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ÍNDICE

PRESENTACIÓN

I - LA PALABRA DE DIOS
1. ¿Qué es la Biblia?
2. Divisiones de la Biblia
3. Representación de capítulos y versículos de la Biblia
4. Clasificación de los libros de la Biblia
5. Importancia de la Palabra de Dios en la vida de las personas

II - FUNCIÓN MINISTERIAL
1. ¿Qué es un ministerio?
2. ¿Cuál es la finalidad del ministro de la celebración de la Palabra?
3. Un ministro de celebración de la de la Palabra puede ser también ministro
extraordinario de la Sagrada Comunión?
4. ¿Quién puede ser ministro de la celebración de la Palabra?
5. La importancia de la vida de oración del ministro
6. ¿Por qué estudiar?
7. Los ornamentos de los ministros de la celebración de la Palabra

III - COMPRENDER LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA


1. Estructura de la Celebración de la Palabra
1.1. Ritos de apertura
1.1.1 Procesión de entrada
1.1.2 La bienvenida
1.1.3 Señal de la cruz
1.1.4 El recuerdo de la vida
1.1.5 El acto penitencial
1.1.6. Himno de alabanza
1.1.7 Oración del día (colecta)
1.2. Liturgia de la Palabra
1.2.1 Lecturas bíblicas
1.2.2 Reflexión
1.2.3 Profesión de fe
1.2.4. La oración universal
1.3. 1 Un momento de alabanza
1.3.1 Los dones
1.3.2 Elogio
1.4. Rito de la Comunión
1.4.1 Padre nuestro
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1.4.2. Rito de paz
1.4.3. Comunión eucarística
1.5. Ritos finales

IV - CÓMO PROCLAMAR LA PALABRA


1. ¿Cómo abordar el texto que se va a proclamar?
1.1. Conocer bien el texto
1.2 Comprender el texto y compararlo con su vida
1.3. Practica las expresiones del texto (signos de puntuación)
2. Orientaciones generales
3. En el momento de la proclamación de la Palabra
4. Otras breves observaciones

V - LECCIONARIOS
1. Leccionario dominical
2. Leccionario semanal
3. Leccionario de los Santos
4. Sobre el cuidado de los libros litúrgicos

VI - GUÍAS PARA LAS CELEBRACIONES


Modelo de celebración I
Modelo de celebración II
Colección
Notas de la tarjeta catalográfica

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PRESENTACIÓN

A lo largo de la historia del cristianismo, la Palabra de Dios ha ocupado un lugar


destacado. Comienza con la celebración eucarística, cuya estructura fundamental
está formada por la Mesa de la Palabra y la Mesa de la Eucaristía. Los primeros
cristianos "perseveraban en la escucha de la enseñanza de los apóstoles, en la
comunión fraterna, en la fracción del pan y en la oración" (Hch 2,42). El libro de
los Hechos de los Apóstoles atestigua varias veces que la comunidad cristiana
oraba en común. Estas oraciones, celebradas en común, se fueron organizando y
formaron la Liturgia de las Horas, u Oficio Divino. Sin embargo, la Liturgia de las
Horas, compuesta esencialmente de salmos, correspondía sobre todo a los
monjes, religiosos y miembros del clero.
Con el impulso del Concilio Vaticano II, la Palabra de Dios se ha hecho más
accesible al pueblo. Se han multiplicado las ediciones de la Biblia; también ha
crecido el número de grupos que se reúnen para escuchar, meditar y celebrar la
Palabra del Señor.
Las Conferencias Episcopales Latinoamericanas, teniendo en cuenta la
"falta de ministros, la dispersión de las poblaciones y la situación geográfica
del continente, han tomado conciencia" de la importancia de la celebración de
la Palabra de Dios (cf. Puebla, n. 900). La Conferencia de Medellín, al valorar
la celebración de la Palabra, subraya su relación con las demás celebraciones
sacramentales: "Foméntense las celebraciones sagradas de la Palabra,
conservando su relación con los sacramentos, en los que alcanza su máxima
eficacia, especialmente con la Eucaristía" (Medellín, n. 9.3d). El documento 43
de la CNBB, n. 93, afirma que, después de los sacramentos, la celebración de la
Palabra es la forma más importante de celebración.
Dado el gran valor de la Palabra de Dios en nuestra vida personal y en la vida
de las comunidades, el Documento de Aparecida nos advierte: "Junto a una sólida
experiencia religiosa y a una destacada vida comunitaria, nuestros fieles necesitan
profundizar en el conocimiento de la Palabra de Dios y en el contenido de su fe"
(DAp, n. 226c). Y el Papa Benedicto XVI refuerza el llamamiento: "Exhorto a los
Pastores de la Iglesia y a los agentes pastorales a que procuren que todos los fieles
sean educados para saborear el sentido profundo de la Palabra de Dios que se
distribuye a lo largo del año en la liturgia, mostrando los misterios fundamentales
de nuestra fe" (Verbum Domini: Sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión
de la Iglesia, n. 52).
En efecto, la Palabra del Señor es inagotable. Por eso, todos los fieles, pero
especialmente los lectores y los ministros de la celebración de la Palabra, están
invitados a conocerla más profundamente y a celebrarla con mayor eficacia. Este
subsidio pretende introducir a los lectores y a los ministros de la celebración de
la Palabra en el vasto y precioso mundo de la Palabra de Dios que hay que leer,
meditar y celebrar.
P. Luiz Miguel Duarte, ssp
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I - LA PALABRA DE DIOS

La Iglesia enseña que la Sagrada Escritura es el resultado de la cooperación


entre Dios, autor principal, y los autores inspirados. Hasta el siglo V, la Iglesia se
dedicó a definir y defender lo que era verdaderamente la Palabra de Dios. Muchos
concilios discutieron el valor de la Biblia y cómo Dios se comunica y se da a
conocer a través de ella. Y también hubo una gran preocupación por parte de los
Papas por que la Biblia fuera bien interpretada. Surgieron documentos
importantes para la vida de la Iglesia. Uno de estos documentos es la encíclica
Providentissimus Deus de León XIII, que dice: "Dios providentísimo, que en el
admirable designio de su amor desde el principio ha conducido al género humano
a participar de la naturaleza divina, y, después de librarlo de la culpa y de la ruina
común y de restituirlo a su dignidad primitiva, le ha prestado para ello una ayuda
singular, a fin de manifestarle de modo sobrenatural los misterios de su divinidad,
de su sabiduría y de su misericordia"[1].
Esta afirmación de la Encíclica nos permite ver que la Palabra de Dios llega a
nosotros a través de los siglos, portadora de un mensaje de amor, un tesoro que
llevamos en "vasijas de barro" y que es don de Dios[2]. Para transmitir su
contenido, la Biblia se sirve de diversos géneros literarios, de numerosas figuras
retóricas y de abundantes hechos que revelan a los hombres la vida y la
experiencia de una humanidad modelada por la mano del Creador. Él es el Señor
benevolente que da al mundo su propio Hijo, que se humilla y paga un alto precio
por nosotros[4]. El misterio de Dios se da en el amor que se comunica; por eso, m
anifiesta en un acontecimiento histórico que muchos llaman economía de la
salvación[5]. La Palabra debe ser para el ministro y el lector lo que el agua es para
el sediento: un deseo y un consuelo.
Conocer la organización y estructura de la Biblia es una necesidad para todo
ministro, sea o no responsable de la celebración de la Palabra. El contacto
frecuente con las Sagradas Escrituras es la actitud más responsable que puede
asumir el líder de cualquier grupo.

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1. ¿QUÉ ES LA BIBLIA?
La palabra Biblia procede del griego βίβλος (biblos), que tiene el diminutivo
βιββλίον (biblíon), que significa pequeño libro, o pequeño rollo de pergamino o
papiro. La Biblia es, pues, una colección de estos pequeños libros portadores de
un gran mensaje. Contiene la historia del pueblo semita, que tuvo una rica
experiencia. Fue un pueblo que experimentó la esclavitud, el desierto, el hambre,
el exilio y también la esperanza de alcanzar la tierra prometida. La Biblia es un
instrumento en el que se narran acontecimientos y se cuentan historias,
revestidas de diversos estilos literarios. Presenta grandes héroes envueltos en
sagas admirables, como David y Sansón; po esías, como los Salmos y el Cantar de
los Cantares; dramas, como el de Susana[6]. En resumen, es una literatura
compleja y rica. Pero lo importante en este conjunto de hechos es ante todo esto:
Dios hace una alianza con su pueblo y, para nosotros los cristianos, la renueva en
Jesucristo.
El Libro Sagrado se compone de 73 pequeños libros. Fueron escritos en tres
lenguas diferentes: hebreo, griego y, en algunos pasajes, arameo. La Biblia se
escribió en diferentes lugares: una parte en Palestina, otras partes en Babilonia,
Egipto, Asia Menor, Roma y varios otros lugares. Tuvo el s me comienzo alrededor
del año 1000 a.C. y no terminó hasta alrededor del año 100 d.C..[7] La Biblia
fue escrita por varias personas; se desconoce el número exacto. Es un libro
sagrado, escrito a partir de la historia del pueblo y de la historia de Dios mismo,
que se revela y hace historia con el pueblo. Es la exaltación del Dios de la Vida, que
lucha contra la injusticia, contra todos los males. Esta es la actitud divina que
caracteriza a la Biblia como Libro Sagrado y Palabra de Dios. Fue sobre todo a
partir del siglo IV que la Iglesia Católica se empeñó en definir y compilar la Biblia,
caracterizando cuáles eran los libros inspirados, que a su vez formarían el Canon
Bíblico, llegando a lo que hoy conocemos.
La palabra bíblica, pues, no es una mera palabra humana. "La novedad de
la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el d diálogo que
quiere tener con nosotros", como dialogó con Abrahán y Moisés[8]. Es por la
iniciativa divina del día loge con los hombres que el Verbo Jesús se encarna y
se hace hombre como nosotros[9], revelándonos los deseos de la misericordia
eterna. El diálogo pleno entre Dios y los hombres tiene lugar, pues, a través de
Jesucristo, que es el centro de la revelación divina.

2. DIVISIÓN DE LA BIBLIA
La Biblia se divide en dos partes fundamentales: el Antiguo Testamento y el
Nuevo Testamento. La palabra "Testamento" es una traducción del sustantivo
griego διαθήκη (diatheke), que significa pacto, alianza. Como hemos dicho antes, es
el contacto dialógico entre Dios y el hombre lo que genera este pacto, esta alianza.
Tenemos una alianza iniciada con Abraham y una Nueva Alianza que es
consumada por Cristo en su pasión, muerte y resurrección.
Antes de la invención de la imprenta, se utilizaban papiros (una planta) o
7
pergaminos hechos con pieles de animales. Imaginemos que la Biblia fuera una
gran habitación llena de pergaminos; para organizarlos se necesitaría un espacio
enorme. Si alguien quisiera adquirir esta colección de pergaminos, tendría que
pagar un precio absurdo. Además, cada rollo era copiado a mano por monjes que
empleaban años en completar el trabajo. Con la llegada del papel y, más tarde, de
la imprenta, inventada por Gutenberg en el siglo XV, todo se hizo más rápido,
práctico y barato. Sin embargo, aún se podía mejorar. ¿Cómo encontrar un
pequeño pasaje en una obra tan gigantesca?
La Biblia no nació subdividida en capítulos y versículos. La división en
capítulos la realizó el arzobispo de Canterbury, Stephen Langton, en 1205. La
división en versículos no llegó hasta tres siglos después. La primera Biblia
completa, con la división actual en capítulos y versículos, fue publicada en francés
por Robert Estienne en 1553.
Los capítulos se especifican con números más grandes, colocados al principio
de la narración parcial; los versículos, con números más pequeños, colocados al
principio de las frases. Es habitual que algunas Biblias incluyan títulos cortos
después de los capítulos, destacando algún tema, por ejemplo: "El buen
samaritano", haciendo mención a la parábola de Jesús . A estos textos breves los
llamamos "perícopas"[10].

3. REPRESENTACIÓN DE CAPÍTULOS Y VERSÍCULOS DE LA BIBLIA


Cada libro de la Biblia está representado por una abreviatura del título del
libro, precedida de un número cuando hay más de un libro con el mismo
nombre. Ejemplo: 1Reyes = Primer Libro de los Reyes. Es común, en la
abreviatura, el uso de dos consonantes del título del libro, por ejemplo: Jr por
Jeremías y Marcos por Marcos; o aún, una o dos consonantes y una vocal, para
que no haya confusión entre los libros, por ejemplo: Chr por Crónicas y Cor
por Corintios.
La división entre capítulos y versículos se representa mediante números. Un
número seguido de una coma corresponde a un capítulo; un número que va
después de un guión y/o punto corresponde a un versículo. Véase el ejemplo:

Abreviatura del libro de Lucas


Indicación del capítulo
Indicación de los versículos (del 11 al

Lo mismo ocurre cuando se utiliza el punto final para saltarse el verso.


Ejemplo:
Sal 118:23-24, 26-27
Sal Abreviatura del libro de los Salmos
118, Capítulo (número) del Salmo
23-24. Indicación de los versículos, hasta el punto. Aquí hay que detenerse y saltar al número indicado delante.
26-27 Aquí es donde hay que seguir leyendo

También puede ocurrir que un verso esté formado por varias frases.
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En ese caso, se asigna una letra del alfabeto a cada una de ellas. Ejemplo:
Génesis 1:1-2,4a
Gn Abreviatura del libro del Génesis
1, Capítulo del libro
1 Versículo del capítulo
- El guión representa la orden "leer hasta que”
2, Capítulo del libro
4a Verso que indica qué frase debe leerse, es decir, la primera frase del verso 4

4. CLASIFICACIÓN DE LOS LIBROS DE LA BIBLIA


El Antiguo Testamento se divide en cuatro partes:
a) Pentateuco: está formado por los cinco primeros libros de la Biblia; en ellos
se encuentra la Torá, es decir, la "Ley de Moisés". Están dispuestos en el siguiente
orden:
1. Génesis (Gen.) 2. Éxodo (Ex.) 3. Levítico (Lev.) Números (Nm) 5.
Deuteronomio (Dt)

b) Libros históricos: narran la historia del pueblo de Dios desde la conquista


de la Tierra Prometida hasta el exilio babilónico. Son:
1. Josué (Jos) 9. 2 Crónicas (2Cro)
2. Jueces (Jue) 10. Esdras
3. Ruth (Rt) 11. Nehemías (Ne)
4. 1 Samuel (1Sam) 12. Tobías (Tb)
5. 2 Samuel (2Sam) 13. Judith (Jt)
6. 1 Reyes (1Rs) 14.
7. 2 Reyes (2Rs) 15. 1 Macabeos (1Mc)
8. 1 Crónicas (1Cron) 16. 2 Macabeos (2Mc)

c) Libros sapienciales: están relacionados con las palabras de los sabios y


ayudan a conservar las enseñanzas y tradiciones.
1. 5. (Ct)
2. Salmos (Ps) 6. Sabiduría (Sb)
3. Proverbios (Pr) 7. Eclesiástico- Siracid (Eccl.)
4. Eclesiastés- Coélet (Ecl)

d) Libros proféticos: son libros llenos de anuncios y denuncias. Cada libro


1. Isaías (Is) 10. Abdías (Ab)
2. Jeremías (Jr) 11.
3. Lamentaciones (Lm) 12. Miqueas (Miq)
4. Baruc (Br) 13.
5. Ezequiel 14. Habacuc (Hab)
6. Daniel (Dn) 15. Sofonías (Sf)
7. Oseas (Os) 16. Hageo (Ag)
8. 17.
9. Amos (Am) 18. Malaquías (Ml)

9
lleva el nombre del profeta al que se atribuye su autoría. Cada profeta tiene sus
propias características en cuanto a la forma de profetizar, pero todos denuncian
el abuso de poder y las injusticias cometidas contra Dios y contra el pueblo. El
libro de las Lamentaciones se atribuye al profeta Jeremías.
El Nuevo Testamento se divide en cuatro partes:
a) Evangelios: son cuatro y llevan el mensaje de Jesús. Cada uno de los
evangelistas narra con belleza y profundidad las enseñanzas y acciones de
Jesús en Palestina.
1. Mateo (Mt) 3. Lucas (Lc)
2. Marcos(Mc) 4.

b) Hechos de los Apóstoles: el libro de los Hechos es una memoria de la vida


de las primeras comunidades cristianas y de las actividades misioneras de los
apóstoles. Fue escrito por el evangelista Lucas y se representa con el acrónimo
Hechos.
c) Cartas: son reflexiones escritas para las comunidades. Incluyen normas de
conducta, pastoral, testimonios personales y agradecimientos.
1. Romanos (Rom) 12. Tito (Tt)
2. 1 Corintios (1 Cor) 13. Filemón (Fm)
3. 2 Corintios (2Cor) 14. Hebreos (Hb)
4. Gálatas (Gal) 15. Juan (Jn)
5. Efesios (Ef) 16. 1 Pedro (1Ped)
6. Filipenses (Fil.) 17. 2 Pedro (2Ped)
7. Colosenses (Col) 18.
8. 1 Tesalonicenses (1Ts) 19.
9. 2 Tesalonicenses (2Ts) 20.
10. 1 Timoteo (1 Tim.) 21. Judas (Jd)
11. 2 Timoteo (2Tm)

d) Apocalipsis: es el último libro del Nuevo Testamento, y también el último


libro de la Biblia. Es una literatura simbólica para animar a los cristianos en
tiempos de persecución. De carácter escatológico, el libro habla de los últimos
acontecimientos de la historia.

5. LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA DE LAS PERSONAS


En el pasado, Dios habló a sus hijos e hijas a través de los profetas. Y hoy sigue
hablándoles a través de su Hijo, Jesucristo, por el Espíritu Santo. Cristo es el reflejo
del esplendor y la majestad del Padre, y la expresión plena de su divinidad. Es el
Verbo de Dios encarnado[11].
Es la Palabra de Dios la que debe dirigir la vida de todo creyente, porque es la
Palabra de Dios la que, como fuente de fuerza y de vida, da vigor a toda existencia
humana. Es la energía transformadora del corazón humano.
Para la Iglesia y para toda la humanidad, la Palabra de Dios es la promotora del
valor necesario para superar los ob jetivos de la vida, para buscar al Señor y para
comprometerse con los hermanos[12]. Es la Palabra que anima a los seres
10
humanos a vivir rectamente, practicando la justicia y la misericordia. Además de
promover la justicia, la Palabra denuncia las desigualdades, defiende a quienes
son víctimas del egoísmo humano y enseña lo que son verdaderamente el amor y
la paz. El amor que reside en el hombre es un reflejo pleno del amor de Dios. Y es
para comunicar el amor de Dios que la Palabra se convierte en parte fundamental
de nuestras celebraciones.

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II - FUNCIÓN MINISTERIAL

1. ¿QUÉ ES UN MINISTERIO?
La palabra ministerio procede del latín ministerium, pero es una traducción de
la palabra griega διάκονος (diáconos), de la que se deriva la palabra διακονία
(diakonia), que se refiere directamente al servicio. Para la cultura griega, diakonia
tenía un sentido peyorativo: significaba esclavitud. Jesús, sin embargo, le dio un
nuevo significado: diaconía (siervo servicio) se convirtió en el símbolo de Cristo,
que es diácono (siervo) del Padre y de los hombres[1]. El término diaconía se aplica
también en el Nuevo Testamento al servicio de la Palabra[2]. El ministerio
cristiano se refiere a la misión de servir a los hombres en vista de los misterios de
Dios[3]. Por tanto, todo ministerio es un servicio prestado a la comunidad y todo
cristiano está llamado a servir.
La persona que ejerce esta función representa a la propia comunidad y debe
actuar con gran equilibrio, sin ser autoritaria ni juzgar que ejerce algún poder. Los
ministerios deben ser, ante todo, testimonios de servicio a Dios, a la Iglesia y a los
hermanos.

2. ¿PARA QUÉ SIRVE EL MINISTRO DE LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA?


Este ministerio existe especialmente en relación con la animación litúrgica, por
lo que está relacionado con la dimensión celebrativa. Corresponde al ministro
comprender la riqueza de su función, a saber, presidir la celebración de la Palabra.
También contribuye a otras dimensiones de la evangelización, especialmente en
lo que se refiere a la formación bíblico-catequética.
Para ser fecundo en su ministerio, el ministro de la Palabra debe tener
vocación, amor, celo y responsabilidad; debe ser conciliador y ejemplo para la
comunidad. Es el animador de los hermanos y hermanas que se reúnen para la
celebración. El orgullo y la tentación de dominar sobre los demás son actitudes que
hay que cortar de raíz. Su servicio es de entrega, es decir, es gratuito y debe hacerse
para ayudar a los hermanos y hermanas a experimentar la fe.
El candidato al ministerio de la Palabra debe estar dispuesto a ir a los lugares
más lejanos. Cuando esto no sea posible, se debe preparar a alguien del propio
lugar, para que se pueda prestar una mejor atención a los fieles que no pueden
contar con los sacerdotes.[4] 4] para celebrar la Eucaristía.
Conviene recordar que la celebración de la Palabra no sustituye a la celebración
eucarística. Aunque sea un encuentro en el que el pueblo se reúne para celebrar
la Palabra de Dios, nunca sustituirá a la misa dominical, ya que la celebración
eucarística es un sacramento y contiene el misterio central de nuestro Salvador,
Jesucristo.

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3. ¿PUEDE EL MINISTRO DE LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA SER TAMBIÉN
MINISTRO EXTRAORDINARIO DE LA SANTA COMUNIÓN?

Está bien desempeñar ambas funciones, siempre que se tengan los


requisitos necesarios para ello y el permiso de la Iglesia. Sin embargo, es
necesario tener la organización personal para cada una de ellas. Sabemos que
el ministro extraordinario de la Palabra tiene la tarea de proclamar la Palabra
a través de las celebraciones que realiza, mientras que los ministros
extraordinarios de la Sagrada Comunión tienen la tarea de ayudar al sacerdote
a distribuir la Eucaristía y llevarla a los enfermos que no pueden ir a Misa.
Pero siempre es bueno recordar las palabras de Jesús, que nos dice: "A quien
mucho se le ha dado, mucho se le pedirá. Y a quien mucho se le ha dado, mucho
se le exigirá" (Lc 12,48b). Por eso, se recomienda ser prudentes al asumir los
ministerios, pues ambos son exigentes y desafiantes.

4. ¿QUIÉN PUEDE SER MINISTRO DE LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA?


"Todo cristiano, hombre o mujer, en virtud de su bautismo y confirmación,
puede asumir legítimamente este ministerio; entre los no ordenados, tienen
preferencia los acólitos y lectores, instituidos para el servicio del altar y de la
Palabra de Dios. Deben tener un mandato especial del Obispo diocesano año,
quien dará las indicaciones oportunas sobre la duración o el lugar y las
condiciones"[5].
Cada diócesis, como Iglesia particular, establece claramente las directrices
para la elección de sus ministros. Sin embargo, hay algunos puntos que son
irrevocables. Por ejemplo, deben ser responsables y de buen carácter; dar
testimonio de vida cristiana tanto en la familia como en la vida eclesial y social;
tener cierta soltura para hablar en público; ser biblista, es decir, tener una base
bíblica, teológica, litúrgica y espiritual; cultivar una vida constante de oración y
un espíritu misionero; y mostrar interés y disponibilidad para participar en los
cursos de formación que ofrezca la parroquia o la diócesis. Además, deben ejercer
su ministerio con libertad y desprendimiento, pues no lo reciben de por vida, sino
por un tiempo determinado.
Es importante que el nombramiento de los ministros se haga en una reunión
del Consejo Pastoral Parroquial (CPP). Al elegir a los candidatos, el párroco o el
administrador parroquial deben consultar a la comunidad de manera discreta.
Una vez elegido, el candidato deberá ser consultado previamente si acepta la
invitación; si está casado, deberá obtener el consentimiento de su cónyuge. Las
actividades se definirán según la orientación pastoral de su diócesis y/o
parroquia.

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5. LA IMPORTANCIA DE LA VIDA DE ORACIÓN DEL MINISTRO
Palabras del Papa Pablo VI: "La Iglesia es la sociedad de los hombres que
rezan. Su principal objetivo es enseñar a rezar". Para todos los cristianos, la
oración es el centro del que podemos sacar la energía para mantener no sólo
un cuerpo sano, sino también una mente y un corazón orientados al encuentro
con Dios. Y sólo quien ha tenido de algún modo este contacto puede hablar de
Dios.
La oración alimenta todos los ministerios. De ella se alimenta la fe; es la
oración la que hace verdadera nuestra expresión de amor. La oración es una
invitación a permanecer vigilantes para no perder la gracia que pasa. Nuestra
comunión con Dios se establece no sólo con la oración en casa, sino también
con la participación en los sacramentos; especialmente con la práctica
habitual del sacramento de la reconciliación y de la Eucaristía. El Papa
Francisco nos advierte que: "De nada sirven las propuestas místicas
desprovistas de un vigoroso compromiso social y misionero, ni los discursos
y acciones sociales y pastorales sin una espiritualidad que transforme el
corazón."

6. ¿POR QUÉ ESTUDIAR?


Cuando se trata de estudiar, algunos piensan que es un paso atrás; otros creen
que ya saben lo suficiente. Es inútil pensar así, porque el estudio es un paso
importante hacia el crecimiento personal y la construcción sólida de una
verdadera comunión con lo divino. El Beato Santiago Alberione, Fundador de la
Familia Paulina, decía: "El estudio es para la vida; la vida, para la eternidad; todo
es para Dios". Esta frase indica la necesidad de prepararse bien para desempeñar
el servicio confiado. Es fundamental que los ministros conozcan y comprendan la
riqueza de las celebraciones, especialmente la celebración de la Palabra de Dios.
No se puede uno contentar con un conocimiento superficial del Evangelio; se corre
el riesgo de caer en el fundamentalismo, interpretándolo todo literalmente.
El Beato Santiago Alberione decía: "La meditación profunda, la piedad
profunda y el estudio intenso son necesarios para una buena preparación al
apostolado. Cuando una persona se pone a estudiar algo, llega a conocerlo mejor;
conociéndolo, llega a amar aquello a lo que tanto se ha dedicado. De este modo, el
estudiante se llena de un saber que no puede guardarse para sí: quiere comunicar
lo que ha aprendido. El estudio es la realidad que genera esta abundancia
intelectual para el evangelizador y aumenta aún más su sed de aprender y de
anunciar.
La Iglesia desea que el ministerio ejercido por los laicos se vea cada vez más
reforzado y acompañado por el estudio de la Palabra de Dios. La persona elegida
para esta función se encargará de dirigir la celebración de la Palabra y de
proclamar el Evangelio, seguido de una reflexión, o mejor dicho, de una buena
reflexión. En este contexto, la persona que asuma este ministerio deberá tener
buenas dotes de comunicación y hacerlo todo con humildad.
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7. LAS VESTIDURAS DE LOS MINISTROS DE LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
A este respecto, un documento de la Iglesia enseña: "Debe evitarse
cuidadosamente incluso la apariencia de confusión que puede surgir de un
comportamiento litúrgico anómalo. Del mismo modo que se recuerda a los
ministros sagrados el deber de llevar todos los ornamentos sagrados prescritos,
así también los fieles no ordenados no pueden llevar lo que no les es propio"[6].
El ministro de la Palabra, por lo tanto, no debe vestirse de la misma manera

que los sacerdotes, usando togas o cualquier vestimenta que dé la impresión de


que está desempeñando el papel del sacerdote. La vestimenta utilizada en la
celebración por el ministro laico debe ser orientada por la Conferencia Episcopal
de cada país o por la diócesis. Sin embargo, conviene recordar que los ornamentos
usados por cualquier celebrante deben aportar la belleza y la dignidad necesarias
para el momento sagrado. "Las vestiduras de tipo camisero, usadas en algunas
comunidades, parecen menos adecuadas para el uso litúrgico, pues pueden recor
dar demasiado a las vestiduras usadas por profesionales en tareas no litúrgicas"[7]
En Brasil, existe la tradición de usar pequeñas túnicas que no llegan a los pies,
como el alba de los sacerdotes, pero bellas, discretas y de buen gusto. Como el
modelo de la página anterior.

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III - COMPRENDER LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA

La celebración de la Palabra es un acto litúrgico y, como tal, debe ser tratado


con todo respeto y dignidad. Cuando se habla de "acto litúrgico", se quiere decir
que también forma parte de la alabanza del pueblo, reunido en asamblea, para dar
gracias al Dios del amor. La costumbre de reunirse para escuchar la Palabra es
muy antigua. Jesús, por ejemplo, va a la sinagoga, proclama y explica la Palabra
(Lc 4,16-30). Este es el deseo de Dios: quiere hablar a su pueblo y ser escuchado.
La celebración de la Palabra de Dios, especialmente los domingos, se
fundamenta en el sacerdocio que todo bautizado debe asumir[1]. La celebración
es expresión del pueblo, pueblo santo y consagrado, que está invitado a
"proclamar las maravillas de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz
admirable" (1 Pe 2,9b).

1. ESTRUCTURA DE LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA


Hay varias formas de expresar la alabanza a Dios en la celebración. En el caso
de la celebración de la Palabra de Dios, no existe un ritual específico. Seguiremos
la estructura propuesta por la CNBB, que consiste en el siguiente orden: ritos de
apertura, liturgia de la Palabra, momento de alabanza, rito de comunión (si lo hay)
y ritos de clausura. En algunos lugares se utiliza la Lectio Divina para vivir este
momento.
En cualquier caso, es importante que la celebración de la Palabra de Dios sea
conforme a las normas del Directorio para la Liturgia de la CNBB. Esto se aplica
sobre todo a las lecturas indicadas para cada día del año litúrgico.
El ministro debe hablar a la asamblea con sencillez, basándose en las
realidades locales. Debe evitar prolongar la homilía más de diez minutos y no
utilizar el sermón para desahogos personales. La garantía de una buena
celebración deriva de la preparación previa, que valora el espacio, los himnos, el
silencio, los símbolos, la armonía y el ritmo celebrativo. La celebración debe
acentuar el carácter comunitario, en el que el celebrante interactúa con la
asamblea y la motiva a participar con aclamaciones, respuestas, oraciones y
escucha atenta de la Palabra. Veamos la estructura de la celebración.

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1.1. Ritos iniciales
La celebración comunitaria de la Palabra debe prepararse y vivirse en un clima
de acogida mutua,[2] donde se manifieste la alegría del encuentro.[3] 3] y una
verdadera comunión de amor. Esto es lo que favorece la participación de los fieles.
Los ritos iniciales son todas las partes que preceden a la liturgia de la Palabra.
Tienen un carácter preparatorio, es decir, tienen la finalidad de introducir a los
fieles en lo que se va a celebrar a continuación. De este modo, llevan a los fieles a
crear comunión entre ellos y a disponerse a escuchar la Palabra de Dios y, así, a
celebrarla con mayor dignidad.

1.1.1. Procesión de entrada


Mientras la asamblea canta, puede haber una procesión de entrada. El
ministro debe dirigirse hacia el altar; cuando esté frente a él, debe inclinarse, sin
besarlo. La procesión hace referencia al deambular del pueblo peregrino por el
desierto, caminando en compañía de Dios, de modo que la cruz va delante,
simbolizando al que guía al pueblo hacia la tierra prometida.

1.1.2. Recepción
Es necesario acoger, desde el principio, a las personas que llegan para la
celebración. Es el momento en que se da la bienvenida oficial a todos los que están
presentes para celebrar la alabanza a Dios. El ministro debe mostrarse sereno y
alegre, y vivir el momento con toda la seriedad y el respeto que la celebración
requiere. Quien preside la celebración debe despertar en la asamblea el deseo de
exp erimentar este momento en comunión con Cristo, en nombre de la Santísima
Trinidad[4].

1.1.3. Señal de la cruz


El ministro, ahora ante la comunidad, invoca a la Santísima Trinidad con la
señal de la cruz. Esta es la señal de que estamos reunidos para celebrar en
comunión con las tres personas de la Trinidad y por su inspiración. Dios abrirá
nuestros oídos para escuchar la Palabra, y nuestros corazones para
custodiarla con amor a fin de practicarla con entusiasmo.

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1.1.4. Recuerdo de la vida
El celebrante invita a la asamblea a conectar sus propias vidas, sus vidas
cotidianas, con la liturgia que se celebra. Deja espacio para que los participantes
en la celebración compartan con la comunidad algo que haya sido importante para
ellos. Sin embargo, hay que tener cuidado de no alargar demasiado este momento.
Es importante recordar que no se trata de un momento de oración.

1.1.5. Acto penitencial


Es el rito que prepara a la asamblea para la escucha de la Palabra y el
momento de alabanza. Es esencial que en este momento el ministro que dirige
la asamblea haga un breve examen de conciencia con la comunidad; no debe
haber fondo musical; cada uno debe reconocer, mediante un silencio orante,
su condición de pecador. Es la misma experiencia que la del recaudador de
impuestos de una de las parábolas de Jesús[5]. Se puede rezar una de las
fórmulas penitenciales propuestas por el Misal Romano: "Confieso a Dios
Todopoderoso...", "Ten piedad...", etc.

1.1.6. Himno de alabanza


Después de haber reconocido nuestra condición de pecadores y la
misericordia del Dios que nos ama y nos perdona, debemos dirigir nuestro
corazón a Dios para alabarle por el perdón concedido. El himno de alabanza
es un himno cristológico, es decir, es una manifestación de alabanza a Cristo
y, por Él y en Él, al Padre y al Espíritu Santo[6]. Es el canto de alegría, el canto
que y los ángeles entonaron ante los pastores para saludar el nacimiento del
Salvador[7]. Este himno se omite durante el Adviento, la Cuaresma y la
conmemoración de los fieles difuntos; se prevé para los demás tiempos
litúrgicos, y es preferible cantarlo.

1.1.7. Oración del día (colecta)


La asamblea, consciente de estar en presencia de Dios, le presenta en voz alta
o en silencio sus intenciones o motivos de oración. Tras un breve momento, el
ministro continúa con la oración del día, que es una súplica a Dios Padre, por
Cristo, en el Espíritu Santo[8].

18
1.2. Liturgia de la Palabra
La Palabra de Dios es parte integrante e indispensable del acto litúrgico. Por
tanto, la liturgia de la Palabra es la parte principal de la celebración de la Palabra,
ya que no se trata de una celebración eucarística. La liturgia de la Palabra consiste
en las lecturas de la Sagrada Escritura y los cantos que se suceden entre ellas
(salmos, secuencias). Los lectores, previamente preparados, desempeñan su
función proclamando dignamente la Palabra del Señor. El ministro celebrante
proclama o canta el Evangelio, hace una breve reflexión e invita a los fieles a rezar
el Credo y las oraciones.

1.2.1. Lecturas bíblicas


Aquí comienza propiamente la liturgia de la Palabra. Las Sagradas Escrituras
no serán simplemente leídas, sino proclamadas. Es importante que las lecturas, el
salmo y la secuencia no sean hechos por la persona que preside, sino por otros
miembros de la comunidad, los lectores. Es una forma de implicar a un mayor
número de personas en la celebración.
La primera lectura suele ser un pasaje del Antiguo Testamento, salvo
excepciones, como el tiempo pascual, en el que se proclaman textos de los Hechos
de los Apóstoles. La primera lectura suele tener una fuerte consonancia con el
Evangelio, lo que refuerza la enseñanza contenida en ambos textos.
El salmo es una respuesta al mensaje proclamado. Hace resonar el mensaje
en nuestro corazón, nos lleva a meditar la Palabra que acabamos de escuchar.
No debe ser sustituido por otros cantos. Conviene que se cante.
La segunda lectura se compone de pasajes del Nuevo Testamento, tomados del
libro de los Hechos de los Apóstoles, de las Cartas y del Apocalipsis. Son
exhortaciones y transmisión de las experiencias vividas por los Apóstoles tras la
resurrección de Jesús.
Por último, se proclama el Evangelio, en el que están contenidas las enseñanzas
de la Buena Nueva de Jesús. Es el mensaje salvífico, que presenta de modo
expresivo la vida de Cristo, desde su encarnación hasta su ascensión al cielo. Por
eso, hay que prestar toda la atención a este momento, pues cuando se leen las
Sagradas Escrituras, es Dios mismo quien habla a su pueblo, y Cristo es quien
proclama el Evangelio[9].

1.2.2. Reflexión
Aunque el mensaje divino se dirige a todos los hombres y mujeres de todos los
tiempos, es importante reflexionar sobre la palabra proclamada para que pueda
ser mejor comprendida y aplicada a la vida de los fieles. Esta reflexión se llama
homilía.
Este es un momento de gran responsabilidad para el ministro, cuyas palabras
estarán en evidencia. Es útil que el ministro destaque y comente algún aspecto de
las lecturas proclamadas. La reflexión debe tener en cuenta el misterio que se

19
celebra, así como la realidad de los que escuchan. La homilía no debe convertirse
en una ocasión para que el ministro envíe mensajes. El único mensaje que se
debe enviar en este momento es el mensaje de Jesús.
Por eso, los ministros deben prepararse sea m, para no escapar al tema
propuesto por las lecturas, especialmente la del Evangelio[10].

1.2.3. Profesión de fe
El Credo, como se le conoce popularmente, es el símbolo de nuestra fe. Es
nuestra respuesta positiva a todo lo que se ha proclamado en las lecturas y en la
reflexión.
[11] Esta oración nos lleva a recordar nuestra fe y sus valores teológicos y místicos.
Existen dos versiones de la profesión de fe: el símbolo apostólico y el símbolo
niceno-constantinopolitano.

1.2.4. Oración universal


La oración es también una respuesta a la Palabra proclamada. La Iglesia
recomienda un cierto orden a la hora de presentar las oraciones: por las
necesidades de la Iglesia; por los poderes y personas investidas de autoridad
(gobernantes); por todas las personas que sufren alguna dificultad (guerras,
violencia, enfermedad, etc.); por las necesidades de la comunidad local[12].

1.3. Un momento de alabanza


Es un conjunto de oraciones que presentan a Dios nuestra gratitud por su amor
infinito. Aquí se invita a la comunidad a reconocer las maravillas que Dios obra en
la vida cotidiana.

1.3.1. Ofertas
En algunos lugares, es habitual hacer la ofrenda de los dones, como en la
celebración eucarística. En este caso, se puede cantar una canción sobre el
compartir mientras los participantes llevan las ofrendas o el diezmo al lugar
preparado. Es un momento de fuerte simbolismo: el pueblo entrega a Dios, con
amor y generosidad, lo que ha recibido de Dios. La comunidad devuelve
libremente y en sus propios términos. Está dentro del rito de alabanza, porque es
también una expresión de alabanza elevada al Cielo.

1.3.2. Elogios
Esta parte marca profundamente la celebración de la Palabra. La alabanza es
una gran oración elevada a Dios por el ministro de la Palabra y el pueblo, y debe
vivirse con alegría pascual. La asamblea presenta la alabanza al Dios que crea y
ofrece todas las gracias necesarias para el ser humano. El ministro de la Palabra
20
puede pedir a los participantes en la asamblea que expresen su alabanza y
agradecimiento a Dios. Sin embargo, se debe tener cuidado de no ofrecer largas
oraciones o incluso convertir la celebración en un grupo de oración. Todo el
énfasis del momento está en agradecer verdaderamente a Dios, mostrándole una
alabanza viva, que brota del corazón del celebrante y de la comunidad reunida.

1.4. Rito de la comunión


1.4.1. Padre nuestro
En esta oración, Jesús enseña a los discípulos a llamar a Dios Padre.
Comenzamos adorando al Padre y pidiéndole lo principal, que es la venida de su
Reino y el cumplimiento de su voluntad. Luego pedimos el pan de cada día,
recordando que tenemos también el pan eucarístico, que es fuerza y alimento;
pedimos el perdón de los pecados para nosotros y para el prójimo, y que Dios nos
acompañe siempre en nuestra peregrinación terrena, librándonos de todo mal. Es
la oración perfecta, y no debe olvidarse ni suprimirse durante la celebración de la
Palabra. El Padrenuestro nunca debe ser sustituido por otras versiones que no
correspondan al Evangelio y a la liturgia.

1.4.2. Rito de paz


El abrazo de paz es el signo de la alegría de estar juntos en comunión fraterna
y en la experiencia del amor recíproco. Es importante animar el gesto. La
asamblea implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana.
Conviene recordar que, después del saludo, no se reza el Cordero. Cuando no se
distribuye la Eucaristía, se procede al rito de la paz, y después hay un momento
de comunión espiritual, seguido de un canto apropiado,
que expresa nuestra buena relación con Dios y con nuestros hermanos y
hermanas.

1.4.3. Comunión eucarística


Cuando se distribuye la Eucaristía, después del rito de la paz, las hostias
consagradas deben colocarse sobre el altar. No se trata de adoración eucarística,
sino de invitar a los fieles a alimentarse del pan de vida. Hay algunas oraciones
que pueden rezarse antes de la distribución de la Eucaristía. Corresponde al
ministro extraordinario de la comunión distribuir la Eucaristía, a menos que esté
presente un diácono.

1.5. Ritos finales


A partir de todo lo celebrado, el ministro puede destacar y proponer algún
compromiso para la semana: se debe animar a la asamblea a tomar conciencia y
poner en práctica lo escuchado, aprendido y celebrado.

21
Antes de cerrar el servicio, es bueno dar anuncios que sean significativos para
la comunidad. Después de invocar la bendición de Dios sobre todos, el ministro
despide a la asamblea, deseando que todos vuelvan a su trabajo alabando y
bendiciendo a Dios.

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IV - CÓMO PROCLAMAR LA PALABRA

Saber proclamar bien la Palabra de Dios en las celebraciones es un arte que


deben aprender y cultivar los ministros y los lectores. La Palabra debe llegar a
quienes la escuchan y hacer brotar de sus corazones nuevos ánimos y esperanzas.
A través de la voz, de la comunicación de quien proclama la Palabra, Dios quiere
hablar personalmente a su pueblo reunido. El Concilio Vaticano II nos recuerda
que Cristo "está presente en su Palabra, pues es Él mismo quien habla cuando se
leen las Sagradas Escrituras en la iglesia" (SC 7). Por tanto, conviene recordar que
la proclamación de la Palabra no es una mera lectura, como la de una revista o un
periódico. Cuando se hace algo tan importante, hay que hacerlo con todo el
empeño posible, porque la lectura forma parte del mensaje de Salvación, es más,
es la Salvación misma que acontece en el momento de la proclamación. Por eso,
quien proclama la Palabra de Dios se convierte en portavoz de Dios mismo. De ahí
la necesidad de prepararse adecuadamente para responder a esta digna función,
y no hacerlo nunca por improvisación.

1. ¿CÓMO ABORDAR EL TEXTO QUE SE VA A PROCLAMAR?


Conviene hacer una oración personal o comunitaria invocando al Espíritu
Santo para la correcta comprensión de las lecturas. Y ponerse como instrumento,
para que todo se haga según la voluntad de Dios.

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1.1. Conozca el texto
Una de las primeras cosas que debemos comprender es que el texto no fue
escrito en nuestros días, sino que puede leerse e interpretarse a la luz de nuestra
vida. Por lo tanto, es importante que nos preguntemos sobre el texto: ¿En qué
contexto se escribió? ¿Cuál es el tema, el mensaje o la idea principal que nos
transmite? ¿Dónde se desarrolla el episodio narrado (en el desierto, en la ciudad,
con los discípulos, en medio de la multitud)? ¿Quiénes son los personajes? ¿Qué
sienten y cómo se relacionan entre ellos? Si hay palabras difíciles en el texto, es
importante utilizar un diccionario, para que se entienda bien la lectura.

1.2. Comprende el texto y compáralo con tu vida


Es interesante comprender la época en que se narran los hechos y extraer de
ellos elementos que ayuden a meditar y a rezar. Por último, es posible incluso
identificarse con algunos de los personajes o con la situación en la que se
encuentran. Esto ayuda a comprender un poco más el estado de ánimo del texto y
a proclamarlo con más vida y unción.

1.3. Practicar las expresiones del texto (signos de puntuación )


Si encuentras dificultades con alguna palabra o frase, marca las pausas que
deben hacerse durante la lectura. Si se trata de una frase interrogativa, pregunta;
si es exclamativa, ¡exclama! Debemos adaptar nuestra voz a un tono acorde con el
género literario del texto. Enfatizar las palabras más importantes. Cuidar la
respiración y la dicción, pronunciando bien cada palabra y sílaba.

2. DIRECTRICES GENERALES
a) Saber leer. Algunas personas leen con cierta dificultad, pero están
dispuestas. Se trata, pues, de entrenarse en la lectura antes de proclamarla ante la
asamblea. El que proclama la Palabra es el portavoz del Señor, por lo que debe
conocer el contenido y el misterio que encierra el texto bíblico. No se puede leer
de cualquier manera. La persona que va a proclamar la Palabra debe meditar
previamente lo que va a proclamar y dejar que el mensaje penetre en su vida.
b) No importa la edad, cualquier creyente puede ejercer este ministerio: basta
con estar preparado. Las personas con discapacidad también pueden ser invitadas
a proclamar la Palabra, siempre que el espacio celebrativo esté adaptado para
ellas.
c) Llegue puntualmente al lugar de la celebración y, a continuación, únase al
equipo de celebración.
d) ¿Dónde situarse? El ministro debe estar en posición visible, en el lugar
propio del que preside la celebración. Los demás lectores deben permanecer cerca
de la mesa de la Palabra, para no retrasarse cuando les toque leer.

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e) Para la proclamación de la Palabra de Dios, se recomienda el uso del
Leccionario.

3. EN EL MOMENTO DE LA PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA


a) El ministro de la Palabra y los lectores deben vestir adecuadamente, sin
lujos ni adornos que puedan distraer a la asamblea (joyas excesivas, ropa
inadecuada, tatuajes, etc.).
b) Para superar el nerviosismo en el momento de la lectura, respira hondo,
camina con calma y, desde el atril, mira con tranquilidad y confianza a toda la
asamblea. A continuación, comienza a proclamar la Palabra.
c) Durante la proclamación de la Palabra, cuida tu postura: erguida, pero no
rígida. Evita cualquier posición incómoda del cuerpo, especialmente de la cabeza
y las piernas.
d) Ante el público, mantén un rostro sereno y respetuoso, consciente de tu
importante función en este momento.
e) Si hay micrófono, ajústalo en la dirección de tu voz y mantén una distancia
media de una mano.
f) Ponga la debida emoción en la lectura. Sin exageraciones.
g) Con voz clara, pronuncia bien las palabras. Mantén un ritmo regular: ni
rápido ni lento.
h) Si se le escapan palabras o se salta una línea, discúlpese discretamente
(¡perdón, perdón!) y continúe sin perder la clase.
i) Cuando termines de leer el pasaje bíblico, no te apresures a decir "Palabra
del Señor". ¡Dilo con unción!

4. OTROS BREVES COMENTARIOS


a) En general, se recomienda no decir el nombre ni los títulos de la persona
que proclamará la Palabra. De este modo, nadie escuchará una introducción
como ésta: "La primera lectura será pronunciada por el doctor..." o "la primera
dama...".
b) No es necesario decir: "primera lectura", "salmo responsorial",
"segunda lectura": los que siguen la liturgia ya lo saben.
c) Al final de la proclamación, diga simplemente: "Palabra del Señor", sin pasar
al plural (palabras) ni inventar añadidos: "Esta es para nosotros hoy la Palabra del
Señor".

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V - LECCIONARIOS

El leccionario es el libro que contiene las lecturas bíblicas para las celebraciones.
Los principales leccionarios son:

1. LECCIONARIO DOMINICAL
Incluye las lecturas de las celebraciones dominicales y de algunas
solemnidades y fiestas.
Cada celebración dominical presenta tres lecturas, más el salmo responsorial:
la primera lectura del Antiguo Testamento (excepto en Pascua, cuando leemos los
Hechos de los Apóstoles); la segunda, de las Cartas de los Apóstoles o del
Apocalipsis; la tercera, del Evangelio.
Para que la lectura de la Sagrada Escritura sea más variada y abundante, la
Iglesia propone un ciclo trienal para los domingos y las fiestas: A, B y C. Las
solemnidades de Pascua y Navidad no siguen este criterio.
En el AÑO A, las lecturas de Mateo; en el AÑO B, las lecturas de Marcos,
más el capítulo 6 de Juan; en el AÑO C, las lecturas de Lucas. El Evangelio
de San Juan se proclama generalmente en los tiempos fuertes (Adviento,
Cuaresma, Pascua) y en las grandes fiestas. Las solemnidades (Pascua,
Navidad, Epifanía, San Juan Bautista, etc.) no siguen estos criterios.

2. LECCIONARIO SEMANAL
Contiene las lecturas de los días de la semana a lo largo del año litúrgico. La
primera lectura y el salmo responsorial de cada día están clasificados por años
pares e impares. El Evangelio es el mismo para ambos años.

3. LECCIONARIO DE LOS SANTOS


Contiene las lecturas para las solemnidades y fiestas de los santos. También se
incluyen las lecturas para la administración de los sacramentos y para diversas
circunstancias.

4. SOBRE EL CUIDADO DE LOS LIBROS LITÚRGICOS


Por lo que se refiere al uso y dignidad de los libros litúrgicos, la Instrucción
general sobre el Misal Romano (IGMR) ofrece la siguiente orientación: "Téngase
especial cuidado en que los libros litúrgicos, especialmente el Evangelio y el
Leccionario, destinados a la proclamación de la Palabra de Dios y que, por tanto,
gozan de especial veneración, sean verdaderamente signos y símbolos de las
realidades celestiales en la acción litúrgica y, por tanto, verdaderamente dignos,
artísticos y bellos" (n. 349).
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VI - HOJAS DE RUTA DE LAS CELEBRACIONES

A partir de aquí viene la parte práctica para este momento de formación.


Proponemos dos modelos de celebración que pueden ser alternados. Los
itinerarios son aprobados por la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil
(CNBB). Son las normas básicas para la celebración de la Palabra, que deben
tenerse en cuenta incluso cuando se introducen otros aspectos simbólicos y
celebrativos. Para las lecturas, se seguirán las orientaciones del Directorio de
Liturgia de la CNBB.

1. MODELO DE CELEBRACIÓN I
1. Esquina de entrada
RITOS DE INICIACIÓN
1. Saludo
Ministro: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Asamblea: Amén.
M: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del
Espíritu Santo estén con nosotros.
O
M: A nosotros, hermanos, paz y fe de parte de Dios Padre y del Señor
Jesucristo.
R: Bendito sea Dios que nos ha reunido en el amor de Cristo.
2. Acto penitencial
Fórmula 1
M: Hermanas y hermanas, reconozcamos
nuestros pecados, para que (Pausa) Confesemos nuestros pecados:
R: Confieso a Dios Todopoderoso y a vosotros, hermanos y hermanas, que
he pecado muchas veces, de pensamiento y de palabra, de obra y de omisión,
por mi culpa, por mi culpa tan grande. Y pido a la Virgen María, a los ángeles
y a los santos, y a vosotros, hermanos y hermanas, que roguéis por mí a Dios
nuestro Señor.
M: Dios todopoderoso, ten piedad de nosotros, perdona nuestros pecados y
condúcenos a la vida eterna.
R: Amén.

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M: Señor, ten piedad de nosotros.
A: Señor, ten piedad de
nosotros. M: Cristo, ten piedad
de nosotros. A: Cristo, ten
piedad de nosotros. M: Señor,
ten piedad de nosotros. A: Señor,
ten piedad de nosotros.
Fórmula 2
M. Con corazón contrito y humillado, acerquémonos a Dios, justo y santo,
para que tenga misericordia de nosotros, pecadores. (Pausa).
M: Ten piedad de nosotros, Señor.
R: Porque somos pecadores.
M: Muestra tu misericordia, Señor.

R: Y danos tu salvación.
M: Dios todopoderoso, ten piedad de nosotros, perdona nuestros pecados y
condúcenos a la vida eterna.
R: Amén.
M: Señor, ten piedad de nosotros.
A: Señor, ten piedad de
nosotros. M: Cristo, ten piedad
de nosotros. A: Cristo, ten
piedad de nosotros. M: Señor,
ten piedad de nosotros. A: Señor,
ten piedad de nosotros.
Fórmula 3
M. El Señor dijo: "El que de vosotros esté libre de pecado, que tire la primera
piedra. Reconozcámonos todos pecadores y perdonémonos de todo corazón.
(Pausa).
M: Señor, que viniste a salvar los corazones arrepentidos, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
M: Cristo, que has venido a llamar a los pecadores, ten piedad de nosotros.
R: Cristo, ten piedad de nosotros.
M: Señor, que intercedes por nosotros ante el Padre, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.

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M: Dios todopoderoso, ten piedad de nosotros, perdona nuestros pecados y
condúcenos a la vida eterna.
R: Amén.
3. Gloria
R: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres que ama.
Señor Dios, Rey del cielo, Dios Padre todopoderoso: te alabamos, te
bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias por tu inmensa
gloria. Señor Jesucristo, Hijo unigénito, Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo
de Dios Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Tú que quitas el pecado del mundo, acoge nuestra súplica. Tú que estás a la
derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Sólo Tú eres el Santo; sólo Tú eres
el Señor; sólo Tú eres el Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la
gloria de Dios Padre. Amén.
4. Oración del día

LITURGIA DE LA PALABRA
5. Lectura(s) responsorial(es) y salmo
6. Aclamación y proclamación del Evangelio
7. Reflexión sobre la Palabra de Dios
8. Profesión de fe (en su
caso) Símbolo apostólico:
R: Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Y en
Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra del
Espíritu Santo, nació de María Virgen, padeció bajo Poncio Pilato, fue
crucificado, muerto y sepultado. Descendió a la mansión de los muertos,
resucitó al tercer día, ascendió al cielo y está sentado a la derecha de Dios
Padre Todopoderoso, de donde saldrá para juzgar a vivos y muertos. Creo en
el Espíritu Santo; en la santa Iglesia católica; en la comunión de los santos;
en el perdón de los pecados; en la resurrección de la carne; en la vida eterna.
Amén.
O
Símbolo niceno-constantinopolitano:
R: Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo
unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios,
luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado,
consustancial al Padre. Por él fueron hechas todas las cosas. Y por nosotros
los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó, por obra del

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Espíritu Santo, en el seno de la Virgen María, y se hizo hombre. También
por nosotros fue crucificado bajo Poncio Pilato, padeció y fue sepultado.
Resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, donde está
sentado a la derecha del Padre. Y volverá en su gloria para juzgar a vivos y
muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, el Señor, que da
la vida y procede del Padre y del Hijo, y es adorado y glorificado con el Padre
y el Hijo; el que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, una, santa, católica
y apostólica. Profeso un solo bautismo para la remisión de los pecados. Y
espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
9. Oraciones de la asamblea
TIEMPO DE ALABANZA
10. Elogios
(Puede haber motivos espontáneos de alabanza en este momento. Si hay ofrendas, pueden presentarse
ahora. El ministro ora:)

M. En agradecimiento, elevemos nuestras alabanzas al Padre. Con brazo fuerte


ha guiado a su pueblo y sigue acompañando, con la luz de su Espíritu, a la
Iglesia peregrina en este mundo. El Señor esté con nosotros.
R: Está entre nosotros.
M. Elevemos nuestras alabanzas al Señor.
R: Es nuestra alegría y salvación.
M: Te damos gracias, oh Padre, por toda tu creación y por todo lo que has hecho
entre nosotros por medio de Jesucristo, tu Hijo y hermano nuestro, que nos has
dado como imagen viva de tu amor y de tu bondad.
R: Ha hecho grandes cosas por nosotros, alabemos al Señor.
M: Envía tu Espíritu sobre nosotros, aquí reunidos, y da un nuevo rostro a esta
tierra que nos sostiene. Que haya paz en nuestras familias y que crezca en nuestra
comunidad la alegría de ser tuyos por Cristo nuestro Señor.
R: Ha hecho grandes cosas por nosotros, alabemos al Señor.
M: Por la palabra del Evangelio de tu Hijo, haz que las Iglesias de todo el mundo
caminen unidas y sean signos de la presencia de Cristo resucitado. Haz que esta
comunidad sea cada vez más signo de tu bondad.
R: Ha hecho grandes cosas por nosotros, alabemos al Señor.
M: Acuérdate, oh Padre, de nuestros hermanos y hermanas que han muerto en la
paz de Cristo (nombra los nombres), y de todos los difuntos cuya vida de fe conoces:
acógelos a la luz de tu infinita misericordia.
R: Ha hecho grandes cosas por nosotros, alabemos al Señor.
M: Oh Dios, creador del cielo y de la tierra, nuestras alabanzas y nuestras
oraciones llegan a ti por medio de aquel que es nuestro único mediador,
Jesucristo, Señor nuestro.

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R: Amén.

RITO DE LA COMUNIÓN
11. Padre nuestro
El ministro motiva espontáneamente el Padre Nuestro.

R: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga a
nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos
hoy nuestro pan de cada día; y perdona nuestras ofensas como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la
tentación, mas líbranos del mal.
M: Líbranos, Padre, de todos los males y danos hoy tu paz. Que, ayudados por tu
misericordia, estemos siempre libres de pecado y protegidos de todos los peligros
mientras, viviendo en la esperanza, esperamos la venida de Cristo salvador.
R: ¡Tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre!
M: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz os dejo, mi paz os doy". No
mires nuestros pecados, sino la fe que anima a tu Iglesia; dale, según tu deseo, la
paz y la unidad. Tú que eres Dios, con el Padre y el Espíritu Santo.
R: Amén.
M: La paz del Señor esté siempre con nosotros.
R: El amor de Cristo nos ha unido.

M. En el Espíritu de Cristo resucitado, saludémonos unos a otros con el signo de la


paz.
12. Cuando hay comunión
El ministro coloca las hostias consagradas en el altar y reza:

M: Hermanos y hermanas, estas hostias consagradas son la presencia viva del


Cuerpo del Señor y de la vida que ha dado por todos nosotros. Jesús nos alimenta
con el pan de vida y nos une en comunión con las demás comunidades de nuestra
parroquia y diócesis. Participemos en la comunión del Cuerpo del Señor en
profunda unidad con nuestros hermanos y hermanas que, en este día, participan
en la celebración eucarística, memorial vivo de la pasión, muerte y resurrección
de Jesucristo. El Cuerpo de Cristo será nuestro alimento. Bienaventurados los
invitados a la Cena del Señor. He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo.
R: Señor, no soy digno de que entres en mi morada, pero di una palabra y
me salvaré.
13. Oración después de la Comunión

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El ministro, basándose en las lecturas proclamadas, puede ofrecer una oración espontánea.

RITOS FINALES
Tras los anuncios y la propuesta de un compromiso para la semana, el ministro concluye con la
bendición.

M: El Señor esté con nosotros.


R: Está entre nosotros.
M: Bendícenos Dios todopoderoso, Padre e Hijo ✠ y Espíritu Santo.
R: Amén.
M:Vayamos en paz y que el Señor nos acompañe.
R: Gracias a Dios.

2. MODELO DE CELEBRACIÓN II
RITOS DE INICIACIÓN
1. Coro de oración
El equipo de canto o un solista entona un estribillo de oración, que debe ser acompañado por la
comunidad.

2. Comentario inicial
3. Canción de apertura (de pie)
4. Recepción
M. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
R: Amén.
M: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del
Espíritu Santo estén con nosotros.
R: Bendito sea Dios que nos ha reunido en el amor de Cristo.
5. Un momento de reconciliación
M. Volvamos la mirada al corazón y, en un breve momento de silencio, pidamos
perdón a Dios porque muchas veces no hemos sabido poner nuestros dones al
servicio del prójimo; hemos ofendido a las personas y al mismo Dios, nuestro
Padre. (Pausa).
M: Señor, ten piedad de nosotros.
A: Señor, ten piedad de
nosotros. M: Cristo, ten piedad
de nosotros. A: Cristo, ten
piedad de nosotros. M: Señor,
ten piedad de nosotros. A: Señor,

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ten piedad de nosotros.
M: Dios todopoderoso, ten piedad de nosotros, perdona nuestros pecados y
condúcenos a la vida eterna.
R: Amén.
6. Recuerdo de la vida
M. En este momento, cada uno de nosotros está invitado a recordar las realidades
que más le han llamado la atención durante esta semana.
7. Oración del día
LITURGIA DE LA PALABRA
8. Lectura(s) responsorial(es) y salmo
9. Aclamación y proclamación del Evangelio
10. Compartir la Palabra

Puede haber un breve momento de silencio, seguido de un intercambio de la Palabra.

11. Profesión de fe
R: Creo en Dios Padre Todopoderoso...
12. Oraciones de los fieles
TIEMPO DE ALABANZA
13. Acción de Gracias
Se puede cantar alguna música que introduzca un sentido de agradecimiento a Dios por la vida y las
gracias. Por ejemplo: el Magnificat (Canto de María), o un canto de alabanza a la misericordia de
Dios, como un salmo.

RITO DE COMUNIÓN (en su caso)


14. Padre nuestro
M. Porque somos hijos de un mismo Padre, unamos nuestras voces y, con
confianza, recemos la oración que Jesús nos enseñó.
R: Padre nuestro...
15. Saludo de paz
M. La paz no es fruto de la casualidad, sino del deseo y del compromiso sincero de
cada uno de nosotros. Saludémonos, hermanos y hermanas, como gesto de unidad
y fraternidad.
Todos se saludan según la costumbre del lugar.

16. Comunión
El ministro deposita el pan consagrado sobre el altar y, tras un breve silencio, reza:

M: Hermanos y hermanas, estas hostias son la presencia viva del Cuerpo del Señor

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y de la vida que ha dado por todos nosotros. Jesús nos alimenta con el pan de vida
y nos une en comunión con las demás comunidades de nuestra parroquia y
diócesis. Participemos en la comunión del Cuerpo del Señor en profunda unidad
con nuestros hermanos y hermanas que, en este día, participan en la celebración
eucarística, memorial vivo de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. El
Cuerpo de Cristo será nuestro alimento. Bienaventurados los invitados a la Cena
del Señor. He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
R: Señor, no soy digno de que entres en mi morada, pero di una palabra y
me salvaré.
17. Canto de comunión
18. Oración final
RITOS FINALES
19. Compromiso para la semana
20. Avisos
21. Bendición (de pie)
22. Canto de despedida

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