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Poder Judicial de la Nación

Buenos Aires a los 24 días del mes de febrero de dos mil veintitrés reunidos
los Señores Jueces de Cámara fueron traídos para conocer los autos
“DISANTI, AXEL IVÁN C/ FRÁVEGA SACIEI s/ ordinario” EXPTE. N° COM
3274/2020 en los que al practicarse la desinsaculación que ordena el art. 268
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación resultó que la votación
debía tener lugar en el siguiente orden: vocalía N° 17, N° 16 y N° 18.
Estudiados los autos la Cámara plantea la siguiente cuestión a
resolver:
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada del 22.02.2022?
El Sr. Juez de Cámara Dr. Ernesto Lucchelli dice:
I. Antecedentes de la causa
a. Axel Iván Disanti demandó a Frávega SACIEI (“Frávega”) por
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incumplimiento de oferta pública en los términos de la ley 24.240 de Defensa


del Consumidor (“LDC”) y solicitó, sobre la base de su art. 10, inc. a., la
entrega de una notebook HP modelo “Omen 15-DC0057LA” a cambio del
precio pactado originariamente.
Asimismo, peticionó que se imponga una multa por daño punitivo
por un total de $50.000 (pesos cincuenta mil) o la suma que en más o en
menos se considere, con sus correspondientes intereses, y se ordene publicar
la sentencia para su conocimiento público.
Relató que la accionada realizó una oferta pública en el portal
Mercado Libre, disponible bajo el link
“https://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA- 737841335-notebook-gamer-hp-
156-intel-core-i7-ram-16gb-omen-laptop-1-_JM”, donde ofrecía de manera
inequívoca una notebook HP modelo “Omen 15-DC0057LA” a un precio final
y total de $23.999.

Fecha de firma: 24/02/2023


Firmado por: MARIA FLORENCIA ESTEVARENA, SECRETARIA DE CAMARA
Firmado por: ALEJANDRA NOEMI TEVEZ, PRESIDENTA DE LA SALA F
Firmado por: RAFAEL FRANCISCO BARREIRO, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: ERNESTO LUCCHELLI, JUEZ DE CAMARA

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Explicó que su parte aceptó la oferta y pagó en el momento,


comprando el producto. Detalló que realizó el pago de $23.999, pagando
$16.832,85 mediante su tarjeta de crédito CMR, emitida por el CMR
FALABELLA S.A., finalizada en el número 0464, y $7.166,15 con dinero
disponible en su cuenta de Mercado Pago.
Agregó que inmediatamente recibió un email de Mercado Libre,
donde se le transmitió la confirmación de la compra del producto ofrecido
por Frávega. Indicó que la operación de compra recibió el número
#1878730705, mientras que el pago recibió el número #4340825086,
números internos informados por el portal Mercado Libre.
Aclaró que pese a la aceptación de la oferta pública y el pago que
formalizó el contrato entre las partes, la demandada decidió revocar el
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contrato de manera unilateral y sin causa.


Ofreció prueba y fundó en derecho.
b. El 9.3.2021 se presentó Frávega y contestó demanda.
Negó todos y cada uno los hechos expuestos en el libelo de inicio
que no fueran objeto de reconocimiento, y desconoció la documentación
acompañada con el escrito inaugural.
De seguido, expuso su versión de los hechos. Dijo que no conoce al
actor, nunca se relacionó con él, ni tuvo tratos. Afirmó que, de los propios
dichos del accionante surge que él se relacionó con Mercado Libre. Concluyó
que lo concreto es que nunca se concretó el contrato ni padeció daño alguno
el demandante, ya que no se le cobró suma alguna.
Refirió que, a su parecer, el reclamante pretende enriquecerse sin
causa a costa suya. Sostuvo que si el actor quería realmente la notebook, se
habría contactado y relacionado con Frávega.

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Aseguró que no se encuentra en ningún pasaje del escrito de


demanda, renglón alguno en donde se le endilgue un actuar negligente,
abusivo, indigno, desinformativo, o cualquier otro capaz de atribuirle
responsabilidad a su parte.
Planteó la falta de legitimación pasiva sobre la base de la
inexistente relación entre las partes.
Fundó en derecho y ofreció prueba.
II. La sentencia de primera instancia
El 22.02.2022 la magistrada hizo parcialmente lugar a la demanda
y condenó a Frávega a entregar, en el término de diez días, al actor una
notebook Gamer Hp 15.6 Intel Core 17 Ram 16 Gb, Omen Laptop 1. contra el
pago, por parte del accionante, de la suma de $ 23.999. Asimismo, juzgó que
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una vez firme la sentencia debería publicarse en un diario judicial digital en


los términos del art. 3 de la ley 26.856 y por un día en un diario de amplia
circulación a nivel nacional, que será designado en su oportunidad, a costa de
la demandada. Impuso las costas a la accionada sustancialmente vencida (art.
68 Código Procesal).
Para decidir de dicho modo, concluyó que, sobre las probanzas de
la causa y teniendo en cuenta la actitud procesal de la demandada en el
proceso, el actor aceptó en tiempo y forma la oferta emitida por la accionada
a través de Mercado Libre y pagó el precio fijado, y que la accionada devolvió
el pago al haber cancelado la operación porque el producto “ya no estaba
disponible”. Así, desestimó la defensa de falta de legitimación pasiva y
condenó a Frávega.
Por otro lado, rechazó el pedido del actor de que se imponga a su
contraria una multa en los términos del art. 52 bis de la LDC por cuanto

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consideró que no se encontraban reunidos los requisitos que habilitaban su


procedencia.
Reguló honorarios a los profesionales intervinientes.
III. Los recursos
Frávega apeló y su recurso fue concedido de manera libre. Su
expresión de agravios fue respondida por el accionante. Los estipendios
fijados en el grado fueron apelados. El 8.9.22 se llamaron autos para dictar
sentencia y en el 6.10.22 se practicó el sorteo previsto en el art. 268 Cpr.
IV. Los agravios
La accionada se queja, en sustancia, de: i) la responsabilidad que
se le atribuyó en el grado y el alcance de la indemnización otorgada; ii) la
condene a abonar la publicación de la sentencia en un diario; iii) el sentido en
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que fueron impuestas las costas; y iv) la arbitrariedad de la sentencia


atacada.
Por su parte, el actor respondió a la expresión de agravios
afirmando que el caso debe declararse inapelable por el monto y que su
contraria no realizó una crítica concreta y razonada de la resolución de la
anterior instancia.
V. La solución
1. Aclaración preliminar
1. i. El análisis de los agravios esbozados por la apelante no seguirá
el método expositivo adoptado por ella, y no atenderé todos sus planteos
recursivos, sino aquellos que estime esenciales y decisivos para dictar el
veredicto de la causa (Cfr. CSJN: “Altamirano Ramón c/ Comisión Nacional de
Energía Atómica”, del 11.11.1986; íd: “Soñes, Raúl c/ Administración Nacional
de Aduanas”, del 12.2.1987; Fallos: 221:37; 222:186; 226:474; 228:279;
233:47; 234:250; 243:563; 247:202; 310:1162; entre otros).

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1. ii. Adelanto que el recurso de la accionada resulta audible toda


vez que la resolución atacada condena al cumplimiento de una obligación de
hacer no susceptible de apreciación pecuniaria al tiempo de dictarse este
pronunciamiento, a saber, la publicación de la sentencia en un diario judicial
digital y en un diario de amplia circulación a nivel nacional, que será
designado en su oportunidad.
2. Arbitrariedad de la sentencia
La recurrente alega que la sentencia de grado resulta arbitraria por
cuanto la magistrada no la fundó debidamente, interpretó y valoró
arbitrariamente la prueba producida, y negó y desconoció el derecho
aplicable.
A mi juicio, no corresponde hacer lugar al planteo de la
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demandada en este aspecto.


Una decisión judicial adolece de tal vicio cuando omite el examen
de alguna cuestión oportunamente propuesta y cuya valoración resulta
inexcusable para las circunstancias probadas en la causa y para la posterior
aplicación del derecho vigente, o cuando se prescinde del claro e imperioso
mandato de la ley, siempre que afecte de manera sustancial el derecho del
impugnante y, lo silenciado sea conducente para la adecuada solución de la
causa (Conf. CSJN, in re, Villarruel, Jorge c/ CNA y S s/ Sumario, del 17.11.94),
o cuando se falla sobre la base de una mera aserción dogmática; hipótesis
éstas que cabe descartar en la especie.
Como sostiene desde antaño la Corte Federal, la tacha de
arbitrariedad requiere la invocación y demostración de vicios graves en el
pronunciamiento, razonamientos ilógicos, o contradictorios, o aparentes y
apartamiento palmario de las circunstancias del proceso (cfr. CSJN,

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07/04/.92, “De Renzis, Enrique A c/Aerolíneas Argentinas”, 1993-III, Síntesis,


JA), lo que no sucede en la resolución de grado.
Ciertamente, el juzgador tiene la facultad y el deber de analizar los
conflictos litigiosos y dirimirlos según el derecho vigente, calificando
autónomamente la realidad fáctica, subsumiéndola en los preceptos jurídicos
que la rigen, con prescindencia de los fundamentos enunciados por las
partes.
De modo que a mi criterio, el fallo en crisis es coherente y
concreto, está adecuadamente fundado y expone suficientemente las
razones que las circunstancias sustentan, carece de contradicciones y el
criterio de análisis empleado se ajusta a las premisas que sirven de
antecedente a sus conclusiones.
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En consecuencia, propongo rechazar este cuestionamiento.


3. Fondo de la cuestión
Frávega se agravia de la sentencia de grado por cuanto, según su
visión, le atribuye responsabilidad sin que se encuentren cumplidos los
presupuestos necesarios a tal fin. Insiste en que el accionante no demostró la
relación con su parte, así como el aludido incumplimiento, el que no sólo no
se produjo sino que tampoco se probó. Arguye que el actor reconoció que
quiso adquirir en y por Mercado Libre una notebook, vía internet, y que la
operación no se concretó por haberse anulado, y no se le cobró suma alguna.
Invoca que su contraparte no sufrió perjuicio alguno.
Asimismo, alega que la sentencia de grado yerra al condenar a su
parte a entregar hoy un producto a valor nominal irreal de hace varios años –
diciembre de 2018- lo cual deriva en un perjuicio irreparable por obligar a
vender a pérdida -$ 23.999- a su parte.

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Adelanto que propiciaré el rechazo de este agravio, por cuando la


expresión de agravios resulta una reiteración parcial de la contestación de
demanda y no critica concretamente los argumentos expuestos por la Sra.
Juez de grado.
En ese sentido, destaco que Frávega no se hace cargo de que la
magistrada le atribuyera responsabilidad sobre la base de que las pruebas de
la causa permiten concluir que incumplió el contrato celebrado con el actor.
En efecto, la accionada de modo genérico alega que no se vinculó con el Sr.
Disanti, pero no refuta los argumentos de la magistrada en punto a que:
i) se tuvo por reconocidos los documentos arrimados por el
accionante, entre los que se encuentra el resumen de la compra, que indica:
“Compra cancelada”, “el vendedor canceló la operación”, “Vendedor
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Fravega”;
ii) la demanda ni siquiera ofreció producir prueba alguna en
sustento de la excepción de falta de legitimación pasiva y restantes defensas
planteadas al contestar la demanda.
iii) en fs. 121/122 se tuvo presente para la oportunidad de dictar
sentencia la renuencia de Frávega para presentar en las actuaciones la
documentación en su poder correspondiente a la publicación aceptada por el
actor, la compra posteriormente cancelada y toda constancia de los pagos
recibidos;
iv) en fs. 103 se tuvo en cuenta, para la oportunidad de fallar, el
incumplimiento de la accionada de poner a disposición del perito contador
sus libros contables a fin de cotejar la registración de la operación en sus
asientos;

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v) el pago de la compra efectuada ha quedado acreditado tanto


con la documentación arrimada por el accionante como por lo informado por
CMR Falabella en fs. 109/110 y Mercado Libre en fs. 115/120;
vi) Mercado Libre no puede ser considerado “proveedor” o
“vendedor” del bien objeto de la contratación;
vii) en virtud del mentado reconocimiento de la documental
arrimada por el actor, Frávega revestía la posición de vendedor.
En síntesis, la recurrente no intentó rebatir, en concreto, los
fundamentos por los cuales se la condenó, a saber: i) ella ofertó el producto a
través de Mercado Libre; ii) recibió la aceptación y el precio por parte del
actor; iii) la compra se anuló por no estar disponible el productor; iv) se
devolvió el pago al consumidor; y, en consecuencia, v) Frávega incumplió el
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contrato celebrado con el Sr. Disanti.


Sentado lo anterior, señalo que el art. 10, inc. a, LDC, invocado por
el actor al momento de demandar, dispone que: “El incumplimiento de la
oferta o del contrato por el proveedor, salvo caso fortuito o fuerza mayor,
faculta al consumidor, a su libre elección a: a) Exigir el cumplimiento forzado
de la obligación, siempre que ello fuera posible (…)”.
Así las cosas, considero que el alcance de la condena resultó
ajustado a derecho. A todo evento, aclaro que no se me escapa que Fravega
alega que la condena implica obligarla a vender hoy un producto “a valor
nominal irreal de hace varios años –diciembre de 2018-“, lo que importa una
venta a pérdida. Sin embargo, a mi juicio, tal circunstancia es una
consecuencia inmediata de su incumplimiento, de la cual debe hacerse cargo.
Por dichos motivos, propongo rechazar este cuestionamiento.
4. Publicación de la sentencia

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Se queja la accionada de la condena a publicar a su costo, en


orden a lo dispuesto por el art. 54 bis de la LDC, la resolución —una vez que
estuviere firme— en un diario judicial digital en los términos del art. 3 de la
ley 26.856 y por un día en un diario de amplia circulación a nivel nacional.
Al respecto, estimo que el agravio debe prosperar.
Es que esta arista de la condena excede lo dispuesto en el art. 54
bis LDC, que remite a la ley 26.856, la cual refiere, en lo que a resoluciones de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación y los tribunales de segunda
instancia que integran el Poder Judicial de la Nación concierne, que éstas
deberán ser publicadas íntegramente (art. 1), y de forma gratuita, digital y en
un diario judicial (art. 3).
A todo evento, aclaro que la condena dispuesta por la
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sentenciante tampoco podría sustentarse en el art. 47 LDC, pues esta norma


se encuentra ubicada dentro del título II de la LDC, “Autoridad de aplicación.
Procedimiento y Sanción” y, específicamente, en el capítulo II de dicho título,
el cual refiere a los “procedimientos y sanciones” en sede administrativa, y
no en el ámbito judicial.
Así las cosas, y más allá que se dispondrá el cumplimiento a lo
establecido en la ley 26.856, considero que deberá receptarse el agravio y
revocarse lo dispuesto en la resolución de grado en lo que a esta cuestión
atañe.
5. Costas
La demandada cuestiona la forma en que fueron impuestas
las costas. Indica que “está más que justificado el derecho a defender la
postura defensiva esgrimida en el caso que nos ocupa, la cual a todo evento
merecía la imposición de costas en el orden causado tal cual regla el Cpr”.
Anticipo que propiciaré la desestimación del agravio.

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En el sub lite resulta de plena aplicación el inveterado criterio


que sostiene que las costas deben imponerse a la parte que con su
proceder dio motivo al inicio del pleito, de acuerdo con una apreciación
global de la controversia y con independencia de que las reclamaciones
del perjudicado hayan progresado parcialmente respecto de la totalidad
de los rubros o montos pretendidos, sin que quepa sujetarse en esta
materia a rigurosos cálculos aritméticos (CNCom., Sala C, “Enrique R.
Zenni y Cía. S. A. c/Madefor S. R. L. y otro s/ ordinario” del
14/2/1991”; “Martín, Oscar C. c/Toyoparts S. A. s/sumario” del
11/2/1992; “Levi, Raúl Jacobo c/ Garage Mauri Automotores s/ordinario”
del 23/3/1994; “Alba de Pereira, Victorina c/Morán, Enrique Alberto
s/daños y perjuicios” del 29/3/1994; “Pérez, Esther Encarnación
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c/Empresa Ciudad de San Fernando S. A. y otro s/ sumario” del


2/2/1999; entre otros; esta Sala, “Fernández Blanco Guillermo Eduardo
c/ Volkswagen Argentina S.A. y otros s/ ordinario”, del 7/4/2015).
Ya ha expresado esta Sala que la noción de vencimiento ha
de ser establecida —a los efectos de distribuir las costas del trámite—
con sujeción a una visión sincrética de lo sucedido en el juicio (CNCom,
Sala D, “Lanci c/ Costa”, del 30/6/1982) y no mediante una simple
comparación aritmética entre lo pretendido y su resultado (CNCom.,
Sala F, “Escandón Ghersi Gonzalo Arturo c/ Martinelli Guillermo y otro
s/ ordinario” del 21/3/2013).
Dichas consideraciones convierten al accionante en vencedor
en lo que a esta cuestión importa. Desde dicha perspectiva, en tanto la
interposición de la litis resultó necesaria para el reconocimiento del
derecho del actor (esta Sala, “Bebebino Anabella Karina c/ Ford
Argentina y otro s/ ordinario”, del 6/12/2011; entre otros) corresponde

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concluir que las costas de ambas instancias deben ser afrontadas por la
accionada, en su calidad de sustancialmente vencida (art. 68 CPCC).
VI. Conclusión
Por las consideraciones que anteceden, si mi voto fuera
compartido por mis distinguidos colegas, deberá confirmarse la resolución de
grado, con excepción de la revocación parcial propuesta en el punto “V. 4.”
de este voto, concerniente a la condena a Frávega de publicar a su costo la
sentencia, una vez que estuviere firme, en un diario judicial digital en los
términos del art. 3 de la ley 26.856 y por un día en un diario de amplia
circulación a nivel nacional. Con costas de Alzada a la accionada
sustancialmente vencida (art. 68 CPCC).
Así voto.
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Disidencia de la Dra. Alejandra N. Tevez


1. Sin perjuicio de ponderar las razones delineadas por mi distinguido
colega en el voto preopinante, no comparto la solución a la que arribara.
De allí que juzgo que debe admitirse el recurso de la demandada y, en
consecuencia, revocarse la sentencia apelada.
Seguidamente expondré las razones que me conducen a tal anticipada
conclusión.
2. Como Jueza de esta Sala y con idéntica integración del Tribunal, en
fecha relativamente reciente tuve oportunidad de adoptar decisión en cierto
expediente en donde el mismo actor, Axel Iván Disanti, había iniciado una
demanda similar a la aquí entablada.
En efecto: en aquél juicio pretendió Disanti -al igual que en éste-
obtener el cumplimiento del contrato celebrado, también, a través de cierta
plataforma de comercio electrónico, de acuerdo a la oferta publicitada. Sin
embargo, se trataba allí de otro producto adquirido (una parrilla) y el

Fecha de firma: 24/02/2023


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demandado era otro proveedor (Falabella S.A.). El pleito al que me refiero se


caratuló “Disanti, Axel Iván c/ Falabella SA s/ sumarísimo” (expte. n° com.
6565/2019) y esta Sala F dictó sentencia allí con fecha 14.09.2021.
Los hechos y el derecho que el actor invocó y que motivaron la
promoción del presente pleito, resultan sustancialmente idénticos a los de
aquél: sólo difieren en punto al bien adquirido y cuya entrega se solicitó. Así,
en ambas actuaciones Disanti refirió a su carácter de consumidor y arguyó
que, frente a la oferta publicada en la plataforma electrónica, adquirió el
producto aunque luego de haber abonado su precio el vendedor anuló la
compra y procedió a restituirle el importe sufragado. Describió el carácter
vinculante de la oferta y publicidad de acuerdo a lo previsto en los arts. 7 y 8
de la LDC y, en tal sentido, requirió, con base en el art. 10 de aquélla
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normativa y frente al incumplimiento del proveedor, la condena a entregarlo


con más el pago de daños y perjuicios.
Si bien en el antecedente de esta Sala se reconoció el derecho del
actor y se accedió parcialmente a su pretensión, fue allí objeto de debate la
presunta existencia de un error del proveedor en la publicación del precio del
bien ofertado, así como su reconocibilidad en el comprador de acuerdo al
contenido y alcance de los arts. 265 y 266 del CCyCN.
Se aludió al art. 10 del CCyCN y, con base en ese precepto, se
convalidó el obrar oficioso que había desplegado el magistrado de la anterior
instancia a fin de conocer el precio del bien. Esto último, ponderando que su
actuación no solo era una facultad propia del juez sino también un deber
tendiente a evitar un ejercicio abusivo del derecho. Si dijo allí que, en estos
supuestos, se imponía al magistrado asumir un comportamiento activo.
Al analizar en ese pronunciamiento la posible existencia de un abuso
del derecho -y como consideración adicional-, se destacó lo llamativo de la

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multiplicidad de reclamos que, en un muy breve lapso de tiempo, había


iniciado el actor; e inclusive no se descartó que Disanti, junto con otras
personas y compartiendo información clasificada, estuviera aprovechándose
injustificadamente de los errores de los proveedores en las publicaciones de
los productos ofertados.
Me interesa subrayar, particularmente -y la importancia de este dato
resulta trascendental, como se verá más adelante- que se dejó entonces a
salvo, expresamente, que en otros supuestos podría adoptarse una solución
distinta a la arribada en el precedente al que me vengo refiriendo, de
contarse con otros elementos de juicio.
Por último -y en lo que entiendo es menester aquí puntualmente
destacar-, en aquél precedente juzgó este Tribunal no acreditado que el
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precio del bien fuera irrisorio, valorando la prueba producida y aquella otra
información incorporada por el magistrado sobre la base de que debía
acudirse en caso de duda a la interpretación en favor del consumidor.
3. Ahora bien.
Tras un exhaustivo y minucioso estudio de este nuevo pleito, observo
que existen aquí -a diferencia del caso antes juzgado- pruebas suficientes que
impiden adoptar la misma solución.
Así porque obran ahora elementos probatorios respecto de la
conducta del actor que, valorados integralmente con sus antecedentes y en
su conjunto bajo las reglas de la sana crítica y máximas de experiencia, me
persuaden de la existencia de un obrar manifiestamente abusivo y contrario a
la buena fe (art. 9 y 10, CCyCN; Falcón, Enrique, “Tratado de la prueba”, T. 1,
Ed. Astrea, Bs. As., p. 17 y ss, p. 133 y p. 687 y ss) que no puede ser
convalidado.

Fecha de firma: 24/02/2023


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Me refiero, entre otras cosas, a la captura de pantalla de la casilla de


correos que puso a disposición Disanti -con el objeto de acreditar los mails
intercambiados con su contraparte- que fuera acompañada por la perito
ingeniera en sistemas de información.
En efecto. Un detenido examen del informe presentado por la experta
en fs. 90/92 –que, aclaro, extracta unos pocos correos electrónicos de la
época de la operatoria aquí examinada- permite visualizar allí,
llamativamente, no solo la cancelación de la compra de que se trata ahora
sino otras múltiples cancelaciones de muy distintas adquisiciones de bienes
-por parte del actor- ofertados incluso por otros proveedores (vbgr.: “cama
nido Ecco Tabaco sin carro”, “juego de 6 sillas de diseño”, “router Belkin”),
que evidencia lo repetitivo del obrar de Disanti.
USO OFICIAL

Esta sugestiva circunstancia, sumada al hecho de la promoción de


otros juicios iniciados por el actor con anterioridad y en época
contemporánea, con el mismo objeto, mismo letrado y que el mismo conoce
dada su calidad de contendiente que surgen de la consulta pública de causas,
ponen de manifiesto que no estamos en presencia del ejercicio regular de un
derecho que merezca ser objeto de protección judicial -como se verá-.
Y ello me convence de que, a los fines de buscar la verdad jurídica
objetiva y con el fin último de afianzar la justicia, deba adoptar en esta
ocasión una posición distinta. Se trata, en definitiva, de evitar la consumación
del ejercicio abusivo del supuesto derecho del actor que se concretaría de
admitirse su pretensión.
Tanto más ello es así, si se tiene en cuenta la improcedencia de
conducir el proceso civil en términos estrictamente formales, pues no se trata
de cumplir ritos caprichosos sino desarrollos de procedimientos destinados al

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esclarecimiento de la verdad que es su norte (conf. CSJN, “Domingo, Colalillo


c/ Cia. de Seg. España y Río de la Plata", del 18.09.1957; Fallos: 238:550).
4.1. El ejercicio regular del derecho importa la realización de su
contenido específico de acuerdo a los límites internos y externos que le
corresponden y que fija el propio ordenamiento jurídico. Son límites internos
aquellos que surgen de su propia naturaleza como aquellos otros impuestos
por su función o su destino económico. Estos aspectos vuelven necesaria la
valoración de los intereses que se encuentran en juego en ese derecho y son
dignos de tutela. Del otro lado, los límites externos son los derivados de la
protección concedida a terceros de buena fe y los procedentes de la colisión
o concurrencia con los derechos de otros.
La figura del abuso del derecho asume que el ejercicio de un derecho
USO OFICIAL

puede ser antijurídico bajo ciertas condiciones, aún cuando el titular actúe
alegando la existencia de un derecho subjetivo.
Para decidir la antijuridicidad el legislador ha prescindido de cualquier
consideración de índole subjetiva para optar, antes bien, por un criterio de
apreciación mixto, de carácter objetivo, que conjuga el desvío del derecho de
su función social y la contradicción de su ejercicio con la buena fe, la moral o
las buenas costumbres (Heredia-Calvo Costa, “Código Civil y Comercial.
Comentado y Anotado”, T. I, Ed. La Ley, Bs. As. 2022, p. 170 y ss).
Así, la figura de abuso del derecho tendrá lugar cuando su uso pueda
encuadrarse dentro de algunos de los parámetros que se consignan en el art.
10, 2° párrafo del CCyCN como en un obrar contrario al deber general de
buena fe del art. 9 del código citado (Bueres Alberto, “Código Civil y
Comercial de la Nación y normas complementarias”, T. 1 A, Bs.As., ED.
Hammurabi, 2014, p. 103 y ss).

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El art. 9 del CCyCN refiere al modo en que deben ser ejercidos los
derechos, señalando que “Los derechos deben ser ejercidos de buena fe”. Su
alcance, límites e interpretación para decidir un ejercicio de buena fe se
completa con el art. 10 del código citado, que dice textualmente “Abuso del
derecho. ….La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera
tal el que contraría los fines del ordenamiento jurídico o el que excede los
límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres. El juez
debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de la
situación jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al
estado de hecho anterior y fijar una indemnización”.
El primer parámetro del art. 10, 2° párrafo del CCyCN refiere a una
contradicción del obrar con los fines del ordenamiento jurídico; es decir, con
USO OFICIAL

la ley en sentido amplio. Debe existir un desvío de la finalidad para la cual se


le ha dado reconocimiento en la sociedad contrariando la misión que el
derecho reconocido debe cumplir, su espíritu, con agravio para la comunidad
toda (Heredia-Calvo Costa, op. cit., p. 176).
En este sentido, Josserand postula que los derechos deben ejercerse
con prudencia, respetando los fines para los que fueron concebidos. Según la
teoría finalista de su espíritu expuesta por el jurista, que asume el CCyCN, “…
cada uno de nuestros derechos subjetivos debe orientarse y tender a ese fin;
cada uno de ellos tiene una misión propia que cumplir, significando esto que
todos deben realizarse conforme al espíritu de la institución; en realidad, y en
una sociedad organizada, los pretendidos derechos subjetivos son derechos
función; no deben salir del plan de la función a que corresponden, pues de lo
contrario su titular, los desvía de su destino, cometiendo un abuso de
derecho, el acto abusivo es el acto contrario al fin de la institución, a su

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espíritu a su finalidad…” (Josserrand, Louis, “El espíritu de los derechos y su


relatividad” citado en, Heredia-Calvo Costa, op. cit, p. 178/179).
Luego, y como parámetros agregados para interpretar la existencia de
abuso del derecho, el código refiere a un derecho que se ejerce en exceso a
los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres.
Me interesa destacar, particularmente, que estos principios a los
efectos de decidir su configuración, se encuentran todos vinculados e
interrelacionados entre sí: ello porque una conducta contraria a la buena fe
proyectará efectos sobre su moralidad y su posterior calificación como
acorde a las buenas costumbres.
En lo principal y en lo que al ejercicio de buena fe cabe decir, la misma
importa un parámetro de valoración de conducta que exige de los sujetos un
USO OFICIAL

obrar leal, probo y honesto de respeto frente al otro.


4.2. Sentado lo anterior, sobre la base de las premisas y principios
generales de derecho incorporadas en el título preliminar que irradian
efectos como normas orientadoras de interpretación sobre todos los hechos,
actos y relaciones jurídicas entre particulares (Herrera-Caramelo-Picasso,
“Código Civil y Comercial de la Nacion comentado”, T. 1, p. 37 y ss, Infojus,
disponible en línea
http://www.bibliotecadigital.gob.ar/files/original/20/2758/TOMO_1_CCyC_D
IGITAL.pdf, consulta del 14.02.2023); analizaré seguidamente si el derecho
subjetivo que el actor invoca en su demanda para lograr la condena al
cumplimiento de la oferta que publicitó la demandada fue ejercido de buena
fe y acorde a la moral y las buenas costumbres de acuerdo a la finalidad que
inspiró la creación de la norma.
5. Liminarmente cabe detenerse en el contenido específico de los arts.
7 y 8 de la LDC y 1103 del CCyCN a los fines de precisar las facultades que el

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derecho que se ejerce comprende y determinar los límites internos y


externos que le corresponden fijados por la propia norma.
Luego, y sobre tales bases, podrá extraerse cuál es la finalidad y
espíritu que aquélla contiene en relación a los consumidores y usuarios y
proveedores de bienes y servicios.
Veamos.
Los arts. 7 y 8 de la LDC y 1103 del CCyCN regulan los efectos jurídicos
que para al proveedor y consumidor trae aparejado en la relación de
consumo el contenido de la oferta y la publicidad; y ello incluye la oferta
realizada por medios electrónicos prevista en el art. 1108 del CCyCN.
El art. 7 de la ley citada dispone que la oferta dirigida a consumidores
potenciales indeterminados obliga a quien la emite durante el tiempo en que
USO OFICIAL

se realice y debe contener la fecha precisa de comienzo y de finalización, así


como también sus modalidades, condiciones o limitaciones.
El contenido de este artículo se integra con el del artículo 8. Esta
última norma refiere a la publicidad y los efectos de su difusión: establece
que las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos,
circulares u otros medios de difusión, se tienen por incluidas en el contrato
con el consumidor y obligan al oferente.
Ambas prescripciones coinciden en el carácter vinculante de la oferta y
la publicidad para el proveedor. Ello así, su contenido resulta obligatorio para
quien la emite y, en consecuencia, sus términos integran las prestaciones a
las que se compromete el emisor en el contrato de prestación de servicio,
obra, compraventa, etc. que ofrece y publicita al consumidor.
En punto a su finalidad, la LDC dedica particular atención a las ofertas,
su publicidad y efectos. Y ello es así, dado que son factores que pueden
contribuir en gran medida a acentuar el desequilibrio natural entre las partes

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que caracteriza a las relaciones de consumo. El reconocimiento de esta


desigualdad que aparece en etapas precontractuales, así como su regulación,
intentan proteger las expectativas de los consumidores, quienes se ven
movilizados -y muchas veces, constreñidos- a realizar un acto de consumo
por la difusión de la oferta y publicidad a la que están expuestos. En este
escenario, el carácter vinculante es una herramienta legislativa idónea que
permite resguardar adecuadamente las expectativas del consumidor de
satisfacer sus necesidades y aspiraciones, generadas a partir de la oferta
publicada; de tal modo, se evita su frustración.
A través de estas normas se tutela la fe pública y la confianza del
consumidor, se garantiza su libertad de elección, se protegen sus razonables
expectativas y se impide su defraudación (Chamatrópulos, Demetrio A.,
USO OFICIAL

“Estatuto del Consumidor”, T. 1, Ed. La Ley, Bs.As., 2016, p. 313; en similar


sentido, Bueres, op. cit. p. 621; CNFed. en lo Contencioso Administrativo, Sala
III, “Carrefour Argentina SA c/ Dirección Nacional de Comercio Interior”, del
20.2.2007).
En definitiva, estas finalidades ponen en el centro de la protección al
consumidor, como forma de equilibrar la desigualdad ínsita en la relación de
consumo. Sin embargo, ello no descarta la posibilidad de efectuar un examen
desde el análisis económico del derecho que, desde otra perspectiva, permite
advertir otros fines vinculados a la provechosa concurrencia al mercado de
proveedores honestos. De tal modo se evita -o, cuanto menos, se intenta
corregir- la competencia desleal y, por efecto mediato, se terminan tutelando
los intereses del propio consumidor.
Desde esta otra óptica, el texto de la ley es idóneo para sortear las
ventajas económicas directas o indirectas que el proveedor podría obtener
por la mayor afluencia de potenciales consumidores a partir de publicidades

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y ofertas que, luego, y aprovechando de esa situación, decida directa o


indirectamente no concretar. Esto último, para lograr otra operación que le
resulte en términos económicos más redituable, obteniendo un beneficio con
correlativo perjuicio a los competidores a través de una conducta prohibida
de acuerdo a los arts. 7 y 8 de la LDC.
Obsérvese que, en esa línea, el art. 9 de la ley de lealtad comercial n°
22.802 prevé para evitar este tipo de situación abusiva que “Queda prohibida
la realización de cualquier clase de presentación, de publicidad o propaganda
que mediante inexactitudes u ocultamientos pueda inducir a error, engaño o
confusión respecto de las características o propiedades, naturaleza, origen,
calidad, pureza, mezcla, cantidad, uso, precio, condiciones de
comercialización o técnicas de producción de bienes muebles, inmuebles o
USO OFICIAL

servicios”.
6. Conocida entonces la múltiple finalidad de la norma desde distintas
perspectivas, cabe ahora trasladar estos conceptos y focalizarse en la
conducta que desplegó el actor. Ello así, con el objetivo de decidir, en
definitiva, si existió o no un ejercicio abusivo de su derecho como
consumidor.
La presentación del señor Disanti en estos obrados, la prueba
producida y el antecedente judicial antes referido, pone de manifiesto una
conducta reiterada del demandante que impone el deber de realizar tareas
investigativas para evitar la consumación de un abuso (art. 10, 3° párrafo,
CCyCN).
Recuerdo entonces que la demandada, utilizando cierto portal de
internet, publicó una oferta de venta de una notebook Gamer Hp 15.6 Intel
Core I7, Ram 16gb, Omen, Laptop 1. 15-DC0057LA, por un precio de $ 23.999
al 5.12.2018 (fs. 90/92, p. 3).

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A fin de obtener un valor constante que permita una comparación


siquiera aproximada con el valor del bien al día de hoy, diré que tomando esa
suma convertida a la cotización oficial del dólar a esa fecha ($ 38.68) se
obtiene que el precio en dólares del bien publicado a ese entonces se
correspondía con U$S 620.
De la consulta oficiosa de precios que pudo efectuarse (al 14.02.2023)
observo que el valor de una notebook similar -inclusive con una memoria
RAM aún menor- asciende a $481.000; suma ésta que, convertida al valor del
dólar oficial a esa misma fecha ($ 197,75) con más los impuestos
correspondientes ($326,28), arroja U$S 1474.
En definitiva, de la confrontación de precios surge que el valor actual
en dólares del bien resulta un 137 % más oneroso que aquel por el que fue
USO OFICIAL

ofertado.
Pero además, para evaluar lo ínfimo del precio publicado y con ello su
notoria irrisoriedad, no puedo soslayar un dato de suma relevancia: lo
novedoso que, por esa época, resultaba el tipo de computadora que
pretende el actor, así como el avance constante de la tecnología que
presupone una rápida depreciación de esta clase de bienes.
Estos aspectos tienen virtualidad para considerar que, por ser una
tecnología ya difundida y hoy corriente en el mercado, el precio actual al que
recurrí para efectuar la comparación está hoy exento de aquellas variables
que inciden para aumentarlo. O, dicho de otro modo: el precio a la fecha de
la notebook es aún menor al que hubiera correspondido de tratarse de una
computadora de última generación, como lo era en la época en que el actor
la compró.
Sobre la base de estos parámetros y la información aquí detallada, no
puedo sino concluir que el precio por el que la demandada publicó el bien

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resultó notoriamente irrisorio. A lo que cabe agregar que el error en el valor


de un producto constituye un supuesto de error esencial en los términos del
art. 267 inc. b) del CCyCN
Ahora bien.
Como quedó dicho, de las pruebas colectadas en la causa y los
antecedentes descriptos al inicio de esta ponencia surge que el actor es un
usuario habitual de los sitios de internet en los que se publicitan y ofertan
productos para su venta. En tales condiciones, no puede sino reconocérsele
una alta capacidad de apreciación subjetiva, de acuerdo a sus hábitos y
prácticas de consumo.
Y tal situación me persuade de que Disanti no desconocía que era
erróneo el precio publicado de la notebook que compró.
USO OFICIAL

O, dicho en otras palabras, el yerro en que incurrió la demandada al


momento de ofertar fue reconocible para el actor. Ello así, en los términos
del art. 266 del CCyCN que prevé que “el error es reconocible cuando el
destinatario de la declaración lo pudo conocer según la naturaleza del acto,
las circunstancias de persona, tiempo y lugar”
Así, si el actor conocía el error en el precio, el hecho de que el
proveedor hubiera anulado la compra no pudo defraudar la confianza del
consumidor que el carácter de la oferta vinculante intenta proteger y, mucho
menos, su libertad de elección.
Subrayo, adicionalmente, que tampoco encuentro que la demandada
hubiera intentado, a partir del contenido de la publicidad, obtener una
ventaja desleal frente a sus restantes competidores en el mercado de las
computadoras.
Así las cosas, la pretensión del señor Disanti que, conociendo el error
en el precio en la publicación, intenta que la accionada cumpla con la oferta,

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se vuelve contraria a los fines de la norma, la buena fe, la moral y las buenas
costumbres; y torna abusivo el ejercicio del derecho que invoca.
7. Una consideración final se impone.
No se desconoce -antes bien, surge de lo antes expuesto- que el
derecho del consumidor constituye un sistema de normas -de fuente
constitucional- con una finalidad esencialmente tuitiva de la parte “débil” en
la relación de consumo. Y tampoco se me escapa que el principio protectorio
suele expresarse a través de las reglas “in dubio pro consumidor”, de la
norma más favorable o de la condición más beneficiosa, en resguardo de
aquéllas personas que adquieren o utilizan bienes o servicios para satisfacer
necesidades domésticas. Así lo ha entendido y aplicado este Tribunal en
innumerables precedentes.
USO OFICIAL

Sin embargo, y como quedó dicho, el ordenamiento nacional proscribe


el ejercicio abusivo de los derechos -incluídos, claro está, aquellos
reconocidos por la LDC-. De allí que quien pretenda utilizar los mecanismos
legales tuitivos de la normativa contrariando sus finalidades, no puede
merecer el amparo jurisdiccional.
8. Por lo hasta aquí dicho, juzgo que el obrar del actor -que intentó
obtener un beneficio a partir del error del proveedor- importó un ejercicio
abusivo de sus derechos como consumidor que no puede ser admitido.
Corresponderá entonces rechazar la demanda intentada, con costas a
su promotor en su calidad de vencido (art. 68 cpr).
Así voto.
Ampliación de fundamentos del Dr. Rafael F. Barreiro
1. Comparto parcialmente los fundamentos que inspiran la decisión
que sugirió mi distinguido colega, el Dr. Ernesto Lucchelli.

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Sin embargo, estimo menester recordar las consideraciones realizadas


al emitir mi voto en autos “Disanti, Axel Iván c/Falabella SA s/Ordinario” del
14/09/2021.
2. 1. En sus quejas la accionada endilgó al actor un obrar abusivo y de
mala fe, y afirmó que el reclamante pretendía enriquecerse sin causa a costa
suya mediante la adquisición de bienes a precios irrisorios.
Es verdad que el art. 10 CCyC establece un límite cierto al ejercicio de
los derechos fundado en la buena fe y dentro de un tolerable marco social de
actuación en referencia a las relaciones jurídico-económicas. Pero en el caso
presente esa disposición puede aplicarse en dos direcciones diametralmente
opuestas.
La primera se genera a partir de la apreciación, en el sentido de
USO OFICIAL

haberse adoptado un obrar premeditado concertando operaciones, sabiendo


o debiendo saber que el precio era evidentemente irrisorio, para provocar el
rechazo del oferente al cumplimiento de contrato y obtener la devolución del
pago, la reparación por daño moral y la aplicación de la multa civil que prevé
el art. 52 bis LDC.
En segundo término puede entenderse que las reclamaciones
múltiples tienen su origen en una práctica que emplean los proveedores para
hacer más atractivas sus ofertas de bienes y servicios, sin la ulterior intención
de cumplir el contrato. Pero también puede rastrearse su causa en una
actuación displicente del oferente quien podría actuar con indiferencia hacia
los derechos de sus clientes. En tales casos, esos ofrecimientos integrarían la
noción de prácticas abusivas observadas en perjuicio de los consumidores y
usuarios (arts. 8 bis LDC y 1096/1099 CCyC).
Los cazadores de ofertas ejercen una actividad que no puede
considerarse ilícita en sí misma.

Fecha de firma: 24/02/2023


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Además, en el caso, la accionada no acompañó información sobre los


bienes y la diferencia entre los precios reales y aquellos publicados.
En rigor, el abuso imputado al actor no es más que un modo de evadir
la responsabilidad por un hecho de muy fácil solución, pues basta con evitar
la comisión de yerros de la naturaleza de aquel que originó esta causa. Y, si se
produjeran igualmente, sería suficiente dar plena vigencia a las reglas
protectorias de los consumidores.
Creo que quien actúa profesionalmente en el medio económico y se
prevale de un sistema informático para ofrecer sus productos o servicios,
debe asumir los probables defectos que se evidencien en su empleo. Si queda
expuesto a la actuación concertada de quienes pretenden tomar ventaja de
las equivocaciones debe extremar los cuidados.
USO OFICIAL

Así las cosas, la cuestión bajo estudio debe quedar regida por la
aplicación de los principios más favorables para el consumidor (art. 3 LDC) y
la interpretación contractual que también impone preferir aquella que sea
más ventajosa para la parte vulnerable (art. 37).
2.2. La hipotética abusividad encuentra en los hechos otro
impedimento para su admisión.
Si el precio publicado fuera irrisorio es dudoso que el error que recaiga
sobre él pueda considerarse esencial cuando se entablan relaciones
desequilibradas en su origen, como lo son aquellas que puedan considerarse
como de consumo, que se caracterizan por la asimetría en el acceso a
información relevante y adecuada (arts. 42 CN y 3 LDC).
Ya he dicho que la publicación de un precio muchas veces menor que
el real pudo también haber obedecido a una estrategia consciente del
proveedor.

Fecha de firma: 24/02/2023


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Con independencia de que haya sucedido un error u otra cosa, es claro


que la demandada pretendió desligarse de las consecuencias de su propia
actuación y, en el mejor de los casos para su postura, disimular su error sin
costo alguno o, peor aún, trasladar aquellas al adquirente.
La responsabilidad de la demandada por los defectos que presente el
sistema empleado no puede desconocerse, sea que se provoquen
deliberadamente o por falta de diligencia.
Con base en hechos parecidos se ha juzgado que no hay prueba de que
la tarifa publicada por la demandada (United Airlines, en ese asunto) no
formara parte de una oferta o campaña publicitaria, como asevera esta (ver
carilla 4, punto II.2 de su memorial). Al haberse adquirido los pasajes a la
tarifa fijada por la aerolínea, mediante una agencia de viajes habilitada y en
USO OFICIAL

el contexto del mentado Travel Sale (fs. 251 y vta.), no parece razonable
sostener que el consumidor pudo advertir que su bajo precio respondió a un
error de la empresa (…) Así las cosas, la oferta de pasajes de que se trata no
puede estimarse inválida en los términos de los mentados artículos 265 y 266
del CCyC, aun cuando esté fuera de debate que la aerolínea incurrió en un
error al publicarla. Corolario de ello es que resultó vinculante para la
demandada (arts. 971, 972 y 974 del CCyC), quien debió honrarla (CNACyCF,
18/06/2021, Sala III, “Lago, Martín Ignacio y otros c. United Airlines INC s/
sumarísimo”, con cita del antecedente de la CNCom., esta Sala F, 28/11/19,
“Ferro Leandro Damián c/ United Airlines Inc. s/ ordinario”, muy preciso voto
del Dr. Lucchelli, quien también lo cita en el voto precedente).
Dicha interpretación puede extenderse, con las salvedades
correspondientes a la venta en un marco general de promociones de pasajes
aéreos, a cualquier otra oferta hecha pública. Es que la propia noción de
irrisoriedad es multívoca y, por tanto, de difícil entendimiento.

Fecha de firma: 24/02/2023


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Aclaro que en ese precedente de esta Sala la compañía aérea


demandada mantuvo la publicidad de la oferta por el breve lapso de dos
horas. Aquí la subsanación de la presunta equivocación se produjo como
reacción a la operación celebrada y se desconoce cuánto tiempo se mantuvo.
¿Qué parámetros comparativos podría usar el consumidor? ¿Cuándo
tendría la seguridad de haber concluido un contrato? ¿Cómo podría conocer
los derechos y obligaciones emergentes de ese vínculo jurídico y su comienzo
y fin?
Estos cuestionamientos se agravan cuando se considera que muchos
proveedores suelen promocionar operaciones con descuentos especiales –
reales o supuestos- de gran magnitud, con el objeto de descartar
rápidamente parte de los productos acumulados o acelerar su rotación. La
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obsolescencia o la cercanía de la fecha de vencimiento son otros motivos que


pueden producir el abaratamiento de los costos de adquisición.
Admitir el razonamiento impugnado conduciría a imponer al
vulnerable una tarea investigativa impropia de las relaciones de consumo
contemporáneas. Especialmente debe ponderarse que es muy dificultoso
conocer con certeza cuando media un yerro en el precio o cuando es una
oferta de inusuales características.
2.3. No puedo pasar por alto, aunque no tenga relevancia decisoria, un
criterio que fluye de la decisión que revisamos. Es aquel que se relaciona con
“la seguridad en el tráfico y la confianza que el destinatario habitualmente
deposita en la declaración de voluntad que le es dirigida debe valorarse con
un criterio objetivo, pues no depende de la situación concreta del
destinatario sino de lo que ocurre habitualmente con criterio de
generalidad”.

Fecha de firma: 24/02/2023


Firmado por: MARIA FLORENCIA ESTEVARENA, SECRETARIA DE CAMARA
Firmado por: ALEJANDRA NOEMI TEVEZ, PRESIDENTA DE LA SALA F
Firmado por: RAFAEL FRANCISCO BARREIRO, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: ERNESTO LUCCHELLI, JUEZ DE CAMARA

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Este argumento significa introducir en la interpretación del régimen


tutelar nacional de consumidores y usuarios una figura fuertemente discutida
en la normativa comunitaria de la Unión Europea. Hago referencia a la noción
de consumidor medio.
En una codificación que apunta a lograr la igualdad mediante la
detección y superación de desigualdades –sean estructurales o particulares-
un criterio ideal de interpretación como el mencionado no parece tener
cómoda ubicación.
Los criterios objetivos de valoración suelen provocar la desprotección
de los vulnerables, o al menos de parte de ellos. Cabe preguntarse cuál sería
la pauta de referencia que permitiría respuestas homogéneas cuando la
disparidad es regla en la materia. La edad, la condición económica, la
USO OFICIAL

instrucción recibida, los conocimientos adquiridos, el hábitat y el entorno


socio-económico, son aspectos personales que no pueden desatenderse.
Además, “hay personas que no tienen acceso a las nuevas tecnologías
ya sea por su posición sociocultural, razones de edad avanzada, o
simplemente desinterés a ingresar en el sistema informático” (TAMBUSSI,
Carlos E., Comentario a la ley 27.250, ADLA 2016-27, 20;
AR/DOC/2729/2016).
En fin, aquello que alguna persona –o varias- pueda discernir no debe
tener un carácter general si con ello se desconoce el contexto relacional.
2.4. En definitiva, la oferta dirigida a potenciales consumidores
indeterminados obliga a quien la hace durante el lapso que media entre la
publicación y su revocación (art. 7 LDC). A propósito, he resaltado los
destinatarios de la oferta quienes, previa aceptación, pueden pretender
hacerla efectiva y el incumplimiento por el proveedor será considerado

Fecha de firma: 24/02/2023


Firmado por: MARIA FLORENCIA ESTEVARENA, SECRETARIA DE CAMARA
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Firmado por: RAFAEL FRANCISCO BARREIRO, JUEZ DE CAMARA
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negativa o restricción injustificada de venta, pasible de las sanciones


previstas en el artículo 47.
Particular incidencia tiene en esta causa el art. 1108 CCyC en tanto
dispone que las ofertas de contratación por medios electrónicos o similares
deben tener vigencia durante el período que fije el oferente o, en su defecto,
durante todo el tiempo que permanezcan accesibles al destinatario. El
oferente debe confirmar por vía electrónica y sin demora la llegada de la
aceptación. De esta manera, y cursada como fuera esa comunicación
inmediatamente, queda reforzada la conclusión que conduce a descartar la
inexistencia de la operación.
Es útil plantear si la regulación del error y su incidencia en el
consentimiento de los actos jurídicos es aplicable lisa y llanamente a las
USO OFICIAL

frecuentes relaciones de consumo o si el diseño legal solo rige en toda su


amplitud en las relaciones paritarias. Obsérvese que el art. 1101, inc. a del
CCyC prohíbe toda publicidad que contenga indicaciones falsas o de tal
naturaleza que induzcan o puedan inducir a error al consumidor, cuando
recaigan sobre elementos esenciales del producto o servicio.
Y, en el mismo sentido, recuérdese cuanto he señalado en relación a
que es difícil discernir si se trata de un error o de una estrategia de
comercialización.
Finalmente, es prudente llamar la atención acerca de las
consecuencias de admitir el planteo defensivo: bastaría la alegación de un
error en el precio publicado, con independencia de su efectiva configuración,
para exonerar al proveedor del cumplimiento de la oferta. Es evidente que
las relaciones de consumo no pueden desenvolverse sobre una base tan
carente de certeza.

Fecha de firma: 24/02/2023


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2.5. En definitiva, la supuesta abusividad en la conducta del


demandante, que se evidenciaría por la promoción de reclamos reiterados,
no puede compartirse. No puede desconocerse que el principio protectorio
tiene concreto contenido que excede la mera reparación del eventual daño
padecido.
Es que, en efecto, la legislación que protege a consumidores y usuarios
exorbita el ámbito indemnizatorio porque, como está previsto en el régimen
de responsabilidad general que establece el Código Civil y Comercial de la
Nación, la prevención del daño asume también carácter principalísimo.
Además, lograr que los proveedores se ajusten en sus vínculos con los
consumidores a las exigencias legales es uno de los principios rectores del
régimen de tutela. Como señalé en el voto que emití en el fallo plenario
USO OFICIAL

recaído en e la causa “Hambo”, aunque en ese caso referido a la gratuidad


irrestricta en la promoción de reclamos de consumidores, aparece aquí
vinculado “un interés superior al del individuo particular (…) [que] ha sido la
búsqueda de controlar, proteger y fortalecer al mercado” (PICCARDI, Marcelo
N., La sociedad comercial como legitimada activa en la Ley de Defensa del
Consumidor. Admisión y alcance del beneficio de gratuidad del art. 53 de la
Ley de Defensa del Consumidor, Revista Argentina de Derecho Empresario, Nº
20; Cita: IJ-CMX-725).
Dicha interpretación encuentra asidero en las disposiciones entre
otros de los arts. 2, 7, 8 bis y, en especial, 52 bis de la LDC, regla esta última
que de manera indisimulable exige cumplir con finalidades de prevención y
disuasión. Como he señalado en diversos precedentes de esta Sala cuya
reiteración omito aquí, si se asigna a los daños punitivos una función
preventiva, que comparte con la responsabilidad civil como categoría más
amplia y continente de aquellos, aguardar a que se provoque un daño

Fecha de firma: 24/02/2023


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resarcible podría frustrar esa finalidad, además de vulnerar las pautas de


actuación del art. 1710 CCyC. La disuasión consiste en la amenaza de la
aplicación de una sanción que puede tener el efecto de precaver la
reiteración de conductas consideradas disvaliosas. Parece quedar fuera de
toda duda que la punición opera en referencia a una conducta ya realizada
mientras que la prevención alude a un obrar futuro.
En esa perspectiva de apreciación de la cuestión, el objetivo de
alcanzar una ordenada actuación en el mercado no se alcanzaría si se
disculparan los alegados -e incomprobados- errores en la publicidad del
precio de la oferta pública de bienes y servicios.
3. En razón de estas consideraciones adhiero al muy fundado voto del
estimado vocal preopinante.
USO OFICIAL

Así voto.
Con lo que terminó este Acuerdo que firmaron los señores Jueces de
Cámara doctores:

Alejandra N. Tevez
(en disidencia)

Ernesto Lucchelli

Rafael F. Barreiro
(por sus fundamentos)

María Florencia Estevarena


Secretaria de Cámara

Fecha de firma: 24/02/2023


Firmado por: MARIA FLORENCIA ESTEVARENA, SECRETARIA DE CAMARA
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Buenos Aires, 24 de febrero de2023


Y Vistos:
I. Por los fundamentos expresados en el Acuerdo que antecede,
se resuelve: confirmar la resolución de grado, con excepción de la revocación
parcial propuesta en el punto “V. 4.” del voto que abrió este acuerdo,
concerniente a la condena a Frávega de publicar a su costo la sentencia, una
vez que estuviere firme, en un diario judicial digital en los términos del art. 3
de la ley 26.856 y por un día en un diario de amplia circulación a nivel
nacional. Con costas de Alzada a la accionada sustancialmente vencida (art.
68 CPCC).
USO OFICIAL

II. Se difiere la regulación de honorarios de los profesionales


intervinientes para el momento oportuno.
III. Notifíquese (Ley N° 26.685, Ac. CSJN N° 31/2011 art. 1° y N°
3/2015), cúmplase con la protocolización y publicación de la presente
decisión (cfr. Ley N° 26.856, art. 1; Ac. CSJN N° 15/13, N° 24/13 y N° 6/14) y
devuélvase a la instancia de grado.

Alejandra N. Tevez
(en disidencia)

Ernesto Lucchelli

Rafael F. Barreiro
(por sus fundamentos)

Fecha de firma: 24/02/2023


Firmado por: MARIA FLORENCIA ESTEVARENA, SECRETARIA DE CAMARA
Firmado por: ALEJANDRA NOEMI TEVEZ, PRESIDENTA DE LA SALA F
Firmado por: RAFAEL FRANCISCO BARREIRO, JUEZ DE CAMARA
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María Florencia Estevarena


Secretaria de Cámara
USO OFICIAL

Fecha de firma: 24/02/2023


Firmado por: MARIA FLORENCIA ESTEVARENA, SECRETARIA DE CAMARA
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Firmado por: RAFAEL FRANCISCO BARREIRO, JUEZ DE CAMARA
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