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El sueño de Asterión

De vez en cuando un intricado lapso de tiempo al azar rapta mi experiencia en las


infinitudes de mi conciencia. Acaece la noche (aparentemente) y veo a un sinfín de
Asterión, ninguno igual al otro. A veces veo a uno que es solo un observador del porvenir,
cree que nació de la yuxtaposición entre el cielo y la tierra, en esa delgada línea que sus
memorias le han dejado ofuscadamente entre ver, algún momento que percibió
simbólicamente en el pasado (o futuro, o de otro Asterión, quizás). Otro que trémulo ante la
incoherencia de su existencia trata de decodificar el lenguaje de las paredes con el motivo
de ver si es que ellas pueden ser un guía sobre como su destino a caído en manos de estos
infinitos pasajes, siente que es un cuadro y sus espectadores son estas murallas. De
momentos corre para ver si una de estas paredes llega a no alcanzarlo y por fin sea testigo
del último recuadro de este sórdido Asterión. Pero hay un Asterión que recurrentemente
percibo en un rincón de estas infinitudes, otro de un laberinto aún más grande, siento como
sus pisadas flagelan el suelo ocasionando oscilantes retumbares, emite potentes bramidos
que se entrecortan en unos tristes sollozos, deambula incesantemente rasgando algunas
paredes, al hacerlo unas pesadas gotas resuenan en el suelo generando un eco tortuoso, es
como si todas estas señales tuviesen un cometido para su alma, invitando a un redentor o un
Dios que se apiade de su existencia… Quizás desde esta posición, Asterión, pienses que
puedo ser Dios, hasta yo lo creería, pero de ser así ¿Habría otro Asterión que me percibe?

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