(Walker et al., 2018).
El homo sapiens inició hace 300 000 años la humanización de la Tierra (Cearreta, 2021). Un punto
de inflexión fue el sedentarismo, la domesticación de animales y semillas, que significó la aparición
posterior de la agricultura, la ganadería. Este fue el comienzo del camino hacia la sobrepoblación de
áreas geográficas que garantizaban las mejores condiciones. Sin duda, por varios siglos la densidad
poblacional ha generado una presión sobre los ecosistemas y los recursos naturales, con cambios
ambientales de magnitud y escala progresivas que, de acuerdo con estudios científicos, ha tenido
lugar en los últimos dos siglos de industrialización.
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Según Syvitski et al. (2020), las vastas alteraciones en los sistemas naturales atmosféricos,
hidrológicos, pedológicos, biológicos, biogeoquímicos y sedimentarios de la Tierra no solo han
cambiado considerablemente el sistema planetario, sino que también han creado innumerables
señales detectables y conservables a nivel mundial, justificando una nueva época geocronológica,
conocida como el Antropoceno.
En el año 2000, el premio nobel de química Paul Crutzen y su compañero biólogo Eugene Stoermer
acuñaron el concepto de Antropoceno basados en que los cambios antrópicos producidos en
las últimas décadas están quedando en la estratigrafía del planeta y están modificando lo que se
consideraba parte del Holoceno:
Teniendo en cuenta estos y muchos otros impactos importantes y aún crecientes de las actividades
humanas en la tierra y la atmósfera y, sobre todo, incluidas las escalas globales, nos parece más que
apropiado enfatizar el papel central de la humanidad en geología y ecología al proponer el uso de
término “Antropoceno” para la época geológica actual. (Crutzen y Stoermer, 2000, p. 17)
• Urbanización
• Explotación y consumo de combustibles fósiles y de esta forma la emisión de gases como NOx y SOx
• Reducción del grosor de la capa de ozono debido a productos industriales a base de gases
clorofluorocarbonados CFC
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De esta forma Crutzen y Stoermer (2000) establecen una nueva era geológica atribuida totalmente
a los efectos antrópicos y ubican su posible inicio a finales del siglo XVIII. Lo hicieron con base en
los datos arrojados por los estudios de los núcleos de hielo glacial y la acumulación de gases efecto
invernadero (CO2 y CH4), época que coincide con la fabricación de la máquina de vapor de James
Watt en 1784 y la Revolución industrial.
¿Sabía que...?
La estratigrafía es la rama de la geología que estudia, interpreta,
identifica, describe la secuencia vertical y horizontal de las rocas
estratificadas; también se encarga de la cartografía y correlación
de las unidades de roca, para determinar el orden y el momento
de los eventos en un tiempo geológico determinado (Servicio
Geológico Mexicano, s. f.).
El inicio del Antropoceno se ha determinado por la evidencia de los efectos humanos en la biósfera;
sin embargo, se establece el periodo de la posguerra (después de la Segunda Guerra Mundial),
posterior a 1950, como la gran aceleración del Antropoceno. El valor preindustrial de dióxido de
carbono atmosférico se elevó de 270-275 ppm a 310 ppm en 1950, desde entonces su aumento se
ha venido fijando en 380 ppm con tendencia al alza (Steffen, Crutzen y McNeill, 2007). Al mismo
tiempo, en tan solo unas décadas se pasó de una población de 1000 millones de habitantes a casi
8000 millones actualmente (Worldometer, 2022).
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3. Los límites planetarios
Con lo abordado hasta aquí, se puede considerar que el hombre considera que los recursos planetarios
están para satisfacer sus necesidades por lo siglos de los siglos; la necesidad humana obliga a que se
regeneren los componentes del planeta para perpetuar la existencia homínida. Sin embargo, llevado a la
práctica, la biocapacidad o capacidad de regeneración anual de los recursos naturales llegó a su límite en
1978 (Wackernagel, 2002) o incluso antes, en 1900, debido al uso desaforado de combustibles fósiles
(Chefurka, 2011). En consecuencia, cada nueva generación humana recibe un ecosistema transformado
cada vez más rápido y quizás impredecible, por lo tanto, si la sociedad humana global fuese capaz de
sostener su consumo según la capacidad de regeneración anual de los recursos, no es se puede augurar
una sostenibilidad a perpetuidad (Briones et al., 2019).
En sus análisis del Holoceno y Antropoceno, la comunidad científica no se ha limitado a estudiar el inicio
o final, pues se requiere una visión de lo regenerativo y de la capacidad de resiliencia de los ecosistemas o
de la biósfera. Por esta razón, en 2009, bajo el liderazgo del profesor Johan Rockström y 28 científicos
del Centro de Resiliencia de Estocolmo, se establecieron los límites planetarios, una franja o umbral que
identifica los procesos ambientales de la estabilidad de los componentes del sistema terrestre. Estos
umbrales no se deben sobrepasar, porque esto tendría efectos negativos catastróficos a nivel regional
y global; habría cambios abruptos e irreversibles, lo que socavaría peligrosamente la base de recursos
naturales imprescindibles para el bienestar de la humanidad (Rockström, 2009).
Los límites planetarios tienen como base 3 ámbitos de la investigación científica. Uno corresponde a la
escala de la acción humana frente a la capacidad de sostenimiento de la Tierra. Esto está asociado a la
economía ecológica basada en el sustento de la vida para un bienestar humano como parte esencial del
medio ambiente y las restricciones de una expansión económica. El segundo ámbito son los procesos
biológicos de la Tierra necesarios para el desarrollo de la sustentabilidad que impide la evolución del
cambio global, incluidas las acciones humanas. Y el tercer ámbito es el marco de resiliencia en la
asociación de la autorregulación del sistema vivo con sus dinámicas complejas y la autorregulación.
Ahora bien, los umbrales se identifican bajo el contexto del Antropoceno y los limites biofísicos del
planeta, para que el hombre tome las decisiones adecuadas en pro de su bienestar, basado en los datos
del Holoceno.
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¿Sabía que...?
Un punto de inflexión es el punto donde un cambio se vuelve
irreversible; para efectos de los límites planetarios,
se establecieron zonas que señalan cuándo se cruza un
punto de inflexión.
El clima está cambiando por los gases de efecto invernadero; el nivel de las emisiones llevó a un punto de
inflexión global. Durante el Holoceno se mantuvo una concentración de estos gases relativamente estable,
pero, de acuerdo con Rockström y su equipo, en 1988 se cruzó el primer umbral de 350 partes por millón
de dióxido de carbono en la atmósfera, lo que pasó el límite de una zona segura a una zona de peligro. Así se
corre el riesgo de desencadenar cambios que conduzcan a un calentamiento descontrolado.
Se tienen datos que sugieren que en la actualidad se ha llegado al punto de concentración de CO2 en
la atmósfera de 415 partes por millón, con lo que se entra a la zona de peligro del límite climático. Esto
aumenta las sequías, olas de calor e inundaciones, el derretimiento acelerado del hielo y del permafrost
y la ocurrencia de incendios forestales. Con 450 partes por millón de CO2, la humanidad se acerca a un
segundo umbral rápidamente: la zona de alto riesgo del límite planetario. En estas condiciones se pasaría del
límite de 1,5° C de calentamiento global, del cual difícilmente exista un retorno.
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Cuando el tamaño de estas capas se reduce, las áreas de los bordes, al ser muy oscuras por pasar a
ser una superficie líquida, absorben el calor. Como consecuencia de esto, las capas de hielo pueden
generan autocalentamiento en lugar de autoenfriamiento, un escenario muy dramático a nivel
climático (Clay, 2021).
Otras señales del cambio climático son el deshielo del océano Ártico, la reducción del sumidero
oceánico de carbón y la alteración climática de la termohalina, que produce un aumento acelerado del
nivel del mar y blanqueo de corales.
En la figura 2 se observa el área de casquetes polares que están en riesgo de reducción acelerada por
el calentamiento global asociado al cambio climático.
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3.2. Acidificación oceánica
La capa de ozono (O3) es considerada el filtro la radiación solar (UV) que tiene el potencial de
generar daños a los seres vivos. Esta “sombrilla” protectora se ha alterado a causa de los gases
generados por las actividades antrópicas, especialmente los refrigerantes, que han producido agujeros
en los hemisferios norte y sur de la tierra. Esto es causa de alarma por sus posibles consecuencias y es
un límite planetario. Países han llegado a un acuerdo internacional para comprometerse a la reducción
de estos gases de forma gradual haciendo seguimiento cada cuatro años.
En 2018, los científicos determinaron que la recuperación de la capa de ozono se ha vuelto más
lenta. Se estima que los gases agotadores de ozono se siguen produciendo en el continente asiático,
especialmente en algunas provincias de China, lo cual retrasaría décadas el proceso de recuperación y
traería serias consecuencias para la vida planetaria.
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La capa de ozono se ha reducido principalmente en el cono sur, sobre la Antártida, con consecuencias
para la temperatura del mar y de salud humana. Esta misma reducción en la zona norte, sobre el Ártico,
produciría un efecto de alta magnitud. Por esta razón y ante un alto grado de incertidumbre, se plantea
como límite planetario para los niveles de O3 una disminución de <5% en los niveles de columna de ozono
para cualquier latitud con respecto a los valores de 1964 a 1980 (Chipperfield et al. 2006).
El fósforo y nitrógeno son elementos fundamentales para la vida y necesarios para procesos de producción
alimentaria humana, pues la fertilidad de los suelos depende de ellos. El problema es que las actividades
antrópicas transforman actualmente más nitrógeno de la atmósfera en compuestos reactivos que la suma
de todos los procesos terrestres del planeta. Como primera aproximación a un umbral máximo, debido a
la escasa documentación al respecto, los expertos definieron un flujo hacia la biosfera de 35 millones de
toneladas anuales de nitrógeno reactivo fijado por la industria y la agricultura, el equivalente al 25 % del
volumen total fijado de forma natural por los ecosistemas terrestres.
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El fósforo se produce por la meteorización natural; es un elemento finito extraído por el hombre
y depositado en los océanos de forma acumulativa; siendo la causa de fenómenos anóxicos
(agotamiento del oxígeno bajo la superficie) así como de la eutrofización de agua dulce; de esta forma
el límite es no superar más de 10 veces aproximadamente la tasa natural de incorporación al océano
del fósforo procedente de la actividad humana.
En 2009, este límite se definió como la pérdida de especies o biodiversidad y posteriormente se entiende
como la pérdida de la integridad de la biósfera, debido a que genera inestabilidad en procesos naturales.
Esto está relacionado con otros límites, como la acidez del mar, y potencializa riesgos en diversos
ecosistemas, lo que reduce la permanencia en zona seguras.
Desde el inicio del Antropoceno, los humanos han aumentado la tasa de extinción de especies entre 100
y 1000 veces más que las tasas de fondo típicas de la historia de la Tierra (Mace et al. 2005). Según
Rockström et al. (2009), la mayoría de las extinciones desde el año 1500 ocurrían en islas oceánicas, no
obstante, en las últimas dos décadas, aproximadamente la mitad de las extinciones registradas han ocurrido
en los continentes, principalmente debido al cambio de uso de la tierra, la introducción de especies y, cada
vez más, el cambio climático, lo que indica que la biodiversidad ahora está en riesgo en todo el planeta.
La pérdida de la biodiversidad se presenta a gran escala. Según Anne Larigauderie, del IPBES2, en tan solo
50 años la humanidad ha eliminado el 68 % de las poblaciones mundiales de vida silvestre; se perdieron mil
millones de especies de ocho millones que podrían extinguirse; del total de las aves del mundo solo el 30 %
son salvajes; y de todos los mamíferos del planeta, las especies silvestres ahora constituyen solo 4 % (Clay,
2021). En este orden de ideas, plantear un límite para decir que se pueden seguir extinguiendo especies es
un poco absurdo; sin embargo en aras de definir cuál sería el punto de inflexión con base en la tendencia
de los últimos años, se considera que la medida sería la tasa de pérdida de biodiversidad establecida por la
cantidad de especies extintas por cada millón de especies, antes de iniciar un punto de no retorno en la
afectación en el sistema de soporte de la vida en la biósfera.
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3.6. Uso de agua dulce
Es innegable la dependencia que tiene el hombre de un recurso preciado como el agua, pero esto
ha llevado a un uso insostenible que repercute en la modificación de caudales, patrones espaciales y
estacionales y ciclos hídricos. Esta afectación no solo recae en la disponibilidad del recurso superficial,
sino que va más allá: la deforestación y degradación de suelos afecta el agua verde que corresponde
a la humedad del suelo, lo que desencadena una amenaza en el secuestro de carbono y la producción
de biomasa. Por otra parte, el agua azul (superficial y subterránea) se afecta con la intervención a las
cuencas hidrográficas.
El agua dulce es un recurso fundamental para la sociedad. De acuerdo con los cálculos realizados por
Johan Rockström, se necesita 3 000 L de agua dulce por persona todos los días para mantenerse
con vida, de los cuales 50 son para higiene y bebida, 100 lavar (necesidades domésticas), la industria
requiere otros 150 y los restantes 2700 son para comida (Clay, 2021). Siendo el agua dulce necesaria
para producir alimentos, aún no se puede considerar cuál puede ser el límite planetario que determine
un mínimo de las cuencas hidrográficas para garantizar la vida, pero sí es seguro que continuar con ese
consumo, que equivale tiende a superar los 4 000 km3, llevará a la humanidad a umbrales de riesgo a
escala regional o continental.
Desde 2021 se consideró como un nuevo límite planetario el agua verde que agrupa a la precipitación,
la evapotranspiración y la humedad de los suelos. Esta agua es importante para el sostenimiento
global y ya evidencia afectación en el clima, los ecosistemas, la hidrología y biogeoquímica (Wang-
Erlandsson et al., 2021).
En un futuro casi inmediato, la investigación debe abordar y tener en cuenta el papel de la humedad
del suelo en la zona de las raíces, para la resiliencia del sistema terrestre en vista de las interacciones
ecohidrológicas, hidroclimáticas y sociohidrológicas.
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3.7. Cambios en el uso del suelo
El límite propuesto corresponde a que no más del 15% de la superficie terrestre libre de hielo del
mundo se convierta en tierra cultivable.
Los aerosoles se consideran una de las principales causas de contaminación atmosférica; es material
particulado o partículas en suspensión que afectan la salud pública (enfermedad cardiopulmonar,
cáncer y enfermedades respiratorias agudas) e inciden en los monzones o vientos que producen
fuertes lluvias.
Los compuestos radiactivos, metales pesados y una amplia gama de compuestos orgánicos de origen
humano se consideran contaminantes. Estos pueden influir en el límite de la biodiversidad al reducir
la abundancia de especies y aumentar potencialmente la vulnerabilidad de los organismos a otras
presiones como el cambio climático (Jenssen, 2006).
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Los efectos son nocivos en la medida que existe exposición directa a sustancias químicas en el
entorno abiótico (aire, agua o suelo) o por bioacumulación o biomagnificación en las cadenas
alimenticias, entre estas sustancias están el plomo y el mercurio. Ahora bien, por la gran diversidad de
elementos o compuestos causantes de esta contaminación, no es posible determinar un límite.
Durante más de una década no fue posible establecer si se había sobrepasado este límite, debido
a que era uno de los dos límites que permanecían sin cuantificar, pero en enero de 2022 un grupo
de 14 científicos del Centro Resiliencia de Estocolmo, publicaron un análisis que se enfocó en la
contaminación química, más específicamente en la contaminación plástica. Este estudio estableció
el estado actual de este límite planetario; inicialmente se ratificó que los plásticos cumplen las
características de una nueva entidad o entidad novedosa, al establecer que las diferencias entre los
plásticos y otros productos químicos brindan la oportunidad de explorar una amplia gama de impactos
y definir nuevas variables de control para este límite planetario.
“Novel” el sentido geológico quiere decir creado, introducido o recirculado por humanos. Las
entidades son productos químicos, materiales de ingeniería y sus productos de transformación, que se
fabrican con y sin intención, tienen el potencial de causar efectos en los procesos vitales del sistema
terrestre (Steffen et al., 2015).
Alineado a lo anterior, el análisis ha establecido que, tras décadas de producción en masa, los plásticos
ahora son omnipresentes, ya que todo el ciclo de producción conlleva impactos climáticos, afectan la
biodiversidad a través de impactos físicos, mediante el contacto o la ingesta. La concepción de lo que
es dañino o peligroso desde una perspectiva planetaria se ha ampliado para incluir efectos más allá de
la toxicidad como el enfoque principal actual de la gestión de productos químicos.
Patricia Villarubia-Gómez, investigadora del Centro de Resiliencia de Estocolmo, indica que existe
la producción de productos químicos aumentó 50 veces desde 1950 y se prevé que esto se triplique
nuevamente para 2050. Así mismo, la masa total de plásticos en el planeta ahora es más del doble
de la masa de todos los mamíferos vivos; aproximadamente el 80 % de todos los plásticos producidos
permanecen en el medio ambiente y la producción de plástico aumentó un 79 % entre 2000 y 2015
(Stockholm Resilience Centre, 2022).
Por su parte, Carney Almroth, asegura que se pueden encontrar contaminantes de plástico y
microplástico en todo el mundo, desde el Ártico hasta la Antártida, y pueden ser extremadamente
persistentes. La evidencia establece impactos negativos en los sistemas de la Tierra, incluyendo la
biodiversidad y los ciclos biogeoquímicos (Persson et al., 2022).
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En conclusión, la humanidad se encuentra en una zona de superación del límite planetario para
entidades novedosas. Si se deseara estabilizar o reducir la producción y la disposición, los efectos
derivados de la transgresión seguirán siendo una amenaza, debido a la persistencia de muchas
entidades novedosas. Por lo tanto, los aumentos en la producción y liberación de entidades novedosas
como el plástico no son consistentes con mantener a la humanidad dentro de un espacio operativo
seguro a la luz de la capacidad global de gestión.
Sería un grave error considerar que cada límite es independiente y que al sobrepasar uno o varios
sus efectos no recaen en otros. Por esta razón, es necesario recordar la dinámica de la biósfera y
reconocer la complejidad e interdependencia de los organismos. De esta forma cobran importancia
las acciones que se tomen para prevenir las consecuencias graves en el bienestar humano que
representan traspasar un umbral, pues se puedan provocar cambios ambientales bruscos, no lineales
en continentes e incluso en todo el planeta.
Zona segura Zona de riesgo creciente Zona de riesgo alto
Integridad de Cambio
la biósfera climático
Incorporación de
nuevas entidades
Cambio del
uso del suelo
Reducción del
ozono estratosférico
Uso del
agua dulce
Fósforo
Carga de aerosoles
Nitrógeno atmosféricos
Flujos
bioquímicos Acidificación
del océano
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Como se puede evidenciar en la Figura 4 y a través de la descripción de los diferentes límites
planetarios, la humanidad se enfrenta a grandes retos para garantizar su existencia en condiciones
adecuadas. Esto implica la necesidad de cambios reales en las formas de producción y consumo
de bienes y servicios, la manera de gobernar los estados y considerar un desarrollo de las naciones,
porque continuar con la misma tendencia es un acercamiento a conflictos cada vez más críticos en lo
social, ambiental y económico.
El equilibrio de la vida del planeta depende de no alterar los ciclos naturales, como el hídrico y los
biogeoquímicos como el fósforo y nitrógeno, que permiten que las fuentes de agua y características
del suelo sean óptimas para la diversidad biológica. Para garantizar la disponibilidad de recursos
para satisfacer las necesidades actuales y futuras, son imperativos los cambios que se requieren
para reducir la dependencia de hidrocarburos y acelerar la transición energética que disminuya el
bombardeo a la atmósfera y así desacelerar la crisis climática.
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