Está en la página 1de 149

Director de la colección: CARLOS ALVAR

Título original: Kitāb at-tarbī’ wa t-tadwīr

© EDITORIAL GREDOS, S. A., 1998


Sánchez Pacheco, 85.-28002, Madrid

© Traducción, introducción y notas:


PEDRO BUENDÍA PÉREZ
Yáhiz

LIBRO DE LA CUADRATURA DEL


CÍRCULO

TRADUCTOR
Pedro Buendía Pérez

GREDOS
C L Á S IC O S M E D I E V A L E S
INTRODUCCIÓN

1. YÁHIZ

al-Yáhiz significa «el de los ojos saltones». Con un mote como


éste, la literatura árabe habría de recordar a uno de sus mejores
talentos, Abu ‘Utman ‘Amr b. Bahr. El apodo le venía de la
malformación ocular que padecía: una aparatosa exoftalmia que
arruinaba su aspecto. Tanto, que su figura pronto pasó a formar
parte de la literatura popular, como protagonista de una larga serie
de anécdotas, más o menos folclóricas y apócrifas, sobre su
fealdad e ingenio.
Ingenio, inteligencia y agudeza que, unidos a una ambiciosa y
vastísima cultura, alumbrarían una obra magistral y única. Si es
verdad que, de cuanto Yáhiz escribió, las humoradas tuvieron más
éxito que la lucidez y las ideas, también lo es que el nombre de
Yáhiz, aquel ojos saltones que le fue puesto por sus condiscípulos
como apodo burlesco, pronto pasó a ser entre los árabes título de
gloria en el oficio de las letras1.

2. DATOS BIOGRAFICOS

Muy poco se sabe sobre los orígenes de Abu ‘Utman ‘Amr b.


Bahr b. Mahbub al-Kinani al-Fuqaymi al-Basri, al-Yáhiz2. Nació
1
Véase Ch. Pellat, Le milieu basrien et la formation de Gabiz, París,
Maisonneuve, 1953, págs. 56 y n. 6, 60-61.
2
Todo estudio sobre la vida y la obra de Yáhiz pasa necesariamente por la
consulta de las investigaciones y trabajos de Charles Pellat, incansable
promotor de los estudios sobre este autor, ya cuyos datos aquí nos
atenemos. Noticia biográfica de primera mano sobre Yáhiz se hallará en M.
Asín Palacios, Abenmasarra y su escuela, Madrid, Imprenta Ibérica, 1914,
pág. 133 (reimpr. en Obras escogidas, 2 vols, Madrid, CSIC, 1948, vol. I,
1-216). Una de las obras célebres de nuestro autor está magníficamente
traducida al español por S. Fanjul (con la colaboración de A. Sánchez): al-
Yahiz, Libro de los avaros, 2.ª ed., Madrid, libertarias / Prodhufi, 1992 (en
adelante, citado Avaros).
en Basora, en fecha cercana al año 776 (160 H.) 3. No era árabe de
raza, sino de espíritu, pues pertenecía a una familia de orígenes
africanos. Su abuelo era negro, y sabemos que él mismo era de tez
muy morena, probablemente mestizo. De extracción humilde,
quedó huérfano de padre al poco de nacer, y su madre debió de
arreglárselas para que asistiera a la escuela coránica local. Poco
más es lo que se puede decir sobre su infancia y juventud; por su
universal curiosidad y sus dotes para la observación, quizá su
primer aprendizaje debiera más a calles y zocos, predicadores y
narradores ambulantes que a la escuela misma.
El dato de su estancia en la escuela alcoránica 4 es el único que
poseemos sobre sus primeros años, y no basta para explicar cómo
consiguió Yáhiz hacerse con aquella formación enciclopédica que
sería la admiración de sus contemporáneos. A tenor de su
heterogénea obra, parece que renunció pronto a concentrarse en
una sola materia (filología, lexicografía, hadiz, etc.) como era ya
costumbre entre los estudiantes de su tiempo. Se añade a ello la
verosímil presunción de que tampoco tuviera oficio fijo durante
su juventud5 y que, probablemente hasta bien entrado en edad
madura, llevara vida ociosa.
Lugares que Yáhiz debió de frecuentar tras sus años escolares
fueron la mezquita y el mirbad. En la primera, juntándose a los
círculos de personajes más o menos letrados y desocupados como
3
Sobre los problemas de la fecha de nacimiento de Yáhiz, v. Ch. Pellat, Le
milieu, págs. 49-50.
4
La escuela alcoránica o kuttab era el lugar donde, probablemente, las
familias poco pudientes enviaban a formarse a sus hijos; en tanto que
quienes contaban con recursos económicos confiaban su educación a
preceptores y medios privados. La enseñanza en el kuttab se centraba en
aprender a leer y escribir, más ciertas nociones de aritmética y gramática,
junto al aprendizaje de memoria del Alcorán. Es de señalar que los
maestros de escuela estaban malamente considerados en la época, y que la
madrasa, como centro de enseñanza superior, no existía todavía (ib., págs.
59, 65).
5
Tal como pretenden algunas noticias anecdóticas, según las cuales se le
habría visto vendiendo panes y pescado junto al río de Basora, etc. (ib. pág.
64).
él, que, discutiendo y tratando en sus reuniones todo género de
temas, en aquellos días florecían por Basora 6. De tales círculos y
ambientes nos dejaría sabroso recuerdo en su Libro de los avaros7.
También en el mirbad, la gran explanada a las afueras de la
ciudad, pudo Yáhiz hallar mies abundante para su obra. Allí
hacían alto los viajeros, abrevando monturas y juntando
provisiones en medio de un tráfago incesante. En el mirbad de
Basora eran célebres las encuestas que lexicógrafos y lingüistas
realizaban entre los beduinos, tradicionales custodios de la pureza
de la lengua árabe. Y en aquella concurrencia a los más variados
círculos y ambientes debió de empezar Yáhiz a conformar su
mundo. Un mundo que se apartaba de la especialización y que
resumiría nítidamente el espíritu de toda una época.
Fue en los libros, con todo, donde hallaría el cauce en que
desahogar su universal curiosidad y donde encontraría el
complemento necesario de su formación vital. Su amor a la
lectura y su pasión libresca pronto se hicieron célebres 8. En su
Basora natal se nutriría su formación arábiga, a través de la
ingente recopilación y producción de los filólogos locales en tomo
al legado árabe tradicional. Seguramente allí tuvo también primer
conocimiento de las culturas persa e india, en las traducciones del
pehleví al árabe, con Calila y Dimna de Ibn al-Muqaffa‘ a la
cabeza.
Por aquella época, Basora era el foco cultural e intelectual del
Islam. Junto con Kufa, se alzaba como centro de los estudios
filológicos, que tuvieron un destacadísimo papel en el desarrollo
de la cultura árabe, y cuyos más señalados adalides (al-Asma‘i,
Abu ‘Ubayda, etc) fueron maestros de Yáhiz9. Era además Basora
la cuna del i‘tizal, movimiento teológico deudor de la filosofía

6
Ch. Pellat, «al-Jahiz», en The Cambridge history of Arabic literature,
‘Abbasid belles-lettres, Cambridge, University Press, 1990, pág. 78.
7
En el Relato de los masyidíes de Basora, Avaros, pág. 99.
8
Es renombrada, por ejemplo, la noticia de que llegó a alquilar las tiendas
de los libreros para leer en ellas a préstamo, de día y de noche. Véase A.
Mez, El renacimiento del Islam, Madrid, Escuela de Estudios Árabes,
1936, pág. 217; M. Asín Palacios, Abenmasarra, pág. 133.
9
Sobre los maestros de Yáhiz, v. Ch. Pellat, Le milieu, pág. 69.
griega, que defendía la razón como criterio valedor de la Verdad
revelada, y sobre el que volveremos a hablar. Uno de los más
conspicuos jeques del i‘tizal, Ibrahim an-Nazzam, fue maestro de
Yáhiz. Con el tiempo, nuestro autor llegará a ser el principal
divulgador del movimiento.
Las primeras obras conocidas de Yáhiz se sitúan en torno al
año 815 (200 H.). Según uno de sus pocos datos autobiográficos,
tras llegar ciertos escritos suyos sobre la cuestión del imanato a
noticia del califa al-Ma‘mun, éste le recibió, animándole a escribir
y haciéndole grandes elogios10. Tal hecho, que parece capital en
su biografía, le acaeció frisando la cuarentena. A esa edad Yáhiz
aún no tenía dedicación fija y estaba al servicio de su maestro an-
Nazzam, haciéndole de fámulo o asistente en diversas tareas11.
El reconocimiento del califa debió de animar a Yáhiz a
establecerse en Bagdad y, como otros muchos, probar fortuna
entre el tropel de gramáticos, poetas y hombres de varias letras
que acudían a ella, deseosos de procurarse reputación y fortuna en
la burocrática y fastuosa capital del imperio. Sin embargo,
tampoco en Bagdad resulta fácil seguirle la pista a nuestro autor.
Noticias sueltas, anecdóticas y quizá apócrifas hay acerca de un
efímero trabajo de tres días como secretario de la cancillería de al-
Ma‘mun12. Célebre es la versión según la cual, ya bien maduro y
con crecida fama a cuestas, el califa al-Mutawakkil quiso
confiarle la educación de uno de sus hijos; pero, tras entrevistarse
con él y catar su extremada fealdad, se arrepintió de su idea y
ordenó entregar a Yáhiz una compensación de diez mil dirhams13.
En Bagdad completaría su formación y ampliaría el círculo de
amistades y relaciones. Allí tomaría pleno contacto con la cultura
griega y con las traducciones al árabe promovidas por al-Ma‘mun
10
Ib., pág. 264.
11
Ib., pág. 69; íd., «Gahiz à Bagdad et à Samarra», en Études sur l'histoire
socio-culturelle de l'Islam (VIIe-XVe s.), Londres, Variorum, 1976, I, pág.
62.
12
Ib., pág. 48.
13
Véase al-Wassa’, El libro del brocado, trad. de T. Garulo, Madrid,
Alfaguara, 1990, pág. 90; Ch. Pellat, «Gahiz à Bagdad et à Samarra», pág.
49, n. 1.
desde su célebre Dar al-hikma o 'Casa de la sabiduría'. Allí se
relacionaría estrechamente con adalides de la doctrina del i‘tizal,
entonces oficial en el estado musulmán; y especialmente con
Tumama b. Asras, consejero del califa al-Ma‘mun. Fue en Bagdad
donde Yáhiz completó su formación filosófica y terminó de
elaborar su doctrina teológica, iniciada con su maestro an-
Nazzam, tantas veces nombrado en sus obras.
Tenemos constancia de su progresivo acercamiento a los
círculos califales, porque Yáhiz se ganó la amistad de muy
influyentes personajes, en cuyo entorno vino a ser cierta suerte de
eminencia gris, consejero y promotor de servicios varios.
Mantuvo estrecha amistad con Ibn az-Zayyat, visir de varios
abbasíes de 834 a 847, hasta su caída en desgracia y posterior
tormento14. Más tarde acomodó relaciones con el oponente de éste
y gran cadí de Bagdad, Ahmad b. Abi Du‘ad. Finalmente, con al-
Fath b. Jaqan, favorito turco de al-Mutawakkil y también gran
bibliófilo15, que le presentó al califa. A ellos han de sumarse otros
personajes influyentes de la corte, a los que Yáhiz dedicó casidas
y epístolas, etc.
Una vez asentado en el ambiente oficial y califal -aunque ya a
las puertas de la vejez -las dificultades parecen haberse acabado
para nuestro autor. A partir de este momento, su prestigio
intelectual y literario se afianzan. Conocido es el hecho de que
por la dedicatoria de su obra magna, el Libro de los animales
(Kitab al-Hayawan), a su amigo el visir az-Zayyat, recibió de éste
5000 dinares como recompensa. Lo mismo se sabe de otra de sus
grandes obras, el Kitab al-bayan wa t-tabytn (Libro de la
disertación y la elocuencia), dedicado al gran cadí Ahmad b. Abi
Du‘ad, y así con varios títulos más 16. Cantidades éstas que, sobre
indicar el gran prestigio que una dedicatoria de Yáhiz confería a
14
Dentro de un atanor erizado de clavos que él mismo había ideado poco
antes para torturar a morosos.
15
A. Mez, o. cit., pág. 217; Ch. Pellat, «Gahiz à Bagdad et à Samarra., pág.
57. y n. 3, con referendas.

16
B. Dodge, The Fihrist of al-Nadim, 2 vols., Nueva York, Columbia
University Press, 1970, vol. I, pág. 402 (en adelante, citado Fihrist); Ch.
Pellat, «Gahiz à Bagdad et à Samarra», pág. 50.
un alto personaje, dan pie a la suposición de que dedicatorias y
recompensas fueran el pago encubierto de sus servicios, prestados
en calidad de consejero, informador y secretario en la sombra. En
efecto, ya juzgar por buena parte de sus escritos, Yáhiz parece
haberse incrustado en el aparato califal como ideólogo, portavoz o
escriba oficioso encargado de anunciar, publicar o vulgarizar
decisiones gubernamentales e ideas religiosas oficiales del
momento17.
Todo apunta, en cualquier caso, a que en la etapa final de su
vida conociera, si no la fortuna, al menos una vida confortable
gracias a su pluma y sus conocimientos. Cuando el califa al-
Mutawakkil se aparta del i‘tizal como doctrina oficial, Yáhiz, ya
anciano y aquejado de una hemiplejia, abandona Bagdad y vuelve
a su natural Basora, ciudad de la que nunca se había apartado
completamente. Es en esta última etapa cuando, lejos de
preocupaciones de otra índole, escribe una de sus obras más
célebres, el libro de los Avaros (Kitab al-Bujala‘). A pesar de este
retiro, parece que, por su gran prestigio, siguió en contacto
privado con el califa al-Mutawakkil hasta su asesinato en 861
(247 H.)18.
Sobradamente octogenario, murió en Basora el mes de
muharram del año 255 (diciembre de 868-enero de 869), única
fecha segura de su biografía. Condenado a protagonizar una
historia de leyenda, entre las noticias relativas a su fin no falta una
tradición tardía que le inventa una muerte de bibliófilo:
acostumbrado a amontonar alrededor de sí los libros que leía, fue
aplastado por una pila de ellos, que se le cayó encima. Como
añade el profesor Pellat: se non e vero...19
3. TRANSCENDENCIA DE LA OBRA DE YÁHIZ

Yáhiz es, a la vez, padre y maestro de la prosa árabe. Si


exceptuamos el inagotable ejemplo literario del Alcorán, y quizá

17
Ib., pág. 54.
18
Ib., pág. 58.
19
«al-Jahiz», pág. 81. V. íd., «Gahiz à Bagdad et à Samarra», pág. 59; M.
Asín Palacios, Abenmasarra, pág. 133; A. Mez, o. cit., pág. 217.
el ilustre precedente de Ibn al-Muqaffa‘, no hay duda sobre este
punto. No obstante, Yáhiz, más que sólo escritor, se nos muestra
como una de esas personalidades geniales que configuran y
cierran una época. La magnitud y extensión de su obra, su
amplitud de intereses y anchura de miras, la importancia
fundamental que tuvo en la formación de la cultura árabe así lo
atestiguan.
De cuanto escribió, apenas nos ha llegado algo más de una
veintena de obras íntegras, junto a unas cincuenta transmitidas en
fragmentos. La sola extensión de su obra, compuesta de 231
títulos20, nos da idea de unas excepcionales cualidades
intelectuales y una energía creadora que, si bien no es extraña a la
grafómana cultura musulmana21, no tenía parangón hasta el
momento. Sintetizando al máximo, podemos decir que la teología,
la política y la literatura de adab son los tres campos principales
en que su obra se desarrolla22; y que el movimiento del i‘tizal y el
fenómeno sociocultural de la su‘ubiyya son las dos coordenadas
maestras donde se ubica.

3.1. I‘tizal y su‘ubiyya

El i‘tizal o mu‘tazílísmo, como ya se ha adelantado, es un


movimiento teológico nacido en Basora, crecido en Bagdad, y que
tendría fundamental importancia en la orientación religiosa,
política y cultural del estado abbasí. Fenómeno largo, complejo y
difícil de sintetizar en pocas líneas, pretendía que el dogma
musulmán, válido para todos los hombres y revelado para
siempre, no podía ser incompatible con la razón. Así, frente a la
masa ortodoxa, el i‘tizal rechazaba doctrinas consagradas como
las del Alcorán increado, el antropomorfismo divino, la ausencia
del libre albedrío, etc. Este rechazo habría de granjearle tintes de
herejía entre los medios ortodoxos del Islam, a la sazón poco

20
Véase Ch. Pellat, «Nouvel essai d'inventaire de l'oeuvre gahizienne»,
Arabica 21 (1984).
21
F. Gabrieli, La literatura árabe, Buenos Aires, Losada, 1971, pág. 163.
22
Ch. Pellat, «al-Jahiz», pág. 83.
propensos a la argumentación dialéctica y al contacto con la
filosofía griega, de la que el mu‘tazílísmo era deudor. La defensa a
ultranza de la razón, como medio esencial de acceso a la Verdad,
caracterizaría también la obra entera de Yáhiz, quien prontamente
se adhirió a esta doctrina, a cuyos principios nunca renunciaría.
Ni siquiera cuando, tras dos décadas largas de ser oficial en el
estado, el i‘tizal se vio relegado por la reacción conservadora del
califa al-Mutawakkil (849)23.
Con el nombre de su‘ubiyya24 se conoce la respuesta o
reacción nacionalista protagonizada en el primer siglo abbasí por
el elemento islámico no árabe, persa especialmente. Conscientes
de pertenecer a una cultura milenaria, los persas reivindican para
sí el derecho, primero de igualdad ante la altanera superioridad de
los árabes, luego de supremacía en los terrenos intelectual y
literario. Semejante pretensión, en un principio expresada en
términos de controversia literaria (aduciendo una facción burlas
aquí, otro bando sátiras allá, etc.), no hacía más que encubrir un
peliagudo y creciente dilema de fondo: decidir sobre qué
cimientos habría de construirse el edificio de la nueva cultura
araboislámica: ¿árabes, o bien persas y aramaicos?
Es importante señalar que desde el siglo VIII, coincidiendo en
parte con la juventud y primera formación de Yáhiz, en
Mesopotamia se multiplican las traducciones del pehleví. Estas
traducciones descubren a los árabes la existencia, en un país que
ellos han conquistado, de una cultura y civilización inveteradas,
frente a las cuales sus orgullosos títulos de gloria parecen

23
Esbozar siquiera las líneas maestras del i‘tizal y sus muchas
implicaciones teológicas, políticas, históricas, etc., queda fuera del
propósito de estas páginas. Véase C. Cahen, El Islam, Madrid, Siglo XXI,
1986, pág. 83 y sigs.; F. M. Pareja, La religiosidad musulmana, Madrid,
BAC, 1975, pág. 115 y sigs.; M. Cruz Hernández, Historia del
pensamiento en el mundo islámico, 2 vols., Madrid, Alianza, 1981, vol. I,
pág. 89 y sigs.
24
Sobre este tema, véase I. Goldziher, «‘Arab and ‘Ajam», y «The
Shu‘ubiyya», en Muslim Studies, Londres, George Allen & Unwin Ltd.,
1967.
insignificantes25. Ante esta incontestable realidad, los árabes de
origen o de espíritu, con Yáhiz al frente, responderán tomando
consciencia del decisivo papel que estaban llamados a tener en el
mundo y en su historia26. Si un persa como Ibn al-Muqaffa‘
realiza la gran labor de formar los rudimentos de la prosa literaria
árabe, al precio de orientar inequívocamente la naciente cultura
arabomusulmana hacia el mundo iranio, un mestizo de negro
aunque árabe neto de espíritu, Yáhiz, enderezaría el rumbo de la
nave para restituir la primacía al arabismo, glorificando la
herencia árabe y enriqueciéndola con la creación de nuevas
formas de literatura.

3.2. Obra político-religiosa

La obra de Yáhiz se nos ha conservado escasa y


desigualmente. Buena parte de su creación filosófico-teológica (y
principalmente los títulos en que desarrolló su doctrina sobre el
i‘tizal) no ha llegado hasta nosotros, en parte por causa del
fracaso del mu‘tazilismo, en parte también por el hecho ya
apuntado de que el brillante estilo de Yáhiz y su tono
entremezclado de burlas y veras siempre parecieron a los copistas
más interesantes que sus contenidos. Quien se tome la molestia de
hojear el Fihrist de Ibn an-Nadim encontrará allí una larga lista de
títulos, muchos de los cuales abordan este ámbito y se han
perdido27. Entre las obras conservadas siquiera parcialmente,
espigar unas cuantas a vuelo de pájaro servirá para mostrar la
calidad de sus intereses. Así, el Kitab al-masa‘il wa l-yawabat fi
l-ma‘rifa (Libro de las preguntas y de las respuestas en torno al
tema del conocimiento), que debía de ser una descripción de las
enseñanzas de las diferentes escuelas mu‘tazilíes en lo tocante al
25
Ch. Pellat, «Variations sur le thème de l'adab», en Études sur l'histoire
socio-culturelle de l'Islam (VIIe-XVe s.), VII, pág. 28.
26
Íd., «Les encyclopédies dans le monde arabe», en Études sur l'histoire
socio-culturelle de l'Islam, XVIII, pág. 633.
27
Fihrist, pág. 404 y sigs. Para una cabal perspectiva de las obras perdidas
y las conservadas fragmentaria o íntegramente, v. Ch. Pellat, «Nouvel essai
d'inventaire…».
conocimiento de Dios. O su Risala fi nafi at-tasbih (Negación del
antropomorfismo), el Kitah al-Futya, Libro de las fetuas o
dictámenes jurídicos, donde recoge algunas de las opiniones de su
maestro an-Nazzam, etc.
No obstante, las más veces su postura teológica aparece
íntimamente ligada a sus opiniones políticas, al menos en un
número no pequeño de obras que escribió para -consumo
administrativo-, al servicio del estado y sus concepciones
oficiales, en una época de grandes y continuas controversias
políticas y religiosas. Ya hemos apuntado que, en el momento
crucial de su vida, Yáhiz parece mostrarse como un cardinal
secretario oficioso, encargado de anunciar, explicar y divulgar las
decisiones del poder. A esta luz se nos figuran más claras ciertas
obras o rescoldos de obras como el Kitab istihqaq al-imama
(Necesidad del imamato), el Rayan madahib as-Si‘a (Exposición
de las doctrinas del chiismo), o las más ambiciosas Kitab
al-‘Utmaniyya y su Epístola sobre los omeyas (Risala fi n-Nabita
o fi Bani Umayya), encaminadas a mostrar la necesidad de un
imán, idóneo entre los musulmanes, no perteneciente a la rama de
los ‘alíes, tampoco omeya, etc., justificando así, en suma, la
ascensión al poder de los abbasíes y deslegitimando las
pretensiones chiitas y pro-Sirias28.
Muchas son las páginas que aquí podríamos llenar acerca de
la producción político-religiosa de Yáhiz; pero ahora nos interesa
su prosa miscelánea de humanidades varias, educativa y de
.instruir deleitando., a la que pertenece el Libro de la cuadratura
del círculo y que en árabe recibe el nombre de adab.

3.3. Literatura de adab y cultura arabomusulmana

El nombre adab designa una prosa de carácter cultural (en la


genuina acepción de la palabra), sin pretensiones unitarias ni
orden riguroso. En ella, y siguiendo un no muy consistente hilo
narrativo, el autor entremezcla anécdotas, digresiones, versos a

28
Sobre estas obras y las anteriormente citadas, v. Ch. Pellat, «al-Jahiz»,
págs. 83-85.
cuento de esto y aquello, leyendas y ocurrencias de vario género,
etc. La palabra adab, no obstante, agrupa en sí varios significados
que, en última instancia, implican un mismo concepto cultural y
literario. Comenzando por el sentido de 'norma de conducta' o
'tradición heredada', el término tendrá toda una historia propia que
reflejará el gradual desarrollo de la civilización árabe y el
ensanchamiento de su horizonte cultural29.
Con la aparición del Islam, con la creación y administración de
un nuevo imperio, los árabes ya musulmanes se ven en la
imperiosa necesidad de desarrollar nuevas disciplinas, ciencias o
modos de saber que canalicen y ordenen, de acuerdo con las
exigencias de la nueva religión, su propio patrimonio. En la
precisión de fijar, estudiar y calibrar el mensaje alcoránico
tendrán su razón de ser la ortografía, la gramática, la lexicografía,
las ciencias del hadiz, los comentarios, etc. De la necesidad de
regir la nueva comunidad de acuerdo con sus fuentes nacerán la
jurisprudencia y la teología. En la amplitud del nuevo y
majestuoso dominio musulmán tendrá su origen la geografía, etc.
Esta construcción del Islam como sistema religioso, jurídico,
social y cultural -como civilización y modo de vida, en suma
-habría de producir, en apenas siglo y medio, un caudal de
conocimientos e informaciones tan vasto que ni las más
capacitadas mentes eran capaces de asimilarlo por entero.
Sumándose a las ciencias árabes e islámicas vendrían las
importadas de otras civilizaciones, a través de las numerosas
traducciones que, arrancando del griego y el sánscrito, con etapas
en siríaco y pehleví, aportarían a la civilización araboislámica
multitud de nociones nuevas. Así se desarrollarán la astronomía,
la medicina, las matemáticas, etc.
Desde la India viene, desmemoriado y ya en manos iranias, el
primer monumento de la prosa literaria árabe, Calila y Dimna,
.traducido. por Ibn al-Muqaffa‘. Esta aristocrática y genial figura
contribuirá notoriamente a la formación del género de adab, que
en un principio tendrá un acusado carácter paren ético, deudor de
las tradiciones persas. En efecto, la prosa de la época, como

29
F. Gabrieli, o. cit., pág. 160.
elemento administrativo, comenzó a ser cultivada por
funcionarios, secretarios y escribas no árabes. Éstos, tras la estela
de Ibn al-Muqaffa‘, se aprestan a introducir en el naciente mundo
islámico elementos culturales iranios, traduciendo o adaptando
conceptos de la literatura e historia persas, con su civilización
milenaria y refinada, pero extraña al arabismo.
En estas circunstancias, aunque someramente expuestas, cabe
imaginarse el maremagno cultural en que habían de vérselas los
espíritus de los siglos II y III del Islam, con aquel aluvión de
nuevos conocimientos anegando un medio árabe que, apenas
salido de la ignorancia, seguía teniendo como referencia una
tradicional Antigüedad de trasfondo beduino, afianzada en las
mentes con caracteres de ultima ratio30. Y frente a voces y
opiniones partidarias de refrenar esa marea (que hasta hoy, vale
decir de paso, nunca se han apagado), se alzan los más
clarividentes con el deseo de encauzarla y asimilarla en provecho
del Islam y del arabismo31. El magisterio de Yáhiz supondrá el
triunfo temporal de esta última postura. Pocos años después, la
obra de Ibn Qutayba, el otro gran prosista de la centuria, marcará
el triunfo de la actitud contraria.
En efecto, al comienzo del siglo IX (III H.) parece haber
llegado el momento de seleccionar, de aquilatar, de sentar las
bases para una explotación armoniosa del saber. El reto era
elaborar una cultura araboislámica que, asimilando los logros de
las civilizaciones sobre las que se asentaba (y de las que vendría a
ser, sí, principal heredera), fuera asequible a la mayoría y
satisficiera a un tiempo a los espíritus elevados. En esta
encrucijada surge la figura de Yáhiz, que marcará la época entera
con su garra de genio universal. En su obra, el género literario del
adab se ramificará ampliamente para alcanzar las más variadas
ramas del saber y tender así a la formación moral, intelectual y
profesional de los musulmanes32.

30
S. Fanjul, introducción a al-Yahiz, Libro de los avaros, pág. 61.
31
Ch. Pellat, «Les encyclopédies dans le monde arabe», pág. 634.

32
Ib., l. cit..
3.4. El adab de Yáhiz

Por una parte, Yáhiz es consciente de la necesidad de elaborar


y divulgar, mediante cuidadosa tarea de selección, el ingente
legado árabe recopilado por sus maestros de Basora. Este legado
árabe debería ser la base y punto de partida de la cultura, frente a
la propensión que escribas y secretarios sentían hacia los modelos
y tradiciones del mundo persa. A ello se sumarían, en razonable
medida, las ciencias de otras civilizaciones. Todo ello se
expresaría en una prosa ágil, tersa, artísticamente elaborada y que,
respondiendo al principio de tomar un poco de cada cosa33,
manifiesta a las claras su carácter enciclopédico.
Por otra parte, nuestro autor es un convencido mu‘tazili, y
nunca renunciará a someterlo todo, o casi todo, al arbitraje de la
razón. En un mundo ya dominado por el principio de autoridad,
Yáhiz no aceptará más dictado que el del Alcorán, sin hacer
ninguna concesión a otra tradición o fuente: por medio de la duda
sistemática se habría de llegar, según la voluntad de Dios, a la
certidumbre, a la interpretación racional de las cosas. Esta postura
es la razón de ser del Libro de la cuadratura del círculo, y se
opone frontalmente al sistemático y casi borreguil tránsito de
testimonios sin crítica, al magister dixit y al «Dios sabe más» que,
en siglos sucesivos, habremos de encontrar archirrepetidos en
tratados y enciclopedias árabes.
La constante voluntad didáctica, crítica y enciclopédica de
Yáhiz se realizan al precio de la amalgama constante de temas, la
digresión continua, el poco o ningún orden, y un a veces irritante
trasiego de ideas, donde se llega incluso a defender tesis opuestas.
Por este incesante tornafuye intelectual, a Yáhiz se le ha acusado
de polemista y agitador de problemas sin resolverlos 34, sin querer
ver a menudo que esa actitud responde a una innata y esencial
inquietud ante el saber. Cierto es que, también en parte por las
necesidades de su tiempo, Yáhiz nos brinda una obra en

33
al-ajd min kull say' bi-taraf Véase Ch. Pellat, «Variations sur le thème de
l'adab», pág. 24.

34
F. Gabrieli, o. cit., pág. 163.
apariencia caótica, desordenada, inquietante; pero en ello
hallamos la recompensa de ver a sus anchas a un carácter de fino
estilista, a un excepcional temperamento artístico sorprendido
ante la creación y curioso de sus misterios.

3.4.1. Principales obras de adab

Su más ambiciosa obra, el Libro de los animales (Kitab al-


Hayawan), es una monumental enciclopedia, editada en siete
volúmenes, sobre la creación animada35. Con la intención de
comentar cada especie animal, Yáhiz se propone evidenciar que
los conocimientos zoológicos árabes eran tan avanzados y exactos
como los griegos, con Aristóteles (al cual cita en incontables
ocasiones) al frente36. Anima la obra entera el deseo de demostrar
que la creación es la prueba irrefutable del Creador, y que la
divina sabiduría no ha creado nada inútil o insignificante. Claro
está que, a cambio de tal aspiración, el Libro de los animales va
mucho más allá de «simple« enciclopedia zoológica para abarcar
toda suerte de terrenos, temas y saberes: botánica, etnografía,
religión, magia, supersticiones y folclore, costumbres sexuales,
poesía, psicología, música, leyendas y fábulas, continentes y
pueblos perdidos: «todo eso y mucho más» se agita y recompone
con soberbia agudeza en ese mágico espejo que es el Kitab al-
Hayawan, sin duda una de las obras fundamentales de toda la
cultura árabe37.
35
Kitab al-Hayawan, 7 vols., edic. crítica de 'Abd as-Salam Muham. mad
Harun (1.ª ed., El Cairo, 1938-45), Beirut, Dar Ihya' at-turat al-'arabi, s. d.
(en adelante, citado Hay).
36
Vana y desastrosa pretensión, que no es de recibo discutir aquí; aunque
vale decir, en general, que la zoología, a menudo tratada como una rama de
la filología y de la literatura, no fue unánimemente considerada como
ciencia; y que, por tanto, anda de la mano de la paradoxografía en la
mayoría de las obras árabes medievales, empezando por el mismo Yáhiz (y
aun por su causa) como veremos en esta obra. Sobre este particular, v.
Encyclopédie de l'Islam, 2.a ed., Leiden, E. J. Brill, 1960-1995 (en
adelante, citada EI2), s. v. 'Hayawan', VII, art. de Ch. Pellat.

37
Una buena introducción a la obra, una completa y amplia lista de los
temas que trata, junto con varios pasajes traducidos, en M. Asín Palacios,
Otra de sus obras monumentales, el Kitab al-bayan wa t-
tabyin (Libro de la disertación y la elocuencia), es una magna
antología de las «humanidades árabes» desde época preislámica:
la retórica y la poesía principalmente. Con el objeto de demostrar
la supremacía de los árabes en estas dos disciplinas, la obra
constituye un admirable intento de sentar las bases de una arte
poética; aunque sea de un modo harto desordenado, como en
Yáhiz es habitual. En ella se juntan los más variados materiales de
la tradición oral: sermones, gnómica, prédicas populares, hadices
y leyendas profanas, etc.; toda una montonera de fábulas y
nociones de varia historia en tomo al valor mágico de la palabra.
El Kitab al-bayan es un riquísimo tesoro de anécdotas y una mina
de datos sobre el patrimonio oral, literario e histórico de los
árabes.
El Libro de los avaros (Kitab al-Bujala‘), única obra del autor
traducida al español hasta ahora, es una larga plática en torno al
tema de la avaricia, salpicada de los más sabrosos retratos
humanos, sucesos y anécdotas. Aquí tenemos un soberbio fresco
de la sociedad de su tiempo, pintado con los sabios recursos del
humor y la anécdota donosa; pero aplicando a la vez la amarga
medicina del castigat ridendo mores38.
Podríamos desgranar aquí bastantes más títulos, conservados o
a medio conservar, especialmente entre el enjambre de opúsculos
y epístolas, cuyo solo enunciado sugiere la amplia curiosidad y el
genio multiforme de este inefable y singular polígrafo. Así su
Primacía de los negros sobre los blancos (Fajr as-sudan ‘ala l-
bidan), su Kitab al-qiyan (Libro de las esclavas cantoras), Kitab
kitman as-sirr wa hifz al-lisan (Guardia de secretos, preservación
de lenguas), Kitab manafi‘ al-bigal (Libro de las utilidades de las
mulas), y tantas otras.

4. EL KITAB AT-TARBI‘ WA T-TADWIR

El "libro de los animales" de Yahiz" en Obras Escogidas, 2 vols., Madrid,


CSIC, 1948, vol. n, 29-70.
38
V. EI2, S. V. 'al-djidd wa-l-hazl', art. de Ch. Pellat.
El Libro de la cuadratura del círculo es una epístola dirigida a
un personaje pedante y estrafalario de La Meca, Ahmad b. ‘Abd
al-Wahhab, a quien Yáhiz describe como erudito a la violeta,
polemista charlatán y vejestorio presuntuoso. Tras denunciar su
actitud insensata, porfiada y cargante, Yáhiz nos advierte que se
ha propuesto desenmascararlo, planteándole cien preguntas que
no sepa contestar. Así mostrará a todo el mundo la magnitud de su
ignorancia y podrá librarse de él.
Aquí acaba el argumento y empieza una extraña aventura. Las
«cien preguntas» que Yáhiz hará a su contrincante son un
compendio de las más complicadas cuestiones al alcance de un
espíritu racionalista del siglo IX (III H.)39. A través de ellas, y en
un momento tan señalado de la historia de la civilización como es
la primera centuria abbasí, nuestro autor esboza un fabuloso
recorrido por la pura historia de los problemas. Así, se suceden sin
pausa las preguntas sobre cuestiones espinosas, singulares o
enigmáticas, desde el comienzo de los tiempos, «cuando las
piedras eran blandas y toda cosa hablaba», hasta el día en que la
trompeta señale la hora de la Resurrección.
Todo ello va arropado en un tono de libresco apremio, de
erudita urgencia, que oprime y desconcierta al lector con una
prosa enérgica y precisa. Entre cada andanada de preguntas, Yáhiz
va componiendo un despiadado retrato de su contrincante; retrato
que queda en la memoria de la literatura árabe -no es poco decir-
como ejemplo de sátira mordaz y cáustica40.
Muchas son las cuestiones que Yáhiz plantea al destinatario de
su epístola, e innumerables los parajes a donde nos lleva: leyendas
cosmogónicas y apocalípticas, mesianismo, soteriología, textos
sagrados y profanos, profecías, música, matemáticas, medicina,
zoología, magia, botánica, etc. Toda una galería frenética de
imágenes, de vagas y extrañas evocaciones que, apenas toman
39
Ch. Pellat, Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gahiz, Damasco, Institut
Français. 1955. pág. X

40
Véase Taha Husayn, Min hadit as-si‘r wa n-natr, El Cairo. Dar al-
Ma‘arif, 1936, pág. 56; Hanna al-Fajuri, al-Yahiz, Beirut. Dar al-Ma‘arif,
1953. pág. 27.
cuerpo en el texto, se esfuman como en un caleidoscopio. De este
modo pasamos de la metamorfosis del lagarto a las diferentes
clases de demonios; de los terroríficos gigantes que poblaban la
tierra a los ciclópeos ángeles que la gobiernan; de la cuna de los
profetas al lugar donde mora el Antecristo. En estas páginas
hallamos al rey cuya sangre cura la rabia, al adivino que predice
golpeando un cubo de agua, al poeta poseído por un genio, al
músico hermafrodita y la canción que mata, junto al inventor del
ajedrez, al creador del astrolabio y, por encima de todo, al sabio
escritor que se asombra de los misterios de la creación y nos
propone el ejercicio nada cómodo de meditar sobre ellos.
Una ventana abierta a un mundo perdido. Si los arcanos que la
obra encierra ya eran peliagudos de abordar en tiempos de su
autor, para el lector moderno son un rompecabezas. Y no obstante,
este dédalo de fábulas e interrogantes era cuando menos familiar a
las mentes cultivadas de la época. Al echar la vista atrás,
separados por un piélago cultural, puede que no sepamos
orientarnos; pero debemos aceptar el desafío.

4.1. Fondo mítico, escenario mundano

En vísperas del Islam, la Arabia central, esperando su turno de


entrada a los grandes acontecimientos de la historia, es el último
bastión del paganismo semita. Aislada y en buena medida al
margen de los designios políticos y culturales que marcaron la
historia del Oriente Medio, pervive como último cauce de un
amplio y complejo sistema de creencias, supersticiones,
costumbres, técnicas adivinatorias, cultos ancestrales,
concepciones religiosas y cosmológicas que gozaron de inmenso
favor en los grandes imperios semíticos y que alimentan una
inveterada y rica tradición árabe41.
Si el medio nativo del Islam, pagano, politeísta y
polidemonista, se ha resistido a la helenización, los monoteísmos,
en cambio, le resultan familiares. Tras su diáspora, el judaísmo se
asienta en Yatrib (la futura Medina) al menos desde el siglo II; y
ya en los albores del siglo VI había alcanzado tal predicamento en

41
T. Fahd, La divination arabe, París, Sindbad, 1987, pág. 1
el Yemen, que el último de los reyes himyaríes, Du Nuwas, se
había convertido a esta religión. También el cristianismo, aunque
menos notoriamente, se había introducido en Arabia desde finales
del siglo II, formando grupos y comunidades harto heterogéneas,
en las cuales los «dogmas» monofisita, ortodoxo, jacobita y
nestoriano se confundían entre sí tanto como el Nuevo
Testamento con sus apócrifos y con la paren ética y homilética
orientales42. La aparición del Islam probará irrefutablemente que
Arabia nunca se había quedado fuera de la Historia de Salvación
y de la Profecía. No sólo eso, sino que terminaría poniéndole sello
y fmal. De este modo, la nueva religión se convierte en heredera e
intérprete del complejo y fascinante mundo de la tradición de
Abraham.
Fuera de la Historia de Salvación, de la vía de la
transcendencia monoteísta, la civilización islámica conocerá y
albergará en su seno otras varias religiones, credos, sectas y
movimientos, de entre los cuales valen de buena muestra los
mandeos o mugtasila, secta agnóstica aramaica, adoradora de las
estrellas, de carácter bautista y vegetariano. Y también los sabeos
de Harrán, adoradores de los astros igualmente, seguidores del
mítico Hermes-Agathodaimon y avezados estudiosos de la
astrología, la astronomía y las matemáticas. El inquietante mundo
de la magia caldea, en fin, perdurará furtivamente a través de las
generaciones.
Por su parte, el mazdeísmo, la antigua religión oficial de Irán,
ahora tolerada por los musulmanes y con su arsenal legendario y
mesiánico a cuestas, ve cómo el mazdakismo y el maniqueísmo,
dos religiones a las que había perseguido, perviven en una
indefinida clandestinidad. Ésta última, apuntalada en el dualismo,
la metempsicosis y una urgente soteriología, aún conocerá una
renovada pujanza en el siglo VIII, hasta que sucesivos califas
desde al-Mahdi en 780 tomen severas medidas que, sin aplastarla,
frenarán en seco su expansión.
También en el propio seno del Islam vendría a germinar, tras
los primeros cismas, un nuevo contingente de interpretaciones,

42
M. Cruz Hernández, o. cit., vol. I, pág. 33.
teorías y doctrinas invariablemente heréticas que acarrearían ríos
de polémica y de sangre. El chiismo notablemente, con sus
pretensiones mesiánicas en buena medida trasplantadas de la
tradición persa, ve romper dentro de sí toda una cascada de
partidos y sectas. Muchas de estas facciones, como los
sumaytiyya, los mugiriyya, mansuriyya y otras, pertrechadas del
más vario matalotaje de creencias, alimentarían desde sus
múltiples ramas el fermento de heterodoxia que, bajo capa irania
y oriental, se había introducido en el Islam o había crecido a su
sombra43.
Todo lo cual, conjuntamente, abrevaba un anchuroso mar de
credos y leyendas cosmogónicas, históricas y escatológicas, con
las que debía lidiar por fuerza un espíritu racionalista deseoso de
dar respuesta a los misterios de la creación y de la historia, para
así ordenar una visión del mundo que sólo en Dios podía tener su
principio y su fin. Por todo ese mar echó sus redes Yáhiz, y en él
pescaría substancioso alimento para el Libro de la cuadratura del
círculo.
Junto con los materiales del legado árabe, y los importados de
Grecia, Irán y la India, hay en la obra mucho de aquellos selectos
ambientes abbasíes en los que se discutía todo tipo de temas,
desde cuestiones filosóficas a la orden del día (el átomo, la
quietud y el movimiento, la generación y la corrupción) hasta
asuntos profanos que resumían las preocupaciones intelectuales
de la época (la naturaleza de la magia o de los espejos, las
propiedades de los colores, las mareas), y por supuesto todo el
ramillete de motivos de buen tono, en boga en los círculos
refinados de la época (utilidad de las sandalias indias, hierbas que
favorecen la coyunda, méritos del lagarto frente al cuervo, etc.).
al-Mas‘udi44, entre otros, nos ha conservado el retrato detallado de
una reunión del cortejo intelectual del visir Yahya b. Jalid al-
Barmaki; reunión compuesta por conspicuos polemistas de muy
distintos credos (mu‘tazilíes, chiitas, zoroastras, etc.) y en la que
3
4
Véase Ch. Pellat, Le milieu, pág. 194 y sigs.
4
4
Muruy ad-dahab wa ma‘adin al-yawhar; ed. de Barbier de Meynard y
Pavet de Courteille, revisada y corregida por Ch. Pellat, 5 vols. + 2 vols.
índices, Beirut, Publications de l'Université Libanaise, 1966-1979, vol. IV,
§ 2565.
estaba Ibrahim an-Nazzam, el maestro de Yáhiz. Y en efecto, es
más que probable que Yáhiz frecuentase, durante una época de su
vida, aquellos ambientes selectos, y que en semejantes
controversias, discusiones y pláticas hallase inspiración y materia
para esta obra45.

4.2. Título, fecha, estructura

Sabemos que, probablemente, el título de la epístola se deba a


un copista; pues, ya que Yáhiz tan solo se cuidó de poner nombre
a sus obras extensas (Animales, Avaros, Bayan), biógrafos y
antólogos intitularon el resto46. No conocemos con exactitud su
fecha de composición, salvo que es anterior al Libro de los
animales porque, en uno de sus párrafos (Hay, I, pág. 308), el
mismo Yáhiz la menciona47:

«Esas historias acerca de la metamorfosis del lagarto uromastrix,


de la anguila, el perro y el saurio huka‘a, junto con todo eso de que
las palomas son demonios..., son la clase de chácharas sobre las
cuales yo había escrito a cierto amigo nuestro, uno de esos que
pretenden saberlo todo [...] Si te interesan estas cuestiones, y si
consideras este proceder merecedor de tu atención, lee mi epístola a
Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab».

Cinco partes se distinguen claramente en el Kitab at-tarbt‘: en


primer lugar, una introducción en la cual Yáhiz, tras explicar el
porqué de su epístola, glosa mordazmente las características de su
protagonista y explica las causas de su negligencia. A ello siguen,
como razón de ser de la obra, dos amplias tandas de preguntas,
interpoladas por un largo paréntesis acerca de la risa y el humor. A
modo de conclusión, cierra el libro una concienzuda
45
Sobre este tema, v. Ch. Pellat, «Variations sur le thème de l'adab», pág.
28; M. Asín Palacios, Abenmasarra, pág. 11 y n. 4.
46
Ch. Pellat, Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gabiz, pág. X, n. 1.
47
Basándose en la fecha de la muerte del visir az-Zayyat (847), a quien
Yáhiz había dedicado el Libro de los animales, el profesor Ch. Pellat (Le
kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gabiz, pág. XII) conjetura que la obra debió
de componerse en tomo al año 842 (227 H.)
amonestación sobre los requisitos del conocimiento y los errores
en el dominio de la sabiduría. Estas dos últimas partes son muy
relevantes, pues constituyen la mejor muestra de su postura en dos
frentes capitales de su pensamiento: el conflicto entre la seriedad
y el humor; y el papel de la sabiduría griega en la definición de un
sistema islámico del saber.

4.3. Dimensión en la literatura árabe

Del desierto al Islam, como hemos visto, los árabes pasan de


un estado pagano, adivinatorio e intuitivo a un contacto con
civilizaciones y realidades nuevas, cuyos conocimientos han de
elaborar y asimilar. Yáhiz será, indiscutiblemente, quien
establezca y fije los términos de la nueva cultura, dando a sus
materiales un tratamiento literario de primerísimo valor,
señalándole un camino y proponiendo un método para
enriquecerla. Este método, abierto a las fecundas influencias del
helenismo, se fundamentaba en la observación, en la duda
sistemática y en una búsqueda del conocimiento sin concesiones
al principio de autoridad.
Entre burlas y veras, pues, esta epístola es una clara invitación
a revisar todas las nociones dudosas y criticables de la
enciclopedia del siglo IX. Yáhiz propone el reto de un
conocimiento humano que, en permanente guardia, se aparte del
mito y la magia, enfrentándose a los misterios de la naturaleza. La
falta de respuestas forma parte del juego: no sólo porque, en
realidad, Yáhiz se interrogue a sí mismo, sino porque los meros
datos importan menos que la actitud que muestran las preguntas.
En esta actitud se aprecia, salvando todas las distancias, la
modernidad del talento de Yáhiz: el Libro de la cuadratura del
círculo señala un camino para las inquietudes fundamentales del
espíritu48. Por ello marca un hito en el desarrollo de la cultura
árabe.
Lamentablemente, el camino abierto por Yáhiz tuvo muy
pocos continuadores. Tras la iniciativa de razonable apertura

48
A. Miquel, La géographte humaine du monde musulman jusqu'au milieu
du 11e siècle, 4 vols., Paris-La Haya, Mouton & Co, 1967, vol. I, pág. 39.
humanística que supone su obra, se producirá en la cultura árabe
una corriente de repliegue que, encabezada por Ibn Qutayba 49,
dominará el panorama intelectual abbasí hasta imponerse
completamente. Varias y complejas serán las razones del declive;
mas el hecho incontestable es que, al cabo de algunos siglos, la
imaginación y la reflexión se habrán convertido en rara avis de la
literatura árabe, y el adab se limitará a compilar en vastas
enciclopedias las opiniones, ideas y juicios precedentes sin
aportar apenas algo más que el consabido «sólo Dios conoce la
verdad». El principio de autoridad se impondría en la actividad
literaria, de acuerdo con una concepción de la historia que no sólo
pensaba, como Yáhiz, que la Profecía se había terminado entre los
árabes y en su lengua, sino que el propio mundo y su historia,
llegados a su perfección, se habían terminado también.
Así, quien haya leído las Mil y una noches50 recordará la
maravillosa historia de la esclava Tawaddud, que, llevada ante el
califa Harun ar-Rasid, se hace examinar por éste para demostrar
«el dominio perfecto que tenía de todas las ciencias» y que «era
una mujer única en su tiempo». También ahí tenemos una amplia
colección de preguntas, aunque esta vez con respuesta sabida de
antemano. En efecto, basta una simple comparación con este
cuestionario para aquilatar el valor que la obra de Yáhiz, con esta
epístola al frente, tienen en la evolución de la cultura arábiga.
Mientras que el Kitab at-tarbi‘ trata de estimular una duda, el
catecismo de Tawaddud opera a la inversa, remachando a todas
luces la certidumbre en una sabiduría estática y estereotipada, que
ya ha alcanzado su cénit, y cuyo dominio tan sólo es medio de
triunfo social. Verbi gratia, en fin, resulta que uno de los
examinadores derrotados por Tawaddud será an-Nazzam, maestro
y mentor de Yáhiz. Es difícil precisar si el Libro de la cuadratura
del círculo sirvió de inspiración, siquiera indirecta, a esta historia
de las Mil y una noches; pero, si así fuera, en ello estaría el mejor

49
Véase G. Lecomte, Ibn Qutayba (mort 276/889): l'homme, son oeuvre,
ses idées, Damasco, Institut Français, 1965. Una completa comparación
entre Yáhiz e Ibn Qutayba en A. Miquel, o. cit., pág. 37 y sigs.
50
Trad. J. Vernet, 2 vols., Barcelona, Planeta, 1996, vol. I, pág. 1365.
ejemplo de cómo Yáhiz fue comprendido por muy pocos. O quizá
sea que Yáhiz quedaba -y queda- por encima de muchos.
Y es de destacar, finalmente, que ningún autor posterior, en
una literatura plagada de refutaciones y réplicas, se haya dignado
no ya a responder, sino siquiera a comentar las preguntas de
Yáhiz51.

5. TRADICIÓN Y DIFUSIÓN DEL TEXTO

El Kitab at-tarbi‘ wa t-tadwir fue publicación póstuma del


pionero de los estudios sobre Yáhiz, el sabio holandés G. Van
Vloten (en Tria opuscula Auctore Abu Othman Amr ibn Bahr al-
Djabiz Basrensi, Leiden, E. J. Brill, 1903). Por la prematura
muerte de su autor, esta edición apareció sin aparato crítico y sin
notas, basada, que sepamos, en los manuscritos del Museo
Británico (n.º 1129, único señalado por C. Brockelmann 52) y de
Berlín (Ahlwardt, n.º 5032)53.
En la de Van Vloten se basaron las primeras ediciones
orientales, que aportaban pocas variaciones: Maymu‘at rasa‘il al-
Yahiz, El Cairo, 1906 (1324 H.), págs. 82-147; Rasa‘il al-Yahiz,
ed. Sandubi, El Cairo, 1933 (1352 H.), págs. 187-240.
El profesor Charles Pellat, partiendo del texto de Van Vloten,
realizó en 1955 una nueva y crítica edición de la obra, añadiendo
las variantes del «Cod. Malik Thahir Dam. 125» de la Biblioteca
Zahiriyya, y las de las ediciones orientales nombradas. Añadió al
texto asimismo un glosario y un índice exhaustivos, hoy
imprescindibles para una cabal comprensión de los muchos
problemas textuales y culturales que la obra plantea. Con todo, el
mismo Pellat advierte que copistas y antólogos se tomaron
1
5
Ch. Pellat, «Les encyclopédies dans le monde arabe», pág. 637. Sobre
este particular, v. íd., Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gahiz, pág. XVII, n.
3.
52
Geschitchte der arabtschen Lttteratur, Supplementband I, Leiden, E. J.
Brill, 1937; pág. 244. Véase Ch. Pellat, Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de
Gahiz, págs. V y VI, n. 2.
53
W. Ahlwardt, Verzetchnis der arabischen Handschriften (1.ª ed., 1892),
10 vols., Berlín, Georg Olms Verlag, 1980, vol. 4.
grandes libertades con la obra de Yáhiz, y que con los
manuscritos hasta ahora conocidos no es posible precisar
exactamente el orden primitivo del texto y sus probables
interpolaciones.
La obra ha sido traducida al francés por Maurice Adad, «Le
Kitab al-tarbi‘ wa-l-tadwir d‘al-Gahiz., Arabica 13 (1966), 268-
294; ib. 14 (1967), 32-59; ib. (1967), 167-190; ib. (1967), 298-
319 (posteriormente recogido en volumen aparte, Leiden, E. J.
Brill, 1968)54.
PEDRO BUENDÍA PÉREZ
CRONOLOGÍA

h. 776 (160)1 Yáhiz nace en Basora.


778 Occidente. Batalla de Roncesvalles. Fundación de la
mezquita de Córdoba.
786 Harun ar-Rasid, califa.
787 Bizancio. Disputa iconoclasta. El II Concilio de Ni-
cea restablece el culto a las imágenes.
788 al Ándalus. Muere Abd ar-Rahman I.
h. 796 Nace al-Kindi, el «filósofo de los árabes».
800 Aglabíes en Túnez. Occidente: coronación de Carlo-
magno como emperador.
802 Bizancio. Nicéforo I, emperador.

54
Pellat (Tarbi‘, pág. XVII, n. 3). menciona «parmi les travaux modernes
sur ce texte, la traduction-analyse» de Oskar Rescher, en Excetpte und
Übersetzungen aus den Schriften des... Gabiz, Stuttgart, 1931, págs. 212-
255. Sin embargo, no la menciona en la bibliografía de su último trabajo
sobre Yáhiz («al-Jahiz», en The Cambridge History of Arabic Literature).
Por su parte, tampoco Maurice Adad nombra esta obra de Rescher. No la
hemos podido consultar, ni en su edición original, ni en los tomos a nuestro
alcance de sus Gesammelte Werke (Biblio Verlag Osnabrück, 1980-91).

1
Las fechas entre paréntesis son las de la Héjira.
809 Nace Hunayn b. Ishaq, gran intelectual, traductor y
médico abbasí.
813 al-Ma‘mun, califa. No se establecerá en Bagdad has-
ta 819.
814 Occidente. Luis el Piadoso, emperador.
815 Bizancio: León el Armenio condena de nuevo el cul-
to a las imágenes.
h. 815 Primeras obras de Yáhiz. Entrevista con al-Ma‘mun.
? Yáhiz en Bagdad.
819 al-Ma‘mun entra en Bagdad.
827 El califa proclama su adhesión a la doctrina del Al-
corán creado e instituye la Mihna, inquisición sui
generis. Auge del mu‘tazilismo.
828 (213) Nace Ibn Qutayba.
836 al-Ma‘mun funda Bayt al-Hikma, la 'Casa de la sa-
biduría', institución educativa más importante de la
historia del Islam.
831 al Ándalus. ‘Abd ar-Rahman II funda Murcia.
833 Muerte de al-Ma‘mun.
834 Ibn az-Zayyat, visir del califa al-Mu‘tasim.
836 al-Mu‘tasim abandona Bagdad y fija la nueva capi-
tal en Samarra.
h.842 Yáhiz, asentado en la corte, entre Bagdad y Sama-
rra. Kitab at-tarbi‘ wa t-tadwir
843 Occidente. Reparto de Verdún. Fragmentación del
Imperio. Bizancio, querella de los iconoclastas:
Teodora, madre de Miguel m, restablece
solemnemente el culto a las imágenes en las
iglesias.
? Kitab al-Hayawan, dedicado a Ibn az-Zayyat.
847 al-Mutawakkil, califa. Suplicio del visir Ibn az-Za-
yyat.
848-9 (234) al-Mutawakkil proclama su adhesión al dogma del
Alcorán increado y la abolición de la Mihna.
Caída en desgracia del Gran cadí de Bagdad, Ibn
Abi Du‘ad. Declive y persecución del
mu‘tazilismo.
? Yáhiz se retira a Basora.
861 al-Mutawakkil, asesinado.
867 Bizancio. Basilio I instaura la dinastía de los mace-
donios. Segunda edad de oro bizantina.
868-9 (255) Muerte de Yáhiz.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

Abu Hamid al-Gamati, al-Mu‘rib Can ba‘d ‘aya‘ib al-Magrib


(Elogio de algunas maravillas del Magrib), edic. y trad. de
I. Bejarano, Madrid, CSIC, 1991.
--, Tuhfat al-albab (El regalo de los espíritus), trad. de A. Ramos,
Madrid, CSIC, 1990.
Abu l-Hasan al-Mari, Kitab sayarat al-yaqin (Tratado de
escatología musulmana), edic. y trad. de C. Castillo,
Madrid, Instituto Hispano Árabe de Cultura, 1987.
M. Asín Palacios, «El "libro de los animales" de Yahiz», en Obras
Escogidas, Madrid, CSIC, 1948, vol. II, 29-70.
F. Corriente, Las mu‘allaqat: antología y panorama de la Arabia
preislámica, Madrid, Instituto Hispano Árabe de Cultura,
1974.
M. Chebel, Dictionnaire des symboles musulmans, París, Albin
Michel, 1955.
T. Fahd, La divination arabe, París, Sindbad, 1987.
--, Le Panthéon de l’arabie centrale a la veille de l'Hégire, París,
Paul Geuthner, 1968.
al-Gahiz, Epistle on singing girls, edic. y trad. A. F. L. Beeston,
Warminster, 1980.
--, Le cadi et la mouche: anthologie du Livre des animaux, trad.
De L. Souami, París, Sindbad, 1988.
--, Quatre essais. Trad. de Ch. Vial, El Cairo, Institut Français
d'archaeologie orientale, 1976.
M. García Cordero, Biblia y legado del antiguo Oriente, Madrid,
BAC, 1977.
al-Hamadani, Venturas y desventuras del pícaro Abu l-Fath de
Alejandría (Maqamat), trad. de S. Fanjul, Madrid, Alianza,
1988.
Ph. K. Hitti, Historia de los árabes, trad. de L. Ramírez Velasco,
Madrid, Razón y Fe, 1950.
W. M. Hutchins, Nine essays of al-Jahiz, Nueva York, Peter Lang,
1989.
Ibn Xuhaid, Epístola de los Genios o Árbol del Donaire, trad. de
S. Barberá, Santander, Sur, 1981.
P. Martínez Montávez, «Poesía árabe clásica oriental», Litoral,
177.
F. M. Pareja, La religiosidad musulmana, Madrid, BAC, 1975.
Ch. Pellat, «al-Gahiz jugé par la postérité», Arabica 27 (1980), 1-
67.
--, The Life and Works of Jahiz, Berkeley, University of California
Press, 1969.
C. Ruiz Bravo- Villasante, El libro de las utilidades de los
animales de Ibn Al-Durayhim al-Mawsili, Madrid,
Fundación Universitaria Española, 1980.
Seudo Abu-l-Casim Maslama ben Ahamad el Madrileño, Picatrix,
trad. de M. Villegas, Madrid, Editora Nacional, 1982.
E. Tornero, La disputa de los animales contra el hombre, Madrid,
Editorial de la Universidad Complutense, 1984.
J. Veglison, La poesía árabe clásica, Madrid, Hiperión, 1997.
al-Yahiz, Libro de los avaros, ed. de S. Fanjul (con la
participación de A. Sánchez), Madrid, Libertarías / Prodhufi,
1992.

CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN

Nuestra traducción se ha basado en la edición crítica de


Charles Pellat, Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gâhiz (texte arabe
avec une introduction, un glossaire, une table de fréquence et un
index), Damasco, Institut Français, 1955. Asimismo, nos ha sido
muy útil la consulta de la traducción francesa de Maurice Adad,
que enriquece la edición Pellat con valiosas notas.
Según nuestras modestas capacidades, hemos intentado reflejar
en esta versión la calidad y frescura del estilo de Yáhiz, fluido y
rítmico en la frase; pero brusco en el tránsito de un tema a otro.
La muy elaborada y densa prosa de este autor; su carácter preciso,
brillante y genuinamente «conceptista», así lo requieren. En todo
momento hemos tratado de mantener el tono vivo y palpitante que
esta obra conserva tras mil cien años largos de haber sido escrita.
En cuanto a la edición, nuestra prioridad ha sido hacer
accesible la obra a un público, aunque ilustrado, lo más amplio
posible. En nuestras anotaciones nos han servido de guía (según
se indica en cada caso1) el glosario y el índice del profesor
Charles Pellat, fundamentales para una cabal comprensión del
texto, ya los que remitimos cortésmente a los especialistas. Anotar
un texto árabe medieval es siempre tarea ardua; pero, en un texto
hecho básicamente de problemas, es el cuento de nunca acabar.
Las notas que hemos incluido (abreviando al máximo los ríos de
tinta que sobre esta obra se pueden -y se deben- escribir)
pretenden ajustarse a las características de esta edición. Quede
claro que no se trata en ellas, robando el puesto a Ahmad b. ‘Abd
al-Wahhab, de «contestar» a las muchas preguntas que el autor
formula, sino de situar adecuadamente al lector moderno en el
contexto cultural de tales cuestiones, o en sus causas. Para ello (ya
falta de traducciones a las que remitir al lector) hemos traducido
múltiples párrafos de otras obras clásicas árabes, en especial del
Libro de los animales del mismo Yáhiz. Igualmente, y por obvia
razón de accesibilidad, hemos procurado allegar ejemplos de
fuentes que estuviesen traducidas al español.
En cuanto a la transcripción, y tras arduas cavilaciones, hemos
optado por una solución basada en el sistema de la Escuela de
Estudios Árabes (revistas al-Ándalus y al-Qantara), con la
asimilación del artículo a las letras 'solares'; pero suprimiendo
todas las tildes y diacríticos. Evidentemente, hemos conservado el
'‘ayn' (como ‘) y la 'hamza' (como ’ menos la inicial). Este
proceder es semejante, en su mecánica, al empleado, entre otros,
por el profesor A. Hourani en su A History of Arab Peoples,
creemos que con gran acierto. Sí que hemos acentuado, como
única excepción, el nombre del autor, Yáhiz.
Es penoso constatar cómo bellas traducciones de literatura
árabe se afean y tornan verdaderos galimatías por causa de los
numerosos diacríticos que allí aparecen y que, a cambio de
desorientar al lector, nada aportan al especialista. No obstante, en

1
Con estas acotaciones: Pellat, glos., y Pellat, index.
los índices, válidos para ambos, transliteramos con el sistema
íntegro.
Las citas alcoránicas y bíblicas están a menudo tomadas de las
traducciones de J. Cortés (El Corán, Barcelona, Herder, 1986) y
de L. A. Schokel y J. Mateos (Nueva Biblia española, Madrid,
Cristiandad, 1990).
Nos honra, last but not least, agradecer vivamente al profesor
Serafín Fanjul, catedrático de literatura árabe de la Universidad
Autónoma de Madrid, su desinteresado y constante apoyo, así
como sus valiosas observaciones y consejos en la traducción y
edición de esta obra.

ABREVIATURAS

EI1 Encyclopaedia of Is-


Alc. Alcorán lam, 1.ª edición
AP Apocalipsis EI2 Encyclopédie de l'Is-
ár. árabe lam, 2.ª edición
cap. capítulo EI1,2 referencia a las dos
cit. cita, citado ediciones
cp. compárese esp. español
1 CR 1.ªs Crónicas EX Éxodo
DT Deuteronomio EZ Ezequiel
ECLO Eclesiástico glos. glosario de la edición
edic. edición Pellat
GN Génesis
gr. griego n. nota
h. hacia n.º número
H. Héjira NM Números
Hay Kitab al-hayawan de o. cit. obra citada
Yáhiz os Oseas
HCH Hechos de los após- pág. página
toles pl. plural
hebr. hebreo PROV proverbios
ib. ibídem 1 RE 1.º Reyes
íd. ídem 2 RE 2.º Reyes
index índice de la edición reimpr. reimpresión
Pellat s. siglo
IS Isaías s. v. sub voce
JOB Job SAL Salmos
JOS Josué sig. siguiente
JUE Jueces s. d. sine data, sin fecha
l. cit. lugar citado 1 SM 1.º Samuel
lit. literalmente 2 SM 2.º Samuel
LV Levítico trad. traducción
m. muerto v. vide, véase
ms. manuscrito v. g. verbi graria
MT Mateo vol. volumen
LIBRO DE LA CUADRATURA DEL CÍRCULO

En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso

1. Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab era retaco de sobra, y pretendía


que era más alto de la cuenta. Era cuadrado, pero lo estimabas
redondo por lo grueso de la panza y la desmesura del cuadril.
Repolludo de miembros, corto de dedos, se las tenía en ello de
esbeltez y galanura, así como de ser de noble rostro, de vientre
liso, de armoniosa estatura y acabada osamenta. En tanto, era de
espaldas alargadas y paticorto; y -con lo breve de tal hueso-
pretendía tener estirados los muslos, espigadas las piernas, de los
de ‘Ad1 el porte y luminoso el caletre: que le fue dada la
perfección en el cuerpo y la grandeza en la sabiduría. Era de edad
1
Antiguo y semilegendario pueblo del sur de Arabia, renombrado su
gigantesca estatura. Véase Alc. 39: 5-7; 79: 6, y supra§ 61.
avanzada, pionero en años, y se las echaba de mediana juventud,
nacido poco había.

2. El pisto que se daba en las disciplinas del conocimiento


corría parejo con la ignorancia que de ellas tenía; y su impostura
en pregonarlo, con la asnería que en ellas gastaba. Era de los de
muchas refutaciones; y vivía constante en desacuerdos,
enamorado de logomaquias, chalado por la polémica, encastillado
en la intransigencia y entregado a porfías, así fuera desmintiendo
evidencias como ignorando el meollo de los equívocos. Pasaba de
puntillas cuando le flojeaban los recursos; escurría el bulto en las
vacilaciones. Pleiteaba y porfiaba ignorando la cosecha que
originan las disputas, su resulta en el quebranto de los ánimos y la
esterilidad de la polémica: sin ser consciente de todo cuanto en la
faramalla de vanidad que promueve negligencia; en la
cabezonería, de lacra que conduce al infierno; en el litigio, de
inutilidad; y en la cizaña, de extravío del entendimiento.

3. De poca escuela, sin experiencia en nada, era un penco


libresco. Hablaba sin pensar, confiado a la primera ocurrencia que
se le figurara, sin distinguir entre la conjetura del lego y el análisis
del docto. Contaba los títulos de los libros sin comprender su
significado, y envidiaba a los sabios sin tener en nada relación
con ellos. No había en él, de entre las letras todas, más que la
trapaza de hacerse pasar por hombre cultivado.

4. Mas cuando nuestra paciencia llegó a alcanzar el límite de lo


posible y estábamos ya a pique de acostumbrarnos a su cuerda y
habituarnos a su proceder, decidí desenmascararlo haciendo que
le conocieran el plumero los de aquí y los de allá, los habitantes
de toda ciudad y frontera, planteándole cien cuestiones burlescas;
haciendo saber a la gente el monto de su ignorancia: que se las
preguntara todo quisque en La Meca, por ver de apartar de
nosotros aquella sinhueso viperina suya; y que, por eso mismo, le
pusieran en su sitio.

5. Se conoce que no había oído el dicho: «El que discute,


combate»; ni éste: .Muéstrate hostil con quien te busque pelea-; ni
éste otro: «La contradicción es veneno»; ni aquél que dice: «Si tu
hermano es poderoso, sé humilde»; así como tampoco el del
Profeta -Dios lo bendiga y salve- acerca de as-Sa’ib b. Sayfi:
«Éste es mi compañero, que ni busca pendencias ni anda en
quintillas»; ni aquél de ‘Utman: «Si tienes un amigo, no le andes
con pleitos ni con trabacuentas»; ni el de Ibn Abi Layla: «No
discuto con mis semejantes; porque, una de dos: o les trato de
embusteros, o les hago enfadar»; ni tampoco el de Ibn ‘Umar: «El
hombre no alcanza la verdad de la fe hasta que, aun llevando
razón, se aparta de litigios».

6. Y lo mismo parece que no había escuchado el decir del poeta:

Una disputa hay entre nosotros


debido a lo extraviado de su juicio;
pues, tal y como antaño se decía:
«Lleva la contra y te recordarán».

Como tampoco la palabra del primero:

Lo vio dispuesto para la disputa.

ni la del último:

Un amigo tenemos amante de discusión


que es de mucha farfolla pero de poca verdad;
y más que el escarabajo2, plomo es en insistir;
y más que el cuervo3, si empieza, fatuo se hace al porfiar.

También se ha dicho: «Es más retrasado que los orines del


camello»4; por lo cual cantó el poeta:
2
El escarabajo, entre los pueblos árabes, era proverbial por su insistencia
(Hay, III, págs. 340, 345).
3
El cuervo es el pájaro fatídico por excelencia (E. Doutté, Magie et
religion dans l'Afrique du Nord. Argel, Typographie Adolphe Jourdan,
1909, pág. 361).
4
El «retraso» de los orines del camello se debe a que su pene mira hacia
atrás, al contrario que en la mayoría de los animales (Maydani, Mayma‘
Aquel es más mentecato que la orina del camello:
si se le dice que avance, él se echa para atrás.

7. A Zuhayr al-Babi le dijeron: «¿Dónde germinan las


controversias?» Contestó: «En los esclavos de las pasiones»; por
su parte, ‘Umar b. ‘Abd al-‘Aziz apuntó: -Quien más tumbos da
es el que hace de su religión objeto de disputa»; y ‘Umar b.
Hubayra solía decir: «Dios mío, en Ti me refugio de polémicas y
empecinamientos; del poco bien que traen aquéllas y del pesar de
los que a éstos se consagran»; también, algunas personas célebres
han afirmado: «Dios santo, en Ti buscamos salvaguarda de las
controversias, de su poco provecho y peor influencia en los que
en ellas se ejercitan, pues matan la dignidad; arrebatan afectos;
arruinan la amistad; engendran vesania y promueven imprudencia
hasta el punto de tornarse en charlatán el orador conciso, el
hombre mesurado en extremoso, el sincero en mentiroso y el
prudente en deslenguado».

8. En efecto, la controversia es razón de enojo: cuando más


cercano se halla el hombre de la ira divina es al encolerizarse, lo
mismo que más se allega a Su misericordia cuando se echa de
hinojos [para orar], tal como Dios -Grande y Todopoderoso- nos
enseña: Prostérnate y acércate5, Decía Luqman6 a su hijo:

al-amtal, ed. M. Abu l-Fadl Ibrahim, 4 vols., Beirut, Dar al-Yalil, 1987, vol.
I, pág. 447, n° 1347). Una leyenda persa explica la razón: Abraham portaba
sobre su espalda un camello (?); como el animal sintió ganas de orinar, un
ángel le desvió hacia atrás el miembro para que Abraham no fuera
mancillado (H. Massé, Croyances et coutumes persanes, París, 1938, pág.
187, cit. Pellat, glos., s. v. 'Baw1').

5
Alc. 46: 19.
6
Legendario héroe pagano al que la literatura sapiencial presenta como
ejemplo de sensatez y prudencia. Se le ha identificado con Esopo, con
Balaam y, más verosímilmente, con Ajicar, el inmemorial sabio y adivino
mesopotámico que aparece mencionado en la Biblia, y algunas de cuyas
sentencias llegan hasta Las mil y una noches. v. M. García Cordero, Biblia
y legado del Antiguo Oriente, Madrid, BAC, 1977, págs. 617 y sigs.; E.
«Guárdate de polémicas, pues cuál sea su aquél o qué fuste tengan
no se comprende; y de su resquemor no te libras», Sostenía otro:
«La disputa es cólera, en tanto el silencio es sabiduría, Si aquella
fuera mujer, y varón la soberbia, ambos no engendrarían sino
maldad», as-Sa‘bi, por otra parte, era de este parecer: «Me
avergüenza conocer la verdad y no deberme a ella», «Nunca he
visto -refiere Ibn ‘Uyayna de al-Hasan- a un alfaquí andar con
farfollas ni buscar discusiones: únicamente da su ciencia a
conocer; si se la aceptan, da gracias a Dios; si se la rechazan, a
Dios da gracias,- y cuenta Muyahid -a través de Ibrahim b, Isma‘il
b, ‘A’id, que lo recoge de al-Mubarak b, Sa‘id-: «Pretendiendo
hacer la Peregrinación, me eché al camino con un sujeto de
Qurays, Un buen día le dije: "Llégate acá, que platiquemos de
todo un poco"; contestó: "Deja nuestra amistad tal como está", Al
punto comprendí -vive Dios- que el de Qurays me había dado una
lección-, He aquí, en fin, lo dicho por Ishaq al-Mawsili:

Las muchas controversias guerra son;


la abundancia de acuerdos, impostura,

En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso

9. Que Dios prolongue tu existencia y te colme de Sus mercedes y


Su gracia. Sé de buena tinta -Dios te guarde - que nada envidias
más que la esbeltez del porte, la grandeza del magín, los ojos de la
hurí, largueza en la estatura, calidad en la reputación y logros de
merecimiento; así como también tengo noticia de que tales cosas
son peculiaridades y atributos tuyos, a las que eres afecto y con
los que andas chiflado. Y te diré -Dios te dé larga vida- que, en
efecto, el hombre envidia a su igual en la ascendencia, al que con
él corre parejo en industrias, a su semejante en la vecindad, ya sea
según lo heredado por fortuna, en razón del rango ganado con sus
obras, o por la nobleza de abolengo y la sangre que por sus venas
Martínez Borobio, Libro arameo de Ajica1; en A. Díez Macho Ced.),
Apócrifos del Antiguo Testamento, 5 vols., Madrid, Cristiandad, 1982, vol.
III, 167-187. v. supra, n. 102.
corre. No obstante, tú blasonas de que ello todo en ti se acaba ya
tu persona se limita; que no más que a ti cumple; que en nadie
más luce; que para ti el todo y para los demás la parte; que, en fin,
tuyo es el oro y de ellos el latón. Y eso, sin contar los portentos
que no te conocemos y las maravillas que no se nos alcanzan.

10. Pero, ¿qué es esa ira que te hace rebullir? ¿Cuál esa envidia
que tu rostro altera? ¿Qué esa aflicción que se te viene encima y
cuál ese pesar que te consume? ¿Acaso has visto a alguien más
ruinoso en los negocios, ni de bríos más trasnochados, que aquél
que al arrear empareja corceles con burdéganos y caballos de raza
con acémilas? ¿Qué aquél que se mete en pleitos con quien le
tiene paces? ¿Que el que increpa a quien le honra con dignidades
y prebendas? ¿Has visto por ventura a algún prócer vivir en el
desasosiego, o encolerizarse a quien haya recibido sus favores? y
tú, ¿es que quizá has hecho otra cosa que no sea atraer sobre ti los
afanes ajenos; dar pie a la duda tocante a tu persona; adobar a un
don nadie de renombre y reputar de crédito a un fruslero?

11. No conocerás las cosas mientras no atiendas a sus semejantes;


ni sus consecuencias, por cuanto que nada sabes de sus
propiedades. Como no conocerá la verdad quien ignore lo falaz,
ni el error quien desconozca lo certero, ni los cauces quien ignore
las fuentes. Mira por qué vive la gente en paz a pesar de la
disparidad de posición o rango, y por qué rivalizan y porfían
cuando su condición confluye: por qué allá la mayoría anda en
discordias y sólo unos pocos bien avenidos; por qué la alcurnia es
motivo de mutuo apartamiento mientras que el nombre de poca
monta es razón de solidaridad. Observa cuál es la diferencia entre
la concordia y la envidia; entre la competencia y el
enfrentamiento: cuando te enteres de eso te librarás de nosotros,
lo mismo que nosotros esperamos librarnos de ti.

12. ¿Cómo va a saber la causa quien ignora el efecto? ¿Cómo va a


conocer la unión quien desconoce la separación? ¿De qué modo
llegará a distinguir la prueba de la hipótesis, la traición de la
artimaña, lo necesario de lo contingente? ¿Y lo anónimo de lo
distinto, lo absurdo de lo cierto, lo racional de lo ilusorio? ¿Y los
secretos ignotos de lo envuelto en trazas de misterio? ¿Cómo
distinguirá lo que se sabe de lo que se ignora? ¿Y lo conocido de
palabra -que no de hecho- de lo que no se conoce sino de hecho y
sin mediar palabras? En cuanto a lo que se aprende por
convicción y no por raciocinio, ¿cómo lo discernirá de cuanto se
colige por razonamiento, mas no puede aprehenderse por la fe?
En fin, ¿qué es lo Inaccesible, que no hay lugar a que se aleje su
hermetismo? ¿Qué cosa es lo Desconocido, que nunca lo
abandona su tiniebla?
Quien es pájaro en la bandada de la muchedumbre, con ella
volará; mas también con ella se habrá de estrellar: ya podrá
entonces demostrarle su desdén y desprecio, que la ofenderá tan
solo en la medida en que se agravie a sí mismo, y con ella triscará
en razón de afinidad mutua. Conque entérate de lo que media del
género a la especie y de la fracción a la mitad; de la diferencia
entre el reproche y la crítica; de la distinción entre el loor y el
elogio; del límite que separa elección y posibilidad, deber y
obligación. Te lo haremos saber todo junto refiriéndote un
capítulo del que tú tienes verdadera urgencia y que a nosotros nos
es bien provechoso.

13. Percátate de que la envidia es nombre dado a aquello que a


todo antepone la rivalidad, del mismo modo que se llama cobardía
lo que doquiera planta prudencias y recatos; mezquindad, lo que
no alcanza a llamarse economía, y magnificencia lo que sobrepasa
a la largueza. Pero tú -si me permites- esto no lo conoces, como
no lo sabrías ni aunque te encasquetara un fuelle de herrería y
sobre ti soplara hasta el día en que se toque la Trompeta 7. A más,
¿es que hay sobre la tierra por ventura demostración más sólida,
ni prueba más clara, ni testimonio más fiable que el que refiero en
contra de las ínfulas de grandeza que te echabas, a pesar incluso
de la envidia hacia la gente miserable que se te veía? Y después
de esto todo, ¿es que eres algo más que un penco de entendederas,
a todas luces cabezón e ignorante de lo absurdo?

7
Es decir, el día de la Resurrección (Alc. 6: 73, passim).
14. Pues veamos: a la mano tienes -Dios te dé larga vida -un
criterio inexpugnable, una incesante réplica, una navaja que no se
desportilla, una sinhueso -digo -que no cede. Tales son el juicio
que se te atribuye y la doctrina que profesas, en diciendo: «¡Lo
que a mí se me importa que la gente me vea grueso; que en sus
cabales me figuren cachigordo, cuando yo vive Dios que soy
hermoso y alto, galán en verdad y bien plantado!». Y en efecto
-larga vida Él te déla gente sabe que tan largas tienes las piernas a
caballo como la espalda sentado; aunque cierto es que, si vas y te
levantas, ya andan en desacuerdo al calibrarte; ¡y que aún entre
ellos tienen sus más y sus menos si te agachas!

15. y sí que es portentoso lo que recibiste, como extraordinario lo


que se te dio de natural, pues galán craso de panza, o
gentilhombre astronómico de alhorzas, aún no hemos catado otro
que tú: el esbelto y retaco, espigado y bamboche 8. ¡Ah poesía que
liga las estrofas y metros! ¡Ah criatura que aúna redondeces y
altura!

16. A más, ¿qué se te importan a ti sus opiniones, ni tanto se te


dan sus discordancias, cuando acá los doctores de sólida ciencia y
allá los que hablan con fundada palabra saben que la desmesura
de tu amplitud rellena de vejámenes lo elevado de tu talla, y que
lo que mides de ancho copa lo que tienes de largo? Pero es que, si
aún discrepan acerca de tu altura, en punto a tu gordura andan
todos de acuerdo. Y, si éstos te aprueban a pesar de una medida,
por la que aquéllos te rechazan -soslayando la otra a tuerto-, ya
puedes echar la cuenta de qué aprueban, y reclamar para ti lo que
rechazan. Por mi vida, que los ojos yerran y el sensorio engaña:
tan solo en la razón se ve el juicio cabal, la mismo que en la

8
juego de palabras, con el que Yáhiz resalta el carácter
contrahecho y grotesco del personaje: los cuatro adjetivos son, al
mismo tiempo, denominaciones de Otros tantos metros de la
poesía árabe (madid, basit, tawil y mutaqarib), poesía que por
principio nunca mezcla unos metros con otros dentro de la misma
casida.
mente la recta inteligencia, pues es ronzal para los órganos y
criterio para los sentidos.

17. Cosa que prueba cómo la palmario de tu gordez obra de


impedimento en que aquilates la verdad sobre tu altura, es el
verso de Abu Du’ad al-Iyadi sobre sus camellos:

Tantas carnes han echado, que hasta flaco se les ve el zancajo,


pues la grasa ya no es grasa, ni la joroba, joroba.

o éste de Rafi‘b. Huraym:

A la altura de la panza, hace parecer finas sus patas


una joroba como el alicatado castillo Hayarí.

Y tú, con que todo lo grandioso que tuvieras no fuera más que
ser el primero en consagrarte a Dios -paciente cuando yerran los
sentidos y agradecido en el acierto del juicio -, en tu altura serías
modelo para caminantes, y en tu gordura faro de hombres
descarriados.

18. El hombre de talla mediana -como yo- tiene que lamentar la


sinrazón del alto -como Muhammad-, y la del bajo -como
Ahmad-, pues pretende Muhammad que él sólo se excede en
elegancia y, sin embargo, se le tacha de flacucho porque la
sobrado de su altura oculta la justeza de su anchura. Al punto,
afirma Ahmad que a él, que sólo se pasa en anchura, se le tacha de
zambombo pues la holgado de sus carnes no permite calibrar la
armonioso de su altura. Y así es que los dos precisan de disculpas
o descargos, y tienen que echar mano de pretextos, en tanto que al
hombre de justas proporciones -a Dios gracias- le cuadran los
miembros lo mismo en la apariencia que en la realidad; y así, por
el peso de ambas, se ahorra de apañaduras y pretextos.
Hemos escuchado a quien reprende a los altos, como también
hemos oído criticar a los bajos; pero aún no hemos sabido de
nadie que censure al hombre proporcionado, ni que le reproche,
sospeche o dude de él. ¿Quién va a criticarlo sino quien critique la
armonía? ¿Quién va a censurarlo sino quien censure el equilibrio?
¿Quién se pondrá en contra de la derechura sino el necio? ¿Quién
se mete en trifulcas sobre la evidente si no es el ignorante o el que
arremete contra alguno por estar contrahecho o tener mala
constitución, a pesar de lo que Dios -grandes sean sus alabanzas-
nos dice: No ves ninguna contradicción en la creación del
Compasivo9?

19. A más, ¿es que hay peor planta, ni porte más nefasto, que el de
una anchura que se pase de la cuenta o una altura que se salga de
madre? Cuando la amplitud no cuadra en la suyo y la altura no se
adecua al peso, el cuerpo sale de su tasa y excede las justas
proporciones. Conque, si este juicio es hacedero y esta
descripción viable, resulta que es de Qasim at-Tammar 10 el mérito
que no tiene Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab.

20. Y todo ello, después de que abonaran las ínfulas de grandeza


que te dabas sobre tu altura real y los pretextos que argüías en
favor de tu gordura virtual; quitando que, con tus excusas sobre lo
que el ojo niega y tus alegatos a lo que el entendimiento excluye,
estabas exponiéndote a la sinceridad del complaciente y
apegándote al juicio de quien se hace el longuis. Y a ver: ¿qué
hombre discreto habrá al que semejante conducta no haga hablar?
¿A qué persona locuaz no inspirará un discurso como ése? Más
aún: si tu actitud acaba con la resolución del hombre que evita
controversias, ¿qué no hará con la inquina del hipócrita? Por
Dios, te ruego que excites contra ti a los majaderos o que eches
por tierra la constancia de los hombres cabales...; aunque no sé
-que Dios te guarde- en cuál de estas dos cosas llevas el pecado
más grande ni tampoco en cuál la peor sinrazón: si en exponerte a
la muchedumbre o en arruinar el juicio de los pocos que lo tienen.

21. Luego, ¿qué es lo que te ha llevado a tal extremo? ¿Qué te ha


incitado a ello, ahora que tus semejantes entre los retacos son
9
Alc. 67: 3.
10
Personaje conocido de Yáhiz, descrito por éste como «glotón,
descomedido y sucio comiendo» (Avaros, págs. 256-7).
ilustres y no pocos de ellos te pueden auxiliar? Yo te he catado,
tiempo ha, citando aquí y allá a Nu ‘man b. al-Mundir, Damra b.
Damra, Muyya‘a b. Murara, Muyya‘a b. Si‘r, Awfa b. Zurara,
‘Abd Allah b. al-Yarud, ‘llba’ b. al- Haytam, Sa‘id b. Qays, Abu l-
Yasar Ka‘b b. ‘Amr, Hasaka b. ‘Attab, Mujariq b. Gifar, ‘Imran b.
Hittan, Yusuf b. ‘Ufiar, Iyas b. Mu‘awiya, Ma‘n b. Za’ida, ‘Uqba
b. Salafi y otros grandes hombres y celebridades a los cuales te
basta con nombrar11.

22. Te he oído decir: «Si la superioridad está en el daño, en la


robustez, en la acritud, pues entonces todo ser pequeño es más
cumplido en estragos, más fino en penetración, más aparente en
poderío y dureza. Como, por ejemplo, la piedra: las más duras son
los cálculos y chinas; como las serpientes: la más mortífera es la
víbora; como los mosquitos: el más dañino, el pulgón; como el
alacrán: el más letal, el yarrara12. Y dígase lo mismo, en punto a
pájaros, de las aves nobles frente a las grandes; y de las chicas
frente a las gordas, si de pulgas hablamos.»

23. Como también decías: «Si el mérito está en el número, pues


entonces Gog y Magog13 son de los nuestros, igual que las
11
Del texto se infiere que todos los personajes citados, sobre ser ilustres,
eran de corta estatura. Véase Pellat, index, s. vv.
12
Se trata de una pequeña pero letal especie de escorpión que, al andar, no
levanta sobre sí la cola, sino que la arrastra (yarra-bu); de ahí su nombre
(Damiri, Hayal al-bayawan al-kubra, 2 vols. [junto con ‘Aya’ib al-
majluqal de Qazwini] + 1 vol. índices, El Cairo-Teherán, s. d., s. v.).
13
Pueblos legendarios de las escatologías bíblica y musulmana, asociados
permanentemente al extremo norte del mundo antiguo, de donde saldrán de
estampida, devastando la tierra. Su avalancha será una de las señales del fin
del mundo, hasta que sean destruidos por Dios. Serán tan numerosos que se
beberán el agua del Éufrates y el Tigris (de ahí la presunción de Ahmad b.
‘Abd al-Wahhab) y, como corresponde a pueblos apocalípticos, son
horribles, fieros, caníbales, tan altos como cedros, tan anchos como altos;
de orejas, en fin, tan grandes como sus cuerpos, etc. Encyclopaedia of
Islam, primera edición, 4 vols. y suplemento, Leiden, E. J. Brill, 1909-1938
(en adelante, citada EI1), s. v. 'Yadjudj', art. de A. J. Wensinck. Véase Abu
Hamid al-Gamati, Tuhfal al-albab (El regalo de los espíritus), trad. A.
Ramos, Madrid, CSIC, 1990, págs. 23-4.
mariposas, las hormigas rojas, los mosquitos e insectos, la tierra,
la arena y las gotas de agua de las nubes». Lo mismo que alegabas
que la bondad y la virtud se alojan en las pequeñeces del hombre,
así en los ojos, los testículos, el corazón y la piamáter. También
pretendías que al hombre de cuerpo espigado y de planta esbelta
se le adelanta la decrepitud y le sale chepa antes, mientras que al
bajo ni se le encorva la espalda, ni se le comba el cuello, ni se le
deforma el cuerpo, ni los huesos se le tuercen: que todas las
puertas se le abren; que le va cualquier vestido; que sus pies no
salen de las angarillas y que no se priva de la cama, a más de
hacerse grato a los corazones, bienquisto por las almas, apartado
de la fealdad y más presto que nadie a franquear todas las puertas
de la hermosura.

24. Y afirmaste: «Es que la gente dice: "¿Y qué es él sino un


grano de pimienta? ¿Qué sino un lila, una chispita? ¿Y qué es su
lengua sino la lengua de una víbora?"» Yo no dejo de verte
anteponer la anchura a la longitud: así, por ejemplo, pretendes que
han descrito la tierra por su anchura, y no por su longitud, tan sólo
por la preeminencia que aquélla tiene sobre ésta, cosa que cuadra
con el decir de los poetas y las descripciones de los sabios:

Tal cual si la tierra, que ancha es, se le volviera


red de trampero al prófugo asustado.

(y no dijo 'larga')
Otro poeta cantó:

Un camino tiene el hombre en la ancha tierra

(y no dijo 'larga').
Y otro:
No me envidiéis -Dios os bendiga- que la tierra
dueña de anchuras ante mí se extienda14.

4
1
El lector encontrará una esplendida traducción de este poema en Malik b.
Rayb al-Mazini (s. VII) en P. Martínes Montálvez, Poesía árabe clásica
oriental, Litoral 177 (1988), pág. 28.
Y aún otro:

La tierra cruzamos y tierra encontramos:


el país nos ha vencido con su anchura

(y no dijeron, pues, 'longitud'),


También aftm1abas: «Si la anchura no le llevara ventaja a la
altura, no habría descrito Dios el Paraíso como extensión sin
longitudes, cuando nos dijo -Alabado sea-:

Un jardín cuya amplitud es como fa de la tierra y el cielo»15

25. He ahí tus claros argumentos; tus evidentes pruebas. Si toda tu


satisfacción, fidelidad, contento y sumisión a Dios estuvieran en
creer que Su juicio es mejor que el de los hombres y que la altura
interior es preferible a la aparente, tu actitud serviría de
testimonio en favor de tu ecuanimidad, y por ello te harías
acreedor a Su divina providencia. Me apasiona tu equidad -que
Dios te guarde- igual que me apasiona la mujer hermosa, y tanto
provecho saco de tu sumisión a la verdad como de entregarme a
los estudios religiosos. ¡Quizá haya yo pensado que tu iniquidad
fuera una suerte de justicia ajena; y tu enrevesamiento, derechura
en ciertos hombres justos!

26. Y no creo que te hayas lanzado a equiparar la hipótesis con la


evidencia, la obligación con la necesidad, la certeza con la duda y
la vigilia con el sueño, sino en el desvelo por la verdad que te
atribuyes y la virtud de la justicia en la que te inspiras, que te han
puesto en mayor tesitura aún de echarte atrás, más sumiso a las
demostraciones, necesitado en mayor medida de argucias y más
constante que antes en pedir pruebas; y ello con el ímpetu sereno,
la voz calma, impasible el corazón, la sangre fría, saludable la
intención, la voluntad a toda prueba, la indiferencia del
magnánimo y la sagacidad del entendido: si tu oponente ceja, tú te
aplacas; si desbarra, lo descuidas. No porfías ni eres tímido;
5
1
Alc. 57: 21.
tampoco débil ni liante, ni corto de miras, ni remiso, ni
pendenciero, ni envidioso; sin cebarte en la disputa ni quebrantar
al adversario.

27. Abarcas mucho, y todo aprietas. Animas lo lejano, muestras lo


oculto, defines lo confuso, aclaras lo embrollado. Das con la
palabra en el clavo de la idea, lo mismo que vistes cada una con
su acepción exacta. Te place el pensamiento cuando es vivo y está
claro; cuando es tan palmario que clama al cielo. Lo aborreces
cuando se pierde en revoltijos y se oscurece en rebuscamientos
lingüísticos. Sostienes que no hay peores palabras que las que
ahogan, ocultan, ciegan o velan los pensamientos: ésas que gustan
al oído del necio y placen al corazón del novicio.

28. Las más admirables palabras, según piensas, son las


agradables, ligeras, finas y fáciles, que cuadran solo a su
significado, ya él se limitan sin otra cosa aparte, ni corta ni
superflua, ni hermética ni ambigua, juntando las cláusulas que
rige la elocuencia y cumplidas en los requisitos del conocimiento:
si el discurso fluye de esta suerte; si se hilvana en estas
condiciones, la palabra no corre hacia el oído más aprisa que la
idea al espíritu, y resultan parejos el oyente y el hablante, el
maestro y el alumno. Así se aligeran los esfuerzos y se ahorran las
meditaciones; desaparece la hipótesis y emerge la evidencia; a la
polémica sustituye el acuerdo ya la disensión el concilio. Hay
felicidad por el conocimiento logrado, satisfacción por lo calmado
de las convicciones y solaz por el sosiego de los corazones. Ahí se
destaca el hombre ecuánime del cabezón; se distingue el de una
pieza del de medio pelo; triunfa el que es cabal; recoge velas el
charlatán; se muestra de qué pie cojea el fantoche y luce la razón
del causahabiente.

29. También sostenías: «La gente, si dice de quien es hermoso:


"Cual ramo de mirto, o verde rama de arrayán 16, o vara de bambú,

16
Siguiendo la opinión de Pellat (pág. 21, n. 1), adoptamos la variante del
ms. British Museum: as por ban.
o manojo de sauce, o enhiesta lanza, o machete del Yemen, o
espada de la India, o blanca sierpe, o brida trenzada", suele
añadir: "Parece que fuera el planeta Júpiter; y su rostro, un dinar
de Heraclio17. ¿Qué es sino el mar, el sol, la mata que brota tras la
lluvia? Semeja el halo de la luna, el planeta Venus, una perla o
nube, un órix". Y así los ves que describen todo por lo redondo y
ancho más que por lo delgado y largo».

30. Y decías: Vemos los cielos, la tierra y las cosas que hay en
ellos, por su redondez y no por su longitud, e igual las hojas de
los árboles, los dátiles, los granos vegetales, los frutos y la luna».
Y añadías: «La lanza, si bien larga, destaca más por su redondez,
que está presente en ella de continuo y además en cada parte;
mientras que longitud no tiene si no es de seguido. Y dígase lo
mismo del hombre y todos los animales». Y sentenciabas: «No
hay cuadratura sino en las cosas hechas de mano humana, no
naturales, y en todo cuanto es forzado a tener esa forma, sin dejar
que desarrolle su naturaleza. Y de cualquier modo, toda cosa
cuadrada alberga en sí su redondez, conque lo redondo destaca
por su preeminencia; a más de que participa, en lo que le toca, de
lo cuadrado.»

31. Lo extraño es que sostengas que eres alto en realidad, para


luego alegar en favor de la redondez y de la anchura, pues de ese
modo pasas por alto la opinión de Dios y pierdes la cabeza por la
de los hombres. En cuanto a esos ojos donde el negro brilla tanto
como el blanco, eres el único en gozar de tal encanto, de un salero
17
Hasta la primera acuñación oficial de moneda islámica en oro (dinar) y
plata (dirham), llevada a cabo por el califa omeya ‘Abd al-Malik en 695,
circulaba entre árabes y musulmanes moneda romana y persa junto con
algún dinero himyarí en plata, que llevaba esculpido el búho ático. Los
primeros califas del Islam se contentaron con esta moneda, más algunas
acuñaciones aisladas, a imitación de las monedas persas y bizantinas (Ph.
K. Hitti, Historia de los árabes, Madrid, Razón y Fe, 1950, pág. 178).
Entre estas monedas usadas en los primeros tiempos del Islam debían de
encontrarse también las acuñadas por el emperador bizantino Heraclio
(575-641), así llamadas por los árabes (Mas‘udi, Muruy, II, § 755). Véase
C. Cahen, o. cit., pág. 36.
y esplendor que tan sólo tú posees; por no hablar de ese especial
primor de la mirada con que Dios te distinguió del resto, y que
jamás se encuentra en la canalla ni se aparta de las nobles
criaturas, como dijo el poeta:

No tiene más defecto que un hechizo en el ojo;


mas también los ojos del halcón tienen su hechizo.

O como dijo otro:

Un misterio en los ojos tal, que, de ser tuyo,


en fama y porte ocuparías el lugar de las estrellas.

32. Hablando del negro de los ojos, de la hermosura de la órbita,


de la fina comisura de los párpados, de las largas pestañas, bien
claro se ve que todo ello te es consustancial y lo llevas en la
sangre. Pero que reconozcas desde lejos a la gente, que leas la
letra menuda, que sepas lo que dice el sello antes de que lo
estampen y que comprendas el problema antes de pararte a
meditarlo, a pesar de la flojera de la senectud, del sinfín de tus
años, de las injurias del tiempo y los achaques de la edad, todo
ello se debe a la atutia18 de la India, al abandono del coito, a la
dieta severa ya haberte pasado mucho rato mirando a la verdura19.
18
Óxido de cinc impurificado, que componía cierto ungüento medicinal.
Qazwini, ‘Aya’ib al-majluqat (junto con Hayat al-hayawan de Damiri), El
Cairo-Teherán, s. d., pág. 142, afirma que es un mineral bueno para la
epifora ocular y el mal olor de sobaquina. En la Vida del escudero Marcos
de Obregón de Vicente Espinel (ed. M. S. Carrasco, Madrid, Castalia,
1987, pág. 86) tenemos una alusión al uso de la atutia «y Otros simples» en
la medicina ocular.
19
El mirar prolongadamente la verdura o los verdores en general se
recomendaba para descansar y fortalecer la vista. Maydani (cit. Pellat,
glos., s. v. 'judra') recuerda estas palabras atribuidas al Profeta: «Mirar la
verdura mejora la vista; y lo mismo pasa al mirar a la mujer hermosa».
También al-Qalyoubi (Lo fantástico y lo cotidiano, Barcelona, Visión
libros, 1984, pág. 178) incluye este hábito entre los que aclaran la visión,
junto con los de mirar el Alcorán, mirar a los padres y contemplar la
«ciudad gloriosa de La Meca». Véase Ibn Habib, Mujtasar fi l-tibb
(Compendio de medicina), edic. y trad. C. Álvarez de Morales, F. Girón,
Sin embargo, padrecito, cuando apañas lo que el tiempo ha
estropeado y quieres traer de vuelta lo que la edad te arrebató,
haces lo que decía el poeta:

Jorobada la espalda y ajados los flancos, desea la vieja ser


[joven;
a hurtadillas le da al perfumista el caudal de su gente,
pero, ¿va el perfumista a arreglar lo que el tiempo ha arruinado?

33. Si no me dejabas antes, ¿cómo aspirar a corregirte después de


tu empecinamiento? ¿Cómo puedo pretender que reconozcas nada
en público, si no lo haces para tus adentros? ¿O es que vas a ser
generoso estando sano y de buen ver, cuando racaneabas enfermo
y desesperado? Quien te vea midiéndote con Abu Ya‘far,
tratándolo groseramente, disputándole la gloria y metiéndote con
él en apuestas, ¿cómo va a esperar de ti algo bueno? Y encima,
reservas esa actitud para las grandes reuniones, en presencia de
altos picatostes; te carcajeas grotescamente de la envidia que te
tiene y promueves el asombro de la gente cuando él pretende estar
a tu altura.
Y más aún, soy testigo de que tratas zafiamente a ‘Amr b. Bahr
al-Yáhiz; que te crees tan sensato, agudo y grande como él; que
cantas con Mujariq20; que niegas la preeminencia de Zurzur21; que
tomas por lego a an-Nazzam22, por zonzo a al-Asma‘i23 y por
lerdo a Qays b. Zuhayr24; que, en fin, desdeñas a al-Ahnaf b.
Qays25 y te mides con el mismo Abu al-Rasan ‘Ali b. Abi Talib
-que Dios le tenga en Su Gloria-, y de ese modo pasas del límite
Madrid, CSIC, 1992, 6v, pág. 55.

20
Gran cantante y músico del s. IX. Véase Ph. K. Hitti, o. cit., pág.
21
Afamado cantor de época de Harun ar-Rasid.
22
Ibrahim b. Sayyar an-Nazzam, renombrado filósofo mu‘tazili y maestro
de Yáhiz. Véase M. Cruz Hernández, o. cit., vol. I, págs. 95-100.
23
Célebre filólogo de Basora, coetáneo de Yáhiz.
4
2
Jefe de la tribu árabe de ‘Abs, de astucia y sagacidad proverbiales.
25
Personaje de Basora, célebre y proverbial por su buen juicio, rectitud y
cordura.
de la facundia al de la discusión, y del terreno de los vivos al de
los muertos.

34. Esto es lo que hay, y no tienes quien te ayude ni cuentas con


un solo testigo de tu parte. Aún no he visto a nadie que vacile en
reprobarte, ni que espere el cumplimiento de tus pretensiones.
Tampoco he visto a ningún hombre clarividente librarte de
reproches, ni reprocharte sin amenazarte, ni amenazarte sin que te
condene, ni que te condene apiadándose o que, metiéndose a
arreglar entuertos, interceda por ti. ¿Por qué, padrecito, nos
fuerzas a ser sinceros? ¿Por qué nos haces tragar el acíbar de la
verdad? ¿Por qué nos empujas al cumplimiento del deber? Dinos,
de una vez, por qué razón haces crecer los testimonios en tu
contra y por qué llevas a los amigos al extremo de faltar al afecto
que sienten por ti.

35. A ver si en lugar de caer en faltas que te resulten funestas,


procuras que lo sean para tus enemigos; mira si, en vez de forzar a
la gente a creer lo que se dice sobre ti, los obligas a que te dejen al
margen, ¿Por qué ha de ser por fuerza que si a uno le flojea la
altura -Dios te acoja en su misericordia- se arroje de su grado
hacia la ruina o hable al revés de su sentir? Válgame Dios, si
tienes una hermosa testa (lo cual compensa una donosa talla), y
escribes de bella caligrafía (que vale igual por un pico de oro); ¡si
peinas pocas canas; si eres de poco orinar 26 y al hablar te pones
sesudo! ¿No ves que atesoras cualidades?

36. Habla cabalmente, y estaremos entre los que te apoyen;


modérate, y seremos tus compañeros, y guárdate ésta: si te
pasaras de la raya, diríamos: «Has estado comedido»; si
anduvieras descarriado, afirmaríamos: «No vas por mal camino»,
Pero es que tú sales con unas cosas

Que hacen casi que los cielos se hiendan, que la tierra se abra,

6
2
Esto es, que no padece de incontinencia urinaria, uno de los síntomas
tradicionales de la vejez, lo mismo que la chochez y las canas. Véase
Avaros, pág. 169.
que las montañas caigan demolidas27.

Conque, si te engañásemos, te estaríamos ayudando y, de ser


hipócritas contigo, te serviríamos de inspiración. Y aún puede ser
que te disculpe y se me ensanche contigo la manga, porque digo:
«Ya chochea el viejo» si está serio, y «bromea» si se anda con
guasas; pues a veces la chochera se adelanta a quien está menos
entrado en años que tú y se le atrasa al de más avanzada edad.

37. Aunque, bien mirado, ¿quién es el guapo que pueda contar los
años que tú cuentas, ni alcanzar la vetustez a que has llegado?
¿Quién va a tener conocimiento de tu edad sino el maldito Iblis 28
o las estrellas? ¿Quién lo sabe sino el Creador de los cielos y la
tierra? Si las águilas negras de Tijfa, los buitres de Sarat, las
culebras de la arena, las torcaces de la selva, los onagros de
al-‘Ana, los ancianos de Yamama y los vejestorios de Fargana 29
supieran que para ti la edad de Noé no es tal edad, ni las estrellas
[la vuelta del] día; que precedes a toda época; que [en años] vas
más allá de los números exponenciales; que para ti los siglos son
materia parva y que [al contar tu edad] te escapas al alcance de las
cifras indias, no podrían gloriarse de su larga vida ni se alegrarían
de su longevidad.

38. Oh compañero de la bóveda celeste, ¿cómo has llegado al


atardecer [de tus días]? Oh fuerza de la materia primordial, ¿cómo
viniste a ser? Ah buitre de Luqman 30, ¿de qué manera te has

27
Alc. 19: 90- 93.
28
Nombre propio del Diablo, probable contracción del gr. Diábolos (EI2, s.
v., art. de A. J. Wensinck-[L. Gardet]). Véase Alc. 15: 26 y sigs.
29
Yamama y Fargana son regiones de la Arabia central y del Turquestán
ruso, respectivamente. Pasaban por ser los lugares de la tierra donde más
viejos eran los hombres (Hay, I, pág. 157). Tijfa y Sarat son lugares de la
Península arábiga, y al-‘Ana del Irak. Los animales citados son
proverbialmente longevos (v. supra, § 49 y 53).
30
El buitre era considerado uno de los animales de más larga vida. Según
Damiri (Hayat, s. v. 'nasr'), vive de quinientos a mil años; y Maydani
recoge las expresiones más viejo que un buitre y buitre de Luqman, también
usada para designar a quien vive muchos años (Mayma‘, II, pág. 403, n.º
aparecido? Ah tú, más antiguo que Daws, más longevo que
Lubad31, morador de al-Musaqqar32, contemporáneo de los
jeroglíficos, cuéntame cómo viste el Diluvio; cuándo fue la
inundación del Dique33; cuánto hace que murió ‘Uy34; cuándo se
confundieron las lenguas; qué retuvo al cuervo de Noé y cuánto
os demorásteis en el Arca; cuánto hace que pasó la época del
muenno, la jornada de Sullan, el día de Jazaz y la batalla de
Bayda'35.

39. ¡Vayamos un poco más atrás! ¿Dónde estaban ‘Ad y Tamud,


dónde Tasm y Yadis, Umaym y Wabar, dónde Yurhum y Yasim
allá en los días en que las piedras eran blandas, cuando toda cosa
hablaba36? ¿Cuánto hace que surgieron las montañas y el agua
2634; ib., págs. 280-1, n.º 2265).
31
Luqman vivió tanto como siete buitres que tuvo, es decir, unos 3500
años. Lubad era el nombre del último de estos buitres, y anda en numerosos
refranes relacionados con la longevidad (Maydani, Mayma‘, II, pág. 280,
n.º 2265; III, pág. 73, n.º 3214).
32
Gran fortaleza situada cerca del actual Bahrayn. Véase T. Fahd, Le
panthéon de l’arabie centrale a la veille de l'Hégire, París, Paul Geuthner,
1968, pág. 70.
33
Se trata de la inundación por la rotura del célebre dique o presa de
Ma’rib, en el Yemen. Véase Ph. K. Hitti, o. cit., págs. 44, 51; Alc. 34: 16.
34
El Og bíblico, rey de Beisán (NM 21: 33).
35
Sullan, Jazaz y Bayda’ son nombres de batallas, trifulcas o escaramuzas
ocurridas entre tribus de la Arabia preislámica. Este tipo de episodios
recibe tradicionalmente la denominación de Días de los árabes. Véase Ph.
K. Hitti, o. cit., págs 20-25, 70-85; Pellat, index, s. vv.
36
Tradicionalmente, los árabes hacían comenzar su genealogía por la
alusión a ciertos pueblos enigmáticos, que consideraban como los primeros
habitantes de la península arábiga: ‘Ad, Tamud, Tasm, Yadis, Yurhum o
Iram. Habitantes de una Antigüedad fabulosa y terrible, estos pueblos
habían desaparecido antes del advenimiento del Islam. Varios dé ellos
aparecen en el Alcorán como aleccionador ejemplo de grandeza y
esplendor, arruinados por Dios en castigo a su impiedad y corrupción.
Estos pueblos fueron llamados árabes desaparecidos o verdaderos árabes,
frente a los árabes supervivientes o «históricos», cuya genealogía remonta
a los legendarios patriarcas Qahtan y ‘Adnan (v. supra, § 41). Véase Ph. K.
Hitti, o. cit., pág. 26 y sigs.; Abu Hamid, Tuhfa, págs. 28, 29, 35, passim.
En cuanto a los días «en que las piedras eran blandas y toda cosa hablaba»,
desapareció de las alturas? ¿Cuál de estos ríos es más antiguo: el
de Balj, el Nilo, el Éufrates o el Tigris? ¿Yayhan, Sayhan o
Mihran? ¿Dónde está la tierra [del fondo] de estos ríos y dónde el
limo [que arrastraron] desde el pie de las montañas a la cumbre?
¿Qué mar cegaron [este limo y esa tierra] y qué sima rellenaron?
Y ya de ahí, ¿Cuántas tierras emergieron y cuántos manantiales
brotaron?

40. Si no te importa, ¿quién es el padre de Yurhum 37? ¿Quiénes


son los cofrades del Antecristo38? ¿Le conoces algún doble?
¿Dónde se halla Tuways39? ¿Cuál es la historia de Ibn Sa’id40?

v. supra, n. 75.
37
Antigua tribu árabe que habitaba La Meca, cuyo ancestro epónimo era un
ángel caído, que en la Tierra se casó con una humana. De su descendencia
se originaria esta tribu (Hay, I, pág. 187; VI, pág. 198).
38
Dayyal, personaje fabuloso de la escatología musulmana, especie de
Antecristo de extraordinarios poderes. Su aparición será una de las pruebas
del fin de los tiempos: durante un periodo de cuarenta días o cuarenta años
hará reinar la injusticia y la tiranía sobre un mundo destinado a conocer,
inmediatamente después, en el Día del Juicio, la conversión universal al
Islam (EI1.2, s. v., alts. de B. Carra de Vaux y A. Abel).
39
El Pavito real, primer gran cantante de los días del Islam. Se dice Más
gafe que Tuways, porque nació el día de la muerte del Profeta, se le destetó
el día que murió Abu Bakr, se le circuncidó el día que fue asesinado ‘Umar,
se casó el día que mataron a ‘Utman y su primer hijo nació el día en que
apuñalaron a ‘Ali (Maydani, Mayma‘, II, pág. 208, n.º 2082). También se
dice Más afeminado que Tuways (ib., I, pág. 443, n.º 1338), pues, como
muchos otros músicos de su época, fue un mujannat ('afeminado', 'marica',
'hermafrodita'). Su mención en esta tanda de preguntas sobre seres
sobrenaturales puede deberse a la creencia mencionada por Sibli (cit.
Pellat, index, s. v.) acerca del origen satánico de los mujannat: «Si el
hombre se llega a su mujer cuando ésta tiene su regla, y previamente se le
adelantó el Demonio, entonces ella queda preñada y tiene un
hermafrodita».
40
Saf b. Sa’id era un judío tuerto medinés. Mahoma sospechaba que fuera
el Dayyal. Cuando esto se supo, nadie le dirigió la palabra ni quiso
mezclarse con él, y aún hubo quien propuso degollarlo, cosa que el Profeta
desaconsejó, arguyendo que, de tratarse del Antecristo, sería imposible
hacerlo. Cuando los árabes llegaron a la ciudad de Nihawand, los monjes y
sacerdotes les gritaban desde lo alto de los muros: «¡No os toméis la
¿De quién se engendrará Saosyant el Esperado 41? Infórmame
sobre Hermes42: ¿es por ventura Idris43? Díme de Jeremías: ¿se
trata de al-jidr44? Y Juan45, ¿es Elías quizá46? Y Du l-Qarnayn, ¿es
Alejandro47? ¿Quién es su padre y quién su madre? ¿Quiénes son
Qira e ‘Ira48? ¿Quién es Yulanda? ¿Quiénes son, entre los
hombres, hijos de la si‘lat49? ¿Qué camello es el que se origina
entre los genios50?

molestia, musulmanes! ¡Esta ciudad sólo será tomada por el Dayyal!- Los
musulmanes la conquistaron gracias a la ayuda de Saf Ibn Sa’id, que
combatía entre sus filas (G. Van Vloten, Recherches sur la domination
arabe, Amsterdam, 1894, pág. 59, cit. Pellat, index, s. v.) Heródoto
(Historia, Madrid, Gredos, 1977-85, m, 151) relata un episodio similar, al
poner Daño sitio a Babilonia, cuyos habitantes se burlaban desde las
murallas, gritando: «¡Sólo lograréis rendirnos cuando puedan parir las
mulas!»; y con el parto de una mula, en efecto, Babilonia fue tomada.
Véase B. McGinn, El Anticristo, Barcelona, Paidós, 1997, págs. 127-9.
41
Saosyant, 'El Salvador' escatológico del mazdeísmo. A intervalos de mil
años, tres salvadores del mundo nacerán de la esperma de Zaratustra
(milagrosamente conservada en el lago Kansaoya) y tres innominadas
vírgenes. la aparición del último de estos Saosyant ('el Salvador' por
excelencia) marcará el fin de la historia del mundo, y cumplirá el ideal de
regeneración proclamado por Zaratustra, rejuveneciendo toda la Creación
con su mirada y haciéndola imperecedera, libre de la influencia ahrimánica.
Con esta concepción escatológica se relaciona grandemente el mesianismo
chiita y su idea del imam oculto. Véase J. Duchesne-Guillernin, «la religión
del antiguo Irán», en C. J. Bleeker, G. Widengren (eds.), Historia
Religionum, 2 vols., Madrid, Cristiandad, 1993, vol. I, 319-370, pág. 361 y
sigs.; H. Corbin, Cuerpo espiritual y tierra celeste, Madrid, Siruela, 1996,
págs. 17, 94-6, passim.
42
Hermes Trimegistos. V. EI2, art. de M. Plessner; Fihrist, pág. 843,
passim; M. Cruz Hernández, o. cit., pág. 145.
43
Personaje enigmático citado dos veces en el Alcorán (19: 56-57, 21: 85-
86) como uno de los profetas veraces de la humanidad. Su identificación es
dudosa (¿hebr. ‘Ezra > gr. Esdras > ár. Idris?). Los autores musulmanes,
basándose en fuentes apócrifas y rabínicas, lo asimilaron a Henoc (EI1.2, s.
v., arts. de A. J. Wensinck y G. Vajda). Los sabeos de Harrán dieron
igualmente el nombre de Idrís a su maestro y guía, Hermes Trimegistos, sin
duda con el objeto de islamizarlo.
44
al-jidr o al-jadir, «el Verde», es el nombre de un misterioso profeta, el
más importante entre los wali ('protegido, siervo, allegado') de Allah. Su
41. Háblame de Qahtan: ¿desciende de ‘Abar 51 o de Ismael52? Y
los Quda‘a, ¿de Ma‘add b. ‘Adnan o de Malik b. Himyar?
¿Cuándo se separaron las ramas de los Juza‘a? ¿Cuándo
atravesaron las aguadas los de Tayyi’? ¿Quién es Ibn Bid y cuál es
ese camino53? ¿Cuál es la historia del planeta Venus54? ¿Qué pasó
con Suhayl55? ¿Qué se dice de Harut y Marut56? ¿Cuál es la razón
de ser del langostino57? ¿Cuál es la historia de la rata 58 y cuál el
pecado de la salamanquesa59? ¿Cuál es la buena acción hecha por

figura es proverbial en la literatura y el folclore árabes. El profeta Jeremías,


por su parte, no está mencionado en el Alcorán, pero la exégesis
musulmana sostiene que sea el personaje de 2: 259, muerto por voluntad de
Dios durante cien años y luego resucitado, para así dar ejemplo de Su
omnímodo poder. Debido a este episodio, Jeremías se convirtió en ejemplo
característico de longevidad. Quizá por esta razón su figura pudo ser
asimilada a la de al-Jidr, ya ello parece apuntar la pregunta del autor (EI 2,
s. v. 'Irmiya', art. de G. Vajda).
45
Yahya b. Zakariyya, San Juan Bautista.
6
4
El profeta Elías. Nombrado tres veces en el Alcorán (6: 85; 37: 123, 130),
su leyenda se desarrolla en el Islam, confundiéndose con la de al-Jidr. En
efecto, muchos rasgos sobrenaturales les son comunes: aparecer y
desaparecer de súbito, ser aspirado hasta los cielos, caminar sobre las
aguas, etc. Hasta cinco veces testimonia el tangerino Ibn Battuta, en sus
viajes por todo el territorio islámico, la existencia de rábidas y cenobios
atribuidos a Elías y al-Jidr juntamente (o. cit., págs. 280, 364, 409, 417,
643).
En el mundo islámico, tanto en las fuentes histórico-literarias como en
el folclore, hay una peliaguda contaminación entre los personajes aquí
citados por Yáhiz (Hermes, Idrís, Elías, Jeremías y al-Jidr) más el Henoc de
la Biblia y sus apócrifos. Los emparejamientos «básicos», vale decir, son
los de Elías-Jidr y Henoc-Idrís, con la particularidad de que también Idrís
viene a formar trío, a las veces, con Elías y Jidr. Para peor, las
identificaciones que aquí propone nuestro autor son menos frecuentes, y no
hacen sino enrevesar más la cuestión, tal vez intencionadamente: por vez
primera, Jeremías es comparado a al-Jidr; y Yáhiz se hace eco, además, de
las especulaciones neotestamentarias en tomo a la supuesta identidad
mística entre Elías y San Juan Bautista (EI2, s. v. 'Ilyas', art. De G. Vajda).
A esta galería de personajes viene a sumarse aún San Jorge, igualmente
honrado entre los musulmanes; el cual, como símbolo de resurrección y
regeneración, se identifica también a Elías y al- Jidr (v. EI1,2, s. v.
'Djirdjis', art. de B. Carra de Vaux).
la paloma60? ¿Cuál fue la negligencia del lagarto 61? ¿Qué significa
el croar de las ranas? ¿Y la alabanza del pájaro surad62? ¿A qué se
debe la hostilidad que mantienen el gallo y el cuervo? ¿Y la
amistad que se profesan los genios y las termitas? y estas últimas,
¿de dónde sacan el agua63? Dime qué ha salido del magín de la

47
Du l-qarnayn, el Bicorne, personaje enigmático y poderoso citado en
Alc. 18: 83, y tradicionalmente identificado con la leyenda de Alejandro.
Yáhiz parece ser el primero en dudar de semejante asimilación. Y. EI1, s. v.
'Dhu-l-karnain', art. de E. Mittwoch.
48
Se trata de los padres del Alejandro mítico, esto es, de Du l-qarnayn.
Según la tradición, éste descendía de una pareja formada de madre humana
y padre ángelllarnados Qira e ‘Ira (Hay, I, pág. 187).
49
Genios hembras, según la definición más general (Hay, VI, pág. 159). La
creencia en relaciones carnales entre humanos y seres sobrenaturales es
inveterada entre los pueblos semitas (recuérdense los «Hijos de Dios» de
GN 6: 1-4). Ya hemos visto en el texto los ejemplos de Alejandro / Du l-
Qarnayn, Yurhum, Tuways, y a continuación hallaremos el de Harut y
Marut (supra, § 41).
50
Ár. hus, camello fantástico que habita en una tierra lejana con los genios
o yinn, sin otros seres aparte. Desciende del cruce de camelias comunes con
los camellos sementales de los genios, y origina a su vez otras variedades
de la especie. Nadie puede verlo porque, si alguien se pierde y llega a
donde se encuentra, los yinn le arrojan arena a los ojos y, si vuelve a mirar,
lo tullen (Hay, I, pág. 154; Mas‘udi, Muruy, II, § 1162).
51
El Héber bíblico, nieto de Sem y supuesto epónimo de los hebreos (GN
10; 21-25).
52
Ismael, hijo de Abraham (v. EI2, s. v. 'Isma‘il', art. de R. Paret). La teoría
tradicional árabe sobre el origen de su raza es anterior al Islam, y sostiene
que ésta remonta a dos remotos patriarcas, Qahtan y ‘Adnan, el primero
padre de los árabes del sur y el segundo de los del norte. La tradición
pretende que los descendientes de Qahtan son los «árabes verdaderos», en
tanto que los de ‘Adnan son los «árabes arabizados». Mientras que las
fuentes árabes coinciden en que 'Adnan era descendiente de Ismael en
octava generación, Mas‘udi (Muruy, II, § 993-4) advierte que catan según
unos, era también descendiente de Ismael; pero que, según otos., era el
Yoctán hijo de Héber del Génesis 10: 25-26.
53
Alusión al proverbio Ibn Bid ha cortado el camino (Maydani, Mayma‘,
II, pág. 98, n.º 1766). Era un rico comerciante adita al que Luqman protegía
abubilla, dónde está la sepultura de su madre y por qué su olor
apesta64.

42. Háblame de la nación que fue metamorfoseada y al punto


desapareció: de qué cosa venía y en qué cosa quedó, si marítima o
terrestre. Si era del mar, ¿se trata de la anguila? y si era de la
tierra, ¿es tal vez el lagarto uromastrix65? ¿De qué es madre el
camaleón, y qué son los hijos del chacal, la comadreja, el
champiñón velludo y la cochinilla? ¿Cuál es la historia de la jara?
mediante el pago de un estipendio, que aquél depositaba en un desf1ladero.
Cierta vez, viendo un desmesurado montón de mercancías que había
dejado, Luqman gritó: «¡Ibn Bid ha cortado el camino!». La expresión se
aplicaría a aquél que, empleando un hábil proceder, cierra el camino a sus
adversarios (v. Pellat, index, s. v.)
54
az-Zubara. Véase n. 56.
55
Nombre árabe de la estrella Canopo. Alude el autor a la creencia en el
catasterismo de Suhayl, quien presuntamente era perceptor del diezmo en el
Yemen antes de ser convertido en estrella (Hay, I, pág. 297; Ibn Qutayba,
Ta’wil mujtalif al-hadil, Beirut, Dar al-Hilal, 1989, pág. 14). La inquina de
los árabes hacia los recaudadores debía de ser considerable, a juzgar por el
testimonio que el mismo Yáhiz atribuye a la tradición beduina, según el
cual Dios metamorfoseó a todo cobrador de tributos y tasas que se hubiese
comportado inicuamente (Hay, VI, págs. 79-80). También Ibn Qutayba (l.
cit.) comenta la creencia en que un lobo entró al paraíso por haberse
comido a un perceptor del diezmo. Véase Abu Hamid al-Gamati, al-Mu‘rib
‘an ba‘d ‘aya’ib al-Magrib (Elogio de algunas maravillas del Magrib), ed.
y trad. de I. Bejarano, Madrid, CSIC, 1991, pág. 169 y sigs.
56
Los dos ángeles caídos de Alc. 2: 102. Descendieron a este mundo para
demostrar a Dios que eran capaces de comportarse mejor que los hombres
y mostrarles el recto camino. En cuanto echaron pie a tierra, bebieron vino,
pecaron a porfía, se prosternaron ante otro que no era Dios y fueron
seducidos por una prostituta de maravillosa belleza, az-Zuhara, a la que
comunicaron el Gran Nombre de Dios, con el cual podrían regresar al cielo.
Ella lo pronunció y ascendió a los cielos, donde Dios la castigó
transformándola en un planeta, Venus. Harut y Marut quedaron presos en
Babel, donde enseñaron a los hombres la magia. La historia entronca con
las tradiciones semíticas en tomo a uniones entre humanos y divinos (v.
infra, n. 49); con el mito midrásico de los ángeles caídos que enseñan a los
hombres artes ocultas; y con dos de las -Entidades. zoroastrianas de Ahura
Mazda, Haurvatat y Ameretat (cp. Hacut y Macut). Pellat, index, s. v. El2,
s. v., art. de G. Vajda.
¿Cuál es la razón de la existencia de los gatos 66? ¿Cuál es el
porqué de la creación del cerdo67? ¿Cómo es que en la mosca se
juntan veneno y cura68, que a la víbora no la mata su propio
veneno y que el sol no abrasa la que alberga dentro de sí?

43. Dame noticias de los Substitutos69: ¿Se encuentran hoy en


‘Ary, en Beisán, o quizá dispersos como estaban? Dime si son
todos árabes, clientes suyos o bien mestizos. Y más, ¿qué hizo el
57
Ár. irbiyana, especie de langostino, carabinero o langosta. Dice Yáhiz en
Hay, I, pág. 297: «En punto ala anguila y el uromastrix, habéis contado que
eran naciones que fueron metamorfoseadas [v. supra, § 42]. Algunos dicen
sobre la irbiyana que era una costurera que robaba hilo, y que fue
metamorfoseada; pero se le dejaron algunos hilos para que le quedaran
como signo distintivo y como marca de la clase de hurto que había
cometido».
58
Yáhiz recoge (Hay, I, pág. 297; VI, pág. 477), sin más detalles, la opinión
popular de que la rata era una molinera -o bien una hechicera judia- que fue
metamorfoseada. Según un hadiz de Abu Hurayra (Bujari, Sahih, k59 bad’
al-jalq, b15, n.º 3305; Damiri, Hayat, s. v. ‘fa'r’ el Profeta veía en la rata a
un pueblo israelita metamorfoseado, arguyendo que si se le pone delante
leche de camella, no la bebe; cosa que si hace cuando la leche es de oveja.
Pues, en opinión de comentaristas, al ser la carne y leche de camélido ilícita
para los judíos (al contrario que la carne y leche ovinas), semejante actitud
de la rata indica que era un pueblo israelita metamorfoseado.
59
Según cierto número de tradiciones y hadices referidos por Camiri
(Hayat, s. v. 'wazaga') y el propio Yáhiz (Hay, IV, 289-90), la salamanquesa
es aliada de Satanás. Quien la mata, es como si matara al demonio mismo;
su muerte redime de siete (o setenta) pecados, al tiempo que vale por cien
buenas obras, etc. Ello es que la salamanquesa se dedicó a soplar cuando
Jerusalén ardía y cuando Abraham fue arrojado a la hoguera por haber
hecho pedazos los ídolos babilónicos (v. Alc. 21: 51 y sigs.; El libro de las
argucias (Relatos árabes), Barcelona, Paidós, 1992, pág. 122).
60
La paloma enviada por Noé, según parece (GN 8: 11).
61
Ár. ‘izaya, especie de lagarto no venenoso. Yáhiz recuerda que, según los
mazdeos, cuando Ahriman repartía los venenos del mundo entre los
distintos animales, la ‘izaya fue el último en llegar, con muchas horas de
retraso y cuando los venenos estaban ya todos asignados, por la que no
pudo conseguir el suyo (Hay, VI, pág. 459).
62
Según varias tradiciones referidas por Yáhiz (Hay, III, pág. 537 y sigs.;
V, pág. 536) y Damiri (Hayat, s. v. 'difda‘), el croar de las ranas es una
alabanza a Dios: Por tanto, la rana es uno de los más piadosos animales y
hombre de Antioquía70? ¿Por qué Salman ocupó su lugar tras
Bilal? y tras Salman, ¿quién venía? ¿Cuáles eran sus tribus?
¿Dónde se encuentran sus casas y sus mujeres? ¿Cómo es que no
se ha ido ante ellos? ¿Por qué no se ha indagado su paradero?
¿Cómo es que se fijó el habla de Beisán como la lengua
universal para el Día de la Resurrección 71? ¿Cómo el hígado del
Pez llegó a ser el primer alimento de los que van al Paraíso? ¿Y

no hay que matarla de ningún modo. Tampoco se debe dar muerte al pájaro
surad (posiblemente se trate de un ave de la familia del pico), por razones
no del todo claras, aunque sabemos que, según la tradición, esta ave fue la
primera en ayunar (Damiri, Hayat, s. v; Hay, III, pág. 526).
63
Según Qazwini (‘Aya’ib, pág. 288), las termitas indicaron a los demonios
la muerte de Salomón. Damiri (Hayat, s. v. 'dabba') añade que se comieron
el bastón en que éste se apoyaba, por lo que cayó y se mató. Los genios o
yinn, en señal de agradecimiento, les llevan el agua allí donde se
encuentren.
64
La abubilla es hedionda porque construye su nido con boñiga (Hay, I,
pág. 238; Damiri, Hayat, s. v. 'hudhud'). Según nos cuenta Yáhiz en Hay,
m, pág. 510, árabes y beduinos pretendían que el penacho o copete propio
de la abubilla es un premio de Dios por su piedad filial, ya que enterró a su
madre en su cabeza. Pues bien, estas noticias se encuentran ya en Claudio
Eliano (Historia de los animales, Madrid, Gredos, 1984, III, 26; XVI, 5),
quien atribuye la fábula de la sepultura a «los brahmanes» de la India,
desde donde habría pasado a los griegos, primeramente a Esopo y más
tarde a Aristófanes.
65
V. infra, n. 57; supra, n. 73.
66
El gato «es un animal recatado y dócil. Dios lo creó para rechazar a las
ratas. Se ha referido que los moradores del Arca de Noé sufrían por causa
de ellas. Noé pasó su mano por la frente del león, que estornudó y arrojó
una pareja de gatos; por eso el gato es el animal más parecido al león; ama
la limpieza, se peina la cara con su propia baba y, si alguna parte de su
cuerpo se mancha, no para hasta limpiársela» (Qazwini, ‘Aya’ib, pág. 260).
67
La leyenda de la creación del cerdo nos la cuenta el mismo Yáhiz (Hay,
V, págs. 347-8): ante la pestilencia de tanta defecación como había en el
Arca, Noé se quejó a Dios, que hizo salir de una bosta del elefante una
pareja de puercos a los que se dio por alimento aquellos excrementos y
olores. De ahí viene la expresión árabe en tomo a su origen: el elefante es
el padre del cerdo; y por eso el cerdo es el animal más parecido al elefante,
tiene trompa como él, etc. (Hay, I, pág. 146; III, pág. 316; VII, pág. 204,
passim).
por qué al Pez se le dio el nombre de Nun 72? ¿Es verdad que el
cataclismo se origina por su propio movimiento y el terremoto por
su propio corrimiento? y que la tierra se trague a alguien; eso,
¿qué es?

44. Di cómo presenciaste la metamorfosis: ¿era a lo largo de los


días como se les trasfiguraba la fisonomía, o sucedía de golpe?
Luego, ¿seguían su vida? ¿Andaban por ahí desesperados? ¿Se les
dejaba quizá tres o cuatro días vivos y luego se les eliminaba?
Tras la metamorfosis, ¿seguían sabiendo quiénes eran y
reconociendo cuanto les acontecía73?
68
Esta creencia se apoya en un hadiz de Abu Hurayra (Bujari, k76 tibb,
b58, n.º 5782): «Si cae una mosca en el plato de alguno de vosotros, que la
sumerja enteramente y luego la retire; pues en una de sus alas hay
enfermedad y en la otra curación», y la mosca, al caer, siempre antepone el
ala dañina (Ibn Qutayba, o. cit., pág. 14; Hay, III, pág. 313).
69
al-Abdal. Quinto grado de la jerarquía de los santos entre los sufíes. Cada
uno de estos grados de amigos o siervos de Dios tiene una región particular
y una esfera de acción determinada. Permanecen ocultos, desconocidos de
las masas, y participan en el mantenimiento de la armonía universal. Los
Abdal son cuarenta y tienen su residencia en Siria. Se les atribuye toda
clase de buenaventuras: la lluvia, la victoria sobre los enemigos, que no
haya calamidades públicas, etc. (EI; art. de I. Goldziher). Véase E. W.
Lane, Maneras y costumbres de los modernos egipcios, Madrid, Libertarias
/ Prodhufi, 1993, pág. 232 y sigs.; F. M. Pareja, o. cit., pág. 202 y sigs.
70
V. Alc. 36: 13 y sigs.
71
Antigua villa situada en el actual Hawrán (Siria). Según el asceta y
tradicionista Sufyan at-Tawri, el día de la Resurrección los hombres
hablarán la lengua de Beisán (es decir, el siríaco) y, tras entrar en el
Paraíso, árabe (Pellat, index, s. v. 'Baysan').
72
Según un hadiz comentado por Ibn Qutayba (o. cit., pág. 14) y Damirl
(Hayat, s. vv. 'nun', 'tawr') quienes vayan al Paraíso comerán, no más entren
en él, hígado del pez sobre el que se sostiene la tierra (v. supra, n. 147). Los
nombres de ese pez son Nun y Bahmut (cp. Behemot, JOB 40: 15).
73
Como ya hemos podido observar (§ 42). Yáhiz recoge en esta epístola la
inveterada creencia árabe en metamorfosis y catasterismos. Tales opiniones
son sin duda anteriores al Islam. pero aleyas hay en éste que, de una u otra
forma, las afianzaron en la nueva comunidad musulmana (2: 65; 5: 60; 7:
166). A partir del testimonio alcoránico, inevitablemente se multiplicaron
los comentarios y las tradiciones acerca de dichas metamorfosis. Así.
leemos en Hay, VI, pág. 77: «Cuentan, basándose en varios jurisconsultos.
Dame también noticias de estos mares: Buntus [Ponto],
Qaynas [Océano], al-Asamm [Mediterráneo], Sakin [Pacífico],
Muzlim [indico], Mayutis [lago Meótide, mar de Azov] y al-Baki
[mar Rojo], Háblame de [la montaña de] Qaf74; dime dónde
estabas en el año del Torrente y cuánto hace del tiempo de la
Protohistoria75, Cuéntame dónde se hallaban las monarquías de
Azd y los arsácidas, en qué eran distintas una y otra, y ambas con
respecto a la de los sasánidas. Di cuál era la diferencia entre
Jurrah-Ardasir e Histaspes y en qué eran diferentes Abarwiz y

que [Ibn ‘Abbas] vio a un hombre que comía la carne de un uromastrix y le


espetó: "Has de saber que te has comido a un patriarca israelita"». La
controversia sobre la ventura de los seres metamorfoseados la resume el
autor en Hay, IV, pág. 68: «Tocante a la metamorfosis. la gente sostiene
opiniones diferentes. Hay quien pretende que el producto de esas
transformaciones no se reproduce ni perdura, salvo en la medida en que
queda como advertencia y escarmiento divinos [...] Y hay quien dice que
subsiste y tiene descendencia; incluso han hecho del uromastrix, la anguila,
la liebre, los perros, y otros más, los descendientes de las naciones que
fueron metamorfoseadas en dichas formas».
74
Montaña cósmica que rodea la tierra, dando al firmamento su color verde
(o azul) característico. Esta idea de una montaña que pone límite al mundo
habitado es común en la cosmología de varios pueblos del antiguo Oriente
(v. EI2, s. v., art. de M. Streck-[A. Miquel».
75
Zaman al-fitahl. Este nombre designaba entre los árabes la época del
mundo que precede a la creación del hombre (o bien el periodo que corre
entre la Creación y el Diluvio). Se pretendía que en esta época las piedras
eran blandas, y que los animales y todas las cosas hablaban y tenían
conocimiento (Hay. IV. pág. 202). Parece que de ese modo podían
explicarse mejor las venerables pisadas de patriarcas impresas en la roca y
las múltiples leyendas árabes en torno al verbo de los animales. Maydani
(Mayma‘, III, pág. 31, n.º 3054) cita el refrán Eso era en tiempo de Fitahl,
usado para referirse a una época pretérita, a un año de Maricastaña, vale
decir. Probablemente la palabra tenga su origen en Phtahil, nombre del dios
mandeo de la creación, que quizá se componga a su vez del nombre Ptah,
Dios primordial de la cosmogonía egipcia, y de la raíz semítica ‘l, que
designa, como se sabe, la divinidad; de ahí la citada expresión árabe (Pellat,
index, s. v.)
AnusilWan, Yadima y Tubba‘, Fanyab y Ballahara, Bagbur y
Qaysar.

45. Dame noticias de los faraones: ¿eran del linaje de los


amalecitas? y estos últimos, ¿vienen acaso del pueblo de ‘Ad?
Pero, aclárame, ¿de la primera rama de ‘Ad o de la otra?
Háblame del planeta Mercurio el hindú y la respuesta que le
dio al planeta Mercurio el celestial cuando éste descendió hasta él
desde su firmamento: si no pasó entre ellos nada aparte de lo que
sabemos, y cuánto hace que tal cosa ocurrió.

46. Ponme al corriente de cuál fue el origen del agua desde el


principio, cuando no más fue vertida en su fluido mismo: ¿era
acaso un mar salobre que se tornó en dulce y cristalino, o era
quizá cristalino dulzor que vino a dar en salada marea? Dime,
¿cómo es que el agua se originó más allá del firmamento, y sin
embargo no se encuentra sino en las entrañas de la tierra? Puesto
que el agua se parece al aire tanto como el aire se parece al fuego,
¿cómo, pues, se encuentra tan a sus anchas en el centro, si la tierra
está tan lejos de parecerse al cielo? Pero ah, permíteme, ¿cómo ha
podido ningún dahri76 pretender [más autoridad que tú] para
explicar la cuestión del yunque y el martillo o el dilema del huevo
y la gallina, a pesar del sinfín de tus años y tanto suceso como
llevas pasado en el pellejo? Anda, dime cómo empezó la cosa del
budismo en la India, el culto a los ídolos entre los pueblos y cuál
es la historia de ‘Amr b, Luhayy entre los árabes77.

76
Materialista que rechaza la fe en Dios, creyendo en la eternidad del
mundo. Véase F. M. Pareja, o. cit., págs. 118-19.
77
Jefe legendario de la tribu Juza‘a, el cual, según Yáhiz (Hay, VI, pág.
203; v. supra § 183), poseía un ra’iyy o genio personal. Dice la tradición
que fue el reformador del paganismo mecano, donde introdujo el culto de
los ídolos. Sobre este importante personaje y su historia, v. T. Fahd,
Panthéon, passim.
47. Háblame de ‘Anaq, hija de Adán78, Dime de Maysara y
Masarra, de Masyah y Masyanah79, de Bahya y de Tahya80,
¿Desde cuándo está habitada la Península Arábiga? ¿Y cuánto
hace que emigró Yunan81? Dime cuál es la diferencia entre la
India y el Sind, entre el Sind y el pueblo de Mand. Y ponme al
corriente de todos los que murieron de hemorragia nasal, de
cuantos fueron devorados por las hormigas, de aquéllos que la
Inundación se llevó por delante, de los seguidores de Nu‘man y el

78
Personaje legendario de la prehistoria semita y árabe. Según la tradición,
‘Anaq era hija de Adán, hermana gemela de Set y esposa de Caín. Tuvo
numerosos hijos, entre ellos el gigante ‘Uy (Pellat, index, s. v.; v. infra, n.
34).
79
La primera pareja humana, según la cosmogonía mazdea. El semen de
Gayomart, el hombre primordial (v. supra, § 77), fue recogido en el sol y
purificado tras su muerte. De tal simiente nació el ruibarbo, y de ahí
Masyah y Masyanah. Esta primera pareja fue inmediatamente corrompida
por Ahriman, hecho que inició su supremacía sobre el mundo durante tres
mil años, hasta la venida de Zaratustra (J. Duchesne-Guillemin, o. cit., pág.
360; H. Corbin, o. cit., págs. 75-6). Yáhiz, que con ligeras variantes refiere
pareja historia de Masyah y Masyanah en Hay, I, pág. 190, concluye su
relato afirmando que «son muchas las sandeces dichas al respecto por
quienes afirman su existencia».

80
Pellat (index, s. v.) propone brillantemente que se trate de un insólito
empleo de los célebres vocablos tohu wabohu (cp. ár. bahya wa tahya), que
en Génesis 1: 2 designan el «vacío y caos informe» que al principio era la
tierra. Tohu wabohu pudieron llegar al árabe como pueblos o naciones
(Bahya y Tahya) pertenecientes a una supuesta creación preadámica, cuya
existencia sospecharon varios autores musulmanes basándose en las aleyas
2: 30 y 35. En esta última, Dios advierte a Adán y Eva: «¡No os acerquéis a
este árbol. Si no, seréis de los impíos!». Dicha advertencia -comenta Yáhiz-
«indica que impíos e impiedad ya habían estado presentes en la tierra»
(Hay, I, pág. 189). v. supra, § 206.
81
Ancestro epónimo de los griegos (al-yunan). Refiere Mas‘udi (Muruy, II,
§ 664-667) que Yunan era descendiente de Héber y enano de Qahtan (v.
infra, § 44), y que emigró del Yemen con toda su prole, familia y demás
allegados, hasta llegar a los confines del Occidente, donde se estableció,
aumentó su progenie y «su lengua se volvió extranjera». Cuando los
descendientes de Yunan se multiplicaron, buscaron un nuevo lugar donde
asentarse. Ese lugar fue la ciudad de Atenas.
número de sus tribus. A ver qué me dices de la lapidación
celeste82: ¿era de recio pedrisco, o era quizá como las piedras de
arcilla y pedernal del pájaro Ababil83?
Dime qué significa, en su justo valor y genuina acepción, el
nombre del río Éufrates84. Cuéntame por qué se seca el mar y
mengua la tierra. Hazme saber: ¿por qué los astros ejercen su
influjo en este mundo sin haber semejanza entre unos y otro? ¿Es
que no influye la tierra en los cielos con su poder? ¿Acaso es
posible que un ente influya en otro sin que éste a su vez influya en
aquél?

48. Dime cuánto tiempo ha pasado desde que la humanidad


formaba una sola nación y sus lenguas eran iguales. ¿Al cabo de
cuántas generaciones el negro ennegreció y se blanqueó el eslavo?
¿Por qué el color ha sido más rápido en alterarse que el cuerpo?
82
Se trata de la lapidación de los demonios. En Alc., 37: 6-10, Dios dice:
«Hemos engalanado el cielo más bajo con estrellas / como protección
contra todo demonio rebelde. / Así, los demonios no pueden oír al Consejo
Supremo, porque por todas partes se ven hostigados, / repelidos [...]». Este
«Consejo Supremo». la forman los ángeles, quienes habitan en los siete
cielos y conocen los secretos del mundo, que Dios les ha revelado. Así, los
demonios o satanes «dan origen ala nigromancia, poniéndose a escuchar.
junto al cielo inferior; luego adulteran con falsedades la oído y dictan a los
adivinos los oráculos que de éstos recibe la gente. Los ángeles, para
ahuyentarlos, les tiran las luces del cielo, como dice el Corán. Estas luces,
en la creencia popular, son las estrellas fugaces. (F. M. Pareja, o. cit., pág.
208).
83
Pájaro extraordinario, enviado por Dios (Alc. 105: 4) contra la expedición
que Abraha, rey abisinio cristiano del Yemen, había dispuesto en el año 570
contra La Meca. Ababil bombardeó el ejército de los yemeníes con piedras
sobrenaturales llamadas siyyil; las cuales, según explican Mas‘udi (Muruy,
II, § 1129) y Damiri (Hayat, s. v. 'ababil') eran piedras de arcilla y pedernal
juntamente, sacadas del fondo del mar. Estos misteriosos proyectiles
aparecen más veces en el Alcorán (15: 74), siempre como una lluvia
punitiva enviada por Dios contra sujetos o pueblos impíos; y son idénticos
a la lluvia de «azufre y fuego» con que Dios castigó a Sodoma y Gomorra
(GN. 19: 24, episodio también mencionado, con lluvia de siyyil, en Alc 11:
82).
84
Ár. al-Furat, ¿'muy dulce', 'agradable al gusto'?
Dime la razón por la cual venían los niños al mundo trayendo los
rasgos físicos casuales del padre, no los tradicionales de su
ascendencia, y con todo nunca ha nacido entre los árabes un niño
tarado. ¿Cuál es, pues, tal particularidad, que hace excepción ala
regla? Cuéntame cuánto tardó la lengua de cada pueblo, tras la
confusión de Babel, en consolidarse y extenderse.

49. Dime -te lo ruego- quién goza de más larga vida, si es el


buitre, el onagro de al-‘Ana, la serpiente o el lagarto uromastrix.
Infórmame de cuándo la serpiente prescinde del almuerzo, de
cuándo el uromastrix se nutre de la brisa85 y cuándo se interrumpe
el buitre en el apareamiento. Dime cómo es que no procrean ni el
mulo (que es cruce de onagro y yegua), ni el sim‘ (que es cruce de
hiena y lobo) y, sin embargo, procrea el ra‘ibi (la cría de la
paloma duenda y el palomo torcaz) lo mismo que el camello bujti
(cruce del árabe de pura sangre con el semental del Sind). ¿Por
qué sucede que, en siendo de especies diferentes, no procrean los
animales de pezuña partida y sí lo hacen los que tienen cascos o
dedos? En cuanto a la jirafa: ¿es cierto que es cruce de hiena y
camella86? y la japuta: ¿lo es del esturión y el barbo?

85
Ár. 'dabb', lagarto de la especie llamada uromastrix. Es de notar que ya
Heródoto (Historia, II, 68), al hablar de los cocodrilos del Nilo, dice que
suelen abrir sus fauces «de cara al céfiro». Yáhiz señala (Hay, IV, pág. 128)
que «las serpientes terrestres viven de la brisa y se sostienen de ella cuando
llegan a viejas, y lo mismo el uromastrix». Y leemos en Avaros, pág. 169:
«Hijo mío, ¿por qué el lagarto ha llegado a ser la criatura que más vive si
no es por nutrirse del aire?». Esta creencia en alimentarse del aire se
encuentra también, aunque referida al camaleón, en J. León Africano
(Descripción general del África, trad. S. Fanjul, Barcelona, Lunwerg, 1995,
pág. 352) y en nuestros clásicos («Sustentarse del aire como el carnaleón»,
G. Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales). Véase EI2, s. v.
'dabb', art. de L. Kopf.
86
Este animal dio lugar entre los árabes a especulaciones de todo género.
Qazwini (‘Aya’ib, pág. 248) indica las razones: «Su cabeza es como la del
camello; sus cuernos son vacunos; su piel, como la del leopardo; sus patas,
como las del camello; tiene pezuñas partidas, como las de la vaca, [...] su
cola es como la de la gacela». Por ello, señala Yáhiz (Hay, VII, pág. 241)
que hay quien piensa que sea un cruce entre camello y hembra de leopardo.
Y añade Qazwini (l. cit.): «Se ha dicho que la jirafa es un híbrido de
50. Háblame de ‘Anqa’ Mugrib y de su génesis: si se engendró por
sí misma o de macho y hembra; por qué la han puesto estéril y de
sexo femenino; cuándo extenderá un nido para ese chiquillo,
cuándo cobijará con sus alas a los partidarios del Imán y en qué
momento le pondrán la brida. Dime, ¿cuándo se esparcirá el
azufre rojo para él y cuándo será conducida a su presencia la
montaña de diamante87?

51. Ponme al corriente de la construcción de la muralla de al-


Ubulla; de quién erigió Hira y quién levantó la planta de Misr.
Dime quién fue el fundador de Karda-Bundad y de la ciudad de
Samarkanda. Háblame de la edificación que se atribuye a Sem en
al-Mada’in: ¿es de verdad de Sem? y Palmira, ¿lo es de Salomón?
Di, ¿en qué son diferentes los reinos de Ajab, hijo de ‘Umri88, y de

camella abisinia, vaca salvaje y hiena; pues en Abisinia la hiena monta a la


camella, y ésta pare una criatura de hechuras entre hiena y camella. Si esta
clia sale macho, y cubre a un órix hembra, de ahí viene la jirafa». Tan sólo
Mas‘udi (Muruy, II, § 845) tras referir también las mentadas
especulaciones, señala que había quien vera en la jirafa una especie
independiente o, quizás, una variedad del camello. Véase León Africano,
Descripción, pág. 344; al-Qalyoubi, o. cit., pág. 163.
87
‘Anqa’ Mugrib. Ave fabulosa del folclore árabe, de rostro humano y
género incierto. Este mito fue adoptado por la secta extremista chiita
sumaytiyya como símbolo mesiánico. Pretendía que, entre otros prodigios,
la ‘Anqa’ construiría un nido para el niño que estuviera destinado a ser
imam. El niño la embridaría y cabalgaría para esparcir por todo el mundo el
azufre rojo, mineral legendario de dudosa existencia (Pellat, glos., s. v.
'anqa"). Maydani (Mayma‘, II, pág. 391, n.º 2604) recoge el refrán Más
precioso que el azufre rojo, añadiendo que es cosa que no existe sino
cuando se nombra. La alquimia consideraba este mineral como parte
fundamental del Elixir (si no el Elixir mismo), y ya el mismo Maydani (l.
cit.) refiere que, para algunos, se trataba del oro rojo.

88
Reyes de Israel. Leemos en 1 RE 16: 25 y sigs. que ambos fueron
grandes pecadores e idólatras, «más que todos sus predecesores». v. G.
Widengren, «Religión judeo-israelita», en Historia Religionum, vol. I, 223-
311, pág. 265; M. Garcia Cordero, o. cit., pág. 495 y sigs.
Nemrod el Pecador89? ¿Qué trascendencia tuvo el reino de Du l-
Qarnayn con respecto al de Salomón?

52. He sido -que Dios prolongue tu existencia- desdeñoso con la


altura y reacio con la retaquez, mientras que ensalzaba la
proporción y alababa al hombre mediano. Mas no se trata -vive
Dios- de que lo bueno de la proporción compense lo lamentable
de una corta vida, ni que la hermosura del hombre mediano
implique perder la utilidad de los conocimientos, pues [de ser así],
¡ojalá fuera yo más bajo que tú y más arrapiezo, más poca cosa y
más endeble!
Y tampoco la petición que por ti hago de tener una larga vida
es en demanda de que aumenten tus días, sino en señal de
sumisión y de humildad; y así, si me oyes decir: «Que Dios
prolongue tu existencia», ésa es la idea que quiero transmitir; y si
me ves afirmar: «No deje Dios tu hogar vacío», ahí es a donde
voy.

53. Se ha dicho que el comer animales longevos robustece las


hechuras, alarga la vida y fortalece la salud de los cuerpos, como
por ejemplo pasa con las torcaces, el lagarto uromastrix o los
burros salvajes, y como ocurre con la carne de buitre -para quien
se la coma -o la magra de serpiente -para el que juzgue lícito su
uso -. Pues bien, si tal proclama es cierta y semejante tratamiento
provechoso; si usas de él y en él estás adelantado, si lo juzgas
conveniente –y lo mismo da si lo rechazas -, nos serviremos de él
en parte y en él nos meteremos de alguna forma [...] 90 ¡Pero cómo
puedo hacer eso si soy pequeño de orejas, cuellifino y testichico,

89
El Nemrod bíblico, rey de Babel según GN 10: 8-12. Es también, según
los comentadores, el personaje citado en Alc. 2: 258 y, probablemente, el
rey de los impíos que arrojaron al fuego a Abraham por haber destrozado a
sus ídolos (ib., 21: 51 y sigs). Su relación con el «pecador» Ajab de Israel
debe de estar en que, según la tradición, Nemrod fue el introductor de la
idolatría en Babel (T. Fahd, Panthéon, pág. 30 y n. 4). Sobre su leyenda,
relacionada con el nacimiento e infancia de Abraham y desarrollada en
fuentes midrásicas y musulmanas, Véase EI1, s. Y. 'Namrud', art. de B.
Heller; Argucias, págs. 122-23.
90
En este punto el texto presenta una laguna, atribuible sin duda al copista.
mientras que tus orejas son como las de Abu Suhayl; tu cuello, el
de Qasim b. at- Tammar; y tu cabeza, la cabeza de Goliat!

54. Se dan en tu ser dos cosas extrañas y dos extraordinarios


argumentos: el tránsito de generación y corrupción por tu persona,
y la alternancia entre la insuficiencia y el exceso que hay en ti. Y
pues tu esencia es celestial y tu constitución es terrenal, así gozas
de longevidad aun portando el estigma de lo perecedero. Eres
pretexto de contradicción, causa de incompatibilidad. ¿Qué has de
pensar de una criatura a la que no daña el absurdo ni lastima la
contradicción?

55. ¡Mira -si me permites- lo que ha sacado en claro de ti el oro y


qué pesares le han entrado al vino por tu culpa! Los dos se
jactaban de su prolongada vida, se ufanaban de su permanente
lozanía y de que el tiempo los perpetuaba en la actualidad,
mientras que a todas las cosas las sumía en la decadencia. Mas
cuando tu esplendor superó el suyo, cuando tu longevidad
sobrepasó la de ellos dos, tras gozar de la gloria se abatieron y,
perdidos los honores, se vieron humillados.
No tengo otra cosa que decir de ti más que lo afirmado por
aquel beduino cuando en la oscuridad perdió el camino y, tras
reconocer la senda con la salida de la luna, levantó la cabeza,
exclamando agradecido: «¿Qué he de decir? ¿Diré quizá: "Que
Dios te alce a los cielos"? Ya lo ha hecho. ¿Diré: "Que el Señor te
ponga guapa"? Ya lo ha hecho. ¿O acaso dejaré caer: "Dios te
haga vivir muchos años", si también lo ha hecho? Pues bien, esto
va a ser: " ¿Para qué voy a hablarte, ni qué voy a decir, si hasta
ahora no he pronunciado más que perogrulladas y refritos?"».

56. Dicen algunos de quienes hacen de la reflexión oficio, se


consagran a la filosofía e indagan los secretos de las cosas, que no
hay ser de cuantos rodean al hombre, en su casa, su albergue, su
dominio o dondequiera que eche raíces, al que el hombre no
aventaje en supervivencia o longevidad, así las palomas, las
gallinas, los perros, los gatos, las vacas, las ovejas, los burros, los
caballos, los búfalos y los camellos. Afirman también que, de
tales seres, los de más corta vida son los pájaros; y los de más
largo existir, los mulos. Junto con ello, pretenden que la causa de
la longevidad del mulo se debe al poco copular, mientras que la
corta existencia de los pájaros se debe a entregarse mucho al
coito; y que lo que satisface esa razón y demuestra esta tesis es el
hecho de que a los eunucos les toca una larga vida ya los
sementales una corta existencia91.

57. Por mi parte ya primera vista -Dios te guarde- no hallo reparo


a tal analogía; ni tampoco la encuentro, según lo más probable,
inverosímil. Pero aun si lo supiera a carta cabal, si conociera el
tema a ciencia cierta, lo más preciado me sería contar en ello con
un predecesor fiable, un guía infalible, y remitir mi opinión a un
hombre ecuánime, apoyándola en alguna prueba fidedigna: así
pues, di, que te escuchamos; haznos una señal, que te seguimos.

58. De ti -permíteme- me maravilla la aversión a la celebridad y


tu gateo entre la multitud de los haswiyya92, contento contigo
mismo y en defensa de tu posición, sabedor de lo que del cielo
recibiste y confiado en cuanto se te dio de natural. ¡Ah por qué
poco -gracias a Dios- te ha echado Iblis delante, y qué
insignificancia lo que Adán te saca! ¡Quiera Dios acrecentar el
bienestar de quien te ensalce y la pujanza de quien te auxilie!

91
Ár. sifad, 'coito, cópula'. El autor resume aquí la creencia en que la corta
existencia de los animales está en relación con su mucho sifad, y viceversa.
Tal observación arranca nada menos que de Aristóteles (Acerca de la
longevidad, 466b5, en Tratados breves de historia natural, Gredos, Madrid,
1987, 305-16). Por su parte, Maydani (Mayma‘, II, pág. 146, n.º 1906)
recoge los proverbios Más follador que un pájaro, más que un gallo, y más
que un gato. Añade Yáhiz al respecto (Hay, VII, pág. 221) que la
longevidad es característica de los monjes, y ya hemos visto (infra, § 32)
que una de las «razones» de la lozanía de Ahmad era el abandono del coito.
al-Qalyoubi (o. cit., pág. 178), en tanto, sostiene que la mucha cópula
acelera la aparición de las canas, y también (más cabalmente, pensamos)
que hace adelgazar.
92
Denominación dada por los mu‘tazila a la generalidad de los ortodoxos,
ligados a la tradición, y especialmente, a los defensores del antropomorfis-
mo. Véase F. M. Pareja, o. cit., pág. 118.
59. Los rapsodos han recogido poesías sobre los macrobios 93, y
han elaborado tradiciones acerca de ellos. No hemos hallado
pruebas concluyentes, ni tampoco indicios sólidos, en contra de
tales noticias, y no podemos negarlas debido a la verosimilitud de
lo que cuentan; mas tampoco podemos confirmarlas, pues no hay
en ellas ninguna evidencia que las pruebe. Además, tú ya sabrás
cuánto desconcierto trae la duda; la turbación que conlleva el
desconcierto; el cansancio que acarrea la turbación; la continua
aflicción que conduce al cansancio; el aislamiento que producen
las aflicciones continuas; el albur de obsesiones y pálpitos que se
origina en el aislamiento prolongado; el cansancio corporal que
subyace al desaliento del corazón ya la fatiga del espíritu; y
cuánta razón de hastío hay en la insistencia, cuánta manquera en
la ignorancia y cuánto abatimiento del espíritu en las
lucubraciones.

60. Así que hazle a tu casa una puerta en la que podamos


descansamos; y colócale una divisa, que hagamos parada en ella.
Tú sabes lo que se ha dicho de la edad de Nabiga Bani Ya‘da, de
Malik Du r-Ruqayba, de Nasr b. Duhman, de Ibn Buqayla al-
Gassani, de Rabi‘ b. Dubai‘ y de Duwayd b. Nahd94; y aún has
visto -Dios te dé larga vida- el nacimiento de sus padres y
abuelos, de sus clanes y tribus, de la raíz y las ramas de sus
93
Ya en la Biblia (GN 5: 1 y sigs.) tenemos todo un rosario de personajes
extraordinariamente longevos, con el célebre Matusalén a la cabeza. Esta
creencia continuará entre los árabes, para los cuales será Noé, y no su
abuelo Matusalén, el patriarca que más tiempo vivió (v. infra, § 37; supra,
§ 188). Lo interesante de la creencia árabe, en cualquier caso, es que (al
contrario de los gigantes que poblaban la tierra) los macrobios no se
extinguieron, sino que han seguido apareciendo por "el mundo
esporádicamente. Tal pretensión tuvo que hacer fortuna en el Islam, como
justificación de la que echar mano en la cronología de las cadenas de
transmisión de los hadices y, especialmente, en el chiismo, como sostén de
la idea de imam oculto, que aguardaría vivo en algún lugar la hora de su
parusía. v. EI1, s. v. 'mu‘ammar', art. de G. H. A. Juynboll; Pellat, glos., s.
v. s. v. 'rafidi'; supra, n. 148.
94
Desde el principio del párrafo hasta aquí, los personajes citados por
Yáhiz son considerados tradicionalmente macrobios. v. Pellat, index, s. vv.
familias. Conque dime, ¿es cierto lo dicho, o se ha mentido sobre
ellos? ¿Se han ajustado a la verdad o se ha exagerado?

61. En relación a cuanto las tradiciones transmiten sobre la altura


y la anchura de los cuerpos de la gente, a cuanto se asegura sobre
la grandiosidad, humanidad y corpulencia que tenían -quitando lo
que el Libro dice de los cuerpos de ‘Ad95-, el argumento contra
tales mentiras se halla a la mano, ya la vista está la prueba que
señala el extravío del sentido común de sus autores: como, por
ejemplo, lo que hemos podido constatar según el tamaño de las
espadas de los nobles, el cuento de las lanzas de los caballeros, las
coronas de reyes que se conservan en la Caaba, o la estrechez de
sus puertas y la escasa altura de los peldaños de las escaleras en
sus viejos castillos y antiguas ciudades. También corroboran lo
dicho los sarcófagos que les servían de sepulturas, las puertas de
sus tumbas en las entrañas de la tierra o en la cima de los montes,
sus mazmorras, la altura a la que colocaban los candiles de sus
iglesias y -mirando a ras de sus cabezas- sus casas de culto, foros
y campos de juego.

62. He aquí que si, en contra de cuanto se ha pretendido sobre la


longevidad de aquella gente, pudiéramos echar mano de pruebas
tales como ésas a las que hemos acudido para desmentir su
elevada altura, entonces no te daríamos tanto trabajo ni te
usaríamos en provecho propio. Sin embargo de esto, si la razón de
su elevada estatura y corpulencia está en pertenecer a una época
ya extinta, a la mocedad de la tierra y su esplendente energía
-antes de ajarse la una e ir consumiéndose la otra -, lo suyo
hubiera sido que sus antecesores fueran más grandes aún y, en
virtud de tal cálculo, se hubieran ido achicando sus descendientes,

95
Apunta ahora Yáhiz a la creencia en una pasada raza de gigantes. Tal
conjetura, antigua entre semitas y árabes, halla con el Islam su fundamento
religioso en la alusión alcoránica a la corpulencia del fabuloso pueblo de
‘Ad (7: 69), destruido por Dios en castigo a su impiedad. Yáhiz, como se
ve, rechaza la existencia de tales seres, y tan solo da crédito (¿quizá de mal
grado?) a la nombrada afirmación del Alcorán.
los sucesores de los descendientes y los que vinieran tras estos
últimos.

63. Que Dios te guarde en vida, dime quién fue el constructor de


Ri‘am, quién alzó la Caaba de Nayran96, quién erigió Gumdan97,
quién levantó Palmira, quién fue el fundador de las dos
pirámides98, cuánto hace que se construyó Ma’rib, qué distinguía
a al-Ablaq al-Fard99 de al-Musaqqar100, qué diferencia el palacio
de Nubahar del castillo de Sindad y quién fue el constructor de
‘Aqarquf101, Dime por qué -si no te importa- te has pronunciado a
favor de Yum‘a al-Iyadiyya en contra de Bint al-Juss, de Ibn
Sarya a costa de Siqq, de al-Najjar frente a Ibn an-Nattah y de Ibn
al-Kayyis contra Ibn Lisan al-Hummara. ¿Qué distinguía a
96
Según la leyenda, los cristianos de Nayran (localidad del sur de Arabia)
hicieron construir una iglesia a la que llamaban la Caaba de Nayran, porque
estaba construida sobre el modelo de la Caaba de la Meca. V. Pellat, index,
s. v.
97
Nombre de un célebre y monumental castillo de Sana; era uno de los
edificios más notables de los árabes. Su construcción fue atribuida a
Salomón, por supuesto con la ayuda de los genios. V. supra, n. 200 (Ph. K.
Hitti, o. cit., pág. 45; v. Abu Hamid, Tuhfa, págs. 120-1).
98
Parece que los árabes se interesaron sobre todo por las pirámides de
Keops y Kefrén, por su tamaño y quizá por la leyenda de que eran las
tumbas de Hermes y de Agathodaimon. Véase Abu Hamid, Tuhfa, págs. 51,
123-125; Ibn Battuta, o. cit., pág. 138; Ibn Yubayr, A través del Oriente,
Barcelona, Ediciones del Serbal, 1988, pág. 71.
99
Ablaq el Incomparable, alcázar así llamado por su proverbial fama de
inexpugnable. Una tradición atribuye su construcción al rey Salomón. V.
EI1, s. v. 'Ablak', art. de M. Seligsohn.
100
V. infra, § 38.
101
Conjunto de ruinas situado al oeste de Bagdad. Según la leyenda, allí se
encontraba la hoguera a la que fue arrojado Abraham (v. Alc. 21: 68; infra,
n. 89). El rey babilonio Kurigalzu (h. s. -XIV) habría sido el constructor de
la ciudad, cuyo ziggurat en ruinas atrajo la curiosidad de los árabes, que
refieren varias leyendas sobre el emplazamiento. Según Abu Hamid (Tuhfa,
pág. 54), el fundador del lugar fue un legendario rey llamado ‘Aqarquf, que
escondió allí un tesoro de innumerables riquezas. Dios infunde espantosos
terrores al que intenta tomarlo por la fuerza, por lo cual el lugar es
inexpugnable. V. EI2, s. v. ‘Akarkuf, art. de S. M. Stem.
Zenobia de la Reina de Saba? ¿Qué diferencia a Jatun de Buran, a
Yulanda de Asbad, a Hidyam de Afta? ¿Y a Luqaym 102 de
Luqman, a Kurz b. Al-qama de Muyazziz al-Mudliyi y a Rafi‘ al-
Mujiss de Du‘aymis ar-Raml103?

64. Infórmame sobre la trascendencia de las regiones desérticas y


los yermos del hemisferio sur: ¿se extiende aquello desde que
giran los cielos y comenzó a brotar vegetación, o bien es que los
periodos de [aridez y de fertilidad] fueron repartidos entre los dos
hemisferios, de guisa que unas épocas son áridos y otras feraces?
¿Por qué crees más antigua la región de Daws que la de
Babilonia? Dame noticias de los cometas: Gvienen de día o
aparecen de noche? ¿Por qué antepones los bizantinos a los
chinos en la carrera por la Obra? ¿Por qué crees que el Tíbet es
más antiguo que Sumatra? ¿Por qué prefieres la quietud al
movimiento? ¿Por qué se te antoja que la existencia sea
degeneración y la unión separación?

65. Te he encontrado -si me permites comentarlo- receloso de ser


Ibn Sa’id, al tiempo que esperabas ser el Antecristo. Quizá seas la
Bestia del Apocalipsis -qué sé yo -, y puede que Saosyant, aunque
-alabado sea Dios- no eres al-Jidr. Lo que no dudo es que no eres
el Mesías... Se me da que el tuyo es el espíritu de Siqra; y el de
02
1
Hijo incestuoso de Luqman (v. infra, n. 6). Su historia figura en varias
fuentes, aunque el relato de Maydani (Mayma‘, DI, pág. 473, n.º 4514) no
tiene desperdicio: la hermana de Luqman «sufría a un marido impotente, y
quería tener un hijo con una inteligencia y sagacidad como las de su
hermano. Entonces dijo a su cuñada: "Mi marido está incapaz, y temo
echarme a perder por él. Préstame por esta noche el lecho de mi hermano".
Ella accedió; conque llegó Luqman, que a la sazón se había achispado, y
echó mano de su hermana. Ella concibió de él a Luqaym. A la siguiente
noche, se llegó Luqman a su mujer, y exclamó: "Este coño lo conozco"». Al
parecer, el refrán serviría para dar a entender que se está al tanto de una
cosa.
103
Rafi‘ el intrépido y el Bichito de la arena, célebres exploradores o guías
del primer Islam y la antigua Arabia, respectivamente, cuyas figuras se han
hecho proverbiales. Mejor guía que Du‘aymis y Éste es el Du‘aymis de la
cuestión (para señalar a quien la conoce bien), son algunos de los refranes
que Maydani recoge al respecto (Mayma‘ , I, pág. 482, n.º 1447).
Belcebú también; o mejor, el de Dakkala. Y no hay duda: ¡eres el
Arconte esperado104!

66. Aguántame una sola pregunta más y no volveré a ello; te la


haré larga y ya no añadiré nada: ¿qué hay de diferente entre
Wadd, Suwa‘, Yagut y Ya‘uq105, ya su vez entre Manat, al-‘Uzza,
al-Gabgab y ‘A’im, ya su vez entre Manaf, Nuhm, Sa‘d y
Marhab106? ¿Cuánto hace que Isaf yació en fornicio con Na’ila?
¿Y cuánto desde que ambos fueron metamorfoseados en la
Caaba107? Dame noticias de Barahut y Balahut, de al-Yabiya y del

104
Arkun, 'arconte', 'jefe'. Se trata de los hijos de las tinieblas o hijos
nacidos del principio del mal, según la doctrina de Mani. Respecto a este
«Arconte esperado», Pellat (index, s. v.) tiene la impresión de que Yáhiz
confunde elementos del mazdeísmo y el maniqueísmo, tomando a Saosyant
(cf. infra, § 40, n. 41) por un arconte. V. Fihrist, págs. 777-786.
105
Estos cuatro nombres, que aparecen (junto con el de Nasr, no
mencionado aquí) en Alc. 71: 23, son los de otras tantas divinidades de la
Arabia central, veneradas hasta la época de Mahoma. Según se infiere del
texto alcoránico, los contemporáneos de Noé se negaron a abandonar su
culto cuando éste ya había recibido las señales de la profecía. Véase al-
Qalyoubi, o. cit., pág. 254; T. Fahd, Panthéon, cap. II, s. vv.
106
Ídolos y divinidades del panteón preislámico. Véase T. Fahd, Panthéon,
cap. II, s. vv.
107
Nombre de dos divinidades de La Meca preislámica, dos estatuas de
piedra sobre las que se derramaba sangre de víctimas. Refiere Mas‘udi
(Muruy, 11, § 947): «los Yurhumíes se prostituyeron y corrompieron
grandemente en el recinto sagrado [de La Meca]. Uno de ellos llegó incluso
a fornicar con una mujer en la Caaba. El hombre se llamaba Isaf y la mujer
Na’ila. Dios los transformó en piedra». Y prosigue Abu Hamid (Tuhfa, pág.
88): «Éste hombre era el rey de la tribu de Yurhum. Se enamoró de Na’ila y
fornicó con ella en la Caaba, por lo que Dios, para que sirvieran de
escarmiento, los transformó en estatuas de piedra. Los de Qurays los
sacaron del templo y pusieron a Isaf sobre una piedra clara ya Na’ila sobre
pedernal, para escarmiento de quienes los vieran. Al cabo de unos años se
convirtieron en objeto de veneración. Pero solamente Dios conoce la
verdad». Las estatuas, pues, debían de tener una vaga forma humana, de tal
modo que se pudo urdir en tomo a ellas la leyenda edificante que hemos
visto, destinada a prevenir a los peregrinos de La Meca contra la
prostitución sagrada (sobre la cual, v. M. García Cordero, o. cit., pág. 465).
T. Fahd, Panthéon, pág. 103-4.
lugar [donde mora] el Tirano. Háblame también de la espada
[forjada por] el rayo y de quién ha hecho llegar tal cosa a los
rafidíes108. Dime qué era la riqueza de Qarun 109, qué el tesoro de
an-Natf110 y de quién la perla única. Y aún, ¿qué eran los zarcillos
de Mariya111? ¿Cuál fue el origen de la fortuna de Ibn Yud‘an112 y
cómo se consultaba a su madre? Dime, en fin, cuál es esa riqueza
que quien toma de ella se arrepiente, y quien la deja se arrepiente
igual.
108
Chiitas extremistas. Más adelante (§§ 130, 189) sabremos con certeza
que Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab era rafidi. Este dato explica mejor la
postura mu‘tazili de Yáhiz en contra del protagonista y sus creencias,
muchas de las cuales (macrobios, imamato, metempsicosis, doctrina del
bada’, etc.) aparecen en este texto.
En cuanto a la espada forjada por el rayo, Yáhiz indica (Hay, V, pág. 87)
que «mucha gente dice incluso que hay espadas forjadas por las centellas
de los rayos», creencia localizada en Tabaristán por Biruni (ib., n. 2, cit. ‘A.
S. M. Harun), el cual refiere que había quien atribuía las puntas de lanza y
venablos de cobre hallados en las entrañas de la tierra a los rayos caídos
sobre ella.
109
El Coré (o Córaj) bíblico (NM 16). Por sus muchas y proverbiales
riquezas, Qarun es el Creso de la tradición islámica. En Alc. 28: 76, leemos
la palabra de Dios: «le habíamos dado tantos tesoros que un grupo de
hombres forzudos apenas podía cargar con las llaves». Y en el mismo
pasaje alcoránico, Qarun afirma: «Lo que se me ha dado lo debo sólo a una
ciencia que tengo», razón por la cual desde muy pronto se pensó que tal
ciencia fuera la del Elixir o piedra filosofal. En efecto, Ibn an-Nadim
afirma en el Fihrist (pág. 844) que Dios reveló el conocimiento de la Obra
a Moisés y Aarón (para bañar en oro el Arca de la Alianza, añaden otros
autores) y que quien operaba en su nombre era Qarun. En castigo por su
soberbia y apego a los bienes mundanos, Qarun y sus riquezas fueron
tragados por la tierra (Alc. 28: 76-84). Véase EI2, s. v., art. de D. B.
Macdonald; Pellat, index, s. v.
110
Se trata de un personaje proverbial, que, siendo un pobre aguador, robó
un cargamento de riquezas enviado por Badán, el sátrapa del Yemen, al
emperador persa Cosroes II Parviz. Pasó todo el día repartiendo aquel
tesoro entre los pobres, y aun así permaneció rico (Maydani, Mayma‘, III,
pág. 103, n.º 3295; pág. 510, n.º 4632).
111
Mariya Bint Zalim b. Wahm, esposa del rey de Gassan Yabala III (495-
529), apodada «Mari ya la de los zarcillos» (Mas‘udi, Muruy, II, § 1079),
pues ofrendó al templo de La Meca sus legendarios pendientes, adornados
con dos perlas del tamaño de un huevo de paloma, de incalculable valor. De
67. -Si no te importa -, has observado a los hombres desde que
fueron creados y has contemplado a los genios antes de que se
ocultaran. Por ti mismo advertiste que las cosas eran puras e
impuras, indeterminadas y concretas, sanas y corruptas: así pues,
no se te oculta lo que media entre la hipótesis y la evidencia, entre
la dolencia y la salud, entre lo posible y lo imposible, lo
hermético y lo misterioso, lo escaso y lo extraordinario, la prueba
y el trasunto de la prueba; igual que has distinguido entre el viso
de la confianza y el asomo de la duda, hasta tal punto, que en ti
las partes se encuentran integradas, los límites conocidos, las
categorías sabidas y el mundo representado en absoluta plenitud.
Luego cataste la causa lo mismo que el efecto, conociste el
pretexto igual que la argumentación, contemplaste las razones no
más vieron la luz, las causas recién fueron creadas, y sabes
separar de lo natural el artificio y de la verdad el oropel.

68. Así pues, ¿qué me dices de los genios personales 113? ¿Qué
sabes de los ensueños? ¿Qué comentas del Elixir de la
alquimia114? ¿Qué puedes decir acerca de la amalgama de la
Obra? ¿Y de la heteromancia? ¿Y de la fisiognómica? A ver qué
cuentas de la buena ventura, del mal agüero, de la maledicencia y
del sentido de la baraca. ¿Qué sabes sobre las estrellas, los
ahí viene la expresión Los zarcillos de Mariya, que equivalía ala nuestra
Todo el oro del mundo (Pellat, index, s. v.)

112
‘Abd Allah Ibn Yud‘an, personaje quraysí de fines del s. VI, célebre por
su generosidad y su fortuna, que debía al comercio caravanero y de
esclavos. Sin embargo, una leyenda atribuye su riqueza a un tesoro que
descubrió en una tumba (Pellat, index, s. v.)
113
Ár. Ra’iyy. «Si un genio domaba a un hombre, intimaba con él y le
transmitía noticias, percibía por sus sentidos y leía en su imaginación.
Entonces la gente decía: con fulano hay un ra’iyy» (Hay, VI, pág. 203).
Véase un caso de genio personal en E. W. Lane, o. cit., pág. 266.
114
Esto es, la Piedra Filosofal (al-Iksir), objeto primordial de la Obra.
Sobre la alquimia árabe, v. Fihrist, o. cit., págs. 843-868; Ibn Jaldún,
Introducción a la historia universal (Muqaddima), México, Fondo de
Cultura Económica, 1987, págs. 947-959, passim.
lunares, los secretos de la palma de la mano115 y la
espatulomancia116? Dinos lo que sepas sobre [la interpretación de]
la roedura de la rata117, la insistencia del escarabajo, los rizos y
tirabuzones de la cabeza, los mechones o rodales blancos de los
caballos118, la mangosta119 y las sobras de comida que dejan los
animales120. ¿Qué puedes decir del gallo blanco con la cresta

115
Asrar al-kaff: quiromancia. Véase Fajr ad-Din ar-Razi, Tratado de la
ciencia fisiognómica, en M. J. Viguera, Dos cartillas de fisiognómica,
Madrid, Editora Nacional, 1977, pág. 87.
116
Nazr fi l-aktaf('escrutinio de los omoplatos'). Fajr ad-Din ar-Razj (o. cit.,
en M. J. Viguera, Dos cartillas, pág. 87) describe así esta práctica:
«Examen de los omoplatos de los corderos o de las cabras, pues en ellos,
irisados por el sol, se aprecian rayas fijas y figuras definidas, que los
entendidos disciernen a propósito de muy diversos fenómenos del
macrocosmos, como pueden ser las guerras entre soberanos, o las ocasiones
de fertilidad y desolación». Es costumbre extendida en todo el norte de
África. Véase E. Doutté, o. cit., pág. 371; T. Fahd, Divination, págs. 395-
97.
117
En las formas y lugares de las roeduras de la rata se basaba otra
disciplina adivinatoria árabe. Una tradición pretende que a al-Mansur le fue
pronosticado el califato por la mordedura que una rata había hecho en una
gualdrapa donde se sentaba (Hay, V, págs. 303-4).
118
«Las tacas que aparecen en el badán de los caballos, para las que los
árabes tienen muy precisas denominaciones, considerándolas de buenos y
de malos augurios, según. Estas tacas se hallan también en Otros animales,
pero sólo en los caballos les conceden atención, pues este animal es el más
noble de todos después del hombre» (Fajr ad-Din ar-Razi, o. cit., en M. J.
Viguera, Dos Cartillas, pág. 87).
119
Según Damiri (Hayat, s. v. 'nams') una mangosta aparecida o vista en
sueños indica adulterio, pues ésta .roba gallinas, y se interpreta que éstas
son mujeres; conque quien se las ve con una mangosta o topa con ella en su
casa, se enfrenta a un sujeto adúltero. Pero sabe Dios..
120
A este respecto cita Yáhiz unas palabras atribuidas al Profeta: «Cinco
cosas provocan el olvido: comer manzanas, las sobras de la rata [?], sangrar
el hoyuelo de la nuca, despiojarse y orinar en aguas quietas» (Hay, v, págs.
269, 380). Véase Ibn Habib, o. cit., 14r.
hendida? ¿Y del gato negro121? ¿Y de orinar en las madrigueras 122,
estudiar los pozos prehistóricos y dormir entre dos puertas123?

69. Dime también cuanto sepas sobre las manchas blancas de las
uñas, sobre la retamada124, sobre colgarse patas de conejos125,
sobre alhajar al mordido por serpiente126 y sobre la camella atada
a la tumba y su gualdrapa127. Luego, ¿qué me puedes contar de las

121
Yáhiz recuerda (Hay, II, pág. 207) que «quienes afirman que el demonio
no entra en las casas si hay en ellas un gallo blanco con la cresta hendida,
son los mismos que dicen que al que come carne de gato negro no lo
Perjudica magia alguna». En Otro pasaje dice que este gallo pasa por ser la
encarnación de un ángel (que había sido enviado por Dios para indicar a
Adán las horas de oración, añade Kisa’i, cit. Pellat, glos., s. v. 'dik'); de ahí
que el demonio no entre a los sitios donde éste se encuentre, por la mucha
inquina que le tiene. También recuerda Yáhiz estas palabras, que habría
pronunciado el Profeta: «El gallo blanco es mi amigo, y enemigo del
Enemigo de Dios; guarda la casa de su amo y otras siete casas». Degollar
un gallo blanco, en fin, se considera causa de toda suerte de infortunios y
desgracias (Hay, n, pág. 259; M. Ibn Azzuz, Diccionario de supersticiones
y mitos marroquíes, Madrid, CSIC, 1958, s. v. 'gallo'), Sobre presagios y
adivinación sacados entre los árabes a cuento del gallo, v. T. fahd,
Divination, págs. 504-6. El gato negro, en fin, es para los yinn una de las
formas preferidas de encarnación (E. Doutté, o. cit., pág. 78). Sobre este
animal en la superstición popular, Véase J. G. Frazer, La rama dorada,
Madrid, Fondo de Cultura Económica, pág. 760, passim.
122
Las madrigueras, pozos, desagües, etc., son morada de los genios o yinn.
De ahí que orinar en ellas, verter agua caliente, etc., sea objeto de
inmediata represalia por su parte. Aún se conserva en el mundo árabe la
costumbre de pronunciar la fórmula En el nombre de Dios, el Clemente y
Misericordioso como protección contra la ira del yinn cuando se vierte
agua caliente por los desagües. V. supra, § 76.
123
En el folclore árabe, el umbral de la puerta es objeto de precaución, pues
también en él paran los genios; de ahí que no convenga molestarlos, al
pisarlo, porque este hecho acarrea desgracias y mala suerte. El mismo y
corrientísimo hecho de hacer pasar en brazos a la novia por el umbral, sin
que lo pise, respondería en realidad a este tipo de precaución (v. J. G.
Frazer, El folklore en el Antiguo Testamento, Madrid, Fondo de Cultura
Económica, 1993, pág. 421 y sigs.). En no pocos lugares de Andalucía y
Murcia, que sepamos, se considera cosa de mala suerte sentarse en el paso
de las puertas. Según refiere el propio Yáhiz (Hay, II, pág. 207) había quien
lechuzas128, de la impetración de lluvia con áloe y
asclepiadáceas129, de rasgar el velo y de bajarse las vestiduras? A
ver qué dices de cauterizar al camello sano para curar al sarnoso y
de la ablación de uno de sus ojos para evitar la epizootia o
esquivar las algaras enemigas130. ¿Qué sabes de las flechas de
mandar, de prohibir y de esperar131? ¿Y de las piezas de caza que
aparecen de frente, que salen por detrás, que van de izquierda a

no dudaba que, al que duerme entre dos puertas, los genios lo trastornan o
lo baldan. Por su parte, al-Qalyoubi (o. cit., pág. 177) sostiene que sentarse
en el umbral de las puertas «endurece el corazón y da un carácter cruel».
Recordemos, por último, cómo el rey David «estaba sentado entre dos
puertas» (2 SM, 18: 24) y así adivinaba las noticias que traían los
mensajeros de la batalla de Efraín. Véase E. Doutté, o. cit., pág. 410 y sigs;
M. Ibn Azzuz, o. cit., s. v. 'umbral'.
124
Ár. ratima, derivado de la voz ratm ('retama', 'hiniesta'), que designa una
práctica de la Arabia pagana explicada por Qazwini (‘Aya’ib, pág. 171) y A.
de B. Kazimirski (Dictionnaire arabe-français, s. v.): «En el momento de
hacer un viaje, entrelazaban dos ramas de árbol por sus extremos; si a su
vuelta hallaban las ramas en el mismo estado, sacaban augurio de que sus
mujeres les habían permanecido fieles durante su ausencia; si encontraban
las ramas separadas, se daban por traicionados.. Esta costumbre de anudar
matas aún está documentada por E. Doutté (o. cit., pág. 90) en la Argelia de
principios de siglo.
125
Refiere Yáhiz en Hay, VI, pág. 357: «Los árabes preislámicos creían que
a quien se colgara la pata de una liebre no lo alcanzaría el mal de ojo, ni la
envidia, ni magia alguna. Así, cuidaban aquella pata, porque los yinn huyen
de ella», probablemente a causa de la presunta menstruación de las liebres
(Damiri, Hayat, s. v. 'arnab'). V. supra, § 180.
126
Ar. baliyy as-salim. lit. «enjoyar al sano». Salim es voz que significa
'sano', 'salvo'; pero que, como eufemismo, designa igualmente al herido de
muerte por la mordedura de una serpiente: pues parece que salud era lo que
se le deseaba, a falta de remedio mejor y fiando en el buen augurio de la
palabra. Para evitar que el veneno se extendiera por su cuerpo, la víctima
no debía dormir. También se le colgaban joyas de mujer, que produjesen un
tintineo que le impidiera conciliar el sueño. Este era el mejor remedio que
se podía emplear (Pellat, glos. s. v. 'salim'; E. Doutté, o. cit., pág. 363).
127
Se trata de una camella o yegua que, en tiempos anteislámicos, se ataba
a la tumba de su dueño, sin alimento y con una gualdrapa cubriéndole la
cabeza, para que muriera y le sirviera de montura el día que éste resucitase
(EI1, s. v. 'baliya', art. de J. Hell).
derecha y que se cruzan de diestra a siniestra 132? ¿Qué puedes
decir de la andadura que, sobre los muertos, hacen las madres
cuyos hijos no viven133? ¿Y de la sangre de los reyes en pro de los
rabiosos134?
70. A ver qué cuentas en punto a la epilepsia, a la metamorfosis
del gul135, al silbo de los genios, a la aparición de los genios
domésticos y su sumisión a los encantamientos 136, ¿Qué sabes del
genio personal de al-Ma’mur al-Hariti y de ‘Utayba b. al-Harit al-
Yarbu‘i? ¿Cuál es la diferencia entre el vidente, el cohén, el
128
Según refiere Damiri (Hayat, s. w. 'hama', 'sada') los árabes preislámicos
creían que el alma de un asesinado sin venganza se convertía en una
lechuza que permanecía sobre la tumba del difunto, graznando así:
«Dadme, dadme de beber sangre de muertos». Cuando se tomaba cumplida
venganza, la lechuza echaba a volar y desaparecía.
129
Ár. istimtar. Se trata de un modo preislámico de pedir o provocar lluvia.
En caso de persistente sequía, los árabes reunían todo el ganado vacuno que
podían, atándole a la cola y las patas sula‘ (¿áloe?) y ‘usar (asclepias
gigantea). Entonces subían el ganado así dispuesto a algún monte
escarpado y le pegaban fuego al áloe y la asclepiadácea, armando mucha
bulla con sus rogativas. Creían que esta práctica provocaba la lluvia (Hay,
IV, pág. 466). Véase T. Fahd, Panthéon, pág. 10 y sigs.
130
Sobre estas prácticas comenta Yáhiz (Hay, I, pág. 16): «Los
predicadores reprenden a quien reprocha a un hombre por la culpa de otro;
hecho que anda en refranes, tal y como dice el poeta an-Nabiga:

«la culpa de Amri’ me achacas, ya él lo descuidas


como al sarnoso: marcan a fuego al otro, que a sus anchas pace»,

pues, si la sarna prendía en sus camellos, [los beduinos] daban cauterio al


sano para que pagara por el enfermo, con lo cual enfermaban al sano en vez
de sanar al doliente. Si medraba el número de camellos de uno, llegando a
mil, vaciaban un ojo al semental y, si aún pasaba de esta cifra, entonces le
vaciaban el otro» para proteger al rebaño de los ataques enemigos, el mal
de ojo y las epizootias. La práctica de dar cauterio gratuito a los animales
fue prohibida por el Profeta.
131
Se refiere el autor a la adivinación con flechas (istiqsam), práctica
extendida entre los pueblos semitas (EZ 21: 26-27; 2 RE 13: 15). Entre los
árabes se practicaba con dos flechas (con valor de 'sí' o 'no'), o tres flechas
('hacer', 'no hacer' y 'esperar') que, lanzadas al tuntún delante de un ídolo,
indicaban, bajo su auspicio, la conducta a seguir. Véase E. Doutté, o. cit.,
págs. 373-75, 127-8; T. Fahd, Divination, págs. 181,204 y sigs.
adivino y el que tiene un genio inspirador? Dime cuanto sepas de
la transformación de Iblis en la imagen de Suraqa al-Mudliyi y en
la apariencia del Viejo del Nayd137. Infórmame de Siniqnaq y
Saysaban, de Samlaqa y Zamba‘a, de al-Mudhib138 y la si‘lat139,
de Barkuwayr y Darkadab140; y dime qué hay que distinguir entre
Mishal -demonio de al-A‘sa -y ‘Amr, demonio de al-Mujabbal141.

132
La heteromancia árabe, o adivinación según el vuelo de los pájaros,
alcanzó gran precisión y complejidad. Las aves que salían de derecha a
izquierda se consideraban de buen presagio, y viceversa. Véase T. Fahd,
Divination, pág. 440 y sigs; E. Doutté, o. cit., pág. 359.
133
Según esta creencia árabe anteislámica, las madres que caminan sobre el
cadáver de un noble que haya muerto a traición conservarán a sus hijos con
vida. Si resulta que sus hijos murieron, tras hacer la mencionada andadura
podrán volver a concebir (Lisan al-‘Arab, s. v, 'miqlat'). Ésta y otras
prácticas, con ligeras variantes, aún están documentadas en el Egipto del s.
XIX: «Algunas mujeres, a fin de quedar embarazadas, andan, sobre el
cuerpo de un hombre decapitado, siete veces, sin decir nada» (E. W. Lane,
o. cit., pág. 259).
134
También en Hay, II, págs. 5, 310, menciona Yáhiz esta creencia árabe y
preislámica, según la cual la sangre de reyes o personajes nobles cura la
rabia y la locura. A. P. Caussin de Perceval (Essai sur l'histoire des Arabes
avant l'Islamisme, 3 vols. [1.ª ed. París 1847-8], Graz, Akademische Druck-
u. Verlagsanstalt, 1967, vol. II, pág. 34) refiere el caso de cierto rey
preislámico condenado a muerte, cuya sangre fue celosamente guardada en
vasijas.
135
Criatura fantástica, del género de los yinn; una especie de «coco», vale
decir. Algunas de sus propiedades son morir si se les da un golpe, revivir si
se les da dos, usar como monturas a perros, conejos y avestruces, y
transformarse en toda foma y estampa de mujer (Hay, I, pág. 309; VI, pág.
220).
136
V. supra, § 75, n. 154.
137
Refiere Yáhiz en Hay, I, pág. 299: «Gabriel-la paz sea sobre él-
caminaba sobre la tierra con la imagen de Dihya ai-Kalbi; en tanto, a Iblis
se le veía por los caminos con la imagen de Suraqa al-Mudliyi. También se
apareció bajo la imagen del Viejo del Nayd, y como estos casos hubo otros
muchos». Este 'Viejo del Nayd', según la tradición, se introdujo en el
consejo que los Quraysíes celebraron para decidir la suerte de Mahoma, y
les aconsejó que le dieran muerte (Hay, VI, pág. 163 y n. 4. Pellat, index, s.
vv.)
71. Por ti Dios nos ha preservado del mal, en ti nos ha puesto a
prueba, nos ha colmado de fortuna y se ha mostrado justiciero: así
pues, que la tristeza sea con quien te desaire, y que Él conceda
lluvia al que te reclame. ¡Guay de quien ignore tus méritos! O
mejor dicho: ¡ay de quien los niegue! Permíteme decirte que, del
mismo modo que antes de ser no eras, así tampoco serás después
de ser y, tal cual medraste en la amplitud del tiempo, igual en su
amplitud irás menguando; porque todo lo largo es corto, y todo lo
fInito es poco. Por consiguiente, guárdate de pensar que eres

138
El Dorador (o el Arrebatador), demonio sobre el cual comenta Yáhiz
(Hay, VI, pág. 194) que «necios eremitas y santones mentecatos. Pretenden
que les ha sido encomendado particularmente para tentarlos, mostrándoles
cosas extraordinarias, como encenderles fuegos e iluminar las tinieblas de
su celda (o ponerles la mesa, añade Qazwini, ‘Aya’ib, pág. 237).
139
V. infra, § 40, n. 49.
140
«Afirman que, en 10 tocante a! poder ya! número de los yinn y los
demonios, la mayor parte se ha manifestado en Siria y en la India. Y
también se dice que el capitoste de los demonios de la India se llama
Tankawir [= Barkuwayr], y que el de Siria se llama Darkadab» (Hay, VI,
pág. 232). Pellat (index, s. v. 'Kuwayr') sugiere con reservas la posibilidad
de identificar a este Barkuwayr con el dios Kuvera o Kubera, una de las
«divinidades cardinales» del budismo (v. A. Wayman, «Budismo», en
Historia Religionum, vol. II, 363-451, pág. 393).
141
El carácter maravilloso o sobrenatural de la inspiración poética, común a
numerosos pueblos, tenía especial relevancia entre los árabes (v. T. Fahd,
Divination, págs. 72-5). Así recoge Yáhiz la opinión popular: «Afirman que
con todo gran poeta hay un demonio; el poeta dice sus versos por boca de
ese demonio». Pues bien, ‘Amr era el nombre del demonio inspirador del
poeta al-Mujabbal. El también poeta al-A‘sa tenía al nombrado Mishal por
demonio acólito, al cual invocaba cuando alguno le satirizaba, para así
responder con parejas burlas en verso (Hay, VI, págs. 225-6).
En cuanto a los anteriormente citados Siniqnaq y Saysaban, son sendos
patriarcas de tribus enteras de demonios o genios. Según la leyenda, el
primero persuadía al gran poeta Bassar b. Burd; en tanto que el demonio
del vate Hassan b. Tabit pertenecía «a la tribu del segundo» (Hay, VI, págs.
228, 231; Pellat, index, s. vv.).
sempiterno, porque blasfemarías; ¡Y no niegues que seas una
criatura, porque caerías en el politeísmo!

72. Cierto es que las ínfulas que alberga Satán [de triunfar] en
quienes son como tú, no las tiene con otros; ni tampoco halla en
otros las razones que [para tal triunfo] encuentra en ti. Tú no eres
como Iblis -de no ser por la tradición que le asegura la existencia
hasta que el mundo acabe y desaparezca, no lo habría antepuesto
a ti ni lo habría equiparado contigo-; eres más digno de disculpa y
más merecedor de indulgencia que él: si se me apareciera, no le
interrogaría con las preguntas que te hago, ni le platicaría las
mismas charlas que tengo contigo. Además, si Satanás es tu igual
en la disputa, en el consejo es todo lo contrario; si tú repruebas
algo, lo haces con educación y rectitud; pero él, si niega algo,
siempre es con la trapaza y el engaño. Y de cualquier modo, nos
resultas más semejante que él: nos remontamos a un mismo
origen, pertenecemos a un Padre y una misma religión nos une.
73. Dame noticias del siqq142, del waqwaq143 y del nasnas144;
también del duwalbay145, del rinoceronte146, de ‘Anqa’ Mugrib, del
azufre rojo y del toro de Dios en la tierra147.
Háblame del desfiladero de la montaña de Radwa 148 y de los
montes de Hisma. Dime cuándo vas a ver el agua negra, la arcilla
azul y el aire pardo. ¿Cómo es esa pantera? ¿Tiene sed aquel
león? ¿Ha puesto huevos el murciélago? ¿Está segura la

142
Variedad de genio, con la mitad del cuerpo de forma humana, que se
aparece a los viajeros y los mata a tajadas y mandobles (Hay, VI, pág. 206).
143
Criatura medio planta, medio animal. Son .seres que a lo más que se
parecen es a la especie humana. Son producto de grandes árboles, de los
cuales cuelgan por los cabellos. Tienen mamas y órganos sexuales
semejantes a los de las mujeres, la cara roja, y no cesan de gritar:
«¡waqwaq!» (Damiri, Hayat, s. v.)
144
Criatura extraña, con la figura de medio hombre. «En San‘a’ hay una
tribu de árabes cuyos individuos han sido transformados en la mitad de un
hombre, de tal forma que solo tienen media cabeza, medio cuerpo, una sola
mano y un pie [...] Carecen de inteligencia [...] Los árabes los llaman
nasnas y les dan caza para comérselos. Los nasnas hablan el árabe, llevan
nombres árabes, se reproducen y recitan poemas. (Abu Hamid, Tuhfa, pág.
28). Véase M. J. Viguera, «El nasnas: un motivo de ‘aga’ib-, en Orientalia
Hispanica, vol. I, Leiden, E. J. Brill, 1974, 647-674.
145
«Nombre de ciertos sujetos de la India. Se dice que tienen piernas
delgadas y flexibles, como tiras de cuero. Fingen ser viajeros lisiados, e
insisten en que los transeúntes los lleven a sus espaldas; entonces los
asfixian, enroscándolos con sus piernas» (F. Steingass, Persian-English
Dictionary, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1957, s. v. 'duwal-pay').
Añade H. Massé (Croyances et coutumes persanes, pág. 353, cit. Pellat,
glos. s. v. 'Duwalbay'): «Dèvalpa es un viejo que se pone a la orilla del
camino y gime. Solicita a todo el que pasa: "¡Llévame a tus espaldas!" Si
alguno accede, tres metros de piernas semejantes a serpientes salen de su
vientre y se enrollan alrededor del porteador. Aprisionándolo firmemente,
Devalpa le ordena: "Trabaja para mí". Es necesario embriagarlo para
desembarazarse de él».
146
Karkaddan (cp. el «cartazono» de Claudio Eliano, o. cit., XVI, 20).
Yáhiz coloca al rinoceronte en esta serie de entes extraordinarios, pues
dudaba de su existencia, aun a pesar de reconocerlo en el testimonio de
Aristóteles (quien lo llama 'asno de la India', Investigación sobre los
animales, Madrid, Gredos, 1992, 499h19; Hay, VI, pág. 27). Véase Abu
Hamid, Tuhfa, pág. 74; id., Mu‘rib, pág. 76 (con excelente nota de I.
avutarda149? ¿Cuándo vas a aprender el contenido de la disciplina
del Yafr150? ¿Cuándo vas a dominar cuanto hay en los Salmos?
¿Qué hicieron el semental de Wabar y las ovejas mde Abu l-
Mirqal?

74. ¿Cuál es la prueba fehaciente de la Parusía? ¿Qué se cuenta


acerca de la metempsicosis? ¿A cuento de qué profesáis la

Bejarano).
147
No parece fácil distinguir este toro entre el rebaño de toros, bueyes,
vacas y novillos sagrados que en el mundo han sido. Tras recordar que
quienes accedan al paraíso toparán con un pez y un toro de cuya carne
comerán (por ese orden, v. infra, § 43), Damiri refiere (citando a Wahb b.
Munabbih, Hayat, s. v. 'tawr'), que en los primeros tiempos, la tierra era
como un barco que iba y venía. Dios creó un ángel gigantesco y le ordenó
portarla sobre sí. Como el ángel no tenía apoyo firme para sus pies, creó
Dios una roca de jacinto rojo donde se afianzara; ya que la roca tampoco
halló seguro apoyadero, le creó un gran toro, llamado Kayuta (o Rayyan)
sobre cuyo cuerno y espalda descansase todo el conjunto; sin embargo,
tampoco el toro tenía sostén de sus patas, conque Dios formó un pez
colosal, de nombre Nun o Bahmut, donde el toro se asentó. Este pez, a su
vez, se sostiene sobre las aguas del universo; las aguas, en el aire; y el aire,
sobre las tinieblas. Aún se conserva en el mundo islámico la creencia en
que los terremotos se deben a que el toro de marras, fatigado, se cambia la
tierra al otro cuerno. Véase M. Ibn Azzuz, o. cit., s. v. 'temblor'; Abu
Hamid, Mu‘rib, pág. 242. Puede tratarse igualmente (Pellat, glos. s. v.
'tawr'), del toro primordial de los mazdeos, «cuya médula da origen a las
plantas, mientras que su semen es recogido y purificado en la luna» (J.
Duchesne-Guillemin, o. cit., pág. 359).
148
Esta montaña, a siete días de marcha de La Meca, llena de frondosos
valles, manantiales y desfiladeros, era para la secta chiita Kaysaniyya el
lugar donde moraba, vivo, el imán Muhammad b. al-Hanafiyya, quien
estaba custodiado entre un león y una pantera, junto a dos fuentes que
chorreaban leche y miel. Estaba escrito que regresaría al mundo para
colmarlo de justicia, tal y como antes estaba ahíto de iniquidad (Qazwini,
‘Aya’ib, págs. 113-4). Sobre Muhammad b. al-Hanafiyya y el mesianismo
chiita, v. C. Cahen, o. cit., págs. 33-4, 49-50; Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 203.
149
Desde el 'agua negra' a esta parte, el autor alude, probablemente, a los
signos de la parusía del Imam. En efecto, en Hay, V, págs. 236-7, Yáhiz
nombra algunas de las señales de su regreso: los murciélagos pondrán
huevos, el vino será lícito, la serpiente vivirá en paz con los pájaros, el lobo
doctrina del Bada’151? ¿De dónde habéis sacado que la ciencia es
un acto152? ¿Qué se dice sobre el alma?

75. Cuéntame qué son la magia, el talismán, ad-Danhas153, los


caracteres mágicos, el médium y los demonios de Salomón. Dime
qué se afirma acerca del incienso macho y la contemplación de
Júpiter. ¿Por qué se han apartado de los hombres? ¿Por qué han
pasado la noche en campo abierto; por qué han residido en yermo;
por qué se han lavado con agua pura y limpia? Habla, ¿cómo es
que han puesto a la cabeza la sinceridad, al tiempo que han
pospuesto el mal agüero? ¿Por qué han cedido [a los
encantamientos] y han agasajado, [mientras que otras veces] se
han negado [a responder] y han matado154?

con el cordero, etc. La pantera y el león nombrados en el texto recuerdan el


clima de paz mesiánica de IS 11: 6 y sigs: «Habitará el lobo con el cordero,
/ la pantera se tumbará con el cabrito, / el novillo y el león pacerán juntos».
150
Tradición secreta o cuerpo de enseñanzas esotéricas, religiosas y
políticas, que comprende todas las cosas hasta el fin del mundo (Pellat,
glos., s. v.) Es la «ciencia» de las letras islámicas y sus valores simbólicos,
de la cual probablemente surgió la cábala judía. Véase al-Qalyoubi, o. cit.,
pág. 115; EI2, s. v., art. de T. Fahd.
151
Doctrina teológica chiita, harto enrevesada y dificultosa, sobre la
'aparición' o 'emergencia' (bada’) de nuevas circunstancias que provocan el
cambio de un decreto divino anterior. V. EI2, s. v. 'bada", art. De I.
Goldziher-[A. s. Tritton].
152
En este punto el texto está alterado. Probablemente haya una laguna de
varias palabras.
153
Se trata, en teoría, del yinn más importante de todos, pues es el primero
de sus epónin1os o patriarcas, que da nombre a toda una clase de genios,
los Dabanis (Fihrist, pág. 728). Véase Abu Halnid, Tuhfa, pág. 32.

154
Yáhiz ha pasado a interesarse de nuevo por la magia y los genios.
Vuelve ahora a la pregunta de § 70 acerca de los encantamientos y conjuros
con que son llamados a presencia humana; conjuros por medio de los
cuales, al parecer, los genios se introducen en el cuerpo de quien los
pronuncia, como sucede con el médium. Leemos en Hay, VI, pág. 199:
«Decía ‘Ubayd Muyy [v. supra, § 139] que los genios ansían responder a
los encantamientos; pero que, si el cuerpo de quien los pronuncia no les
sirve como vehículo para encarnarse, no pueden entrar en él. El truco en tal
caso está en aplicarse sahumerios con incienso macho, contemplar el curso
76. Hazme saber quién estranguló a al-Garid 155, quién mató a Sa‘d
el día de la Madriguera156, quién fue el que hizo perder el juicio a
‘Amr b. ‘Adi y quién poseyó a ‘Umara b. al-Walid. ¿Cuál de ellos
abate a los sanos, cura a los enfermos y arrebata a los juiciosos?
Luego, ¿qué diferencia hay entre Satanás y los genios? ¿Y entre
los genios mismos? ¿Quién tiene el yadaf157 por alimento?
Háblame de la poesía de esos susurros que señorean el aire, de los

del planeta Júpiter, lavarse con agua pura y limpia, abandonar el coito,
comer tuétano [v. supra, n. 157], apartarse a los desiertos y frecuentar los
lugares en ruinas; así hasta que a los genios les termine pareciendo amable,
delicado, limpio y semejante a ellos». Si el sujeto pronuncia el
encantamiento en tales condiciones, los genios le responden; sólo así les
resulta grato penetrar en su cuerpo. Si no es así y el sujeto insiste en
pronunciarlo, los genios lo tullen; y si va más allá, lo matan (Hay, IV, pág.
185). En el Seudo Abu-l-Casim Maslama el Madrileño, Picatrix, Madrid,
Editora Nacional, 1982, págs. 233 y sigs., 257, passim, tenemos varias
muestras de prácticas de este tipo, al parecer heredadas del sistema sabeo
de ceremonias y ofrendas a los astros.
155
Célebre poeta y cantor al que, según la leyenda, los genios o yinn habían
prohibido cantar ciertos versos; cosa que desobedeció, por lo cual lo
estrangularon (Hay, VI, pág. 208).
156
Es cosa desaconsejada orinar en una madriguera, porque se arriesga uno
a los ataques de las serpientes e insectos y, sobre todo, de los yinn, que
tienen en ellas refugio. Sa‘d b. ‘Ubada era un compañero del Profeta que,
según la leyenda, fue asesinado por los genios por haber orinado en tal
lugar (Pellat, index, s. v.; Hay, I, pág. 302). Véase infra, § 68, n. 122.
157
Este nombre designa la espuma y las impurezas que se quedan en la
superficie del vino. En Hay, I, pág. 301, Yáhiz da noticia de que los genios
se alimentan de habas y tuétano, y tienen por bebida el yadaf (aunque no
especifica qué cosa es). La palabra designa también cierta planta del Yemen
que, según se dice, elimina la sed de tal suerte que quien la mastica no tiene
necesidad de volver a beber (Pellat, glos., s. v.)
rumores que se escuchan a la noche158; y dime cuanto sepas de an-
Numayri el de la Hoja159 y de Tamim ad-Dari el del Muro160.

77. Háblame de Saqlun, de Ahriman, de Kaveh161 y Gayomart162,


Idadas, Afradadas, Abrusars, Abrubars y Jwanirata Bamya.
¿Cómo esta Jwanirata ha llegado a ser la más poblada de las
regiones163? Aparte, ¿cuál es más numeroso: Gog o Magog? ¿Cuál

158
Por 'susurros que señorean el aire' hemos traducido la voz hatif;
participio activo de la raíz htf 'arrullar o 'hablar sin ser visto'. Hatif (que,
modernamente, se usa como 'teléfono') designa tradicionalmente las voces
o palabras que se oyen; pero sin que se sepa, ni pueda verse, quién las
pronuncia. Estas voces, en principio proféticas y oraculares, tenían carácter
divino (v. 8610 EZ 21: 1), y los árabes también las atribuyeron con
frecuencia a los genios. El hatif puede consistir en un susurro, unas
palabras, un refrán o conseja, e incluso versos y poemas enteros. A estos
últimos, poemas compuestos y recitados por los genios, se refiere Yáhiz
(Hay, VI, pág. 208), quien afirma que la prueba para saber si poemas que se
oyen por el aire están compuestos por los yinn, es que nadie puede
recitarlos tres veces seguidas sin aturullarse (y allega de muestra unos
versos que son un trabalenguas intraducible; aunque asegura que hay quien
es capaz de recitar diez veces, sin traspillarse, «los más fastidiosos y
trabados versos del mundo», y luego no es capaz de hacer lo propio con los
de los genios). El lector encontrará algunos casos de este fenómeno en Ibn
Battuta, o. cit., págs. 120-1, 129; al-Qalyoubi, o. cit., pág. 97. Véase T.
Fahd, Divination, págs. 170-1.
159
Probablemente se trate (Pellat, glos. e index, s. vv. 'waraqa' y 'an-
Numayri') de Sarik b. Junasa, personaje de quien se decía que entró al
Paraíso y regresó de él portando la hoja de uno de sus árboles (Hay, I, pág.
301). Es posible que este Sarik sea el mismo cuya historia relata al-
Qalyoubi (o. cit., págs. 236-7), pero no con una hoja, sino con un puñado.
160
Compañero de Mahoma. De origen siropalestino, fue monje antes de
convertirse al Islam. Se dice que fue el primer qass, o narrador de historias
religiosas, entre ellas las de la Bestia y el Antecristo o Dayyal, que
probablemente comunicó al Profeta. Desde temprana fecha comenzó a
correr entre loS musulmanes copia de leyendas sobre Tamim ad-Dari,
referentes a fabulosos viajes por lugares y países fantásticos, poblados por
toda suerte de seres extraordinarios. Entre tales lugares se contaba el mítico
muro que, según la leyenda, Alejandro levantó para contener a loS pueblos
de Gog y Magog, que Tamim habría visitado y conocido (EI1, s. v., art. de
G. Levi Della Vida).
es de más años, cuál de menos y cuál mejor: Munkar o Nakir 164?
¿Cuál es más mezquino: Harut o Marut? ¿Qué pez se tragó a
Jonás? ¿Qué serpiente engulló a al-Muhallab? ¿De qué madera
era el Arca de Noé? ¿Por qué es salobre la planta llamada hamd?
¿Por qué se le puso un collar a la paloma? ¿Qué diferencia hay
entre la taza y el tazón?

78. ¿Cuál fue la causa de que se adoptaran las ropas ajustadas a la


talla? ¿Cuál es el medio de fabricación del vidrio? ¿Cómo se
explica el mármol: como cosa natural o como producto de la
alquimia? ¿Por qué es imposible fabricar oro, siendo el vidrio aún
más admirable? ¿Quién es el inventor del esmalte y de la
maceración de las piedras? ¿Quién fue el autor de la sublimación?

161
Legendario herrero de la tradición persa, el cual, tras haber matado el
usurpador Zahhak a uno de sus hijos, se rebeló, animando contra él a toda
la población de Ispahán, y estableció a Afridun en el trono. Tomó por
estandarte su peto de cuero, que se convirtió en el escudo nacional de Irán y
que perdura hasta nuestros días (Pellat, index s. v. 'Kawh'). Sobre el valor
esotérico y mágico de esta oriflama, v. Ibn Jaldún, Muqaddima, pág. 933.
162
El hombre primordial, según el zoroastrismo. Aunque los árabes lo
asimilaron a Adán, no se trata de un primer humano o patriarca de la
humanidad, Sino de un gigante cósmico y esencial, «embrión» de la
Naturaleza, a partir del cual será creada la primera pareja humana (Masyah
y Masyanah, véase infra, § 47): J. Duchesne-Guillemin, o. cit., 357-360; H.
Corbin, o. cit., págs. 75-78.
163
Los últimos cinco nombres citados son algunos de los siete kesvar o
regiones cualitativas de la imago terrae mazdea. El kesvar central,
alrededor del cual se disponen los otros seis (todos separados por un
océano cósmico), es jwanirata Bamya, cuya extensión es igual a todo el
resto, y representa la totalidad del espacio geográfico accesible ahora a los
hombres. Yáhiz sólo nombra aquí cinco de los siete kesvar, y
probablemente toma a Gayomart por uno de ellos (Pellat, index, s. v.)
Véase H. Corbin, o. cit., pág. 49 y sigs.
164
Dos ángeles terribles de color negro, los cuales, una vez que el Ángel de
la Muerte arrebata la vida a un hombre, le hacen sentar en su tumba y le
interrogan en cuerpo y alma acerca de su fe. Véase Algacel, El justo medio
en la creencia, trad. M. Asín Palacios, Madrid, Instituto de Valencia de Don
Juan, 1929, pág. 325 y sigs; F. M. Pareja, o. cit., págs. 83, 276-7.
¿Y de la sal amoniaco? Aparte, ¿qué me dices acerca del tinnin 165?
¿Qué es el animal que precede al león166? ¿Qué clase de amistad
hay entre el escarabajo y el escorpión? ¿Cómo es que lo negro
tiñe sin teñirse él y, sin ello teñir, se tiñe lo que es blanco? ¿Quién
creó el astrolabio167? ¿Quién inventó la romana? No te he
preguntado por el herrero, sino por el filósofo y su explicación
sobre el flujo y reflujo. Háblame también de las substancias
minerales, y de cómo se conforma el alquitrán: si es un cuerpo
fundido por naturaleza, o es tierra que va transformándose.

79. ¿Por qué unos venenos afectan al cuerpo o a la sangre, y


algunos otros a ambos juntamente? ¿Por qué ciertos venenos son
mortales, mientras que otros inmunizan? ¿Cómo puede ser que
algunos dejen de matar cuando se produce un hábito, si ya
mataban de entrada? ¿Quizá porque los organismos ignoran los
agentes extraños, o porque en sí mismos son también un
contraveneno? ¿Cómo ha llegado a matar, junto con la de la
víbora, la saliva de ciertos sujetos? Porque entonces, ¿en cuál de
las dos salivas hay ponzoña168? Aparte, ¿por qué razón el acónito

165
Uno de los monstruos característicos de la cosmogonía del Antiguo
Oriente, ya presente en el Antiguo Testamento (SAL 74: 13, passim) y en
los textos religiosos de Ugarit, como bestia marina con imprecisas trazas de
reptil, por lo que tradicionalmente ha sido identificado con el dragón. La
concepción del tinnin como animal terrible, devorador y temido por todas
las criaturas perdura netamente en las fuentes árabes; pero su dimensión
cósmica convive con noticias que lo pintan ya como un ser real, vivo y
coleando en las profundidades del mar (Qazwini, ‘Aya’ib, págs. 96-7, 99;
Damiri, Hayat, s. v.) Véase Pellat, glos., s. v.; M. Garcia Cordero, o. cit.,
págs. 440-1.
166
Ár. furaniq. Se trata de un animal imaginario que presuntamente precede
al león y advierte de su presencia; se parece al chacal o a una especie de
cruce entre perro y lobo. Yáhiz descree de su existencia (Hay, IV, pág. 156,
n. 4; Pellat, glos., s. v.)
167
Ár. asturlab. Parece que en un principio los árabes trataron de explicar
esta palabra como las «líneas» (astur) de un tal Lab (Pellat, glos., s, v.)
Sobre el astrolabio, v. EI1, s. v., art. de C. A. Nallino.

168
Esta cuestión remonta, creemos, a un testimonio aristotélico
(Investigación, 6O7a25): «las mordeduras de todos los animales venenosos
obra una malísima influencia en los nervios y la sangre? ¿Cómo
puede ser que mate un alacrán a un hombre, y que a su vez otro
alacrán lo mate a él? ¿Por qué resulta la víbora letal y, con todo,
los erizos la engullen sin que los lastime? ¿Por qué se la comen
también las gamuzas sin ningún perjuicio? En fin, ¿a qué se debe
que la víbora de las ruinas sea mortal para todo ser y que, al
mismo tiempo, ninguno pueda matarla ni hallar su carne
comestible?

80. Dime por qué el Nilo contraría al resto de los ríos en punto a
crecidas y estiajes; por qué su curso llega hasta el norte y por qué
aguas arriba resulta igual que aguas abajo 169. Di, ¿cuándo pasará
su preeminencia [a otro río]? ¿Cuándo desviará su cauce el Imán?

81. Tú ya sabes -permíteme que lo recuerde- que una tradición, si


es auténtico su origen y los transmisores dan fe de sus fuentes,
resulta tan fiable en indicar la verdad como la vista misma de los
hechos y, al tiempo, procura al espíritu el solaz de abrir los oídos
a noticias nuevas. Sin embargo, no es el cómo de los hechos, sino
lo esencial de ellos, lo que se conoce por una tradición;
exceptuando, claro está, la tuya, pues no precisas de mímica,
repetición, explicación o comentario para que lo que refieres haga
las veces de la vista directa, tanto por el solaz que proporciona
cuanto por el cómo que lleva aparejado.

82. Yo me asombraba de Muhammad b. ‘Abd al-Malik y decía:


«¿Qué habéis de comentar de un hombre que, tras el final de una

son más terribles si se devoran entre ellos: por ejemplo, si una víbora
devora a un escorpión. La saliva humana es nociva a esa inmensa mayoría
de animales». Por su parte, Yáhiz recuerda en Hay, II, pág. 237 que «se
sabe de varios sujetos que cuando mordían mataban».
169
La característica de las crecidas del Nilo, que sigue .una conducta
opuesta a los demás ríos., ya fue observada por Heródoto (Historia, II, 19 y
sigs.), que refiere tres explicaciones sobre el caso. El mismo dato, junto con
que su curso discurre de sur a norte, se encuentra frecuentemente en la
literatura árabe, y Yáhiz parece haber sido uno de los primeros en señalarlo,
mucho antes que Qazwini (‘Aya’ib, págs. 125-6), Ibn Battuta (o. cit., pág.
137) y otros. v. EI1 , s. v. 'al-Nil', art. de J. H. Kramers.
discusión y la marcha de su oponente, nunca jamás ha declarado:
"Habría sido mejor si hubiera dicho tal"; o quizá: "Habría hecho
mejor de no haber dicho cual"? ¿Es que van a quedarse sus
despachaderas por encima de vuestras capacidades? ¿Por qué
razón van a ir más lejos sus vislumbres que la más penetrante de
vuestras reflexiones?» Y no obstante, recién te vi, supe que eras
un tormento mandado por Dios a los soberbios y un regalo que Él
creó para todos los que son humildes.

83. Venga, dime qué hubo entre tú y Hermes cuando hablabais


sobre la naturaleza de la esfera celeste. Dame noticias de tu
aprendizaje con Platón y de cómo marchó la conversación que
sobre ello tuvo lugar entre Aristóteles y tú. ¿Qué doctrina
adoptaste? ¿Cuál de las dos escogiste? ¡Ay, ya mi alma rechaza
encomendarse a ningún otro, y no consiente en contentarse si no
es con lo que tú refieres! Si yo no fuera tan afecto a la transmisión
de los pareceres; si no me apasionara en conocer sus diferencias y
si no juzgara lícito preguntarte por todo y sacarte el jugo a
propósito de cualquier tema, no escucharía a otros ni prestaría
atención a nadie más que a ti.

84170. Que conste -te lo ruego- que, al bromear contigo, mi única


intención ha sido sacarte una sonrisa; mi solo objetivo, salir airoso
frente a ti. Temía no haberme detenido a tiempo, y recelaba de
haberme propasado, porque la guasa es un terreno en el cual lo
peligroso no es quedarse corto y el error no está en la parsimonia:
es una puerta que, al golpearla o abrirla alguien, deja de ser tan
fácil de trancar como lo fue de abrir; y no se sale por ella tal y
como uno había previsto. Es una puerta cimentada en el error, por

170
Aquí comienza, según Pellat (pág. VIII), una probable y larga
interpolación que se extenderá hasta § 123. En efecto, a partir de este punto
el texto cambia substancialmente, y da paso a una prolongada digresión
cuyo tema central son las bromas y las veras, la seriedad y la burla. Aunque
Yáhiz prosigue despellejando literalmente a su protagonista, el tono se
vuelve a veces farragoso; el texto, mucho más conceptual, se torna obscuro
y reiterativo. En § 133, Yáhiz volverá a la carga con nuevas preguntas.
la que no transitan más que los mentecatos. La desmesura es su
naturaleza, y quien a ella se lanza sabe poco de comedimiento.

85. Aún no hemos visto cosa más apartada de otra, ni [-al mismo
tiempo-] más constante compañía, oposición más férrea o más
caótica combinación [que la que mantienen] la seriedad y la
guasa, el debate y la disputa.
Como dijo al-Qa‘qa‘ b. Sawr: «No hay dignidad para un
bromista; ni amistad para un polemista», Mu‘awiya, por su parte,
decía: «la guasa es el mínimo baldón», También al-Rasan ibn
Rayy afirmaba: «la guasa es seducción de Satanás y engañifa de
las pasiones», Cierta vez, ‘Umar reprendió a algún notable con
estas palabras: «Ese hombre, que gasta chanzas». Y dijo un poeta:

Las bromas, al hablar, preceden a las veras.

Y otro afirmó:

A menudo lo chico trae lo grande.

Y otro sentenció:

A menudo las veras trae el divertimento.

86. Si no he llegado a la barrera de lo permisible, si no me he


propasado, ello se debe a cuanto sé del zumo de tu charla, del
privilegio de tu correspondencia, de tu esmerada educación y la
completísima instrucción que recibiste. Si, por el contrario, he
errado el camino, franqueando las lindes de lo razonable, no ha
sido tal por ignorar tus méritos o por negarte lo que es tuyo: es
que, al difuminarse los límites de los conceptos, al confundirse
sus valores, si resulta que quien los contempla no goza de tu
excelencia, si quien se aplica en discernirlos carece de tu
perfección, ya le entra, parejo con su incapacidad, un desparramo
del que solo se libra en razón de las aptitudes que posea; y ello
aunque se trate, sí, de reputados sabios o literatos de postín.
87. En la guasa -si no te molesta que lo diga- hay terreno para la
artimaña y condición para el embuste, pues el hombre confía en
poder maltratar a su vecino, en injuriar a su amigo, siempre que
luego diga: «Iba de broma» o bien, cuando se arma la discordia:
«¡Si era un chiste!» o, por ejemplo: «¡Quién puede irritarse por
una chuscada, o resistirse a alguna broma, sin ser un desabrido o
un zopenco?»

88. Sucede además que, cuando el ánimo trama una excusa, está
más presto a caer en fechorías; y cuando no proyecta nada, se
encuentra más remiso a cometerlas. En este terreno, se ve que las
causas del desatino y los móviles que invitan al error están en que
muchos de aquéllos con los que andas de guasa se ríen aunque los
hayas irritado, y no atajan tus chanzas aunque llegues a
lastimarlos. Si se escuecen, es en ese resquemor donde se halla el
mal. Si se sulfuran, ahí tienes el daño. Y si me dijeras: «¿Por qué
te tienes que meter en un asunto de tal índole, cuya esencia es ésa,
y que así es como discurre?» te contestaría: «Porque en tanto que
me resguardo del castigo por mis malas acciones, confío en la
recompensa por las buenas obras, sabiendo que tú sólo condenas
lo hecho aposta y lo que se dice adrede; con lo cual mi rumbo es
el sosiego y la esperanza mi guía. ¿Habrá más ventajosa industria
o negocio más boyante que éste, que junta la seguridad con la
ganancia y el sosiego con la recompensa?»

89. Si lo que te digo tiene delito, tú eres mi cómplice en él. Si lo


que te digo es falta, tú eres quien me hace cometerla, porque el
descuido prolongado anda parejo con la negligencia; el dejar de
llamar a las cosas por su nombre origina dejadez; la indulgencia
prolongada, el perenne semblante complaciente casan malamente
con ningún castigo y vencen cualquier precaución. Por ello,
‘Uyayna b. Hisn dijo una vez a ‘Utman b. ‘Affan -Dios le tenga
en Su gloria-: «‘Umar fue para mí mejor que tú: me infligía un
miedo que me hizo ser piadoso; pero me dio presentes que me
hicieron ser rico». Así pues, si me he mostrado brusco contigo, ha
sido por tu bien. Si me he equivocado, ha sido por tu culpa; pues
tener buena opinión de ti -igual que confiar en tu indulgencia-
desarma la prudencia e invita al abandono de toda reserva.
90. Además, quien es capaz de dar mucho, ¿dudará cuando se
trate de dar menos? y aquél que siempre disculpa lo que se le hace
a propio intento, ¿cómo va a castigar un descuido? Si mi culpa
aumentara según mi dignidad, lo propio sería que tu alto rango se
dignara interceder por mí. Si por mi atrevimiento -a pesar del
miedo que me inspiras- mereciera tu castigo, me haría acreedor a
tu clemencia, a cambio de la buena opinión que de ti guardo.
Aunque, claro está, al asignarte la posibilidad de perdonar
presumo tus bondades; y al darte la potestad de castigar te califico
como hombre equitativo. Según me consta, la virtud de la bondad
es más noble que la facultad de ser ecuánime; y dejar la puerta
abierta al agradecimiento es más digno que imponerte la
resignación. Si por el respeto que merezco no me dieras mi
castigo, dámelo por las buenas acciones que has motivado en mí,
pues «amores son dolores». Si no lo haces por el respeto, hazlo
por mantener la reputación. Si no lo haces por la reputación, hazlo
por las buenas maneras; y si no lo haces por las buenas maneras,
haz entonces lo que te parezca.

91. No olvides que cuando tú y yo hemos recurrido al dictamen de


tu generosidad, el veredicto ha caído de mi lado y en tu contra; y
cuando apelamos al fallo de tu entendimiento, te pareció correcto
perdonarme. La distancia que nos separa de ti, la diferencia
habida entre tu crédito y el nuestro, es que nosotros hacemos el
mal y tú perdonas; nosotros pecamos y tú nos cubres de
indulgencia; obramos a tuerto y respondes en derechura;
ignoramos y tú sabes. Ah, tú eres quien concede los favores;
nosotros, los que deben dar las gracias. Tuyos son los hechos;
nuestras, las palabras. Si aplicaras todo el castigo que pudieras,
serías como el que apura el vaso, y rechazarías el agradecimiento,
tal y como nosotros rechazamos sometemos. Confiar en
exponerse a tu clemencia sería ilusorio entonces, y esperar
temerosos tu castigo sería lo único real; renunciarías a la nobleza
y la magnificencia, a la excelencia y la grandeza; te parecerías a
quien aplaca su cólera, o cura su envidia, o aparenta pujanza o
gusta de ser nombrado por sus bríos.
92. A nadie has visto -Dios te dé larga vida- alabar la fuerza sino
cuando se usa para bien; ni tampoco criticar la debilidad, salvo al
perderse por su causa alguna buena acción. ¿Cómo podrás
castigar, si eres bueno todo tú? ¿De dónde sacas la severidad, si
has abierto el camino a la gente generosa? ¿Va a haber en ti algo
ajeno a tu naturaleza? ¿Cómo vas a obrar a despecho de tu forma
de ser? ¿Por qué tomar medidas de mal grado, cuando en ti lo
natural es la indulgencia? ¿Por qué fatigarte en la rivalidad, si es
tu inclinación la tolerancia?

93. ¡Alabado sea Él, que hizo tu carácter de acuerdo con tu origen
y tus hechos conforme a tus dichos; que hizo más fuerte tu
opinión que nuestra certidumbre; tus antojos más fiables que
nuestra observación; tu espontaneidad más verosímil que nuestras
fatigas; tus inspiraciones más valiosas que nuestro razonamiento;
tus actos mejores que nuestras palabras; tu ausencia más
importante que la presencia de los maestros y tus reproches más
dolorosos que el tormento de los déspotas!

94. ¡Bendito sea Él, que te hizo perdonar al malintencionado,


renunciar a escarmentar al reincidente, disculpar al negligente e
ignorar al boquifresco! Todo ello, hasta que has dado con alguien
cuyo delito es el olvido, cuyo arrepentimiento es sincero, cuyas
faltas son mero pecadillo y en el cual la integridad es valedora
principal. En fin, alguien que no puede agradecer a nadie mas que
a ti; que no conoce más gracia que la tuya, ni otra ciencia que la
que de ti recibe, ni fuero de conciencia más allá de tu entereza.
Alguien que, sobre poco más o menos, no ha faltado a la
obediencia que te debe sino por la paciencia que en ti ha visto; y
que no ha olvidado, en general, sus deberes para contigo sino
cuando se ha contagiado de tu grandeza. [¡Y cuando das con ese
alguien,] te lanzas a amenazarlo con saña -que es guía de todo
infortunio -, alejándote de él -lo cual conduce a toda suerte de
perdiciones -!

95. Sabes que tus reprimendas son severas y tajantes; que tus
reproches son más recios que el castigo; que, al negar, tus
negativas andan a la altura de tus dádivas al dar; que, según
aplicas la sanción, así fijas la recompensa; que mi aflicción por
causa de tu apartamiento discurre en parejura con la alegría que
me producen las enseñanzas que me das; que el desdoro de tu
enfado es como la gala de tu contento; que mi reputación, igual
que muere con la ruptura de los lazos que me ligan a ti, vive al
mantenerse el vínculo contigo. Hoy por hoy, no tengo interlocutor
más fidedigno, ni más seguro mediador, que el hondo pesar que
me producen tus reproches y el desmesurado recelo causado por
el miedo que te tengo. Tú no eres de esos que, si dan
graciosamente su indulgencia y conceden el perdón, no dejan al
interesado más opción que el salvar la vida y evitar la perdición.
Por el contrario, le adjuntas altas dignidades, innúmeras ventajas,
honor dentro del clan y prez así entre las altas esferas como entre
el populacho; a más, en fin, de la buena reputación, la noble
descendencia y la autoestima.

96. En punto a lo que dije sobre la esbeltez y la estatura, sobre la


anchura y la longitud; y acerca del litigio, la disputa, el pleito y la
querella que sobre todo ello mantenemos, cabe apuntar que las
palabras eran serias aunque en el fondo iban en broma; de igual
manera que, si parecían burlescas, iban en son de veras. Es que, si
la gente se sirviera de la gravedad en toda circunstancia; si todo lo
dijera seriamente; si abandonara toda licencia y familiaridad,
ensimismándose en sesudeces y transcendencias, más le valdría
ser sencillamente necia y proferir sandeces sin cuento. Sin
embargo, todo tiene su medida, igual que toda situación tiene su
proceder: en efecto, la risa tiene su lugar, igual que el llanto; la
sonrisa tiene su momento, igual que tiene el suyo la severidad. Lo
mismo puede decirse de la austeridad y el derroche, del castigo y
el perdón y, en general, de cuantas cosas vienen a duras o a
maduras.
Así pues, si reprochamos la guasa, es porque hay en ella -por
mi vida- algo reprochable; y si la alabamos, es que en ella vemos
cosas dignas de alabanza. La diferencia que guarda con la
seriedad es que en la guasa el error llega más pronto, y que su
naturaleza es similar a la de la estupidez.
97. Pero, de ahí a que la censuren cual si fuera la vesania misma,
o que se reniegue de ella como si de perfidia se tratase..., ¡ca!,
porque la guasa es una de esas cosas que tan pronto son feas como
tan pronto son hermosas; cosa que no ocurre con la maldad.
Conque si nosotros nos inclinamos hacia la diligencia,
desdeñando bromas, abandonando chanzas y prestando oídos a la
sola sabiduría, Dios te permite a ti prescindir de pruebas y te quita
de aventurar conjeturas, como tampoco te obliga a andarte con
argumentaciones ni te solicita explicación ninguna 171. Por eso tú,
ni arguyes, ni te convence ningún argumento. Ni eres anónimo, ni
distinguido. Ni te disculpan, ni te reprochan. No albergas
contradicción, como tampoco necesidad de estar de acuerdo. No
te fatiga el examen de las cosas; no te avergüenza la necesidad ni
paras en barras al no tener certeza.

98. Porque, ¿es que hay en tu perfección alguna incertidumbre


como para maquinar argumentos? ¿Por ventura algún incrédulo
niega tus méritos hasta el punto de tenerlos que probar? ¿Tienes
algún adversario en el saber, algún rival en el entendimiento,
algún competidor en el buen juicio, émulo alguno en la
resolución? Dime, ¿es que te ha puesto cerco la envidia o te
perjudica el mal de ojo? ¿Apuntan a tu persona los apetitos
ajenos? ¿Se fija en ti la codicia de otros? ¿Se esfuerza en
aventajarte algún hombre inicuo? ¿Acaso ansía superarte ningún
personaje de mérito? ¿Hay algún noble sujeto que no se resigne a
quedar por debajo de ti? ¿Algún sabio que se sienta humillado de
aprender de ti? Contesta: quien sea hermoso, ¿qué otro ideal
tendrá, aparte de tu retrato? ¿Qué ha de esperar el hombre ilustre,
si no son tus favores? ¿Qué rogará el afligido sino tu socorro? El
que busque saber, ¿qué otro objeto tendrá si no eres tú? Las
virtuosas beldades, ¿qué modelo hallarán que no sea en ti? El que
saca agua del pozo, ¿qué copla cantará sino la tuya? Quien arrea
los camellos con alguna cantinela, ¿no va a hacerte su

171
Seguimos la lectura propuesta por M. Adad (Arabica 14, pág. 168 [57],
n. 1): 'i‘tilal' por 'i‘tidal'.
protagonista? ¿Caerán las miradas en otro? ¿Adónde, sino a ti,
apuntarán los gestos?

99. Pues, en efecto, si al tratar de describirte no se tomara de ti


sino una parte, de tu rectitud no más que una porción y, de la
alabanza que mereces, se hiciera tan sólo un apartijo, saldría del
intento una hipérbole insensata, hasta el punto de que fuera
imposible articular palabra; y ya tan sólo intentarlo tendría mérito.
¿Quién va a sentirse humillado al estar por debajo de ti?
¿Quién puede sentirse a prueba por caer bajo tu sombra? ¿Quién
no tomará como una buena acción el reconocer [tus méritos], o
como justo y conveniente el someterse a tu dictamen? ¿Quién
puede ser tu semejante en dignidad? ¿No eres acaso el sucesor de
los mejores, el último de los justos? ¿Qué hay en ti que no sea
perfecto? ¿Qué cosa tuya está sin acabar? ¿Hay algo en tu persona
que supere al resto, o a lo que otra cosa tuya sobrepase? ¿Puede
quizá decirse [de ti]: «Si no fuera así, sería mejor», o «Si fuera
tal, estaría más completo»?

100. ¿Dónde está la belleza pura, la hermosura suprema, el salero


sin mezcla, la dulzura inalterable, la invariable perfección sino en
ti, para ti, contigo o en tu sino? Más aún: ¿dónde se halla la
rotunda belleza, la sin par donosura, la estatura prodigiosa, la
extraordinaria perfección, el donaire omnipresente, el celebrado
mérito si no es en ti y por ti? ¿Hay sobre la faz de la tierra algún
hombre hermoso y linajudo, o sabio y mañoso, a cuya persona no
hagas sombra? ¿Podrá haberlo sin que tu opinión vaya más lejos
que su ciencia, tu nombre valga más que su persona, tu sueño sea
más consistente que su secreto y tu silencio preferible a cuanto
diga? ¿Hay en este mundo más hombre longánimo que tú?
¿Albergan los cielos ningún ser parlante más digno de crédito?
¿Alumbró mujer alguna criatura más ilustre?

101. A menudo he observado que un hombre es hermoso y bien


plantado, gracioso y agradable, distinguido y elegante, o bien
ilustre y noble y, sin embargo, no tiene proporcionados los
miembros ni armoniosos los tercios. También puede ser que sus
medidas anden parejas -ni con tasa, ni descabaladas- y sea bien
plantado, de la estatura y proporciones justas; aunque tenga
minucias ocultas que tan solo pueda aquilatar el ojo del taimado;
o inapreciables detalles, accesibles no más que al perspicaz
observador. Ahora bien, si hablamos del equilibrio preciso; la
exacta proporción genuina; las hechuras sin desperdicio se miren
por donde se miren, a las que no es capaz de poner tacha la
escrutante mirada, ni objeciones el adversario; ya las que no es
preciso describir con circunloquios, ahí tenemos lo que te
caracteriza frente al resto y seguirá siendo tuyo hasta el fin de los
días.

102. Así es la belleza cuando es libre y espontánea, cuando es


serena y sin ataduras: no la gobierna el tiempo ni la marchita la
edad; no la hace cambiar la novedad ni necesita colgarse
amuletos; no precisa de adobos ni embozos, ni pinceles, ni
colirios. Si toda la hermosura de tu rostro estuviera tan sólo en
haber parecido agradable a las miradas, haberse hecho querer por
los corazones y allegarse a las almas hasta confundirse en ellas, y
mezclarse en su sangre, y correr por sus venas, y calar en los
huesos, escapando a la ponzoña y al prejuicio, al violento regocijo
y al refinado bebedizo, en ello tendrías un evidente privilegio y
una virtud manifiesta.

103. Si no fuera porque, cuando te elogiamos, no podemos


describirte diciendo a grandes rasgos: «Es más hermoso que la
misma luna, más luminoso que el sol, más espléndido que la
hierba reciente y más bello que un día de carreras»; ni porque
tampoco podemos metemos en detalles como: «Parece que su
cuello fuera aguamanil de plata; su pie como lengua de serpiente;
su ojo cual espejo; su vientre, paño de lino copto y sus piernas
suave pergamino. Su lengua es como una hoja, su nariz como el
filo de una espada. Diríase que sus cejas las trazara el cálamo, que
el oro fuera su color y sus dientes fueran cuentas de granizo, su
boca anillo y medialuna su frente. Es más puro que el agua; de
naturaleza más sutil que el aire; más raudo que el torrente y mejor
guía que las estrellas», ahí estaría la prueba fehaciente, el
argumento luminoso. ¡Cómo no iba a ser así, cuando eres término
de todo mérito y culminación de todo orden!
104. Dijo de ti el poeta:

Se te hará más hermoso su rostro


cuanto más se te antoje mirarlo.

Los damascenos afirman: «Nunca contemplamos la forma de


nuestra mezquita, la disposición de su mihrab, la cúpula de su
oratorio, sin que a nuestros ojos se despierten extraordinarios
detalles de artesanía que no advertíamos, y sin que echemos de
ver maravillas en las que no habíamos reparado. No sabemos qué
es más precioso: si los detalles por ser tal cual son, o si la armonía
de todos sus elementos en sí misma», y ésa es una idea que me
han robado del retrato que te hice, y que han sacado de los libros
que escribí para alabarte. En fin, he aquí la frase que ataja la
discusión y corta de raíz los dimes y diretes: todavía no te he
contemplado sin mentar el paraíso y, después de verte a ti, no he
catado a nadie más hermoso sin acordarme del infierno.

105. Ah tú que me escuchas, no te asombres ni pienses que soy


exagerado; que si lo vieras, sabrías que me quedo corto al referir
sus merecimientos, pues es un hombre de naturaleza libre,
generoso de raíz, plantado en buena tierra, de encomiable crianza;
que se alimentó de bondades y vivió en la dicha. La educación lo
refinó; la amplitud de ideas lo templó; el saber caló profundo en
él. Por sus venas corrió el agua de la modestia, lo despabiló la
mucha experiencia y así conoce las consecuencias de las cosas, de
tal suerte, que sus hechos son igual que sus valores; sus valores
conforme a sus orígenes; su proceder acorde con su carácter y su
principio como su final. Sus decisiones reflejan la divina
Providencia; sus opiniones rezuman derechura. No conoce
hipocresía; rechaza el descomedimiento; su nobleza le impide
dejar de lado la justicia; para él no es imposible conocer lo ignoto;
no se confunde al colegir lo equívoco y no conoce la duda sino en
otros ni la incapacidad más que de oídas.
105a. Escoge las palabras de sonido más liviano, las ideas de
rumbo más preciso, las de más agradable aceptación, mejor efecto
y superiores ambiciones; y ello con el tono más firme, más
conciso, dulce y mejor, en el que no sobran palabras pero abundan
conceptos, obrando así, de seguido, las acciones de más completo
alcance. Nos inspira, si se acerca, un temor reverencial; mas lo
criticamos si se vuelve, a pesar de su señorío, su inteligencia y la
grandeza de su corazón.

106. Conque, ¿quién aspirará a criticarte? Mejor dicho: ¿quién


puede pretender, ni cómo, tu valía, cuando ahí estás tú y no hay
sobre la faz de la tierra una sola beldad que no pronuncie tu
nombre en sus deslices; ni esclava cantora que no ponga en coplas
tu alabanza; ni muchacha sin afligir por los violentos arrebatos
que tu amor le inspira; ni mujer recluida que deje de horadar las
paredes cuando pasas tú; ni vieja que no pida por ti, ni envidioso
sin sentirse miserable por tu causa? ¡Ah cuántas entretelas febriles
y hervorosas, desgarradas y abrumadas; cuántos coletos trémulos;
cuántos corazones alocados; cuántos ojos desvelados, y otros
mortecinos, y llorosos los más. Cuántas mujeres lagrimosas y
azoradas; cuántas jóvenes atormentadas cuyo corazón ha ulcerado
la tristeza, cuyos ojos amustió la palidez, remplazando las alhajas
por el descuido, la afabilidad por la misantropía y los afeites por
el desaliño; que por ahí van consternadas, aturdidas, atónitas,
pasmadas, tras [haber gozado de] resplandecientes ojos, franca
sonrisa y hechiceros melindres; después de haber sido ardiente
fuego y esplendente llama!

107. No es la tuya una de esas bellezas -Dios te dé larga vida- con


las que sobreviva un arrepentimiento, o queden bien paradas las
creencias, o perdure un compromiso, o bien persista una
resolución. Tampoco deja, a quien a ella se somete, plazo para la
cautela. No le da lugar a la elección, a alejarse de escarmientos, ni
tampoco le resta ímpetus el miedo. Esa belleza tuya -Dios te
honre -es cosa que se sale de lo común, que echa por tierra toda
fuerza, que obliga a obrar sin reflexión, que abate la desnudez y
hace que se olviden las consecuencias [de las acciones]. Si ‘Umar
b. al-Jattab -Dios lo tenga en su gloria- te hubiese conocido, te
habría tratado peor que a Nasr b. al-Hayyay y te habría dado un
escarmiento mayor que el de Ya‘da as-Sulami 172, e incluso puede
que el ocuparse de ti le hubiese llevado a distraerse de ellos; y el
haberse encolerizado contigo, a tenerles clemencia.

108. A aquél cuya belleza tiene el defecto de la desmesura y las


pullas le llegan por ser guapo de más, ¿cómo va a buscarle peros
el hombre sensato? ¿Cómo le hará de menos el sabio? Por tanto,
no te asombres de ser meta de todas las cuitas, destino de todos
los deseos; pues la hermosura del rostro, si armoniza con la de la
talla, con la calidad del juicio, la abundancia del saber, la
amplitud corporal, la buena crianza, el noble origen, la
ascendencia sin mezcla, una elocuente lengua, un armonioso
acento, una fácil dicción, una gustosa charla y con ello el elegante
gesto, el noble modo de tomar asiento, el grácil movimiento, la
depurada habla, el sosiego en el diálogo, el mando en la
conversación, la sin par inspiración, la sana reflexión, el noble
pensamiento, la expresión concisa, la brevedad en su momento y
la facundia en el suyo, entonces va más allá, al multiplicarse, y es
más digna de elogio y perfección.

109. Magnífica es la corona, pero más lo es sobre las sienes del


monarca; noble y hermoso es el jacinto, pero aún lo es más al
cuello de la mujer graciosa. También la poesía que canta el propio
orgullo, con ser bella, en boca del beduino se hace más galana
aún; y si además es de quien la recita, compuesta y forjada por él
mismo, entonces alcanza la excelencia y se alza sobre la
perfección.

110. Ignoramos en cuál de las dos circunstancias te ves más


agraciado, en qué caso te muestras más perfecto: si al atender a
tus detalles o si al observar una parte de ti: tu mano, por ejemplo,
no se creó sino para que la besaran y para estampar el sello real:
con su hermosura embellece cuanto la toca; y todo lo que en ella
se alberga es presa del orgullo. Resulta que desconocemos qué
172
Los dos personajes citados estaban tan solicitados por las mujeres, que
el califa ‘Umar los envió al destierro. Al primero de ellos le hizo, además,
cortar los cabellos (Pellat, index, s. w.)
cosa es más linda puesta en tu mano: si el cálamo, la copa, la
lanza que portas, la cachava, la brida que empuñas o la fusta que
llevas colgando. No sabemos tampoco cuál de los elementos que
tocan tu cabeza es más agradable, cuál más lindo y cuál más
aparente: si el mechón de cabellos por detrás de la oreja, si el
contorno preciso de la barba, la diadema quizá, el pañuelo
arrebujado acaso, la corona, el turbante, el velo o el bonete.

111. En cuanto a tu pie, el ignorante y el sabio, lo mismo que el


pariente más lejano y el más próximo, saben que no se creó sino
para hollar el gobierno de alguna gran provincia o para el estribo
de un noble pura sangre.
Hablando de tu boca, no sabemos qué es lo que con ella
pronuncias mejor, ni qué resulta de ella más lindo: si las
tradiciones del Profeta, la poesía, la argumentación, el veto y el
mandato, la descripción o la enseñanza. Entretanto, ignoramos
también cuál de tus modos de expresión es más diserto, cuál de
tus formas de elocuencia es más satisfactoria: si tu cálamo, tu
letra, tu palabra, tu gesto o tu tartamudeo. ¿Es acaso la expresión
otra cosa que palabra, letra, gesto o tartajeo? Pues en ello, a Dios
gracias, tú estás por encima del resto, eres único entre todos -que
el Señor te ampare -, sobrepasas la perfección y vas más allá de lo
posible.

112. Sabemos que la luna es proverbial, que con ella se compara a


las personas bellas; y sin embargo, [a veces] se ve menuda y
lánguida, o aparece curva y enjuta, en tanto que tú siempre eres
¡1lenilunio y anchuroso mar. Además, por otra parte, ella se oculta
la última noche del mes; se tiene por cosa de mal augurio cuando
es nueva; lo mismo es funesta que benéfica; igual es provechosa
que dañina; corrompe el lino, altera los colores y hace heder la
carne173. Tú, sin embargo, irradias alborozo, eres benéfico
173
«Se asegura que la luna creciente o menguante opera influencias sabidas
en los cerebros y en la sangre-, nos dice el mismo yáhiz en Avaros, pág.
169, tras contar la historia de un hombre tan tacaño que «sólo compraba
cabeza mientras que la luna estaba en creciente, porque los sesos en tales
días abultan más». En un gustoso párrafo, Qazwini (‘Aya’ib, págs. 15-16)
nombra numerosas cualidades extrañas de la luna; entre ellas que, cuando
perpetuo, netamente perfecto, notoriamente provechoso; revistes a
quien la luna despoja y abrigas a los que aflige. En cuanto a ella,
lo cierto es que las últimas noches del mes echan a perder su
belleza; un resplandor rojizo la señorea: ya no reluce ni esplende;
ya no titila de albura inmaculada; las nubes la tapan y la sombra
de la tierra la recubre. Además, ese apogeo sólo acontece cuando
es luna llena, la noche de su gloria y plenitud, y aún a menudo la
asalta la palidez, debido a los vapores de los mares. En tanto, tú
eres de palmaria perfección, de permanente integridad, de
incólume naturaleza, de noble esencia y fogosa incandescencia,
de aireado cacumen, de perlada color y espiritual materia.

113. Así pues, si esgrimen en tu contra el flujo y el reflujo [de la


luna], tú invocas contra ellos la ciencia y la sapiencia: que tu
obediencia es elección y reflexión, al tiempo que la suya viene de
la naturaleza y la necesidad; que ella tiene una derrota estricta, y
mansiones que no puede saltarse, pues no le están dados los
caprichos y entre sus facultades no está la gracia de obrar según
su gusto. Su luz es prestada del sol, en tanto que tú brindas la tuya
a la creación entera. ¡Cuánta diferencia entre quien da y quien
toma, entre el clarividente y el confuso, entre aquél que sabe y
aquello que no tiene la facultad de los sentidos! Por ti, el planeta
seguirá brillando, el mundo permanecerá habitado, se acudirá a
las asambleas de bien, la brisa exhalará su aroma y mantendrá la
tierra su fragancia.

114. Si te haces el joven, tuyos son la apostura y el salero. Si te


pones ascético, la vida cenobial y la sinceridad [no te resultan
extrañas]. Si te muestras adusto, no se estremecerá Tahlan con sus
colinas. Tu naturaleza -permíteme decirlo - es la del vino,
quitando que es cosa prohibida y tú eres lícito; nI sustancia es la
está llena, aumenta la sangre y fortalece los cuerpos; que, cuando está en
fase creciente, los animales producen más leche; que su luz altera el olor y
sabor de las carnes y que, en fin, el descanso o el sueño repetidos bajo su
resplandor engendran en el hombre vagancia y flojera, resfriados y
jaquecas.
del oro -salvo que eres espíritu tal como te ves -. Reúnes las
propiedades del jacinto -sin contar las que, aparte, Dios te dio -;
recibiste las características de Júpiter -por no hablar de todo
aquello por lo que Dios te prefiere-; juntas las cualidades de las
perlas, aparte de otras muchas, exclusivas tuyas. De cada cosa, en
ti se ve la flor y nata, la quintaesencia, la nobleza, el lustre.
¿Puede acaso hacer mal a la luna el ladrido de los perros?
¿Menearán la palmera los mosquitos al posarse en ella?

115. Tocante a la guasa, queda por decir lo más, pues sólo se ha


mentado lo menos. La gente, en este punto, tiene concepciones
opuestas entre sí y va por caminos diferentes: unos afirman que
toda la guasa es mejor que toda la seriedad; otros sostienen que lo
bueno y lo malo se dan en ambas a partes iguales y que cada una
de ellas es mitad loable, mitad reprensible. Por nuestra parte,
vamos a mencionar por junto tales opiniones, que luego, si Dios
quiere, sacaremos la nuestra a colación.

116. Veamos: afirma quien defiende las chanzas y prefiere las


guasas: «Lo primero que mencionaré de las virtudes de las
bromas y los méritos de las chuflas es que indican buena salud y
libertad de espíritu. La seriedad sólo se debe a la necesidad,
mientras que la guasa sólo se debe al desahogo; una es fatiga y la
otra holganza; aquélla es cansera y ésta regalo. El serio se
encuentra malcontento mientras mantiene su actitud; en tanto el
que gasta guasa se muestra desahogado hasta que prescinde de
ella. La seriedad entristece y, a menudo, te expone a cosas aún
más graves, al punto que la guasa regocija y, con frecuencia, te
lleva a situaciones aún más deleitosas. Así pues, en lo tocante a
cosas buenas y malas, la guasa va pareja con la seriedad; pero le
anda a la contra al incitar a lo bueno dejando de lado lo malo. La
gente sólo trabaja para desocuparse y se pone seria sólo para
bromear, tal y como se doblegan cuando quieren hacerse
poderosos y pasan fatigas sólo para descansar».

117. «Si la guasa sólo fuera criticable, si las bromas sólo fueran
censurables porque quien las gasta se expone Únicamente a
pasarse de rosca ya jugarse el afecto del prójimo, entonces la
seriedad sería motivo de exageración, tal y como la guasa es
causa de descomedimiento. Transgredir los límites es decisivo
entre las dos partes, y en ambos casos, pues la guasa se equipara
con la seriedad en su ámbito y la contradice fuera de él. Si la
guasa es detestable por provocar la seriedad, entonces lo que la
haga ser detestable será más odioso que la guasa misma. Si las
bromas se hacen odiosas porque tras ellas viene lo serio y, sin
embargo, no se hace odioso lo serio por venir tras ello las bromas,
resulta que, según este criterio, es lo serio más odioso que la
guasa y, por lo mismo, la guasa es mejor que lo serio; pues lo que
hace a la cosa detestable es más detestable que la cosa, tal y como
lo que la hace agradable.»

118. Luego está el que contrapesa las dos, pues sostiene que la
guasa tiene su sitio como la seriedad tiene el suyo, lo mismo que
la reserva y la generosidad proceden cada una en su momento, y
así af1nfia: «Toda cosa tiene su lugar; mas no hay cosa que en
todo lugar convenga. Dios repartió lo bueno por igual y encaminó
todas las cosas al bien supremo, distribuyendo justamente las
partes de recompensa según las exigencias estrictas de la ley y sus
licencias, según la manifestación de la fe y su ocultación: así
ordenó el disimulo y la franqueza; permitió la claridad lo mismo
que las veladas alusiones al hablar; toleró lo permisible igual que
fue severo en las obligaciones; hizo de lo lícito barbecho de los
corazones, reposo de los cuerpos y auxilio para la reanudación de
los trabajos, con lo cual la libertad ha dado en ser como la
prohibición y la resignación como la gratitud.

119. »Tanto de bueno halla el hombre en el recuerdo como en el


olvido, en la sagacidad como en la negligencia, en las alegrías
como en las tristezas. Si Dios no hubiese dotado a los humanos
más que del neto entendimiento, de la total sinceridad y el puro
acíbar de la verdad, sucumbiría la muchedumbre y se echaría a
perder la élite. Si el hombre hubiera de recordar cuanto se le
escapa, se sentiría desgraciado; y si en toda cosa se pusiera serio,
reventaría. La memoria es, a veces, escala que conduce a la ruina,
del mismo modo que el olvido puede ser motivo de salud. Echar
por la senda de la guasa o de la seriedad es como echar por la
senda de la reserva o de la generosidad; y de tal modo discurre
todo cuanto viene a duras o a maduras.»

120. Esto y lo precedente es todo lo que la gente opina. En cuanto


a nosotros, Dios nos guarde de hablar de toda la guasa, por una
parte, como de toda la seriedad por otra; no, pues sostenemos que
una cierta guasa es mejor que una cierta seriedad; y que, en
general, ésta es preferible a aquélla. Lo propio sería evitar cierta
guasa y abogar por la seriedad en su mayor parte, pues, ¿cómo
íbamos a reprochar la guasa entera, con todo lo que llevamos
dicho? Cantó el poeta:

Del bromista, si quieres, las bromas te harán distraer.

Y dijo otro:

El serio, si es Serio, lo es sin cuartel;


si bromea, sus bromas te harán divertir.

121. Si es verdad que los hombres se han llamado Ceñudo


[ [‘Abis], Capotudo [‘Abbas], Torvo [Satim], Hosco [Kalih],
Cejijunto [Qatib], Guerra [Harb], Amargura [Murra], Peñasco
[Sajr], Tuera [Hanzala], Tristeza [Huzn], Prohibido [Huyr], Mono
[Qird] o Cerdo [Jinzir], también es verdad que se han llamado
Riente [Dahhak], Chancero [Battal], Sonriente [Bassam],
Bromista [Hazzal] o Vital [Nasit]. El Enviado -Dios lo bendiga y
salve- bromeaba; mas no se dice de él: «Tenía guasa», ni
tampoco: «Era chistoso», lo mismo que no se dice tal de los
imanes y de todos aquellos que, juiciosos y dignos, en ciertas
ocasiones gastaron chanzas. He aquí algunos de los dichos que de
él -Dios lo bendiga y salve- se refieren: «Abu ‘Umayr, ¿qué hizo
el pájaro nugayr?», «Ni una vieja entrará al Paraíso 174, o bien «Tu
marido es el que tiene blanco en el ojo»175.

174
Se cuenta que el Profeta dijo a una anciana: «las viejas no entrarán al
paraíso». Ella se puso a llorar, y Mahoma, riendo «tan alegremente que se
vieron aparecer las muelas de su boca», dijo: «Pero entrarán en él con
aspecto de mujeres llegadas a la cuarentena» (Argucias, pág. 151).
122. ‘Ali -Dios le tenga en su gloria- solía bromear. ‘Umar, por su
parte, dijo: «En la intimidad somos como cualquiera de vosotros»,
y eso que era ceñudo y hosco. Ziyad, pese a su adustez y
severidad, bromeaba con su familia en privado tanto como, en
público, se mostraba serio. al-Hayyay, a pesar de su arrogancia, su
injusticia, su impiedad y su áspero gobierno, chocarreaba con sus
esposas y hacía brincar a sus niños. Como alguien le espetó: «¿Es
que el emir chufletea con sus mujeres?», él repuso: «¡Por Dios, no
me miráis sino como a un demonio! ¡Ah Señor, si puede que me
hayas visto besando el pie de alguna de ellas!». Así pues, hemos
mencionado a la Gala de los mundos, a la gloria de los mejores
musulmanes, a un tirano intransigente y a un impío maldito176.

123. Entonces, ¿quién ha vedado la guasa, cuando es ingrediente


de la bonanza y parte del desenfado? El Enviado de Dios -que Él
lo bendiga y salve- nos trajo el prístino monoteísmo tolerante, no
la intransigencia y la apretura. Nos mandó difundir la paz y la
afabilidad en los encuentros con el prójimo. Nos encomendó
cultivar la mutua amistad177, darnos la mano y obsequiarnos unos
a otros. «El Enviado -dijeron- se reía sonriendo». También se ha
dicho: .No reía desaforadamente., Él mismo habló así: «Sed
benévolos con vuestro compañero», o así: «Estos son días de
comer, beber y divertirse». En cierta ocasión, escuchó a unas
esclavas tocar el tambor en casa de ‘A’isa y no desaprobó tal cosa.
175
También en Argucias (pág. 151) hallamos esta historia: el Profeta
preguntó a una mujer si su marido era fulano de tal, el que tenía una
mancha blanca en el ojo. La mujer respondió que, en efecto, era fulano de
tal, pero que no tenía ninguna mancha blanca en el ojo. Insistió Mahoma en
que sí: que tenía una mancha blanca en el ojo; y la mujer se marchó
preocupada a buscar a su marido. Éste, al saber el porqué de aquella
angustia, se echó a reír y dijo a su mujer: «¿No tengo en el ojo una mancha
blanca y una mancha negra, sin que haya de ser un tumor?»
176
Esto es, al Profeta ya los califas ‘Umar y ‘Ali, pues ambos eran y son
tradicional modelo de virtudes; más los gobernadores del Irak omeya Ziyad
b. Abi Sufyan y al-Hayyay b. Yusuf, respectivamente. Ambos gobernaron la
provincia con mano de hierro.

177
Seguimos la lectura de la ed. Van Vloten (n. 8, pág. 69): 'tawaddud' por
'tazawur'.
Se reía de la adivinación que, según las trazas, hacían Muyazziz
al-Mudliyi y el beduino de la miel.

124. Me he disculpado por rebelarme contra ti y por obrar a


despecho del afecto que me tienes, ya fuera con guasas, ya por
omisión, ya por confiar en tu indulgencia y en tu justo natural.
Con todo, al gastar chanzas contigo no pretendía sino hacer brotar
la risa de tus dientes. ¡Mira si es que he envejecido en nada que
no fuese someterme a tu persona, o si es que algo me ha ocupado
más que tu servicio! A fin de cuentas, si hubiera obrado a propio
intento, y luego reincidido, negando después todo mendazmente,
tu gracia paliaría mis faltas y tu liberalidad te volvería indiferente
a mis iniquidades. Pero, ¡ca! ¡Si tan solo he errado por
inadvertencia y, tras reparar en ello, me he curado en salud con
esta larga palinodia! Conque, si aceptas [mis excusas], esa suerte
tendrás y obrarás para tu bien. Si no las aceptas, redobla tus
esfuerzos y aún esfuérzate la mitad más: que no tenga Dios piedad
de ti, aunque tú la tengas hacia mí; y que Él no te perdone, aunque
me perdones tú. Que yo digo como aquél de los Banu Minqar:

No por querer que siga vivo me dejáis;


sino por miedo a ser blanco de saetas.

125. Por Dios, que si lanzas contra mí a los Bayila, yo lanzaré


contra ti a los Kinana178. Si te alzas en mi contra esgrimiendo a
Salih b. ‘Ali, yo haré lo propio con Ahmad b. Jalaf e Isma‘il b.
‘Ali. Si me asaltas con Sulayman b. Wahb, te destruiré con al-
Hasan b. Wahb. Si me desdeñas por comer a la mesa de Ya‘far al-
Jayyat, lo mismo haré yo por ser tu contertulio Wahb ad-Dallal.
Mirando por tu bien, creo que deberías aceptar la concordia y
rogar a Dios Altísimo un prolongado bienestar. Evita las
iniquidades, porque no es salubre el pasto en que se asientan;
teme también la injusticia, pues su dominio es malsano. Guárdate

178
Tribu árabe de la región de la Meca. Yáhiz era cliente de esta tribu, lo
cual explica su amenaza.
de exponerte a Yarir si satiriza; a Farazdaq si canta en alabanza
propia; a Hartama cuando vuelva la espalda; a Qays b. Zuhayr al
echar mano de ardides; a al-Aglab cuando hace tomafuye y a
Tahir si embiste de repente: quien sabe su valor, conoce el de su
enemigo; el que ignora su propio rango, tampoco sabe cuál es el
ajeno.

126. Ya he catado la calidad de tu vino y tu buen caldo -aunque


descuelle por encima de la Cabra y sea más preciado que huevo
de alimoche179-; lo mismo he hecho con los méritos de tu atutía -si
pura nos la mandas-. Debieras quedarte en la avenida, pues es
mejor para ti; y renunciar a los desfiladeros, porque así te sería
más conveniente. Por Dios, hermano mío, tú posees todos los
saberes necesarios, los selectos y los que otorga la experiencia:
nunca vi a nadie de más rotunda inteligencia; de más palmaria
integridad o argucias más sutiles; de más vasta instrucción, ni de
ecuanimidad más diestra; a nadie de espíritu más vivo, de ojo más
precioso, de más escasa mácula, de más galana talla, de más sagaz
caletre, bello rostro y noble origen; nadie, en fin, de más salero,
más diserta lengua, mejor elocuencia, presencia más apuesta ni
más donoso gesto.

127. Tú eres hombre con el mínimo de ciencia: tocas de pasada


las profanas tradiciones, camuflas lo que eres, trufas tu valía, te
emperifollas de oropeles, blasonas de nobleza con matalotajes
vanos, te haces querer por la fachada, ¡y eso es todo lo que tienes!
Mas nunca se confunden los mares con los riachuelos, ni la
substancia con el accidente, ni tampoco el infinito con el átomo.

128. En punto al muslo y la estatura, ¿quién va a equiparar el palo


con la bola? ¿Quién habría de asimilar el poyo a la palmera? ¿Y la
espada yemení a la rueda de molino? Pues, en efecto, sólo puede
ser que se comparen cosas si se escoge entre lo bueno y lo mejor
de ambos extremos -o bien entre lo puramente malo- y entre cosas
79
1
El refrán árabe Más escaso que huevo de alimoche (Maydani, Mayma‘,
II, n.º 2601, pág. 390) se debe a la proverbial dificultad de ver huevos,
nidos o crías de aves carroñeras. Yáhiz lo saca a colación con otro de
semejante uso: Más lejano que la Cabra (ib., I, n.º 575, pág. 201).
parejas y no diferentes. Por lo demás, y en cuanto al vinagre ya la
miel, la china y la montaña, el alimento y el veneno o la
indigencia y la abundancia, eso son cosas en las que el intelecto
no se engaña y en las que no miente el sensorio.
Tres errores hay: yerro de los sentidos, yerro de la
imaginación, yerro del juicio; todo lo cual se puede advertir, hacer
saber, rectificar y corregir. La premeditación, en cambio, es de un
solo género, y su remedio está en el yugo, la prohibición, el palo,
la muerte; ante todo, el hombre sabio ha de escupirla, y no
servirse de ella para estimular ni prédicas, ni pláticas.

129. He visto a algunos oponerse tenazmente a la verdad si ésta se


conocía por deducción; pero nunca vi a nadie que lo hiciera al
conocerla con sus propios ojos. Tú, sin embargo, en cuanto niegas
la evidencia, ya convidas a la gente a hacer lo mismo; y apenas
los convidas, ya pleiteas sobre ello; mas, como el litigio no te
satisface, pretendes que en él te den la palma; pero la palma no te
basta sin la prioridad; ni los méritos nuevos sin los viejos; ni los
viejos sin los heredados y los adquiridos. No te place ser primero
sin ser a la vez último; ni discreto sin ser al tiempo boquifresco, ni
discutir sin combatir. Hasta juzgas la precaución como pecado y
la prudencia como impiedad.

130. Incluso si fueras el imán de los rafidíes te matarían en un


abrir y cerrar de ojos; y si tal cosa pasara, perecería la comunidad,
pues eres hombre sin descendencia. El imamato, hoy, no conviene
a los hermanos; pues, si así fuera, convendría también a los
primos. Además, ha ido estrechando el parentesco de modo que
ya no cumple sino a los vástagos. Y a este tenor, el imamato, en
pocos años, no se sostendrá sino en razón de la supervivencia del
mismo imán hasta el fin de la eternidad. Ése es el argumento de
quienes creen en la transmigración, ¡Y tú, que eres rafidi, no lo
conoces! Ahora, regálame la más pura atutía, tal como yo te he
brindado un párrafo sobre la metempsicosis.

131. Estimas que la muerte, como precio de la contumacia, es el


supremo heroísmo; que apartarse de los justos, honrando el
empecinamiento, es cosa afortunada; que comandar a cuantos
niegan las verdades es un grado; que reconocer lo evidente es
mezquindad Y que la reputación de ser exagerado es timbre de
grandeza. En tu sentir, quien goza de más clara razón es el que
más alto vocea; quien más dotado está para la contrición es el que
tiene la cara más dura; el más piadoso es quien menos se contiene
Y el más justo es el que más provoca. Te chifla el temerario;
andas chalado con el terco; profesas cariño sincero al descarado.
Para ti, el hombre educado es el que censura las pláticas de sus
colegas; el que pasa revista a las anécdotas de sus amigos, cuca el
ojo a espaldas de su comensal, hostiga al sabio, detesta al cuerdo,
no soporta al ingenioso, envidia cada gracia ajena Y niega toda
clase de verdad.

132. Discúlpame, pues no hago más que traerte de aquí para allá
Y presentarte un capítulo tras otro. Es propio del hombre aburrirse
de lo que le sobra, Y encontrar fastidioso lo que mucho le dura,
aunque muchas también sean sus utilidades Y ventajas.
Únicamente he pretendido estimular tu interés por lo que viene,
antes de que se apague tu atención por lo anterior; pues, cuando
aguardas Y esperas algo, se te hace más apetecible por el
provecho que te pueda acarrear; Y lo deseas más, en razón de lo
que te pueda aportar. Todo lo esperado se exagera, Y se enaltece
todo cuanto se anhela.
Y todo lo dicho, en fin, se debe al afán de sacarte provecho, a
la pasión por el conocimiento, al celo en el aprendizaje, a mi
avidez por esquilmar tu ciencia ya la codicia de cuanto en ti
espero, conociendo tu naturaleza y estimulando tu energía, porque
eres júbilo de toda circunstancia y autoridad de elevada pujanza.

•••••
133. Infórmame de cómo fueron los embustes de los falsos
profetas y los fraudes de los impostores que se proclamaron sujeto
de la profecía; de los que no revelaron su prédica; de los que sí lo
hicieron y lucharon por ella; de aquéllos que fueron escuchados y
de los que no lo fueron. Descríbeme sus diferentes trampas,
artimañas y clases de ardides; dime cómo se basaron en la
coincidencia y ahondaron en el pretexto. Háblame de los que
echaron por el camino de la constancia; de los de la heteromancia
y la astrología; de los de las rogativas; de la manifestación del
ascetismo; de la prohibición del disfrute; de aquéllos cuya
estampa y caso concuerda con parte de las antiguas profecías y los
libros verídicos, y de quienes coincidían en otras cosas.
Háblame de Set, hijo de Adán; de Zaratustra, de Mani; y
también de Pablo, y de qué pretendía frente a Marcos, Mateo,
Lucas y Juan.

134. Háblame de al-Aswad al- Ansi, Musaylima al-Hanafi,


Tulayha al-Asadi, Bint ‘Uqfan180, Rib‘i181 y Umayyab. Abi s-
Salt182. ¿Cuál es la historia de los dos pájaros verdes183? ¿Cuál fue
el caso de ar-Rammah? Dame noticias de Salama b. Yandal 184,
¿Qué dijeron los indios sobre la aparición de Buda? ¿Cuál es la
historia de Ibn Daysan185? ¿Cuál la doctrina de los adoradores del
universo y de la materia primordial? ¿Y cuál es la de los del

180
Los personajes citados desde el principio del párrafo hasta aquí son
pretendidos profetas aparecidos en los primeros tiempos del Islam. Véase
Pellat, index, s. vv.
181
Personaje que, según la leyenda, habló después de muerto y reveló
excelentes noticias sobre el paraíso. Véase Pellat, index, s. v.
182
Poeta preislámico y pariente del Profeta. La tradición le considera uno
de los personajes monoteístas del intervalo entre Jesús y Mahoma, al
tiempo que hace de él un inquietante rival de este último, pues es probable
que hubiese conocido varias fuentes judeocristianas tocantes a la naturaleza
de la Profecía. Umayya anunció que un profeta seria enviado a los árabes, y
él mismo esperaba ser tal profeta; por esta razón terminó mostrándose
hostil al Enviado, que habría dicho de él: .Creía con la lengua; pero en su
corazón era infiel.. Mas‘udi, Muruy, I, § 139, 140; T. Fahd, Divination, pág.
77 y n. 2; Pellat, index, s. v.; Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 85.
183
No sabemos a qué alude el autor. En Marruecos, no obstante, se ha dado
el nombre de 'pájaro verde' a diversos santos que habrían subido al cielo
bajo esta forma, de acuerdo con una creencia popular islámica en la
migración de las almas de mártires y santos en cuerpos de pájaros verdes
(W. Maçais, Textes arabes de Tanger, París, 1911, pág. 166 y n. 4).
184
Poeta anteislámico que empleaba el nombre «Allah» en algunos de sus
versos (Pellat, index, s. v.)
185
Bar Daysan, Bardesanus. v. Fihrist, págs. 805-6.
huevo186 y los que veneran las estrellas, atribuyéndoles sensorio y
ciencia, beneficio y daño?

135. ¿A quién se le antojó profeta todo el que, con rectitud y


justicia, en virtud de los lazos de sangre y desterrando la
ignorancia, exhortase a los hombres a creer en Dios? ¿Y quién
negó categóricamente el fundamento de la profecía? ¿Qué dices
de Hanzala b. Safwan y de Jalid b. Sinan 187? Habla de aquél a
quien Dios concedió sus signos y se los quitó de encima188.

136. Dime, ¿es concebible que un profeta blasfeme, o caiga en el


politeísmo, o desbarre tras su buen proceder, o se haga enemigo
tras haber sido amigo, o que Dios muestre sus trolas lo mismo que
mostró su rectitud? ¿Cómo es que para vosotros el profeta
desobedece sin errar; en tanto que el imán no desobedece, mas
tampoco yerra? ¿Cómo ha podido pasar eso en todos los profetas,
ni darse en todos los enviados -con tantos como ha habido -, si no
se ha visto en un solo imán, con los pocos que han sido?
137. Dime por qué se hicieron cristianos an-Un‘man y Yazid b. al-
Harit; por qué se hizo judío Du Nuwas189 y por qué se
convirtieron al mazdeísmo los reyes de Saba 190. ¿Cómo es que los
186
No sabemos a qué concepto apunta exactamente Yáhiz. Quizá se trate,
tal como sugiere Pellat (glos. s. v. 'bayd') de una alusión al concepto del
huevo cósmico, ya sea al de la cosmología egipcia, ya al huevo órfico, ya al
huevo o semilla de oro del brahmanismo o al mismo dios Mot del panteón
fenicio, «cuya forma era la de un huevo, en el que estaba el germen de
todas las cosas» (M. García Cordero, o. cit., págs. 10, 461). Véase D.
Maclagan, Mitos de la creación, Madrid, Debate, 1994, págs. 16, 80.
187
Legendarios profetas árabes del Intervalo (tal como llaman los
musulmanes al tiempo comprendido entre Jesús y Mahoma). Véase Alc. 25:
38. 188 V. Alc. 7: 175.
188
V. Alc. 7: 175.
89
1
Último rey himyarí del Yemen. Véase Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 49;
Argucias, pág. 277.
190
Sobre el reino de Saba, v. Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 43-44. Es de notar
que Yáhiz tenía la peor opinión del mazdeísmo y los mazdeos. Consideraba
que la época de Zaratustra fue «el colmo de la depravación», y su gente, la
de peor laya; razón por la cual nadie habtia abandonado jamás su religión
para convertirse al mazdeísmo (Hay, V, págs. 325-6).
árabes se han hecho grupos, unos que no respetan La Meca ni la
tregua sagrada, otros que sí y otros más que habitan en su
inviolable recinto, y todo ello sin haberse dividido en religiones
aparte? ¿Cómo es que nunca hemos visto una nación de confesión
dahri191, cuando sabemos que es posible192 que un dahri se
proclame profeta? ¿Por qué no se ha hecho dahri un solo rey?
¿Por qué no hallamos esa doctrina sino en sujetos especiales,
singulares o peregrinos?

138. ¿Por qué todos los secuaces de religiones han tenido reyes y
reino, a excepción de los maniqueos? ¿Por qué los han diezmado
todas las naciones precedentes? ¿Qué te ha hecho sentenciar tal
cosa, cuando ahí hemos visto [sobrevivir] a los Mazdakíes 193, a
los Dinawariyya194 ya los Tuguzguziyya195 [,que también son
maniqueos]? Pues si me dices: «Porque aquél en cuya religión no
cabe la lucha, en cuyo instinto no hay sitio para el mal, se ve
sujeto al despojo y a la esclavitud., ¿a santo de qué, entonces,
rechazan los bizantinos la esclavitud y el pillaje, cuando ni la
lucha, ni el litigio, ni el combate ni la fuerza son cosa propia de su
religión?

139. Ten la bondad, ¿qué diferencia había entre ‘Abd A1lah b.


Hilal al-Himyari -amigo de Iblis- y Karbas al-Hindi? ¿Y entre
ellos dos y Salih al-Mudaybiri196? Dime en qué eran disparejos

191
V. infra, § 46.
192
Seguimos la lectura propuesta por Pellat (pág. 76, n. 2) y adoptada por
M. Adad: anna-bu yayuz en lugar de anna-bu la yayuz.
193
Movimiento sedicioso maniqueo de carácter igualitario, originado en
Persia (s. VI), que perduró hasta tiempos del Islam.
194
Grupo maniqueo cismático establecido en Transoxiana hacia el s. VIII
(Fihrist, pág. 792).
195
Tribu turca que fue maniquea hasta al menos el s. X. Falta

196
Se trata, probablemente, de tres magos necromantes, acerca de los
cuales comenta Yáhiz: «la gente dice "Fulano manda" cuando cree que
alguien conjura a los demonios, las almas y los genios, y éstos le responden
y se le someten. De esa clase eran ‘Abd Allah b. Hilal al-Himyari, a quien
se llamaba "el amigo de Iblis", y también Karbas al-Hindi y Salih al-
‘Ubayd Muyy y al-Batihi, ‘Abd al-Warit y al-
Huyaymi197.Cuéntame qué distinguía, en punto a trápalas, a Abu
Mansur de Yarmi, a Babawayh de Jsr Jsrh [?] y al judío Qissa de
Kissa. ¿Qué cosa diferencia la adivinación de la magia? ¿Y al
adivino del vidente? ¿En qué eran dispares ‘Uzza Salama y Satih
ad-Di’bi, al-Ablaq al-Asadi y Riyah b. Kuhayla, la adivina de
Sa‘d Hudaym y Hulays al-Jattat198?

140. Platícame sobre las brujas de Hafsa y de ‘A’isa: ¿las mataron


con su aquiescencia, o tras aprender de ellas cómo hacer la
magia? Háblame del compañero de Yundab b. Zuhayr: ¿lo mató
con su consentimiento, o tras conocer de él el secreto de la
brujería? ¿Se ha demostrado si el Profeta -Dios lo bendiga y
salve- fue embrujado en una espata de palmera y puesto bajo la
piedra del pozo?
¿O no199?
141. Cuéntame qué son [las prácticas mágicas llamadas] niranyat,
barbay y kurawiyyat; qué los talismanes que se ponen en las
sortijas; qué los círculos mágicos y la procesión. Háblame de lo
que había en el anillo de Salomón200 y de la Divina Presencia que

Mudaybiri» (Hay, VI, pág. 198; v. Fihrist, pág. 729).


197
Los tres últimos personajes son de dudosa identificación (v. Pellat,
index, s. vv.) En cuanto a "Ubayd Muyy, es dtado por Yáhiz (Hay, VI, pág.
199) como entendido en conjuros, encantamientos y artes mágicas (v. infra,
n. 154). Es de suponer que los tres personajes no identificados fueran
igualmente magos o adivinos.
198
Los nombres citados corresponden a legendarios adivinos de época
islámica y anteislámica. Véase Pellat, index, s. vv. T. Fahd, Divination, pág.
44, passim.
199
Según diversas tradiciones (Bujari, k76 tibb, b49-50, n.º 5765-66), el
Profeta fue embrujado por un judío hipócrita «al punto de imaginarse que
hacía lo que en realidad no hacía-. El hechizo era del más grande poder, y
consistía en un peine con pelos enredados, en una espata de palmera puesta
bajo la piedra del pozo Darwan de Medina. Dos ángeles la salvaron,
agarrándolo por pies y cabeza y dándole a conocer el lugar donde se
hallaba dicha magia. Véase J. G. Frazer, La rama dorada, págs. 287-8; Ibn
Jaldún, Muqaddima, pág. 927.
200
La estrella hexagonal o de seis puntas, conocida en el mundo judío y
musulmán con el nombre de Sello o Anillo de Salomón, juega un
se hallaba en el Arca de la Alianza; pues los comentaristas
divergen al decir lo que era, y hay quien sostiene que se trataba de
una cabeza de gato201. ¿Qué quieren decir las palabras safsaf
yasiniyya, fatl y tawyih? Ponme al tanto de cuál es la
interpretación dada al runrún de los mazdeos202; de qué tiene de
especial la riqueza que quien toma de ella se arrepiente y quien la

importante papel en la confección de amuletos y talismanes. Parece que


este hexágono estrellado era lo que Salom6n llevaba grabado en su anillo;
junto con ciertos caracteres donde se contenía el Gran Nombre de Dios.
Como es sabido, el anillo le confería poderes extraordinarios, tales cuales el
dominio de la magia, el conocimiento del lenguaje de las aves y la
sumisión de los genios y demonios, con ayuda de los cuales construyó todo
tipo de edificaciones, empezando por el templo de Jerusalén (v. infra, § 51,
63; supra, § 163). V. Argucias, págs. 102, 141 y sigs.; al-Qalyoubi, o. cit.,
pág. 59; A. Piñero, Testamento de Salomón, en A. Díez Macho, Apócrifos
del Antiguo Testamento, vol. V, 323-387.
201
at-Tabut (esp. 'ataúd', v. g.) es el nombre árabe del Arca de la Alianza.
La voz sakína designa el espíritu de Dios, la Presencia Divina que a las
veces desciende sobre los profetas (Alc. 9: 26, passim) y que también se
encuentra en el Arca de la Alianza (Alc. 2: 248). Recordemos que ésta
última -en principio una especie de santuario portátil- era para los israelitas
el símbolo de la presencia de Yahwé en medio de su pueblo. Esta presencia
era indicada por una nube que cubría el Arca; allí estaba «la Gloria del
Señor» (EX 40: 34-38). El término hebreo sekína no aparece en el
Pentateuco; pero sabemos que «en tiempos del judaísmo tardío y en los
tiempos de Cristo, los judíos evitaban pronunciar el nombre de Yahwé, y lo
sustituían por el de Adonay ('señor mío'), Elyón ('Altísimo') y Shekinah
('presencia' o 'morada'), etc.» (M. García Cordero, o. cit., pág. 324).
Aunque el término designa una presencia real, mas no física, no deja de
parecer enigmático; y así Yáhiz pregunta qué cosa era la sakina, en
referencia al desacuerdo habido al respecto entre los diversos
comentadores. En efecto, al-Qalyoubi (o. cit., pág. 188 y sigs.), tras
nombrar otras versiones (como que se trataba de las sandalias deMoisés,
sin ir más lejos) refiere citando a Ibn Ishaq: «la sakina es una gata muerta
que tenía dos cabezas y una cara humana. Cuando los hijos de Israel tenían
que librar una batalla, sacaban esta Arca y la ponían delante de ellos.
Cuando la gata comenzaba a lanzar gritos, sabían que la victoria era para
ellos». v. EI2, s. v. 'sakina', art. de T. Fahd.
202
Zamzama: «A low, murmuring noise made by the fire-worshippers when
performing their ablutions, or at meal-time». F. Steingass, Persian-English
deja se arrepiente igual, y de qué decía al-Jalil al respecto de las
antiguas conjeturas.

142. Hazme saber de tu opinión tocante a la poesía que recitamos


en el sueño, más bella que la cual aún no hemos oído otra ni
despiertos; a la poesía que creamos en el mismo curso de la
plática, al comparar unas cosas con otras, al dormir, al estar
mermados o menguados de fuerzas; esa poesía cuyo autor nos es
desconocido o casi, sin que pueda andar en cálamos noticia suya,
ni ser felicitado o reprobado.

143. ¿Por qué somos así, que procuramos traer a las mientes algún
asunto importante y nos vemos incapaces de hacerlo, llegando a
desesperar por mucho que nos concentremos y por mejor que sea
nuestra memoria; y luego sucede que, despiertos o dormidos,
aquello se nos presenta o nos ronda por las mientes, por muy poco
ya que nos precise y menos atención que le prestemos? ¿Por qué
es que olvidamos un verso de un poema, un versículo de toda una
sura o una palabra de un discurso entero?

144. ¿Por qué la flema conviene más a la letra ba’ que a la ta’?
¿Por qué la atrabilis corresponde mejor a la yim que a la ha’203? y
lo mismo en punto al alma que rehúsa recordar: ¿pueden tener sus
lapsos de memoria razones específicas o motivos sustanciales? De
no ser así, sería posible que se olvidara éste poema en lugar de
aquél. ¿Por qué ocurre que algunos recuerdan mejor la
genealogía, otros las citas de autoridades, algunos los conceptos y
otros las palabras? ¿Cómo es que no olvidamos nadar, cuando es

Dictionary, s. v.
203
Ba’, fa’, yim y ha’ son letras árabes. la fisiología humoral hipocrática
tuvo gran difusión en la cultura musulmana. Uno de sus usos se desarrolló
en la simiya’, «ciencia» o magia que se ocupaba de los poderes ocultos en
las letras del alfabeto. A cada letra correspondía un humor determinado,
con su elemento primordial asociado; de ahí se podía obtener variada
información acerca de las entidades representadas por los caracteres del
alfabeto árabe. Véase Pellat, glos., s. v. 'ba’'; EI1, s. v. 'simiya’', art. de D.
B. Macdonald; Ibn Jaldún, Muqaddima, págs. 935 y sigs.
una de las cosas que aprendemos; y lo habitual es que lo
aprendido se olvide y se ignore, en tanto se retiene lo innato?

145. Dime por qué no abofeteaste al samaritano 204; por qué no


injuriaste a Mani mentándole las partes de los padres 205 y por qué
no escupiste en la cara de Faraón. ¿Es la naturaleza la que te
inspiró un temor reverencial hacia Hisam b. Jalaf b. Qawala al-
Kinani, cuando éste se meó en la cabeza de Niu‘man (lo cual
querría decir que eres del Yemen) 206? ¿Fue ella, la naturaleza, la
que te impidió esputar en la cara de Faraón, cuando le oíste decir:

¿Y qué es el 'Señor del universo '207?


No sostengo que seas del Yemen porque provengas de Qahtan:
¡cómo iba a ser, si tú eres más viejo que él y que Ma‘add b.
‘Adnan; más que el sinfín de generaciones cuyos antepasados y
patriarcas Dios ha dado a conocer! Sin embargo, sí que eres uno
de ellos debido a la pasión [que te caracteriza] y al triunfo [que te
acompaña], y también porque ellos fueron deudos y paniaguados
tuyos.
04
2
Nombre dado en el Alcorán (20: 85 y sigs.) a quien incitó a los judíos a
adorar el becerro de oro.
205
A‘adda y amadda, lit. insultar a alguien diciéndole: Ya ‘adda qadib abi-
ka, '¡Mordedor de la polla de tu padre!' o Ya madda hirr ummi-ka,
'¡Comezón del coño de tu madre!' (Pellat, glos., s. v. 'amadda'). v. Avaros,
págs. 235, 270.
206
Se trata de una anécdota de la historia preislámica (Ibn Qutayba, cit.
Pellat, index, s. v. 'Hisam Ibn Halaf): Nu‘man b. al-Mundir fue el último
rey de los Lajrníes de Hira. Estando éste de peregrinación en La Meca,
Hisam b. Jalaf, un notable de la tribu Kinana, preguntó: «¿es éste el rey de
los árabes?» y al saber que así era «se meó en su cabeza para humillarlo;
entonces él renunció a la religión de los árabes y se hizo cristiana».
207
Palabras dichas, según Alc. 26: 23, por Faraón a Moisés; similares a las
pronunciadas en EX. 5: 2. En el Alcorán, el rey con quien tratan Moisés y
Aarón tiene por nombre propio 'Faraón'. No obstante, varios
comentadores explican la palabra como título constante de los reyes
amalecitas, ala manera de Kisra ('Cosroes') para los soberanos persas y
Qaysar ('César') para los emperadores bizantinos. Esta denominación es
ejemplo de tiranos orgullosos e insolentes (EI2, s. v. 'Fir‘awn', art. de A. J.
Wensinck-[G. Vajda]).
146. Dime cómo es que todos los animales nadan, a excepción del
hombre, el mono, el alacrán y el caballo tordo. A ver qué sabes de
Asaf208, del Libro de Adán209, la vaina de Moisés, Darsab, Salna y
el Libro de los Nombres. ¿Y de la frase: «Un fulano ha invocado
el Gran Nombre de Dios»? ¿Qué piensas de Ibn ‘Aqib, el
macrobio Caracortada210, Su‘ayb211 y Salih212, as-Sufyani213 y al-
Asfar al-Qahtani?
208
Asaf Ibn Barajya (el 'Asaf, hijo de Baraquías' de 1CR 6: 24), legendario
primo y visir del rey Salomón, cuya figura es citada en conjuros, amuletos,
encantamientos demoníacos, etc. (Véase A. Labarta, Libro de dichos
maravillosos, Madrid, CSIC, 1993; E. Doutté, o. cit., pág. 121). Pasaba,
según la tradición musulmana, por conocer el «Gran Nombre de Dios» y se
le cree autor de numerosos prodigios, entre ellos el de la construcción de
Santa Sofía de Constantinopla (Ibn Battuta, o. cit., pág. 443). Se le atribuye
igualmente la creación de prácticas mágicas que toman su nombre:
Asafiyyat. V. Argucias, pág. 105.
209
Véase T. Fahd, Divination, pág. 223, n. 2, que cita tres escritos
conservados con el nombre de Libro de Adán.
210
Asayy al-mu‘ammar. El apodo caracortada se repite en varios
personajes históricos. Entre ellos está un tal ‘Utrnan b. al-Jattab b. Abi
Dunya, que había nacido en tomo al año 600 y muerto en 938. Este
personaje pretendía haber conocido a c Ali y haber recibido de él
numerosas tradiciones (M. A.-C. Balbier de Meynard, «Surnoms et
sobriquets dans la littérature arabe», Journal Asiatique (mayo-octubre
1907), s. v., pág. 221).
211
Profeta de la tradición árabe, mencionado en el Alcorán (7: 85; 11: 84,
passim) y al que se ha identificado con el Jetró bíblico (EX 2: 16), pues
éste era llamado sacerdote de Madián y aquél también fue enviado a dicho
pueblo.
212
Profeta árabe, enviado a los tamudeos, según Alc. 7: 73; 11: 61, passim.
213
«Con la caída de los Omeyas, pasó la gloria de Siria y tuvo fin su
hegemonía. Los sirios hicieron varias tentativas para recuperar su antigua
preeminencia; pero todo fue en vano. Al fin, pusieron todas sus esperanzas
en la llegada de un Sufyani, especie de Mesías que habría de venir a
liberarles del yugo de los opresores venidos del Irak. Todavía hoy en día
puede hallarse entre los musulmanes de Siria la creencia relativa a la futura
venida de un descendiente de Mu‘awiya. (Ph. K. Hitti, o. dt., pág. 228).
Véase Ch. Pellat, «le culte de Mu‘awiya au IIIe siècle de l'hégire», en
Études sur l'histoire socio-culturelle de l’Islam.
147. Dime -tenla bondad- cuánto hace que se elaboró el cálculo
de al-Hasmiray, quién ideó las cifras indias, dónde se escribieron
la Siddhanta, el Arkend y el cómputo de Kalasifar; cuánto hace
que se inventó la suma y se creó la aritmética. ¿Quién llamó
álgebra al álgebra? ¿Quién cuadrada a la raíz? ¿Quién sal
amoniaco a aquella sal? y la akdariyya214, ¿de qué cosa deriva?
Dime, en fin, qué interpretación se da a las cifras indias ya la
numeración alfabética.

148. ¿Quién fue el primero que contó hasta diez y del diez hizo
término y objeto, duplicándolo después, de guisa que acotó los
números por decenas de decenas y aun por decenas de estas
últimas en pos de lo infinito; para luego fraccionar en diez
submúltiplos porque diez son los dedos [de las manos]? ¿Por qué
no tomó como base lo que pudiera dividirse en medios, tercios,
cuartos, sextos u octavos? ¿Acaso observó que la multiplicación
al infinito no puede ser sino en decenas y así, en decenas de
decenas, la tenemos nosotros? ¿O quizá la primera razón fue:
«Todas las cosas son decenas»?

149. No comprendo -déjame decirlo- su sentir: «El hombre es


diez cosas», lo mismo que no entiendo el dicho de al-Fazari: «El
intelecto es esférico», pues sé que esférico es el corazón, igual
que la cabeza, que custodia los sentidos; pero realidades como el
saber, el hablar y cuanto los semeja no conocemos sino en tanto
que opuestas a los cuerpos tangentes y tangibles.

150. Sé una pizca sobre música y mi pasión por ella nunca se ha


consumido: cuéntame en qué eran diferentes de Pitágoras
Euclides y Muristus215, y di qué distinguía a sus discípulos de los
de aquél. ¿No habéis puesto a la cabeza a Euclides, con la

214
Nombre de una rocambolesca figura del derecho de sucesión. Trata el
caso de una mujer que deja por herederos a su esposo, madre, abuelo y
hermana. No se sabe bien cuál es el origen de esta denominación. EI, s. v.,
art. de Th. W. Juynboll.
invención del barbat y otros ingenios de cuerda? ¿Qué diferencia
había entre Arsiyanus y Muristus? ¿Y entre Sergius y
Fahlawad216? ¿Por qué aquél mató a éste, si le andaba por encima
en el arte musical, en la factura de los instrumentos, en la relación
de tradiciones y en la autoridad [de que gozaba]? ¿Por qué razón,
tras declarar que lo mataría, haberle condenado a que los elefantes
lo arrastraran y decidido que se ejecutase tal sentencia, Sapor217 le
perdonó su asesinato?

151. ¿Qué diferencia había entre Hind, Fartana 218 y los dos
Saltamontes219? ¿En qué se distinguen Zabya y su rabel de as-
Saradin y su almirez? ¿Y Hababa y Sallama -amigas de Yazid 220-
215
O. Murtas. Autor (¿griego?) de obrns sobre instrumentos musicales. Y.
Fihrist, pág. 643; El, s. v. 'Muristus', art. de H. G. Farmer.
216
Fahlawad o Balbad, gran músico de la corte de Cosroes II Parviz, al que
la tradición atribuye la invención del sistema musical iranio (Pellat, index,
s. v.). Según Hay, VII, pág. 113, su rival, Sergius, le hizo envenenar y
Parviz le condenó a muerte; sin embargo, Sergius salvó la vida gracias a la
intencionada observación de que era necesario conservar un músico en la
corte.
217
Como advierte Pellat (pág. 82, n. 4), el rey a quien se refiere este
acontecimiento es Cosroes II Parviz y no Sapor.
218
Nombre de una esclava cantora que cantaba habitualmente versos en
contra del Profeta. Una vez que Mahoma tomó La Meca, cuatro mujeres y
seis hombres fueron condenados a muerte; entre ellos estaban la
mencionada Hind, esposa de Abu Sufyan, y Fartana (Pellat, index, s. v.)
219
Apodo de las dos cantoras árabes más antiguas de que se tiene noticia.
Según la tradición, eran contemporáneas de los protohistóricos aditas.
Maydani (Mayma‘, I, pág. 231, n.º 657; III, pág. 230, n.º 3739) dice que se
llamaban Ya‘ad y Yamad, y cita tres refranes sobre ellas, uno de los cuales
viene a ser dejé cantar a los dos Saltamontes, usado cuando uno se olvida
de algo por estar despreocupado y vivir en la molicie. Ello es que, tras años
de sequía, tres hombres del pueblo de ‘Ad fueron enviados a La Meca,
dominada entonces por los amalecitas, para impetrar lluvia; pero, una vez
hospedados allí, pasaron un mes escuchando a las dos Saltamontes y se
olvidaron de su pueblo.

220
Se trata de dos jóvenes cantoras del califa omeya Yazid, «hacia las que
sentía un afecto tal que, cuando ésta última se ahogó con un grano de uva
que, jugando, le había echado él en la boca, le cogió un enojo mortal» (Ph.
de ‘Alza al-Mayla' y Yamila al-Hadba'221? ¿Y Yamila de al-
Mayla'? Háblame del canto de camelleros de al-Mustaliq 222: ¿lo
tomaron de él los camelleros, o era de los camelleros mismos? [Si
lo tomaron de al-Mustaliq,] ¿fue con las alteraciones que éste le
introdujo? Por otra parte, sostenías que el compás del- canto
hazay proviene del Yemen, en tanto que el del nasb se debe a los
muchachos. Entonces, ¿a quién se debe el sinad223? Hazme saber
qué cosa hacía distintos a Dubays b. Haram de al Mustaliq b.
Sa‘ida.

152. ¿Por qué el Maestro, tras el Griego224, distinguió dieciséis


compases en el canto? ¿Acaso fue porque no acertó a percibir
más? ¿O quizá porque en el círculo no cabe sino aquello que él
captó225? ¿Por qué atribuyó el pavor a la atrabilis, la melancolía a
K. Hitti, o. cit., pág. 186). Ambas tuvieron un control absoluto en la
voluntad del califa. V. al-Wassa', o. cit., pág. 70.
221
Yamila (posiblemente apodada al-Hadba', 'la jorobada', en tanto su
nombre significa 'hermosa') fue la primera gran cantora de tiempos del
Islam. Tenía por discípulas a las anteriormente citadas Hababa y Sallama
(Pellat, index, s. v.; Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 220).
222
Este Mustaliq b. Sa‘ida parece haber sido el primer árabe (quitando a las
ya nombradas y legendarias Saltamontes) que destacó como cantante (M.
A.-C. Barbier de Meynard, o. cit., pág. 221). El «canto de los camelleros»
que menciona Yáhiz es el llamado rukbani, descrito por L. I. al Faruqi (An
Annotated Glossary of Arabic Musical Terms, Londres, Greenwood Press,
1981, s. v.) como «pertaining to riders or cameleers. A traveler's or caravan
song».
223
Los nombres vistos designan las tres clases de canto de la antigua
Arabia. El Hazay ('trueno'), se caracterizaba por «a quick, dance-like
rhythm and a light-hearted feeling». El nasb ('erección', 'alzamiento') era
«the singing of travelers, or a type of improved camel driver's song which
was sung by young people [?]». Por su parte, el sinad ('sostén') tenía como
cosa primordial «a slow rhythm, a refrain, low pitches and glottal stops»
(L. I. al Faruqi, Glossary, s. vv.). Véase al-Qalyoubi, o. cit., pág. 145.
224
Seguimos aquí la lectura propuesta por Pellat (glos. s. v. 'mu‘allim') y
adoptada por Adad (Arabica 14, pág. 299 [81], n. 3), esto es, ba‘d al-
yunani por yu‘addu li l-yunan.

225
Es difícil determinar el maestro de que habla Yáhiz. Es posible que se
trate del gran lingüista al-Jalil b. Ahmad, quien, en efecto, elaboró el
la flema, el valor a la bilis y la alegría a la sangre? ¿Por qué
repartió esos humores en las cuerdas [del laúd] y, a este tenor,
asignó la bilis a la cantarela, la sangre a la segunda, la flema a la
tercera y la atrabilis al bordón226? ¿Por qué afirmó: «La cantarela
es sutil, fogosa, ligera. La segunda es etérea: su naturaleza está
entre la del fuego [y la del aire]; tan sólo aquélla aventaja en
ligereza. A su vez, la tercera es como el agua; y el bordón, como
la tierra. El valor de la segunda es el duplo del de la cantarela; el
de la tercera, el cuádruplo y el del bordón el séxtuplo»?

153. ¿Y por qué sostenía que, entre los sones musicales, los hay
que turban y los hay que asustan, de guisa que, si se potencian,
destruyen y, si arrecian, matan? ¿Por qué decía también que en
ellos hay cualidades capaces de alterar las cosas, de tal suerte que,
si se potencian, engendran desvanecimientos; si es que arrecian,
petrifican y, si aún van a más, entonces matan? ¿Cómo se le
antojó que unas melodías, de suyo, matan por la consunción que
producen, y que otras lo hacen por el pasmo que acarrean? ¿Por
qué razón, en fin, describió los sones musicales según el frío y el
calor, tal y como los venenos letales?

154. Háblame de la construcción del barbat: ¿Se debe a Lamak, a


Rafael, o bien a Euclides? ¿Qué opinión te merece la creencia de
que Lamak construyó el laúd a imagen de la pierna de su hijo, con
el muslo, la pantorrilla, el pie y los dedos; de suerte que hizo de la
caja el muslo, del mástil la canilla, del clavijero el pie con sus
dedos y de las cuerdas las venas y los nervios227?
cuerpo teórico de la prosodia árabe, sintetizando en diagramas circulares
los principios que rigen el sistema métrico. En cuanto al «griego» que le
antecede, M. Adad sugiere que pueda tratarse de Ptolomeo o Porfirio
(Arabica 14, pág. 299 [81], n. 3).
226
Sobre esta asignación de los humores a las cuerdas del laúd, v. M. Cortés
García, Pasado y presente de la música andalusí, Sevilla, Fundación El
Monte, 1996, págs. 75-79.

227
Refiere Mas‘udi (Muruy, V, § 3213): «Lamak tenía un hijo al que amaba
grandemente; murió éste, y él colgó el cuerpo de un árbol. Se descoyuntó el
cuerpo y no quedó de él más que el muslo, la pantorrilla y el pie con sus
dedos. Entonces Lamak tomó un trozo de madera y, tallándolo y
155. Si no te importa: ¿cómo te has aprendido la Gesta de Ardasir,
si cierto teólogo me comentó que había visto en Siraf a un
mazdeo que la sabía de memoria, con los mil volúmenes que
ocupa, escritos de mediana letra? ¿Cómo has logrado retener el
Kítab at-Taraf? ¿Acaso te encontraste a su autor allá en los días
en que la aparición de Mercurio te hizo entrar en Bizancio?

156. Dame noticias sobre los Secretos de la India 228: ¿son cosa de
un solo hombre o se deben a un consejo? ¿Por qué se ha
pretendido que ser levantisco con los padres provoca lepra
tuberculosa, que es algo que se ignora en medicina? ¿Quién creó
el ajedrez229? ¿Quién Calila y Dímna? ¿Y quién la kawkala230?
¿Quién construyó la ciudad de al-Qal‘a231? ¿Cómo es que el
bizantino y el indio no hacen caso de los del Sind cuando éstos
están cautivos, y los desdeñan para el combate232?

cepillándolo, hizo de él un laúd: le dio al cuerpo del instrumento la forma


del muslo, al mástil la forma de la pantorrilla y al cabezal la del pie. Las
clavijas imitaban los dedos y las cuerdas las arterias». Este Lamak es el
primer Lamec bíblico, «antepasado de los que tocan la cítara y la flauta»de
GN 4: 18-21, y así lo identifica el propio Mas‘udi, que le señala la misma
ascendencia.
228
¿Los libros sagrados de la India; los Vedas?
229
Véase al-Qalyoubi, o. cit, pág. 121.
30
2
Se trata de un instrumento musical de la India, de una sola cuerda, y
cuya caja es una calabaza, que hace las veces del laúd y del címbalo
(Mas‘udi, Muruy, V, § 3217, quien lo llama kankala; Pellat, glos., s. v.)
231
Difícil localizar esta Alcalá entre cuantas pueblan el mundo islámico.
232
Pellat (glos., s. v. 'asr') sugiere que estemos ante una alusión al proverbio
recogido por Maydani: Más mentiroso que un preso del Sind, pues «se coge
al más miserable de ellos y pretende ser hijo de rey» (Mayma‘, III, n.º
3192, pág. 67).
157. En relación con los coturnos del Sind 233, nos han llegado
explicaciones dispares: pues hay quien afirma que el autor del
Libro del Bah234 era retaco y horrible, a más de engolfado con las
mujeres, de suerte que industrió con los coturnos el modo de dar
lustre a su cuerpo, encasquetándoselos, y que así el espesor
redundara en su altura: que ya de ahí, andado el tiempo y pasados
los años, quien no tuviera noticia del hecho habría pensado que
los dichos coturnos se adoptaron por estética o por cierto género
de comodidad.

233
Ni‘al sindawiyya. Según Pellat (glos., s. v.), se trata de cierta suene de
coturnos sin empeine, de espesa suela, que quizá sean lo mismo que al-
Wassa' (o. cit., págs. 198, 202) llama «las gruesas sandalias de cambia»,
citándolo como calzado propio de la gente refinada y elegante; v. Avaros,
pág. 163.
234
Con el nombre de 'libros del bah' (una de las muchas denominaciones
árabes del coito) se conocen las obras de erotología, de origen indio en su
mayor parte, que tuvieron gran éxito y difusión en los primeros siglos del
Islam. En el Fihrist de Ibn an-Nadim puede verse una lista de obras de este
género (págs. 735-6). Todo apunta a que este Libro del bah, intitulado por
los árabes Retorno del viejo a su mocedad, sea la traducción del
Kamasutra. En cuanto al bah (o ba'), cuenta Qazwini (‘Aya’ib, pág. 143),
remitiendo a Aristóteles, que se trata de un mineral maravilloso, una piedra
«que Alejandro consiguió en el norte de África, donde se encuentra su
yacimiento. Su particularidad es que, si se le acerca a un hombre o a un
animal, asoma en ellos el apetito del coito. Por ello prohibió Alejandro que
se llevara aquella piedra a su tropa, temiendo que las mujeres fueran
ultrajadas»; y añade: «También se ha dicho que hay en Egipto una piedra
que, al apretarla contra la espalda, produce prurito de fornicación. Yáhiz,
que sentía gran simpatía y admiración por los pueblos indios, debió de
conocer y apreciar grandemente este tipo de obras, pues en Hay, VII, pág.
29 leemos: «Los indios concuerdan con los árabes en todo [?], excepto en
la circuncisión y en la ablación. Los mueve a ello su profunda dedicación al
desarrollo de los placeres del coito. Se ha dicho que para eso adoptaron
cienos remedios y escribieron libros, que sus hijos estudian, sobre el ane de
la coyunda». Véase Ch. Pellat, «al-Gahiz, les nations civilisées et les
croyances religieuses», en Études sur l'histoire socio-culturelle de l'Islam
(VIIe-XVe s.), V, pág. 70; íd., «al-Gahiz et les peuples du sous-continent»,
ib., VI, pág. 546.
158. Piensan otros, sin embargo, que no: que se adoptaron para
guardarse de los escorpiones de noche y para no mancharse de
barro de día. De modo que, con el transcurso de los siglos, se
olvidó la razón, que es que casi ningún légamo cubre el espesor
que tienen, lo mismo que no alcanza a sobrepasarlo el aguijón del
alacrán. Y aún otros sostienen que tampoco: que los adoptaron los
reyes del Sind por mor de la bulla y el ruido que meten, para así
solicitar licencia de entrada a las estancias de sus esposas,
concubinas y mujeres todas, ya estuvieran haciendo cosas o
metidas en asuntos: así el crujir de los coturnos daba a entender
que alguien se estaba acercando y que pedía permiso para entrar.

159. Por su parte, decía Isma‘il b. ‘Ali que fuiste tú quien había
prescrito su uso, a más de haber aconsejado su fabricación, en
tanto que custodias el secreto que hay en ellos; y que les
enseñaste -decía- a masticar betel235, a adobarse las encías, a
perfumarse el hálito, a comer la juncia por razón que bien conoces
ya servirse del sándalo para cierta cosa que no está bien poner
escrito236.

160. También presumía que fuiste allá el primero en arrebujarse


en los riñones los pliegues del vestido, en mondarse los dientes,
en hacer la raya al pelo y en enseñarles a teñirse los cabellos.
Si afirmaste que ellos y los árabes empezaron a servirse de los
reburujones tan sólo porque los que habitan tiendas y desiertos,
los moradores de dunas y estepas y cuantos carecen de cojín para
su lado izquierdo, de espaldar para apoyar el lomo y de cobertura
en las piernas, fuerza es que padezcan de la espalda cuando están
de pie por largo tiempo o sentados mucho rato, ¿cómo puede ser
cierto lo que dice? Afirmabas que quien precisa de algo, discurre
235
Masticar betel es inveterada costumbre india (de ahí que Yáhiz se la
atribuya a su protagonista). Ibn Battuta (o. cit., pág. 248 y 354) afirma que
masticar hojas de betel, mezcladas con areca y cal, «refresca el aliento,
colorea los pómulos y las encías, elimina la bilis y favorece las
digestiones», además de que «comer estas hojas produce alegría y ayuda en
el coito».
236
Es decir, para el coito, como afrodisíaco.
a porfía y, quien de todo anda sobrado, se enlerda. Así que les
descubriste el cinturón para cogerse los reburujones y para que
éstos les hicieran las veces de respaldo o apoyadero. Ya el mismo
Cosroes te había comentado: «¿Por qué razón los turcos, los
jázares y toda la gente de tiendas y desiertos desconocen la
manera de apoyarse en los reburujones, cuando, estando las
cabezas buenas, la necesidad es la misma en todas partes? Dime
por qué aquel día no le contestaste: ¿fue porque preguntó con
retintín o porque se te antojó indigno responder a quien reparase
en tal aspecto?

161. Escúchame, ten la bondad, pues sé que oigo, mas no


comprendo el mecanismo que rige la audición. Y también sé que
veo, mas no se me alcanza cuál es el funcionamiento de la vista.
Ignoro si la morada del entendimiento es el cerebro, siendo el
corazón su puerta y su sendero -igual que el asiento del color es
toda el alma, siendo el ojo su puerta y su sendero-; o si su morada
es el corazón y no el cerebro; o si quizá ambos la son, conjunta e
ininterrumpidamente. El caso es que unos, en favor del cerebro,
pretextan que en la cabeza se hallan todos los sentidos; y otros, en
cambio, esgrimen la facultad de percibir, según el miedo, el
desasosiego y otras cosas que sienten en sus corazones. ¿Qué
opinión, pues, cabe al respecto? ¿Qué sostienes tú?

162. ¿Cómo es que el fuego se prende por un punto? [...] 237 y si


sabía de Dios, ¿con qué conocimiento era: necesario o adquirido?

163. ¿Cómo es que Salomón ignoraba la morada de la reina de


Saba, siendo monarca de grave dignidad, con los genios a él
sometidos, las aves de faraute y los vientos hechos aparejo de su
voluntad? ¿Cómo es que José desconocía el paradero de su padre
-con lo afligido que por él estaba-, si era profeta y rey? ¿Y cómo
su padre ignoraba asimismo el lugar [donde José se hallaba],
cuando era profeta igual que el hijo (y ya se sabe que nadie hay
más sagaz que los profetas), y dado que éste dominaba Siria y

237
Nueva interrupción del texto.
aquél señoreaba Egipto? A ver qué dices de los extraviados238 y de
sus cuarenta años de idas y venidas por el mismo lugar: que,
estando en sus cabales, deambulaban y rondaban, parándose en
idéntico tramo del camino. ¿Cómo fue que todos se descarriaron,
a pesar de las oraciones que elevaron al cielo y la vehemencia de
sus súplicas?

164. Ponme al corriente de cuanto decía Jesús en el vientre de su


madre, luego en la cuna; y también del juicio de Juan cuando era
niño: en esas circunstancias, ¿hablaban ambos de cosas que no
sabían, o hablaban de cosas que conocían? [De ser así,] ¿cómo
llegaron a saberlas? ¿Fue por experiencia y deducción, por medio
de un completo instrumento y un perfecto aparato, o bien por los
caminos de la inspiración y de lo extraordinario?

165. Algunos se han asombrado de mi facundia y de la multitud


de mis demandas; pero, si de asombro se trata, el que a mí me
produce el de ellos es más recio, y el que me inspira su
desaprobación es más grande aún. Si tuvieran por la ciencia el
mismo afán que yo; si de ella tuvieran el mismo juicio mío; si
hubiesen leído el libro que te escribí en mi juventud, en los días
mozos de mis ansias de saber, tendrían por parvedades lo que
ahora les parece enorme, y por menudencias cuanto hoy se les
antoja farragoso. Lo mostraré, por tanto, si me das la venia; y lo
publicaré si contra mí te enojas.

166. Y dirás: «¿Qué es lo que te ha llevado a alzar mi nombre a


voces ya enterar a la gente de cuál es mi condición, si sabes de mi
verecundia, mi reserva, mi esquivez y mi aislamiento?» El hecho
es que -permíteme decirlo- si no se te inquiriera sobre toda época,
si no fueras el desiderátum de cualquier edad, tampoco te
dedicaría este libro ni me haría esperanzas de obtener respuestas.
Sin embargo, ya en su día autorizaste a interrogarte a Hermes,
luego a Platón, más tarde a Aristóteles y, de seguido, respondiste a
Ma‘bad al-Yuhani, a Gaylan ad-Dimasqi, a ‘Amru b. ‘Ubayd, a

238
Ahl at-tih, 'los del desierto', el pueblo de Israel.
Wasil b. ‘Ata’, a Ibrahim b. Sayyar y a ‘Ali b. Jalid al-Uswari 239.
Conque el fruto de una educación tomada de tu mano, aquél que
se ha formado bajo tu auspicio, bien merece tus respuestas y es
más digno de ellas; en vista de lo cual, deberías ser más solícito y
preocuparte más por él.

167. Háblame de los espejos y dime cómo es que en ellos se ven


los rostros y se contempla la imagen de las cosas, lo mismo que
en toda superficie lisa y pulida, tersa y límpida, tal como una
espada, un espejuelo de plata, los frascos de vidrio, el agua quieta,
e incluso la tinta brillante y la pupila negra -si quien en ella mira
es blanco-, o la niña de los ojos clara -si quien se mira en ella es
negro -. ¿Cómo sucede, entonces, que ni el agua que corre, ni el
fuego que esplende, ni el sol con sus rayos admitan reflejar
imágenes ni fijar en sí la forma de las cosas?

168. [Di qué piensas tú] de lo que dice quien pretende que en la
luna no hay verdadera desaparición, ni luz cenicienta ni perenne
sombra; que todo eso no es más que algo que la gente ve en la
luna -ya que es pulida y lisa- al confrontarse con la tierra y lo que
en ella hay, del mismo modo que quien se pone frente a un ojo
observa en la pupila la imagen de un sujeto, sin que allí haya tal
imagen: tan solo es algo que se ve al ponerse delante. Y dime,
¿por qué ocurre que algunos espejos muestran el rostro y la nuca,
y otros muestran las cabezas del revés? ¿Por qué no hallas nunca
en ellos cortinas y muebles que no se vean invertidos?

169. ¿Qué es esa imagen que se alza en el espejo? ¿Esencia o


accidente? ¿Ficción o realidad? Lo que ves, ¿es tu rostro u otra
cosa? Si es accidente, ¿qué lo produce? ¿Qué es lo que lo causa,
dado que el rostro no lo toca ni gobierna? Y esa imagen sensible,
¿suprime acaso la del lugar que ocupa en el espejo? ¿Y por qué
[sabes tal cosa], si no puedes ver en su misma superficie; si es
como si la vieras en el aire, al otro lado del espejo, en su interior?

239
Los seis últimos personajes son racionalistas musulmanes y conspicuos
mu‘tazilíes, entre ellos Ibrahim b. Sayyar an-Nazzam, maestro de Yáhiz.
170. Y ese color que semeja tu color, ¿suprime acaso el propio del
espejo? Pues si no lo suprimiera, se darían entonces dos imágenes
en un solo cuerpo, o bien dos colores en una misma substancia. Y
si resulta que ese color suprime el propio del metal [de que los
espejos están hechos], ¿cómo lo hace sin obrar influjo alguno en
él240? ¿Cómo podría obrarlo, cuando el espacio que ocupan ambos
colores no es el mismo, tampoco son tangentes o contiguos, y ni
siquiera uno incide sobre el otro?241 Tanto si hablamos de 'la
superficie del metal, como del aire que hay detrás o del espacio
que tiene delante, todo será cuerpo con color; y si arguyes en
favor del rayo que separa, [te habré de objetar que,] puesto que tal
rayo confunde los sentidos, lo mismo hará con el observador y
con el objeto percibido. ¿Cómo vamos a ver lo confuso, siendo el
rayo color y blancor, cuando al alma sensible nada de los sentidos
se le alcanza?

171. ¿Cuál es la diferencia entre el agua corriente y el agua


estancada? Dime qué distingue la quietud y la mutación.

172. Háblame de la romana: ¿cómo es que uno de sus brazos


alcanza a pesar trescientos arreldes -sobre poco más o menos-,
cuando ella entera pesa treinta -sobre poco más o menos-? ¿Qué
opinas de los espejismos? ¿Y del eco? ¿Cuál es tu parecer tocante
al arco iris? ¿Qué piensas de sus arcos verde y rojo? ¿Por qué son
distintos, si uno es el espacio y uno [el lugar que] los opone?
Yesos colores, ¿son realidad o fantasía?

173. Hazme saber qué cosa es el color de la cola del pavo real:
¿crees que no sea de índole verídica; que únicamente toma los
colores en razón de lo que tiene enfrente? ¿O bien opinas que hay

240
Yáhiz, que desconocía el fenómeno de la reflexión óptica, parece
referirse en este párrafo al hecho de que, cuando el observador se quita de
delante, el espejo «recobra» su color propio, esto es, ya no se percibe la
imagen del que en el espejo se miraba.
241
A partir de este punto, y hasta el final del párrafo, el texto se vuelve
oscuro y de difícil interpretación.
color en ella propiamente, y que lo demás son imaginaciones 242?
Aparte, ¿qué dices del cubilete de agua243? ¿Cómo puede ser que
se agudice su sonido, si no tiene aberturas; si el sonido precisa de
aire y, al aumentar, necesita por fuerza una salida? ¿Qué piensas
del verdor del cielo? ¿Es el verdor de la propia bóveda celeste,
como creemos nosotros, o se debe quizá al calor del aire, tal como
piensa nuestro contrincante?

174. ¿Sostienes que tenga color la bóveda celeste? Si así fuera,


abarcaría todas las formas, lo cual está en contra de cuanto hasta
ahora se ha pensado; y si no tuviera color, entonces los cielos
serían cosa distinta de la bóveda celeste, con lo cual uno de ellos
formaría parte del otro. Nosotros, además, decimos esto: si sucede
que, al mirar desde lo lejos, vemos redondas las aldeas de
alargada planta o forma diferente, ¡pudiera ser que el sol tuviera
forma de cruz y que fueran cuadradas las estrellas!

175. Dime qué piensas del flujo y el reflujo: ¿se deben a un ángel
que pone un pie y luego lo levanta 244? Si fuese cierto, resulta que

242
Ár. tawus < gr. taós. Sobre la disposición de los colores de la cola del
pavo real ya advertía Claudio Eliano (o. cit., V, 21) que «hace sudar a los
pintores que quieren representar lo característico de su naturaleza». La
hermosura abigarrada de su plumaje y su aparente cambio de color son
señalados por Yáhiz (Hay, II, págs. 243-4) como sus únicas características
buenas, según popular opinión; pues se le consideraba, entre otras cosas,
pájaro de mal agüero, horrible voz, horrendas patas e inquietante relación
con el demonio (Damiri, Hayat, s. v.)
243
Parece que el autor alude aquí a un instrumento de la «ciatomancia» o
adivinación mediante recipientes con agua, que producían ruidos que el
adivino interpretaba. San Efrén (apud M. García Cordero, o. cit., pág. 213,
n. 172) refiere que los persas empleaban parejo procedimiento, sacando
oráculos según el ruido producido por unas copas que golpeaban. Véase
Pellat, glos., s. v. '‘uss'.
244
Esta interpretación mítica de las mareas aparece, entre otros, en Mas‘udi
(I, § 290) y en Abu Hamid (Tuhfa, pág. 62): «El fenómeno del flujo y
reflujo tiene lugar dos veces al día y otras tantas durante la noche. El Señor
todopoderoso ha establecido estas cosas. Cuando preguntaron al profeta -
¡la paz sea sobre él! -por la causa del flujo y el reflujo, contestó: "Cuando
el Ángel del Océano introduce el pie en sus aguas, éstas se desbordan; y,
un ángel sería el ministrante del cosmos; quizá incluso el ruido
del trueno fuera el de la reprimenda echada por un ángel.
Dejémonos, no obstante, de filosofía y sigamos el parecer de la
mayoría ortodoxa; ¿o afirmaremos, quizá, que el flujo y el reflujo
se deben a las mismas fuerzas de gravitación, al ejercer la luna su
atracción y repulsión? ¿Qué opinión guardas de quien sostiene
que la luna es acuosa y que, de entre los astros, es el más parecido
a la naturaleza del fuego; junto a que el flujo y el reflujo
únicamente se producen con arreglo ala atracción y repulsión que
la luna obra en el agua? Todo lo cual es notorio en sus fases y
cursos; quienes estudian el flujo y el reflujo bien lo saben.

176. Dime cómo ha llegado la adivinación por trazas a basarse en


el parentesco, en el agua, en el aire y en la tierra. Resulta que la
adivinación no es cosa que se finja, ni es trabajo, ni se conoce por
deducción o reflexión: sólo la sabe quien la posee. Se encuentra
entre los Banu Mudliy, luego en cenáculos de los Jafam y los
Juza‘a, algo menos en Qurays y menos todavía entre los Banu
Asad; ninguno de los cuales desciende del mismo padre; tampoco
los une un mismo territorio, ni entre sus países ha habido [los
mismos] adivinos que, practicaran la adivinación según el modo
que hemos referido245.

cuando la retira, el Océano baja de nivel"». También al-Muqaddasi (Ahsan


at-taqasim fi ma‘rifat al-aqalim, trad. francesa A. Miquel, Damasco,
Institut Français, 1963, § 32) refiere esta interpretación (con el ángel
metiendo a remojo un dedo en vez de un pie) y otra más, citando a Ka‘b al-
Ahbar: cuando los peces inspiran, el agua se introduce en sus «narices» Y
se produce el reflujo; cuando espiran, sueltan el agua, y eso es el flujo. v.
EI2, s. v. 'al-madd wa-l-djazr', art. de L. Martínez Martín.
245
'Adivinación por trazas', qiyafa, disciplina adivinatoria que abarca, por
una parte, la interpretación de las señales, trazas o rastros dejados en la
tierra y, por otra, la determinación de un parentesco entre individuos según
su parecido físico. Esto es, geomancia y fisiognómica juntamente. «Esta
categoría de ciencia sólo se da entre los árabes, y además sólo entre algunas
de sus tribus, entre ellos los Banu Mudliy. Como la práctica de esta ciencia
depende de la plenitud sensitiva, interior y exterior, esta plenitud no puede
de ningún modo adquirirse, por que es imposible aprenderla o explicarla,
oralmente o por escrito. Más aún, afirman que es patrimonio de
determinadas tribus árabes, detenta" do por ellas con exclusividad. (Fajr ad-
177. ¿Cómo es que no se diferencian en la lengua, hablando éstos
la propia de los Zany, aquéllos el nabateo y esos otros el persa? Si
afirmas: «Entre ellos se distingue al que habla toscamente, al
poeta, al forastero246 y al lloroso», [y a eso añades que] el poeta
-aunque el verso le resulte fácil y se muestre aún más versado con
la rima -recita poesía de otros, compone la propia, a ella se
consagra y medita sobre ella247[...] ¿Cómo es que el hombre vive
donde vive el fuego y, donde éste muere, muere él? Este dato se
aprecia en las cuevas y aljibes. ¿Por qué [el hombre] se ha puesto
a observar las estrellas desde el fondo de un pozo profundo y
jamás las puede ver si no es cuando la noche está completamente
oscura?

178. Háblame de la oscuridad: ¿es substancia que existe cuando


cesa la luz, o bien la explicación de nuestra voz 'oscuridad' está en
que sólo queremos decir con ella «reluctancia de la luz»? Si la
oscuridad fuese de suyo realidad, ¿la verías acaso colarse por
entre la tierra, y ocultarse al esparcirse la luz o al hender sus rayos
el aire? ¿O quizá la tierra sea un disco de tiniebla, igual que el sol
es un disco de luz? Si es así, ¿cómo es que no se repelen? y si
resulta que cada uno se inmiscuye en el otro, ¿cómo no lo vemos
según miramos? De ser así, entonces no veríamos jamás ni luz, ni
oscuridad.

179. Si no te importa, dime por qué afirmabas que los nervios


tienen sensibilidad, que el pesar [viene de] un nervio atrofiado,
que el pulmón es insensible y que a quien se pasa la vida

Din ar-Razi, o. cit., en M. J. Viguera, Dos cartillas, págs. 87-88). Dada la


gran importancia de los lazos de sangre en las sociedades tribales árabes, se
recurría al adivino de qiyafa o a la adivinación por flechas para despejar
dudas sobre presuntas paternidades, etc. (T. Fahd, Divination, pág. 371).
246
Leemos la variante de la n. 5 (pág. 92) de la edición, es decir, ‘arir, por
garir.
247
Desde el principio del párrafo hasta este punto, donde se interrumpe el
texto, es más que probable que se hayan perdido varias líneas, dada la
oscuridad del discurso, que se toma incomprensible.
ingiriendo olíbano no le duele el dolor, mas toda delicia lo
deleita248. ¿Cómo, a ver, podrá sentir placer quien no sienta dolor?
Si tal fuese factible, conocería la derechura todo el que ignorara el
yerro y sabría de la verdad cualquiera que desconociese la
mentira.

180. De la exógena ciencia, lo dicho es lo que sé; tú, sin embargo,


eres más perspicaz en lo tocante al endógeno conocimiento:
algunos de tus discípulos pretenden que sabes por qué no tiene
bazo el caballo; por qué el camello no tiene vesícula biliar, ni
pulmones el pez, ni lengua las ballenas; y por qué la liebre tiene
menstruaciones249, y por qué rumian250 [...]

181. [...] por qué su pene es de hueso y por qué, salvo el riñón,
son únicos los órganos que cuelgan en las entrañas de las fieras.
Afirmabas, aparte, que tenías conocimiento de setenta maravillas
del murciélago, cuando nosotros no sabemos más que siete 251; que
248
«Dicen que, a quien tiene por costumbre masticarlo, el incienso le
renueva los bríos del espíritu, le fortalece la memoria, le hace sanar de sus
heridas recientes e impide a las malignas extenderse; lubrifica el eccema
hasta curarlo, vigoriza la mente y corta de raíz la hemorragia nasal»
(Qazwini, ‘Aya’ib, pág. 175). Véase Ibn Habib, o. cit., 14r, 16v.
249
La creencia en menstruaciones de la liebre estaba extendida entre los
zoólogos árabes. Así, el mismo Yáhiz (Hay, III, pág. 529) nos dice: .La
gente tiene asco de las liebres y las hienas, y es porque tienen
menstruaciones. Qazwini (‘Aya’ib, pág. 253) afirma de la liebre que .un año
es macho y otro hembra, y menstrua como la mujer-. Según Camiri (Hayat,
s. v. 'arnab'), «los animales que menstruan son cuatro: la mujer, la hiena, el
murciélago y la liebre. Y se dice que también las perras», y aduce hadices
para certificar lo dicho sobre la liebre. v. infra, n. 125.
250
Nueva interrupción del texto, que se prolonga hasta el párrafo siguiente.
251
Esas siete maravillas son mencionadas por Yáhiz en Hay, III, pág. 532, a
saber: que se aparta de los altos montunos, de los llanos desérticos, de los
troncos de palmeras, de las copas de los árboles, de las espesuras selváticas
y los frondosos vergeles, de las hendiduras de las rocas y también de las
islas; que, en cambio, se allega ala gente y sus moradas; que, ya en ellas,
procura los más altos, recónditos e inaccesibles lugares; que es longevo;
que, a pesar de su larga vida, conserva la vista buena; que soporta largo
tiempo la falta de alimento y que, por más que viva y envejezca, no deja de
crecer y engordar.
del oro conocías cien nobles cualidades, en tanto que la gente no
conoce sino diez; y que sabes del camello mil remedios y mil
males, mientras que los beduinos afirman conocerle no más que
cien enfermedades sin ningún remedio.

182. Atiéndeme, si no te importa: el Enviado de Dios -que él lo


bendiga y salve- dijo: «La elocuencia es casi magia», y afirmó:
«Sin duda hay magia en la elocuencia». Tras oír hablar a un
hombre con palabras elocuentes, admirables, delicadas y sutiles,
exclamó ‘Umar b. ‘Abd al-‘Aziz: «Vive Dios que esto es magia
sin pecado». Por otra parte, se dice de quien es mañoso y fascina
con su habla a la gente, así como también del hombre benigno y
sosegado: «¿No es acaso un mago?» o «Embruja con su labia».
También se ha dicho de la mujer: «La de ojos hechiceros»; y Dios
menciona a los magos en el Alcorán, lo mismo que habla de Harut
y Marut y se refiere a «Las que soplan en los nudos»252. En fin,
dice la gente: «Es más detestable que la magia» cuando quiere
expresar el preciso concepto objeto de la comparación, la magia
misma y cuanto origina estos ejemplos.

183. ¿Y por qué te encuentras -Dios te dé larga vida- con que se


ha llamado magos a los oráculos árabes, mas no al vidente, ni
tampoco al adivino, ni al que tira las chinas 253, ni al que tiene un
genio personal; ni al que, desde ‘Amr b. Luhayy hasta nuestros
días, pretende tener un genio inspirador? ¿Qué dijo el mago al
anudar el nudo? ¿Y al enterrar en España la imagen de un hombre
de Fargana? ¿Y cuando torneó dos cirios, labrándolos a imagen de
sendos seres humanos, los enterró y tapó el lugar tras haberlos
colocado cara a cara a fin de que se miraran con amistad, de tal
manera que, de haberlos puesto espalda con espalda, habrían
permanecido enemistados254?
252
Alc. 113: 4. Véase J. G. Frazer, La rama dorada, pág. 284 y sigs.
253
Para adivinar con ellas, según caigan al suelo. Véase T. Fahd,
Divination, pág. 195.

254
Este tipo de prácticas mágicas se muestra por extenso en el Seudo
Maslama el Madrileño, Picatrix, pág. 213 y sigs., donde se dice que son
originarias de la India.
184. Dime quién se encarga por el mago de hechos como ésos;
quién los ejecuta en su lugar y quién se le ofrece para tales
menesteres; pues si «Satán» me dices, ¿por qué razón habría de
llevárselos a cabo, si la condición primera del demonio es no
acatar a quien tiene por encima? y si afirmas: «Es por obra de
irrevocables exorcismos y conjuros invencibles», [habré de
contestarte que] Dios ya conjuró a Satán con el Alcorán, con el
Evangelio y con la Tora; mas no por ello observó que hiciese
caso, ni diera a lo dicho algún valor, ni se cuidara de ello o lo
estimara cosa de fuste.

185. Dime qué es ese conjuro, al que responde el diablo si lo


escucha y obedece si se le manifiesta. ¿De dónde lo ha sacado el
hombre? ¿Cómo dio con él? ¿De quién le viene? ¿Lo creó o le fue
creado? Si fue Satán el primero que lo conoció, debió de ser
entonces el primero en darlo a conocer, antes de que el hombre lo
usara contra él; lo cual nos brinda el meollo de la cuestión: ¿qué
es lo que le hace precisar del conjuro hasta en los más nimios
detalles?

186. Dame tu parecer a este respecto: si afirmas que no es Satán


quien asiste al que pronuncia el conjuro; si éste es musulmán y
[quien le asiste] es musulmán [también] -razón por la cual
responde al conjuro y propicia su efecto-, ¿por qué entonces
trastorna a los cabales y mata a los enfermos, provoca afectos lo
mismo que aversiones, separa al hombre de su mujer, al hijo de su
dilecta madre y arrima a putañeros a las castas féminas? ¿Por qué
suplicia y mata, si todo ello es incompatible [con el Islam]?

187. ¿Por qué se ha dicho [al hablar de la familia]: «Más díscolo


que un uromastri» y «Más obediente que una gata», cuando
resulta que ambos se comen a sus crías 255? ¿Por qué el lobo

255
Ya Heródoto (Historia, n, 66) apunta que los gatos machos matan a sus
crías (aunque sin comérselas) para poder aparearse continuamente con las
gatas, porque éstas, tras parir, ya no aceptan la compañía de los machos.
Como a la gata «le encanta tener crías», permite al macho acercarse a ella
alimenta a los cachorros de la hiena cuando ésta muere o
sucumbe, que hasta el poeta dijo:

...para que un lobo sostenga a su camada?

¿Acaso entiende la hiena esa frase que le dicen: «Escóndete,


Umm ‘Amir»256? ¿Cómo es que la gacela no entra a su echadero
si no es a reculones? ¿Puede ser posible lo que dicen sobre el
sueño de los lobos? Aquello que cantó el poeta:

Con uno de sus ojos, duerme; y de la muerte


se guarda con el otro, pues dormita y vela.

¿Por qué la liebre duerme con los ojos abiertos 257? ¿Por qué se
come el lobo a su compaña cuando ve que tiene sangre258?
de nuevo (v. Claudio Eliano, o. cit., VI, 27). Los proverbios del texto
aparecen en Maydani (Mayma‘, I, pág. 204, n.º 583; II, pág. 397, n.º 2616),
quien explica que el uromastrix se come a sus crías debido al mucho celo
que pone en proteger sus huevos; tanto que, al romperlos las criaturas y
salir de ellos, la madre piensa que son «algún animal que pretende capturar
sus huevos» y los mata. En cuanto a la gata, se come a sus criaturas por el
intenso amor que les tiene. Tocante al carácter díscolo del uromastrix, Ibn
Qutayba (cit. Pellat, glos., s. v. 'dabb') dice que era un judío desobediente
con sus padres, por lo que fue metamorfoseado.
256
Jamiri, Umm ‘Amiri (Maydani, Mayma‘, I, pág. 422, n° 265). La hiena,
cuyo sobrenombre es Umm cAmir, es uno de los símbolos de la estupidez:
«Cuando la quieren capturar, arrojan piedras a su escondrijo; y ella,
creyendo que sean cosa que pueda cazar, sale y entonces la apresan». De
semejante guisa, si el cazador dice a la hiena .Escóndete, Umm ‘Ami»,
puede entrar a su guarida y capturarla, apresándola por las patas y el hocico
(Pellat, glos., s. v. 'jamara').
257
Extendida creencia que ya hallamos en Claudio Eliano (o. cit., II, 12;
XIII, 11, 13), quien escribe: «Dicen que la liebre duerme con el cuerpo,
pero que sus ojos, entretanto, están vigilantes». En Hay, III, pág. 406,
leemos de Yáhiz: «Los árabes del desierto afirman que el lobo es
sumamente precavido, y que da relevo a sus ojos, pues uno lo tiene cerrado
y dormido, y el otro abierto y vigilante. Tampoco dudan de que la liebre
duerme con los ojos abiertos».
258
Por su extrema maldad, astucia y desconfianza hacia el resto, los lobos
duermen unos frente a otros, o incluso con un solo ojo. Más aún, «si uno de
188. ¿Qué hay entre los genios y los toros? ¿Y entre los demonios
y las torcaces? ¿Hay genios en las serpientes? ¿Qué significa el
dicho: «Como si lo hubieran quebrado y recompuesto»? ¿Cómo
ha de interpretarse el hadiz: «La bestia sin cuerno será castigada
por la bestia cornuda, y se le impondrá encerrarse entre dos
granos de cebada.? ¿Por qué afirmaste que la edad de Noé es la
más larga de todas las edades, a más de que todos los profetas
habían alertado contra el Antecristo, y que el Antecristo es un
hombre?

189. Te he preguntado aunque sabía que, de todo ello, no conocías


a fondo ni mucho ni poco. Si quieres saber el valor de estas
preguntas y cuanto hay en ellas de banal, de cuento, de
disparatado, cierto o falso, aplícate a leer mis obras y disponte a
frecuentar mi puerta. Comienza por negar el antropomorfismo y
la doctrina del Bada’; remplaza la Rafida259 por el I‘tizal y, si tras
la autoridad [que así te ganarás] y la abnegación [que vas a
demostrar], junto con la molestia e importunio [que mis preguntas
te han causado], todavía se te niega la utilidad [de mis consejos],
¡que Dios aleje de nosotros tan sólo a los que agravian!

190. Aún me queda por hacerte unas preguntas, que marcarán la


conclusión de este libro y pondrán punto final a mis demandas:
dime, pues, qué es preferible: si la frase en que Hipócrates
comenta: «Corta es la vida, largos los menesteres por hacer, finito
el tiempo, la experiencia incierta y el destino adverso», si el juicio
donde Platón resume: «De no ser porque, al decir que nada sé,

ellos se hace una herida, el resto se lo come» (Qazwini, ‘Aya’ib, pág. 259).
Maydani cita la expresión más canalla que un lobo, y señala que quizá el
colmo de su vileza esté en que si dos lobos ven a un hombre y se lo quieren
comer, se conchaban y se le acercan a la vez, uno por cada lado; pero si el
hombre, al defenderse, hiere a uno de los dos haciéndole sangrar, entonces
el otro lobo se desentiende del hombre y se come a su compinche (II, pág.
397, n.º 2616). Este tipo de observaciones ya se ve en Claudio Eliano (o.
cit., VII, 20), quien las recoge de Egipto y los egipcios, añadiendo que igual
hacen los hombres con respecto al dinero.
259
V. infra, n. 108.
aseguro que sé algo, diría que no sé nada» o si quizá la modestia
de Arsiyanus cuando afirma: «No hay en mí más mérito científico
que el de saber que no soy sabio». Para mientes en éste último; y
luego reflexiona sobre el juicio de Demócrito: «Mejor un sabio
empecinado que un ignorante equitativo» y sobre el de su mejor
discípulo: «No hay ignorante ecuánime ni sabio contumaz; pero
bien puede ser contumaz el ignorante».

191. Considera después la opinión de Zósimo: «No habría ciencia


sin estudio; ni habría estudio sin ciencia. Prescindir de la verdad
por ignorancia me resulta preferible a apartarme de ella por
indiferencia y, si es verdad que la ignorancia se debe a una merma
en el sentido del bien, entonces la tozudez se deberá a un exceso
en el sentido del mal. Abandonar el bien por entero me resultaría
más grato que obrar el mal a medias». Considera además el juicio
de Tumuqrat260: «El saber es alma, en tanto el estudio es cuerpo;
aquél es raíz y éste rama; el primero alumbra, el segundo es
alumbrado. El estudio se debe a la existencia del saber -sin que
éste deba la suya a aquél-, pues la causa eficiente es mejor que la
causa secundaria, igual que lo primordial vale más que lo
accesorio». Pondera, en fin, esta opinión de Polemón261: «El
conocimiento viene del estudio, que es un fin en sí m1smo; el
primero es guía y el segundo es recto camino».

192. Cavila también sobre lo que dijo Aristóteles: «Mi solicitud


por el saber no ambiciona abarcarlo por entero, ni es medio
dirigido a ese fin: es búsqueda de todo aquello imposible de
ignorar y cuya renuncia no convenga al hombre juicioso». Piensa
en este juicio de [...]262: «Conozco la aritmética, domino los
260
La interpretación de este nombre es difícil: ¿Demócrito, Demócrates,
Hipócrates? Véase Pellat, index, s. v. 'Tumuqrat'.
261
Quizá se trate del sofista griego Polemón de Laodicea. Véase M. J.
Viguera, Dos cartillas, pág. 1; Fihrist, pág. 736.

262
El nombre del autor de este pensamiento no figura en el texto, debido a
error del copista. Pellat (pág. 99, n. 5) apunta que, por lo que en él se dice,
parece tratarse de Euclides.
saberes musicales y sé la geometría. Nada queda [por encima],
pues, más que la teología y la virtud moral»; y reflexiona sobre
éste otro de Muristus: «Conozco la mayor parte de los saberes
particulares y, aún así, tan sólo sé lo mínimo de cuanto se conoce
por general sabiduría, pues un poco de mucho es mucho; y mucho
de poco, poco es. Comencé aprendiendo todo aquello que
estuviera lejos de ser general y difuso, deseando hallar lo
concreto, es decir, el conocimiento del Uno, del cual viene el
primero de los números, y al cual habré de regresar».

193. Medita luego sobre el sentir de Polemón: «¡Qué ínfimo el


provecho que se obtiene del mucho saber, si se compara con la
nobleza de carácter y la templanza de las pasiones!» Medita
también sobre éste de su discípulo primero: «El imperio del
carácter vuelve inútil el conocimiento y hace olvidar las
consecuencias [de los actos]; pero, si es sólido, es el conocimiento
el que se impone». Para mientes, de seguido, en la opinión de su
discípulo segundo: «Lo impenetrable no es cosa del saber, así
como lo oculto no es objeto del entendimiento; pero no hay cosa
impenetrable sino gracias a la inoperancia y manquedad, ni cosa
oculta sino por razón de abandono y charlatanería».

194. Considera, por último, esta sentencia de Masaryis: «Quien


flojea en el saber por propio deseo, por temor, por competencia
[con los otros] o por [el dominio de] las pasiones, es porque sus
deseos y su temor corren parejos con lo que merece. Quien busca
el saber por la nobleza que en él hay y persigue los beneficios del
conocimiento, logra sacarle fruto en razón de su propia valía y
rango: el provecho que obtiene es tanto como sus
merecimientos».

195. Tocante a la inteligencia hay aún más divergencia de


pareceres que respecto del saber; pero la inaccesible oscuridad del
tema me impide referírtelo, pues sé que no podría conseguir que
te lo figuraras sino gastando largo tiempo, ni hacer que la idea te
entrara en la cabeza sin usar de numerosos preparativos.
196. Este libro es placentero, con todo y con los ingredientes que
hay en él: elementos afines y significados opuestos, burlas y
veras, conceptos inaccesibles y sentidos evidentes, interrupciones
y vueltas al hilo del relato, facundia y parquedad, evidencias y
descreimientos; y todo, cuando he querido azuzar con ello a un
fatuo, desenmascarar a un trápala, probar a un intrigante,
avergonzar a un fresco, domar a un altercante, [o bien] zumbar a
un gentilhombre, interpelar a un erudito, aprender de un pozo de
ciencia, reparar en el camino recto y renovar las mientes.

197. La inteligencia -permíteme que te lo diga- se adormece más


que el ojo y necesita más que el baldeo que la amuelen; no hay
cosa más presta a alterarse ni que precise más cuidado; nada hay
más dañino que sus males, ni más escaso que sus sanadores, ni
más penoso que su curación. Quien le provee remedios antes de
su deterioro logra los más de sus afanes; pero no alcanza ninguno
quien lo intenta después. Ciertamente, la abundancia de ideas es
uno de los más apreciables motivos del saber, como también el
permitirnos conocer las caras y aristas de los problemas.

198. Cabe distinguir entre ideas endebles, consistentes, falsas y


veraces. Luego están aquéllas que se presentan con premura, las
que se demoran en llegar, las sutiles -que frisan lo
incomprensible- y las inaccesibles, a las que no alcanza el
intelecto. Aparte, según sus clases, gozan de mayor o menor
importancia y, en razón de su rango, se diferencian o caracterizan
frente al resto.
Caminos hay para todo problema, y puertas para acceder a las
verdades: quien las pasa por alto y está a la expectativa se ve en
peor estado que aquél que se dirige a ellas y no espera.
Según cuál sea la salud del intelecto, así las ideas gozarán de
buena salud. Igualmente, la sagacidad anda en función del grado
de dedicación [a la facultad de discernir].
Ésta es la síntesis, la mejor parte, la división y la totalidad de
este capítulo.

199. De entre las más poderosas razones en favor de la ciencia,


podemos citar la facultad de retener lo pasado; registrar lo que
acontece; estar a la expectativa de cuanto ha de venir; no dejar
libre de reflexión al espíritu si no es en la medida en que la
naturaleza precise descansar; saber que el estudio es para la
memoria lo que la memoria representa para el conocimiento;
conocer la diferencia entre los deseos de saber que originan la
rivalidad y las mundanas pasiones, y aquéllos que se deben al
noble afán y al temor [de Dios]. Y, también, saber que la ciencia
no muestra graciosamente lo que guarda: no permite, en efecto,
conocer sus secretos, ni cuanto alberga en sí, salvo a quien la
desea por su carácter noble, la prefiere por su radical verdad, la
sitúa por encima del provecho inmediato y la preserva de la
trivialidad. La ciencia, en fin, no te brindará neta sabiduría si no le
otorgas plena dedicación. No en vano se dice: «Quien engaña,
engañado será».

200. He aquí una nota que te sería conveniente conocer, adoptar,


recordar y tener en cuenta: ello es que, en las ciencias, comiences
por lo importante y escojas de sus disciplinas aquéllas en las que
Seas más eficiente y en las que más solícito se muestre tu
carácter; pues, ciertamente, las cosas se asimilan en razón de la
energía que a ellas se dedica, y la entrega es proporcional a la
solicitud mostrada.
Entre las mejores razones de la ciencia se halla la facultad de
discernir lo embrollado, distinguir sus categorías y conocer sus
magnitudes, para así otorgar a cada concepto el mucho o poco
interés y consideración que merezcan; con tal de no ocuparte más
que de lo valioso y consistente, de lo precioso e importante, y no
desechar sino lo magro, lo mezquino, lo trivial y lo baldío.

201. Y tú, cuando obres de ese modo, no distinguirás la linde o


diferencia entre los dos análisis o juicios [que acabamos de
exponer]. La sagacidad suprema, la perfecta habilidad estarán en
que no te demores ni te precipites: que sepas que la rapidez es
cosa distinta de la prisa y que la calma no es lo mismo que la
lentitud; que estés seguro de que accederás a la verdad si
satisfaces lo que ella exige, y que confíes en la recompensa del
juicio cuando le concedas lo que es suyo.
202. He aquí, pues, cuanto sirve de justificación para esta
epístola; ésta es toda mi argumentación para explicar su extensión
y variedad. Si hemos acertado, era el acierto lo que pretendíamos,
ya ese objetivo apuntábamos. Si, por el contrario, erramos, no se
debe ello a averías de la conciencia ni a merma de la atención por
mor de negligencia: quizá mi naturaleza me haya traicionado;
puede que se haya dado alguna razón imprevista o que alguna
omisión involuntaria haya ocurrido; tal vez, en fin, alguna
distracción me haya estorbado.

203. Cálmate, tú que me escuchas, pues el error es mucho y


abundante: todo lo alcanza y todo lo domina. La razón, en
cambio, escasa es y reservada: se encuentra descuidada y
sometida. Conque dirige los reproches a quienes los merezcan e
impónlos a quienes convengan, ¡que muchos son y bien se sabe
dónde están!

204. Yo me asombraba de todo acto que se saliera de la norma;


mas cuando los actos, todos, de la norma se salieron, todos
también se volvieron motivo de estupor. Con su entrada en el
dominio del asombro, pues, vieron perdida la facultad de
asombrar. Dios, el Altísimo, menciona en su Libro el estupor; y el
Enviado mismo -que Él lo bendiga y salve - se asombró en su
tiempo. Había entre sus contemporáneos sujetos imperfectos y
plenos de virtudes; puros y turbios de espíritu; de recto proceder y
de conducta tortuosa. Dijo Dios -bendito y ensalzado sea- a su
Profeta: Si de algo te asombras, asómbrate de Su palabra263, y
también: Pero, ¡no!, te asombras y ellos se mofan264.

205. Sabe que, de quien se asombra irreflexivamente, no queda


sino un trozo de lengua y, de quien escucha a tontas y a locas, tan
solo perdura una ración de oreja. En cuanto a los corazones, están
deshabitados; son crueles, inertes e impasibles: ni atienden

263
Alc. 13: 5.
264
Alc. 37: 12.
llamadas, ni responden preguntas: la mala costumbre los ha vuelto
indiferentes; el poder de la ebriedad se adueñó de ellos.
Deja lo que no te es propio: en lo que yo te ofrezco hay
preocupación e intenciones penetrantes.

206. Ten en cuenta también que Dios, el Altísimo, metamorfoseó


radicalmente el mundo y lo despojó de todos sus atributos. Si lo
hubiera metamorfoseado como hizo con algunos politeístas, a los
que transformó en monos, o con ciertas naciones a las que
convirtió en cerdos, habrían permanecido en él algunos de sus
rasgos y se le habrían quedado marcados ciertos accidentes como,
por ejemplo, los vestigios de apariencia humana que se observan
en el mono o los que tiene el cerdo en su interior. Pero Él -grandes
sean sus alabanzas- metamorfoseó el mundo de manera
incontestable, profunda y general, de suerte que se da la más
completa oposición entre lo que es y lo que fue: ambos conceptos
están en extremo desacuerdo.

207. La razón, hoy en día, es cosa peregrina; se ignora a quien la


posee. Lo asombroso es que haya quien hable cuando está
prohibido y acierte en medio de la oscuridad. Si, a pesar de los
tiempos que corren, te haces partidario suyo, acabarás con él; si,
en cambio, lo dejas de lado, lo socorrerás. De ti no queremos ni
solaz, ni ayuda ni consolación. ¿Cómo habría de pedirte algo cuya
razón de ser finiquitó y cuya raíz se encuentra descuajada?
Antaño se decía: «El que busca, encuentra»265, y aquéllos eran
buenos tiempos, no corruptos como éstos: pues hoy día, al obrar
justamente caerás en la rareza y, si te comportas con iniquidad, no
serás contrario al signo de los tiempos.

Que Dios nos otorgue la justicia y nos guarde de agravios.


Gracias a Dios, como a Él es propio. Él nos basta.
¡Qué excelentes son Su ayuda y confianza!

265
Leemos say’an en el lugar de ‘ayban, tal como indica Pellat (pág. 105, n.
3)
***

ÍNDICE GENERAL

Introducción

1. Yáhiz

2. Datos biográficos
3. Trascendencia de la obra de Yáhiz
3.1. I‘tizal y su‘ubiyya
3.2. Obra político-religiosa
3.3. Literatura de adab y cultura arabomusulmana.
3.4. El adab de Yáhiz
3.4.1. Principales obras de adab

4. El Kitab at-tarbi‘ wa t-tadwir.


4.1. Fondo mítico, escenario mundano.
4.2. Título, fecha, estructura
4.3. Dimensión en la literatura árabe.

5. Tradición y difusión del texto.

Cronología

Bibliografía básica.

Criterios de esta edición.

Abreviaturas.

Libro de la cuadratura del círculo.

También podría gustarte