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La Percepción

Semana 2

SEMANA 2: LA PERCEPCIÓN

¿Qué es lo que desencadena el desequilibrio en nuestras vidas? La sensación de que no


podemos, no llegamos, no controlamos…. Esa sensación comienza con la percepción de la
situación. Es decir, ante un hecho el mecanismo que dispara cómo nos sentimos es la manera
de percibir esa situación. Si nos parece una situación normal, natural…nos sentiremos en
calma; si nos parece una amenaza, un riesgo…probablemente comenzaremos a desencadenar
preocupación al respecto, o sea, la puerta de entrada al estrés.

Así, el estrés se define como la sensación o reacción del ser humano ante una situación que
percibe como amenazante.

Como vemos, la situación en si no tiene por qué ser amenazante, es nuestra forma de
percibirla lo que desencadena ese estrés o preocupación.

“Las cosas no son como son; son como somos” Kant

¿Cómo surge esta percepción en cada uno?

Como seres humanos necesitamos entender el mundo. Para aprender en la infancia vamos
generando ya “esquemas”: esto es una silla, aquello es el color rojo, …. En este proceso de
aprendizaje las normas y reglas de funcionamiento tienen un papel esencial: para repetir una
acción necesito saber cómo se hace, es decir, qué pautas existen y saber que siguiéndolas
conseguiré ese resultado (desde usar la cuchara, caminar… hasta realizar un deporte, por
ejemplo). De ahí nuestra tendencia a buscar y encontrar una lógica y sentido a todo aquello
que sucede, a encontrar “el esquema”, o a etiquetar personas, situaciones... Es un hábito
automático de la mente, propio del proceso de aprender.

Además también tiene un sentido de supervivencia y economía de recursos: necesitamos


simplificar la realidad para entenderla y así poder decidir, en situaciones de crisis, dónde
encajar lo que sucede para bien atacar, huir, o no actuar, y así proteger nuestra vida. Esta
forma de mirar se mantiene hoy, no tanto unida a situaciones de vida o muerte
(afortunadamente el hombre ha evolucionado y la seguridad vital externa es mayor) sino a
situaciones desconocidas, la incertidumbre propia del proceso de evolucionar.

Y es así como funciona el cerebro de forma inconsciente: ¿esto lo conozco? ¿a qué me suena?
¿en qué casilla lo incluyo?.

Como vemos, esta necesidad de que todo “encaje” nos lleva a cuadricular y clasificar el
mundo. Como hemos visto, es natural y/o propio de ciertas etapas en la vida. El problema
surge cuando confundimos la cuadrícula con el mundo. Cualquier división que hagamos de la
realidad es artificial, se basa en un criterio subjetivo, que son nuestros propios esquemas
mentales o también denominadas creencias.

Vamos pues a conocer cómo nacen

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- La educación recibida: cómo hay que vestirse, ser en la vida, comportarse en el


colegio, … Todo este conjunto de mensajes que recibimos, sobre todo en la infancia,
conforman una manera de funcionar en el mundo, y por tanto, esperar que otros
funcionen así…. Cuando esto no sucede….¿lo vivimos como peligroso?1

- El aspecto físico y capacidades: los genes crean nuestra apariencia exterior, y nuestras
experiencias en la vida están condicionadas por ellos; nacemos con unas habilidades
que podemos desarrollar más fácilmente y otras que necesitarán de más esfuerzo… y
esto ya condiciona las respuestas que tendremos en el entorno.

- La cultura/sociedad donde vivimos nos transmiten mensajes sobre cómo deben ser las
cosas, personas, expectativas laborales, personales…. Los cuentos infantiles son una
buena muestra de ello, cargados de valores y roles… Lo que en un país es natural en
otro es un delito….

- La familia y entorno cercano: las personas que nos rodean, sobre todo nuestra familia,
tienen sus propios esquemas, y por ello nos los transmiten de forma inconsciente …así
vamos también aprendiendo lo que se puede o no hacer, lo que está bien o mal…

Dado que cada uno tenemos unas creencias, tenemos por tanto una forma distinta de mirar la
realidad, y que influye en cómo enfrentamos la propia vida.

Volviendo al patrón de funcionamiento mental, nos preguntamos ¿cómo funciona la mente


ante la realidad? Comparando, de forma automática e inconsciente, lo que sucede con
nuestras creencias. Si encaja con mi forma de mirar, la sensación será de calma y tranquilidad;
si no encaja y es contrario, empezamos a sentir miedo, rabia, tristeza…en definitiva, cierto
desequilibrio y malestar.

Como dice Anthony de Mello2: “Cuando los sucesos de la vida y la conducta de las personas se
conforman a ese modelo, permanecemos tranquilos y nos parece que todo marcha bien; pero
cuando no se conforman con el modelo, nos alborotamos por dentro. Así, lo que en realidad
nos trastorna no son esas personas o sucesos sino el modelo que llevamos dentro. Tal modelo,
para colmo, es accidental y arbitrario. Cae en la cuenta de eso y nada volverá a trastornarte.”

Hay una historia al respecto, que describe cómo actuamos:

“Nasruddin llegó a ser primer ministro del rey. En cierta ocasión, mientras
deambulaba por el palacio, vio por primera vez en su vida un halcón real. Hasta
entonces Nasruddin jamás había visto semejante clase de paloma. De modo que
tomó unas tijeras y cortó con ellas las garras, las alas y el pico del halcón.

1
“Jenny Moix, “Felicidad Flexible”, Aguilar, Madrid, 2011.
2
Antoni de Mello, “Medicina del alma para la superación personal”, Lumen, Argentina, 1998.

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“Ahora pareces un pájaro como es debido – dijo. Tu cuidador te ha tenido muy


descuidado”.

Tenemos por naturaleza una fuerte tendencia a proteger estos esquemas, a pensar, de inicio,
que son correctos, por lo que lo que acontece fuera es lo “incorrecto”. Lo “lógico” sería que
modificásemos nuestros esquemas ante una realidad que es diferente a nuestro modelo de
mundo. Pero no lo hacemos. ¿Por qué?

- Necesitamos un mundo seguro: ya hemos visto que estas creencias condicionan


nuestra forma de ver. Y la atención tiene un especial papel ahí: atiendo más a aquello
que conozco, que encaja en mi esquema, lo que me da seguridad; además lo que
conozco se identificarlo y puedo entonces relacionarme con ello con más tranquilidad.
De ahí que tengamos ese filtro innato, esa selección necesaria, por otro lado, para
poder manejarnos en el mundo, puesto que la cantidad de estímulos es mucho mayor
a nuestra capacidad de ser conscientes de ellos. La atención es selectiva, por tanto, y
prestamos más atención a aquello que encaja en nuestros valores y creencias. Y con la
memoria ocurre igual: lo que entendemos, lo recordamos mejor y así vamos
acumulando experiencias interpretadas en función de nuestros mismos esquemas.

- Necesitamos un mundo lógico y ordenado: nuestro hábito de pensamiento parte de la


existencia de un sentido en todo lo que ocurre; este “sentido” se basa en nuestros
esquemas, de forma que si algo no resulta lógico para nosotros, serán nuestros
esquemas quienes le darán la forma que necesitamos para que encajen.

Como consecuencia de lo anterior, nos comportamos siguiendo nuestros esquemas y creencias


y esto provoca a su vez que se reafirmen más. Tras una acción nuestra se derivan unas
consecuencias, que interpretamos en base a estos esquemas. Así, la tendencia es a buscar la
interpretación que encaja y a partir de ahí, seguimos actuando. Y cuando algo sale como
creíamos se refuerzan las creencias; cuando no encaja, lo atribuimos a una excepción o a
factores como suerte… Como quizá ya podéis apreciar, ¡es como estar en un callejón sin
salida!.

En resumen, creemos en algo y nuestros actos van dirigidos en esa dirección, de forma que los
resultados que obtenemos también se pasan por ese filtro, y, ante esa necesidad de “lógica”,
de contraste entre lo conocido o desconocido, la tendencia a “encajar” las situaciones
apuntala más nuestras creencias.

Así, la secuencia creencias - percepción - acción se va reforzando de forma que vamos


generando un patrón de comportamiento que ratifica igualmente estas creencias.

En este sentido la Conciencia Plena es una herramienta clave en dos sentidos:

- apreciar a qué atendemos, es decir, darnos cuenta de qué capta nuestra atención y así poder
ampliar la atención a otros estímulos cuando nos damos cuenta de que nuestra percepción es

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más cerrada. Conocer a qué atendemos nos ayuda a conocer estas creencias, primer paso para
cambiarlas si vemos que ya no nos ayudan.

- una atención más abierta nos da la oportunidad de ver otras alternativas, apreciar matices,
evitar la dicotomía blanco-negro, en definitiva, una mayor apertura hacia la existencia de más
posibilidades ante lo que sucede y, por tanto, un mayor bienestar emocional ante los cambios
o situaciones desagradables. Ante la novedad o lo imprevisto nuestro cerebro ya no parte de la
premisa de contraste con el esquema puesto que este esquema poco a poco se va
desdibujando, difuminando.

¿Qué conclusiones podemos sacar?:

1. Los acontecimientos no suelen tener una única percepción: personas diferentes pueden ver
y sentir cosas diferentes. La conjunción de ambas será la clave para una visión más completa
de la realidad. En definitiva, conseguimos mayor Comprensión.

2. Nuestra percepción por tanto es muy limitada y necesitamos incorporar esta clave y así
poder tener una actitud que refleja que dudar y no saber es más seguro que lo opuesto.
Humildad en definitiva.

3. Ante percepciones diferentes por tanto, nos sentiremos más tranquilos, puesto que lo
concebimos como natural: cuando hay conciencia, podemos ver la perspectiva del otro puesto
que tenemos una actitud de apertura e interés, y dejamos los juicios a un lado. No nos
identificamos con nuestro punto de vista porque somos capaces de “ver” nuestra percepción,
podemos notar esa separación persona-opinión, y no nos sentiremos atacados ante
percepciones diferentes a la nuestra. En resumen, un mayor Respecto y Bondad.

4. Necesitamos diferenciar el hecho de la percepción, el juicio de la experiencia, el mensaje de


su interpretación. En definitiva, Ampliar el marco.

“La sabiduría tiende a crecer a medida que también crece la conciencia de la propia ignorancia”
Kahl Gibrán.

¿Cuáles son los errores típicos de la percepción?

- Error atribucional: solemos atribuir la causa de nuestros éxitos a acciones propias y la


causa de nuestros fracasos a factores externos, por ejemplo, culpar a los demás de
nuestros males. Por eso es común criticar cuando algo sale peor de lo esperado y
felicitamos poco cuando sale bien. Cuando el mecanismo está invertido tiene que ver
con problemas de autoestima.

- Proyección: pensamos que los demás funcionan como nosotros y les asignamos
características y patrones propios, lo que nos lleva a errores en el comportamiento
que posteriormente desarrollaremos hacia ellos.

- Efecto nocebo-placebo: si creemos que algo nos curará/enfermará es más probable


que lo consiga.

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- Nuestras expectativas: la mente, por mera supervivencia, tiende a mirar hacia


adelante, hacia qué va a pasar, lo que genera en nosotros expectativas. Estas
expectativas condicionarán por tanto el valor que demos al resultado, y por ello, la
percepción del mismo. Cuando una expectativa es motivante decimos que es
adaptativa, útil; cuando es demasiado alta y genera frustración, tendremos que
adaptarla en beneficio de nuestro bienestar emocional y conectar con una realidad
que nos estaría diciendo que quizá no vamos en la dirección correcta. Muchas veces
las expectativas están unidas al entorno, que es otro factor que condiciona también la
forma de mirar por la tendencia a compararnos.

Mindfulness y los cambios de percepción

Hasta aquí pudiera parecer que poco podemos hacer ante esos patrones, esquemas y
respuestas automáticas o condicionadas a lo que sucede. Como hemos visto, las experiencias
previas, la cultura, entorno… condicionan nuestras respuestas. ¿Cómo hacer entonces para
tener respuestas más sanas, diferentes o más adaptadas a la realidad que nos rodea de forma
que esa percepción no sea de peligro o amenaza?

Gracias a la Neurociencia múltiples estudios sobre el comportamiento cerebral revelan tanto la


capacidad del cerebro a dar diferentes respuestas ante el mismo estímulo como la posibilidad
de modelar la mente gracias al entrenamiento (Neuroplasticidad)3. Es decir, que ese
condicionamiento no es tan automático como pudiera parecer sino que, como dijo Viktor
Frankl

“la distancia de los acontecimientos externos y la respuesta que damos a ellos es quizá la única
y más radical libertad del ser humano”.

Mindfulness ayuda a conocer qué pensamientos y emociones se repiten en mí y así poder


darse cuenta de qué creencias se están activando y decidir si ahora me ayudan o no en la
situación que estoy viviendo, es decir, si ayudan o no a mi bienestar.

Volviendo al estrés y sus causas, como ya dijimos, la percepción de una situación como un
peligro para quien la vive es el activador de emociones desagradables (miedo, rabia, tristeza).
Por tanto, Mindfulness, o vivir con Atención Plena es una práctica clave para desactivar este
mecanismo. Veamos.

Cuando practicamos atención plena practicamos la aceptación de todo lo que sucede con
amabilidad. Por tanto, en una sociedad donde la acción predomina sobre la contemplación,
donde la productividad prima sobre la capacidad de producción, ¿qué utilidad tiene la práctica
de Atención Plena? ¿Y concretamente, cómo influye en nuestra percepción?

3
Nim Totenham para el Sackler Institute for Developmental Psychobiology (2010), Richard Davidson y
las numerosas investigaciones de su equipo en el Centro para la Investigación de Mentes Saludables,
Francisco Varela en colaboración con Helen Helen Rosch y E. Thompson publica diversos estudios (“De
cuerpo presente”, Gedisa (2009).

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Por un lado, la falta de cuestionamiento de lo que hacemos, tareas o acciones concretas


siempre dirigidas a lograr objetivos, es uno de los factores que más estrés generan en la
actualidad. ¿Cómo saber si estamos actuando de forma saludable? ¿Cómo decidir si es mejor
cambiar de acción? ¿Cómo saber qué necesito cambiar para estar en equilibrio? Todas estas
preguntas se responden a través de la práctica de Atención Plena:

- actúa sobre la percepción de las situaciones: desarrolla la capacidad de separarme y analizar


de forma más objetiva lo que sucede.

- En la medida en que una situación genera emociones desagradables deberíamos parar y


mirar qué sucede. La práctica de Mindfulness enseña a detectar en qué emociones estamos (a
veces la mente se centra en algo con tal intensidad que las emociones desagradables que van
unidas o bien dejan de ser el foco de atención, o bien son justificadas por la mente), ayuda a
salir de la mente y darnos cuenta de la emoción.

- Esa capacidad de separarnos y mirar sin sentirnos arrastrados por la situación, no solo
permite una mirada más objetiva de la misma, como ya hemos dicho, sino que además
permite tomar decisiones con más lucidez.

En definitiva, salir de las propias percepciones es una de las claves de la gestión del estrés y
preocupaciones.

- ¿Seguro que es una amenazada? Como la calificación de “amenaza” tiene que ver en cómo yo
en concreto lo percibo, darme cuenta de mis percepciones será lo primero para poder
modificar aquellas que ya no me benefician o están distorsionadas. Siempre recordaré la
expresión de una gran amiga cuando decía y repetía que se sentía sola, a pesar de tener
grandes amigos y sentirse comprendida; al cambiar la óptica se dio cuenta que simplemente
vivía sola. Este descubrimiento puede producirse al mirar las situaciones con Atención Plena,
saliendo de los pensamientos recurrentes y cerrados en las propias creencias.

- ¿Existen otras formas de mirar lo mismo? Observar que ante una misma realidad existen
diferentes percepciones ayuda a abrir la conciencia, expandir la visión de la realidad y en lo
referente a relaciones humanas, previene conflictos y mejora a capacidad de interaccionar con
otros ya que amplía la capacidad de comprensión de aquello que, aun estando fuera de
nuestra óptica, es parte también de la realidad.

- ¿Puedo elegir la forma de mirar? Como interpretamos la realidad en función de nuestros


marcos mentales, creencias… si he ampliado las formas de percibir y dispongo de varias
alternativas, es un signo de inteligencia emocional elegir la más saludable para mi y mi
entorno. Este aspecto suele ser combatido en ocasiones. Por ejemplo, si un amigo me dice que
no le apetece quedar puedo interpretar que se ha enfadado, que le apetece otra cosa, que
está cansado… ¿qué sucede si en el pasado cuando me ha dicho esas palabras he interpretado
que era enfado o incluso lo he comprobado? Que ahora evitaré preguntar más sobre cómo
está e incluso puedo reaccionar a esta suposición de que estará enfadado. Pero si me doy
cuenta de que existen otras opciones, las emociones dejarán de ser tan desagradables y
probablemente me ayudarán a dar el paso para preguntar y así empezar a desactivar esos

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patrones establecidos previamente fruto de no darme cuenta de que mi interpretación


condiciona mi acción4.

Ese punto, el de las acciones que decidimos tomar, es también clave para la reducción de
estrés y cambio de emociones. Cuando estamos viviendo situaciones que nos desequilibran
solemos actuar de forma automática, y las acciones que llevamos a cabo están influenciadas
por esa percepción. Por tanto, serán acciones basadas en una percepción quizá distorsionada y
además los resultados de esas acciones serán de nuevo interpretados bajo el propio prisma.
Por ejemplo, creo que mi jefe no me escucha; por tanto, cuando me pide opinión evito
posicionarme para evitar sentirme frustrado; como consecuencia de eso, mi jefe deduce que
no tengo opinión, por lo que en la siguiente ocasión evitará escucharme y quizá deje de
preguntarme; de otro modo, un compañero que sabe elegir el momento de hablar con el jefe y
que interpreta su falta de escucha como “no en este momento”, se acerca a él para darle sus
opiniones, por lo que el jefe se da cuenta de que tiene opinión y se la solicita en algunas
ocasiones. Es decir, la percepción propia condiciona tanto la realidad que llega a cambiarla. No
significa que llegaremos a cambiar a las personas sino que podemos modificar nuestras
percepciones y en consecuencia, las decisiones que tomamos respecto de la realidad.

Con Mindfulness podemos parar y mirar, separarnos y observar antes de actuar. Podemos
darnos cuenta de la forma de mirar y elegir aquella interpretación que nos genere unas
consecuencias más saludables.

DESCANSO

Con ternura, con paz, con inocencia,


con una blanda tristeza o el cansancio que viene a ser un perro fiel que
acariciamos,
estoy sentado en mi sillón y soy feliz,
y soy feliz porque no siento la necesidad de pensar algo preciso.

Con una fatiga que no es un desengaño, con un gozo que no alienta esperanzas,
estoy en mi sillón, y estoy en algo que quizás sólo es amor.

Sé que floto y nada me parece sin embargo indiferente;


sé que nada me alegra ni me duele y que sin embargo todo me enternece;
sé que eso es el amor, o que quizá solamente es un dulce cansancio;

sé que soy feliz porque no siento la necesidad de pensar algo preciso.

Gabriel Celaya

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Andrés Martin Asuero, “Con rumbo propio”, Capítulo 3, Plataforma Actual, Barcelona, 2008.

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