Está en la página 1de 16

DIMENSIONAL WARS

EL SALTO. El COMIENZO.
(The Jump- The Beginning)
(Basado en un sueño de Alexander Pereira)

Luego del salto los sistemas de la nave fallaban, las luces parpadeaban y la nave parecía rotar
lentamente sin control. La tripulación sentada en sus puestos estaba inconsciente.
Un técnico de Ingeniería fue el primero en despertar y al ver lo que ocurría encendió de un
manotazo la alarma general.
La tripulación despertó y rápidamente pusieron orden al caos.
La nave detuvo su rotación y los sensores automáticos buscaron su posición en el espacio.
Pronto se dieron cuenta que algo andaba mal, el salto hiperespacial no los había alejado mucho
de la Tierra.
Los técnicos que supervisaban el sistema de propulsión alienígena no sabían que era lo que
había pasado.
El capitán con los ojos cerrados y algo mareado por el salto pregunto a su primer oficial:
-¡Informe Leiva! ¿Que ocurre?
-El hiperimpulsor funcionó pero el salto fue muy corto- Dijo con gesto serio- Seguimos cerca
de la órbita terrestre. Las interfaces entre tecnología terrestre y alienígena han funcionado bien,
los técnicos revisan cada palmo del motor buscando fallas.
-¿Que dice el oficial científico?- pregunto el capitán abriendo los ojos.
- Esta en Ingeniería y quiere hablar con usted.
-Póngalo en pantalla-ordenó.
La pantalla panorámica del puente se lleno con el rostro oscuro del oficial científico Olunga.
Parecía que seguía atento a una tableta que tenia en la mano y varios técnicos se le acercaron
para murmurarle algo al oído.
-¿Que tiene que decirme Olunga?-preguntó el capitán con tono preocupado.
-Estoy…estoy confirmando, con los sensores de largo alcance y con nuestros marcadores de
pulsares galáctico, pero creo que no es nada bueno, según la frecuencia de los pulsares…
-¡Al grano Olunga! Gritó el capitán.
-Creo que hemos viajado en el tiempo unos dos o tres años hacia el pasado.
Capitán y primer oficial se miraron asombrados.
-¿Como es posible eso? El hiperimpulsor solo pliega el espacio…
- Ya, Capitán, pero en las pruebas estáticas del impulsor a veces daban lecturas extrañas y…
-¿Como no se me informó de ello?
-La frecuencia de los errores de plegamiento eran de menos del 0,002 por ciento. Entraba dentro
de los valores de riesgo nominales, las estadísticas decían que en un primer intento real eso no
ocurriría…
-Pero ocurrió Olunga. ¿Como lo solucionamos? ¿Donde estamos?
-Estamos muy cerca de donde encendimos el hiperimpulsor, pero no se decir exactamente
cuando, quizás un par de años atrás. Propongo que vayamos hacia la Tierra.

La “Icarus X-1” encendió sus motores de impulso y maniobrando entro en una órbita que la
llevaría a la Tierra.
El capitán Pereira miraba atento la pantalla del puente que lentamente dibujaba órbitas y dejaba
ver un cuarto creciente azulado que era la Tierra que se acercaba.
La oficial de comunicaciones miró al capitán, pero luego volvió a mirar su consola.
-¿Que ocurre Sanders?- le dijo el capitán.
La chica nerviosa, giró su asiento y miró al capitán.
-No hay ningún tipo de señal óptica o digital saliendo de la Tierra.
El capitán puso una expresión de enfado e indico que lo pusieran con Olunga.
-¡Olunga! ¿De cuanto ha sido el desplazamiento temporal?
El joven científico se notaba muy nervioso y dos técnicos se pusieron tras él al hablar con el
capitán.
-El desplazamiento es de solo unos años, pero tenemos las primeras imágenes de la Tierra.
-¿Que ocurre con la Tierra?
Los oficiales en el puente dejaron de mirar sus consolas y prestaron atención a la pantalla donde
el joven de color hablaba nervioso.
-Capitán, no detectamos los diques espaciales ni la estación espacial de la flota, ni siquiera
vemos satélites y la atmósfera esta libre de contaminación.
Todos en el puente quedaron callados.
-¡En esta Tierra no hay civilización técnica, capitán!

En la Tierra un enorme crucero de vapor cortaba el océano en la noche, desplazando miles de


toneladas. La bandera del Imperio de La Nueva España ondeaba en su mástil. Llevaba su carga
hacia el puerto de Nueva Madrid en la costa este de América del Norte. Los marineros
navegaban tranquilos, la guerra con el Imperio Chino Japonés ocurría en el Pacifico. Ellos
transportaban maquinaria de las factorías europeas del Imperio y las llevaban para las fabricas
que procesaban las materias primas de los extensos campos de América.
Un oficial en el puente del enorme barco, noto algo raro en el cielo.
Alzó sus prismáticos y noto una estrella que parecía tener dimensiones mayores a las otras y
que cruzaba el cielo raudamente.
Tomó su lapicera y anotó lo que había visto en la bitácora.
Nunca sabría que esa estrella brillante cambiaria su vida y la historia de todo su mundo.

Episodio II: La Amenaza.

Por varios días la tripulación de la “Icarus” investigo la extraña Tierra que tenía bajo sus pies.
Desde la órbita y con los instrumentos adecuados, observaron detenidamente ese nuevo mundo.
Les fue fácil advertir que dos grandes potencias rivalizaban por el dominio del planeta.
En Occidente, el Imperio de La Nueva España dominaba los mares con su incomparable flota
de barcos de vapor y antiguos veleros.
Por algún motivo Inglaterra nunca se transformó en potencia y las colonias inglesas, conocidas
en nuestro mundo, pasaron a ser territorio español en este.
Madrid y Nueva Madrid prosperaban rápidamente y congregaban todo el poder económico de
Europa y prácticamente de toda América.
Nueva Madrid, muy cerca de donde en nuestro mundo se encuentra Nueva York, era un polo de
inmigración y una cabeza de puente para la conquista de la grandes llanuras de América del
Norte.
El tren a vapor se extendía como las ramas de una enredadera desde la costa este, sembrada de
puertos hacia el interior, donde grandes latifundios prosperaban con el comercio de cereales y
algodón.
En Oriente, cubriendo casi toda Asia, dominaba el Imperio Chino-Japonés, con capital en
Shianggang, lo que la tripulación del Icarus conocía por Hong Kong.
La unión del poderoso ejercito chino, con millones de soldados y la avanzada industria
metalúrgica de los japoneses propicio el surgimiento del Imperio.
Los japoneses fueron los mas perjudicados al ser invadidos y su pueblo sojuzgado, si bien el
emperador japonés no fue asesinado, ahora solo es un títere al servicio del Gran Kahn chino.
La flota chino-japonesa domina el Pacifico, aprovecha sus recursos y lo controla políticamente.
Su influencia se extiende sobre el resto de Asia a excepción de la India que es una colonia semi
independiente del Imperio de La Nueva España.
Dos fuerzas tan poderosas en expansión suponen una serie de roces diplomáticos y escaramuzas
entre los poderosos ejércitos.
Cuando la Icarus entro en órbita de la Tierra Victoriana, (así la empezaron a llamar los que la
estudiaban), se estaba desarrollando una cruenta guerra en el Pacifico por el control de los
puertos americanos y por el control de Oceanía y demás islas.
En la sala de situación, el capitán Pereira, leía los informes de Ingeniería y del oficial científico.
Deseaba que tanto Olunga como el jefe de ingenieros encontraran una solución y así poder
regresar a su mundo, no tenia familia, pero si alguien que lo esperaba. Leyendo el informe que
abundaba en conceptos tales como “materia oscura interactuante” o “plegamientos espaciales en
dimensiones alternas”, cayo en la cuenta de un detalle.
En ese mismo instante la doctora Bruhn, le dejo un informe al capitán sobre la mesa, eran lo que
sabían de la Tierra Victoriana. El capitán ya había visto los borradores y la doctora lo tenia al
tanto de lo que descubrían.
La pelirroja doctora se sentó frente a él y le sonrío. Rápidamente el capitán volvió a sus
pensamientos y en cuanto entro Olunga le dijo:
-Hemos retrocedido solo un par de años de nuestro…universo, ¿verdad?
El científico asintió con la cabeza.
La doctora Bruhn miró al capitán con gesto de preocupación. Parecía que sabia lo que el capitán
iba a preguntar a continuación.
- ¿Esta Tierra, ha sido invadida por los Alchibanos?
Los Alchibanos son una raza extraterrestre, originarios de Alpha Corvii. 50 años atrás
invadieron el sistema solar y casi destruyeron la civilización humana. Ganamos y aprovechando
la tecnología alienígena, comenzamos a recuperarnos. El hiperimpulsor de la Icarus es un motor
alchibano y la nave es experimental, estudiaban aprovecharlo para el salto espacial.
Todos en la sala de situación miraron a Olunga y este a su vez miró al oficial de
comunicaciones y a la doctora Bruhn y luego dijo:
-Según la información que disponemos, que es poca, puedo especular con que los Alchibanos
jamás llegaron a este mundo.
-Explíquese, por favor-dijo el capitán.
La doctora Bruhn alzo la mano y el capitán le dio permiso con un gesto.
-Según lo que sabemos, no se nombra en ningún momento en las comunicaciones de radio que
un acontecimiento como ese haya sucedido en su historia. Y mediante la radio, cualquier
desastre pasado o la misma situación de la guerra del Pacifico, son comentadas. Es muy
extraño.
-Adelantándome a esta cuestión, capitán, ordene un escaneado intensivo con los sensores de
largo alcance y con dispositivos ópticos, de las cercanías de la estrella Alchiban. En las
imágenes analizadas se detectan unos doscientos puntos generadores de radiación sincrotrón,
esto lo producen naves espaciales con sus campos magnéticos comprimiendo el medio espacial
en el sentido de avance. Ese grupo partió de Alchiban y se dirige a la Tierra Victoriana.
Llegarán en unos 200 años y sin dudas destruirán esta civilización.
Todos en la sala empezaron a hablar y a gesticular, habían cambiado de universo y sin embargo
los implacables alchibanos también estaban aquí y también amenazaban a la Humanidad.

Episodio III: El quinto cilindro.

Tres horas después del salto de la Icarus. Nuestro Universo.

La enorme nave astillero bullía de actividad, los técnicos sentados delante de sus consolas
repetían las verificaciones necesarias en la sala de Control de Misión.
Todos temían lo que nadie se animaba a decir, la Icarus se había perdido, quizás destruido. Pero
por ahora, no había nada que lo probara, no recibían señal alguna, pero tampoco veían sus
restos en el punto de llegada.
La ingeniera Liptakova, hablaba por teléfono con los técnicos y con el capitán de la nave.
- ¡No, no la puedo dar por perdida! Si todo iba bien tenían que transmitir inmediatamente si,
pero teníamos un margen de tres horas que recién se cumple ahora y tres horas después
podemos considerar una incidencia importante… ¡No! ¡Me niego! - hizo un gesto con la mano
y la comunicación terminó.
Su cabello negro caía sobre su cara mientras observaba la pantalla donde no aparecía ese punto
azul y esos números que confirmarían la vuelta de la Icarus al espacio normal. Con un gesto de
rabia se recogió el pelo haciéndose una coleta, sin dejar de observar ese espacio vacío.
Pereira había insistido en comandar la Icarus, se había enterado del experimento y quería ser el
primer capitán en usar el hiperimpulsor. Acostados en la cama, él se lo pidió, y ella no pudo
negarse. Era un buen capitán, cauteloso y valiente. Durante la guerra habían combatido juntos y
siempre aceptaba sus opiniones como oficial científico. Confiaba en que haría bien su trabajo.
Su cabeza parecía no detenerse y sus pensamientos brotaban como una fuente.
Se le ocurrió algo y corrió a los diques exteriores.
La “Joan D’Arc” la nave astillero, era básicamente un enorme cilindro, si lo dividías en dos
partes, una delantera y otra trasera, tenias los astilleros en la parte abierta y delantera y la
estructura de propulsión y las cubiertas de la tripulación estaban en la mitad trasera.
Liptakova corrió desde el puente de mando hasta uno de los diques exteriores. Allí se encontró
con otro ingeniero con el que compartía la tarea de estudiar y aprovechar la tecnología
alchibana.
La ingeniera se acerco al hombre y le dijo:
-Necesito la sonda de prueba y necesito que le coloques sensores de largo alcance y la necesito
lista para lanzarla.
El hombre sonrió y le hizo OK con la mano, entendió lo que ella pensaba.
En medio de varios ordenadores y dibujando en su tableta formulas matemáticas, Liptakova
encontró al oficial científico junto con el cual realizaba las pruebas del hiperimpulsor. Mc Can
era un tipo enorme, parecía un jugador de rugby, no parecía el estereotipo del científico. Era
muy capaz, pero absolutamente desordenado. Junto a los ordenadores había restos de comida y
varias tabletas con libros abiertos en sus pantallas, algunos de ellos mostraban plano técnicos de
maquinaria alienígena.
Al abrir la puerta Liptakova, él se giró la señalo con el dedo y grito:
- ¡El quinto cilindro!
- ¡Si, si, si, lo sabia, lo sabia…!-comenzó a decir ella.
-La materia exótica debe ser colocada en los cinco receptáculos para que el motor funcione, tres
determinan la posición espacial, pero nunca supimos para que funcionaban los otros dos,
pensábamos que solo eran una redundancia.
-El cuarto debe ser el factor temporal- agrego él.
-Si, pero el quinto, el quinto es otra cosa…
-Creo que tengo la respuesta-dijo lentamente -El quinto cilindro determina en que universo del
multiverso quieres saltar.
Ambos se miraron con temor.
-¡Enviamos a la Icarus a otro universo!-gritó Irina Liptakova

Cinco días después del salto, Universo Victoriano.

En la sala de situación Carlos Pereira meditaba.


Las cosas estaban, complicadas. Otra Tierra más seria asolada por los alchibanos, millones
morirían, millones de humanos, desconocidos, diferentes, pero humanos. La imagen de las
tropas alchibanas masacrando ciudades, colonias espaciales y naves, volvió a la memoria del
capitán.
La sangre le hervía por la impotencia, en dos siglos todo este exótico y rico mundo desparecería
y otro sistema estelar caería en manos de los perversos Alchibanos, si no hacían algo, pero el
costo de ayudar era muy alto.
Y si volvían, salvaría a su tripulación, sobrevivirían todos y volverían a su hogar, pero la culpa
de no haber ayudado, de haber dejado a todo un mundo a merced de esas bestias no lo
abandonaría jamás…
Su tripulación debería olvidarse de regresar, deberían quedarse aquí y guiar a los humanos hacia
la paz y la unificación y luego prepararlos para la guerra que se cernía sobre ellos. Pero él era
responsable de su gente, debía hacer todo lo posible por llevarlos a casa.
Era una tarea difícil, por no decir imposible, pero se le había ocurrido otra posibilidad…
Las caras de los tripulantes lo decían todo, tristeza por no poder ayudar, tristeza si se quedaban
a ayudar, por que ya no volverían a ver a sus familias.
El oficial científico Olunga, explicaba la situación:
-Hemos revisado los sistemas del hiperimpulsor, analizado cientos de simulaciones y en
ninguna vemos fallo alguno. Solo notamos que los receptáculos de materia exótica de nuestro
hiperimpulsor tienen cierta diferencia con respecto a las simulaciones.
Olunga puso en pantalla una imagen virtual del hiperimpulsor, un objeto cilíndrico bastante
grande con tubos que entraban y salían de el. Contenía una cámara de reacción y delante, en la
cara superior del cilindro, cinco agujeros donde entraban cinco receptáculos de materia exótica.
-Solo la materia exótica del quinto cilindro ha variado. Suponemos que solo es parte de un
sistema redundante, los alchibanos lo colocaron por si había déficit de material en las otras
cuatro. Esta falta de materia exótica es intrigante.
- ¿Podemos saltar?-pregunto Pereira.
Olunga miró al capitán. Sabia que el quería llevarlos a todos de regreso. Quería decirle que no
estaba de acuerdo en abandonar a su suerte a los “victorianos”. Tenían la tecnología y el
conocimiento para ayudarlos y, según él, la obligación moral de ayudar. Afortunadamente, no
convenía usar el hiperimpulsor, no podían estar seguros de a donde iban a aparecer. Las
estimaciones de Liptakova y Mc Can estaban equivocadas y eran mucho más listos que él,
tardaría años en hallar sin su ayuda la solución.
Pero al capitán solo le dijo: -No podemos.
Pereira miró a todos los de la sala de situación y dijo lo que todos pensaban:
-Ayudaremos a los humanos de esta Tierra. Lo que hagamos repercutirá no solo en la
supervivencia de este mundo, sino que, creo que será clave para la supervivencia de toda la
Humanidad.
Todos guardaron silencio. Ya no era una decisión que podían tomar, estaban condenados a vivir
en esta realidad. Y no sabían si era bueno o malo.

De vuelta en el puente el capitán sentado en su puesto de comandante vigilaba las maniobras de


las naves auxiliares.
La Icarus contaba con seis naves de descenso, tres exploradoras o de comando y tres de
transporte de tropas. Dos naves comando se habían abastecido y, un grupo de seis tripulantes,
tres por nave, habían sido seleccionados para descender a la Tierra Victoriana.
Se había decidido que entablarían contacto con ambas potencias, ofreciéndole a las dos la
misma tecnología y guiando a las dos por el camino de la democracia, si había alguna manera
de hacer algo así. Descendientes de españoles bajarían cerca de Nueva Madrid y tres de rasgos
orientales aterrizarían en Shianggang, la capital imperial. Estarían solos y se decidió que se
presentaran como visitantes de otro mundo, lo de los universos paralelos seria difícil de
explicar.
Las naves de descenso, de formas aerodinámicas y con grandes motores mixtos capaces de
funcionar en el espacio o en la atmósfera, comenzaron su descenso hacia la Tierra Victoriana.
El oficial de comunicaciones dio un salto y grito:
-¡Capitan! ¡Una señal óptica de la Joan D’Arc!
El capitán sonrió, siempre supo que Liptakova, su querida Irina, hallaría la solución.

Episodio IV: Visitantes Inesperados.

Quinto día después del salto. Universo Victoriano.

Unos minutos mas tarde las naves de descenso se acercaban a su destino, Nueva Madrid y
Shianggang.
Varias emisoras de radio publicas, cerca de las capitales, comentaron que la gente estaba viendo
luces extrañas en el cielo. Estaba comenzando a crecer la paranoia entre la población, y los
políticos y militares se ponían nerviosos. No estaban los ánimos para soportar fenómenos
extraños con una guerra a gran escala a punto de estallar. La duda crecía rápidamente, ambas
potencias pensaban que era el otro el que parecía tener un nuevo tipo de arma, que jamás habían
visto.
Las naves, cada una en sitios diferentes del mundo, disminuyeron su velocidad, plegaron sus
alas y sus propulsores cambiaron a modo aterrizaje. Una fuerte corriente de aire cálido levanto
polvo y hierba, y poco después estaban posadas sobre sus trenes de aterrizaje.
Las naves tomaron tierra en ciudades diferentes, pero en ambos lugares cientos de personas las
rodearon, mirando con curiosidad.
Cerca de Nueva Madrid la gente se acercaba expectante, un vehículo había bajado del cielo.
Nadie había visto nada parecido antes, nadie conocía los aviones. Solo de vez en cuando un
pesado globo se elevaba cansinamente hacia el cielo para realizar cortos viajes.
El ejercito imperial, ante el acontecimiento, decidido enviar un regimiento y varias piezas de
artillería.
Civiles y militares esperaban que, lo que parecía ser una puerta en la extraña maquina, se
abriera y saliera alguien o “algo”.
En Shianggang la situación no era muy diferente y como la ciudad rodeaba una bahía, decenas
de barcos también se acercaron para ver el "carro divino" que había decidido bajar a la tierra
entre ruidos, calor y fuerte viento. Muchos esperaban que funcionarios celestiales bajaran de la
maquina voladora para realizar secretas tareas con el Emperador.
Cuando los tripulantes descendieron, un fuerte murmullo se dejó oír entre la multitud. Los
funcionarios celestiales eran exactamente como los humanos.
En Nueva Madrid los tripulantes descendieron y los recibieron entre gritos y abucheos, la gente
parecía estar enojada por algo que ellos no llegaban a comprender. El ejercito los escoltó hasta
un destacamento militar.
En Shianggang los funcionarios celestiales fueron saludados en silencio y un representante del
emperador se acerco escoltado por soldados armados y les dijo que el mismísimo Khan los
recibiría.

Cinco horas después del salto de la Icarus. Nuestro Universo:

Liptakova y Mc Can prepararon la sonda concienzudamente antes de lanzarla. Se aseguraron de


que la configuración de los receptáculos, que funcionaban como diales para determinar el punto
de salida del vehículo, estuvieran en su posición correcta.
- Connor, ¿verificaste las configuraciones durante las pruebas? -preguntó Liptakova a Mc Can.
- Las distintas pruebas tuvieron distintos puntos de salida, pero el quinto contenedor nunca se
tocó- contesto Mc Can.
Irina daba vueltas mientras miraba las tablas con los datos de las pruebas estáticas y las pruebas
con la sonda. Todos los saltos, entre las órbitas de la Tierra y Júpiter se habían hecho con éxito,
el motor plegaba el espacio y la sonda saltaba casi instantáneamente hacia el punto de salida
convenido…en nuestro universo.
Por motivos de seguridad, todas las configuraciones de los cinco receptáculos de materia
exótica estaban registrados en video.
- ¿Si la ultima configuración de los contenedores de la sonda, es la misma que la de este primer
salto de la Icarus, por que no salieron en el punto de salto programado?
-Esa es la cuestión- dijo Mc Can sonriendo-Todo gira entorno a esa última configuración.
- ¡Veamos los videos!-propuso Irina.
No había nada malo en los veinticuatro videos de los saltos de la sonda, pero en el último, el
video donde se configuraba el motor de la Icarus…
- ¿Quien es esa? - preguntó Irina y ambos se acercaron a la pantalla y usaron el zoom para
descubrir una mujer morena, joven, con el uniforme de ingeniería de la Joan D’Arc,
manipulando los contenedores/diales del motor alchibano.
- ¡Pero! ¿Quien es esa mujer…?-empezó a decir Mc Can-
-No importa Connor, anota la configuración que marcó en el motor- le ordenó la joven.

Quinto día después del salto. Universo Victoriano. Cerca de la Tierra.

La I.A. de la sonda de pruebas verificó su posición espacial y temporal después del salto.
Utilizó sus sensores de largo alcance para encontrar a la Icarus orbitando la Tierra. Desplegó su
láser de comunicaciones y envío rápidamente un mensaje archivado. Esas eran sus ordenes
prioritarias. Luego de enviar el mensaje, quedo en espera de la respuesta. Si la respuesta
llegaba, debía volver a saltar de vuelta a nuestro universo.
En el puente de mando de la Icarus.

-La señal óptica es un mensaje de la Dra. Liptakova, Capitán. - dijo Sanders desde su puesto.
-Reenvíelo al jefe de ingeniería. -ordenó Pereira.
- ¿No quiere leerlo, Capitán?
-Me imagino lo que dice, será mas útil para Wang.

Quinto día después del salto. Universo Victoriano.

La mayor parte de la flota chino-japonesa se agrupaba en Hawaii.


Vehículos terrestres acorazados, algunos con orugas, (una especie de proto-tanques), eran
subidos a buques de transporte. Docenas de barcos de suministros cruzaban el océano desde
China llevando carbón para los hambrientos motores de los buques de guerra.
El Imperio Chino-Japonés se preparaba para la ofensiva final, atacar los puertos de La Nueva
España en el Pacifico y así acabar con su molesta presencia. Luego avanzarían hacia el Este y
acabarían con su dominio de las ricas tierras de Norteamérica.
Nadie que no fuera un alto cargo militar del imperio chino-japonés sabia de la invasión, excepto
unos cuantos humanos en órbita terrestre.
Si la invasión tenia éxito Occidente cambiaria para siempre sumiéndolo en décadas de atraso.
Al no haber conflicto no habría motivos para desarrollar tecnología rápidamente.

El puente de la Icarus.

Mientras el capitán, observaba la pantalla del puente con la telemetría de las naves de descenso,
un oficial de inteligencia se le acercó acompañado de la Dra. Bruhn.
-Es el informe de ultima hora de la situación de la guerra en el Pacifico, creo que debería verlo-
dijo el joven oficial.
-Creo que esto lo cambia todo. -sentenció la doctora.
El capitán leyó rápidamente el informe y pensó que el plan que puso en marcha debía continuar,
solo cambiaba el objetivo.

Ingeniería.

Wang configuro los contenedores de materia exótica como le había indicado Liptakova y Mc
Can mediante el mensaje. Leyó atentamente las explicaciones y las teorías de ambos físicos y
estaba de acuerdo con ellos. Recargo tres contenedores y mientras realizaba la configuración
con sus ayudantes noto que en las cajas donde se guardaban los receptáculos, faltaban dos de
ellos. No tenia materia exótica para el salto a casa.

Seis horas después del salto. Nuestro Universo.


-¡Dra. Liptakova, la sonda ha vuelto!- grito un técnico del Centro de Misión de la Joan D’Arc.
-Pásame el mensaje- le ordenó.
Ansiosa leyó en su tableta el mensaje de la Icarus, en su cara se dibujaba un gesto de asombro
absoluto.
- ¿Se preparan para el salto?-pregunto Mc Can.
- ¡No!-gritó Liptakova- ¡Pereira dice que le falta hacer algo!- dijo casi gimiendo.

Episodio V- Decisión

Quinto día después del salto. Dos horas después del descenso de las naves. Universo
Victoriano.
En la Icarus.

Preocupado el Capitán Pereira observaba en la pantalla del puente las imágenes de las cámaras
de la naves de descenso y las que llevaban encima la tripulación.
En Shianggang:
En una enorme sala, con cientos de soldados armados y en el centro de esta, había un trono de
madera laboriosamente decorado. En él, sentado, había un hombre de rostro severo, inclinado
hacia adelante observando atentamente a los recién llegados. Él no hablaba. Para preguntar
tenia a varios asistentes, que parecían ser generales y que preguntaban por turno a los
asombrados tripulantes de la nave que había llegado del cielo.
La traducción simultánea, aparecía por debajo de las imágenes.

En un pequeño palacio cerca de Nueva Madrid:


Luego de pasar por decenas de interrogatorios los tres tripulantes, se sentaron delante de alguien
que parecía tener cierta capacidad de decisión. Nervioso el hombre le sometió a un brevísimo
interrogatorio y les prometió que comerían algo y que, si lo deseaban, podían descansar.
El Virrey Imperial tardaría bastante antes de presentarse ante ellos, mientras, esperarían en
cómodas habitaciones.
Mientras observaba las imágenes del Emperador y del burócrata imperial, le comunicaron al
capitán que todo estaba listo para la operación Damocles.
La Icarus, como nave experimental disponía de un armamento mínimo y carecía por razones
obvias de armas nucleares.
Por eso el capitán junto con el oficial de seguridad, idearon un plan para utilizar materia exótica
como arma de destrucción masiva. Prepararon un misil para hacerlo caer sobre el puerto de
Hawaii en el que se preparaba la flota Chino-Japonesa.
En el impacto los contenedores estallarían y liberarían toda la energía de la materia exótica, una
deflagración que, desgraciadamente, todos los humanos conocían bien, luego de la guerra con
los alchibanos.
Pero esa acción los dejaba anclados sobre la Tierra Victoriana. Se quedaban sin materia exótica
para saltar de vuelta a casa.

Hawaii:
Todos los barcos estaban listos. La flota estaba completa, abastecida y con todas las tropas
abordo, solo faltaba la orden de los mandos superiores. Los hombres sabían que en pocas horas
empezaría la mas grande de las invasiones que la historia humana vería alguna vez. El
nerviosismo se extendía, estaban deseosos de comenzar.
Recibieron la orden por radio. Los primeros en partir serian los destructores para proteger a los
acorazados, más atrás irían los navíos de apoyo y abastecimiento. Lentamente el primer barco
entró en la bahía Mâmala, la salida de Puerto Perla, lo que la gente de la Icarus conocía como
Pearl Harbor.

En la Icarus
-Leiva, colóquenos en la mejor posición sobre el objetivo. -ordenó el capitán a su primer oficial.
Este indico las coordenadas al timonel y este a su vez inicio las maniobras orbitales para que la
Icarus sobrevolara la isla de Hawaii. En unas horas el complicado juego de fuerzas e impulsos
colocaría a la nave sobre la flota para derramar sobre ella muerte y destrucción.
Una luz brilló en la consola del sillón del capitán. Tenia una llamada de Olunga. Apretó el
botón y toda la pantalla fue ocupada por el oficial visiblemente enojado.
- ¿Que va a hacer capitán?- gritó el científico. Juró que ayudaría a esta gente. Lo que usted
pretende solo traerá miles de muertos. ¿Que fue de participar activamente en la política y en la
ciencia de esta gente? ¿De llevarlos lentamente por el camino de la democracia y ejercer una
fuerte influencia en ellos?
-Eso fue antes de conocer los planes de invasión, Olunga. Usted comprende lo que eso significa.
Una potencia hegemónica los sumirá en décadas o siglos de estancamiento. La ciencia no esta
suficientemente desarrollada en el imperio asiático. En Europa y América despunta tímidamente
y con un leve empujón…
-¡No!-interrumpió el joven oficial científico. ¡Lo hace por que no quiere ver a Occidente
conquistado!
Mientras el capitán y Olunga discutían. Leiva desde el puesto de defensa. Gritó que veía algo en
los sensores. La alerta roja sonó en el puente.
-Una nave! ¡Una nave!¡ Señal de plegamiento espacial, algo esta llegando hacia aquí desde el
hiperespacio!-grito uno de los oficiales.
Se pudo sentir un sacudón que ni los compensadores de inercia pudieron minimizar.
Una enorme nave alchibana se materializo al lado de la Icarus. Era un enorme cilindro lleno de
protuberancias como esferas que lo cubrían por completo.
-¡Giró total! Ordeno el capitán- ¡Que la proa apunte al enemigo, desplieguen escudos!
La Icarus X-1 era un prototipo, una mezcla de fragata y transportador de pequeño tamaño, ideal
para incursiones en territorio enemigo o para el rápido despliegue de fuerzas de comando para
misiones a pequeña escala. Preparada para el experimento no llevaba armas nucleares y
tampoco contaba con toda su tripulación de batalla. La nave tenia un resistente escudo de
cerámica y kevlar en la proa que le protegía de impactos enemigos. El frente de la nave parecía
la cabeza de un gigantesco martillo.
El escudo estaba formado por una sección central frontal y por dos alas laterales rebatibles. A la
orden del capitán se desplegaron estas alas, de esa forma mas partes de la nave quedaban
cubiertas.
Los impulsores gimieron cuando hicieron girar toda la estructura del vehículo.
La nave Alchibana comenzó a disparar con sus cañones cinéticos y sus armas de energía. El
escudo de la Icarus resistía.
-¡Capitan!, -gritó Leiva- ¡Debemos disparar su misil contra los alchibanos, el escudo no resistirá
mas!
Los alchibanos vuelven a ganar- pensó Pereira.
Si destruían la Icarus habían ganado impidiendo que los humanos estuvieran preparados en este
universo, la Tierra Victoriana se perdería. ¿Pero de donde había salido esta nave? Los
alchibanos estaban a años luz de la Tierra y 150 años en el futuro… ¿Que estaba pasando?
Entonces la vio. Estaba en una esquina del puente, una joven que nunca había visto antes.
Gritaba algo, pero entre la alarma del puente, el sonido de los disparos y los gritos de los
oficiales, no podía entenderla ¿ó si? ¡El misil!, decía, ¡Dispara el misil! ¿A la nave alchibana? -
le pregunto el capitán.
Ella se acercaba, nadie parecía prestarle atención. Meneaba la cabeza y casi implorando ella
gritó más fuerte: ¡A la flota! ¡Dispara a la flota!
Pereira abrió la consola de su asiento. Introdujo su código de seguridad y activo el misil,
entonces gritó: - ¡Apunten al objetivo fijado! ¡Apunten al objetivo fijado!
Leiva miró al capitán y gritó: ¡Nooooo! ¡Quedaremos expuestos!
El primer oficial dejó su puesto y se abalanzó sobre el timonel intentando impedir que este
hiciera la maniobra.
Pero el timonel hizo caso al capitán, como debía, y la nave cambio su ángulo.
Las armas de los alchibanos barrieron todo el flanco derecho vulnerable de la Icarus. La nave
estaba herida de muerte.
Leiva se giró y vio al capitán con la mano en su consola, creyó que si no lo detenía todos
morirían.
Un nuevo impacto sacudió la estructura de la nave. El primer oficial cayó a pocos pasos del
capitán, intento levantarse, pero un nuevo impacto lo impulso hasta las mamparas.
El puente era todo luces y humo.
El capitán no veía nada, solo miraba su consola y cuando vio que apareció "OK", presionó el
botón que lanzaba el misil hacia la Tierra.
Una puerta circular se abrió en el escudo de cerámica y un misil saltó disparado hacia la Tierra
impulsado por un potente chorro de gases de sus múltiples toberas.
Nadie pudo verlo venir. La cabeza del misil se incrusto en la pequeña península de la bahía de
Puerto Perla, por una centésima de segundo parecía que eso iba a ser todo, un gran impacto,
pero luego una luz cegadora creció y creció hasta cubrirlo todo como una semiesfera de luz y
calor. El tiempo se detuvo. El acero se derretía y la carne se deshacía, la flota y la isla
desaparecieron en menos de un minuto. El océano hirvió y miles de toneladas de agua se
evaporaron. La nube consecuente llegaba casi al espacio. La oscura nube con forma de hongo se
lleno de chispazos, cientos de rayos parpadeaban en su interior dándole un aspecto aun más
terrorífico.
En el espacio, la nave alchibana seguía disparando. Los motores a toda potencia de la Icarus la
alejaban del enemigo, pero este también giró su vehículo y empezaba a acelerar para tenerla a
tiro.
La alerta de proximidad volvió a sonar.
Pereira pensó, “Vienen otros más a rematarnos” y decidió que lo mejor era usar la nave como
un ariete y embestir al destructor. Cuando daba la orden de giro total al timonel, este anuncio:
-¡Han aparecido cinco naves y están disparando a la nave alchibana! ¡No se quienes son!
En la pantalla veían como cinco naves de una configuración desconocida, disparaban a la nave
enemiga, que intentaba huir. Sus misiles y rayos iluminaban la estructura globular del destructor
alchibano que rápidamente estalló y esparció cientos de pedazos de su estructura.
Luego de detener al enemigo las naves desconocidas se acercaban a la mal herida Icarus.
Esto es el fin, pensaron todos.

Episodio VI: La Flota de los Nueve Mundos

Decidido, el capitán ordenó que se prepararan las armas y que recargaran los motores para una
embestida…
Las naves extrañas no recargaban armas, ni desplegaban sus escudos.
-¡Señor!-dijo Sanders- Nos saludan.
Confundido Pereira hizo un gesto con la cabeza señalando la pantalla.
-¡Veámoslo!-contesto el capitán.
Un hombre y una mujer, de rasgos polinésicos él y de piel clara ella, aparecieron. Se inclinaron
y saludaron al capitán.
-Es un honor para nosotros haber ayudado al legendario capitán Pereira, capitán de la famosa
nave Icarus. Soy el capitán Okahameha y ella, mi primer oficial, la señorita Müller.
¡Son humanos! Pensó Pereira. ¡Son humanos y nos han salvado! No entendía nada de lo que
pasaba, pero seguramente habría una explicación a todo.
La gente de las naves extrañas solicitó permiso para subir a la Icarus. Una pequeña nave
auxiliar cruzó los pocos miles de metros que las separaban y el capitán y el primer oficial que
saludaron por la pantalla subieron a la nave de Pereira.
En la sala de situación, se sentaron a la mesa con el resto de los oficiales y tripulantes que
habían sobrevivido al ataque. Más tarde llegaría la hora de honrar a los muertos.
-Venimos de unos 150 años en el futuro. - dijo Okahameha. Conocíamos, gracias a ustedes, la
terrible amenaza que venia hacia nosotros. Su esfuerzo en el pasado, por unificarnos y por que
creáramos una poderosa civilización técnica, dio resultado.
Pereira miró a Olunga que escuchaba al capitán de la otra nave con suma atención.
-La tutela de su gente, de sus científicos y de sus técnicos, hizo que la Ciencia y la tecnología se
desarrollase rápidamente en nuestra Tierra. Los archivos de la Icarus, fueron una increíble
fuente de conocimientos. Rápidamente todo el mundo se conectó al ordenador de la Icarus y
surgió una red mundial de rápido acceso para cualquiera.
Pronto comprendimos que la amenaza alchibana era lo peor a lo que nos enfrentaríamos y
lentamente nos preparamos para un ataque preventivo contra la flota que se acercaba.
-Pero, no entiendo- interrumpió Pereira. ¡Nosotros no hemos hecho nada de lo que cuentas!
-Lo harán- aclaró el otro capitán.
-Harán todo lo que él les cuenta y estaremos preparados para sobrevivir-dijo el primer oficial
Müller- ¡Y sobrevivimos! ¡Acabamos con la flota alchibana!-explicó con alegría.
La gente dio un fuerte aplauso espontáneo.
- Capitán- dijo Okahameha- Ustedes salvaron nuestro mundo, la Tierra Victoriana, como
ustedes la llamaban. Nosotros hemos venido a decirles que no deben sacrificarse, que nos
pueden enseñar todo eso y luego volver a su mundo. Hemos perfeccionado el motor alchibano,
hemos aprendido ha usarlo para saltar en el tiempo y entre las realidades.
Todos los de la Icarus no salían de su asombro.
Un joven alférez se acercó al capitán y le informó de algo.
-Un grupo de veinte naves a saltado cerca de nosotros y nos saludan-explicó Pereira intrigado.
Dan Okahameha sonrió.
-Capitán Pereira, descubrimos que los alchibanos sistemáticamente acababan con toda la vida
inteligente que surgía en cualquier realidad, asegurándose así su supremacía. Nosotros hemos
estado ayudando a distintas especies para luchar contra los alchibanos en otras ocho realidades.
Ahora nos hemos juntado para acabar de una vez y para siempre con ellos atacando su realidad
origen y su mundo natal.
Dan Okahameha se puso de pie estirando todo su enorme corpachón y con tono solemne dijo:
-Capitán Pereira, lo invito a que se una a la Flota de los Nueve Mundos.

Epilogo:
Luego de la destrucción de la flota en Puerto Perla, los emisarios de la Icarus ante el Gran
Khan, fueron considerados enemigos del imperio. Su nave de descenso destruida a cañonazos y
quemada.
Ellos fueron encerrados en una cárcel del Khan. Los tres hombres atrapados solo podían
escuchar las transmisiones de la Icarus en órbita y las cosas no parecían ir muy bien…
- ¡Creo que se ha armado una buena en el espacio!-comentó uno de ellos. Era un soldado
entrenado, un comando. Seguía con atención las comunicaciones de la Icarus luego de que
escuchara que había aparecido una nave alchibana.
- ¿Que dicen? ¿Que ocurre? -comentó el más joven, un ayudante de ingeniería.
- ¡No deberíamos estar aquí!- sentencio el más viejo un enfermero de ojos tristes y pelo canoso.
El soldado, seguía con los ojos fijos mirando al vacío, mientras escuchaba mediante sus
implantes auriculares lo que ocurría a cientos de kilómetros sobre sus cabezas.
- ¡Hemos destruido su flota! ¡Nos van a matar! -volvió a gritar el hombre con canas.
- ¡Calla! ¡No están seguros de que fuimos nosotros! - aseguró el joven.
-Ya veras, tarde o temprano se darán cuenta y alguien entrará por esa puerta para matarnos.
-Viejo, por que no buscamos algo para salir de aquí. Busquemos entre esta basura.
Joven y viejo, revolvieron entre sucias ropas y basura que había en la celda. Encontraron
algunas varillas de metal y algunas cuerdas. Tratarían de abrir la cerradura.
Mientras lo intentaban, agachados frente a la puerta ambos oyeron un extraño sonido.
- ¡Esperen! ¡Oigan! ¿No oyen eso…? -preguntó el joven.
- ¡Bill! Algo suena, deja de escuchar la radio-dijo el viejo. Algo suena, como un pitido y es cada
vez mas fuerte. -explicó el enfermero.
Bill, el soldado, desconectó con un gesto el sonido de los auriculares, frunció el ceño prestando
atención y luego abrió los ojos muy grandes y gritó:
-¡A cubierto! ¡Contra la pared!
Hubo una explosión y la mitad de la pared frente a ellos desapareció dejando un hueco por el
que podían pasar dos hombres. Cuando el polvo se disipo lo suficiente, pudieron ver que en el
hueco había alguien en armadura de batalla. El poderoso traje se abrió y pudieron ver dentro a
una joven rubia, de ojos claros y orejas puntiagudas que les dijo:
-Soy Naeri de la Flota de los Nueve Mundos. Vine a rescatarlos. Tenemos una nave aquí cerca.
Los tres hombres se miraron y sonrieron.
El joven se dio vuelta, miró al viejo y dijo:
-¡Creo que estoy enamorado!

FIN

También podría gustarte