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Hay tres derechos fundamentales que no deben de ser confundidos entre sí: La libertad religiosa, la
libertad de pensamiento y la libertad de conciencia.
En un principio, se defiende que estos derechos sean superiores al derecho a la vida. Pero según un autor
italiano, vienen a expresar las facetas más íntimas e identificativas de las personas (su modo de ver el
mundo): “¿Si a uno le privan de su modo de ver el mundo, de qué le sirve la vida?”. Las tres libertades
tienen suficientes características para poder diferenciarlas en base tres criterios:
No las podemos definir como autónomas e independientes, porque todas protegen una misma realidad.
Las tres protegen el ámbito de racionalidad primaria de la persona, su capacidad de querer y manifestarse
públicamente.
Libertad religiosa
Su objeto es la fe como acto y la práctica de la religión como consecuencia de ese acto de fe y, por tanto,
toda manifestación publica o privada.
Interna: Acto de fe
Externa: Protección del acto de fe en sus manifestaciones externas
Libertad de pensamiento/ideológica
Libertad de conciencia
Su objeto es el juicio de moralidad y la actuación en conciencia en base a ese juicio. Nadie puede aplicar
el juicio de conciencia a otro individuo, ya que es un derecho intransferible. La CE garantiza este derecho
de forma indirecta, aunque se recurre a la interpretación del TC sobre el artículo 10.2, que afirma que la
libertad de conciencia se encuentra en el artículo 16.