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TITULO II : DERECHO DE LAS PERSONAS

Antecedentes e introducción

En el Medioevo, San Agustín y Santo Tomás de Aquino desarrollan el iusnaturalismo teológico que gira
en torno a la noción de la dignidad humana.

En el siglo XVII Baltasar Gómez de Amescua publica Tractus de potestate in se ipsum (1609) y Samuel
Stryck hace de conocimiento público su obra de iure hominis in se ipsum (1675). En dicha bibliografía,
los autores exponen la teoría del ius in se ipsum que constituye la base teórica sobre la que habría de
edificarse la teoría de los derechos de la persona. Se proclama que el ser humano tiene derecho sobre su
propio cuerpo y que terceros, aun detentando el poder público, no pueden afectarlo.

Suele haber confusión en diferenciar los conceptos de derechos humanos, derechos fundamentales y
derechos de las personas. Cuando se hace referencia a los derechos humanos, “se trata de los derechos
cuyo fundamento reside en la propia naturaleza del ser humano, del mínimo indispensable de libertades
sin las cuales es imposible atribuir una específica dignidad social a nadie”. Los derechos humanos y los
derechos fundamentales son entendidos como sinónimos, salvo para la doctrina española que considera
que los derechos fundamentales son aquellos regulados por la Constitución. Clásicamente, los derechos
humanos han sido clasificados en derechos políticos y civiles y por otro lado, en económicos, sociales y
culturales. Los derechos de las personas se refieren al conjunto de situaciones jurídicas existenciales que
forman parte, al lado de las patrimoniales, de los derechos civiles. Por ello, entre los derechos humanos y
los derechos de las personas existe una relación de género a especie. En efecto, para los
constitucionalistas, el derecho civil hace una suerte de reglamentación infra-constitucional de los derechos
humanos. Evidentemente, existe un fenómeno de retroalimentación entre ambos.

Es importante tener en cuenta también que la protección de los derechos de las personas es diversa, por
cuanto hay una:

a) tutela constitucional que se materializaría en un:


 habeas corpus
 un amparo
 un habeas data
b) una tutela civil que se materializaría:
 bajo la lógica del resarcimiento
c) una tutela penal que se materializaría en un:
 una sentencia que podría imponer una pena privativa de la libertad
d) una responsabilidad administrativa se materializaría
 si entendemos a la persona como consumidor.
Para una doctrina nacional no obstante que en la actualidad deba concebirse de manera unitaria el tema de
los derechos de la persona-, ya que en ellos se encuentran simultáneamente presentes tanto intereses
públicos como privados, corresponde al Derecho Civil el desarrollo y tratamiento coherente y sistemático
de tales derechos en lo que concierne a la tutela de la persona individual en sus relaciones de conducta con
otras personas naturales, dejando al Derecho Público el regular las relaciones entre éstas y la máxima
comunidad de personas que constituye el Estado. Es por ello que en los últimos tiempos se advierte que
tales derechos, a la par de recibir consagración constitucional, se van parcialmente incorporando desde una
vertiente de carácter privado a los códigos civiles de reciente promulgación, como es el caso de los
códigos de Italia, Portugal y Bolivia. Por tanto, cuando hablamos de derechos humanos, derechos
fundamentales y derechos de las personas entendemos que entre los dos primeros hay una sinonimia
conceptual y entre estos y los terceros una relación de género a especie. Siendo los derechos
humanos/fundamentales aquellos atribuibles a los sujetos de derechos por su condición de tal y los
derechos de las personas como aquellos derechos civiles y esenciales comprendidos por los derechos
humanos.

I. Derecho a la vida

La vida es indudablemente el bien básico de la persona, fundamento y asiento de todos los demás. Cuando
se habla de un derecho a la vida, se entiende que es a la preservación de la propia vida.

De no existir el derecho a la vida carecería de sentido referirse a la constelación de derechos reconocidos


por el ordenamiento jurídico para la protección y tutela de la persona humana.

Sin embargo, queda claro, que la vida no es determinante para la atribución de derechos, en muchos casos
la muerte no extingue derechos, desafiando el axioma mors omnia solvit (La muerte lo disuelve todo).
Pueden existir derechos sin vida del titular, proyectados en su existencia memorial. Muestra de ello es que
sin vida persisten derechos que en vida tuvo la persona, como el honor, intimidad, imagen, voz; es más,
luego de la muerte surgen nuevos derechos. Así, extinguida la existencia, surge el respeto de la no
publicación de las memorias, el cumplimiento de los actos de última voluntad, los actos de
disposición post mortem.

Doctrina constitucional advierte que el derecho a la vida no se traduce solo en impedir que los demás
atenten contra el individuo, concebirlo así sería mutilar su exacta dimensión, por cuanto debe ser
entendido como un derecho a vivir de tal manera que el ser humano pueda realizar su proyecto vital, es
decir, se requieren condiciones de vida.

Por tanto, el derecho es a la vida es aquella piedra angular o derecho base a partir del cual el resto de
derechos de las personas cobran vida, desarrollo y merecimiento de tutela. Involucra el no dañar, lastimar
o atentar contra la integridad, así como contra la vida de las personas. Siendo posible que algunos
derechos que las personas hayan tenido en vida sigan vigentes incluso después de la muerte como el
honor, la intimidad, la imagen y la voz. Además, el derecho a la vida no solo involucra la salud o aspecto
psicosomático del individuo sino también el desarrollo de su proyecto de vida.

II. Derecho a la integridad y a la salud

El bien de la integridad física es un modo de ser de la persona, perceptible por los sentidos, que consiste
en la presencia de todos sus atributos físicos. Del mismo modo que sobre la vida, el hombre sobre no tiene
sobre su propio cuerpo y sus atributos corporales un pleno poder de disposición. Se sancionan penalmente
las automutilaciones y el consentimiento que una persona pueda prestar para la mutilación llevada a cabo
por otra. Naturalmente, toda agresión ilegítima a la integridad física de una persona es un hecho
antijurídico que determina además de las sanciones que se pueden imponer en la vía penal, la obligación
del resarcimiento de los daños inmateriales o morales.

Se advierte que el derecho a la integridad no protege tan solo al cuerpo, sino también al aspecto psíquico,
ya que el ser humano es una unidad armónica del eros y el thanatos, con recíprocas influencias. Hay que
recordar que hay acciones que no dejan heridas físicas aparentes, pero conllevan un sufrimiento, dolor o
angustia. Es dentro de esa interpretación amplia que debe asumirse el mencionado derecho.

Este derecho supone tanto el deber a cargo de terceros de evitar una agresión que atente contra tal unidad
psicosomática, ya sea lesionando el contorno que delimita el cuerpo y presenta exteriormente al hombre,
como impedir cualquier acción que, sin producir huella, herida o rastro aparente, conlleve una
perturbacíón psíquica, un sufrimiento, un dolor, una intranquilidad o angustia.

Por tanto, el derecho a la integridad es aquel que contempla tanto al soma como a la psique como una
entidad única e indivisible permitiendo los actos de disposición sobre el cuerpo solo por estado de
necesidad, de orden médico o quirúrgico o si están inspirados por motivos humanitarios. Cabe resaltar que
la prohibición de atentar contra la integridad psicosomática del individuo recae también en los terceros
quienes en caso de hacerlo corren el riesgo de responder civil y penalmente.

III. Derecho a la libertad

La libertad es inherente al hombre, es anterior a la sociedad, al derecho y al estado. Fue concebida en el


hombre desde su formación. La libertad es inmanente a la naturaleza humana. El Estado la reconoce, la
regula y restringe su uso por el hombre. Se dan varios significados a la palabra libertad. Algunos lo
definen como oposición al autoritarismo, ausencia de coacción. Hay quienes la conceptualizan debido a su
ejercicio, haciendo lo que a uno le agrada. También se puede expresar por el antagonismo del cautiverio o
la participación en el ejercicio del Poder, entre otros.

Para una doctrina nacional, la libertad es al hombre como la luz es al sol. Una tiene que ver con el otro.
Emana de él y son fatalmente inseparables. La libertad hace al hombre, es lo que nos diferencia de los
seres vivos. Es un valor, un atributo inherente del sujeto. Constituye, desde el punto de vista práctico, un
derecho básico para la realización de la persona y, también, el valor fundamental que orienta al Estado de
Derecho. Se extiende a todo el campo de lo permitido como aquel derecho de actuar, querer, pensar y
sentir conforme las normas mandan. Lord Acton, historiador inglés, nos decía “La libertad no es el poder
de hacer lo que queremos, sino el derecho de ser capaces de hacer lo que debemos”.

Para la doctrina más autorizada en materia de personas a nivel nacional, la libertad es el ser del hombre.
La persona humana es un ser libertad. La libertad es lo que caracteriza al ser humano, lo que lo hace ser el
ente que es y no otro. La libertad lo diferencia de los demás entes del mundo, incluyendo a los de su
propia especie. Es por ello, el único ser espiritual. La libertad, siendo unitaria, tiene dos instancias o
momentos teóricamente distinguibles. Uno de ellos es el de la libertad en cuanto ser del hombre. A ella la
designamos como libertad ontológica.

La otra dimensión de la libertad, es decir la que se vuelca al mundo exterior, la que se convierte en acto o
conducta mediante los cuales el ser humano se realiza como persona, cumple con su “proyecto de vida”,
con el destino que se ha trazado. A esta libertad, que percibimos a través de los comportamientos
humanos, la designamos como libertad fenoménica. La libertad, en síntesis, no es un atributo del ser
humano: es su propio ser.

Por tanto, la libertad está dividida en dos vertientes, la ontológica y la fenoménica constituyendo dos caras
de una misma moneda. La primera es inherente y exclusiva de los seres humanos diferenciándonos de los
animales (estática). La segunda involucra la realización del proyecto de vida del ser humano o sea sus
aspiraciones, sueños, metas, motivaciones, etc (dinámica).

IV. Derecho a la identidad personal

El ser humano no vive aislado, es un ser gregario por naturaleza, se sabe que la evolución de su especie
solo fue posible a través de la interacción y cooperación del grupo. Pero esta necesidad natural de
convivencia impone la individualización del ser, distinguiéndolo de otros individuos en el grupo. El bien
que satisface esta individualización es la identidad. Así, la identidad emerge en el contexto social como
una forma de individualizar a la persona humana y como una forma de seguridad empresarial y de la
convivencia familiar y social; de interés no solo para la persona sino también para el Estado y terceros.
La identidad tiene dos tipos de componentes que constituyen una unidad inescindible. Ella surge,
primariamente, como resultado de una información genética de base que, como se sabe, es singular y
única, por lo que permite identificar biológicamente a cada ser humano sin el riesgo de confundirlo con
otro. La clave genética y las huellas digitales son claros exponentes de lo que constituye la identidad
estática en cuanto ella, por principio es invariable. A esta información genética, a la que se ha accedido en
las últimas décadas, habría que agregarle otros elementos de identificación del sujeto tales como el
nombre, la fecha y el lugar del nacimiento, la filiación, los caracteres somáticos en general, entre otros
datos.

Pero, aparte de dicho componente biológico, la identidad se complementa, necesariamente, con un plexo
de atributos, características y rasgos de la personalidad. Estos datos, contrariamente a los biológicos,
pueden variar en el tiempo. Por ello, este conjunto de atributos de la personalidad constituye el elemento
dinámico de la identidad. El elemento dinámico de la identidad está pues compuesto de las creencias, la
cultura, los rasgos propios de la personalidad, la ocupación, la ideología, la concepción del mundo y del
hombre, entre otros elementos. Este plexo de atributos y características individualizadoras del sujeto se
exterioriza, se proyecta al mundo exterior y permite a los demás identificar al sujeto en el seno de la
comunidad.

Dado su carácter de naturaleza variable, resulta discutible a cual identidad deba hacer referencia: si -por
ejemplo- a la identidad de hoy o de ayer; si a la identidad consolidada resultante de antiguas militancias o
a aquella que nace de una reciente evolución, con al cual el desenvolvimiento de la personalidad se haya
dirigido hacia una nueva imagen del sujeto realizando, en definitiva, un derecho a no ser siempre lo que se
ha sido y a perseguir la novedad de la propia persona.

Merece ponerse de relieve el caso, presentado en Italia de dos actrices (Nadia Cassini y Carmen Russo, en
arte Gianna Lou Muller y Carmen Russo, respectivamente) que en sus inicios eran porno stars y con el
paso de los años, cambiaron de giro y se convirtieron en animadoras televisivas de programas familiares.
Una empresa publicó (Società Periodici Tattilo), como si fueran actuales y cambiando la presentación
original, imágenes (en fotos y videos) de los “pininos artísticos”. Los artistas demandaron a esta empresa y
la Pretura de Roma, con la Ordenanza del 10 de febrero de 1988, amparó sus pretensiones.

Por tanto, el derecho a la identidad comprende dos tipos de componentes, la identidad estática y la
identidad dinámica. La primera es aquella que diferencia a los individuos los unos de los otros, esto es, los
individualiza con sus características propias producto de una información genética la cual, junto a las
huellas digitales, son en principio inmodificables. A esa información genética se le aúnan el nombre, el
apellido, fecha y lugar de nacimiento, filiación, etc. La segunda es aquella que el sujeto de derecho va
desarrollando a la largo del tiempo, de su vida, de sus experiencias, sus interacciones con la sociedad y
comunidades, la cultura. Todo este plexo de ingredientes que van conformando y moldeando los rasgos
propios de su personalidad, entre otros elementos que son variables.

Dada la variabilidad de la identidad consideramos que entre la identidad pasada y la identidad actual se
debe referir solo a la actual y quien ose hacer lo opuesto responderá civil y penalmente.

V. Derecho al honor y a la reputación

El derecho al honor encuentra sustento en la cualidad moral de la persona que le impele al severo
cumplimiento de sus deberes de ser humano frente a los otros y consigo mismo. El honor es el íntimo y
raigal valor moral del hombre. Es un valioso bien de carácter no patrimonial que conlleva un sentimiento o
conciencia de la propia dignidad o como persona. Este invalorable aspecto del ser humano es digno de la
más amplia tutela jurídica. El honor de las personas es un bien que socialmente se traduce en el respeto y
consideración que se merece de los demás, en la estima, aprecio, buena fama y reputación adquiridas por
la virtud y el trabajo. Un inestimable bien susceptible de respeto y protección.

Existe una clásica división entre honor objetivo y subjetivo. El honor objetivo, denominado también
reputación, es la valoración que otros hacen de la personalidad ético-social de un determinado sujeto, en
otras palabras, representará para una persona su buen nombre y fama, de los que goza ante los demás. Al
respecto, Carrara dijo: «El patrimonio del buen nombre no existe en nosotros, sino en la mente de otros».
El honor subjetivo es la autovaloración o el sentimiento de aprecio que la persona tiene de sí misma, es
decir, de su propia dignidad.

En Brasil el Tribunal Superior de Justicia reconoció que el honor objetivo de la entidad personalizada
(persona jurídica) puede protegerse, si es que también resultaba posible el vislumbrar la protección del
nombre de la persona jurídica, así como el derecho a la identidad, es necesario preguntarse si se extiende a
la protección de la privacidad, confirmada por ejemplo en la especificidad de la protección de los datos
(personales). En principio, la respuesta predominante se ha desarrollado, en derecho comparado, desde
una posición restrictiva hasta una solución afirmativa, sirviendo de ejemplo el derecho italiano.

Doctrina nacional opina que el honor es un derecho aplicable a las personas jurídicas de forma plena y
absoluta. Se tiende a proteger su trayectoria social, su trascendencia comercial, su nominatim así como el
posicionamiento e importancia de su marca. El honor colectivo de una corporación es diferente al de sus
miembros; en dicha medida, la persona jurídica puede obrar judicialmente sin necesidad de probar que la
difamación afecta a todos sus miembros o a algunos en particular.

Sin embargo, se ha manifestado que entre el honor de la persona natural y la jurídica hay diferencias, así:
“Sin desconocer que el prestigio de las personas jurídicas forma parte, en sentido figurado, del equivalente
derecho al honor de las personas físicas, no cabe que se identifique a ambos conceptos, especialmente en
la fuerza de la protección que se les brinda. La protección, en este sentido, se hace más fuerte cuando
afecta a las personas físicas”.

Por tanto, el derecho al honor se manifiesta de dos formas, como honor objetivo o reputación y
como honor subjetivo o dignidad. En cuanto al primero, es la opinión, percepción o consideración que
tienen los terceros para con la persona (natural o jurídica) titular de este derecho no patrimonial, mientras
que el segundo, es la autopercepción, la autoestima o autocrítica que la persona (natural) tiene respecto de
si misma. Será posible afectar el honor objetivo de las personas jurídicas pero nunca el honor subjetivo de
estas ya que no cuentan con las emociones, con los sentimientos, angustias o penas que son características
propias y privativas de los seres humanos.

VI. Derecho a intimidad

La doctrina en general es unánime en señalar que el origen de este derecho se encuentra en el sistema
jurídico norteamericano, básicamente en la obra de Samuel D. Warren y Louis D. Brandeis, abogados de
Boston, quienes expusieron el denominado the right to be let alone, derecho a ser dejado en paz, a
propósito de la intrusión a la vida privada que Warren había sido pasible por la prensa sensacionalista
desde que se casó con la hija de un senador y la vida dispendiosa que empezó a llevar. Sin embargo, este
derecho tiene un precedente en el pensamiento del juez Thomas A. Cooley quien se había manifestado allá
por el 1879 por la existencia acerca the right to be let alone en la primera edición de su obra Treatise on
the Law of Torts considerando que la Cuarta y Quinta Enmiendas son vehículos de protección de la esfera
privada de la persona. Sin duda, en la concepción de Cooley está presente el principio básico heredado del
Derecho inglés a man’s house as his castle (la casa de cada uno es su castillo) que confiere al hogar del
individuo la máxima protección personal.

Para una doctrina nacional se reconoce la intimidad de la vida privada en todos sus aspectos como objeto
de protección jurídica con los únicos límites del «asentimiento de la propia persona o de la existencia de
un prevaleciente interés social». En caso de fallecimiento de la persona, el asentimiento debe ser prestado
por los parientes más cercanos. Se requiere el respeto íntimo de su vida privada en cuanto ello no tiene
mayor significación comunitaria y mientras no se oponga o colisione con el interés social. La persona
carecería del equilibrio psíquico necesario para hacer su vida, en dimensión comunitaria, sino contase con
quietud y sosiego psicológicos, con una elemental tranquilidad espiritual, con la seguridad de que los actos
de su vida íntima no son ni escudriñados ni divulgados.

Como se puede apreciar, la intimidad tiene sus raíces en el common law, concretamente hablando proviene
del «derecho a estar solo» o «derecho a ser dejado en paz», notándose desde sus inicios que aquella
actividad que potencialmente atentaba contra este derecho de la persona era la actividad informativa de la
prensa sensacionalista. Disputa entre la libertad de información y derecho a la intimidad que sigue vigente
incluso hasta nuestros días. Siendo los únicos límites para entrar a dicha esfera íntima de la persona
dos: 1. El asentimiento de la propia persona y, 2. La existencia de un prevaleciente interés social (El
asentimiento correspondería a los descendientes en caso el titular del derecho a la intimidad haya
fallecido). Caso contrario, la persona afectada tendría su disposición diversos instrumentos provistos por
el ordenamiento legal (entre ellos civiles, penales, constitucionales y administrativos) para obtener la
sanción correspondiente de quien hubiese lesionado este derecho no patrimonial.

Para nosotros la lesión al derecho a la intimidad traería aparejada la violación de otro derecho no
patrimonial, nos referimos al derecho a la integridad, recalcando que este derecho está compuesto no
solo por el soma sino también por la psique. Viéndose esta última afectada si la intromisión a la intimidad
se diera sin el asentimiento del titular del derecho a la intimidad o cuando se diera la intromisión sin estar
sustentada en el interés social.

En la jurisprudencia brasileña existe la orientación de que, en comparación con la gente común, las
personas notorias pueden recibir menos protección en relación con los aspectos de sus derechos de
personalidad. Sin embargo, esta premisa no significa que la notoriedad o dimensión pública de la persona
sea un atributo capaz de quitarles el derecho al resguardo de su vida privada, especialmente con respecto a
sus contornos más íntimos. Además, la jurisprudencia se ha posicionado para proteger la privacidad de la
persona, incluso encontrándose en un lugar público: paradigmático en este sentido fue la decisión que
involucraba a Daniela Cicarelli (una conocida modelo brasileña), quien tuvo reconocido su derecho a la
privacidad, señalado como un valor preponderante, a pesar de la práctica sexual que sostuvo en la playa.

En el ámbito del Superior Tribunal de Justicia, existe una decisión que mantuvo la indemnización a favor
de un actor que fue fotografiado, en un lugar abierto, al besar a una mujer que no era su cónyuge, siendo
uno de los fundamentos de la decisión el que no habría propiamente un carácter informativo en la materia.
En este sentido, parece que la orientación adoptada en el ordenamiento nacional, aunque de manera tópica,
está en armonía con la establecida en el ámbito europeo, a partir de la decisión dictada por la Corte
Europea de Derechos Humanos en el caso de la Princesa Carolina de Mónaco, por el cual se le reconoció
el derecho a la privacidad, frente al asedio de los fotógrafos, que recopilaron imágenes de ella y sus hijos
en diversos momentos de ocio, incluso en lugares públicos, siendo las fotos publicadas en varias revistas
en Alemania.

El fundamento central para la protección del derecho a la privacidad, previsto en el artículo 8 de la


Convención Europea, fue debido a una falta de una contribución a un debate general de ideas sobre la
difusión de fotos en la prensa, habiendo sido expresamente afirmado que, en vista de la relevancia de este
derecho a la personalidad, «toda persona, incluso conocida por el público en general, debe poder
beneficiarse de una esperanza legítima de protección y respeto por su vida privada». (Ídem)

En suma, para la jurisprudencia brasileña si bien el derecho a la intimidad de las personas públicas tendría
una protección más endeble respecto de aquella correspondiente a las personas privadas, ello no obsta que,
de igual forma, aquellas obtengan tutela de su intimidad incluso encontrándose en espacios públicos.
Teniendo en cuenta que el captar imágenes, fotos, grabaciones en los espacios públicos, para su posterior
difusión, habría sido la forma (a nuestro juicio) de burlar la protección a dicho derecho no patrimonial.
Criterio reforzado (intimidad de las personas públicas) sobre la base de la decisión emitida por la Corte
Europea de Derechos Humanos en el caso de la Princesa Carolina de Mónaco.

VII. Derecho a la imagen y a la voz

Para doctrina nacional, se tiene como objeto la protección jurídica de la imagen y la voz ya que son
consideradas como aspectos vinculados a la esfera de la intimidad de la persona. Es así que como regla
general, que la imagen y la voz no pueden ser aprovechadas, es decir, publicadas, expuestas o utilizadas
sin el asentimiento de la persona. No está impedida la simple captación de la imagen de la persona en
tanto que esta se exhibe en público en razón de su vida comunitaria, de su transitar por las calles, pero no
se permite que sin su expreso asentimiento dicha imagen pueda ser aprovechada a través de cualquier
medio sea gráfico, cinematográfico o televisivo.

De lo expuesto por el citado autor entendemos que lo que no está permitido es el obtener un provecho
económico de la voz o de la imagen de las personas. No estando prohibido empero el captar la imagen o
grabar la voz de una persona mientras esta se exhiba en público o mientras esté realizando actividades
relacionadas a su vida cotidiana.

Nos preguntamos nosotros sin embargo ¿el derecho a la imagen y a la voz es independiente del derecho a
la intimidad o es una especie de aquel?

En la doctrina brasileña contemporánea, es posible encontrar varios parámetros para analizar si en el caso
específico hubo un uso indebido y / o abusiva de una determinada imagen, capaz de causar daños a su
titular, así como para guiar al intérprete en caso de colisión entre el derecho a la imagen y el derecho a la
libertad de expresión. En resumen, se recomienda que el intérprete verifique:

(i) la veracidad del hecho expuesto;


(ii) la forma y el idioma en que se informó el hecho;
(iii) si hubo un justo motivo para que la imagen fuera expuesta;
(iv) si la exposición fue proporcional a la expectativa de privacidad del sujeto, es decir, si la
exposición tuvo lugar de acuerdo con el grado de conciencia del sujeto en relación a la posibilidad
de la captura de su imagen en el contexto del que se extrajo;
(v) si el lugar donde ocurrió el evento fue público;
(vi) si la persona retratada era notoria o pública;
(vii) si existía un interés público en la difusión de información;
(viii) el grado de preservación del contexto original en el que se tomó la imagen;
(ix) el grado de identificación de la persona retratada en la imagen o en el material escrito;
(x) si hubo intención de ofender o abusar del derecho a informar; y,
(xi) las características de su uso, ya sea comercial, periodístico o biográfico.
Tres teorías históricamente buscaron explicar el fenómeno de «Derecho a la imagen». El primero
(negativista) no admitió la existencia de este derecho. El segundo reconoció su existencia, pero como
reflejo de otro instituto jurídico (teorías afirmativas). Finalmente, el tercero comenzó a reconocer la
imagen como un derecho autónomo, separándola de cualquier otro instituto legal. En la actualidad, el
derecho a la imagen tiene su autonomía consagrada. en la propia Constitución, «que lo garantiza
independientemente de la violación de otro derecho de personalidad». Por lo tanto, no es necesario que la
persona, cuya imagen fue capturada o publicada, «sufra daños en su honor, por ejemplo. El deber de
indemnizar se impone simplemente porque se ha violado el derecho a la imagen».

Nosotros consideramos que el derecho a la imagen y la voz si bien pueden formar parte de la intimidad
ello no impide que su tutela puede realizarse de forma autónoma, es decir, la sola divulgación de la
imagen o voz de la persona sin su consentimiento o cuando no haya interés público de por medio implica
la lesión a su derecho no patrimonial ergo una obligación resarcitoria en cabeza de quien haya lesionado
tales derechos de la persona.

Con respecto a la voz, Espinoza Espinoza refiere que este derecho es la situación jurídica en la que se
tutela el sonido de las cuerdas vocales de la persona, a efectos de que su reproducción se haga de manera
fiel y con el consentimiento de esta. Este derecho también forma parte del derecho a la
identidad entendido, en su manera estática. El derecho a la voz es la protección que se brinda a la
sonoridad de la persona, a la forma que esta tiene de comunicarse sea a través de un lenguaje vocal o de
otro sonido expresivo de forma que nadie pueda hacer uso total o parcial de ella sino mediante
autorización del titular.

VIII. Derecho sobre los datos personales

Según una doctrina brasileña, el uso creciente de las tecnologías de la información y la comunicación,
especialmente internet, ha hecho que las relaciones económicas, la participación política y las
interacciones sociales sean más dinámicas, rediseñando las formas de ser y estar en el mundo. En ningún
otro momento histórico fue tan fácil y rápido acceder a la información, producir y compartir contenido,
comunicarse e interactuar en sitios de redes sociales, blogs y microblogs, todo al instante. El intenso
desarrollo liderado por el segmento de Tecnología de la Información (TI) acelera aún más este proceso, ya
que cada día se lanzan nuevos equipos, aplicaciones, plataformas y herramientas que maximizan la
experiencia de navegación web, lo que hace que un número creciente de personas anehle la inclusión
digital. Pero junto con este panorama de optimismo y nuevas oportunidades, también se revelan problemas
y desafíos sin precedentes derivados del gran flujo de información, especialmente cuando la información
toma la forma de datos personales y salen del control de su titular.

Para otra doctrina brasileña, el uso cada vez más amplio de datos personales para las actividades más
variadas (identificación, clasificación, autorización y muchos otros) hace que dichos datos sean elementos
esenciales para que la persona pueda moverse con autonomía y libertad en los corredores de lo que ahora
llamamos «Sociedad de la Información». Los datos personales a veces pueden ser realizados de la persona
misma en una serie de circunstancias en las que su presencia física alguna vez hubiera sido indispensable.
El tratamiento de los datos personales, en particular por procesos automatizados, es, sin embargo, una
actividad de riesgo. Riesgo que se materializa en la posibilidad de exposición y uso indebido o abusivo de
datos personales, en la eventualidad que esos datos no sean correctos y representaran erróneamente a su
titular, en su utilización por terceros sin su conocimiento, solo para citar algunas hipótesis reales.

De los doctrinarios brasileños se puede colegir que el uso de las tecnologías de la información como el
internet permitiría que esté disponible, se pueda acceder y compartir un gran flujo de información dentro
de la cual estarían los datos personales los cuales ante esta ola de las tecnologías de la información serían
cada vez más susceptibles de que se haga un uso indebido o abusivo de los mismos, esto es, que sean
expuestos sin el consentimiento de sus titulares saliéndose de su control.

En el Perú contamos con la Ley 29733 Ley de protección de Datos Personales, en adelante Ley De
Protección De Datos Personales, y su reglamento, en adelante, Reglamento De Ley De Protección De
Datos Personales.

Del objetivo de los datos personales y de su definición podemos colegir que los mismos atañen tanto
al derecho a la intimidad como al derecho a la identidad. En el primer caso, debido a que nuestra
constitución establece una «obligación de no hacer» a los servicios públicos o privados, informáticos o
computarizados de proveer información que pueda afectar la intimidad personal y familiar de las personas.
Se sobreentiende que, aunque tal información resulte veraz no podría brindarse o compartirse con terceras
personas. En el segundo caso, las definiciones brindadas de los datos personales hacen alusión a la
información que sirve para identificar a una persona natural, es decir, individualizarla ergo diferenciarla
del resto de personas. En este caso concreto estaría refiriéndose a la identidad estática de la persona.
IX. Derechos de autor

El propósito de incluir este derecho en el Código Civil peruano era el determinar, con toda claridad, que
no sólo debería atenderse a los aspectos patrimoniales de tal derecho sino, preponderantemente, a su
vertiente personal, a aquella carente de significación económica. El derecho no patrimonial del autor o del
inventor a que se le reconozca como el creador de la obra de su ingenio, inteligencia, invención o arte es
diferente al derecho que le asiste a disponer de dicha obra y obtener un beneficio económico por su
transferencia. El primero de tales derechos o sea el estrictamente personal, le permite exigir la
intangibilidad de la obra. El segundo de dichos derechos lo faculta a comercializar la obra.

El derecho de autor protege las creaciones expresadas en obras literarias y artísticas. Nace con la obra
misma, no por el reconocimiento de la autoridad administrativa. Los derechos que la ley reconoce al autor
son independientes de la propiedad del soporte de la obra. El objeto material no es derecho de autor sino la
obra incorporada en él. La propiedad del autor es sobre la creación. Entre los requisitos para que las obras
sean protegidas están:

– Ser originales y creativas.


– Ser producto del ingenio humano.
– Tener la capacidad de ser divulgadas o reproducidas por cualquier medio.
–El derecho de autor tiene tres elementos básicos:
– La idea.
– La realización de la idea.
– El objeto material que contiene la idea realizada.
En sede nacional, este derecho está regulado en el Decreto Legislativo 822 Ley sobre el Derecho de Autor.

Por tanto, entendemos por derecho de autor a aquel derecho de la persona que cuenta con un
carácter patrimonial como extrapatrimonial. En cuanto al primero, es el provecho económico que puede
obtener el autor al comercializar la obra. Mientras que el segundo involucra la intangibilidad de la obra, es
decir, el reconocimiento que le hagan terceros como autor de la obra, de su ingenio y talento de haberla
producido y el que además no puedan lucrar con ella.

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