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Cuento: La Toga Púrpura

Reginaldo Díaz Batchelor (1965)

Lo excepcional del cuento reside en una cualidad


parecida a la del imán; un buen tema atrae todo un sistema
de relaciones conexas, coagula en el autor, y más tarde
en el lector, una inmensa cantidad de nociones, sentimientos
y hasta ideas que flotan virtualmente en su memoria o sensibilidad
Julio Cortázar

Película: Matrix I (1999)


https://cuevana3.io/31058/matrix-revolutions

Este es un cuento de ciencia ficción presentado en uno de los ocho concursos


nacionales organizados por el diario El Sur de Concepción entre el año 1959 y el 1969. Se
publicó a pesar de no obtener ni un lugar ni una mención honrosa pues afrontaba un género
en auge en la época de la carrera espacial desplegada entre las grandes potencias y que, en
Chile, ya encontraba cultores, siendo Hugo Correa tal vez el más destacado de este tipo de
literatura de anticipación, como también se le ha denominado.
El cuento narra la existencia en el futuro de una ciudad (probablemente Concepción)
de 30 millones de habitantes en la que se ha presentado un problema a las autoridades que
gobiernan en el Estado que necesariamente deben resolver. La ciudadanía, como soberana
de las acciones que realizan sus gobernantes, exigen que se le garantice a cada ciudadano
la máxima felicidad. Era este un problema sin solución todavía en ese tiempo porvenir
hasta que la respuesta vino de programadores de realidad que tecnológicamente fueron
capaces de dar vida a las tridimensionales vivas, realidades generadas por programación
holográfica. Estos programadores son denominados Los Hombres de la Toga Púrpura,
distintivo que representa para todos los ciudadanos la capa de un creador, de un verdadero
semi-dios. Como en ese tiempo el gobierno controla todos los medios de creación (antes
conocidos como de comunicación) las tridimensionales complejas son propiedad suya y
estos hombres de gran prestigio trabajan todos para él, para el Estado, el cual y de esta
manera cumple la exigencia ciudadana de tener garantizada la felicidad máxima. Cuenta
con los recursos económicos para ello además de mantener el control estatal de la
producción.
Por qué, y cómo se puede lograr tal cosa. La respuesta está dada por las
tridimensionales complejas mismas, ya que estas son capaces de lograr la participación e
identificación absoluta del espectador. Antes, el deseo de la audiencia no hacía variar el
curso de los eventos como sucede ahora que las programaciones holográficas permiten
generar un mundo que funciona según los deseos de cada espectador. Con las nuevas
producciones holográficas, los gobernantes se dieron cuenta que era más fácil hacer olvidar
al pueblo sus problemas existenciales (fuente de su infelicidad) que resolverlos. Como el
gobierno controla todos los medios de creación, solo él puede pagar las tridimensionales
vivas complejas y los hombres de la toga púrpura trabajan para él, entonces le es fácil
producirlas según las necesidades psicológicas del momento y estrenarlas de modo
continuo e ininterrumpido para que todas las personas tengan acceso a ellas, cumpliendo de
este modo con su deber.
Sin embargo, uno de estos hombre (Alejandro) a pesar de su éxito en su condición
de programador de realidades se encuentra deprimido en esta realidad futura; una noche
viaja en un helitaxi y recorre la ciudad; se dirige a la costa, luego a un lugar de bares y
distensión; toma varias pastillas reguladoras del estado de ánimo que se venden en
máquinas operadas con tarjetas electrónicas (vendomáticas) antes de llegar al barrio;
también las consume cuando se encuentra en él en pleno esparcimiento; conoce a una joven
(Marcela), le cuenta su preocupación por lo masivo que se han vuelto las producciones
holográficas, por medio de las cuales se está sufriendo una transformación o inversión
del concepto de realidad que a él le preocupa por las probables consecuencias en la vida y
existencia de las personas. Otro problema, anexo al anterior, es también la dudosa calidad
moral de las tridimensionales que se han vuelto masivas y han alcanzado un gran éxito y
popularidad. La mayoría las produce Rubén, un programador rival enconado de Alejandro,
con el cual discute el talante de sus programaciones. Le llama, desde el barrio donde
encuentra en un momento determinado por videófono; le increpa. Viaja por la ciudad con
Marcela; van al foro a participar de una tridimensional; luego toma un helitaxi, lleva a
Marcela a su casa y luego se dirige a la suya.
Cuando el vehículo volador lleva a Alejandro hasta su hogar y se dirige ya a la
entrada, se da cuenta que Rubén, su rival, lo espera. Ahora es él el interpelado por Rubén,
por sus dichos acerca de sus producciones consideradas de dudosa moralidad, y le dice:
En mis programaciones los ciudadanos (espectadores) encuentran la fuga
(huida, escape, evasión, salida) que les permite seguir respirando.
Y sobre la tachadura moral dudosa de las mismas:
¿Y acaso no es eso lo quieren?, ¿la mugre?...

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