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NARRACIONES DIDACTICAS Y SENSORIALES DE LOS ARCANOS EGIPCIOS: FOLIO 1, EL MAGO

POR ASIEL SORDIAN

En lo profundo del vasto desierto egipcio, donde los rayos del sol acarician la arena dorada, se
alza una figura imponente: el Mago. Con el cielo azul como su manto y el sol radiante como su
corona, Osiris, el dios solar, gobierna este reino de sabiduría y poder.

En su mano derecha, sostiene un cetro apuntando hacia arriba, mientras que la izquierda
señala hacia abajo, uniendo así los reinos divinos y terrenales. Este gesto ancestral encierra el
secreto del equilibrio universal: "como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba". Con cada
movimiento, el Mago despierta la voluntad y la energía creativa que yace latente en lo más
profundo de cada ser.

A sus pies, un cántaro rebosa de agua cristalina, simbolizando la fluidez de las emociones y la
capacidad de transformación. La espada y la moneda de oro reposan sobre la mesa,
representando el poder de la mente y la manifestación material. El Ibis, mensajero de los
dioses, observa con ojos penetrantes, recordándonos la importancia de la sabiduría y la
palabra escrita.

El cielo se tiñe de rosa, el color del amor divino que todo lo abraza y todo lo transforma. Y en el
horizonte, el río Nilo serpentea con vida, fertilizando la tierra y purificando las almas sedientas
de conocimiento.

En lo alto, el halcón alza su vuelo, portador de luz y claridad, guiando a aquellos que buscan
elevarse por encima de las sombras del egoísmo y la ignorancia. Los ojos de Horus vigilan
desde el plano espiritual, ofreciendo una visión clara del camino que se extiende ante
nosotros.

El tercer ojo, el ojo interno, parpadea en la frente del Mago, revelando la verdad oculta detrás
de las apariencias mundanas. Es la puerta hacia el reino de los misterios, donde la mente se
convierte en un faro de conocimiento y discernimiento.

Y en el corazón de todo, la letra Aleph brilla con la fuerza del principio primordial,
recordándonos que somos uno con el cosmos, un reflejo del divino en la manifestación
terrenal. El número uno, símbolo de unidad y individualidad, nos impulsa a reconocer nuestra
propia divinidad y a abrazar nuestro poder creador.

Así, el Mago nos enseña el camino de la voluntad y la seguridad en uno mismo. Nos inspira a
iniciar proyectos con determinación y a perseguir nuestras metas con pasión y habilidad. Nos
recuerda que somos los arquitectos de nuestro destino, capaces de superar cualquier
obstáculo con valentía y perseverancia.

Pero debemos recordar también la sombra que acecha en el camino del Mago: el orgullo
excesivo y la soberbia pueden nublar nuestro juicio y alejarnos de la verdad. Las relaciones
pueden verse afectadas por el deseo de poder y control, y las amistades verdaderas pueden
perderse en el camino.

En última instancia, el Mago nos invita a reconocer nuestra propia luz interior y a utilizarla para
iluminar el mundo que nos rodea. Con cada paso que damos, nos acercamos un poco más a la
realización de nuestro verdadero potencial, recordando siempre que en nuestras obras,
reflejamos nuestros pensamientos más profundos.

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