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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD
AUTÓNOMA DE PUEBLA
MÉXICO 2020
Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Presentación de la trilogía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Apertura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
CAPÍT U LO I
CAPÍT U LO II
La maquinaria jurídico-administrativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Poderes del Estado y aparatos fiscales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
El funcionamiento: unidad de dirección y jerarquía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Del poder republicano a la élite administrativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
CAPÍT U LO III
CAPÍT U LO I V
A Saruca
F
ruto de una prolongada e intermitente investigación, la trilogía
sobre Fiscalidad y poder en el porfirismo debe corresponder a múl-
tiples apoyos que a lo largo de los años contribuyeron a inspirar
los temas, los problemas, las soluciones y la poética que propone. La
primera, la Facultad de Ciencias Políticas de la unam; las discusiones
generadas en el Seminario de “El Capital” del doctor Raúl Olmedo,
nuestro querido maestro, fueron tejiendo los andamios de mi formación
académica. Cómo olvidar, entonces, las enseñanzas de sus miembros:
Antonio Gutiérrez, José Miguel Torre, Arturo Galván o Manuel Cañas,
así como los consejos de mi maestra Yolanda Trápaga, Patricia de los
Ríos, Guadalupe Rodríguez, Moisés Rosas, Rafael Ochoa, Jorge Mon-
taño y, por supuesto, de Eduardo Barraza y Cristián Calónico. Cómo
relegar los diálogos con Yubila Espinoza, Gina Ramírez, o las críticas,
desde el activismo comunista, de Elvira Concheiro, Lucio Oliver, Ger-
mán Álvarez, Miguel Casillas, Juan-Jo Rodríguez o Ramón Lépez. Y,
por supuesto, la incondicional hermandad de Raúl de la Garza, Patricia
de la Peña, Humberto Avendaño, la recordada Gloria Duarte y la com-
pañía amorosa de Alicia Martínez.
Años de estudio en España y Francia enriquecieron el horizonte, la
perspectiva y la problemática de esta investigación, y dieron profundidad
• 7 •
E
l crecimiento y el desarrollo, el aprovechamiento de los recursos
naturales y la conservación del planeta son problemas de actua-
lidad. El abismo entre países ricos y pobres, entre millonarios y
masas desposeídas –que se acelera desde la Revolución Industrial– se
2
agranda día a día. Guiados por modelos dominantes –en los últimos
años el “neoliberalismo”–, los responsables políticos buscan mantener
atractivas tasas de ganancia para favorecer la inversión, activar la eco-
nomía y legitimarse, sin detenerse ante el deterioro del paisaje natural,
urbano y social.
Después de los primeros años de su independencia, los nuevos paí-
ses que emergieron en el territorio del antiguo Imperio español, busca-
ron adaptarse y ajustarse a las necesidades de la mundialización. Aco-
gieron entonces un modelo de progreso, orientado hacia la exportación
de materias primas a cambio de tecnología, capitales y artículos manu-
facturados provenientes de países ricos. En nombre de la “civilización”
las élites latinoamericanas abrieron sus fronteras, favorecieron la mo-
dernización de las fuerzas productivas y la explotación de sus recur-
sos naturales. Así, adaptaron el modelo de progreso a las condiciones
culturales, políticas, sociales y étnicas de sus países y modificaron para
siempre los paisajes propios.
1
La trilogía sobre Fiscalidad y poder en el porfirismo es la traducción y actualización
ampliada a tres libros, de la tesis doctoral “Fiscalité, économie et pouvoir au Mexi-
que (1867-1911). Instauration, consolidation et chute d’un régime”, defendida en la
Université de Paris-I Panthéon-Sorbonne en 1995.
2
Véase E. Hobsbawm, L’Ere des empires 1870-1914 y T. Piketty, El capital en el siglo xxi
y Capital et idéologie.
• 11 •
3
En México, el Porfirismo aportó una respuesta original y hasta
ejemplar a ese desafío. En efecto, el periodo 1877-1911 cautiva a muchos
historiadores, fascinados por la eficacia de ese régimen, que logró man-
tener un crecimiento económico y prolongar una estabilidad política
4
que modernizó al país y cuyos resultados son aún visibles y deseables.
Sin embargo, si la adaptación del modelo de progreso fue exitosa, la
caída del régimen que lo promovió y los largos años de guerra civil y
violencia sugieren profundas fallas: una contradicción que nos invita a
medir la originalidad y amplitud del éxito, y a descubrir los límites y
fracturas de la vía escogida.
Sin pretender explicar la Revolución —tarea que otros investigado-
res que nos han inspirado ya han realizado con mejor éxito como: H.
Aguilar Camín, A. Córdova, A. Gilly, A. Knight, F. X. Guerra, F. Katz,
E. Semo, H. W. Tobler, J. C. Valadés o J. Womack— proponemos mirar el
Porfirismo a través de la ventana de la fiscalidad. Un aspecto olvidado
por los historiadores y considerado tema económico, jurídico, contable
o administrativo, árido y harto fastidioso. Sin embargo, la fiscalidad
permite observar las complejas relaciones entre la economía y la política,
entre las urgencias financieras del gobierno y las necesidades de la le-
3
De acuerdo con el Diccionario del español usual en México, el concepto Porfirismo es un
sustantivo masculino que se refiere al “periodo de la historia de México, de 1877 a
1911, durante el cual tuvo lugar la dictadura del general Porfirio Díaz, así como a la
doctrina que lo sustentó”. Es decir, la cultura política y el imaginario –articulado por
los mitos del “Hombre necesario”, “el Orden”, “la Paz” y “el Progreso”–, así como a
las obras de modernización realizadas por su gobierno. Porfirista sería “todo lo que se
relaciona con el gobierno de Porfirio Díaz o persona que es su partidario”. Preferimos
utilizar Porfirismo y no Porfiriato –concepto peyorativo, pero afortunado, acuñado
por Daniel Cosío Villegas en los años 1950– a lo largo de esta trilogía, por ser más
adecuado a nuestro propósito. (Diccionario del español usual en México, p. 714).
4
Desde los años 1980 se empezó a revalorar la obra modernizadora del Porfirismo,
que la historiografía heredera de la Revolución ensombrecía, con la obsesión de
mostrar los excesos de la dictadura. Se publicaron entonces varios ensayos y libros
revisionistas esforzados en explicar la naturaleza de la Revolución y del régimen. El
más influyente fue el de F. X. Guerra, Le Mexique: de l’Ancien Régime à la Révolution,
traducido por fce en 1988. Ese revisionismo pasó, en los años 1990 y, sobre todo, a
principios del siglo xxi, a celebrar los logros del régimen y a humanizar la personali-
dad de don Porfirio. Una muestra es la hagiografía de su descendiente Carlos Tello
Díaz, Exilio: un relato de familia, o los seis volúmenes de Enrique Krauze y Fausto
Zerón-Medina. Una síntesis historiográfica de esa controversia la ofrece la biografía
política de P. Garner, Porfirio Díaz. Del héroe al dictador.
5
Véase J. Bouvier Initiation au vocabulaire et aux mécanismes économiques contempo-
raines (xixe-xxe siècles).
6
Véase F. X. Guerra, Le Mexique: de l’Ancien Régime à la Révolution.
7
Es la orientación que predomina en la obra pionera y fecunda de M. Carmagnani
(Véase: “Finanzas y Estado en México 1820-1880”, IberoAmerikanische Archiv, pp.
279-317 y Estado y mercado. La economía pública del liberalismo, 1850-1911.
8
Véase P. Vilar Iniciación al vocabulario del análisis histórico, y Pensar históricamente.
Reflexiones y recuerdos.
9
Véase J. Pérez Siller, Crisis fiscal, Reforma hacendaria y consolidación del poder- Tres
ensayos de historia económica del porfiriato.
10
Véase Josep Fontana, La quiebra de la monarquía absoluta, y “Estado y Hacienda en el
Despotismo ilustrado”, en Estado, hacienda y sociedad en la historia de España.
11
Siguiendo a su maestro M. Kossok, el historiador Enrique Semo ha mostrado el
ciclo de las revoluciones burguesas en México, sus avances y límites. Hoy se les
ve como “transformaciones”: 1ª la Independencia de España; 2ª la Reforma con la
separación de la Iglesia y el Estado; 3ª la Revolución Mexicana… Después de cada
una corresponde una reforma profunda de las instituciones, para adecuar el Estado
a las nuevas condiciones de la sociedad y de la mundialización.
para concertar los intereses de los diferentes actores, con las exigencias
de la mundialización y de la coyuntura interna, económica y social. La
crisis fiscal hace patente, en fin, la necesidad que tienen los actores que
aspiran al poder de reaccionar frente a los límites de la transformación
de la sociedad por el Estado, adaptando constantemente el Estado a los
cambios que sufre la sociedad. Nuestro interés es entonces saber cómo
fue aplicada esta regla durante el Porfirismo.
Esta problemática cambió radicalmente nuestra representación del
Porfirismo, que ahora concebimos como un periodo durante el cual el
papel del Estado se fue adaptando a las nuevas exigencias de la socie-
dad y del proceso de mundialización. Con el propósito de comprender
mejor ese cambio, hemos alargado el periodo de estudio a la República
Restaurada (1867-1876), pues es allí cuando se formula y se inicia la refor-
ma, cuando la concertación (entenderse para actuar en forma concertada)
fracasa en el marco parlamentario (en realidad la República democrática
no logró instaurarse). El Porfirismo hará avanzar la concertación por
otra vía, la de hacerse entender: primero mediante el golpe de Estado
—"Revolución de Tuxtepec"— que derribó a Lerdo de Tejada y puso fin
al intento republicano, laico y federal; después con alianzas y pactos
—la política de conciliación con la Iglesia y los conservadores y, sobre
todo, con los nuevos actores económicos— y, desde 1892, con la dicta-
dura. Una vez consolidada la dictadura, el Estado encuentra sus límites
frente a las numerosas transformaciones de la sociedad que terminarán
por poner en jaque al régimen. La ventana de la fiscalidad, que utiliza-
remos a lo largo de esta trilogía, juega un doble papel en esta narrativa:
como revelador de ese proceso y como óptica innovadora para pensarlo
históricamente.
En el primer libro, Instauración de un régimen fiscal: base de la oligarquía
porfirista, se examinará la problemática de la crisis fiscal y la Reforma
hacendaria, las medidas adoptadas para reorganizar los aparatos de la
Hacienda pública, centralizar la autoridad en la Secretaría de Hacienda,
instalar oficinas en todo el territorio del país y dotarlas de una jurisdic-
ción –que pone límites entre la fiscalidad federal y la de los estados y
municipios– suficiente para transferir una parte de la riqueza produci-
da en las regiones y sostener al gobierno central. El libro termina con
un estudio sobre la trayectoria de los empleados, que hacen funcionar
L
as palabras de José Joaquín Herrera dicen mucho sobre la esperan-
za que depositaron los hombres de la primera mitad del siglo xix en
las finanzas públicas. Ellas fueron pronunciadas en el contexto de
un joven país, con apenas 24 años de existencia, que enfrentaba dificulta-
des para construir sus instituciones, consolidar una autoridad en el territo-
rio y arraigar su soberanía en el concierto de naciones. El comentario fue
expresado en una coyuntura extrema: la inclusión, por el Congreso de
los Estados Unidos, de la República de Texas como un estado más de la
Unión Americana; una decisión que México no pudo aceptar y que lo en-
frentó a la política expansionista de Washington, con las consecuencias
que conocemos: la guerra de conquista animada por los Estados Unidos
(1846-1848) terminó con la pérdida de la mitad del territorio heredado del
Imperio español. Las palabras del presidente Herrera fueron en realidad
una señal de alarma y un grito de auxilio frente a la penuria del gobierno
que impidió financiar —como sí lo hizo el Capitolio en los Estados Uni-
dos— un ejército capaz de oponerse a las tropas invasoras y defender el
territorio mexicano. El riesgo de que la sociedad mexicana “se paralice,
disuelva y perezca” por ausencia de “alma económica” fue inminente.
Los resultados fueron dolorosos, ¿son aún?, para toda una generación.
Diez años más tarde Juárez y los liberales que lucharon, primero
contra los conservadores y luego contra sus aliados franceses, expre-
1
Informe del presidente José Joaquín de Herrera al Congreso, 1845, citado por C. Díaz
Dufoo, Limantour, p. 226.
• 19 •
IMAGEN 1
Antonio García y Cubas,
Carta general de la República Mexicana, ca. 1868
federal. Cierto, el sistema fiscal está en estrecha relación con las formas
que adopta el poder y con la organización política del territorio. Las
nuevas condiciones abiertas con el triunfo juarista exigieron una pro-
funda reorganización de todo el sistema fiscal. En primer lugar, se tuvo
que reestructurar la Secretaría de Hacienda: organizar los aparatos de
dirección y administración; restablecer y articular las oficinas de recau-
dación en el interior del país; y definir obligaciones y responsabilidades
de cada una. En segundo lugar, delimitar las atribuciones fiscales pro-
pias al poder federal y al de los poderes regionales (estaduales y mu-
nicipales); imponer un estado de derecho fiscal federal respetado por
los ciudadanos y por las autoridades locales en toda la República. En
tercer lugar, se tuvo que capacitar y actualizar a una importante masa
de empleados, los burócratas o “escribientes”, con el fin de hacer funcio-
nar todo el sistema. En fin, y no por ello menos importante, había que
superar la endémica crisis fiscal que ahogaba al erario.
¿Cómo se dio este proceso?, ¿quiénes fueron los actores, cuáles las
iniciativas y los obstáculos que encontraron para construir la autoridad
fiscal?, ¿qué formas de organización adoptó el aparato hacendario para
captar una parte de la riqueza generada en el territorio, que le permitie-
ra superar el deficiente, sostener al gobierno central y fomentar la econo-
mía?, ¿qué negociaciones estableció el poder central con los estados para
no quebrantar la soberanía regional e inhibir el crecimiento?, ¿qué perfil
tenían los hombres que dirigieron el aparato hacendario y qué prácticas
realizaron para que fuera eficiente?, ¿qué relaciones establecieron con
los actores económicos y políticos? En fin, si el “milagro porfirista” –ca-
racterizado por un crecimiento sostenido, una estabilidad política pro-
longada y el afrancesamiento de las élites y de la cultura urbana– fue
abatido por una violenta revolución, es natural que nos preguntemos
¿qué luz aporta el estudio de la instauración de un régimen fiscal, para
entender esos procesos y comprender sus contradicciones?
Basado en una abundante documentación del archivo histórico de la
Secretaría de Hacienda, en escritos oficiales y en publicaciones de época,
y a través de una perspectiva histórica que articula los problemas admi-
nistrativos, fiscales, económicos, sociológicos, jurídicos y políticos, este
libro ofrecerá algunas respuestas a esas interrogantes. Al lector corres-
ponde juzgar su pertinencia y sus alcances.
cr isis fiscal
y r efor m a financier a
Guillermo P rieto,
Lecciones elementales de economía política, 1871
E
ntre 1821 y 1867, México vivió muchos momentos de inestabi-
2
lidad política, económica y social. Sumemos a esto una crisis
fiscal permanente que debilitaba al gobierno y, en ocasiones, lo
arrastraba a su caída: sin ingresos para cubrir los gastos, no podían
aplicar ninguna política para consolidarse ni hacer frente a los levanta-
mientos opositores o a las intervenciones extranjeras.
La crisis fiscal se manifestaba en un déficit presupuestal progre-
sivo, que obligaba a los secretarios de Hacienda a buscar recursos por la
vía del crédito o aumentar los impuestos, sin por ello llegar a restable-
cer el equilibrio. El desbarajuste administrativo, la reducción de ingresos,
el aumento de los gastos y los elevados pagos de la deuda pública (que
1
Guillermo Prieto, Lecciones elementales de economía política, dadas para las escuelas de
jurisprudencia de México en el curso de 1871, p. 506.
2
Entre 1821 y 1867 el país conoció 47 gobiernos, tres intervenciones extranjeras, la
pérdida de la mitad de su territorio y numerosas guerras civiles que conmovieron
toda la sociedad.
• 25 •
IMAGEN 3
Erario público
3
De 1821 a 1867 se hicieron 125 nombramientos de secretario de Hacienda, que reca-
yeron en 87 personas diferentes. Ciertos secretarios ocuparon el puesto durante al-
gunos días… Imaginamos entonces la imposibilidad de dar cualquier continuidad
a la política financiera.
4
Sobre las propuestas de Lorenzo de Zavala véase el estudio de Antonio Serrano,
“Tensar hasta romperse, la política de Lorenzo de Zavala”, en Los secretarios de Ha-
cienda y sus proyectos, pp. 87-110.
5
Memoria de Hacienda, en adelante mh, enero, 1844, p. 5.
6
Véase Cuadro 1.
CUADRO 1
Comparación de ingresos (1792-1867) (millones de pesos)
Fuentes: Para 1765 y 1781, Lucas Alamán, Historia de México, p. 38; para 1792 y 1802, A. Hum-
boldt, Ensayo..., p. 540; para 1804 a 1809, J. J. Tepaske, “La crisis financiera del Virreinato...”,
cuadro 9; para 1812 a 1816, P. Macedo, La evolución..., p. 369; y para 1821 a 1867, mh 1870,
pp. 834-835.
CUADRO 2
Estructura de ingresos de un año promedio (Porcentajes)
Tributos 10.4
Fuentes: los datos del periodo 1785-1789 son de Humboldt (p. 5) y los de 1822-1867 de M.
Romero (mh 1870, pp. 835-846).
*Acuñación de moneda y varios derechos sobre la explotación de minas y sus produc-
tos. **Alcabalas, derechos sobre el pulque, contribución federal e impuestos del Timbre.
***
Almojarifazgo (derechos sobre la importación) y derechos aduanales.
CUADRO 3
Estructura de los gastos federales promedio (1822-1867)
Fuentes: Memoria de Hacienda 1870, pp. 857-880, G. Aguilar, Los presupuestos federales desde la
colonia...
7
Sobre la gestión de Luis de la Rosa véase el capítulo de Laura Suárez de la Torre, “Luis de
la Rosa, ministro de Hacienda”, en Los secretarios de Hacienda y sus proyectos…, pp. 267-290.
8
mh 1845, p. 8.
9
Esa situación ayuda a explicar la táctica, muchas veces utilizada por los enemigos
del gobierno, durante todo el siglo xix, incluso durante la Revolución. El primer
paso de los oponentes consistía en controlar las aduanas y, sobre todo, la de Vera-
cruz (¡percibía casi el 40 por ciento del total de los ingresos federales!).
10
Las quejas de los ministros eran continuas; el periódico El Cosmopolita escribía en sep-
tiembre de 1836: “El secretario de Hacienda no es más que un cajero del de la Guerra”.
Véase C. J. Sierra, Historia de la administración hacendaria en México, pp. 24, 66.
conduce a una disyuntiva terrible pero precisa […] o se establece una lu-
cha entre los poderes de la nación misma, identificada con las fortunas
individuales o desatendida la administración en su mayor parte se deja
vacilar el orden público y camina la sociedad a su disolución; porque a la
verdad sin pagarse con puntualidad a los funcionarios y empleados, no
puede haber exactitud ni disciplina en ellos, ni el gobierno puede dar a
conocer su existencia sino entre los muros de su gabinete; sin seguridad en
la subsistencia de los magistrados y sus agentes inmediatos, la adminis-
tración de justicia queda expuesta a la venalidad; sin socorrer al ejército,
el soldado puede hacerse enemigo del Estado en vez de servirle de escudo;
sin satisfacer las obligaciones que el gobierno ha contraído con los parti-
culares en sus transacciones recíprocas, el crédito ya perdido no puede
11
restablecerse.
12
En mayo de 1834, Juan José del Corral renunció a la Secretaría de Hacienda por
las presiones de los especuladores. En su carta al presidente critica la tolerancia
del gobierno frente a los acreedores, que ofrecen maliciosamente su dinero fresco
a cambio de la explotación de los impuestos. Véase mh 1834, pp. 24-28, Breve reseña
sobre el estado de la Hacienda y del que se llama crédito público..., y C. J. Sierra, Historia
de la administración hacendaria, p. 26.
13
Estas palabras, pronunciadas por Bulnes, fueron retomadas y repetidas por los inte-
lectuales de la época. Véase P. Macedo, La evolución mercantil. Comunicaciones y obras
públicas. La Hacienda pública. Tres monografías que dan idea de una parte de la evolución
económica de México… p. 423.
IMAGEN 4
Caída de Santa Anna
14
Véase el capítulo de Cecilia Noriega, “El ‘prudente’ funcionario, José María Boca-
negra”, en Los secretarios de Hacienda y sus proyectos, pp. 111-146.
15
Véase mh 1833-1834, pp. 6-8.
16
Plan de Hacienda para la República Mexicana dedicado al Exmo. Sr Presidente, benemérito
de la patria... Antonio López de Santa-Anna.
17
Hacienda pública, Breves indicaciones que manifiesta la urgente necesidad de establecer un
Nuevo sistema de Hacienda que reemplace al que actualmente rige en el Imperio, México,
Imprenta Literaria, 1864, 80 p.
18
En 1846, el periódico El Monitor Republicano criticaba con estas palabras los defectos
de la contabilidad pública: “el gobierno no sabe cuánto debe, ni con qué recursos
puede contar; mientras no haga una liquidación de sus entradas y salidas, estará en
la incapacidad de mejorar sus ingresos”. véase C. J. Sierra, Historia de la administra-
ción, p. 40.
19
Desde la Independencia, se utilizaron varios sistemas de contabilidad. El más usual
fue el llamado “deber y haber”, que se hacía en partidas simples, figurando de
forma separada los ingresos y los gastos. Véase Reflexiones sobre el acuerdo del Senado
relativo a la adopción del sistema de partida doble, para las cuentas del erario público.
20
A pesar de la edición, en 1850, de un tratado sobre el sistema de “partida doble”,
su adopción por la burocracia dilató decenios. En 1866 había aún opiniones hostiles
que estimaban que dicho sistema era muy complicado. El teórico más importante
sobre este método de contabilidad fue Julio Jiménez, quien sería contador de la
Tesorería durante el Porfirismo. Su obra se convirtió en la Biblia de la burocracia:
Apuntes de contabilidad o teoría de la aplicación del sistema de partida doble en la Tesorería
general de la nación... Para las críticas véase Vicente Ortigoza, Cuatro memorias sobre
puntos de administración, p. 42.
Todo aquel que vuelva la vista con ánimo despreocupado sobre el cua-
dro que presenta la República Mexicana, conocerá luego a luego que el
funesto influjo de las revoluciones se ha hecho extensivo a la hacienda
federal; pero de tal modo, que la ha viciado en su esencia, relajando todos
los resortes de la máquina que la componen […]. Consecuencia necesaria
de esas mismas agitaciones es que el legislador se haya visto impedido en
dedicar sus útiles tareas al arreglo de un ramo que en otras circunstancias
hubiera sido objeto preferente de su atención. Los intervalos de tranquili-
dad han sido tan efímeros, que no han permitido una reforma radical en
la hacienda; así es que puede decirse que ella ha caminado con la incerti-
dumbre propia de nuestra infancia, sin sistema, sin plan y sin objeto final
21
y conocido.
21
mh de 1835, pp. 19-20. Para mayores referencias sobre este ministro, véase Yáñez
Ruiz, op. cit., t. 1, p. 325 y C. J. Sierra, op. cit., p. 30.
22
Dice en su mh: “El principio de las reformas será arreglar el presupuesto general de
gastos, reduciéndolo a lo absolutamente necesario en todos los ramos de la admi-
nistración: cerrar las puertas a la creación de empleos y fijar principios inalterables
para proveerlos [...], calcular por los mejores datos del momento los productos de
nuestras contribuciones, para nivelarlas a los egresos” (mh 1835, pp. 22-23).
23
Véase mh 1845, pp. 2-3.
24
Ibid., p. 3.
25
Esta era la opinión de una Comisión especial del Senado que proponía en un in-
forme reducir salarios de altos funcionarios, en espera de un plan global. Dictamen
de la Comisión especial del Senado sobre el proyecto relativo a nivelar los ingresos con los
egresos de la Hacienda pública.
26
mh 1848, p. 2.
27
Esta idea, repetida durante todo el siglo xx y hasta hoy en día, fue desarrollada en
el folleto Observaciones acerca de la Administración financiera en la época del gobierno
provisional (1845), pp. 12-16, así como en la célebre Memoria de Hacienda de Matías
Romero (mh 1870, p. 1005).
28
exterior y ciertas contribuciones directas. Otros pensaron en gravar la
industria minera, el comercio interior, los textiles y hasta crearon contri-
buciones prediales sobre ventanas y balcones de casas y edificios… Esos
impuestos se establecieron sin ningún orden, método o sistema y sin que
por ello aumentaran significativamente los ingresos del Tesoro.
Un sistema fiscal no se construye de la noche a la mañana. Se debe
escoger el objeto de imposición, establecer su base y buscar un meca-
nismo adecuado para su recaudación. ¡Pero nadie ama pagar impuestos!
Siempre hay resistencias, descontento, evasión, incluso revueltas... Se tie-
ne, entonces, que sensibilizar a los ciudadanos; hacerles comprender su
necesidad; manifestar el beneficio social que recibirán a cambio de
su contribución; educarlos y, a veces, hasta forzarlos a cumplir sus debe-
res fiscales. En 1841, el secretario Manuel Canseco proponía una solución
para ello. Afirmaba que la clave para crear un sistema fiscal residía en la
educación moral y cívica del pueblo: “El verdadero arreglo de un sistema
de hacienda —subrayaba— tiene una raíz cardinal, a saber, la educación
religiosa y civil, pues con estos esenciales principios habrá buenos contri-
29
buyentes, buenos jueces de hacienda y buenos empleados”…
Todos aceptan la necesidad de moralizar a los contribuyentes y al
personal de Hacienda, de cumplir los deberes ciudadanos, pero no por
ello son favorables al incremento de los impuestos: “pretender equi-
librar los ingresos y gastos mediante contribuciones excesivas —afir-
man—, conduce a la ruina de la sociedad”. En el Plan de Hacienda de
1847 ya se había denunciado esa medida; suprimir todos los impues-
tos y crear la “contribución única”. Esta misma idea fue actualizada en
1864 por el consejero financiero de Maximiliano, Vicente Ortigoza, en su
propuesta de programa para la Hacienda imperial, donde resalta la im-
portancia de la Administración Pública, afirma –para curarse en salud
por su colaboración con el Imperio– que “la historia de los pueblos ha
demostrado que las formas de gobierno han tenido menos influencia
en su destino que una buena administración”. Y propone reformar la
administración y aplicar medidas liberales para poner orden en el caos
28
Sobre las iniciativas y políticas de José Ignacio Esteva, véase el capítulo de Luis
Jáuregui, “Control administrativo y crédito exterior bajo la administración de José
Ignacio Esteva”, en Los secretarios de Hacienda y sus proyectos…, pp. 55-86.
29
mh 1841, pp. 6-7.
30
de la hacienda. “El primer deber —escribe— es el de proteger, por
todos los arbitrios y medios posibles, el libre desarrollo de la industria
y del comercio”. Al mismo tiempo, plantea luchar contra las importa-
ciones que compiten con los “productos nacionales”, introducir la libre
exportación de productos agrícolas y mineros, y suprimir las aduanas
interiores, llamadas “alcabalas”. Esta última medida –compleja y nece-
saria– debería aplicarse de manera progresiva, una vez establecida la
paz, la moralidad y el progreso material (que incluye la construcción de
caminos, de telégrafos y de correos).
Para mejorar la administración imperial, continúa Ortigoza, es ne-
cesario recuperar la confianza y el crédito: “cuando una nación, sea por
causa de guerras internas o de guerras extranjeras, rompe el equilibrio
presupuestal, no le queda otro camino para restablecerlo que recurrir
31
a la organización del crédito”. El Estado debería entonces comenzar
por reconocer sus deudas, único medio para recuperar la confianza y
superar la crisis. Al poner el acento en una buena administración, más
que en la “forma de gobierno” (imperial, republicana o dictatorial…),
Ortigoza justifica plenamente la “administración impuesta por los fran-
ceses”. Y no deja de tener razón sobre el espinoso tema de la deuda
pública que, como sabemos, arrastra la Hacienda a un “círculo vicioso”
y la subordina a los intereses de los prestamistas. Sobre este aspecto
abundan comentarios y opiniones.
En 1848, por ejemplo, frente a la iniciativa de crear un banco pri-
vado, Juan José del Corral emprendió una cruzada contra los especu-
ladores (que ya había denunciado en 1833, cuando ocupó por primera
vez el puesto de oficial mayor de Hacienda). Imprimió un folleto donde
afirma que los agiotistas ejercen una influencia creciente en el gobierno
y dominan las oficinas de recaudación, mientras que la mayor parte de
los ingresos fiscales van a sus bolsillos. Los acusa de mantener el Tesoro
en la penuria y contribuir a la inestabilidad económica y social del país:
30
Vicente Ortigoza, p. 80.
31
Ibid., p. 79.
32
Aunque un poco exagerado, ese comentario revela bien la situación. Véase J. J. del
Corral Breve reseña sobre el estado de la Hacienda y del que se llama crédito público, o sea
exposición de los males y ruinas de la República a la que la han llevado y siguen conduciendo
las maniobras de los agiotistas y de los malos empleados, 1848, p. 26.
33
Idem.
34
Desde 1824, J. J. del Corral ya lo había denunciado. En su folleto de 1848 lo resume
así: “El agiotaje establecido sobre sus fondos se había apoderado de la hacienda y
créditos de todas clases, presentes y futuros: ejercía ya una poderosa influencia,
y aspiraban los agiotistas al poder absoluto en todos los ramos de la administración
pública”. Corral, op. cit., p. 29.
35
Véase mh 1841, pp. 6-7.
36
lera y las reflexiones de J. J. del Corral. Cinco años más tarde otro gru-
po de comerciantes, dirigidos por el activo empresario poblano Manuel
Escandón, renovó esa propuesta. Pretendían crear un banco nacional
con un capital de seis millones de pesos y ofrecer al gobierno un crédito
anual de nueve millones. A cambio, exigían la administración pura y
37
simple de todos los ingresos públicos.
Esa iniciativa fue impugnada en 1853 por el ministro, también pobla-
no, Antonio Haro y Tamariz, en un largo documento dirigido a su Alteza
Serenísima Don Antonio López de Santa Anna, publicado pocos días an-
tes de su caída. Ahí, el ministro expone un plan de reformas financieras.
Y advierte que, además de las nefandas repercusiones económicas, ceder
a la iniciativa de los agiotistas traería graves consecuencias políticas:
36
Esta idea se manejó en 1844, pero se presentó de manera formal a la Cámara de
Diputados hasta el 24 de octubre de 1848, por el ministro Manuel Piña y Cuevas. Se
pretendía el establecimiento de un banco nacional de crédito público, de depósito,
circulación y descuento (artículo 1o.). El banco se fundamenta en la buena fe de
la República, quien considerará sus capitales intocables (art. 2o.); se ocupará de la
administración, consolidación, conversión y amortización de la deuda nacional, y
beneficiará de ocho millones de pesos de la indemnización que los Estados Unidos
pagarán a la República… (artículo 3o.). Véase C. J. Sierra, op. cit., p. 51.
37
El proyecto es de 80 páginas con 16 cuadros estadísticos. Aborda diversos aspectos
de la Hacienda pública (deficientes de 1821 a 1850, ingresos aduanales, contribu-
ciones, deuda interior y externa, presupuesto militar, empleados, etcétera). Véase
Cuestión del día. Reflexiones sobre la Hacienda pública y el crédito, escritas con motivo
del proyecto presentado al Supremo Gobierno para la formación de un Banco Nacional y el
arrendamiento o administración de las rentas.
38
mh 1870, p. 407-409.
39
En ese año, José María Luis Mora fundó el Partido del Progreso que se proponía
lograr la independencia interna del Estado frente a la Iglesia y el ejército, y crear
un gobierno laico. Se propone sacar al erario de la bancarrota quitando a la Iglesia
parte de su riqueza.
40
Los razonamientos de Esteva son importantes: “Pensé –dice el ministro— que se
podía hacer un arreglo con el venerable clero, para que, sin desmembrar su riqueza,
salvara los apuros actuales del Estado, poniendo en circulación, por lo mismo, toda
la deuda interior, dándole valor en el mercado, e identificando con esto la suerte del
gobierno con la del mismo clero y con la de los acreedores”. (mh 1870, p. 336).
Las medidas propuestas por los banqueros, de una parte, y por los
conservadores ilustrados y los liberales, por la otra, ponían énfasis en
reconsiderar las relaciones entre el Estado y los grupos de propietarios:
los primeros proyectaban relacionar al gobierno con los agiotistas; los
segundos incluían, además, a la Iglesia. Este aspecto ya había sido iden-
tificado por el ministro Joaquín Lebrija, en su análisis sobre la crisis
financiera. En la Memoria de Hacienda de 1835, al hablar sobre el enorme
déficit presupuestal, Lebrija se preguntaba sobre la manera de cubrir la
falta de recursos y señalaba:
41
mh 1870, p. 408.
42
En la exposición de Lebrija se avanzan ejemplos sobre las nefandas consecuencias:
“a la verdad sin pagarse con puntualidad a los funcionarios y empleados, no puede
haber exactitud ni disciplina en ellos, ni el gobierno puede dar a conocer su exis-
tencia sino entre los muros de su gabinete; sin seguridad en la subsistencia de los
magistrados y sus agentes inmediatos, la administración de justicia queda expuesta
a la venalidad; sin socorrer al ejército, el soldado puede hacerse enemigo del Estado
en vez de servirle de escudo; sin satisfacer las obligaciones que el gobierno ha con-
traído con los particulares en sus transacciones recíprocas, el crédito ya perdido no
puede restablecerse”. Citado en Yáñez Ruiz, op. cit., t. i., pp. 364-365.
años. La segunda, más radical, sugiere una lucha abierta, animada por
el Estado, contra los privilegios de propietarios —un ataque al sistema
de apropiación y distribución de la riqueza— con el fin de obtener re-
cursos suficientes para sostener al gobierno. Y para ello el Estado debía
confiscar una parte de los bienes de la Iglesia y afectar las fortunas de
los especuladores.
La Iglesia se beneficiaba de una gran autoridad moral y económica
que le permitía rivalizar con el poder del Estado. Su base material es-
taba formada por una masa considerable de bienes –inmuebles, tierras
urbanas y rústicas– y cuantiosos capitales, así como por los ingresos de
los diezmos y las limosnas. Una fuerza moral y económica –al origen
de varias sublevaciones armadas– que los liberales pretendieron minar
con la Constitución de 1857 y, sobre todo, con las Leyes de Reforma,
pero que levantó tal oposición –entre los conservadores– que animó la
guerra civil (1861-1863) y facilitó la Intervención Francesa (1863-1867).
Episodios de la misma naturaleza permiten calificar al periodo 1861-
1867 como el de “Las Guerras de Reforma”.
En 1859, Miguel Lerdo de Tejada, ministro de Hacienda de Juárez,
expuso los motivos de estas leyes: era necesario, según él, tomar medi-
das enérgicas para poner término a la bancarrota de la Hacienda públi-
ca y “a la guerra sangrienta que una parte del clero hace por mantener
43
sus privilegios heredados de la Colonia”. Los bienes de la Iglesia se-
rían confiscados y vendidos en subasta; el gobierno aceptaría en pago
44
los títulos de la deuda pública. Así, muchos particulares tendrían la
posibilidad de adquirir esos bienes y la Iglesia vería limitado su poder
económico. El objetivo político de esa medida era el de “crear grandes
intereses que se identifiquen con la reforma social y que contribuyan
43
El proyecto liberal de Miguel Lerdo de Tejada comprendía: “En primer lugar deben
abolirse para siempre las alcabalas, los contrarregistros, los peajes, y en general, to-
dos los impuestos que se recaudan en el interior de la República sobre el movimien-
to de la riqueza, de las personas y de los medios de transporte que conducen unas y
otras [...]. señalar las rentas que pertenecen a los Estados y al gobierno general […]
aligerar, en fin, los impuestos al comercio exterior y a la industria minera, y liberar
los productos de exportación”. (mh 1870, pp. 499-501.)
44
La venta de bienes confiscados se hacía en tres pagos: una tercera parte en líquido,
otra en títulos de la deuda pública y el resto a crédito. Véase mh 1870, pp. 499-501.
45
de una manera eficaz a la marcha liberal y progresista de la Nación”.
En otros términos, se trataba de favorecer una comunidad de intereses
—con los nuevos propietarios de bienes confiscados— capaz de hacer
avanzar al proyecto reformista. Paradójicamente, la Intervención Fran-
cesa y las políticas liberales de Maximiliano, ante la gran desilusión de
46
los conservadores y la jerarquía católica, aceleraron ese proceso.
Si Haro y Tamariz, Lebrija y los reformistas vieron la solución en
modificar las relaciones de propiedad, sus propuestas omitieron el
problema de las relaciones de producción. Fueron en realidad algunos
conservadores quienes apostaron —sin obtener éxito— a la aplicación
de medidas para favorecer la producción nacional. Recordemos la co-
nocida propuesta de Esteban de Antuñano: en los años treinta creó el
célebre Banco del Avío para desarrollar la industria textil y fomentar su
tecnificación. Los recursos de esta institución provenían de una parte
de los ingresos aduanales y deberían servir para dotar a la naciente
47
industria de moderna tecnología. Recordemos también el proyecto
de construcción de una línea de ferrocarril de México a Veracruz, con-
cebida por Manuel Escandón, y emprendida por la administración de
48
Maximiliano. Desde su exilio en 1866, Juan A. Zambrano, ministro del
gobierno de Juárez, constató los fracasos de esas iniciativas:
Hasta hoy los esfuerzos de todos los gobiernos se han reducido a conse-
guir recursos con el exclusivo objeto de cubrir los gastos mayores o meno-
res, sin cuidar de destinar algo para desarrollar las fuentes de la riqueza
45
El proyecto preveía la separación de la Iglesia y el Estado, la supresión de las corpo-
raciones religiosas, las cofradías, fraternidades, etcétera, la nacionalización de sus
bienes y la prohibición, a la Iglesia, de intervenir en la vida secular. Véase mh 1870,
pp. 498-501.
46
Ante la sorpresa de los conservadores y de los clérigos que los habían traído a Méxi-
co, las medidas adoptadas por el general Bazaine, primero, y por Maximiliano, des-
pués, terminaron por reconocer las leyes juaristas, en particular la desamortización
de bienes de la Iglesia, la separación de esta y el Estado y, sobre todo, la libertad de
cultos.
47
Véase el libro clásico de Robert A. Potash, El banco del avío de México, El fomento de la
industria, 1821-1846.
48
Desde 1864, la administración de Maximiliano contrató sendos empréstitos para
iniciar los trabajos del Ferrocarril Mexicano. Para 1867 ya estaban en explotación
algunos kilómetros.
pública, que son los únicos que aumentan la riqueza nacional, y con lo cual
49
se pueden hacer con desahogo los gastos, cuando hay orden y economía.
El problema,
la Reforma y la oposición
A primera vista, la crisis fiscal residía en un desequilibrio entre los gas-
tos y los ingresos. Es por ello que todos los proyectos tendían a aumen-
tar los ingresos, mejorar su administración, reducir los gastos, hacer
economías, o acabar con la corrupción. Pero la solución a una crisis fis-
cal no depende, como se cree generalmente, de medidas administrati-
vas, contables o morales. Se trata esencialmente de repensar el proble-
51 52
ma a nivel social e histórico, propio del país considerado.
Veamos bien la situación ¿Cómo equilibrar el presupuesto? Toda
Administración Pública tiene a su disposición tres tipos de medidas o
49
Juan A. Zambrano, Apuntes para formar un plan de Hacienda escritos en Nueva York
por..., p. 17.
50
El triunfo de los reformistas afirmó la separación definitiva de la iglesia y el Estado,
así como la confiscación de sus bienes. Véase J. Bazant, Los bienes de la iglesia en Mé-
xico (1856-1875).
51
En los trabajos de Josep Fontana y de Jean Bouvier encontramos una óptica global
sobre las finanzas públicas. Véase, en especial, J. Fontana, La quiebra de la monarquía
y el capítulo “Historia y hacienda en el despotismo ilustrado”, en Estado, hacienda
y sociedad, así como J. Bouvier, Initiation au vocabulaire, y “L’Etat et les finances pu-
bliques” en Annales, marzo-abril, 1978.
52
Recordemos la mirada de Guillermo Prieto sobre la crisis fiscal: “La cuestión de ha-
cienda de nuestro país, encierra la solución de su manera de ser; tras de los números
que la hagan valuable, se deben descubrir, las relaciones internacionales, las cues-
tiones de ejército, de clero, de colonización, de comunicaciones, en una palabra, de
civilización”. Lecciones de economía política. Apud C. J. Sierra, Historia de..., p. 66).
arbitrios, como se decía entonces: reducir los gastos; aumentar los im-
puestos; o recurrir a los préstamos. En las circunstancias que hemos
descrito, la reducción de los gastos era imposible, al menos poco pro-
bable ante las exigencias de las guerras civiles y de las intervenciones
extranjeras que elevaron los presupuestos militares y de policía. El
aumento de los ingresos, mediante el alza de tarifas o la creación de
nuevos impuestos, aparecía como draconiano para los contribuyentes
debido a la fragilidad de la economía. La vía del crédito, como ya lo
vimos, encadenaba al gobierno a los especuladores y disminuía, a la
larga, la captación de ingresos. En pocas palabras, esas tres medidas
o “arbitrios” propios de la Secretaría de Hacienda, eran insuficientes e
inoperantes.
El problema debía formularse de otra manera: observar las relacio-
nes entre el Estado y la sociedad; medir su impacto en el desarrollo
económico, en la manera como se distribuyen los excedentes y en la
forma en que se ejerce la soberanía. En efecto, cuando una economía
crece, hay más excedentes, el Estado percibe más ingresos y dispone de
más recursos para sus gastos. Sin embargo, el crecimiento económico
no garantiza una mejor o equitativa distribución de la riqueza, por el
contrario, la concentración y centralización de riqueza es lo propio del
capitalismo. Ella está determinada por la evolución de la sociedad y la
cultura de las clases sociales y, sobre todo, por las relaciones de poder
entre ellas: los hacendados, con su peculiar forma de producción; los
rentistas, con sus propiedades; los manufactureros, con su industria; la
Iglesia, con sus bienes paralizados; las clases trabajadoras, envolviendo
a peones enganchados o acasillados, etcétera. Es decir, depende de la
forma en que la sociedad produce y se reproduce en su conjunto –eco-
nómica, política y culturalmente– y de las relaciones políticas y de so-
ciabilidad entre sus miembros.
La crisis fiscal supone, a fin de cuentas, enfrentar tres problemas
profundos: el crecimiento económico, la distribución de la riqueza y la
sociabilidad, problemas que se deben pensar históricamente y consi-
derar como signo, consecuencia y causa del proceso de transición de la
sociedad novohispana a la nacional: de la Real Hacienda a la Hacienda
pública; del poder de la Corona del Imperio español a la consolidación
del Estado mexicano; de la soberanía del rey a la soberanía popular; en
53
No olvidemos que entre 1828 y 1867 se suceden varias intervenciones extranjeras:
la primera de España que, apoyada por la Santa Alianza deseaba reconquistar sus
antiguas colonias. De hecho, lo intentó en 1829 con la expedición del brigadier Isi-
dro Barradas. La reacción fueron tres leyes, entre 1829 y 1833, de expulsión de es-
pañoles que provocaron la fuga de capitales. Durante los años treinta se enfrentó la
separación de Texas, 1836, y estalló el incidente con Francia llamado “Guerra de
los pasteles”, 1838. De 1846 a 1848, Estados Unidos invadió el país y se apropió
de la mitad del territorio. En 1853 Santa Anna cedió a las amenazas y vendió “La
Mesilla” a Estados Unidos. En fin, de 1862 a 1867, aliado a los conservadores, Na-
poleón III intervino y su ejército ocupó el país para establecer el efímero Imperio
de Maximiliano.
54
En 1905, el general Niox, antiguo miembro del cuerpo francés expedicionario nos
libra esta reflexión: “Fue en esta guerra donde se formaron los jefes y soldados que
forman actualmente el núcleo del joven Ejército mexicano; fue esta guerra que dio a
México conciencia de sus derechos y fortaleció la idea de Patria; fue, en fin, a partir
de la Intervención Francesa que se dio la consolidación de la República mexicana”.
“C’est dans cette guerre que se sont formés les chefs et les soldats qui ont constitué
le noyau de la jeune armée mexicaine actuelle ; c’est cette guerre qui a donné au
Mexique conscience de ses droits et fortifié l’idée de Patrie ; c’est enfin de l’inter-
vention française que date la consolidation définitive de la République mexicaine”.
Véase: G. Niox, “Armée et marine”, en Le Mexique au début du XXe siècle, par MM.
le prince Roland Bonaparte et al, t. 2, p. 270).
55
que separa al súbdito del ciudadano”, diría Guillermo Prieto; la forma
de organización social que distingue al antiguo régimen del moderno; la
naturaleza jerárquica de la sociedad novohispana y de la nacional.
Así, la Ley de impuestos y la de presupuestos de gastos públicos
56
expresan la soberanía ciudadana. La Constitución de 1857 reconoce
que “la soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo”
(artículo 15), que los ciudadanos deben “contribuir a los gastos públicos,
así como de la federación, del estado y del municipio en que residan, de
la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes” (artículo
31). Y establece (artículos 68 y 69) los mecanismos para que los legislado-
res procedan al voto del impuesto y del presupuesto de gastos.57
55
En sus Lecciones elementales de economía política, impartidas en 1871, Guillermo Prie-
to cita un artículo del político y jurista francés Anselme Batbie: “Comencemos a
fin de esclarecer la noción de impuesto, por establecer la diferencia que separa la
concepción moderna de la idea que sobre esto tenían los antiguos. Hasta el año de
1789 el impuesto ha sido considerado como un tributo, un homenaje pagado por los
súbditos a un soberano que podía exigirlo en virtud de un derecho anterior y supe-
rior. El estado llano [Tiers état] protestó en los estados generales contra esta teoría
de derecho divino; pero el no pudo hacerse escuchar sino en tiempo de miseria, y
sus protestas no fueron escuchadas sino por raros intervalos, mientras que el rey,
la nobleza y el clero no cesaron en hacer creer que la nación podría ser grabada sin
su consentimiento. Hoy el impuesto no es un tributo ni una renta; es la parte con
que cada uno contribuye a los gastos públicos; es decir, no es la carga impuesta al
súbdito por su señor, sino la contribución establecida después de las deliberaciones
que los ciudadanos representados por los mandatarios para hacer soportar los cos-
tos que tiene la organización de la sociedad. Entre las dos mociones hay la distancia
que separa al súbdito del ciudadano”. Anselme Batbie, Curso de Economía política...
apud Guillermo Prieto, op. cit., p. 507.
56
“El voto de los impuestos por los representantes de la nación fue una de las prime-
ras máximas que proclamaron los fundadores del nuevo derecho público”, “Le vote
de l’impôt par les représentants de la nation fut une des premières maximes que
proclamèrent les fondateurs du nouveau droit public”. Ansel Batbie, Précis de droit
public et administratif, p. 18.
57
En el artículo 68 se dice: “El segundo período de sesiones [1º abril al 31 de mayo]
se destinará, de toda preferencia, al examen y votación de los presupuestos del
año fiscal siguiente; a decretar las contribuciones para cubrirlos”, mientras que el
69 señala: “El día penúltimo del primer periodo de sesiones [13-14 de diciembre],
presentará el Ejecutivo al congreso el proyecto de presupuesto del año próximo ve-
nidero y la cuenta del año anterior. Uno y otro pasarán a una comisión compuesta
de cinco representantes nombrados en el mismo día, la cual tendrá la obligación de
examinar ambos documentos y presentar el dictamen sobre ellos, en la segunda
sesión del segundo periodo [2-3 de abril]”.
58
Así la califica F. X. Guerra en Le Mexique..., op. cit.
59
Para más detalles sobre la bibliografía fiscal que se publicó entre 1867 y 1910 véase
J. Pérez Siller, La fiscalidad, un observatorio para el historiador. Ensayo de historiografía
sobre el porfirismo: 1867-1995.
60
Véase: J. Pérez Siller, Crisis fiscal, Reforma hacendaria y consolidación del poder. Tres
ensayos de historia del porfiriato.
61
El proyecto de reforma fiscal de Matías Romero fue presentado al Congreso el 1o.
de abril de 1869 (veáse Iniciativa... y mh). La síntesis de la evolución del pensamiento
fiscal de sus predecesores fue el objeto de la mh 1870, en la que Romero desarrolla
su proyecto, mismo que reformuló, adaptándolo a las circunstancias políticas del
Congreso, en las mh 1871 y de 1872.
62
aumentar de manera durable los ingresos del Tesoro”. Este objetivo se
traduce en una política económica tendiente a considerar la industria
minera como el eje articulador de la economía, modernizar la agricul-
tura, desarrollar la producción de mercancías, activar el consumo inter-
no, ensanchar los mercados e impulsar las exportaciones. Para lograr
esos objetivos el ministro juzgó necesario construir una amplia red de
vías de comunicación (telégrafos, caminos y, sobre todo, ferrocarriles),
fomentar la colonización con inmigrantes europeos y dar seguridad a
63
los inversionistas.
Con el fin de ahondar en esta política, se transcriben algunos párrafos
de la exposición de la reforma propuesta por Matías Romero. En primer
lugar, su diagnóstico de la situación de México en 1870:
62
Los argumentos de la propuesta de Romero, publicados entre 1868 y 1872, los he
articulado en función de sus objetivos. Véase el capítulo “La Reforma hacendaria
de 1870 y los ingresos federales”, en J. Pérez Siller, Los ingresos federales del porfirismo,
pp. 51-76.
63
Estas proposiciones se repiten en varios documentos, como la Exposición e iniciativa
del Ejecutivo Federal sobre la situación hacendaria actual de la República y sobre la manera
de mejorarla, 1869, la Iniciativa que la Secretaría del Estado y del Despacho de Hacienda y
Crédito Público de la República Mexicana dirige al cuarto Congreso constitucional..., 1869,
Exposición que el ejecutivo dirige al Congreso de la unión dando cuenta del uso que hizo de
las facultades que le concedió…, abril 1870 y, claro está, se incluyen en las mh 1870 (pp.
775-784 y 938-1018) y la mh 1871 (pp. 63-71).
64
mh 1871, p. 63.
65
mh 1870, p. 784.
66
mh 1871, p. 71.
67
Romero confió a los impuestos del Timbre el papel de contrapeso frente a los de-
rechos aduanales. Declaraba: “La renta interior que tiene más porvenir y que bien
sistemada podría igualar en sus productos a la de las aduanas marítimas, es la del
papel sellado, una vez establecido el timbre y hecha extensiva a otros objetos y ar-
tículos que en la actualidad no están sujetos al pago de ese impuesto”, mh 1870,
p. 1007.
68
Esto fue muy claro en la lucha que emprendió Romero contra la duplicidad de di-
rección entre la Secretaría y la Tesorería. Véase Proyecto de organización del ministerio
de Hacienda..., 1869, p. 1.
69
mh 1870, p. 982.
IMAGEN 5
El basilisco de la deuda pública
70
Véase Iniciativas..., 1869, pp. 83-87.
que tanto se necesita para facilitar las operaciones mercantiles y para mo-
vilizar una gran parte de la riqueza nacional, que ahora se encuentra es-
tancada, y que seguirá así probablemente mientras no pueda convertirse
72
en numerario, sin necesidad de venderla.
En ese sentido, Romero lanzó otra iniciativa para que, en toda venta a
crédito, los comerciantes y las empresas expidieran letras de cambio ne-
73
gociables. Esta idea, novedosa para la época, ayudaría a acelerar la cir-
71
El argumento sobre las necesidades presupuestales reposa en la diferencia de tiem-
pos que existen entre la recaudación de impuestos, el arribo de dinero fresco, y las
exigencias de gastos diarios; sin pagos oportunos el crédito decae. Sin crédito, la Se-
cretaría debería vivir “día a día”. Así, no era suficiente que al final del año los ingresos
fueran iguales a los gastos presupuestados. Si algunos meses los gastos exceden a los
ingresos, eso basta para desajustar toda la máquina y terminar el año con un deficien-
te. Vivir al día genera un aumento considerable en el costo de la recaudación y en la
administración de los ingresos. Véase: Exposición e iniciativas..., 1870, p. 16.
72
Iniciativas..., 1869, p. 86.
73
Romero reconoce la utilidad para el mercado interno: “Esta medida es sin duda
de las más eficaces para mejorar la situación mercantil y darle un impulso seguro.
Ella traería la ventaja de aumentar considerablemente los valores en circulación,
viniendo finalmente a servir para sustituir de alguna manera la gran necesidad que
hay de establecer un medio circulante que facilite los cambios y las operaciones
mercantiles y que no tenga la escasez y las dificultades del numerario”, mh 1870,
p. 1016.
la m aqu inar ia
j u r í dico -administr ati va
U
na vez reconquistado el poder, el gobierno de Juárez empren-
dió la tarea de organizar la Administración Pública como base
para restaurar la República. Tenía que activar, ordenar o crear
los aparatos administrativos capaces de satisfacer las necesidades fi-
nancieras del Estado. En ese sentido, las palabras de Emiliano Busto,
alto funcionario de Hacienda y padre de la estadística fiscal, llaman la
atención de sus contemporáneos sobre las relaciones complejas y privi-
legiadas que existen entre la Secretaría de Hacienda y el conjunto
de los aparatos de la Administración Pública y revelan, al mismo tiempo,
los requisitos que esa administración tenía que cubrir: obtener los
recursos suficientes para “imprimir movimiento y dar impulso a toda
la máquina administrativa”.
La restauración debía iniciar en todos los aparatos de la Secretaría
de Hacienda, tanto en el Distrito Federal como al interior de los esta-
dos y, sobre todo, tenía que redefinir los derechos, las obligaciones y
las relaciones que esos aparatos establecen entre sí y que mantienen
con los demás poderes de un Estado republicano y federal. En efecto,
la Hacienda mantiene relaciones económicas y políticas con los tres
1
E. Busto, L’administration publique au Mexique et en France. Étude comparative et suc-
cincte entre les systèmes administratifs des finances de France et du Mexique, 218 p. (Existe
una traducción publicada en 1976 por la Secretaría de la Presidencia.)
• 61 •
poderes: el Ejecutivo dispone de los recursos que ella recauda para sus
programas y funcionamiento, el Legislativo le confiere su forma or-
ganizativa, sus derechos y sus límites, mientras que el Poder Judicial
cuida de la aplicación escrupulosa de sus responsabilidades y deberes
en el uso de las facultades que se le otorgan y el manejo de los recur-
sos públicos. Los aparatos de la Administración Pública son múltiples.
Este capítulo se centra particularmente en el estudio de la Tesorería,
la Secretaría de Hacienda, sus direcciones y las oficinas recaudado-
ras distribuidas en el interior del país. Ese conjunto forma un orden
jurídico-administrativo que consideramos como una maquinaria: la
maquinaria fiscal.
2
En México los ministerios tienen el nombre de secretarías de Estado y los ministros
de secretarios. Las secretarías son: de Gobernación, de Relaciones Exteriores, de
Justicia, de Instrucción Pública (creada en 1905), de Fomento, de Comunicaciones
y Obras Públicas (creada en 1891), de Hacienda y Crédito Público, y de Guerra y
Marina.
3
Según el Artículo 68 de la Constitución, el Congreso tiene la facultad de votar el
presupuesto de gastos, puede entonces crear, suprimir y determinar el número de
secretarías. Sin embargo, si el Ejecutivo lo estima necesario, puede proponer al Con-
greso un proyecto de reforma de la Administración Pública adaptado a su política,
pero está sujeto a la aprobación de los diputados.
8
La Cámara de Diputados se compone de 230 miembros, electos por dos años:
dos por cada Colegio electoral, que eran 65, y dos por cada 40 000 habitantes.
Hay dos senadores por estado y por el Distrito Federal que se renuevan por mi-
tad cada dos años. Su elección es ratificada por la Cámara de Diputados de los
estados y por la federal.
9
A fin de atenuar el poder de la Cámara de Diputados, frente al del Ejecutivo, y tener
un mayor equilibrio, Sebastián Lerdo de Tejada propuso la creación del Senado.
Para ello se aprobó una reforma constitucional el 13 de noviembre de 1874.
10
El Artículo 68 de la Constitución establece que “El segundo periodo de sesiones
[que inicia el 1o. de abril] se destinará, de toda preferencia, al examen y votación de
los presupuestos del año fiscal siguiente; a decretar las contribuciones para cubrirlos
y a la revisión de la cuenta del año anterior, que presente el Ejecutivo”.
11
Existe por lo menos una comisión para cada uno de los ramos de la Administración
Pública. Las más importantes son las que estudian los problemas de hacienda y de
política económica. Entre las que existieron de 1867 a 1914, mencionemos: las 1a. y
2a. de Hacienda; las 1a. y 2a. de crédito público; las de presupuesto y la de impues-
FIGURA 1
Relaciones entre los poderes del Estado y la fiscalidad 1867-1912
(Según la Constitución de 1857)
tos. Otras tuvieron una vida efímera, fueron creadas para resolver algún problema
particular, como: la de Alcabalas; Código de comercio; Código de minas; Agricultu-
ra; Colonización; Fomento; Reforma monetaria...
12
El calendario de sesiones de la Cámara de Diputados fue establecido en el Artícu-
lo 69 de la ley del 13 de noviembre de 1874, que modificó la Constitución. Ahí se
indica que el Poder Ejecutivo debe presentar a la Cámara (el 14 de diciembre) el
proyecto de Presupuestos de Ingresos y Egresos de la Federación para el ejercicio
siguiente, que corre del 1o. de julio al 30 de junio, y enviar las cuentas del ejercicio
que concluye. Las Comisiones, compuestas de cinco diputados electos, deben exa-
minar esos documentos y enviar a la Cámara su valoración el 1o. de abril siguiente,
donde se da lectura, se discuten y se votan.
13
La Contaduría, o Contabilidad Superior, es una institución que existía desde la
Nueva España. En 1821 se le dio el nombre de “Tribunal de Cuentas”. La Consti-
tución de 1824 le dio su fisonomía casi definitiva, uniéndola a la Cámara de Dipu-
tados bajo el nombre de “Contaduría Mayor de Hacienda”. Véase Colección de leyes
sobre la Contaduría Mayor de Hacienda... y la mh 1903-1904, pp. 285-289.
14
Véanse las atribuciones en la “Ley orgánica del poder judicial de la federación (16
de diciembre de 1908)”.
15
Carlos Becerril Hernández realizó un excelente estudio sobre amparos en materia
fiscal durante nuestro periodo. Véase: “Centralización judicial y desempeño eco-
FIGURA 2
Estructura de la Tesorería General de la Federación
Oficinas de
Secciones
recaudación
17
A pesar de haberla suprimido (decreto del 11 de marzo de 1822 que crea la Tesore-
ría general), la “Tesorería y Contaduría del Ejército” continuó, prácticamente hasta
1877, procurándose los ingresos directamente de las oficinas recaudadoras, para
satisfacer las necesidades de las tropas. Después de 1877, diversas leyes suprimen
definitivamente sus atribuciones. Véase las leyes del 11 de marzo de 1822, 20 de
julio de 1831, 14 junio de 1840, 16 junio y 1o. julio de 1877, en Colección de leyes sobre
la Tesorería...
18
En su opúsculo para la Exposición Universal de París, 1889, Emiliano Busto escri-
bió: “Del arreglo de la Hacienda Pública depende principalmente la marcha regular
y progresista de una nación, pues con sus recursos y rentas bien administradas, se
desarrollan todos los ramos de la riqueza pública; la instrucción puede difundirse
en todas las clases sociales; la agricultura, la industria y el comercio, llegan a tener
un poderoso impulso, y por fin, el crédito nacional le sirve de uno de sus mejores
elementos de vida y prosperidad”. Véase L’Administration…, p. 99.
FIGURA 3
Estructura de la Secretaría de Hacienda
Supervisa el cobro
Administración y la administración
Central
19
El primer subsecretario colabora con el secretario y lo suple cuando este se ausenta.
El segundo, oficial mayor, asiste al primero en todos sus trabajos, recibe y expide la
correspondencia oficial.
Por su parte, la Oficialía Mayor diseña y aplica la política fiscal por me-
dio de la Administración Central. Centro director, esta última se divide
en dos departamentos (creados en 1908), ocho secciones y una oficina
de archivos que —con la octava sección— se encarga de reunir los ex-
pedientes y leyes, administra la biblioteca y los archivos.20 Los departa-
mentos y secciones tienen atributos y funciones precisas que conviene
detallar.21
En primer lugar, el Departamento de Consulta y de Asuntos Jurí-
dicos se encarga de elaborar, en correspondencia con la política fiscal,
y arreglar los problemas jurídicos y contenciosos de la Secretaría, en
particular los fraudes y los abusos fiscales. El Departamento de Crédito
y Comercio se consagra a la política monetaria, financiera y crediticia,
así como a estudiar la legislación del comercio interno y externo, la deu-
da pública y la balanza comercial. Subrayemos que este departamento
dispone de inspectores, encargados de verificar el funcionamiento de
las instituciones financieras (bancos, bolsa de valores, compañías de se-
guros y comisiones monetarias).
En cuanto a las secciones, la Primera controla directamente la política
de impuestos y la dirección de las aduanas, así como la percepción de los
ingresos sobre el comercio exterior. Se encarga, además, de diseñar la po-
lítica aduanal, creación o supresión de aduanas, estudia las tarifas, decide
sobre los casos no incluidos en esas tarifas y lucha contra el contrabando
(para lo cual dispone de un cuerpo armado de contra resguardo aduanal).
La Segunda Sección se ocupa de las operaciones de amortización de bienes
nacionalizados y de las relaciones financieras con el clero. La Tercera de in-
gresos, vigila la recolección de todos los impuestos e ingresos provenientes
de las oficinas recaudadoras (a excepción de las aduanas). Dirige la Admi-
nistración General de la Renta del Timbre, la de Contribuciones Directas
en el Distrito Federal, la de Casas de Moneda, y propone la orientación de
20
El Departamento de Archivos, junto con la Octava Sección, están en el origen del
actual Archivo Histórico de la Secretaría de Hacienda, conservado en el agn.
21
Durante la segunda mitad del siglo xix las secciones sufrieron muchas modificacio-
nes. Para más detalles véanse las leyes que le dieron fisonomía hasta 1914: la del 6
de agosto de 1877, del 30 de mayo y 28 de junio de 1881, y la del 24 de junio de 1907.
Véase Colección de leyes sobre el Ministerio de Hacienda…, también E. Busto, op. cit., p.
80, y G. Peralta Zamora, “La Hacienda pública” en Daniel Cosío Villegas, Historia
moderna de México. Porfiriato. Vida económica, pp. 887-972.
22
En 1907 se crearon dos nuevas secciones (la de Personal y la de Minas y Herencias).
Véase “Reglamento de las labores de la Secretaría de Hacienda...”, mh 1906-1907,
pp. 293-305.
IMAGEN 7
Antonio García Cubas, Ensayo de una carta fiscal, 1869,
Mapoteca Orozco y Berra-Sagarpa.
23
Para efectos de la exposición, simplificamos la compleja organización de las ofici-
nas de recaudación que, a lo largo del periodo, se fueron transformando. Véase:
Colección de leyes sobre las oficinas recaudadoras y las rentas públicas, Colección de leyes
sobre aduanas marítimas y fronterizas y E. Busto, L’Administration publique au Mexique,
op. cit.
Esas oficinas tienen también por misión luchar contra el comercio ile-
gal: el contrabando. Para ello cuentan con cuerpos especiales de res-
guardo y gendarmería fiscal, aún cuando es sabido que ellas mismas lo
fomentaban… Por eso, el secretario de Hacienda y la Tesorería tenían
sus propios sistemas de vigilancia aduanal y enviaban regularmente
inspectores a supervisarlas (los famosos y temidos “visitadores”).25
Las oficinas generales o jefaturas de Hacienda fueron instaladas
en las capitales de los estados —había 22 en todo el país—, para ga-
rantizar los intereses fiscales del gobierno federal.26 Dependen de la
Tesorería en lo relativo a la contabilidad, pero, como lo señala Manuel
Dublán, secretario de Hacienda, “son las Agencias establecidas con
autoridad pública para vigilar el cumplimiento de las leyes federales
24
Guillermo Prieto, Algunas ideas sobre la organización de la Hacienda pública basadas en
el presupuesto de 1857, México, Vicente García Torres, 1861.
25
La monografía de C. J. Sierra y R. Martínez Vera, El resguardo aduanal y la gendarme-
ría fiscal 1850-1925, México, Ed. del Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda
y Crédito Público, 1971, es el estudio más completo sobre el tema.
26
En realidad, había una por estado, pero el decreto del 31 de mayo de 1894 supri-
mió las jefaturas de Hacienda de los estados de Aguascalientes, Colima, Morelos,
Querétaro y Tlaxcala. Y centralizó sus funciones en las jefaturas de Hacienda de
Zacatecas, de Jalisco, del Estado de México, de Guanajuato y de Puebla respecti-
vamente. Luis G. Labastida, Estudio de las leyes federales sobre administración fiscal,
México, Tipografía de la oficina impresora del Timbre, 1899, p. 141.
FIGURA 4
Geografía fiscal:
red de principales oficinas en el país, 1867 – 1910
1867
1910
se articularon hacia fines del siglo xix, hicieron posible que la comunicación entre
esas oficinas fuera ¡casi en tiempo real! lo que les permitió ser incontestablemente
más eficaces.
CUADRO 4
Oficinas federales de Correos y Telégrafos (1867-1906)
1870 479 99
Fuente: Cuadro sinóptico informativo, 1909, pp. 18-21, y P. Macedo, Tres monografías, 1905, p. 271.
29
Las reflexiones más completas sobre la organización de la Hacienda se encuentran
en el informe de Guillermo Prieto, entonces secretario. Véase Algunas ideas sobre
Para Romero, una maquinaria fiscal dirigida por una sola cabeza per-
mitiría acabar con la nefasta duplicidad en la contabilidad financiera y
daría, sobre todo, claridad y dirección a la política fiscal. En consecuen-
cia, propuso centralizar las funciones directivas y administrativas de la
recaudación y de los gastos en la Secretaría, confiar el papel de vigilan-
cia en la contabilidad y glosa a la Tesorería, y eliminar completamente
su autonomía –y por supuesto su poder– al integrarla en la Cuarta Sec-
ción de la Administración Central de la Secretaría.33
La propuesta, temeraria en sus consecuencias y humillante para el
tesorero –y su grupo de poder–, desató muchas críticas y animó vivas
discusiones en el Congreso durante los dos primeros años de la década
de 1870. En uno de los interminables y fastidiosos debates, Guillermo
Prieto —que, como sabemos, en 1857 había contemplado esa idea— deja
de lado las cuestiones técnicas sobre las atribuciones propias a la Se-
cretaría y a la Tesorería, y resume el conflicto de intereses, de un lado
“el ministro de Hacienda quiere centralizar las operaciones y, por otra
parte, la Tesorería desea mantener y aumentar su independencia”.34 En
efecto, el tesorero se oponía a convertir el “ministerio del Tesoro” en
una simple oficina de la Secretaría. Y por ello empeñó todas sus fuerzas
en la batalla parlamentaria para hacerse entender. Una urgencia externa
32
Romero presenta un recapitulativo de la organización de la Hacienda pública desde
la Independencia y termina concluyendo que se delegaron las responsabilidades
de la Secretaría en varias oficinas, “no solamente en su aspecto administrativo, sino,
sobre todo, en el directivo” por ello “es un hecho notorio que una de las dos está
demás” (Proyecto de ley sobre reorganización de la Secretaría de Hacienda, p. 1).
33
De esta manera el Tesorero se convierte en un subordinado del secretario de Ha-
cienda. Véase los artículos 1, 2 y 3 del Proyecto de ley sobre reorganización, pp. 5-8.
Esta idea había sido avanzada, en 1858, por Guillermo Prieto, Algunas ideas..., op.
cit., pero la resistencia de los grupos de poder la mandó al archivo.
34
ddcd, 1870, p. 265.
IMAGEN 8
Los que cargan con el muerto
La refundición de la Tesorería General nada tiene que ver con los movi-
mientos revolucionarios o la organización de las oficinas; pero muchas
veces una reforma en el sistema administrativo causa tantas pérdidas y
daños al erario como un motín.
No creemos que en los pocos días que faltan para terminar las sesio-
nes, el Congreso deba ocuparse de la iniciativa sobre la supresión de la
Tesorería General, y los asuntos políticos hacen por hoy inconducente toda
polémica sobre el particular.35
35
El Siglo Diez y Nueve, 12 de enero de 1870, apud C. J. Sierra, Historia de la Tesorería…,
pp. 124-125.
36
Al imponer a las oficinas de la Secretaría de Hacienda la obligación de enviar todas
las cuentas parciales a la Tesorería, esta ley aparentemente otorgó más poderes a
la Tesorería. Esa es la opinión de C. J. Sierra (Historia de la Tesorería de la Federación,
pp. 17-27). Sin embargo, lo que sucedió en realidad fue lo contrario; la medida permitió
FIGURA 5
Jerarquía de la máquina fiscal
Coordina
Tesorería de
Oficialía Mayor
la Federación
de Hacienda
Revisa las cuentas
1a. sección
Dirige
2a. sección
3a. sección
4a. sección
5a. sección Vigila el cobro
Supervisa la contabilidad de impuestos
Gobierna
41
Matías Romero precisa: “El libro que se debe escoger, igualmente escrito por Julio
Jiménez, es ya propiedad nacional, puesto que el fisco compró sus derechos. Está
destinado a convertirse en el manual de los empleados de hacienda. Es suficiente
que ellos lo estudien; para conocer sus obligaciones, de esta manera, podrán cum-
plirlas” (mh 1868, septiembre, p. 17). Véase J. Jiménez, Apuntes de contabilidad ó teoría
de la aplicación del sistema de partida doble.
42
El reglamento del 1o. de julio de 1877 estipula, igualmente, que la Tesorería debe
intervenir en el examen de selección de los funcionarios importantes, en particular
los jefes de las oficinas de Hacienda en los estados, del pagador del ejército, de la
policía y del de obras públicas.
Sin embargo, ese sistema fue cimbrado entre 1883 y 1885 por una fuerte
crisis mercantil y financiera, que forzó a la administración de Díaz a
tomar medidas muy radicales. Una vez más, el Ejecutivo se vio obligado
a solicitar la ayuda del Legislativo. Pero a diferencia de 1870, en que el
gobierno era débil y existía una oposición en el Congreso, Porfirio Díaz
había sido electo por segunda vez, llegaba como salvador –ante el de-
sastre social creado durante la administración del general González– y,
percibido con gran simpatía por la opinión pública, ganó la completa
adhesión de la Cámara de Diputados. Manuel Dublán, nuevo ministro
egresos”. Los funcionarios son los que “desempeñan funciones administrativas con
carácter de autoridad o representación”. Véase Luis G. Labastida, op. cit., p. 149.
47
Citado por J. C. Sierra, Historia de la Tesorería, p. 139.
48
Esos poderes tratan de conseguir “las más estrictas economías en la administración
pública, suprimiendo las oficinas que se consideren superfluas, los puestos de em-
pleados y todas aquellas cosas cuya utilidad sea dudosa”. ddcd, 1884, pp. 414-415.
El resultado de la votación (ningún voto en contra) es muy revelador del nuevo
ambiente en el Congreso.
49
A pesar del entusiasmo que expresa Leonor Ludlow por el ministro que pudo “dar
una solución duradera al vasto y difícil problema del crédito público”, a mi juicio
Dublán no fue más allá en sus propuestas –ninguna innovación– que las que había
sugerido Matías Romero entre 1868 y 1879. Véase “Manuel Dublán: la administra-
ción puente en la Hacienda Pública porfiriana”, en Los secretarios de hacienda y sus
proyectos, 1821-1933, pp. 141-174.
El señor Limantour había realizado algo más que eso, algo que sin ser de
tan gran relieve, debía indirectamente favorecer a la gestión financiera;
había depurado el personal de la Secretaría, introducido en el cuerpo de
empleados hábitos de disciplina y laboriosidad, que parecían olvidados o
acaso no conocidos, y eliminado, merced a acuerdos y disposiciones inte-
riores, ciertas prácticas que se prestaban, cuando no al abuso y al fraude
–en la extensa y complicada red de los agentes fiscales– a preferencias
injustificadas y a morosidades inquietantes.53
50
Señalemos la actitud radical de Emiliano Busto, quien participó en la comisión
nombrada por Díaz en 1885 y encargada de estudiar la reforma. En sus observacio-
nes, Busto quería hacer de la Tesorería una sección de la Secretaría. Véase E. Busto,
Informe de... haciendo observaciones a la Comisión..., p. iv.
51
Esas medidas resultaron de un estudio elaborado por dos comisiones encargadas
por Manuel Dublán para mejorar la administración. La primera se ocupó de las ofi-
cinas centrales de la Secretaría, con la preocupación de “fijar las atribuciones de la
secretaría con relación a las oficinas recaudadoras de ingresos y encargadas de los
gastos, y para determinar las responsabilidades y el mejor sistema de contabilidad
a utilizar”. Sus miembros fueron el senador Felipe Arellano, los diputados Manuel
J. Toro, Francisco Barroso y Julio Jiménez. En cuanto a la segunda, se consagró a
estudiar las oficinas de Hacienda en los estados; sus miembros fueron: Miguel Tello
y Albino Caballo Ortega. Véase mh 1884-1885, p. 240.
52
Los cambios orientados a la organización interna de la Tesorería y sus relaciones
con la Secretaría y los acreedores del Estado (en particular los banqueros). Esto lo
muestra el decreto del 25 de enero de 1885, que refunde la Segunda Sección en la
Cuarta. Véase J. Pérez Siller, Colección de leyes sobre la Tesorería, así como la introduc-
ción a la mh 1885-1886.
53
C. Díaz Dufoo, Limantour, op. cit., p. 82.
54
Las “hojas de servicio” fueron establecidas por la Circular del 15 de febrero de 1894.
Véase “Colección de leyes sobre formatos de documentos fiscales, administrativos
y contables usados en el siglo xix”, en J. Pérez Siller, Materiales para el estudio... Estas
hojas fueron centralizadas en la oficina de personal de la Secretaría. El reglamento
de 1907, que aumenta el número de Secciones de la Secretaría, estipula (art. ii, pa-
rágrafo iii) que la 1a. sección (“Registro y Personal”) está encargada de “reunir los
expedientes de los empleados” (Véase mh 1906-1907, pp. 293-305). Una mina para
la investigación sobre la burocracia fiscal.
55
ddcd, 1894, pp. 348.
56
El Acuerdo del 2 de febrero de 1897 estipula que desde el 15 del mismo mes “se
establecerá una clase para instrucción de las siguientes materias: Gramática cas-
tellana; Aritmética y elementos de la correspondencia oficial, Caligrafía y uso de
máquinas de escribir”. Tenían la obligación de asistir una hora diaria, en el horario
de trabajo... “También asistirán a la clase los escribientes que lo deseen y los que ne-
cesiten perfeccionarse en alguna de las materias, según el parecer de los respectivos
Jefes de Sección”. Véase Luis G. Labastida, op. cit.
57
Véase el decreto del 26 de diciembre de 1894 que crea la Caja de Ahorro para los
funcionarios de Hacienda, en Dublán y Lozano, Legislación..., t. xxiv, pp. 498-501.
58
La Caja de Ahorro fue mejorada en 1898. En su informe anual, el presidente Díaz
declaró en la Cámara que esas reformas permitirán “aumentar las operaciones de
la Caja de ahorro de los empleados federales de hacienda”. Véase el decreto del 30
de mayo de 1898, en La administración pública..., p. 116.
59
Informe a mae, del 23 de diciembre de 1907, AMF/B13.313, documento 457.
60
Estos datos fueron calculados por Matías Romero, en su mh del 16 de septiembre de
1878, y por Limantour en la de 1907-1908. El primero hace un cuadro que incluye
de 1868 a 1878, y da un promedio: 11.30 por ciento. Mientras que Limantour da el
cuadro de 1901 a 1908, sin avanzar promedio. Es importante notar la diferencia con
el periodo anterior, 1825 a 1867, en el que el costo fue del 16.05 por ciento. Véase mh
1870, p. 852; mh 1877-1878, p. 19, y mh 1907-1908, p. xii. En la mh de 1910-1911, pre-
sentada por Ernesto Madero, se asienta un costo de recaudación del 5.95 por ciento,
(mh 1910-11, p. vi.)
61
En efecto, durante el periodo de 1867 a 1876, los porfiristas se opusieron sistemáti-
camente a todas las iniciativas de juaristas o lerdistas, con argumentos de un radica-
lismo republicano propios de Danton. Mientras que ya en el poder sus argumentos
fueron menos democráticos, hasta llegar a convertirse en justificadores de una dic-
tadura necesaria.
62
Véase F. Bulnes, Toda la verdad acerca de la revolución…, p. 113.
63
Apud Léon Bourgeois, en el capítulo relativo a “Les Institutions mexicaines”, en Le
Mexique au début du xxe siècle, p. 175.
CUADRO 5
Clasificación del presupuesto federal (1872-1911)
1876-1877 9 67 3 649
1879-1880 9 69 9 824
1884-1885 9 80 11 146
64
Recordemos que además de la multiplicación de las oficinas de Hacienda en
el territorio, los telégrafos y ferrocarriles simplificaron y aceleraron las comunica-
ciones entre la Secretaría y las oficinas más alejadas de la capital, de modo que se
potenció su eficacia.
r elaciones entr e
el centro y los estados :
¿un v erdadero feder alismo fiscal?
A
demás de reorganizar y redefinir los aparatos fiscales, de re-
conocer sus relaciones –atributos y responsabilidades– con los
otros poderes del Estado y de establecer un marco propicio
para crear una burocracia profesional y especializada que dirija con
eficiencia la maquinaria jurídico-administrativa, la instauración de un
régimen fiscal también comprende, o sobre todo comprende la legitimi-
dad y su capacidad para transferir una parte de la riqueza generada en
todo el territorio, suficiente para sostener al Estado central. Esto implica
una clara delimitación en la jurisdicción fiscal entre la Federación, los
estados y los municipios que plantea las prácticas en el ejercicio de la
soberanía en los tres niveles de gobierno y los problemas de la concurrencia
fiscal.1
La legitimidad y la naturaleza de la soberanía de cada nivel de go-
bierno cambiaron sustancialmente del estado novohispano al nacional.
El antiguo régimen fiscal, la Real Hacienda, hundía su legitimidad en la
conquista, y su soberanía en el derecho divino que tenían los monarcas
para disponer de la riqueza de sus reinos. Obligaba a los súbditos y a
1
Sobre la concurrencia fiscal véase el trabajo de Luis Jáuregui, “México: la experien-
cia de las participaciones federales en el Siglo xix”.
• 99 •
4
Véase: desde los trabajos clásicos de José C. Valadés, o los coordinados por don
Daniel Cosío Villegas, hasta los que se centran en la Revolución (A. Knight, F. X.
Guerra, H. W. Tobler) o los actuales de Sandra Kuntz y Enrique Cárdenas, entre
otros de una extensa bibliografía.
5
Existen algunos trabajos sobre la Hacienda pública como el de Marcelo Carmagna-
ni, centrado en los presupuestos y el mercado interno, el de Carlos Marichal, en la
evolución general de la Hacienda pública, o los de Leonor Ludlow, sobre la política
de los secretarios de Hacienda, pero no se abordan los procesos de construcción de
la maquinaria fiscal y su relación con la consolidación del Estado.
6
Durante nuestro periodo algunos estados fueron modificados. La ley del 18 de no-
viembre de 1868 creó los estados de Nuevo León y de Coahuila. En 1869, el Estado
de México fue reducido a la mitad, mientras que fueron creados los estados de
Hidalgo y de Morelos. De 1869 a 1914, la Federación se compone de 28 estados. Las
relaciones entre el poder federal y el de los estados (que llamaremos por comodi-
dad “poder estadual”) se definen en los artículos 109 a 117 de la Constitución de
1857.
IMAGEN 10
Detalle del Mapa de los estados Unidos de Mejico, 1828
7
En los últimos años se han realizado varias investigaciones sobre el federalismo mexi-
cano, pero muy pocas sobre su aspecto fiscal y todos dejan de lado el problema de la
propiedad. Véase por ejemplo el trabajo pionero de Gerardo Gil Valdivia, El federalismo
y la coordinación fiscal en México, y más recientemente el artículo de Luz María Uhthoff,
“La difícil concurrencia fiscal y la contribución federal”, así como el de Luis Jáuregui,
“Una reflexión sobre la concurrencia fiscal en el México del siglo xix”.
centro y sur que no tenían estatus legal o que no habían sido explotados
fueron ofrecidos o vendidos por los poderes estaduales a campesinos,
rancheros, hacendados, artesanos o a nuevos colonos nacionales o ex-
tranjeros. Con esas operaciones se proponía poblar y colonizar el terri-
torio, explotar las riquezas del país y multiplicar los recursos fiscales
locales. Esos negocios fueron por tradición jurisdicción de los estados,
hasta 1853, fecha cuando el gobierno de Su Alteza Serenísima, el gene-
ral Antonio López de Santa Anna, centralizó dichas atribuciones.10 La
Constitución de 1857 restableció la soberanía y privilegios de los estados
sobre la tierra, aunque las circunstancias de guerra civil e intervención
la dejaron prácticamente inoperante. Sin embargo, las Leyes de Reforma
nacionalizaron los bienes de la Iglesia y las tierras de las comunidades
indígenas, lo que implicó la intervención directa del gobierno federal en
los asuntos de los estados. Más tarde, durante la guerra contra la Inter-
vención Francesa, el gobierno vagabundo de Juárez, urgido de recursos,
tomó medidas extraordinarias que ahondaron más la intromisión. Así,
el decreto del 20 de julio de 1863 estableció la venta de terrenos baldíos
o sin títulos, a los que se consideró terrenos “nacionales”. A cambio de
la pérdida de soberanía estadual, la ley preveía el reparto del producto
de su venta entre las regiones y el centro, aunque en proporción favo-
rable para este último.11 Se trataba pues de una legislación aplicada en
circunstancias extraordinarias; los estados se veían obligados a sostener
al gobierno republicano...
10
Durante el Virreinato, la Corona era quien podía dar los títulos de propiedad. Con
la Independencia, la Constitución de 1824 confió esta tarea a los poderes estaduales.
En 1853, el gobierno centralista de Santa Anna anuló las ventas de terrenos realiza-
das por los estados (ley del 25 de noviembre de 1853). El año siguiente, impuso una
revisión de todas las ventas realizadas por los antiguos estados, desde 1821 hasta
esa fecha (ley del 7 de julio de 1854). Esta ley, inspirada por la pérdida de Texas,
prohibió a los extranjeros la compra de tierras cercanas a las fronteras. Los liberales
anularon estas leyes, mediante el decreto del 16 de octubre de 1856 (véase Código de
colonización, op. cit, y mh 1870, pp. 141, 433, 454, 469 y 493).
11
El artículo 4 señala: “Del precio de los baldíos se exhibirán dos tercios en numerario
y otros en bonos de la Deuda pública nacional. De los dos tercios en numerario, se
aplicará uno a la Hacienda federal y otro a la del Estado en que esté situado el bal-
dío”. Código de colonización, op. cit, p. 730.
12
ddcd, 1874, p. 735.
13
Véase el conjunto de la discusión en ddcd 1874, pp. 734-739.
14
Ideas que fueron muy repetidas durante la primera mitad del siglo xix. Véase D.
George Berninger, La inmigración en México (1821-1857).
15
Véase F. Calderón, quien desarrolla las ideas de la época sobre el problema de la co-
lonización y los terrenos baldíos. Vida económica, “La República Restaurada”, hmm,
pp. 61-81.
16
La fracción v del artículo 1o. señala que “se nombren y pongan en acción las comi-
siones exploradoras autorizadas por la sección 26 del presupuesto, para obtener
terrenos colonizables con los requisitos que deben tener de medición, deslinde, ava-
lúo y descripción”, Código de colonización, op. cit., p. 827.
17
Señalemos que la caída de Lerdo impidió continuar esta política. Sin embargo, Por-
firio Díaz la retomó. La Comisión exploradora del territorio nacional, perfeccionada
en 1877, permaneció activa hasta 1913. Su presupuesto es alto: de 20 000 pesos entre
1877 y 1880, se elevó a 75 000 en 1882, y alcanzó hasta 500 000 para 1888. Véase Ber-
nardo García Martínez, “La Comisión geográfica-exploradora”, pp. 485-555.
18
Desde 1882 se firmó un contrato con una compañía privada de colonización, Adol-
fo Bülle & Cía deslindador, encargada de hacer el catastro de Baja California. Esta
experiencia dio las bases para abrir el catastro a compañías privadas. Véase la ley
del 15 de diciembre de 1883, Ley sobre colonización y deslinde de terrenos baldíos, en
Dublán y Lozano, op. cit., t. xvi, pp. 663-667.
19
El art. 21 señala que “En compensación de los gastos que hagan las compañías en
la habilitación de terrenos baldíos, el Ejecutivo podrá concederles hasta la tercera
parte de los terrenos que habiliten”. Idem.
20
Véase C. Díaz Dufoo, México en 1892, p. 39.
CUADRO 6
Venta de terrenos baldíos y precio por hectárea, 1863-1890 (cifra en millares)
Fuente: C. Díaz Dufoo, México: 1876-1892, p. 39, y F. R. Calderón, “Vida económica”, hmm, p. 64.
21
Díaz Dufoo, Idem.
22
En efecto, es el comienzo de la nueva concentración de tierras, proceso que se con-
firma por el número de títulos expedidos. Durante el periodo 1861-1867, cada título
representa 5 600 hectáreas, aproximadamente, contra 1 300 durante el periodo 1867-
1876 y 2 600 de 1877-1892. Encontramos una crítica sobre este fenómeno en La pro-
piedad territorial y los impuestos. Artículos en “El Foro” por el Lic. Miguel Rendón Peniche,
México, 1878.
23
Sobre la deuda interna véase el capítulo “Deuda y consolidación del poder” en J.
Pérez Siller, Crisis fiscal, reforma hacendaria y consolidación del poder, pp. 73-136.
24
mh 1884-1885, p. 29.
En las regiones del norte, la tierra es virgen casi en todas partes y la cuestión
legal ya quedó resuelta [...]. Es en el norte que el colono debe ir. Excelentes
tierras son puestas a su disposición a precios puramente nominales.27
25
Respuesta de Justo Sierra al presidente, 16 de septiembre de 1891, en La administra-
ción pública, op. cit., p. 81.
26
Al contrario, desde la Independencia los gobiernos buscaron atraer inmigrantes
–familias y grupos– y ofrecieron ayudas y tierras –para ello se diseñó la política de
deslinde de terrenos baldíos–, en los años 1880 el objetivo de la clase gobernante ya
no era la colonización, sino la apropiación y venta de la tierra.
27
L. Lejeune, Au Mexique, p. 37.
FIGURA 6
Precio de terrenos baldíos o sin título en los estados, 1877-1900
(según las leyes de 15 de enero 1895 y 15 de enero de 1899)
1877
1877
1896
1896
1900
1900
1.10
1,10
2,00
2.00
3,00
3.00
5,60
5.60
28
Los datos provienen de un informe de la Secretaría de Fomento: 9.8 millones de
hectáreas (Baja California), 7 (Coahuila), 3.6 (Sonora), 1.3 (Durango) y 1.1 (Sinaloa).
Véase C. Díaz Dufoo, op. cit., p. 39.
29
Los datos son los siguientes: 3.1 millones de hectáreas (Chiapas), 1.1 (Tabasco), 0.8
(Campeche) y 0.8 (Yucatán). Véase Estadísticas sociales del porfiriato, p. 42.
30
E. Sempé, 30 enero 1888, carta a su ministro, AMAE/CC-VC7.
31
Un caso excepcional fue el de la “Compañía Internacional Mexicana de Coloniza-
ción” que en 1889 cometió sendos fraudes en Baja California. Véase M. Sánchez
Facio, The truth about Baja California. Forfeiture of the contract made by and between the
mexican government and The Mexican International Company of Colonization, demostrat-
ed by the official report of M. Sanchez Facio, special inspector for Lower California, appointed
by the mexican government, frauds commited by The Mexican International Company under
the protection and sanction of the present administration of Mexico.
32
Este informe publicado por el general Pacheco, secretario de Fomento, ha sido co-
mentado en varios estudios, como el de J. Silva Herzog, La révolution mexicaine, p.
19, J. C. Valadés, El porfirismo. El crecimiento, pp. 278-279, o en Molina Enríquez, La
revolución agraria en México, t. iv, p. 87.
33
Véase la lista completa que publicó J. de Vos, “Una legislación de graves conse-
cuencias”, hm, julio-agosto 1984, cuadro número 1, “Terrenos baldíos enajenados a
través de deslindes, 1881-1889”, p. 85.
34
Véase los contratos con las compañías deslindadoras, “Listas de los contratos de co-
lonización, deslinde y explotación de bosques celebrados por el Gobierno mexicano
con personas o compañías particulares, 1878-1910”, en J. de Vos, Ibid., pp. 99-113).
35
Véase J. de Vos, Ibid.., p. 86.
36
Véase Ley sobre ocupación y enajenación de terrenos baldíos, 26 de marzo de 1894, Du-
blán y Lozano, op. cit., t .xxiv, pp. 35-45.
37
Véase el título iv del Gran Registro de Propiedad de la República, artículos 45 a 62,
de la ley del 26 de marzo de 1894.
38
Memoria de Fomento, 1897, citado por J. de Vos, op. cit., p. 88.
39
El artículo 13 señala: “Sin que ni la Federación ni los Estados puedan rehusar el
pago que se les haga en los títulos o créditos legítimos que se constituyan respecti-
vamente su deuda pública, cuando el adquiriente del terreno quiera pagar en esa
especie”. Véase Ley sobre ocupación... op. cit.
40
Las definiciones son importantes: “Son demasías los terrenos poseídos por particu-
lares con título primordial, y en extensión mayor que la que éste determine; siem-
pre que el exceso se encuentre dentro de los linderos señalados en el título, y, por lo
mismo confundido en su totalidad con la extensión titulada”. El art. 4o. dice: “Son
excedencias, los terrenos poseídos por particulares durante 20 años o más, fuera de
los límites que señale el título primordial que tenga”. Ley sobre ocupación... Idem.
41
El artículo 4o. señala: “Son excedencias, los terrenos poseídos por particulares du-
rante 20 años o más, fuera de los linderos que señale el título primordial que tenga;
pero colindando con el terreno que éste ampare”.
42
El segundo párrafo del artículo 13 señala: “El precio de los baldíos, excedencias y
demasías ubicados en el Distrito y Territorios Federales, así como el de los terrenos
nacionales, sea cual fuere su ubicación, se aplicará íntegramente al Erario Federal”.
Ley sobre ocupación... Idem.
43
El artículo 7o. señala: “Cesa la obligación hasta ahora impuesta a los propietarios
y poseedores de terrenos baldíos de tenerlos poblados, acotados y cultivados...”.
Véase también los artículos 8o. y 42 de la de la ley, Ley sobre ocupación... op. cit.
44
Hay muchas clases de Haciendas, sin embargo, podemos dar una definición esque-
mática: grandes extensiones agrícolas o ganaderas, donde viven campesinos y/o
CUADRO 7
Distribución de 38.8 millones de hectáreas atribuidas (1877-1910)
Fuente: J. de Vos, “Una legislación de graves consecuencias”, hm, julio-septiembre 1984, cua-
dro 3o., p. 92.
indios, llamados jornaleros o peones. Éstos son muchas veces enganchados por me-
dio del sistema de préstamos o avances: el hacendado es el acreedor y las deudas son
hereditarias, nadie puede abandonar la propiedad sin haberla cubierto. La hacienda
tiene su iglesia, su escuela, su prisión y sus tiendas o tiendas de raya, que llevan la
cuenta exacta de salarios y gastos de los peones. Estos últimos son pagados con
vales cambiables en la tienda de raya y raramente en dinero. Véase J. Bazant, Cinco
haciendas mexicanas, E. Semo, Siete ensayos sobre la hacienda mexicana, J. F. Leal y M.
Huacuja, Economía y sistema de hacienda en México y F. Chevalier "La tierra: gran pro-
piedad, señores y trabajo indígena", en Balance de la historiografía sobre Iberoamérica
(1945-1988).
45
Heredero del altepetlalli precolombino, existente entre los aztecas, el ejido, que tam-
bién existió en España, fue rehabilitado en América en 1573 por Felipe II.
46
C. Díaz Dufoo, op. cit., p. 39.
47
En realidad, de los 97 contratos que la Secretaría de Fomento firmó entre 1878 y 1892
con compañías colonizadoras, sólo 20 prosperaron, con un total de 6 319 colonos,
de los cuales había casi 4 000, entre mexicanos y “repatriados”. La de los italianos de
Chipilo, Puebla, es el ejemplo más exitoso de esta política que, como vemos, alcanzó
resultados muy modestos. Véase, Díaz Dufoo, op. cit., pp. 42-43.
48
Los trabajos de M. Cerutti, basados en fuentes primarias (Archivos del estado de
Nuevo León, archivos de notarías...), dan mucha luz sobre estos aspectos. Véase M.
Cerutti, Burguesía, capital e industria en el norte de México, pp. 108-110. En lo que toca
al general Treviño, gobernador y secretario de Guerra, véase Ibid., pp. 253-280.
La figura de las demasías, por su parte, revela con más crudeza los
efectos sociales de esta ley “ultra-liberal”; menos del 1 por ciento de
títulos de propiedad concentran ¡más de la mitad de tierras! Esta ope-
ración que tendrá consecuencias importantes en el sistema productivo
(modernización de la agricultura, pero también inmensas superficies
sin trabajar) fue muy rentable políticamente para el gobierno. A los ha-
cendados —muchos de ellos herederos de los propietarios novohispa-
nos— que se acogen a la protección de la nueva ley para regularizar las
tierras que ocuparon de manera dudosa o ilegal —a veces, muy a me-
nudo, fruto del despojo de campesinos o de comunidades indígenas—,
se les ofrece la posibilidad de legalizar su propiedad y de cerrar los liti-
gios. Las cifras oficiales sobre estas operaciones dan una idea del poder
de los latifundistas y de la concentración de tierras que dicha política
generó: de 8 425 grandes propiedades que había en 1910: 300 tenían una
superficie promedio de más de 10 000 has cada una, 116 de 250 000 has,
y sólo 51 propietarios, de 300 000 has o más cada uno.49
La nueva ley otorgó una posición privilegiada a los hacendados y
terratenientes, partícipes y pilares del régimen, cuyas prácticas gana-
rán el descontento y la cólera de los movimientos revolucionarios50 y
alentarán un desequilibrio en la producción agrícola. En efecto, los pro-
pietarios prefirieron nutrir los mercados más lucrativos —exportación o
venta en el mercado urbano— y descuidaron los productos de primera
necesidad; se generó escasez de alimentos básicos y el país empezó a
depender de su importación. Una estructura productiva que mostró su
fragilidad durante la crisis de 1907-1909, anunciadora de la Revolución.
En segundo lugar, la ley desató la especulación; las condiciones excep-
cionales de venta —precios irrisorios, pagaderos en bonos de la deuda
pública y garantías mínimas— y los favores acordados a los especula-
dores los animaron a lanzarse a la conquista de la tierra ya legitimada,
a luchar por su posesión, a despojar a campesinos y a comunidades
49
Véase E. Florescano, Atlas histórico de México, p. 134, y J. Vera Estañol, Al margen de
la Constitución de 1917, Los Ángeles, California, Wayside Press, 1920.
50
Véase John Tutino, From insurrection to revolution (trad. esp.) y R. Melville, Creci-
miento y rebelión: el desarrollo económico de las haciendas azucareras en Morelos 1880-
1910.
51
Basado en fuentes notariales y documentos oficiales, el historiador José C. Valadés
consagra varias páginas a esos problemas y a explicar el odio que despertaron las
prácticas de los hacendados; “la cercenadura de tierras que hace la hacienda, el
latifundista y el deslindador, es la causa de la guerra del Yaqui y de sublevaciones
en el Estado de Veracruz. No existe motivo distinto en los cruentos pleitos que se
suscitan en la región de Zoteapan, en la que Manuel Romero Rubio ha ido ensan-
chando su propiedad territorial. El mismo origen tienen las dificultades con los
indígenas en el distrito de Zacualtipan; y por eso son interminables las disputas que
sobre derecho de tierras hay en el istmo de Tehuantepec” (El porfirismo. Historia de
un régimen. El crecimiento, t. i, pp. 275-276.).
52
Esas colonias militares, compuestas cada una de 500 hombres, fueron establecidas
por el decreto del 27 de marzo de 1868 y absorben, hasta 1870, ¡la mitad del gasto de
la Secretaría de Guerra! Ellas fueron sostenidas hasta la Revolución. Véase mh 1870,
pp. 760-761.
53
Según las Cuentas del Tesoro, el presupuesto de las colonias militares varió, de 1869
a 1888, entre 200 000 y 350 000 pesos anuales. Si, en 1889, su presupuesto se integró
al de infantería, en 1898 fueron reforzadas con la política llamada “de ocupación
del territorio” y se les acordó un presupuesto de uno hasta dos millones de pesos.
Por su parte, el presupuesto de la Subsecretaría de Instrucción Pública se sitúa en-
tre 200 000 y 600 000 pesos, para los primeros 20 años, y alcanzó a cinco millones a
partir de 1906.
54
Véase La administración pública..., op. cit., p. 579.
55
H. B. Parkes, Histoire du Mexique, p. 303.
56
Véanse las circulares emitidas por Carlos Pacheco, ministro de Fomento, del 28 de
octubre de 1889 y 12 de mayo de 1890, que ordenan a las autoridades de los esta-
dos transformar en propiedad privada las tierras de los ejidos y de los pueblos, en
“Circular que dirige una excitativa a los gobernadores de los estados para que se
reduzca a propiedad particular los ejidos y terrenos de común repartimiento de los
pueblos”, en Dublán y Lozano, op. cit., t. xxi, p. 107. Véase también J. C. Valadés, El
porfirismo. El crecimiento, op. cit., p. 276.
57
Véase Decreto que declara que la campaña de Yucatán ha terminado (1o. de julio de 1904),
Dublán y Lozano, op. cit., t. xxxvi, pp. 870-871.
58
A pesar de que la resistencia continuó, el Ejército Federal y la Guardia Nacional del
estado de Sonora controlaron los grandes movimientos indígenas yaqui y mayo
(1897-1900). Véase el informe del presidente Díaz al Congreso, 1o. de abril de 1900,
en La administración pública..., op. cit., p. 110.
59
Véase el desgarrador reportaje escrito en 1910 por el periodista estadounidense
John Kenneth Turner, México bárbaro.
60
F. I. Madero, La sucesión presidencial en 1910, pp. 152-163.
61
Véase J. Womack, Zapata y la Revolución mexicana, y J. Tutino, From insurrection to
Revolution.
IMAGEN 11
Ofrenda a Porfiriopoxtli
62
Las consecuencias de la creación de esa “nobleza de hacendados” la había ya pre-
conizado Andrés Molina Enríquez al hacer el análisis de la propiedad de la tierra,
cuando compara los resultados obtenidos por la Revolución Francesa: “formó una
clase burguesa adicta a las ideas nuevas, porque con ella estaban vinculados sus
intereses”. Y agrega: ella “no sólo amortizó los bienes del clero, sino también los
de la nobleza. Una obra parecida quisiéramos nosotros en la zona de los cereales, y
es necesario hacerla y se hará, o por los medios pacíficos que indicamos, o por una
revolución que más o menos tarde tendrá que venir...”. A. Molina Enríquez, Los
grandes problemas nacionales, p. 124.
63
La Constitución de 1824, artículo 162, frac. ii, prohíbe a los estados establecer contri-
buciones sobre importaciones y exportaciones. Mientras que la de 1857 señala en su
artículo 124 “para el 1o. de junio de 1858 quedarán abolidas las alcabalas y aduanas
interiores en toda la República”.
64
Los derechos de alcabalas fueron establecidos en 1573 por la administración novo-
hispana y, a lo largo del Virreinato y hasta 1896, resultaron uno de los ramos más
productivos para el erario. Uno de los mejores estudios sobre ellas es el de Ernest
Sánchez Santiró, Las alcabalas mexicanas (1821-1857). Los dilemas de la construcción de
la hacienda nacional.
65
Éstos solicitaban la reducción de impuestos y un pago más flexible. (Representación
de los hacendados del distrito de Ápan al señor prefecto del mismo, sobre la alcabala del
pulque y modo de exigirla, p. 8).
66
Véase Reflexiones sobre los males que va a experimentar la nación a consecuencia del de-
creto de 10 del corriente, que dispone cese el cobro de alcabalas el mes de diciembre próximo
(1846). Este folleto contribuyó al restablecimiento de las alcabalas algunos meses
más tarde.
67
Las opiniones, y peticiones, contra las alcabalas florecieron durante todo el siglo
xix. Véase, por ejemplo, Reflexiones sobre el ramo de alcabalas dirigidas a las augustas
cámaras de la nación (1848), o Representación de los labradores del estado de México contra
el restablecimiento de las alcabalas... (1852).
68
La bibliografía sobre alcabalas se ha engordado desde los años 1990. Sin embargo,
la mayoría de trabajos se centra en casos regionales o sobre impuestos de sustitu-
ción. Un panorama general y detallado, con un enfoque innovador que explica su
sobrevivencia, lo ofrece el libro de Ernest Sánchez Santiró, Las alcabalas, op. cit. Otro,
para el periodo que nos ocupa, es la tesis de María José Rhi Sausi Garavito, Breve
historia de un longevo impuesto. El dilema de las alcabalas en México, 1821-1896, Tesis de
maestría. Un análisis más político lo ofrece el artículo de Israel Arroyo García, “El
más compleja. Para evaluar esa conquista es necesario considerar los vai-
venes de las relaciones entre la fiscalidad federal y estadual, tomar en
cuenta los beneficios políticos, para la Federación, de la venta de terrenos
baldíos en los estados del norte, y valorar las iniciativas y negociaciones
emprendidas por los ministros predecesores, atenuadas por Limantour
en la exposición de motivos de la ley que las suprimió. En esa exposición
el joven ministro presenta un examen de las ideas que lo inspiraron, de
las medidas “que sin éxito” aplicaron los gobiernos precedentes y de su
determinación.69 Esa exposición, que no análisis, servirá como guía para
nuestro examen y para revelar las fuerzas estructurales y coyunturales
que contribuyeron a la abolición de las alcabalas.
La primera ofensiva legal contra las alcabalas la dio la ley de 10 de
octubre de 1846.70 A fin de compensar la pérdida de ingresos que re-
sentirían los estados al suprimirlas, esa ley exime a éstos del pago de
la Contribución federal, les comparte una tercera parte de la renta del
monopolio del tabaco y los autoriza a establecer una nueva contribución
directa sobre las propiedades.71 Estimándose afectados, los estados opo-
sitores obtuvieron la abrogación de esa medida, un mes después de su
promulgación.72 En adelante, algunos estados dirigidos por gobernado-
res liberales no hicieron caso de la abrogación, pero el último gobierno
del general Santa Anna las restableció e impuso en todo el territorio
(ley del 2 de junio de 1853).73
Deseoso de mostrar la filiación entre el gobierno del general Díaz
y los padres fundadores del liberalismo mexicano, en la exposición
de motivos de la ley, Limantour hace una apología del libre cambio. Y
remata:
Surgió contra la dictadura del general Santa Anna la Revolución de Ayutla, que
le permitió a la República entrar en la civilización moderna. El programa de
esa revolución refleja, como era natural, la repugnancia universal contra
las vejaciones que acompañaban el cobro de esas cargas y el deseo uná-
nime de ver el establecimiento, y garantías suficientes, de la libertad de
tráfico comercial.74
74
Véase “Proyecto de ley sobre la supresión definitiva de aduanas interiores, enviado
el 30 de mayo de 1895”, citado en P. Gloner, Les finances des États-unis mexicains.
D’après les documents officiels, Berlin, Puttkammer & Mühlbrecht, 1896, p.409.
75
En el artículo 72 fracción ix se dice que el Congreso tiene facultades para “impedir,
por medio de bases generales, que en el comercio de Estado a Estado, se establez-
can restricciones onerosas”. Mientras que el artículo 112, fracción i señala que los
estados no pueden “establecer derechos de tonelaje ni otro alguno de puerto; ni
contribuciones o derechos sobre importaciones y exportaciones”.
76
Ibid., p. 410.
77
Después de aprobar la Constitución de 1857, un golpe de Estado llevó el país a una
larga guerra civil. En 1861, los liberales regresaron al poder y decretaron una ley (24
de enero de 1861) para poner fin a las alcabalas a partir del 1o. de enero de 1862.
Sin embargo, a fin de mantener la unidad nacional –ante la amenaza de la invasión
Tripartita–, esta medida fue derogada el 14 de abril de 1862.
78
Iniciativa que la Secretaría de Hacienda..., 1869, p. 34.
79
Idem.
80
Una concepción amplia del reformador se puede rastrear en sus propuestas eleva-
das al Congreso desde 1869 a 1871 (véase cap. 2). Así como en el artículo de Manuel
Miño Grijalva, “Fiscalidad, Estado y federación. El Estado de México en el siglo
xix”, en Carlos Marichal, Manuel Miño y Paolo Riguzzi, El primer siglo de la Hacienda
pública del Estado de México..., en particular las páginas 63 y 75.
81
Las rebeliones contra el gobierno de Benito Juárez iniciaron a fines de diciembre
de 1869, con un manifiesto firmado en San Luis Potosí que exigía un cambio en el
gobierno. El 8 de enero de 1870 se le unió otro, firmado por el gobernador de Zaca-
tecas, donde desconoce al gobierno de Juárez. En febrero se levantan en Morelos y
se extendieron a otros estados. El gobierno de Juárez logra apagar las rebeliones
y expide una Ley de amnistía el 13 de octubre de 1870. Véase Laurens B. Perry, Juárez
y Díaz. Continuidad y ruptura en la política mexicana. Los pronunciamientos están en:
Memoria política de México.
82
Véase la Iniciativa del ejecutivo federal al Congreso de la Unión, el 31 de octubre de 1871
proponiendo la supresión de alcabalas en la república y el establecimiento de un derecho de
patente que sustituya a las que se pagan en el Distrito Federal, citado en el detallado estu-
dio de Iliana Marcela Quintanar Zárate, "Derechos de patente...", op. cit., pp. 83-84.
83
La Comisión de diputados frenó el proyecto: “ella cree que una reforma tan radical
exige una gran prudencia y largas discusiones” (ddcd, 1874, p. 39).
84
Encontramos los argumentos de Porfirio Díaz en su discurso a la Cámara de Di-
putados del 1o. de abril de 1877. Véase La administración pública a través de los infor-
mes..., p. 11.
85
ddcd, 1882, p. 497.
86
El artículo 124 de la Constitución fue modificado por un decreto del Congreso, el
17 de mayo de 1882, donde se prescribía que “Para el 1o. de diciembre de 1884...
quedaran abolidas las alcabalas”. Esa medida no prosperó. Véase Imer B. Flores,
“La Constitución de 1857 y sus reformas: a 150 años de su promulgación”.
87
La composición de la comisión, nombrada por Fuentes y Muñiz, es significativa.
Mencionemos los nombres de Guillermo Prieto (exsecretario de Hacienda), Carlos
Olaguíbel (antiguo líder obrero y propietario de un periódico), Gabriel Mancera
(rico industrial y banquero, inversionista en la construcción de ferrocarriles), Ma-
nuel Dublán (industrial, yerno de Juárez) y Enrique Rubio (diputado).
88
Véase mh 1883-1884, pp. xxxiv-xxxvi.
89
Las proposiciones son: 1. los estados y municipios no podrán establecer impuestos
sobre el tránsito de las mercancías; 2. los productos nacionales no serán gravados
más que una sola vez en el lugar de su consumo; 3. ningún impuesto podrá apli-
carse a los productos nacionales por su exportación del país o de un estado al otro;
4. los impuestos que se establezcan sobre algún producto de otro estado deberán
ser equivalentes a los mismos impuestos sobre las mismas mercancías producidas
en los estados de su consumo; 5. los derechos municipales no podrán ir contra las
previsiones anunciadas en estas propuestas (mh 1883-1884, p. xxxvi).
FIGURA 7
Supresión de alcabalas y peso en los ingresos de los estados, 1869 - 1886
Suprimidas: 11
Conservadas: 16
No hay datos: 8
5 a 27%: 6
30 a 70%: 13
Suprimidas: 12
Reduc. tarifa: 8
Conservadas: 7
90
Véase la comunicación de Manuel Dublán del 12 abril de 1886 a la Cámara de Dipu-
tados, ddcd 1886, pp. 492-494.
91
En un folleto publicado en esos años, el joven diputado Limantour criticó la con-
ferencia y propuso medidas radicales y autoritarias: “si debemos tocar el sistema
financiero de todos los estados federados, que se haga de un solo golpe y radical-
mente”. Véase C. Díaz Dufoo, Limantour..., op. cit.
¿Después de estos dos recursos que acabamos de citar, cuáles otros, por
ejemplo, nos quedarían en el Estado, que pudieran darnos la enorme suma
que hoy produce la alcabala? ¿gravaríamos al agricultor en las cosechas de
sus semillas? La situación precaria del agro no lo permitiría ¿Impuesto a
la propiedad rústica, a la urbana, a la capitación...? Las alcabalas, al menos
por ahora, no deben abolirse...93
92
Sobre el impuesto de patente véase Iliana Marcela Quintanar Zárate, “Derecho de
patente... op. cit.
93
ddcd, 1884, p. 592, citado por Israel Arroyo García., “El ocaso...”, op. cit., p. 150.
94
Ibid., p. 152.
Mientras que los tribunos de Michoacán fueron más radicales: “un voto
afirmativo de las legislaturas, tal vez someta a los estados a una tutela
del poder central que menoscabe su soberanía y coarte sobremanera
su acción en el régimen financiero”.95 La lucha por la soberanía no era
sólo política; los tesoros de ambos estados dependían en más del 50 por
ciento de los ingresos alcabalatorios.
No obstante, la mentalidad de los gobernantes había cambiado y al-
gunos de los 13 estados que más dependían de los ingresos alcabalatorios
buscaron sustituirlos. En la serie de mapas vemos que 6 de ellos las re-
dujeron (incluido Michoacán) y 4 las suprimieron (incluido Sinaloa). So-
lamente 3 (Guanajuato, Zacatecas y Tabasco) las mantuvieron sin cambio.
Por número, la batalla iba de gane en 1883, pero por su fuerza política y
su riqueza económica, los estados reticentes tenían que ser convencidos.
El impacto de la modernidad económica –en la estructura produc-
tiva y en la infraestructura de comunicaciones– favoreció a cinco es-
tados del centro (Jalisco, Aguascalientes, Morelos, Puebla y Veracruz)
para que aceptaran el libre cambio. Mientras que la política federal de
colonización y venta de terrenos baldíos hizo el resto en los estados del
norte (Sinaloa, Chihuahua, Durango, Coahuila, Nuevo León, Tamauli-
pas) que también aceptaron suprimirlas. Esto no quiere decir que esos
estados las hayan suprimido de inmediato o completamente; algunos
las mantuvieron un corto tiempo, otros redujeron tarifas o establecieron
impuestos para sustituirlas, pero el proceso caminó en el buen sentido96
y modificó la geografía fiscal.
Esa geografía fiscal fue la que encontró Limantour seis años después,
al momento de presentar el proyecto definitivo de abolición. En su ini-
ciativa, el ministro señala que: “las raíces profundas, que esos impuestos
seculares han echado, resistieron hasta nuestros días a todos los esfuer-
zos de los poderes de la Unión […] no fue la buena voluntad que faltaba”.
Podemos preguntar si el progreso en la construcción de comunicaciones
–caminos, telégrafo y, sobre todo, de líneas férreas– que se dio entre 1886
95
Idem.
96
Lo que nos interesa subrayar es la voluntad de esos estados en suprimirla; la reali-
dad, como sabemos, fue que las mantuvieron, algunos incluso más allá del Porfiria-
to, como lo señala Luis Aboites Aguilar. Véase “Alcabalas posporfirianas. Moderni-
zación tributaria y soberanía estatal”, hm li; 2, 2001, pp. 363-393.
97
Limantour señala: “Comparando, siquiera sea de modo muy superficial, la situa-
ción que guardaba el país en 1876 con la que hoy presenta, complacen y admiran
los adelantos obtenidos en estos diecinueve años de paz. Las empresas que se consi-
deraban imposibles de realizar durante la actual generación, como los ferrocarriles
que unen nuestros grandes centros de población con las fronteras y con el litoral,
son ya hechos consumados, merced a esfuerzos perseverantes y a una cuantiosa
inversión de capital; y esas mejoras producen, a su vez, mayor desarrollo de la ri-
queza pública y dan cohesión y fuerza a nuestra organización social”. Véase la
exposición en P. Gloner, Les finances..., op. cit., p. 412 y en Memoria Política de México.
98
La fecha de esta conferencia (5 de febrero) es simbólica. Trinidad García, al respon-
der al presidente de la República, celebra las conclusiones: “La Conferencia eco-
nómica reunida en la capital el 5 de febrero último, aniversario de la Constitución
política de la República, la cual estableció la abolición de las alcabalas, indica un
espíritu decidido por el progreso social”, La administración pública..., op. cit., p. 79.
99
Israel Arroyo G., “El ocaso...”, op. cit., p. 154, nota 25.
IMAGEN 12
El Congreso Economista
100
Los resultados de esta Conferencia aparecieron en el Diario oficial, 13 de febrero de
1891, mientras que Manuel Dublán falleció el 31 de mayo del mismo año.
101
En ningún párrafo de la exposición de motivos de su iniciativa reconoce la impor-
tancia de los trabajos animados por Dublán y por las dos conferencias económicas
anteriores. Todo lo contrario, abundan fuertes críticas: “Estas no lograron ir más
allá de la esfera puramente especulativa...”, cuando sabemos que fueron espacios
de negociación entre actores políticos y económicos. ¿Qué sucede? En realidad, Li-
mantour busca deshacerse de la sombra de Dublán y legitimar su política, que pre-
tende inspirada en línea directa de los padres del liberalismo. Así, aparece como el
conquistador de una piedra angular del programa liberal.
102
La fracción iii del artículo 111 de la Constitución federal fue reformado en los si-
guientes términos: los estados no podrán: iv- Gravar el tránsito de personas o de
objetos que atraviesen sus territorios; v- Prohibir, ni gravar directa o indirectamen-
te, la entrada en su territorio, así como la salida, de ninguna mercancía nacional o
extranjera; vi- Gravar la circulación o el consumo de productos nacionales o extran-
jeros con impuestos o derechos que deben pagarse en aduanas locales y exigir la
inspección de paquetes, ni solicitar certificados que acompañen a las mercancías;
vii- Promulgar ni mantener en vigor las leyes o disposiciones fiscales que imponen
derechos diferenciados a las mercancías nacionales o extranjeras. El artículo segun-
do dice: el artículo 124 de la Constitución se modifica en los términos siguientes:
Es facultad propia de la Federación el gravar las mercancías que se importan o se
exportan o bien que transitan por el territorio nacional, así que reglamentar en todo
el tiempo, y aún prohibir, por razones de seguridad o de policía, la circulación, en el
interior de la República, de todo tipo de artículos, cualquiera que sea su proceden-
cia (30 mayo 1895).
103
Los estados compensaron las alcabalas con otros impuestos. El encargado de ne-
gocios francés en México observó: “el gobierno del estado de San Luis Potosí pro-
mulgó un decreto suprimiendo las alcabalas y las remplazó por un impuesto a los
establecimientos comerciales e industriales, así como a los talleres, los bancos y
todos los negocios y profesiones lucrativas” (Informe mensual del Encargado de
negocios, marzo de 1896, amf, B31.312, documento 324).
La unidad económica del país se lograba, pero los intereses no eran por
ello uniformes. En todo caso, la abolición de las alcabalas revela proce-
sos fiscales muy profundos: la centralización de la autoridad fiscal en el
Ejecutivo federal, su extensión y reconocimiento en todo el territorio.106
Esos aspectos tienen grandes consecuencias para el régimen fiscal y
para los contribuyentes: los estados basarán sus finanzas en impuestos
directos y el gobierno federal en los indirectos.107 Así quedó definida
104
Entre los trabajos más recientes véase, sin duda, el capítulo escrito por Alicia Salme-
rón Castro, dedicado a José Y. Limantour, en el libro Los secretarios de hacienda y sus
proyectos, 1821-1933, vol. 2, en particular las páginas 194 a 200.
105
P. Macedo, Parte iv Evolución mercantil, cap. iii, “Desde el restablecimiento de
la República hasta la época actual”, en México su evolución social..., op. cit., pp.
214-215. Esta misma percepción la tenían en el extranjero; el francés Alfred Pi-
card, miembro del instituto y presidente del consejo francés de ministros, escribió
a este propósito: “esas disposiciones, aplicadas con vigor desde el 1o. de julio
de 1896, realizaron definitivamente la unidad económica de los estados Unidos
mexicanos” (A. Picard, “Industrie, commerce et navigation”, en Le Mexique au dé-
but du XXe siècle, op. cit., p. 329).
106
Esos objetivos fueron conscientes en la época. Manuel Fuentes y Muñiz, ministro
de Hacienda, los expresa en sus informes al Congreso. Véanse los comentarios al
respecto de J. C. Valadés, El porfirismo, pp. 213-214.
107
Para las consecuencias véase María Cecilia Zuleta, “De viejos y nuevos impuestos:
el Estado y los contribuyentes frente a la abolición de las alcabalas en México a fines
del siglo xix”. En Brian Connaughton (coord.), Poder y legitimidad en México en el siglo
xix. Instituciones y cultura política, pp. 451-496.
108
La fracción ii del artículo 31 de la Constitución de 1857 señala: “Son obligaciones
de los mexicanos: Contribuir para los gastos públicos, así de la federación como
del estado y municipio en que resida, de la manera proporcional y equitativa que
dispongan las leyes”.
109
La bibliografía sobre la competencia fiscal pone énfasis en la concurrencia entre el
erario federal y el de las regiones (ejemplos son los trabajos de Luis Jáuregui, Luz
María Uthoff o María de la Luz Mijangos Borja). Pero son raros los estudios sobre
el papel de la Iglesia en esta concurrencia más allá de 1833. Véase el libro de Carlos
Alberto Ortega González, El ocaso de un impuesto. El diezmo en el arzobispado de Méxi-
co, 1810-1833.
IMAGEN 13
Las arcas
CUADRO 8
Producto de diezmos recaudados en México (1771-1832) (miles de pesos)
118
Gabino Chávez, Catecismo breve y popular acerca de los diezmos, pp. 14-15.
119
Labastida, Ibid., p. 192.
120
No se dispone de estadísticas sobre los ingresos de la Iglesia durante nuestro perio-
do. Podemos tener una idea gracias a la colección de datos, de principios del siglo
xix, que hicieron Humboldt y Lucas Alamán. Cifras a las cuales hay que sumar las
colectas y limosnas que, según varios autores, pueden multiplicar por tres o cuatro
su rendimiento (véase cuadro 8).
121
Véanse las leyes del 4 de agosto de 1824 y 12 de septiembre de 1857, en mh 1870,
pp. 77 y 475.
122
Véase el “Cuadro 1 del artículo de Luis Jáuregui, “México: la experiencia...”, op. cit.,
p. 139.
123
En algunos estados del sureste mexicano (Yucatán, Oaxaca y, sobre todo Chiapas)
los gobiernos estaduales sustituyeron el pago del tributo impuesto durante el
Virreinato a los indígenas por un impuesto llamado de capitación. Véase María
Cecilia Zuleta, De cultivos y contribuciones. Agricultura y hacienda estatal en México en
la “Época de la Prosperidad”. Morelos y Yucatán, 1870-1910; Lorgio Cobá Noh, El “indio
ciudadano”. La tributación y la contribución personal directa en Yucatán, 1786-1825; José
Antonio Serrano, Igualdad, uniformidad, op. cit.
124
Para un panorama general de las finanzas locales véase F. R. Calderón, “Vida Eco-
nómica”, hmm-rve, pp. 294-371, y G. Peralta Zamora, “La Hacienda pública”, hmm-
pve, pp. 904-918.
125
Este tema requiere de una investigación específica y dedicada, ya que los trabajos
empiezan a ser numerosos. Señalemos algunos que tocan las finanzas de los esta-
dos de Nuevo León, Puebla, Jalisco, San Luis Potosí, Yucatán y el Estado de México:
Mario Cerutti, Guerra y poder regional en el siglo xix; B. Corbett, “La historia de la
tamos con datos homogéneos sobre los ramos económicos más gravados
en las regiones, es decir su estructura. No obstante, disponemos de datos
estadísticos –aunque aproximados– sobre el monto global de los ingre-
sos del erario de cada estado, entre 1870 y 1910. Con ellos diseñamos dos
series de mapas donde se aprecia la importancia relativa de los ingresos
de cada uno en el espacio nacional, y su evolución en el tiempo.126 La pri-
mera –porcentaje del total de ingresos– ofrece una idea sobre la cuantía
relativa de los ingresos que percibe cada estado, que agrupamos en cua-
tro tipos (más rico, rico, pobre, más pobre). Mientras que la segunda compara
la tasa de crecimiento de los ingresos en cada estado por periodo (fig. 8).
FIGURA 8
Evolución de los ingresos de los estados 1870-1910
(porcentaje del total de ingresos)
Porcentaje de ingresos
T T
T T T
%
% 2,1 T
2.1
4,5
4.5
6.7 6,7
12.7 12,7
hacienda pública en el archivo histórico del estado de San Luis Potosí”, Boletín de
fuentes para la historia económica de México, pp. 9-17; J. Olveda, El sistema fiscal de Jalis-
co, 1821-1888; María Cecilia Zuleta, “Hacienda pública y exportación henequenera
en Yucatán, 1880-1910”, en Historia Mexicana, lxiv; 1, 2004, pp. 179- 247; Carlos Ma-
richal, Manuel Miño y Paolo Riguzzi, El primer siglo de la Hacienda pública del Estado
de México, 1824-1923, entre otros.
126
Los datos que presentamos no son homogéneos y sirven como estimaciones: fueron ob-
tenidos de diferentes trabajos basados en fuentes del siglo xix, en particular en informes
de los gobernadores de los estados, del secretario de Gobernación y del de Hacienda.
Véanse los comentarios pertinentes de F. Calderón, hmm, pp. 312-315.
T T T
T T T
% T
%
-2.0 -2,0
1.2 1,2
6.4 6,4
14.0 14,0
41.0 41,0
Tasa de crecimiento
anual por periodo
127
Mientras que los cuatro estados más ricos concentraban en 1870 más de 44 por
ciento de los ingresos de todos los estados, a mediados del periodo redujeron su
importancia a sólo el 33 por ciento. Y para el final a 24 por ciento.
128
Sobre este problema existe poca bibliografía, para los primeros años del siglo xix
véase Jesús Hernández Jaimes, La formación de la Hacienda pública mexicana y las
tensiones centro-periferia, 1821-1835. Y para nuestro periodo véase los artículos de
Manuel Miño Grijalva, “Fiscalidad, estado y federación. El Estado de México en
el siglo xix”, op. cit., el de Luz María Uhthoff, “La difícil concurrencia fiscal y la
contribución federal, 1861-1924. Notas preliminares”, op. cit., y el de Luis Aboites
Aguilar, “La concentración del centro político en México. Un acercamiento a partir
de la extinción de la Contribución Federal”.
129
Véase mh 1873-1874.
130
Su estudio, como señala Luis Aboites Aguilar, “permiten profundizar en la histo-
ria política mexicana, en especial en las relaciones entre el centro y las provincias;
además, ofrece criterios novedosos para distinguir épocas y tendencias que bien
pueden servir para ensayar una visión de largo plazo”. Véase op. cit., p. 1780.
131
Sobre el Contingente véase el trabajo de Luis Jáuregui, “México: la experiencia...”,
op. cit.
132
El Contingente es un impuesto que los estados deben cubrir cada 15 días o men-
sualmente (ley del 4 de agosto de 1824). La cuota total (3.1 millones de pesos) se
distribuye entre los estados a partir de un cálculo de su riqueza interna. Véase mh
1870, p. 77.
133
A este respecto Luis G. Labastida escribió en 1898: “Centralizar, aunque sea de
manera parcial, el sistema económico de la República, sería un golpe mortal a la
soberanía de los estados, es decir la quiebra de uno de los pilares que sostiene el
edificio”, op., cit., p. 93.
134
Véase la ley del 12 de septiembre de 1857, mh 1870, p. 475.
135
mh 1870, p. 569.
136
Véase Ibid.
137
Véase El Siglo Diez y Nueve de Francisco Zarco y su pensamiento constitucional.
138
Citado en R. Calderón, op. cit., p. 273.
139
mh 1873-1874, p. lvii.
140
En realidad, esas disposiciones estaban contenidas en la controvertida Ley del Tim-
bre del 31 de diciembre de 1871, que provocó la oposición contra Matías Romero y
su renuncia.
141
Véase la ley del 2 de diciembre de 1892 que modificó la Ley del Timbre.
Ningún aligeramiento de cargas fiscales puede ser tan general y tan eficaz
como la reducción de la Contribución federal […] se espera que esta me-
dida no sólo beneficie a los que contribuyen de cualquier manera al sos-
tenimiento de las cargas públicas en los estados, sino que también facilite
a los Gobiernos de dichos estados la modificación de ciertas leyes fiscales
que en algunos de ellos constituyen una carga onerosa para la industria y
el comercio.142
142
mh 1906-1907, “Exposición de motivos de la ley de Ingresos”.
143
A título de comparación mencionemos que en el Imperio alemán y para la misma
época, las “contribuciones matriculares” (equivalentes a las federales mexicanas)
producían “casi una tercera parte de los ingresos de la Federación”. Véase P. Le-
roy-Beaulieu, “Les finances publiques”, en Le Mexique au début du XXe siècle, t. 2,
p. 136.
FIGURA 9
Distribución de la Contribución federal por estados (1877 – 1911)
1877 1892 1910
%
%
1,9
1.9
4.2 4,2
7.8 7,8
13.2 13,2
144
Señala que “las colectas hábilmente consumadas por medio de asociaciones de da-
mas, las limosnas exigidas por los curas ó vicarios en el confesionario, en el púlpito,
y aun al aire libre, las derramas arregladas por juntas de los miembros más influ-
yentes de cada población, contribuyen al empobrecimiento de las masas, y dejan á
cada individuo en la más completa imposibilidad de soportar las cargas del Esta-
do”. Luis G. Labastida, op. cit., pp. 192.
145
Porfirio Díaz, Rapport du général... entre le 1er décembre 1884 et le 30 novembre 1896,
p. 42.
146
Forzar la mano a los estados recalcitrantes podía tener consecuencias graves que
amenazaran la paz. En este sentido, Léon Bourgois, diputado francés del partido ra-
dical y miembro del consejo de ministros, observó: “Ce devait être une tâche longue
et difficile que celle de faire prévaloir les idées de solidarité sur les tendances parti-
culières de chaque État; les troubles avaient eu le plus souvent pour origine l’anta-
gonisme entre les pouvoirs locaux et le pouvoir central, et l’isolement égoïste dans
lequel chacun des pouvoirs prétendait se retrancher” (“Les institutions politiques”,
en Le Mexique au début du XXe siècle, p. 170).
el m undo
de la bu rocr acia
T
radicionalmente el ejército, la Iglesia y la Administración Pública
son cuerpos de notoriedad que garantizan a los individuos as-
censo social, prosperidad económica y poder político. A media-
dos del siglo xix, sin embargo, la Reforma y la lucha por separar a la
Iglesia del Estado debilitaron al clero, mientras que las guerras civiles y
la defensa contra las intervenciones (española, francesa, estadouniden-
se, tripartita) proyectaron al ejército como una autoridad indispensable
y dominante en todo el país. En 1867 llegaron al poder los intelectuales
que diseñaron la Constitución liberal. Junto a los empleados públicos,
aquéllos se esforzaron por “restaurar” las instituciones republicanas y
reorganizar y reconstruir los aparatos del Estado. Poco a poco los em-
pleados públicos o escribientes, como les llamó el historiador José C. Va-
ladés, comenzaron a transformarse en otra vía de ascenso social. Du-
rante los años 1870, urgido de personal capacitado, el gobierno abrió
numerosas plazas: los mejores estudiantes de seminarios y de los ins-
• 167 •
1
Existen múltiples trabajos sobre los Científicos y su “jefe”, José Yves Limantour, así
como sobre su papel durante el Porfirismo. Desde los publicados en la época por
sus contemporáneos, José López Portillo y Rojas, Luis Cabrera, Francisco Bulnes y
otros, hasta las investigaciones posteriores como las de Luis González y González o
Alicia Salmerón.
2
Existen pocos estudios sobre los empleados públicos y la burocracia mexicana. La
mayoría se concentra en el siglo xx y, sobre todo, en su papel político. Véanse los
trabajos de David Arellano Gault, Lucio Mendieta y Núñez, Roderic Ai Camp, Ber-
tha Lerner o Rafael Martínez. Para el siglo xix son más escasos y tocan de manera
tangencial a la burocracia (Véanse los de Moisés González Navarro, sobre demo-
grafía y trabajo; Diego G. López Rosado da un panorama muy amplio pero superfi-
cial, y Roderic Ai Camp, centrado en el reclutamiento político). Uno muy útil para
comprender la transición entre la burocracia novohispana y la nacional es el de
Linda Arnold, Burocracia y burócratas en México, 1742-1835.
Frías y Soto en 1876,3 sino también los consideraron un factor que ani-
maba la vida económica y social de las urbes. Así, en 1885, el diputado
Francisco Cosmes, al deplorar las reducciones en el número de empleos
y de sus salarios como parte de la reforma aplicada por Manuel Dublán
para enfrentar la “crisis comercial”, preveía graves consecuencias para
la economía y preguntaba en la Cámara de Diputados:
¿Qué será de México sin empleados públicos? Si el fisco no paga los sa-
larios de una quincena, se produce un desequilibrio general en el país;
ahora con la reducción de numerosos cuerpos de empleados, gracias a los
cuales esta sociedad vive, veremos la ruina completa de la Nación.4
3
En 1876, Hilarión Frías y Soto define al empleado de la siguiente manera: “Máquina
de escribir, traspasable de un gobierno a otro, hongo del presupuesto, excrecencia de
la nómina, planta parásita de la oficina, clase pasiva en la administración, el em-
pleado era el ser más feliz de la raza humana”. En H. Frías y Soto, Álbum fotográfico,
p. 61.
4
ddcd, sesión del 13 mayo de 1885, p. 473.
5
Francisco Cosmes fue empleado de Hacienda y perteneció al distinguido grupo del
general Carlos Pacheco.
6
Luis G. Labastida, op. cit., p. 149.
7
En el Artículo 21 de la Constitución y en la Ley de 4 de octubre de 1873 se indica
que “de esta protesta se levanta el acta correspondiente, subscrita por el empleado que
la hace y el superior que la recibe”. Así, en caso de negligencias o corruptelas, se
fincan responsabilidades. Véase Luis G. Labastida, op. cit., p. 151.
IMAGEN 15
Empleomanía
8
F. Bulnes, El verdadero Díaz y la revolución, op. cit, p. 42.
CUADRO 9
Estimación del número de empleados públicos (1895-1910)
Estimaciones (**)
9 805 10 262
(empleados federales)
Sin duda los datos de las Estadísticas —más del doble que nuestra
estimación— se refieren al conjunto de empleados públicos, federales o
9
Diego G. López Rosado escribió un minucioso trabajo sobre la historia de la buro-
cracia desde la época prehispánica hasta 1977, pero no avanza datos suficientes ni
para conocer su monto ni para identificar su perfil. Véase Diego G. López Rosado,
La burocracia en México.
10
Hay uno donde se especifica la estructura socio-profesional (empleado público),
véase eep-ft, pp. 3-4.
11
Citemos, por ejemplo, el caso de Hidalgo que en 1895 cuenta con 2 263 empleados
públicos, es decir, ¡cuatro veces más que Nuevo León y dos que el Estado de Méxi-
co!, y en 1910 no cuenta más que 1 352 (Ibid., p. 54).
CUADRO 10
Número de empleados de la Secretaría de Hacienda
Salario anual en
750 800 900 950 1 250
pesos (M)
Empleados,
2 017 3 624 4 864 4 755 5 412
estimación (1)
Empleados,
2 678 3 393 4 642 4 668 5 290
estimación (2)
12
Diego G. López Rosado indica que “el número de empleos de diversa categoría, en el
periodo de mayor auge económico de la Nueva España, era de 6 205; 5 473 en la capital
del virreinato y 732 en las intendencias”. Si comparamos esa cifra, 6 205, con la que
calculamos para 1895, de 9 805, resulta factible. Véase La burocracia..., op. cit., p. 300.
13
Es poco probable que nuestras cifras estén lejos de la realidad. Los empleados pú-
blicos son los primeros en responder a los censos, sobre los cuales se basaron las Es-
tadísticas. En cuanto a nuestras estimaciones, están basadas en los gastos en cuenta
corriente (cifra incontestable) dividida por el salario medio de un empleado público
(entre 750 y 1 250 pesos anuales según el periodo, de 1877 a 1910).
14
Con los empleados de la educación federal, 8 646, para 1910, la burocracia llegaría a
21 587 (ver eep-ft, p. 39).
15
Estamos lejos, sin embargo, del 10 o el 13 por ciento de la población activa que tenían
los países de la cee en 1970 (véase E. J. Hobsbawm, L’Ère des empires, op. cit., p. 140).
CUADRO 11
Empleados federales y de Hacienda: 1875-1910
Proporción (B/A) 38 % 45 % 46 % 44 % 41 %
Fuentes: mh 1877-1878, 1885-1886, 1890-1891, 1895-1896 y 1910-1911, eep-ft, pp. 278, 286-292
y 305.
*En federales sólo incluimos a los burócratas, y eliminamos a los empleados en educación y
sus auxiliares que también son federales, pero su función no era burocrática.
16
Véase Diego G. López Rosado, La burocracia en México, p. 334, y el estudio de Mer-
cedes Blanco, Empleo público en la Administración Central Mexicana. Evoluciones y ten-
dencias (1920-1988), cuadro 2, p. 116.
17
Para estimar el número promedio de empleados de la Secretaría de Hacienda, uti-
lizamos dos métodos diferentes de cálculo que nos dieron resultados muy cercanos
y confiables: 1. gastos en cuenta corriente (factor trabajo) dividido por la media
de salarios anuales (M); 2. gastos para la administración de Hacienda —calculado
multiplicando los ingresos por el costo de recaudación (porcentajes publicados en
las Memorias de Hacienda)— dividido por el salario medio. (véase cuadro 10).
18
Es sorprendente comparar el número de empleados públicos que había en el gobierno
novohispano, antes de la Independencia, 6 205, con el número que calculamos para
1877, que arroja un total de 6 174. Las dos cifras son muy cercanas.
CUADRO 12.
Puestos y salarios anuales en Hacienda (pesos corrientes)
Secretaría
Secretario 8 000
Tesorero 6 000
Sobreintendente 6 000
Secretaría
Archivista 900
Escribiente 600
Aprendiz 300
Portero 400
Direcciones
Director 4 000
Contaduría Mayor
Archivista 1 000
Aduanas
Secretaría
Aduanal 900
Remero 365
Oficinas de Hacienda
Perceptor 1 000
El deseo es tanto más grande, cuando todo el mundo sabe que los sa-
larios mínimos en otros sectores de la economía son dos o tres veces
inferiores al salario de un simple aprendiz. El siguiente cuadro permite
comparar los salarios:
CUADRO 13.
Salarios mínimos en diferentes sectores económicos
(en pesos corrientes al año)
19
La mayor parte de los burócratas, afirma J. C. Valadés, “disponen de ganancias de
negocios fuera de la administración pública, pero hechos siempre a la sombra de la
autoridad pública” (El porfirismo, t. 1, p. 24).
20
Se trata de funcionarios y de políticos que ocuparon los puestos en la Secretaría y
en la Tesorería. Encontramos dos presidentes de la República, algunos secretarios
y tesoreros, varios subsecretarios, pero también oficiales, jefes de sección, directores de
departamento, jefes de oficinas de recaudación, de aduanas y de Casas de Mone-
da…, en breve, se trata de ciertos cuadros que ocuparon puestos de importancia en
la administración fiscal y cuya edad oscila entre los 25 y 63 años.
21
Omar Guerrero describe el lento, pero inexorable proceso de “muerte” de la carrera
administrativa heredada del virreinato, donde reinaban los méritos y aptitudes de
empleos considerados una propiedad. Véase Omar Guerrero, El funcionario, el diplo-
mático y el juez, pp. 444-449.
22
En la Nueva España los puestos de la administración de la Real Hacienda eran desti-
nados de preferencia a los españoles, luego a criollos, pero estaba vedado a los otros
estamentos o castas (mestizos, indios, negros, mulatos, etc.). Los medios y altos pues-
tos gozaban de propiedad de empleo. Véase: Omar Guerrero, op. cit., pp. 433-463.
23
Véase eep-ft, pp. 57 y 152.
24
C. Díaz Dufoo, alumno y admirador de la obra del ministro, decía: “Limantour
tuvo el mérito de haber sabido mostrar, por su enseñanza primero, después por sus
trabajos y sus actos, una vía nueva para el estudio de las ciencias económicas que
respondieran enteramente al estado y a las necesidades del país. Por esto, él fue en
FIGURA 10
Los altos funcionarios de la máquina fiscal (1867 – 1910)
México, DF.
México, DF.
182 • j av i e r p é r e z s i l l e r
Entre 1810 y 1830 = 23% Entre 1831 y 1850 = 43% Entre 1851 y 1879 = 34%
México, DF.
25
13
6
1
Fuentes: datos recabados del Diario de debates de la Cámara de Diputados 1867 a 1910, de las Memo-
rias de Hacienda y las Cuentas del Tesoro Federal de los años 1867 a 1910, así como del Diccionario
Porrúa. Historia, Biografía y Geografía de México, de D. Cosío Villegas, Historia Moderna de México,
J. C. Valadés, El porfirismo... y de F. X. Guerra, Le Mexique: de l’Ancien Régime à la Révolution.
ras partes), senadores (15 por ciento) o gobernadores (15 por ciento). La
mitad fueron al mismo tiempo funcionarios públicos y activos políticos.
La acumulación de cargos sugiere una concentración de responsabili-
dades administrativas y políticas en pocas manos, práctica que no es
constante en todo el régimen porfirista; se presenta en el momento de
consolidación y, sobre todo, durante el crepúsculo de la dictadura. Para
entonces, esos empleados se convierten en "necesarios" y en un obstácu-
lo para incluir a las nuevas generaciones.
Por otra parte, su examen revela, además, los tipos de puestos indis-
pensables para que un empleado pueda seguir la carrera de alto funcio-
nario o de político exitoso, y revela aquellos que sirven a los intereses
de grupo o de partido. Para observar algunas carreras ejemplares25 se
articula a los individuos del corpus (con excepción de los ministros,
cargo eminentemente político) en tres grandes grupos, de acuerdo con
el tipo de puesto y el lugar de trabajo. El primero, el de la administración
central (47 por ciento de individuos) con sede en la Ciudad de México.
El segundo, en las oficinas de recaudación distribuidas en el territorio (32
por ciento). Y el tercero, en las oficinas encargadas de la política monetaria y
crediticia (20 por ciento) que tienen estrecha relación con las institucio-
nes financieras.
La Administración Central comprende a los empleados de las seccio-
nes, direcciones y departamentos, así como a los de la Secretaría y de la
Tesorería.26 Esos puestos son ocupados por el burócrata ideal, los escribien-
tes, los que ejercen un trabajo administrativo árido, monótono y tedioso.
Encontramos aquí a personajes de las generaciones más antiguas, que no
hacen carrera política, como Teófilo Fonseca, Juan Torea, Bonifacio Gutié-
rrez o Francisco Álvarez. La paciente actividad de algunos de ellos, como
la de Julio Jiménez y Antonio Peñafiel –incansables en el registro de datos
y creadores de métodos contables para la administración fiscal– es colosal.
Al lado de Evaristo Aznar, de José X. Cortés o de Vicente Girón, José Jimé-
25
La información de los individuos proviene principalmente de las fuentes siguien-
tes: mh, ct, ddcd, D. Cosío Villegas, Historia moderna de México, R. Ai Camp, Mexican
Political Biographies, 1884-1935, Diccionario Porrúa, Historia, Biografía y Geografía de
México, J. C. Valadés, El porfirismo, y F. X. Guerra, Le Mexique: de l’Ancien Régime à la
Révolution.
26
Véase el organigrama “estructura de la Secretaría de Hacienda”, figura 3, página 70.
nez heredó a los historiadores las cuentas fiscales del periodo 1869-187927 y
sintetizó toda una metodología para llevar las voluminosas Cuentas del Te-
soro. Antonio Peñafiel (1839-1922), por su parte, fue jefe de sección, después
director de publicación de boletines, folletos o revistas, y tuvo a su cargo la
elaboración de los censos nacionales.28 Mencionemos también a Emiliano
Busto (1844-1897), encargado de administrar el Tesoro del ejército de Juárez.
Más tarde, administrador fiscal en el estado de Sinaloa. En 1884 fue nom-
brado director de la Administración del Timbre en México, y en 1886, ofi-
cial mayor de Hacienda. Trabajador infatigable, lleno de experiencia, Busto
redactó un manual sobre el Impuesto del Timbre que fue utilizado en todas
las oficinas locales del país.29 Contribuyó a crear el Sistema Nacional de
Estadísticas,30 a modernizar los aparatos del Estado, a comparar la Admi-
nistración Pública mexicana con la de otros países.31 Durante los años 1870-
1880, hombres como Busto, Peñafiel o García Cubas fueron motores en la
construcción de esta nueva máquina jurídico-administrativa.
Esas tareas, indispensables para modernizar al Estado, no prometen
mucha movilidad y ascenso, además de que son muy ingratas para los
hombres políticos, que raramente ocupan semejantes cargos. Por ello,
se convierten en puestos para enviar a políticos “necios”, sitios para
ejercer “represalias” contra genios que estorban. El caso ejemplar del
célebre médico Felipe Buenrostro (1832-1894), jefe de la Sección de Ar-
chivos, ilustra el método de “congelamiento” que usó frecuentemente el
general Porfirio Díaz. Hijo de un promotor de escuelas lancasterianas,32
27
Véase J. Jiménez, El erario federal en el decenio...
28
Entre otros trabajos, Peñafiel dirigió las famosas Estadísticas generales de la República
mexicana (1884), el Boletín Semestral de la Dirección de Estadística... (1892-1893) y el
Anuario estadístico de la República mexicana (1894-1912).
29
Véase E. Busto, Manual de la Ley del Timbre.
30
Publicó particularmente la Estadística de la República mexicana, Anexo a la Memoria de
Hacienda 1877-1878, y al lado de Antonio Peñafiel, participó en la Dirección General
de Estadística.
31
E. Busto escribió un ensayo para la Exposición Universal de París de 1889, titulado
L’Administration publique au Mexique. Étude comparative et succincte entre les systèmes
administratifs des finances de France et du Mexique.
32
Las escuelas lancasterianas fueron asociaciones fundadas para difundir los méto-
dos pedagógicos y de instrucción pública ingleses, y se beneficiaron del sostén del
erario entre los años 1830 y 1840.
IMAGEN 16
Portada del libro L’administration publique…
33
En el acta de matrimonio del general Porfirio Díaz, del 5 de noviembre de 1881,
se asienta que “comparecieron ante mí, Felipe Buenrostro, Juez del Estado Civil”.
Véase Archivo del general Porfirio Díaz, p. 197. Entre los testigos figuran Carlos Pa-
checo y Eduardo Liceaga.
34
Francisco de Paula Arrangoiz (1812-1889), de familia aristocrática, fue miembro del
partido conservador y ministro de Hacienda en 1849.
IMAGEN 17
Retrato del general Carlos Pacheco
Más allá del ámbito local, ciertos funcionarios realizaron brillantes carre-
ras a nivel nacional. Entre los fieles al “Príncipe”, a las instituciones y
35
Pacheco participó en la lucha contra los imperialistas en el Ejército de Oriente,
dirigido por el general Porfirio Díaz. Tomó parte en la defensa de Oaxaca, 1864,
donde fue hecho prisionero por los franceses. En 1866 fue canjeado por otros pri-
sioneros. Y el 2 de abril de 1867, en la toma de Puebla, fue herido por un cañonazo
que le hizo perder un brazo y una pierna.
36
Se trata de los “memorialistas”, empleados que redactan los informes del ministe-
rio. Véase J. C. Valadés, El porfirismo, nacimiento, p. 53.
37
La concepción de progreso del general Pacheco difiere de la de los jóvenes diputa-
dos, en particular en lo que se refiere al rol del Estado y de la política en la sociedad.
Más pragmáticos, los jóvenes diputados deseaban un Estado fuerte e intervencio-
nista, donde los técnicos (tecnócratas) tuvieran un lugar más importante que los
militares. El general Pacheco, por el contrario, daba prioridad a un Estado republi-
cano, con pleno equilibrio entre los poderes.
38
En 1886, el Congreso le acordó una concesión para el establecimiento de una bolsa
mercantil en México. Véase el decreto del 19 de octubre de 1886 (“Se aprueba el
Contrato celebrado para el establecimiento de una Bolsa Mercantil en México” a los
señores Aspe y Labadie), en Dublán y Lozano, op. cit., pp. 391-393, y en ddcd, 1886,
pp. 815-831. También véase A. Lagunilla Iñárritu, La bolsa en el mercado de valores de
México y su ambiente empresarial.
bien los esfuerzos repetidos por modernizar esas oficinas y por suje-
tarlas a la autoridad federal. Su padre, un culto funcionario de la Real
Hacienda, lo envió de aprendiz a la Aduana de la Ciudad de México, la
antigua Alcabala, y a la Dirección de Contribuciones. Más tarde, Payno
fue nombrado administrador de la Renta del Tabaco —experiencia que,
como sabemos, alimentó su trabajo literario—. Fue administrador de
la aduana de Matamoros, la más importante en la frontera norte del
país, y alcanzó fama y notoriedad entre políticos y burócratas cuando
sometió al Congreso un Proyecto de arreglo de los gastos de la Hacienda
pública.39 Ministro de Hacienda en tres ocasiones (1850-1851, 1855-1856 y
1857-1859), Payno buscó dirigir las finanzas públicas siguiendo un vasto
plan, donde los problemas crediticios y aduanales eran los aspectos cen-
trales.40 En 1858 participó con Ignacio Comonfort en el golpe de Estado
contra Benito Juárez y la Constitución de 1857, lo cual le hizo merecedor
a una condena por parte del Congreso (1862). No obstante, sus méritos
le ganaron la amnistía y le permitieron participar activamente en las
comisiones (1871-1882). Así, sus ideas sobre las aduanas, la deuda, el
contrabando y la administración tuvieron un lugar importante en los
debates parlamentarios.41
Francisco Mejía (1822-1901) conoció una trayectoria similar a la de
Payno.42 Hijo del administrador de aduanas de Fresnillo, Zacatecas, Me-
jía se formó igualmente en las oficinas, pero subió más lentamente los
peldaños de la máquina fiscal. En 1838 fue aprendiz en la aduana de
Fresnillo, después en la Dirección de Contribuciones de México. Diez
años más tarde fue nombrado alcalde gobernador de la aduana de Vera-
cruz, enseguida inspector de las aduanas del Golfo. En 1854 administró
la aduana de Mazatlán y, para 1857, fue nombrado inspector de aduanas
marítimas.
39
Véase M. Payno, Proyecto de arreglo de los gastos de la Hacienda pública.
40
Véase M. Payno, Exposición que el ministro..., 1850. Publicó también un estudio pro-
fundo sobre los aranceles y decretó una nueva tarifa aduanal.
41
Véase M. Payno, Cuentas, gasto, acreedores y otros asuntos del tiempo de la Intervención
y del Imperio... (1868), balance muy consultado por los diputados.
42
Véase el capítulo de María José Rhi Sauci Garavito, “Francisco Mejía Escalada: la
táctica del avestruz”, en Los secretarios de hacienda y sus proyectos (1821-1833), vol. ii,
pp. 87-110.
IMAGEN 18
Últimos obsequios del 7o. Congreso
43
Sobre la compañía de Loustau véase J. Pérez Siller, Correspondencia México-Francia.
Fragmentos de una sensibilidad común, pp. 271-279.
44
Para las elecciones de 1910, Francisco I. Madero propuso a Dehesa como candidato
a vicepresidente de Porfirio Díaz, en lugar de Ramón Corral, que era el “gallo” de
los Científicos.
IMAGEN 19
Detalle de la Carta General de la República Mexicana
45
Ocupó ese puesto del 25 de marzo al 25 de mayo de 1911, antes de la renuncia de
Díaz a la presidencia.
46
Que tenían responsabilidades y obligaciones bien establecidas. Véanse los artículos
113 a 116 de la Ley General de Instituciones de Crédito, 19 de marzo de 1897.
47
Fue hermano de su madre, María Agustina Luisa Castelló Rivas, tres años
mayor (1842-1919). Véase su genealogía en línea: <https://gw.geneanet.org/
sanchiz?lang=es&p=maria+agustina&n=castello+rivas>.
48
Véase la genealogía en FamilySearch <https://ancestors.familysearch.org/en/
LR3H-Q7X/juan-mar%C3%ADa-icaza-iturbe-1825-1898>.
49
La agencia financiera en Londres fue creada por ley el 22 de junio de 1885 y abrió
sus puertas el 5 de abril de 1886.
50
Véase el excelente libro de Esther Acevedo, Por ser hijo del Benemérito. Una historia
fragmentada. Benito Juárez Maza, 1852-1912.
51
En varias ocasiones, los historiadores J. C. Valadés y Cosío Villegas mencionan la
conducta de Rivas, “conocido por su enriquecimiento suspecto y su vida poco re-
comendable”, así como por su don de ubicuidad: “En 1882, fue elegido al mismo
tiempo senador suplente por el Estado de Hidalgo, diputado titular por Tepic y
senador titular por Guerrero...” (hmm-pvp, p. 690).
52
En 1903, por ejemplo, firmó una compra de material de guerra con la compañía
francesa de Saint-Chamond, por valor de seis millones de francos, lo que le valió,
en esta ocasión, ser recompensado con la medalla de la “Légion d’honneur”. Véase
carta del director general de la compañía Saint-Chamond a MAE, del 22 diciembre
de 1903, amae/ns V.16.
funcionarios que hemos visto, indica que los puestos fiscales sirvieron de
escalón imprescindible para obtener el éxito económico y político. Ellas
revelan igualmente que si los lazos de fidelidad con el “Príncipe” son
necesarios, se trata de puestos de estrecha colaboración con el gobierno;
la modernización de la administración exige técnicos experimentados.
Esa tendencia, a buscar y poder contratar empleados profesionales se
acentúa durante los años 1880 –cuando ya se exige un título de las noveles
escuelas de comercio–, y abrió la puerta a una nueva generación de funcio-
narios que, poco a poco, obtienen un cierto margen de independencia fren-
te al grupo de militares, caciques y liberales que detentaban el poder polí-
tico. Los especialistas fueron contratados por su conocimiento, experiencia
técnica y profesional adquirida, muy a menudo, en actividades económicas
de punta. La mayoría comparte las mismas ideas de “orden y progreso”,
busca los mismos objetivos y utiliza la apertura de nuevos campos de ac-
ción para desarrollar su inteligencia y aumentar su poder y su riqueza. Así,
si Porfirio Díaz cede un poco de autoridad para alcanzar “el progreso”, no
se priva por ello de verdaderos talentos.53
Pero independencia relativa de la administración frente a los acto-
res políticos no quiere decir desaparición de la política. En esta fase del
Porfirismo (después del nombramiento de Limantour) se hace política
“ejerciendo” la administración, dándole sentido a la acción de los fun-
cionarios, fijando una dirección a la máquina jurídico-administrativa
—y al grupo de interés que se articula y beneficia— donde “poca polí-
tica y mucha administración” significa “otra manera de hacer política”.
Esto nos conduce a conocer la orientación de la fiscalidad y a examinar
las carreras de aquellos que le dan contenido, orientación y ritmo: los
ministros y los miembros de las comisiones parlamentarias.
53
Este proceso de profesionalización de la administración es antiguo: la presencia de
Manuel Payno, Francisco Mejía, Guillermo Prieto o Francisco Gochicoa son ejem-
plos que lo confirman. Lo novedoso aquí es que la burocracia se transforma en un
verdadero actor político.
poder real. Las Cámaras juegan un papel político menor: “el poder real
circula a través de la jerarquía del Ejecutivo”.54 Esta es la imagen que
proyecta el régimen a principios del siglo xx y que sugiere el gran poder
que adquirió el Ejecutivo y su jerarquía burocrática. Sin embargo, esa
realidad, al igual que la dictadura, es un resultado y no una situación
que rige durante todo nuestro periodo. Conviene entonces dar segui-
miento al proceso que terminó por consolidar a un Ejecutivo fuerte y
al grupo que lo dirige: los Científicos. Para ello debemos preguntarnos
¿cómo llegan los Científicos a ocupar las riendas de la Hacienda pública
y orientar la política del Ejecutivo? ¿De dónde sale su “jefe”, José Yves
Limantour?, ¿qué coyunturas los favorecen para desplazar a los libera-
les y republicanos?
La vida política de la República Restaurada no tiene mucho que ver
con la imagen esclerosada de la dictadura. Durante esos 10 años renacie-
ron la democracia, la libertad de opinión y el parlamento fue teatro de
vivas discusiones, donde los porfiristas aprovecharon para legitimarse
y escalar el poder. En varias ocasiones los gobiernos de Juárez y de Ler-
do de Tejada tuvieron que dar marcha atrás a sus proyectos, retirar sus
iniciativas de ley, mientras que la oposición, movida por los porfiristas,
provocó la renuncia de sus ministros.55 Los programas políticos de los
levantamientos armados porfiristas (La Noria, 1871, y la "Revolución de
Tuxtepec", 1876) se dirigieron, en realidad, contra la instauración de un
Poder Ejecutivo fuerte, reclamaron mayor autoridad para el Poder Le-
gislativo —que debería nombrar a los altos funcionarios— y exigieron
la alternancia política (no reelección de presidente y de gobernadores).56
Pero, una vez en el poder –al triunfo de la revolución tuxtepecana– y
con el fin de asentar su autoridad, el general Díaz utilizó todos los me-
dios para construir un Ejecutivo robusto y derrotar a sus contendientes
políticos.
54
F. X. Guerra, Le Mexique..., op. cit., p. 103.
55
Es por ello que tanto Juárez como Lerdo buscaron reforzar al Ejecutivo creando un
contrapeso a la Cámara de Diputados, en la figura del Senado. Finalmente, en 1874,
Lerdo de Tejada estableció el Senado.
56
Existen varios libros que reproducen los textos completos de manifiestos y progra-
mas de los levantamientos de Díaz, véase por ejemplo el de F. I. Madero, La sucesión
presidencial en 1910, pp. 96-115 o la recopilación de A. Matute, México en el siglo xix.
Es bien sabido cómo, durante los años 1880, Díaz empeñó su energía
para alcanzar esos objetivos usando todos los medios de coerción a su
alcance: control de la prensa, prisión, congelamiento político, desapari-
ción o asesinatos (como en el sonado caso de Veracruz inmortalizado
en la frase: “Mátalos en caliente”...), prácticas que en esa época fueron
conocidas como el método de las tres R: “encierro, destierro o entierro”.
Díaz llegó así a centralizar el poder en el Ejecutivo, a controlar la oposi-
ción y, poco a poco, se alejó del programa “republicano” que justificó su
ascenso. En esta lógica el general se apoyó en sus partidarios, antiguos
liberales y republicanos que se beneficiaron de favores y concesiones
gubernamentales, y supo poner en práctica una política de progreso
material y de reconciliación con la Iglesia y con los conservadores, que
le ganó apoyos entre las clases acomodadas. Así, para 1888, consolidó
su régimen.
Desde 1890, después de haber eliminado a sus rivales liberales y
“tuxtepecanos”,57 Porfirio Díaz necesitaba hombres nuevos y un nuevo
programa para legitimar su permanencia en el poder. Los miembros
de la Unión Liberal estuvieron listos para sostenerlo y los Científicos
ofrecieron su talento para elaborar el programa y formular una versión
—y una visión— creíble y racional del régimen: el general Díaz deviene
así “la fuente de todo poder”.58 Los Científicos, subraya el senador y go-
bernador de Jalisco José López Portillo y Rojas, “dieron valor y pusieron
inteligencia a la obra que, sin su contribución, no hubiera sido más que
violenta y decadente”. Ellos crearon, añade López Portillo, “la organi-
zación del país, como fue durante el periodo más brillante del gobierno
de Díaz”.59 El Ministerio de Hacienda fue el centro articulador de esta
obra de regeneración y el grupo de Limantour se reveló dinámico y
hegemónico.
En efecto, la debilidad de los caudillos, la decadencia política del
Legislativo y su total sumisión al Ejecutivo evolucionaron al mismo ritmo
57
Nombre dado a los que sostuvieron el programa de la “Revolución de Tuxtepec”,
levantamiento contra el presidente Lerdo de Tejada, golpe de Estado que llevó al
general Díaz al poder en 1876.
58
Varios historiadores retoman esta fórmula, poniendo al general Díaz en el centro de
todo poder. Véase Cosío Villegas, hmm-pvp, F. X. Guerra, Le Mexique..., op. cit., o las
biografías de E. Krauze y F. Zerón Medina, Porfirio Díaz.
59
J. López Portillo y Rojas, Elevación y caída de Porfirio Díaz, p. 263.
60
Como sabemos, las comisiones se ocupan de examinar y dictaminar las iniciati-
vas de leyes, por lo que tienen todo el poder para sancionar y orientar la política
económica del gobierno.
61
Los nombres de diputados miembros de esas comisiones provienen del Diario de
debates de la Cámara de Diputados, ddcd, de 1867 a 1910.
62
Véase el estudio de Nicole Giron, “Manuel Payno, el ir y venir por la Secretaría de
Hacienda”, en Los secretarios de hacienda y sus proyectos (1821-1933), vol. 1, pp. 351-
397.
63
Véase Elisa Speckman Guerra, “La gestión hacendaria de José María Iglesias. La
emergencia de la guerra y las promesas de la paz”, en Los secretarios de hacienda y sus
proyectos (1821-1933), vol. ii, pp. 47-74.
64
José Ma. Iglesias se refugió en Nueva York, donde murió en 1892. Escribió un libro
sobre este problema, La cuestión presidencial en 1876.
IMAGEN 20
Dibujo de Guillermo Prieto, 1854
68
C. J. Sierra, Historia de la administración hacendaria en México, p. 67.
70
Sobre este aspecto, véase hmm-pvp, p. 730.
71
ddcd 1880, p. 325.
72
Sobre este aspecto, véase hmm-pvp, p. 730.
73
Matías Romero es más conocido como diplomático, por los puestos que ocupó en
los gobiernos de Juárez y Porfirio Díaz, como representante en Washington. Al res-
pecto existen la biografía clásica de Harry Bernstein, Matías Romero 1837-1898 y el
artículo de Cosío Villegas, “La aventura de Matías”. Más reciente la de Sergio Silva
Castañeda y Graciela Márquez, Matías Romero y el oficio diplomático: 1837-1898.
74
El cuadro de secretarios de Hacienda fue elaborado en 1995, desde entonces se han
publicado algunos trabajos sobre los ministros, entre ellos destaca el coordinado
por Leonor Ludlow, Los secretarios de Hacienda y sus proyectos… op. cit., así como la
Galería de Secretarios de Hacienda, diseñada por la propia shcp, en línea.
CUADRO 14
Los secretarios de Hacienda: 1867-1911
Principales acciones en la
Fechas Nombre, lugar y fecha
Secretaría
Continúa la implantación
1872 jun 12 / Francisco Mejía Escalada del Timbre, deja la Secretaría
1876 nov 28 (Morelia, 1822-1901) a la caída de Lerdo de
Tejada.
Nombrado
1877 mar 15 / Francisco de Landero y Cos provisionalmente para
1877 mayo 23 (Xalapa, 1831-1912) permitir el regreso de
Romero a la Secretaría.
Principales acciones en la
Fechas Nombre, lugar y fecha
Secretaría
Benitista, novel en
la materia, entra en
1879 abr 7 /
José Hipólito Ramírez desacuerdo con Riva
1879 abr 9
Palacio, secretario de
Fomento, debe renunciar.
Benitista, amplía impuestos
del Timbre a textiles, hace
1879 abr 9/ Trinidad García
economías y propone emitir
1880 ene 23 (Sombrerete, Zac., 1831-1906)
papel moneda. Se gana la
oposición.
Remplaza a los benitistas,
1880 ene 24 / Manuel J. del Toro deja la Secretaría al final de
1880 nov 15 (México, 18? -1886) la administración de Porfirio
Díaz.
Criticado por préstamos
que solicitó a particulares
1880 dic 1o. / Francisco de Landero y Cos
y acusado de favorecer a
1881 dic 15 (Veracruz, 1828-1900)
los “enemigos de Díaz”,
renuncia.
Establece bancos, contrata
1881 dic 15 / Jesús Fuentes y Muñiz préstamos, criticado por
1884 feb 9 (Toluca, 1840-1895) extender el Impuesto del
Timbre, debe renunciar.
Enfrenta una crisis
financiera y política, impone
1884 feb 10 / General Miguel de la Peña con mano dura las leyes
1884 dic 15 (México, 1833-1891) fiscales y arreglos de la
deuda, llega al término de la
administración.
Reorganiza la
administración (extiende
impuestos, reduce gastos,
1884 dic 15/ Manuel Dublán
negocia deudas, abre el
1891 mayo 31 (Oaxaca, 1830-1891)
crédito exterior, acuerda
concesiones), muere en
funciones.
Ministro de transición,
1891 jun 1o. / Benito Gómez Farías incapaz de enfrentar la
1891 oct 30 (México, 1828 -1914) crisis, muy criticado por
Limantour, debe renunciar.
Principales acciones en la
Fechas Nombre, lugar y fecha
Secretaría
Continúa y fortalece su
reforma (administrativa,
1892 mar 26 / Matías Romero Avendaño amplía el Impuesto del
1892 dic 31 (Oaxaca, 1837-1898) Timbre y busca fomentar la
agricultura) regresa como
embajador a los EU.
Consolida la reforma,
contrata préstamos, suprime
1893 mayo 8 / José Yves Limantour las alcabalas, equilibra el
1911 mayo 25 (México, 1854-1935) presupuesto y desarrolla
las Instituciones de Crédito,
renuncia a la caída de Díaz.
75
Véase J. López Portillo y Rojas, Elevación y caída..., op. cit., p. 179, y el libro de María
Eugenia Ponce Alcocer, La elección de Manuel González, 1878-1880.
76
Véase Memorias de Porfirio Díaz [en línea].
77
Al comparar la población gobernada por los candidatos tenemos que: “Benítez con-
taba con ocho estados de la República, que tienen una población que excede los tres
millones y medio de habitantes; González, siete, con un poco más de dos millones;
los de Porfirio apenas llegan a cinco estados y un millón y cuarto de moradores;
por último de los independientes son siete estados y dos millones ochocientos mil.
Benítez es el más fuerte”. hmm-vpi-I, p. 542.
78
Véase J. C. Valadés, El porfirismo. El crecimiento, p. 46.
79
hmm-pvp-i, p. 555.
80
González resultó ganador con 11 528 votos de un total de 15 022. Sus más cercanos
opositores fueron Benítez, con sólo 1 368 votos y García de la Cadena con 1 075 vo-
tos. Véase Memoria política de México [en línea].
IMAGEN 21
Madame Angot, 1878
81
Véase Nuevo León y sus juristas en la encrucijada de la historia. De 1824 a nuestros días,
p. 90.
82
En particular las líneas de ferrocarriles de Monterrey al Golfo y Piedras Negras a
Torreón.
83
La compañía deslindadora estaba presidida por el general Treviño. Las cifras de
los deslindes son elocuentes. Véase M. Cerutti, Burguesía, capitales e industria en el
noreste de México, op. cit., pp. 258-261. Y más particularmente el artículo “Los mili-
tares, terratenientes y empresarios en el norte de México durante el porfiriato. Los
generales Treviño y Naranjo (1880-1910)”.
84
Véase hmm-pvp, p. 384.
85
Véase J. C. Valadés, El porfirismo. El nacimiento..., p. 90.
86
Véase galería de ministros en línea: < http://www.apartados.hacienda.gob.mx/
galeria_secretarios/html/29.html>.
87
Apareció en El Monitor Republicano. Véase C. J. Sierra, Historia de la administración,
op. cit., p. 87.
88
Sobre la deuda véase J. Pérez Siller, “Razones, pasiones y violencia en México. El
reconocimiento de la deuda inglesa en 1884”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos.
89
Véase galería de retratos en línea: <http://www.apartados.hacienda.gob.mx/gale-
ria_secretarios/html/31.html>.
90
El Monitor Republicano, 12 febrero de 1884.
91
Sobre la gestión hacendaria de Dublán véase: L. Ludlow, “Manuel Dublán: la admi-
nistración puente en la hacienda pública porfiriana”, pp. 141-174.
92
Dublán fue “uno de los hombres del presidente en la Cámara de Diputados, en
tanto que miembro de la Comisión de Hacienda”. L. Ludlow, op. cit., p. 143.
93
En 1888, el periodista Mata propuso una lista de seis candidatos, en el caso de que
Díaz no se presentara, éstos fueron: Manuel Dublán, Manuel Romero Rubio, los
generales Francisco Z. Mena, Manuel González, Mariano Jiménez y Mariano Es-
cobedo. Véase hmm-pvp, p. 304.
94
Tanto Francisco Bulnes como Ralph Roeder reflexionan sobre las consecuencias de
esas tácticas del general Díaz que terminaron por alejar a sus partidarios: “El gene-
ral Díaz, desde 1892 comenzó la tarea de destruir a sus partidarios y nunca volvió
a entender que los partidarios no deben ser exterminados…”. Al eliminarlos quedó
libre el espacio para la llegada de los Científicos. Véase R. Roeder, op. cit., t. ii, p. 138.
95
J. López Portillo y Rojas, Elevación y caída..., op. cit., p. 205.
96
En una carta a Limantour, fechada en 1889, Rosendo Pineda, consejero de Goberna-
ción, relata las múltiples tentativas de Romero Rubio para tumbar a Manuel Dublán
y meter a sus peones en la Secretaría de Hacienda. Véase J. C. Valadés, El porfirismo.
El crecimiento, p. 8.
97
F. Bulnes, Toda la verdad acerca de la Revolución Mexicana. Véase en particular los
capítulos “Una revolución Boxer protegida...” y “Los factores morales de la Revolu-
ción”, pp. 101-140.
98
Sobre Manuel Romero Rubio existen varios apuntes biográficos publicados en su
época. Uno de los mejores es el de Ireneo Paz, en su libro Los hombres prominentes de
México, pp. 13-18. También el de Lázaro Pavía, Los estados y sus gobernantes. Ligeros
apuntes históricos, biográficos y estadísticos, pp. 47-55.
IMAGEN 22
San Baltasar
99
La boda fue celebrada por el obispo Eulogio Guillow, en la capilla del Arzobispado
de México –ocupada entonces por don Antonio Pelagio de Labastida y Dávalos,
antiguo regente del Imperio. Amigo de Díaz, Guillow señaló en sus memorias la
influencia de esta alianza: “Carmelita fue el alma de la sorprendente evolución del
general Díaz hacia una existencia refinada y una política de conciliación que tuvo
profundas consecuencias para la vida nacional”, C. Tello, El exilio. Un relato de fami-
lia, pp. 273-274.
Si Romero Rubio casó bien a sus hijas (tuvo como yernos a José
de Teresa, banquero fundador del Banco Nacional de México, y a Ro-
sendo Pineda, licenciado y activo político), también tenía una estrate-
gia que sobrepasaba el marco de las alianzas familiares.100 Durante su
exilio en los Estados Unidos siguió de cerca la campaña presidencial
del general Hayes y confirmó la importancia que tenían la prensa y
los partidos en la vida política; pensó en fortalecer algo similar en
México. Así, a su regreso en 1881, participó en la creación de un cen-
tro de animación social, de reuniones y tertulias, donde concurría la
aristocracia metropolitana, el famoso Jockey Club.101 El club funcionó
como una sociedad anónima, cada socio poseía acciones que le daban
derecho a un voto proporcional y contribuía al mantenimiento de la
Casa de los Azulejos.102 Muchas personalidades renombradas y adine-
radas fueron elegidas a la dirección del club, como José Y. Limantour,
Manuel Nicolin, Pablo Escandón, Luis de Errazu, José Izita y Fernan-
do Suinaga. Pertenecer al Jockey Club era entrar en la alta sociedad y
asegurar un éxito en el ascenso social.103
100
Desde su juventud, afirma Ireneo Paz, Romero Rubio formó organizaciones y clu-
bes en la Ciudad de México que se unieron al movimiento encabezado por Ignacio
Comonfort, en la Revolución de Ayutla. Véase Los hombres prominentes de México, op.
cit., p. 14.
101
Entre los más asiduos tenemos a Sebastián Camacho, Tomas Braniff, Luis Lavie,
Guillermo Barrón, Guillermo de Landa y Escandón, Ramón Alcázar, Pablo y
Miguel Macedo, Francisco Bulnes, Félix Cuevas, Antonio de Mier y Celis, Ge-
naro Raigosa, los hermanos Rincón Gallardo, Patricio Sáenz, Alberto Romero
de Terreros, Pedro Santacilia, Luis García Pimentel, José Aburto, Plácido Pastor,
José Algara, Francisco Suinaga, Fernando Rubio, Pablo Escandón, Juan y Jorge
Goribar, entre otros. Véase J. C. Valadés, El porfirismo. El crecimiento, pp.37-39 y 183
y Diccionario Porrúa… p. 1905.
102
Situada a unas calles entre la Alameda y el Palacio Nacional, la Casa de los Azulejos
cuenta con diversas áreas (salón para fumadores, para hacer la siesta, para leer el
periódico…), un restaurante, una biblioteca, salas de lectura, de tertulias, de esgri-
ma y salón de juegos (cartas, bacará, pókar, billares, boliche) y baños. Véase Ibid., p.
183. El club benefició de una subvención de la Secretaría de Gobernación destinada
a los premios de las tómbolas. (Gobernación, varios, más, Gastos extraordinarios,
exp. 180; Indiferente, exp. 19, agn, citado en J. C. Valadés, El porfirismo. El crecimien-
to, t. ii, p. 37.)
103
Véase también el libro de W. H. Beezley, Judas at the Jockey Club and other episodes of
Porfirian Mexico, 1989.
104
Para esos años Romero Rubio participaba en numerosas asociaciones literarias,
científicas y políticas “y a la Internacional ‘Unión Ibero Americana’ de la cual es
Presidente de la Junta Directiva de México”. Véase Lázaro Pavía, op. cit., p. 54.
105
Carlos Díaz Dufoo dice que ellos “se juntaron en los escalones comunes y lumino-
sos que dejó sobre la intelectualidad nacional la inolvidable propaganda del méto-
do positivo en México”. (C. Díaz Dufoo, Les finances..., p. 245.)
106
En sus memorias, Limantour describe con afecto su experiencia en el despacho de
Romero Rubio (Apuntes sobre mi vida pública, p. 15).
107
La lista de personalidades pertenecientes a los Científicos es larga y está aún por
rehacerse. Cosío Villegas propone una (hmm-pvp, p. 858), mientras que Luis Cabrera
editó otra en 1909 (Véase “El segundo capítulo de cargos concretos”, en F. Zertuche,
Luis Cabrera: una visión de México, pp. 87-119).
108
“Convencido de que en política se necesita la cooperación de los demás, ha teni-
do –escribe Ireneo Paz sobre Romero Rubio–, en los treinta años que lleva de vida
pública, el tacto de atraer hacia sí a los hombres pensadores y de asimilarse a sus
ideas y de asimilarlos a las suyas. Filósofo, habría formado una escuela; político, ha
formado un partido”, op. cit., p. 17 .
110
La anécdota revela el humor irónico característico de Bulnes. Acusado ante Díaz
por asedio y abuso sexual hacia una joven, el presidente trató de cubrir la deshonra
ofreciendo a Bulnes un “cambio promocional”. Éste escribió a Díaz para agradecer
por “haberme aumentado el salario para mi curación”. Véase hmm-pvp, p. 690.
111
La bibliografía de Bulnes es extensa, sobre todo su obra periodística. Citemos sus
libros más representativos: La deuda inglesa. Colección de artículos publicados en el “Si-
glo Diez y nueve” (1885); El porvenir de las naciones latinoamericanas (1899); El verdadero
Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio (1904); Las grandes mentiras de nues-
tra historia (1904); Juárez y la Revolución de Ayutla y la Reforma (1906); Hidalgo (1910);
Toda la verdad acerca de la Revolución mexicana (1916); El verdadero Díaz y la Revolución
(1920); Los problemas de México (1927).
112
Sobre la familia Casasús-Díaz y don Joaquín, véase C. Tello Díaz, El exilio, op. cit., en
particular pp. 83-115.
113
F. Palavicini, Los grandes de México: Joaquín D. Casasús, p. 107.
114
De Casasús véase La cuestión de los bancos a la luz de la economía política y del derecho
constitucional (1885), Estudios monetarios (1896), Les institutions de crédit au Mexique
(1900), La reforma monetaria en México (1905), Reformas a la Ley de Instituciones de Cré-
dito. Artículos publicados en “El Tiempo” (1908).
118
Véase F. X. Guerra, Le Mexique..., p. 74.
119
Pineda fue miembro de los consejos de administración de las siguientes sociedades:
Banco de Londres y México, Pan American Co., Pan American Railways, véase J. L.
Ceceña, México en la órbita imperial, p. 83.
120
J. López Portillo y Rojas, op. cit.
121
Véase C. Díaz Dufoo, op. cit., p. 243.
122
Véase Ibid., p. 244.
123
Sobre este programa, véase F. X. Guerra, Le Mexique..., op. cit., t. ii, p. 83.
124
La convención de la Unión Liberal tuvo lugar a principios de 1892, mientras que las
elecciones fueron en julio. Entre tanto, Limantour fue nombrado subsecretario de
Hacienda (27 de mayo 1892). Fue encargado del ministerio el 1o. de enero de 1893,
y nombrado secretario el 8 de mayo siguiente.
125
Es cierto que la fidelidad de Limantour hacia Díaz se puso en duda en 1911, por
su posición ambigua durante las negociaciones con los partidarios de Madero. Él
no excluía la eventualidad de continuar al frente de la Secretaría de Hacienda a la
renuncia de Díaz, una actitud que aparece clara en su correspondencia con Rafael
Hernández, primo de Madero. Véase C. Tello Díaz, El exilio, pp. 36-38.
126
Sobre la figura de José Y. Limantour se ha escrito mucho, desde la biografía que le
dedicó su alumno Carlos Díaz Dufoo, aquí citado, hasta los textos de Alicia Salme-
rón. Véase de esta última “Proyectos heredados y nuevos retos. El ministro José
Yves Limantour (1893-1911)”, en Los secretarios de Hacienda y sus proyectos… vol. ii,
pp. 175-210.
127
En su edición del 30 de diciembre de 1877, El Mensajero publicó los nombres de las
personalidades más ricas del país: Antonio de Mier y Celis, Faustino Goríbar, Feli-
pe Iturbe, Nicanor Béistegui, Pedro del Valle, Juan Bringas, Pío Bermejillo, José de
Teresa, Isidro de la Torre, Francisco y Miguel Busch, Manuel Escandón, Sebastián
Camacho, Ramón Guzmán, Carlos Haghembeck y José Y. Limantour (J. C. Valadés,
El porfirismo. El nacimiento, p. 71). El padre de Limantour fue un traficante de armas
y amasó una gran fortuna en la compra de algunos bienes de la Iglesia, nacionaliza-
dos por Juárez (fue uno de los más importantes compradores). Véase J. Bazant, Los
bienes de la Iglesia en México, pp. 179-180.
128
Véase la biografía de Limantour escrita por C. Díaz Dufoo, Limantour, pp. 13-14.
129
Ibid., pp. 22-29.
130
Muy sonada en la prensa de la época, esta competencia contribuyó a la renuncia
de Reyes a la Secretaría de Guerra. En 1904, Limantour rechazó nuevamente esta
distinción, según una carta que Díaz envió a los gobernadores el 4 de junio de 1904.
Véase C. Díaz Dufoo, Ibid., pp. 247-278.
131
Recordemos que, desde la infancia, Limantour tuvo una salud precaria, y que tenía
la costumbre de tomar reposos prolongados en Francia. Hizo así coincidir las fechas
de sus ausencias con el calendario preelectoral (1899, 1903 y hasta en 1910).
132
Entrevista de Raymond Perraud a J. Y. Limantour, aparecida en France-Amérique,
diciembre 1910, p. 722. Traducción libre.
IMAGEN 23
¿Felicitación o queja?
L
a aventura porfirista se presenta ante nuestros ojos como algo
prodigioso y fascinante. Prodigioso porque después de medio
siglo de gobiernos que no cesaron de combatirse unos contra
otros, el general Porfirio Díaz logró instaurar un régimen estable que se
impuso durante más de 35 años. Fascinante porque los análisis sobre la
estabilidad y la modernidad de ese régimen resultan siempre ricos en
enseñanzas. Más aun cuando el “milagro porfirista” fue interrumpido
por una larga revolución que no logró borrar los huellas del llamado
“antiguo régimen”.
La fiscalidad jugó un rol de primera importancia en esta aventura. A
diferencia de los gobiernos de la primera mitad del siglo xix, la adminis-
tración de Porfirio Díaz superó, en efecto, la crisis fiscal endémica que
lo debilitaba.1 No se trataba de un problema administrativo, contable
o moral, sino de la capacidad de la sociedad para cubrir el costo de los
aparatos del Estado y la habilidad del grupo dirigente para orientar la
redistribución de la riqueza.2 A fin de impulsar la economía, tuvieron
que aplicar un vasto programa de reformas favorables a su crecimiento
e instaurar un régimen fiscal capaz de transferir al gobierno una parte
de la riqueza social. Al aplicar esta reforma, que se extendió de 1867 a
1896, se establecieron relaciones, lazos y complicidades entre diferentes
1
En realidad, se trataba de un problema de crecimiento económico y de distribución
de la riqueza. Véase J. Fontana, La quiebra de la monarquía absoluta, 1814-1820.
2
La pieza clave que hemos construido para su análisis es la problemática de la “Cri-
sis fiscal”, entendida como signo, causa y consecuencia de las relaciones sociales de
producción y distribución de la riqueza.
• 241 •
1894, los Científicos promulgaron una ley más liberal que unificó los
derechos sobre la tierra y creó el Gran Registro Público de la Propiedad.
La política de “deslinde, venta y ocupación de terrenos baldíos y
nacionales” abrió los favores de inversionistas y de los “señores de la
tierra”, una alianza que favoreció la abolición de las alcabalas, permitió
fincar el derecho federal sobre los recursos naturales, aumentó el valor
a los bienes inmobiliarios y orientó la distribución de la riqueza social.
Sin embargo, la ocupación –física y militar de esos terrenos– implicó
una “guerra” contra las comunidades indígenas originarias –mayos,
yaquis y mayas– que generó descontento y abrió una profunda herida
en la conciencia de un sector de la sociedad. Ese drama, unido a los
efectos económicos y sociales generados por la concentración de tierras,
alimentó las fracturas que condujeron a la crisis revolucionaria.
La instauración del régimen fiscal, lo hemos visto, implicó adoptar
un modelo –en este caso el liberal– para aumentar la riqueza y satisfacer
las necesidades del Estado. La maquinaria jurídico-administrativa im-
pulsó el crecimiento y se apropió de una parte de la riqueza generada
en toda la República. Los Científicos –que llevan las riendas del poder
fiscal– contribuyen a esos objetivos. La pregunta que propone este li-
bro es pensar si los Científicos lo hacen motu proprio o para obtener los
favores de la oligarquía; aquí se han dado ya algunas respuestas, pero
la propuesta permanece y se examinará ampliamente en los dos libros
siguientes de la trilogía sobre Fiscalidad y poder en el porfirismo.
Archivos
• 245 •
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Bibliografía general
Sitios electrónicos
Índice de cuadros
Cuadro 1. Comparación de ingresos (1792-1867).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
Cuadro 2. Estructura de ingresos de un año promedio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
Cuadro 3. Estructura de los gastos federales promedio (1823-1867). . . . . . . . . . . . . . 29
Cuadro 4. Oficinas federales de correos y telégrafos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Cuadro 5. Clasificación del presupuesto federal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Cuadro 6. Venta de terrenos baldíos y precio por hectárea, 1863-1890. . . . . . . . . 109
Cuadro 7. Distribución de 38.8 millones de hectáreas atribuidas, 1877-1910.. . . . . 117
Cuadro 8. Producto de diezmos recaudados en México, 1771-1832. . . . . . . . . . . . . . 146
Cuadro 9. Estimación del número de empleados públicos, 1895-1910. . . . . . . . . . 173
Cuadro 10. Número de empleados de la Secretaría de Hacienda. . . . . . . . . . . . . . . . . 174
Cuadro 11. Empleados federales y de Hacienda, 1875-1910. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175
Cuadro 12. Puestos y salarios anuales en Hacienda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
Cuadro 13. Salarios mínimos en diferentes sectores económicos.. . . . . . . . . . . . . . . . 178
Cuadro 14. Los secretarios de Hacienda, 1867-1911. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
A
Aboites Aguilar, Luis 136, 151, 152, Aspe Arriola, Francisco 194
Aburto, José 229 Atlántico 52, 141
Aguascalientes (Edo.) 86, 136, 150 Avendaño, Humberto 7
Aguilar Camín, Héctor 12 Ávila, Felipe 9
Aguilar, Gustavo 29 Ayutla (Gro.) 30, 127, 229, 232
Ai Camp, Roederic 169, 185 Aznar, Evaristo 185
Alamán, Lucas 28, 143, 145
Alarcón, Próspero 145
Alcalde, Joaquín 212 B
Alcázar, Ramón 229 Baja California (T) 20, 108, 113, 163
Aldama (Chih.) 191
Alemania 174 Bancos e Instituciones de crédito:
Algara, José 229 Central Mexicano 202
Altamirano, Ignacio M. 56, 190 de Londres y México 201, 235
Álvarez Suárez, Salvador 8 de Campeche 201, 235
Álvarez, Emilio 235 del Avío 45, 261
Álvarez, Francisco 185 del Estado de México 201
Álvarez, Germán 7 de Guerrero 222
Angot, Madame 220, de París y de Países Bajos (paribas)
Antuñano, Esteban de 45 231
Arellano Gault, David 169 Mexicano de Chihuahua 191
Arellano, Felipe 89 Nacional Mexicano 201
Argelia 108 Nacional de México 204, 229, 256
Argentina 107 Hipotecario Mexicano 200
Arrangoiz, Francisco de Paula 189
Barajas, Rafael (El Fisgón) 26, 33, 211,
Arrangoiz, Javier 189
256, 267, 268
Arrillaga, Francisco 34
Baranda, Joaquín 226, 238
Arroyo García, Israel 125, 135
Barra, Francisco León de la 90
Arwich, Nikita 8
Barradas, Isidro brigadier 48
• 269 •
Domínguez, Norberto 200, 254 Francia 7-9, 48, 86, 90, 108, 152, 153,
Duarte, Gloria 7 174, 187, 197, 227, 238, 255, 261,
Dublán, Juan 223 265, 268
Dublán, Manuel 74, 87, 88, 89, 91, 93, Fresnillo 195, 198
100, 108, 110, 115, 121, 132, 133, Frías y Soto, Hilarión 170
138, 139, 140, 161, 162, 170, 183, Fuentes y Muñiz, Jesús 132, 141, 216,
194, 203, 214, 216, 225, 226, 238, 224
246, 260
Durango (Edo.) 113, 136, 149-151, 183
Duret, Fernando 230 G
Galván, Arturo 7
E Gamboa, Leticia 8, 9
Gameros Ronquillo, Tomás 191
Elourdy, Cirilo 154 García Cubas, Antonio 73, 186, 247,
Errazu, Luis de 229 254, 267
Escalante, Constantino 26 García de la Cadena, Trinidad 219
Escandón, Manuel 41, 45, 57, 237 García Martínez, Bernardo 108
Escandón, Pablo 229 García Pimentel, Luis 229
Escobedo, Mariano 225 García Teruel, Luis 114
España 7, 16, 27, 48, 66, 100, 109, 117, García Torres, Vicente 74, 78, 245, 248
152, 153, 174, 180, 258, 264 García, Trinidad 138, 216, 219, 226, 248
Espinoza, Yubila 7 Gardet, Mathias 8
Estados Unidos (EU) 19, 41, 42, 48, Garner, Paul 12, 258
102, 107, 141, 182, 213, 214, 227, 229, Garza, Emeterio de la 114, 222
233, 237, 245, 247-249, 252-254, 267 Garza, Raúl de la 7
Esteva, José Ignacio 37, 38, 42, 58, 213, Gattepai, Patricia 8
248, 259 Gil Valdivia, Gerardo 102, 258
Gilly, Adolfo 12, 258
González Echeverría, José 153, 154 Hobsbawm, Eric J. 11, 174, 259
González Navarro, Moisés 86, 169, Huller, Luis 114
254, 258 Humboldt, Alexander 27, 28, 143, 146
González y González, Luis 104, 168, 258
González, Manuel, Gral (Presidente)
24, 87, 108, 156, 183, 187-189, 204, I
217-219, 223, 225, 247, 261, Icaza y Landa, Gabriel 201
González, Martín 191, 226 Icaza y Landa, Javier 201
Goríbar, Jorge 229 Iglesias, José María 60, 78, 209, 212,
Goríbar, Faustino 237 217, 223, 250, 263
Goríbar, Juan 229 Inglaterra 152, 153
Grajales, Agustín 9 Iturbe, Felipe 237
Guanajuato (cd) 218 Izaguirre, Manuel 60, 80
Guanajuato (Edo.) 74, 134, 136, 149, Izita, José 229
150, 158
J
Guaymas 194
Guerra, François-Xavier 8
Guerrero 111, 134, 150, 190, 204, 222
Jalisco 74, 136, 147-151, 158, 159, 191,
Guerrero, Omar 170, 180
207, 261
Guillén, Manuel 222, 259
Jáuregui, Luis 9,38, 99, 103, 142, 143,
Guillow, Eulogio 228
147, 152, 259
Gurza, Jaime 183
Jiménez, José 185
Gutiérrez Nájera, Manuel 213, 230
Jiménez, Julio 35, 85, 89, 185
Gutiérrez, Antonio 7
Jiménez, Mariano 225
Gutiérrez, Bonifacio 185
Juárez García, Benito 19, 26, 44, 45, 48,
Guzmán, Ramón 212, 237
56, 61, 77, 78, 81, 82, 92, 105, 109,
120, 124, 129, 132, 153, 154, 181,
H 186-189, 195-197, 200, 203, 206, 210,
212-214,217, 218, 221-223, 225, 232,
Haghembeck, Carlos 237 237, 251, 256, 258, 261, 263, 270
Haro y Tamaríz, Antonio 41, 42, 45, 57
K
Hayes, Rutherford B. 229
Hebrard, Véronique 8
Hernández Jaimes, Jesús 151, 259
Katz, Freidrich 12, 259
Hernández, Rafael 236
Kenneth Turner, John 122, 167, 150
Hernández, Santiago 56, 80, 236
Knight, Alan 12, 101, 259
Herrera, José Joaquín 19
Kosakaï, Toshiaki 8
Hidalgo 86, 101, 150, 173, 191, 202,
Kossok, Manfred 16
204, 232
Krauze, Enrique 12, 207, 260
Kuntz, Sandra 9, 101, 260 Ludlow, Leonor 88, 101, 214, 225, 257,
La Babia, (hacienda, Coah.) 118 260
La Mesilla 48 Luna Parra, Manuel 183, 251
Labastida y Dávalos, Pelagio Antonio Luna, Pablo 8
de 228
Labastida, Luis G. 74, 87, 91, 142-144,
146, 152, 159, 171, 228, 251 M
Landa y Escandón, Guillermo de 229 Macedo, Pablo 28, 32, 77, 114, 141, 183,
Landeros y Cos, Francisco de 182, 215, 219, 229-233, 235, 237, 251
216, 223 Madero, Ernesto 92,183
Lavie, Luis 229 Madero, familia 118, 183
Lebrija, Joaquín 30, 43, 45, 58 Madero, Francisco I. 18, 122, 191, 197,
Lecocq, Charles 220 206, 217, 236, 251
Lejeune, Louis 111 Madrid 234
Lépez, Ramón 7 Mancera, Gabriel 132, 202, 203, 239,
Lerdo de Tejada, Sebastián 17, 44, 55, María y Campos, Alfonso de 234
58, 60, 64, 81, 82, 96, 107, 120, 130, Marichal, Carlos 9, 101, 129, 148, 257, 261
144, 145, 166, 182, 189, 196, 206, Márquez, Graciela 214, 260, 263
207, 209, 212, 215, 217, 223, 227, 259 Marseille, Jacques 8
Lerner, Bertha 169 Martínez de la Torre, Rafael 106, 212
Leroy-Beaulieu, Pierre 157, 251 Martínez Vera, Rogelio 74, 255
Liceaga, Eduardo 188 Martínez, Alicia 7
Limantour Marquet, José Yves 18, 19, Martínez, Rafael 169, 212
58, 89-93, 107, 114, 115, 125-28, 130, Mata, José María 210, 225, 247
134, 136-38, 140, 141, 156, 157, 161- Matamoros 194, 195
63, 168, 169, 180, 183, 188-91, 197, Matute, Álvaro 206, 260
205-07, 214-17, 226, 227, 229, 230, Maximiliano de Habsburgo, Ferdinan
231, 233-39, 242, 250, 251, 262 (Emperador de México) 35, 45, 48,
Loaeza, Eleazar 188, 189 183, 187, 189, 212, 225, 242, 250
Loaeza, Francisco (Gral.) 188 Mayas 122, 123, 243
Lomné, Georges 8 Mayos 122, 243
Londres 201, 203, 204, 235, 249 Maza, Francisco F. de la 104, 245, 246,
López de Nava 212 256
López de Santa Anna, Antonio 41, 105 Maza, Juana 225
López Portillo y Rojas, José 168, 207, Mazatlán 194, 195
218, 226, 235, 239, 251 Mejía Escalada, Francisco 195, 215
López Rosado, Diego G. 169, 173-175, Mena, Francisco Z. 225
254, 260 Mendieta y Núñez, Lucio 169
Loustau, Miguel 197 Mendizábal, Dr. 239
N
París 69, 186, 198, 231, 233, 237, 238,
250, 255, 261, 263, 265
Parkes, Henry Bamford 121, 261
Naranjo, familia 118
Pastor, Plácido 229
Naranjo, Francisco 222
Pavía, Lázaro 227, 230
Nicolin, Manuel 229
Payno, Manuel 182, 194-196, 205, 209,
Niox, Gustave Léon 48, 49, 261
223, 237, 251, 252, 258, 263
Noriega, Cecilia 34, 261
Paz, Ireneo 220, 227, 229, 230
Norte América (ver. Estados Unidos,
Peniche, Manuel 110, 114, 252
EU) 108
Peña, Miguel de la 216, 224
Nueva York 46, 209, 233, 253, 267
Peña, Patricia de la 7
Nuevo León 86, 101, 118, 136, 147, 173,
Peñafiel, Antonio 185, 186, 254, 255
222, 259, 265
Peralta Zamora, Gloria 71, 147
Periódicos de época:
S
Tello Díaz, Carlos 12, 232, 236, 263
Tello, Miguel 89
TePaske, John Jay 28, 264
Saa, Karim 8
Tepic (T) 204
Sáenz, Patricio 229
Teresa, José de 229, 237
Salmerón, Alicia 141, 168, 236, 262
Terrazas, familia 118, 191, 202
San Luis Potosí (Edo.) 80, 129, 140,
Thor, Man-Yan 8
147-150, 154, 191
Tlaxcala (Edo.) 74
Sánchez Santiró, Ernest 124, 125, 262
Tobler, Hans Werner 12, 101
Sánchez Gavito, Indalecio 237
Toluca 216, 217, 224
Sánchez, Facio 113, 185, 246
Tomóchic (Chih.) 123
Santa Alianza 48
Torea, Juan 185
Santa Anna (Ver: López de Santa
Toro, Manuel J. 89
Anna, Antonio) 33, 41, 48, 105,
Toro, Manuel J. del 216
126, 127, 153, 267
Torre, Isidro de la 237
Santacilia, Pedro 229
Torre, José Miguel 7
Sáyago, Fernando 198
Torre, Salvador 8
Segura, Francisco 237
Torreón 222
Semo, Enrique 12, 16, 117, 263
Trápaga, Yolanda 7
Serrano, Antonio 27, 147, 259, 263
Treviño, Jerónimo 118, 222,
Sierra Méndez, Justo 93, 110, 111, 193,
Trigueros, Ignacio 27
210, 230-232, 235
Tutino, John 119, 122, 264
Silva Castañeda, Sergio 214
Tuxtepec 17, 82, 130, 187, 188, 191, 193,
Silva Herzog, Jesús 114, 263
197, 201, 206, 207, 210, 211, 212,
Sinaloa 113, 135, 136, 150, 186, 200
213, 217, 218, 221, 226, 227, 236
Sombrerete 216
Sonora 113, 120, 121, 122, 150, 151,
159, 163
Sosa, Francisco 213
U
Suárez de la Torre, Laura 29, 263 Uruapan 222
Suinaga, Fernando 229 Uthoff, Luz María 142
V X
Valadés, José C. 12, 101, 114, 120, 121, Xalapa 215, 259
141, 167, 179, 182, 185, 193, 204,
219, 223, 226, 229, 237, 264
Valenzuela, Jesús E. 114 Y
Vallarta, Ignacio L. 220 Yáñez Ruiz, Manuel 31, 36, 43, 255
Valle, Pedro del 237 Yaquis 121-123, 243
Vargas Comsille, Hugo 9 Yucatán 113, 120-122, 134, 147-151, 158,
Velasco, Emilio NO HAY ENTRADA 159, 163, 182, 257, 264
Vélez Pliego, Alfonso 8
Z
Vélez Pliego, Francisco M. 9
Veracruz (Edo.) 29, 45, 113, 120, 132,
136, 149, 154, 158, 159, 181, 182,
Zacatecas (Cd.) 74, 129, 195,
194, 207, 210, 212, 216, 223, 224,
Zacatecas (Edo.) 80, 129, 136, 149, 150,
234, 251, 259
154, 158, 159, 182, 183, 198, 217, 219
Veracruz (puerto) 29, 194, 195, 197, 223
Zamacona, Manuel Ma. De 154, 182,
Verdo, Geneviève 8
213, 235
Vilar, Pierre 8, 15, 264
Zambrano, Juan A. 45, 46, 253
Villasana, José María 166
Zamora 71, 147, 200
Vos, Jean de 114, 115, 117,
Zarco, Francisco 26, 154
Zavala, Lorenzo, de 27, 263
W Zenteno, Cástulo 200
Zerón-Medina, Fausto 12, 260
Washington 19, 213, 214, 226, 233 Zisberg, André 8
Weil, François 8 Zoteapan (Ver.) 120
Womack, John 12, 122, 264 Zuleta, María Cecilia 141, 147, 148, 264