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DATOS DEL CURSO

INSTITUTO DE TEOLOGÍA Y
PASTORAL
“JUAN PABLO II”

DIÓCESIS DE GARZÓN

DIRECTOR Miguel Ángel Bambagüe Ordoñez, Pbro.

PROGRAMA CURSO VIRTUAL DE LITURGIA FUNDAMENTAL

TEMA No 10 La Palabra de Dios en la Liturgia

DOCENTE COORDINADOR: William Fernando Flórez, Pbro.


FACILITADOR: Wilson Hernán Cuchimba Ríos, estudiante del
TUTOR cíclico teológico del III año de Teología, Seminario Conciliar
María Inmaculada Garzón (H)
REALIZADOR Bibliografía: (Tomada de la biblioteca Gerardo Martínez Madrigal del Seminario
Conciliar María Inmaculada de Garzón)
1. Concilio Ecuménico Vaticano II. Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada
Liturgia. Roma 1963.
2. Exhortación Apostólica Postsinodal, Verbum Domini. Benedicto XVI. Verbo Divino,
Navarra 2010.
3. LÓPEZ MARTÍN Julián. La liturgia de la Iglesia. BAC, Madrid 1994. P 83
4. PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000.
5. AZCÁRATE Andrés. La flor de la liturgia. Claretiana, Buenos Aires 1976.
6. A. Verheul. Introducción a la liturgia. Herder, Barcelona 1967.
7. LOPEZ Martin Julián. La liturgia en la vida de la Iglesia. Promoción popular cristiana, Madrid
1987.
8. FARNÉS Pedro. Lectura de la Biblia en el año litúrgico. Centro de Pastoral litúrgica,
Barcelona 1991.
9. ALDAZÁBAL José. Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona 1994.
10. Concilio Ecuménico Vaticano II. Constitución Dei Verbum, sobre la Divina Revelación. Roma
1965.
11. PARDO Andrés. Enchiridion. Regina, Barcelona 1992.

Tema 10: La Palabra de Dios en la


Liturgia
Conceptos Clave

Liturgia, Palabra de Dios, Sagrada Escritura, Misterio Pascual,


leccionario.

Contexto del tema


Dos realidades intrínsecamente unidas

Estudiamos dos realidades que se implican mutuamente: la


Palabra de Dios y la liturgia. Dentro de la liturgia, la Palabra de
Dios ocupa un lugar fundamental, porque es en la liturgia en
donde la Palabra de Dios resuena, se transmite, se hace vida.
La liturgia es el lugar privilegiado de la Palabra de Dios. En ella
se celebra y se actualiza el Misterio Pascual de Cristo
anunciado y transmitido por la Palabra de Dios.
Metas a alcanzar
Objetivo General:
Conocer y valorar el papel fundamental de la Palabra de
Dios dentro de la Liturgia. Para promover una vivencia más
profunda del Misterio Pascual anunciado y proclamado por
la Palabra de Dios.

Objetivos específicos:
- Conocer la relación que existe entre la Palabra de Dios
y la liturgia.

- Despertar una conciencia pastoral que promueva la


liturgia como el lugar privilegiado para la
proclamación de la Palabra de Dios.
-

Estructura específica – sinopsis del tema

1) Palabra de Dios y liturgia.

2) Lectura de la Sagrada Escritura.

3) La liturgia de la palabra.

4) El dinamismo de la Palabra de Dios.

5) Jesucristo centro de la celebración litúrgica y de la Palabra de Dios.

6) Propuestas pastorales.
ACTIVIDADES

1. En media hoja, explique ¿por qué es importante la Palabra de


Dios en la liturgia?
2. Teniendo en cuenta la realidad de su parroquia, realice 5
propuestas pastorales que favorezcan la pastoral bíblica y
litúrgica de su comunidad parroquial.
3. Leer y hacer un esquema de la Constitución dogmática Dei
Verbum, del Concilio Vaticano II.
4. Acercándose al Misal Romano de su Parroquia y siguiendo la
estructura de una celebración eucarística, buscar referencias
bíblicas de las oraciones, saludos, acto penitencial, antífonas,
prefacio, plegaria, consagración, momento de la paz, y saludo
final.
LA PALABRA DE DIOS EN LA LITURGIA

“La importancia de la Sagrada Escritura en la liturgia es máxima. En efecto de


ella se toman las lecturas que se explican en la homilía, y los salmos que se
cantan; las preces, oraciones y cantos litúrgicos están impregnados
de su aliento y su inspiración; de ella reciben su significado
las acciones y los signos”.1

“El espíritu de la liturgia


es el espíritu de la Biblia; quien logre penetrarse
del espíritu de la Biblia, se hallará también en su centro, en la liturgia.”2

Todas las liturgias de oriente y occidente tienen en común el haber reservado


en todas las celebraciones un puesto privilegiado a la Palabra de Dios*. Desde
el principio la liturgia cristiana ha seguido la práctica de proclamar la Palabra de
Dios en las reuniones de oración, en la celebración de los sacramentos, de
manera particular en la celebración de la Eucaristía, fuente y culmen de la vida
cristiana. La proclamación de la Palabra es un hecho constante y universal del
culto cristiano, de forma que no hay familia litúrgica o rito cristiano que no esté
iluminado por la Sagrada Escritura.3

En la Palabra de Dios está contenida la revelación divina que se lee y se


proclama en la celebración litúrgica. En los orígenes de la liturgia cristiana, las
comunidades no tenían más libro litúrgico que las Sagradas Escrituras. Al
parecer la lectura se realizaba empleando el mismo ritual de la sinagoga judía
(cf. Lc 4,16-21). Para las primeras comunidades cristianas la palabra
proclamada en las reuniones litúrgicas se escuchaba con la novedad de
Jesucristo. Los eventos enunciados en la Palabra se referían al Hijo de Dios,
muerto y resucitado.

1
* Palabra de Dios: Es de aclarar que cuando hablamos de la Palabra de Dios hacemos referencia a la
Sagrada Escritura y a la Tradición.
Concilio Ecuménico Vaticano II. Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia. Nº 24
Cfr. Exhortación Apostólica Postsinodal, Verbum Domini. Benedicto XVI. Verbo Divino, Navarra 2010. P
94-96
2
A. Verheul. Introducción a la liturgia. Herder, Barcelona 1967. P 235
3
Cfr. LOPEZ Martin Julián. La liturgia en la vida de la Iglesia. Promoción popular cristiana, Madrid 1987. P
61
En los orígenes de la era cristiana, la Palabra de Dios circulaba en todos los
ambientes de la vida de la comunidad. Era un elemento esencial y
fundamental, que no podía faltar. Constituía una de las fuentes de la liturgia. La
comunidad eclesial reunida para el culto litúrgico era el lugar privilegiado de la
lectura, interpretación y celebración de la Palabra de Dios. 4 Por tanto, la
Palabra de Dios es una realidad esencial que siempre ha estado presente en el
culto litúrgico de la comunidad eclesial; es una realidad que siempre ha estado
presente en la liturgia.

1) Palabra de Dios y Liturgia

Dentro de la historia de la salvación la Palabra de Dios tiene un lugar


prominente, porque manifiesta las acciones salvíficas de Dios en favor de su
pueblo. Dentro de la liturgia, la Palabra de Dios juega también un papel muy
importante. Ella comunica e informa el contenido mismo de la liturgia; a través
de ella se transmite o se da a conocer también lo que la liturgia celebra: el
Misterio Pascual de Cristo. Es el Misterio Pascual el centro de la celebración, el
contenido fundamental de la Palabra de Dios, y el objeto de la celebración
litúrgica. La liturgia lo celebra, lo anuncia, y lo proclama a través de la Palabra
de Dios en los diferentes ritos.5

La Palabra de Dios está intrínsecamente relacionada con la liturgia; la liturgia


es el lugar privilegiado de la Palabra. Pues en ella, es en donde la Palabra de
Dios se hace viva y actual, bajo la acción del Espíritu Santo. Además, todo acto
litúrgico está por naturaleza empapado de la Palabra de Dios, particularmente
de la Sagrada Escritura. “La Palabra de Dios es así, eje fundamental de toda la
liturgia cristiana”6.

Palabra de Dios y liturgia son indispensables e inseparables; se correlacionan


mutuamente. La liturgia celebra el acontecimiento salvífico de Dios, transmitido
y comunicado en su Palabra, bien sea por la Tradición de la Iglesia, o bien por
la Sagrada Escritura. En la liturgia, Dios habla, comunica a los files la Buena
Nueva a través de su Palabra. Por medio de ella, la Palabra de Dios es puesta
al servicio y al alcance de todo el pueblo para su crecimiento y edificación
espiritual (Hch 20,32).7 Por tanto, la Palabra de Dios es el principal elemento
integrante de la liturgia, ella es el lugar legítimo para proclamarla, vivirla y
actualizarla. Sin embargo, es en la comunidad eclesial reunida para el culto
litúrgico en donde la Palabra de Dios encuentra su marco apropiado. Es en la

4
Cfr. PALUDO Faustino. Manual de liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 216-217
5
Cfr. LÓPEZ MARTÍN Julián. La liturgia de la Iglesia. BAC, Madrid 1994. P 83
6
PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 234
7
Cfr. AZCÁRATE Andrés. La flor de la liturgia. Claretiana, Buenos Aires 1976. P 74
comunidad eclesial en donde la Palabra de hace viva y siempre actual. Pues lo
que la Palabra de Dios anuncia, la liturgia lo celebra, y lo hace vida dentro de la
comunidad eclesial.8

El fundamento de la liturgia radica precisamente en la Palabra de Dios de


manera particular en la Sagrada Escritura; mientras ella es el testimonio escrito
de lo que Dios ha hecho y dicho en favor de los hombres, a través de la historia
de la salvación, la liturgia es la actualización en la Iglesia de este testimonio.
Ella está presente en toda la liturgia de la Iglesia, tanto en la celebración de los
sacramentos, como en la oración y en la meditación de la Iglesia (Liturgia de
las Horas).

2) Lectura de la Sagrada Escritura en la liturgia

La Sagrada Escritura es primordialmente para la liturgia, en ella, como ya lo


hemos indicado, encuentra su lugar más propio. En esta misma perspectiva y
de una manera pedagógica se han elaborado a lo largo de la historia diferentes
leccionarios litúrgicos, con la finalidad de organizar la lectura bíblica y facilitar
así una distribución equilibrada e íntegra, de manera que resulte más fácil
escuchar a través de las diversas celebraciones del año litúrgico el mensaje de
Dios a su pueblo. Es de resaltar que la elaboración de estos leccionarios ha
sido fruto del trabajo de muchos años y de muchos esfuerzos.

Los textos de la Sagrada Escritura dentro de la celebración litúrgica no se


proclaman con la única intencionalidad de leer materialmente toda la Biblia,
sino que se persigue una finalidad muy concreta y pedagógica: la de facilitar, a
través de las lecturas, la oración contemplativa del misterio de Dios. Por esta
razón determinados pasajes bíblicos se reservan a tiempos litúrgicos
concretos, mientras otros, se colocan en un determinado orden con la finalidad
de renovar la vivencia de la historia de la salvación.9

Por tanto, en toda celebración litúrgica, la lectura bíblica tiene un papel


significativo: es anuncio del misterio de Cristo que se hace presente y actual.
La Iglesia no lo lee ni lo relee, no repite materialmente las palabras de la
Sagrada Escritura, sino que celebra una Palabra de la cual vive, una Palabra
que se encarna en la vida de la Iglesia, una Palabra que ilumina su realidad, y
que se convierte en alimento perenne de salvación. 10 Dentro de la celebración
litúrgica, la Palabra no es un simple mensaje o recuerdo de los hechos
pasados, en la liturgia, ella es un acontecimiento actual, que presupone ser
8
A. Verheul. Introducción a la liturgia. Herder, Barcelona 1967. P 236
9
Cfr. FARNÉS Pedro. Lectura de la Biblia en el año litúrgico. Centro de Pastoral litúrgica, Barcelona 1991.
P 9-10
10
Cfr. PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 232
acogida y proclamada en un clima festivo. Su proclamación y escucha debe
suscitar la participación activa y consciente de los fieles en la celebración
litúrgica.

“En la celebración litúrgica, la Palabra de Dios no se pronuncia de una sola


manera, ni repercute siempre con la misma eficacia en los corazones de los
que la escuchan, pero siempre Cristo está presente en su Palabra y realizando
el misterio de la salvación, santifica a los hombres y tributa al Padre el culto
perfecto.”11 Por esta razón, la proclamación de la Palabra de Dios dentro de la
asamblea exige: una fe viva, una escucha disponible y alegre, una disposición
a cambiar de vida, una participación activa y un amor y profundización en las
Sagradas Escrituras.

 El servicio de la proclamación de la Palabra

Dentro de la celebración litúrgica, el primer responsable de la proclamación de


la Palabra de Dios es el ministro ordenado, a él la Iglesia le ha confiado
directamente dentro de su ministerio, el oficio de anunciar la Palabra de Dios y
de compartirla a la asamblea para el alimento espiritual de cada uno los fieles
(lectura, reflexión y homilía de la Palabra de Dios). Sin embargo, en relación
con la Palabra de Dios, un servicio particular desempeñan también los
diáconos y los lectores. Al diácono le corresponde en la celebración litúrgica,
proclamar el Evangelio, hacer la homilía en algunos casos especiales y
proponer al pueblo las intenciones de la oración universal. Al lector instituido, si
lo hay, le corresponde la proclamación de las lecturas a excepción del
Evangelio. Donde no hay lectores instituidos se procurará el servicio de laicos
idóneos para ejercer este servicio.

El ministro de la Palabra o el lector, es una persona simbólico-sacramental.


Pues, es Cristo vivo quien por la voz del lector invita a los oyentes a vivir el
memorial de su vida, muerte y resurrección, para la conversión y la salvación.
Por esta razón, para que la lectura de la Palabra de Dios dentro de la
liturgia sea eficaz, debe haber una preparación espiritual, bíblica y
litúrgica, así como también una preparación técnica. Porque el que
proclame la Palabra de Dios en la liturgia no puede tener la postura de un lector
de periódico o de un funcionario público que lee un edicto; al contrario, el que
proclame la Palabra de Dios dentro de la liturgia debe tener la conciencia y la
convicción de anunciar la Buena Nueva.12

 Distribución de las lecturas


11
LATORRE Jordi. Modelos Bíblicos de oración. Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona 1993. P 66
12
Cfr. PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 254-258
Los textos bíblicos proclamados en la liturgia son la expresión del diálogo de
Dios con su pueblo. Estos textos bíblicos se encuentran agrupados en el
leccionario, libro litúrgico que contiene los textos de las Sagradas Escrituras,
seleccionados y organizados de acuerdo a los ciclos, a los tiempos del año
litúrgico, y a los diferentes ritos sacramentales. De esta forma, el leccionario es
el modo normal, habitual y propio a través de la cual la Iglesia lee las Sagradas
Escrituras a la luz del Misterio Pascual de Cristo.

La distribución de las lecturas en el año litúrgico para los domingos y las fiestas
se encuentra organizada en un periodo de tres años, para permitir a los fieles el
conocimiento y la meditación de toda la Sagrada Escritura. El año de cada ciclo
se rige por un Evangelio sinóptico que se proclama durante el tiempo común en
una lectura semicontinua:

- Año A: Evangelio de San Mateo.


- Año B: Evangelio de San Marcos.
- Año C: Evangelio de San Lucas.

El evangelio de Juan, además de completar las lecturas del año B, la Iglesia lo


reserva para los tiempos privilegiados de la Cuaresma y la Pascua.

Por otro lado, la distribución de las lecturas de la Palabra de Dios a lo largo del
año litúrgico para los días de semana (leccionario semanal), se encuentra
organizada en dos ciclos: año par y año impar. Las lecturas que se proponen
para los días de semana del adviento y los tiempos de navidad y pascua no
varían. Las lecturas evangélicas de los días del tiempo ordinario se distribuyen
en un ciclo que se repite cada año (año par o impar).

El leccionario Dominical contiene la lectura del Antiguo Testamento, el salmo,


la lectura del Apóstol y la lectura del Evangelio. El leccionario ferial para cada
celebración litúrgica contiene la lectura del Antiguo Testamento o del apóstol
como en el caso del tiempo Pascual, el salmo y el Evangelio.

También hay un leccionario para misas de los santos, diversas necesidades y


votivas. El leccionario para misas de los santos contiene lecturas propias que
aluden a la fiesta o la Solemnidad. Contiene una lectura del Antiguo
Testamento, el salmo, la lectura del Apóstol y la lectura del Evangelio. Además
hay una serie de lecturas para diversas celebraciones rituales clasificadas de
acuerdo a su relación: bautismo, confirmación, ordenaciones, unción,
matrimonio, para las diversas necesidades, votivas y de difuntos.13

 Lugar de la Palabra de Dios

13
Cfr. PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 260-266
La importancia dada a la Palabra de Dios, a su proclamación y acogida por
parte de la asamblea, exige destacar un lugar físico para la Palabra. El lugar de
la Palabra de Dios debe ser un lugar digno, un lugar en donde la Palabra pueda
ser anunciada, y que facilite la atención de los fieles. Conviene que este lugar,
tenga una estructura estable y no sea un simple estante móvil: este lugar es el
ambón. El ambón es el lugar privilegiado para la proclamación de la Palabra de
Dios.14

3) La liturgia de la Palabra

La fuerza de la liturgia reside en la Palabra de Dios, alimento de la fe y fuente


pura y perenne de la vida en el Espíritu que conduce a toda la Iglesia por el
camino de la salvación. En este sentido, la Iglesia siempre ha reconocido el
papel fundamental de la Palabra de Dios en la liturgia; “la Iglesia siempre ha
venerado la Sagrada Escritura como lo ha hecho con el cuerpo de Cristo, pues
sobre sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a
sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del cuerpo
de Cristo”.15

La Sagrada Escritura proclamada en la liturgia, expone el desarrollo de la


economía salvífica que el Padre ha realizado por su Hijo Jesucristo, bajo la
acción del Espíritu Santo. En efecto, Dios dispuso de tal manera la economía
salvífica que ésta se desarrollase eficazmente no solamente en cada uno de
los acontecimientos históricos que culminaron en Cristo, sino que también en el
tiempo que habría de venir después, para que todos los hombres pudiesen
aceptar y vivir con fe aquellos hechos que cumplieron la salvación (cf. DV 25).
De esta manera, se comprende que el Dios que hablaba con Abraham, con
Moisés, con los profetas y que finalmente quiso tratar de tú a tú a todos los
hombres por medio de Cristo, es el que ahora dialoga con la Iglesia en la
celebración litúrgica y lo hace a través de su Palabra en la liturgia de la palabra.

La proclamación de la Palabra de Dios se realiza siempre a la manera como el


propio Cristo, los apóstoles y la Iglesia de los Padres, utilizaron las Escrituras,
es decir, situando en primer término el Misterio Pascual y explicando, desde él,
todos los hechos y palabras que llenan la historia de la salvación. Basta leer
cualquier escrito de la Sagrada Escritura, tanto del Antiguo, como del Nuevo
Testamento y los escritos de los santos Padres, para advertir cómo cualquier
palabra o narración está referida a Cristo, contenido obligado y esencial de
toda celebración litúrgica. La Iglesia siempre, a la luz del Espíritu, comprendió

14
Cfr. PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 259
15
Concilio Ecuménico Vaticano II. Dei Verbum. N° 21
el acontecimiento Cristo como el vértice desde el cual se deben interpretar
todos los hechos que le precedieron o que vinieron después (cfr. Jn 14,26).16

Ya desde los comienzos de la era cristiana, bajo el influjo de la liturgia


sinagogal, se va vislumbrando la estructura de la liturgia de la Palabra, así lo
podemos constatar hacia el año 150 con el Testimonio de San Justino:

“Se leen las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas, cuando el
tiempo lo permite… aquel que preside toma la palabra para exhortar… en
seguida, nos levantamos todos y elevamos nuestras oraciones”.

A partir de este testimonio se percibe cuatro elementos que son constitutivos


en la liturgia de la palabra: la proclamación de las lecturas bíblicas y la homilía,
los cantos de salmos e himnos, la oración de la asamblea y la oración de quien
preside.

Por tanto, la liturgia de la palabra está formada por lecturas de la Sagrada


Escritura, por cánticos que se intercalan, por la homilía, la profesión de fe
y la oración universal. Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los
cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la liturgia de la
palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración universal constituyen la parte
conclusiva.

La liturgia de la palabra se desarrolla de forma armónica y significativa en los


siguientes momentos:

- La palabra del Antiguo Testamento: comprende particularmente las


profecías de Jesucristo. Anuncian y prefiguran la realidad de la plenitud
de los tiempos. En el tiempo Pascual la primera lectura se toma de los
Hechos de los Apóstoles, que evocan los primeros pasos de la Iglesia
alimentada e iluminada por el Misterio Pascual de Cristo.

- El salmo responsorial: es la respuesta orante de la asamblea a la


comunicación de Dios en la primera lectura. El canto del salmo y su
repetición favorece a la meditación de la palabra escuchada.

- La palabra del apóstol: es la lectura de los escritos que manifiestan la


experiencia vivida del Misterio Pascual de Cristo en la vida de los
apóstoles y en la vida de las primeras comunidades cristianas.
Comprende la lectura de las cartas, de los Hechos y del apocalipsis.

16
Cfr. LÓPEZ Martín. La liturgia en la vida de la Iglesia. Promoción Popular Cristiana, Madrid 1987. P 66-
68
- La palabra del Evangelio: el Evangelio es la cumbre de la liturgia de la
palabra, porque es la proclamación de la Buena Nueva en el ámbito de
la historia concreta y actual de la humanidad. En la proclamación del
Evangelio el misterio de la salvación se hace presente en el hoy de la
comunidad.17

La Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura, se convierte en la


celebración litúrgica en un acontecimiento nuevo y adquiere según el tiempo
del año litúrgico, la fiesta, o la celebración sacramental concreta, una nueva
interpretación y una nueva eficacia (cf. Lc 24,25-35). Así, la Palabra de Dios,
expuesta continuamente en la liturgia, es siempre viva y eficaz por el poder del
Espíritu Santo. Gracias a la acción del Espíritu Santo, la Palabra de Dios dentro
de la liturgia realiza el misterio de la salvación, santifica a los hombres y tributa
el culto perfecto a Dios (cf. Heb 4,12). “Por consiguiente, la liturgia y la Palabra
de Dios se afirman en la acción del Espíritu Santo”.18

Dentro de la acción litúrgica, la Palabra de Dios no es simple información. Ella


realiza lo que significa y además transforma la realidad de sus oyentes, porque
es una palabra activa, eficaz, y creadora, genera nueva vida, Ilumina y alimenta
el camino del pueblo en busca de la tierra prometida. Es una palabra que
convoca, reúne y recrea la comunidad eclesial.19

En la celebración litúrgica, la Palabra de Dios proclamada pide y exige una


respuesta por parte de la comunidad cristiana, que no puede ser sino audición,
adoración, y cumplimiento en la vida. Es una respuesta que comprende la
adhesión íntima a la Palabra de Dios en persona, es decir, la adhesión total a
Cristo. En esta misma perspectiva, los gestos, actitudes, y palabras, deben ser
expresión sacramental de esta respuesta interior. De modo que aquello que
celebran en la liturgia procuren reflejarlo en su vida y costumbres.

En, y por la proclamación y escucha de la Palabra de Dios, la Iglesia se edifica


y crece. Incide en su situación presente, mira también el pasado y vislumbra el
futuro. Porque la Palabra de Dios proclamada, nos notifica algo del pasado
(memorial), hace presente las maravillas obradas por Dios en la historia de la
salvación y nos hace mirar al futuro con alegre esperanza y con el compromiso
de encarnar en nuestra vida la Buena Nueva.20

17
Cfr. PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 249-253
18
PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 232
19
Cfr. PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 212
20
Cfr. ALDAZÁBAL José. Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona 1994. P 10-16
4) El dinamismo de la Palabra de Dios21

 La Palabra dinámica

Lo que sucede en la experiencia humana, también se extiende en el campo


religioso, en donde la palabra es también vehículo privilegiado de la
comunicación humana. Pero a diferencia de la comunicación humana, la
Palabra de Dios sigue otra lógica. Porque la Palabra de Dios dentro de la
liturgia no es mera palabra vacía, hueca, que el tiempo olvida, como ocurre
tantas veces con la Palabra humana. La Palabra de Dios es una realidad
dinámica, que hace presente los designios de Dios, que anuncia lo que realiza
y realiza lo que anuncia (Nm 23,19).

 La Palabra activa

Es una palabra operativa. Es una palabra eficaz: “pues Él lo dijo y se hizo todo,
Él lo mandó y así fue” (Sal 33,9). Es una palabra activa que convoca, que
reúne a la comunidad eclesial. Es una palabra que impregna de significado la
acción litúrgica.

 Palabra transformadora

La palabra de la Sagrada Escritura además de revelar los designios salvíficos


de Dios, hace presente y actuante su voluntad liberadora. Es una palabra que
modela, es decir, se convierte en criterio de vida, que transforma los corazones
y lleva al pueblo a la conversión (Ez 33,10-20).

 La Palabra de Dios en la liturgia es diálogo

A través de la palabra es como Dios entra en comunicación con su pueblo y


establece una alianza con él: “cuando Moisés regresó de la montaña, llamó a
los ancianos del pueblo y les comunicó todo lo que el Señor les había
ordenado. Y todo el pueblo respondió: nosotros haremos todo lo que el Señor
ha dicho” (Ex 19,7).

Dentro de la celebración litúrgica, la Palabra de Dios es diálogo, es encuentro,


es comunicación entre Dios y la asamblea, entre Cristo y su Iglesia. Dentro de
la liturgia, Dios habla a su pueblo y el pueblo responde a Dios con el canto y la
oración.

 La Palabra de Dios es historia

21
Cfr. PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 223-228
La Sagrada Escritura antes de ser palabra es historia. Es historia sagrada, es el
testimonio de acontecimientos históricos que manifiestan la acción de Dios en
favor de su pueblo. La historia es una secuencia de las comunicaciones de
Dios y de las respuestas fieles o infieles del pueblo. Dios habla a través de
hechos. “Las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan”22.

 La Palabra exige una respuesta

Dentro de la liturgia, la Palabra de Dios es revelación, esperanza, es promesa,


es en norma de vida. Cuando Dios comunica su Palabra siempre espera una
respuesta que consiste en escuchar y adorar “en Espíritu y en verdad” (Jn
4,23). Porque “no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica” (St
1,22). Dentro de la liturgia la Palabra de Dios implica decisión, porque exige en
quien la escucha una respuesta.

5) Jesucristo: centro de la celebración litúrgica y de la Palabra de Dios

Jesucristo es la Palabra de Dios pronunciada en su plenitud dentro de la


celebración litúrgica. Él, es el centro y la plenitud de toda la Escritura y de toda
celebración litúrgica. En la acción litúrgica y en la Palabra de Dios, Jesús está
presente, nos hace participar de su Misterio Pascual mediante la reunión de la
comunidad, la proclamación de la palabra, los cantos, las oraciones, las
aclamaciones y los gestos simbólicos. Por tanto, la proclamación de la Palabra
de Dios en la celebración litúrgica se constituye en uno de los modos de la
misteriosa y real presencia de Cristo entre nosotros.

Cristo está presente en la Palabra con toda su realidad histórica y divina. Su


presencia viva y actual, hace que los textos sagrados, no se transformen en la
Iglesia, en meros documentos históricos, sino en la presencia real de Cristo
que habla a la comunidad reunida en la celebración litúrgica. Su presencia
mediante la Palabra en la liturgia, es una presencia simbólico-sacramental. Usa
señales sensibles: el lector, la lectura, el tono de voz, el lugar de la
proclamación entre el lector y los oyentes, el ambiente de la escucha y la
disposición para oír por parte de la asamblea. Esto exige tomar algunas
precauciones, entre ellas, preparar a los lectores, el ambiente, y los
instrumentos de comunicación (sonido, micrófonos).23

22
Concilio Ecuménico Vaticano II. Constitución Dei Verbum, Roma 1965. Nº 2
23
Cfr. PALUDO Faustino. Manual de Liturgia. CELAM, Bogotá 2000. P 229-231
6) Propuestas pastorales24

Partimos de una realidad: Biblia y liturgia se relacionan mutuamente. La Biblia


le da sentido y vida a todo acto litúrgico, de ella reciben su significado las
acciones y los signos presentes en la liturgia. Para que la Palabra de Dios que
se proclama y se celebra en toda acción litúrgica proyecte luz y vida, a la vez
que cuestione y unifique a la asamblea, se debe fomentar:

- Una intensificación de la iniciación Bíblica a la historia de salvación,


para niños y adultos.

- Mejor preparación de las celebraciones, a partir de un previo estudio


de los textos bíblicos, en reuniones de las comunidades eclesiales de
base, en los equipos litúrgicos, en grupos particulares.

- Mayor preocupación de las comisiones diocesanas de liturgia, para


formar a los sacerdotes y equipos litúrgicos en el conocimiento de la
riqueza y pedagogía de los distintos leccionarios, según los ciclos
litúrgicos.

- Mayor fidelidad al mensaje Bíblico y a la naturaleza de la liturgia, a fin


de evitar toda instrumentalización de la celebración al servicio de
otros intereses.

24
Cfr. PARDO Andrés. Enchiridion. Regina, Barcelona 1992. P 118

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