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Uno de los protagonistas principales del proceso que nos permite tener una
experiencia musical es nuestro cerebro, ya que es el órgano que analiza
la percepción y nos permite adaptarnos mejor al entorno que nos rodea; lo que
vemos y oímos son imágenes visuales o auditivas que dependen de la capacidad
y habilidad de nuestro cerebro para procesar cierta información.
Una simple melodía puede añadir color a los días grises. Es una vía de escape
tanto para el escritor como para el oyente, a través de la cual se
pueden transmitir emociones y sentimientos, se pueden contar situaciones,
se despierta y se deja volar la imaginación sin límites. Escuchar
y crear música permite que nuestro cerebro active ambos hemisferios para que
trabajen juntos para brindarnos una mejor experiencia y desarrolla la creatividad,
la sensibilidad y la capacidad de abstraer y analizar. Nos alegra, nos relaja, nos
entristece, nos hace felices.
El dolor de otra
persona, su felicidad, su tristeza nos permiten compartir estos sentimientos
y emociones.