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Como es sabido, el libro más difundido de Nozick es Anarchy, State and Utopia publicado en 1974 por Basic Books

de New York. En las páginas 290 a 292 de la referida edición de esa obra relata lo que denomina “El cuento del
esclavo” sobre el cual me detengo en estas pocas líneas.

El eje central del cuento alude a la degradación de la idea de la democracia, lo cual vemos ocurre en muy diversos
lares hoy en día. Es decir, una grotesca burla al espíritu de un sistema establecido para asegurar la alternancia en los
cargos de gobierno y cuyo aspecto medular reside en el respeto a las minorías tal como contemporáneamente lo
señala Giovanni Sartori en su tratado sobre la materia.

Sin embargo, observamos con alarma y estupor que en nombre de la democracia no solo no se renuevan los cargos
ya que las reelecciones con frecuentemente indefinidas, sino que se atropellan los derechos de las minorías. He
repetido muchas veces la sabia ilustración que hace de esta degradación Juan González Calderón en cuanto a que los
llamados “demócratas de los números” ni de números saben puesto que se basan en dos ecuaciones falsas: 50% más
1% = 100% y 50% menos 1% = 0%.

Nozick desarrolla su cuento del esclavo en nueve etapas. Comienza su reato con un amo que tiene diez mil y un
esclavos a quienes trata malamente. Pero henos aquí que poco a poco el amo se va retirando de la escena y va
endosando sus ilimitadas facultades a diez mil de los esclavos para que voten sobre todos los asuntos habidos y por
haber. Es decir, en esta historia, queda un esclavo fuera del proceso de votación que se le dice que puede participar
en las discusiones pero no votar, a menos que haya empate (lo cual nunca ocurre en este cuento).

Al final del relato y transcurridas las nueve etapas, Nozick se pregunta dónde en esa secuencia se dejó de establecer
un sistema de esclavitud. La respuesta obviamente consiste en que simplemente se transformó la situación de un
amo y diez mil y un esclavos a una en la que diez mil amos son dueños de la vida y la hacienda de una persona que
sigue siendo esclava (o, como escribe Nozick, el amo se transmutó en uno con diez mil cabezas). La moraleja de este
cuento es que por el hecho de que los amos sean muchos no cambia el sistema de la esclavitud. Emparentado con
esta misma reflexión, decía el decimonónico Benjamin Constant que “la voluntad de todo un pueblo no puede
hacer justo lo que es injusto”.

En realidad ¿qué importa que la prepotencia, la invasión a la privacidad y el desmembramiento de los derechos
provengan de uno o de muchos? ¿Acaso la dignidad del ser humano depende de la aritmética? El derecho a la vida,
a la libertad y a la propiedad son anteriores y superiores a cualquier construcción, diseño y disposición de los
hombres. Constituyen parte de las propiedades, características y naturaleza de un ser humano que no pueden ser
borrados por ningún decreto.

Este es el sentido del pensamiento de Cicerón inscripto cincuenta años antes de Cristo en su Tratado de la República
que he citado en otras ocasiones y que vale la pena reiterar por su punzante actualidad: “El imperio de la multitud
no es menos tiránico que la de un hombre solo, y esa tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más
terrible que esa fiera que toma la forma del pueblo”.

Toda la tradición de pensamiento liberal desde la Escuela de Salamanca en épocas de la escolástica tardía pasando
por George Buchanan, Algernon Sidney y John Locke hasta nuestros días se consagra el derecho a la legítima
defensa frente al atropello a las libertades individuales por parte de los gobiernos que están supuestos de
protegerlas. En esto consiste el silogismo de la Declaración de la Independencia estadounidense tomada como
modelo por todas las naciones del mundo libre: 1) que los derechos de las personas son inalienables 2) que la
función del gobierno es garantizarlos y 3) cuando el aparato estatal no cumple con su misión específica es la
obligación de los gobernados sustituir a los gobernantes.

Este es el espíritu tan declamado por los movimientos independistas latinoamericanos cuyas poblaciones, en gran
medida, como ha dicho Juan Bautista Alberdi, “dejaron de ser colonos de la metrópoli para serlo de sus propios
gobiernos”. Incluso es trascendental prestar la debida atención a lo que viene ocurriendo en Estados Unidos y, en
ese sentido, atender a lo que se preguntaba y respondía David Starr Jordan quien fuera Presidente de Stanford
University de 1891 a 1913: “¿Cuánto durará esta República?. Mientras se mantengan las ideas de los Fundadores”.
Hoy que se habla tanto de que hacer con los “activos tóxicos” de empresas fracasadas debemos percatarnos que
todo el problema nace y se propaga por las políticas tóxicas de gobernantes entrometidos en los negocios
particulares.

Dado lo que viene ocurriendo en distintos países en estos momentos -fruto de una oceánica irresponsabilidad, de
una ignorancia enciclopédica y de una machacona y alarmante perseverancia- se torna imperioso meditar sobre la
pesadilla que describe con tanto realismo Robert Nozick en su escalofriante “Cuento del esclavo”.

Y no solo meditar sino redoblar esfuerzos educativos para la mejor comprensión de los valores de la sociedad libre.
Como están las cosas, el esfuerzo no es menor. Todos los que nos venimos desempeñando en la cátedra sabemos
que la tarea resulta más ardua si antes de enseñar hay que primero des-enseñar múltiples falacias tejidas en torno al
tema abordado, para luego trasmitir conceptos. La acumulación de nociones erróneas está más lejos del
conocimiento que la ignorancia lisa y llana.

Independientemente a que nos dediquemos, todos estamos interesados que se nos respete, por ende, todos
debemos colaborar en la tarea para que se comprendan los fundamentos de una sociedad abierta. Ortega expresa
muy bien el punto en La rebelión de las masas: “Si usted quiere aprovecharse de las ventajas de la civilización, pero
no se preocupa usted por sostener la civilización [...] se ha fastidiado usted. En un dos por tres se queda usted sin
civilización. Un descuido y cuando mira usted en derredor todo se ha volatilizado”.

Es indispensable que todos pongan su granito de arena para la comprensión de las ideas que hacen de dique de
contención al maremoto totalitario y que abren cauces fértiles al progreso. La actitud pasiva es suicida. Joseph Fabry
señala en otro contexto que, frente a la vida, no resulta posible adoptar la pasividad que se suele tener frente al
televisor. Extrapolar la actitud de observador inmóvil del televidente frente a los acontecimientos que nos rodean
solo puede conducir a la asfixia de las libertades. En esta línea argumental, el síndrome del televidente termina con
la civilización.

Huston Smith, el gran espíritu ecuménico de nuestro tiempo, cuenta que en sus investigaciones sobre los indios
norteamericanos percibió que en sus antiguas tradiciones, mucho antes que apareciera la escritura, cuando se
reunían en torno al fuego para celebrar acontecimientos que consideraban de peso, para hacer un buen papel, se
esforzaban por retener lo importante y no dar espacio para lo trivial ya que la capacidad de la memoria es limitada y
había que aprovecharla en un contexto donde la trasmisión de todo era oral. A raíz de ello dice que, sin desconocer
las extraordinarias, maravillosas e ilimitadas oportunidades que brindan las bibliotecas, a veces se corre al riesgo de
alterar prioridades y perder perspectiva de lo que es primordial respecto de lo que es secundario.

Para comprender la gravedad del sistema esclavista no es cuestión de acumular información que está ampliamente
disponible en la actualidad, sino de tener sentido de la dignidad y el suficiente conocimiento y la consiguiente
argumentación para defender la libertad. El mismo Huston Smith lo cita a T.S. Elliot quien se interrogaba acerca de
“¿dónde está el conocimiento que se perdió en la información?”.

En la época de las monarquías absolutas una minoría explotaba a las mayorías, ahora son las mayorías las que
explotan a las minorías. Pero no hay que dejarse guiar por espejismos numéricos ni encandilarse por aritméticas
engañosas, en verdad si se es explotado ¿qué diablos importa cuál es el número que esclaviza?. Si mi vida no
depende de mis decisiones, como en el cuento del esclavo de Nozick, para nada me alivia saber que son muchos,
pocos o uno solo quien dispone a su antojo de mi hacienda. Si nos preguntaran cuándo en la historia la situación ha
sido peor en cuanto a la intervención económica del aparato estatal en la vida de las personas, si en pleno siglo xviii
o si durante el xx y lo que va del xxi responderíamos esto último debido que el empleo de tecnologías y controles
más refinados y sofisticados permiten succionar partes crecientes del ingreso de la gente a favor de la casta
gobernante. Y como decía Lenin, cuando el gobierno dispone de la propiedad de la gente dispone de la gente.

En última instancia, la muy justificada y sana preocupación por el establecimiento de contrabando de un moderno
sistema esclavista a través del voto nos traslada a reconsiderar los límites al poder y su dispersión vía el federalismo,
pero ahora invito a que nos detengamos a considerar un pensamiento de Harry Browne que levanta cortinas de la
mente, despeja horizontes, enriquece perspectivas, despliega la imaginación y, sobre todo, aceita andariveles para
eventualmente caminar en otra dirección: “El problema no es el abuso de poder sino el poder para abusar”.
Imagina que eres un esclavo que avanza por diversas etapas:

1. Eres un esclavo a merced de tu atroz amo que te obliga a trabajar para él y te pega arbitrariamente.

2. El amo se relaja un poco y solo te pega por romper las normas. Incluso te concede tiempo libre.

3. El amo no solo te tiene a ti sino que tiene un grupo de esclavos y él, basándose en principios aceptables para
todos, decide como se asignarán los bienes.

4. El amo te permite días libres. Solo trabajas para el amo 3 días a la semana y los otros 4 son para ti.

5. El amo te permite trabajar donde quieras pero debes darle al amo 3/7 de tu sueldo para corresponderse a los 3 días
de 7 que trabajabas para él. Además se reserva el derecho de convocarte para trabajar para él en situaciones de
emergencia y de aumentar en cualquier momento la fracción de tu salario que será para él. Además se reserva el
derecho a prohibir a sus esclavos el participar en actividades peligrosas que harían peligrar sus ingresos como
escalada o fumar.

6. El amo permite a sus 10.000 esclavos, menos a ti, votar. Así que pueden decidir qué fracción del salario será
entregada al amo y qué actividades peligrosas pueden hacerse y cuales no.

7. Todavía no tienes derecho a votar, pero se te permite convencer a aquellos que pueden votar para ejercer su poder
de una manera específica.

8. Se te permite votar pero solo en caso de empate. Votas y si ocurre un empate, tu voto se mirará y éste decidirá el
resultado. (Nunca ha habido un empate)

9. Se te permite votar. Pero esto es lo mismo que la etapa anterior ya que tu voto solo cuenta si los demás votos están
empatados.

La pregunta es: ¿En qué etapa de la 1 a la 9 esto ha dejado de ser el cuento de un esclavo?

Robert Nozick.
Anarchy, State, and Utopia, 290-292 (1974)

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