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LAS HERIDAS DEL AMOR

Ana García-Mina Freire


Profesora de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.
Miembro del Consejo de Redacción de la Revista Sal Terrae
anamina@upcomillas.es

RESUMEN

No hay vida sin amor, ni amor sin heridas. Es inevitable. Amar nos lleva a abrirnos, a
compartir, a ser vulnerables, y esto conlleva desencuentros, rechazos, silencios,
decepciones, desamor. Quien esté esperando un amor sin fisuras ni aristas nunca se
decidirá a amar. Por muy heridos que estemos, todos necesitamos dar y recibir amor.
Mucho de nuestro deseo y sentido de Vivir depende de ello. Para superar estas heridas
necesitamos conocer sus causas y comprender sus significados. Muchas veces herimos
y nos hieren por experiencias que no hemos reparado en ellas. Necesitamos reflexionar
sobre nuestros aprendizajes y formas de querer. En este artículo se ofrecen algunas
pistas para esta reflexión.

ABSTRACT

There is no life without love, nor love without wounds. It's unavoidable.
Loving makes us open ourselves, share, and be vulnerable which, in turn,
causes misunderstandings, rejection, silence, disappointment, and
heartbreak. Whoever waits for a love without fissures or thorns will never
dare to love. As hurt as we can be, we all need to give and receive love.
Much of our desire and sense to Live depends on this. To overcome these
wounds we need to know their causes and understand their meanings. Many
times, we hurt others or we are hurt by unnoticed experiences. We need to
stop and reflect on what we have learned and on how we love. In this article
I offer some clues for this reflection.
“Ahora que se ha quemado mi granero hasta los cimientos,
puedo contemplar la luna”
Haiku Japonés

Decía Cátulo, “las rupturas sentimentales golpean de la misma manera los corazones
de los pobres y los ricos; de los sabios y los necios; de los poderosos y los débiles”1. El
amor nos iguala a todos. No ofrece distinción. Es un sentimiento universal. Todos
buscamos y necesitamos amor, y todos hemos gustado de su sabor y su amargura.
Amar, se entronca en la misma raíz de nuestra existencia, y como tal lleva inherente el
sello de la fragilidad. “Es el impulso más poderoso que existe”, indica Fromm2, “la
fuerza que sostiene la humanidad”, y a su vez es muy vulnerable. Amar no es fácil.
Muchas heridas que llevamos en el corazón surgieron de amores bien intencionados
pero equivocados, de personas atrapadas por su propia historia de desamor.

Quien busque un seguro a todo riesgo en el amor está perdido. Como veremos a lo largo
del artículo, amar es una experiencia que compromete todo nuestro ser. Nuestra
personalidad, madurez, autoestima, valores; nuestros primeros vínculos afectivos de la
infancia, la manera en que nos quisieron y vivimos el amor en la familia; el éxito y
fracaso en nuestras primeras relaciones de amistad, pareja, comunidad…. La manera de
dar y recibir amor está muy condicionada por nuestra historia y recursos emocionales.
Pero ¿en qué medida nos paramos a reflexionar sobre ello? Nos preocupamos por cómo
nos aman ¿Y nosotros? ¿Cómo es nuestro modo de amar?

Rollo May, define la libertad humana, como “la capacidad para hacer una pausa entre el
estímulo y la respuesta”3. En el amor, es fundamental esta pausa. Muchas heridas
podrían evitarse si las analizásemos y diésemos sentido. Es cierto que en ocasiones son
tan sangrantes o dolorosas (violencia, maltrato, infidelidad, celos patológicos, divorcio,
separación, la muerte de seres queridos…) que a uno no le queda más remedio que
escucharlas. Pero aquellas que se inician en el roce de la convivencia, en el descuido de
los pequeños detalles, en nuestro propio narcisismo… las dejamos pasar. De ahí que en
esta ocasión4, me quiera detener en estas últimas: las heridas que se entremezclan con el
cariño, que aparecen entre la gente que se quiere y que quieren vincularse con los
demás. Las heridas que más cuesta cicatrizar, a menudo comenzaron por desencuentros
que no dimos importancia, por heridas que arrastramos de otras relaciones.

El aprendizaje del amor

Para comprender y dar sentido a nuestra manera de amar es necesario que revisemos
nuestro aprendizaje en el amor. Platón en su obra el Banquete nos ofrece una definición
del amor que puede ayudar a situarnos. En boca de Sócrates describe este sentimiento

1
J.R. CHAVES GARCÍA, El gran libro del desamor. De las parejas, rupturas y supervivencias, Editorial
Solisombra, Villamayor 1999, 97.
2
E. FROMM, El arte de amar, Paidos Studio, Barcelona 19824, 27.
3
R. MAY, Libertad y destino en psicoterapia, DDB 1988, 54.
4
Para aquellos que quieran profundizar sobre la violencia en la pareja pueden consultar A. GARCÍA-MINA
FREIRE (coord.), La violencia contra las mujeres en la pareja: claves de análisis y de intervención,
Colección Familia y Sociedad 5, Universidad Pontificia Comillas, Madrid 2010.
como hijo de Poros “dios de la abundancia” y Penia “dios de la penuria”; la unión del
deseo de dar lo mejor de uno mismo, con el deseo y necesidad de recibir lo mejor del
otro5. En esta dialéctica nace y crece el amor: carencia-abundancia; narcisismo-
altruismo; egoísmo-generosidad; angustia-serenidad; dependencia-autonomía, miedo-
seguridad; inmadurez-madurez.

Nacemos obligados a desarrollar nuestra capacidad de amar. Forma parte de nuestro


instinto de supervivencia. Sin esta motivación a vincularnos y a entrelazar la vida con la
de otros moriríamos. Nuestra vulnerabilidad e indefensión no lo resistiría. Para vivir,
necesitamos sentir que nuestra vida está “habitada”, que hay personas que de manera
especial quieren compartir sus días e intimidad con nosotros.

El amor se fragua en los primeros vínculos afectivos que establecemos en la infancia.


La primera escuela en el amor es nuestro entorno familiar, y en especial las relaciones
afectivas que establecimos con aquellas personas que realizaron las labores de
maternaje. Nuestra capacidad para amar se nutre de estas primeras relaciones de apego.
Nuestro amor, hijo de la indefensión y de la penuria, buscará abrazos, caricias, miradas,
alimento, cuidados, seguridad para calmar la angustia que la conciencia de separatividad
le genera. En esta búsqueda de contacto e intimidad, no sólo iremos aprendiendo lo que
es el amor, crearemos nuestro primer sentido de identidad y decidiremos si la vida
merece vivirse, si nosotros merecemos vivirla y si los otros se merecen nuestra
confianza6.

Nuestras primeras lecciones de amor tendrán lugar fundamentalmente a través de cómo


nuestros padres se quieren y de ese contacto íntimo surgido de su capacidad para ser el
dios de la abundancia. Cada vez, son más las investigaciones que confirman la
importancia de la calidad de este vínculo emocional en el posterior estilo de relación
que las personas adoptamos en la vida7. En función de la disponibilidad,
incondicionalidad, sensibilidad y sintonización afectiva y efectiva con las necesidades
del niño, podemos encontrar tres estilos de apego diferentes: el apego seguro, el apego
inseguro ansioso o ambivalente, y el apego inseguro evitativo8.

Se desarrolla un apego seguro cuando uno se ha sentido cuidado, atendido y protegido


en la medida en que lo necesitaba. Cuando se le ha abrazado y permitido ser en toda su
fragilidad. Esta labor exige un amor maduro, generoso y sensible; un amor centrado en
el otro, que respeta su individualidad y acepta su voluntad de separación y sus
diferencias. Este estilo de relación generará una seguridad y una confianza básica,
esencial para nuestro modo de amar. Las personas que han crecido desde este apego son
personas que disfrutan compartiendo la vida con los otros. Cuidan sus relaciones de
intimidad, y no se viven incómodos cuando otros dependen emocionalmente de ellos o
cuando ellos necesitan apoyarse en los demás. Tienen una actitud confiada y abierta
ante la vida, y las heridas del amor, pese a que les pueda doler y dejar maltrechos, no
harán peligrar su autoestima.

5
C. YELA GARCÍA, El amor desde la psicología social, Pirámide, Madrid 2000, 100.
6
A. GARCÍA-MINA FREIRE, “El nido humano: La familia”, en COMUNIDAD DE MADRID, ¿Cómo crecen
nuestros hijos?, Comunidad de Madrid, Madrid 2006, 6-18.
7
Mª.J. ORTIZ BARÓN Y S. YARNOZ YABEN, Teoría del apego y relaciones afectivas, Servicio editorial
Universidad del País Vasco, Bilbao 1993.
8
J. BOLWBY, El vínculo afectivo, Paidos, Buenos Aires 1976.
Pero no siempre nuestros estilos de vinculación han sido gestados con estas mimbres.
Los motivos pueden ser muy diversos: la personalidad de los padres, el concepto de
educación que tienen, el momento vital que tanto ellos como la familia atraviesan, sus
propios estilos de apego, una enfermedad, falta de madurez, no desear ser padres…
transmitimos lo que somos, y en el amor también.

El apego inseguro ansioso o ambivalente tiene lugar cuando el niño no tiene la certeza
de poder contar con el apoyo de sus padres. Sin una razón previsible, estos a veces se
comportan con cariño y otras con frialdad. A veces atienden a sus demandas y en otras
le ignoran. El niño no sabe qué esperar, la incertidumbre le angustia, instalándose dentro
de sí la duda sobre si es suficientemente valioso y querible. Esta inseguridad
inevitablemente aparecerá en las demás relaciones de amor: hermanos, amigos, pareja,
Dios, comunidad… A pesar de que la gente le quiera, le costará mucho terminar de
creérselo, necesitando que el otro le de pruebas reiteradas de su amor. Ante la propia
ambivalencia vivida, puede acabar reaccionando de la misma manera que sus figuras de
apego: a veces, te da muestras de su cariño y otras te ignora; a veces puedes confiar en
él y otras te decepciona. A menudo, las personas que viven este apego inseguro
desearían más intimidad en las relaciones de la que viven. Sus dudas sobre su valía les
pueden llevar a tener un estilo de amar excesivo, sin límites, lo que suele ser vivido por
los otros como agobiante y absorbente. La ansiedad que viven en el amor les agota y
son los que más sufren y temen la soledad de los tres estilos de apego.

Por último, el apego inseguro evitativo se gesta cuando el vínculo se estructura en una
carencia de contacto e intimidad. Quienes incorporan este estilo de relación,
aprendieron desde muy niños, que no podían contar con un abrazo que les calmase su
miedo. Esta vivencia de frialdad afectiva les llevará a protegerse de su desconsuelo,
elaborando una personalidad más desapegada, autosuficiente y desconfiada. Aprenderán
que es mejor no manifestar sus emociones y evitarán aquellas situaciones que le hagan
sentirse frágil. Como en los casos anteriores, esta manera de relación incidirá en su
forma de querer. Con frecuencia, no se sentirán cómodos en una relación íntima.
Preferirán la distancia a la cercanía, y les costará confiar y compartir aquellas
experiencias de sí mismos en las que se sienten vulnerables. Evitarán pedir y
considerarán un signo de madurez no necesitar a nadie. Y aunque su desconfianza
provoque desconfianza, preferirán guarecerse en su hermetismo antes que arriesgarse a
vivir una nueva decepción.

Estos estilos de vinculación pueden ser modificados a lo largo de vida. Las experiencias
de apego de nuestra infancia condicionan pero no determinan nuestra forma de relación
y manera de amar. El encuentro con otras personas, el desarrollo de una mayor
madurez, la vivencia de otros amores más afortunados, la experiencia de Dios... nos
pueden ayudar a sanar nuestra falta de confianza en sí mismos y en los demás; pero para
aprovechar estas oportunidades hemos de hacer “una pausa” y conectar con la seguridad
o inseguridad básica que nuestro legado de la infancia nos ha dejado. Muchas
reacciones del presente responden a vivencias del pasado. En las cosas del querer, el
tiempo avanza muy lentamente.

El amor convierte los espejos en ventanas

El amor es una constante en nuestras vidas. Si bien, nuestra primera experiencia de amar
surge de la carencia, en la medida en que vamos creciendo y nos vamos sintiendo
queridos por el acierto de un amor maduro, dejaremos de vivirnos prisioneros de
nuestro egocentrismo. Gracias a este Amor, la indefensión se convertirá en seguridad, y
nuestros miedos en confianza. Comenzaremos a mirar al otro en lo que es, y no en
función de nuestra necesidad o temores. Al considerar más importante “amar” que “ser
amado”, dejaremos de buscarnos a nosotros mismos en el otro.

Poco a poco, nuestra necesidad de vinculación nos impulsará a ir ampliando nuestro


círculo de relaciones e ir desarrollando diferentes formas de amar. Irán surgiendo los
amigos, las experiencias de enamoramiento, la vivencia de Dios, las relaciones de
pareja, las opciones vocacionales, el crear una familia, la vida en comunidad… y entre
unos y otros amores se nos irá pasando la vida y daremos sentido a nuestra existencia.

El amor nos sitúa ante una lógica que nos trasciende. Nos invita a convertir nuestros
espejos en ventanas, a mirar más allá de nuestra necesidad y pasar de ser “amados” a
“amantes”. Pero ¿qué es Amar? Muchos desencuentros se derivan de las diferentes
expectativas e implicación que cada uno considera propio del querer. Hagamos una
“segunda pausa” y veamos, más allá de ser hijos de la abundancia y la carencia, lo que
entraña el amor.

Intimidad, pasión y compromiso

Entre las muchas definiciones que a lo largo de los tiempos se han dado sobre el amor
he elegido la desarrollada por Robert Sternberg, psicólogo y profesor de la Universidad
de Yale. Para Sternberg9, el amor se asienta en tres grandes pilares: la intimidad, la
pasión y el compromiso. En éstos, están incluidos otros aspectos fundamentales del
amor como son: el cuidado, el respeto, la comunicación, la reciprocidad, la confianza, la
lealtad, la franqueza, el apoyo, la entrega, la comprensión, la gratuidad, el saberse
perdonar.

La intimidad, tiene una gran importancia en el amor. Para Sternberg es el componente


más fundamental. Suele iniciarse a través de encuentros en los que gradualmente nos
damos a conocer y nos vamos sintiendo mutuamente respetados y valorados en nuestra
individualidad. Conforme una relación crece en intimidad, uno se siente en confianza y
disfruta compartiendo lo que uno es. Hay una gran fluidez en la comunicación, y se
respira autenticidad en el modo de ser y estar. Uno sabe que puede contar con el otro, y
existe una valoración mutua desde el reconocimiento no sólo de las virtudes sino
también de las limitaciones.

La pasión es ese estado intenso de deseo de unión con el otro, en el que nuestro cuerpo
y nuestra mente se activan a la vez. Aunque en muchas ocasiones, este deseo de querer
estar con el otro está asociado a una atracción sexual, no siempre la pasión es expresión
de este deseo. También uno puede verse excitado psicofisiológicamente desde otras
necesidades y deseos como la necesidad de pertenencia, de autoestima, de sumisión o
dominación, de admiración profunda, de sentirse querido, de gratitud… En función del
tipo de relación y del tiempo de la misma, este componente puede ir variando en
intensidad e importancia.

9
R. J. STERNBERG, El triángulo del amor. Intimidad, pasión y compromiso, Paidos, Buenos Aires 1989.
El tercer componente del amor es la decisión-compromiso. Este consta de dos aspectos,
uno a corto plazo y otro más a largo plazo. El primero, consiste en la decisión que uno
toma de amar a una persona; el segundo es el compromiso de permanecer en ese amor.
Estos dos aspectos no necesariamente se dan de forma simultánea. Podemos decidir
amar pero no comprometernos con ese amor; o podemos comprometernos a mantener
un amor que uno previamente no ha elegido. Este componente, al igual que el de la
intimidad, suele crecer gradualmente. Cuando la relación está consolidada, en ocasiones
se convierte en la tabla de salvación. En tiempos difíciles y momentos de desamor,
vivirnos comprometidos nos permite mantenernos unidos.

Dependiendo del tipo de relación que tengamos (paterno-filial, fraternal, de amistad, de


pareja, con Dios, comunitaria…) y del momento de la misma, estos tres componentes
tendrán diferente protagonismo. Sternberg nos describe hasta siete tipos de amor en
función de las posibles combinaciones que se pueden dar entre los tres componentes10.

CARIÑO/AFECTO
Sólo intimidad

AMOR ROMÁNTICO AMOR COMPAÑERISMO


Intimidad + Pasión Intimidad+ Compromiso

AMOR CONSUMADO
O COMPLETO
Intimidad+Pasión+
Compromiso

ENCAPRICHAMIENTO AMOR NECIO AMOR VACIO


Sólo Pasión Pasión +Compromiso Sólo Decisión/Compromiso

Cada relación tiene sus peculiaridades y se modifica con el paso del tiempo. En este
proceso, es importante analizar si ese es el tipo de amor que uno desea para sí mismo y
para la relación. Inexorablemente, las relaciones sufren la erosión de la vida. No hay
relación familiar, de amistad, de pareja, con Dios, comunitaria, con uno mismo… que
no viva sus altibajos. Amar no es fácil. Todos tenemos una herencia vital, gracias a la
cual tenemos las bases y los códigos para amar, pero de manera limitada. Sin embargo,
es desde esta fragilidad desde donde estamos llamados a encontrarnos y a ser capaces de
dar lo mejor de sí mismos.

Amar es una carrera de fondo, y no siempre uno se siente con fuerzas o motivado para
llegar a la meta. Uno de los mayores enemigos del amor es el tedio, el aburrimiento, el
peso de la costumbre. Hay amores que bostezan, que han perdido uno de los aspectos
más básicos del querer: “disfrutar juntos”. En el amor es fundamental alimentar este
espacio de intimidad. No basta con que uno sienta cariño hacia otra persona, es
necesario expresarlo, compartirlo, celebrarlo. Cuando se pierde la complicidad, el deseo

10
R.J. STERNBERG, “Triangulating love”, En R. STERNBERG Y M.L. BARNES (eds.), The Psychology of
love, Yale University Press, New Haven 1988, 122.
de estar juntos y compartir la vida… la relación se convierte en un campo abonado para
el desamor. Aquellas relaciones en las que se habla poco y se escucha menos tienen un
gran riesgo de que un día no se sepan qué decir. Ser fiel no se reduce a no ser infiel,
requiere verdad, interés, implicación, transparencia11. No hay amor donde no hay
voluntad, expresaba Gandhi.12 El amor necesita atención, cuidados, alegría. Un espacio
en el que el “nosotros” sea posible.

La memoria del corazón

Probablemente, a lo largo de la lectura de este artículo te habrá venido a la mente


algunas de las personas que amándote te hirieron, y aquellas que dañaste con tu forma
de querer. Dar sentido a nuestro amor nos lleva a caminar por estas sendas, es el tributo
que pagamos por nuestra fragilidad. Pero la memoria de nuestro corazón no sólo
custodia historias de desamor, también guarda con detalle, experiencias de
agradecimiento. Experiencias que merecen nuestra “tercera y última pausa” en esta
reflexión sobre el amor.

Expresa Bonhoeffer, “Sin la gratitud, mi pasado se hunde en la oscuridad, en el enigma,


en la nada”13. Quien se siente agradecido ha experimentado el amor en su vida. Es capaz
de darse cuenta de todo el bien recibido y capta la bondad que hay inherente en las
personas. El agradecimiento, señala Alsem Grün14, otorga duración al amor y aliento a
nuestros compromisos. Cuando estos son vividos desde el agradecimiento, uno se siente
impulsado a transmitir lo recibido y amar desde esa vivencia de ágape apasionado con la
vida, su gente y con los proyectos que dan consistencia a sus días.

Amar es un acto de fe, de confianza en uno mismo y en el otro. Es la esencia y el motor


de nuestras relaciones y motivación para vivir. Siempre implica un riesgo y una cuota
de dolor y desengaño. Por mucho que lo deseemos, no hay ninguna garantía que nos
asegure nuestros amores, pero sí hay unas condiciones para que nuestras relaciones
crezcan en el amor. Mucho de su futuro depende del cuidado, respeto, intimidad y
compromiso que les dediquemos y nos dediquemos. Aunque en esta ocasión no haya
profundizado en el amor hacia uno mismo, éste es fundamental15. No es posible amar al
otro si no nos queremos a nosotros mismos. El amor que transmitimos es un fiel reflejo
de nuestra autoestima.

El amor necesita construirse sobre los cimientos de lo que es auténtico en uno, en los
otros y en la relación. Este no se improvisa, para querernos hace falta tiempo. Las cosas
más elevadas, nos recuerda Rosenzweig, no pueden planearse: hay que estar
permanentemente dispuestos16. Amar no se reduce a una relación, acaba convirtiéndose
en una actitud ante la vida.

11
P. VARELA, Amor puro y duro. Psicología de la pareja, sus emociones y conflictos, La Esfera de los
libros, Madrid 2006, 75.
12
L. BUSCAGLIA, Amor. Ser Persona, Plaza y Janés, Barcelona 1984, 76.
13
A. GRÜN, El arte de ser feliz, Sal Terrae, Santander 2008, 91.
14
Ibid. 90.
15
A. GARCÍA-MINA FREIRE, “¡Corazón mío qué abandonado te tengo!”: Sal Terrae. Revista de Teología
Pastoral, 92/6 (2004), 1138-1094.
16
Z. BAUMAN, Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Fondo de Cultura
Económica, Madrid 20099, 37.

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