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Breve Reseña Literaria de los Años de 1920 a 1930

El influjo de las literaturas de post guerra, hubo de ser recibido en Chile, naturalmente por la juventud.
Desorbitada primero, afirmándose lentamente, la generación de estos diez últimos años aparece definida y
prometedora de una labor por todos sus aspectos superior a la de las generaciones precedentes.

La inquietud social-política de los años anteriores tomó después del año 20, caracteres violentos. Culminó
ese estado de cosas con la caída del gobierno parlamentario que la revolución del 91 pusiera en el poder,
estableciéndose un Gobierno de facto, después de los acontecimientos de los años 24 y 25, para dar a la
República un régimen presidencial.

Los universitarios habían dirigido el desarrollo de una crítica social que alcanzó su grado máximo de
violencia cuando la reacción conservadora poseyó el Gobierno; pero los acontecimientos posteriores al
año 1920: elecciones, relajación de la moral ciudadana; la intromisión de los propios líderes universitarios
en el manejo de la vida política y la natural traición de los ideales de la juventud que había afrontado con
clara responsabilidad la defensa de las modernas ideologías sociales y artísticas, todo eso detuvo el
florecimiento de un proceso social valioso. Aún no se le ha dado a este instante su verdadera importancia.
[1]

Más tarde, la Asociación de Maestros Primarios continuó con una labor semejante; labor que no pudo
prosperar y que fue desorganizada, al tomar en sus manos la dirección material de la educación del país.
Quedó, eso sí, la conciencia de una renovación educacional que se agita en nuestros colegios y que ya no
podrá desaparecer.

Aquietada la prédica ideológica, la presente generación trabaja sin mayores sobresaltos, entregando año
por año hermosos libros.

Se perfilan nuevos derroteros, como nunca antes habíamos tenido. Por otra parte, la generación
inmediatamente anterior no abandona su tarea,, manteniendo un panorama nutrido y de calidad.

Sólo el teatro permanece estacionario.

La producción artística se muestra valiosa y prometedora. Un grupo de artistas jóvenes trabajan en


Europa y obtienen entre nosotros confianza en su porvenir. Ortiz de Zárate, Vargas Rosas, Mori, Paschin
Bustamante, pintores; Tótila Albert, escultor; Acario Cotapos, Humberto Allende, músicos; significan para
Chile lo que Gabriela Mistral o Pablo de Rokha o Neruda en la poesía.

Las llamadas tendencias de izquierda o vanguardia no han sido seguidas aquí con serios intentos.

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Solamente han despertado en nuestros poetas la conciencia de una lírica renovada y actual, libre de copia
y de servilismo, conciencia que los ha llevado a la realización de una poesía original.

En 1920, desde las páginas de Claridad, revista de arte y crítica social, fundada por el poeta Alberto Rojas
Giménez, un grupo de jóvenes iniciaba un ingenuo y curioso movimiento Dadá. Con el Manifiesto Agú,
Rojas Giménez y Martín Bunster iniciaron la propaganda izquierdista en Chile [2] . El Creacionismo de
Huidobro fue desconocido entre nosotros hasta ese año. El Ultraísmo español llegó a Chile con los libros
de los poetas jóvenes de Argentina y Uruguay, y sucede cosa igual con las otras escuelas novísimas.

El Rubendarismo cedió prestamente el campo al influjo de ese gran movimiento de liberación artística de
post guerra.

La prosa recibe las obras de Marta Brunet, novelista aventajada, de personal aunque descuidado estilo; de
Ernesto Torrealba, desaparecido prematuramente, que fué un cronista de ágil y claro lenguaje; de Manuel
Rojas, disciplinado en un constante ejercicio literario; de Salvador Reyes, autor de cuentos y novelas y
entusiasta propulsor de la literatura joven; de Genaro Prieto, quien, desprendido de su generación, escribe
la mejor novela de humorismo de Hispano América: El Socio; de Pablo Neruda; de Alberto Romero; de
Manuel Vega, crítico atento y ponderado; de Tomás Lago; de Jacobo Nazaré; de Rojas Giménez, poeta y
novedoso cronista; de Rosamel del Valle, poeta señaladísimo, crítico perspicaz y culto; de Enrique Délano;
de Raúl Silva Castro, bibliófilo; de Ricardo Latchman; de Lautaro Yankas; de Eugenio González; de
Renato Monestier; de Alfonso Bulnes, y de muchos otros jóvenes.

La poesía alcanza en estos años un impulso vigoroso. Nuestros poetas jóvenes no alcanzan en su
mayoría los 30 años. Han entregado aquella parte de su labor que es la adolescencia y ahí se afirma
nuestro juicio.

Roberto Meza Fuentes y Manuel Rojas componen la mejor parte de su obra en estos últimos años.

Un poeta muerto en plena adolescencia: Romeo Murga, alcanza a escribir los poemas que mantendrán su
nombre con signos de admiración. Como él, Armando Ulloa corta su trabajo y deja una poesía de
transparente color, de firme relieve.

Cifuentes Sepúlveda, Raimundo Echevarría Irarrazával, son otros valores líricos desaparecidos. La obra
de Echevarría anda, dispersa en las revistas, olvidada casi, desconocida de sus compatriotas.

Pablo Neruda se arroja bruscamente fuera del camino llano y toma la delantera a los poetas jóvenes de
Hispano América, provocando uno de los acontecimientos literarios de mayor significación entre nosotros.
Aparece ocupando todo sitio, devastando la tradición lírica de Chile con la más definida de las actitudes.

Tomás Lago, uno de los más jóvenes de su generación, original como ningún otro, escribe la novela La
Mano de Sebastián Gainza, abriendo, al par que Neruda, orientación para la prosa. Lago, definido poeta,
ha publicado en las revistas, poemas de sorprendentes formas, de luminosa hondura.

Rosamel del Valle, apegado a lo definido, rompiendo su trayectoria, publica País Blanco y Negro, libro de
gran significación, por el que cruzan las imágenes en inquietantes aguas de subconciencia.

Salvador Reyes, Juan Marín, Jacobo Danke, Rubén Azócar, Díaz Casanueva, Rojas Giménez, Gerardo
Seguel, Augusto Santelices, Julio Barrenechea, Juvencio Valle, forman la falange de los más definidos
poetas de estos tiempos.

Muchos son los nombres de mujer que firman libros y versos. La poesía de la Mistral es el fuego en el cual
se consumen nuestras poetisas, o son las voces de Juana de Ibarbourú, de Delmirá Agustini o de
Alfonsina Storni las que se oyen en nuestra poesía femenina.

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Entre todas, se define con carácter de honda originalidad, Winett de Rokha.

María Monvel, María Rosa González, representan un momento interesante de la poesía femenina; valores
jóvenes: María Baeza, Julia Benavides Hübler y Lucía Condal. [3]

***

Esta Antología es una selección de poetas chilenos. No aparecen en ella, es claro, poetas del primer
período: 1842-1888.

Entre los líricos de los primeros 15 años del período moderno, he escogido a Pedro A. González, a Julio
Vicuña Cifuentes, a Francisco Contreras y a Carlos Pezoa Véliz.

Figuran a continuación los más representativos de las dos generaciones que ocupan los años de 1905 a
1920.

Queriendo dar a conocer con mayor amplitud la labor de los poetas llamados jóvenes o nuevos
(1920-1931) he extendido en esta ocasión, comentarios y citas, incluyendo a la casi totalidad de ellos.

Considero el instante que se desarrolla entre los jóvenes, digno de estudio, de conocimiento, para verificar
al final de su obra la necesaria ponderación, ungiendo a los que alcancen el límite; olvidando a los que por
natural postura juvenil entran al ejercicio de la literatura, desconociendo el sentido del viejo y feliz adagio:
el poeta nace...

***

Entrego, pues, esta Antología a los profesores y alumnos de los Colegios chilenos: otro deseo no me ha
movido que el de destruir los juicios rutinarios, tan adheridos a la enseñanza, que giran en torno de
nuestras cuestiones literarias.

Y no tiene mi trabajo otro mérito; trabajo que de ninguna manera es justamente completo.

_____________________________________________

[1] Señaló con simpatía la labor que la Federación de EE de Chile verificó. La juventud universitaria
agrupó en torno de su obra a los elementos más valiosos de la intelectualidad chilena. De ahí salió el
sentido que ésta generación tiene.

[2] Joaquín Edwards Bello, en 1920, publica Metamorfosis, breve libro de poemas ultraístas, divulgando
aquí los movimientos líricos de Europa.

[3] La Revista Claridad, dirigida en su primera época por Alberto Rojas Gimenez y más tarde por Carlos
Caro, constituyó hasta 1926 el mejor periódico literario do Chile. Después con vida efímera: Dionysos,
Dinamo, Andamios, Caballo de Bastos, Panorama, Reflector, dirigidas por Aliro Oyarzún; Pablo de Rokha;
Ruben Azócar; Pablo Neruda; Rosamel del Valle y Arturo Troncoso, respectivamente. Últimamente, Letras
e Indice, Atenea de la Universidad de Concepción, son prestigiosas publicaciones. En las provincias
existen otras revistas dirigidas por los jóvenes de mayor relieve literario.

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Rubén Azócar, “La Poesía Chilena Moderna, Antología”. Ediciones del “Pacífico Sur”, Santiago, Abril de
1931.

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