En el plano de los sueños, donde el fondo se tiñe de un rosa celestial, se erige

majestuosa la figura del Argonauta, un aventurero audaz que desafía las aguas
desconocidas con un corazón rebosante de esperanza y entusiasmo.

A su lado, el pájaro alado despliega su vuelo jubiloso, llevando consigo

mensajes de alegría y felicidad, mientras el perro erguido y la cobra vigilante le
acompañan en su travesía, recordándole la importancia de la lealtad y la
precaución en cada paso que da.

Con el cetro en mano, símbolo de poder y claridad, el Argonauta se yergue

sobre su barca verde y rosa, uniendo la fertilidad y el amor divino en un solo
viaje hacia lo desconocido. A su alrededor, la serpiente y el cocodrilo,
personificaciones del mal y la lucha interna, danzan en la sombra, recordándole
la eterna batalla entre la luz y la oscuridad.

Bajo el influjo de Neptuno, el Argonauta se sumerge en el mundo del idealismo

y la compasión, navegando entre sueños y realidades con la sabiduría de quien
sabe que el camino hacia el conocimiento está lleno de ilusiones y desafíos.

Con la letra Zain como guía, el Argonauta se embarca en el viaje del

discernimiento y el libre albedrío, navegando entre las corrientes del destino
con la certeza de que cada decisión que tome moldeará su futuro.

En este viaje hacia lo desconocido, el Argonauta se enfrenta a la incertidumbre

con valentía y determinación, sabiendo que cada paso que da le acerca un poco
más a la verdad que busca. Y aunque el camino esté lleno de obstáculos y
desafíos, su corazón rebosante de esperanza le impulsa a seguir adelante,
confiando en que al final del viaje encontrará las respuestas que tanto anhela.

En la Catedral de los Magos, donde los sueños se entrelazan con la realidad y la

magia se funde con la verdad, el Argonauta se convierte en el símbolo de la
búsqueda eterna del conocimiento y la sabiduría, recordándonos que el
verdadero viaje hacia el autoconocimiento comienza siempre en el corazón del
propio ser