Está en la página 1de 11

PROPUESTA PARA UNA

PERIODIZACION GENERACIONAL
DE LA LITERATURA MEXICANA
DEL SIGLO XIX
I

El inicio de la historiografía cultural hispanoamericana se suele ubicar en 1755, cuando Juan José de
Eguiara y Eguren publica el primer tomo de su Biblioteca mexicana. El motivo que lo impulsaba era sim-
ple: demostrar mediante un nutrido listado de escritores y libros, la existencia de un proceso cultural
propio de Hispanoamérica -México, ejemplarmente-, que se remontaba hasta antes de la conquista espa-
ñola. De esta forma refutaba con hechos concretos los conceptos despectivos que se manejaban en Euro-
pa -en España de manera especial- sobre México e Hispanoamérica en general.
Junto a este empeño historiográfico, Eguiara y Eguren también trazó la primera periodización cultural
hispanoamericana distinguiendo dos etapas: la anterior a la conquista española -"la de las antiguedades
mexicanas"- y la colonial -"desde que América comenzó a ser señoreada por los españoles"-. Esta tan obvia
división cultural alcanzó a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del XX una serie de agregados que
buscaban matizar la periodización desde la experiencia histórica de la independencia y la instauración de
los regimenes republicanos. El resultado fue elemental, a la vez que generalizador: Conquista, Colonia,
Independencia y República. El período Prehispánico era por lo general marginado bajo el poco discutible
criterio de que la cultura que se desarrollaba en Hispanoamérica podría ser mestiza pero el elemento do-
minante era categóricamente español.
Los intentos de periodización literaria que desde Eguiara y Eguren pueden encontrarse en las historias
literarias continentales o nacionales de los países hispanoamericanos, marcan siempre divisiones basadas
en acontecimientos políticos, en la preponderancia de géneros literarios, en la influencia de individuali-
dades estimadas geniales o, incluso, de aislados grupos generacionales que representan algo asi como la
floración inesperada de una "generación espontánea".
Los estudiosos del tema concuerdan en hallar en estos intentos de periodización excesivos elementos
confusos y provenientes de otras disciplinas, y parecen aceptar que recién en 1945 se realizó "el primer
intento de redactar una historia literaria de Hispanoamérica de acuerdo con los más científicos criterios
periodológicos" (1): El mérito corresponde a Pedro Henríquez Ureña con su libro Las corrientes literarias
en la América hispánica (2).
Al margen de lo que pueda aceptarse y rechazar a lo propuesto por Henríquez Ureña, la periodización
más útil con la que contaríamos quedaría conformada de la siguiente manera:
1. El descubrimiento del Nuevo Mundo en la imaginación de Europa.
2. La creación de la nueva sociedad (1492-1600).
3. El florecimiento del mundo colonial (1600-1800).
4. La declaración de independencia intelectual (1800-1830).
5. Romanticismo y anarquía (1830-1860).
6. Período de organización (1860-1890).
7. Literatura pura (1890-1920).
8. Problemas de hoy (1920-1940).
Henríquez Ureña, como puede apreciarse, no acierta a dividir la época colonial y la periodiza en dos
grandes etapas: uno de 108 años y otro de 200 de duración. El origen de esta falta de metodología para la
etapa colonial se fundamenta en dos razones: una que se oculta -nuestra general ignorancia sobre esos
largos siglos- y otra que se expone: la obra literaria es escasa e insignificante, no existen corrientes o gru-
pos literarios con personalidad propia, las excepcionalidades no crean períodos, toda la producción es en
demasía semejante en su mediocridad, en su exceso oratorio y en su tendencia al culturalismo; en fin,
nada que justifique periodizar la amorfidad.
1
Para los períodos que se inician con el siglo XIX, Henríquez Ureña recurre a divisiones de carácter
genealógico (30 años) sin tomar en cuenta las periodizaciones generacionales (15 años) que comenzaron a
vislumbrarse en el siglo XIX para trabajar en las manifestaciones o acontecimientos históricos y sociales, y
que en el mundo de habla hispánica había expuesto José Ortega y Gasset con pretensión científica en la
tercera década del siglo XX, y de la que ya existía una buena cantidad de trabajos, teóricos y prácticos, en
el que se aceptaba las divisiones de 15 años o se discutía sobre ellas, pero dejando de lado de forma defi-
nitiva la división genealógica de 30 años.
En consecuencia, si consideramos metodológicamente excesivos los dos períodos coloniales y desfasa-
dos teóricamente los períodos del siglo XIX, sólo queda de esta clasificación de Henríquez Ureña los ne-
bulosos períodos del siglo XX -"literatura pura" y "problemas de hoy"- que no pueden aceptarse ni mane-
jarse con un mínimo de rigor histórico en las periodización literaria de Hispanoamérica o de cualquiera
de los países que la conforman.

II

A partir del trabajo de Henríquez Ureña, varias historias literarias continentales y nacionales se han
elaborado periodizando según criterios geneológicos o generacionales más estrictos, pero careciendo de
rigor metodológico al estrechar o ampliar los períodos de acuerdo a las necesidades expositivas del histo-
riador. La propuesta más afortunada en difusión (3) de las realizadas para la metodología de la periodiza-
ción hispanoamericana, es la presentada en 1963 por José Juan Arrom basándose en una metodología
conceptualidad generacional geneológica (4). Después de analizar los trabajos de Julio A. Leguizamón,
Luis Alberto Sánchez, Enrique Anderson Imbert, José Antonio Portuondo y Pedro Henríquez Ureña,
Arrom llega a la conclusión de que todas están equivocadas por errar en el año en que se inicia la perio-
dización (1492), ya que las generaciones a las que pertenecen Colón, Pizarro, Cortés, etc., corresponden a
fechas anteriores al del descubrimiento de América. Lo más conveniente, en su opinión, es volver al pun-
to en que dejó el tema Henríquez Ureña y desde ahí partir en una nueva dirección. El esquema que pro-
pone es el siguiente:

Generación Nacimiento Predominio Grupo caracterizador

1 1474 1444-1474 1474-1504 Descubridores


2 1504 1474-1504 1504-1534 Conquistadores
3 1534 1504-1534 1534-1564 Fundadores
4 1564 1534-1564 1564-1594 Primeros criollos
5 1594 1564-1594 1594-1624 Iniciadores del barroco
6 1624 1594-1624 1624-1654 Continuadores del barroco
7 1654 1624-1654 1654-1684 Continuadores del barroco
8 1684 1654-1684 1684-1714 Continuadores del barroco
9 1714 1694-1714 1724-1744 Continuadores del barroco (Rococó)
10 1744 1714-1744 1744-1774 Enciclopedistas
11 1774 1744-1774 1774-1804 Precursores
12 1804 1774-1804 1804-1834 Libertadores
13 1834 1804-1834 1834-1864 Románticos
14 1864 1834-1864 1864-1894 2a. Gen. Romántica (Transición al modernismo)
15 1894 1864-1894 1894-1924 Modernistas y posmodernistas
16 1924 1894-1924 1924-1954 Vanguardistas y posvanguardistas
17 1954 1924-1954 1954-1984 Reformistas

Es difícil aceptar esta nueva propuesta de Arrom. No creo que el problema de la etapa colonial se re-
suelva creando subdivisiones forzadas de 30 años para cubrir un lapso de 121 años (1624-1744) con la
etiqueta global de "continuadores del barroco". Y me parece poco serio cubrir un período de 60 años del
2
siglo XIX con las anodinas denominaciones de "románticos" y "segunda generación romántica". Más arti-
ficialmente subdividido que el esquema de Henríquez Ureña y más preciso en sus denominaciones del
siglo XX, el trabajo de Arrom en realidad no resuelve problemas, continúa dejando entre nebulosas la
etapa colonial, amplia excesivamente los períodos del siglo XIX y del XX, y utiliza la clásica y caduca divi-
sión genealógica (30 años) para elaborar sus períodos.
De todo lo expuesto hasta ahora -dejando al margen lo afortunado o no de lo obtenido-, lo que resulta
evidente es la persistencia en tratar de periodizar la historia literaria hispanoamericana para estudiarla
con cierta metodología. Para ello se ha recurrido indistinta y confusamente a referentes históricos, socia-
les o políticos, a géneros literarios, a personalidades destacadas, a divisiones generacionales genealógicas,
y se ha periodizado a gusto del historiador, sin conservar algún rigor teórico al aplicar las divisiones de los
esquemas.

III

En México, al igual que en otros países de Hispanoamérica, se ha intentado durante el siglo XX perio-
dizar su historia, destacándose en ese rubro los trabajos de Wigberto Jiménez Moreno y de Luis González;
y en el campo circunscrito a la cultura y a la literatura, las propuestas de José Luis Martínez, Francisco
Monterde, Carlos Monsivais y Enrique Krauze. Si algún rasgo destaca en los dos primeros trabajos, es la
aplicación -entre burlas y veras en González- de la teoría y metodología generacional de 13 y 15 años res-
pectivamente, a partir de lo propuesto por Ortega y elaborado por Marías (5), empleando también los
rasgos identificatorios señalados por Petersen (6); lamentablemente ambos trabajos amplian y estrechan
la cronología de acuerdo a sus conveniencias expositivas (7). José Luis Martínez presenta un esquema en
exceso amplio (8); Monterde lo limita a la denominación romántica (9); Monsivais a grupos culturales del
siglo XX, desechando la validez de las clasificaciones generacionales y periodizando de acuerdo a criterios
subjetivos (10); y Krauze, con rigor, aplica el método de Ortega, pero sólo al siglo XX (11).

IV

Las dos periodizaciones generacionales de la Historia de México son las siguientes:


A. La de Wigberto Jiménez Moreno, con sus denominaciones complicadísimas para cada una de ellas:
1. Pre-ilustrada: nacidos entre 1689/90-1703.
2. Proto-ilustrada: nacidos entre 1704-1717.
3. Pleni-ilustrada: nacidos entre 1718-1731.
4. Epi-ilustrados: nacidos entre 1732-1745.
5. Post-ilustrados y pre-insurgentes: nacidos entre 1746-1759.
6. Proto-insurgente: nacidos entre 1760-1772.
7. Pleni-insurgentes: nacidos entre 1772-1785.
8. Epi-insurgentes: nacidos entre 1785-1797.
9. Post-insurgente, Pre-reformista y pre-romántica: nacidos entre 1797-1809.
10. Protorreformistas y proto-románticos: nacidos entre 1810-1823.
11. Pleni-reformistas, pleni-románticos: nacidos entre 1824-1837.
12. Epi-reformistas, epi-románticos, pre-realistas, pre-modernistas y proto-científicos: nacidos entre
1838-1850.
13. Post-reformistas, post-románticos, proto-realistas, proto-modernistas, pleni-científicos: nacidos en-
tre 1850-1863.
14. Pleni-realista, pleni-modernista, epi-científica, proto-revolucionaria; nacidos entre 1864-1875.
15. Epi-realista, epi-modernista, pleni-revolucionaria: nacidos entre 1875-1889.
16. Post-realista, post-modernista, epi-revolucionaria: nacidos entre 1890-1903.
17. Post-revolucionaria, pre-revolucionaria, pre-revisionista: nacidos entre 1904-1917.
18. Proto revolucionaria, proto-revisionista: los desencantados: nacidos entre 1917-1929/1930.
19. Pleni-revolucionarios, pleni-revisionista: los impacientes: nacidos entre 1929/1930-1943/1944.
3
20. Epi-revolucionaria, epi-revisionista: acelerados, precozmente maduros o prematuros: nacidos entre
1943/1944-1956;

B. La jocosa de Luis González, con sus imprecisiones de fechas:


1. La pleyade la Reforma: nacidos entre 1806-1820 o entre 1810-1824, o entre 1809-1824 (12).
2. La generación Tuxtepecadora: nacidos entre 1825-1840.
3. Los científicos: nacidos entre 1841-1856.
4. La centuria azul: nacidos entre 1855-1870.
5. Revolucionarios de entonces: nacidos entre 1873-1888.
6. Revolucionarios de ahora: nacidos entre 1889-1905.

Si se aceptan como referentes prácticos la periodización de Jiménez Morales con sus poco exactos trece
años de promedio -tal como él lo propone por su "familiaridad con el sistema prehispánico en que los
años se cuentan por trecenas"-, y la de González, a pesar de su poco rigor en los límites de los años de
nacimiento de los personajes de sus divisiones, se tendrían unos primeros esquemas sobre los cuales po-
der basar cualquier periodización que se desee hacer del siglo XIX mexicano para estudiar su literatura.
Tanto Jiménez como González exponen a su manera las características resaltantes de las generaciones que
estudian, señalan personajes epónimos, enlistan miembros, determinan fechas de cambios, y -en el caso
de González- analizan a las generaciones ortodoxamente a través de las cinco etapas de 15 años que co-
rresponden a la evolución interna de cada una de ellas: niñez (desde el nacimiento hasta los 15 años);
juventud (desde los 16 años hasta los 30); iniciación (dsde los 31 hasta los 45 años); predominio (desde
los 46 hasta los 60 años); y vejez (desde los 61 años hasta la muerte de sus integrantes).

VI

Ahora cabe preguntarse: ¿Es posible trabajar con la teoría y metodología de las generaciones propuesta
por Ortega y sintetizada por Marías, y ordenar el estudio de la literatura mexicana del siglo XIX en perío-
dos regulares de 15 años de duración? Quince años puede considerarse un tiempo arbitrario que parece
justificar aplicarlo sin rigor, tal como lo hace Jiménez Moreno -que prefiere emplear 13 años, variarlo e
incluso transversar fechas- o como lo maneja González, que restringe o amplia las fechas de acuerdo a
conveniencias expositivas. Recurrir a los 30 años que utilizan en sus trabajos Henriquez Ureña, Portuon-
do y Arrom, por ejemplo, podría ser válido, pero resultan excesivos ante cualquier observación empírica
que se aplique al desarrollo histórico de la literatura hispanoamericana y mexicana.
Lo cierto es que parece evidente que no se puede enfrentar el estudio del siglo XIX, ni ningún otro,
como un todo homogéneo: la periodización se impone como una necesidad ineludible. ¿Qué criterio
manejar? ¿Recurrir a los géneros literarios y terminar dividiendo el siglo en períodos Pre-románticos,
Románticos y Post-románticos, o con la denominación sustituta que se requiera? ¿Periodizar siguiendo la
historia y contentarse con períodos llamados Independencia, Imperio, Reforma, Segundo Imperio, Res-
tauración, Porfiriato, etc.? ¿Dividir al antojo del historiador el trabajo literario de un siglo o los siglos?

VII

En el siglo XIX, Auguste Comte fue el primero en exponer que el desarrollo de la historia, el movi-
miento social, se produce mediante cambios que no responden al ámbito individual ni al familiar. En la
sociedad -dice- existe un conjunto de nociones fundamentales, de convicciones últimas, que se conservan,
modifican o cambian nediante innovaciones que plantean las diversas generaciones que se suceden en la
vida social.
Aunque no se elaboró en el siglo XIX una teoría social de las generaciones de forma convincente y
científica, lo cierto es que a partir de 1839 -desde el primer vislumbre de Comte- diversos estudiosos eu-
4
ropeos analizaron la evolución histórica de sus sociedades y, mediante estadísticas y comprobaciones em-
píricas, plantearon períodos generacionales que estaban más próximos a los 15 años que a los convencio-
nales 30 años que se empleaban. Marías, en su excursión histórica en busca de antecedentes a la teoría de
su maestro Ortega, cita, junto al de Comte, los nombres de John Stuart Mill (1806-1873), Justin Dromel
(1826-?), E. Littré, Emile Durkheim, Jean Louis Giraud, llamado Soulavie (1753-1813), y su seguidor
Louis Benloew, A. Cournot, Guissepe Ferrari (1812-1876), Gustav Rümelin (1815-1889), Wilhelm Di-
lthey (1833-1911), Leopold von Ranke (1795-1886), Ottokar Lorenz (1832-1907), como los antecedentes
decimonónicos de la preocupación teórica por conceptualizar científicamente el término y el método de
las generaciones en su aplicación al estudio y análisis de la sociedad.
Todos estos estudiosos -dice Marías- se interesaron de alguna manera en el tema, pero se ignoraron
mutuamente -con pocas excepciones- y no encadenaron sus avances teóricos y metodológicos. En resu-
men: que "no hay ni puede haber en el siglo XIX una teoría de las generaciones, porque no hay en él una
teoría de la vida histórica y social, que es justamente el lugar de ellas. Sólo ha habido anticipaciones par-
ciales".
Si se enumera lo que se llegó a saber de manera dispersa sobre el método histórico de las generaciones
en el siglo XIX, se puede esbozar así:
1. El mecanismo de la variación histórica por generaciones.
2. La idea de las generaciones "como equipos humanos que toman posesión de la sociedad.
3. La duración de la generación como período de 15 años.
4. Un bosquejo de la estructura de la generación como determinación esencial de la vida humana y de
la convivencia.
De forma paradójica -continúa Marías-, esto que se sabía en el siglo XIX en realidad no lo sabía nadie
de forma acumulativa: eran conocimientos que se hallaban repartidos entre los diversos libros de los es-
tudiosos citados antes. Para dar una idea de lo que se ignoraba en el siglo XIX, Marías vuelve a trazar una
lista sumaria:
1. El lugar de las generaciones: todos caen en el error genealógico y reducen la generación a la vida po-
lítica.
2. La realidad de las generaciones: las confunden con la realidad de los individuos o con ciertas de-
terminaciones estadísticas. Falta la idea de vigencia que es decisiva.
3. La relación dinámica entre masas y minorías.
4. La relación contemporaneidad-coetaneidad y la articulación efectiva entre las generaciones.
En conclusión: si bien es cierto en el siglo XIX surgió la idea de la teoría de las generaciones al margen
de los fundamentos geneológicos, no llegó a estructurarse intelectualmente como un método de aplica-
ción científica para el estudio de la sociedad en su totalidad. Para que esto se diera -explica Julián Marías-
se tuvo que esperar a que surgieran las exposiciones teóricas de Ortega y Gasset sobre la razón vital (13).

VIII

En el campo de la literatura -que es el que me interesa-, Marías señala un par de antecedentes en la


aplicación de esta teoría de periodización.
La primera es de Federico Schlegel, quien en unas conferencias de 1812, recogidas en libro en 1815,
utiliza el concepto de generación para dividir en tres períodos la literatura alemana de la segunda mitad
del siglo XVIIl. Como reprocha Marías, "en ningún momento se pregunta Schlegel -para aplicar esta divi-
sión- siquiera que son generaciones, por qué las hay, cuánto duran, cuál es su área. cómo se determinan.
Nada, pues, que pudiera llamarse una teoría de las generaciones, ni aún un concepto rigurso de ellas.
Toma la noción de generación del uso común, milenario, que se remonta a la Biblia y a la Iliada cuando
menos, que ha sido aplicado incontables veces sin proposito teórico a la realidad histórica".
La segunda -y más importante para Marías- está incluida en varios textos de Wilhelm Dilthey (1833-
1911), que van desde el ensayo sobre Novalis, de 1865, hasta su trabajo publicado en castellano como
Vida y poesía, de 1905. La aplicación de esta periodización comprende, al igual que Schlegel, a tres gene-
raciones alemanas del siglo XVIII, que van desde 1729 (Lessing) a 1775 (Schelling), pasando por una
5
segunda (Goethe, 1749). Aunque Dilthey plantea útiles y acertados conceptos sobre la idea de genera-
ción, la verdad es que -dice Marías- aún continúa "adscrito a la interpretación genealógica de la genera-
ción", aunque sus ejemplos contradigan a los 30 años convencionales.

IX

Mientras los alemanes planteaban por primera vez divisiones generacionales para su literatura del siglo
XVII y se atrevían a trazar tres divisiones, en México, en 1867 y 1871, Ignacio Manuel Altamirano (1834-
1893) estudia la literatura de su país y -al igual que Federico Schlegel y sin especulaciones como Wilhelm
Dilthey- traza con absoluta contundencia una periodización de su propio siglo republicano en cinco ge-
neraciones (14) claramente denominadas y situadas con características propias y distintivas de las anterio-
res.
La periodización, esbozada en 1867 y desarrollada en 1871 por Altamirano (15), puede condensarse
así:
1. La generación de la Independencia. A ella pertenecen los escritores que "florecieron cuando aun el
entusiasmo por las glorias de 1810, hervía en los corazones de los poetas de México". Para Altamirano
sólo son mencionables cinco poetas: Andrés Quintana Roo (1787-1851); Francisco Manuel Sánchez de
Tagle (1782-1843); Wenceslao Alpuche (1804-1841); José María Moreno (del que se ignora las fechas de
nacimiento y muerte); y Francisco Ortega (1793-1849) (16).
2. La generación de Letrán. "La religión, el amor y el placer, tales fueron las musas preferidas de Le-
trán. La generación de que hablamos, no podemos desconocerlo, enriqueció más aún los tesoros de la
poesía española; y aunque México, con sus bellezas y su gloria quedó olvidado, España puede vanagloriar-
se de que todavía la generación poética de Letrán le pertenece de derecho, con excepción de tres o cuatro
jóvenes que tuvieron la audacia de repetir en literatura el grito de Dolores, y de interpretar en la lira el
odio de los insurgentes" (17).
Los nombres que cita como integrantes de esta generación, son: Ignacio Ramírez (1818-1879), Gui-
llermo Prieto (1818-1897), Fernando Calderón (1809-1845), Ignacio Rodríguez Galván (1816-1842), José
María Lafragua (1813-1875), Joaquín María Castillo y Lanzas (1801-1878), Manuel Carpio (1791-1860),
José Joaquín Pesado (1801-1861), José María (1809-1869) y Juan Nepomuceno (1812-1843) Lacunza, José
de Jesús Díaz (1809-1846).
3. La generación del Liceo Hidalgo. Surge después de la Academia de Letrán, cuando "la Constitución
de 1824 volvía a imperar; los viejos calumniadores de la Independencia estaban desprestigiados, y la civi-
lización abría sus alas gozosas...". Para Altamirano fue una época de renacimiento en la que "una nueva
generación se levanta atrevida, animada por un aliento más vigoroso, alumbrada por una luz más res-
plandeciente: la luz de las instituciones liberales". La figura clave de esta generación es Francisco Zarco,
quien es uno de los fundadores del Liceo Hidalgo, institución que se convertirá en el núcleo, la guía ge-
neracional de otras sociedades que se formaron en el interior del país y que también contaban con sus
propias publicaciones.
"En esta familia del Liceo Hidalgo -continúa diciendo Altamirano- no se hizo sentir sino muy ligera-
mente la influencia de los viejos de Letrán, y apenas uno que otro de los socios más jóvenes de esa extin-
guida Academia, fue registrado como miembro de la nueva...
En el Liceo Hidalgo, "vemos allí jóvenes -agrega Altamirano poco más adelante- que, sin desdeñar la li-
ra, se consagraban de preferencia a los trabajos de la oratoria política, de la historia popular, del drama
patriótico, y a las discusiones de la filosofía racionalista. Aquello no era una simple escuela poética, sino
un apostolado liberal que adoptaba las formas de la bella literatura para propagar sus ideas... Los periódi-
cos de aquel tiempo están llenos en los días de septiembre, de himnos patrióticos, de odas, de marchas
nacionales y de sonetos, consagrados a conmemorar las glorias de la Independencia".
La lista generacional que anota Altamirano es más nutrida que las dos anteriores: Francisco Zarco
(1829-1869); Francisco Granados Maldonado (?-1872); Félix María Escalante (1820-1861); Epitacio Jesús
de los Ríos (1833-1860); Pantaleón Tovar (1828-1876); Joaquín Tellez (1821-1867); José Tomás de Cue-
llar (1830-1894); Luis G. Ortiz (1832-1894); Andrés Davis Bradburn; Octaviano Pérez; José María Rodrí-
6
guez y Cos (1823-1899); Joaquín Villalobos (1830-1879); en Veracruz: José María Esteva (1818-1904);
Manuel Díaz Mirón (1821-1895); en Morelia: Gabino Ortiz (1819-1885); en Guadalajara: Antonio Rosa-
les (1822-1865) (el héroe de San Pedro); José María Vigil (1829-1909); Clemente Villaseñor (1830-1879);
Jesús Echaiz (1831-1883); en Tabasco: León A. Torre (1834-1895); José Manuel Puig; en Yucatán: "una
pléyade de bardos, animados por la voz elocuente del eminente y nunca bien sentido doctor Justo Sierra,
repetía los acentos armoniosos de Alpuche en la lira de Pedro Ildefonso Pérez" (1826-1869).
4. Los poetas de la Reforma y de la Segunda Guerra de Independencia. "Más tarde, y durante la tem-
pestuosa década de 1853 a 1863 (18), en que se sucedieron la dictadura de Santa Anna, la revolución de
Ayutla, el gobierno de Comonfort, las revoluciones reaccionarias, la guerra de Reforma, los dos años de
administración constitucional, y la invasión francesa, aparecieron nuevos poetas cuyo talento brilló en
medio de las negras nubes de la política y la guerra".
"Esta generación poética -explica Altamirano-, absolutamente independiente de las tradiciones acadé-
micas, y que sólo estaba unida por la idea democrática y el odio a la tiranía y al fanatismo, es ya numerosa
y digna de toda atención. Más audaz que las que le habían precedido, así como más belicosa y nacida en
tiempos de sangrienta lucha, ella ha sido hasta ahora la que ha llevado un contigente más grande a la
obra de la epopeya mexicana, y no solo, sino que, como es sabido, al mismo tiempo que enaltecía con sus
cantos la literatura nacional, aumentaba con sus nombres el martirologio de la libertad de México, y con-
tribuía con sus hechos al triunfo de la Independencia.
"Estos poetas, acaudillados por Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, que por fin encontraron en ellos a
su verdadera familia, han sido casi los fundadores de nuestra epopeya nacional. Es importante examinar
el carácter literario que ha distinguido a estos bardos, esencialmente mexicanos, y pasar revista a sus nu-
merosas producciones, para hablar después de la generación poética contemporánea que se ha formado
con los restos de aquella y con los jóvenes concriptos de la democracia, que han corrido desde entonces a
llenar los vacíos causados por el martirio y la gloria en las filas de la joven familia".
Como miembros de esta generación, Altamirano cita a: Juan Díaz Covarrubias (1837-1859); Manuel
Mateos; Leandro Valle (1833-1861); Juan Valle (1838-1865); Vicente Riva Palacio (1832-1896); José Rive-
ra y Río (?-1891); Julián Montiel (1830-1902); Alfredo Chavero (1841-1906); Juan de Dios Arias (1828-
1886); José María Ramírez (1834-1892); Ramón Valle (1841-1901); Eduardo Ruiz (1839-1902); Juan Ma-
teos (1831-1913).
5. La generación activa cuando Altamirano escribe, la generación de la República, de la que se limita a
decir que sus integrantes eran los que habían nacido -"por decirlo así", aclara- en la guerra de la Reforma y
en la guerra contra la Intervención francesa. Ya no da nombres ni entra en pormenores sobre esta gene-
ración en la que el mismo equivocadamente se situa.

Para cualquier estudioso de la literatura mexicana del siglo XIX, la periodización dada por Altamirano,
con breves retoques, resulta precisa en grado sumo. Podrá objetarse que es producto de una intuición y
hasta de una casualidad; que proviene en su integridad de la simple observación empírica; que carece de
elaboración teórica y exposición de conceptos; que le le falta afinar detalles o aplicar rigor al enlistado de
integrantes de la generación; pero lo cierto es que con la división de Altamirano se cuenta con una exacta
base intelectual para periodizar generacionalmente todo el siglo XIX mexicano en etapas de 15 años cada
una.
Tomándome la libertad que me brinda el hecho intelectual de hacer una propuesta (19), procederé a
exponer de manera sucinta la periodización literaria del siglo XIX mexicano, en base a lo elaborado por
Altamirano y teniendo como referencia las fechas manejadas por Jiménez Morales y por González en sus
respectivos trabajos.
1. Generación de la Arcadia (1806): nacidos entre 1776 y 1790.
1790
2. Generación de la Independencia (1821): nacidos entre 1791 y 1805
3. Generación de la Academia de Letrán (1836): nacidos entre 1806 y 1820
7
4. Generación del Liceo Hidalgo (1851): nacidos entre 1821 y 1835
5. Generación del Renacimiento (1866): nacidos entre 1836 y 1850
6. Generación de Transición (1881); nacidos entre 1851 y 1865
7. Generación del Modernismo (1896): nacidos entre 1866 y 1880
8. Generación de la Revolución (1911): nacidos entre 1881 y 1895
Con esta división del siglo XIX -de la cual los puntos 2, 3 y 4 están dados literalmente por Altamirano-
se tiene un primer instrumento de trabajo determinado en sus denominaciones por hechos precisos y
significativos dentro de cada una de las generaciones, y manteniendo la exigencia teórica de los 15 años
entre cada una de ellas. En su sentido más elemental puede sustentarse así:
1. 1806: comienzan a publicar regularmente en el Diario de México -fundado en octubre de 1805- los
futuros miembros de la Arcadia mexicana. Son los tiempos del neoclasicismo y de los seudónimos pasto-
riles. Hay asomos de costumbrismo, mexicanismos temáticos e idiomáticos en la literatura, y tímidas y
eventuales manifestaciones de definiciones culturales autóctonas. La figura epónima para sus contempo-
ráneos es el sacerdote José Manuel Martínez de Navarrete (1768-1809), perteneciente a una generación
anterior; para nosotros, más acertado es darle esa categoría a José Joaquín Fernández de Lizardi, colabo-
rador poco exitoso del Diario de México y poeta marginado de la Arcadia mexicana, pero cuya significa-
ción en la literatura nacional, sabemos ahora, fue fundamental (las novelas, los panfletos, los periódicos,
las polémicas, el teatro, etc.).
2.- 1821: Consumación de la Independencia mexicana. La literatura está marcada por el fervor patrió-
tico y se canta a los héroes y a los principales sucesos independentistas. La poética de los arcades se con-
tamina de otros temas y otros tonos, aunque sigue predominando el caracter neoclásico en sus composi-
ciones. Dos figuras de la generación anterior, Francisco Manuel Sánchez de Tagle (1782-1843) y Andrés
Quintana Roo (1787-1851) parecen erigirse como las figuras epónimas; más correcto es elegir al poeta
cubano, radicado en México, José María Heredia (1803-1839) y a Francisco Ortega (1793-1849) como los
escritores significativos del nuevo período.
3. 1836: Funda la Academia de Letrán un grupo de jóvenes que oscilan entre los 18 y los 25 años.
Asientan que su empeño se dirige a mexicanizar la literatura que es escribe en el país. Francisco Ortega
los ha venido vigilando desde niños, Quintana Roo es reconocido por ellos como la encarnación de la
patria y lo eligen presidente perpetuo de la Academia; Heredia se escandaliza del romanticismo que
muestran los jóvenes; Sánchez de Tagle los contempla desde sus alturas políticas y literarias. Modesta-
mente se integran a trabajar en la Academia dos escritores tardios de la generación anterior: Manuel
Carpio (1791-1860) y José Joaquín Pesado (1801-1861). Para ellos, el éponimo es José María Lacunza
(1809-1869); para nosotros tal vez lo sea Ignacio Rodríguez Galván (1816-1842), que sintetiza en su obra y
en su vida los postulados románticos y nacionalistas que desarrolla la generación (Prieto, Payno, Ramí-
rez).
4. 1851: Se inicia la publicación de la Ilustración mexicana, órgano oficial del Liceo Hidalgo, dirigido
por Francisco Zarco, y que agrupa a los miembros de esta nueva generación. A ellos le toca vivir, en los
inicios de su vida literaria, "la tempestuosa década de 1853 a 1863, en que se sucedieron la dictadura de
Santa Anna, la revolución de Ayutla, el gobierno de Comonfort, las revoluciones reaccionarias, la guerra
de Reforma, los dos años de administración constitucional, y la invasión francesa", así como el fugaz im-
perio de Maximiliano. De sus filas salen los mártires de estas epopeyas mexicanas, mientras los miembros
sobrevivientes de la Academia de Letrán ocupan ya ministerios, actuan políticamente de forma destacada
en cualquiera de los bandos en conflicto y colaboran literariamente con la nueva generación como pa-
triarcas y consejeros. La poética que se inició en Letrán, ahora se politiza pero sin dejar sus marcados
rasgos nacionalistas y sus búsquedas románticas. La vida de esta generación durante estos años resulta tan
confusa y tan poco literaria, que Altamirano la escinde en dos: la propia del Liceo Hidalgo y los que care-
cen de academia, liceo o publicación propia: Los poetas de la Reforma y de la Segunda Guerra de Inde-
pendencia. Algunos de sus miembros, entre los que se cuenta el propio Altamirano, sólo con la restaura-
ción de la República desarrollarán una importante y copiosa labor literaria. La figura epónima es, para
ellos, Francisco Zarco (1819-1869); para nosotros, por su relevante magisterio sobre la generación siguien-
te y por sus planteamientos ideológicos sobre la literatura nacional, es Ignacio Manuel Altamirano (1834-
8
1893).
5. 1866: es el año en que políticamente Maximiliano se retira de la capital de México y manifiesta su
primer deseo de abdicar, con lo cual se inicia el debacle de su Imperio, que concluirá con su fusilamiento
8 meses más tarde, en 1867, y el consiguiente regreso de los antiimperialistas a la capital y el inicio del
renacimiento de la literatura nacional. Parece desfasado 1866 por un año, pero con cierta gracia y liber-
tad podría considerarse como el año del encubamiento de las veladas literarias, la creación de revistas, la
fundación de sociedades poéticas, las tertulias continuas, el afán de crear una obra y fundar una literatura
propia, todo lo cual se manifestará de forma riquísima en 1867 y en los años siguientes. Altamirano es el
director y el maestro indiscutible de la generación que se inicia en este período; el epónimo, sin duda
alguna, para nosotros y para ellos años más tarde, es Justo Sierra (1848-1912). La literatura retoma su
senda romántica con paso más calmo, busca en la historia colonial o en los años inmediatos motivos no-
velísticos en los cuales inspirarse, se replantea el nacionalismo temático y linguístico. Los escasos sobrevi-
vientes de la Academia de Letrán son ancianos venerables a los que se elogia, admira o ignora (Prieto,
Ramírez, Payno); los pertenecientes al Liceo Hidalgo son las personalidades fuertes que crean y señalan
caminos (Altamirano, Riva Palacio, Roa Bárcena) o que se recuerdan por su obra y su martirio (Díaz Co-
varrubias, Valle); la propia generación asume plácidamente el papel de discípulos declarados y rodean de
admiración a los maestros, a los sobrevivientes de los generaciones anteriores.
6. 1881: Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895) -el indudable epónimo generacional- escribe en este
año de 1881 su visión de la literatura nacional: "Hoy las mujeres leen La Moda elegante y se envenenan
con la literatura imposible de doña María del Pilar Sinués de Marco y el notable marqués de Valle Alegre.
Los hombres -yo el primero, a pesar de mis achaques poéticos y literarios- leemos poco y en francés. Los
escritores de ahora valen cien veces más que los de antaño; pero no escriben. El cenáculo del Renaci-
miento, capitaneado por don Ignacio Altamirano, continúa siendo nuestro único centro literario; pero ni
Altamirano escribe, ni Justo Sierra, el alma vibrante de aquella cruzada, canta, ni Jorge Hammenken cin-
cela aquellos artículos soberbios del Artista. Los héroes de esa Iliada en que se combatió a brazo partido
con el caduco sistema literario, han desertado de sus filas. Altamirano traduce a Claretie; Justo, apartado
de la prensa, vive con los romanos y los cartagineses; Hammeken no puede escribir dos artículos sobre
Cacahuamilpa; Bulnes se ha vuelto financiero; Riva Palacio, el poeta americano, no forma ramilletes con
esas violetas de Parma que él llamaba apólogos, ni traza a grandes rasgos el cuadro del gobierno virreinal;
Sosa no escribe críticas dramáticas y se refugia en el estudio escrupuloso de la biografía; Cosmes lee las
novelas de Dumas el grande en sus entreactos parisienses; y para sustituir a aquellos luchadores que pe-
learon en El Renacimiento, en El Domingo, en El Federalista y en la primera época de La Libertad, no se
distingue en el paisaje la agitada tropa de una raza nueva, que empuñe de nuevo la clava de los Hércules".
(20)
Esta larga cita nos demuestra dos cosas: el agotamiento de los miembros de la generación del Liceo
Hidalgo (Altamirano, Riva Palacio, Mateos, Hammeken) y de la generación del Renacimiento (Sosa, Sie-
rra, Bulnes, Cosmes), y, también, la exigencia de que una nueva generación tome el relevo de la ya casi
(exagerada) inexistencia de la literatura nacional. Tres años después, en la óptica de Altamirano, la situa-
ción es distinta: "la prensa está poblada por una generación joven, por una generación de ayer...". El to-
que de atención de Gutiérrez Nájera había sido escuchado. Toda una pleyade de jóvenes se inicia en la
literatura. El nacionalismo literario sigue siendo para ellos una preocupación, pero sus inclinaciones son
cosmopolitas. Todos los ismos europeos se ensayan en México: el realismo, el naturalismo, el simbolismo;
se explora por nuevas formas en el viejo costumbrismo, en el casi olvidado romanticismo; se buscan iden-
tidades propias y se consiguen tonalidades originales, mestizas (paradójicamente con lo francés), y Ma-
nuel Gutiérrez Nájera, incluso, señala la forma y el tono de lo que se desarrollará en la generación si-
guiente: el modernismo. Es una época de búsquedas más que de hallazgos. Es la transición de una litera-
tura preocupada por su nacionalidad a una literatura que se piensa y se quiere universal, por lo menos
internacional.
7.- 1896: En 1895 muere Manuel Gutiérrez Nájera; en 1896, su Revista Azul. Todo lo que fue pro-
puesto por el poeta en sus escritos y en su revista se hace realidad en esta nueva generación: el cosmopoli-
tismo será la norma vigente. La Revista Moderna, que se funda en 1898, es el portavoz aguerrido y la
9
revista fundamental de este período. Todas las poéticas y las preocupaciones de las generaciones anterio-
res desaparecen ante las nuevas manifestaciones literarias. Ya ningún escritor se siente exclusivamente
mexicano; se es parte de un todo más amplio. A nadie se le ocurriría llamar a un poeta modernista a
ocupar un ministerio o para darle un escaño en el Congreso. Se entablan polémicas, se ignoran a los vie-
jos escritores, se abre un nuevo mundo que coincide, también, con el superticioso cierre de un siglo y el
comienzo de otro. Tal vez todo resultó apresurado. Cuando le toca concluir su ciclo a esta generación
cosmopolita, el país estalla: la Revolución mexicana. Todo se removerá hasta sus cimientos; se volverá
otra vez, con el paso de los años, a recorrer el fatigoso camino que va del nacionalismo al cosmopolitismo
o universalismo.

XI

Al parecer, todo encaja o debería encajar con comodidad en esta división generacional de la litera-
tura del siglo XIX. Si Altamirano se cree parte de la generación del Renacimiento, deberá recordarse que
lo llamaban "maestro": no era uno de ellos. Si se encuentra a Pesado y a Carpio trabajando codo a codo
con los muchachos de la Academia de Letrán, debe tenerse en cuenta que los dos eran mirados como
unos señorones que tenían la modestia de compartir esfuerzos: no eran como ellos. Para los de la genera-
ción de Transición, Altamirano seguía siendo el maestro, pero también lo era Justo Sierra, de la genera-
ción previa. Para los modernistas no habían maestros; el de lo homenajes era Gutiérrez Nájera, los mece-
nas Jesús Valenzuela y Jesús E. Luján; ellos eran otra cosa. Esto revela también algo importante: la con-
temporaneidad de varias generaciones actuando simultáneamente en el mismo tiempo social (literario).
De acuerdo a la termionología orteguiana: una cosa es ser contemporáneo y otra muy distinta coetáneo.
Los primeros comparten un espacio histórico; los segundos unas vigencias, un espíritu común, a favor o
en contra de lo precedente. Ya lo digo, todo encaja, debería encajar perfectamente. Las bases, por lo me-
nos, tienen un digno precedente que, creo, nadie se atreverá a negar desde una perspectiva de clara raíz
empírica.

NOTAS

1. Portuondo, Jose Antonio: "Períodos" y generaciones" en la historiografía literaria hispanoamericana", en: Cuadernos
Americanos, Año VII, Nro. 3, Mayo-junio de 1948. Pág. 241. Aunque la cita proviene de Portuondo, debe reconocerse que no
es el primero ni el último en hacer esta valorización sobre la periodización de Pedro Henríquez Ureña.
2. Henríquez Ureña, Pedro: Las corrientes literarias en la América Hispánica. Traducción de Enrique Díez-Canedo. Fondo
de Cultura Económica. Biblioteca Americana. México, 1949 (la primera edición fue en ingles, publicada en 1945). 340 págs.
3. Esta afirmación es muy relativa y de ahí mi intención de especificar que es desde un punto de vista de difusión, lo cual,
asimismo, también resulta muy relativo. No puede dejarse de mencionar en este tema de la periodización generacional -
basándose en los 15 años propuestos por Ortega y Gasset y otros teóricos-, los trabajos del chileno Cedomil Goic y del pe-
ruano Antonio Varillas Montenegro. Probablemente Goic sea en la actualidad la primera autoridad en el campo de la periodi-
zación generacional literaria hispanoamericana.
4. Arrom, José Juan: Esquema generacional de las letras hispanoamericanas. Ensayo de un método. Instituto Caro y Cuer-
vo. Bogotá, 1963. 239 págs.
5. Marías, Julían: El método histórico de las generaciones, en: Obras, VI. Revista de Occidente. Madrid, quinta edición,
1970 (la primera edición es de 1949). Págs. 7 a 172. Todas las citas de Marías provienen de esta edición. Para Marías, el plan-
teamiento de Ortega sobre la teoría de las generaciones se remonta a 1914, en Vieja y nueva política, y llega hasta 1943, en su
trabajo publicado en alemán: Velázquez; igualmente, Marías considera que los dos trabajos capitales de Ortega sobre la teoría
son: El tema de nuestro tiempo (1923) y En torno a Galileo (1933). A pesar de la buena voluntad de Marías de reconocer
méritos a su maestro, lo cierto es que fue a él a quien correspondió sintetizar y ordenar las ideas que sobre las generaciones
Ortega expuso de forma dispersa y sin profundizar.
6. Petersen, Julius: "Las generaciones literarias", en: Filosofía de la Ciencia literaria, Fondo de Cultura Económica, México,
1946. Págs. 137 a 193.
7. Wigberto Jiménez Moreno esboza una primera división generacional en el apéndice al libro Historia de México. Una
síntesis, que publicó en colaboración con A. García Ruiz en 1962. En 1974 publicó, en el Seminario de Cultura Mexicana, El
enfoque generacional en la historia de México, donde expone la división generacional que se incluye en este trabajo. Luis
González, siguiendo a Jiménez Moreno, plantea su propuesta de división generacional para la historia de México en La ronda
de las generaciones, SEP Cultura, México, 1984. La división incluida páginas más adelante proviene de esta edición (el texto
10
esta también incluido en su libro Todo es historia, Cal y Arena, México, 1989).
8. Martínez, José Luis: "Las Letras patrias (De la época de la independencia a nuestros días)", en: México y la cultura. Secre-
taría de Educación Pública. México 1944. Págs. 385 a 472. La división utilizada es: "Independencia (1808-1820)", "Conquista
de la República (1821-1867)"; "Nacionalismo literario (1867-1894)", "Modernismo (1894-1911)" y "Nuestro siglo".
9. Francisco Monterde, siguiendo a Jiménez Moreno, expuso en "Cultura y ambiente social de las generaciones románticas
de México", discurso de ingreso al Seminario de Cultura mexicana en 1964, una división generacional que abarca en realidad
todo el siglo XIX (nacidos entre 1790 y 1863), en períodos de 13 años y que resuelve llamándolos "prerrománticos", "románti-
cos" -constituidos por tres generaciones-, "segunda generación romántica" y "posrománticos" (incluido en su antología Figuras y
generaciones literarias, UNAM, Biblioteca del Estudiante Universitario, 127, México, 1999).
10. Monsiváis, Carlos: "Proyecto de periodización de historia cultural de México", en: Texto Crítico, Universidad Veracru-
zana, Año I, Núm. 2, México, julio a diciembre de 1975. Págs. 91 a 102.
11. Krauze, Enrique: "Cuatro estaciones de la cultura mexicana", en Vuelta, Volumen V, Nro. 69, México, noviembre de
1981. Págs. 27 a 42 (incluido en su libro Mexicanos eminentes, Tusquets, México, 1999).
12. En este primer período, que será determinante para los sucesivos, González comienza fijando los años de 1806 a 1820,
pero sin mayor explicación, de pronto salta a los años 1810-1824, luego juega con los años 1809 a 1824 y finalmente enlista en
los cuadros del apéndice a los nacidos de 1806 a 1825. Si González hubiera mantenido su propuesta inicial -1806 a 1820- para
la fecha de nacimiento de la generación que denomina "La pleyade de la reforma", su división y la mía coincidirían con exacti-
tud, pues tales son los años que empleo para agrupar a los miembros de lo que con Altamirano llamamos "La generación de
Letrán".
13. Este apartado se basa en su integridad en el libro citado de Julían Marías; cualquier error que exista en su exposición es
de mi exclusiva responsabilidad.
14. En realidad, Altamirano debió dividir en cuatro generaciones y no en cinco. Es justamente en el período de la genera-
ción a la que él pertenece donde se produce la confusión y donde establece dos grupos generacionales. Esto es comprensible y
se explica por la agitación política, militar, económica y social que vivieron los miembros de la generación del Liceo Hidalgo y
que los dispersó, obligándolos, además, a realizar trabajos relacionados con la situación histórica de emergencia en la que
estaban sumidos. También un buen porcentaje de escritores de esta generación murió a temprana edad en las guerras que
asolaron el territorio mexicano de 1847 a 1866.
15. Altamirano, Ignacio Manuel: Revistas literarias de México, México, 1868 y "De la poesía épica y la poesía lírica en
1870", en: El Federalista, México, 6 de marzo, 3 y 10 de abril, 15 de mayo y 5 de junio de 1871. Los dos trabajos fueron reco-
gidos por José Luis Martínez en sus recopilaciones de los trabajos literarios de Altamirano, siendo la última edición la publica-
da por la SEP: Altamirano, Ignacio Manuel: Escritos de literatura, Tomo I. Obras completas, XII. México 1988. Págs. 29 a 174
y 186 a 229.
16. Altamirano en ningún momento aplica criterios generacionales sobre las fechas de nacimiento de los miembros que
enlista; su criterio es absolutamente empírico y engloba a las personalidades que trabajaban en esos años, sin distinguir entre
coetáneos (dentro de las fechas de una generación) y contemporáneos (actuando en los mismos años aunque pertenezcan a
diferentes generaciones). Es de advertir que los años de nacimiento y muerte han sido agregados por mí.
17. Esta apreciación literaria de Altamirano sobre la generación de Letrán es totalmente equivocada. Por ejemplo: José Ma-
ría Lacunza escribe la primera novela corta indigenista en México; Eulalio María Ortega publica también la novela corta "La
batalla de Otumba", a favor de los aztecas y de un antiespañolismo feroz; Pesado, años más tarde, recreará poesía nahualt en
Las aztecas y trazara sonetos sobre el paisaje y las costumbres mexicanas. ¿Y qué decir de Prieto, Payno, Rodríguez Galván,
Ramírez, El nigromante, y en general de toda la Academia de Letrán que tuvo como fin "mexicanizar la literatura que se escri-
bía en el país"?
18. Como ya se señaló, aquí es donde se confunde Altamirano, pues el período de la generación del Liceo Hidalgo abarca
de 1851 a 1866. esta confusión se hace evidente si se trata de ubicar a la generación del Liceo Hidalgo en años distintos a los
que les corresponden. Los años de 1853 a 1863 que indica Altamirano para esta subgeneración literaria, son, pues, propios de
toda la generación, sin necesidad de fraccionarla.
19. Este trabajo parte de uno más amplio, en proceso de elaboración, sobre las generaciones literarias mexicanas del siglo
XIX, y que, como ya dije en su oportunidad, estará dedicado a José Luis Martínez.
20. Gutérrez Nájera, Manuel: Obras. Crítica literaria I. Ideas y temas literarios. Literatura mexicana. Investigación y recopi-
lación de E. K. Mapes. Edición y notas de Ernesto Mejía Sánchez. Introducción de Porfirio Martínez Peñaloza. Centro de
Estudios Literarios. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1959. Págs. 190 y 191. (Hay segunda edición au-
mentada, de 1995, con índices de Yolanda Bache Cortés y Belem Clark de Lara).

11

También podría gustarte