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La riqueza de estar solo

Una de las experiencias más desafiantes para la condición humana consiste en adaptarse a la soledad. Durante la
mayor parte de nuestra vida, participamos en una relación a otra. Casi todos nosotros dejamos a nuestros padres
para vivir con un cónyuge o un amante, y después no convertimos en padres a nuestra vez. Continuamente
buscamos estar cerca de otros. Como resultado pensamos que necesitamos a los demás para completarnos e
integrarnos.

Con frecuencia, nos encontramos con personas que mantienen relaciones infelices o destructivas porque en algún
nivel profundo tienen miedo a estar solos o temen que les abandonen.

El temor de estar solo comienza en la niñez, cuando realmente estamos indefensos y dependemos de otro para la
sobrevivencia. Durante la infancia es tan grande la necesidad de depender de otros que puede ser que de manera
inconsciente seguimos buscando esta seguridad cuando somos adultos. Nos atemoriza perder esos vínculos,
pensamos que solamente a través de otros evitar la inquietud y aliviar nuestros temores. En casos extremos de
inseguridad, una persona se puede sentir inútil y pensar que la vida carece de significado y satisfacción a menos
que se comparta con otras personas.

La soledad se asocia con sentimientos de separación, aislamiento, pérdida del contacto y abandono. Para algunos,
la idea de estar solos evoca sentimientos de angustia, desesperación, pánico y terror.

La realidad de la condición humana es que siempre estamos solos, el desafío es adaptarse a nuestra singularidad.
Nadie más experimenta los acontecimientos de la vida en que tú lo haces, ni si quiera un cónyuge, ni un hermanos,
hijo o amigo, tus pensamientos, impresiones y valores son solo tuyos, eres tú quien ha elegido esa dependencia
como forma de vida.

Podrás estar en situaciones comunes con otros pero tú eres único, así mismo, ninguna experiencia es más privada,
más íntima que la muerte, incluso con los seres queridos a tu alrededor. Una persona que desliza de la vida a lo
desconocido no puede regresar ni hablar al respecto con los demás; no puede llevar a nadie con ella. Sabemos que
cuando alguien muere, no puede seguir compartiendo la vida con sus seres queridos.

Los pensamientos sobre nuestra propia muerte o el fallecimiento de alguien de quien dependemos para sobrevivir
o sentir compañía nos obligan a confrontar nuestra soledad. Así pues, podemos enfrentar la perspectiva con
espanto y desesperación, o podemos empezar a darnos cuenta de que somos capaces de ocuparnos de nosotros
mismos.

Cuando tengas que enfrentar la muerte de un ser querido o la propia te darás cuenta que la soledad y estar solo no
es lo mismo, estar solo brinda tiempo para pensar, meditar, leer, disfrutar y conocerse a sí mismo y comenzar a
amarte, la soledad suele ser un estado mental que se puede llevar a pesar de estar rodeado de una multitud.

Cuando experimentamos acontecimientos de pérdidas, cambios, separaciones, etc. nos preparamos para
encontrar la fuerza interior y conocer los recursos que ignorábamos que teníamos.

Ejercicio:

¿De qué te das cuenta?

Mira los recursos que salieron a flote con tu pérdida

¿Cómo asumirás tu nueva postura?

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