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Influencia de la música en las emociones

La relación entre música y emociones es indiscutible. En el antiguo Egipto, los


signos jeroglíficos que representaban la palabra “música” eran idénticos a los que
representaban los estados de “alegría y bienestar”. Curiosamente, en chino, la
palabra música está formada por dos ideogramas ( 音 樂 ) que significan “disfrutar
del sonido”. Existe, pues, una gran coincidencia en los significados que han
perdurado a través de los siglos. En todos ellos se alude a que la música resulta de
una percepción agradable de los sonidos y que, además, produce un estado
placentero. 

La música desde tiempos antiguos ha venido mostrando su gran capacidad para


incidir en la vida de una persona, afectando de una manera agradable o
desagradable en sus emociones, interviniendo en la mente, cuerpo y espíritu. La
psicología cumple un papel muy importante en este proceso, puesto que al
conocerse los mecanismos de acción de la música sobre la respuesta emotiva de
un individuo, puede utilizarse como una herramienta positiva para el beneficio de
las personas, empleando la música como objeto de intervención que permita la
estimulación de procesos cognitivos, la mejora de estados emocionales, el
tratamiento de problemas psíquicos, la intervención sobre la autoestima, entre
otros, con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas y grupos. 

En los años 40, el psiquiatra Altschuler desarrolló la teoría acerca de la respuesta


talámica según la cual la música podía estimular una respuesta en esa zona aún
cuando no se produjeran cambios a nivel consciente. Con las nuevas técnicas de
diagnóstico por la imagen, se ha comprobado que, efectivamente, las estructuras
cerebrales que procesan las emociones son equivalentes a las que procesan
la música, lo cual explica la relación directa que existe entre ambas. 

El oído es nuestro sentido más emocionalmente poderoso, quien nos


proporciona la mayor fuente de emociones. Según el neurocientífico Patrik Nils, es
el sentido que nos conecta con mayor eficacia a estados cerebrales elevados. El
feto, a partir del quinto mes de gestación, reacciona a los estímulos musicales, a la
vez que es muy sensible a los sentimientos que la música provoca en la madre. 

Mediante la voz y el canto podemos transmitir sensaciones de paz y tranquilidad,


de alegría y felicidad, pero también de rabia y odio. Su impacto perdura e influye
en nosotros, más de lo que nos creemos, por la carga emocional que
transmiten. 
Cuando escuchamos música que nos gusta, se activan determinadas sustancias
químicas en nuestro organismo que actúan sobre el sistema nervioso central.
Se estimula la producción de neurotransmisores (dopamina, oxitocina,
endorfinas…) obteniéndose un estado que favorece la alegría y el optimismo en
general. También se generan ondas cerebrales alfa que están asociadas a estados
de relajación corporal y psíquica. 

Recientes estudios sobre las respuestas obtenidas mientras algunos voluntarios


escuchaban acordes disonantes y consonantes, mostraron que se activan
diferentes zonas cerebrales, relacionadas con emociones distintas. 

Para Radford, C. (1991) la explicación del por qué la música puede evocar
emociones diferentes se puede abordar desde dos enfoques distintos: cognitivo
y emotivo. Desde el punto de vista cognitivo, las emociones producidas por la
música dependen directamente de las experiencias previas de las personas así
como de las asociaciones que realiza de la estimulación emocional con las
situaciones en las que se le presenta. Para el enfoque emotivo, las emociones
producidas por la música se deben específicamente a las características propias
de la música. Para este autor existe un tercer enfoque al que denomina “moodist”,
que establece que la música tiene cualidades que produce una tendencia en las
personas a que experimenten una emoción en particular, aunque debe
considerarse el estado de ánimo de las mismas así como algunos factores
externos como son el ambiente y las asociaciones previas que se hayan realizado. 

Se han descrito casos de pacientes con lesiones cerebrales determinantes de


profundas alteraciones en la percepción del ritmo, tono y melodía, que son
capaces de percibir el componente emocional de la música y también hay otros
con todo lo contrario. Esto prueba que el componente emocional de la música
se procesa de un modo independiente. 

La música ha sido muchas veces definida como el lenguaje de las


emociones, por su estrecha relación con las mismas. Resulta un elemento
facilitador de la comunicación y la expresión, siendo especialmente significativos
sus efectos en personas con alteraciones comunicativas. Tanto Altshuler como
Gaston han convenido en destacar las modificaciones a nivel del estado anímico
en función de la música escuchada, como también de los potentes efectos a nivel
de comunicación y expresión de sentimientos y emociones. Algunos de los efectos
recogidos en este nivel serían:

 Comunicación y expresión de estados emocionales. 


 Promoción de la expresión de emociones profundas. 
 Modificación del estado de ánimo. 
 Evocación de emociones y sentimientos vinculados a situaciones. 

Desde un punto de vista psicológico, es evidente la catarsis de emociones no


expresadas verbalmente que produce la audición musical y cómo ésta puede
producir cambios en la personalidad. Una de las teorías sobre la influencia de la
música en el comportamiento del ser humano podría ser una análoga a la teoría
del humor de Freud, en la que los mecanismos de la melodía y el ritmo actúan
como un pre-placer para sobornar los mecanismos de defensa, por lo que las
tendencias emocionales reprimidas se relajan, en este caso, en forma de fantasía. 

La música tiene la capacidad de ayudarnos a cambiar nuestro estado de ánimo,


si lo deseamos. Paralelamente, la forma en que nos sentimos puede determinar la
música que elegimos escuchar en cada momento, de modo que ésta suele ser
coherente con nuestro estado de ánimo y nos permite expresarnos
emocionalmente. También se ha comprobado que tiene efectos sobre la
ansiedad ya que la música estimulante incrementa la activación fisiológica y
psicológica, aumentando las respuestas de preocupación y emocionalidad,
mientras que la sedante disminuye dichas respuestas. 

La música, al igual que sucede con los olores, favorece poderosamente el


recuerdo de experiencias y situaciones pasadas, y estos recuerdos afectan
positiva o negativamente al estado de ánimo. Actualmente existen diversas
formas de inducir estados de ánimo, entre la que se encuentra indudablemente la
estimulación musical. Inducir un estado de ánimo concreto no es excesivamente
complicado, ya que el recuerdo que evoca una melodía provoca la asociación con
otros recuerdos de la misma valencia emocional (positiva o negativa) y modifica la
forma en la que nos sentíamos antes de escuchar el tema musical. De esta forma
estamos afectando al estado de ánimo general, por lo que la música puede ser
considerada un potente inductor para modificar el estado de ánimo. 

La música también tiene un gran componente social y se encarga de la


sincronización del estado de ánimo, favoreciendo la preparación de las actividades
colectivas, como en el caso de la música militar o religiosa. Además, es
sorprendente la capacidad de la música para producir emociones cuando no es
estrictamente necesaria para la supervivencia; quizás el valor adaptativo de la
música consista en su posible beneficio sobre nuestra salud física y mental, lo que
estaría en la base de la musicoterapia. La música, al permitir que afloren nuestras
emociones, es un buen vehículo para mejorar nuestro autoconocimiento y el de los
demás porque al escuchar una obra musical podemos identificar nuestras
emociones, etiquetarlas correctamente y regularlas. También podremos aplicar las
mismas estrategias a los estados emocionales de los demás, compartiendo sus
expresiones y nuestras percepciones. Además, la música puede favorecer nuestra
salud al liberar al torrente sanguíneo endorfinas que nos proporcionen bienestar y
relax, o adrenalina que nos incite a movernos o expresar nuestras tensiones. 

Por último, cabe destacar que la música es un medio de empatía por


excelencia. De hecho, en muchos aspectos, nada la supera. Cuando cantamos
juntos la misma canción, vivimos dentro de la misma melodía, compartimos el
centro tonal, articulamos la misma letra, avanzamos con el mismo ritmo momento a
momento, sonido a sonido, a través de una continua percepción del otro, y de un
continuo esfuerzo por mantenernos unidos y de ser uno con la experiencia.
Mientras tanto, estamos recibiendo la misma retroalimentación al escucharnos a
nosotros mismos; escuchamos los mismos sonidos y palabras mientras los
cantamos; sentimos el mismo flujo y reflujo al dar forma a cada verso. Cuando la
canción es triste, compartimos la tristeza, la vivimos juntos; cuando la canción es
alegre, la celebramos juntos, compartimos la ocasión para alegrarnos. Nuestras
acciones se sincronizan en el tiempo, nuestros cuerpos resuenan ante las mismas
vibraciones, nuestra atención es atraída por el mismo centro, nuestras emociones
se reflejan de uno al otro y, en la música que estamos haciendo, nuestros
pensamientos son uno.

Estructuración de las sesiones del Proyecto


Emocionario Musical
Durante este último año, a raíz de publicar mi experiencia con el Proyecto
Emocionario, sois muchos los que me habéis escrito para preguntarme sobre él, ya
que queríais saber más concretamente cómo lo llevaba a cabo en el aula. En este
apartado, además de introducir la música como elemento del proyecto, defino más
específicamente cómo realizar las sesiones, siempre teniendo en cuenta que se
trata sólo de una propuesta, y que es cada uno, en función de la realidad de su
ámbito de aplicación, el que debe decidir cómo llevarlo a cabo.

Esta propuesta didáctica toma como punto de partida el libro Emocionario, de la


editorial Palabras Aladas, y se ha diseñado para trabajar en el ámbito escolar, en
la etapa de primaria (a partir de los 6 años), aunque es perfectamente adaptable a
otros ámbitos y etapas educativas. Creo que esta propuesta didáctica, que aúna
música y emociones, puede ser un buen punto de partida para iniciarse en el
fascinante mundo de la inteligencia emocional, principalmente en la escuela,
pero también en muchos otros ámbitos. Pienso que este recurso puede ser una
buena herramienta para mejorar la competencia emocional y social de nuestros
niños y adolescentes, para ayudarles a controlar el gran torrente emocional que les
invade, a tener una imagen más positiva de ellos mismos y la capacidad para
resolver conflictos adecuadamente. En definitiva, para que sean personas
con mayor bienestar emocional y construir, entre todos, una mejor sociedad.

Todos los autores que nos hablan sobre inteligencia emocional (podéis leer sobre
ello en el post sobre el fin del Proyecto Emocionario) coinciden en que el primer
paso para desarrollar la inteligencia emocional empieza por la autoconciencia,
que implica aprender a identificar los propios sentimientos. Sobre esta habilidad, se
van contruyendo el resto que conforman la inteligencia emocional,
progresivamente. Por tanto, la idea del libro Emocionario me parece muy acertada:
es, nada más y nada menos, que un diccionario de emociones. Ya os hablé de ello
cuando puse en marcha el Proyecto Emocionario, y allí podéis leer más sobre ello,
no voy a repetirlo aquí.

La propuesta didáctica consta de 42 sesiones de trabajo, pensadas para trabajar


una semanalmente, durante un curso escolar. Sin embargo, la temporalización es
variable en función de las circunstancias que rodean a la persona que lo vaya a
llevar a cabo y de la población a la que vaya dirigida. En la etapa de infantil, por
ejemplo, recomiendo reducir las sesiones, escogiendo aquellas emociones que
resultan más sencillas de entender por los niños. A partir de primaria, los alumnos
son perfectamente capaces de entender y asimilar todas las emociones que se
proponen. En la etapa de secundaria, por otro lado, más que ampliar el número
de emociones, considero apropiado profundizar más en cada una de ellas. 

Aunque el libro seleccionado nos sirve de guía, sólo supone un punto de partida.
Nos proporciona un itinerario a seguir por las emociones a trabajar (aunque el
orden sólo es una propuesta, se puede seguir cualquier otro en función de las
necesidades o preferencias) y nos ofrece unas ilustraciones que nos ayudan a
imaginar situaciones relacionadas con la emoción que se trabaja. Sin embargo, la
propuesta va más allá. Para cada emoción se ha seleccionado una pieza musical,
que resulta clave para conectar con la emoción y nos ayuda a identificarla. Se
propone un espacio del aula destinado al proyecto, que nos acompañará durante
todo un curso escolar. Y la participación del alumnado en la sesión es otro
elemento imprescindible en la propuesta. El diálogo y el debate son
fundamentales en la dinámica de las sesiones, así como la gran cantidad de
ejemplos que aportan todos los miembros del grupo.

Cabe destacar en este punto que la propuesta de la ilustración que hace el libro o
la pieza musical que propongo yo son sólo eso, propuestas. Es decir, que
aunque la mayoría de personas puedan sentir, por ejemplo, ternura al contemplar
la imagen de la mamá cordero tejiendo una bufanda para su corderito entre
algodones, habrá a quien los corderos le evoquen asco, pavor o cualquier otra
emoción por su historia personal o cualquier otro motivo. Y nunca le diremos a un
alumno que esa emoción no es válida. Del mismo modo ocurre con la música. Yo
propongo una pieza musical por sus características musicales, pero insisto en que
es una selección subjetiva. A la mayoría de las personas, las piezas musicales que
he seleccionado, les evocarán emociones afines, sin embargo, cualquier otra
emoción sería válida. De ahí que se pongan en común todas las propuestas y se
dialogue y debata. A lo niños se les debe dejar claro. Por eso insisto en que este
proyecto es una guía, un índice que puede ser tomado en cualquier otro orden. A
mí, personalmente, me interesa profundizar en una emoción durante cada sesión.
Por eso, una vez puesto todo en común y escuchadas todas las propuestas de los
alumnos, nos centramos en una. La ilustración y la pieza musical sólo suponen un
punto de partida.

Por poner otro ejemplo en la misma línea, el famoso cuento "El monstruo de
colores" asocia un color a cada emoción. Una de esas asociaciones es el rojo, que
representa a la ira. A mí el rojo me puede inspirar pasión, amor, y no ira, que quizá
vincule más con el negro. Pero se trata sólo de representaciones, y así se lo dejo
claro a los alumnos, que en realidad se puede asociar cualquier color  (música,
ilustración, objeto...) a cualquier emoción. Yo me quedo con el fin último del
cuento, que es etiquetar cada emoción, "ponerla en un bote", es decir, aprender a
identificarla. ¿A que tampoco coinciden del todo los colores de "El monstruo de
colores" con los de los personajes de la película "Inside Out"? Y así con cualquier
otra asociación...

Así, pues, aclarado esto, vamos a ver cómo se estructuraría cada sesión de la


propuesta didáctica: 

 Previamente al inicio del proyecto, se seleccionará un espacio del aula que


será una exposición/mural de las ilustraciones de emociones que se vayan
trabajando, así como del título de la pieza musical relacionada. De esta manera,
las emociones forman parte del día a día en el aula, las tenemos siempre
presentes, y las vamos recordando y asimilando mejor durante todo el curso.
Además, todas las emociones guardan relación con otra (por afinidad, por ser
opuestas…) y tenerlas todas a la vista nos ayudarán a establecer todas esas
relaciones. 
 Cada lunes se colgará en el mural la ilustración de la emoción que se va
a trabajar esa semana. No se dirá nada, no se darán más pistas. Esto genera
expectación y curiosidad en los niños, que esperan la sesión con ilusión. Además,
se les incita a que vayan intuyendo de qué emoción se trata a partir de los
elementos gráficos. La idea es que, hasta el día que se realice la sesión, vayan
observando la ilustración, dando rienda suelta a su imaginación, desarrollando su
creatividad o, incluso, barajando hipótesis con otros compañeros de clase. 
 Cuando llegue el momento de la sesión, se pondrá especial cuidado en
el ambiente y disposición del aula. En la medida de lo posible, profesor y
alumnos se colocarán en círculo, para poderse ver todos las caras y facilitar las
interacciones. Se buscará una iluminación tenue, preferiblemente natural y,
también en la medida de lo posible, se seleccionará un espacio del centro
educativo lo más silencioso posible, para facilitar la relajación y la concentración.
Se cuidarán al máximo los detalles para que el ambiente en el que vamos a
trabajar sea agradable en todos los sentidos. 
 Lo primero que se hará al inicio de la sesión es escuchar la pieza
seleccionada. En silencio, con los ojos cerrados, sintiendo lo que la música quiere
transmitir, escuchando en nuestro interior las emociones que la música despierta
en nosotros. 
 Después de la audición, se dejará un minuto de silencio para poner las
ideas en orden, para pensar en cómo nos hemos sentido, para relacionar lo que
música e ilustración tienen en común, para intentar deducir cuál es la emoción que
se va a trabajar durante la sesión. 
 A continuación, se pedirá a los alumnos que vuelvan a observar la ilustración
y que cuenten en voz alta la situación que han imaginado que se esconde tras ella.
Esto generará un primer debate en el que los alumnos, ayudados unos de otros,
irán elaborando una historia a partir de la ilustración, y que nos ayudará a
asociar una o varias emociones. Aquí tenéis una propuesta con ideas para ayudar
a los alumnos a explorar las imágenes. ¡Muy recomendable!
 Una vez que tengamos una hipótesis sobre la historia que envuelve a la
ilustración, pasaremos a un segundo debate sobre qué emociones ha
despertado en nosotros la audición de la pieza musical, sobre cómo nos
hemos sentido. A continuación, buscaremos la relación entre las sensaciones
despertadas por la música y la historia que hemos imaginado a partir de la
ilustración, hasta que todo vaya cogiendo sentido y avance en la misma dirección. 
 Llegados a este punto, los alumnos ya estarán preparados para poner
nombre a la emoción. Se pondrán en común todas las propuestas y se
comprobará que muchos alumnos apuntan a la misma emoción o a emociones
muy afines. En cualquier caso, como he explicado antes, cualquier emoción
propuesta será válida, ya que en función de la historia personal de cada uno, la
ilustración o la música nos evocará una emoción u otra. Una vez escuchadas todas
las propuestas, el profesor desvelará qué emoción ha vinculado el libro a esa
ilustración o yo misma a esa música. Para poder centrarse durante el resto de la
sesión en una sola emoción, para ahondar y profundizar en ella, para seguir un
guión que nos asegure que a lo largo del proyecto seguimos un itinerario amplio
(que, una vez más, puede ser otro). 
 Una vez que nos centramos en una emoción, se hablará a los alumnos
sobre ella. Leer la información que yo he publicado sobre cada emoción en
el Proyecto Emocionario puede servir de guía, pero lo ideal es que cada profesor
haga su propia exposición sobre la emoción, adaptándose a la realidad de su aula,
a la edad de sus alumnos y a las circunstancias que les rodean. Aunque esta parte
es en la que el profesor tiene más protagonismo, puesto que da la información a
los alumnos, se les permitirá intervenir y dar su punto de vista. Mis sesiones de
trabajo contienen una información básica sobre cada emoción, que puede resultar
muy útil, pero la dinámica del grupo será la que, finalmente, dirigirá la exposición. 
 En este momento, los alumnos ya tienen bastante clara la emoción
trabajada. Han conectado con ella a través de la música, han elaborado una
historia en la que la protagonista es la emoción y han absorbido la información
sobre la emoción que ha proporcionado el profesor y, si es el caso, los propios
alumnos. Por tanto, ahora que la identifican, es el momento de hacer memoria y
buscar en sus recuerdos algunas experiencias en las que hayan sentido esa
emoción. Así pues, se realizará una puesta en común en la que los alumnos irán
contando situaciones vividas relacionadas con la emoción. No se forzará a ningún
niño a participar, aunque se animará a hacerlo. Por otro lado, también se dirá a los
niños que si no quieren contar experiencias propias, pueden exponer situaciones
de otros, reales o imaginarias, en las que se dé la emoción. El objetivo es poner en
común el máximo de situaciones posibles relacionadas con la emoción, ya que eso
enriquecerá mucho el entendimiento de la emoción y, además, favorecerá la
empatía, al ponerse continuamente en el lugar de los otros. 
 Con posterioridad, el profesor elaborará un resumen de todo lo trabajado en
la sesión: la ilustración, la pieza musical escuchada, la historia elaborada, la
información sobre la emoción y las experiencias aportadas por los alumnos. Este
resumen de la sesión se colocará junto a la exposición/mural y estará a disposición
de los alumnos para cuando lo quieran consultar. De esta forma, a medida que
avancen en la propuesta didáctica, cada grupo de trabajo irá elaborando su
propio “emocionario”.

Criterios para la selección de las piezas musicales


La selección de las piezas musicales para cada emoción tiene un carácter muy
subjetivo. Además, muchas piezas podrían ser útiles para diferentes emociones
(hay emociones que guardan mucha relación entre ellas o que, por ejemplo,
comparten como base una emoción básica como la tristeza). Yo hago una
propuesta, pero cada profesor es libre de seleccionar aquellas que sean de su
preferencia, así como los alumnos participar con sus propuestas. Eso sí, todas las
piezas que he seleccionado son instrumentales, y recomiendo que así se haga,
puesto que si la música tiene letra, podemos centrarnos en el mensaje lingüístico
en vez de en el musical.

A parte del carácter subjetivo que me esmero en recalcar, la música es capaz de


provocar emociones relacionadas, en parte, con diversos parámetros de su
estructura musical. Después, influirá la propia experiencia, los recuerdos
asimilados y el entorno cultural en el que hemos crecido y vivido, pero podemos
ver, a nivel general, algunos efectos que pueden producir el ritmo, la melodía, la
armonía, el tono, la tonalidad, el volumen e incluso el silencio, todos ellos
integrantes de la estructura musical: 

 Ritmo: la acción inmediata del ritmo es una estimulación física, que afecta
directamente a nuestra dimensión física-corporal. Los ritmos lentos inducen a la
quietud, al reposo, y los rápidos incitan al movimiento. Con el ritmo se actúa por
“simpatía” sobre los propios ritmos, como el respiratorio y/o cardíaco, por ejemplo.
En general, la música alegre suele tener un ritmo rápido y la música triste más
lento. Un ritmo irregular sugiere alegría, nos estimula, mientras que un ritmo
regular, monótono, puede producir una sensación de tristeza. 
 Melodía: cuando escuchamos una melodía, es fácil que nos evoque
determinados recuerdos, pues afecta directamente a nuestra dimensión emocional.
Un violín, una flauta dulce o el sonido de un piano, influyen en nuestra afectividad.
Una música con una melodía agradable es de gran ayuda para mejorar la
comunicación y permitir la expresión de sentimientos. Una marcada variación
melódica se relaciona con la alegría y, por el contrario, si la variación melódica es
mínima, se vincula con una sensación de tristeza. 
 Armonía: si deseamos concentrarnos en el estudio o buscamos un tiempo
de interiorización, de meditación, seguramente buscaremos una música suave y
armoniosa que nos aportará esa sensación de equilibrio y serenidad. Si la música
que escuchamos es disonante se produce una sensación de irritabilidad que puede
generarnos ansiedad. En general, la armonía incide directamente en nuestra
dimensión cognitiva-mental y, también, en la espiritual. La música alegre contiene
un gran número de sonidos armónicos en contraposición con la música triste que
presenta mayor carencia de ellos. 
 Tono: los sonidos graves producen un efecto calmante, tranquilizador, e
influyen preferentemente en las zonas corporales huecas, como los pulmones,
corazón y abdomen. Es un efecto más bien mecánico, de resonancia física. Por
otra parte, las frecuencias graves o bajas tienden a relacionarse con sentimientos
de tristeza. Los sonidos agudos son estimulantes, actuando preferentemente sobre
el sistema nervioso y las contracturas musculares. Ayudan a desperezarnos y
mejorar un estado de cansancio o agotamiento. Las frecuencias agudas tienen una
relación con una percepción de alegría. 
 Tonalidad: las tonalidades mayores infunden estados eufóricos, alegres, y
las tonalidades menores, melancolía o tristeza. Sin embargo, no es un hecho
universal ya que interviene el entorno cultural en el que hemos crecido del cual
tomamos determinados patrones que condicionan nuestras percepciones. 
 Volumen: es el que más nos afecta, pues según cuál sea su nivel, puede
enmascarar, anular y hasta invertir los anteriores efectos. En general, un volumen
o intensidad elevada, sin sobrepasar ciertos límites, provoca sensaciones de
alegría. Un volumen bajo da lugar a estados o espacios de mayor intimidad y
serenidad. No obstante, una canción que nos resulte agradable puede volverse
insoportable a un volumen excesivo. Las notas agudas a bajo volumen son
agradables, antidepresivas, nos predisponen al trabajo y nos proporcionan
felicidad.
1. Las notas agudas con volumen elevado nos alertan y sitúan
en estado de atención extrema. Son sonidos irritantes y
sobrecogedores. Si le añadimos un ritmo acelerado, nos invitará
claramente al movimiento y a relacionarnos o sentirnos cohesionados
con la gente que nos rodea. Es eficaz ante la apatía y determinados
complejos, aunque puede aumentar la agresividad. 
2. Las notas graves a bajo volumen son sonidos que nos inducen
a movimientos lentos o a estados de serenidad, sosiego o reflexión,
muy útiles para la relajación. 
3. Las notas graves con volumen elevado tienen un efecto
totalmente contrario al anterior. Producen sensaciones de miedo,
terror o de peligro. 
 Silencio: el sonido es tan poderoso que incluso su ausencia es capaz de
provocarnos determinadas respuestas emotivas y/o cognitivas. Hay un aumento de
la atención, puede crearse una expectativa de temor, de sorpresa, de desconcierto,
pero no hay duda alguna que la ausencia de sonido también nos afecta.

Emociones y piezas musicales seleccionadas


Haciendo click sobre el nombre de la emoción o sobre su ilustración, podéis
acceder a la sesión de cada emoción realizada en el marco del Proyecto
Emocionario. Haciendo click sobre el nombre de cada pieza musical,
podéis escuchar la pieza seleccionada. 

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