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PRODUCCIÓN ESCRITA

Estudiante
Martínez Angarita Vanessa

Instituto Promoción Social

Lengua Castellana

Profesora
Callejas Velasco Claudia Marcela

3O de Mayo del 2023

11-01
La chica de la selva:

Tenía el cabello castaño, enmarañado, lleno de hojas secas y bejucos de los árboles, le llegaba
por debajo de las caderas y al momento de encontrarla estaba completamente desnuda,
cubierta únicamente por la suciedad del bosque.

Debía tener unos quince años y cuando llegó al hospital donde la llevaron para sanar despedía
un olor fuerte y putrefacto, pero con el tiempo ese aroma fue disminuyendo hasta que ya era
imperceptible. No sabía hablar, nunca lograron que tuviera una prenda puesta encima por más
de diez minutos y su reacción ante cualquier cosa, estuviera asustada, enojada o feliz, siempre
era la misma, gruñir como un animal salvaje; dependiendo de la emocion que sentia estos
sonidos que provenían de su garganta podían ser suaves o agresivos, tal vez porque eso era
realmente, un animal salvaje, tal vez porque nunca fue humana, tal vez porque le negaron la
oportunidad de serlo, tal vez porque su verdadera comunidad fueron esos seres que la
cuidaron en el bosque, en la selva, cuando los nuestros la desecharon allí para que se muriera
de hambre y solo era una niña.

Cargaba encima la melancolía de aquellos que nunca pertenecieron a un lugar, tenia los ojos
tristes la mayor parte del tiempo, vacíos como los de una muñeca sin vida, pero cuando
sonreía, cuando la llevaban al bosque a visitar a sus viejos amigos, siempre cuidada por un
par de personas que se aseguraban de que no escapara a la selva inhóspita de nuevo, en esos
momentos todo su rostro, su cuerpo, su semblante, sus ojos se llenaban de vida, de alegría, de
felicidad, de emoción, de pasión, de ganas de vivir. De todos los lugares en este mundo, tal
vez fue la jungla en el que más se adaptó, en el que más encajò.
Y esto mismo era lo que hacía que, cuando la hacían volver a la ciudad, gruesas lágrimas
bañaran sus mejillas, arañaba, pateaba y profería alaridos de fiera, se agarraba a cualquier
superficie a su alcance para que no la devolvieran al hospital, por eso mismo fue que dejaron
de llevarla al campo, por eso mismo es que no le volvieron a dejar salir del psiquiátrico.

Trataron de “rehabilitarle” pero ya era imposible y poco a poco, debido al mínimo contacto
que tenía con la naturaleza que tanto amò, se fue poniendo débil, ya casi no se levantaba de la
cama cuando en un brote de tuberculosis que se dio en el sanatorio se puso tísica y una
palidez mortal cubrió su rostro, probablemente uno de los motivos por los que murió tan
rápidamente fue el hecho de saber que nunca iba a volver a ser libre, tres semanas de tos
fuerte con sangrado fueron los que la llevaron a la tumba a pesar de los esfuerzos de los
doctores. Así fue, como a los dieciséis años tachada de loca por la misma raza que la había
enloquecido, murió la chica de la selva, que a diferencia de Tarzán nunca pudo reintegrarse a
la sociedad ni mucho menos tener la vida que le habían arrebatado.

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