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Un ciclo es descrito por la RAE, como un periodo de tiempo que una vez acabado se repite otra vez.

Nuestra existencia humana está llena de estos, desde la naturaleza con las estaciones, o el día y la
noche, las relaciones de amistad o de pareja, los proyectos que nos proponemos, la vida y la muerte.
Cada día, mes y año que pasa estamos cerrando ciclos y abriendo nuevos, pero por experiencia
propia, sé que muchas veces es complicado dejar algunos de estos y no nos dejamos avanzar,
permitiendo que estas situaciones se conviertan en una carga física, mental y espiritual.
A estas alturas de la vida, espero que ustedes ya se hayan dado cuenta de que todo permanece en
constante cambio. Literalmente, es imposible quedarnos en un solo lugar por el simple hecho de que
la Tierra jamás deja de girar. Nada se puede quedar en un mismo lugar por siempre, pero aun así los
humanos tratamos una y otra vez de que así sea. Nos aferramos tanto a que esa cosa, persona o
situación se quede con nosotros que, que no nos damos cuenta de que no solo nos estamos haciendo
daño a nosotros, sino a los que están a nuestro alrededor.
Pero todo esto de cerrar ciclos no solo lo digo yo, sino que también la ciencia, la religión y la
filosofía.
Según la revista NeuroDoza enfocada a la neurociencia. El cerebro humano esta diseñado para
buscar patrones y estructuras en la información que procesa. El dejar que los ciclos sigan su estado
natural es crucial para este proceso. Cuando nosotros enfrentamos una experiencia de cualquier
tipo, nuestro cerebro se esfuerza por comprender lo que paso y asignarle una lugar en nuestra
historia. Este proceso es lo que nos genera ese impulso de avanzar, de aventurarnos a lo
desconocido, y de adaptarnos a lo nuevo que venga.
Mientras que, por el lado de la religión, el budismo tiene una serie de conceptos que marcan sus
creencias, uno de los principales es la “Ley de la Impermanencia” la cual aplica para toda cosa
existente en el universo. Y que en pocas palabras nos dice que todo va a acabar, que nada es para
siempre. Y que cuando el momento del cierre llegue, es necesario tener la madurez para decir adiós,
perdonar y seguir adelante con nuestra vida.
Por últimos, los grandes filósofos no se podían quedar atrás en un tema tan importante. Carl Jung,
médico y filosofo suizo, nos coloco una serie de conceptos aplicables a la vida cotidiana. “La gente
podrá hacer cualquier cosa, no importa cuán absurda, con el fin de evitar enfrentar su propia alma”
es una de las ideas mas fuertes de su pensamiento. En serio el ser humano es tan tonto como
ponerse en peligro para evitar un enfrentamiento consigo mismo, que lo único que traerá será una
evolución para él.
El dolor es una de las cosas que casi siempre no queremos traer a la mesa, es un tabú impresionante
de la humanidad. Le tenemos tanto miedo a que nos duela algo, que no nos damos cuenta de que es
este mismo el que nos lleva un cambio emocional, a una evolución como personas.
Se que a veces es muy doloroso y complicado, decir adiós a algo. Puede ser que algunos ciclos ni
nos duelan, quien extraña su trabajo mal pagado, o aquella relación toxica. Pero cuando a algo a lo
que le pusimos corazón, pasión, esfuerzo, y paciencia se va, nos quedamos con un nudo en la
garganta y un hueco en el corazón.
Perderse es necesario para encontrarse, si uno nunca pasa por dificultades que lo pongan a prueba,
que valor siquiera tiene la vida. Encontrar una nueva perspectiva de las cosas, porque algo se fue, es
algo que nos llena de vida, de pasión, de felicidad. Es lo que nos hace evolucionar.
Mi nombre es Mario Iván Ramírez López; y hoy los invito a no ponerle una cara triste al pasado, ni
a lamentarse por lo que pudo ser. Solo hay que disfrutar el presente, disfrutar-el-presente. Porque
esa…esa es la razón por la que vivimos.

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