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Colección «PRESENCIA TEOLÓGICA>>
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Hacia . . ,,,
una nueva v1s1on
de la ética cristiana

BlBL10TECA ª TEOLOGI
SISTEPtl,..'\ DE Bll'BLK A
OTECAS
PONTIFICIA·U.C.
DE CHILJE

Editorial SAL TERRAE


• Santander
Indice

Introducción . . . . . . . 13
Justificar un estilo de vida 13
El itinerario propuesto . . . 14

l. La crisis de la moral en el mundo de hoy 19


Rechazo generalizado de la ética . . . . . . . . . 19
La dimensión parenética y espiritual . 20
La dimensión científica y racional 21
La dimen_sión práctica y casuística . 23
La filosofía de la sospecha . . . . 24
El ansia de autonomía . . . . . . 26
Los cambios y el pluralismo ético 27
El fenómeno de la microética . . 28
El valor prioritario de la tolerancia . 30
Los peligros de esta situación . . . 31
© 2003 by Eduardo López Azpitarte, SJ La nostalgia de un pasado, o la huida hacia la privatización 33
© 2003 by Editorial Sal Terrae El juego de las estrategias y concesiones . 34
Polígono de Raos, Parcela 14-1 Bibliografía . . . . . . . . . . . · . . . . . 35
39600 Maliaño (Cantabria)
Fax: 942 369 201 2. La necesidad de una dimensión ética 37
E-mail: salterrae@salterrae.es Un reduccionismo antropológico . . . . . . 37
www.salterrae.es Un salto cualitativo. . . . . . . . . 38
La estructura ética de la persona . . . . . . . 39
Con las debidas licencias
Significado etimológico de la moral . . . . . 40
Impreso en España. Printed in Spain
ISBN: 84-293�1483-0 ,/ La búsqueda de un sentido: el proyecto ético . 41
Dep. Legal: BI-58-03 La necesidad de uha opción . . . 42
Valor estructurante y psicológico. . . . . 43
Fotocomposición: Para superar el vacío existencial . . . . . 44
_ Sal Terrae - Santander La fundamentación del sentido metaético 45
Impresión y encuadernación: Los riesgos y dificultades de esa formulación 47
Grafo, S.A. - Bilbao Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
ÍNDICE 7
6 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

3. Metodología para una fundamentación de la moral 49 Hacia una autonomía adulta .. 95


Un doble punto de partida . ....... 49 La cara oculta del inconsciente. 96
Los planteamientos de la ética secular ... 50 Ei peligro de una pseudo-moral · 98
La muerte de Dios como conquista de la técnica . 51 Los mecanismos neuróticos .... 100
Hacia un intento de clarificación ...... 52 Hacia el encuentro con la propia verdad .. 101
La respuesta protestante: una ética más allá de la razón. 53 Entre la ilusión ingenua y el desencanto pesimista . 103
El absurdo religioso como única categoría ética ... 54 El difícil arte de amarse a sí mismo .. 104
Obediencia y docilidad a la palabra de Dios . 56 El rigorismo y la intolerancia: raíces psicológicas, . 106
La moral católica como camino intermedio y complementario . 57 Conclusión .......... 108
La ética autónoma: a la búsqueda de un lenguaje común . 59 Bibliografía . .. ...... .. .. 109
Una autonomía teónoma . .. .. 60
La moral de fe: rechazo de toda autonomía .. 61 6� · Fundamentación antropológica de· los valores éticos 111
La vigencia de lo humano: una función sin relieve . 63 La tensión entre el ser y el deber .. .... 111
La posibilidad de una doble alternativa 64 La menesterosidad del ser humano . .. 112
Bibliografía . ..... 66 Fenomenología del valor ético ........ 114
•. .• . , . La moral como eco de una llamada profunda. .115
4. Fe cristiana, ética civil y toleran�ia . 68 Carácter coactivo de la obligación . 117
Situación actual .... .... 68 Una doble interpretación de la experiencia . 118
El respeto a la diferencia en una ética laica. 69 La percepción de los valores éticos. 120
Relación entre la ética cristiana y la civil . 71 Ceguera y encallecimiento ante los valores . 121
La pérdida de un monopolio . 72 Los datos fundamentales de la ley natural 123
Los riesgos de la ética civil ........ 73 Vivir de acuerdo con la naturaleza . .... 124
Factores que han fomentado la intolerancia. 75 Actuar de acuerdo con las exigencias de la razón. .126
Posesión de la verdad absoluta . : .. 76 Diversas interpretaciones históricas. .. 127
«Fuera de la Iglesia no hay salvación» . 77 El ser humano como pequeña providencia .. 128
Las armas al servicio de la fe. .. 78 Consecuencias actuales de este planteamiento 129
Mecanismos psicológicos .. ... 79 Bibliografía .... 131
El largo camino hacia la tolerancia . 80
Hacia un cambio de mentalidad 81 7. La ética normativa . . ... 132
Los derechos de la conciencia . 82 El descubrimiento de los valores concretos . 132
Conclusión 83 El diálogo con las ciencias ...- .... 133
Bibliografía . .. ... 84 Las limitaciones de los datos científicos . 135
La ambigüedad de la técnica .... 137
S. Autonomía y autenticidad del comportamiento . 86 La rebelión de los medios ....... 138
Insuficiencia del instinto en la regulación de la conducta . 86 Recuperar la dimensión teleológica .. 139
Dimensión egoísta de la educación infantil ... 87 Replanteamiento de los problemas éticos. 140
Presiones posteriores en el psiquismo humano . 89 La ética de la experimentación: su carácter provisional . 141
La presión de la propia conciencia .. 90 La cultura como fenómeno condicionante de la moral .. 143
El miedo y la amenaza de Dios .... 91 Influjo espontáneo e inconsciente de los datos culturales .. ... 144
El peligro de una conciencia autoritaria 92 La primacía de ciertos valores en los diversos modelos culturales. 145
La autoridad en el campo de la ética .. 94 El desarrollo evolutivo de la moral . .. .. .. ... 147
8 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA ÍNDICE 9

La racionalidad oculta de los hechos consumados 148 La nueva valoración del magisterio definitivo 200
El valor benéfico de ciertas transgresiones . 150 La relación entre teología y magisterio . , .. 202
El miedo psicológico al cambio .. . ... . 151 Perspectivas del magisterio y de la teología . 204
Para superar la incertidumbre e inseguridad . 152 Justificación y racionalidad de sus enseñanzas . 205
Una explicación antropológica y sobrenatural 154 La posibilidad de un· disentimiento respetuoso . 207
Bibliografía ..... 155 Condiciones básicas y fundamentales 208
Conclusión 210
8. La ética personal . 158 Bibliografía ... . .. .. ..... 210
Aplicación concreta del valor ético. 158
Relaciones mutuas y complementarias 160 11. Dimensión religiosa de la ética cristiana . 213
El planteamiento deontológico . . ... 161 La contestación evangélica de una ética natural. 213
La aceptación de determinadas excepciones 163 La gran tentación del fariseísmo .. 214
La fundamentación teleológica. . .. . 165 Raíces humanas del fariseísmo .. . ... 215
La superación de una ética utilitarista .. . 166 La conducta y el mensaje de Jesús ... 217
La objetividad de la decisión personal . .. .168· La fuerza de Dios en la debilidad humana 218
La existencia de acciones intrínsecamente pecaminosas 169 Los recursos humanos para la proclamación del evangelio . 220
Condena explícita de radicalismos extremos .. 171 La moral de la alianza . ............ .. .. .. 221
Convergencia y divergencia entre ambas teorías 172 El cumplimiento de la ley como acto de adoración personal 222
Doble postura frente a la conflictividad ética . . 174 La Buena Noticia de Jesús: el Reino de Dios. 224
Motivos justificadores de la tolerancia del mal . 175 La superación de un mimetismo narcisista . 225
Bibliografía ............ . 176 Palabra de Dios y palabra humana . . . ... 227
La estima bíblica del esfuerzo racional .... 228
9. Función moral de la conciencia. 178 Dimensión sobrenatural y humana de la ética. 230
Importancia histórica.. .. ..... 178 Bibliografía . . ............ . . 231
La doble dimensión de la conciencia . 179
Aportaciones bíblicas . .... ... 181 12. La especificidad de la ética cristiana . 233
· La conciencia en los escritos paulinos 182 La búsqueda de la propia identidad. 233
La sistematización histórica ... 183 La razonabilidad de los valores éticos 234
La formación de la conciencia . ... 185 La existencia de una amplia tradición 236
Hacia un planteamiento legalista ... 186 Entre la critica y el triunfalismo . . . 237
Lo personal y lo objetivo: una doble exigencia . 188 Una motivación que da coherencia a la vida . 238
Un camino intermedio entre el legalismo y el antinomismo. 189 Una luz que ilumina y garantiza ....... 239
Conclusión 191 La nueva antropología sobrenatural .. ... 241
Bibliografía .......... 192 La esperanza que llena de ilusión la existencia del creyente 242
El prójimo como sacramento.... . ... .. ..,. . 244
10. El magisterio de la Iglesia . 193 La necesidad de una asimilación .... ..·--· . .. 245
La necesidad de su enseñanza . 193 Bibliografía .... .. .. ........: .. .. 246
Nuevas situaciones y actitudes . 194
El planteamiento tradicional .. 195 13. Libertad y discernimiento de los hi os de� 248
Un nuevo intento de valoración 197 Valor psicológico y comunitario de la ley... : ... . 248
La doctrina del Vaticano II ... 198 Dimensión religiosa .. ... .. ... ..,._ .......,-. 249
10 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA ÍNDICE 11
Los riesgos de un legalismo . . . 250 El mito del paraíso perdido: la negación de la moral . 298
La vocación cristiana a la libertad 251 La transgresión del tabú: una ética de la irracionalidad . 299
El escándalo de un mensaje . ·. 252 La dimensión ética y religiosa: la culpa y el pecado . . 300
Interpretaciones defectuosas -. . . 253 El sentimiento de culpabilidad: condicionantes psicológicos 301
Otras conclusiones equivocadas . 254 La dinámica del narcisismo: el fracaso ante el yo ideal . . . 303
La esencia del pensamiento paulino, -255 El •verdadero sentimiento de culpabilidad: el dolor por una ruptura 304
La fuerza de un dinamismo diferente. 257 Las deformaciones en la vida cristiana . 305
Más allá de las obligaciones generales . 258 Los datos fundamentales de la fe. . . . 306
La búsqueda de lo que agrada al Señor a través del discernimiento 259 El lenguaje de la revelación: la mancha 307
El abandono de los esquemas humanos; . _, . 260 La transgresión: una acto de injustic1a . 308
Una nueva forma de conocer y experimentar . 262 Errar el blanco . . . . . . . . . . 309
La identificación con Dios . . . . . . - 263 Los datos de la tradición . . . . . . . . 310
· Los signos de una elección acertada . . 265 Hacia una definición complexiva. . . . 312
La función pedagógica de la moral. . . 266 La crisis actual del pecado: hacia un intento de valoración . 313
Recuerdo de otras exigencias interiores. 267 La naturaleza del pecado: ¿un cambio de opción fundamental?. 314
Bibliografía . . . . . . . . 268 Importancia de los actos particulares . 315
Pecado mortal, grave y venial 317
14. La opción fun(lamental 270 Conclusión 318
· La responsabilidad humana 270 Bibliografía . . . . . . 319
La libertad como requisito previo 271
Las críticas del determinismo. . . 272 16. El pecado colectivo . 320
La opción por la libertad: un planteamiento razonable 274 La superación de una ética individualista. 320
La conquista de la libertad: una lucha contra los determinismos 275 Superar una visión demasiado fatalista . 321
Una paradoja radical: la capacidad de preferencia 276 Necesidad de la propia conversión . . 323
Necesidad de una opción. . . . . . . . . . 277 La realidad del pecado colectivo . . . 324
La dimensión religiosa y trascendente . . . 279 Hacia una clarificación del concepto . 326
El compromiso de la fe en la vida cristiana. 280 La dimensión solidaria del pecado . . 327
La génesis de esta opción . . . . . . . . . 282 La lu�ha comprometida contra el pecado. 329
Importancia de los mecanismos preparatorios 283 Sin espacio para la neutralidad . . . . . . 331
Manifestaciones de la opción fundamental . . 284 Responsabilidad y culpabilidad . . . . . 332
Valoración ética de los actos particulares. . . 286 Las consecuencias imprevisibles de nuestras acciones. . . . . . . 333
Materia grave y materia leve: nuevas matizaciones . 287 La responsabilidad de cara al futuro . 334
Conclusiones pastorales: imposibilidad de opciones contradictorias 288 El juicio inexorable de la historia 336
La madurez indispensable . . . . . . . . . . . . 289 La solidaridad con el pasado . . . 337
Imposibilidad de un cambio continuo y frecuente. 290 No hay lugar para la neutralidad . 338
Moralidad de la situación: el significado del acto. 292 El prójimo como sacramento. . . 340
Bibliografía . . . . . . 293 Una actitud de esperanza: la promesa de un mundo nuevo 341
La comunidad que camina hacia la utopía . 342
15. El pecado personal . 295 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343
La nueva situación: entre el temor y la inocencia . 295
La experiencia antropológica de la culpa . . . . . 296
Introducción

Justificar un estilo de vida


Hace ya mucho tiempo, Pascal se atrevió a escribir una frase que
muchos podrían repetir en las circunstancias actuales: «Tú, Señor, pue­
des pedimos que te amemos, pero no puedes pedir que amemos la
moral». Es una confesión explícita del malestar y rechazo que provoca
en el· psiquismo la experiencia de la obligación que se impone, de la
ley que coacta nuestra autonomía, de la culpabilidad que destroza la
alegría de vivir. Un peso demasiado grande para llevarlo siempre sobre
la conciencia, sin otra alternativa que aguantar pacientemente o termi­
nar arrojándolo como algo insoportable. Lo menos que puede decirse
es que la moral cristiana no es un valor en alza en el mercado de la
sociedad. Al contrario, se encuentra tan devaluado que muy pocos se
arriesgan a invertir, por la poca rentabilidad que ofrece.
Uno de los factores fundamentales que han contribuido a crear una
imagen tan poco atrayente de la moral ha sido la forma en que se ha
presentado en muchos libros de formación y la pedagogía utilizada
para su enseñanza. Los intentos de renovación no han faltado en estos
últimos años, aunque los avances realizados no hayan repercutido
todavía en la conciencia de muchas personas. La asimilación generali­
zada requiere un espacio mayor de tiempo; hasta que se acepte con
toda naturalidad.
· En el año 1980 publique por vez primera Fundamentación de la
ética cristiana, con el deseo de colaborar a esta renovación. Las ocho
ediciones en castellano ya agotadas indican que el esfuerzo no ha sido
estéril. Ello me anima a ofrecer este nuevo libro, .que presento con la
misma intención: Queremos dar una explicación razonada de nuestro
estilo de vida. Si hay que estar «dispuestos siempre a dar razón de
vuestra esperanza a todo el que os pida una explicación» (1 Pe 3;15),
con mayor motivo aún tenemos que estar preparados para justificar una
determinada conducta que, si es válida Y. buena para Iá persona, no
puede serlo simplemente por el hecho de estar mandada.

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14 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA INTRODUCCIÓN 15

Aquí recojo, por tanto, los contenidos fundamentales de los traba­ razón o si nos apoyamos en la fe; si hacemos· una ética secular o una
jos ariteriores. Otros han sido elaborados de .nuevo o renovados. He moral religiosa. El camino elegido adopta una postura intermedia entre
procurado omitir aquellos temas históricos o más especulativos, para quienes renuncian a cualquier tipo de trascendencia, para insistir úni­
facilitar su lectura a otras personas que no buscan este tipo de conoci­ camente en su carácter humano, y quienes defienden una justificación
miento. Por la misma razón, han desaparecido las notas bibliográficas exclusivamente religiosa, negando cualquier intento de explicación
a pie de página, que solo resultan interesantes para quienes pretenden racional. Aunque dentro de esta opción intermedia los autores subra­
profundizar en algunos puntos, pero que no tienen mayor interés para yen más un aspecto que otro, habrá que evitar, en cualquier hipótesis,
el que busca una formación general. Al final de cada capítulo, sin que la moral de fe llegue a presentarse como no razonable, o que la .
embargo, propongo una amplia bibliografía en castellano para quienes ética de razón pierda su riqueza sobrenatural y trascendente (cap. 3).
deseen ampliar con esas lecturas los diferentes aspectos que se han ido Antes de comenzar nuestra reflexión especifica sobre la moral, ha­
desarrollando. bría que plantearse primero dos temas previos. Al vivir en una socie­
dad tolerante y pluralista, es necesario descubrir cual es la función de
la ética cristiana. Ha de vivir abierta a otras ideologías y mentalidades,
El itinerario propuesto sin ningún tipo de fanatismo o imposición, pero sin renunciar a su sen­
sibilidad evangélica. Aunque no cambien sus contenidos éticos, su for­
Aunque no sea el único camino posible, propongo de manera sintéti­ ma de actuar y proponer el mensaje cristiano sí adquiere nuevos mati­
ca el itinerario que. vamos a recorrer. Puede ser útil tener presentes ces para que nuestra oferta tenga eco en un mundo secular (cap. 4).
desde el principio las diferentes etapas que nos conducen hacia la meta La primera condición básica -y previa, por otra parte- para que una
propuesta. conducta se adjetive como humana y.religiosa, es que supere el carác­
He preferido partir de una constatación objetiva y realista: la crisis ter autoritario y heterónomo que tiene el comportamiento infantil,
existente en tomo a la moral y las denuncias que, desde otros puntos hasta alcanzar una autonomía adulta que conozca las razones de su
de vista, han surgido contra el planteamiento mismo del problema actuación. Lo que debería ser una etapa pasajera no ha de convertirse
ético o contra determinadas formas de vivirlo. Toda crítica, por muy en algo estable y definitivo.Si la autoridad es el único argumento para
falsa que sea, encierra siempre una parte de la verdad, y sería desho­ 1� aceptación de unos valores, la moral perdería por completo su vigen­
nesto no reconocer lo que de falso y mentiroso ha existido en nuestro cia en un mundo como el nuestro, donde la gente pide y tiene derecho
comportamiento cristiano (cap. l). a una explicación razonable cuando se le exige un comportamiento
A pesar de todas las dificultades, la moral se impone como una exi­ como obligatorio. La psicología nos ayudará a descubrir también el
gencia de nuestras propias estructuras antropológicas. El ser humano mundo de motivaciones interesadas e inconscientes que con tanta fre­
está obligado a ser ético por su misma naturaleza, a la que tiene que dar cuencia se ocultan en nuestro interior, provocando conductas pseudo­
inevitablemente una orientación en función del sentido que quiera · humanas y pseudo-evangélicas. El peligro de una moral inconsciente
darle a su existencia. Nacemos sin estar hechos, y la moral no es sino hay que superarlo con una mayor autenticidad (cap. 5).
el estilo de vida que cada uno elige en coherencia con su propio pro­ A partir de estos presupuestos será posible descubrir el significado
yecto. La revelación tiene aquí una palabra iluminadora que nos expli­ y la importancia de los valores éticos como cauces que orientan e ilu­
cita cuál es el destino al que Dios nos invita. Sin ese plan humano o minan la libertad hacia la meta propuesta con anterioridad: realizamos
religioso, que motiva y da coherencia a las múltiples renuncias y elec­ como personas y, si somos creyentes,.responder a nuestra vocación de
ciones con que la persona tiene que enfrentarse en la vida, la armonía hijos de Dios. La percepción de estos valores reviste unas característi­
e integridad psicológica del individuo, necesaria para su equilibrio y cas singulares, pues intervienen también ·otros factores que dificultan
madurez, se hace inasequible (cap. 2). su conocimiento y aceptación. El tema de la moral como. ciencia es una
Si la moral brota tanto de la naturaleza del hombre como de la pala­ derivación de lo que se entiende por experiencia ética. La teoría clási­
bra revelada, hay que plantearse previamente cuál es la metodología a ca de la ley natural, a pesar de sus interpretaciones y ambigüedades
seguir en la elaboración de los contenidos éticos: si partimos de la históricas, conserva un significado actual en esta perspectiva (cap. 6).
16 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA INTRODUCCIÓN 17

Centrarse en el descubrimiento de estos valores concretos es la y nos lleva a conocer la voluntad de Dios a través del discernimiento
gran tarea de la reflexión moral. En primer lugar, la ética normativa nos espiritual (cap. 13).
presenta el conjunto de aquellos valores que, en teoría y en abstracto, Frente a la llamada de los valores y frente a las exigencias de Dios,
parecen los más justos y adecuados para autorrealizamos como perso­ el ser humano tiene la capacidad de responder y de tomar decisiones
nas y como hijos de Dios. Es el problema gnoseológico para captar la libres, por encima de todos los condicionantes que amenazan la liber­
rectitud de una acción. Para ello es necesario un diálogo con las cien- tad. Una conquista difícil que sólo puede comprenderse con una ade­
cías que nos ayude a saber de verdad lo que nos conviene. Este cono­ cuada interpretación de la opción fundamental (cap. 14). La negativa a
cimiento progresivo y realizado a partir de una cultura le dan a la moral vivir esta vocación constituye la realidad del pecado, cuya imagen hay
un carácter histórico y evolutivo que no supone caer en un relativismo que purificarla de tantas deformaciones introducidas en la praxis dia­
extremista e inaceptable (cap. 7). Pero esos valores normativos habrá ria. Los datos que nos ofrecen la fe y la tradición serán imprescindibles
que aplicarlos .también a· las circunstancias concretas para ver si .en esta para resolver los problemas actuales que se presentan en este campo
situación determinada .es necesario cumplirlos o si requieren alguna (cap. 15). El análisis del pecado estructural y comunitario servirá para
pequeña acomodación. ·ta bondad o malicia de una•,acción radica,en romper el peligro de una moral demasiado individualista, en la que tan
este juicio de la ética personal, cuya fundamentación constituye uno de a menudo se ha caído, olvidándose de la responsabilidad y culpabili­
los puntos más discutidos de la actualidad. El problema axiológico nos dad que todos tenemos en la gestación de un mundo tan injusto como
servirá para la valoración de estas acciones particulares y concretas éste (cap. 16).
(cap. 8). Al terminar la lectura de estas páginas, espero que el lector esté ya
En este juicio personal del valor, tenemos que ver cuál es el papel capacitado para responder por sí mismo a los múltiples interrogantes ·
y la función de la conciencia. Entre el legalismo exagerado, que hace que hoy se presentan en el campo de la moral y conozca un poco mejor
de la conciencia un simple mecanismo en la aplicación de la ley a la las nuevas líneas de orientación por donde hoy avanza la reflexión
realidad, y el situacionismo extremo, que niega la objetividad de los ética. Al menos, esto es lo que humilde y sinceramente pretendemos.
valores para apoyarse únicamente en la propia decisión, habrá que
armonizar ambas dimensiones -la personal y la objetiva- como una
dialéctica complementaria (cap. 9). El magisterio de la Iglesia consti­
tuye, además, un dato de especial importancia para la formación de
esta conciencia, aunque su valor e interpretación haya provocado en la
actualidad algunas discusiones (cap. 10).
Cualquier intento de construir una ética exclusivamente humana
resulta incompleto para el creyente.· La dimensión religiosa nos abre a
un horizonte diverso, que nos hace vivir con una nueva orientación. La
respuesta a la palabra de Dios y el seguimiento de Cristo se convierten
en los temas fundamentales del actuar cristiano. Tal· perspectiva, sin
embargo, no tiene por qué anular la validez y seriedad de una reflexión
racional. También aquí existe una profunda sintonía entre una. moral
religiosa y una ética;humana (cap. 11). La especificidad de la conduc­
ta cristiana no habría que ponerla tanto .en los contenidos éticos cuan­
to en el mundo de las motivaciones y en las perspectivas que ofrece
para la garantía, sensibilidad y criterios de preferencia en su conoci­
miento y aplicación (cap. 12). Es más, el cristiano debería quedar libre
de toda ley, pues ésta ha perdido su validez en la nueva economía de la
gracia, donde el Espíritu es la única fuerza que dinamiza la existencia
1
La crisis de la moral en el mundo de hoy

Rechazo generalizado de la ética

No es fácil hablar hoy en nuestro mundo de la moral. La misma pala­


bra provoca de inmediato fuertes sentimientos de rechazo y actitudes
agresivas. Los esquemas sociales que nos rodean son muy diferentes de
los de épocas anteriores, en que se aceptaban con docilidad las normas
impuestas y heredadas del pasado. Aunque siempre existieron debilida­
des e incongruencias, apenas se ponía en duda el valor de la norma. La
conciencia estaba tan acostumbrada a su cumplimiento que cualquier
transgresión venía acompañada por el dolor de la culpabilidad.
En este clima, la imagen de Dios desempeñaba un papel importan­
te, pues la amenaza de perder su amistad por el pecado y la posibilidad
de una eternidad desgraciada presionaban de tal manera el interior que
parecían destruir nuestra propia libertad. El peso de la ley era excesivo
como para vivir con alegría las exigencias humanas y cristianas. Me
impresionó el recuerdo que aún le quedaba a una persona adulta de sus
años infantiles. Solía repetirle con frecuencia a su madre: «Mamá, yo
soy muy buena, pero no soy feliz». La confesión no deja de ser dra­
mática, ya que no existía otra alternativa que el sacrificio, la renuncia,
la privación y el fastidio para conseguir una conducta buena y honra­
da, o bien buscar la felicidad por otros caminos que terminaban des­
pertando la intranquilidad y el remordimiento interior. El antagonismo
entre el deseo más profundo de vivir a gusto y satisfechos, y las impo­
siciones éticas que desde pequeños nos imponían, era demasiado evi­
dente como para pensar en una posible reconciliación.
No hay que ser muy pesimista para constatar el cambio que se ha
operado. Una fuerte mayoría de personas que fueron educadas en un
ambiente cristiano han dejado de creer en las enseñanzas éticas recibi­
das. Entre la misma doctrina de la Iglesia, que sigue recordando su nor-
20 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA CRISIS DE LA MORAL EN EL MUNDO DE HOY 21

m ativa sobre temas fundamentales de la praxis, y la vida de muchos resulta demasiado fría cuando el valor no impresiona también al afe c­
creyentes, se da una excesiva separació�, com� si se tratara de líneas to y a Ja sensibilidad.
paralelas. La crisis de la moral es demasiado evidente como para negar .Ésta era la orientación presente en toda la rica tradición catequéti­
su existencia. . . ., , ca y homilética de la Iglesia, desarrollada en estrecha vinculació n con
Las razones que han motivado semeJ ante s1tuac1on_rueden ser ?1-ul- la liturgia . Los comentarios a la Escritura, en sus diferentes formas,
tiples, como sucede en todos estos fen ómenos compleJ<?S Y e�ten�1d?s. constituían para los Pa dres la principal fuente d e sus enseñanza s mora­
N o bastaría una análisis superficial e ingenuo, como s1 el diagnostico les. Su lectura de la Palabra no quedaba reducida a una exégesis i nfor­
de la realidad fuera tan constatable y patente como ésta. No pr�tendo mativa, sino que en ella: encontraban los criterios básicos de la con­
a hora abordar el tema en profundidad, p ero sí me parec e que existe un ducta cristiana y, sobre todo, el estímulo y la motivació n última para
denominador común hacia el que confluyen las diferentes dificultades: su realización. El cristiano no puede olvidar las verdades fund a ment a­
el rostro de la moral cristiana no resulta atractivo ni seductor e� m:1es­ les de su fe, que le llevan a un estilo de vida concorde con el radica­
tro mundo de hoy. Vale la pena, por ello, apuntar las formas pnncipa­ lismo evangélico. Convencido de esta llamada a vivir como hij os del
les que ha tenido la moral cristiana. Padre y discípulos de Jesús, necesitaba un recuerdo y un aliento cons­
tantes para no rebajar el ideal de su vida. No es extraño, pues, que este
tipo de moral quedas e vinculado, de manera casi exclusiva, con la
La dimensión parenética y espiritual espiritualidad.
Las escuelas monásticas intentarán cumplir con esta tarea durante
El acontecimiento de la Revelación, sobre todo en la persona de Jes�s, buena parte de la Edad Media. Con su renuncia a la dialéctica impedi­
despertó un movimiento de entusias��- Era u:i� llamada a la salvacion rán que la teología -y la moral- caiga en una especulación met afísica,
que se manifestaba en la Buena No! icia y exigia una en�rega de f� en quedando vacía de su sabor religioso. El apego a la Escritura y un estu­
el Dios que nos salva y un compromtso en la tarea de_ re�hzar su Rt::mo. dio menos científico, pero realizado en un clima de oración, le d an un
Los temas tan bíblicos de la conversión y del segmm1ento de Cnsto, sentido místico y mucho más cristológico, como se hace presente en
c on to das las exigencias que de ahí se derivan, constituyen el punto �e toda la escuela franciscana; No es de extrañar, por tanto, que a lo largo
partida de una ética evangélica. Vivir como Jesús c omporta una ser�e de la historia hayan surgido de vez en c uando movimientos y autores
de actitudes que se aceptan fundamentalmente por el hecho de la _fe,_ sm que buscaban una renovación espiritual para que la ética no perdiera su
necesidad de.ninguna otra explicación. El asombro y el agradecimien­ sabor evangélico.
to por las v erdades trascendentes y descono_ cidas de la revelación eran
suficientes para avanzar por ese nuevo cammo. . .
Una de las funciones primordiales de la moral va a ser precisa­ La dimensión científica y racional
mente el recuerdo de estas exig encias cristianas. Muc has de _las exhor­
taciones que aparecen en el Nuevo Testamento y en los escntos de los Sin embargo, ya desde los primeros tiempos, nace otra nueva orient a­
S antos Padres manifiestan esta dimensión parenética. No se trata �e ción que podríamos adjetivar como «científica». Los apologetas son
probar la bondad o la malicia de una acción de�erminada, sino de am­ autores que, además de sentirse obligados a transmitir la fe y exhortar
mar a su fiel cumplimiento, a vivir en coherencia con lo que se acepta a una vida de acuerdo con ella , buscan la defensa contra tod as l as
ya como válido o negativo. La preocupación no se ce�tra en proponer corrientes que la atacan, para probar que la conducta y la creencia de
las razones que justifican o condenan un comport_amiento. Lo q�e se los cristianos responden a las aspiraciones filosóficas y encuentran
busca, porque la persona está previame�te convencida de su morahdad, también una explicación in telectual. Si la Escritura es la fuente prime­
es animarla a ser consecuente con el ideal y la meta propuestos. El ra del pensamiento patrístico, la sabiduría griega va a ser también un
conocimiento especulativo no basta la m ay?ría de las vecesp ara l a rea­ motivo de inspiración. A p artir del siglo m, sobre todo, se observa un
lización del bien, como creía Sócrates, s1 no va acompa� ado_ de �n proceso evidente de racionaliz ación para darle a la moral una base
e}?.tusiasmo que seduzca y estimule a practicarlo, pues la mtehgencia científica. Las ideas platónicas, y en especial los autores neoplató ni-
LA CRISIS DE LA MORAL EN EL MUNDO DE HOY 23
22 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

cos, la moral estoica y el·derecho romano, se armonizan con las ense­ La dimensión práctica y casuística
ñanzas de la fe, a través de un proceso de asimilación que había
comenzado con el mismo san Pablo. Finalmente, nos encontrarnos con un nuevo tipo de orientación, carac­
La revelación no elimina la existencia de una ética humana, patri­ t�rizada por su din:iensión práctica y pastoral. Su génesis resulta sufi­
monio de todos los hombres, a la que se acude para desarrollar una nor­ cientemente co?oc1da. El �asuisino ya está presente en algunos Santos
mativa más amplia que abarque todos los campos del comportamiento _ �s qu� �eb1eron sol�c10nar casos concretos e inéditos para la con­
Padr
humano. La reflexión se realiza con un sentido profundamente huma­ ciencia cnstlana. A part1r de la fe había que reflexionar sobre cómo
no, sin que pierda tampoco su dimensión cristiana. Si la escuela ale­ actuar y comportarse en aquellas ocasiones que pudieran resultar am­
jandrina aparece como el primer esfuerzo por conjugar las categorías biguas y peligrosas.
_ La solución aportada sobre estos problemas parti­
filosóficas y culturales del paganismo con el pensamiento teológico, cul�es -relaciones con el Emperador, asistencia a espectáculos, licitud
será san Agustín quien construirá una de las primeras síntesis -la más de c�ertas profesiones, violencia, limosna, sentido del placer, estados
genial e importante- para hacer comprensible el saber de la fe. de vida, esclavos, etc.- servirá de guía práctica a los fieles. La moral
Esta corriente experimenta un nuevo florecimiento en las escuelas no es u_na cienci� p�ramente especulativa, sino que tiene como objeti­
creadas junto a las grandes catedrales -origen y cuna de toda la esco­ vo clarificar y �mg1r 1� cond�cta humana. Esta finalidad pastoral, sin
lástica posterior-, que, frente al espiritualismo de los centros monaca­ embargo, quedo demasiado vmculada a la práctica de la confesión.
les, van a subrayar la importancia de las ciencias y de la reflexión hu­ La histori� demuestra q_ue con el comienzo de la penitencia priva­
mana. E.l método escolástico se caracteriza precisamente por la impor­ da en la Iglesia se. confecc10naron los primeros Libros penitenciales,
C03:llO ayuda al confesor para cumplir con las exigencias de este minis­
tancia que se da no sólo a los graneles autores, cuyas enseñanzas se pre­
sentan como una ayuda para la formación intelectual, sino al análisis teno. Se trataba de ofrecer un catálogo más o menos amplio de peca­
discursivo y racional de esas verdades para la elaboración de una ver­ d_?/S, con la correspond�ente peni�encia que habría de imponerse en fun­
dadera ciencia. La dialéctica se convierte en un instrumento para con­ c!on de la gravedad e importancia de la falta cometida. A partir de los
frontar, discutir y defender un conocimiento más profundo de la ver­ siglos XIII y XIV, con la predicación de las nuevas órdenes mendicantes
dad humana y revelada. Una técnica intelectual que dará una forma y el precepto de la confesión anual, impuesto por el Concilio Latera­
característica a toda la producción teológica de la Edad Media y que nense IV (1215), se sintió la urgencia de reformar estos libros manua­
permanecerá durante largo tiempo en la reflexión posterior de la les para tener en cuenta también las nuevas leyes eclesiásticas emana­
Iglesia. das de los decretos conciliares y documentos pontificios. Así nacieron
La obra de santo Tomás queda como un modelo maravilloso de esta l�s llamadas Sumas de confesores, en las que, además de recoger las
armonía y enriquecimiento entre la fe y la razón. Su Summa Theolo­ hstas de pecados y su «tarifa» penitencial, se añadieron con frecuencia
al�unos cuantos principios fundamentales. Su función seguía siendo la
gica servirá en adelante como texto en todas las universidades y como misma: la mera ayuda a los sacerdotes para que pudieran estar infor­
punto de referencia para todos quienes, en épocas posteriores, preten­ mad�s de todo lo perteneciente a sus obligaciones.
dan una renovación teológica o moral.Y es que el rigor de un trabajo Sm embargo, no parece que el clero alcanzara siempre un nivel
científico armoniza espléndidamente con el patrimonio de la fe y la mínimo _ d� co1;1ocirnientos teológicos y morales para el cumplimiento
riqueza de la tradición. Dios, como fuente y origen de toda la creación, de su rnm1s�e�10. El hecho
es también el fin hacia el que el que todo ser humano camina, median­ _ era demasiado evidente corno para que los
Padres conc1h�;es, reumdos en Trento, no sintiesen la urgencia de una
te la salvación de Cristo. En esa vuelta hacia Dios, que ocupa la segun­ mayor forrnac1on pastoral para la administración del sacramento de la
da parte de la Summa, analiza aquellos elementos naturales y sobrena­ penit�ncia. La moral especul�tiva fue perdiendo vigencia, pues lo que
turales por los que la persona se orienta hacia su meta final. más mteresaba era la formación de los sacerdotes. Su dimensión más
evangélica y científica quedó bastante marginada. Aparecía, pues,
corno/un verdadero pecat'!metro que señalaba con una exactitud preci­
sa cuando un comportamiento debía considerarse lícito o' por el con-
trario, inadmisible.
24 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA CRISIS DE LA MORAL EN EL MUNDO DE HOY 25

El seguimiento de Jesús por parte del cristiano quedó reducido a un Encubierta bajo el idealismo y los buenos sentimientos se encuen­
código de leyes, preceptos, normas, mandatos, prohibiciones y exigen­ tra una sociedad corrompida por la injusticia y el egoísmo. Los valores
cias que se imponían desde fuera como condición para estar en paz con éticos no son otra cosa que esquemas racionalizados para defender los
Dios y con la propia conciencia. Hay que reconocer que _la mera lectu­ propios intereses económicos. Con la ingenua ilusión de obedecer a
ra de estas obligaciones, tal como se presentaban en los hbros de texto, unos valores éticos, se mantiene y defiende una realidad deshonesta.
despierta hoy un fuerte malestar y rechazo si no se toman con una cier­ La moral, en lugar de ser un grito de protesta, se hace mentira y alie­
ta dosis de humor y tolerancia. Pero no era fácil mantener esta actitud nación, pues Jo único que busca en el fondo, creando además una con­
comprensiva cuando por dentro quedaban tantos sentimientos y expe­ ciencia inocente, es conservar para provecho de la clase dominante el
riencias negativas, que no se olvidaban con facilidad. Es más, si- no orden establecido. La misma insistencia religiosa en buscar la propia
fuese posible otra presentación de la ética cristia1:a �ás adecua?� y salvación, como objetivo prioritario, ha fomentado una dimensión
convincente, tendríamos que entonar por ella un ultimo y defimtivo demasiado individualista, que marginaba en exceso la preocupación
réquiem. por el cambio social.
La objetividad de esta insatisfacción se demuestra en que ya esta­ Desde una perspectiva más psicológica, se insiste en las motiva­
ba presente desde hacía bastante tiempo en el seno de la Iglesia. Con ciones inconscientes que condicionan con frecuencia la conducta hu­
anterioridad al mismo Vaticano u, ya hubo intentos de cambiar seme­ mana. La persona, ahogada por los problemas y dificultades de la vida,
jante orientación, y se han ido repitiendo en todos estos últimos años. necesita encontrar una solución adecuada a todas las frustraciones y
Tanto la antropología como la teología subyacente a está concepción límites de su existencia. Como cuesta aceptar la realidad tal como es;
nos parecen ya inadecuadas e incompletas. La renovación de la m?r�l se sueña con un más allá en el que se nos ofrece todo cuanto aquí abajo
es un esfuerzo aún inacabado y que actualmente se ha hecho confhctl­ se nos niega. Y ninguna forma de cultura recompensa y gratifica tanto
vo dentro de la misma Iglesia. Pero se trata de una tarea a la que no como la ilusión de un Dios bueno y providente que nos premiará con
podemos renunciar, si queremos hacer presente su mensaje en el toda certeza. La fe se convierte en un mecanismo de defensa para pro­
mundo de hoy. tegernos de las amenazas que nos vienen del destino y, sobre todo, del
fracaso ante la muerte. No existe ningún narcótico tan eficaz para el
La filosofía de la sospecha sufrimiento humano como la experiencia de la fe. Nace de unos dese­
os profundos y re¡iles, pero su contenido es una mera ilusión. La con­
Sin embargo, el rechazo que hoy se expresa no es sólo contra una ducta buena y virtuosa es la forma concreta que utilizamos para con­
forma concretar de presentar la moral, como se ha expuesto y vivido seguir el beneplácito de Dios, cuyo cariño y protección nos resultan
en esta época más reciente de nuestra historia. Las dificultades que imprescindibles.
nacen contra ella tienen también otras raíces más profundas y serias. La moral responde, por tanto, a una serie de intereses ocultos e
Desde perspectivas muy diferentes, aparece un cúmulo de críticas que inconscientes que se racionalizan con posterioridad y se en�ubren con
destruyen, en el fondo, la posibilidad del mismo planteamiento ético. la imagen narcisista e idealizada que ella nos presenta. La justificación
Son muchas las ideologías y movimientos que han arrojado una de nuestro comportamiento se explica por otras motivaciones más pro­
fuerte dosis de recelos, sospechas y dudas en torno a esta problemáti­ fundas que no nos interesa llegar a conocer. Nuestra psicología es
ca. Mas que sus análisis abstractos sobre el origen de la moral en el psi­ demasiado compleja para admitir, con excesiva ingenuidad, que todo
quismo humano, son sus esquemas más simplistas y populares los que tiene una explicación consciente. Por debajo queda un mundo de
han influido en su desprestigio práctico. Toda la filosofía de la sospe­ influencias cuyo conocimiento ha despertado un clima de duda y vaci­
cha tiene un mismo denominador común. La moral, en el fondo, es una lación. Las razones que se dan, aunque aparezcan como buenas y evan­
auténtica inmoralidad, pues tiene su origen en otra serie de motivacio­ gélicas, no responden a las verdaderas motivaciones. La vida ética y
nes muy diferentes de las que aparecen en nuestra conciencia. Los religiosa puede vivirse con unas características que reflejan muy bien
guardianes y defensores del bien y de la libertad no se han dado cuen­ las críticas anteriores. La fe, la culpabilidad y el deseo d e perfección
ta de que terminaron prisioneros de una ideología que encubre su pro­ encuentran también otras raíces inconscientes, infantiles, narcisistas,
pio engaño. cuyo auténtico rostro no es el que se manifiesta hacia fuera.
26 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA CRISIS DE LA MORAL EN EL MUNDO DE HOY 27
El ansia de autonomía un �?bre- deducimos una conclusión ética que escapa a toda compro­
Nuestra cultura actual ha visto en las normas éticas una violación de la bac1on, co�� afirmar que, por ello; Pedro es bueno. Lo único consta­
dignidad humana y una amena�a contra su libertad. Cualquier coac­ table Y ob3etivo, puesto que puede probarse su existencia real, es la
ción externa que limite nuestra responsabilidad o la fundamentación ayuda que se presta en ese acto concreto; pero valorar ese hecho como
trascendente de cualquier orden debe ser eliminada como un atentado bondadoso y positivo es�apa a cualquier tipo de comprobación. Sería
violento. La persona se siente hoy, más que nunca, constructora de su dar un salto desde la reah�ad que exist� -:-la única que se puede verifi­
propia historia, y considera una cobardía no afrontar el riesgo de la car- _hasta un deber _ de candad que no tiene ya ninguna lógica científi­
propia decisión, buscar una seguridad infantil en las normas externas ca, smo que es motivado por las emociones, sentimientos o decisiones
para escapar del miedo a su libertad. Está condenada a elegir y optar, personales. Se puede probar que el agua hierve a 100 grados -y toda
y constituye una cobardía el sometimiento a lo que no brote de la pro- persona,sensata ad!llitirá esa conclusión, pues puede comprobarla-,
pia conciencia. pero sena absurdo imponer a todos la obligación de tomar la ducha a
Este miedo a la esclavitud de unos principios alienantes hizo surgir una temperatura determinada.
la «ética de situación». Fue un gesto de protesta contra la opresión El saber científico es el único que brota de la razón· el mundo de
excesiva de las normas, con olvido de las peculiaridades y circunstan­ las valoraciones éticas, sin embargo, pertenece a otro á�bito diferen­
cias de cada individuo. El carácter absoluto de la ley reducía el papel te, donde no hay espacio para esta dimensión racional.
de la conciencia a ser una simple computadora de datos, sin dejar mar­ De ahí la_ diferencia qu� m _uc?os �uto7:es señalan entre la ética y la
gen alguno a la propia creatividad. Y ello supone la negativa de un mora[. �ª. pnmera es una d1sc1plma c1entifica, pues analiza con méto­
derecho inviolable: la capacidad de juzgar y elegir según el propio dic- do� h1stoncos los sistemas morales que se han dado a lo largo de la his­
tamen personal. �ona, el �n de pro?ar su doctrina, descubrir su génesis o reconocer sus
Esta mayoría de edad que el múndo ha conseguido, después de tan­ mfluen
_ �ias postenores. Pero la moral, que valora conductas o impone
tas emancipaciones históricas, reclama también una independencia res­ º?hgac10nes; es fruto de un proceso emotivo o resultado de una deci­
pecto de cualquier vinculación religiosa o metafísica. La hipótesis­ sión personal, que será válida para mí, pero que no podré imponer a los
Dios ya no se requiere para la explicación de las realidades humanas. de��s . . Se trata de una decisión respetable, porque afecta al mundo
Su existencia sería necesaria para explicar los misterios del universo, mas mt1mo de la persona,. pero sería injusto condenar a los que se com­
cuando la ignorancia humana no podía encontrar otra explicación que p�rtan de una mane�a d1�erente, Ru�s cualquier valoración goza del
no fuera sobrenatural. Hay que reconquistar para la razón humana la m1s1;10 gr ��o de r�c1on�hdad subjetiva y merece el mismo respeto.
capacidad cada vez mayor de hacer comprensible lo que no tiene nin­ Aqm tamb1en podna decirse que sobre preferencias éticas, como sobre
gún otro tipo de justificación fuera de ella. Es la ciencia la única que gustos, no hay nada escrito y obligatorio.
tiene derecho a fundamentar la conducta del ser humano, pues todo
cuanto escapa a este horizonte viola su dignidad. Los cambios y el pluralismo ético
Lo que sucede es que la misma ciencia se ha c.onvertido para
muchos en un obstáculo a la hora de fundamentar la moral. Hoy sólo Muchas de estas dificultadas apuntadas tal vez no afecten a bastantes
se cree y se admite lo que resulta científicamente verificable a través personas que no están implicadas en el mundo especulativo de la mo­
de observaciones, análisis, experimentos y confrontaciones o a partir r�l. Pue��n parecer discusiones más abstractas, aunque, como hemos
de las conclusiones obtenidas racionalmente, por deducción o induc­ v1st?, cnt1quen y rechacen sus propios fundamentos. Me atrevería a
ción, de estas verdades empíricas . Como los juicios éticos de valor se dec1� que lo que la gente siente y experimenta hoy es un enorme des­
resisten a esta verificación, no pueden considerarse como científicos. concierto y una gran inseguridad.
su·origen queda explicado por otros factores diferentes, ya que no tie­ Ex�ste, por una parte, un enorme pluralismo ético dentro de nues­
nen ninguna justificación real. tra s�c.1edad actual. L� oferta de opciones sobre los múltiples proble­
Es la célebre y repetida falacia naturalista, cuando de la existencia mas eticos es tan amplia y contradictoria que se encuentran soluciones
de un simple hecho empírico -el gesto de que Pedro da una limosna a para todos los gustos e ideologías. Esta diversidad no afecta exclusiva-
LA CRISIS DE LA MORAL EN EL MUNDO DE HOY 29
28 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

mente a la solución de ciertos problemas, como siempre ha sucedido los esquemas anteriores. Sin estar ausentes los contenidos axiológicos,
en todas las épocas, por la complejidad de los valores éticos y su apli­ su rostro presenta perfiles profundamente significativos, condiciona'"
cación a las situaciones concretas. Las diferencias abarcan también dos por el fenómeno de la postmodernidad. Sólo nos interesa apuntar
otros aspectos mucho más fundamentales. La concordia básica de con brevedad aJgunos rasgos principales.
antes se ha fraccionado en diversas posturas que se excluyen mutua­ Ya no existen las grandes visiones universales, como un programa
mente. Cualquiera que busque una información se va a encontrar con coheren�e que orienta la vida, sino actitudes realistas y pragmáticas
una variedad de respuestas que han acabado con la armonía que pudo para resignarse con lo poco que en cada momento se pueda. Todo pro­
existir en épocas anteriores. yecto idealista y utópico está condenado al fracaso. La era de los gran­
Diferencias que no solo existen entre ideologías contrapuestas, des re!atos o de las síntesis armónicas pertenece a una época superada
sino que se constatan en el interior mismo de la Iglesia y de la comu­ Sería mg�nuo reconstruir la unidad perdida cuando sólo quedan frag­
nidad creyente. La disparidad de criterios para la valoración de algu­ mentos ruslados. No hay razón para creer en algo que pudiera servir de
nos problemas concretos ya desconcierta a muchos, pues no compren­ fundamento. La fragmentación y el pluralismo forman parte inevitable
den por qué sobre un mismo hecho puede darse un juicio distinto. La de nuestra condición actual. Cualquier nostalgia de la unidad y armo­
explicación, sin embargo, tiene raíces más profundas. Los presupues­ nía per?ida no _ tiene n�ng?na justificación. El fin de todo proyecto y
tos de base en que se apoya la licitud o la inmoralidad de un compor­ normativa totahzante sigmfica el fin de la ética, al menos en la forma
tamiento no son idénticos para todos, como tendremos ocasión de ana­ que prevalentemente ha asumido en el pensamiento moderno.
lizar en capítulos posteriores. A partir de los anteriores presupuestos, no resulta extraño que se
Los cambios, por otra parte, han sido demasiado evidentes y signi­ llegue al rechazo de toda valoración que pueda considerarse como defi­
ficativos para seguir creyendo que lo que ahora se manda va a ser una nitiva, pues todo está sujeto a cambio cuando se descubren otras alter­
verdad definitiva e inmutable. Hoy se aceptan conductas que en épocas nativas mejores. Si la época de las verdades absolutas pertenece al pa­
anteriores eran condenadas, y lo que antes no era lícito a lo mejor hoy sado, en el qm: �e buscab
_ �n garantías con una consistencia dudosa, ya
resulta posible. Una moral que cambia y evoluciona pierde por com­ no se puede reivmdicar la mcondicionalidad de ningún principio como
pleto su credibilidad, pues no tiene razones suficientes para exigir una el único depositario para el discernimiento de la maldad o del bien.
confianza plena. El esfuerzo por lograr una explicación razonable, al Nada hay definitivo, pues todo puede cambiarse con el tiempo y las cir­
que muchos se agarraban como la única alternativa posible, no ha teni­ cun�tancias. La únic� obligación es la re�uncia a cualquier tipo de dog­
do demasiado éxito. La disparidad de criterios y los cambios éticos son matismo, como un signo de respeto hacia otras mentalidades y como
un síntoma manifiesto de esta incapacidad para la valoración objetiva una confesi?n explícita de nuestra propia incapacidad para la búsque­
de tantos problemas como hoy nos afectan. Una sensación de vacío y d� d� seguridades. Del hombre orgulloso por sus conquistas y descu­
desencanto se apodera de muchos ambientes, como si fuera imposible bnmie;11tos no queda ya nada más que una imagen triste y despojada de
la búsqueda de una opinión común. No cabe otra alternativa que la su antiguo esplendor, donde todo se ha relativizado para quedar en
resignación ante un intento inalcanzable. Del apogeo y exaltación de la manos de la provisionalidad.
razón humana, que había impulsado la modernidad, se ha pasado al Hay que resignarse, por tanto, a vivir sin absolutos, pues la entra­
pesimismo y desconfianza en la cultura postmoderna. da de la .razón en el mundo de la ética, tan exigida por los autores
actuale�, tampoco ?frece ninguna
_ garantía absoluta, hasta el punto de
El fenómeno de la microética convertme, por su mcapacidad para responder a los interrogantes mo­
:ales, en una_ razón sin espe!anza. En cualquier caso, siempre será me­
En este clima no desaparece por completo la preocupación ética, como Jor un pluralismo �n la razon, aunque no ofrezca seguridades, pues no
si no quedara otra salida que el más absolut0 amoralismo, sino que su queda otra alternativa que el racionalismo o la barbarie.
imagen aparece dibujada con una serie de matices característicos, que Tampoco se aprecia la coherencia de los criterios dentro de una sín­
no se identifican con los más clásicos y tradicionales. Hoy ya se habla tesis armoniosa. Cada cual puede elegir, entre las múltiples ofertas que
sobre la existencia de una microética que se aleja progresivamente de se presentan, aquellas que en cada momento le parezcan más seducto-
30 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA CRISIS DE LA MORAL EN EL MUNDO DE HOY 31

ras, sin preocuparse por la armonía e integración del conjunto. La intolerante, pues tiene conciencia de que lo que está en juego no es la
obsesión por el esteticismo ético, donde todo se encuentra bien enca­ fidelidad a sus propias ideas, sino la obediencia a Dios, que no admite
jado, es un intento de escapar al destíno desgarrado y al asedio de tan­ ningún otro compromiso. Estará dispuesto a ofrecer su propia vida
tas sospechas como hoy nos amenazan. La clave está en vivir cada antes que renegar de tales exigencias sobrenaturales.
momento sin ninguna otra referencia. Sólo la propia conciencia está Semejante postura queda hoy reducida a los grupos fundamentalis­
capacitada para optar por aquellas reglas de comportamiento en medio tas, que no permiten ningún tipo de discrepancia. En el ámbito de las
de esta multiplicidad existente.Vivimos, para sintetizarlo en unas pala­ sociedades democráticas, el aire que se respira está bastante más puri­
bras, en la edad del fragmento, de lo parcial y provisorio, de lo débil e ficado. Existe un acuerdo mayoritario para defender que la legislación
inconsistente, de la inseguridad y de lo relativo. civil no ha de prohibir o aceptar los códigos éticos de una mentalidad
concreta, sino que debe permanecer abierta a las otras valoraciones di­
ferentes que resulten válidas y razonables para otros grupos. Renuncia
El valor prioritario de la tolerancia incluso a encontrar la justificación de cada postura para ehldir las pro­
En estas circunstancias, cuando nada se considera cierto, absoluto y longadas y a veces antagónicas discusiones sobre los propios presu­
definitivo, la tolerancia se revela como el valor prioritario de toda puestos, en los que tampoco habrá acuerdo; pero nace de una justifica­
sociedad. En lo único en que todos estamos de acuerdo es en que no ción razonable, por la que se descubre la urgencia de un pacto común
todos tenemos que estar de acuerdo, dada la complejidad de los pro­ y la necesidad de adherirse y defender lo que resulta válido para todos.
blemas, el pluralismo de las soluciones y las ·dificultades para encon­ Aunque tolere otras formas de conducta y comportamientos que están
trar un fundamento común. Como no se puede imponer ninguna ver­ excluidos para determinadas ideologías, tendrá que hacerse intoleran­
dad por encima de las otras opiniones, no cabe otra salida que el res­ te para con los atropellos, injusticias y discriminaciones que la socie­
petb de las diferencias. Esta tolerancia, que nace de la deferencia y la dad considera inaceptables. El que no comparta la racionalidad de este
comprensión para con quien no participa de las propias ideas, es un planteamiento será un individuo cerrado e insensible a la dimensión
signo de madurez personal y comunitaria. comunitaria de la vida. La misma comunidad sabrá cómo defenderse
El fanatismo ha generado mucha violencia, induso con un carácter de la amenaza que supone esta actitud insolidaria y egoísta.
religioso y sagrado, a lo largo de la historia y en nuestro mundo actual.
Como patología del comportamiento, el fanatismo se caracteriza por el Los peligros de esta situación
hecho de que quien lo padece se cree poseedor absoluto y exclusivo de
la verdad y necesita imponerla a los demás por medio de la fuerza y la En un contexto cultural como éste se esconden algunos peligros fácil­
violencia. Y este peligro se incrementa en el ámbito sagrado de la reli­ mente comprensibles y que constatamos con frecuencia a nuestro alre­
gión. Aquí no se trata de salvaguardar ideologías humanas, por muy dedor. Me· limito únicamente a enumerarlos.
dignas y queridas que sean, sino de proteger con absoluta fidelidad las Crece, en primer lugar, un talante de escepticismo e indiferencia
enseñanzas reveladas por Dios, mantener la unidad de los fieles contra ante la dificultad de una fundamentación cierta y segura. Cuando son
las falsas interpretaciones que amenazan la comunión en una misma tantas las opiniones y tan diferentes las ofertas éticas, no hay ningún
creencia, e intentar la comunicación del mensaje a quienes todavía no motivo para aceptar unas por encima de otras. No existe ningún impe­
lo han descubierto. rativo obligatorio por el que merezca la pena un determinado esfuerzo
Cuando el creyente está convencido de que su fe es la única verda­ o sacrificio. El ecumenismo ético se vuelve tan amplio e indulgente
dera, sin ninguna otra alternativa para la salvación, y con un carácter que no se rechaza como inaceptable ninguna conducta. La tolerancia
obligatorio para todos por la universalidad de su mensaje, la semilla de no es, entonces, fruto de la consideración y deferencia hacia el otro,
la violencia se hace _presente en su corazón. La experiencia de lo sobre­ sino síntoma de un escepticismo radical. Como la verdad no está
natural, en lugar de llevar a la reconciliación comprensiva y respetuo­ garantizada, que cada cual actúe y se comporte como le parezca. Hasta
sa con quienes no la comparten, conduce a la lucha intransigente por manifestar el propio convencimiento, si es que se tiene, provoca ver­
vencer el error. Por eso es muy difícil que el fanático ortodoxo se crea güenza y malestar, por temor a ser considerado poco comprensivo con
32 H ACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA CRISIS DE LA MORAL EN EL MUNDO DE HOY 33
respecto a otras posturas. Es curioso observar cómo, en muchas en­ rrogantes, aunque cada cual puede añadir sus propias dificultades. Para
cuestas que se hacen por la calle, cuando se pregunta sobre alguna va­ encontrar una respuesta adecuada habría que descartar, ante todo, algu­
loración ética, la respuesta más frecuente es que hay que dejar que nas soluciones que no considero válidas ni eficaces.
cada persona proceda como juzgue conveniente.
Esta incertidumbre e indiferencia se convierte también en un estí­ La nostalgia de un pasado, o la huida hacia la privatización
mulo para la comodidad, porque, si cualquier oferta ética aparece tan
válida como las demás, la inclinación hacia lo que resulta menos La primera pretende una vuelta nostálgica a épocas anteriores, con la
molesto y exigente se hace comprensible. Nadie tiene derecho a exigir añoranza de recuperar ahora las seguridades perdidas, la mayor unani­
o prohibir una conducta determinada, ya que todas gozan, más o midad, el respeto a la tradición, el ambiente religioso que daba mayor
menos, de la misma probabilidad. La elección pertenece en exclusiva garantía. Un retomo a los tiempos de la cristiandad, donde la fe cató­
al propio individuo, y en esta hipótesis sería absurdo optar por la más lica orientaba la vida social. Lo que hoy se requiere es levantar la voz
difícil y sacrificada. Frente a una ética de exigencias y heroísmos se con mayor énfasis para acallar las voces disonantes, para definir con
levanta una moral del menor esfuerzo posible, pues cualquier opción autoridad las fronteras entre lo bueno y lo inaceptable. Muchos cree­
que se tome está respaldada por la ley. Una ética de mínimos es a lo rán, a lo mejor, que todos los males actuales provienen de no haber
único a lo que se puede aspirar. mantenido los métodos tradicionales, como si la Iglesia, en nuestro
El peligro radica, pues, en no distinguir suficientemente lo legal de caso, hubiese renunciado a su rica tradición para diluirla entre las
lo ético y terminar aceptando, con todas sus lamentables consecuen­ novedades actuales y perder la certeza y seguridad que demostró en
cias, que la tolerancia o la prohibición jurídica se identifique con la otros momentos.
bondad o la malicia ética. La conducta legal que se permite o se rechá­ No valoro esta postura, aunque se corre el peligro de idealizar en
za es fruto, entonces, de un consenso social que deja espacio a otra exceso el pasado, olvidando que los frutos de esa siembra los estamos
serie de conductas diferentes. Y no cabe duda de que la ley, aunque recogiendo ahora en nuestra sociedad. Cada cual podrá pensar como
sólo tolere o despenalice, encierra siempre un valor pedagógico y, prefiera sobre la conveniencia o no de esta vuelta a un pasado en el que
cuando aparece, como legalmente aceptado, lo que se valora por otros la influencia de la Iglesia era mucho mayor; pero esperar el fin de esta
muchos como éticamente inaceptable. crisis es soñar con una época que no volverá a repetirse. La dinámica
de los procesos históricos no se dirige con las simples nostalgias ni los
La consecuencia más obvia de esta situación es la pérdida de la buenos deseos. Mientras tanto, por si algún día se consiguiera, sólo
propia identidad ideológica, la excesiva relativización de la verdad sin­ cabe el lamento pesimista para manifestar el rechazo de la situación
cera de cada uno, para diluirla confusamente en un conjunto de valo­ actual, pero que no aporta otras alternativas ni estimula demasiado a un
raciones demasiado comunes y poco exigentes. En suma, la moral cris­ compromiso y esfuerzo por mejorar lo que sea posible. La denuncia
tiana pierde por completo su riqueza y sabor evangélicos, al participar retórica solo sirve para fomentar una buena conciencia epidérmica,
como una más en el debate de los problemas éticos. Si la discusión porque se da por supuesto que la culpa de lo que acontece recae siem­
pública. se centra en los consensos mínimos, ¿no se rebajarán también pre sobre los demás.
las exigencias cristianas? Tampoco tiene sentido una retirada hacia la privatización de la fe y
Ante una situación como ésta, son muchas las preguntas que bro­ la moral cristianas, como si en un mundo como el nuestro no hubiera
tan inevitablemente frente a la moral: ¿Es un camino de libertad o una ninguna posibilidad de hacer presente nuestra oferta, o como si su
forma de represión e infantilismo? ¿Nace de una exigencia humana o palabra no tuviera ya ninguna resonancia en el foro civil. El cristiano
se impone como una forma de dominación? ¿Sirve para realizar al no puede resignarse a una vida de culto y oración, hacia la que muchos
hombre o sólo para gratificar su narcisismo y eliminar sus sentimien­ desearían orientar a la Iglesia, incluso entre los mismos creyentes, para
tos de culpabilidad? ¿Resulta compatible una vida feliz y dichosa con evitar la crítica de sus propios esquemas e intereses. Sería una traición
el sometimiento obligatorio a un cúmulo de leyes? ¿Es posible la cer­ ocuparse de las cosas del Padre olvidando que el rostro de Dios está
teza en medio de un pluralismo ético? No hay que multiplicar los inte- escondido detrás de todos aquellos que sufren las con_�eclJ,encias de

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34 H ACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA CRISIS DE LA MORAL EN EL MUNDO DE HOY 35

nuestros egoísmos e injusticias. El proyecto evangélico �o es sólo muy bien a quién se refiere. Incluso la misma herejía no es más que la
escatológico, sino que hay que hacerlo presente en _ las reahdades _del deformación exagerada de una verdad.
mundo actual. Sin negar el valor profundo de la vida contemplativa, Lo que no se puede es entrar en un juego de estrategias y conce­
algunos movimientos renovadores corren el peligro de un espiritualis­ siones, como si se tratara de un simple debate político para buscar un
mo exagerado, que se hace muchas veces más cómodo y me�?s arries­ acuerdo. Entrar en el diálogo como un interlocutor más, sin la fuerza
gado que una presencia comprometida. La imag_en evan�ehca de l_a necesaria para imponer a todos las propias valoraciones, no significa
levadura no elimina la obligación de que la luz bnlle y exista un testi­ renunciar a su defensa dentro de una sociedad plural y democrática. El
monio público de la comunidad creyente. laicismo autoritario, tal vez como reacción a los influjos anteriores de
la Iglesia, quiere que domine una explícita mentalidad a-religiosa; pero
en una sociedad laica, donde todas las ideologías civiles y creyentes
El juego de las estrategias y concesiones han de tener espacio, cualquiera de los participantes tiene derecho a
presentar sus propias opciones.
Otros intentan reaccionar por el camino opuesto. A pesar de la de­ Es verdad que la visión cristiana ya no aparece como el único pro­
cadencia y corrupción que pueda d�se, la crisis actu_al corresponde a yecto ético qon validez universal, pero ello no implica renunciar al
una conciencia nueva de la humamdad, que denuncia como falsos e talante · y radicalismo evangélico que le caracteriza. Las palabras de
hipócritas muchos de los principios morales. Si la sociedad no_ vive _ de Jesús sobre la sal que se vuelve insípida y «no sirve para más que para
acuerdo con la moral, es porque ésta no responde ya a sus e�igencias ser tirada fuera y pisoteada de los hombres» (Mt 4,13) es algo que no
actuales. La tarea básica consistirá, pues, en la búsqueda posible para debemos olvidar. Es decir, la moral católica no tiene que cambiar por
acomodar la ética a las necesidades y urgencias del momento presen­ el hecho de estar situada en una sociedad pluralista. Al contrario, en un
te. Se trataría de realizar incluso una operación parecida a las rebajas mundo en el que· las prácticas y las creencias no ayudan para nada y
comerciales -abaratando el precio del mercado, con menores exigen­ existen otros múltiples atractivos, la luz y la fuerza del evangelio debe­
cias-, por ver si la gente se anima un poco y acepta mejor el produc!o rían tener una presencia mucho mayor.
que se le ofrece. Si no llegan a saltar la altura propue_sta, el rem�di_o Si se ha insistido en la crisis que afecta a la moral, no ha sido por
más eficaz no consistirá en mantenerla, para no renunciar a los prmci­ el deseo de ensombrecer aún más el panorama. Aunque la valoración
pios de siempre, sino en adaptar la altura del listón a las posibilidades pueda ser algo diferente, según la perspectiva de la que cada uno parta,
de ahora. las dificultades contra la ética -y, más en concreto, contra la ética cris­
Ambas posturas resultan insatisfactorias, porque no basta con repe- tiana- nacen de estos presupuestos que hemos constatado. A ellas qui­
tir, aunque sea con más fuerza y energía, sin conve��er, y porq�e no se siéramos responder de una· manera más o menos directa a lo largo de
trata de reducir y aminorar, aunque a veces tambien se reqmera una estas páginas. Si, al terminar la lectura de estos capítulos, el lector
adaptación, sino de autentificar y esclarecer. Cualquiera de las dos encontrara datos para elaborar una respuesta personal y convincente,
opciones está incapacitada para resp?nder a _ los retos actuales, .porque, habremos alcanzado nuestro objetivo.
o bien no quiere enfrentarse a la reahdad existente, carg�da de mterro­ ***
gantes que no se descifran con esquemas pasados, o bien busca una
interpretación que elimina otros datos fundamentales. Bibliografía
Mucho más interesante es abrirse al diálogo con otras ideologías,
no temer la confrontación con otros criterios éticos diferentes, hacerse ALBURQUERQUE, E., Moral cristiana y pastoral juvenil. Fundamentos para
sensible a las críticas ajenas. Este camino no es sólo un gesto de res­ una propuesta ética, Ces, Madrid 1990.
peto, sino que constituye también una ayuda para el enriquecimiento ANDONEGUI, J., «Los católicos ante la ética moderna»: Lumen 47 (1998); pp.
del propio patrimonio. Cualquier sistema, por mur falso 9ue sea, po�e 297-325 y 403-438.
de relieve algún aspecto de la verdad que no conyiene deJar en el olvi­ BERMEJO, D., «Postmodernidad y ética»: Lumen 50 (2001), pp. 237-253.
do. También la caricatura está deformada, y, sm embargo, sabemos CORTINA, A. «Religión y ética civil»: Iglesia Viva 187 (1997), pp. 63-73.
36 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

CUESTA, B. «Recrear la moral: apuntes para una Teología moral al final del
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MARDONES, J.M., Postmodernidad y cristianismo. El desafío del fragmento,
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- Análisis de la sociedad y fe cristiana, PPC, Madrid 1995. Un reduccionismo antropológico
MARTÍNEZ DE LAHIDALGA, J., «La encíclica "Pides et ratio": reflexiones de un
moralista»: Lumen 49 (1999), pp. 119-144. Por muchas que sean las críticas lanzadas contra la moral, como aca­
PODGA, F., «Principales propuestas de la moral fundamental postconciliar»: bamos de señalar en el capítulo anterior, habría que insistir en su
Moralia 23 (2000), pp. 481-492. urgencia y necesidad. El rechazo de que es objeto, desde diferentes
RUBIO, M., «El contexto de la modernidad y de la postmodernidad», en persl?ectivas, no elimina su existencia, pues forma parte de nuestras
(Vv.AA.) Conceptos fundamentales de ética teológica, Trotta, Madrid propias estructuras antropológicas. Por el mero hecho de vivir estamos
1992, pp. 107-144. obligados a reconocer semejante dimensión. La única exigen;ia indis­
- «La condición postcristiana de la sociedad actual»: Moralia 20 (1997), pensable es superar una simple visión zoológica de la persona. Hasta
pp. 211-234. ahora, los ataques no iban dirigidos tanto contra el mundo de la ética
- «Hermenéutica de la crisis ética actual»: Moralia 23 (2000), pp. 151-172. cuanto c?ntra una moral concreta y especificada por unas qrracterísti­
SANABRIA, J., «Ética y postmodernidad»: Revista de Filosofía (México) 27 cas propias. Pero todos estarían de acuerdo en la urgencia y necesidad
(1994), pp. 51-96. de unos criterios que regulen la convivencia humana.
SANCHEZ MoNGE, M. «Evangelizar en tiempos de tolerancia»: Surge 54 Ahora se ha da:do un paso adelante más para destruir también el
(1996), pp. 25-46. mito humanista, por el que todavía hay quienes creen que el ser huma­
VALADIER, P., La Iglesia en proceso. Catolicismo y sociedad moderna, Sal no _ está p�r encima de la materia y de los mecanismos biológicos. Para
Terrae, Santander 1990. qme�es viven este _ sueño antropológico no hay más respuesta que una
- Un cristianismo de futuro. Por una nueva alianza entre fe y razón, PPC, .B?�isa compasiva y filosófica, ya que no cabe ninguna otra interpreta­
Madrid 200 l. c10n que no brote de. los componentes físico-químicos de la propia
VATIIMO, G., El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultu­ naturaleza. El azar aparece como la única ley básica para explicar las
ra postmoderna, Gedisa, Barcelona 1986. estructuras más específicamente humanas. Las alteraciones genéticas
VICO PEINADO, J., Éticas teológicas, ayer y hoy, San Pablo, Madrid 1996. son _ accidentes aleatorios de un proceso evolutivo que termina en esa
VIDAL, M., Nueva Moral Fundamental. El hogar teológico de la ética, . rea!idad llamada hombre, pero que no es otra cosa que una máquina
Desclée De Brouwer, Bilbao 2000, 295-572. meJor programada o un animal que ha alcanzado un estadio de mayor
- «Rasgos de la Teología Moral del año 2000»: Moralia 20 (1997) pp.153- evolución.
170. La ética e� un producto biológico que asegura la estabilidad y sirve,
Vv.AA., «Postmodernidad y Moral: ¿matrimonio imposible?»: Sínite 109 co�o la rehg _ /
;�n, para obtener el bienestar de quienes la practican: El
(1995). egoismo genetico busca, de forma muy sutil y sofisticada, todo aque-
WEBER, Ph., «La moral del cristiano ayer y hoy»: Selecciones de Teología 30 11� que le interesa
_ para subsistir y desarrollarse. Hasta el altruismo y la
(1991) pp. 287-295. misma santidad encontrarían su explicación última en los genes. Las
38 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA NECESIDAD DE UNA DIMENSIÓN ÉTICA . 39
reacciones humanas están programadas como las de un robot, aunque do mayor de fragilidad e indigencia, como si se tratara de un alumbra­
mucho más perfeccionado y complejo. Las manifestaciones típica­ miento prematuro. Física y psicológicamente, se encuentra sin defensa
mente humanas, que todavía no se han podido explicar con este presu­ frente a los agentes externos, en una actitud de dependencia radical.
puesto, quedarán también algún día clarificadas con el avance de la Carece de una base común que le oriente hacia unas tareas determina­
ciencia. Lo importante es aceptar que no se requiere ninguna interpre­ das y lo impulse hacia un modo específico de ser o de comportarse. Su
tación metafísica, más allá de los puros componentes bioquímicos. pervivencia aparece casi como un milagro, pues no se encuentra equi­
Este reduccionismo antropológico elimina de raíz la posibilidad de una pado por la naturaleza para enfrentarse a todas las amenazas que se le
reflexión ética, pues no hay sujeto capaz de tomar decisiones respon­ presentan.
sables, ya que la libertad es, en el fondo, un lamentable autoengaño. Esta carencia radical con relación a los animales, que catalogaría a
Hay que reconocer, sin embargo, que semejante planteamiento no la especie humana como inferior y menos perfecta, se compensa radi­
tiene tampoco objetividad científica alguna, pues son muchos los inte­ calmente por la existencia de la libertad. Si bien la adecuación del ani­
rrogantes que quedan sin respuesta, a la espera de una hipotética y mal irracional al medio se realiza sin ningún problema, pues hay un
futura explicación, o bien los mismos datos científicos ya son inter­ ajuste innato que le viene ofrecido por sus propios mecanismos, lo
pretados por una ideología o por una especie de convencimiento meta­ cierto es que el ser hum�o está dotado de una capacidad superior para
físico que escapa por completo a los postulados de una ciencia empíri­ adaptarse, con su libertad, al ambiente que le rodea. Él moldea, modi­
ca. Por eso son muchos los que parten de una antropología que reco­ fica y configura la realidad para ponerla al servicio de sus intereses. A
noce en el ser humano unas características peculiares que lo distinguen pesar de su inadaptación y falta de firmeza constitutiva, sabe encontrar
y elevan por encima de cualquier otra realidad. los caminos para su realización. Está llamado a realizar, con su traba­
jo y responsabilidad, la tarea que no le han facilitado sus estructuras
Un salto cualitativo naturales.
Aunque la sociobiología haya descubierto en la conducta humana La estructura ética de la persona
estructuras parecidas al comportamiento de los animales, existe una
frontera cualitativa que separa con nitidez ambos mundos. Los seres Ese «plus» cualitativo no se explica eón una comprensión zoológica de
irracionales siguen ciegamente las leyes de su naturaleza e instintos, lo humano. Las peculiaridades de este nivel exigen superar una visión
que les conducen con una eficacia admirable a la consecución de sus demasiado monista y reductora. El conocimiento, los sentimientos, la
objetivos. La obediencia a estos datos es suficiente para dirigir sus reac­ libertad... emergen como funciones que no radican exclusivamente en
ciones hacia una finalidad determinada. No tienen otra moral que la del la base neurológica del cerebro, como si de una pura reacción ciberné­
sometimiento a sus imperativos biológicos, teleológicamente ordena­ tica se tratara. El alma, prescindiendo ahora de los datos de la revela­
dos al bien individual y de la especie. Su orientación resulta tan per­ ción y de los diferentes nombres con que pudiera designarse, expresa­
fecta y adecuada que para actuar bien sólo tienen que dejarse llevar, sin ría simplemente la trascendencia de la materia para desarrollar ahora
necesidad de poner reparo alguno, por el dinamismo interno de sus pro­ unas funciones para las que no está capacitada sin esta información.
pias tendencias. Los estímulos ambientales y las posibles respuestas Sería una forma de señalar el carácter único e irreductible del cuerpo
derivadas de su biología establecen un equilibrio dinámico y perfecto. humano, como algo radicalmente distinto de cualquier otro tipo de vida.
Aquí radica la grandeza que tantas veces admiramos en los mecanis­ Lo que interesa, para lo que pretendemos, es constatar, incluso
mos de las plantas y, sobre todo, de los animales. A primera vista, como un dato empírico y observable, esa diferencia entre los seres. En
incluso, habría que decir que se encuentran mucho mejor programados el animal . irracional, los estímulos suscitan una respuesta adecuada.
y con una dotación mejor que la que el mismo hombre posee. �ar� vivir no necesita sino dejarse llevar por las leyes de sus propios
La originalidad biológica del ser humano radica en sus carencias y mstmtos. Trabaja bajo la tensión del incentivo presente y sigue con
necesidades. No cuenta con ninguno de los resortes naturales que faci­ exa ?titud el ritmo impuesto por la naturaleza. El hombre, por el con­
litan la supervivencia del animal. Es el mamífero que nace en un esta- trano, que no goza de esa organización ni encuentra en sus estructuras
40 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA NECESIDAD DE UNA DIMENSIÓN ÉTICA 41

las respuestas determinadas, tiene que modelar sus pulsiones y rehacer modo de ser, el estilo de vida que cada persona le quiere dar a su exis­
su vida como una tarea. Nace sin estar hecho, y su evolución y pro­ tencia. Mientras que la segunda acepción haría referencia a los actos
greso debe conseguirse a través de un aprendizaje. concretos y particulares con que se lleva a cabo semejante proyecto.
Cuando Freud definía al niño. como un perverso polimorfo, estaba Tendríamos que decir, por tanto, que la función primaria de la ética
expresando de otra manera esa misma realidad. Necesitamos una no se centra en las acciones concretas, sino en otro objetivo mucho
orientación para canalizar las fuerzas anárquicas e instintivas hacia una más básico: dar una orientación estable, encontrar el camino que lleva
meta que no se consigue dejándose conducir pasivamente por ellas. En hacia una meta, crear un estilo y una manera de vivir coherentes con
este sentido, podría decirse que estamos irremisiblemente condenados un proyecto. La ética consistiría, pues, en darle a nuestro pathos -ese
a ser éticos. La urgencia de configurar nuestros mecanismos antropo­ mundo pasivo y desorganizado que nos ofrece la naturaleza- el estilo
lógicos es lo que Zubiri llamó moral como estructura, como el que y la configuración queridos por nosotros, mediante nuestros actos y
intenta crear una obra con los materiales informes que tiene entre formas concretas de actuar. Aquí está la gran tarea y el gran destino del
manos. Las opciones concretas y los caminos que se elijan serán diver­ hombre.
sos en función de la decisión adoptada. El conjunto de normas y crite­
rios particulares que ,se escojan para realizar esa tarea constituirá la La búsqueda de un sentido: el proyecto ético
moral como contenido.
El ser humano experimenta la capacidad de auto-dirigirse a pesar de
Significado etimológico de la moral sus determinismos y limitaciones parciales, pues tiene conciencia de
que, por encima de todo, él puede orientar su vida, dotándola de un
Esta misma urgencia se constata recordando el sentido más arcaico, estilo peculiar y característico. No se encuentra dirigido, en circuns­
primitivo y original que se descubre en la misma etimología de la pala­ tancias normales, por ningún impulso que le obligue a comportarse de
bra, cuyas raíces manifiestan una riqueza de significación que ha que­ una forma concreta, al margen del destino que quiera darle su libre
dado muy reducida con posterioridad. La filología, como tantas veces, voluntad. Sus pulsiones no son como las del animal que no puede pres­
abre a unos horizontes que posibilitan una mejor compresión. cindir de ellas, diferirlas o moldearlas en función de unos objetivos
El ethos, en la existencia humana, es la cara opuesta del pathos, humanos, más allá de la necesidad inmediata e instintiva. Es lógico,
como una doble dimensión que cualquier sujeto experimenta. Dentro pues, que en un momento determinado tenga que preguntarse por la
de esta última acepción entraría todo lo que nos ha sido dado por la meta hacia la que desea dirigirse. Si vale la pena vivir, tiene que ser por
naturaleza sin haber intervenido o colaborado nosotros de manera acti­ algo y para algo.
va en su existencia. Lo llamamos así por haberlo recibido pasivamen­ El hombre, en efecto, se siente arrojado a un ambiente misterioso
te, al margen de nuestra decisión o voluntad. Es el mundo que consti­ y desconcertante. No es sólo su naturaleza personal, con la riqueza y el
tuye nuestro talante natural, nuestra manera instintiva de ser, que pade­ antagonismo de sus tendencias y sentimientos, que experimenta en su
cemos como algo que nos ha sido impuesto y que no sirve, como interior; es también toda la realidad externa que le rodea y por la que
hemos visto, para dirigir nuestra conducta. Ofrece los materiales sobre se siente afectado sin haberla elegido. Por todos lados se le hace pre­
los que el hombre ha de. trabajar para construir su vida, como el artis­ sente el misterio, provocándole, desde el momento en que se pone a
ta esculpe la madera para obtener a partir de ella una obra de arte. La pensar, una serie de interrogantes. El dolor, el fracaso, la culpa, el mal,
educación es el esfuerzo por extraer (educere) de esa realidad anárqui­ la muerte... serán situaciones límite y de mayor importancia que le
ca una conducta humana. impulsan a buscar una respuesta. Pero incluso .las múltiples posibilida­
Para expresar este esfuerzo activo y dinámico, que no se deja ven­ des con que se enfrenta en su quehacer diario le harán plantearse cuál
cer por el pathos recibido, el griego se valía de la palabra éthos, pero es la meta hacia la que quiere orientarse. Siente el peso de su respon­
con dos significaciones diferentes, según se escribiera con «eta» o con sabilidad y necesita saber el destino hacia el que dirigir su esfuerzo.
«epsilon». En el primer caso -además de expresar la residencia, mora­ La libertad no es una espontaneidad ciega ni un comportamiento
da o lugar donde se habita- indicaba fundamentalmente el carácter, el anárquico para actuar en cada momento de acuerdo con el gusto o las
42 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA NECESIDAD DE UNA DIMENSIÓN ÉTICA 43

apetencias más instintivas. Su papel primario consiste en buscarle a la den una forma de vida en coherencia con un proyecto que ya está escri­
vida una orientación básica, en darle un destino, en encontrar un pro­ to o determinado, o que cada cual se tendrá que construir o inventar.
yecto de futuro que va a determinar un comportamiento concreto, de Incluso quien decide suicidarse, en un estado de lucidez razonable, es
acuerdo con la meta que cada cual se haya trazado. Si se quiere, el pro­ porque ha encontrado ya una solución: la vida no vale la pena en deter­
blema de la ética es fundamentalmente un problema metafísico: mirar minadas condiciones, y es mucho mejor escapar de ella. Y quien se
un poco más allá de lo empírico y existente para ver si le encontramos niegue a buscar una respuesta actuará de acuerdo con la opción que ha
algún sentido y significación, como el que busca un horizonte que ilu­ tomado de no perder el tiempo en busca de una opción. Lo mismo que
mine de algún modo el desconcierto que la propia vida produce. quien se decide por la indecisión, se decide de alguna manera.

La necesidad de una opción Valor estructurante y psicológico


Plantearse la moral como un proyecto ético no es sólo un problema Por otra parte, este planteamiento, además de ser filosófico, tiene pro­
filosófico que se justifique por las propias estructuras antropológicas, fundas resonancias en la psicología. El ser humano no puede vivir en
sino que se presenta, además, como una cuestión irrenunciable a la que un estado permanente de indecisión, pues su personalidad quedaría
nadie puede sustraerse, ni siquiera cuando aparentemente se busca descentrada, sin un eje básico y consistente en torno al cual unificar
refugio en otras soluciones que intentan negarla. En medio del drama, todas sus acciones. Se requiere una toma de postura, en la medida en
de la oscuridad y el riesgo, hay que atreverse a decidir, aunque las solu­ que el sujeto almacena los múltiples datos de la experiencia y opta
ciones no aparezcan muchas veces claras y evidentes. Si no se quiere poco a poco, incluso de forma insensible, por aquella alternativa que le
vivir ell' un estado de inconsciencia o de infantilismo permanente, hay parece la más adecuada. Sin ese dinamismo interno interior, el ser
que buscarle una respuesta a esa pregunta para saber qué se hace con humano sería juguete de las circunstancias ambientales e inmediatas
la vida. en las que se encontrara, y no alcanzaría nunca un nivel adulto de
Algunos consideran esta preocupación absurda y desfasada: lo maduración.
mismo que los demás fenómenos físicos, la vida, simplemente, está Una situación polivalente, en la que se optara de manera distinta
ahí, impuesta por el destino; y buscarle un significado que se descubre según le pareciere oportuno, crearía una ambigüedad desorientadora,
oculto y encerrado en ella resulta demasiado simplista, propio de una capaz de crear un conflicto existencial que, de no ser resuelto, se con­
cultura y una época trasnochadas. Los hechos empíricos son en sí mis­ vertiría en crónico. Nos encontraríamos con la actitud de quienes, por
mos insignificantes, sin ninguna relación causal o finalista, sin ningún no renunciar a ninguna de las posibilidades, dejan abierto indefinida­
sentido previo. Lo más que podríamos llegar a discernir es la forma en mente el proceso de decisión y mantienen su conducta cori un matiz
que el organismo humano reacciona frente a la naturaleza para satisfa­ fragmentario y desconcertante. No existe una referencia de todos los
cer sus necesidades e intereses, su capacidad de adaptación para ase­ procesos a un Yo unitario, para que la libertad pueda darle a la vida un
gurarse una supervivencia que se le hace difícil frente a los restantes proyecto global y actualizarlo armónicamente en las diferentes situa­
elementos que le amenazan. En un mundo insensato, el individuo actúa ciones de la vida.
sobre su entorno para sacar de él los elementos que le resultan impres­ Cuando. se ha tomado una determinada orientación, sea la que
cindibles en su existir. La finalidad no es más que un mecanismo de la fuere, se produce una reestructuración de toda la personalidad, que
naturaleza que, como la cultura, sirve para satisfacer ciertas necesida­ busca mantenerse en coherencia con la decisión adoptada, creándose
des y resolverle los innumerables problemas que le presenta la reali­ un sistema defensivo y protector que facilite y asegure, mediante la
dad. Detrás de toda decisión humana no hay ninguna finalidad ni exis­ elección de ciertas acciones y el rechazo de otras, el objetivo propues­
te ningún orden consistente que le ilumine en su camino. El �entido no to. Se da, por tanto, un reajuste interior que equilibra psicológicamen­
hay que descubrirlo, sino crearlo en cada momento y situación ... te, pues se sabe lo que hay que elegir o a lo que se debe renunciar, aun­
Lo importante es caer en la cuenta de que, de una u otra manera, que después no se actúe siempre con la debida coherencia. Y, al mismo
todos los sistemas e ideologías mantienen una opción de base, de-fíen- tiempo, armoniza e integra las pequeñas y múltiples decisiones de la
44 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA NECESIDAD DE UNA DIMENSIÓN ÉTICA 45

vida dentro de un proyecto global, evitando una conducta demasiado aspiraciones más profundas. Por eso, aun en medio de todas las difi­
periférica y fragmentada. Es como un sistema defensivo para no sen­ cultades y problemas, queda escondido un sentimiento positivo que
tirnos llevados por las variadas y contradictorias urgen�ias de cada explica la estabilidad y consistencia a pesar de todo.
situación.
La fundamentación del sentido metaético
Para superar el vacío existencial
Hoy se habla mucho sobre la crisis de identidad. Ya no se acude al psi­ Ya hemos visto cómo, desde una perspectiva humana, la persona que
cólogo exclusivamente para superar ciertas manías o síntomas neuróti­ llega a la existencia se encuentra abocada a tener un proyecto que
cos. Son cada vez más los que, sin saber por qué, se siente infelices, oriente y determine su vida. Su desajuste inicial constituye el punto de
deprimidos, con una tristeza de fondo que siempre les acompaña. La partida que justifica esta decisión. Un presupuesto básico, que aparece
explicación última tal vez radique en lo que acabamos de decir. Cuan­ como algo razonable, pero cuya fundamentación no puede ser apodíc­
do a la vida no se le ha encontrado un sentido, aunque sea para luchar tica ni alcanzar una certeza matemática. Quiero decir que al porqué
en medio de la insensatez y el absurdo, nace consecuentemente un sen­ último para realizarse como persona es difícil encontrarle una respues­
timiento de hastío y aburrimiento existencial. Se vive por inercia y ruti­ ta evidente. Cuando alguien se pregunta: ¿por qué tengo que configu­
na, con el único deseo de esquivar en lo posible el dolor, la preocupa­ rar mi existencia?, ¿qué razón me obliga a realizar el bien?, no existe
ción o los malos ratos, pero sin nada de fondo que valga la pena y llene ningún argumento apodíctico que le convenza de que no hay otra alter­
de mayor optimismo e ilusión la existencia limitada. nativa. Como el que quiera defender que lo mejor es que cada cual se
Muchos autores han insistido en la importancia de esta dimensión. comporte como le apetezca, porque ésa es la decisión que ha tomado
Si hay una psicología que penetra en lo profundo del hombre p�ra des­ en su vida, y no se siente comprometido por ninguna otra obligación.
cubrir nuestro interior, se necesita también otra que nos abra hacia arri­ En medio de las diferentes opiniones que pudieran darse, el cami­
ba para encontrar un horizonte de sentido. Una neurosis que no es fruto no•más eficaz iría por una experiencia universalizada nacida del senti­
de la represión de la libido (Freud) ni del instinto de poder (Adler), do común. La mayoría está plenamente de acuerdo con la validez de
sino de una civilización tan absurda y falta de ideales que impide sen­ este proyecto último, como lo demuestra la historia a través de todos
tirse satisfecho. los sistemas éticos que han existido. Se trataría de una racionalidad
Por eso, el vacío existencial se da incluso cuando se tienen satisfe­ valorativa que nace en el corazón del grupo humano y que se experi­
chas todas las necesidades básicas. Las estadísticas demuestran que en menta como válida y urgente en la sociedad, pues se comprende sin
las sociedades desarrolladas, consumistas y de bienestar, el índice de demasiada dificultad que no basta la fuerza bruta para una convivencia
suicidios es mayor que en los pueblos pobres y necesitados, donde no armoniosa. Una especie de intuición que no requiere ningún otro pre­
hay más preocupación que la de luchar por la subsistencia, pero sin supuesto racional.
motivos para experimentar la frustración y el absurdo. Aun en las situa­ Comprometerse con esta tarea no constituye ninguna sinrazón o
ciones extremas, como se constató en los campos de concentración insensatez -mucho más irracional sería desligarse de ella-, aunque se
nazis, la supervivencia fue mayor entre quienes miraban el futuro con requiera una nueva experiencia y sensibilidad por la que se capte que
la esperanza de realizar aún alguna tarea. Y es que, cuando la vida ha semejante compromiso vale la pena; que es digno y válido en sí. Como
perdido todo sentido, la muerte se vislumbra como la única liberación. en todas las grandes opciones de la vida, aquí también los elementos
Los autores que han estudiado la naturaleza psicológica de la pro­ afectivos y sentimentales ofrecen un plus que no se encuentra en la
fesión -el proyecto sería una verdadera vocación existencial- afirman frialdad de un simple y puro razonamiento. Toda la tradición escolásti­
que su existencia se descubre y manifiesta por la consistencia interior: ca, con santo Tomás al frente, admitía que el primer principio de la
una sensación benéfica y gozosa que brota ineludiblemente, permane­ moral -«haz el bien y evita el mal»- no puede demostrarse en el campo
ciendo siempre por dentro, cuando se vivencia que el camino escogido estricto de la lógica. Y no olvidemos que sobre este presupuesto básico
y con el que uno se compromete vale de veras la pena y responde a las se fundamentan todas las demás obligaciones éticas de la ley natural.
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Cuando se habla del sentido metaético, por tanto, no significa, co­ Los riesgos y dificultades de esa formulación
mo algunos falsamente entienden, que no exista ninguna posibilidad de
fundamentación, como si la elección dependiera de un simple gusto o La felicidad eterna y sobrenatural, como destino de la persona, ha
sentimiento. Lo que se quiere es tomar conciencia de que en el ámbito fomentado, precisamente por su dimensión trascendente y escatológi­
moral, como veremos más adelante, no bastan las simples ideas si no ca, un desprecio por el mundo que se ha convertido muchas veces en
existe también un mínimo de sensibilidad para captarlas. una auténtica alienación religiosa. Debido a tan acentuada orientación
Supuesta la racionalidad de esta postura, la revelación constituye, hacia el más allá, se olvidó exigir con la misma fuerza las tareas y res­
además, una ayuda formidable para esta justificación. Quien ha sido ponsabilidades del cristiano en la construcción y .mejora del mundo
impactado por el mensaje de Dios para formar parte de su alianza, o presente. Las críticas que por este motivo se han dirigido contra la fe
quien acepta el seguimiento de Jesús para hacer presente su reino, no han estado exentas de fundamento y han servido para recuperar la
comprende mejor que nadie lo que ello significa. En adelante no podrá eficacia de aquélla sobre las estructuras del mundo presente. Por eso,
experimentar ninguna duda de que la realización del ser humano co­ esta pres�ntación escatológica, aunque no tendría que haber sido así,
mo persona, que nos hace como creyentes hijos del Padre y seguido­ levanta ciertas sospechas, como si fomentara una huida de la realidad.
res de Cristo, tiene suficiente consistencia como para comprometerse El compromiso con las realidades terrenas no estuvo demasiado pre­
en tal tarea. Creer se convierte en un estímulo eficiente que ilumina el sente en nuestra tradición.
horizonte y despierta las energías para mantener esta lucha ilusionada Al mismo tiempo hay que reconocerle también un carácter dema­
por algo mejor. El creyente, de esta manera, posee una garantía y una siado individualista, ya que la preocupación básica del cristiano estaba
solidez superiores a las que podría obtener con cualquier reflexión centrada en su propia salvación, marginando excesivamente la dimen­
filosófica. sión comunitaria de la misma. Lo único importante era conseguir esa
Por lo dicho hasta ahora, se comprende que todos los textos clási­ meta mediante la perfección individual, en la que la salvación del alma
cos de moral comenzaran siempre por el tratado sobre El fin último, aparecía como el objetivo primario que concentraba la lucha y el es­
como meta de la suprema aspiración que ansía el ser humano. La feli­ fuerzo de cada persona. El mensaje bíblico del reino de Dios ofrece un
cidad aparecía, de acuerdo con la tradición aristotélica, como el ansia contenido mucho más completo y universalista, pues sus fronteras no
más honda que se busca por todos los rincones de la tierra. Ahora bien, son las meramente personales, sino que abarcan la naturaleza entera.
como la fe nos enseña que sólo Dios puede llenar semejantes aspira-·
ciones, la conclusión aparecía lógica y evidente. El fin último consiste Algo parecido podría decirse sobre el sentido egocéntrico que apa­
en la salvación sobrenatural que Él nos ofrece. Con expresiones más o renta defender. Si la salvación eterna interesa, es porque con ella nos
menos diferentes, existía una mentalidad común, que llegó a convertir­ jugamos nuestra propia felicidad. Incluso la obediencia y sumisión a
se en el fundamento de toda la vida y conducta cristiana. Desde las pri­ Dios estaría motivada por el interés personal, ya que es la condición
meras enseñanzas catequéticas, pasando por los libros de mayor influ­ exigida para no perder el premio prometido. Si éste pudiera obtenerse
jo espiritual entre los cristianos, hasta las grandes síntesis teológicas de al margen de la moral, el buen comportamiento dejaría casi de tener
la moral, se repetía incansablemente este mismo presupuesto. La ética sentido, pues lo único que importa, por encima de todo, es no sentirse
era el itinerario a recorrer para llegar hasta nuestro último destino. condenado a una desgracia que, además, resulta eterna. Dios y sus
Nadie que sea creyente podrá negar la veracidad de tales afirma­ mandamientos se llegan a vivir como un peso molesto pero inevitable,
ciones. Sin embargo, una presentación como ésta ha sido objeto de como simple medio utilitario para conseguir otro objetivo deseado.
algunas críticas y discusiones. No dudo que tales dificultades podrían Repito que no sería justo acusar a la tradición de haber enseñado
superarse sin mayores inconvenientes, pero es evidente que el mundo estas desviaciones. Sin embargo, una cosa es el significado exacto de
en el que se hizo presente esa respuesta es bastante diferente del nues­ esa enseñanza -la vida eterna es una afirmación capital del cristianis­
tro y encuentra en ella algunas ambigüedades que no siempre se han �o, y de ella se derivan necesariamente una espiritualidad y una prác­
esquivado. tica-, y otra muy distinta la traducción y las formas concretas en que
la han vivido los cristianos. Por eso es razonable formular este pro-
48 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

yecto con otro lenguaje que evite el peligro que, de hecho, se ha dado
en la presentación tradicional. El siguiente capítulo sobre la metodolo­
gía señalará el camino que vamos a seguir.

***
3
Bibliografía Metodología
ANATRELLA, T., Contra la sociedad depresiva, Sal Terrae, Santander 1994. para una fundamentación de la moral
BARCIA, D., «Neurosis y sentido de la vida», en (Vv.AA.) Riesgos psíquicos
de la experiencia religiosa, CEU, Madrid 1988, pp. 69-92.
BOGONES HERRERAS, F., «El hombre en busca de su plenitud»: Lumen 50 Un doble punto de partida
(2001), pp. 215-236.
CHARLESWORTH, M., «¿Tiene sentido la vida? Presupuestos antropológicos de Ya hemos visto cómo la moral es una necesidad que brota de nuestras
la pregunta»: Concilium 128 (1984), pp. 168-176. propias estructuras antropológicas. Cómo seres racionales, debemos
EQUIZA, J., «Antropología y ética»: Lumen 45 (1996), pp. 65-84. actuar por un convencimiento interior que justifique la conducta que
FERNÁNDEZ GoNZÁLEZ, J., «Trascendencia y sentido de la vida. Una respues­ adoptamos. Un esfuerzo de racionalización y credibilidad para que
ta desde la filosofía de Gabriel Marce!»: Studium Legionense 38 (1997), nuestro comportamiento resulte sensato y comprensible. Pero, como
pp. 11-41. creyentes, tampoco podemos eliminar nuestra dimensión trascendente,
FERNÁNDEZ RIESGO, M., «La originalidad de la condición humana desde la que nos hace encontrar en Dios la explicación fundamental de nuestra
perspectiva etológica y sociobiológica»: Ciudad de Dios 199 (1986), vida. La escucha y docilidad a su palabra forma parte de nuestros pre­
pp. 209-251 y 435-488. supuestos éticos;
FRANKL, V.E., El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 1980. El problema metodológico que ahora se nos plantea consiste preci­
- Sobre el vacío existencial, Herder, Barcelona 19864• samente en saber cuál ha de ser nuestro punto de partida. Si partimos
- La psicoterapia al alcance de todos, Herder, Barcelona 19864. de la razón para construir una ética humana o si nos apoyamos en la fe
GARCÍA ROYO, J., «La pregunta por el sentido. Problemática filosófico teoló­ para elaborar una moral religiosa. Es verdad que, a pesar de las dife­
gica actual»: Revista de Espiritualidad 48 (1989), pp. 9-110. rencias, se dan también relaciones mutuas entre ambos términos. La
GONZÁLEZ DE CARDEDAL, O., «"Navegar es necesario-vivir no es necesario". historia demuestra, por una parte, que no existe ninguna religión que
Reflexión sobre el sentido de la ética»: Salmanticensis 43 (1996), no comporte al mismo tiempo una serie de exigencias éticas, como
pp. 365-394. símbolo y expresión de la fe. De la misma manera que el itinerario
MoNBOURQUETTE, J., A cada cual su misión. Descubrir el proyecto de vida, ético es un camino ordinario para el encuentro con Dios, en quien a
Sal Terrae, Santander 2000. menudo se busca también el fundamento y la confirmación de tales
PODGA, F., «Principales propuestas de moral fundamental postconciliar»: obligaciones. Sin embargo, no todos admiten esta vinculación ni expli­
Moralia 23 (2000), pp. 481-492. can de la misma forma la preferencia que una dimensión pueda tener
Rurz DE LA PEÑA, J.L., Las nuevas antropologías. Un reto a la teología, Sal sobre la otra. Veamos, pues, cómo se plantea esta doble diversidad.
Terrae, Santander 1983. Existe una primera postura que defiende una clara y completa sepa­
VIDAL, M., Nueva Moral Fundamental. El hogar teológico de la ética, ración entre ambos aspectos, pues resulta imposible integrar la dimen­
Desclée De Brouwer, Bilbao 2000, pp. 199-239. sión humana y razonable con una perspectiva religiosa. Al ser dos rea­
lidades distintas y antagónicas, no cabe otra postura que la de presen-
50 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA METODOLOGÍA PARA UNA FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL 51

tar una ética al margen de la fe y sin ningún apoyo en el mundo tras­ ria de Dios, el ser humano intentaría un proceso de liberación cons­
cendente, como defiende una moral secular. O encontrar exclusiva­ tante para vivir de manera autónoma e independiente, libre de toda
mente en la revelación el fundamento de la conducta, pues la razón está esclavitud.
incapacitada para el descubrimiento del bien y del mal, como afirma la El mito de Prometeo se ha convertido, desde la antigüedad, en un
teología protestante. símbolo maravilloso de esta lucha contra todo tipo de alienación reli­
giosa. El mitológico personaje tuvo la osadía de robar el fuego a los
dioses y ofrecerlo a los hombres para que pudieran valerse por sí mis­
Los planteamientos de la ética secular mos y emanciparse de toda tutela sobrenatural. Para Marx fue el pri­
mer santo y mártir de su calendario filosófico, como prototipo de la
Todo el movimiento de la ética secular proclama y mantiene la consis­ clase oprimida. Representa el genio humano que supera los límites
tencia humana de las normas y deberes, sin valerse de otras justifica­ establecidos, cuestiona los privilegios de los dioses, protesta contra el
ciones externas que pretendan suplir la credibilidad racional de sus engaño de una religión infantil y dominadora y, finalmente, pone al ser
propios enunciados. El bien y el mal pueden ser analizados por la humano como el único artífice y responsable del universo. Aquí
razón humana sin necesidad de acudir a ninguna revelación. Para la comenzaría la gesta de la liberación, el intento por recuperar los terri­
ética no se requiere ninguna dimensión religiosa o trascendente. torios que, por una fuerza superior, habían dejado de ser propiedad de
La secularidad es un fenómeno contrario al proceso de consagra­ la humanidad.
ción. Una realidad o persona se considera sagrada cuando se la aparta
de su función natural, cuando ya no se utiliza para los trabajos y usos
comunes, pues su existencia, en adelante, queda puesta al servicio ex­ La muerte de Dios como conquista de la técnica
clusivo de Dios. Su destino humano ha experimentado un cambio sig­
nificativo de rumbo. Aunque lo sagrado no aparecía como un elemen­ Es natural que, en la medida en que nuestros conocimientos resultaban
to original de su existencia, desde el momento de su consagración la incapaces de explicar numerosos fenómenos, atribuyéramos éstos a
divinidad adquiere un dominio definitivo sobre ella y permanece some­ una realidad extraña y superior a nosotros; dios, con minúscula, apare­
tida por completo a su voluntad. La independencia o la iniciativa del cía en todas las culturas como la única justificación coherente de tan­
hombre o del mundo se pierden por esta nueva forma de relación. El· tos misterios desconcertantes. La ignorancia encontraba en la divinidad
dominio de lo sobrenatural adquiere así un poder absoluto sobre las la respuesta y garantía de lo que no había llegado a comprender. La
realidades creadas, y nada permanece ajeno a este influjo divino y progresiva conquista de las ciencias ha hecho que la hipótesis-Dios sea
trascendente. cada día menos necesaria, pues el recurso a un poder superior se cam­
El proceso inverso lo constituye el fenómeno de la desacralización bia con mayor eficacia por la técnica y demás instrumentos adecuados.
o secularización. Son situaciones históricas en las que el Estado pre­ Como su existencia no tiene otro fundamento que dar respuesta a
tendía apoderarse de los bienes e instituciones eclesiásticas, pertene­ los interrogantes humanos o servir de aparente explicación a los fenó­
cientes a un poder sagrado, para transferirlas a un régimen civil o secu­ menos que nos resultan excesivamente misteriosos, los descubrimien­
lar. Todavía se habla de secularización cuando a un sacerdote se le con­ tos científicos llevarán, poco a poco, a una sociedad en la que Dios ya
cede dispensa para abandonar sus obligaciones sagradas y poder vivir no tenga sentido y en la que su muerte sea el fruto lógico del progreso
como un laico o seglar (secular). Es un intento, por tanto, de recon­ y de la técnica. La significación del universo no habrá que buscarla
quistar los dominios que permanecen sujetos a la esfera sagrada, sin fuera de nuestros límites, en una realidad superior con la que se man­
gozar de la libertad y la autonomía que les habían sido arrebatadas con tienen unas relaciones de sumisión y dependencia. Muchos represen­
esa consagración. tantes del ateísmo moderno creen todavía que la idea de Dios constitu­
La secularidad puede vivirse, en muchas ocasiones, como una ye la negativa del hombre, un obstáculo para su libre desarrollo. Su eli­
lucha encarnizada entre dos fuerzas antagónicas que buscan su hege­ minación es un presup9esto básico para que el mundo recupere su

l
monía. Frente al esfuerzo por consagrar el mundo y someterlo al impe- carácter secular, donde El ya no tiene cabida, pues no cumple ninguna
52 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉT ICA CRISTIANA METODOLOGÍA PARA UNA FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL . 53
misión ni realiza ninguna tarea que no pueda ser cumplida por la capa­ mayor exactitud la esfera que a cada cual le pertenece y evitar una
. cidad y el poder humanos. munda.nización de Dios o una divinización del mundo. Lo propio de la
Lo sagrado no es más que el reflejo de la ignorancia, que, cuando secularización residiría, pues, en que no destruye ni tiene por qué -eli­
se vincula con lo divino, se convierte en una superstición alienante. minar la experiencia o el saber adquirido por la fe, sino que lo conser­
Eliminar esta división entre lo sagrado y lo profano es una de las tare­ va y protege bajo una forma distinta.
as fundamentales de una sociedad adulta y responsable, como ha lle­ Sólo cuando la secularidad se cierra por completo en sí misma, con
gado a ser la nuestra. El hombre moderno ha renunciado, con toda la exclusión absoluta de Dios, se convierte en un secularismo ateo, y la
razón, a un dios que sirve como refugio y protección a todas nuestras · fe queda reducida a una misión puramente profana, sin ninguna pers­
deficiencias. Por eso, en muchas definiciones de la secularización apa­ pectiva trascendente. Podríamos decir en este último caso, aunque la
rece siempre esta idea de libertad e independencia. afirmación parezca paradójica, que la secularidad no se ha mantenido
En este ambiente, la ética cristiana se rechaza como un cuerpo fiel a su :finalidad primordial. Con el deseo de salvar la autonomía de
extraño, pues es valorada como heterónoma y represiva. No se acepta Dios y la de la humanidad en medio del mundo, ha confundido preci­
que las normas de conducta puedan tener una origen relig�oso y q1;1-e la samente las fronteras entre ambas realidades, haciendo de la creación
obediencia a Dios sea el motivo último del comportamiento. S1 los un dios en miniatura o reduciendo a Dios a unos límites pequeños. De
mandamientos tienen vigencia, no es por ser expresiones de su volun­ cualquier manera, la clarificación que se buscaba se ha hecho mucho
tad, a la que hay que doblegarse sin ninguna otra justificación.. Lo más confusa y peligrosa. Pero lo que sí es cierto es que la secularidad
mismo habría que decir de las enseñanzas de la Iglesia que determrnan defiende una ética basada en la razón, aunque la fe descubra para los
más en concreto' de acuerdo con las diferentes circunstancias y situa- creyentes una moral distinta que parte de otros presupuestos. Lo que se
ciones, el mensaje moral de la revelación. La mayoría de edad de un acepta como imposible es la identidad y reconciliación de ambas, pues
mundo secularizado impide la existencia de una moral religiosa, que cada una posee su propia metodología y elaboración.
sólo tendrá vigencia para quienes no tengan otra fundamentación. Si la
ética tiene sentido, hay que encontrarlo al margen de la fe, por debajo
de la religión, en la capacidad misma del ser humano para descubrir La respuesta protestante: una ética más allá de la razón
con su razón los valores que orienten su vida.
Aquí también se mantiene la diversidad, pero con un radicalismo anta­
Hacia un intento de clarificación gónico aún más fuerte. La postura protestante ha sido siempre taxativa
y sin ningún asomo de duda: para el cristiano no cabe otra opción que
Sin embargo, hay que tener en cuenta que este radicalismo ateo al que una ética puramente religiosa, pues sólo puede actuar con rectitud
ha llegado el movimiento de la secularidad no es una consecuencia cuando se hace oyente de la Palabra y se deja dirigir por el mensaje de
necesaria de sus presupuestos esenciales. Lo que busca, fundamental­ la revelación. Cualquier otro intento de orientar la vida mediante los
mente, es liberar a la creación entera de toda vinculación religiosa, valores humanos, elaborados con el esfuerzo racional, le llevaría a un
metafísica, mítica, de la que pueda sentirse esclavo y que vaya, por fracaso absoluto, ya que no existe en nosotros ninguna capacidad de
tanto, contra su dignidad personal. Y no puede negarse que semejante descubrir el bien con nuestros propios medios. La explicación de esta
intento pertenece también al núcleo más profundo de las obligaciones impotencia se deduce lógicamente de otros presupuestos teológicos.
cristianas. Cuando la fe se convierte en droga, en escapismo, en simple Por el pecado, la creación entera, que había brotado como una cas­
búsqueda de seguridad, el cristiano hace de Dios un ídolo creado a su cada limpia y transparente de las manos de Dios en la que se reflejaba
imagen y semejanza para cubrir su necesidad. La desmitificación de su santa voluntad, se ha convertido en un caos gigantesco. El reino del
este proceso tan frecuente es una exigencia bíblica, pues aquí se trata mal y de la muerte invade por completo la naturaleza y al hombre, que
también de dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. han dejado de ser una imagen luminosa del Creador. Todo ha quedado
En este sentido, la secularidad es un esfuerzo de clarificación para d�struido y aniquilado, sin que pueda encontrarse ningún reflejo de
delimitar las relaciones entre Dios y el mundo, para distinguir con D10s en ese desastre absoluto, como un espejo que se hubiera roto en
54 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA METODOLOGÍA PARA UNA FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL 55

múltiples y pequeños pedazos. La redención operada por Cristo no en el paraíso, por el deseo de conocer la ciencia de Dios y penetrar en
vino a re-crear de nuevo este mundo corrompido. Dios nos ofrece la una región que no nos pertenece. La primera misión de la ética cristia­
salvación sin restaurar nuestra naturaleza destrozada, en cuanto que, na debería consistir en la condena y renuncia de este saber absurdo y
por los méritos de Jesús, ya no tiene en cuenta nuestra situación peca­ peligroso. Sólo cabe una actitud teológica en la que el ser humano
dora y nos acepta misericordiosamente como somos, sin ninguna cola­ acepte su incapacidad básica para descubrir el bien, y la necesidad de
boración o merecimiento por nuestra parte, pues continuamos como una obediencia sin condiciones para que la fe, como novedad de vida,
seres muertos e irrecuperables. De ahí la primacía de la sola fides en el nos impulse e ilumine constantemente para inventar las formas con­
campo del protestantismo. cretas de nuestra actuación y comportamiento.
Las consecuencias éticas de esta antropología teológica llevan ine­ En el fondo de una postura como ésta se dibuja una imagen de Dios
vitablemente al rechazo y negación toda ética humana. Al quedar la henchida de majestad y de una independencia grandiosa. Él se ha
naturaleza aniquilada por el pecado, sin ninguna restauración posterior, manifestado siempre en la historia como el Ser soberano y absoluto,
no puede servimos como fundamento de nuestra conducta. El único absuelto de todo, no sujeto a nada en medio de su asombrosa libertad.
proyecto, escrito por Dios en la creación primera, ha perdido su vigen­ Encerrarlo en nuestros esquemas morales es un gesto de envilecimien­
cia, pues todo se encuentra corrompido, y la naturaleza actual ya no to para hacerle pequeño y comprensible, al alcance de nuestras pobres
corresponde a la voluntad verdadera del Señor. Es más, aun en la hipó­ categ9rías, como si no pudiéramos soportar su grandeza y misterio.
tesis de que existiera un determinado orden como norma y criterio de Para El no existe otra ley o normativa que su santa voluntad. El bien
conducta, la razón humana sería incapaz de conocerlo, como conse­ y el mal son una consecuencia exclusiva de sus propias decisiones
cuencia del mismo pecado. Su ceguera le imposibilitaría llegar a ese soberanas.
conocimiento. El modelo clásico para muchos autores protestantes es la actitud
Para descubrir el sendero del bien no existe otra posibilidad, por desconcertante de Abrahán frente al sacrificio de su propio hijo. El jui­
tanto, que dejarnos iluminar por su Palabra. Admitir otra fuente de dis­ cio ético lo tendría que condenar como un frustrado parricidio y como
cernimiento o intentar cualquier otra fundamentación es ir contra el un acto intolerable, pero la fe transforma este posible crimen en un
carácter único y absoluto de la gracia y de la revelación. La ley y el sacrificio litúrgico y religioso. Se da, pues, una manifiesta contradic­
Evangelio son términos antagónicos y contradictorios. La originalidad ción entre los imperativos éticos y las exigencias religiosas. Si él
plena de Dios, manifestada en su mensaje, es el único criterio decisivo hubiera querido atenerse a los primeros, habría cumplido ciertamente
para la búsqueda de un comportamiento adecuado. Su anuncio consti­ con una normativa moral, pero no habría sido fiel a la llamada de su
tuye siempre un gesto desconcertante, que sería desvirtuado por cual­ vocación ni habría llegado a ser el modelo de todos los creyentes. Y es
quier sistematización humana. Nadie tiene derecho ni capacidad para que, cuando la fe penetra en la vida cristiana, lo ético debe quedar sus­
traducir en normas concretas su soberano querer. El moralista no puede pendido, sin dejarse seducir por la aparente racionalidad de unos argu­
usurpar el trono de Dios para dictaminar lo que es bueno y lo que resuJ­ mentos· humanos, para convertirse sólo en el caballero de la fe, que
ta inaceptable, como si tuviera la misma competencia que solo a El acepta como único criterio el absurdo, la contradicción y la inseguri­
pertenece. Cualquier intento de fundamentar la ética por este camino dad de un Dios desconcertante, que conduce muchas veces por cami­
está condenado al fracaso. nos desconocidos y hacia tierras misteriosas. Su deber primordial con­
siste en renunciar a cualquier ética humana, por muy razonable que
parezca.
El absurdo religioso como única categoría ética Ingresar en el área de lo religioso supone haber destrozado los
esquemas de una moral lógica, exacta, perfectamente definida, donde
Por ello, la primera obligación cristiana es mantener una actitud de el bien y el mal quedan encasillados en función de unos criterios huma­
rebeldía e inconformismo frente a cualquier norma que no brote direc­ nos, para comenzar una aventura insospechada en el mundo de lo inde­
tamente de ese otro querer sobrenatural, y aceptar la crisis de la propia c�ble y lo paradójico.· En e�te nivel religioso, la única categoría ética
ética hasta su completa eliminación, para no quedar seducidos, como vigente es el absurdo. El cristiano, como un auténtico Quijote, camina
56 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA METODOLOGÍA PARA UNA FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL 57

por la vida sin ningún otro apoyo ni báculo que el de la plena confian­ y el fundamento de toda conducta cristiana sólo puede encontrarse en
za y docilidad a la inmediatez de un Dios que se hace presente como un clima religioso y sobrenatural. La misma experiencia ética de la
sorpresa y le deja sentir su palabra como una llamada singular e irre­ Iglesia, como reflexión comunitaria de los cristianos, es una oferta que
petible. Ninguna otra ley tiene fuerza obligatoria. La actitud moral y la orienta la vida, un modelo que invita e ilumina, pero con la condición
religiosa no pueden darse juntas, porque en la primera se concede la de atender, por encima de todo, a la posible llamada de Dios. La ética
primacía al deber y a la ley, mientras que en la segunda se entra en una será, antes que nada, una docilidad absoluta a su Palabra.
relación personal con Dios qué puede provocar, como en el caso de El esfuerzo por traducir esos valores evangélicos en la sociedad
Abrahán, la suspensión de cualquier otra obligación ética. civil, que para los católicos sería el derecho natural, se niegan por com­
pleto a aceptarlo, pues la dualidad de una conocimiento ético, a través
de la razón o de la fe, destruiría la unicidad y exclusivismo de la única
Obediencia y docilidad a la palabra de Dios fuente que nos viene de Jesús. Y en la doctrina iusnaturalista de los
católicos han visto siempre el riesgo de esta peligrosa dicotomía. Es
La aparente radicalidad de esta postura no deja de plantear también una pretensión lamentable llegar al reino de Dios desde una ética
serias dificultades. Al defender que la conducta moral debe tener, como humana. En cualquier caso, el denominador común de toda la ética
base imprescindible y exclusiva, la Palabra revelada, el estilo de vida protestante es la primacía de la fe más allá de la razón. El papel de ésta,
que de ahí resulta será solamente válido para quienes comparten la aun cuando su empleo fuese necesario en algunas circunstancias con­
misma fe. El mundo de valores que el creyente recibe de la revelación cretas, será siempre muy secundario y accidental, sin arrebatar nunca
será incomprensible para aquellas personas que no están vinculadas a la fe su carácter prioritario. La moral habría que definirla como la
por esa dimensión religiosa. La ética quedaría reducida, entonces, al ciencia que nos hace dóciles y obedientes a la palabra de Dios.
grupo exclusivo de creyentes, que, además, estarían incapacitados para
el diálogo con la mayoría de la sociedad, que excluye semejante pre­
supuesto. La moral católica como camino intermedio y complementario
La teología protestante es consciente de esta limitación y sabe que
para el diálogo con un mundo secular, cerrado por completo a la tras­ Dentro del catolicismo se ha defendido siempre una postura interme­
cendencia, necesita un lenguaje que sea comprensible para todos. Karl dia que evite, por una parte, los extremismos de la ética secular, que
Barth, sin duda uno de los autores más radicales, ha luchado siempre excluye la dimensión religiosa como algo absurdo e inaceptable, y, por
por una moral religiosa, ya que no existe ningún orden que pueda tener otra, la moral protestante, que rechaza la existencia de una ética profa­
vigencia fuera de Cristo. El puesto de la diosa razón, a la que desacre­ na que encuentra su fundamento en la razón. La misma fenomenología
dita y posterga, ha de ser ocupado por la fe. No existe ninguna otra ley de la experiencia ética y religiosa nos lleva a encontrar una cierta com­
que la divina, y la búsqueda de cualquier otra será siempre una vana plementariedad entre ambas.
ilusión. A pesar de ello, se siente obligado a buscar un punto de Cuando los valores éticos y religiosos son vividos hasta el fondo,
encuentro entre la comunidad creyente y la que no ha sido iluminada la llamada de un bien concreto puede abrir hacia una dimensión tras­
por Dios, porque, como él mismo dice muy bien, la comunidad civil cendente, en la que Dios se vislumbra, al mismo tiempo, como el Valor
-cuando no ha sido iluminada por Aquel que es su centro- no tiene otra supremo y el Bien definitivo y último del hombre. Mas allá de la invi­
salida posible que esforzarse, de una u otra manera, en pensar, hablar tación particular y de su justificación inmediata, se escucha el eco de
u obrar a partir de los datos de una ética racional. otra llamada que fundamenta la obligación de las mismas exigencias.
Por eso, la vuelta hacia un cierto naturalismo es una característica El salto hacia el Absoluto desde la experiencia ética no es ciertamente
bastante significativa del pensamiento protestante actual, como el la conclusión de un silogismo ni aparece a la razón como una eviden­
único camino que existe para que las denuncias éticas y las exigencias cia; pero, supuesta la fe, la apertura a lo trascendente se hace com­
morales tengan resonancia en nuestra sociedad. Siempre, sin embargo, wensible. Los imperativos éticos son también llamadas del Señor, y en
conservará un papel secundario, penúltimo, interino, _pues la primacía El encuentran su explicación última.
58 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTIC A C RISTIANA METODOLOGÍA PARA UNA FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL 59
De la misma manera que la vivencia religiosa, por su parte, invade tión especulativa, sino que preocupa por sus implicaciones prácticas y
la vida entera del individuo e impulsa a éste a una nueva forma de com- pastorales. De forma esquemática, me atrevería a sintetizarlas con
portarse que afecta profundamente a su conducta. Una experiencia estas características.
religiosa que no tuviera esas repercusiones prácticas se disolvería en
un misticismo sentimental que pondría en duda la autenticidad de
aquélla. Pero, como la fe no es suficiente para configurar el orden ético La ética autónoma: a la búsqueda de un lenguaje común
en todos sus detalles, el recurso a la razón no es algo superfluo, sino
necesario. Aunque Dios sea la respuesta a las preguntas últimas y esen­ La ética autónoma quiere ser una respuesta adecuada a las exigencias
ciales de la existencia, casi nunca responde a las primeras y más inme­ del mundo secular, que no se conforma con una ética ingenua y hete­
diatas. La ética racional, elaborada con el esfuerzo humano, es el único rónoma, sino que desea conducirse por un convencimiento interior y
recurso que nos queda para saber cómo orientar nuestra conducta. no por el hecho de que algo esté mandado. La urgencia de entablar un
La teología católica admite, por supuesto, las consecuencias trági­ diálogo con esta cultura, cerrada a lo trascendente, le hace insistir con
cas del pecado original, aunque su explicación teológica no sea tan fuerza en esta dimensión. El conocimiento de los contenidos éticos no
simple e ingenua como algunos la interpretan; pero retiene como base requiere como condición previa la vivencia de la fe. Una persona
de su optimismo, frente a la postura protestante, que la naturaleza hu­ honesta y sincera está capacitada para sentir su llamada y su invitación
mana, a pesar de su destrozo, sigue siendo aún reflejo de la voluntad y para comprometerse con ellas, a pesar de los múltiples factores de
santa de Dios. El descalabro producido por el pecado no fue definitivo todo tipo que condicionan el descubrimiento de la verdad y del bien.
ni pa:ra siempre, pues la redención de Cristo supuso una nueva re-cre­ El acto de mandar, fuera de las leyes estrictamente positivas, no
ación de aquellas posibilidades primeras, aunque no las hayamos recu­ fundamenta la moralidad de ninguna norma. Si Dios o la Iglesia aprue­
perado en toda su plenitud. La ética natural conserva; por tanto, su ban o condenan alguna conducta determinada, ésta no se convierte en
vigencia en la economía actual de la salvación. buena o mala en virtud de dicho mandato o prohibición, sino que se
De esta manera, la dimensión humana y la religiosa no son dos rea­ valora de una u otra manera en función de que se la considere humana
lidades excluyentes ni antagónicas. Entre la fe y la razón se da una o deshumanizadora. Y esta valoración tendrá una explicación racional,
armonía complementaria, sin que ninguna pierda su valor y utilidad. el único camino para hacerla comunicable a otras personas, sin necesi­
La Iglesia ha querido valerse de la revelación para encontrar en ella su dad de acudir a la revelación.
inspiración básica, pero sin excluir tampoco la importancia de los valo­ Por eso, como veremos más adelante, no creen que la moral cris­
res naturales. En sus enseñanzas busca siempre una coherencia con la tiana tenga que distinguirse de otras por una serie de contenidos éticos,
palabra revelada y con las exigencias de la razón. La integración de reservados exclusivamente a una razón iluminada por la fe, como si la
ambos elementos es un patrimonio común a toda la tradición católica. persona estuviese incapacitada; sin esta ayuda sobrenatural, para el
Ambas dimensiones tienen que encontrarse, por tanto, de alguna ma­ conocimiento de ciertos valores. La historia demuestra cómo en otras
nera implicadas y en estrecha relación, pues ninguna alternativa resul­ culturas, anteriores o ajenas a la revelación, se aceptaban conductas
ta válida cuando se toma una opción excluyente por lo humano o por consideradas por algunos como propias y exclusivas del cristianismo.
lo sobrenatural. El acuerdo sobre este presupuesto de base alcanza una El mismo amor a los enemigos, que se citaba como uno de los ejem­
plena unanimidad entre los autores católicos. plos más característicos, fue defendido y proclamado muchos siglos
antes de la revelación judaica. Los límites y deficiencias de la razón no
Sin embargo, la insistencia y el énfasis que se ponga en cada uno impidieron captar el significado profundo de este comportamiento.
de ellos da lugar a un doble planteamiento, que se ha convertido hoy Estos autores insisten en que la fe ha servido a muchos creyentes
en un tema polémico dentro de la comunidad católica. Se trata de para el descubrimiento de aquellos valores que. aparecen, sobre todo,
inclinarse hacia una ética autónoma, donde se subraya más la raciona­ en la vida y el mensaje de Jesús. Cuando la educación se desarrolla en
lidad de los contenidos éticos, o hacia una moral de fe, en la que se un clima religioso, el aprendizaje de la moral no excluye esa referen­
reclama la primacía de la revelación. El problema no es sólo una cues- cia que ilumina y estimula a un comportamiento determinado. Pero
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descubrir un valor por la enseñanza de la revelación no significa que El creyente, regenerado por la presencia de la gracia, actúa como
sólo por ella quede justificado. Las conductas y actitudes que un día. hij de_ Dios, con una ontología sobrenatural y transformada, con la
o
llegó a conocer por ese camino, se le harán también comprensibles y fuerza de un Espíritu que le dinamiza y estimula al cumplimiento del
aceptables desde una reflexión racional. bien, pero sabiendo que, a pesar de todo ello, la verdad ética tiene que
Los autores de esta tendencia insisten en que la fe ha servido a descubrirla con el esfuerzo de su razón. Para responder a los interro­
muchos creyentes para el descubrimiento de aquellos valores que apa­ gantes éticos, frente a los que tiene que decidirse, no basta con acudir
recen, sobre todo, en la vida y mensaje de Jesús. Cuando la educación a la palabra de Dios para encontrar en ella la solución adecuada. Las
se desarrolla en un clima religioso, el aprendizaje de la moral no exclu­ orientaciones más generales, como postulados básicos y hasta eviden­
ye esa referencia que ilumina y estimula a un comportamiento deter­ tes para la razón, requieren ser concretadas en las situaciones mucho
minado. Pero descubrir un valor por la enseñanza de la revelación no más complejas de la vida, en las que Dios no ha venido a damos las
significa que sólo por ella quede justificado. Las conductas y actitudes, respuestas concretas que se buscan.
que un día llegó a conocer por ese camino, se le harán también com­ La fe recuerda la absoluta primacía de Dios como valor supremo,
prensibles y aceptables desde una reflexión racional. por encima de cualquier otro, y la obligación de cada cristiano de obe­
decer a su voluntad; pero ésta no se ha manifestado de una manera
directa, como si fuese un simple dictado, sino que el querer de Dios
Una autonomía teónoma está escondido allí donde el ser humano descubre un verdadero valor.
La obediencia a su palabra es incondicional, como lógica consecuen­
El creyente sabe que esa autonomía para dirigir la vida le viene como cia de nuestra condición creada; lo difícil, en muchas ocasiones, es
un regalo del Creador, en el que encuentra la explicación última de conocer precisamente lo que Él quiere y desea de nosotros.
toda la realidad. Y conoce también que su destino es sobrenatural, más En síntesis, podríamos decir que la ética autónoma tiene, como
allá de todas las posibilidades humanas, y que camina hacia él atraído punto de partida, una mayor confianza en la capacidad de la razón
por la fuerza de su fe. Pero esta relación de origen y destino, que ha humana, a pesar de sus limitaciones y condicionantes, Y pretende,
descubierto por la palabra revelada, no destruye tampoco su capacidad como meta, hacer comprensibles los valores éticos en un mundo secu­
de autogobiemo. larizado y adulto, que pide una explicación racional pata su propio
El orden de la salvación, por el que Dios se nos ha acercado de una convencimiento. La fe descubrirá al creyente que esa autonomía le ha
manera singular, no tiene por qué eliminar el orden primero de la cre­ sido dada como regalo de Dios, y encontrará en ella una ayuda y com­
ación, que dejó en manos de su criatura el dominio y responsabilidad plemento para la justificación de los valores, pero sin que destruya los
sobre el mundo surgido también de su amor. Por ello, más que de auto­ presupuestos sobre el origen y destino de la autonomía ética.
nomía, habría que hablar de una moral teónoma que, aunque relacio­
nada y dependiente de Dios por estos vínculos, irrenunciables para el
creyente, no se opone a esta capacidad de autogobiemo en contraposi­ La moral de fe: rechazo de toda autonomía
ción a cualquier otra ética heteronóma y dependiente.
Esto significa la aceptación de un lenguaje común -el de la razón­ La moral de fe, como es lógico, manifiesta serias reservas sobre algu­
como lugar de cita y de diálogo con todos los que buscan y trabajan por nas afirmaciones de la postura anterior. El mismo término «autono­
el bien y la mejora de la sociedad. El mensaje moral evangélico y los mía» suscita ya un fuerte rechazo, pues se considera cargado de un
criterios orientadores sobre la conducta humana que de él se derivan contenido inaceptable en un discurso cristiano. El gran error ha con­
resultarían demasiado extraños y esotéricos si no existiera la posibili­ sistido en incorporar al lenguaje teológico una palabra cuyo origen y
dad de un acceso razonable a tales valores. Lo que se quiere subrayar significación arrastran un peso de laicismo e independencia que la hace
en esta postura es que la fe no es un requisito necesario para ese cono­ extraordinariamente ambigua y polémica. La autonomía es un concep­
cimiento ético, como si todos aquellos que no la comparten fuesen to incompatible con el núcleo más hondo de la fe. Significaría, por toda
incapaces, por este mismo hecho, de llegar a conseguirlo. su configuración histórica, dar al ser creado una emancipación que va
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en contra de la soberanía absoluta de Dios y que niega, por ello, su reformada que a los planteamientos tradicionales del catolicismo. Sólo
carácter de cri�tura dependiente. la fe posibilita el conocimiento de los auténticos valores y evita el sub­
Es verdad que el cristianismo ha sabido asumir otras palabras jetivismo peligroso de hallar la verdad con el propio esfuerzo.
clave, recogidas de otros ambientes y filosofías muy ajenas a la reve­
lación y que integraron en su síntesis los grandes teólogos; pero nin­ La vigencia de lo humano: una función sin relieve
guna de ellas expresaba un contenido tan intrínsecamente negativo por
su origen anticristiano. Aunque después se quiera compaginar con la Esta tendencia se radicaliza en algunos autores hasta el extremo de ser
fe, dando las explicaciones oportunas, mucha gente se quedará con el criticados por otros que la defienden. El desprecio de lo humano tiene
sentido más inmediato del término. El punto de partida no ha podido entonces el peligro de deslizarse hacia un fideísmo, cargado también
ser más funesto. Pero las dificultades no terminan aquí, ya que no se de graves consecuencias, como si la Escritura tuviese que damos
aceptan otros presupuestos tan discutibles como éste. resueltos los problemas éticos. Dios volvería a ser, como en otras épo­
La antropología subyacente a la corriente anterior se considera cas ya superadas, el recurso invocado para compensar la radical defi­
también demasiado ingenua y optimista, pues olvida fas consecuencias ciencia del hombre. Y la imagen subyacente a este radicalismo asusta
del pecado sobre la naturaleza del hombre. Su capacidad para el cono­ a otros muchos que comparten los mismos presupuestos. Para otorgar
cimiento del bien ha quedado reducida de tal manera que cualquier la primacía a lo sobrenatural no creen necesario marginar otros ele­
intento racional por descubrirlo está abocado al fracaso. No es posible mentos importantes, de indudable relieve en la misma tradición de la
fundar un valor con seguridad y garantía sin ninguna referencia a la Iglesia.
revelación. Lo contrario sería defender una ética sin base ni objetivi­ En cualquier caso, la balanza se inclina en todos hacia la dimensión
dad. La historia demuestra, de forma manifiesta y constante, esa inter­ religiosa, la única que ofrece garantías para la configuración ética de la
minable lista de errores, equivocaciones y barbaridades que se han existencia. Con ello se conserva una tesis bastante común en la tradi­
cometido en nombre de una fundamentación racional y autónoma. ción, que otorgaba a la moral un estatuto primordialmente revelado.
Típica de este pensamiento es la idea, repetida con frecuencia en
El tema de la Ilustración se presenta como un ejemplo que no debe­ muchos textos, de que sin fe se arruina por completo el orden moral.
ría repetirse. Poner otra vez la razón humana como criterio definitivo Hasta deducir, incluso, de éste una prueba más de la existencia de
es negar de antemano la solución a los problemas éticos. La experien­ Dios, el único que puede darle verdadera estabilidad y garantía. La
cias pasadas son demasiado elocuentes para caer de nuevo en los mis­ función de la ley natural, de la gracia que sana y eleva las estructuras
mos engaños. La ética requiere ineludiblemente la iluminación de la fe, humanas, de la imagen de Dios que se refleja en la creación, a pesar
si quiere orientar con eficacia la vida de los hombres. Y en este senti­ del pecado, etc., no la excluye, pues todo ello forma parte fundamen­
do parece absurdo, o al menos incongruente, hablar de autonomía. O tal del patrimonio católico, pero sí recibe una interpretación reductora.
aceptamos la dependencia de Dios o caemos en una moral sin funda­ La vigencia de lo humano no tiene apenas consistencia, ya que
mento. Entre la heteronomía y la anomía no queda ningún espacio sirve fundamentalmente para confirmar las enseñanzas de la revelación
intermedio. Una ética que carezca de una base teísta y no tenga en y como instrumento subordinado por entero a los mandatos de Dios. El
cuenta la revelación cristiana, se desliza irremediablemente hacia una deseo de dialogar y hacer comunicables los valores evangélicos no
devaluación progresiva. podrá realizarse en el ámbito de la razón, pues el mensaje de Jesús que­
Tampoco es fácil exponer aquí la variedad de posiciones y matices daría reducido a unos esquemas humanos que lo falsificarían por com­
con que se presenta esta postura. El denominador más común, frente al pleto y, además, no son muchas las posibilidades de éxito en un terre­
optimismo realista de la anterior, es la desconfianza que todos sus no tan frágil y resbaladizo como ése, donde la unanimidad se hace difí­
defensores sienten hacia la capacidad humana de la razón, fuente y ori­ cil en casi todas las situaciones. El camino más eficaz consistiría en
gen de todos los errores históricos. Ninguno de ellos aceptará los pre­ anunciar la fe, que posibilita el conocimiento auténtico de los valores.
supuestos teológicos de la ética protestante, pero el tono en que se La fe, por tanto, no tiene la función decorativa que algunos creen,
mueven sus consideraciones se acerca más, en este punto, a una visión como si fuera una realidad complementaria que motiva, ayuda, confir-
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ma, facilita o corrige los valores conocidos por la razón. Su importan­ Cuando se trata de hacer comprensible una exigencia moral, el
cia es primaria y absoluta, como el único punto de apoyo válido, más recurso. inmediato a la autoridad, aunque haga referencia a Dios o a la
allá de cualquier otro esfuerzo. La moral forma parte de una cosmovi­ Iglesia, despierta de inmediato serias sospechas al no ofrecer ninguna
sión cristiana más amplia, que sólo se hace comprensible desde la reve­ otra argumentación. Si la única explicación que los creyentes aporta­
lación. Existen determinados comportamientos o exigencias aparente­ mos se basa en una cita bíblica o en un documento eclesiástico, la ense­
mente irracionales que no se explican por ninguna argumentación ñanza ética perderá por completo su credibilidad para aquellos que no
humana. Sólo desde una óptica sobrenatural, que incluye también la participan de nuestras creencias. El miedo a la alienación quedaría flo­
dimensión escatológica, es posible captar el sentido pleno de la vida y tando en el ambiente. Lo cual significa que una moral religiosa -inclu­
de tantos otros acontecimientos frente a los que el individuo se siente so para el mismo cristiano, como indicaremos en el próximo capítulo­
desconcertado y sin ninguna explicación. demanda también una explicación racional. De lo contrario, se haría
Como síntesis, podríamos decir que, en esta tendencia, el punto de una presentación mutilada y reductora, como si la praxis cristiana no
partida es una visión más pesimista de la razón humana, que, para evi­ tuviera otro fundamento que la simple autoridad. Un positivismo fun­
tar los errores propios de su condición pecadora, debe apoyarse .en la damentalista que dista mucho de la misma tradición teológica en sus
luz y las enseñanzas de la revelación. Su meta es defender la plenitud mejores momentos.
de la moral evangélica, sin recortes que la despojen de su radicalismo, Algo parecido habría que decir cuando la reflexión ética parte de la
aunque para ello sea necesario renunciar a los intentos de explicación otra hipótesis: el intento de hacer comprensible una forma de vivir que
racional. La fe, por tanto, no sólo descubre, sino que es la única justi­ pueda resultar válida aun para los no creyentes. La ética sería una pla­
ficación objetiva de los valores éticos. taforma común en la que todas las personas honradas y sinceras po­
Ninguna de ambas tendencias excluye la necesidad de compartir la drían encontrar valores fundamentales, que reciben una amplia apro­
dimensión religiosa con las exigencias de la razón. Pero queda claro bación. Sin embargo, si la adjetivamos como «cristiana», resultaría
que la ética autónoma se acerca más a un planteamiento secular, sin inadmisible que no estuviera completada con los múltiples datos reve­
caer en su rechazo de lo trascendente, mientras que la moral de fe se lados que la enriquecen y densifican.
inclina más hacia una moral protestante, aunque sin excluir por com­
pleto la fundamentación racional. En cualquier caso, no se puede renunciar a ninguna. de las dos
dimensiones. Queremos una ética que sea profundamente religiosa,
sobrenatural y trascendente, pero que no deje de ser, al mismo tiempo,
La posibilidad de una doble alternativa auténticamente humana, racional y comprensible. La cuestión no esta­
Al margen de las consecuencias que se derivan de uno u otro presu­ ría, pues, en ver si hacemos una moral fundamentada en la razón o apo­
puesto, como veremos en otros capítulos posteriores, el punto de par­ yada en la palabra de Dios, sino en analizar, desde el punto de vista
tida podría ser cualquiera de los dos, pero con una condición que me metodológico, qué punto de partida sería mejor para la elaboración de
parece irrenunciable en ambos casos; Si se acepta la fe como fuente de una ética cristiana: partir de los datos de la revelación para probar des­
inspiración básica para recoger toda la riqueza de la palabra revelada y pués su carácter humano y razonable, o mostrar la racionalidad de unos
presentar una cosmovisión de la existencia abierta a lo trascendente, valore_s que se manifiestan después abiertos y coherentes con la pala­
quedará todavía un esfuerzo posterior. La fe implica también una bra de Dios.
forma de actuar y de comportarse que exige una fundamentación racio­ Como el mundo de hoy, incluso el que se adjetiva como cristiano,
nal, pues los valores éticos no se encuentran concretados en la revela­ experimenta un rechazo instintivo hacia la moral y se pone en guardia
ción. Si al cristiano, como dijimos al comienzo, se le pide una expli­ frente a la dimensión religiosa y trascendente, como si fuera una alie­
cación de su fe, que encierra misterios incomprensibles -«dispuestos nación, me ha parecido mejor comenzar en estos primeros capítulos
siempre a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida una con una introducción más humana, que haga comprensible y razonable
explicación»: 1 Pe 3,15-, con mucha más razón deberá estar prepara­ nuestra fundamentación, para abrirnos después a los nuevos horizontes
do para justificar su conducta. que la revelación nos ofrece.
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Pero antes de comenzar esta elaboración sería conveniente apun­ MORENO, M., «Moral autónoma y ética de fe»: Proyección 36 (1989),
tar cómo se compagina la moral cristiana con este fuerte pluralismo pp. 199-214.
de nuestra sociedad. Las relaciones no siempre fueron amistosas, de­ OSUNA, A., Derecho natural y moral cristiana. Estudio sobre el pensamiento
bido a la intolerancia con que dicha moral cristiana se enfrentó a otras ético-jurídico de Karl Barth y otros autores reformados, San Esteban,
ideologías diferentes. El diálogo solo será posible si comprendemos Salamanca 1978.
con anterioridad el papel que desempeña la fe en una ética plural y Ovrnoo TORRÓ, L., La secularización como problema. Aportaciones al análi­
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FE CRISTIANA, ÉTICA CIVIL Y TOLERANCIA 69

qué estar reñida con la moralidad. Si admite el pluralismo, es porque ·


no quiere imponer a todos sus miembros una determinada ideología o
valoración; pero ello no significa abrir la puerta a cualquier tipo de
conducta. En estas circunstancias, la ética civil aparece como la única
alternativa posible.
Según esto, la ética civil podría definirse como el conjunto de exi­
4 gencias mínimas en que coinciden los ciudadanos que mantienen dife­
rentes concepciones éticas. o religiosas. Si· se acepta que no todos han
Fe cristiana, ética civil y tolerancia de estar de acuerdo en todo y que la divergencia no ha de ser un estímu­
lo al relativismo individualista, que no tiene para nada en cuenta el bien
de la comunidad, es imprescindible la búsqueda de una plataforma co­
Situación actual mún en la que todos coincidamos. Son criterios básicos y fundamenta­
les que orientan la praxis de los individuos y de las instituciones por
En esta sociedad, caracterizada por el pluralismo de opiniones éticas y encima de las diferencias existentes, ya que ninguna de las valoraciones
religiosas, la unanimidad de otros tiempos ha quedado rota en múlti­ concretas posee las suficientes garantías como para ser impuesta a los
ples fragmentos que no se pueden reunificar. Esto significa, como con­ demás. No cabe otra salida, por tanto, que el respeto a la diferencia.
secuencia inevitable, que el influjo de la Iglesia en la configuración del La tolerancia que nace del respeto y de la comprensión hacia quien
orden social ha quedado muy reducido y sin apenas eficacia. El «régi­ no participa de las propias ideas es un signo de madurez personal y
men de cristiandad», en el que la legislación civil aceptaba y defendía comunitaria. Si nadie puede imponer su propia normativa, es necesario
los planteamientos de la religión católica, no está hoy vigente en nin­ llegar a un acuerdo entre los diferentes grupos e ideologías para impe­
gún país. Podrá o no gustarnos esta situación, de acuerdo con los pre­ dir actuaciones que vayan contra el bien común y para regular la con­
supuestos que cada uno mantenga, pero la constatación de la realidad ducta dentro de los límites tolerables.
que ahora nos toca vivir resulta tan evidente que nadie se atreverá a
negarla, aunque se valore de forma distinta.
No es necesario recordar que el propio Vaticano II consagró la legí­ El respeto a la diferencia en una ética laica
tima autonomía de las realidades temporales y la libertad ética y reli­ La legislación civil no ha de prohibir o aceptar, por tanto, los códigos
giosa de cada individuo para actuar de acuerdo con sus propias con­ éticos de una mentalidad concreta,. sino que debe permanecer abierta a
vicciones, respetando siempre el derecho de los demás. El cambio las·otras valoraciones diferentes que resulten válidas y razonables para
suponía una ruptura tan fuerte con la tradición anterior que provocó en otros grupos. Renuncia, incluso, a encontrar la justificación de cada
muchos una alarma justificada. Es el temor que manifestaron algunos postura para eludir las discusiones largas y las motivaciones a veces
obispos españoles a Pablo VI tratando de impedir la aprobación del tan divergentes. La explicación última y más razonable radica en la
decreto conciliar sobre la libertad religiosa, cuando la inmensa mayo­ urgencia de un pacto común y en la necesidad de adherirse y defender
ría ya había dado su parecer positivo. lo que resulta válido para todos y benéfico para la sociedad. Aunque
Quiero con ello decir que, a pesar de la nostalgia, por parte de algu­ tolere otras formas de comportamiento que están excluidas para deter­
nos, de épocas pasadas, donde la unanimidad mayor estaba respaldada minadas ideologías, tendrá que hacerse intolerante para con los atro­
por la propia legislación, querer eliminar el pluralismo de nuestro pellos, injusticias y discriminaciones que la colectividad en su conjun­
mundo indica una ingenuidad excesiva, e imponer la conformidad por to considera inaceptables. El que no comparta la racionalidad de este
la fuerza se hace también ilícito. planteamiento será un individuo cerrado e insensible a la dimensión
Sin embargo, todos están de acuerdo en que la convivencia social comunitaria de la vida.
requiere una cierta regulación ética. La democracia, que todos defien­ Es cierto que para algunos la muerte de Dios es un requisito previo
den como un derecho humano, tolera la diferencia, pero no tiene por para elaborar una ética. Hay que excluir cualquier tipo de justificación
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religiosa, pues para muchos ha sido siempre una rémora y un obstácu­ Relación entre la ética cristiana y la civil
lo al verdadero humanismo. Prescindir de la fe sería la primera condi­
ción para revalorizar al ser humano, como si su plenitud sólo pudiera Hay que aceptar, pues, que la ética civil queda reducida a unas exigen­
construirse sobre las ruinas del Creador. Pero para otros su muerte lle­ cias mínimas en las que la mayoría está plenamente de acuerdo. Ni
varía también a la destrucción de la ética, al no encontrar ningún otro siquiera puede imponer otras obligaciones más altas para no cerrar la
punto de apoyo con las garantías suficientes. puerta a los individuos o ideologías que no se sienten vinculados por
La ética civil no entraría tampoco en este complejo diálogo, donde ellas. Pero también resulta comprensible que la moral católica -y otras
la postura de los mismos cristianos revisté matices diferentes. Su refle­ éticas diferentes- no se queden tranquilas y satisfechas con la norma­
xión se caracteriza por tener un punto de partida aconfesional, neutro tiva reductora que defiende la sociedad civil.
desde una perspectiva religiosa, pero que no exige a nadie el abando­ El cristianismo, en teoría, aspira a una moral de máximos, muy por
no de su propia identidad. Para el creyente, ni Dios ni la fe constituyen encima de los mínimos exigidos en una legislación laica. Aunque des­
un estorbo en la configuración de su existencia, sino un enriqueci­ pués la praxis de los creyentes no responda al ideal esbozado, nunca se
miento y ayuda para su reflexión moral; pero tampoco debería dar la pueden sentir satisfechos con el programa minúsculo de las obligacio­
impresión de que, al prescindir de esta fundamentación religiosa, el nes legales. Habría que dejar muy claro desde el principio, para evitar
sujeto ético se pierde por completo y ya no existen valores humanos ambigüedades posteriores, que la ética civil no tiene que cambiar en
que se puedan garantizar. Un lenguaje como éste tiene el peligro de nada la moral de quienes tienen otra serie de exigencias. Dicho de otro
una alternativa demasiado radicalizada, que obstaculiza el único cami­ modo: todo lo que se permite en una legislación civil como signo de
no para el diálogo en un mundo secular: o se acepta a Dios, o la bús­ tolerancia y respeto al pluralismo vigente no tiene por qué ser aproba­
queda del bien se hace imposible. Si la fe fuese una condición necesa­ do por la moral cristiana. De la misma manera que todas las exigencias
ria e insustituible para vivir con honradez, estaríamos confirmando la de ésta tampoco deben quedar sancionadas por el derecho.
lamentable tesis de Dostoievski en Los hermanos Karamazov, que tan­ Ya el mismo santo Tomás, siguiendo a otros autores tradicionales,
tas veces se repite en ciertos ambientes: si Dios no existe, todo estaría ofrece una serie de consideraciones básicas y de extraordinario interés,
permitido, incluso la misma antropofagia. incluso para su aplicación actual. Parte de un presupuesto realista. La
Pero admitir una ética laica, con una neutralidad confesional, sin ley humana está dirigida a una multitud de individuos, la mayor parte
recurso a una fundamentación trascendente, no se identifica tampoco de los cuales no son perfectos. Por ello, sería absurdo que impidiera
con una postura laicista, que intenta imponer una mentalidad anti- o, al todas aquellas conductas que se consideran ilícitas, pues semejante le­
menos, profundamente a-religiosa. Es un peligro real, sobre todo por gislación apenas tendría eficacia. Solo debe impedir y condenar aque­
un sentimiento de revancha, cuando se ha conseguido suprimir el talan.:. llas conductas más graves que vayan en perjuicio de los demás y con­
te religioso de una sociedad determinada. El laicismo, como la cris­ tra el bien de la comunidad humana. Por tanto, concluye, la ley huma­
tiandad, no se abre al diálogo pluralista y se convierte también en un na no puede prohibir todas las cosas que prohíbe la ley natural. De ahí
peligroso fundamentalismo y en una amenaza para la convivencia que en la más amplia tradición de la Iglesia se haya mantenido siem­
social. La moral civil busca precisamente dar el margen necesario para pre una clara distinción entre la tolerancia civil de un hecho y su apro­
que todos puedan actuar en función de sus creencias y convicciones bación moral, sabiendo que no todo lo que está permitido legalmente
personales, sin exigirle a nadie la renuncia a su propia identidad. El es lícito también desde el punto de vista ético.
poder expresar la fe religiosa o vivir de acuerdo con la conciencia per­ Aceptar esta división entre lo legal y lo ético no supone tampoco la
sonal no es ningún privilegio que el Estado conceda, sino un derecho privatización de la fe para borrar sus huellas en nuestro mundo.
que él mismo tiene que defender, mientras tales prácticas respeten las Algunos desearían que la Iglesia se ocupara exclusivamente del culto
exigencias concertadas. para dejar el campo libre a otras fuerzas de signo diferente. Incluso
ciertos movimientos de espiritualidad corren el peligro de refugiarse en
la vida interior, como si el hecho de creer fuese una simple relación
privada con Dios, sin ninguna resonancia en los niveles sociales, polí-
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ticos y económicos. Sería una postura demasiado cómoda para escapar comprensible y razonable su proyecto ético para presentarlo como
a estas responsabilidades, y semejante huida supondría la renuncia a oferta a otras personas que no comparten la fe. Cuando defiende. un
ser la sal de la tierra y la levadura en la masa. También en esta socie­ determinado valor ético, el cristiano expone las razones que lo justifi­
dad ha deresonar el mensaje del evangelio, y Dios quiere que testimo­ can, reflexiona sobre las críticas que se presentan desde otros puntos
niemos su presencia en las circunstancias actuales. Pero mantener el de vista, reconoce los fallos y deficiendas históricos, admite la fragili­
espíritu misionero y profético no requiere, como en otros tiempos, dad de ciertos argumentos que nunca serán evidentes, con el deseo últi­
valerse del brazo secular para imponerse con la fuerza de.la ley. mo de qqe su respuesta resulte lo más convincente posible. Creer que
Por eso, aunque la ética cristiana no coincida con la civil ni deba cualquier rechazo es consecuencia de una denuncia profética o fruto de
cambiar sus exigencias concretas, su forma de actuar y proclamar el una persecución religiosa es un recurso poco honesto y excesivamente
mensaje cristiano sí adquiere nuevos matices. Es el anuncio a un mun­ cómodo, cuando no se sabe aportar una seria justificación.
do que conoció el cristianismo, pero terminó por rechazarlo. Su len­ Quien tenga miedo al pluralismo existente o no quiera el diálogo
guaje ya no puede ofrecer un contenido exclusivamente religioso, pues entre las diversas posturas se ha incapacitado para colaborar en el rear­
perdería toda su credibilidad. en una sociedad laica, que no admite me moral de la sociedad. Es el único foro donde el cristiano puede
semejantes esquemas. Sus propuestas son un intento de defender la decir una palabra que sea creíble y escuchada por otros interlocutores.
dignidad del ser humano, en la que no siempre estamos de acuerdo. La Tal vez, uno de los mayores retos en la tarea educativa es cómo prepa­
Iglesia y la ética cristiana tienen derecho, como cualquier otra institu­ rar a los creyentes para que sepan dar una explicación razonable de su
ción, a manifestar su palabra, pero conscientes de que, para entrar en ética en un mundo en el que no puede excluirse la confrontación y el
el diálogo, no la presentan en nombre de la religión o de una autoridad diálogo pluralista. . ·
que otros muchos no comparten ni admiten. Es la única plataforma de Por convencimiento o por necesidad no existe otra alternativa para
encuentro que ahora tenemos para configurar un orden social que dese­ el cristiano, en las actuales circunstancias, que la ética civil; pero acep­
amos profundamente justo y humano. tarla no implica desconocer sus riesgos y las dificultades que plantea.

La pérdida de un monopolio Los riesgos de la ética civil


En este contexto, la ética cristiana, como Jesús, sufre un _proceso de Al hablar, en el capítulo primero, del enorme pluralismo existente en
rebajamiento para encarnarse en la realidad limitada e imperfecta de la nuestra sociedad, ya insistí en los peligros que encierra: fomentar un
ética civil. Entrar en el debate como un interlocutor más obliga, por cierto·escepticismo frente a tantas opiniones diversas; perder la identi­
una parte, a superar cualquier sentimiento de prepotencia y desprecio, dad de nuestros criterios, que conviven con otros muchos tan opuestos
que despertaría de inmediato el rechazo de quienes no piensan lo y contradictorios que también hay que respetar; elegir, entre las diver­
mismo. No es una táctica sutil para no llamar la atención y defender sas opciones, aquellas que requieran menos esfuerzo y parezcan más
con eficacia sus propuestas, sino el reconocimiento sincero de que ya gratificantes... Sin embargo, creo que el mayor riesgo se encuentra más
no posee el monopolio de ofertas y soluciones a los múltiples proble­ oculto y solapado.
mas éticos de la vida. Rehuye cualquier tipo de imperialismo moral La configuración ética de una sociedad está producida por las múl­
que no deja espacio a otras diferencias lejanas a sus ideales. tiples acciones, conductas y criterios de los individuos que la forman.
Pero, por otra parte, esta situación constituye uri desafío para el que Los pequeños gestos repetidos, aunque no tengan una relevancia so­
no siempre se estaba preparado. La moral católica se había distinguido cial, van quedando tipificados en la conciencia colectiva, que ofrece un
precisamente por su apoyo religioso. La garantía de sus enseñanzas se amplio espacio para que tengan cabida incluso las conductas minorita­
fundamentaba en la palabra de Dios y en la autoridad del magisterio rias. Esos esquemas éticos son los que aparecen después en la legisla­
para aplicarla a las situaciones concretas. Semejante planteamiento ha ción, que solo prohíbe ciertas conductas graves o tolera, por el bien
perdido su vigencia en nuestro mundo secular. La Iglesía ha de hacer común, otros comportamientos que para otros serán éticamente nega-
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tivos, pero que legalmente no se pueden rechazar. Es la sociedad ahora Fa ctores que han fomentado la intolerancia
la que determina las normas legales que tendrán que admitir y respetar
los individuos en su actuación concreta. cualquier institución, sin excluir las de signo religioso, requiere una
La legislación civil tiene, por tanto, una función pedagógica. De cierta identidad que la especifique y distinga de otras semejantes. Lo
alguna manera, ella ilumina y condiciona la vida de los ciudadanos, cual supone un nivel de armonía y cohesión entre sus miembros para
trazando las fronteras entre lo que no se debe admitir de ninguna mane­ no poner en peligro su propia permanencia. Al igual que el organismo
ra -los mínimos éticos- y lo que se ha de tolerar, aunque no responda biológico, también el grupo está dotado de mecanismos de defensa que
a una moral de máximos. El peligro radica, pues, en no distinguir sufi­ rechazan todo elemento extraño que pueda romper su integridad. Y la
cientemente lo legal de lo ético, y terminar aceptando, con todas sus ortodoxia, aun la de los partidos políticos, constituye una preocupa­
lamentables consecuencias, que la tolerancia jurídica se identifica sin ción y responsabilidad de sus dirigentes. Defender los valores que per­
más con la bondad ética. Incluso, cuando solo se despenaliza una con­ tenecen a su naturaleza constitutiva no supone ninguna actitud intole­
ducta para no añadirle ninguna sanción a ese hecho determinado, se rante, sino una coherencia fiel a los principios de su fundación. Pero
termina aceptando que semejante comportamiento se ha convertido en también es evidente que este celo por mantener lo que se considera
un verdadero derecho. esencial siembra inevitablemente el peligro de la intolerancia. Se trata
En estas condiciones, la ética cristiana no puede perder su sensibi­ de saber, en último término, cuándo lo intolerante se hace por com­
lidad evangélica. Hay que alimentar el convencimiento interior de los pleto intolerable.
creyentes respecto de su propia identidad moral y religiosa. Lo jurídi­ Y este peligro es aún mayor en el ámbito sagrado de la religión.
Aquí no se trata de salvaguardar ideologías humanas, por muy dignas
co no puede dejarnos nunca satisfechos, como si no hubiera otros ide­
ales por los que vale la pena luchar, pero conscientes también de que y queridas que sean, sino de proteger con absoluta fidelidad las ense­
la inseguridad y fragmentación de ahora no se supera con imperativos ñanzas reveladas por Dios, mantener la unidad de los fieles contra las
falsas interpretaciones que amenazan la comunión en una misma cre­
categóricos ni con simples denuncias retóricas. Si la ética civil corres­
ponde de ordinario a la sensibilidad generalizada de sus miembros, el encia, e intentar la comunicación del mensaje a quienes todavía no lo
han descubierto. Cuando el creyente está convencido de que su fe es la
gran esfuerzo habría que ponerlo en elevar esta conciencia comunita­
ria, que se manifieste después en una legislación más acorde con la única verdadera, sin ninguna otra alternativa para la salvación, y con
dignidad auténtica del ser humano. un carácter obligatorio para todos por la universalidad de su mensaje,
la semilla de la violencia se hace presente en su corazón. La experien­
Un esfuerzo de formación más serio para que los creyentes puedan cia de lo sobrenatural, en lugar de llevar a la reconciliación compren­
explicar de manera razonable que nuestras exigencias éticas se identi­ siva y respetuosa con quienes no la comparten, conduce a la lucha
fican también con lo humano. Lo que se pide y defiende es la dignidad intransigente por vencer al error. Por eso es muy difícil que el fanático
de la persona, aunque no todos compartan la misma valoración. Una ortodoxo se crea intolerante, pues tiene conciencia de que lo que está
tarea educativa en la que aún queda mucho camino por recorrer, des­ en juego no es la fidelidad a sus propias ideas, sino la obediencia a
pués de tanto tiempo en que los argumentos de autoridad eran los prio­ Dios, que no admite ningún otro compromiso. Estará dispuesto a ofre­
ritarios. cer su propia vida antes que renegar de tales exigencias sobrenaturales.
De esta forma, la ética civil se convierte para los cristianos en una No olvidemos que el fanatismo tuvo en sus comienzos una connota­
invitación y un desafío al que tenemos que responder por fidelidad al ción sagrada, por su relación primitiva y etimológica con el templo.
ser humano y a nuestra propia fe. La única posibilidad para ello exige Lo difícil, sin embargo, es trazar la frontera entre las verdades bási­
nuestra participación en ese diálogo, sin los privilegios y ayudas de cas y aquellas que son derivaciones falsificadas o consecuencias menos
tiempos pasados. Esta nueva situación ha de abrir camino a una actitud correctas de las primeras; saber cuándo el pluralismo se convierte en
de tolerancia que supere los fanatismos de otras épocas. La ética cris­ una verdadera amenaza a la unidad o supone un enriquecimiento de las
tiana ha de superar también cualquier actitud intolerante, tan frecuen­ tradiciones recibidas; discernir si los medios para la predicación de la
te a lo largo de la historia. fe son los adecuados o se utilizan métodos que, a pesar de su posible
76 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FE CRISTIANA, ÉTICA CIVIL Y TOLERANCIA 77

eficacia, no ayudan a la integración de una doctrina. El análisis y la cías. No cabe otra garantía, para evitar el riesgo de la equivocación,
interpretación de estos aspectos son los que van a condicionar, en el que el recurso a su palabra.
decurso de la historia, las épocas de mayor o menor tolerancia/intole­ Semejantes presupuestos, cuyos perfiles negativos hemos subraya­
rancia. Voy a señalar con brevedad aquellos criterios que fomentaron do, contienen una mezcla de afirmaciones poco clarificadas que, aun­
_las actitudes intolerantes, para examinar después las razones que con­ que no excluyan por completo la posibilidad de la tolerancia, inclinan
dujeron a un clima de mayor diálogo y comprensión. más bien hacia la radicalidad de ciertos fundamentalismos. A quien no
se acoja a esta irrupción de la divinidad no le cabe otra alternativa que
vivir en un lamentable error, aun involuntario, y quedar excluido de la
Posesión de la verdad absoluta salvación.

Ha existido, en primer lugar, un concepto de verdad heredado de la


filosofía griega y permanente en muchas reflexiones posteriores. Una «Fuera de la Iglesia no hay salvación»
visión demasiado monolítica, objetiva, en la que no cabe un conoci­
miento histórico y evolutivo, que conquista y descubre paulatinamente Esta mentalidad ha estado vigente en el catolicismo durante muchos
toda su riqueza interior. Como si se tratara de una fórmula matemática siglos, · incluso como soporte de toda su dimensión misionera. La
sobre la que no cabe ninguna discusión. O se está de acuerdo con ella, Iglesia se presentaba como el único espacio sagrado donde era posible
o no existe otra alternativa que la del error. No hay espacio para el plu­ el encuentro del ser humano con Dios. Fuera de sus límites visibles e
ralismo, que se rechaza como algo que desconcierta y relativiza, ni institucionales no existía esperanza salvadora alguna. La frase tradi­
para la posibilidad de otras interpretaciones, que sólo sirven para robar cional «fuera de la Iglesia no hay salvación», repetida en tanto.s libros
claridad a las enseñanzas recibidas. de teología y catequesis, está tomada de san Cipriano, pero en un con­
La aplicación de esta mentalidad se proyecta sobre las verdades texto y con un significado diferentes. Como otros santos Padres, tam­
reveladas, que tampoco necesitan aclaraciones posteriores. La palabra bién Cipriano aprueba la conducta de algún obispo que excomulgaba a
de Dios es definitiva, inmutable, y no queda otra opción que aceptarla quienes rompían la disciplina eclesiástica y negaban la obediencia
en su· totalidad. Cualquier confrontación o intercambio supondría debida a la autoridad. Como rebeldes o herejes, se apartaban de la
negar el carácter supremo de la revelación, como si la inteligencia comunión y quedaban excluidos de la única casa de Dios, por renegar
humana pudiera comprender lo que trasciende por completo su capa­ voluntariamente de la fe aceptada en el bautismo. Es lógico que en
cidad, o como si su conocimiento fuera definitivo. El mandato divino estas circunstancias se afirmara que fuera de la Iglesia no hay salva­
de no fabricar imágenes de Dios habríaque aplicarlo también al mundo ción para nadie. Pero la universalización de este principio, aplicable
de las ideas. Basta tener un poco de perspectiva para caer en la cuenta también a cuantos no pertenecían a la institución eclesial, fue el moti­
de las deformaciones históricas con que hemos traducido la buena noti­ vo primario para propagar e imponer la religión.
cia de la salvación. El pluralismo no sería un enriquecimiento, que El mismo san Agustín, que condenó el· uso de la fuerza y la vio­
completa y perfecciona visiones parciales; sino la confesión explícita lencia contra los herejes donatistas, terminó admitiéndolas para evitar
de que la autoridad divina no es el criterio último para la aceptación de el proselitismo y la difusión de éstos. La parábola de los llamados al
un mensaje revelado. banquete que rehúsan la invitación le sirve para interpretar el texto
El mismo esfuerzo racional quedaba siempre subordinado a las exi­ evangélico con una mentalidad impositiva. Si el señor manda a su cria­
gencias derivadas de la fe. La filosofía era una ciencia al servicio de la do que salga a los caminos y obligue a entrar en su casa a los pobres y
reflexión teológica, cuya tarea fundamental se centraba en confirmar lisiados, a los ciegos y cojos (Le 14, 21-23), este mandato significa que
con la razón los datos revelados. Si sus conclusiones resultaban dife­ la Iglesia debe utilizar el poder de los reyes para que a todos los cis­
rentes, era por haberse apartado del camino verdadero, fiándose más de máticos y herejes se les obligue a volver de nuevo a la única fe. La con­
la propia capacidad que de la revelación. El creyente forma parte de un dena evangélica de quienes usan la espada queda ahora reducida exclu­
grupo privilegiado que encuentra en Dios la justificación de sus creen- sivamente a quienes la empleen sin el mandato de la legítima autori-
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dad. Desde que, con el edicto de Tesalónica (380), se aceptó el cristia­ sificar el dinero necesario para la vida temporal. Por tanto, si los falsi­
nismo como la única religión oficial del Imperio, la Iglesia va a encon­ ficadores y otros malhechores son condenados de inmediato a muerte
trar en el poder civil su mejor aliado para la propagación de la Buena por los príncipes seculares, con mucha más razón los herejes, después
Noticia. de probada su herejía, no sólo pueden ser excomulgados, sino también
matados con toda justicia».
Incluso después de la reforma, con el cisma de las Iglesias, se quiso
Las armas al servicio de la fe mantener esta unidad socio-religiosa, con el célebre principio «cuius
regio, et eius religio», para que cada nación se sintiera unificada bajo
La historia continuará por este camino, en el que la autoridad tempo­ la fe de un mismo credo. La historia demostró, sin embargo, que la
ral queda al servicio de los intereses religiosos. Los reyes no serían existencia de este pluralismo de iglesias no facilitaba la convivencia
necesarios si las personas aceptaran voluntariamente la fe cristiana. Su pacífica, sino que el espíritu bélico e intolerante provocó múltiples
oficio y misión se centra en imponer la verdad por el terror de la fuer­ guerras y contiendas, hasta que la paz de Westfalia (1648) estimuló a
za. Cuando la guerra se emprende en nombre de Dios y como defensa un mejor entendimiento entre católicos. y protestantes. Si, a pesar de
de su reino, ya no es rechazable, como en los primeros tiempos del todo, hubo momentos de mayor tolerancia, algunos estiman que no era
cristianismo, sino que se convierte en un magnífico testimonio de fe. tanto fruto del respeto y la comprensión cuanto de otros intereses polí­
Se consagra la violencia de las armas, siempre que sea en defensa de ticos y económicos.
la cristiandad. Existía incluso una liturgia especial para bendecir la
espada y la armadura de los cristianos que, movidos por un impulso
religioso, se oponían a los ataques ideológicos o territoriales contra la Mecanismos psicológicos
Iglesia. Es el mismo motivo que se utilizó en la conquista de América.
El mandato de Jesús, «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Además de todos estos factoresideológicos y culturales, el psiquismo
Nueva a toda la creación» (Me 16,15), exigía el concurso de las armas humano ha servido también como un estímulo complementario. La
contra los indios que se opusieran a este mandato universal. psicología nos recuerda que, sobre todo a nivel inconsciente, lo que es
Hay que tener en cuenta, por otra parte, que en aquellos momentos distinto amenaza de inmediato nuestra seguridad. Al romper con nues­
la unidad política estaba profundamente vinculada con la comunión tros esquemas habituales o no encajar dentro de nuestras costumbres
religiosa. El hereje o cismático aparecía, pues, como el gran enemigo adquiridas, se vivencia como algo peligroso que pone en peligro la
de la sociedad, de quien había que defenderse para salvaguardar el tranquilidad conseguida, que desafía los planteamientos tradicionales,
mismo orden público. La afirmación de Lutero de que <<quemar a los que desestabiliza la armonía alcanzada después de muchos esfuerzos.
herejes va contra la voluntad del Espíritu Santo» fue condenada por el Es el mismo fenómeno que acontece con todo lo nuevo cuando, con su
concilio de Trento. En este contexto, la Inquisición era un tribunal originalidad inédita, conmociona el orden establecido.
público que imponía la pena de muerte a quien atentara contra la paz y No es extraño, por tanto, que los mecanismos de defensa actúen
la convivencia religiosa de los ciudadanos, de la misma manera que se contra estos elementos difíciles de integrar. El rechazo, el desprecio o
eliminaba a los criminales que ponían en peligro la vida de los demás. la marginación son los caminos más frecuentes para evitar una presen­
Semejantes conductas merecen hoy una completa reprobación, pero el cia que molesta. La historia está llena de acontecimientos que -en el
contexto cultural hace más comprensible lo que para nosotros ahora ámbüo social, político, cultural o religioso- demuestran esta exclusión,
resulta intolerable. Era la aplicación literal de las palabras de Jesús: «Si con la violencia inherente a cualquier forma de fanatismo.
alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se Por otra parte, la agresividad es siempre fruto de una frustración,
seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden» (Jn 15,6). de una expectativa sin respuesta, de un amor herido por los límites que
La opinión de santo Tomás en la Summa Theologica (2-2; q. 11, a. impone la realidad. Cuando la persona no acepta la inevitable finitud
3), que era aceptaba como doctrina común, no ofrecía ninguna duda: de la vida, fomenta en su interior un rechazo visceral frente a todo
«Mucho más grave es corromper la fe, que da la vida al alma, que fal- cuanto se oponga a su deseo de omnipotencia infantil. Y si el ideal de
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una sociedad cristiana se le resiste, a pesar de su esfuerzo inagotable, co las denuncias contra los métodos de evangelización. Baste como
tiene que proyectar sobre los causantes de este fracaso todo su males­ ejemplo, entre otros_ muchos,_ el �arecer �e l?s te?logos de Salamanca,
tar interior. La intolerancia será siempre una conducta infantil que no elaborado por Francisco de V1tona: «Los md10s tienen derecho a no ser
se resigna al realismo de nuestra pequeñez e insuficiencia. bautizados y a no ser coaccionados a convertirse al cristianismo contra
A pesar de que la intolerancia ha sido históricamente una caracte­ su voluntad. Todos y cada uno deben convertirse libremente, y no se
rística de las religiones -y del catolicismo, en concreto-, es posible puede obligar a re�unciar � la religión de los antepasados.
_ �o� puebl_os
encontrar no pocos documentos y testimonios que defienden la alter­ in dios que espontanea y hbremente se han sometido a prmc1pes cns­
nativa contraria, con un talante muy párecido al que hoy podemos tianos, a condición de que no sean obligados a creer en la religión cris­
respirar. tiana, no pueden ser coaccionados por el Emperador o Rey de España
a convertirse, y se debe respetar la libertad religiosa pactada».
El largo camino hacia la tolerancia Es más, durante mucho tiempo se mantuvo el criterio defendido
por santo Tomás de que «es voluntario aceptar la fe, pero es necesario
Si en la antigüedad clásica el fenómeno religioso se vivió más como un mantener la ya aceptada». De ahí que se deba obligar, incluso con la
hecho sociológico, pues se recibían por tradición las creencias de los fuerza, a que los herejes cumplan con lo que prometieron, pero hay que
antepasados, fue el cristianismo el que subrayó la urgencia de un con­ respetar las creencias de quienes nunca han sido cristianos.
vencimiento personal: ya desde los tiempos de Tertuliano, muchos
autores reconocían el derecho que cada persona tiene a adorar lo que
desee, pues la religión debe ser adoptada espontáneamente, y nunca Hacia un cambio de mentalidad
por la fuerza. Sin esa libertad como presupuesto, la fe pierde todo su
sentido. Estas ideas, que ciertamente resultaron minoritarias dentro de la comu­
El mismo edicto de Milán (313) no es el triunfo del cristianismo nidad eclesial, fueron ampliándose en la sociedad civil a partir de la
sobre las demás religiones, como a veces se ha dicho, sino una verda­ Ilustración. La separación Iglesia-Estado ayudó a clarificar la función
dera defensa de la libertadreligiosa. Como afirmaba Lactando: «No de ambas instituciones, aunque no faltaron críticas y enfrentamientos
hay cosa más voluntaria que la religión, puesto que deja de serlo y por invasión de poderes, que provocaron la condena de varios pontífi­
queda reducida a la nada si falta la intención del que ofrece sacrifi­ ces contra la indiferencia religiosa, el racionalismo extremo y la exce­
cios ... No exigimos que se adore a nuestro Dios a la fuerza y median­ siva tolerancia. Habrá que esperar todavía algún tiempo para que la
te coacción, aunque sea el Dios de todos, y no nos molestamos con Iglesia se resigne a perder su relevancia social. León XIII (1885) insistía
quien se niega a ello». Y de san Agustín �que después cambió su pos­ en que lo ideal -la tesis- es la situación de privilegio para la verdadera
tura, como vimos- es la célebre frase según la cual «nadie puede creer religión, aunque como solución transitoria para conseguir otros bienes
contra su voluntad».. o evitar males peores -la hipótesis- se acepte la tolerancia de cultos.
No es extraño, pues, que haya testimonios c:Je papas, obispos y teó­ El largo camino hacia la tolerancia fue recorriéndose con dificul­
logos que condenan los celos exagerados de lo que no permiten a otras tad, hasta adoptar un talante diferente que todos queremos defender.
religiones sus cultos y manifestaciones externas. El Papa Nicolás I Los presupuestos que han motivado este cambio se mueven en otra
repite al rey Boris de Bulgaria que ni siquiera para la conversión de los óptica, alejada de los que se dieron en épocas pasadas.
paganos es lícito utilizar la violencia, ya que, si hubiera querido utili­ El concepto de verdad se analiza con una dimensión mucho más
zar la fuerza para imponer la fe, nadie habría podido resistir a su enor­ histórica, donde entran otras múltiples mediaciones humanas. No es un
me poder. De la misma manera que san Isidoro o el Concilio IV de objeto de museo perteneciente a otros tiempos, sino que se enriquece
Toledo rechazaron la alternativa propuesta por algún rey visigodo a los y actualiza de manera progresiva. Tampoco la revelación divina es
judíos españoles de convertirse al cristianismo o ser desterrados. patrimonio exclusivo de los creyentes ni queda reducida, como antes
Frente a la intolerancia presente en la conquista de América, donde creíamos; al ámbito de la Iglesia. El Dios que se manifiesta y desea
se actuó con los criterios mayoritarios de la época, no faltaron tampo- comunicarse a todos se nos acerca de múltiples maneras, a través indu-
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so de otras religiones y culturas, porque cualquier realidad puede con­ dido su carácter prioritario, o como si el impulso evangelizador y misio­
vertirla en teofanía por la que nos habla y se descubre. Su imagen, que nero fuese una pérdida de tiempo. En nada tiene que aminorar el apre­
será siempre un misterio inaccesible, se completa y perfecciona con cio del don recibido, por el que Dios se nos ha hecho cercano, y la ilu­
otras experiencias religiosas. sión por que otros compartan la perla evangélica (Mt 13,45) que se nos
La Iglesia se siente evangelizada por los profetas seculares. Si, en ha descubierto. La unidad en una misma fe es imposible en esta socie­
ocasiones, ella abrió el camino para responder a necesidades que des­ dad descreída, agnóstica y pluri-religiosa, mientras caminamos hacia la
pués asumió el Estado, o despertó preocupaciones que sensibilizaron a etapa final. Sólo Dios sabe cómo su voluntad salvadora se hace presen­
los demás, otras veces ha sido la sociedad civil la que ha descubierto te en el mundo con otros esquemas que no corresponden a los nuestros.
valores y actitudes más difuminadas en la comunidad eclesial. En una situación como ésta, no se trata de emprender nuevas cru­
Desde las «razones seminales» de Justino y la filosofía como zadas religiosas para convertir a todos a la única y verdadera religión,
«nuevo testamento para los griegos», hasta los «cristianos anónimos» sino de conocer y respetar a quienes buscan a Dios por otros caminos
de Rahner, la fe ha descubierto en múltiples realidades humanas una y ofrecer a cuantos lo deseen el gozo de nuestra propia experiencia per­
presencia religiosa y salvífica más acorde con la anchura y el corazón sonal. Cuando los discípulos de Juan fueron a preguntar a Jesús si era
de Dios. Pero la misma consideración podría hacerse desde una óptica el Mesías esperado, el Maestro se limitó a responder: «Id y contad a
secular: todo lo que sea auténticamente religioso estará también Juan lo que habéis visto y oído» (Le 7,22). Entre el proselitismo exa­
impregnado de humanismo verdadero. Como reconoce el Vaticano II, gerado de antes y la apatía misionera de ahora, el evangelio nos vuel­
en la génesis del ateísmo han tenido parte no pequeña los propios cre­ ve a recordar la importancia del testimonio y de la coherencia con la
yentes, cuando el rostro genuino de Dios se ha desfigurado no tanto por fe, que invita, provoca y estimula, pero que manifiesta también la bon­
los misterios que transcienden la razón cuanto por las insensateces que, dad y la tolerancia de Dios sobre buenos y malos.
en ocasiones, hemos añadido. De esta manera, cualquier valor legítimo
se descubre como una nueva epifanía de Dios. Conclusión
Hoy somos mucho más críticos con las razones ideológicas y cultura­
Los derechos de la conciencia les que sembraron de intolerancia los caminos de la historia, pues no
deja de ser chocante y poco comprensible que en el nombre de un
Finalmente, el respeto a la libertad de conciencia ha perdido las con­ Dios-amor, como se manifiesta en casi todas las religiones, haya habi­
notaciones negativas de otras épocas para convertirse en un derecho do condenas, violencias, guerras y muertes.
basado en la dignidad de la persona; El decreto sobre libertad religio­ Defender las propias creencias es un derecho en cualquier sociedad
sa del último Concilio supone un cambio completo de orientación fren­ democrática; transmitir y ofrecer a los demás las propias convicciones
te a la intolerancia de antes: «En materia religiosa, ni se obligue a nadie constituye también Un ejercicio protegido por la libertad de conciencia
a obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en un clima de pluralismo ideológico. Lo que ya no cabe, dentro de la
en privado o en público, solo o asociado con otros, dentro de los lími­ comunidad humana, es el desprecio, el rechazo, la incomprensión
tes debidos». Aquí no interviene para nada la buena o mala voluntad de absoluta frente a lo que escapa a nuestros esquemas. Y algo de esto aún
las personas en la búsqueda de la verdad, ni siquiera el contenido de la subsiste en grupos radicalizados de cualquier índole, incapaces de vivir
opción que cada cual realice, pues «el derecho a esta inmunidad per­ en un clima: de respeto y tolerancia. Si· el que actúa de esta manera se
manece también en quienes no cumplen con la obligación de buscar la considera creyente, hay razones fundadas para no creer en su mensaje
verdad y darle su admisión». La única condición, como señalará más y testimonio, pues toda religión o persona que se hace intolerante pier­
adelante, es «tener en cuenta los derechos ajenos y sus deberes para de su autoridad para hablar de Dios. También la moral cristiana ha de
con los demás y para con el bien común de todos». aprender a abrirse paso en una sociedad pluralista y a deshacerse del
Reconocer el valor de la tolerancia religiosa no significa caer en un rostro intolerante con el que muchas veces se ha presentado.
indiferentismo absoluto, como si nuestra experiencia de fe hubiera per-
***
84 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FE CRISTIANA, ÉTICA CIVIL Y TOLERANCIA 85

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¡
AUTONOMÍA Y AUTENTICIDAD DEL COMPORTAMIENTO 87

sus propios impulsos a un ritmo instintivo, y esta conducta queda orde­


nada por la teleología especial de cada uno, en el · ser humano no• es
posible tal regulación.
Todos sabemos que el niño es un ser profundamente egoísta desde
el punto de vista psicológico y · que reacciona, actúa y se comporta
impulsado por las necesidades cercanas que busca satisfacer. Lo único
que le interesa es colmar las exigencias de cualquier tipo en el momen­
5 to en que experimenta la necesidad o siente el vacío de una respuesta.
Como no tiene perspectiva de cara al futuro, y el campo de visión se
Autonomía y autenticidad reduce al presente, con un mínimo de posibilidades, la renuncia a la
del comportamiento satisfacción inmediata provoca el malestar y la frustración, que el niño
patentiza de muchas maneras. Si él pudiese organizar su conducta de
. acuerdo con sus deseos más íntimos y urgentes, todo quedaría subordi­
Insuficiencia del instinto en la regulación de la conducta nado a satisfacer lo antes posible las apetencias que experimenta. El
final de este proceso llevaría a una deshumanización progresiva, pues
Si la moral es la ciencia de los valores que orientan e iluminan la con­ la motivación de cualquier comportamiento se basaría, como última
ducta para que el ser humano pueda realizarse corno persona, ya hemos razón, en la búsqueda del placer que apagara exclusivamente su propia
insistido en que este proceso no se consigue, como en el mundo ani­ necesidad. La conducta humana quedaría entonces sometida al egoís­
mal, dejándose llevar por las leyes del instinto. Su evolución y progre­ mo del instinto, eliminando los otros valores que pudieran dignificarla.
so debe obtenerse a través de un aprendizaje, ya que no estamos pro­
gramados por los mecanismos de la propia naturaleza para alcanzar
tales objetivos. El comportamiento ético, que exige actuar de acuerdo Dimensión egoísta de la educación infantil
con unas pautas determinadas, tiene, por tanto, un origen externo. La
bondad, en las primeras reflexiones de la filosofía, conservaba un La educación, por tanto, no es posible sin una dosis de sacrificio, a fin
parenteséo cercano con la justicia. Consistía en vivir en armonía con de no dejarse llevar por el capricho inmediato y tener en cuenta tam­
los esquemas sociales y el orden político vigentes, a fin de mantener la bién la presencia y los derechos de otras personas. Ahora bien, al niño
estabilidad y la concordia. No se puede hacer lo que apetece, sino lo · no se le puede imponer una renuncia repetida como ésta, si no encuen­
que es justo para el bien de la sociedad. Toda ética ha exigido siempre tra al mismo tiempo una recompensa y un premio que desea mucho
la muerte de lo espontáneo como un deseo incontrolable, para recono­ más que la satisfacción de su propio placer. Sería incapaz de compren­
cer la realidad del otro. der por qué, en función de otro valor que le resulta desconocido e inac­
Esto significa que la mera instintividad del niño no basta para regu­ cesible, tiene que abandonar lo que le gusta yle apetece en ese momen­
lar un comportamiento humano. Desde el comienzo de la vida se to. La única motivación eficaz para la aceptación de ese sacrificio sólo
impone la urgencia de una ascesis, no ya como un lujo religioso, sino puede encontrarse en que lo descubra como algo útil y necesario para.
como una necesidad insoslayable para evitar la anarquía del simple su propio interés. El egoísmo humano tiene aquí una función ético­
capricho. I;,s la función de los padres en estas primeras etapas. Se trata pedagógica insustituible. La obediencia se abraza por una razón enor­
de que la conducta no se moldee en función de las necesidades ins­ memente interesada: es el precio para no sentirse rechazado por sus
tintivas, sino que se acepte la consiguiente renuncia, imprescindible padres y encontrar una acogida benévola que lo llene de. cariño y
para una progresiva humanización. Lo más característico de una peda­ seguridad.
gogía humana consiste precisamente en el sometimiento a una satis­ La psicología moderna ha insistido mucho en que esta alimenta­
facción diferida, retardada más allá de su llamada inmediata, o inclu­ ción psíquica y afectiva es mucho más importante aún que la mera­
so el rechazo de semejantes exigencias. Si el animal puede satisfacer mente biológica. La falta de cariño, el no sentirse arropado por las
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manos y el corazón de quienes le rodean, puede provocar en el niño alternativa para merecer la recompensa que busca, aunque por dentro
una situación de anemia psicológica que obstaculice su proceso de sienta la presión que le imponen. Desde el principio sabe muy bien
evolución y desarrollo. Son muchos los estudios realizados sobre las · cómo debe comportarse, pero esta ética infantil se caracteriza por el
posibles repercusiones en el psiquismo del feto que no ha sido acogi­ hecho de que ignora las razones para actuar de una forma determina­
do amorosamente por los padres, o los traumas que llegan a provocar da. La única justificación reside· en los sentimientos que despierta su
las experiencias de rechazo en los primeros momentos de la vida. docilidad o su desobediencia.
Basta con visitar cualquier internado de huérfanos o niños abandona­
dos para descubrir la mirada triste y melancólica, el deseo de sentir la
caricia y cercanía de quienes se acercan, pues apenas si han experi­ Presiones posteriores en el psiquismo humano
mentado el calor y el afecto, debido a la ausencia de un hogar.
De esta manera, el proceso educativo del niño tiene mucho que ver Por otra parte, más allá de la infancia, la civilización impone también
con el fenómeno de la domesticación. Como el animal al que se da un una serie de renuncias, como exigencias necesarias para vivir armo­
terrón de azúcar después de cada actuación, el niño es domesticado niosamente en sociedad. La persona necesita sentirse aceptada también
para que actúe también de acuerdo con unas pautas y normas de con­ por la comunidad en la que vive, encontrar un grupo en el que no se
ducta, y cuando así lo haga recibirá como premio el cariño que necesi­ sienta extraño o extranjero, pues sabe muy bien que sin esa acogida no
ta por encima de todo, pues sin él la vida se le haría radicalmente inso­ podría desarrollar todas sus posibilidades ni superar el impresionante
portable. Si se adapta a la realidad y se somete a las frustraciones y vacío de una existencia solitaria. En el fondo, todos tememos la posi­
límites que se le imponen, es porque detrás de la privación inmediata bilidad de un rechazo, de una expulsión que nos separe del grupo, de
hay algo que anhela con una mayor ilusión: no sentirse como extraño, la ideología, de los otros miembros con los que estamos unidos; sobre
huérfano y solitario en su propia casa; poder experimentar la alegría todo si esta vinculación se ha mantenido durante mucho tiempo.
benéfica de la aceptación y la ternura. El útero materno ha sido susti­ Este miedo a perder el cariño social -aquel rincón donde vivimos
tuido por este dima amoroso, en el que se siente acogido y continúa su al abrigo de la intemperie, al calor de la amistad acogedora- puede
evolución. Está demostrado el carácter prematuro del nacimiento modelar nuestra conducta de manera parecida a como sucede en el
humano y la necesidad de un útero social para que su desarrollo no se niño. Si obedecemos a los imperativos de la autoridad social -llámese
paralice. Es significativo que en algunas tribus africanas se denomine Iglesia, partido o ideología-, sería también, en este caso, para evitar
«placenta» el paño con que la madre sujeta al hijo a su espalda bastante cualquier tipo de excomunión. El mayor castigo consistiría en caminar
tiempo después del parto. por la vida como seres solitarios y vagabundos, sin ningún calor y
La ética, es decir, un determinado estilo de comportamiento, nace compañía a nuestro lado. Caín, que experimentó después de su crimen
por una imposición externa y autoritaria, ya que el niño desconoce esta maldición -«Vagabundo y errante serás en la tierra»: Gn 4,12-,
cómo tiene que actuar. Este aprendizaje se realiza por la presencia en confiesa dolorosamente que «es demasiado grande para soportarla»
su psiquismo de un egoísmo interesado: será bueno todo lo que le sirva (Gn 4,13).
para obtener el afecto, cariño y aprobación de sus padres, mientras que Y es que todos necesitamos también un espacio que nos ofrezca
considerará malo y depravado aquello que le provoque la pérdida de protección y seguridad; el calor de un ambiente que nos evite la sensa­
ese amor o ponga en peligro su consecución. El único criterio para ción de vivir como seres solitarios y sin ningún cobijo; la cercanía
distinguir la bondad de la malicia es el beneficio o la amenaza que afectiva de otros que nos haga más llevadera la propia existencia. No
experimenta. habría peor castigo que la expulsión y el rechazo del grupo que sirve
No es de extrañar, por tanto, que por debajo de su docilidad y sumi­ como asilo y refugio para no caminar en la soledad. El precio a pagar
sión exista también una dosis de agresividad profunda que ni siquiera es aquí también el sometimiento a unas normas de conducta, a deter­
se atreve a reconocer. La autoridad paterna es la primera que contradi­ minadas costumbres sociales, como requisito para evitar la margina­
ce sus propios deseos e impide que se comporte de acuerdo con sus ción. En la medida en que se responde a las expectativas de los <lemas,
gustos y necesidades inmediatas. Si obedece, es porque no tiene otra la recompensa será el aprecio y la estima de quienes nos rodean. Habrá
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que sacrificar lo que sea necesario con tal de no sentir, como una terri­ procha con una fuerza aún mayor. E� la mala conciencia _1! que imp�­
ble amenaza, la condena de la exclusión que nos arroja al desamparo. de la satisfacción por el deber cumplido y destroza el canno y la esti-
No todas las lealtades a los compromisos adquiridos con las insti­ ma personal, que también se necesitan. .
tuciones o personas conservan una motivación limpia y razonable. Es . . ·
Sin embargo, el sentido oculto de semeJante comportamiento sigue
posible que tanto el conservador, que afirma defender una larga tradi­ siendo infantil .e injustificado: la ·razón para actuar así es posible que
ción, como el progresista, que dice buscar la verdad por encima de también se desconozca por completo. Hay que comportarse de esta
todo, quieran simplemente conservar el espacio ideológico en que se forma por el simple hecho de que está mandado, pues de lo contrario
encuentran instalados. Han encontrado apoyo, acogida y estabilidad, y se desencadena la agresividad, el dolor y el remordimiento, de los que
sería demasiado duro renunciar a esa situación por miedo al rechazo se quiere huir por el malestar que causan. El yo ideal, que tanto grat�­
inevitable del propio grupo y a la dificultad de ser acogido por otro. fica al propio narcisismo, ha quedado roto, dejando a la persona sumi­
Las presiones sociales y las exigencias del ambiente modelan la con­ da en su fracaso.
ducta del individuo que se somete, sobre todo, para conseguir el afec­ Estos mecanismos infantiles no se eliminan siempre en la expe­
to de su entorno: También aquí, como el niño, el adulto sabe cómo riencia religiosa. La idea de un Dios que premia o castiga, o la obe­
debe comportarse, pero desconoce los motivos que justifican su actuar. diencia a la Iglesia, que nos manifiesta y comunica su divina voluntad,
Es el sentimiento que sigue predominando sobre la razón. pueden ser los sustitutivos de aquellas presiones externas e interiores
cuando el sometimiento reviste el mismo carácter infantil, ciego y ego­
ísta que hemos señalado con anterioridad. La vida cristiana está llena
La presión de la propia conciencia también de múltiples impurezas psicológicas, fáciles de constatar.
Todo este conjunto de presiones, normas, imperativos, prohibiciones,
pautas de conducta y costumbres aceptadas experimenta un proceso El miedo y la amenaza de Dios
constante de interiorización en la conciencia, por lo que pueden llegar
a convertirse en un eco exacto de la autoridad externa. Es un mecanis­ La fe nos hace creer en la existencia de un Dios, que aparece como
mo que resulta muy importante para el control de las pulsiones, por­ objeto supremo de la felicidad que el ser humano anhela, co1:llo pleni­
que, si la prohibición viniera siempre del otro, aparecería como algo tud de nuestra realización personal, ayuda para nuestras limitaciones,
frustrante y difícil de soportar a la larga. En un principio, se acepta la refugio de nuestra angustia ante la gran aventura de la vida, el �ran per­
obediencia por un proceso de idealización en el que la autoridad es donador de cualquier debilidad. En una palabra, es el mayor bien ofre­
revestida de atributos y cualidades perfectas, sin ninguna posibilidad cido al creyente, y su pérdida constituye la mayor tragedia o calami­
de crítica. Cuando esta figura se desmorona, brotan la rebeldía y la dad, sobre todo teniendo en cuenta la dimensión eterna del castigo, en
agresividad; pero la identificación hace posible que las órdenes, im­ caso de ser rechazado por Él. En esta contextura psicológica es muy
puestas antes desde fuera, aparezcan ahora como exigencias internas. fácil que la conducta del cristiano, su docilidad a los preceptos divinos,
Así, en virtud de este mecanismo connatural, comienza a funcionar esté fundamentalmente motivada por el miedo a perder su protección y
la conciencia bajo una aparente autonomía, en cuanto que las prohibi­ seguridad. Si queremos obtener la salvación eterna, la mayor reco�­
ciones ejercen su influjo en ausencia de los padres o al margen de las pensa de bienestar y gozo que se nos puede ofrecer, no hay otro cami­
pautas sociológicas. Se hará lo que estaba mandado, pero no ya para no que la obediencia a su ley. Una sumisión que se hace de nuevo irra­
conseguir el afecto de la familia o la estima de la sociedad, sino por ser cional, .sin saber por qué ni estar convencidos de lo que está mandado.
fiel a esta otra llamada que llega desde el corazón. Obedecerla es ahora El único motivo latente sigue siendo el propio interés: la conquista de
también la única forma de.alcanzar el premio y la aprobación del pro­ algo que se anhela por encima de cualquier otro cariño.
pio yo. Una recompensa personal que se valora por encima de las No dudo que este camino resulta positivo como etapa introducto­
externas, como acontecía hasta ahora. De la misma manera que el re­ ria, con tal de superar esta primera fase egocéntrica. Dios no utiliza
mordimiento interior, cuando no se escucha su llamada, castiga y re- esquemas ajenos a nuestra psicología, y nuestro narcisismo tiene que
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sentirse ilusionado por ese ofrecimiento de felicidad que descubrimos fuerza radica en las emociones de temor y admiración que despierta,
en su mensaje. El deseo de conseguirla nos abre el corazón a su pala­ no en el análisis motivado de sus contenidos. La buena conciencia se
bra y, como sucede �n las primeras experiencias del amor humano, tiene por el mero hecho de haber obedecido a la autoridad, lo cual pro­
nuestra relación con El se inicia siempre en un clima de marcado ego­ duce un sentimiento benéfico de seguridad y bienestar al recibir su
ísmo, que habrá de purificarse con el tiempo y la consiguiente madu­ aprobación. Y la mala, por el contrario, brota ante el peligro de ser cas­
ración. No hay que olvidar que los mismos mecanismos psicológicos tigado y, sobre todo, ante la posibilidad de sentirse abandonado por
-sin excluir los conflictos y agresividades- que actúan en nuestras ella. Lo que se busca, por encima de cualquier otro deseo, es una espe­
relaciones con los otros están presentes también en la relación sobre­ cie de regazo materno donde el individuo se sienta seguro y protegido.
natural, a pesar de que semejante experiencia religiosa sea fruto de la Para ello no hay mejor camino que la obediencia sumisa, a fin de que­
gracia. dar amparado por la fuerza del poder.
Lo que no deja de ser lamentable es que este proceso purificatorio La virtud mayor, en una estructura como ésta, es la sumisión abso­
sea insignificante en bastantes cristianos que, después de mucho tiem­ luta, que impide no sólo la crítica o el disentimiento, sino incluso la
po de vida interior y oración, se mantienen fieles a Dios, especialmen­ posibilidad misma de dudar. Es una imagen, a nivel personal, de lo que
te y sobre todo, para evitar las consecuencias trágicas de una mala con­ sucede en toda dictadura política y religiosa. La presión interior im­
ducta. También aquí su buen comportamiento, cuya racionalidad y sig­ puesta es mucho más eficaz que cualquier coacción externa de la mis­
nificado ignoran casi por completo, es el precio para no experimentar ma autoridad, pues de aquélla no es posible escapar y acompaña siem­
un rechazo eterno y definitivo. De esta forma, la ética se vive en un pre con una vigilancia constante que jamás abandona. Fromm ha insis­
dima de sumisión, miedo y remordimiento, incompatible con una rela­ tido también en cómo se forma esta estructura autoritaria a nivel socio­
ción amorosa y filial: «No cabe temor en el amor; antes bien, el amor lógico y político. Hay personas que sólo son felices obedeciendo a la
pleno expulsa el temor, porque el temor entraña castigo; quien teme no autoridad, lo mismo que otras disfrutan rebelándose. En todos estos
ha alcanzado la plenitud en el amor» (1 Jn 4,18). casos, la subordinación está sostenida, no por motivaciones racionales,
Es un paralelismo semejante al que se experimenta con la imagen sino por los influjos del mundo afectivo. Los sentimientos de miedo,
del padre, cuyo poder suscita la atracción y el cariño, pero también la admiración, cariño, seguridad, etc. hacen que el subalterno renuncie
agresividad e incluso un odio profundo, que de ninguna manera inte­ con gozo a su propia autonomía para convertirse en un instrumento del
resa llegar a reconocer. Es más reconfortante y positivo seguir creyen­ superior, cuya voluntad decide siempre de forma definitiva.
do que se ama, piles descubrir lo contrario sería suficiente para sentir­ Como el sometimiento mantenido siempre con medios violentos y
nos culpables y merecedores de castigo. No sería extraño encontrar a coactivos provocaría, antes o después, un malestar impresionante que
algunos creyentes para quienes la hipotética idea de la no existencia de incitaría a la rebelión, es mucho mejor que tales mecanismos represi­
Dios constituiría un alivio impresionante, pues vivirían así más a gusto vos se interioricen en el mismo inconsciente. Las razones y justifica­
y con mayor libertad, aunque no pueden concienciar semejante senti­ ciones que se aportan no responden a las verdaderas, que permanecen
miento, porque las reacciones serían terriblemente negativas. ocultas y encubiertas. Cualquier deseo o impulso incompatible con los
esquemas propuestos queda de inmediato :reprimido. Es verdad que
esta renuncia supone siempre una dosis de frustración, pero la obe­
El peligro de una conciencia autoritaria diencia tiene también mucho de placentero, pues satisface tanto la
necesidad de mitigar el miedo como la exigencia de grandeza y poder,
Todo lo que hemos dicho hasta ahora explica por qué se forma con al sentirse vinculado con la autoridad. El requisito indispensable de
tanta facilidad una conciencia autoritaria, como un mecanismo espon­ esta última es que los individuos esperen de ella protección y firmeza,
táneo del psiquismo humano. El aspecto más característico reside en pero que, al mismo tiempo, le teman lo suficiente para evitar el recha­
que sus determinaciones e imperativos no nacen por un juicio.de valor zo o la exclusión.

l
sobre la conducta, por un convencimiento racional de que así hay que Lo más peligroso de todo esto es que la autoridad puede terminar
comportarse, sino, simplemente, por ser mandatos de la autoridad. Su haciéndose anónima, como si no existiera. No supone ninguna coac-
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ción aparente, sino sólo una suave presión, ya que no se sospecha de los que viven con una conciencia manipulada e ignorantes de esta
dónde vienen las órdenes. El individuo ni siquiera se siente esclavo. Es situación, pues resulta mucho más .cómodo y tranquilizador que en­
como un autómata que se deja llevar por el conformismo, sin necesi­ frentarse a la propia autonomía y responsabilidad. Por muy acostum­
dad de hacerse pregunta alguna. Las mismas rebeldías son epidérmicas brados que estemos a vivir de esta manera, como si fuese la más cris­
y superficiales. El rebelde, en estas estructuras, libera su hostilidad tiana y religiosa de todas, la autoridad no puede convertirse en el argu­
contra la excesiva dureza, la injusticia o la falta de amor, aunque sólo mento último y definitivo para la valoración de una conducta.
superficialmente, pues conserva las mismas necesidades psicológicas Ni siquiera basta, para la aceptación de una normativa, buscar un
de protección y apoyo, de las que la autoridad sabrá también aprove­ apoyo en la santa, voluntad de Dios que confirme con su palabra una
charse. Por eso, hasta la libertad de ciertas democracias se queda siem­ conducta concr�ta. Dios no es un ser caprichoso que hace bueno o
pre en una esperanza ilusoria que no llega a realizar. Hay otras dicta­ malo lo que a El se le ocurre, como la Iglesia tampoco puede serlo,
duras más sutiles y de las que no es tan fácil liberarse, pues entran en pues sería caer en un nominalismo que ha sido ya muchas veces recha­
juego otros mecanismos más complejos y ocultos. zado en la historia. Si un comportamiento resulta inadmisible, no es
por estar prohibido, sino que está prohibido precisamente por su carác­
ter deshumanizador. El mismo santo Tomás defiende este presupuesto
La autoridad en el campo de la ética de base cuando afirma, en su comentario a la segunda carta a los
Corintios, que quien evita hacer un mal no por su maldad intrínseca,
De todo lo dicho, creo que puede sacarse una primera conclusión evi­ sino por el hecho de que así está mandado, no podrá considerarse una
dente: si queremos vivir de una manera adulta, no basta la simple obe­ persona libre. La sumisión ciega no dignifica a quien la impone, pero
diencia a la ley, el sometimiento a lo mandado por la autoridad, sin tampoco a quien la acepta, pues se elimina la dimensión racional de la
saber dar una explicación motivada de nuestra conducta. La justifica­ conducta, como si se diera una regresión infantil.
ción última sobre la bondad o malicia de una acción no se encuentra
jamás -a no ser en el caso de las leyes puramente positivas- en el
hecho de que esté mandada o prohibida, pues esto constituye lo más Hacia una autonomía adulta
característico del comportamiento infantil, sino en el análisis y estudio
de su . contenido interno. Hay que pasar de una moral heterónoma e Es cierto que la confianza en la autoridad, en los que más saben sobre
impositiva a una conducta adulta y responsable. un tema, es garantía suficiente para dejarnos guiar en la praxis ordina­
Todos los autores que han tratado sobre el desarrollo del sentido ria de cada día. Resulta imposible que todos los individuos alcancen un
moral insisten en que la autonomía, aunque se utilicen a veces otros grado de conocimiento tal que puedan comprender por sí mismos lo
términos distintos, constituye la plenitud y meta de todo el proceso acertado de las decisiones que adoptan las personas competentes en el
evolutivo. Lo que debería ser una etapa pasajera no debe convertirse en campo de su especialidad. Al médico, al abogado, al técnico en cual­
algo estable. La pre-moral necesaria para una educación no podrá ser quier oficio... no se le suele pedir una explicación científica de su diag­
la única forma de regular la conducta más adelante, ni el prólogo lle­ nóstico, de su valoración o del método que utilice, porque no siempre
gar a convertirse en una conclusión definitiva. De lo contrario, las crí­ existe capacidad para entender sus justificaciones. El mismo lenguaje
ticas de Freud contra una moral supecyoica e inmadura seguirán empleado resulta con frecuencia incomprensible. Pero es cierto tam­
teniendo validez, y todo intento de construir una ética por este camino bién que, si me fío de él, es porque creo que sus juicios están funda­
estará condenado al fracaso. Su error pudo estar precisamente en no meritados en razones objetivas, y perdería por completo su credibilidad
aceptar la posibilidad de un paso posterior, donde la conciencia llega a en el momento en que desconfiara de la racionalidad de sus decisiones,
superar ese estadio infantil, como otros autores de inspiración psicoa­ cuando la experiencia demuestre que no suelen ser acertadas y que se
nalítica han señalado. equivoca con frecuencia. En cualquier caso, sus conocimientos deben
Esta posibilidad de evolución, sin embargo, no significa que, de ser los suficientes para poder dar una justificación razonable siempre
hecho, llegue siempre a realizarse en la praxis humana. Son muchos que alguien se la pida.
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Quiero decir que fiarse de los especialistas en un tema es una vaciones diferentes en su conducta: una, la que dice y manifiesta hacia
muestra de sensatez, porque están preparados para encontrar la· mejor fuera, la más superficial y aparente de nuestro yo, que le sirve de jus­
solución. Sin embargo, para que su autoridad termine siendo creíble y tificación ante sí misma y ante los demás; otra, la verdadera, que opera
goce de suficiente garantía tiene que ganarse esa confianza y demos­ bajo la superficie, con un influjo auténtico, aunque encubierto y disi­
trar la competencia en sus actuaciones. Algo parecido habría que decir mulado. De esta última somos con frecuencia ignorantes, pues perte­
de la moral. Tampoco es fácil que, en este terreno concreto, la gente nece al mundo inconsciente, hacia el que arrojamos con una premedi­
conozca las razones para admitir o rechazar una conducta determina­ tación ocultamente dirigida todo lo que no gusta aceptar o reconocer.
da. Que la Iglesia ofrezca su enseñanza para iluminar a estas personas Además de los olvidos naturales, en el psiquismo humano se da otra
es un servicio que presta a todo el que lo necesita. Pero existe una dife­ serie impresionante de olvidos interesados.
rencia significativa, en comparación con otras especialidades. Hay, en efecto, una zona oscura y sombría de nuestra personalidad,
Interpretar la ley vigente para llevar adelante un proceso, o .diag­ donde guardamos celosamente los aspectos negativos con los que no
nosticar una dolencia a partir de ciertos síntomas, requiere una prepa­ deseamos encontrarnos en la realidad. Es la consecuencia del tan cono­
ración y una experiencia reservadas al especialista. Conocer, sin em­ cido fenómeno de la represión. Cuando la censura -bajo el nombre de
bargo, por qué una conducta deshumaniza y por qué, si uno es creyen­ «padre», «conciencia», «sociedad», «Iglesia» o «Dios»- impide la ma­
te, dicha conducta rompe además la relación con Dios, encierra una nifestación de ciertos impulsos, los cataloga como pecaminosos o des­
explicación accesible a todo el que la demande. En épocas anteriores, humanizadores, los denuncia como indignos o vergonzosos, la mejor
es posible que la gente tuviera más confianza en la enseñanza oficial; forma de escapar de ellos consiste en reprimirlos por completo.
pero esa credibilidad ha descendido hoy mucho, tal vez porque no Cuando todo el interés se centra en vivir de acuerdo con el yo ideal
siempre se ha presentado con una base suficiente. que nos han impuesto desde pequeños, que la sociedad nos exige y que
Cuando Dios o la Iglesia prohíben una conducta, el creyente tendrá la misma conciencia demanda, cualquier elemento que no encaje con
que aceptar su malicia, pero tiene derecho a preguntarse también por ese proyecto es una herida dolorosa al propio narcisismo. Lo mejor,
las razones de tal prohibición, para actuar de forma adulta y convenci­ entonces, es apartarlo de nuestra vista, ignorarlo como si no formara
da. Si la fe nos presenta una serie de misterios que no se explican por parte de nuestra existencia. Así se elimina de raíz cualquier tipo de
la razón, sino por la autoridad de Dios que se revela y se comunica, la angustia o de culpabilidad, pues la vida consciente se mantiene limpia
ética humana no pertenece a ese mundo misterioso, aunque admitamos y en tensión perfecta hacia el ideal programado, con la alegría interior
la complejidad de una valoración concreta y lo difícil de encontrar a de responder a las expectativas que nos han creado y a las exigencias
veces la solución más adecuada. El interito de orientarnos hacia esa de una imagen perfeccionista.
autonomía, para comprender los motivos de nuestra conducta y supe­ La represión no es un acto de voluntad por el que se renuncia de
rar un comportamiento infantil, es, pues, una primera exigencia ética y manera consciente y responsable a las pulsiones anárquicas y descon­
psicológica como requisito para la maduración de la persona y del cris­ troladas, para integrar esas fuerzas dentro del psiquismo. Es un meca­
tiano. Creo que es el mayor desafío con el que hoy se enfrenta cual­ nismo del que no se tiene conciencia, que busca arrojar en el silencio
quier tarea educativa y al que no siempre se ha respondido en la for­ más absoluto, para que su voz no se oiga, todo aquello que moleste o
mación de la conciencia. desagrade. Un engaño pretendido para hacemos creer que todo está
superado, pues ni siquiera existe la sospecha de que hay otras realida­
des escondidas en lo más profundo. No se trata, pues, de un esfuerzo.
La cara oculta del inconsciente laborioso o ascético, sino precisamente de todo lo contrario: la ausen­
cia más absoluta de un instinto o pulsión que, al quedar reprimido, deja
No basta con conocer las razones que existen para actuar; es necesario de llamar a las puertas del psiquismo consciente, no molesta con sus
un esfuerzo posterior para descubrir cuáles son las verdaderas, las insinuaciones, ni sus influjos se constatan de una forma directa; La
auténticas, las que influyen realmente en nuestra forma de actuar. La impresión es de que todo queda perfectamente integrado y en comple­
psicología nos recuerda que la persona suele tener a menudo dos moti- ta armonía.
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Todo ello supone la presencia de un doble sistema psíquico en constantemente a la superficie, aunque para conseguirlo necesita cam­
nuestra personalidad. El inconsciente es la sombra, el lado oscuro del biar de nombre y de imagen, a fin de que la censura no lo reconozca
ser humano, el vertedero de la vida, donde arrojamos la basura y mise­ como indeseable y le impida su manifestación. Silogra burlar la vigi­
ria de la propia existencia. Y el otro -la personalidad aparente, la que lancia y atravesar las fronteras de lo consciente, es porque ha oculta­
presentamos hacia el exterior, moldeada por las normas sociales de do bajo otras apariencias su verdadera identidad. La conducta que
comportamiento- constituye la persona, que oculta y disimula la ver­ aparece entonces como buena y aceptable puede tener, en el fondo,
dad completa de lo que somos. Persona, en griego, era sinónimo pre­ otras motivaciones bastantes diferentes de las que el individuo sospe­
cisamente de la máscara que se utilizaba en el teatro para la represen­ cha. Se trata, en realidad, de un comportamiento pseudo-moral, pues
tación de los diferentes personajes. La meta final de la educación, a la persona víctima de ese engaño justifica su actuación con motivos
todos los niveles, intenta hacemos más sociales y aceptados por la auténticos en apariencia, pero cuyo significado es otro muy diferente
exterioridad de nuestra conducta. El yo recibe de esa forma su premio y desconocido.
y gratificación, con el reconocimiento otorgado por la sociedad y por Nadie desea reconocer las múltiples tendencias negativas que cada
la propia conciencia. Lo importante, desde pequeños, es acomodar cua l almacena en su interior, y desde luego, si intenta vivir con hones­
nuestra conducta externa a esas pautas que reportan el aprecio y la tidad, no le gustaría en absoluto dejarse llevar por ellas. Pero tampoco
buena fama. Todas las otras tendencias que no concuerdan con el ideal hay que olvidar su enorme influjo en la práctica cuando se hacen pre­
propuesto y podrían rebajar la estimación conseguida tienen el peligro sentes, disimuladas bajo otras apariencias positivas que aparecen inclu­
de ser arrojadas a la sombra -la región más humillante y vergonzosa de so como virtuosas y hasta evangélicas. El único esfuerzo se centra en
la personalidad, cuya realidad no interesa conocer para no despertar la darle un nombre distinto que pueda servirle de disfraz, para que no
mala conciencia o la necesidad de un esfuerzo posterior. Por eso se ha encuentre ninguna condena u oposición al querer entrar en la zona
dicho, con razón, que la verdad de una persona es, sobre todo, aquello consciente. Si apareciera con su verdadera identidad, sería de nuevo
que oculta. reprimida, pues el super-yo narcisista impediría el paso de todo aque­
llo que pudiera afearle o que no encajara con su yo ideal.
También a nivel consciente; basta con llamar a las cosas por otro
El peligro de una pseudo-moral nombre para que su aceptación social no despierte mayores dificulta­
des. Cuando de una persona que especula y se aprovecha de sus amis­
De esta forma, la personalidad queda fuertemente recortada, pues el yo tades para revalorizar unos terrenos que ha comprado a gente necesita­
externo y consciente, que actúa con educación, elegancia y buenos da, se dice que tiene una vista espléndida para los negocios, se la acep­
modales, es sólo la parte más superficial de nuestro ser. Por debajo, y ta mucho mejor que si se le calificara, pura y simplemente, de ladrón.
escondida en lo hondo, queda la existencia de un mundo que, a pesar O si a un sujeto incapaz de emitir un juicio, por su ignorancia y des­
de la tranquilidad aparente y de su silencio clandestino, va a orientar e conocimiento, se le adjetiva como prudente, tampoco le faltará una
intervenir poderosamente en el mismo comportamiento exterior. La dosis de estima y aprecio. El juego consiste en cambiar las apariencias,
moral, como la educación, encierra también este grave peligro cuando, como acontece aún más en el mundo del inconsciente.
con sus normas y obligaciones, intenta regular la conducta periférica y Así, cualquier tipo de fanatismo o deseo de dominación, que sería
visible, la que más interesa y gratifica al individuo, favoreciendo la vergonzoso reconocer en nuestra sociedad abierta y democrática,
falsa ilusión de que todo está integrado y asumido, sin caer en la cuen­ encuentra una salida airosa cuando se oculta bajo el nombre de «celo
ta de que su victoria ha sido muy parcial y reducida. Por dentro, aún apostólico». La pasividad de quien apenas muestra dinamismo o sien­
queda una región desconocida que va a ser fuente de otras compensa­ te miedo a su responsabilidad se encubre con el rostr o de la «obedien­
ciones negativas y peligrosas, como vamos a señalar. cia»; como camino más seguro para la toma de las propias decisiones.
Si hay algo claro que ha puesto de manifiesto el psicoanálisis, es la La avidez que nunca se siente satisfecha se exalta y disimula con el
actividad encubierta de todos los elementos reprimidos. El dinamismo «espíritu de creatividad». El infantilismo del inmaduro que necesita
del impulso no desaparece por la represión, sino que lucha por salir una dependencia constante se confunde con el «abandono en la Provi-
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dencia» o con la «infancia evangélica y espiritual». Llenar la anemia sión para no enfrentarse a una verdad que resulta dolorosa, una salida
afectiva o el hambre de cariño, que supondría aprovecharse de los por la puerta falsa, que alivia la presión interior. El yo descubre en los
demás, no provoca rechazo cuando se considera un «gesto sincero de síntomas patológicos un cierto beneficio y una dosis de satisfacción, a
amistad» y un «camino para la madurez». El masoquismo encubierto, pesar del carácter doloroso y molesto que encierran, pues le sirven para
por el que uno quiere hacerse daño, y cuya existencia humilla, se disi­ liberarse de las resistencias impuestas. Por eso al neurótico, aunque
mula con gran elegancia en ciertas prácticas ascéticas y se hace vir­ diga que lo está deseando, no le interesa su curación, ya que entonces
tuoso a la sombra de la austeridad cristiana. Y hasta los conflictos debería afrontar otra realidad más molesta y que ha suavizado con su
internos que no interesa solucionar resultan menos dolorosos si se síntoma actual. En cualquier terapia, más o menos profunda, se cons­
viven como una «tentación que purifica». tata enseguida cómo el enfermo se defiende de inmediato y rechaza de
múltiples maneras el camino que puede llevarle a la curación. Prefiere
seguir soportando la carga actual antes que acercarse al verdadero pro­
Los mecanismos neuróticos blema, del que huye.
Si la ética es la ciencia que debe orientar al ser humano hacia su
La lista se podría incrementar con otra multitud de comportamientos. plena realización como persona, no basta, para quedar satisfecho, con
Lo dicho no es más que un pequeño muestrario de cómo la pseudo­ adecuar la conducta externa de acuerdo con las propias exigencias
moral del inconsciente reproduce externamente las normas y valores morales. Ese primer paso será necesario para impedir cualquier des­
de la ética verdadera y objetiva, aunque el modo de vivirla sea dife­ control, pero habría que denunciar también, como un segundo requisi­
rente, por el influjo de esa motivación desconocida. La falsedad de tal to previo, la posible mentira hipócrita de aquellos comportamientos
conducta no reside en que el sujeto debería comportarse de otra mane­ aparentemente aceptables que tienen su origen en el mundo del incons­
ra o en que no tenga razón para actuar como lo hace, sino en que el ciente. Es decir, que no sólo estén fundamentados, sino que, además,
motivo último para obrar así no es tanto el que él manifiesta y con el la motivación que se aporte sea, al mismo tiempo, la verdadera.
que se justifica, sino otro más oculto e inconfesado. Desde el punto de
vista externo, que es lo que fundamentalmente se busca, su comporta­
miento podría considerarse humano y evangélico; lo único que sucede Hacia el encuentro con la propia verdad
es que la dinámica que lo impulsa nace de otros intereses camuflados,
aunque la apariencia sean idéntica a la de otra persona madura y buena. Llegar al descubrimiento de las raíces más profundas no es posible sin
Este mantener lo reprimido fuera de la conciencia supone un gasto un serio psicoanálisis, pues se trata de caminar hacia esas zonas com­
continuo de energías, porque los elementos inconscientes ejercen una pletamente desconocidas que no salen a la superficie de la conciencia.
presión constante para encontrar una salida hacia fuera. Pero la vigi­ Tampoco es necesario su empleo en las. personas que no manifiestan
lancia es rígida y firme, para impedir cualquier tipo de huida y mante­ síntomas de un mayor desequilibrio y conflictividad. Pero, aunque no
nerlos en el silencio y la oscuridad. Por eso lo reprimido permanece se llegara a un conocimiento pleno y total, el yo debe ampliar las fron­
siempre inalterable e imperecedero, sin posibilidad alguna de integra­ teras de su territorio e ir conquistando, poco a poco, aquellas regiones
ción, y al cabo de muchos años se encuentra tal y como estaba al prin­ que no estaban bajo su dominio. A medida que este proceso avance -de
cipio, como una fuerza anárquica y descontrolada. Lo cual explica que las múltiples maneras posibles y al alcance de cualquier persona nor­
a veces, en épocas tardías de la vida y cuando se tenía la impresión de mal-, se irá reduciendo el peligro de tantos ilusionismos falsos y peli­
que todo estaba superado, pueden presentarse, con todo su realismo grosos de los que acabamos de hablar. No creo que esto equivalga,
negativo, determinadas tendencias de cuya existencia ni siquiera se lle­ como a veces se afirma, a una negación refinada del mismo incons­
gaba a sospechar. ciente, al eliminar de esta forma su inaccesibilidad a la conciencia; Si
La misma neurosis, en sus manifestaciones más o menos patológi­ no se diera esta posibilidad de acceso, aunque sea siempre de forma
cas, es una forma concreta de superar tales tensiones internas. La expe­ limitada, tampoco sería posible ningún tipo de terapia, pues la cura psi­
riencia demuestra que los mecanismos neuróticos son una falsa eva- coanalítica dejaría de tener sentido, ya que se ha construido sobre este
102 HACIA UNA N UEVA VISIÓN DE LA ÉTIC A CRISTIANA AUTONOMÍA Y AUT ENTICIDAD DEL COMPORTAMIENTO 103

presupuesto, que, por muy difícil que sea, no es del todo imposible. La retroceso se convierte, al actuar circunstancialmente contra algunos
vocación ética del hombre consiste en esta conquista progresiva para valores éticos, en signo de alegre esperanza: es ahora cuando podrá
que los motivos inconscientes vayan siendo superados por otros que vivir, si se esfuerza y trabaja, una verdadera moral, aunque en algunos
acepta con libertad. casos llegue a optar por otro camino diferente. Además de que no siem­
Hay, pues, una segunda obligación de sacar a la luz los estratos más pre la des-represión de una tendencia ha de llevar necesariamente al
profundos de la personalidad -en la medida, repito, de nuestras posi­ descontrol y falta de dominio en ese terreno.
bilidades-, cuya jurisdicción escapa al dominio de nuestro yo cons­
ciente. El psicoanálisis muestra aquí mayores exigencias que la propia Entre la ilusión ingenua y el desencanto pesimista
moral tradicional, pues nos hace sentirnos responsables de esos proce­
sos inconscientes para poner los remedios adecuados a nuestro alcan­ El ser humano, por tanto, ha de aprender a vivir pacífica y armoniosa­
ce y, así, procurar que la conducta responda a una motivación limpia y mente con una serie de elementos con los que había luchado a muerte
auténtica. Cuando la preocupación se centra en obedecer a la ley y ate­ para vencerlos o ignorarlos. Es el comienzo de una difícil y dolorosa
nerse a lo que está mandado, como tanto se ha insistido en la educa­ convivencia, pues ha descubierto que los tendrá corno compañeros
ción, el peligro de una pseudo-moral se hace aún mayor. inseparables durante el largo viaje de su historia. En adelante, hay que
Este avance hacia el descubrimiento de nuestra propia verdad no se proseguir el camino en estrecha relación con las propias tendencias
da sin una crisis, que sacude el mundo superficial en que se vivía y pro­ egoístas, interesadas, anárquicas, hipócritas, o con cualquier otro im­
duce un efecto desolador. Es el encuentro terrible y desconcertante con pulso negativo.
una realidad que no se quería aceptar de ninguna forma y que, por ello, Todo esto significa la serena y humilde confesión de que por deba­
se había postergado en el más absoluto de los olvidos. Lo que cuesta jo de todo perfeccionismo existe en nuestro corazón, como en el de
trabajo y hace tambalear a nuestro psiquismo es admitir sin tapujos que cualquier otra persona, una misma e idéntica realidad miserable. La
esa otra vertiente sombría y vergonzosa, con su aspecto descorazona­ antigua imagen perfecta, el yo ideal que nos habían impuesto y que
dor, hostil y repugnante, forma parte de nuestra condición. Equivale a habíamos asimilado con la ayuda de nuestro narcisismo, para sentimos
sentir desde fuera, corno una acusación impresionante, la voz de un superiores y ajenos a las limitaciones humanas, se siente destrozado
Natán que hace recaer sobre nosotros la verdad que cuesta reconocer: por una profunda conmoción, expulsado de su trono majestuoso y hun­
«Tú eres ese hombre» (2 Sam 12,7). Entonces, el individuo tiene que dido en la misma pobreza y miseria que atenaza a los demás. Es como
reconciliarse con la totalidad de su existencia, sin intentar disminuir o una visión diferente, donde muchas ilusiones ingenuas quedan derri­
disimular con otros mecanismos de defensa lo que constituye una parte badas por tierra cuando se constata la fragilidad y poca firmeza del
real de su patrimonio. fundamento en que se apoyaban.
No es extraño que durante este duro proceso, sobre todo en situa­ Es doloroso por una parte, pero consolador por otra, descubrir
ciones más complejas y problemáticas, la ruptura de los diques incons­ cómo se desmorona esta imagen perfeccionista y virtuosa que se había
cientes provoque un descontrol que el sujeto no consigue dominar, elaborado después de muchos esfuerzos. El deseo de responder a tan­
aumentando su angustia y culpabilidad. Algunos han condenado. este tas expectativas e ideales obligó a realizar una obra condicionada por
tipo de ayuda por dejar al individuo inerte, sin capacidad de dominar otras presiones que no nacían de la propia interioridad. Al cabo del
sus impulsos; pero olvidan una condición previa muy importante: para tiempo, el individuo tendrá que reconocer con pena que aquella perso­
adquirir una virtud, sea la que sea, es preciso primero tener libertad na no reflejaba su auténtico yo. Ahora comienza otra etapa, en la que
para obrar de otra manera. Y una conducta reprimida, por muy virtuo­ él quiere convertirse en único protagonista, corno si hubiera recupera­
sa que parezca, no tiene ningún valor humano ni religioso. La terapia do la personalidad de la que otros le habían despojado. Cualquiera que
no destruye la moral, sino que descubre y purifica las motivaciones y tenga un poco de experiencia en este campo sabe muy bien que se trata
complejos ocultos para que, sobre una realidad más auténtica, el indi­ de un fenómeno bastante normal y corriente.
viduo se haga capaz de orientar su vida corno quiera, pero ya de una La respuesta a esta experiencia desoladora podría llevar también al
forma libre y responsable. Lo que a primera vista podría parecer un extremo contrario, corno una nueva forma de protesta o venganza con-
104 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTIC A C RISTIANA AUTONOMÍA Y AUTENTICIDAD DEL COMPORTAMIENTO 105

tra la historia vivida con anterioridad. El sentimiento de fracaso le cuencia, ni entraba tampoco entre los objetivos de una buena educa­
invade de tal manera que ha perdido cualquier ilusión de trabajar por ción o de una pedagogía moral. La meta se colocaba en el extremo con­
un futuro diferente, como si no valiera la pena luchar contra lo que trario. La condición para entregarse a los otros era precisamente el
parece irremediable. Si antes valoraba ilusamente su yo, ahora lo deva­ olvido y desprecio de sí mismo, para no quedar prisioneros y encerra­
lúa hasta el punto de entregarse cobardemente a sus exigencias. dos en la propia interioridad. Cuanto menos cariño exista hacia uno
Aceptar el lado negativo de la sombra no significa dejarse llevar por mismo, el amor a los demás irá creciendo, como quien desea entregar
ella. Ni tomar conciencia del lado oscuro del inconsciente implica un todo cuanto tiene sin quedarse con nada para sí.
abandono pasivo en sus manos, pues semejante actitud no resuelve el Por supuesto que este difícil arte no lo identificamos con el típico
problema planteado, ni ayuda a una mejora posterior. Es ahora, como egoísmo individualista, curvado sobre sí mismo, sin espacio ni cabida
hemos dicho, el momento de iniciar un proyecto sobre unas bases más para los demás, insensible frente a las necesidades ajenas, con un olvi­
firmes que las que existían con anterioridad. do profundo hacia todo cuanto no afecte a su persona. La condena de
Cuando se consigue renunciar a la falsa ilusión y no caer en el semejante actitud no ha perdido vigencia y resultará siempre válida en
desencanto, se opera una transformación gozosa de la personalidad, cualquier época o circunstancia. Desde la propia psicología se insiste
pues el sujeto va recuperando poco a poco una zona extensa que per­ en que por ese camino nunca se llegará a la maduración humana, pues
manecía ajena a su dominio y control. Hasta ahora, aunque su imagen supone un rechazo profundo de la oblatividad que marca la meta de
externa despertara admiración, tenía un conocimiento imperfecto y todo proceso educativo. Y desde el evangelio se nos recuerda también
deformado de su propia realidad, una ilusoria idealización del yo, que la misma verdad, aunque con otra terminología: quien está preocupa­
irá cambiando lentamente por otra nueva. Si, a primera vista, esta últi­ do por salvar su vida, la perderá (cf. Le 9,24). El amor es la única
ma parece más pobre y limitada, es sin duda mucho más bella y enri­ moneda que se multiplica cuando se comparte. Poéticamente lo había
quecedora, debido a su verdadera autenticidad. Una ética humana y dicho A. Machado:· «Moneda que está en la mano / quizá se pueda
evangélica no podrá olvidar nunca esta dimensión. guardar/ la monedita del alma/ se pierde si no se da».
Los datos psicológicos y las recomendaciones evangélicas nos
abren, sin embargo, a otra perspectiva bastante diferente. Mientras la
El difícil arte de amarse a sí mismo persona no sea capaz de amarse a sí misma, reconciliarse con sus limi­
taciones, aceptar sus sombras y desajustes interiores, tampoco podrá
Hablar de «amor propio» tiene connotaciones muy negativas. Siempre amar al prójimo con sus propias deficiencias y fallos. Y Jesús vuelve
se ha condenado esta actitud dentro de nuestra espiritualidad cristiana, a insistir en esta verdad cuando responde al escriba acerca de cuál es
como si se tratara de algo indigno y pecaminoso. Se valora con un sen­ el primero de los mandamientos. Después de hacer referencia al cono­
tido peyorativo, pues parece un serio obstáculo para la experiencia del cido texto del Deuteronomio (6,4-5) que habla de amar al Señor con
verdadero amor, que supone una apertura de sí al encuentro y la comu­ todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las
nión con las otras personas. «Querer» supone salir del propio yo para fuerzas, añade de forma explícita: «El segundo es: amarás a tu próji­
poner en el otro el centro de nuestro interés y preocupación. Y nada mo como a ti mismo» (Me 12,31). En este caso, el amor a uno mismo
hay más opuesto a este altruismo generoso que permanecer cerrado a posibilita y condiciona el cariño a los demás, como fácilmente puede
los demás, sin que únicamente nos afecten los problemas personales comprenderse.
que cada cual experimenta en su interior. El prójimo se aleja de tal La cara oculta y sombreada que cada uno lleva en su interior no es
manera que deja de ser próximo para convertirse en un huésped desco­ más que un reflejo significativo de la sombra existente en el corazón
nocido que despierta recelos y hasta ciertas hostilidades. de los demás. Por eso, la persona incapaz de reconciliarse con los ele­
Sin embargo, a pesar de esta primera valoración espontánea tan mentos negativos que oculta en su interior, ya sea porque no los cono­
escasamente positiva, no creo que exista una virtud tan difícil de alcan­ ce o porque no quiere aceptarlos de ninguna manera, está imposibilita­
zar como la de amarse a sí mismo. Un verdadero arte que, por prejui­ da también para aceptar esos mismos componentes en las otras perso­
cios y falsas interpretaciones, no hemos aprendido con mucha fre- nas. El encuentro y la reconciliación con el prójimo comienza, a pesar
106 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTIC A CRISTIANA AUTONOMÍA Y AUTENTICIDAD DEL COMPORTAMIENTO 107

de las diferencias y limitaciones, cuando el sujeto admite, de una forma opacidad de mi interior. Como una invitación permanente a que el
comprensiva, benévola y no exenta de humor, la pequeña y limitada mismo sujeto descubra también la posibilidad de amarse a sí mismo.
realidad que posee, se reconcilia consigo mismo y se abre con cariño Lamirada compasiva y misericordiosa de Dios debería ser, además, un
y benevolencia hacia el fondo más profundo y negativo de su verdad. nuevo estímulo para esta reconciliación amorosa, que lleva a la serena
A partir de este abrazo amoroso con todo lo que uno es y lleva colga­ y humilde confesión de que en ·nuestro interior, como en el de cual­
do a su espalda, y no simplemente con lo que uno sueña ser, el amor quier otra persona, quedan siempre espacios más o menos oscuros y
se convierte en un arte y exige una pedagogía adecuada. Cuando uno miserables. De lo contrario, es muy fácil que se produzca una reacción
no quiere a los demás, no es porque se anie demasiado a sí mismo, sino que frecuentemente se oculta detrás de cualquier crítica dura y agresi­
porque el cariño personal no es aún suficiente. va: una condena tajante puede ser una confesión implícita de lo que no
se quiere reconocer en modo alguno en relación a uno mismo.
El rechazo enérgico y vigoroso produce ilusoriamente la impresión
El rigorismo y la intolerancia: raíces psicológicas
de vivir muy lejos de lo que se fustiga, de no estar manchado por la
Podríamos decir, por tanto, que cualquier forma de rigorismo que con­ suciedad que se reprueba, de no tener vinculación con lo que se juzga
perverso. Cuando, en realidad, son intentos . superficiales de encubrir
duce al escándalo, al desprecio o a la incomprensión, aunque se pre­ con la palabra, ante los demás y ante nosotros mismos, que nada de esa
tenda justificar con una serie de argumentos racionales, es la conse­ fealdad afecta a nuestra vida. Parafraseando el refrán popular, podría
cuencia lógica de que la persona no ha llegado a conocerse con una también decirse en estos casos: Dime qué es lo que criticas y te diré lo
cierta profundidad, o bien pretende condenar en el otro lo que no desea que eres.
aceptar de ninguna manera en su interior.
En el primer caso, como existe una buena conciencia en la superfi­ Así, la condena sin paliativos del incrédulo o del hereje puede
cie, por la ignorancia de aquellas tendencias que no dan señales de encubrir las propias dudas de fe, como si los anatemas lanzados contra
existir, resulta difícil comprender cómo es posible que tales inclinacio­ ellos produjeran una mayor seguridad en la propia ortodoxia y evitaran
nes se manifiesten en los otros. Pero en la medida en que se vislumbra cualquier vacilación en un punto que se considera tan importante. El
interiormente la presencia, aunque sea insignificante y embrionaria, de cleptómano, que querría eliminar a toda costa una conducta que le
todos los impulsos negativos ocultos en el psiquismo humano, el reco­ resulta incontrolable y humillante, experimentará una reacción agresi­
nocimiento de la propia realidad negativa nos hace ver en el otro, por va contra el niño que roba algunas monedas, para convencerse de que
muy perverso que sea, a un hermano que participa y comulga con nues­ él no se apropia de nada. Cuando se desprecia, se insulta y hasta se
tra misma condición. La interioridad del ser humano está tejida con los desea la muerte a una mujer que ha interrumpido su embarazo en cir­
mismos elementos en todas las personas. Y desde el momento en que cunstancias dramáticas, tal vez se oculte el mismo sentimiento repri­
se vivencia que todos por dentro somos parecidos, pues cualquier mido que ni siquiera pudo aflorar en situaciones parecidas. Convertir
semilla mala está sembrada en el interior, aunque no se desarrolle y al homosexual en objeto de crítica e ironía constituiría un modo sutil,
fructifique, quedará siempre un espacio para la misericordia y la com­ por parte del heterosexual, de no reconocer la dosis de homofilia exis­
pasión. Aquí también la justificación psicológica brota, como la evan­ tente en su propia persona. Y todos conocemos a esos individuos, acé­
gélica (cf. Le 18,9-12), cuando uno experimenta el gozo y la alegría de rrimos defensores de la libertad, que se vuelven pequeños tiranos cuan­
ser como los demás. do la ocasión les resulta propicia.
Pero no basta con tomar conciencia de nuestra verdad. Hay que dar La defensa de las propias ideas y la condena de lo que se juzga ina­
un paso aún más decisivo y molesto: la aceptación,. henchida de cari­ ceptable hay que mantenerlas. Por otra parte, la tolerancia no supone
ño, de todos esos elementos que tanto trabajo cuesta admitir, hasta lle­ un recorte de los propios criterios. Pero ninguna persona más o menos
gar a la plena reconciliación. La mejor ayuda humana y psicológica consciente de su verdad y que haya logrado reconciliarse y reconocer
que puede obtenerse en tales situaciones consiste en sentir la presencia amorosamente sus propios aspectos negativos se atreverá a rechazar,
de alguien que me acepta y me quiere como soy, a pesar de conocer la haciendo gala de un rigor y una incomprensión excesivos, ninguna
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conducta, por muy perversa que fuere. Quien sabe reconocer y acer­ acompaña a nuestra naturaleza. Además, sería una desgracia conseguir
carse con cariño a su propia realidad, lo hará de la misma manera cuan­ semejante objetivo, ya que entonces surgiría otra amenaza mayor: la de
do se acerque a la ajena. sentimos contentos y satisfechos por ese trabajo estético y perfeccio­
nista, que nos haría impermeables a la gracia y la amistad de Dios. De
ello tendremos que hablar más adelante. Pero, en cualquier caso, la
Conclusión moral debería ser una orientación y no un obstáculo hacia esa meta.
Mientras no hayamos conseguido un cierto nivel de autonomía y
Estas reflexiones nos llevan a concluir que lo más importante no es que autenticidad, la ética no debería adjetivarse como «humana» ni como
el individuo sea bueno y cumpla con unas determinadas normas de «cristiana». Una condición que nunca convendría olvidar.
comportamiento que hasta podrían darse en animales domesticados. La
educación ética debería orientar, a lo largo de todo el proceso evoluti­ ***
vo, hacia una conducta autónoma, madura, no infantilizada, psicológi­
camente limpia, para que los elementos reprimidos no busquen otro
tipo de compensaciones. El mal oculto, que actúa bajo la superficie, es
aún más peligroso que aquel del que se tiene conciencia, por la impo­ Bibliografía
sibilidad de su integración. ARRIETA, L., «El poder de la Iglesia. ¿Poder para dominar o poder para servir
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otro tipo de justificaciones o explicaciones convincentes. Utilizar la CHASSEGNET-SMIRGEL, J., El ideal del yo. Ensayo psicoanalítico sobre la
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do con los esquemas propuestos, por todos los beneficios que le apor­ 176 (1982), pp. 394-400.
ta, pero no sabe dar una respuesta razonable y convincente a su actua­ ETXEBARRfA, X., «Ética como amor a sí mismo, ética como amor al otro»:
ción. Una moral así está hoy desprestigiada y no despierta ninguna cre­ Pastoral Misionera 176 (1991), pp. 53-72.
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sus enseñanzas no es sólo para hacerla presente en nuestra sociedad; es FRoMM, E., Ética y psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, México
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con esta autonomía del adulto creyente. - El arte de amar, Paidós, Buenos Aires 1970.
La insistencia, por otra parte, en alcanzar el yo ideal, sobre el que - El miedo a la libertad, Martínez de Murguía, Madrid 19773•
se centran todos los esfuerzos e ilusiones, y hasta la imagen de Dios GARCÍA MATARRA NZ, E, «Uno de los dramas del hombre, la escisión del yo»:
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una conciencia tranquila y autosatisfecha, pero con el peligro también GARCÍA-MONGE, J.A., «Psicología de la sumisión y psicología de la respon­
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pp. 389-540. con los componentes desorganizados que se le entregan, y lo que sueña
para ensamblarlos en un proyecto armónico. La moral será, pues, un
estímulo que incita a recorrer ese itinerario desde el ser hasta el deber
propuesto; una invitación a salir desde ese punto de partida para alcan­
zar otra meta mejor; un recuerdo permanente para no detenerse en nin-
guna etapa de ese camino.
Ahora bien, si la ética es dinamismo, impulso, búsqueda, tensión,
que lanza al individuo para realizarse como persona, es necesario des­
cubrir las sendas que conducen hacia semejante objetivo. Nadie conse­
guirá ese proyecto si no tiene en cuenta un itinerario concreto y ade­
cuado, pues los mecanismos naturales son incapaces de cumplir con
esa tarea. Es la capacidad de cada uno de optar responsablemente la
que debe determinar qué sistemas de preferencia resultan más eficaces.
112 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS VALORES ÉTICOS 113

Esta función orientadora, como una brújula que señala por dónde que se experimenta una inclinación natural y espontánea, porque viene
llegar a puerto, quedaba vinculada con la luz resplandeciente de la ley. a llenar una ausencia, a saciar una nostalgia, a ofrecer una solución.
En todos los tratados clásicos, la providencia de Dios, como ley eterna Sin embargo, el atractivo que despierte esta llamada del valor tendrá
y universal, dirigía todo el universo con extraordinaria eficacia. Los que ser muy diferente, según cuál sea la naturaleza de cada uno.
seres irracionales eran gobernados por sus mecanismos físicos y bio­ En el n1vel más bajo encontramos la esfera de los valores biológi­
lógicos, de los que no podían liberarse, mientras que las criaturas ra­ cos , que engloban las exigencias instintivas y todo cuanto dice relación
cionales eran conducidas por las exigencias de la ley natural, que cada a nuestra sensibilidad. Cuando, después de un esfuerzo físico, se expe­
una encontraba presente en su corazón: Las obligaciones que de ella rimenta la sed o el cansancio, un vaso de agua o un tranquilo reposo
nacían se concretaban después en la legislación eclesiástica o civil, que aparecen como un valor deseable, como tantas otras cosas que necesi­
determinaba más en concreto los diferentes campos de la actividad. ta el organismo para encontrarse satisfecho. A veces son los más
Una orientación así, como muchos autores han señalado y como urgentes, cuando está en peligro la vida, pero no los más importantes.
tendremos ocasión de analizar más adelante, ha caído a menudo en un
legalismo excesivo, hasta convertir la ley en el centro de toda la preo­ Por encima de ellos descubrimos aquellos otros que, aunque más
cupación ética. Por otra parte, al vivir en un mundo tan amante de la específicamente humanos, sólo interesan a una zona de nuestra perso­
libertad, cualquier ley se vivencia de inmediato como una fuerza coac­ nalidad. Por dentro queda otra serie de exigencias psicológicas, inte­
tiva y externa que destruye nuestra autonomía y enajena nuestra deci­ lectuales, culturales, estéticas, afectivas, etc. que complementan y per­
sión responsable. Es una de las razones por las que existe un rechazo feccionan también algún aspecto del individuo. Forman parte de ese
tan fuerte a la moral. Por eso, aunque sería posible darle a este plante­ conjunto de bienes sin los cuales la vida no se desarrolla con normali­
amiento una interpretación más comprensible, me parece mejor otro dad cuando no se consiguen en grado suficiente. Su ausencia se consi-:
punto de partida diferente. En lugar de hablar de «ley», preferimos dera un mal, como la falta de algo valioso, para poder vivir de una
· hablar de «valores éticos». La finalidad es idéntica-encontrar el cami­ manera más plena. Es doloroso no gozar de la amistad y el cariño, no
no para vivir como personas-, pero el mismo contenido se expresa con tener la formación necesaria para sentirse útil, estar incapacitado para
otro talante que resulta más comprensible. gozar del arte o de la música, descubrir la ignorancia de quien apenas
ha tenido acceso a la cultura, no encontrar trabajo ni poder gozar de
una autonomía económica... Y tantas otras cosas que, aunque perte­
La menesterosidad del ser humano nezcan a este nivel intermedio, nadie las rechaza, por el enriqueci­
miento humano que aportan.
Precisamente por su carencia radical, el ser humano, desde antes inclu­ Y existen, finalmente, otras necesidades superiores y más impor­
so de su nacimiento, experimenta una serie de necesidades de diversa tantes, que podemos considerar las más profundamente humanas. Ya
índole e importancia que requieren una respuesta satisfactoria. Sus hemos visto cómo cada ser humano busca realizar un proyecto a través
limitaciones y carencias le vuelven menesteroso en todos los niveles de de sus propias decisiones. Si su condición estructural le impulsa a darle
su personalidad. No sólo por su condición animal tiene que responder un estilo a su. existencia para autorrealizarse como persona, aquella
a una serie de ineludibles exigencias biológicas relacionadas con su forma de actuar y comportarse que le oriente hacia ese destino se con­
mantenimiento y supervivencia, como se constata en cualquier otra vierte para él en algo valioso. Este valor lo adjetivamos como «ético»,
especie; su dimensión racional, que lo eleva y dignifica en el universo porque responde justamente al dinamismo primordial del propio ethos,
por encima de los demás seres, le deja también con la sensación de a la urgencia de estructurar la vida para adecuarla a la dignidad de la
vacío, porque otras aspiraciones más sublimes y específicamente condición propia. Si la persona quiere realizar ese proyecto -la voca­
humanas tampoco han encontrado respuesta. ción humana por antonomasia-, no tiene otra alternativa que hacer- rea­
El deseo de satisfacer sus carencias le hace buscar de múltiples lidad esos valores que lo humanizan y dignifican. Del mismo modo
maneras el remedio que le falta. Cualquier realidad, por tanto, que que tiene que abrirse al amor o satisfacer sus carencias orgánicas si
colme tales aspiraciones se hace valiosa, constituye un valor hacia el desea un cierto bienestar para otros niveles de su existencia.
114 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS VALORES ÉTICOS 115

En este ámbito entrarían también los valores religiosos, en los que Si los valores estéticos despiertan, por ejemplo, sentimientos se­
el creyente encuentra la respuesta última a la nostalgia de plenitud y ductores y de admiración cuando se contempla una obra de arte, y los
totalidad, de esperanza definitiva, de un Absoluto que vislumbra y valores afectivos fomentan emociones atractivas que vinculan y encan­
ansía, pero que no puede hallar en las realidades creadas. Dios puede tan, la respuesta específica que provoca el valor ético es la experiencia
valerse de estos mecanismos para descubrir a la mirada de la fe su pre­ de la obligación. Se trata de una vivencia muy especial, con un carác­
sencia misteriosa y oculta, aunque para otros el fenómeno de la reli­ ter ineludible y absoluto, que viene de un impulso que se impone al
gión tenga explicaciones inconscientes y psicológicas. sujeto desde dentro, pero sin forzar, sin ningún tipo de presión física.
Su mensaje penetra hasta el corazón, insistiéndole de manera continua,
Fenomenología del valor ético sin que podamos reducir al silencio su llamada; pero al mismo tiempo
nos hace sentir la grandeza majestuosa y desconcertante de la libertad,
Todos los valores, por tanto, interesan a la persona, constituyen un bien que permite orientar nuestro rumbo por caminos diferentes o hacernos
para ella; pero lo típico del valor moral, su nota más característica, es sordos a la voz de su invitación. No sólo se capta el conocimiento teó­
que no la perfecciona en una sola dimensión -en su biología, en su rico y contemplativo del valor -lo que es bueno y lo que es malo-, sino
inteligencia, o en su afectividad-, sino que la promociona en la totali­ que encierra una dinámica activa, enfocada a la acción, por la que el
dad de su existencia. Es una llamada a su libertad, en cuanto responsa­ individuo se siente inclinado a ejecutarlo, cuando, entre las diversas
ble de su propio destino. Los otros valores, aunque completen otras posibilidades que se le ofrecen, su inteligencia sabe y su voluntad
dimensiones de la personalidad, permanecen silenciosos ante el pro­ queda seducida para actuar de esta forma concreta.
yecto último de su vida. Se puede ser un gran técnico en el campo de
la economía y gozar de prestigio internacional, pero ese valor científi­
co no evita la posibilidad de ser también un ladrón. La estima y el éxito La moral como eco de una llamada profunda
social no nos hacen honrados y buenos por el simple hecho de obte­
nerlas. Y por muc,ha moral que se llegue a saber, este conocimiento El análisis de esta experiencia nos descubre un aspecto muy importan­
especulativo no es incompatible tampoco con una conducta perversa. te de la moral, en contra de lo que la mayoría de la gente vivencia. Su
Dicho de otra manera: sólo el valor ético adjetiva como buena o invitación, aunque parece venir desde fuera como una fuerza que apri­
mala una conducta, mientras que todos los demás valores, aunque siona; se manifiesta desnuda de toda coacción exterior, sin ningún sen­
complementen y perfeccionen algún aspecto, son incapaces de confe­ tido mutilador de la propia autonomía. No es posible una lucha anta­
rir esa dignidad. Cuando decimos de una persona que es un buen nego­ gónica, como si se tratara de fuerzas contradictorias e irreconciliables,
ciante, semejante valor técnico no significa que dicha persona sea justa entre los imperativos auténticos de la ética y las exigencias personales
y honrada, sino que hacemos referencia a su habilidad y astucia para más profundas. La moral no es la frontera que encierra y esclaviza a la
llevar adelante sus negocios. libertad, algo ajeno y opuesto a ella, como un adversario que quisiera
Por eso podríamos definir el valor moral como aquella cualidad destruirla. Es, por el contrario, el cauce que orienta su ejercicio, la luz
inherente a la conducta que la hace auténticamente humana, conforme que ilumina el sendero para llegar a conseguir precisamente lo que se
a la dignidad de la persona, y de acuerdo, por tanto, con el sentido más quiere: modelar lo que somos instintivamente, como ofrecimiento pri­
profundo de su existencia. Precisamente por este carácter integral y mario de la naturaleza, para construir la imagen de persona que se ha
totalizador, el valor ético se halla siempre y en todas partes presente, proyectado.
como una urgencia que nunca abandona, como una llamada constante Habría más bien que definirla, pues, como la ciencia de los valores
que invita a seguir su voz, como un testigo que recuerda los olvidos y que dirige y encauza nuestra realización humana, libre y responsable,
estimula la decisión. Será lícito renunciar a otro tipo de valores porque hacia este destino. Frente a la llamada de otros bienes apetecibles y
no encajan en la estructura psicológica de una persona concreta, pero gustosos, pero que ponen en peligro la consecución de este proyecto,
nadie puede excluir las exigencias de una valor ético, porque lo que el valor ético aparece como una defensa y un grito de alerta contra esos
ahora está en juego es su propia dignidad. posibles engaños y como un punto de referencia básico para no des-
116 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE L A ÉTIC A CRISTIANA FU NDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS VALORES ÉTICOS 117

viamos de nuestra orientación fundamental. Entre los diferentes dina­ Carácter coactivo de la obligación
mismos que nos inducen a amar todo aquello que se nos presenta como
un bien, la obligación me expone como primario aquel que se muestra; Lo dicho anteriormente puede parecer demasiado ingenuo, ya que; si
por encima de todos, como el más preferente e importante. el rostro de la moral fuera tan atractivo y seductor como se ha esboza­
La obligación ética encierra en sí, por tanto, una profunda compli­ do, la gente no sentiría entonces su matiz coactivo y doloroso. Sus exi­
cidad con la dimensión más íntima del propio deseo. No nace mientras gencias se hacen muchas veces difíciles de soportar, como una carga
no constata. un querer espontáneo en el corazón de cada sujeto: la ilu­ pesáda y molesta, pero de la que no podemos prescindir, aun al mar­
sión por vivir su vocación humana, con todo lo que ello comporta. Si gen de la propia culpabilidad, por las presiones sociales a que estamos
el imperativo moral no interesara de veras a lo más profundo de la per­ sometidos. Cuando se obedece a la obligación, es por una fuerza coac­
sona, si no sintonizara con esas otras llamadas ocultas en el corazón, tiva de la que cuesta trabajo prescindir. En el fondo, si fuera posible,
tendríamos una forma de violencia psicológica, un tipo detenninado de nada sería mejor, como se ha repetido, que prohibir cualquier prohibi­
esclavitud, porque impone por la fuerza una normativa que no tiene ción, para gozar de una libertad plena.
ningún sentido para el propio sujeto. Es decir, nos hallaríamos en las Semejante experiencia, sin embargo, no es fruto de la misma obli­
antípodas de una ética libre y responsable, pues seríamos arrastrados gación, sino del estado militante y peregrino de la condición humana.
por una presión extraña y ajena, que no guarda ninguna relación con Son muchos los valores, como veíamos antes, que satisfacen nuestras
nuestros verdaderos intereses. múltiples carencias y hacia los que nos. sentimos atraídos. Muchos de
Ahora se comprende mejor por qué la autonomía personal no se ellos despiertan una atracción especial, por tratarse de bienes más
degrada o aniquila por la obediencia dócil a sus insinuaciones, como si inmediatos y agradables, pero que obstaculizan, por otra parte, un bien
implicara una renuncia a la dignidad humana para entregarse al poder superior, . como es vivir de acuerdo con lo que significa ser persona.
anónimo e impositivo de la obligación. Todo lo contrario: es la ética la Cuando la renuncia a un valor inferior se presenta como necesaria, no
que marca la senda que conduce hacia la meta deseada, hacia el bien deja de ser molesta y dolorosa, pues incluye el rechazo a una realidad
que se anhela como una exigencia incontenible. Cobarde sumisión gustosa y placentera, la negativa a llenar una necesidad que satisface
sería, como Sartre ha caricaturizado tantas veces en sus novelas, que la otros niveles, pero que no se adecúa a otras tendencias, las más autén­
llamada del valor ético no descubriera su propia justificación y legiti­ ticas y verdaderas.
midad en la estrecha vinculación que mantiene con nosotros. Nunca Y es que, a pesar de la orientación irresistible hacia el bien supe­
debería olvidarse que lo mandado por la moral eslo que, en último tér­ rior, los otros bienes relativos y contingentes se presentan como un
mino, el individuo añora en lo más íntimo de su ser. A la llamada del engaño, cuando la pequeña compensación que ofrecen -mucho más
mandato que aparenta venir desde fuera se añade de inmediato, como atrayente, de ordinario, para nuestra sensibilidad- provoca un estado
una fuerza impetuosa, la tendencia oculta e inmanente de ·lo· que la

de duda e indecisión. Como el enfermo que, sabiendo. el riesgo que
obligación ordena. Esta, con su llamada repetida en el silencio interior, corre su salud, no quiere privarse de un capricho pequeño que ahora le
sólo intenta movilizar las aspiraciones más auténticas, que a veces que­ atrae con mayor fuerza. Frente a esa pluralidad de valores, que a veces
dan demasiado soterradas. Lo que nosotros debemos es, fundamental­ s1/ hacen incompatibles,. se requiere la lucidez indispensable en cada
mente, lo que nosotros amamos, lo que nosotros desearíamos conse­ momento para optar por el mejor y el más preferente, en función de
guir. Su mandato no es más que el eco de la palabra que brota de nues­ una determinada jerarquía. Si el valor ético, como queda indicado,
tro interior y nos impulsa a vivir de acuerdo con nuestra vocación afecta a la totalidad de la persona y se encuentra en la cúspide -junto
humana. al valor religioso- como el de mayor trascendencia e importancia, no
debería sacrificarse en aras de aquellos otros que sólo valen para una
dimensión más particular y secundaria. Nadie aprobaría que se tratara
de alcanzar un cierto nivel económico, bueno y deseable, valiéndose de
lcJ. injusticia y el engaño de los más necesitados. Por eso, a medida que
lcJ. sensibilidad se educa para dejarse seducir por los bienes más verda-
118 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS VALORES ÉTICOS 119

deros, el sacrificio se hará más pequeño, y la obligación irá perdiendo imponerlas a los demás. Tales valoraciones éticas nunca serán justifi­
también su carácter coactivo. cables, ya que resulta imposible demostrar, con los datos de las cien­
La misma experiencia, aunque en sentido inverso, se llega a descu­ cias experimentales, que una determinada conducta resulta más acep­
brir a través del sentimiento de culpabilidad. Sin negar sus posibles table que otra distinta. «Sobre gustos no hay nada escrito», y cada cual
deformaciones psicológicas o religiosas, de las que hablaremos en el tiene derecho a elegir el color que más le agrade o el tipo de música
capítulo sobre el pecado, su explicación resulta incompleta si se apela que le plazca. Es un error exigir cualquier comportamiento como si
a mecanismos inconscientes, a residuos narcisistas o a patologías neu­ fuera el único que debiera admitirse. El relativismo es la única condi­
róticas. Más allá de estos factores condicionantes, puede darse una ción de una moral saneada, pues lo contrario supondría la absurda ilu­
vivencia muy seria y profunda, al margen incluso de cualquier dimen­ sión de haberse encontrado con la verdad, cuando aquí sólo vale la
sión religiosa. El individuo que ha rechazado un valor moral, aunque incertidumbre, la duda y el pluralismo.
nadie lo haya visto ni espere ninguna consecuencia negativa, toma con­ Hay que reconocer que en el diálogo con los defensores de esta teo­
ciencia de su mal comportamiento y comprende, por debajo de sus ría no cognoscitiva, tanto en el campo de la filosofía del lenguaje como
intereses más inmediatos, que de esa manera no ha sido fiel a otras exi­ en el más práctico de las ciencias experimentales, no es posible llegar
gencias mayores. La culpabilidad verdadera es, en el fondo, el recono­ a ningún tipo de acuerdo. Mientras que para unos la moral es una ver­
cimiento sincero y humilde de una equivocación voluntaria, la acepta­ dad objetiva -lo que es bueno para el hombre existe y puede ser cono­
ción de un error lamentable que recae sobre la propia responsabilidad: cido, a pesar de los errores y dificultades-, para otros es consecuencia
en lugar de actuar como persona, me he dejado conducir por otras de un contagio afectivo, de vivencias y decisiones personales que otros
voces engañosas. El dolor que brota no es por temor a ningún castigo también comparten, aunque sin ninguna posibilidad de demostración.
ni por la herida abierta en nuestro narcisismo, ni siquiera por haber El problema radica, como fácilmente se comprueba por lo dicho,
hecho lo que es irremediable; es, simplemente, la pena asumida por no en admitir que la única racionalidad científica es la verificable, o que
haber respondido a otro ideal más alto. también existe otro tipo de argumentación diferente. Si lo empírico es
real, también son reales otros datos objetivos que no siempre se·
demuestran con instrumentos de laboratorio o con la metodología de
Una doble interpretación de la experiencia otras ciencias empíricas. En el fondo, todo va a depender del signifi­
cado y amplitud que se atribuya al término experiencia. Una reducción
Ya vimos también, al recoger las dificultades contra la moral, que para tan drástica como la que se ha operado hoy en ciertos ambientes cien­
algunos científicos carece de una base objetiva y razonable. En el reino tíficos desposeerá de valor objetivo a otra serie de experiencias que
de la ciencia no existe espacio para los valores éticos. Solo goza de una son, precisamente, las que encierran un mayor contenido y riqueza
garantía suficiente aquello que se puede demostrar con la experiencia. humana.
La ética, como estudio histórico de los diferentes sistemas morales que El significado de un gesto involuntario para el psicólogo, el valor
han existido, puede adjetivarse como «científica», pues utiliza los de un pequeño síntoma para el médico, o la expresión de una mirada
métodos que el historiador posee para detectar la verdad de una doc­ concreta para el amante, llevan al descubrimiento de una realidad más
trina concreta. Pero el juicio de un valor ético pertenece mucho más al profunda que no aparece hacia fuera. Lo que se constata desde fuera no
mundo del afecto y del sentimiento. La bondad o la malicia de una responde a ese otro mundo que se encubre. La intuición humana en
acción nunca podrán verificarse con la seguridad que aporta una expe­ estos casos tampoco resulta verificable, pero abre a un conocimiento
riencia científica. interior que está más allá de las simples apariencias, aunque para evi- ·
Las decisiones que cada persona tome en su vida privada merecen tar subjetivismos y equivocaciones sea conveniente aportar una cierta
un profundo respeto, pues constituyen para ella una opción que consi­ justificación. · .
dera importante. Incluso tendrá derecho a defender lo que admite y También en un comportamiento determinado es posible percibir un
estima para que otros compartan las mismas opiniones. Su actitud, sin contenido más hondo que late por dentro. Cuando alguien se preocupa
embargo, se volvería condenable desde el momento en que quisiera por una persona necesitada y le ofrece su colaboración, cuando se res-
120 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS VALORES ÉTICOS 121

peta la vida ajena, se defiende la veracidad de las relaciones o se man­ compromisos, la ayuda solidaria, las exigenci�s del bien común y tan­
tiene la fidelidad a los compromisos contraídos, por citar algunos casos tas otras cosas no es un conocimiento innato ofrecido por la naturale­
concretos, existe algo más que un simple hecho físico. El sentido co­ za, sino un descubrimiento que tampoco es posible sin una educación
mún descubre un plus de humanismo, una dimensión enriquecedora, al de la propia sensibilidad. El que desde pequeño vive en un ambiente de
comprender que la solidaridad entre las personas, la defensa de la vida, engaño e hipocresía, como constata en aquellos que le rodean, no ten­
la verdad o el cumplir lo prometido son mucho mejores que el egoís-: . drá dificultad alguna en utilizar la mentira siempre que lo necesite. Y
mo y la indiferencia frente al necesitado, la mentira, el crimen o la infi­ quien descubre a �u alred�dor que c�da cual n� ?usca más qu� su _inte­
delidad. El hecho físico en sí no es sólo lo objetivo, sino la lectura que rés personal no siente la importancia del servicio o de la sohdandad.
hacemos de él para caer en la cuenta de que se viviría mejor sitodos Si la llamada del valor no resuena también en el corazón, su invitación
actuaran de esa manera. El paso del ser al deber no sería ya una inco­ se hace demasiado lejana y silenciosa.
herencia o una deducción ilógica, porque en la realidad aparente que . Por otra parte, semejante conocimiento requiere también una ver­
se observa existe otra más profunda. La existencia resultaría más dadera decisión que compromete a la persona. No se trata de saber algo
humana y aceptable que si la gente se despreocupara de esos valores. abstracto y especulativo que no afecta a la propia vida, como si fuera
La postura de una ciencia meramente empírica está clara: todo una simple información neutra. Su voz exige una actuación concreta
aquello que trasciende la realidad no encuentra justificadón científica. que se enfrenta muchas veces a otras exigencias más agradables y sen­
Mientras que para otros muchos no puede excluirse otro tipo de ra­ sibles de la misma persona, pero de una importancia secundaria para
cionalidad objetiva que no puede reducirse a un mero conocimiento su realización total.
intelectual. Todo lo cual indica que na. se trata de proposiciones irracionales o
de valoraciones puramente subjetivas, como si fuera un simple gusto
personal, pero tampoco se trata de un asunto que se reduzca a la mera
La percepción de los valores éticos inteligencia. El recurso a la razón es un intento de hacer comprensible
un cierto instinto moral que se hace presente en la conciencia lúcida y
Y es que ciertamente el conocimiento de un valor ético es más com­ sensibilizada. Habría más bien que decir, por la presencia de los facto­
plejo y difícil que el de una mera realidad empírica. No es un fenóme­ res intuitivos y emocionales que lo condicionan, que se trata de un
no puramente racional, como si se tratara de una operación matemáti­ conocimiento que va más allá de la pura razón, de la misma manera
ca ola conclusión de un silogismo. El sentimiento y la sensibilidad for­ que se requiere un plus para oír lo que no interesa escuchar o para ver
man parte de él como estímulo y condición previa para comprender el aquello que uno querría rehuir. Lo único que deseamos subrayar con lo
valor de una conducta que dignifica a una persona, o como obstáculo dicho, porque nos parece algo objetivo, es. la influencia mayor que tie­
e impedimento para ese objetivo. nen en este campo todos esos elementos para-racionales.
Incluso para percibir los valores biológicos, corno la limpieza o la
higiene, se requiere una educación previa que facilite la aceptación de
ese bien. Cuando el niño vive en un ambiente de miseria y abandono Ceguera y encallecimiento ante los valores
es casi imposible que se preocupe por estar aseado, pues no le encuen­
tra ningún sentido a tal inquietud. Mayor sensibilización se necesita Por el hecho de que todo valor moral invita a una coherencia posterior
aún para sentirse afectado por los valores superiores, como los estéti­ para vivir de acuerdo con sus exigencias, existe el peligro de que sur­
cos o culturales. Quien nunca haya escuchado una buena sinfonía, será jan ciertos mecanismos de defensa, como una pequeña coraza, que
muy difícil que se entusiasme por la música clásica. De la misma encallecen la propia sensibilidad. Sería demasiado molesto permanecer
manera que quien el que no haya aprendido a leer o asistido a la escue­ en una dicotomía constante entre la llamada que brota del deber y la
la creerá que la formación es una pérdida de tiempo. praxis que actúa con otros criterios. En estas ocasiones, es normal que
Lo mismo habría que decir sobre los valores éticos. Reconocer la se produzca una ceguera deseada y pretendida, como la mejor solución
importancia de la veracidad, el respeto a los demás, la fidelidad a: los para eliminar el complejo de culpa o el sentimiento de indignidad. Es
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la única manera de escapar a una tensión insoportable cuando se está Los datos fundamentales de la ley natural
convencido de la urgencia y validez de un valor y, sin embargo, no
existe ningún empeño en traducirlo después en la práctica. Como se Esta orientación secularizada y autónoma, en la que hemos insistido
dice popularmente, «a fuerza de no vivir como pensamos, llegamos a basta ahora, ha sido aceptada en la tradición más genuinamente católi­
pensar como vivimos». El valor en cuestión va dejando de tener impor­ ca. La importancia que siempre ha tenido la ley natural es una prueba
tancia, hasta que su voz se aleja por completo y no suscita ya ningún evidente de esta afirmación. Por encima de las diversas interpretacio­
interés. Lo que antes inquietaba ha terminado en el más absoluto silen­ nes que han podido darse a este concepto, y a pesar de los equívocos
cio. Ahora nace otra serie de justificaciones que recuperan una tran­ posibles con que a veces se ha utilizado, como enseguida veremos,
quilidad imposible de sentir en épocas anteriores. quedaba latente una intuición básica: las normas de conducta se hallan
Cuando se reflexiona sobre los múltiples factores condicionantes insertas en la misma interioridad del ser humano, aunque su lectura, en
-prejuicios, cultura, ideología, situación económica, temperamento, ocasiones, estuviese matizada por una óptica cristiana.
motivaciones inconscientes, presiones diversas, experiencias persona­ La universalidad que se le otorgaba, como fuerza orientadora para
les, etc.- que matizan o dificultan ese conocimiento objetivo, sería todos las personas y tiempos, reflejaba la idea de una moral secular,
bueno mantener siempre una cierta dosis de sospecha en muchas de donde la fe no venía a privatizar su validez al ámbito de los creyentes.
nuestras valoraciones. Precisamente porque tales elementos son ocul­ La elaboración de una ética así no postula en su explicación primera
tos e interesados, y en ellos se entremezclan las medias verdades tan ningún fundamento religioso o sobrenatural, pues entonces se elimina­
peligrosas, la mala fe no se detecta con claridad y pasa muchas veces ría lógicamente su consistencia humana y su carácter universalista. Y
desapercibida, sin despertar ningún remordimiento o culpabilidad. de lo que se trataba era de dar crédito a la misma enseñanza de la
Aunque esta capacidad de autoengaño sea grande, no elimina por ello Iglesia, mediante los postulados racionales del derecho natural. De a�í
la posibilidad de una valoración objetiva. que el magisterio eclesiás_tico haya pret�ndido siempre_ qu� �u doc�n­
Esto explica también la dificultad e impotencia para transmitir na, en el campo de la praxis, fuese aseqmble a todos los md1v1�uos sm­
valores éticos en una cultura hipertecnificada como la nuestra, donde ceros y honestos. Al fin y al cabo, la ley, en sus diferentes mveles de
la dimensión humana ha desaparecido casi por completo, para dar la expresividad, no hace sino traducir y concretar un determinado valor
primacía a la rentabilidad y la eficacia de la acción. La cultura confi­ ético aun en la reglamentación más detallada de la ley positiva.
gura de tal manera el ambiente social que los individuos se vuelven Su misma existencia puede encontrar un fundamento en las ense­
incapaces de percibir ciertos valores, sobre todo aquellos que no gozan ñanzas de la revelación. Ningún exegeta moderno justificará este in­
de una aceptación generalizada. Por eso el testimonio de vida reviste tento cuando se quiere descubrir en ella una determinada interpreta­
también una fuerza y atracción más grande que· la simple información ción de las muchas que se han dado. Sin embargo, sí creo que puede
sobre la importancia de un valor determinado. La coherencia de vida deducirse un hecho de indiscutible valor. Si la entendemos de una
no solo manifiesta su validez, sino que añade un nuevo contenido pare­ manera generalizada como el conjunto de normas éticas que pueden
nético y estimulante de mayor importancia. Se proclama con los ser conocidas por la humanidad con independencia de la palabra de
hechos que, a pesar de su dificultad o de las renuncias que exige, es Dios, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento confirman sin duda
posible también practicarlo. De la misma manera que una enseñanza esta posibilidad.
ética se desacredita cuando el que la propone, más allá de las inevita­ .
Aunque la moral de Israel se vive dentro del marco de la ahanza, y
bles debilidades y limitaciones, no actúa · en coherencia con lo que los mandamientos se aceptan primariamente como voluntad de Dios,
enseña o defiende. en un clima religioso esos mismos valores tienen también una consis­
tencia independiente como deberes fundamentales de todo ser huma­
no. Constituyen una norma de conducta que debe ser observada por los
demás pueblos, y su incumplimiento hace recaer un juicio de condena
sobre la vida de los paganos, aun sin haber sido depositarios y cono­
cedores de la revelación.
124 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS VALORES ÉTICOS 125

Esta misma idea está en la base de todo el Evangelio. Sin ella no En un primer momento, su contenido abarca todas las cosas que se
sería posible la culpabilidad de quienes no han conocido a Jesús. La ofrecen a nuestra observación y que constituyen el objeto de las cien­
regla de oro -«Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hom­ cias naturales. El punto de partida era la visión de un cosmos (natura­
bres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los leza) perfectamente armónico y ordenado, como reflejo de una inteli­
Profetas» (Mt 7,12)- alcanza una categoría universal. También los gencia suprema (logos) que lo gobierna y orienta de una forma provi­
paganos serán merecedores de premio o de castigo, según haya sido su dencial. La naturaleza aparece· así revestida de un halo sagrado, pues
comportamiento de cara al precepto supremo del amor (Mt 25,31-46). participa de un orden superior y se convierte por ello en una manifes­
Y san Pablo, sobre todo, va a hablar con una claridad extraordinaria tación de esa sabiduría divina, de esa ley eterna y soberana de los ·dio­
sobre el conocimiento de las normas morales por un camino diferente ses que anima todo el universo y sirve de criterio orientador a la con­
del de los datos revelados en la Escritura. · ducta humana. El orden cósmico empieza a considerarse intocable, y
Los primeros capítulos de la carta a los Romanos conducen a esta lo puramente natural se hace ya normativo, pues manifiesta la volun­
única conclusión: entr.e los judíos y los gentiles no existe ninguna dife­ tad divina sobre la creación.
rencia, porque «todos pecaron y están privados· de la gloria de Dios» Este principio penetra de inmediato en la ética cristiana de los pri­
(Rom 3,22). La culpabilidad de los primeros está en relación con el meros tiempos, pues la fe confirmaba esta misma perspectiva. El
mensaje divino que les ha sido revelado -«cuantos pecaron bajo la ley, mundo entero había nacido de las manos amorosas de Dios para con-,
por la ley serán juzgados» (2,12)-, pero la culpabilidad de los gentiles vertirse en una espléndida epifanía y manifestación de su querer sobre
-«cuantos sin ley pecaron, sin ley también perecerán» (ibid. )- se hace la criatura humana. La primera obligación moral, por tanto, era el res­
también patente, porque llevan «esa ley escrita en su corazón, atesti­ peto de este orden sagrado de la creación. Atenerse a los mecanismos
guándolo su conciencia» (2,15). El desconocimiento de la revelación naturales que en él se descubren aparece como la norma fundamental
es suplido de tal manera por la ley interior que hasta el pagano podría que ha de regir la conducta. Así encontramos abundantes autores que
llegar a un cumplimiento tan perfecto como el del mismo judío (2,28). condenaban, por ejemplo, afeitarse la barba, llevar peluca, utilizar pro­
Así pues, existe una capacidad en la persona para discernir, aunque ductos de belleza, teñirse o cortarse el pelo, valerse de medios artifi­
ignore los mandamientos revelados, cuándo su conducta es honesta o ciales, etc., por ser una ofensa al Creador, cuya voluntad se explicita en
merece una reprobación. Esto puede ser denominado, con bastante todos los fenómenos naturales.
precisión, como las exigencias que dimanan de nuestra naturaleza Lo natural y lo ético quedaban íntimamente vinculados como con­
humana. secuencia de una actitud religiosa, aunque demasiado arcaica ante el
Sin embargo, cuando se busca reflexionar sobre los contenidos de problema de la vida. El hombre primitivo que se asoma al universo
este concepto, su elaboración filosófica se diversifica de acuerdo con intenta racionalizar su asombro buscando un principio explicativo y
las diferentes interpretaciones que se le han atribuido en cada momen­ teleológico a la realidad que le circunda. La existencia de ese logos
to histórico. Apuntamos en síntesis los datos más relevantes, para com.:. eterno y superior, que todo lo ordena y dirige, constituía una respuesta
prender sus posibles significados. satisfactoria al misterio de la naturaleza. Dejarse guiar por ella es lo
más seguro, pues evita el peligro del error o de la equivocación. Un
planteamiento que ha servido muchas veces ep. la historia para exigir
Vivir de acuerdo con la naturaleza un respeto excesivo a los procesos naturales, aun cuando semejante
intervención estuviera ordenada al bien de la humanidad. Y es que un
Ya desde la antigüedad, los filósofos griegos habían insistido en la análisis neutro de estos simples fenómenos no basta para fundamentar
existencia de leyes que deben ser obligatorias en todas partes, más allá ninguna valoración ética. La· técnica, decía Ortega y Gasset, supone
de la legislación particular que se da en las diversas ciudades o estados. siempre una cierta violación de los elementos naturales para ponerlos
Su cumplimiento es anterior a cualquier norma positiva, pues no nacen al servicio de los intereses humanos, pero resulta también intolerable,
por mandato de ninguna autoridad, sino por una exigencia más pro­ según ha denunciado la moral ecológica, no respetar apenas estos mis­
funda que radica en la propia naturaleza de los seres. mos mecanismos, cuya transgresión constante se ha convertido en una
verdadera amenaza para el bienestar de la humanidad.
126 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRIST:IANA FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS VALORES ÉTICOS 127

Actuar de acuerdo con las exigencias de la razón No es el momento de analizar todas las que se han dado ni las cir­
cunstancias que las motivaron, pero sí conviene tener en cuenta tres
Una concepción corno ésta no tardó mucho tiempo en superarse, al desviaciones históricas antes de acercarnos al pensamiento de Santo
caer en la cuenta de que la síntesis entre los imperativos éticos y los Tomás para ver cómo aún puede mantener su vigencia en nuestro
fenómenos naturales no parecía coherente ni aceptable.. La razón hu­ tiempo.
mana no tiene por qué someterse a unas orientaciones de ese tipo. Lo
que es bueno no se expresa fundamentalmente en las exigencias bioló­
gicas del ser viviente ni en el ritmo de otros acontecimientos de la Diversas interpretaciones históricas
naturaleza. Dios mismo puso al hombre corno dueño y señor del uni­
verso para que pudiera dominarlo y someterlo al· servicio y bienestar La distinción enriquecedora de la que hablábamos antes, entre el dere­
de las personas. Fue Ulpiano, el famoso jurista de Roma, quien expre­ cho natural y el derecho de las personas, acaba por diluirse en muchos
só con más fuerza esta distinción fundamental, al admitir ya un doble autores. De esta manera, la norma orientadora queda configurada pre­
derecho, delimitado con. una clarificadora exactitud: el natural (ius cisamente por la dimensión menos racional. «Lo que la naturaleza
naturale), que regula el mundo de las cosas y de los animales, y el enseña a todos los animales», según la expresión tradicional, es el cri­
específico de los seres humanos (ius gentium), que, corno distinto del terio básico de toda conducta, mientras que lo más específico del ser
primero, sólo puede aplicarse a la criatura inteligente y racional. humano se mantiene como algo accidental y secundario. Las exigen­
Corno lo más característico del ser humano es su logos, dicho ser cias de nuestra condición animal aparecen, entonces, como más impor­
humano deberá actuar de acuerdo con su razón para discernir, entre tantes y fundamentales que las típicamente humanas. Así, la persona
las múltiples posibilidades que se le ofrecen, cuáles son las más dig­ queda enmarcada dentro de un concepto unívoco de naturaleza, apli­
nas y hurnanizadoras. Lo difícil va a ser el descubrimiento de esas cable a los demás seres irracionales, sin tener en cuenta que su índole
exigencias racionales en una naturaleza humana compleja, cuya lectu­ espiritual impide semejante unificación. Aunque algunos autores sig­
ra se va a realizar de manera diferente y con oscilaciones bastantes nificativos, como san Alberto Magno, se opusieron a este plantea­
significativas. miento, no tuvieron la fuerza suficiente como para impedir su defensa.
Ya los Santos Padres reconocían que con el pecado se había hecho El intelectualismo aristotélico y tomista, que propugnaba la prima­
presente el desorden en el mundo y que, por tanto, no todas las leyes cía de la razón, se oponía a estas concepciones demasiado poco racio­
de la naturaleza, ni siquiera ciertas exigencias racionales, manifiestan nales. Y precisamente contra esta orientación se alza toda la corriente
el querer primitivo de Dios. Por eso se admite desde el comienzo un nominalista, radicalizada sobre todo en la Edad Media. La ley se fun­
doble derecho natural -primario y secundario- que corresponde a los damenta en la simple voluntad del legislador divino o humano. Lo que
dos estadios por los que atravesó la humanidad antes y después de la él desea y quiere es bueno, y lo que prohíbe es malo, sin necesidad de
caída. La distinción era oportuna para explicar ciertas conductas que ninguna otra justificación. Esta postura, como es lógico, eliminaba de
no parecían dignas de la voluntad del Creador, corno la esclavitud, el raíz la existencia de la ley natural o reducía al menos su extensión para
sometimiento de la mujer, la pena de muerte o la propiedad privada, defender un positivismo ético de absurdas consecuencias. Si Dios lo
por ejemplo, que no entraban en su planes primitivos. Pero con ella se hubiera querido, el adulterio, el robo o el asesinato serían conductas
inicia también el camino hacia una reflexión excesivamente abstracta e éticamente aceptables. Los mandamientos · de la segunda tabla del
irrealista de la ley natural. Corno la norma no puede ser ni la naturale­ Decálogo no pertenecían ya a la ley natural. La ética quedaba reduci­
za, tal corno hipotéticamente pudo existir en el paraíso, ni la que ha da así, en su mayor parte, a un catálogo de conductas aceptadas o
surgido después del pecado, se concibe como una estructura metafísi­ prohibidas por la autoridad competente, sobre todo para establecer
ca de aquellos elementos necesarios que constituyen a la persona, al dónde comienza la obligación grave.
margen de sus realizaciones concretas. Es decir, una abstracción que Toda la corriente iusnaturalista posterior, como reacción al nomi­
nunca ha llegado a darse en la historia y que será interpretada después nalismo positivista, estaba plenamente justificada, aunque no fue del
de diferentes maneras. · todo fecunda. Su intento fue tal vez demasiado lejos y vino a caer en
128 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS VALORES ÉTICOS 129

el extremo opuesto. Para dar firmeza y consistencia a las normas de encomendadas. Sería la ley natural, en su sentido analógico, la que rige
conducta, que serían fluctuables en una óptica voluntarista, se incluye­ Ja mecánica del universo y abarca también, según la definición apun­
ron en el ámbito de la ley natural todas las conclusiones que pudieran tada con anterioridad, aquellas exigencias básicas que la naturaleza
derivarse de los primeros principios. Se quiso construir una ciencia enseña a todos· los animales.
puramente deductiva a partir de las exigencias más evidentes y univer­ En el ser humano, por el contrario, el gobierno de Dios se realiza
sales. Así se desarrolla una concepción tan extensa de esta ley que en de rma mucho más admirable y excelente Como criatura racional,
fo
ella adquiere validez permanente una serie de normas éticas que no dotada de libertad responsable, no puede someterse a los simples impe­
debieron absolutizarse, ya que dichas conclusiones resultaban lejanas rativos de una naturaleza ya predeterminada por los mecanismos físi­
y sin mayor conexión con los principios más fundamentales. Y es que, cos o biológicos de las leyes que le orientan. La Providencia quiere
cuando la ley natural pretende extenderse más de la cuenta, penetra sin también dirigirlo, pues ninguna criatura escapa a este gobierno univer­
querer en el campo del derecho positivo, dándole a éste una fuerza que sal; pero la manera de llevarlo a su destino· reviste una característica
no le pertenece. muy singular y llamativa. Por tratarse de seres racionales, ha querido
Estas constantes históricas han hecho que el rostro de la ley natu­ convertir a cada uno de ellos en una providencia pequeña para sí y para
ral haya quedado tan desfigurado por las diversas interpretaciones de los demás. Esta capacidad de gobernarse a sí mismo, que participa de
la tradición que muchos prefieren evitar ese vocablo e intentan recoger la providencia divina o ley eterna, es lo que constituye la ley natural en
esa herencia positiva a través de un lenguaje distinto y más de acuerdo su más auténtico significado. Aquí radica la idea básica y el punto cen­
con la mentalidad actual. En algunos documentos recientes de la tral de todo su pensamiento.
Iglesia se deplora el olvido y la pérdida de este concepto en la refle­ Lo que el ser humano conoce mediante su inteligencia es lo que
xión ética de muchos moralistas. Creo, por ello, que vale la pena hacer posibilita y fundamenta la ética natural. La luz de la razón es el instru­
una relectura del mismo santo Tomás, pues descubre otros horizontes, mento válido que hace posible semejante conocimiento. Por eso el
más lógicos y comprensibles, para una cultura que desconfía en exce­ principio más universal y evidente, del que habrán de deducirse las res­
so de las exageraciones anteriores. tantes conclusiones, es el de hacer el bien y evitar el mal. Sólo los jui­
cios que gocen de esta mayor evidencia deberían ser catalogados como
referentes a la ley natural, pues a ellos pertenecen también las propie­
El ser humano como pequeña providencia dades esenciales que la caracterizan, como la unidad, la inmutabilidad
y la indefectibilidad.
La definición tomista de la ley, como una ordenación de la inteligen­ Sin embargo; cuando se quería concretar tales principios en otras
cia, le sirve para distinguir cuándo una ley lo es con toda propiedad y exigencias más determinadas, el pensamiento tomista fue interpretado
cuándo lo es sólo en un sentido analógico. Para Santo Tomás, la ley de forma distinta por los comentaristas posteriores. Lo cual indica que
eterna no se identifica, como para los estoicos, con el orden externo la dificultad no radica tanto en la existencia de la ley natural cuanto en
que se contempla en la naturaleza, sino que incluye también una di­ los contenidos particulares que cada autor le atribuye. Las fronteras
mensión personal: la providencia y el cuidado amoroso de Dios sobre que delimitan los comportamientos exigidos por ella y los que nacen
toda la creación. El universo entero se encuentra gobernado por esa de una legislación positiva no siempre quedaron bien señalados. A
eterna y majestuosa sabiduría del Creador. No se trata ya de un valor pesar de todo, me parece muy válida su intuición, de la que puede
cósmico, sino que se identifica con su mismo ser. deducirse una doble consecuencia.
Ahora bien ese gobierno se expresa y realiza de una doble manera,
según se refiera a los dos tipos diferentes de seres que se dan en la cre­ Consecuencias actuales de este planteamiento
ación. A los irracionales, incapaces de autogobernarse por sí mismos,
Dios los ha dotado de leyes y tendencias perfectamente controladas e Frente a la antropología agustiniana -mucho más pesimista y negativa,
insertas en su misma naturaleza, para que puedan cumplir, aunque sea al insistir en la impotencia humana o en los límites de la filosofía-, la
de forma ciega, con las tareas y funciones que a cada cual le tiene visión tomista nos abre a un optimismo mayor: la persona, como ser
130 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS VALORES ÉTICOS 131

razonable y libre, se ha hecho un dios pequeño y providente para darle y las diferencias que existan al valorarlas de forma diferente se de­
sentido a su existencia y proyectar su futuro hacia una meta determi­ berán a la complejidad de tales acciones, que impide una opinión
nada. Esta capacidad de autogobernarse a través de la razón presenta la unánime. Sobre este problema vamos a reflexionar en los próximos
imagen de una ética tal y como se exige en una sociedad adulta, autó­ capítulos.
noma, responsable y secular. La dependencia de Dios, imposible de ser
eliminada en un clima cristiano, no se expresa con el sometimiento ***
inmediato a su voluntad, sino con la respuesta dócil y sumisa a los
imperativos de la razón, a la llamada insistente del valor, como una fiel
imagen y eco de esa otra vocación sobrenatural que el creyente descu­
bre en su fe. Bibliografía
Por otra parte, esta teoría expresa la existencia de ciertos principios
muy básicos y fundamentales que constituyen las primeras orientacio­ AND0NEGUI, J. «La ley natural, Sentidos y criterios»: Carthaginensia 13
nes de cualquier conducta. Y revela además el convencimiento de que (1997), pp. 73-114.
tienen que darse ciertas exigencias primordiales, basadas en una reali­ ARNTZ, a., «La ley natural y su historia»: Concilium 5 (1965), pp. 41-61.
dad pre-positiva, como condición previa para valorar la actuación BEUCHOT, M., «Naturaleza humana y ley natural como fundamento de los
humana y fundamentar la demanda de unos derechos superiores a cual­ derechos humanos»: Ethos 19-20 (1991-1992), pp. 19-27.
quier otra legislación. Ya la filosofía griega hablaba de una justicia - «Observaciones sobre el valor y la virtud»: Efemérides Mexicana 18
obvia, evidente, natural, en contraposición a las otras obligaciones (2000), pp. 345-358.
dimanantes de las leyes civiles. Mientras estas últimas son producto CHIAVACCI, E., «Ley natural», en Nuevo Diccionario de Teología Moral, . San
del consentimiento, que hace posible la vida social, aquélla encuentra Pablo, Madrid 1997, pp. 1.013-1.028.
su base en la misma naturaleza humana. Por encima de lo legal, existe ·DEMMER, K. Teología Moral, Verbo Divino, Estella 1994, pp. 69-80.
otra fuerza superior, emanada de los dioses, que puede imponer una FLECHA, J.R., Teología Moral Fundamental, BAc, Madrid 1994, pp. 237-253.
conducta contraria. Es más, la ley escrita de la polis exige estar de FRONDIZI, R., Introducción a losproblemas fundamentales del hombre, Fondo
acuerdo con estos postulados fundamentales de la razón y el sentido de Cultura Económ�ca, Madrid 1977, pp. 437-578.
común. Se trata de una norma agrapha, cuya obligatoriedad nace, no GóMEZ MUNTÁN, J.L., «Naturaleza y filosofía griega: de la "physis" a la
por estar reglamentada en algún código, sino por la evidencia de su "meta-physis"»: Pensamiento 51 (1995), pp. 353-367.
propia fuerza y valor. HERNÁNDEZ CASERO, A. «Educación y valores»: Seminarios 43 (1997),
A lo mejor sería bueno un cambio de lenguaje y, en vez de hacer pp.435-461.
referencia a la ley natural, insistir hoy en los derechos fundamentales LóPEZ QUINTÁS, A., El conocimiento de los valores. Introducción metodoló-
de la persona. Existe un convencimiento generalizado en nuestra socie­ gica, Verbo Divino, Estella 1989.
dad acerca de la existencia de ciertos «universales» éticos que son ya MÉNDEZ, J.M., «El conocimiento axiológico»: Revista Agustiniana 36 (1995),
patrimonio de todos los pueblos y culturas. Se trataría de esos valores pp. 361-388.
básicos que delimitan y protegen los intereses de los individuos y de la ÜDERO, J.M., «Ética de los valores y coherencia existencial»: Escritos del
comunidad frente a cualquier tipo de arbitrariedad y capricho. Cuando Vedat 27 (1997), pp. 97-102.
la gente protesta o demanda justicia contra las leyes vigentes, es por­ PINCKAERS, S.-Th., La moral católica, Rialp, Madrid 2001, pp. 112-129.
que se apoya en un derecho superior que justifica su queja. VALOR!, P., <<Valor moral», en Nuevo Diccionario de Teología Moral, San
La dificultad mayor sigue siendo la misma: explicitar en concreto Pablo, Madrid 1997, pp. 1.826-1.839.
cuáles son esos contenidos básicos y fundamentales. El obstáculo no V v.AA., Los valores éticos en una sociedad democrática,. Instituto Fe. y
se supera por elegir el término «ley natural» o seguir hablando de los Secularidad, Madrid 1985.
«valores éticos». Tanto en un caso como en otro, lo importante es des­ WEBER, H., Teología Moral General. Exigencias y respuestas, Herder,
cubrir qué exigencias son absolutas y cuáles. no gozan de este carácter. Barcelona 1994, pp. 127-158.
LA ÉTICA NORMATIVA }33

tarlo en los diferentes campos de nuestra actividad. Yes que lo que a


nivel especulativo parece bastante claro no es tan evidente a la hora de
su aplicación a las realidades concretas. .-
La experiencia más vulgar confirma este presupuesto. Cuanto más
abstractos y universales son los principios y valores éticos, tanto menor
es la dificultad para conocerlos y admitirlos, pues se trata de enuncia­
dos tan generales que se descubren por una intuición elemental. Pero
7 cuando se busca una encamación progresiva y cada vez más detallada,
para deducir �ómo el bien, en abstracto, se tr�duce �n una acción deter­
La ética normativa minada, la dificultad se hace presente de mmed1ato. Aceptando un
mismo valor teórico, como el respeto a la vida, unos .prohíben la inte­
rrupción del embarazo, la pena de muerte o la fecundación artificial, y
El descubrimiento de los valores concretos otros, sin embargo, no se atreven a condenarlas por completo.
Lo único que puede orientar con eficacia ·es el conocimiento con­
Hay que reconocer que los valores universales gozan-de una evidencia creto de los valores que humanizan o destruyen a la persona en cual­
tan grande que nadie puede negarles una firmeza permanente. Todos ' quiera de sus comportamientos. Habrá que analizar, por tanto, qué sis­
estamos de acuerdo en que hay que hacer el bien, practicar la justicia, tema económico contribuye más a unas relaciones de justicia entre
vivir de acuerdo con la razón, respetar la dignidad de la persona, decir individuos y comunidades; qué formas de actividad sexual respetan y
la verdad y defender la vida humana, pues ningún código ético o civil maduran la dignidad de la persona o propician el estancamiento psico­
defiende el asesinato y el robo, ni permite la injusticia y la mentira. lógico de ésta; qué límites resultan imprescindibles para defender la
Todos ellcis defienden los bienes y valores fundamentales para el ser vida cuando se quiere manipularla o experimentar con ella; cuáles son
humano y para la sociedad eri la que el ser humano vive, sin los cuales las ventajas e inconvenientes, para una sociedad particular, de una
no sería posible la vida social ni la misma civilización, pues sólo impe­ legislación tolerante o represiva sobre un punto determinado; qué fac­
raría la ley de la fuerza. En este sentido, encierran un carácter univer­ tores intervienen en la actualidad para favorecer la guerra o para con-
sal, en cuanto que constituyen el patrimonio ético de la humanidad, y denarla sin paliativos.
revisten u11.a dimensión absoluta, pues ofrecen una primera orientación La ética normativa, a este nivel más práctico y concreto, no hace
necesaria y estable para todos los tiempos y circunstancias. Hacer el todavía buena o mala a la persona, pues sólo indica lo que· es recto y
mal .o cometer un crimen es algo que no admite ninguna justificación. justo para su autorrealización. Nadie se hace honrado por reconocer
Pero· semejantes criterios, por otra parte, resultan completamente simplemente el derecho de los demás, · sino por actuar de acuerdo con
ineficaces para la orientación concreta de la vida. Aunque necesarios las exigencias que de ahí se derivan. Sobre la valoración de la conduc­
como punto de partida, no son suficientes para dictaminar la moralidad ta personal hablaremos en el capítulo siguiente. Ahora se trata de
de una determinada acción. No basta con defender la dignidad de la encontrar los caminos para saber los valores que iluminan la rectitud
persona, sino que hay que examinar qué comportamientos concretos la de cualquier comportamiento.
fomentan o la degradan. Es más, la proclamación de estos valores más
abstractos podría convertirse en una cierta alienación o en algún tipo
de ideología manipuladora cuando, bajo su aparente validez -en nom­ El diálogo con las ciencias
bre de la dignidad, del amor, de la libertad, del bien común, de la ley
natural, etc.-, se permiten o se condenan conductas que no se derivan Si la moral es el conocimiento que busca la mejor realización del ser
de tales presupuestos. En su evidencia primera se incluyen algunos humano, todas las ciencias, en una proporción diferente según sus pro­
aspectos, introducidos sin duda por otros intereses implícitos. Por eso, pios objetivos, pueden entregar datos de enorme interés al moralista
lo que es bueno para la persona hay que intentar traducirlo y concre- para ayudarle a conseguir esta finalidad. Las costumbres de los anima-
134 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA NORMATIVA l35

les, el mundo de las tribus primitivas, las experiencias acumuladas de Santo Tomás reflexiona sobre la ofensa que el pecado infiere al Crea­
la historia, la riqueza de las diferentes culturas y etnias, los resultados dor, lo hace con una visión científica y humanista, pues afirma con una
de la técnica y de los experimentos, el avance de la medicina en todas profundidad impresionante que <<Dios no se siente ofendido por noso­
sus ramas, los nuevos descubrimientos en cualquier campo del saber, y tros, si no es porque actuamos contra nuestro propio bien» (Summa
hasta los errores cometidos aportarán siempre aspectos interesantes y contra gentiles, III, 122.) Y este bien, por supuesto, no lo determinan
de gran utilidad. El Vaticano II reconoció de manera explícita la las ciencias, pero tampoco se obtiene al margen de ellas, pues ni la teo­
influencia positiva y benéfica del progreso científico en la elaboración logía ni la moral poseen el único saber válido sobre la naturaleza de la
de la moral: persona.
«La experiencia del pasado, el progreso de científico, los tesoros
El diálogo, por tanto, con las ciencias, sobre todo con las más rela­
escondidos en las diversas culturas, permiten conocer más a fondo la ci onadas con el ser humano, es una necesidad apremiante de la ética
naturaleza humana, abren nuevos caminos para la verdad y aprove­ actual. Tal confrontación posibilita que la lectura de la realidad se haga
chan también a la Iglesia... Para aumentar este intercambio, sobre sobre una base razonable y que el discurso ético no quede alejado de
todo en nuestros tiempos, en que las cosas cambian tan rápidamente los datos reales y objetivos. En teoría, se aceptaba la urgencia de este
y tanto varían los modos de pensar, la Iglesia necesita de un modo presupuesto evidente, pero después, en la práctica, la actitud de recelo
particular la ayuda de quienes, por vivir en el mundo, conocen a. y sospecha frente a los nuevos avances científicos se ha dado, por des­
fondo las diversas instituciones y disciplinas y comprenden clara­ gracia, con alguna frecuencia, cuando ponían en crisis ciertas ense­
mente la razón íntima de todas ellas, sean creyentes o no» (Gawj.ium ñanzas tradicionales.
et Spes, n. 44).

Y es que sin tener en cuenta las aportaciones que cada una de ellas Las limitaciones de los datos científicos
presenta y su armonización posterior en una síntesis humanista, global·
y unitaria, no se llegarán a descubrir los auténticos valores que orien­ Lo mismo que se ha dicho siempre que no puede darse un auténtico
ten la conducta. Sería ingenuo presentar una ética económica que no. conflicto entre la fe y la razón, aunque se muevan en planos tan diver­
tuviese en cuenta la complejidad de este mundo y las reflexiones de los sos, tampoco debería darse entre la moral y la ciencia. Toda valoración
especialistas en economía, de la misma manera que sería absurdo ofre­ ética ha de partir, coino presupuesto, de una buena base científica, pues
cer una ética sexual que no reflexionara sobre las aportaciones del psi­ lo contrario supondría la defensa de una actitud infantil o ignorante.
cólogo y del médico, o que ignorara la contribución de la misma eto­ Pero el hecho de insistir en el papel de las ciencias no es para dejar la
logía. Una parte notable, por ejemplo, del dinamismo humano es una moral en manos del técnico, como si éste tuviera que aportar la última
herencia común con los animales, y bajo ciertos aspectos, por tanto, palabra. También las ciencias tienen sus límites y fronteras, que con­
existe una determinada programación que no conviene olvidar, a pesar viene señalar para que no se excedan en sus pretensiones.
de las radicales diferencias. La primera limitación surge porque con frecuencia las conclusio­
En este sentido, habría que considerar la ética como una ciencia nes científicas no llegan a· conseguir la suficiente unanimidad como
humilde y sensible, abierta siempre a las enseñanzas y datos que pue­ para considerarlas como base segura y con un mínimo de garantía. No
dan entregarle las demás. No es posible mantener determinados prin­ todos los problemas están resueltos de forma clara y convincente con
cipios que un día se adjetivaron como éticos, si los presupuestos cien­ los datos actuales de las ciencias, ni son aceptables, por tanto, todas las
tíficos en que aquéllos se apoyaban han perdido su validez o se de­ opiniones, a veces contradictorias, que pueden darse sobre un mismo
muestran inexactos. Quiero decir que todo aquello que en moral se tema. Lo que se acepta como una buena hipótesis o una respetada opi­
considera inaceptable o, desde el punto de vista religioso, se cataloga nión es motivo para quedar abiertos al estudio reflexivo y a la espera
como pecado no será tampoco, en una óptica científica, la mejor mane­ de nuevos horizontes éticos; pero mientras esas ideas no se confirmen
ra de realizarse como persona y la expresión mejor, desde todos los con una mayor seguridad, no parece que sean suficientes para la fun­
puntos de vistas, de una maduración y equilibrio humanos. Cuando damentación de una conducta. La pluralidad existente en torno a tan-
136 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICANORMATIVA 137

tos problemas impide a veces tomar una determinada opción mientras hora de valorar la eticidad de una conducta, es analizar lo que en con­
no se demuestre, al menos, que la nueva teoría ofrece mejores posibi­ junto, teniendo en cuenta sus ventajas e inconvenientes, resulta de v�r­
lidades que la mantenida con anterioridad. Sería demasiado peligroso dad más benéfico para el bien de la persona, los derechos de la socie­
dar luz verde y generalizada a una acción por el simple hecho de que dad en la que vive y hasta las exigencias de nuestro hábitat. El mora­
meras hipótesis en estudio pudieran cambiar un día lo que hasta el lista deberá, por ello; prestar constante atención a los resultados cien­
momento se considera mejor. tíficos, pero sin olvidar al mismo tiempo su carácter limitado, y dis­
En segundo lugar, no hay que olvidar tampoco un aspecto que puesto a impedir cualquiertentativa de absolutizar una visión parciali-
impide la identificación de lo científico con la dimensión humana que zada del problema.
defiende la moral. Nos referimos al carácter específico de cada disci­
plina. Cualquier ciencia, sea la que sea; se acerca a la realidad huma­
na desde una perspectiva muy peculiar y limitada. Cada una tiene su La ambigüedad de la técnica
ángulo específico de visión, a través del cual analiza un mismo hecho
objetivo; y así, por muy profundas y exactas que sean sus conclusio­ El ser humano, gran artesano de la creación, posee hoy una capacidad
nes, no pueden aceptarse como una síntesis completa, al des.conocer impresionante para configurarla e imponer sobre ella su voluntad,
otros aspectos ajenos al campo de su reflexión. Incluso cuando se exa­ como si se tratara de un material dúctil y maleable en sus manos. La
mina un idéntico problema, el fenómeno es matizado de manera dife­ técnica ha hecho posible que los fenómenos biológicos y naturales no
rente, según sea visto por un biólogo, un jurista, un sociólogo, un sean ya los únicos árbitros que determinan muchos de los acontecí..
antropólogo, un político, un economista, un psicólogo o un historiador, mientos, principalmente los relacionados con la vida. Por su parte, la
cada uno de los cuales se detiene en aquellos aspectos más cercanos a civilización ha surgido de ese dominio del hombre sobre las fuerzas
su especialidad. naturales. Frente a un cosmos sagrado e intocable. que durante mucho
Si la moral pretende ofrecer el mejor camino para la propia auto­ tiempo había sido objeto de respeto y contemplación, la naturaleza se
rrealización, no es válido quedarse con las conclusiones científicas, por fue convirtiendo, poco a poco, en un inmenso campo de experiencias
muy dignas de consideración que sean, pues ya insistimos en que el del que obtener una respuesta lo más útil y provechosa posible a nues­
valor ético no busca una sola dimensión de la persona, sino que refle­ tros intereses. La historia revela ese progreso continuo de los conoci­
xiona sobre lo que es mejor para su totalidad. La eficacia de un policía mientos científicos y técnicos que han posibilitado eldesarrollo actual.
en la investigación de un crimen, el ejercicio del derecho a la informa­ Es verdad que la ignorancia humana es aún impresionante, como un
ción por parte de un periodista para comunicar un acontecimiento, la reto que humilla nuestra supremacía, pero la ciencia prosigue paso a
tolerancia de un político para mantener un nivel de convivencia, la fre­ paso su camino, como si se sintiera profundamente estimulada a con­
cuencia que detecta un sociólogo en las costumbres de un pueblo, o la quistar esas regiones desconocidas. Algún día se conseguirá lo que hoy
que el etólogo constata en el mundo de los animales, son sin duda parece imposible.
aspectos valiosos, pero que no sirven por sí mismos para valorar la rec­ Nadie duda de los beneficios incalculables que todo ello ha supues­
titud de una acción. Los métodos más aptos para descubrir un crimen to para la humanidad, y hay motivos sobrados para la esperanza, con el
o para exponer la verdad de un hecho serán muchas veces opuestos a horizonte que se nos abre hacia el futuro, de· encontrar soluciones a
las más elementales exigencias de la intimidad personal. La ciencia, en muchos de los problemas que nos angustian y amenazan. Nos asom­
este caso, debe subordinarse también a los derechos primordiales del braríamos si pudiéramos contemplar en una visión de conjunto la lucha
individuo. entablada ahora en todos los campos de la investigación para conseguir
Cuando se quiere valorar una conducta, no basta, por tanto, con esas victorias parciales, después de tantos trabajos, luchas y esfuerzos.
constatar sus efectos benéficos o sus consecuencias perniciosas desde Sin embargo, semejante optimismo, plenamente justificado, no
una sola perspectiva. Todo comportamiento, aun el más deshumaniza­ está exento de peligros y ambigüedades. La preocupación tiene raíces
dor, encerrará algún efecto positivo, lo mismo que cualquier acción profundamente humanas, porque, si la historia y el sentido común han
recta podrá causar alguna molestia y sufrimiento. Lo importante, a la · dado su aprobación a la técnica -a la que no es posible eliminar, por
138 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA NORMATIVA 139

los beneficios que ha supuesto y seguirá produciendo para el bienestar Las cosas no se realizan ya porque sean positivas y benéficas para
y el desarrollo humanos-, existe también el temor de que semejante el hombre, sino porque son posibles, y nada debe impedir un nuevo
bendición pudiera convertirse en algo maldito. avance o descubrimiento. Todo está orientado hacia esa meta, porque,
La civilización ha sido, en gran parte, producto de la técnica; pero lógicamente, las nuevas técnicas y la mejora de los instrumentos faci­
la técnica, como apuntaba Ortega y Gasset, es una manipulación de la litan ese autocrecimiento c0nstánte. Se valora el cambio porque se
naturaleza para dominar sus mecanisrn0s y ponerlos al servicio de la valora el progreso, aunque a veces se ignora para qué lo queremos,
persona. Un fenómeno de signo contrario al que se realiza en la adap­ cuáles serán sus consecuencias y qué precio, en términos de humanis­
tación de las especies al medio ambiente, pues no es el ser humano el mo, habrá que pagar para obtenerlo. La ética es un elemento extraño y
que se somete, sino el que impone a la naturaleza una reforma por la ajeno al mundo de la técnica, del que tiene que prescindir por comple­
fuerza, a fin de adaptarla a sus propios proyectos. Hoy somos mucho to para no entorpecer su avance. Una especie de maquiavelismo por el
más conscientes que en épocas pasadas de los riesgos y peligros que que todo se considera útil y aceptable en función exclusiva de la efica­
encierra un poder desorbitado. La ecología no es más que un ejemplo cia. Todo ello conduce de manera irremediable a una separación abso­
que confirma la ambigüedad del progreso ilimitado. Esto indica que no luta entre técnica y moral, a un divorcio entre las exigencias irreconci­
todo lo que puede hacerse debe terminar realizándose, si no queremos liables de los científicos puros y las de los humanistas. Por eso son bas­
llegar, por el camino de la pura eficacia, a una completa deshumaniza­ tantes los autores que insisten en la urgencia de una ética de freno
ción: Una ciencia que no acepte ningún límite ético en sus plantea­ voluntario, de contención, de límites indispensables... para evitar que
mientos termina por convertirse en una. amenaza para la humanidad. el paraíso de la técnica se convierta en una caja de desagradables
sorpresas.
La rebelión de los medios
Semejante riesgo no es producto de un miedo infundado, sino de las Recuperar la dimensión teleológica
características ·que reviste nuestra tecnología actual, pues la cultura
tecnológica comienza a estar regida por la autonomía de un crecimien­ Y el primer paso para una humanización de la ciencia consiste en recu­
to ciego, donde el ser humano ha dejado de ser el señor para conver­ perar de nuevo la dimensión teleológica, es decir, cuál es la finalidad
tirse en un déspota de la creación. Ahora no hay voluntad de aceptar que buscamos por encima de todo; porque lo importante no es avanzar
frontera alguna, pues cualquier misterio humilla y es considerado cada vez más, sino tener en cuenta hacia dónde se dirigen esos cono­
como un reto a la supremacía humana. Todo lo que hoy se puede hacer, cimientos, qué metas se pretenden, cuáles son sus efectos y conse­
habrá necesariamente que legitimarlo, ya que la factibilidad se con­ cuencias. El sentido común más elemental y espontáneo exige que la
vierte por sí misma en un concepto normativo. La única limitación meta última -la que debe buscarse en cualquier progreso científico­
aceptable es la simple imposibilidad física, que algún día terminará por sea el mayor bien y perfeccionamiento del ser humano en su aspecto
superarse. personal, comunitario y del mundo en el que vive. Todo avance, en esa
Como consecuencia· de lo anterior, la eficacia y la rentabilidad se larga y dolorosa conquista de la ciencia, pierde por completo su senti­
han convertido en los valores supremos y más importantes. Si toda do humano cuando se convierte, por sí mismo o por sus consecuencias,
acción está dirigida a conseguir un conocimiento mayor de la realidad, en un obstáculo para cumplir con ese servicio. Sería absurdo abrir
la búsqueda cada vez más perfeccionada de los medios para alcanzar caminos y continuar su recorrido cuando no sabemos hacia dónde
ese objetivo termina por imponerse como el único criterio de orienta­ vamos e ignoramos los peligros que comportan.
ción. Ya no son los fines los que determinan los medios, sino que los En función de esta meta humanizadora, habría que entablar una
medios técnicos deciden y justifican por sí mismos. Se ha perdido la lucha para aplastar la rebelión de los medios y obligarles de nuevo a
teleología del progreso, para caer en lo que algunos autores han deno­ reconocer una doble dependencia. La primera, que su función consiste
minado la rebelión de los medios, que termina ahogando la dimensión en orientarse hacia ese objetivo humanista y que, cuando lo ignoran o
humana del desarrollo científico. se autoindependizan, destruyen su valor y sentido, pues será siempre la
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humanidad la que acabe perdiendo. Y, en segundo lugar, que para obte­ cuenta las circunstancias actuales en las que deberían aplicarse. Las
ner una finalidad, por muy digna y loable que sea, tampoco resultan deficiencias que podrían encerrar no se deben a la falsedad del valor
aceptables aquellos métodos que no respetan la misma dignidad de la que deñenden, sino a una formulación menos correcta, realizada en
persona. Lo que en un principio se podría justificar como un signo de otras circunstancias diferentes. Si la moral ilumina de ordinario la
progreso . y una conquista de la ciencia, se despoja de su contenido situación, también ésta ayuda en ocasiones al perfeccionamiento de los
humano desde el momento en que los medios mismos suponen un criterios éticos, cuando revela algunos aspectos que todavía, por la
atentado contra la persona.. falta de conocimientos adecuados, no se habían podido tener en cuen­
La superación requiere, por ello, un convencimiento explícito de ta. Cualquier valor ético necesita como presupuesto una buena base
que la ciencia tiene también sus límites, no, sólo porque devora y des­ científica. De ordinario, los nuevos datos aportados no eliminan su vi­
truye al ser humano cuando se utiliza sin ninguna finalidad, sino por­ gencia y validez, sino que matizan con mayor exactitud sus exigencias.
que ella nunca podrá tampoco satisfacer sus necesidades y aspiracio­ La existencia de técnicas modernas en él campo de la medicina,
nes más profundas. No basta con el repudio estéril. Es necesario, sobre· por ejemplo, que pueden ser aplicadas a cualquier ciudadano para
todo, el humilde reconocimiento de su limitada validez para no otor­ curar una patología, ha hecho inútil, por desfasada, la división tradi­
garle ese carácter absoluto y casi sagrado. Decir que no, cuando se cional entre medios ordinarios, que han de aplicarse a todos los enfer­
traspasa esa frontera, es apostar por un futuro mejor y por una mejora mos, y medios extraordinarios, cuya utilización no se impone como
del vivir humano. Humanizar la ciencia supone la renuncia a aquellas obligatoria. El mayor bien del individuo, que se intentaba salvaguardar
posibilidades que, aunque sirvieran para un cierto progreso, no se con esos · principios, analizando las ventajas ·e inconvenientes de un
podrían adjetivar como humanas. recurso terapéutico, hoy se clarifica mejor hablando de remedios pro­
porcionados y desproporcionados. La lucha por la vida, que antes no
creaba ningún problema con las técnicas existentes, se puede prolon­
Replanteamiento de los problemas éticos gar de una manera tan artificial e insensata que hoy se plantea el de­
recho del enfermo a morir con dignidad, como una exigencia ética
Dado el mencionado influjo que los datos científicos tienen en el plan­ ineludible.
teamiento de los problemas morales, no es extraño que, con los nuevos
avances y descubrimientos en el campo de las ciencias, haya que re­
plantearse las soluciones aceptadas con anterioridad o darles una inter­ La ética de la experimentación: su carácter provisional
pretación diferente para integrar las nuevas posibilidades. Los ejem­
plos han sido numerosos a lo largo de la historia. Baste recordar, como Este progreso científico no es posible sino a través de la experimenta­
una pequeña manifestación, que al comprender el valor económico del ción en todas sus formas, de la apertura hacia nuevos horizontes des­
dinero se solucionó el problema grandemente debatido del préstamo a conocidos e inexplorados, como una de las propiedades esenciales de
interés, condenado durante mucho tiempo por la Iglesia como un peca­ la ciencia moderna. El avance comporta siempre algún riesgo, al cami­
do de usura. O la posibilidad más reciente de los trasplantes orgánicos nar por un terreno desconocido sin saber aún con certeza si sus conse­
entre personas vivas, que motivó una interpretación más personalista cuencias serán benéficas o negativas. Si se experimenta, es precisa­
del principio de totalidad, cuya formulación clásica los impedía como mente porque se ignoran los resultados y se desea conocerlos para el
si se tratara simplemente de una mutilación. bien de la persona. La búsqueda de estos conocimientos, sin embargo,
Los principios éticos, como traducción de los valores generales, se podría tropezar con una dificultad grave: que la ética se convirtiera en
elaboraron para dar soluciones a los casos concretos que se presenta­ un obstáculo para el propio progreso, al condenar de inmediato cual­
ban. Muchos de ellos conservan su vigencia orientadora, pues mantie­ quier investigación que no tuviese en cuenta las normas . de su ense­
nen su validez en las nuevas situaciones. Pero otras veces las nuevas ñanza anterior. Ahora bien, cuando se intenta abrir nuevos caminos, es
posibilidades descubiertas por las ciencias nos hacen descubrir los posible que algunas normas orientadoras no sean ya suficientes y ade­
límites e imperfecciones de su enunciado anterior, incapaz de tener en cuadas para iluminar, como decíamos antes, la nueva situación de cara
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al futuro. El conflicto surge entonces entre la fidelidad a un valor, tal oscuridades que encierra, pensará que nunca llegó a equivocarse, pero
como se había presentado en la tradición, y la fidelidad a una nuev a la verdad se le irá haciendo cada vez más lejana y escondida. La moral
verdad que está naciendo. Es la tensión que brota, sobre todo en sus se convertiría entonces en una fuerza paralizante contra el dinamismo
comienzos, cuando la vida presenta posibilidades que no eran acepta­ creador de la vida.
das por la moral.
Una gran parte de las leyes y normas generales tienen una funda­
mentación teleológica. Es decir, no se deducen siempre de un princi­ La cultura como fenómeno condicionante de la moral
pio superior en el cual se contengan de alguna manera, sino que se
imponen después de haber analizado las consecuencias y los efectos Es una ilusión falsa y demasiado ingenua creer que el conocimiento de
que producen, para valorar entonces qué tipo de acción resulta más la realidad se efectúa sin ningún condicionante previo. Jamás nos acer­
positiva para el hombre. La traducción de los grandes principios uni­ camos a ella de forma aséptica, en una actitud de despojo absoluto,
versales y absolutos requiere una confrontación con la realidad para para atenernos simplemente a los puros datos objetivos. Semejante vi­
deducir de ella lo que parece más ético y humanizador. Una ley o valor sión implicaría una metafísica mecanicista que intenta explicar el fenó­
surge cuando la experiencia ha demostrado. que la conducta contraria meno humano olvidando justamente su dimensión más personal. Lo
atenta, de una u otra forma, contra el bien de la persona y de la socie­ real no es la materia fría y descarnada de los elementos naturales, sino
dad. No son obligaciones tan evidentes que se perciban por una intui­ ese otro mundo que el individuo aporta para darle una lectura más
ción o por simple sentido común, sino que se constatan a través de la completa y trascendente, desde esa óptica que condiciona su visión.
vida. La importancia de este influjo se constata en otras múltiples expe­
De ahí que la tradición, en su sentido más auténtico, encierre un riencias más pequeñas que indican los condicionamientos humanos
patrimonio ético de enorme importancia. Son siglos de historia que para cualquier valoración. Todos sabemos lo que un simple cambio de
transmiten una experiencia para no partir nunca de cero, y que sería humor provoca a la hora de analizar una misma realidad, que se con­
absurdo olvidar para comenzar siempre de nuevo. Ese patrimonio, sin templa con pesimismo o esperanza, sin ningún ,otro .cambio que el de
embargo, también aumenta y se enriquece con otras aportaciones nuestro mundo interior. Lo mismo acontece cuando observamos desde
modernas. Sin renegar de lo anterior, hay que estar abierto a lo moder­ nuestra situación actual ideas, acontecimientos, escritos o reacciones
no. Y ello comporta un difícil equilibrio entre lo que ya estaba dicho y que se tuvieron en el pasado y que ahora se ven con matices diferen­
lo que aún queda por decir, para ver si lo antiguo aún tiene vigencia o tes. O la incapacidad para comprender el arte, las costumbres y las
necesita una reformulación. expresiones populares de un determinado pueblo o región. La causa de
Precisamente porque estas posibilidades modernas van siendo cada esas visiones diferentes no se encuentra en el hecho real, sino en el
vez más frecuentes, dado el ritmo al que avanza hoy el progreso técni­ ángulo específico desde el que se observa y contempla.
co, y porque, además, tampoco podemos prescindir a la ligera de unos Atenerse a la realidad no significa, pues, someterse a los datos apa­
valores tejidos con la experiencia de la tradición, cabría pensar en la rentes que se nos ofrecen, sino a ese nuevo modo de existir que se
validez de una moral de lo provisorio. No para negar la urgencia de añade con la cultura. Cuando se intenta conocerla y valorarla, el en­
unos criterios éticos cuando éstos son definitivos y absolutos, sino para cuentro se realiza ya desde una óptica cultural que selecciona, modela
estar abiertos, por una parte, a los descubrimientos de una verdadera e ilumina con sus propios matices el entorno que le rodea. Ser objeti­
ciencia humana y para no caer tampoco, por otra, en un completo amo­ vos -una preocupación en la que se ha insistido siempre con tanta
ralismo. Lo que no se debe aprobar de inmediato, por la incertidumbre fuerza- no consiste en abarcar la simple materia como algo ajeno e
e inseguridad de sus conclusiones, a lo mejor tampoco debería excluir­ independiente del sujeto, sino ese nuevo mundo significativo que nace
se mientras no se posea una experiencia mayor. Encender, por así de una naturaleza transformada y enriquecida por la cultura. Y esta
decirlo, una «luz intermitente», que aconseja prudencia hasta un escla­ realidad cultural, tan constatable como aquélla, es la única que da sen­
recimiento posterior, sería una postura sensata y equilibrada. El que tido a la vida y responde a nuestras exigencias más específicas y
quiera ahorrarse este esfuerzo, con las dificultades, vacilaciones y fundamentales.
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Influjo espontáneo e inconsciente de los datos culturales que no siempre se tiene en cuenta cuando se critican o condenan otras
conductas. Todo lo que hoy nos parece anacrónico y desfasado tuvo
Nadie inventa la moral ni se enfrenta a estos problemas sin un deter­ ta mbién una explicación razonable en otro contexto diferente.
minado bagaje que le impide partir de cero. Desde el comienzo de la
existencia contamos con la educación -con una concreta educación­
que se determina, sobre todo, por el clima familiar en que se efectúa, La p rimacía de ciertos valores e·n los diversos modelos culturales
condicionado a su vez por el ambiente cultural en el que se vive . Sin La existencia de distintas culturas, esparcidas por el tiempo y la geo­
ella, ya dijimos que no es posible el conocimiento y la sensibilidad grafía, es un hecho tan evidente que no necesita ninguna justificación.
para percibir los valores. Lo que se enseña en este campo se acepta y esto explica, por tanto, la diversidad y el pluralismo de los valores
como lo más lógico, natural y evidente. Aunque más adelante se recha­ morales. Es imposible defender fuera de los criterios más universales
cen algunos valores para afirmar la propia identidad, la cultura trans­ y evidentes, que· son ya patrimonio de la humanidad, un contenido
mitida se integra dentro de nuestros esquemas y configura de •forma ético que resulte válido para todas las épocas y pueblos. Incluso den­
espontánea y hasta inconsciente nuestra visión de la realidad. Incluso tro de un mismo ámbito cultural como el de Occidente y el de la pro­
cuando nos enfrentamos a un idéntico hecho, como la existencia de pia Iglesia, se dan cambios que repercuten en la formulación de la ética
Dios, la fe del medievo, aunque sea fundamentalmente la misma, no concreta.
aparece igual a la de una sociedad tecnificada, ni el catolicismo euro­ Durante muchos siglos se aceptó con naturalidad el fenómeno de la
peo podrá ser en todo comparable al del pueblo africano, de igual esclavitud, y casi nadie se escandalizaba de que la Inquisición conde­
manera que el artista, el filósofo, el monje, el aldeano o el poeta tienen nase en la hoguera a los herejes.
su forma peculiar de relacionarse con Dios. Lo más característico de toda cultura es el ensamble y armonía
La valoración ética tampoco escapa por completo a estos factores existente entre todos los elementos que la componen, lo que hace muy
históricos y culturales, máxime cuando su influencia se produce de difícil el trasvase aislado de alguno y su posterior integración en otro
manera desconocida, pues no existen en ese contexto aislado y dife­ conjunto diferente, como el cuerpo extraño que es rechazado por el
rente otros puntos de referencia que ayuden a relativizar nuestro ángu­ organismo. Para que se dé una evolución, basta con otorgarle la pri­
lo de visión. A ningún niño que nazca en una familia hindú le resulta­ macía a uno de esos elementos, que ha de condicionar un inevitable
rá absurdo venerar a las vacas como sagradas. Lo que vemos y juzga­ reajuste de todos los restantes. En función de ese valor prioritario, los
mos en ese momento es lo que creemos naturalmente que responde a esquemas de conducta sufren los consiguientes desplazamientos, y el
la verdad, lo que nos parece más lógico y coherente. Incluso cuando nuevo modelo influirá en la elección de las normas para realizarlo.
echamos la mirada sobre otros modos de conducta, aunque sean los de En el ámbito individual, el temperamento de cada cual, modelado
un pueblo cercario y conocido, nuestra reflexión resulta difícil y par­ por la educación, ayuda o dificulta la percepción de determinados valo­
cializada, porque a ellos nos acercamos desde nuestras propias catego­ res. Todos conocemos a personas que son insensibles, por ejemplo, a
rías, ignorando los significados y las razones más profundas que en la veracidad o al respeto de las intimidades ajenas, pero acérrimos
ellos se encierran. Por eso cuesta comprender, y más aún estimar, la defensores de la justicia y del trabajo. Sin negar la posible responsabi­
música, los bailes o las costumbres de una cultura desconocida, aunque lidad en sus decisiones, cada individuo tiene liha mayor o menor faci­
se contemple como un hecho curioso o un espectáculo entretenido. lidad para sentirse afectado por la llamada de uno u otro valor. El
mismo fenómeno ocurre en la sociedad, donde se ha dado más preva­
De ahí las frecuentes injusticias e incomprensiones que se cometen: lencia a ciertos aspectos morales en una época, · mientras que en otra
al juzgar los comportamientos de otras épocas o de otros pueblos desde posterior han surgido con más fuerza otros diferentes. De ahí la licitud
la situación en que uno se encuentra. Mientras no se comprenda y se de conductas aceptadas por nuestros antepasados y que hoy nos resul­
ame el entorno cultural y el significado de sus manifestaciones, que tan intolerables; o la existencia, por el contrario, de comportamientos
escapan a cualquier otra mentalidad, es muy difícil hacer una valora­ condenados por la tradición y que hoy se defienden como auténticos
ción adecuada. Es el presupuesto indispensable para un análisis ético, derechos humanos.
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La historia está llena de ejemplos. Si el peor enemigo de la convi­ El• desarrollo evolutivo de la moral
vencia y de la paz entre los ciudadanos, en una determinada sociedad,
no es el invasor y el asesino, que podrá destruir la autonomía y la vida Todo esto indica que la ética normativa, como conjunto de valores, no
de sus habitantes, sino el defensor de falsas ideas religiosas, que desin­ ha quedado configurada de manera definitiva y para siempre, sino que
tegra la comunión e identidad de ese pueblo, resulta explicable la está sometida también a un proceso evolutivo. No en el sentido de un
quema de herejes por la misma razón por la que todavía se mata en la cambio constante, como una veleta en manos del viento, sino como
guerra o se impone la pena de muerte a los criminales. En ambos casos, actitud de búsqueda permanente para responder en cada situación, de
el hecho de quitar la vida quedaría justificado por una justa defensa la forma más humana y evangélica, a los problemas que se presentan.
frente al agresor. Pero si se acepta, en un momento cultural diferente, Basta con recorrer brevemente la historia para constatar los cambios
que el valor más importante es el respeto sincero a la conciencia per­ que se han ido efectuando en las diferentes épocas.
sonal de cada uno, donde se toman las grandes decisiones éticas o reli­ Esta evolución histórica tiene que provocar necesariamente mo­
giosas, entonces habrá que reconocer el derecho a la libertad «fundado mentos de crisis y de vacilación, pues todo cambio rompe la estabili­
en la dignidad misma de la persona humana, tal como se conoce por la dad conseguida y supone un desajuste entre lo nuevo y la norma acep­
palabra de Dios revelada y por la misma razón natural», como la defen­ tada con anterioridad. Y en un momento de crisis no se tiene siempre
dió el Vaticano II (Dignitatis Humanae, 2). a mano la respuesta adecuada a la nueva situación. El Vaticano n no
Si de forma espontánea se admite que una persona puede nacer tuvo inconveniente en reconocer esta dificultad: «Las instituciones, las
hombre o mujer, blanco o negro, libre o esclavo, parecerá lógica la leyes, los modos de pensar y de sentir, heredados del pasado, no siem­
esclavitud, como sucedió en los primeros tiempos del cristianismo, a pre se adaptan bien al estado actual de cosas. De ahí una grave pertur­
pesar de la dignidad e igualdad de todos ante Dios, como proclamaba bación en el comportamiento y aun en las mismas normas reguladoras
la revelación. Escandalizarse de que san Pablo no haya luchado contra de éste» (Gaudium et Spes, 7).
ella supone un desconocimiento de su situación cultural. Del mismo Esto origina una molesta sensación de inseguridad que sólo el
modo que hoy nos parece incomprensible que se permitiera la castra­ tiempo y la reflexión podrán contribuir a que se superen poco a poco.
ción de los niños cantores o se consintiera la tortura para asegurar las Es el riesgo inherente a toda aventura humana, cuya solución definiti­
pruebas ante los tribunales. Aquí habría que reflexionar también sobre va no es posible siempre esclarecer de inmediato. Por eso no es fácil
todo ese mundo de prejuicios colectivos, conscientes e inconscientes, conservar el equilibrio entre una doble tentación que puede darse con
que fundamentan ciertos privilegios o injusticias que de ellos dimanan, facilidad: la de mantenerse inmóvil y anclado en la tradición, o la de
sin que provoquen ningún tipo de reacción mientras no se hayan desen­ sentirse atraído de inmediato por la novedad de lo inédito. Ninguna de
mascarado. La superioridad del hombre sobre la mujer, del blanco las dos posturas resulta convincente, ya que la una busca eliminar el
sobre el negro, del capital sobre el trabajo, del rico sobre el pobre... se progreso para defenderse del miedo al cambio, y con la otra se cae en
siguen viviendo muchas veces corno postulados que no necesitan una especie de relativismo radical, donde todo es provisorio y sin nin­
demostración y que son causa de tantas desigualdades. guna consistencia.
Aquí también, corno afirmábamos con anterioridad a propósito de La primera reflejaría una creencia ingenua de que la verdad ha sido
las ciencias, la ética tiene derecho a criticar cualquier tipo de cultura ya descubierta por completo, sin otra posibilidad que repetir lo mismo
que no ayude a la humanización del individuo y de la sociedad, sino de manera continua. Cualquier nuevo planteamiento habría que exami­
que dificulta precisamente la consecución de semejante objetivo. Lo narlo a la luz de los principios anteriores para poder admitirlo, si se
difícil, en estos casos, es tener la libertad y la perspectiva necesarias ajusta a ellos, o rechazarlo, si no responde a estos esquemas de con­
para alejarse de ese ambiente que nos invade y descubrir desde fuera ducta. La moral sería entonces una ciencia estática, anodina, incapaz
otras alternativas mejores. de responder a los interrogantes que se presentan en cada momento
histórico, pues la solución ya está dada con anterioridad. Más aún, lle­
garía a convertirse en una fuerza opresora para impedir cualquier evo­
lución, como a veces lo ha sido, y defender otras seguridades e intere-
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ses que con frecuencia se esconden en algunas actitudes inmovilistas y fianza. Sabe que para permanecer en su puesto se le exige una absolu­
radicalmente conservadoras. ta fidelidad. No es difícil descubrir esa evolución en personas que,
Si quisiéramos mantenernos siempre fieles a las normas de con­ desde un talante abierto y conciliador, se han ido cerrando en sus ideas
ducta tradicionales, toda nueva experiencia quedaría condenada desde y planteamientos ante las presiones recibidas, que terminan interiori­
sus comienzos. Aquéllas nacieron para iluminar situaciones anteriores, zándose, aunque a nadie le guste reconocer este influjo y se encubra
pero es posible que más adelante resulten insuficientes para la orienta­ con otras justificaciones más aparentes que objetivas.
ción de las nuevas posibilidades. La fidelidad a unas normas de con­ La evolución es un proceso que se realiza con frecuencia a través
ducta, que surgieron como consecuencia de la cultura y los conoci­ de los hechos consumados y de la praxis sociológica. Todos están de
mientos científicos de un determinado momento, llegaría a convertirse acuerdo en que la sociología no tiene fuerza normativa alguna, pues se
en una negativa al progreso. Y es que no podemos olvidar, aunque para limita a constatar la realidad, al margen de los valores que en ella se
algunos sea ésta una afirmación intolerable, que, si siempre nos hubié­ encierran. Ni el bien, por supuesto, pierde su carácter universal y obli­
ramos atenido únicamente a lo que estaba mandado o permitido, el gatorio porque la mayoría de las personas no quieran vivirlo. Sin
avance apenas habría sido factible. Hay fidelidades que no nacen por embargo, ayuda a revelar la existencia de otras convicciones y motivos
conservar un valor para defenderlo contra el desgaste del tiempo, sino más ocultos, que explican los cambios de conducta acaecidos o los que
por la inercia de una costumbre que ya no tiene sentido, o por la obs­ podrían producirse en un futuro cercano.
tinación narcisista y cómoda de quien prefiere la rutina, sin atreverse a Es verdad que la masa es a menudo manipulada por unos esquemas
recrear el pasado. de comportamiento impuestos por la presión social, entre otras razones
Pero el peligro contrario es también una realidad. La riqueza histó­ porque existe un temor escondido y muy grande a sentirse rechazado
rica y el patrimonio cultural de las generaciones anteriores no se pue­ por el grupo y por el ambiente que nos rodea, y aparecer como extra­
den sacrificar en aras de cualquier novedad. Nadie debe renegar tam­ ño y marginado. Es verdad también que la dinámica de una multitud
poco de un pasado henchido de experiencias que le ayudan a proseguir no responde siempre a exigencias verdaderamente humanas, sino a
su camino con menor esfuerzo y con mayores posibilidades de éxito. otros intereses, a veces no confesados, propios del egoísmo personal o
Sería también un signo de ingenua inmadurez identificar el cambio comunitario. Ni es difícil dirigirla en una dirección, con las técnicas
necesario, para vivir al ritmo de los tiempos, con un pleno y absoluto adecuadas, según el deseo de unos cuantos dirigentes, aunque a eso se
relativismo, como si los descubrimientos y esfuerzos de nuestros ante­ le llame después «votación democrática». Pero creer que la praxis sólo
pasados hubieran sido totalmente falsos y en nada pudieran ayudarnos. se explica por el engaño, la perversión, la fragilidad o el pecado es
adoptar una postura demasiado cómoda, que evita el trabajo de un
replanteamiento y la urgencia de una reflexión para descubrir si cons­
La racionalidad oculta de los hechos consumados tituye un proceso benéfico y positivo o si el camino iniciado resulta
peligroso.
No supone ningún descrédito para la autoridad reconocer que su caris­ Si los hechos por sí mismos no tienen fuerza moral para imponer
ma y función no se centra precisamente en ser agente de cambio, sino una conducta determinada, como si fuese la moda del momento, sí
en mantener la armonía, la cohesión y la unidad del grupo para evitar pueden enfrentarnos con una realidad oculta que justificaría un re­
el peligro de la desintegración. Los nuevos caminos y posibilidades conocimiento más a fondo de los datos anteriores. Por debajo de un
que se vislumbran en el horizonte se originan de ordinario entre quie­ comportamiento que se extiende de forma progresiva y empieza a con­
nes no tienen nada que perder, pues quienes tienen algún tipo de res­ siderarse como válido y _aceptable, es posible constatar la existencia de
ponsabilidad se encuentran condicionados por múltiples factores: su auténticos valores normativos que no han llegado a explicitarse aún
mirada podrá atender al bien de sus subordinados, pero no dejará de con claridad y que se revelan más justos y buenos que las antiguas nor­
mirar también hacia quienes, desde arriba, vigilan su forma de actuar. mas. Lo importante no es la pura facticidad, sino el dinamismo inter­
El responsable ha de ofrecer garantías de que realizará su función de no y razonable que los impulsa. Lo que al principio se considera como
acuerdo con las orientaciones dadas por quien ha puesto en él su con- un gesto de indisciplina o desobediencia, como una conducta propia de
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personas rebeldes o inobservantes, termina imponiéndose más tarde · celo debería también mantenerse dentro de unos límites razonables,
como algo normal y confirmado por la misma autoridad. Tendríamos pues algunos cambios merecerán una seria reflexión. La defensa de la
que cerrar mucho los ojos para no ver que por este camino se han rea­ verdad conocida es una gran responsabilidad de todos, pero también
lizado, tanto en la sociedad civil como en la eclesiástica, muchos de los existe un espíritu mentiroso que se cierra y rechaza la verdad que aún
progresos históricos. .·. nos queda por conocer.
Es evidente, por tanto, que, si la única respuesta hubiera sido la
docilidad sumisa, el avance histórico no habría sido posible, porque
El valor benéfico de ciertas transgresiones parece ingenuo esperar que el poder, por su propia dinámica, busque
modificar sus esquemas, más tradicionales y seguros, si no se siente
De ahí la lógica tensión entre la autoridad, que busca conservar la presionado por otras iniciativas diferentes. Quien vea en estas líneas un
unión e intenta defenderla mediante la docilidad y la obediencia, y la elogio incondicionado de la desobediencia, es porque añade algo más
nueva fuerza que se despierta y que todavía no se puede fundamentar a lo que está dicho. También la autoridad se equivoca, y cuando el súb­
con una lógica exacta. Aquélla tiende a desprestigiar como pecadores dito expone, demanda, critica y se rebela, no está siempre impulsado
y rebeldes a quienes buscan un futuro que intuyen mejor, para evitar su por el mal espíritu. Lo difícil en esos momentos es discernir quién se
influencia y el peligro de contagio a los demás; pues mientras la transe acerca más a la verdad, quién la busca con mayor ahínco, dispuesto a
gresión produce sentimientos de culpabilidad y arrepentimiento, se · jugarse todo por defenderla. Si el cambio y la evolución son necesarios
confirma el valor de la ley y de la costumbre, pero, en la medida en que para no caer en una esclerosis lamentable, habría que mantener la espe­
estos sentimientos disminuyen, se facilita su posterior incumplimiento. ranza de que no falten nunca los cristianos incómodos, los insatisfe­
Muchos santos y todos los revolucionarios fueron molestos, sospe­ chos que no pierden la ilusión de buscar nuevos horizontes, a pesar de
chosos y criticados por las autoridades competentes, ya que resultaban los recelos provocados.
peligrosos para los esquemas teológicos, culturales o políticos del
momento. Con el paso del tiempo y la valoración histórica, sólo nos
queda ahora la cosecha de aquella siembra, que agradecemos; pero El miedo psicológico al cambio
dejamos en el olvido el dolor, los conflictos y el esfuerzo que supuso
cuando fueron condenados como traidores, iluminados, locos o equi­ La resistencia al cambio tiene además otras raíces psicológicas. Cual­
vocados. La visión que ellos ofrecían resultaba aún demasiado nebulo­ quier tipo de evolución provoca siempre un sentimiento de inseguri­
sa e incierta como para dejarse iluminar por ella. Y el remedio más efi­ dad, pues constituye una pequeña amenaza para el orden establecido.
caz, para evitar cualquierrenovación ha sido siempre el desprestigio y Como la sociedad, también el individuo busca su propia permanencia,
la condena de quienes vislumbraban nuevas posibilidades. que sólo consigue cuando logra una síntesis, a veces después de
Como, además, muchas transgresiones desembocan en el fracaso y muchos esfuerzos y trabajos, que responda a las amenazas e incerti­
resultan estériles, su recuerdo se utiliza como argumento para legitimar dumbres ambientales y reasegure a todos los miembros del grupo. De
la normativa vigente e impedir que otros emprendan nuevos caminos. ahí la tentación de absolutizar lo que ya hemos alcanzado y la reacción
Lo que no se dice es que en otras muchas ocasiones también resultaron espontánea de intolerancia, como un mecanismo de defensa, contra
positivas y sirvieron de punto de arranque para los cambios posteriores. todo aquello que, debido a su novedad, podría romper el equilibrio per­
Entonces, cuando la autoridad los confirma e incluso cuando recom­ sonal y comunitario.
pensa y alaba más adelante a los que censuró con anterioridad, los más En el momento en que un cambio cultural, sobre todo si es rápido,
tranquilos y observantes caminan ya con buena conciencia por sende­ pone en crisis los valores tradicionales, aparece una sensación de vacío
ros que otros abrieron con una desobediencia fecunda y dolorosa. y de soledad, como si tuviéramos que enfrentarnos con una pequeña
Son momentos en los que no es fácil discernir qué será lo mejor. experiencia de muerte. Es una situación que puede arrebatar algo que
La autoridad tiene la obligación de defender el patrimonio recibido de resultaba valioso y querido, aquello con lo que existía una fuerte iden­
la historia y evitar que la evolución se convierta en un desastre, pero su tificación. La ideología representa en este caso el papel de una buena
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madre que asegura y defiende, y de la que no quisiéramos prescindir aunque después en la práctica no se viva en coherencia con él. Y por
para no sentirnos demasiado huérfanos y abandonados. Cualquier cosa otra parte, si es verdad que algunos. puntos hoy se discuten o ciertos
que atente contra su permanencia origina una agresividad profunda y problemas no están del todo clarificados, existe, sin embargo, una base
un nuevo intento de justificación, para convencerse de que lo nuevo es lo bastante amplia y confirmada que sirve para orientar la vida de
siempre lo malo, lo herético, lo injustificable. manera segura. Nadie podrá afirmar que, debido a estos cambios y evo­
Y es que la posibilidad de cambio no puede darse mientras no se luciones, desconoce cómo ha de actuar para vivir con honradez y
reconozca la propia mortalidad, mientras no haya un enfrentamiento honestidad.
lúcido con lo que aparece como peligroso y destructor. Este miedo a · Hay que reconocer, en segundo lugar, que las mutaciones éticas
morir es la angustia por la pérdida de lo que se consideraba como más efectuadas a lo largo del tiempo no son tan profundas como parecen a
definitivo y por el abandono de lo que se había defendido con ilusión primera vista. En la · historia de· las costumbres, más interesante que
y cariño. El apego a lo conocido se hace mucho menos doloroso que la detenerse en la normativa concreta es el intento de discernir los valo­
entrega a un futuro incierto y desconocido. En todo proceso evolutivo res que con ella se defienden. Estos últimos pueden tener validez uni­
hay que aceptar, pues, la posibilidad de un duelo: la muerte de algún versal y ser aceptados por los diversos grupos humanos, aunque la tra­
ideal con el que se estaba identificado, pero que en este caso no coin­ ducción realizada a través de las normas haya sido diferente, debido a
cide con la verdad. Sólo cuando alguien se reconcilia con su propia las condiciones históricas y culturales de cada época o pueblo. Si esta
finitud, queda abierto al enriquecimiento del cambio. En el fondo de expresión nos parece ya inaceptable, tal vez siga teniendo vigencia el
todo inmovilismo suele estar latente el temor a un despojo que exige valor que con ella se quería defender.
cualquier tipo de conversión. Lo que es bueno para el ser. humano, como hemos dicho, sólo
puede deducirse de los datos que en cada momento la humanidad
posea y la óptica con que los examina. Por eso, muchas soluciones éti­
Para superar la incertidumbre e inseguridad cas eran perfectamente lógicas y explicables para un determinado con­
texto, aunque después hayan quedado superadas en otro diferente. Si
Aceptar esta dimensión evolutiva que las ciencias, la cultura y la histo­ conociéramos todas las circunstancias que motivaron una normativa
ria introducen en la moral no supone caer en un escepticismo relativis­ concreta, se comprendería muy bien por qué se aceptó una determina­
ta ni fomentar un clima de constante angustia, como si nada tuviese da conducta. Ésta constituía, sin duda, la mejor respuesta en aquella
validez ética o no existiese ninguna base estable para fundamentar situación histórica; pero si la ética ha de conducir la vida humana,
nuestra conducta. Sin negar los momentos de tensión, de duda, de oscu­ habría que preguntarse de nuevo si continúa siendo la más adecuada
ridad, incluso admitiendo el riesgo de un retroceso o de un error lamen­ para las circunstancias actuales. Al fin y al cabo, lo que antes se pre­
table, conviene tener en cuenta dos observaciones fundamentales. tendía era, como ahora, actuar de la forma más recta y justa posible.
En primer lugar, no cabe duda de que a lo largo del tiempo el cono­ De ahí la imposibilidad de juzgar otras conductas desde nuestra
cimiento ético de la humanidad, a pesar de todas las dificultades, ha propia perspectiva cultural, pues entonces nos hacemos incapaces de
progresado de una manera constante e irreversible. Aunque luego no comprender su existencia y justificación. Una valoración ética en estas
seamos capaces de cumplir con todas las exigencias y obligaciones que condiciones será siempre injusta. De la misma manera que, dentro de
admitimos como válidas y objetivas, las metas e ideales éticos de hoy unos años, cometerían el mismo error si analizaran nuestra praxis
superan, en su conjunto, a los que tenían nuestros antepasados. La actual con otros esquemas diversos.
carta de los derechos fundamentales del hombre, aceptada por la casi La explicación de esta realidad evolutiva en el descubrimiento de
totalidad de los países, al menos en teoría, supone una conquista defi­ los valores tiene sus raíces humanas y sobrenaturales. Estas reflexio­
nitiva que no alcanzaron las generaciones anteriores. Ciertas conductas nes finales ayudarán a comprender el porqué último de todo este pro­
serán ya intolerables para el futuro, y, de volver a repetirse, sería con . greso que se gesta a través del tiempo y de la historia.
la condena unánime de todos los demás. Sólo la nostalgia senil de un
pasado siempre mejor explicaría el rechazo de este progreso evidente,
154 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA NORMATIVA 155

, él se quedó en medio del


Una explicación antropológica y sobrenatural •· descansar, cuando vio que todo era bueno
· • mundo con la gigantesca tarea .de llevar adel�nte �a obrcia, � del Creador.
un ser pro­
Aunque la verdad tenga que ser siempre verdad y poseer un carácter Si Dios quiso hacerle protagomsta de su propia existen realizarla a un
absoluto, la dificultad reside en tener un conocimiento que sea desde el vidente para sí y para los demás, esta misión tendrá que que pueda,
principio definitivo y completo. La reflexión se realiza siempre desde ritmo pausado e histórico, sumergido en el tiempo, para
un ángulo restringido y mediatizado por los datos científicos y las limi­ poco a poco, avanzar hacia el final. . .
taciones culturales, que obstaculizan el encuentro pleno con ella. Su Cuando santo Tomás se pregunta si era convemente el conoci-
no
misterio se nos patentiza, enriquece y perfecciona de una manera lenta miento de la ley nueva desde el principio de los tie�pos, afir1:1a que tem­
y progresiva. Cualquier valor, fuera de los más evidentes y generales todo alcanza su perfección al comien zo, sino median te un ntmo
está marcado por el sello de la época. Y es comprensible que, al surgí; poral y progresivo. La condición tempo��l del s�r h�mano es con­ algo
10 , y Dios s em re ha
otras circunstancias, el cambiar los conocimientos o el tener una sen­ indispensable en la economía de la salvac ? � i:
sibilidad algo diversa pueda resultar inadecuado y habría que matizar­ ducido a la humanidad, a lo largo de los cafillnos de la historia, con una
lo de nuevo para que expresara y defendiera los mismos valores que pedagogía paciente en me�io, de las vacilaci?n�s y dificultades. La
intentaba mantener con anterioridad. La existencia humana es un pro­ razón última de la evolucion en el descubnmiento de los valores
ceso dinámico, y a una fase particular y delimitada en el tiempo no se encuentra aquí su más profunda explicación. Con esperanza vamos
le puede atribuir un significado absoluto. De esta manera, la herencia caminando hacia la plenitud. Es una vocación de peregrinos que lenta­
del pasado y de la tradición se explicita cada vez con mayor claridad, mente se acercan con ilusión hacia la verdad y el bien, pero que no
se formula con mayor precisión, o se corrigen errores anteriores. lograrán descubrirlos por completo hasta su encuentro con la Verdad y
El ser humano quiere y debe seguir investigando como lo ha hecho el Bien.
hasta el presente. Si no ha encontrado aún lo que busca, no es sólo por La ética normativa nos enseña lo que es moralmente justo, el cami-
la incapacidad de su inteligencia, ni mucho menos por la perversión de no recto, las normas objetivas de orientación que se han ido elabora�­
su voluntad, sino porque su intento está lleno de luchas y dificultades. do en la historia. Sin embargo, ella sola no basta para la bondad o mali­
Ya ha conseguido mucho en esta conquista progresiva de la verdad, cia de un acto. Se requiere una reflexión posterior, rea�izad� yor el
pero no puede permanecer tranquilo, pues su tarea no queda cerrada mismo individuo, para aplicarla en cada caso y en cada situac10n per­
con el presente. Sería un exceso de orgullo el que nos sintiéramos defi­ sonal. Cómo descubrir este valor ya personalizado, el• único que nos
nitivamente poseedores de algo que hemos necesitado y que requerirá hace buenos o malos, será el objeto del próximo capítulo.
todavía, en el futuro, un esfuerzo constante e incansable.
Estos mismos cambios tienen también un significado sobrenatural
en un clima de fe. La temporalidad, como el pecado, no es un fallo en ***
los planes primitivos de la creación. Dios ha querido crear un mundo
que fuera salvado por Cristo a través del tiempo y de la historia. Esto
supone que no todo se verifica de inmediato y en el presente, sino de Bibliografía
forma paulatina que nos acerca al destino final.
Por esta esperanza creadora, el futuro humano no se configura ANTÓN, A., «La "recepción" en la Iglesia y Eclesiología I y II»: Gregorianum
como un destino trágico que se ha de soportar de una forma pasiva, 77 (1996), pp. 57-95 y 437-469.
como una amenaza que pesa sobre él. El carácter fatalista pertenece a BAUZÁ, H. F., «Reflexiones sobre el sentido de la Historia»: Razón y Fe 229
una actitud primitiva en la que el mañana jamás se convierte en un (1994), pp. 287-299.
espléndido porvenir, sino en algo ciego, irracional, ilusorio. Una espe­ BEINERT, W., «Diálogo y obediencia en la Iglesia»: Selecciones de Teología
ra trágica y sin sentido. La visión bíblica adquiere una tonalidad 39 (2000), pp. 61-70
mucho más positiva. Desde el momento de la creación, el ser humano BócKLE, F., «La relación entre ética teológica y ciencias naturales»: Moralia
se hace responsable y dominador de la tierra. Mientras Dios se retiró a 11 (1989), pp. 331-370.
156 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA NORMATIVA 157

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LA ÉTICA PERSONAL 159

a manifestar la verdad o cause la muerte al agresor injusto en un acto


de legítima defensa.
Esto significa que lo que en teoría se presenta como un principio
váli y universalmente aceptado, puede haber en la práctica situacio­
do
nes en las que no se deba tener en cuenta. Existe, pues, un desajuste,
imposible de evitar, entre el valor ético en abstracto, tal como aparece
en la ética normativa, y su aplicación a una conducta concreta y deter­
8 minada. Para saber cómo debe actuar, el sujeto ha de tener en cuenta
también otros elementos circunstanciales, al objeto de reflexionar so­
La ética personal bre ellos y decidir si lo que está mandado o prohibido sigue mante­
niendo aún la misma validez. Lo normal y ordinario es que así sea;
pero, si entraran en juego otros factores importantes, la opción perso­
Aplicación concreta del valor ético nal podría ser diferente.
La ética normativa tiene que convertirse, por tanto, en una ética
Lo que hemos dicho hasta ahora pertenece al mundo abstracto de los personal. Mientras no se realice esta última determinación, el juicio
valores que iluminan nuestra conducta para saber cómo debemos valorativo de una conducta, por el que una persona se hace buena o
actuar, cómo podemos llegar a realizarnos en los diferentes campos de mala al ejecutarla, debe quedar en suspenso. Por el simple hecho de
nuestra actividad. La ética normativa que se descubre en ese proceso quitar la vida a otro, nadie puede ser considerado como un criminal, sin
evolutivo e histórico constituye un punto de referencia básico del que tomar en consideración todos los elementos que forman parte de seme­
nadie puede prescindir, si quiere vivir en coherencia con su proyecto. jante comportamiento. Por eso muchos autores insisten en la necesidad
Dado que todo criterio normativo no es sino la encamación particula­ de distinguir claramente entre una norma abstracta e inadecuada y una
rizada de un valor, y éste, según hemos dicho, responde a las exigen­ norma concreta y aplicada a la situación. La primera, que hemos desig­
cias más profundas del ser humano, nadie podrá negarse a escuchar su nado «ética normativa», estaría formada por la ciencia moral, que con
invitación y a seguir por el camino que le indica. Sin embargo, esta sus principios y valores ilumina la conducta humana y nos señala su
mayor concreción de los valores éticos no es aún suficiente para la rectitud. La segunda, que sería la «ética personal», nacería de la refle­
orientación definitiva de una conducta. Se requiere una aplicación ulte­ xión del sujeto, que, sin olvidar los datos y orientaciones de la anterior,
rior que tenga en cuenta, además, las circunstancias específicas de cada los confronta coh la propia realidad, para discernir si algún nuevo ele­
persona y los datos que ofrece su propia situación. mento debiera matizar su respuesta.
Todos estamos de acuerdo en que el respeto a la vida ajena o la Según lo dicho, podríamos sintetizar de la siguiente manera nues­
veracidad de las relaciones humanas son valores positivos y necesarios tro pensamiento: por su capacidad racional, y apoyándose en los valo­
para una armoniosa convivencia en sociedad. Por ello, la ética norma­ res más universales, el ser humano descubre que la verdad, el respeto
tiva nos recuerda que el no matar o el no mentir constituyen una obli­ a la vida o la justicia, por ejemplo, son exigencias necesarias en el
gación a la que debe atenerse nuestra conducta. Ningún código ético va mundo de las relaciones personales. De ahí se deduce otra serie de
a defender el crimen o la mentira como un comportamiento digno y principios más determinados -no mentir, no cometer un crimen, pagar
aceptable, pues cualquiera intuye que sin esos principios resultan a cada cual lo que se merece, etc.- que pertenecen al campo de la ética
imposibles el diálogo y la confianza mutua. Sin embargo, a pesar del normativa. Finalmente, habrá que ver si, en esta concreta situación, hay
carácter marcadamente absoluto que parecen revestir tales formulacio­ que realizar esos valores o es preferible no tenerlos en cuenta para evi­
nes, nos encontramos con algunas circunstancias concretas en las que tar otros males peores, según acabamos de apuntar. Esta última deci­
no decir la verdad o incluso matar a otra persona se considera también sión constituye lo que hemos llamado la «ética personal».·
como una acción lícita. Ninguna moral sensata podrá condenar a quien,
por evitar una tremenda injusticia contra personas inocentes, no llegue
160 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA PERSONAL 161

Relaciones mutuas y complementarias Me parece importante insistir en que hablamos de la eticidad de la


acción concreta y particularizada, _pues la fundamentació� de la ley,
Es evidente que entre estos dos niveles no se da antítesis o contraposi­ dentro de la ética normativa, ha temdo con mucha frecuencia en la tra­
ción alguna, pues la ética personal necesita un punto de refer�ncia en dición una justificación teleológica. Su existencia se apoy_a�a, sobre
las normas más. universales, para confrontar con ellas la propia sit_ ua­ todo, en la conveniencia o necesidad de lo mandado o proh_ibido, para
ción. Sería ilógico e imprudente que la obligación concreta surgiera evitar una serie de consecuencias negativas. Incluso el mismo argu­
exclusivamente de las simples circunstancias, sin tener para nada en mento de la pendiente resbaladiza, que se utilizaba en muchos casos,
cuenta los otros valores más universales que, a lo mejor, deberían sal­ partía de este P:esupuesto: si la no:�ª universal no condenara una con­
vaguardarse por encima de todo. Si en �l�unas ocas�ones no se acep­ ducta o permitiera alguna excepcion, los resultados a corto o a largo
tan literalmente los postulados de una etica normativa, no es porque plazo serían imprevistos y lamentables.
sean falsos o no merezcan nuestra consideración y respeto, sino porque ,, . .
Intentaremos explicar los presupuestos, caractenstlcas y dificulta­
en la realidad se presentan con tales características que se requiere una des de ambas posturas, para analizar a continuación las posibles con­
más profunda reflexión, dada la presencia de otros valores que también vergencias mutuas y los puntos de controversia actual so�re _los q�e
merecen nuestro reconocimiento. No siempre, por tanto, de una ética hoy se discute y aquellos en los que no se da una mayor co_mcidencia.
normativa se deduce la obligación personal. Habrá que hacer también una explícita referencia� la doctnna �e_Juan
Lo decisivo de la moral en su sentido más auténtico y estricto -es Pablo n en la encíclica Veritatis splendor, y analizar las condiciones
decir, lo que nos hace buenos o malos- radica en esta valoración per­ que se requieren para estar de acuerdo con el magisterio de la Iglesia
sonal que el sujeto realiza cuando analiza todos los datos y elementos en este discutido tema.
con los que debe confrontar su . decisión. La ética no�at�va sólo lo
sería de una forma analógica, puesto que el mero cumphmiento de lo
que ordena o prohíbe no permite adjetivar como buena o como perver­ El planteamiento deontológico
sa la conducta de un individuo. Se hace moral en cuanto que la perso­
na que se deja iluminar por ella y accede a su invitación se hace buena Sin duda ha sido el más clásico y tradicional. Para valorar la eticidad
o mala; pero esta bondad o malicia, s.i? embargo, no afect� a 1� perso­
de una conducta basta tener en cuenta la naturaleza de la acción. De los
na mientras ésta, después de su reflexion, no opte por la obhgac10n que
en ese momento experimenta o se cierre a su llamada. Por eso creen tres elementos fundamentales que constituyen la moralidad de la
algunos que, para evitar una doble formulación �e �º1:IDªs �orales,Ja acción -la naturaleza, el fin y las circunstancias-, se da la primacía al
única verdaderamente moral es la que brota del mdividuo smgular en primero de ellos, como el. más tras�endental e imp�rtante. As!, por
una determinada situación, cuando en ella descubre la opción concre­ ejemplo, se descubre que, si la sexuahdad humana encierra una dimen­
ta que ha de tomar. ¿ Cómo fundamentar, entonces, los valores de esta sión unitiva y procreadora, vivirla de una manera solitaria y egoísta,
ética personal? cuando no existe encuentro amoroso y fecundo, constituye una deshu­
. . manización inaceptable. La masturbación, en cualquier hipótesis, no
El método utilizado por los autores ha temdo siempre un doble
punto de partida. La moralidad concreta de una acción_ se descubría a sólo será siempre un comportamiento incorrecto a nivel de la ética nor­
través de una argumentación deontológica o por medio de un razona­ mativa -como ideal de la sexualidad-, sino que tampoco podrá justifi­
miento teleológico. Las diferencias entre ambas P?Sturas Podrían �i�­ carse en ninguna situación, aunque con ella llegara a producirse algún
,
tetizarse de la siguiente manera: una teona normativa sera, deontologi­ bien importante o se alcanzara alguna finalidad positiva. Si un hombre
ca cuando la moralidad de un comportamiento concreto se deduzca por infecundo tuviera que hacerse un análisis espermático para conocer la
el análisis de su propia naturaleza, sin darle mayor importancia a las raíz de su esterilidad, la obtención del semen para analizar la ausencia,
consecuencias o efectos negativos que pudieran derivarse de ella. la insuficiencia o la falta de vitalidad de los espermatozoides no podría
Mientras que la teleológica, por el contrario, aunque tenga también en realizarse por este mecanismo.
cuenta la naturaleza de la acción, no se atreve a valorarla hasta haber Lo mismo habría que decir a propósito de la mentira. El lenguaje
considerado los otros factores que también forman parte de ella. humano tiene como finalidad la comunicación entre las personas, y
162 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA PERSONAL 163

este diálogo, indispensable para la vida social, sólo es posible a través exigiera el bien público. Lo mismo que nunca se condenaron los tor­
de una locución veraz y sin engaño. Si la mentira pervierte el signifi­ pedos suicidas. Era lícito matar al agresor ebrio o demente e incluso al
cado de esta facultad, habrá que considerarla también como un acto pequeño inocente que el agresor se pone como defensa, «porque la
inaceptable, que nunca se podrá justificar tampoco por ningún fin injusta agresión redunda sobre el niño». Se aceptaba la cooperación
bueno o para evitar otras consecuencias, por muy desastrosas que fue­ pasiva, sin resistencia externa, a una violación o a un acto matrimonial
ran. Siempre se había dicho que una mentira jamás sería lícita, aunque con preservativo, cuando existiera una grave dificultad. Reafirmar que
se salvara con ella la vida de muchos inocentes. Ya san Agustín había no se sabe un secreto, aunque se pregunte si se hace alguna restricción
insistido en que lo importante de esta cuestión es saber si la mentira mental, no se consideraba una mentira. Y, como criterio general, se
constituye una iniquidad y, una vez aceptado este presupuesto, habrá afirmaba que, en caso de perplejidad, cada cual debía elegir el mal que
siempre que excluirla en cualquier hipótesis. El fin, por tanto, jamás le pareciera menor.
justifica los medios; y cuando se ha demostrado, al margen de las con­
secuencias, que una acción es mala, ninguna otra finalidad, por muy
digna que sea, llegará a convertirla en positiva, pues la buena intención La aceptación de determinadas excepciones
queda pervertida por la malicia del medio utilizado. La misma aplica­
ción habría que hacer a otros comportamientos parecidos. En todas estas situaciones habría que decir que lo que normalmente
Esta postura acepta, por una lógica coherente, la realización de parece intrínsecamente pecaminoso dejaría de serlo en algunas cir­
algunas acciones que se denominan «intrínsecamente pecaminosas», cunstancias, o -con mayor precisión todavía- que no se debe valorar
cuando la prohibición, contenida en una norma concreta, aparecía con como tal una acción mientras no se considere cómo se realiza en con­
una validez tan universal y absoluta que no cabía más posibilidad que creto. Arrojarse al vacío, matar a una persona inocente, colaborar en un
aplicarla en la práctica, sin ningún tipo de excusa o posibilidad de acto pecaminoso, revelar un secreto o dar una información contraria a
excepción. El no cumplir con semejante exigencia, a no ser por falta de la verdad no siempre constituyen un suicidio, un asesinato, una acción
libertad o de conocimiento, sería siempre algo ilícito y condenable. La perversa o una mentira. Un mismo gesto encierra una valoración dife­
ética personal, en esos casos, tendría que someterse por completo a las rente, según las condiciones y circunstancias en que se realice.
exigencias de la ética normativa, ya que no cabe otra interpretación ni Muchos de nuestros principios tradicionales tenían precisamente
puede tolerarse ninguna otra alternativa. Quedaba formulada de una este carácter reductor de otras normas más universales. La distinción
manera tan adecuada y completa que, por hipótesis, ninguna otra cir­ entre cooperación material y formal permitía colaborar en una acción
cunstancia o finalidad podría cambiar su valoración negativa. pecaminosa, que no debería realizarse cuando, por serias razones, no
Sin embargo, hay que reconocer que la existencia de estas normas fuese posible una completa ruptura. El adjetivo material indicaba que
absolutas no era tampoco muy frecuente en nuestra moral tradicional. no se quiere ni pretende, aunque haya de prestarse una cierta ayuda,
Este carácter absoluto, además de los principios tautológicos, como no pero sin ningún consentimiento interior. La misma virtud de la epique­
es lícito cometer un crimen o hacer daño a una persona por capricho, ya y de la prudencia buscaba una aplicación diferente o matizada de la
sólo se daba en pocos casos. Para la mayoría habría que tener en cuen­ norma, siempre que las circunstancias dificultasen por algún motivo
ta las circunstancias en que se realiza la acción para descubrir su mora­ serio su fiel cumplimiento. No era una simple excusa sutil y farisaica
lidad .. Como recordaban los autores clásicos, a la naturaleza del acto para escapar de la ley, sino una verdadera virtud que aplica rectamen­
pertenece todo aquello que lo constituye, por ser un elemento esencial te la ley necesitada de una ulterior interpretación.
y necesario. Por eso, si algo le falta o se le añade, su valoración ética Algo parecido podría decirse de la llamada ley de la gradualidad o
podría ser diferente. crecimiento, aceptada por el mismo Juan Pablo II. El ideal; a veces; no
De acuerdo con esta casuística, estaba permitido arrojarse desde un llega a cumplirse de inmediato por una serie de circunstancias; El
rascacielos, aun sabiendo que la muerte era inevitable, para no perder camino hacia él, cuyo valor objetivo se admite y defiende, habrá que
la virginidad o evitar una violación. Se podía provocar el naufragio o iniciarlo entonces de forma imperfecta, hasta conseguir, con la gracia
incendiar una nave para no caer en manos del enemigo, cuando así lo y el esfuerzo, una mayor adecuación. Esos primeros pasos, que no res-
164 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA PERSONAL 165

ponden todavía a las exigencias objetivas, deberán valorarse con un La fundamentación teleológica
espíritu de comprensión y tolerancia, pues la culpabilidad personal
podría quedar ausente o disminuida. Para superar estos inconvenientes apuntados, hace ya algunos años se
Incluso el conocido principio de doble efecto, tan utilizado en la quiso buscar un nuevo planteamiento que parecía más comprensible y
tradición, pretendía discernir cuándo puede tolerarse un efecto malo lógico. El teleólogo deduce el valor ético de una acción concreta refle­
que se encuentra estrechamente vinculado con otro fin bueno que se xionando no sólo sobre su naturaleza,· sino teniendo en cuenta también
pretende. La entidad del acto humano, en efecto, es tan compleja que las buenas o malas consecuencias que pudieran producirse. Mantener
no siempre es posible separar el uno del otro. una norma como absoluta, cuando con su cumplimiento se destruyen
Los autores exigían la verificación de cuatro condiciones funda­ otros valores mucho más importantes, no parece que sea un comporta­
mentales: a) que la acción sea buena o indiferente en sí misma; b) que miento aceptable. Por eso, para la moralidad de una conducta habrá que
el fin pretendido se considere bueno y honesto; c) que el efecto bueno tener en cuenta las orientaciones de la ética normativa como criterios
no se consiga a través del malo; y d) que exista una razón proporcio­ básicos y primarios, pero no se deben marginar tampoco las circuns­
nalmente grave que justifique la tolerancia del efecto malo. Sin meter­ tancias concretas en las que se realiza, no vaya a ser que sus efectos
nos en otras explicaciones más detalladas de estos presupuestos, la rea­ negativos resulten peores que el valor que se pretende con su cumpli­
lidad es que su aplicación, a pesar de la aparente claridad de su enun­ miento. Si la eticidad de una conducta depende también de sus conse­
ciado, requería una serie de explicaciones que difícilmente se hacían cuencias, el juicio moral no será definitivo ni completo mientras, al
comprensibles en bastantes ocasiones. Algunos ejemplos, propuestos mismo tiempo, no se consideren todas las circunstancias que la rodean.
como casos-de conciencia en los libros de texto, serán suficientes para Puesto que con anterioridad a la situación no es posible conocer las
confirmar estas dificultades. consecuencias, la norma que manda o prohíbe. es sólo un bien o un mal
No es fácil entender por qué era lícito cortar la trompa con un feto pre-moral, pues su valoración ética sólo se completará al tener en cuen­
ectópico como un remedio terapéutico, pero no se podía abrir para ta todos los elementos de la acción. Adjetivarla de esta manera no sig­
extraer exclusivamente el embrión y conservar así la posibilidad de un nifica negar su validez e importancia, como si pudiera prescindirse de
nuevo embarazo. Se admitía que una mujer, como hemos visto, se arro­ ella. Lo único que se dice es que no respetar la vida, provocar una este­
jara de un piso alto, aun con la certeza de su muerte, para defender su rilización o no decir la verdad, aunque en teoría son valores negativos
virginidad, pero no que se pegara un tiro con esa misma intención, pues que deberían excluirse, habrá que anaHzar en que situaciones se reali­
se trataría de un suicidio inadmisible. Tampoco se entiende qué razón zan para saber si constituyen un crimen, una acción anticonceptiva o
existe para aceptar los torpedos suicidas, que tienen como objetivo des­ una mentira. Sólo cuando no se cumple con el valor ideal, sin ninguna
truir el barco y la vida de sus tripulantes, cuando la muerte de quienes razón proporcionalmente grave, el mal físico o pre-moral se converti­
los tripulan resulta irremediable, y considerar ilícito, sin embargo, pro­ rá también en ético.
vocarse la propia muerte cuando podría ser el único medio para salvar El principio de doble efecto se presenta también con otra perspec­
muchas vidas inocentes. tiva, que parece a estos autores más asequible y menos complicada. La
Lo único que me interesa, por el momento, es indicar cómo muchas limitación humana, que no nace sólo de su voluntad libre, sino de su
de las obligaciones que aparecen como más absolutas -no matar, no misma contingencia, impide muchas veces que el resultado de tales
mentir, no hacer el mal, etc.- quedaban después reducidas en su apli­ comportamientos sea positivo en todos sus aspectos. Cuando, aun con
cación práctica. Existía, en el fondo, como una intuición de que no se la mejor de las intenciones, se busca conseguir un bien, brota otra serie
puede cumplir siempre con todos los valores en cualquier hipótesis o de efectos negativos que no se pretendían. El bien moral consiste
circunstancia, y se intentaba de esta forma, por una parte, armonizar la entonces en discernir con lucidez y objetividad qué alternativa se pre­
validez de la norma y, por otra, permitir ciertas acciones que aparente­ senta como la más humana y evangélica: defender el valor que se con­
mente irían contra ella. sigue con la acción, a pesar de sus consecuencias negativas, o dejar de
hacerla para evitar los otros males que se juzgan más importantes que
la no-realización del valor deseado.
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El único problema de esta nueva formulación reside justamente en to, sino a manifestar de forma clara y visible la actitud interior de quien
descubrir cuál es el valor superior que hemos de buscar por encima de las realiza. La comida es un remedio para eliminar el hambre, como el
todo. O, dicho de otra manera, se trata de ver si existe una razón justa estudio es en un medio para obtener un título y ganarse la vida. Ambas
y proporcionada que permita y compense la realidad de determinados acciones resultan útiles y beneficiosas para conseguir el objetivo pro­
efectos negativos que no son los que se intentan y los que se quieren. puesto. Sin embargo, cuando se deja un ramo de flores sobre la tumba
Este valor supremo, que debe prevalecer y mantenerse como el de de un difunto, se da un apretón de manos a la persona afectada por una
mayor preferencia, es el que dignifica una conducta en concreto, aun­ desgracia, o se ofrece un beso a quien se saluda después de algún tiem­
que de ella se deriven algunas consecuencias que, desde un punto de po, la utilidad de tales gestos es prácticamente nula. No son más que el
vista físico, habría que catalogar como lamentables. La misma dificul­ símbolo de un recuerdo amoroso que perdura en el corazón, de un
tad que se daba en su formulación tradicional. Por eso, en ésta también afecto con el que podrá siempre contar en cualquier circunstancia, o un
se insistía en que «hay que considerar todos los elementos, las venta­ signo gozoso por la alegría del encuentro.
jas e inconvenientes, tanto individuales como sociales, los inmediatos La vida está llena de estas acciones, a primera vista inútiles y sin
como los más remotos, que influyen en la formación del juicio recto». provecho, pero que encierran en su interior, por debajo de las simples
· Estos nuevos planteamientos, aceptados por una amplia mayoría de apariencias, un contenido extraordinario de riqueza humana. Para una
moralistas actuales, han sido objeto de una fuerte crítica por parte de. mirada superficial apenas si tienen explicación, pues no se descubre en
otros autores. Muchos creen, incluso, que son contrarios a la enseñan­ ellas ninguna finalidad que pudiera justificarlas. Producen la impresión
za de Juan Pablo n en la encíclica Veritatis splendor. Por ello quisiera de ser muchas veces una pérdida de tiempo, un vulgar despilfarro, un
probar brevemente cómo ciertas acusaciones o condenas · contra esta esfuerzo inútil que debería haberse empleado de una forma más razo­
teoría no me parecen estar justificadas. Las tres dificultades mayores nable. Los efectos de una acción no hay que medirlos, por tanto, con
que se les atribuye radican en el peligro de caer en una ética utilitaris­ una mentalidad mercantilista, para ver lo que desde el punto de vista
ta que, al mismo tiempo, se haga demasiado subjetiva y rechace la cuantitativo y en términos de rentabilidad resulta más provechoso para
existencia de las acciones intrínsecamente pecaminosas. ¿Es posible una mayoría. Una mentalidad semejante será propia de un utilitarismo
evadir estos riesgos? pragmático, que también es rechazado por una teleología humanista y
moderada.
La superación de una ética utilitarista Quien denuncia· una injusticia sabiendo que no logrará ninguna
mejora, aunque él pagará su protesta con la vida o terminará encerra­
Los defensores de esta tendencia creen que juzgar la eticidad teniendo do para siempre en una cárcel, sin ninguna posibilidad de actuar en el
en cuenta también sus consecuencias no supone caer en una moral de futuro; quien renuncia a unos privilegios para compartir con los más
la pura eficacia, en la que el valor concreto de un comportamiento que­ necesitados, convencido de que con ello no elimina la condición mise­
dara determinado por la dimensión utilitaria del mismo. Las conse­ rable de los demás; quien realiza una huelga de hambre como grito de
cuencias no son ni los únicos ni los más relevantes elementos para protesta por una causa justa, pero con la conciencia de que nada va a
decidir sobre la moralidad de una acción. Quienes mantienen este tipo conseguir... se podrían considerar, dentro de unos esquemas utilitarios,
de fundamentación, es porque han querido insistir, hablando en térmi­ como personas insensatas e irracionales. Se trata, como fácilmente se
nos clásicos, en que la bondad o la malicia tampoco brotan al margen constata, de acciones completamente inútiles y que no sirven para nada
del fin y de las circunstancias, ya que la influencia de estos factores era desde una visión pragmática de la vida. Sin embargo, la óptica de la
demasiado pequeña en los manuales de moral. Dos razones fundamen­ teleología no defiende límites tan estrechos. Más allá de la utilidad y la
tales se aportan para evitar un utilitarismo condenable. eficacia, se abre una perspectiva diferente, que sopesa y analiza tam­
Es importante distinguir, en primer lugar, entre acciones que po­ bién la importancia y la riqueza humana de esas acciones. El valor del
drían adjetivarse como útiles y productivas, porque sirven para obtener testimonio en esos casos, con la esperanza, el dinamismo y la ilusión
un fin determinado, y aquellas otras que sólo tienen una carácter expre­ que despiertan, encierra un valor muy superior al de otras posibles ven­
sivo e insignificante, pues no están destinadas a producir ningún efec- tajas que podrían obtenerse con un planteamiento utilitarista.
168 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA PERSONAL 169

Y es que, cuando la acción brota de un enorme amor, encuentra en tiene, pues, una función protectora por la que nadie debe sentirse mo­
éste su completa significación. Si aparece como inexplicable para el lesto y oprimido. Si en alguna situación concreta, como sucedía e� la
que no lo vivencia, es porque habla un lenguaje que no todos están casuística tradicional, un determinado valor ético no resultaba �bhga­
capacitados para entender. Y justamente por esta incapacidad de com­ torio -respetar la vida de un inocente o atentar contra la propia lan­
prensión tan generalizada, en una sociedad opaca a esta dimensión zándose al vacío, según veíamos con anterioridad-, era porque se valo­
humanista, su gesto se hace tanto más necesario y se convierte en un rab a objetivamente como más importante otra obligación superior.
valor con una densidad impresionante. La respuesta de Jesús contra los Por eso, en esta concepción no queda tampoco lugar para un rela­
que murmuraban de aquella mujer que había derramado sobre él un tivismo arbitrario que indujera a comportarse como a cada cual le pare­
frasco de valioso perfume (Me 4,3-9), porque habría sido más útil ciera. La objetividad de una conducta no depende de la simple obe­
dedicar ese dinero a los pobres, denuncia esa ceguera de juicio de diencia a la ley, sino de la sumisión concreta a aquel valor que, en tales
quien sólo valora la utilidad inmediata. circunstancias, haya de prevalecer y respetarse por encima de todos. Se
trata de encontrar la mejor respuesta posible a las diferentes exigencias
éticas que se acumulan en una situación. Cuando la persona op� �sí,
La objetividad de la decisión personal en función del valor preferente, su decisión es plenamente obJetlva,
aunque a lo mejor no sea siempre la misma, si las circunstancias varia­
El peligro de relativizar las normas con una visión demasiado subjeti­ sen su planteamiento anterior. Afirmar, como algunos autores han
va es una preocupación justificada en este tipo de fundamentación. La escrito, que la ética teleológica no es nada más que una técni�a. para
insistencia de Juan Pablo II, en la encíclica antes citada, es perfecta­ justificar cualquier decisión, me parece completamente falso e mJusto.
mente comprensible. «Al presupuesto de que se debe seguir la propia En lo que hemos llamado «ética personal» se da, por tanto, una
conciencia se ha añadido indebidamente la afirmación de que el juicio orientación abstracta, no particularizada a ninguna situación, que nos
moral es verdadero por el hecho mismo de que proviene de la con­ indica la existencia y jerarquía de un mundo de valores que favorece e
ciencia» (VS, 32). Es cierto que, aunque ella sea la norma última de ilumina la decisión a tomar y, al mismo tiempo, un imperativo concre­
moralidad, nunca es una fuente autónoma para decidir lo que es bueno to y ya pormenorizado -el único absoluto y obligatorio para es�a oc�­
o lo que está mal. Los valores que la ética normativa nos enseña, aun­ sión-, que tiene en cuenta también los elementos específicos no mclm­
que a un nivel más abstracto, son datos de fundamental importancia dos en esa normativa general. El ser humano, en su actuación ética, no
cuando la persona desea saber cómo debe comportarse. Nos indican el debe aplicar sólo una norma, que es incompleta en su generalidad para
camino que ha de recorrerse para vivir de acuerdo con la dignidad de todas las ocasiones; pero tampoco debe fijarse exclusivamente en una
la persona. Los valores que la ética normativa nos enseña, aunque a un determinada situación, según su criterio individual, que le llevaría a un
nivel más abstracto, son datos de fundamental importancia cuando la subjetivismo exagerado, sino hacer una síntesis de ambos elementos
persona desea saber cómo debe comportarse. Constituyen el cauce de para formarse un juicio último lo más objetivo posible.
una libertad responsable y una ayuda imprescindible para nuestra pro­
pia realización. Las personas que ignorasen su existencia, rechazando
la iluminación que de ellos proviene, caerían en un subjetivismo anár­ La existencia de acciones intrínsecamente pecaminosas
quico, al no confrontar su conducta con unos criterios objetivos, patri­
monio de una rica herencia y tradición. Es otro de los puntos fundamentales que el Papa recuerda como una
Pero que algunos valores queden condicionados y se relativicen de enseñanza tradicional en todo el magisterio de la Iglesia. «Intrínseca­
alguna manera, no supone negar su obligatoriedad ni la urgencia de mente pecaminosa» es aquella acción que se considera mala en sí
una decisión objetiva, independiente de los gustos o criterios persona­ misma y no por el hecho de estar vedada, teniendo que admitirla como
les. Precisamente para no caer en un subjetivismo peligroso, sin nin­ tal en cualesquiera circunstancias y ocasiones, sin excepción posible.
gún punto de referencia, se requiere la universalidad de la norma como Ya en su exhortación sobre Reconciliación y penitencia insistía el Papa
un elemento constitutivo de la decisión moral. La ética como ciencia con toda claridad en este aspecto:
170 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA PERSONAL 171

«Es un deber añadir -como se ha hecho también en el Sínodo- que nado con un enfermo terminal es un gesto eutanásico o un derecho del
algunos pecados, por razón de su materia, son intrínsecamente graves propio paciente.. :odo lo c?al �ndica que en much�s ocasiones, antes �e
y mortales. Es decir, existen actos que por sí y en sí mismos, inde­ valorar una acc10n como mtrmsecamente pecammosa, hay que anali­
pendientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilíci­ zar su misma naturaleza para ver si encierra las condiciones que la
tos por razón de su objeto. Estos actos, si se realizan con el suficien­ especifican como tal.
te conocimiento y libertad, son siempre culpa grave» (n. 17). El
hecho del martirio cristiano es una confirmación elocuente. de que la
fidelidad a Dios es absoluta e incondicional, y de que existen «nor­
mas morales negativas relativas a comportamientos determinados y Condena explícita de radicalismos extremos
que son válidas sin excepción» (VS, 90).
Creo que una gran mayoría de autores están de acuerdo con las verda­
Hay que reconocer que tal afirmación iría contra la teoría extre­ des básicas y fundamentales de la encíclica, que no tienen por qué sus­
mista de aquellos que negaran, fuera del principio radical del amor, la citar ninguna crítica seria o rechazo. La conciencia debe permanecer
existencia de otras normas que, en cualquier hipótesis y ocasión, hayan abierta a la llamada de los valores objetivos, que evite un situacionis­
de considerarse siempre como absolutas. La siguiente afirmación de la mo relativista e inconsistente. Lo mismo que la opción por Dios se re­
encíclica solo podría aplicarse a una teleología radicalizada: «Las teo­ fleja y autentifica en los actos particulares. La vinculación entre liber­
rías éticas teleológicas (proporcionalismo, consecuencialismo), aun tad y ley, conciencia y verdad, constituye un patrimonio evidente de la
reconociendo que los valores morales son señalados por la razón y la moral cristiana. El actuar es moralmente bueno cuando las elecciones
revelación, no admiten que se pueda formular una prohibición absolu­ de la libertad son conformes con el verdadero bien de la persona. No
ta de comportamientos determinados que, en cualquier circunstancia y existe separación entre el orden ético y el orden de la salvación, pues
cultura, contrasten con aquellos valores» (VS, 75; también 79, 80, 81, la dicotomía entre fe y moral es inaceptable. El pecado mortal no se
96, 115). verifica sólo en el rechazo explícito de Dios, sino cuando la persona
No creo, sin embargo, que nadie se atreva a decir, por citar algunos compromete su libertad en una materia moralmente grave. Los cristia­
ejemplos, que renegar de Dios, odiar a las personas o desearles un mal, nos tienen en la Iglesia y en su magisterio una gran ayuda para la for­
violentar su intimidad por medio de la tortura, la trata de blancas, la mación de la conciencia. Son afirmaciones tan evidentes que ninguna
perversión de menores... podrían justificarse en algunas situaciones. La persona sensata se atreverá a negar.
primacía de Dios como valor supremo y absoluto y por encima de cual­
quier otro, la imposibilidad de conseguir algún bien con el odio, o piso­ Y es que los interrogantes o dificultades que plantea parecen hacer
tear la dignidad y el respeto de la persona, configuran de tal manera referencia a posturas mucho más radicales que las que se aceptan en
estas acciones que las hacen completamente injustificables en cual­ las orientaciones actuales de la moral:
quier circunstancia. Son, sin duda alguna, intrínsecamente pecamino­ «¿Es posible obedecer a Dios y, por tanto, amar a Dios y al prójimo,
sas. El mismo Papa recoge las afirmaciones del Vaticano n corno <<una sin respetar en todas las circunstancias estos mandamientos?» (n. 4).
amplia ejemplificación de tales actos» (VS, 80) en la que todos estamos
completamente de acuerdo. El homicidio, que equivale a matar injus­ Algunos han llegado a teorizar una completa autonomía de la razón
en el ámbito de las normas morales» (n. 36).
tamente, riunca podrá aceptarse. De la misma manera que robar por
capricho, mentir por comodidad o por egoísmo, tolerar un mal por «En virtud de una opción primordial por la caridad, el hombre -según
cobardía, o eliminar a un discapacitado por su condición, etc., no se estas corrientes- podría mantenerse moralmente bueno, perseverar en
convertirán nunca en algo bueno. la gracia de Dios, alcanzar la propia salvación, a pesar de que algu­
La discusión podrá plantearse cuando se analiza si esta acción con­ nos de sus comportamientos concretos sean deliberada y gravemente
contrarios a los mandamientos de Dios».
creta por la que se atenta contra una vida es un crimen o una muerte
provocada por un acto de doble efecto. Si apropiarse de lo ajeno es un «Según estos teólogos, el pecado mortal, que separa al hombre de
robo o una necesidad ineludible. Si no utilizar un medio desproporcio- Dios, se verificaría solamente en el rechazo de Dios» (n. 69).

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172 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA PERSONAL 173
«¿Cómo se asegura esta ordenación de los actos humanos hacia Tampoco habría disparidad en admitir el carácter relativo que a
Dios? ¿De la intención del sujeto que actúa, de las circunstancias -y, veces revisten en algunas circunstancias. Como es imposible que un
en particular, de las consecuencias- de su actuar, del objeto mismo de valor normativo abarque todas las peculiaridades de una situación, no
su acto?» (n. 74). puede excluirse q�e deje de tener vig�ncia en_ a�gún caso concreto. _Para
«El primero (teleologismo) pretende deducir los criterios para la rec­ dotarle de un caracter absoluto habna que t1p1ficar todas las posibles
titud de un determinado modo de obrar sólo del cálculo de las conse­ excepciones, integrándolas dentro del propio valor normativo. No es
cuencias que se prevé pueden derivarse de la ejecución de una deci­ lícito matar a una persona, a no ser en legítima defensa, o en tiempo de
sión» (n. 75). guerra justa, o cuando ha sido condenada por la autoridad competente,
«Las teorías éticas teleológicas (proporcionalismo, consecuencialis­ 0 en las múltiples e inabarcables ocasiones en que su muerte se produ­
mo), aun reconociendo que los valores morales son señalados por la ce de una forma indirecta, dentro de una acción con doble efecto. Si
razón y la revelación, no admiten de ninguna manera que pueda darse esto fuera posible, el principio se convertiría en un enunciado tautoló­
una prohibición absoluta de elegir comportamientos determinados gico: no es lícito matar injustamente, ya que en las otras circunstancias
que, en cualquier circunstancia y cultura, estén en contradicción con perdería su contenido perverso.
aquellos valores» (n. 75). Cuando la valoración encierra un carácter absoluto, como en este
«Así pues, hay que rechazar la tesis, característica de las teorías tele­ caso, nunca se podrá justificar, por muy bueno que parezca el fin que
ológicas y proporcionalistas, según la cual sería imposible cualificar se pretende. De la misma manera que nunca estará permitido robar a
como moralmente mala según su especie -su "objeto"- la elección una persona con la finalidad de prestar ayuda a un necesitado a quien
deliberada de algunos comportamientos o actos determinados, si se no se quiere socorrer con los propios recursos, pues el robo -también
prescinde de la intención por la que la elección es hecha o de la tota­ en esa concreta ocasión- sigue siendo inadmisible. Tampoco en este
lidad de las consecuencias previsibles de aquel acto para todas las
personas interesadas» (n. 79). punto existen criterios opuestos.
Las diferencias radicarían en que el deontólogo, para justificar las
Cualquiera que conozca la bibliografía actual sabe que la funda­ posibles excepciones que podrían darse, las explica con otros princi­
mentación teleológica moderada no incurre en ninguna de estas exage­ pios de valoración. De esta forma intenta defender la objetividad de las
raciones ni niega tampoco ninguna de las verdades que se derivan de soluciones, que podría peligrar sin la existencia de otras normas, para
la antropología cristiana expuesta con anterioridad. regular con exactitud cualquier aparente conflicto. De hecho, éste
nunca es auténtico y verdadero, pues siempre queda resuelto con acu­
dir a estos últimos criterios. El que crea encontrarse ante un conflicto
de valores, es como consecuencia de un error o de una ignorancia que
Convergencias y divergencias entre ambas teorías fácilmente podrá superar con el estudio o la información. Se prefiere
asegurar la objetividad de la decisión, aunque sea sacrificando ciertos
A pesar del diverso planteamiento que se da en cada una de ambas pos­ aspectos de la coherencia lógica, como apuntábamos con anterioridad.
turas, existen también profundas convergencias que conviene subrayar, El teleólogo, aunque comparte con frecuencia las mismas solucio­
aunque en la solución de algunos casos concretos puedan darse ciertas nes, prefiere llegar por otro camino que juzga más coherente. El valor
diferencias. que se busca realizar podría, a lo mejor, producir efectos peores, y ante
Hay un común acuerdo en defender la importancia que tienen los este conflicto hay que resignarse a perder uno y optar por el de mayor
valores de la ética normativa como criterios básicos de orientación. El importancia y preferencia, de acuerdo con una escala yjerarquía que
ideal sería siempre cumplir con las exigencias que contienen y poder hace objetiva la decisión. Se trata, en otras palabras, de hacer el mayor
realizarlas en cualquier situación. Lo que es recto debería aplicarse en bien posible cuando no se puede cumplir, por desgracia, con todos los
la práctica, ya que, por hipótesis, constituye un camino válido para la valores que entran en juego, o de excluir aquel mal que se considera
autorrealización de la persona. No es posible una vida moral que no peor cuando no todos los males llegan a evitarse. La posibilidad de
tenga constantemente presente la urgencia de estos valores. error nunca podrá eliminarse por completo, como tampoco está exenta
174 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA PERSONAL 175

de ella el deontólogo, cuando reflexiona sobre la razón proporcional­ Sería más elegante y hasta gratificante para nuestro narcisismo una
mente grave para permitir un efecto malo, o sobre las causas que justi­ conducta ajena por completo a todo tipo de compromiso, pero la vida
fican una.epiqueya en el cumplimiento de la ley. se impone muchas veces con un realismo en el que lo mejor es a menu­
do enemigo de lo bueno. El radicalismo extremo y quijotesco, cuando
aumenta la fuerza del mal, no tiene nada que ver con una actitud heroi­
Doble postura frente a la conflictividad ética ca. Héroe es aquel que está dispuesto a dar su vida por lo que juzga
más conveniente y digno, dentro de las posibilidades con que cuenta.
Hay que reconocer, como ya hemos apuntado, que la fundamentación
deontológica goza de una arquitectura mucho más armónica, donde
todos sus elementos quedan perfectamente encajados. No queda espa­ Motivos justificadores de la tolerancia del mal
cio para la perplejidad y la duda, que se consideran productos de la
ignorancia o del error. Esta experiencia de incertidumbre, que impide La aceptación del compromiso no nace, pues, de la ley del menor
optar de una determinada manera entre obligaciones aparentemente esfuerzo o de un deseo de satisfacer los gustos personales, ni siquiera
contradictorias, es una consecuencia del hombre ignorante y enfermi­ constituye una defensa del minimalismo ético. La posibilidad de con­
zo. Por ello, la actitud pastoral debe ser análoga a la que se adopta con seguir el mayor bien es el único motivo que justifica la existencia de
la conciencia turbada por los escrúpulos. otros males. Por ello debería mantenerse con un sentido de provisio­
A pesar de estos conflictos aparentes, la moral tenía bien estudia­ nalidad, dispuestos a cualquier cambio, cuando se constatara que, me­
das semejantes situaciones para atinar con la solución única y definiti­ diante otra opción diferente, la pérdida del bien resultaría mucho me­
va a esas primeras incertidumbres superficiales. El que se deja llevar nor. Con esta actitud, nadie puede sentirse satisfecho con la elección
por la claridad de los principios éticos gozará siempre de un juicio efectuada, pues supone vivir en un estado de constante vigilancia para
radiante y luminoso, sin sombras ni opacidades que dificulten su deci­ no perder el rumbo y la orientación más conveniente.
sión práctica. A un nivel teológico, tampoco le parece aceptable a esta Más aún, la tolerancia de ese mal debería provocar una cierta
orientación el que Dios, como legislador supremo y sabio, ponga a sus molestia interior, una especie de nostalgia serena, por esa herida que en
criaturas en situaciones conflictivas en las que el cumplimiento de una el mundo del bien se ha producido. Aunque moralmente no sea conde­
obligación suponga el abandono de otra, aunque fuera menos impor­ nable ni despierte ningún sentimiento de culpabilidad, el mal será
tante. Aceptar un conflicto como éste supondría una limitación incon­ siempre una lástima y un desorden. Lo ideal habría sido, sin duda,
cebible en su providencia sobre las personas. haberse encontrado en otra situación en la que no hubiera sido necesa­
La fundamentación teleológica se presenta, por el contrario, con un ria su presencia ni se hubiera creado ese conflicto.
carácter más conflictivo y agónico. Vivimos en un mundo en el que, Es evidente que, al hablar de conflicto, no se entiende como una
por desgracia, no siempre es posible mantener en alto todos los valo­ contraposición entre los valores éticos y religiosos -los más altos y
res humanos y evangélicos. Esto significa, aunque nos cueste trabajo sublimes de la escala jerárquica- y otros pertenecientes a un mundo
admitirlo, que tenemos que regatear a veces con el amor, que su rostro inferior. No se puede negar una graduación entre todos ellos, y nunca
no manifiesta continuamente la satisfacción y alegría de que todo ha se aceptará como lícita la opción por alguno de estos últimos que con­
quedado cumplido. Y ello no por pura cobardía o pereza egoísta -lo lleve la eliminación de los primeros. Para mantener la fama social no
cual siempre será pecaminoso-, sino por una exigencia de nuestra con­ estará permitido el sacrificio de una vida inocente, pues todo compor­
dición humana, transida por el pecado y la limitación. Pactar con lo tamiento debe tener en cuenta, para no caer en un situacionismo ina­
que, en teoría, no está bien, es la única salida que muchas veces queda ceptable, la jerarquía y objetividad de los valores.
abierta para evitar mayores males y tragedias. El compromiso aparece De la misma manera que, cuando una determinada acción se puede
así como una urgencia del ser humano, que peregrina y se esfuerza en valorar como intrínsecamente pecaminosa, ya no será posible realizar­
la búsqueda de la verdad: la única que puede llevarlo a la mejor reali­ la por muy bueno que sea el fin que se pretenda. Creo, por tanto, que
zación, en este momento, de su propio destino. una teleología moderada, como la que hoy aceptan muchos autores, no
176 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ÉTICA PERSONAL 177

cae en los errores condenados por la Veritatis splendor. Podrán existir REIG PLA, J.A., «Los actos intrínsecamente malos en la encíclica "Veritatis
opiniones diferentes sobre la valoración intrínseca de un acto concre­ splendor"»: Anales Valentinos 22 (1996), pp. 115-136.
to, pero tales diferencias se encuentran también entre los mismos RODRÍGUEZ, L., «Verdad y vida moral: Anotaciones a la encíclica "Veritatis
defensores de una ética deontológica. Si hemos insistido en una visión splendor"»: Salmanticensis 41 (1994), pp. 261-271.
más teleológica, es porque nos parece más coherente y porque, ,mnque RUIZ DE LA PEÑA, J.L., «La verdad, el bien y el ser. Un paseo por la ética, de
algunos pretendan lo contrario, no incurre en la condena de la encícli­ la mano de la "Veritatis splendor"»: Salmanticensis 41 (1994), pp. 37-65.
ca citada cuando se mantienen los criterios básicos afirmados por ésta. vv.AA., Comentarios a la «Veritatis splendor», BAC, Madrid 1994.
La decisión personal en ambas posturas adquiere, en cualquier vv.AA., La Teología Moral en fuera de juego. Una respuesta a la encíclica
hipótesis, un relieve extraordinario. Sólo la propia conciencia tiene la « Veritatis splendor», Herder, Barcelona 1995.
última y definitiva palabra para la moralidad de nuestras acciones. En
toda la tradición se ha defendido siempre la importancia de. este prin­
cipio. Será el tema del próximo capítulo.

***

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Surge 55 (1997), pp. 477-495.
FUNCIÓN MORAL DE LA CONCIENCIA 179

de todo ciudadano, los derechos de la conciencia han adquir�do _un


relieve aún mayor, hasta asumir con frecuencia un carácter mst1tuc10-
nal. Cualquier limitación a esta prerrogativa se considera un atenta.do
contra la autonomía de la persona. Solamente el individuo desde su
propia interioridad está capacitado para tomar estas decisiones que
afectan a su conducta. En las grandes opciones frente a la existencia
9 -religiosas, éticas, políticas y profesionales- nadie podrá sentirse o�li­
gado, al margen de su decisión personal e intrans�erible. La doc�nna
Función moral de la conciencia
' .
del Concilio, en contra de las enseñanzas antenores . de la m1�ma
Iglesia, ha defendido este derecho para que «no se obhgue a nadie a
actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella
Importancia histórica en privado o en público, sólo o asociado con otros, dentro de los lími­
tes debidos» (Dignitatis Humanae, 2). En el texto i;io se habla par�
Se trata de un fenómeno universal, propio de todas las culturas y épo­ nada de la buena o mala fe del individuo en búsqueda de la verdad, m
cas a lo largo de la historia. No es ya el simple conocimiento de uno del contenido objetivo de la opción que cada cual quiera tomar, pues
mismo mediante la reflexión, que pertenece más bien al campo de la «el derecho a la libertad religiosa no se furida en una disposición sub­
psicología, sino el juicio interior sobre una determinada acción antes o jetiva de la persona, sino en su �!sma na�uraleza. Por eso el derecho .ª
después de ser realizada. La persona experimenta una llamada profun­ esta inmunidad permanece tamb1en en qmenes no cumplen con la obh-
da que le indica cómo debe actuar; qué opción, entre las diferentes gación de buscar la verdad y darle su admisión» (ibid.).
posibles, resulta mejor; cuál es el camino que ha de seguir... , para pro­
vocar después un sentimiento de gozo y satisfacción cuando se ha obe­

Hay que reconocer, sin embargo, que _es un aspecto de per��na­
lidad que se presta con facilidad a cualqmer forma de mampula�1on o
decido a sus insinuaciones o, por el contrario, una cierta sensación de influjo alienante. En su génesis intervienen múltiples fac!o�es psicoló­
tristeza y remordimiento si no se ha tenido en cuenta su voz. Esta doble gicos, educativos, sociales, temperamentales..., que cond1c1ona1: n1;1es­
función, que determina con anterioridad lo que se debe hacer y que tra valoración interior. Lo mismo que el mundo de nuestros sent1m1en­
recompensa o reprocha después la decisión tomada, es la que mejor tos, deseos, intereses, miedos o prejuicios, a veces demasiado oculto y
revela su función específica como norma última de moralidad. desconocido, despoja al juicio ético de una visión objetiva, para caer
El Vaticano II recogió con belleza y profundidad la dignidad e en un subjetivismo peligroso. Por eso, en toda la tradición se ha insis­
importancia de este juicio: tido siempre en la necesidad de que semejante valoración personal res­
«En lo hondo de la conciencia, el hombre descubre una ley que él no ponda a unas normas objetivas y se haga en función de unos valores
se da a sí mismo, a la cual debe obedecer y cuya voz suena oportu­ que nunca son creados por el propio individuo.
namente en los oídos de su corazón, invitándole a amar y obrar el
bien y a evitar el mal: haz tal cosa, evita tal otra. El hombre lleva en
su corazón la ley escrita por Dios, en cuya obediencia consiste su dig­ La doble dimensión de la conciencia
nidad y según la cual será juzgado. La conciencia es como un núcleo
recóndito, como un sagrario dentro del hombre, donde tiene su cita a Y es que, al hablar de la conciencia, se levanta de inmediato el miedo
solas con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de aquélla. La con­ y la sospecha de inclinarse hacia un subjetivismo exagerado, �o�o
ciencia le da a conocer de modo maravilloso aquella ley cuyo cum­
plimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo» (Gaudium et camino abierto a otra serie de errores y equivocaciones. De ahí la ms1s­
Spes, 16). tencia de otros autores en subrayar, junto a la obligación de seguir los
dictámenes de la propia conciencia, el deber de ajustarla a las normas
Pero, además, en un mundo democrático y personalista como quie­ y principios objetivos que expresan con exactitud los valores que
re ser el nuestro, donde la libertad se considera patrimonio inalienable deben orientar la conducta humana.
180 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNCIÓN MORAL DE LA CONCIENCIA 181
En un planteamiento equilibrado hay, pues, que armonizar la Este planteamiento suponía, en el fondo, una determinada concep­
importancia de ambas dimensiones: la personal, como juicio interior ción ética que tuvo su apogeo durante bastante tiempo, pero que no �a
que determina para el sujeto la moralidad de la acción, y la objetiva, sido la única ni, probablemente, la más adecuada. Algunos datos his­
que busca la adecuación de este juicio con las exigencias de la verdad. tóricos ayudarán a comprenderlo..
El derecho a seguir su voz no elimina la obligación de que su manda­
to responda a la objetividad de esos valores. Dos aspectos que, en teo­
ría, no deberían darse aislados, ya que ambos son necesarios y se Aportaciones bíblicas
implican mutuamente para evitar caer en una moral despersonalizada,
donde sólo la norma se imponga por la fuerza, sin ninguna asimilación Esta capacidad de juicio sobre la moralidad de las acciones había sido
interior, o en una ética de situación subjetiva, en la que no queda nin­ admitida desde la antigüedad, pero con una perspectiva mucho más
gún criterio para medir la objetividad de la decisión. global y unitaria. De hecho, el término «conciencia» no se utiliza ape­
. Se trata de una doble visión algo distinta -contemplativa o creado­ nas en la literatura clásica, ni siquiera poi los escritores griegos más
ra- que provoca también reacciones contradictorias. Desde la creativi­ cercanos al cristianismo. Muchas lenguas, en las que no se empleaban
dad, la función puramente contemplativa es una óptica demasiado aún los nombres que se elaboraron después en la reflexión filosófica,
pobre y reductora, que somete la conciencia al imperativo de la ley. se valieron de expresiones equivalentes para significar el mismo �on­
Una especie de obediencia legalista que destruye la dignidad del ser tenido. Dentro de la revelación, sólo aparece alguna vez en el Antiguo
humano, pues todo está ya decidido y dispuesto, sin apenas espacio Testamento, y ninguna en los Evangelios; pero con otros vocabl�s se
para la autonomía personal. Como si la ética fuese un trabajo mecáni­ llega a expresar la riqueza y el significado que para nosotros encierra
co que podría realizar cualquier máquina computadora. Es fácil que la «conciencia».
muchos rechazos y agresividades contra la moral nazcan de una pre­ Llamado a la alianza con Dios, el hombre del Antiguo Testamento
sentación demasiado desfigurada por este rostro, que no suscita ningún está en una escucha constante de la palabra de salvación que le llega de
entusiasmo en nuestro mundo. Yahvé. El corazón, principalmente, aparece como el lugar por exce­
Desde una óptica contemplativa, por el contrario, hablar sobre la lencia en el que Dios deja caer su palabra para enseñarle su camino �
creatividad de la conciencia supone un lenguaje profundamente arries­ su voluntad. La oración del salmo es bien significativa: «Con todo m1
gado que convierte la moral en una decisión subjetiva, más de acuerdo corazón te busco; no me dejes desviar de tus preceptos. En mi corazó_n
con los gustos y sentimientos personales que con el carácter objetivo y guardo tus consignas, para no pecar contra ti» (119,10-11). Los senti­
universal de la obligación. Sería caer de nuevo en la tentación primera mientos que nacen de su interior son testigos de la mala conducta (1
del paraíso, cuando el ser humano quiso comer del árbol prohibido Sam 24,6; 2 Sam 24,10), recuerdan el mal que se hizo (1 Re 2,44),
para ser «como dioses, conocedores del bien y del mal» (Gn 3,5). No absuelven de las condenas falsas (Job 27,6), juzgan en definitiva la cul­
hay otra alternativa que la humilde sumisión a los imperativos éticos, pabilidad o inocencia de la persona (1 Sam 16,7; Pr 21,2; Jer 11,20;
que la conciencia contempla y aplica con esmero a la realidad. 17,10; 20,12). Allí es donde hay que tener escondidos sus preceptos \Pr
Hay que reconocer que, dentro de la moral católica, esta última 2,1-5; 10-15; 3,1-3; 4,21-23; 7,3). La ley dela nueva alianza, anuncia­
visión se ha defendido con mucho mayor énfasis. Sin negar nunca en da por Jeremías (31,33) y Ezequiel (11,19), será grabada por_Di�s defi­
abstracto la primacía del juicio personal como norma última de mora­ nitivamente en el corazón de sus fieles para que no haya nmgun velo
lidad, se insistía sobre todo en la prevalencia de la objetividad. Como que encubra los misterios de Dios (2 Cor, 3,12-16). .
solía decirse, el juicio moral de la conciencia no era sino la conclusión . .
Ya veremos más adelante, al tratar el tema del d1scem1m1ento, la
lógica y necesaria de un silogismo cuyas premisas venían dadas por la importancia que tiene la sensibilidad del corazón, propia de los hijos
ciencia moral. Si no hay error lógico, no cabe más que esa solución de la luz frente a la dureza y encallecimiento de quienes se cierran al
como la única verdadera. Era el mejor modo de formular la obligato­ mensaje 'de Jesús. El corazón es, en una palabra, el que posibilita �1
riedad de las normas, principios y valores, asumidos personalmente diálogo y el encuentro con Dios, que lo sondea y lo conoce, para mam­
por la evidencia de la conclusión. festar la entrega y sumisión del creyente o su negativa al amor. No en
182 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNCIÓN MORAL DE LA CONCIENCIA 1,83

vano, la revelación se convierte en un recuerdo constante para esa con­ la toma de conciencia radical por la que una persona se compromete
versión al Señor, el único que puede quebrantar los corazones endure­ con su proyecto ético y en la que se revela de forma valorativa su sig­
cidos. La predicación de los profetas no se cansará de repetir esta nificado más profundo. Es ahí donde la persona vislumbra su destino
misma invitación (Os 4,2; Is 1,15; 44,22; 55,6-7; 57,15; Jer 3,14; 4,1; temporal y su salvación eterna.
18,3; Ez 2,18-19; 14,6; 18,21-32; 33,7-11; JI 1,3-15; 2,12; Za 1,4). En cuanto derivación consecuente de esta función primaria, la con­
Algo parecido habría que decir sobre el empleo de la sabiduría y la cie ncia aparece también como acto, que aplica las exigencias funda­
prudencia, que no encierran un sentido puramente especulativo, sino mentales a los casos y acciones concretas y determinadas. Si la prime­
que indican también un conocimiento práctico aplicado a la realidad. ra se designaba como conciencia habitual, por la actitud y disposición
Ellas enseñan el arte de dirigir la propia vida y orientarla por los sen­ interior y permanente en la búsqueda del bien, esta segunda quedó
deros del bien. Por eso aparecen como atributos divinos por excelen­ definida como conciencia actual. Fue el mismo san Pablo quien desa­
cia, que Dios reparte entre sus elegidos como un don, más allá de sus rrolló también este segundo aspecto. Las situaciones particulares y
cualidades naturales. comunitarias a que tuvo que hacer frente para encarnar el mensaje
evangélico le llevaron a presentar con mayor amplitud los criterios de
conciencia necesarios para la solución de estos conflictos.
La conciencia en los escritos paulinos La interpretación patrística seguirá por este mismo camino. La
conciencia es, ante todo, la voz de Dios que resuena en lo íntimo del
La palabra syneidesis (conciencia) aparece con mucha frecuencia en corazón humano. Como buen maestro y pedagogo, conduce al alma
los escritos paulinos. Probablemente, no se trata de una herencia reco­ por el camino recto, hasta encontrar en ella, como en una alcoba inte­
gida de la filosofía pagana, sino que tenía un origen más popular, al· rior, la fuente del bien. El gozo de la buena acción o el remordimiento
que san Pablo va a dar un contenido y una significación algo diferen­ de una conducta perversa no son sino el testimonio aportado por la pro­
tes, añadiendo la dimensión bíblica que antes apuntábamos. Si en la pia conciencia. En el tribunal interior, el testigo, el juez y el acusado
filosofía popular, representada sobre todo por los cínicos, epicúreos y son una misma realidad que siempre nos acompaña. Existe como un
estoicos, aparecía como el testigo de las acciones o el acusador que optimismo generalizado en esta capacidad del ser humano, cuya nega­
condena las faltas, Pablo va a insistir en ese dinamismo interior por el ción sería una blasfemia contra el Creador que ha querido gobernar así,
que la persona se capacita para orientar su existencia hacia un destino con su Providencia, a todas las criaturas racionales. Con ello no se bus­
concreto y valorar su propia conducta: «cuando los gentiles, que no tie­ caba engrandecer al hombre para hacerlo autosuficiente, sino admirar
nen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener en él la obra de Dios.
ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad
de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia» (Rom
2 ,14-15). La sistematización histórica
Esa ley no escrita, anterior y superior a cualquier otro derecho, y a
la que este mismo se encuentra sometido, se revela en el interior de la La reflexión escolástica posterior consagrará definitivamente esta do­
propia conciencia. Sus dictados cumplen la misma función que para ble concepción que ya hemos apuntado, distinguiendo entre la sindé­
los judíos tenía la Ley revelada por Dios. Al margen de ella o de cual­ resis, como capacidad originaria en la percepción de los valores ( con­
quier otro mandato, el individuo lleva siempre sobre sí una palabra que ciencia habitual), y la aplicación de estos valores a las situaciones con­
le vincula y le obliga. Las exigencias de la ley natural nos hablan y cretas (conciencia actual). En adelante, el interés mayor de casi todos
comprometen a través de este dinamismo interior. Su tarea más impor­ los autores y la preocupación básica de la moral va a centrarse preci­
tante no consiste en aplicar a lo concreto los principios generales, sino samente en esta segunda acepción. El tratado sobre la conciencia sufri­
en darle un sentido y orientación a toda la existencia. La ley divina rá un desplazamiento de su sentido más primordial al más secundario.
queda escrita en el corazón, y en función de ella cada uno ha de enfo­ En la explicación de este cambio late la preocupación común de
car su vida. En términos más actuales, podríamos decir que constituye buscar la mayor seguridad posible, con el deseo de eludir el riesgo del
184 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNCIÓN MORAL DE LA CONCIENCIA 185

engaño o la equivocación. La culpabilidad o no de la conciencia erró­ La formación de la conciencia


nea fue objeto constante de amplias discusiones. Afirmar que el error
de buena fe tiene también sus derechos parecía demasiado peligroso. La conciencia sería recta cuando la conclusión del silogismo, que
Baste recordar las discusiones medievales entre san Bernardo y determina una obligación, ha tenido en cuenta las leyes de la lógica. A
Abelardo, que se prolongaron durante bastante tiempo. Para el prime­ partir de unas determinadas premisas, la conclusión se impone con
ro, si la conciencia es la voz de Dios, el testigo verídico de su presen­ toda coherencia, a no ser que el individuo realice una deducción inco­
cia, ha de estar siempre iluminada por la verdad objetiva. Todo cono­ herente; en cuyo caso nos encontraríamos ante una conciencia viciada
cimiento erróneo, aunque se actúe con buena voluntad, será siempre por su falta de rectitud.
pecaminoso. La conciencia falsa no hace bueno ningún acto, porque en La conciencia se considera verdadera si las premisas en que se
ella no se manifiesta la llamada de Dios y del bien, que sólo puede apoya su valoración están de acuerdo con el orden objetivo. De lo con­
nacer de la verdad. Mientras que para el segundo este objetivismo trario, se hablaría de una conciencia errónea o falsa, ya que no res­
resultaba inaceptable, pues cualquier tipo de ignorancia o equivoca­ ponde a las exigencias incondicionales �e 1� verdad. Es pos�ble, c?mo
ción en los juicios de conciencia exime de toda culpa, cuando se actúa fácilmente se comprende, que una conciencia recta sea al mismo tiem­
con sinceridad. La bondad o la malicia no radican en la materialidad po falsa, y que una conciencia viciada llegue a ser, sin embargo, ver­
del hecho, sino en la decisión interna y en la buena fe de la persona. dadera. El vicio lógico o la falsedad serán culpables si no se han pues­
· La obediencia a la ley aparecía entonces como el remedio más efi­ to los medios normales para superar la precipitación, la ignorancia o el
caz para la superación de estos peligros. Atenerse a lo que estaba man­ conocimiento informativo. En caso de no haber culpa, el juicio de con­
dado era la forma más segura de superar cualquier subjetivismo o equi­ ciencia sigue siendo la norma última de moralidad.
vocación. El. influjo del nominalismo, que se hizo presente con más La conciencia, finalmente, ha de ser cierta cuando los presupues­
fuerza delo que pudiera pensarse a primera vista, vino a confirmar este tos en que se fundamenta son evidentes y excluyen cualquier duda
presupuesto. Como la bondad o la malicia de las acciones no dependen razonable. No se trata, por supuesto, de una certeza absoluta, sino que
tanto de su propia naturaleza, sino de que estén mandadas o prohibidas basta la que se considera como moral, que excluye el temor prudente
por la autoridad, la preocupación va a centrarse en el análisis de la ley de equivocarse. Actuar con una conciencia dudosa constituye una
para descubrir a qué y hasta dónde obliga. opción arriesgada e injustificable, pues con ella se acepta implícita­
Esta orientación de la conciencia hacia la objetividad de la ley hace mente la posibilidad de cometer un error. Mientras no exista tal segu­
que aquélla se revele principalmente como un mecanismo para aplicar ridad moral, la acción será pecaminosa.
ésta a la realidad. La tensión dialéctica entre ambas se inclinará, en últi­ Esta última condición planteaba mayores dificultades. La comple­
mo término, por darle una preponderancia indiscutible a la dimensión jidad de algunas soluciones impedía una mayor unanimidad entre los
objetiva sobre la personal. Para que continúe siendo la norma última de autores, y lógicamente, cuando se da un cierto pluralismo en las opi­
moralidad, ha de ajustarse con precisión -a no ser en casos extremos de niones, no es fácil saber cuál es la única cierta y verdadera.
ignorancia inculpable- a la normativa vigente. Ya no es el lugar donde ¿ Qué hacer, pues, cuando las opiniones diferentes impedían alcan­
la persona descubre cómo orientar su vida para la realización del fin zarla? De una u otra manera, había que buscar una salida para que, a
último, sino el instrumento que señala las fronteras de la libertad en pesar de las dudas o vacilaciones, se pudiera obtener una seguridad
función de la ley y el grado de obligación que ésta me impone. suficiente para obrar con licitud. En este contexto resultan comprensi­
Todos los manuales van a insistir, por tanto, en las características bles las amplias discusiones que existieron para determinar cuándo una
que debe tener la conciencia para que su juicio sea objetivo. Las exi­ ley pierde su carácter obligatorio. Cada uno de estos sistemas exponía
gencias de rectitud, certeza y veracidad en su formación se recordaban un camino algo distinto para pasar de la duda especulativa a la certeza
de manera constante. práctica.
El tuciorismo fue el sistema más rigorista de todos. Para que
alguien se sintiera liberado de una obligación, las opiniones contrarias
a la ley tenían que ser prácticamente ciertas y unánimes. Era el modo
186 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA
FUNCIÓN MORAL DE LA CONCIENCIA 187
más seguro (tutior) de mantener l a objetivid ad de una decisión. En el
extremo contra rio se situó el laxismo, t ambién conden ado por la Igle­ . existen y son de algun a forma obligatorias, só_lo obligan � satisfacer la
sia, según el cual bast aba un a opinión contraria a l a ley, probablemen­ • ·. ena que se imponga, en c aso d�/ ser s01p�endidos como mfr�ctores en
te probable, para quedar libre de tod a obligación, aunque la opinión fa transgresión. Era un a confesion exphcita del ahogo expenment ado
ste legalismo desbordante. •
contraria fuese más unánime y razonable. Y entre ambas corrientes por Le a misma ética de situación aparece como un gnto .
de protest a �en-
a pa reció otra serie de posturas intermedi as que buscab a n evit ar los
radicalismos anteriores, aunque cad a un a de ell a se inclinara más hacia tra esta mentalidad. Todo movimiento contest at ario encierra �l p�hgro
un extremo o hacia otro. Cualquier dud a seri a sobre l a existencia u de caer en un extremismo opuesto y radicalizado. L a concienci� no
nunca quedar sometida a n�ngun� n�rma exte:ior, pues eqmval­
obligatoriedad de un a ley es suficiente para no sentirse comprometido puede
por ella o imponer a otro su cumplimiento. L a afirmación lex dubia, lex dría a robarle su propia autonomia y digmdad. A mnguna perso� a s_ e
le puede imponer ningún límite en su actuación. El derecho a eJ_erci­
nulla -una ley dudosa es como si no existiera- se h ace clásic a en toda tarla, de acuerdo con su personal decisión, se · convierte, al mismo
la historia posterior. tiempo, en el criterio único y fund�ent�l de conducta. Es el _ recha zo
completo de cualquier otr a alternativa -Dios, naturaleza, Iglesia o mo­
Hacia un planteamiento legalista ral- que intent ara apoderarse de ese valor supremo de la pers�n a . L a
neg ativa absolut a de todo valor objetiv�, para hace; d� l_a propia con­
Hoy resulta anacrónico, después de l as fuertes y acalorad as discusio­ ciencia el único fund amento de l a moralidad, lleva na logicamente a _un
nes de otras épocas, detenerse en el estudio de est a problemática. Las subjetivismo impresionante, con todas sus lament ables consecuencias
dificult ades no irían contra uno u otro de los diferentes sistemas, sino y contradicciones.
contra la orienta ción y el enfoque básico, presente en todos los plante­ . . . . . .
Sin t ant a radicalidad, otros autores msistieron en la msuficiencrn_ d e
a mientos. L a ley aparecía como el centro del orden moral, el valor
la norma general y abstr acta par a regul�r la situación,_ qu� es �xclusiva
supremo del que sólo es lícito prescindir cuando l as razones contrarias de c ad a persona e irrepetible en el cammo de la propia historia. No se
adquieren un peso suficiente. Lo de menos eran l as condiciones exigi­
neg ab a l a existencia del valor objetivo, sin� tan sólo s� car�cter abso­
das para eximir de la obligación. Lo l ament able fue es a concepción luto, pues habría que dejar un margen amplio a l a conci�ncrn para que
legalista, que impregnó por completo l a moral y que ha est ado vigente ell a determinara, en último término, si era oportuno aplicarlo en c ada
durante tanto tiempo. L a ley y l a libertad aparecían como términos situación concret a. La objetividad de los principios abstr actos quedaba
contrapuestos y casi contradictorios. Tod a l a preocupación se centraba también fuertemente relativizada en sus aplicaciones pa rticulares.
en ver cuándo era posible liberarse de ese peso, dejando un espacio Aunque de forma más moderada, el valor de l a ley seguía _sin tener
mayor a la libre decisión. Los que se inclin aban por l a defensa de la ley mayor importancia, ya que la conciencia es la única que decide sobre
eran tach ados de un cierto rigorismo, y los que preferían más bien pro­ la moralidad de su conduct a.
teger la libert ad eran acusados de laxistas. Pero t anto unos corno otros L a postura de l a Iglesia en aquellos momen!os fue expl í�ita _ Y sin
est aban imbuidos del mismo espíritu legalist a, comprensible en aquel ninguna ambigüedad. No se po?ía �efender un s_ is!e1:Ila qu� e!irnmaba,
ambiente histórico y en aquell a s circunstanci as culturales.
de una forma más o menos radicalizada, los pnncip10s obJetivos de l a
La teoría de las leyes puramente pen ales es un síntoma inequívoco moral. L a bondad o malicia de un a acción no brota sólo de l a decisión
de este predominio legal y de la multiplicación al armante de las obli­ personal, sino que se fundamen�a t ambién en u� ord�n de valores e�te­
gaciones jurídicas. Sus defensores partí an de una constat ación eviden­ riores e independientes del suJeto y de _ l as situacione_s/ en 9-ue e�te
te: el ser humano no puede sentirse psicológicamente obligado por un pudiera encontrarse, Un a vez más, se repite que la fun�ion P:1mor?ial
cúmulo t an enorme de leyes como pesan sobre su conciencia. Sería de l a conciencia consiste en aplicar la ley a un c aso m as pa rticulariza­
imposible el cumplimiento de tod as ell as, pues termin aría rompiendo do. El miedo a los errores y desvi aciones de la nueva moral impedía
la paz interior, debido al agobio que producirí a semejante tensión. Por un a mayor comprensión de est a doctrina? aunque no !�Itaron �u�ores
ello se encontró un a salida ciertamente ingenios a : algunas de estas le­ que quisieron extraer de ella aspectos olvidados de l a etic� tr adicional
yes no pueden obligar en concienci a a su cumplimiento; pero, como y que merecían ser tenidos en cuenta como elementos enriquecedores.
188 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNCIÓN MORAL DE LA CONCIENCIA 189

Lo personal y lo objetivo: una doble exigencia También dijimos que esta creatividad de la conciencia no es exclu­
siva de la fundamentación teleológica; también la deontología acepta
c;on una mayor persp�ctiva histórica y serenida?, e� problema puede otros conflictos y situaciones en que el individuo necesita tomar una
situarse en un marco diferente y con nuevas matizaciones. No se trata . opción, sin que ninguna otra norma le dicte lo que ha de elegir. En
d� eliminar ninguna de las dos dimensiones que constituyen el hecho · tod os estos casos, una vez que se ·ha calibrado el peso de las razones
étlc?. En�re el ser humano contemplator, que fomenta un objétivismo . . fav orables o contrarias, la moralidad surge por la decisión de concien-
extnnsecista, y el ser humano creator, que conduce hacia un situacio" · cia adoptada.
nismo peligroso, no existe una contraposición antagónica para ver Cuando no se logra alcanzar el grado de certeza necesario para una
quién triunfa: si la pura sumisión y obediencia pasiva al dato real O la pru dente actuación, tampoco se requiere recurrir a los sistemas apun­
creatividad original del individuo, que sólo tiene presentes los rasgos . ta do s con anterioridad. Con ellos se da la impresión de que se preten­
peculiares de su situación. Una síntesis armónica de ambos elementos de la búsqueda de una libertad legal, aunque algunos la concedan más
es la única que podría superar cualquier alternativa extremista. · fáci lmente que otros, para eximir de una obligación que resulta moles­
ta. Aq uí la solución a cualquier duda razonable se encuentra por otro
La experiencia ética nos revela precisamente esta mutua comple­ ino menos complicado y dificultoso. Si, después de una seria refle­
mentariedad. En todo juicio moral quedan implicados tanto el deber cam
xión, no se sabe qué elegir, ni se consigue eliminar las dudas presen­
i�terior de una perso?a como su confrontación con otra trans-subjeti­ seguridad de que en tales situaciones no existe
vidad. Se apunta hacia dentro para enaltecer el valor de la conciencia tes, existe la suficiente
y se mira hacia fuera para no dejarse llevar por el subjetivismo. Sujet� ninguna obligación determinada, la persona queda libre, por tanto, no
y
y objeto se armonizan y complementan. para prescindir de la ley, sino para hacer lo que valore como el mayor
bien posible, lo que juzgue mejor y más importante para su autorreali­
La dimensi?n _interna es impresd,ndible, no sólo porque se requie­ zación, lo que vea más cercano y acorde con el evangelio.
re ese convencimiento personal, autonomo y responsable, sin el cual La obligación del juicio moral no nace, pues; por un simple meca­
no existiría una ética adulta, sino porque la misma aplicación concreta nismo interior a la persona, como algo que dimana del propio corazón,
hecha por la conciencia tiene que abrirse a otros horizontes más allá de sino porque ese convencimiento se basa en un valor objetivo y respon­
esta ley o normativa general. Tendríamos que insistir de nuevo en que de a las exigencias reales de la verdad. Si, de ordinario, la ley mani­
su función primaria es dinámica y orientadora. Busca de verdad lo que fiesta en su formulación este ideal objetivo, siempre resulta posible
es bueno para la persona y le sirve para autorrealizarse en función de algún pequeño desajuste que sólo la honradez de la conciencia está
su proyecto último. capacitada para dirimir.
Ahora bien, como ya expusimos en el capítulo anterior, la bondad
de una _ac�ión no se descubre sólo en su formulación abstracta, por
muy obJetlva y verdadera que sea, sino en el imperativo concreto y por­ Un camino intermedio entre el legalismo y el antinomismo
menorizado de cada situación, donde entran además otros valores que
exigen también ser reconocidos y aceptados. Y cuando diferentes valo­ Si lo que asustaba en relación a la ética de situación era que la moral
res entran en conflicto, cuando algunas circunstancias impiden el cum­ degenerara en puro subjetivismo, la preocupación -explicable en un
�limiento �e una obligación, no existe ninguna otra ley más particula­ comienzo, dado su contexto histórico- parece excesiva, y desaparece
nzada que imponga con su fuerza una de las posibles opciones a tomar. cuando se tiene en cuenta un mínimo de garantías. Lo que surge de este
Aquí sól_o la conciencia debe y puede discernir lo que parece mejor. Si. planteamiento no es una imagen caprichosa y descontrolada de la
1� moralld�d radica en este último juicio, tenemos que aceptar que, en conciencia, reformable en función del criterio individual de cada per­
cierto sentido, ella es la creadora y artífice del valor ético de esta deter­ sona, sino una visión que corresponde al deber moral, conocido des­
minada acción. Su punto de vista no es tanto el cumplimiento de la pués de una confrontación· y análisis sobre todos los datos que forman
norma que tiene delante, cuanto la búsqueda de las mejores posibilida­ parte de la situación, de optar por el valor preferente, el de mayor
des entre las muchas tal vez existentes. urgencia o el más necesario para cumplir con la obligación suprema de
190 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA FUNCIÓN MORAL DE LA CONCIENCIA 191

nuestro destino último humano y sobrenatural. Aquí podría aplicarse lo preguntarse si es auténtica -co�o lo será d� ordinario- o si, por el coi:i­
que santo Tomás escribe acerca de la epiqueya: «Juzga de la ley quien trario, es fruto de un conformismo que mtenta escapar a la propia
afirma que no está bien hecha; pero el que dice solamente que la letra bilidad. · .
responsa
de la ley no hay que guardarla en este caso concreto, no juzga la ley, Cuando la gente viene a nosotros interesándose por la solución de
sino una situación particular que sucede» (Summa Theologica, IUI, un problema ético, de ordinario no pretende recabar datos, reflexionar
120, 1 ad 2). y enfrentarse después con el riesgo de la decisión; lo que busca es que
La relación ley-conciencia podría vivirse, pues, con tres estilos 0 se le dé una respuesta concreta para no cargar con el peso de su res­
modalidades diferentes. Para el legalista, la ley conserva siempre la ponsabilidad, que la deja en manos del otro. No sé hasta qué punto,
primacía absoluta, aun cuando la conciencia no acabe de ver su. obli­ con esta pedagogía, ayudamos al crecimiento humano y a la madurez
gatoriedad. Sería el criterio más seguro para no caer en el subjetivismo. cristiana.
El antinomista, por el contrario, anula la importancia de la ley y opta
por seguir los dictámenes de su conciencia, aun con el riesgo de equi­
vocarse; prefiere sacrificar la objetividad de la ley en aras de su propio
juicio y autonomía. Y, entre ambos extremos, el situacionista -elimi­
nando el sentido peyorativo y antinomista que tuvo en sus primeros Conclusión
momentos- acepta al mismo tiempo la validez y obligatoriedad de la
ley, pero la subordina en ocasiones a las exigencias más altas de su con­ La conciencia tendrá, pues, que certificar y verificar su juicio. Ella es
ciencia cuando se enfrenta a otros valores más importantes que deman­ la única que puede dar el calificativo de moral a nuestras acciones. No
dan un cumplimiento prioritario, con tal de que tales acciones no se es posible una llamada del valor, ni oír la palabra del Padre que en ella
consideren intrínsecamente pecaminosas, como ya hemos repetido. se comunica, sin una adhesión razonable de la subjetividad. De lo con­
Dentro del catolicismo, todos podríamos estar de acuerdo en que trario, no hay moral auténtica, pues ésta no existe sin una libertad res­
este último es el camino más apropiado, pues no es posible negar nin­ ponsable que asume su obligación y quiere sentirse obligada por esa
guno de los dos términos. Las diferencias, una vez más, radicarían en exigencia. Pero también sería temerario y engañoso que pesara la
la fuerza con que se acentúe alguno de estos extremos. Son dos pers­ moralidad sin preocuparse, al mismo tiempo, por la exactitud de la
pectivas algo diferentes. Una tiende a sospechar que la contraria puede balanza. Hay que seguir su dictamen e intentar constantemente su for­
deslizarse hacia un mayor subjetivismo, por subrayar con mayor fuer­ mación. La negligencia o el desinterés por este último aspecto crea una
za la importancia de la dimensión objetiva, mientras que la otra teme conciencia errónea y culpable, al no tener en cuenta este compromiso
que el valor de la conciencia quede reducido en exceso. Reconocer con la verdad. Sin embargo, la culpa no es atribuible nunca al hecho de
tales peligros sería una actitud sensata y prudente para no caer en ellos seguir su mandato sincero, sino al descuido anterior, cuando, con
e intentar superarlos. mayor ilusión y empeño, pudo haber conseguido un conocimiento más
Cualquier decisión de conciencia, cuando se toma ante diversas completo y exhaustivo.
alternativas o posibilidades, incluso en las pequeñas determinaciones Esta visión personalista de la conciencia integra armoniosamente
de cada día, no excluye ciertamente la posibilidad del error. Es un ries­ la dialéctica entre la doble dimensión objetiva y subjetiva de la moral.
go que pesa sobre toda opción humana desde el momento en que se El olvido de cualquiera de ellas llevará sin remedio a uno u otro de los
ofrecen diferentes caminos a seguir, sin saber cuál será el más ade­ extremismos opuestos. La alternativa entre ley y conciencia como fuer­
cuado. Ni siquiera con el simple cumplimiento de la ley se elimina zas contradictorias sería indicio de no haber dado con el camino inter­
semejante peligro. Resulta demasiado ingenuo e infantil afirmar que medio, donde la norma y la decisión personal se iluminan y comple­
con la sumisión a lo que está mandado desaparece todo riesgo de equi­ mentan mutuamente. Una pedagogía de la moral no consiste en impo­
vocarse. La obligatoriedad surge de la conciencia prudente cuando ner con intransigencia una determinada norma, sino en despertar con­
ésta discierne lo mejor, después de examinar todos los datos que ofre­ ciencias libres y responsables para dejarse seducir por la llamada
ce la realidad. Y si la pura obediencia produce tranquilidad, habrá que del bien.
192 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

En la formación de la conciencia, los católicos han defendido siem­


pre, como un elemento básico y primordial, el valor e importancia del
magisterio eclesiástico. Por ello, vale la pena detenerse ahora a ver
cuáles son sus funciones en el campo concreto de la moral.

*** 10
El magisterio de la Iglesia
Bibliografía
La necesidad de su enseñanza
BENNASSAR, B., «La conciencia. Obediencia radical, discernimiento amoroso,
originalidad creativa»: Biblia y Fe 21 (1995), pp. 83-109. Todo grupo religioso necesita de una autoridad para la defens_a, salva­
DEMMER, K., Teología Moral, Verbo Divino, Estella 1994, pp. 33-44. guarda e interpretación de la propia doctrina: La pal�bra ?e Dios reve­
EDITORIAL, «Desde los bancos de la plaza pública»: Raz6n y Fe 233 (1996), lada y el mensaje de �es� s constituyen _e_l nc_o p/atnmomo del que la
pp. 348-353. Iglesia se siente depositana para transmitirlo mco�ume a sus_ fieles. El
FLECHA, J.R., Teología moral fundamental, BAc, Madrid 1994, 269-296. magisterio eclesiástico tiene como objetiyo seI?eJante finahdad, Y �l
GARCÍA COLLADO, M.J., «Falseamiento de la libertad y de la obediencia»: Sal hecho de que pueda y deba ofrecer una onentación moral a la co�um­
Terrae 78 (1990), pp. 301-309. dad católica es una consecuencia de su misión salvadora. La Iglesi_a � a
MARTÍNEZ DE LAHIDALGA, J.M., «La "Veritatis splendor", o la no suficiente sido constituida como sacramento de salvación, y dentro de s� mmis­
valoración de la conciencia personal»: Lumen 43 (1994), pp. 177-210. terio entra, por tanto, la enseñanza de aquellos aspectos relacionados
MIRANDA, V., «El tema de la conciencia en la reflexión moral de nuestros con la fe y las costumbres. · ·
. .
días»: Moralia 19 (1996), pp. 365-388. . En el campo de la moral, más en concreto, el recurso ala Bibha no
O'NEIL, K., «La formación de la conciencia moral en la teología contemporá­ es suficiente como en otros códigos religiosos donde la conducta q1:1eda
nea»: Moralia 19 (1996), pp. 411-430. perfectamente reglamentada. Muchas afirmaciones éticas del A�tiguo
PRIVITERA, S., «Conciencia», en (Vv.AA.) Nuevo Diccionario de Teología Testamento y algunas del Nuevo son fruto de una cultu�� determm�da,
Moral, San Pablo, Madrid 1992, pp. 233-255. en la que se expresó el autor sagrado � cuya formulacion ya no tiene
REGNIER, J., «La moral conciliar y la moral del catecismo romano»: sentido para nuestro tiempo, aunque la idea de fo��o conserye _ su v�lor
Selecciones de Teología 32 (1993), pp. 340-349. actual. Todo ello exige un esfuerzo de interpretac10n para distmgmr lo
RINCÓN, R., «Ley, conciencia, libertad. La conciencia sede, centro y síntesis que es un dato cultural o una enseñanza permanente.
de la vida moral»: Sal Terrae 81 (1993), pp. 511-532. Hay que reconocer, por otra parte, que para la mayona de los pro­
VALADIER, P., Elogio de la conciencia, PPC, Madrid 1995. blemas que hoy nos preocupan, tanto en el ámbito personal como en �l
V IDAL, M., «¿Legalismo o discernimiento del bien moral?»: Iglesia Viva 171 colectivo la revelación no ofrece ninguna respuesta concreta. Sena
(1994), pp. 247-268. absurdo buscar en ella una valoración de los sistemas económicos, los
Vv.AA., «Conciencia moral y apelación ética»: Moralia 19 (1996), pp. métodos anticonceptivos, las técnicas de reproducción artificial o �?s
361-490. trasplantes y donación de órganos. Sin embargo, la ética es tambi�n
Vv.AA., «El enigma de la conciencia. ¿Por qué nos desorientamos los huma­ imprescindible en. la realización del Reino y para mantener la propia
nos?»: Biblia y Fe 21 (1995), pp. 5-146. amistad con el Dios que nos salva.
WEBER, H., Teología moral general, Herder, Barcelona 1994, pp. 221-278. Por todo ello, la Iglesia levanta su voz de alerta c�ando de��ubre
que determinados comportamientos se alejan del espíntu evangehco Y
194 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 195

se convierten en una amenaza para el bien de las personas. Presenta el escaso compromiso cristiano, que provoca un menosprecio . hacia la
testimonio de una experiencia tradicional que pretende ahondar sus raí­ institución y un sentimiento de superioridad, hasta el desconc1e:10 que
ces en el ethos de Jesús para aplicarlo a las situaciones actuales. Es una muchos han originado en la . buena voluntad de los fieles,. existe un
función que le compete y que le está garantizada, con un grado dife­ amplio margen posible de explicaciones, pero con un denommador �o­
rente de seguridad, por la ayuda prometida del Espíritu. Algunas con­ mún: la frecuencia excesiva con que se marginan e ignoran, en la prac­
fesiones protestantes han lamentado esta ausencia de normativas y tica, las intervenciones eclesiásticas sobre temas referentes a la moral.
orientaciones, la cual ha motivado un excesivo pluralismo de credos. Es un hecho evidente y doloroso que bastantes católicos viven hoy
Por eso su testimonio se hace vinculante y goza de una primacía y en una lejanía afectiva de la Iglesia como institución, y mu.cho. más
superioridad mayores que las de cualquier otra opinión. Todo fiel ten­ cuando ésta ejercita su función de magisterio, centrada de ordmar10 en
dría que ser sensible a estas declaraciones, corno una señal relevante la condena de planteamientos éticos y. conductas negativas. A veces
que le obliga a revisar sus posturas anteriores y a reflexionar con afec­ son objeto, incluso, de una crítica agresiva e irónica. Creen que su en­
to y sinceridad sobre los datos que se le aportan. Es un elemento que señanza ya está lo bastante desacreditada como para otorgarle la con­
forma parte de la dimensión religiosa de la moral, ya que su existencia fianza que se les pide. Después de tantos cambios como se han opera­
pertenece al mundo de la fe, y su autoridad no nace como la de cual­ do en su doctrina, sería mejor que callase o insistiese mucho más en la
quier otro grupo humano. condena con un talante profético, de las grandes injusticias que se
cometen' en el mundo, en vez de culpabilizar a las conciencias indivi­
duales con otros problemas secundarios. Sus intervenciones no tienen
Nuevas situaciones y actitudes ninguna eficacia, pues la vida sigue adelante a pesar de todo� �o� docu­
mentos, y la gente se siente molesta con tantos noes y proh1b1c1o?es.
Sin embargo, el ambiente en el que ahora vivimos ha provocado acti­ Y, entre unos y otros, aún queda un espacio reducido para qmenes
tudes mucho más diferenciadas que las que existían en épocas anterio­ experimentan un desconcierto que participa, de alguna manera, de los
res. Algunos querrían recuperar de nuevo los criterios más tradiciona­ dos anteriores. Desean mantener su fidelidad y aprecio hacia esta fun­
les corno la única forma de evitar este confusionismo pluralista. La ción magisterial y no quieren prescindir, con la libertad e indiferencia
obediencia al magisterio se defiende como norma absoluta de verdad y con que algunos lo hacen, de los datos ofrecido_s por la lglesi�, pero
como señal inequívoca del respeto debido a la Iglesia. Cuando escu­ tampoco saben cómo actuar cuando alguna doctnna les resulta mcom­
chan otras opiniones o ven cómo se interpreta la doctrina con matices prensible, porque no creen que la única salida sea la obediencia acríti­
diferentes, experimentan un malestar profundo. Las divergencias son ca y absoluta de que hacen gala otros.
fruto siempre de la mala voluntad, del subjetivismo relativista, del Las dudas y dificultades que han surgido últimamente sobre su
desinterés religioso o de la insensibilidad ética. En medio de tantas actuación y fundamento lo han convertido en un punto de polémica y
voces discordantes, la palabra de la Iglesia debería ser el criterio defi­ controversia. Sin necesidad de agotar la materia, conviene hacer unas
nitivo, por encima de cualquier otra consideración, y ni siquiera com­ cuantas reflexiones que ayuden a iluminar el tema en el ámbito con­
prenden cómo es posible la duda frente a sus declaraciones oficiales. creto de la moral, ya que en la formación de la conciencia los católicos
Es una tensión que nace por afán dé fidelidad y cariño al magisterio. han defendido siempre el valor y la importancia de esta enseñanza .
En el extremo opuesto encontramos otro grupo que, cuando no
manifiesta su agresividad y rechazo, revela al menos un claro desape­
go e indiferencia frente a las enseñanzas de la jerarquía. Las estadísti­ El planteamiento tradicional
cas demuestran una disconformidad significativa entre lo que la Iglesia
propone y lo que la gente practica. El fenómeno es un hecho constata­ Era una consecuencia de los presupuestos teológicos que se admitían.
ble, y habría que cerrar mucho los ojos para no verlo. Las causas de Si la moral humana sólo resultaba cognoscible desde la fe, el magiste­
esta realidad serán múltiples y variadas, y cada uno subrayará aquéllas rio de la Iglesia adquiría también un relieve extraordinario. La ley
que estén más de acuerdo con su propia visión e ideología. Desde el natural entra dentro del depósito de la revelación, al menos de una
196 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 197

manera indirecta, en cuanto que el cumplimiento de sus preceptos Hay un nexo teológico entre la revelación y las exigencias de la ley
forma parte de la actual economía de la salvación, y la persona se juega natural, pues el mismo Dios se nos comunica de esa doble manera. La
en ese campo, como hemos dicho, sus relaciones de amistad con Dios. creación y la fe forman una unidad dialéctica y articulada, como dos
Si la Iglesia debe conservar, defender y transmitir este patrimonio de fuentes de conocimiento moral, y sólo la Iglesia está capacitada para
fe y guiar a sus hijos por los senderos de la verdad y del bien, la auto­ interpretar e imponer los contenidos y límites de tales enseñanzas. La
ridad eclesiástica tiene la obligación y la capacidad de imponer una búsqueda de cualquier otro criterio no posee ninguna garantía para
enseñanza ética cuya justificación última no radica en los argumen­ superar el error.
tos racionales aportados, sino en motivaciones teológicas de orden
superior.
El valor de su enseñanza, sin embargo, no es el mismo en todas sus Un nuevo intento de valoración
declaraciones. Se distinguían con claridad las doctrinas que se han de
creer por haber sido declaradas como infalibles por el magisterio Nuevas hipótesis fueron presentadas por algunos autores en contrapo­
solemne de la Iglesia; aquellas otras verdades que son necesarias para sición a la enseñanza más clásica y tradicional. Según estas opiniones,
entender la doctrina revelada y que, por su íntima conexión con ésta, nadie duda que la Iglesia, constituida por Dios como guardiana y
se han de mantener, aunque no aparezcan expresamente en el depósito defensora de su palabra, tiene una función única e insustituible en la
de la revelación; y las que son propuestas sin alcanzar el valor de las interpretación del mensaje. A ella compete también decidir si una tesis
dos anteriores y que pertenecen a lo que se designaba como «magiste­ que se presenta como un derecho natural es conciliable o no con la
rio ordinario». Era la forma más frecuente de comunicar su enseñanza enseñanza revelada. Pero cuando la Iglesia hace declaraciones sobre un
en las diferentes encíclicas y documentos pontificios o en los escritos contenido ético que· no tiene ningún fundamento bíblico ni está rela­
de algunas Congregaciones romanas por la aprobación explícita que cionado con ninguna otra verdad de fe, esas afirmaciones, aunque se
recibían del Papa. En el primer caso se requiere el asentimiento de fe. expresen de una forma solemne, pertenecen a una función pastoral y
En el segundo, existe la obligación de aceptar y conservar firmemente orientadora, más que a un auténtico magisterio doctrinal. Sus palabras
las enseñanzas vinculadas con la palabra revelada, así como la obe­ �, no serán absolutamente obligatorias, a no ser que el contenido de tales
diencia y docilidad a lo que se propone de modo auténtico, pero no proposiciones se encuentre manifestado en la misma revelación.
definitivo. Su autoridad es suficiente para aceptar lo que diga en el La Iglesia tendría incluso el derecho, y deberá ejercerlo en deter­
campo de la moral, aun cuando no parezca del todo convincente. minadas circunstancias, de pronunciarse sobre determinadas exigen­
Pío xn sintetizó, como en otros puntos, una larga tradición que le cias de la ley natural. Pero al actuar así no lo hace en virtud de su
había precedido. Cuando el Papa (o las Congregaciones romanas com­ magisterio doctrinal, sino por una preocupación sincera y práctica por
petentes para ello) expone su parecer sobre alguna doctrina discutida, orientar e iluminar la conciencia de sus fieles cuando éstos no se hallen
tal enseñanza no puede tenerse ya como objeto de libre discusión. El capacitados o cuando surjan dificultades específicas para descubrir los
trabajo del teólogo se reduce a indicar cómo ella se encuentra más o valores en las múltiples y comprometidas situaciones humanas. En
menos explícitamente contenida en las fuentes de la Escritura y de la último término, realiza una función vicaria, a veces absolutamente
tradición anterior. La licitud de un posible disentimiento, aunque se necesaria, pues ayuda al discernimiento de las conciencias opacas,
admitiese en teoría, era prácticamente eliminada por la serie de requi­ aporta nuevos e importantes datos de peso y llama la atención sobre
sitos exigidos y porque se ponía en guardia contra la presunción y aspectos que no conviene marginar, pero nunca podrá obligar a una
soberbia de quien se fía más de su propio parecer que del manifestado absoluta sumisión de la voluntad y del entendimiento.
por la Iglesia, recordándosele, además, la cuenta que un día tendrá que Se trata, por hipótesis, de una verdad sobre la que Dios no ha mani­
dar ante el tribunal definitivo de Dios. El magisterio ordinario, aunque festado ninguna enseñanza particular, y sólo queda el recurso a· la
no se trate de una doctrina enseñada como infalible, vincula de tal razón humana, a la reflexión honesta sobre los ·datos que en ese
modo a la conciencia que no cabe ninguna más alternativa que la sumi­ momento se poseen, para deducir qué es lo que parece mejor. No se ve
sión y obediencia a los datos que se aceptan por la fe. qué otros elementos pueden entrar en juego, fuera de la seriedad, la
198 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 199

honradez y el esfuerzo humanos, para que su doctrina -sobre todo en lible, con el pretexto justamente de su no-infalibilidad. Fueron bastan­
problemas difíciles y complejos, discutidos incluso por los profesiona­ tes las redacciones que se elaboraron, y varios también los documen­
les dedicados a su estudio- tenga un carácter autoritario y obligatorio. tos en que se quiso insertar los diferentes textos. Después de las diver­
En este campo, no tiene otro fundamento para imponerse que la vera­ sas discusiones y enmiendas, se aprobó como definitiva la siguiente
cidad y autenticidad de su testimonio y de su razón. Sólo la propia con­ afirmación:
ciencia deberá decidir, después de examinar también la doctrina del «Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento se debe
magisterio, pero sin una especial y mayor vinculación a sus enseñan­ prestar de un modo particular al magisterio auténtico del Romano
zas. Éstas no encierran un valor doctrinal y vinculante, sino que son Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se
orientaciones pastorales para favorecer con posterioridad· la propia reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se
decisión. Sin negar la asistencia peculiar del Espíritu, que no excluye adhiera al parecer expresado por él según la mente y el deseo mani­
la posibilidad del error en el magisterio no infalible, temen que un fácil festado por él mismo, y que se desprende sobre todo de la índole de
recurso al elemento sobrenatural resulte un tanto sospechoso, como si los documentos, por la insistencia con que repite la misma doctrina o
el Espíritu tuviese como tarea suplir la falta de argumentos o confirmar por las fórmulas empleadas» (Lumen Gentium, 25).
con su autoridad divina lo que no goza de otras justificaciones más
convincentes. Los comentarios posteriores no han sido del todo unánimes en
A los católicos se les enseñó a ver, no las razones de una proposi­ algunos aspectos más secundarios. Por una parte, la naturaleza de la
ción, sino la autoridad de quien la presentaba; pero insisten, al mismo religiosa sumisión era interpretada con matices algo diferentes: desde
tiempo, en que un deber de la autoridad es despertar precisamente la los que no permitían el menor disentimiento hasta los que aceptaban la
confianza en los súbditos, y cuando ésta desaparece, por las razones posibilidad de un cierto desacuerdo filial y sincero cuando fuera difícil
que sea, su magisterio pierde también credibilidad. La autoridad de los aceptar una enseñanza que no resultaba convincente. Este hecho era
maestros oficiales debe legitimarse a sí misma en su ejercicio median­ considerado como extraordinario, pues suponía la competencia y hon­
te la capacidad de discernimiento espiritual, que manifiesta la atención radez de quien se atreviera a caminar por un sendero distinto.
que presta a los datos oportunos; las preguntas inteligentes que haga y Por otra, el significado del término mores (costumbres), utilizado
las respuestas coherentes que dé; el respeto que muestre por la eviden­ desde antiguo en los documentos de la Iglesia como objeto de su
cia y la sensibilidad que manifieste hacia las objeciones; su sintonía magisterio, además de los datos pertenecientes a la fe, no fue siempre
con el mundo concreto en que viven los cristianos; etc. De ahí que se el mismo. La fórmula tiene un origen patrístico que no hacía referen­
subrayara por todos estos autores la necesidad de una valoración nueva cia a la doctrina moral, sino a la tradición de la Iglesia. Tampoco
del magisterio, sin negar, por supuesto, su servicio e importancia, pero Trento lo aplicó a los preceptos de la ley cristiana o a los principios
donde desaparezca el carácter excesivamente autoritario de otras épo­ morales, sino a los usos rituales de la disciplina y la liturgia. En la teo­
cas y se convierta en un estímulo para la madurez y sinceridad de la logía postridentina adquiere ya un significado ético, aunque en el Vati­
propia conciencia. cano I se dejó intencionadamente un tanto vago, pero incluye los prin­
cipios de moral presentes en la revelación. En la reflexión posterior se
aceptó siempre la competencia de la Iglesia para enseñar los criterios
La doctrina del Vaticano 11 éticos, aunque no se consideraran infalibles.
Es lo que expone de forma sintética y muy clara el Catecismo de la
Esta teoría, sin embargo, que se aparta de la doctrina tradicional, no es Conferencia episcopal alemana: «Sería equivocado concluir de ahí que
acorde con la que aparece claramente expresada en la Lumen Gentium. el magisterio se engaña de ordinario en sus aseveraciones. Por tanto,
El problema de la autoridad del magisterio ordinario y de la obedien­ los juicios sobre cuestiones morales que entran dentro del campo de
cia debida a sus enseñanzas estuvo ya presente en muchas de las pro­ competencia del magisterio deberían poder reclamar para sí, mientras
puestas presentadas para la preparación del Concilio. Existía un cierto no se demuestre lo contrario, la presunción de que son atinados»
temor de que no se prestarala suficiente atención al magisterio no infa- ( Catecismo Católico para adultos, 11, 96). Quien crea que puede seguir
200 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 201

otra opinión deberá preguntarse ante Dios y ante su propia conciencia No entro ahora en las dificultades que para muchos ha creado esta
si está capacitado. nueva división, pues el problema pertenece más al campo de la dog­
La publicación de la Humanae vitae, sobre los métodos lícitos para mática. Solo constato el hecho por el que se adjetivan como definitiVéJ.S
la regulación de los nacimientos, provocó un cambio significativo de -y, en el caso de algunas interpretaciones, prácticamente·como infali­
perspectivas. Fueron muchas las Conferencias episcopales que,. para bles- doctrinas que se consideraban hasta ahora como magisterio ordi­
facilitar la comprensión de la encíclica, recordaron la doctrina tradi­ nario. En cualquier hipótesis, las enseñanzas de la Iglesia, incluso
cional sobre este punto: su enseñanza pertenece al magisterio ordina­ cuando hace declaraciones sobre contenidos éticos que no aparecen
rio, que exige la de�ida sumisión de los fieles; pero no puede excluir­ directa ni explícitamente en la revelación, exigen una sumisión y doci­
se que, cuando una persona no esté convencida delante de Dios de las lidad por parte del fiel católico. Sin embargo, semejante postura no
razones en que se apoya, pueda disentir de esta enseñanza, sin que por está exenta de tensiones y conflictos que no pueden superarse exclusi­
ello sea considerado como infiel a la Iglesia. Es verdad que también se vamente con una llamada a la obediencia.
insistía en las condiciones y actitudes necesarias para tomar esta Hace ya algunos años, en 1975, la Comisión Teológica Internacio­
opción. Sin embargo, hay que reconocer que tales interpretaciones pas­ nal publicó un documento sobre la relación entre la teología y el
torales produjeron una desvalorización del magisterio ordinario. Para magisterio, donde hablaba de la inevitable tensión entre ambas funcio­
muchos la interpretación se hizo demasiado simplista. Como el disen­ nes. La autoridad de esta Comisión impide catalogar este fenómeno
timiento resulta lícito cuando la doctrina no reviste un carácter infali­ como un acto de rebeldía o como un gesto falto de amor hacia la insti­
ble, cualquier persona se creía competente para actuar sin tener en tución eclesial. Lo valora, en primer lugar, como un hecho que no tiene
cuenta para nada los planteamientos de la encíclica. nada de anormal o extraordinario: «No es extraño ni hay que esperar
que pueda solucionarse alguna vez por completo en esta tierra». Y lo
La nueva valoración del magisterio definitivo considera, además, como algo positivo y enriquecedor, «pues no supo­
ne enemistad o auténtica oposición, sino un esfuerzo vital y un estí­
Es muy probable que para darle una consistencia mayor a la enseñan­ mulo para cumplir juntos, en forma de diálogo, el propio oficio de cada
za del magisterio ordinario se introdujera una nueva división que resul­ uno» (Tesis sobre la relación mutua entre el Magisterio y la Teología,
taba desconocida en la tradición anterior. Entre la doctrina infalible Tesis 9): La últimaJnstrucción sobre este tema repite la misma idea:
-verdades reveladas, o vinculadas a ellas, que hay que creer o mante­ «si las tensiones no brotan de un sentimiento de hostilidad y de oposi­
ner- y la que exige una docilidad y sumisión, aunque no sea infalible, ción, pueden presentar un factor de dinamismo y un estímulo que inci­
se incluye una nueva valoración intermedia, que se considera como · te al Magisterio y a los teólogos a cumplir sus respectivas funciones
enseñanza definitiva. No es infalible, pero tampoco cabe la posibilidad practicando el diálogo» (La vocación eclesial del teólogo, n. 25).
de disentir, como se aceptaba, bajo determinadas condiciones, en el La historia demuestra cómo tales discrepancias -con el dolor y el
magisterio ordinario. sufrimiento que conllevan, a pesar de la buena voluntad- fueron fecun­
La Instrucción Donum veritatis (26-06-1990), sobre la vocación das para el progreso de una doctrina, o habrán servido al menos para
eclesial del teólogo, repite lo que ya aparecía en el Juramento de Fide­ clarificar mejor el depósito de la fe. Baste recordar otras crisis que se
lidad (23-02-1989): «El oficio de conservar santamente y de exponer han vivido en la Iglesia, como sucedió en el siglo pasado con la
con fidelidad el depósito de la revelación divina implica, por su misma Escritura y la Teología. Autores cuyas obras fueron condenadas por el
naturaleza, que el Magisterio puede proponer de modo definitivo enun­ magisterio y que fueron después revalorizados y premiados por la pro­
ciados que, aunque no estén contenidos en las verdades de fe, se pia autoridad eclesiástica. Y en el campo de la moral, recuerdo las vici­
encuentran, sin embargo, íntimamente ligados a ella; de tal manera que situdes y condenas de aquellos autores que por los años cuarenta se
el carácter definitivo de esas afirmaciones deriva, en último análisis, de atrevieron a defender la dimensión unitiva del matrimonio frente a la
la misma revelación» (n. 16). Finalmente, con la Carta apostólica Ad doctrina tradicional que veía en la procreación el fin primario y más
tuendam .fidem se añade al canon 750 un segundo párrafo para incluir importante. Ahora, hasta el nuevo Derecho canónico ha dado por supe­
la doctrina sobre estas verdades definitivas. rada semejante formulación.
202 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 203

La relación entre teología y magisterio Entre las Proposiciones presentadas por algunos Sínodos, con una
aprobación mayoritaria casi absoluta, y las Exhortaciones apostólicas
Y es que la elaboración del magisterio eclesial debe observarse desde posteriores de Juan Pablo n existen diferencias, añadiduras y omisio­
una visión realista. Es lógico y comprensible que en su enseñanza no nes significativas. Que el Papa no las recoja plenamente, sólo sig�ifica
aparezca ninguna novedad especial o sorprendente. Cuando la Iglesia, que no quiere, por diferentes motivos, confirmarlas con su autondad;
con su autoridad suprema, expone una doctrina determinada, ésta suele pero sería injusto y ofensivo decir que no es posible pensar como lo
llevar mucho tiempo presente en otros niveles de la misma institución. hace una Asamblea de tanto peso y categoría, aunque no sea la doctri­
Entre lo que dice el pueblo, lo que predican los sacerdotes, lo que na oficial. Como declaraba el documento de la Comisión para la
escriben los teólogos, lo que manifiestan algunos obispos, lo que con­ Doctrina de la Fe, antes citado: «A menudo, sólo después de un cierto
firma una Conferencia episcopal, lo que aprueba un Sínodo y lo que tiempo es posible hacer una distinción entre lo necesario y lo contin-
proclama el Papa tiene que darse, inevitablemente, una reducción pro­ gente» (La vocación eclesial del teólogo, n. 24).
gresiva. A medida que se asciende por esa escala, la opinión sostenida Juan Pablo n, en su discurso a los teólogos alemanes, presenta una
ha de adquirir una dosis de mayor firmeza y seguridad. Sería absurdo actitud más abierta y estimulante que la ofrecida por la teología tradi­
que una encíclica expusiera una enseñanza discutida y que no ha obte­ cional. El trabajo del teólogo no debe reducirse a probar la doctrina del
nido todavía un grado de suficiente solidez. Ni lo que un obispo ense­ magisterio, como si cualquier nuevo intento de explicación fuera una
ña en su diócesis tiene que ser asumido siempre por todos los pastores infidelidad a la fe: «debe hacer nuevas propuestas... pero no son nada
de la nación. Ahora bien, cuando el magisterio supremo confirma lo más que una oferta a toda la Iglesia. Muchas cosas tendrán que ser
que ya estaba, de una u otra manera, en la conciencia eclesial, supone corregidas y ampliadas en un diálogo fraterno hasta que pueda acep­
el espaldarazo y confirmación definitiva de tales orientaciones. La tarlas toda la Iglesia».
novedad no consiste en el contenido de tal enseñanza, como si hasta El conflicto se hace así inevitable por ese hasta que, cuando las
ese momento se desconociera su existencia, sino en la aprobación y hipótesis y nuevas soluciones no encajan por completo con las más tra­
carta de ciudadanía que se le otorga. dicionales, que aún deben conservarse como doctrina oficial. A lo me­
jor será necesario confirmarla, porque no parecen aceptables los nue­
Esto significa que para el avance y el progreso de la teología -y, en vos caminos, pero esa búsqueda requiere a menudo un tiempo de cla­
nuestro caso, de la moral- la reflexión de los teólogos tiene que ir a rificación, que no deja de ser problemático, y un esfuerzo de raciona­
veces un poco más allá de la doctrina oficialmente aceptada. Son como lidad y diálogo por parte de todos. Por eso, la fidelidad a la tradición y
los primeros pasos e hipótesis que se ofrecen a la misma Iglesia para el cariñoso respeto al magisterio no suponen siempre una aceptación
que ella dé su aprobación más adelante o manifieste sus dificultades literal de su contenido. Un amor apasionado a la verdad y la ilusión de
concretas. En este contexto, la no-aceptáción o incluso las reservas en hacerla comprensible impulsan más allá de lo oficialmente confirma­
relación con algunos puntos no suponen, al menos en todas· las ocasio­ do, aun sabiendo que se trata de una mera hipótesis, sujeta a discusión
nes, una simple y pura condena, sino que para la autoridad competen­ y abierta con docilidad al juicio posterior de la Iglesia. Mientras tanto,
te semejantes ideas teológicas o pastorales no gozan aún de la fiabili­ la preocupación, el dolor y la tensión entre quienes tienen la obligación
dad suficiente como para otorgarles una confirmación definitiva. de proteger la verdad y quienes intentan sinceramente una mejor inter­
Afirmar, por tanto, que todo cuanto se aparta algo de la enseñanza ofi­ pretación y conocimiento de ella, se hace inevitable. Ambos bus.can
cial supone siempre un desprecio del magisterio o una falta de identi­ una misma fidelidad a la palabra de Dios, pero desde perspectivas
ficación afectiva con la Iglesia, me parece bastante arriesgado y poco diferentes.
acorde_con la realidad. Lo que todavía no se puede hacer o pensar, por­
que existen dudas y dificultades para su aceptación, no siempre supo­
ne una condena definitiva. El estudio y una toma de conciencia más
profunda tal vez hagan posible una acogida posterior que, por el mo­

l
mento, no se considera oportuna.
204 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 205
Perspectivas del magisterio y de la teología ideal difícilmente se puede conseguir. Cuando se da una dialéctica
entre objetivos diferentes, aun dentro de una misma finalidad, es com­
Como guía y maestro de la comunidad cristiana, el magisterio preten­ prensible que surja una cierta tensión y conflicto. También aquí, si úni­
de, sobre todo, transmitir a todos en su integridad la verdad revelada, camente pudiera decirse lo que está oficialmente aprobado por el
conservarla como la herencia y el patrimonio más precioso que Dios magisterio, el avance y el progreso de la teología y de la moral queda­
ha dejado a la humanidad y del que se siente depositario. Por eso, en rían paralizados, sin ningún dinamismo que los estimule.
sus enseñanzas se omiten los problemas que pertenecen más bien a las Es cierto que la Iglesia no se rige por criterios democráticos, y la
discusiones e investigaciones teológicas, cuando no está en peligro la jerarquía, en un momento determinado, tendrá la última palabra, pero
fe o la moral del pueblo. Lo más importante es mantener el depósito de la experiencia nos demuestra que, si no hubiera sido por la desobe­
la revelación libre de todas las impurezas y novedades que pudieran diencia y la oposición de los teólogos, el enriquecimiento progresivo
adulterarlo o ser causa de una mala interpretación. En función de esta de la misma doctrina se habría convertido en una simple posibilidad.
tarea se procura defender mucho más que renovar, repetir lo anterior De igual modo que, sin las señales de alerta o las llamadas de atención
más que innovar, y, si fuera necesario, asegurar una evolución homo­ por parte del magisterio, se habrían· producido también otras con�e­
génea, sin rupturas ni contradicciones que pudieran provocar extrañe­ cuencias peligrosas. No se trata de equiparar, por tanto, ambas func10-
za o desconcierto. nes, sino de insistir en la necesidad de un diálogo constructivo y res­
Por otra parte, al tener como destinataria a la comunidad de fieles, petuoso. En el discurso de Juan Pablo n a los teólogos españoles en
su enseñanza conserva un sentido pastoral para que, en medio de las Salamanca, insistió también en la creatividad y fidelidad como carac­
diferentes opiniones, el católico sepa distinguir lo fundamental y no le terísticas básicas del trabajo teológico, por la doble dimensión que éste
confundan otras explicaciones. Es lógico, por tanto, que en sus docu­ encierra. Como ciencia, debe hacerse «sensible a las exigencias de la
mentos no aparezcan ideas innovadoras que aún no han sido verifica­ cultura moderna y a los problemas más profundos de la humanidad
das o que son objeto de estudio e investigación por parte de los teólo­ actual»; pero, como teología, debe estar «dinámicamente integrada en
gos. Por todo ello, y sin darle ningún sentido peyorativo a la palabra, la misión de la Iglesia, especialmente en su misión profética». Para la
revisten más bien un carácter conservador y. se expresan de ordinario complementariedad de este diálogo en el campo de la moral sería con­
bajo la forma de condena o prohibición, pues son las formas más explí­ veniente tener en cuenta algunos aspectos importantes.
citas y claras de manifestar su propio pensamiento. Lo que se propone;
de ordinario, es señalar las posibles deficiencias o inexactitudes que
pueden encontrarse en determinadas ideas o planteamientos. · Justificación y racionalidad de sus enseñanzas
El teólogo, por el contrario,. intentará principalmente explicar y jus­ Puesto que la ética y los problemas más importantes del derecho natu­
tificar esa misma verdad, mucho más que transmitirla. Quiere hacerla ral no tienen una respuesta explícita en la Biblia, habría que insistir
inteligible y razonable al mundo y a la cultura de hoy, acomodarla a los más en una fundamentación convincente y razonada, que no se apoye
actuales descubrimientos y sensibilidad. Le preocupa abrir nuevos sólo en la simple autoridad. Si las exigencias éticas de la revelación,
horizontes de comprensión, profundizar cada vez más en el conoci­ como ya hemos dicho, no se justifican sólo por ser voluntad de Dios,
miento del. dato revelado o de las exigencias éticas que hayan de apli­ su obligatoriedad encierra también una base humana y razonable. La
carse a la realidad en la que vivimos. Esto hace que, en ocasiones, su oferta· que la Iglesia presenta, en un mundo como el nuestro, tendrá
pensamiento rebase la doctrina oficial, proponga hipótesis diferentes muy poca credibilidad cuando no logra hacerla verdaderamente com­
de las que se consideran más tradicionales e incluso provoque una cier­ prensible. Sin esta condición, será cada vez más difícil que la sociedad
ta inquietud y confusión en quienes, por temperamento, por formación de hoy, consciente de su autonomía y responsabilidad, preste con liber­
o por ignorancia, se sienten desconcertados. tad su asentimiento. Si hay razones suficientes, éstas deberían expli­
La armonía, la mutua influencia y la amigable colaboración entre carse en un lenguaje adecuado, a fin de superar cualesquiera reticen­
ambas perspectivas contribuirían mucho a que la doctrina enseñada cias o muestras de indiferentismo que se han producido con exceso en
gozase siempre de la mayor credibilidad posible. Sin embargo, este muchos ambientes católicos.
206 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 207

Ya no se puede imponer desde fuera y por una especie de coacción ta a malas interpretaciones. Existe el peligro de que el carisma de la
extrínseca y autoritaria una doctrina ajena a la estructura racional y infalibilidad se extienda más allá de los límites de la revelación o de lo
valorativa en que se mueve la conciencia moderna. No es rechazo 0 que resulta necesario para defenderla o difundirla. Hace ya tiempo, una
rebeldía cuando existe un profundo cariño a la Iglesia y un deseo sin­ revista muy cercana a la Santa Sede escribió un editorial que merece la
cero de alcanzar la verdad, sino un requisito que la misma Iglesia pena recoger:
admite para defender su propia credibilidad y facilitar el asentimiento «[El infalibilismo] expresa una mentalidad maximalista, que confun­
debido. Aun hablando de la teología, cuyo fundamento último es la fe, de infalibilidad con impecabilidad, o extiende el ámbito del carisma
el documento antes citado afirma que «es necesario que el teólogo esté petrino más allá de los confines de la revelación o de lo que concier­
atento a las exigencias epistemológicas de su disciplina, a los requisi­ ne a su protección y difusión. El infalibilismo es, por tanto, una acti­
tos de rigor crítico y, por lo tanto, al control racional de cada una de las tud psico-sociológica, no siempre ajena al servilismo, típico en cier­
etapas de su investigación» (La vocación eclesial del teólogo, n. 9). La to modo de la mentalidad cortesana,. que germina al margen de la pura
acción ética de una persona adulta ha de estar motivada por argumen­ doctrina de la infalibilidad personal del Papa, como una excrecencia
tos objetivos. Con la moral racional no se puede proceder exclusiva­ . de ella; y si a veces, por razones contingentes, ha podido desarrollar
mente de forma autoritaria. un papel apologético, hay que decir con franqueza que ha sido efec­
Como pueblo de Dios y comunidad de creyentes, en la que acepta­ to y causa de aquel piramidalismo eclesiástico, que há visto prolife­
rar las exageraciones de la papolatría y el bizantinismo cortesano»
mos la función de vigilancia y la defensa del patrimonio cristiano, (La Civilta Cattolica, 136/4 [1985], 217).
muchos quisiéramos también, como un deseo que es lícito expresar,
que aquélla se realizase con otros matices distintos. Es un hecho socio­
lógico que el magisterio ha perdido credibilidad, y su doctrina provo­ La posibilidad de un disentimiento respetuoso
ca con frecuencia un cierto rechazo por parte de los fieles. No dudo que
a veces se requiere una cierta osadía evangélica para anunciar el men­ Esta tensión podría extenderse también a las relaciones entre la doctri­
saje de Jesús y defender valores éticos .muy difuminados en nuestra na oficial y el juicio honesto, reflexivo y sincero de la propia concien­
sociedad. En este sentido, su voz se hace profética y constituye siem­ cia que, a pesar de su buena voluntad, no comprende las razones justi­
pre una seria invitación a revisar las propias opiniones. La tarea de ficativas de una enseñanza concreta. Es posible que tal incomprensión
hacer presente en nuestro mundo el mensaje evangélico se ha hecho sea consecuencia de motivüs interesados y más o menos ocultos, o bien
cada vez más difícil. de escasa lucidez para analizar el problema con mayor amplitud, o de
Pero, precisamente por eso, es necesario que, entre las diferentes · insensibilidad hacia ciertos valores por causa de una educación defi­
ofertas que se presentan dentro del pluralismo reinante, el ethos cris­ ciente, o incluso de una autosuficiencia orgullosa que se cierra a otros
tiano aparezca como profundamente humano y racional. Renunciar a puntos de vista. Pero es posible también que, después de un esfuerzo
este esfuerzo de fundamentación llevaría a una pérdida de credibilidad serio y honrado, continúe sin comprender la ilicitud de una conducta.
y estima por parte del hombre moderno, aunque tampoco pueda aco­ «Cabe la posibilidad de que algunos cristianos, a pesar de su esfuerzo
modarse a las costumbres imperantes o a las opiniones de moda, per­ sincero por aceptar determinadas afirmaciones del magisterio, tengan
diendo su función orientadora. La verdad y el bien no se descubren por dificultades serias para despejar sus dudas» (Catecismo Católico para
una votación democrática. Y una visión cristiana que no abandonara adultos, 11, 96).
nunca su racionalidad debería ser lo suficientemente lúcida para con­ La Iglesia no ha estado siempre libre de errores, que ha corregido
vertirse en una conciencia crítica de la sociedad, junto al testimonio de con el paso del tiempo. Pero sería una lamentable equivocación dedu­
otros que se han dejado iluminar por los mismos valores. cir de ahí que se engaña de ordinario en sus afirmaciones. Mientras no
La garantía del Espíritu, aun en el caso del magisterio no infalible, se demuestre lo contrario, habría que inclinarse por la presunción de su
no exime de este esfuerzo ni evita la conveniencia de un cambio pos­ objetividad. Y, como subrayan los obispos alemanes, «quien crea que
terior, como se ha demostrado muchas veces. Insistir en exceso en esta puede albergar la opinión privada de que posee ya ahora el futuro co­
dimensión sobrenatural, marginando su justificación razonada, se pres- nocimiento mejorado de la Iglesia debe preguntarse ante Dios y ante su
208 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 209

conciencia, con sobrio examen autocrítico, si posee la necesaria ampli­ el bien común que les permitiría conseguir una participación mejor,
tud y profundidad de conocimientos teológicos para disentir, en su teo­ más completa y más efectiva en la comunidad» (Persona y acción,
ría privada y en su praxis, de la doctrina sostenida en la actualidad por BAc, Madrid 1982, 334).
el magisterio eclesiástico» (ibid.).
Por otra parte, ninguna enseñanza del magisterio es intemporal ni Una segunda exigencia sería el conocimiento de la doctrina pre­
surge casualmente sin un contexto determinado. Todos sus documen­ sentada. Es muy frecuente escuchar las críticas de un documento por
tos nacen en una fecha concreta y condicionados por las discusiones y parte de alguien que ni siquiera ha llegado a leerlo. La información
datos existentes en ese momento. También ellos requieren a veces su obtenida se reduce para muchos a los resúmenes de prensa, que, como
correspondiente hermenéutica. La aceptación literal de una doctrina no es natural, acentúan lo más llamativo y sensacionalista. Aunque no ter­
es siempre la mejor forma de aceptación, pues corre el peligro de giversen la verdad, se hace, lógicamente, una lectura parcializada y
cerrarse a oti:o� horizo�te� y olvidar también otras verdades de las que expuesta a veces con una dosis de ironía y negativismo. Si en cualquier
tampoco es hc1to prescmdir. Es natural, como sucede con frecuencia en herejía existe una verdad que ha sido deformada, me imagino que no
el análisis e interpretación de cualquier documento, que la unanimidad será tan difícil hallar un poco de luz y de orientación en lo que viene
no sea absoluta sobre algún punto cuando se trata de explicarlo y com­ de la propia Iglesia. Y ese deseo sincero de información, de análisis y
pre�derlo. El pluralismo de opiniones en estos casos parece lícito, y de estudio, siempre desde un amor sincero y abierto al magisterio, hay
nadie debería defender su postura como la única verdadera y ortodoxa que reconocer que escasea, por desgracia, demasiado a menudo.
cuando en esas ocasiones no existe ningún tipo de condena oficial. Disentir tampoco. es optar por una de las diversas opiniones exis­
Se pude aceptar una doctrina concreta y aplicarla con matices algo tentes, en función de los gustos personales o de las simpatías experi­
diferentes. mentadas hacia las ideas o hacia los autores que las defienden. Ya
Sin embargo, comprendo los peligros que hoy existen cuando se hemos dicho que la autoridad del magisterio está por endma de la de
habla de esta posibilidad. Por eso me parece importante señalar algu­ cualquier teólogo, como la única doctrina oficial.Apartarse de ella será
nas condiciones básicas para que semejante hipótesis no se convierta, lícito cuando, después de conocerla y confrontarla, se hace difícil el
como ya había indicado Pablo VI, en una solución demasiado frecuen­ sincero convencimiento personal. No fiarse sólo del propio juicio es
te y superficial. una postura sensata y de sentido común, pero la situación cambia cuan­
do se sabe que son muchos los que, con toda honradez y sinceridad,
sienten las mismas dificultades frente a una determinada doctrina.
Condiciones básicas y fundamentales Por otra parte, lo que antes era exclusivo de algunos técnicos en la
materia -los únicos que tenían un conocimiento más científico- hoy se
La primera sería superar esa excesiva desafección hacia la Iglesia y sus ha generalizado, pues en nuestro ambiente social los temas éticos sue­
enseñanzas, que hoy se da con tanta frecuencia en nuestros. ambientes len afectar de inmediato a la vida de muchas personas y son divulga­
cristianos. Desde esa indiferencia afectiva es muy difícil comprender dos ampliamente por los medios de comunicación y la amplia biblio­
el mensaje de un documento, porque imposibilita una lectura serena y grafía. Los expertos en el campo moral no se limitan exclusivamente a
objetiva. El disentimiento nunca podrá nacer como un gesto de rebel­ los teólogos de profesión. Bastantes problemas éticos están relaciona­
día o como una forma de agresividad. Dicho de otra manera: quien no dos con la técnica y las ciencias, y los seglares interesados por el tema
experimenta este cariño hacia la institución, es porque no se siente del pueden llegar a formarse un juicio maduro y responsable. Por ello, si
todo vinculado a ella. Aquí podría aplicarse también lo que el mismo existen disentimientos poco personales, como producto de otras pre­
Karol Wojtyla afirmaba de la oposición solidaria y comprometida con siones externas o actitudes interiores, sin apenas reflexión ni responsa­
el bien común: bilidad, es posible también que en otras ocasiones tal decisión se rea­
«El que proclama su oposición, no por ello rechaza su condición de lice con estudio, seriedad y amor.
miembro de la comunidad... Por el contrario, buscan su propio lugar
dentro de la comunidad, buscan esa participación y esa actitud hacia
210 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 211

Conclusión CONFERENCIA EPISCOPAL ALEMANA, Catecismo Católico para adultos, II, BAC,
Madrid 1998, pp. 91-96.
Es comprensible que la autoridad insista en la obediencia incondicio­ CONGREGACIÓN PARA LA D OCTRINA DE LA FE, «La vocación eclesial del teólo-
nada para evitar las interpretaciones subjetivas y las tensiones que go»: Ecclesia 2.483 (1990), pp. 20-30.
puede provocar. Si he hablado de esta posibilidad, es porque se trata.de. DUQUOC, Ch., «Confesión y humillación. Economía de la Instrucción romana
un punto que forma parte de la misma teología católica y porque tam­ sobre la vocación eclesial del teólogo»: Selecciones de Teología 30
poco se pueden ocultar los problemas, aunque resulten molestos. Pero (1991), pp. 201-206.
con más fuerza se habrá de repetir que quien se sirva y utilice este plan­ ESTRADA, J.A., «Estructura de poder en la Iglesia»: Sal Terrae 84 (1996),
teamiento para actuar por su cuenta, excluir los datos que aporta el pp. 53-63.
magisterio y mantener una actitud de disentimiento frecuente, tampo­ - «Obispos y teólogos: un documento importante»: Raz6n y Fe 221 (1990),
co ha comprendido el sentido de esta enseñanza. Las exageraciones y pp.95-105
las faltas de sintonía eclesial suelen tener otras raíces más profundas, FERNÁNDEZ, D., «Teología y magisterio»: Ephemerides Mariologicae 42
aunque se quieran encubrir con justificaciones aparentes. (1992), pp. 11-45.
Esto no elimina la responsabilidad que tenemos los creyentes de GONZÁLEZ FAus, J.l., «"Lo que afecta a todos debe ser tratado y aprobado por
todos". Cuando el pueblo de Dios tenía voz y voto»: Sal Terrae 84 (1996),
hacer también comprensibles y razonables nuestras propuestas. El pp. 97-106.
mismo magisterio de la Iglesia ganaría mucho prestigio y audiencia si, - La autoridad de la verdad. Momentos oscuros del magisterio eclesiásti­
como ya ha hecho en algunos documentos, condenara con claridad lo co, Herder, Barcelona 1996.
que va claramente en contra de los valores auténticamente humanos y HARING, B., «La función del moralista católico»: Moralia 13 (1991),
evangélicos y manifestara sus dificultades y ofreciera como ayuda su pp. 299-330.
pensamiento sobre otros puntos más discutidos, pero sin atreverse a - «La disidencia en la Iglesia»: Éxodo 36 (1996), pp. 47-53.
una condena absoluta. LABOA, J.M., «Teólogos bajo sospecha»: Sal Terrae 84 (1996), pp. 107-116.
La verdad es U:na conquista lenta y afanosa que nunca termina, y MAc CoRMICK, R., «¿Se puede disentir en teología moral?»: Selecciones de
todos -cada uno desde su propia tarea y responsabilidad- estamos Teología 28 (1989), pp. 245-255.
comprometidos con esta misión. Las mismas tensiones, como reco­ ÓRSY, L., «La autoridad de los documentos eclesiásticos. Estudio a propósito
noce la Iglesia y como apuntábamos anteriormente, representan un de la Carta Apostólica "Ad tuendam fidei"», Selecciones de Teología 38
estímulo para su descubrimiento a través de un diálogo fecundo. (1999), pp. 298-302.
Cualquiera de las dificultades a que nos referíamos al comienzo habrá «Respuesta al Cardenal Ratzinger»: Selecciones de Teología 38 (1999),
de ser superada con comprensión y afecto mutuos; pero ¿existe algún pp. 307-316.
amor sin tensiones y sufrimientos? «Las Conferencias episcopales y la fuerza del Espíritu»: Raz6n y Fe 241
(2000), pp. 153-164.
PASTOR, P.A., «"Authenticum episcoporum magisterium". Las conferencias
*** de obispos y el ejercicio de la "potestas docendi"»: Periodica de Re
Canonica 89 (2000), pp. 79-118.
RATZINGER, J., «Aclaraciones»: Selecciones de Teología 38 (1999), pp.
303-305.
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ARDUSSO, F., Magisterio eclesial. El servicio de la palabra, San Pablo, SPOHN, W.C., «Comentarios sobre teología moral: magisterio y moralidad»:
Madrid 1997. Selecciones de Teología 32 (1993), pp. 349-355.
BEINERT, W. «Diálogo y obediencia en la Iglesia»: Selecciones de Teología 39 TuEOBALD, Ch., «El discurso "definitivo" del magisterio. ¿Por qué temer a
(2000), pp. 61-70. una recepción creativa?: Concilium 279 (1999), pp. 255-280.
212 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

VICO PEINADO, J., «Ética y magisterio de la Iglesia en la "Veritatis splendor"»··


Moralia 17 (1994), pp. 67-92.
VITORIA CORMENZANA, F.J., «Los conflictos en la Iglesia»: Sal Terrae 80
(1992), pp. 775-784.
- «Frondosidad y credibilidad del Magisterio de la Iglesia»: Iglesia Viva .
182 (1996), pp. 95-98.
WALDENFELS, J., «Infalible. Reflexiones sobre la obligatoriedad de las ense­
ñanzas de la Iglesia»: Selecciones de Teología 36 (1997), pp. 131-140.
11
Dimensión religiosa de la ética cristiana

La contestación evangélica de una ética natural


Hasta ahora hemos insistido más bien en la fundamentación humana
de la moral: es la persona quien debe buscar su propio proyecto ético,
descubrir los caminos concretos de su realización, sentirse vinculada
por los imperativos de su conciencia. Son aspectos ineludibles que
afectan a todo ser humano, al margen incluso de sus creencias religio­
sas. Intentábamos con ello justificar una praxis y hacer comprensible
una conducta, sin necesidad de acudir inmediatamente a las enseñan­
zas de la revelación. El no creyente podría compartir estos presupues­
tos, que la fe del cristiano no tiene por qué eliminar, pues constituyen
para él la base razonable de su comportamiento.
Sin embargo, todo lo dicho con anterioridad puede volverse pro­
blemático desde una óptica sobrenatural y evangélica. Si hemos seña­
lado la importancia de este esfuerzo y preocupación, también hay que
indicar las limitaciones e inconvenientes que en él se encierran cuando
se analiza con una perspectiva religiosa. Algunas dificultades ya que­
daron planteadas, al menos de forma implícita, en capítulos anteriores.
Ahora las recogemos de nuevo y añadimos otras para encontrar las res­
puestas adecuadas.
Si la fe enseña la absoluta dependencia del hombre respecto de su
Creador, como un ser radicalmente heterónomo, lo único importante es
conocer lo que Él quiere de nosotros. Sólo la moral revelada podrá des­
cubrimos las exigencias de su voluntad. El conocimiento y la búsque­
da del bien, al margen de su palabra, sigue siendo, como en el Paraíso,
un intento de autonomía e independencia que nos aparta de Dios. El
árbol de la ciencia del bien y del mal sigue estando prohibido, ya que
semejante capacidad no está al alcance de nuestras manos. ¿Es posible
defender, pues, como hemos hecho, una cierta autonomía?
214 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA ÉTICA CRISTIANA . 215

La misma fe nos habla, como un dato irrenunciable, de la realidad primero e imprescindible es tomar conciencia de la necesidad de sen­
del pecado y de sus consecuencias sobre la naturaleza humana. Sin timos salvados, de que esta gracia ·no es un derecho o una conquista
caer en una teología tan pesimista como la que vimos en el pensa­ que el individuo obtiene con su buen obrar. Ser cristiano supone la
miento protestante, hay que admitir su influencia sobre la lucidez y experiencia íntima de sentirse sostenido misericordiosamente por
libertad de la persona, que le impide muchas veces un conocimiento Dios;· de que una fuerza, más allá de nuestras posibilidades, nos ha
seguro y objetivo. Sin la ayuda de la revelación, es muy fácil que los situado a un nivel radicalmente distinto, en el que los méritos persona­
esfuerzos humanos por captar los auténticos valores terminen a menu­ les no constituyen ningún derecho. La fe no es el apéndice final de lo
do en un error lamentable. La historia está llena de estas equivocacio­ humano, una especie de premio a nuestro buen comportamiento, sino
nes cuando el punto de apoyo se ponía, no en la enseñanza de Dios, que supone la ruptura de todo esfuerzo personal. Jesús vino para dar­
sino en el poder de la razón. El intento de una moral secular parece, por nos la gran noticia: el ofrecimiento hecho por Dios de convertir al ser
tanto, condenado al fracaso. humano en hijo suyo, de ofrecerle para siempre su amistad. La qnica
Es más, aunque se llegara al descubrimiento del bien por ese cami­ condición es permanecer abiertos al don y a la gracia, aceptando nues­
no, habría aún que preguntarse si es posible, sin una fundamentación tra incapacidad de merecerla.
trascendente que busque en el Creador la explicación última y defini­ Ahora bien, el trabajo para llevar una vida honesta, la perfección
tiva, darle una carácter absoluto a la llamada de los valores. La célebre que se va alcanzando con las propias virtudes, la superación progresi­
frase de Dostoievski, cuando decía que, «si no hubiera Dios, habría que va de incoherencias y debilidades... provocan en la conciencia una
inventarlo», es algo más que una intuición literaria, pues mucha gente dosis de auto$atisfacción, más o menos explícita, que la hace poco á
sigue creyendo, aunque con frecuencia no se lo explicite, que sin la poco insensible a la gracia, hasta olvidar su condición de pobreza e
existencia de Dios toda la moral quedaría destruida, sin una base firme indigencia absoluta frente al don de Dios. Y una conciencia autosufi­
y estable. ciente nunca llegará a sentir de verdad -o, a lo más, sólo con la cabeza
y con las puras ideas- la necesidad de una presencia salvadora. De esta
forma, el individuo perfecto se hace plenamente incompatible con
La gran tentación del fariseísmo
Dios, pues sus propias virtudes tienen el peligro de convertirse en una
A pesar de todo, no creo que tales interrogantes expresen el mayor ries­ barrera que lo separen del amor gratuito y misericordioso. Desde el
go de una ética humana que trabaja y lucha por responder a las exi­ fondo de su corazón brota, la mayoría de las veces de forma impercep­
gencias de los valores. El individuo moral se esfuerza por conseguir tible, aquella oración farisaica que imposibilita la justificación auténti­
una perfección que le haga invulnerable a los golpes y debilidades de ca y verdadera: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los
la vida. Su piel permanece intacta, sin ningún tipo de herida que pueda demás hombres» (Le 18, 11 ). Bl cristiano se vuelve así impermeable a
crearle una sensación de angustia o culpabilidad. El trabajo ha resulta­ la salvación, y la moral se convierte en un obstáculo para la gracia.
do excesivo, prolongado y molesto para sentirse después a la misma
altura que cualquier otra persona. El ideal ético parece haberle coloca­
do en un ámbito diferente, como segregado y aparte del común de los Raíces humanas del fariseísmo
mortales. Aun cuando tenga sus deficiencias, el deseo de proseguir
hacia una meta más alta y sublime le caracteriza de forma singular. El peligro de una conducta farisaica no nace directa y primariamente
Pertenece a una raza distinta, que no quiere pactar con la vulgaridad, de la religión, sino que hunde sus raíces en nuestras experiencias infan­
la apatía o el libertinaje. Y el grave riesgo de una conducta tan huma­ tiles más primitivas. La educación nos obliga a moderar nuestro mundo
na y perfecta es que termine alejando de Dios, en lugar de conducir a pulsional para hacer posible la convivencia. De ahí brota la necesidad
su encuentro. La afirmación, aunque pudiera parecer exagerada, tiene de la ley a la que debe someterse el niño, como condición indispensa­
una explicación teológica irrefutable y evidente. ble, para obtener la recompensa del amor y la seguridad que busca por
El cristianismo es una religión d.e personas salvadas, donde Dios encima de todo. Ya vimos cómo, desde pequeños, aprendimos que la
toma la iniciativa de ofrecemos su cercanía y amistad. Y para ello, lo 1 obediencia y la buena conducta consiguen el premio deseado: el cari-
216 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA ÉTICA CRISTIANA 217

ño de los padres, la estima de quienes nos rodean, la alegría y tranqui­ ciones más pequeñas, y a veces ridículas. La observancia se convertía
lidad de la propia conciencia... De la misma manera que otras múltiples en el centro de todas sus preocupaciones religiosas para conseguir su
vivencias nos hicieron descubrir que la transgresión y el mal compor,. benevolencia y evitar su rechazo.
tamiento provocan el rechazo, la condena y el remordimiento interior.
Estamos, por tanto, acostumbrados a recibir el premio del amor
como fruto del buen comportamiento. La recompensa se merece con el La conducta y el mensaje de Jesús
esfuerzo y los méritos acumulados. Por eso el rechazo y la condena son
también merecidos cuando no se actúa de acuerdo con las normas exi­ El ejemplo y las palabras de Jesús constituyeron un verdadero escán­
gidas. El malo pierde todo derecho a sentirse querido. En una palabra, dalo, porque vino precisamente a romper estos esquemas éticos y teo­
el amor no se experimenta como un don gratuito, sino como una con­ lógicos de la cultura religiosa del judaísmo. Los doctores de la ley y los
quista que se consigue con la buena conducta. Y se vivencia como una escribas eran los grandes defensores del sistema. Contra ellos van diri­
injusticia el que se ofrezca a quien no haya hecho los méritos suficien­ gidas las críticas más fuertes del Evangelio. Es comprensible, por
tes. Hay, pues, un inconsciente colectivo que mercantiliza toda relación tanto, que se sintieran desconcertados y condenaran como demonio y
como un deber de justicia, sin espacio para la gratuidad. El bueno y embaucador a una persona que se apartaba por completo de su espiri­
obediente puede exigir lo que se merece, mientras que para el perver­ tualidad y actuaba con otros criterios muy diferentes. Se acercaba a
so e insumiso no queda otra alternativa que el justo castigo y la con­ todos los pecadores para ofrecerles su perdón y amistad sin ningún
dena. Cualquier otra ecuación chocaría con el sentimiento más primi­ requisito previo; comía y se dejaba tocar por ellos, hasta el punto de
tivo de una justicia legal y objetiva. que el cariño de Dios no aparece nunca como premio a la virtud. A los
únicos que margina y abandona es, precisamente, a· los fariseos, no
Es muy fácil que estas vivencias, en las que nos han educado y que porque se niegue a su encuentro, sino porque el mismo fariseo se cie­
hemos integrado en nuestro psiquismo con toda naturalidad, se hagan rra y se incapacita para este don, desde el momento en que lo conside­
presentes también en nuestras relaciones con Dios. Cuando, por la obe­ ra como un merecimiento y no como una gracia.
diencia a la ley y el esfuerzo de las buenas obras, se cree merecer el La doctrina de Jesús es plenamente coherente con su práctica. La
beneplácito de Dios y su amistad o, por el contrario, cuando se consi­ parábola del publicano y del fariseo (Le 18,9-14), la del hijo pródigo
dera imposible, por la mala conducta, que Él nos ame sin méritos de (Le 15,11-32), la de los jornaleros enviados a la viña (Mt 20,1-16)-por
nuestra parte, brota de inmediato el fariseísmo. citar sólo los textos más conocidos y simbólicos- denuncian siempre
No sabemos con certeza quiénes eran estos personajes, pero algu­ la misma actitud de fondo. Nos sigue pareciendo incomprensible que
nos datos se deducen con claridad de los evangelios. El fariseo, como el bueno no alcance la justificación; nos indigna el que se celebre una
su misma etimología expresa, se considera un separado, alguien muy fiesta por el hijo que se ha gastado la herencia con malas mujeres y no
diferente de los demás, cuya observancia fiel de la ley y de las tradi­ haya ningún premio para el que siempre permaneció en su casa, dócil
ciones le hacía pertenecer a una especie de aristocracia espiritual, por y obediente; y todavía consideramos como una injusticia que nos rebe­
encima de la vulgaridad y la perversión de la masa. Su piedad y su obe­ la el hecho de pagar con el mismo salario a quienes han trabajado sólo
diencia atraían la cercanía y salvación de Dios, de la que no podían una hora que a quienes han cargado con el peso del día y del bochor­
gozar los publicanos y las gentes de mal vivir. Sólo los justos experi­ no. Y es que en este campo las ecuaciones humanas no tienen nada que
mentan la amistad divina, mientras que los pecadores -recaudadores ver con las matemáticas de Dios.
de impuestos, prostitutas y adúlteras, paganos... y todos aquellos que Una de las enseñanzas más claras y evidentes de toda la Biblia es
portan las consecuencias de su pecado, como los leprosos- no experi­ el carácter totalmente gratuito de la obra salvadora. El único impedi­
mentan únicamente la lejanía y el rechazo de Dios, sino la condena por mento eficaz, porque se opone justamente a la gratuidad de su desig­
parte de los buenos, que no podían tratarlos ni acercarse a ellos. El nio, es la autosuficiencia, por ser una negativa absoluta a lo esencial de
cariño de Dios quedaba condicionado por la conducta humana. Por eso su mensaje. En este contexto hay que entender las denuncias de Jesús
tenían que esforzarse en cumplir con minuciosidad hasta las obliga- contra el poder, la riqueza y los valores humanos. Su ambigüedad no

F:
-�
218 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA ÉTICA CRISTIANA 219

reside en la simple utilización, que podría tener pleno sentido en orden do por el deseo de conseguir una imagen estética, que despierta el nar­
a una eficacia mayor y para evitar un excesivo espiritualismo, sino en cisismo y fomenta una cierta satisfacción interior. Una actitud que no
el inminente peligro de que su empleo y posesión nos lleve a confiar lleva a cruzarse de brazos ni a un cómodo conformismo, sino a buscar
en ellos y a sentimos autosuficientes con su ayuda. con empeño otra orientación diferente. Lo que importa es apostar la
La moral corre, pues, el peligro de ofrecer, como ideal de perfec- · vida por Dios y por la causa del Reino, y esa entrega radical irá confi­
ción, un esteticismo virtuoso, que deseamos alcanzar con un gasto gurando nuestra conducta, sin la obsesión por tanto perfeccionismo.
enorme de energías. La meta se pone en superar cualquier deficiencia La experiencia que san Pablo nos descubre en 2 Cor 12,7-10 es una
que impida ese objetivo, para sentimos en el fondo satisfechos de cum­ lección que cuesta mucho trabajo asimilar. En esta tercera parte de su
plir con tal obligación, pero sin tener en cuenta que lo que vale es la carta tiene que hacer una impresionante apología de sí mismo frente a
plenitud de una entrega amorosa, a pesar y por encima de las propias las acusaciones de que era objeto por parte de los fieles a los que pre­
limitaciones. Y es que, a fuerza de ser buenos y de tener tantas virtu­ dicaba el evangelio. Podría decirse que lo hace con una cierta insolen­
des, nace el riesgo de caer insensiblemente en un narcisismo farisaico. cia orgullosa, ya que afirma que no se siente inferior a ninguno de los
Que la salvación se haya realizado por el pleno fracaso de Cristo, apóstoles, pues «en cualquier cosa en que alguien presumiere -es una
será siempre un misterio incomprensible, pero cabría un intento de locura lo que digo- también presumo yo» (ibid. 11,22). Más aún, cree
explicación humana por este camino. El Padre no es un masoquista que que lo que él ha sufrido por el evangelio es superior a lo que han pade­
se goce en el sufrimiento o desamparo de su Hijo, ni pretende reparar cido los demás por la misma causa. Refiere incluso aquellas visiones y
la ofensa del ser humano con la sangre y el dolor de una víctima ino­ revelaciones que le han descubierto misterios inefables. En este con­
cente, sino que ha querido simbolizar de forma impresionante y llama­ texto, que podría crearle también una conciencia autosuficiente, nos
tiva esta misma enseñanza: la salvación se realiza allí donde lo huma­ explica la otra cara de su realidad.
no ha perdido toda su capacidad y autosuficiencia. Es la confesión más Por dentro siente en su interior, «para que rio me engría con la
solemne de que no es el poder humano, del tipo que sea, el que salva sublimidad de esas revelaciones», un aguijón clavado en su carne.
y justifica, sino la gratuidad asombrosa de su amor. Aunque los autores no sepan con seguridad en qué consiste, lo que
resulta evidente es que él lo experimenta como algo satánico, como un
obstáculo para llevar adelante su vida personal o apostólica. Su reac­
La fuerza de Dios en la debilidad humana ción es coherente y comprensible: pedirle a Dios con empeño que lo li­
bere de semejante estorbo que dificulta su trabajo. Su petición insis­
Por eso no me parece acertada esa pedagogía en la que se ha educado tente, sin embargo, no encuentra la respuesta deseada, pero, en cambio,
con tanta frecuencia. Ya vimos los peligros que provoca un yo ideal va a comprender en la oración una verdad que tampoco había asimila­
hacia el que se orientan todos los esfuerzos para conseguir el aprecio do: la fuerza de Dios pone su tienda en la debilidad e impotencia del
de quienes nos rodean, marginando aquellos •:otros aspectos que no hombre, como requisito previo para ofrecer su fuerza y amistad. La
interesa conocer. En el ámbito religioso, ese objetivo se traducía en la reacción, entonces, se hace consecuente: «Por tanto, con sumo gusto
búsqueda de la más alta perfección. El «sed perfectos como es perfec­ seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en
to vuestro Padre celestial» (Mt 5,48) obligaba a una tensión constante mí la fuerza de Cristo» (12,9). Alegrarse en medio de la propia inca­
para superar cualquier tipo de incoherencia o debilidad, pero sin tener pacidad y las propias limitaciones es la única forma de sentirse poten­
en cuenta que lo que vale es la plenitud de una entrega amorosa, a pesar te. El Espíritu nos da una visión muy distinta, que nos libera del apego
y por encima de las propias limitaciones. Y es que, a fuerza de ser bue-. a la misma perfección.
nos y de tener tantas virtudes, nace el riesgo de caer insensiblemente Pocas enseñanzas hay en la Biblia más claras y evidentes que el
en un narcisismo farisaico. carácter totalmente gratuito de la obra salvadora. El único impedimen-·
Desde esta perspectiva, no creo exagerado · afirmar que uno co­ to eficaz, porque se opone justamente· a la gratuidad de su designio,
mienza a ser cristiano a partir del momento en que abandona las ganas como ya hemos insistido, es la autosuficiencia de cualquier signo, por
de ser perfecto. Es decir, cuando el interés principal no queda absorbi- ser una negativa absoluta a lo esencial de su mensaje. Así se compren-
220 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA ÉTICA CRISTIANA 221

den mejor las fuertes denuncias de Jesús contra el poder, la riqueza y . . y la seriedad secular con que debemos afrontar la vida' el cris-
nomía
trnno tiene que sentirse salvado por la presencia desconcertante y amo-
los valores humanos. Su ambigüedad no reside en la simple utilización,
que podría tener pleno sentido en orden a una eficacia mayor y para rosa de Dios. Es decir, la ética humana exige un despliegue hacia lo
evitar un excesivo espiritualismo, sino en el inminente peligro de que sobrenatural, debe penetrar en una atmósfera religiosa, quedar trans­
su empleo y posesión nos lleve a confiar en ellos y a sentirnos capaces formad� Pº; �na energía s�p.erior 9ue �escentre al individuo de su pre­
/
con su ayuda. ocu�ac�on et1ca, como objetivo pnmano, y lo desligue de su afán per­
fecciomsta. El creyente ha de buscar, por encima de todo, un encuen­
tro de amistad mucho más que su propia autorrealización. Es un ser
Los recursos humanos para la proclamación del Evangelio cuya meta y centro de gravedad adquiere un nuevo destino: se siente
Es cierto que para llevar adelante las tareas del Reino se requiere una ll�ado a un� �ida de relaci�n personal con Dios que le ofrece su
amistad. La dmamica _ y el motivo de su actuación se hacen profunda­
serie de recursos e instrumentos, como mediaciones humanas, pues
Dios ha querido contar con nuestra colaboración. Pero sigue existien­ m�nte r�ligiosos. L� único que _i�teresa, en adelante, es responder a las
do el peligro, como una amenaza que nos acecha permanentemente, de exigencias de semejante vocac10n con una actitud de obediencia filial
caer en un trabajo es�éril y sin sentido, en la medida en que busquemos y sumisa a los imperativos de su Señor.
encontrar fuera de El nuestro apoyo y esperanza. Ya sé que nunca La_r��elación v�ene a confi1:11ar �o acertado de este planteamiento.
defendemos con .la cabeza esta idea, que de tanto repetirla se ha con­ Una v1s1on de conjunto muy smtética sobre el Antiguo y el Nuevo
vertido en una frase gastada. Lo que acontece, en la práctica, es que ahí Testamento nos descubre la importancia de esta dimensión religiosa.
ponemos precisamente nuestro interés y preocupación, como si, des­
pojados de esos medios, la obra evangelizadora no fuera posible. No sé La moral de la alianza
si, a veces, hay mucho miedo a proclamar el Evangelio con el escán­
dalo y la locura de la cruz, con la fuerza del Espíritu presente en la de­ La ética de Israel no se fundamenta en un análisis de la naturaleza
bilidad e impotencia, y buscamos la otra sabiduría humana del poder, humana, sino que aparece desde el principio como una manifestación
el influjo y la economía. Las denuncias de Jesús contra los ricos no hay explícita de la voluntad de Yahvé. El fiel creyente no empieza pregun­
que aplicarlas sólo a los bienes materiales. Son una condena significa­ tándose por la legitimidad de unos mandamientos para obedecer des­
tiva, a la vez que simbólica, de que todo lo que sea «tener» nos inclina �ués, cuand? está .:onv�ncido de �u racionali�ad. El punto de partida
insensiblemente hacia la conciencia de que somos y valemos algo. Es tiene una onentac10n diferente. D10s ha ofrecido al pueblo, mediante
el camino que, una vez más, nos acerca a la autosuficiencia farisaica de un gesto inaudito de cariño, la posibilidad de una alianza, de mantener
antes y nos cierra, por consiguiente, a cualquier ayuda de Dios.. para siempre una relación de amistad. Su amor se ha manifestado en
No es fácil mantener un equilibrio armonioso entre la absoluta pri­ todos los acontecimientos de una historia cuya explicación última radi­
macía de la gracia y la cooperación humana; pero, como el riesgo ca en una elección gratuita: «No porque seáis el más numeroso de
mayor es el de apoyarnos con seguridad en nuestras fuerzas y posibili­ todos l�s pueblos se ha prendado Yahvé de vosotros y os ha elegido,
dades -y a éstas no vamos a renunciar de forma voluntaria-, no sé si pues so�s el menos numeroso de todos los pueblos, sino por el amor
sería una bendición -yo, personalmente, así lo creo- que de vez en que os tiene» (Dt 7,7).
cuando la Providencia de Dios, a través de múltiples circunstancias . Es�?s hechos po�tentosos, �anifestados en el éxodo y en la pere­
imprevistas, nos despojara de todo cuanto juzgamos necesario o con­ grmacion por el desierto, constituyen el fundamento jurídico de una
veniente, para que, desnudos y sin recursos, trabajáramos con la espe­ obediencia y sumisión a su querer, que el pueblo entero acepta con ale­
ranza puesta exclusivamente en la fuerza que nos viene de arriba. A lo gría y lib�rtad: «¡También nosotros serviremos a Yahvé, porque es
mejor tendríamos entonces una mirada mucho más limpia para com­ nuestro Dios!» (Jos 24,18). El Decálogo, como símbolo fundamental
prender mejor la doctrina del Evangelio sobre el fariseísmo. de la voluntad divina, se convierte así en la forma concreta de respon­
_ _
der al ofrecimiento _
de D10s: «Todo el pueblo a una respondió: "Hare­
Si hemos insistido tanto en este aspecto, es por subrayar la necesi­
dad e importancia de una dimensión trascendente. A pesar de la auto- mos todo cuanto ha dicho Yahvé"» (Ex 19,8).
222 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA ÉTICA CRISTIANA 223

Para estudiarlo no basta, por tanto, con un análisis minucioso de la rencia existente entre la estipulación general, o espíritu de laley, y las
materialidad de sus preceptos, sino que hay que examinarlo en su con­ estipulaciones particulares, o letra de la ley.
junto, dentro del marco general de la alianza. De esta manera, el Decá­ En la primera radica la intención profunda que da sentido y valor a
logo aparece, no como la formulación de un derecho natural basado en la observancia concreta y dirige el cumplimiento hasta en sus más mí­
un simple humanismo, sino como parte de otro orden superior a la natu­ nimos detalles. No es, por tanto; el primer mandamiento o el más im­
raleza humana: lo importante y definitivo es ser palabra y revelación del portante, sino el alma de todos los demás. Las formulaciones de este
Señor, en quien se manifiesta el estilo de vida que Dios quiere de su principio general son múltiples y diversas: amar aYahvé, no olvidarlo,
pueblo como raza sacerdotal y consagrada. Es el signo de la amistad y · temerlo, escuchar su voz, servirle, seguir sus caminos, hacer lo que es
la expresión de haber aceptado su plena y absoluta soberanía. bueno y justo a sus ojos, no adorar a otros dioses... y otras muchas
La vida moral consiste en reconocer el hecho de esta: dependencia parecidas. En el fondo, es la opción por Dios para quererlo «con todo
amorosa. Israel no es invitado a elegir entre la sumisión y la indepen­ tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,5).
dencia. Lo quiera o no, es un pueblo p.ropiedad del Señor, como lo Esta actitud hondamente religiosa y teocéntrica es la que se encar­
muestra toda su historia. Lo único que El busca es la aceptación o el na y se hace expresiva en el cumplimiento de los diversos preceptos.
rechazo de esa realidad, la obediencia o la rebelión: «Mira, yo pongo No hay que buscar otra justificación: «Cuando el día de mañana te pre­
hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Si escuchas los gunte tu hijo: "¿Qué son �stos estatutos, estos preceptos y estas nor­
mandamientos de Yahvé, tu Dios... vivirás y te multiplicarás... Pero si mas... ?", dirás a tu hijo: "Eramos esclavos del Faraón... y nos sacó de
tu corazón se desvía y no escucha, yo os declaro hoy que pereceréis sin Egipto con mano fuerte... y nos mandó que pusiéramos en práctica
remedio» (Dt 30,16-18). El pueblo comprende que la entrega a su todos estos preceptos"» (Dt 6,20-25). Por eso, incluso cuando se enu­
voluntad es la única respuesta justa, y el vivir de acuerdo con sus pre­ meran las motivaciones éticas de lo que está mandado, el argumento
ceptos se convierte en un acto continuo de reconocimiento pleno y definitivo se repite de manera constante, como una antífona: «es la
absoluto. La ética se fundamenta en la religión, y la fe se expresa, al voluntad del Señor».
mismo tiempo, en una vida moral. Esta reciprocidad, por la que Dios La respuesta moral de Israel es una auténtica obediencia religiosa,
y el. pueblo van a mantener un diálogo permanente, es el signo más no una pura observancia; un acto de adoración personal, no un cum­
característico de la religión y la moral de la alianza: «Hoy le has hecho plimiento legalista sin contenido. Así como debe observar todos los
decir a Yahvé que él será tu Dios, y tú seguirás sus caminos, observa­ mandamientos, básica y fundamentalmente porque ama a Yahvé, así
rás sus preceptos, sus mandamientos y sus normas y escucharás su voz. también tiene que amarlo en la fiel aceptación y práctica de todos sus
YYahvé te ha hecho decir hoy que tú serás su pueblo propio, como él preceptos. De esta forma, es lógico que se llegue a la exaltación de la
te ha dicho» (Dt 26,16-17). ley como una realidad sagrada, como un verdadero sacramento de la
presencia de Dios, que acompañó al pueblo durante su éxodo hacia la
tierra prometida, y se guardaba con unción en el Templo. Sólo cuando
El cumplimiento de la ley como acto de adoración personal se pierde esta dimensión religiosa, la moral se convierte en puro
casuismo. Lo que más interesa entonces es la mera ejecución del pre­
Con esta perspectiva se supera la acusación de legalismo que tan a cepto, para saber hasta dónde obliga y quedarse con la conciencia tran­
menudo se lanza contra la ética del Antiguo Testamento. Ante una can­ quila. La letra vence al espíritu, como sucederá tantas veces con pos­
tidad tan extraordinaria de leyes, preceptos y ritos, el peligro .de esta terioridad, en el momento en que se pierde de vista la función media­
tentación no fue una mera posibilidad, como lo demuestra la denuncia dora de la ley, y el clima religioso se ahoga por otras preocupaciones
de los profetas contra las prácticas y el culto sin sentido; pero ello no secundarias.
significa que la moral se viviera siempre con ese vacío. Lo importante
no era el cumplimiento material de tal o cual ley en concreto, sino el
significado que tal práctica reviste, dentro de una intencionalidad
mucho más global y religiosa. Para ello habría que insistir en la dife-
224 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA ÉTICA CRISTIANA 225

La Buena Noticia de Jesús: el Reino de Dios realización definitiva. Seguirle es un compromiso con su persona y con
su obra. La moral es también la forma de expresar ese seguimiento y
Para Jesús, como para Israel, la conducta está regida por el precepto de de colaborar en la implantación del evangelio.
Dios, expresado fundamentalmente en el Decálogo y en el manda­ Ahora bien, cuando Jesús aparece en el evangelio como el modelo
miento básico del amor. Así lo manifiesta explícitamente en su res-· por excelencia, no es para copiar su conducta, ni siquiera para escuchar
puesta al fariseo que le pregunta con ánimo de ponerlo a prueba (Mt unas pautas de comportamiento concretas y particularizadas. Sería de
22,34-40). Si el centro de todo el mensaje evangélico es la persona y la una ingenuidad asombrosa acercarse a su vida para reproducir unos
obra de Jesús, en tomo a su vida, pasión, muerte y resurrección, la pre­ gestos o para extraer de sus palabras, mediante la utilización de unas
dicación del Jesús histórico no se refiere al anuncio de su Pascua, sino cuantas citas, orientaciones válidas para solucionar nuestros problemas
a la proclamación del Reino de Dios. Se trata de la única fórmula que éticos y saber cómo actuar. Yello por dos razones fundamentales: por­
todas las fuentes presentan como objetivo de las enseñanzas de Cristo que Jesús no vino a enseñarnos ningún código completo de moral y
(Mt 13; 18,1-5; 19,11-12; 20,1; 21,28-32; Me 4,26; 30). El manifiesto porque sus enseñanzas no podrían ser aplicadas a nuestra situación sin
de este Reino constituye su Buena Noticia (Mt 3,2; 4,17; 9,35; 24,14; una previa hermenéutica.
Me 1,14-15; Le 8,1), el tema de su invitación y llamada (Mt 6,13; 7,21; Lo que Cristo vino a revelar, sobre todo, fue un estilo de vida radi­
11,12; Me 9,43-48; 10,14-15; 23-25; Le 12,31; 18,29-30). calizado en el amor, como el ethos básico y fundamental de cualquier
Tal término, que tiene raíces veterotestamentarias, expresa no sólo comportamiento para manifestarse como discípulo suyo (Jn 15,12-13).
la soberanía de Dios sobre la creación, sino al mismo tiempo la comu­ Si hay algo definitivo en el Evangelio, es que Jesús ha sido el «hombre
nidad. o el lugar sobre el que va a reinar. Jesús afirma que ya se ha para los demás», el que ha sabido hacer de su existencia un don y una
hecho presente, y por eso invita a participar de su reino mediante una ofrenda permanente a Dios y a los hermanos. Nadie, como el Hijo, ha
previa conversión. Pero esta predicación implica también un doble sido capaz de esta entrega tan absoluta y generosa como gesto supre­
compromiso que ahora nos interesa subrayar. mo de amor (Jn 15,13; 10,11-18). Seguir a Jesús no es tampoco andar
Aceptar su reino exige, como primera condición, reconocer que preocupado por la propia perfección, sino caminar tras sus huellas,
Dios es la única realidad absoluta e incondicionada. La importancia de intentando hacer también de la propia vida una ofrenda para ponerla al
la fe radica en esta entrega en manos del Padre. Los judíos pronuncia­ servicio de Dios y de los hermanos.
ban dos veces al día esta confesión: «Escucha, Israel, sólo hay un Dios,
y ninguno fuera de él». Sin embargo, Jesús los recrimina como a una
generación incrédula y perversa (Mt 12,39; 16,4; 17,17), pues no basta La superación de un mimetismo narcisista
con una proclamación externa si ésta no nace de una donación más
profunda. El reino de Dios se realiza en la medida en que cada perso­ Imitar a Jesús tiene, sin embargo, sus peligros. La atracción de un
na hace una ofrenda libre y voluntaria al Señor y reconoce que su exis­ modelo puede provocar un deseo de identificación para reproducir en
tencia depende por completo de Él. Cuando se ha descubierto esta ver­ uno mismo, con grandes esfuerzos y a través de un aprendizaje costo­
dad, la vida adquiere una orientación diferente. Se ha encontrado el so, los rasgos específicos de esa imagen. Es un intento, muchas veces
tesoro y la piedra preciosa (Mt 13,44-46) por la que vale la pena dejar inconsciente, de apoderarse, mediante ese mecanismo, de la plenitud y
todo y vivir en adelante con esta opción. A todos los creyentes, como perfección que de dicha imagen dimanan. La semejanza progresiva con
a los discípulos, «se os ha dado el secreto del Reino de Dios» (Me el ideal asegura y gratifica, pues nos hace sentirnos satisfechos y pro­
4,11), que el Padre ha escondido a lbs sabios y entendidos y ha revela- tegidos por la autoridad y el poder de aquel a quien deseamos asimilar
do a la gente sencilla (Mt 11,26). de alguna manera. Como este proceso infantil nunca se consigue por
La predicación de Jesús no representa tampoco una ética del reino completo, es muy fácil que brote la agresividad por los intentos fraca­
elaborada en todos sus contenidos concretos. Pero la entrega a Dios sados, el malestar interior de la insatisfacción repetida, los sentimien­
exige también un trabajo ilusionado por hacer presente su Reino en tos de culpa por los desajustes observados, la impresión final, en suma,
este mundo, aunque no alcanzará su plenitud hasta el momento de su de que se trata de una tarea imposible. Como sucede en la evolución
226 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA ÉTICA CRISTIANA 227
psicológica, hay un momento en que es i¡>r�cisa la ruptu:a y la �epara­ Palabra de Dios y palabrahumana
ción para ser uno mismo y no quedar pns1onero de suenos y vmcula­
ciones primarios, que nos dejan, como a Narciso, enamorados de la Todo esto no significa, sin embargo, que nuestra moral necesite una
propia imagen, en la que terminados ahogados. · . , fundamentación exclusivamente religiosa, que la justificación de una
Y es que la misma forma de entender la perfecc1on ha estado mas conducta sólo pueda encontrarse en la palabra de Dios, sin que su base
cerca del pensamiento griego o de una mentalidad esteticista que de las racional tenga mayor importancia. Para muchos autores, la diferencia
enseñanzas de la revelación. Perfecto es aquel ser al que nada le falta entre ética y moral consiste principalmente en esta doble argumenta­
en su género. Todo el esfuerzo se ponía entonces en manifestar una ción. Mientras que la primera utiliza la inteligencia humana para des­
conducta en la que no hubiera fallos ni desajustes. La vida cristiana se cubrir el bien, la segunda lo encuentra de inmediato en la revelación,
concebía como un progreso constante para cumplir con todas las tare­ tal como se explicita en las enseñanzas de la Iglesia. No sólo el fin,
as, obligaciones y exigencias que la moral o la espiritualidad ordena­ sino también las fuentes y la metodología del conocimiento señalaban
ban. Con la buena conducta y la observancia completa de la ley se bus­ una. clara distinción e�tre una y otra. Tal vez esta postura debería hoy
caba conseguir el ideal de la perfección. matizarse un poco, temendo en cuenta algún aspecto de extraordinario
Es verdad que el texto de san Mateo, al que ante� hacíamo� alusión, interés, puesto de relieve por la investigación exegética.
utiliza el adjetivo perfecto, que únicamente es aphcado a Dios en la Según la opinión más generalizada en la actualidad, no es fácil afir­
Biblia por este autor y en una sola ocasión (5,48). Los exegetas están mar que las normas de conducta y los contenidos éticos que aparecen
de acuerdo, sin embargo, en que aquí el evangelista emplea un antro­ en la Biblia han sido revelados por Dios de una manera directa e inme­
pomorfismo, proyectando sobre Dios una cualidad que sólo es posible diata. La gran epifanía del Sinaí con ocasión de la promulgación del
atribuir al ser humano. Los adjetivos hebreos o arameos que se tradu­ Decálogo -«Estas palabras dijo Yahvé a toda vuestra asamblea, en la
cen por perfecto implican un concepto de totalidad,_ y se asign�n � lo montaña... con voz potente... Luego las escribió en dos tablas de pie­
que ya está completo y no le falta nada. En este sentido, es un termmo dra y me las entregó a mí» (Dt 5,22)- no hay que interpretarla de forma
destinado exclusivamente a los seres limitados, susceptibles de una lite:al, entre otras razones, porque -sin negar las diferencias y purifi­
mayor plenitud. La versión de Mateo nos inv�ta a ser perfectos p�ra cac10nes efectuadas al ser asumidos por la revelación- existe un para­
imitar a Dios, pero para imitarlo en una cuah,dad que no es propia­ lelismo excesivo entre los mandamientos divinos y los de otros países
mente divina, sino más bien la proyección en El de un idea_l humano. cercanos, como los que se encuentran grabados en algunos templos de
Mientras que Lucas nos anima a esa imitación para reproducir en nues­ Egipto. Esto indica que en la elaboración de los libros sagrados se da
tra conducta los atributos específicamente divinos de su misericordia y un proceso de asimilación de los valores éticos elaborados por otros
compasión: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo» pueblos y culturas, para insertarlos en el marco de la alianza y conver­
(6,36). tirlos en palabra de Dios. La originalidad no está tanto en los conteni­
Ya desde el Antiguo Testamento, la invitación de Yahvé tiene un dos cuanto en la forma de integrarlos a su fe y en la manera de vivir­
matiz significativo: «sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy los como expresión ya de la voluntad amorosa de Dios.
santo» (Lv 19,2). Si el pueblo quedó elegido y consagrado por el amor Habría que decir, por tanto, que lo que Yahvé manda y quiere en el
de su Dios, debe observar en adelante una conducta que correspond� a campo de la conducta es, fundamentalmente, lo que el mismo ser
esa consagración. El motivo justificador no consiste en actuar como El, humano descubre que debe realizar. Así se explican mucho mejor los
sino en vivir así porque Él es santo. La imitación se realiza al amar, ser cambios evolutivos y hasta los juicios morales contradictorios que con
compasivos y misericordiosos, porque Dios nos ama, lleno de compa­ frecuencia aparecen en la revelación del Antiguo Testamento. Muchos
sión y misericordia (Dt 10,18-19; Lv 22,28; Miq 7,8; Ex 34,6 ; Col de sus pasajes éticos resultaron escandalosos y, desde luego, inacepta­
3,12-13; Ef 4,32-5,1; 1 Pe 1,5- 6, etc.). Lo importante es revestirse de bles para una mentalidad ajena a la cultura de aquella época. Los inten­
esa ternura y cariño, porque nos ha amado de esa manera: «Sed, pues, tos de solución han sido múltiples en la historia, pues era difícil com­
imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como prender y aceptar semejantes conductas como expresión directa de la
Cristo os amó y se entregó por nosotros» (Ef 5,1). voluntad de Dios.
228 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA ÉTICA CRISTIANA . 229

No es que Dios se acomode a la mentalidad de cada época o cultu­ naria, busca el sentido de las realidades naturales, reflexiona sobre los
ra y se haga tolerante con la insensibilidad del corazón humano para misterios que nos interpelan. Es el fruto de la experiencia y del senti­
mandar o permitir lo que después prohibirá con el avance del progre­ do común, que se transmite a través de las sucesivas generaciones en
so, o para condenar ahora lo que más adelante aceptará como lícito. forma de sentencias, aforismos, proverbios, alegorías..., para compar­
Sería una actitud demasiado vacilante y poco digna del supremo legis- · tir un conocimiento que sirva a ·otros muchos para guiarse por la vida.
lador. Es Dios mismo quien deja a la persona que busque, como ser En ocasiones, aunque no abandonen el plano racional, se abren más
dotado de autonomía y responsabilidad, las formas concretas de vivir allá de los límites humanos, en busca de la explicación secreta y defi­
para relacionarse con Él y expresarle su amistad. Si la moral revelada nitiva de la realidad misteriosa. Su mensaje no va dirigido al pueblo
cambia y evoluciona al ritmo de la historia, es porque la inteligencia creyente, sino al individuo comQ miembro de la raza humana.
humana no ha conocido plenamente los verdaderos valores desde el Es un esfuerzo, podríamos decir, de tipo secular y profano, pues es
comienzo, y sus juicios encierran necesariamente una serie de lagunas la persona, con su propia inteligencia y aliento, quien debe aprender a
e imperfecciones, como consecuencia de su limitación. Se acerca a la caminar por el mundo, descubriendo por sí misma las reglas de · su
verdad con titubeos y equivocaciones, que irá remontando lentamente comportamiento. Una experiencia al alcance de cualquier persona
en una difícil e histórica búsqueda. Dios no ha querido exigir más que honesta, y por eso no hubo ninguna resistencia a la hora de aprovechar
lo que los hombres, poco a poco, hemos ido descubriendo con el tiem­ e integrar las experiencias, consejos y normas provenientes de otros
po. Su voluntad se hace presente en esa palabra y en ese querer huma­ pueblos. Su teología no consiste en acudir a Dios primero para saber
no de encontrarse con el bien. La forma de manifestar nuestra obe­ cómo se ha de actuar, sino en buscar primero la sabiduría que orienta
diencia no consiste en someternos a unos mandamientos directamente la vida y nos lleva a Su encuentro. El sabio podría incluso experimen­
revelados por Él, sino en ser dóciles a las exigencias e imperativos de tar una agradable sorpresa: que la sabiduría en persona le salga a su
la razón, pues ha pretendido conducirnos por medio de esta llamada encuentro y le llene de su plenitud: «Con ella me vinieron a la vez
interna y personal. todos los bienes e incalculables riquezas en sus manos. Yo disfruté de
todos, porque la Sabiduría los trae, aunque ignoraba que ella fuera su
origen» (Sab 7,11-12). Yahvé aparece, pues, como la fuente y el dador
La estima bíblica del esfuerzo racional de la sabidui;ía a las personas, y por eso, a pesar de su exaltación, se
condena también el orgullo y la autosuficiencia del que se cree seguro,
No pretendo despojar a la moral bíblica de su dimensión religiosa, sino como el necio, y sabio a sus propios ojos. El reconocimiento de tales
insistir en que la misma fe le da también consistencia a la razón. Un límites es también una nota de humanismo realista: «Por más que se
ejemplo claro es toda la literatura sapiencial. Tales libros no gozaron afane el hombre en buscar, nada descubrirá, y el mismo sabio, aunque
de mucha estima durante largo tiempo ni fueron especialmente apre­ diga saberlo, no es capaz de descubrirlo (Qo 8,17).
ciados en la tradición. La explicación última de semejante actitud radi­ Los profetas operan también una moralización racional de la fe, ya
có en su carácter aparentemente poco religioso, ya que sus reflexiones que la religión pierde su sentido si no va acompañada de un comporta­
no se centraban en los grandes temas de la revelación -éxodo, elec­ miento ético en el que se traduzca su autenticidad. Los frecuentes orá­
ción, alianza, ley... -, sino en una sabiduría popular práctica, empírica, culos contra las naciones sin fe -baste recordar los dos primeros capí­
en tomo a las realidades de la vida normal y diaria. Es un género que tulos de Amós- demuestran que, a pesar de su ateísmo, también ellas
había florecido en Oriente desde la más remota antigüedad y que se están obligadas al cumplimiento de las exigencias morales, sobre todo
llegó a introducir de tal manera en Israel que los sabios, como los en el campo de la justicia. Es una clara confesión de que no se necesi­
sacerdotes y los profetas, se convirtieron en los guías espirituales del ta un recurso inmediato a Yahvé para imponer una serie de obligacio­
pueblo. nes y condenar las prácticas inmorales.
No reclaman para su enseñanza el respaldo de Dios, ni presentan La ética de san Pablo va también en la misma línea. Los autores
una verdad en relación con un credo, ni analizan la historia con una suelen estar de acuerdo en admitir que los contenidos éticos que pre­
óptica religiosa. Su atención se orienta a los quehaceres de la vida ordi- senta no los deduce de la revelación, sino de los códigos y prácticas
230 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA ÉTICA CRISTIANA . 231
aceptados por la moral de su tiempo. Los catálogos de vicios y virtu­ moral, se realiza ciertamente como persona, pero al mismo tiempo des­
des que expone en sus cartas son orientaciones plenamente válidas cubre el eco de una llamada superior que le invita a demostrar su cari­
para la vida del cristiano, aunque tengan una procedencia estoica o ño y fidelidad con esa conducta y a vivir, así, como hijo de Dios.
rabínica. Si los paganos que no tienen ley «cumplen naturalmente las La moral· podría también definirse, en un nivel cristológico, como
prescripciones de la ley» (Rom 2,14), ello significa que la praxis delos· la ciencia que nos ayuda y conduce a una cristificación progresiva.
creyentes y de quienes no lo son no debería resultar diferente. La con­ Seguir a Jesús es vivir el radicalismo del amor que lleva a entregar la
ducta del cristiano se especifica no tanto por la justificación y origen vida por los demás, pero ello no elimina la búsqueda de encontrar, con
de sus obligaciones, cuanto por los motivos y el dinamismo interior el esfuerzo y la razón humana, las formas concretas de traducir ese
que le impulsa a comportarse de esa manera. ethos evangélico.
Así se comprende mucho mejor cómo la dimensión humana y la
dimensión religjosa de la moral no son dos fuerzas incompatibles y
Dimensión sobrenatural y humana de la ética enemigas que intentan apoderarse de ella para convertirla, como si se
tratara de una victoria, en una ciencia secular o en una ciencia religio­
De acuerdo con todo lo dicho, la moral cristiana tampoco es la ciencia sa, respectivamente. No hay que elegir una para dejar en el olvido la
de valores que conduce hacia la autorrealización de la persona. Sin otra. Son más bien dos aspectos complementarios de una misma reali­
negar nada de cuanto hemos afirmado en los capítulos precedentes, el dad. Es humana en cuanto que existe la capacidad de descubrirla con
nivel ético queda trasformado por la dimensión sobrenatural y religio­ la razón, hacerla comprensible a otras personas y justificarla con moti­
sa. Lo que ahora preocupa e interesa es vivir como hijos de Dios y res­ vos que revelan su carácter humanizante. Y se hace religiosa cuando se
ponder a su llamada, que nos ha hecho conscientes de un nuevo desti­ vive como respuesta a un Alguien que está más allá del valor; cuando
no. El cumplimiento de los valores no se vivencia como un camino lo que mueve a cumplirla es el amor a una persona, cuya voz resuena
válido para nuestra madurez y perfección, y mucho menos como un escondida en cualquier exigencia ética.
simple imperativo categórico, sino c9mo la respuesta a una invitación De esta forma se da consistencia a lo humano, pero sin cerrarse en
y la aceptación de una amistad que El ha querido ofrecemos. La con- . una pura autonomía, que resulta inadmisible para la fe. Y esta apertu­
ducta, que a primera vista estaba demasiado centrada en uno mismo, se ra a lo sobrenatural y a la trascendencia tampoco elimina, limita ni
convierte en un lenguaje de entrega y sumisión, como gesto de fideli­ contradice la urgencia y seriedad de una ética razonable. Es decir, la
dad y cariño a una persona. vida cristiana no se realiza al margen de la existencia natural, sino en
En este sentido, la moral sería la ciencia que nos hace dóciles y las estructuras específicas de ésta cuando la gracia la eleva a su consu­
obedientes a la palabra de Dios, aceptando la definición protestante en mación sobrenatural. ¿En qué consiste, pues, lo más propio y caracte­
toda su densidad y riqueza religiosa. La diferencia que nos separa no rístico de una moral cristiana? El próximo capítulo lo dedicaremos al
radica en esta apertura a lo sobrenatural, sino en la antropología teoló­ estudio de esta respuesta.
gica de la que cada uno parte. La teología católica admite también las
consecuencias trágicas del pecado, pero retiene como base de su opti­
mismo, frente a la postura más pesimista de la protestante, que la ***
redención operada por Cristo ha restablecido en parte las capacidades
humanas del creyente. El destrozo no ha sido definitivo ni completo,
pues el don gratuito de la amistad divina ha re-creado nuestra propia Bibliografía
naturaleza, aunque no en toda su plenitud. Desde entonces, se ha recu­
perado la posibilidad de buscar y descubrir el bien, a pesar de las difi­ ALEIXANDRE, D., «El profetismo, cara y cruz de la ley»: Selecciones de
cultades que comporta. La ética humana sigue teniendo vigencia y Teología 35 (1996), pp. 265-271.
validez para el católico, mientras que para el protestante perdió por ÁLVAREZ VERDES, L., «La función de la "razón" en el pensamiento ético de
completo su sentido. Al responder a las exigencias de una obligación San Pablo»: Studia Moralia 34 (1996), pp. 7-42.
232 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

«Ética bíblica y hermenéutica»: Studia Moralia 35 (1997), pp. 313�343.


Caminar en el Espíritu. El pensam_iento ético de San Pablo, Editiones
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DYRUZ, J., «El "narcisismo" como modelo cultural dominante»: Concilium
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EXELER, A., Los diez mandamientos. Vivir en la libertad de Dios, Sal Terrae, La búsqueda de la propia identidad
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FERNÁNDEZ, B., Seguir a Jesús, Claretianas, Madrid 1998. El sentimiento de identidad no es sólo un proceso necesario para la
FLECHA, J.R., Teología moral fundamental, BAc, Madrid 1994, pp. 75-114. maduración y el equilibrio del individuo, sino que se requiere también
GARCÍA, J.A., «"Sed perfectos..." Carita y compromiso en el acercamiento sal- para la cohesión y supervivencia de cualquier grupo. Hoy se habla
vador de Dios»: Sal Terrae 74 (1986), pp. 703-714. mucho de la crisis de identidad que afecta a las personas y comunida­
«Así es Dios, tan bueno. Parábola al fariseo que habita en nuestro cora­ des, como consecuencia de· las condiciones que influyen en nuestro
zón»: Sal Terrae 78 (1990), pp. 133- 147. mundo actual. Y cuando no se sabe qué nos une, con qué estamos com­
«¿Bajo la gracia o la ley? Cuando la fe cristiana �e tiñe de moralidad»: prometidos, qué es lo que pretendemos, es decir, cuando ignoramos las
Sal Terrae 83 (1995), pp. 763-776. características que nos distinguen y especifican, existe el peligro de
GARCÍA LóPEZ, F., El Decálogo, Verbo Divino, Estella 1994. que se diluya el aire cristiano y se pierda el sentido evangélico de nues­
GARCÍA T RAPIELLO, J., El problema de la moral en el Antiguo Testamento, tra conducta.
Herder, Barcelona 1977. Los signos que hasta hace poco servían de identificación han deja­
GOFF'I, T., «Seguimiento/imitación», en (Vv.AA.) Nuevo Diccionario de do de ser reveladores. No basta la pertenencia eclesial por el hecho de
Teología Moral, San Pablo, Madrid 1992, pp. 1669-1681. estar bautizado, ni basta tampoco la adhesión intelectual a un cuerpo
LAGE, F., «Ley y alianza. Autonomía de la ética en el pensamiento del Antiguo de doctrina •que apenas influye en la vida, ni una praxis moral deter­
Testamento»: Moralia 6 (1984), pp. 9-39. minada por el cumplimiento de ciertas normas o preceptos. El diálogo
MIETH, A., «"Ethos" del fracaso y de la vuelta a empezar. Una perspectiva ecuménico, el conocimiento de otras religiones, la búsqueda de aque­
teológica olvidada»: Concilium 231 (1990), pp. 243-259. llo que nos une para trabajar juntos, la renuncia a un régimen de cris­
RUBIO, M., «La "cristicidad" de la ética cristiana. Jesús de Nazaret, punto de tiandad... han podido encubrir demasiado los rasgos de un cristianismo
referencia de los valores»: Sal Terrae 81 (1993), pp. 495-510. que no representa ya para muchos un modelo de identificación. Es
SCHWAGER, R., «Imitar y seguir»: Selecciones de Teología 27 (1988), comprensible, por tanto, que, frente a todas estas circunstancias que
pp. 173-178. difuminan y oscurecen la identidad cristiana, se quiera .reforzar ahora
V ENIN, A., «El decálogo; revelación de Dios y camino de felicidad»: sus caracteres distintivos.
Selecciones de Teología 34 (1995), pp. 325-343. El problema se acentúa. aún más en el campo de la ética. Si se
Vv.AA., El seguimiento de Cristo, PPC, Madrid 1997. admite que las normas concretas .de conducta no se extraen directa­
WEBER, H., Teología Moral General. Exigencias y respuestas, Herder, mente de la revelación, pues requieren también el esfuerzo racional
Barcelona 1994, pp. 38-108. para descubrirlas, ¿podemos decir que son patrimonio exclusivo del
XAVIER, A., «Fuerza de la flaqueza. Pastoral de san Pablo en Corinto»: creyente? Y si se acepta, por el contrario, que sólo la palabra de Dios
Selecciones de Teología 25 (1986), pp. 155-159. las enseña y manifiesta, ¿podrá un agnóstico conocerlas y cumplirlas
234 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ESPECIFICIDAD DE LA ÉTICA CRISTIANA 235

cuando rechaza esa fuente de conocimiento? Las respuestas negativas estuviera incapacitado para comprenderla, más que frente a un acto
a estas preguntas plantearían otros nuevos interrogantes. En la primera moral nos encontraríamos frente a un acto de sumisión y docilidad por
hipótesis, si cristianos y no cristianos poseen una plataforma común de otros motivos ajenos. Sería un mandato de Dios, pero no una norma
actuación, ¿en qué radica, entonces, lo peculiar de la conducta evangé­ ética. Integrar la praxis dentro de un contexto teológico, como hizo
lica?; ¿no se difuminan de esta manera los rasgos significativos de la· santo Tomás, no significa quitarle su fundamentación racional, pues la
moral cristiana? En el segundo caso, si sólo la fe descubre los valores dimensión religiosa de la teología moral, como acabamos de ver en el
éticos con plenitud y totalidad, ¿es posible fuera del cristianismo una capítulo anterior, no excluye,.sino que supone, la base razonable de los
vida honesta? Cuando nos encontramos con personas que la viven, actos y comportamientos humanos.
¿serán cristianos que ignoran su condición? El que otros no compartan todos nuestros valores éticos se explica
Cuando se habla sobre la especificidad de la moral cristiana, hay por la complejidad y las dificultades que reviste este tipo de argumen­
que centrar muy bien el objetivo de la reflexión. No se trata de un aná­ tación cuando se analizan problemas discutidos, pero no porque sean
lisis puramente sociológico para ver cuáles son los elementos caracte­ algo irracional o absurdo y cuya única justificación se base en la auto­
rísticos que la distinguen de cualquier otra. Desde este punto de vista, ridad de quien los enseña. Cuando la tradición insiste en las exigencias
no cabe duda de que nuestra moral está configurada por unos conteni­ éticas reveladas, no indica, por tanto, que a tales contenidos no tenga
dos específicos y por un cuerpo de doctrina que tal vez no se encuen­ acceso la razón. Lo que la revelación manifiesta es la autenticidad de
tran en otros. colectivos ni se defienden en otras ideologías. Sus ense­ una ética racional, que así queda confirmada con una mayor garantía.
ñanzas sobre el respeto a la vida desde el momento de la fecundación, El conocimiento mayor de otras culturas y civilizaciones, como el
la indisolubilidad del matrimonio sacramental y consumado, los méto­ mundo ético de muchas personas honestas sin relación especial con la
dos anticonceptivos, las técnicas de reproducción artificial, las relacio­ fe, hace muy difícil probar que algunos valores éticos son exclusivos
nes pre-matrimoniales, el suicidio, etc. forman un conjunto que, como del cristianismo. Los contenidos concretos, señalados por algunos
tal, se podría considerar típico de la iglesia católica, del mismo modo autores como los más típicos y exclusivos de la moral católica, se han
que otros rasgos distintivos caracterizan también a determinados gru­ encontrado también fuera de ella. Hasta el perdón de los enemigos, que
pos dentro de la misma iglesia. se propone como lo más característico de la revelación, estaba presen­
El problema debería plantearse en otra perspectiva. Aun en el te en otras religiones y códigos antiguos, que enseñan también otros
supuesto de tener un patrimonio ético que no comparten otros grupos valores éticos bastantes universales y comunes.
religiosos e ideologías, lo importante es analizar si tales valores son No me resisto a copiar el siguiente texto, muchos siglos anterior al
también comunicables, si poseen una capacidad de explicación huma� cristianismo (entre 1600-1200 a.C.), en el que el padre exhorta a su
na, si se pueden presentar con una base de justificación racional, o si no hijo con un talante que nos recuerda mucho al sermón de la montaña:
existe otra posibilidad de fundamentarlos que el recurso a la revelación «No hagas mal a tu adversario, recompensa con bienes al que te hace
o a la autoridad de la iglesia que los enseña. En una palabra, se trata de mal; procura que se haga justicia a tu enemigo, sonríe a tu adversario...
la comunicabilidad del mensaje ético de Jesús, y no tanto de ver si esos muéstrate amable con el débil, no insultes al oprimido, no lo despre­
valores son únicos y exclusivos de quienes aceptan el evangelio. cies con aire autoritario... Da pan de comer, cerveza de beber, honra al
que te pide limosna, vístelo, su dios se alegra de esto... lo recompensa
La razonabilidad de los valores éticos con bienes. Ayuda, haz el bien».
Estos hechos demuestran que la razón humana, a través de la expe­
Ya hemos insistido anteriormente, y en diversas ocasiones, en que el riencia y la reflexión individual y comunitari!l, llega a captar incluso
comportamiento ético adulto y responsable exige un conocimiento de los valores catalogados como más difíciles e incomprensibles. En algu­
causa, un motivo razonable para su aceptación, ya que la simple obe­ nos casos, sin ayuda ninguna de· la revelación cristiana. Y en otros, aun­
diencia será necesaria para los misterios de fe, que son incomprensi­ que se hubieran conocido por estar ya en un clima cristianizado, se
bles, pero no para las normas que deben regir y orientar la conducta. Si mantienen y conservan por un convencimiento personal, ya que la fe,
la explicación se hace por su naturaleza incomprensible, o si el sujeto para el agnóstico o para el ateo, no fundamenta ninguna valoración.
236 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ESPECIFICIDAD DE LA ÉTICA CRISTIANA 237

La existencia de una amplia tradición posible la fundamentación de la moral, sobre todo si, al margen de esta
iluminación sobrenatural, tampoco se hubiera alcanzado el conoci­
Tal vez por ello, algunos autores no subrayan tanto las normas concre­ miento de estas verdades éticas.
tas, sino que insisten en las actitudes que nos distinguen de otras reli­
giones, en la presencia de otros influjos espirituales, como apuntare­
mos enseguida, o en el hecho de que los valores propios del cristianis­ Entre la critica y el triunfalismo
mo no hayan de considerarse como exclusivos. Pero en todas estas
hipótesis el problema se plantea en otro ámbito diferente, pues la dis­ Es verdad que el cristianismo, no sólo a través de innumerables perso­
cusión se centra precisamente en los contenidos concretos. nas concretas, sino como comunidad de fe, ha defendido valores que
Esta postura, que no defiende una clara diferencia entre los valores constituyeron una extraordinaria riqueza para la misma sociedad hu­
de una ética profana y religiosa, es considerada por algunos como fruto mana. Su voz se ha levantado muchas veces, como denuncia y defen­
del ambiente secular y modernista en que vivimos. Sin embargo, hay sa al mismo tiempo, cuando conductas e ideologías amenazaban la dig­
que reconocer que goza de una amplia tradición en el pensamiento de nidad del ser humano. Hay que estar muy ciego para no verla como
la Iglesia. Aunque en otro contexto bastante diferente del actual, los «experta en humanidad», según la afirmación del Vaticano n, trabajan­
santos Padres descubrían en el Decálogo la expresión misma de la ley do con ilusión por la defensa de la humanidad. Pero también es difícil
natural, que manifiesta el querer de Dios sobre sus criaturas. Santo defender que sólo con la fe se ha conseguido este conocimiento moral.
Tomás no dudaba en admitir que «para las obras de las virtudes somos Se debe reconocer con humildad, por otra parte, que los cristianos,
guiados por la razón natural, que es la regla del obrar humano ... y por a pesar de la función iluminadora de la fe, no nos hemos distinguido
ello no fue necesario dar otros preceptos que los preceptos morales de siempre en la defensa de otros valores ni en la condena de ciertas injus­
la ley dictados por la razón» (Summa Theologica, I-II, 108, 2 ad 1). ticias. Cualquiera que conozca un poco la historia de la moral sabe que
dentro de la Iglesia, como doctrina oficial o comúnmente aprobada, se
Ya desde esa época, otros autores, como Graciano en su famoso permitieron comportamientos que hoy nos resultan censurables, o se
Decreto, cuya importancia histórica fue considerable, afirmaban que prohibieron ideas y conductas que después se aceptaron sin dificultad.
«el derecho natural es lo que se contiene en la ley y en el Evangelio». Las anécdotas negativas de su trayectoria no aminoran en absoluto la
La frase resulta un tanto ambigua en su generalidad, pues podría mani­ importancia impresionante de su aportación; pero la realidad es que no
festar una visión teocéntrica y cristiana del derecho, como si a las exi­ siempre se atinó con lo recto, cuando a lo mejor otras personas sin fe
gencias racionales hubiera que añadir las que provienen de la revela­ no estaban de acuerdo con esas valoraciones. Lo que significa que,
ción, para suplir las omisiones que aquéllas encierran. Pero cabría tam­ aunque teóricamente se diga que estamos en mejor situación para el
bién una interpretación más secular de la misma Escritura, en cuanto conocimiento moral, esa posible ventaja no exime de otras equivoca­
que las exigencias éticas evangélicas ya están recogidas y formuladas ciones, al margen de las incoherencias que puedan darse por la propia
por la razón. De hecho, esta orientación fue la prevalente en muchos debilidad.
moralistas, que no dudaron en admitir que Cristo no añadió ningún La búsqueda del bien supone uri trabajo en el que entran múltiples
nuevo precepto a los exigidos por la ley natural, como aparece en la mediaciones humanas, y es normal que semejante esfuerzo, cuando la
mayoría de los manuales tradicionales. revelación no da ninguna solución concreta, como sucede de ordinario,
A esta misma conclusión conduce un análisis pragmático de la rea­ no desemboque siempre en un éxito absoluto. Decir, por tanto, que los
lidad, al margen de otras consideraciones más especulativas. Si la valores de la moral cristiana son también razonables y que, en teoría,
comunidad cristiana, al menos en sus grupos más significativos y radi­ no deberían ser distintos de los que profesa cualquier persona honrada,
cales, hubiera sido un espacio en el que los valores profundamente parece una postura sensata y no va tampoco. contra los datos de la
humanos se hubieran vivido siempre con autenticidad o se hubieran misma tradición eclesial. Aunque respeto la opinión contraria, ésta me
defendido, al menos, en teoría, aunque no siempre se llevasen a la parece más fundada y coherente con todos los presupuestos anteriores.
práctica; la deducción sería lógica y evidente: sólo a partir de la fe es Entre la crítica despiadada, que rechaza la aportación positiva de la fe
238 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ESPECIFICIDAD DE LA ÉTICA CRISTIANA 239

como una rémora y un obstáculo para el descubrimiento del bien, y el der posesiones, familia y amigos, tareas y ocupaciones, la mano y el
triunfalismo ingenuo de quien afirma que sólo con ella es posible en­ ojo, e incluso la propia vida (Mt 10,37-39; 18,8-9; Le 12,13-19), pues
contrar la verdad ética, una postura intermedia me parece más realista « el que no renuncia a todo cuanto tiene no puede ser discípulo mío»
y respetuosa; Todos estamos capacitados para descubrir la llamada del (Le 14,33). Aunque sus expresiones son duras y no se reducen a sim­
valor, al margen de la iluminación religiosa, y todos hemos cometido ple retórica, tampoco hay que interpretarlas en un sentido literal. Lo
errores y equivocaciones en la conquista de este difícil objetivo. que indican siempre, dicho de otra manera, es la relatividad de todo en
Esta opinión, sin embargo, no rechaza los múltiples influjos posi­ función de lo «único necesario» (Le 10,42). Una actitud que jerarqui­
tivos y benéficos de la fe, que repercuten en la praxis del ser cristiano za, selecciona e interpreta la realidad con unos ojos diferentes. Su valo­
y determinan de alguna manera su comportamiento, aunque en otros ración queda transida por una mirada que trasciende hacia otros hori­
niveles diferentes al del simple descubrimiento del valor que realiza zontes. Es normal, por tanto, que las decisiones del cristiano estén
también cualquier otra persona. Aunque con matices variados, todos influenciadas y se maticen por esta luz, más allá de su propio conoci­
los autores que la defienden insisten en que la fe no es algo superfluo miento racional.
e insignificante, como si fuera una realidad extrínseca y ajena total­ Porque cree en Dios y se siente llamado a su amistad, porque busca
mente al campo de la conducta. Negar esta influencia eliminaría por la imitación y el seguimiento de Cristo, porque su persona constituye
completo el aspecto sobrenatural de nuestra vida, · al que tampoco el amor más absoluto de la existencia, el cristiano posee una motiva'."
podemos renunciar en modo alguno. Si vivimos como creyentes y ción extraordinaria que quizá no poseería si buscara solamente la hon­
como cristianos, la revelación y Jesús pertenecen a la esencia más ínti­ radez y honestidad de una conducta. Así, cuando la fe resuena con
ma de nuestra existencia. ¿Qué función tienen, entonces, en el ámbito fuerza en el interior del corazón, se crea un mundo de motivaciones
de la moral cristiana? que estimula a una coherencia en la vida.
Hemos repetido con anterioridad que la moral tendría vigencia aun
en la hipótesis de que Dios no existiera; pero quedaría un interrogante
Una motivación que da coherencia a la vida posterior: ¿seríamos capaces de vivirla y sentirnos comprometidos con
ella sin el dinamismo de la fe? Incluso aunque tuviéramos esta capaci­
Se ha señalado con frecuencia que lo más significativo e importante de dad, como muchas personas agnósticas lo demuestran, el distintivo
la ética cristiana reside en el campo de la motivación. A primera vista, más claro y específico de una conducta cristiana radicaría en esta últi­
podría parecer algo demasiado pequeño y secundario, cuando en reali­ ma intencionalidad religiosa: queremos ser buenos no sólo para reali­
dad constituye una influencia enorme y decisiva. Todos tenemos la zarnos como personas y responder a las exigencias de unos valores
experiencia de que, aunque sabemos cómo se debe actuar, no somos humanistas, sino, sobre todo, para demostrarle a Dios nuestro cariño y
capaces muchas veces de llegar a realizarlo. Lo que falta en esas oca­ amistad. El amor impulsa y motiva un estilo de conducta que resulta
siones no es la simple iluminación del conocimiento, sino una razón válido para todas las personas y que para el cristiano se convierte, ade­
definitiva y convincente para actuar. En último término, es el difícil más, en una respuesta agradecida al Señor. La vida cristiana tiene
problema de la decisión que nos falta para vivir en coherencia con el como raíz y fundamento este poder de atracción que deriva de nuestro
pensamiento. Hay que tener un motivo determinante muy fuerte para destino sobrenatural.
dejarse conducir por el bien, por encima de cualquier otro interés que
nos solicita como más inmediato y agradable.
El mensaje de Dios exige la conversión como respuesta a su lla­ Una luz que ilumina y garantiza
mada para vivir en amistad filial. Y lo primero es la ofrenda de la fe
-don de su gracia y de9isión de la persona, al mismo tiempo-, por la Insistir en la importancia de la razón no significa plena confianza en
que nos entregamos a El como valor primario y absoluto. No hay nin­ sus posibilidades, como si no hubiera motivo para sospechar de sus
guna otra realidad que pueda compararse a esa relación. El radicalis­ conclusiones. Las experiencias pasadas son también elocuentes para
mo de Jesús no permite componendas. Hay que estar dispuestos a per- no caer de nuevo en los engaños de un racionalismo ingenuo que adora
240 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ESPECIFICIDAD DE LA ÉTICA CRISTIANA . 241
a la razón como a un pequeño dios. Su trabajo se efectúa en un con­ Bajo esta óptica, las virtudes pasivas, como la humildad, la espe­
texto difícil; condicionado por una serie de factores a veces desconoci­ ranza, la paciencia, el servicio o la sumisión, adquieren un relieve del
dos, que impiden la objetividad y lucidez del conocimiento. Aceptar que no gozan en otras especulaciones. Nada de ello escapa a una visión
una cierta sospecha sobre sus valoraciones no es defender el escepti­ humanizante de la vida ni resulta incomprensible al margen de la fe,
cismo, sino un gesto de prudencia y sensatez frente a los posibles enga­ como si fuera algo exclusivo del creyente; pero no es menos cierto que
ños que esconde. ese influjo sobrenatural puede ser fermento de un humanismo más
Por eso el creyente descubre en el mensaje revelado no sólo el auténtico y profundo. Cuando la fe nos abre a un horizonte desconoci­
impulso dinámico de la motivación, sino la luz que a veces confirma do e inabordable, que la inteligencia humana nunca habría podido_des­
de manera explícita sus propias conclusiones y las corrige de sus adhe­ cubrir ni sospechar, aparecen nuevos criterios de preferenci� que no se
rencias negativas. Lo que el Vaticano I afirma sobre la necesidad de la dan de ordinario en los esquemas racionales.
revelación para el conocimiento natural de Dios podría aplicarse de la
misma manera al tema que ahora nos ocupa. Para descubrir los valores
éticos más fácilmente, con una mayor certeza y sin mezcla de error, es La nueva antropología sobrenatural
conveniente también esta otra iluminación sobrenatural. No es que
busquemos en la Escritura una solución concreta para nuestros proble­ Aunque la teología sea un intento de hacer razonable la dimensión tras­
mas actuales, pero sí que nace de ella como un instinto peculiar, una cendente, como decía san Anselmo, sus misterios escapan por comple­
especie de sintonía de fondo que puede impregnar al cristiano y dotar­ to a nuestra razón. Su credibilidad radica en la autoridad de Dios que
le de una transparencia y lucidez peculiares. Cuando el Concilio, al los revela y no pretende engañarnos. Pero a partir de ahí no cabe otra
afrontar los problemas más urgentes de la humanidad, se siente «guia­ explicación que pueda hacerlos comprensibles. Esta mirada trascen­
do por la luz del Evangelio y de la humana experiencia» (Gaudium et dente posibilita una cosmovisión que densifica y enriquece cualquier
Spes, 46), parece defender esta misma orientación. otra perspectiva humana. Entre estos misterios, ya que no es posible
una visión más detallada, quiero fijarme en tres, por su mayor reso­
No es fácil descubrir con la pura razón algunos valores éticos como nancia en la praxis del cristiano.
el perdón de los enemigos, el compromiso y la solidaridad con los más El Dios que nos había hablado «muchas veces y de muchas mane­
necesitados o la relatividad de los bienes materiales. La conducta y el ras» nos ha dado su palabra última y definitiva por medio de Jesús (Hb
mensaje de Jesús tienen sin duda en estos, como en otros puntos, una 1,1-2). A través de esa revelación progresiva, llegamos alconocimien­
función iluminadora. Cualquiera que conozca su enseñanza y el testi­ to de ciertos aspectos que forman el núcleo fundamental de nuestra fe.
monio que ofreció con su vida queda convencido de la verdad y gran­ La gran epifanía desde el comienzo, que Jesús va a confirmar con su
deza de sus valoraciones. El discípulo de Jesús no necesita pensar mu­ predicación y que la comunidad primitiva recoge en sus enseñanzas,
cho con la mente para devolver mal por bien. El ejemplo de su Maestro consiste en presentamos el rostro de Dios como Padre. Toda la misión
le estimula y le confirma en la verdad del camino emprendido. de Cristo se centra en esta tarea: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre,
De hecho, la cultura de Occidente, como han notado algunos his­ ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
toriadores, recibió un fuerte influjo del cristianismo. Incluso a un nivel quiera revelar» (Mt 11,27). Su amor gratuito a todas las personas, sin
individual, el encuentro con los valores lo ha tenido antes el creyente distinción de ninguna clase (Mt 5,43-45; Le 7,33-50), ofrecido con
en el ámbito de la fe que en el de su reflexión racional y personaliza­ anterioridad a cualquier mérito, como vimos en las parábolas del capí­
da. Las normas fundamentales de la ética, para quienes nacieron en una tulo anterior, dispuesto al perdón todas las veces que sea necesario (Mt
familia cristiana, se transmitieron en la educación dentro de un clima 18,21-35), lleno de gozo y alegría por la conversión de un pecador (Le
religioso, aunque después se haya buscado una explicación racional. Y 15,1-32), dispuesto a querernos de forma incondicional (Le 7,36-50),
es que, cuando se integran las enseñanzas y los testimonios evangéli­ sobre todo cuando más incapaces y pobres nos sentimos (Le 7,18-23),
cos, aumenta la sensibilidad interior para captar el mundo de los valo­ etc., manifiesta una imagen muy diferente de la de cualquier filósofo
res éticos. que reflexione sobre el Absoluto. Dios es Padre por encima de todo, y
242 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ESPECIFICIDAD DE LA ÉTICA CRISTIANA 243

el creyente puede dirigirse a Él con la misma expresión oída en labios cunda. Cristo mostró su mesianidad realizando múltiples signos para
de Jesús -Abba (Me 14,36)-, que manifiesta la confianza y familiari­ liberar a la persona de toda clase de males. Con ello no promete una
dad con que podemos tratarlo. Cristo, como imagen e icono perfecto felicidad humana, como si el cristiano estuviera libre de las amenazas
del Padre, es el único que nos lo puede revelar. y calamidades que pesan sobre los demás. Como cualquier otro ser,
Esta filiación ha transformado la naturaleza humana, creando una sentirá también en múltiples ocasiones las dificultades de la vida.
nueva antropología sobrenatural que hace también del ser humano un Un creyente, sin embargo, nunca podrá excluir el cuidado amoro­
pequeño icono de Dios. La gracia no sólo nos regenera en una especie so de Dios sobre sus criaturas, pero es consciente de que tal amor es al
de nuevo nacimiento, sino que nos fortalece y ayuda a superar las debi­ mismo tiempo misterioso y desconcertante, ya que su gobierno provi­
lidades e incoherencias introducidas por el pecado. La fuerza del cris­ dente actúa a través de múltiples mediaciones humanas. La omnipo­
tiano no radica en su esfuerzo o en su buena voluntad, pues «llevamos tencia de Dios que proclamamos en el Credo es un atributo del
este tesoro en recipientes de barro» (2 Cor 4,7). Hay un poder por enci­ Creador, que ha sacado toda la realidad existente de la nada. Allí donde
ma de nosotros que nos alienta y estimula cuando se siente la propia antes de la creación no se daba nada más que su presencia absoluta,
incapacidad frente a cualquier exigencia. El «yo sé bien de quién me dejó espacio para que otros seres pudieran existir. Este gesto de gene­
he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para ase­ rosidad, en ordeñ a compartir su vida con otras muchas, es ya una auto­
gurar hasta el último día el encargo que me dio» (2 Tim 1, 12) es una limitación voluntaria, porque a todo lo que había salido de sus manos
experiencia que descubre la fe y renueva la ilusión, a pesar de las difi­ lo dotó de una cierta autonomía. Desde ese momento, su poder quedó
cultades e intentos fracasados. sometido a los límites que él mismo marcó a sus criaturas, y ya no
La palabra de Dios nos abre, como último aspecto que deseo apun­ podrá interferir de manera constante y milagrosa en los procesos natu­
tar, a una dimensión escatológica. No se trata de un engaño infantil ni rales ni en la voluntad libre que impuso a la creación.
de un sueño de omnipotencia, aunque estos mecanismos también pue­ Si el Hijo, al encamarse, se despojó de su condición divina para
dan actuar. Para el cristiano no termina todo con la muerte, ya que la hacerse uno de tantos (Flp 2,6-8), el Padre, al crear, renunció también
revelación es muy clara y explícita en este punto: hay un más allá, defi­ a una omnipotencia absoluta, si no quiere arrepentirse de su proyecto
nitivo y eterno, hacia el que caminamos a lo largo de nuestra existen­ creacional. Tiene, por tanto, que respetar las leyes de la naturaleza,
cia. Lo cual significa que la vida sólo adquiere un sentido pleno e ínte­ aunque se vuelvan contra el bien del hombre, provocando múltiples
gro cuando se enfoca con esta visión trascendente, sin que ella elimi­ catástrofes. Y ha de respetar la libertad humana, que determina otras
ne el compromiso y la entrega a las tareas de este mundo. Negar este muchas tragedias. Lo cual no significa que sea lejano e indiferente a
dato supone destruir en un aspecto básico el conjunto de la revelación. nuestras inquietudes, pero tampoco interviene con su poder, fuera de
Todas estas verdades no son algo abstracto y especulativo, sin rela­ casos muy excepcionales, para impedir su actuación a todas las causas
ción alguna con la actuación de la persona. Quien las acepta y asimila segundas. Por eso es muy difícil comprender la coexistencia de un
experimenta una renovación interior que le hace afrontar la realidad amor omnipotente, que podría solucionarlo todo, con el mundo de
con un talante diferente. Tampoco es posible enumerar todas las con­ dolor y calamidades que nos rodea.
secuencias, y me limito a ofrecer las más importantes. La alegría cristiana tiene otro contenido diferente. A ese Dios des­
pojado aparentemente de un poder sin límites, en el fracaso y muerte
La esperanza que llena de ilusión la existencia del creyente de Jesús -como en tantos fracasos y muertes humanas-, la Iglesia lo
proclama pantocrátor, como el que lo gobierna todo, como el que tiene
La fe no sólo tiene la capacidad de iluminar y confirmar los valores en el universo en sus manos. Pero su omnipotencia permanece escondida
función del proyecto definitivo, sino que llena de ilusión y esperanza en el misterio de su amor mientras caminamos por el mundo. Su fuer­
la vida entera del creyente. La providencia de Dios es universal, aun­ za aparecerá algún día, cuando descubramos que nada escapó a su pro­
que misteriosa, pues actúa a través de múltiples mediaciones humanas, videncia y que el triunfo final está asegurado por su promesa inque­
pero provoca un convencimiento de que todo tiene sentido, ya que nin­ brantable. Será el momento de la consumación definitiva, cuando Dios
guna realidad, por muy negativa que sea, termina siendo estéril e infe- sea todo en todos (cf. lCor 15,24-28).
244 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ESPECIFICIDAD DE LA ÉTICA CRISTIANA .245
Mientras tanto, nos queda la esperanza. El Dios que acogió el fra­ Padre del cielo» (Mt 5,43-48; Le 6,27-36). Nuestra actitud ante el her­
caso y la muerte de Jesús para resucitarlo del sepulcro nos enseña _ que mano va a revelar mejor que cualquier otra práctica, por muy religiosa
la cruz no es su palabra definitiva. Desde ese momento hace posible, que sea, nuestra sinceridad ante Dios, pues «quien no ama a su herma­
aunque no lo comprendaIJ?-OS �ácilment�,. qu� ninguna realidad, por no, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn 4,20).
muy negativa que sea, termma siendo estenl o mfecunda. Incluso cuan­ Quien se acerque a la revelaéión, vea la conducta de Jesús o escu­
do el dolor se presenta por causas naturales e imprevistos absurdos, no che sus enseñanzas, para encerrarse después en un espiritualismo indi­
hay que pensar que sea necesario para la salvación. Sería como decir vidualista que sólo se preocupa de la propia perfección, ha tenido una
que Dios exige la sangre y el sufrimiento hu_m_ano para oto�gar s? gra­ experiencia engañosa y mutilada. El compromiso frente a las urgencias
cia y amistad. Y un ser que se muestra tan sadico en sus exigencias no y necesidades de los demás es el criterio por antonomasia del discer­
invita al cariño ni refleja la misericordia del Padre, que hace nacer el nimiento, porque «cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más
sol sobre buenos y malos. La cruz seguirá siendo un misterio; pero pequeños, a mí me lo hicisteis... y cuanto dejasteis de hacer con uno de
desde que el Padre acogió al primer crucificado, su corazón quedó estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo» (Mt
abierto también a todos los crucificados del mundo. Con ello no pro­ 25,40.44). El tema es suficientemente conocido como para insistir más.
mete una simple felicidad humana, como si el cristiano estuviera li�re Lo importante es caer en la cuenta de esta actitud que también dina­
de todas las calamidades que amenazan al hombre. Como cualqmer miza y orienta las decisiones del cristiano.
otra persona, sentirá en múltiples ocasiones 1� angustia del v�vir, p�ro
con su fe vislumbrará un sentido que a lo me3or no capta de mmedia­
to, como el grito desgarrador de Cristo en el calvario, pero que está La necesidad de una asimilación
garantizado por el hecho de la resurrección.
Todo esto, en teoría, parece innegable y evidente; pero hay que reco­
nocer, si somos sinceros, que semejante predisposición no está muchas
El prójimo como sacramento veces asimilada. Para muchos cristianos, los datos de la revelación se
reducen al simple conocimiento intelectual de estas verdades, sin nin­
Otro aspecto de singular importancia se deriva del mensaje revelado. guna posterior influencia eficaz en su discernimiento ético. En estos
La moral que se centra en la propia realización, sin abrirse a la comu­ casos, la ayuda de la fe es demasiado extrínseca y no tiene mayor rele­
nión con los demás, nunca podrá adjetivarse como cristiana. El evan­ vancia práctica. La supuesta lucidez y sensibilidad desaparece por esa
gelio nos presenta al ser humano como un verdade�o sac:amento, un falta de integración y convencimiento interior.
lugar de cita privilegiado para· encontrarse con Dios. Si _ de algun_a Más aún, habría que añadir, como apunté antes, que ni siquiera con
manera se ha convertido también en icono del Padre, reflejo y mam­ esa actitud religiosa, por muy buena voluntad y honradez que encierre,
festación de su amor, la dignidad humana queda aún más enalteci�a se . garantizan todas las valoraciones posteriores. La Iglesia, como
por esta singular vocación. El respeto a la persona, c?n t_odas sus de�1- comunidad de fe que busca los valores morales, y hasta los santos den­
vaciones, o la igualdad de todos los seres como depositarios d� }as mis­ tro de ella, como testigos de Dios más iluminados, han defendido con­
mas exigencias y derechos, encuentran aquí una confirmac��n y un ductas que hoy no se valoran como tan humanas y evangélicas, o han
motivo complementario para su defensa. Formamos una fam1ha en la condenado otras que se han permitido con posterioridad; Tales situa­
que deben imperar la comprensión, el perdón y el cariño... «como ciones no se debían a la opacidad de juicio o a la perversión de la
vuestro Padre es compasivo» (Le 6,36). voluntad, ya que había un deseo sincero de encontrar la verdad del
Es más, Dios se identifica de tal manera con la persona, sobre todo comportamiento, sino a la complejidad de un análisis que se encontra­
con la más pobre y necesitada, que cualquier atentado contra ella se ba condicionado por otros factores, aunque quisieran partir de las raí­
convierte en una negativa a su amistad. El Evangelio proclama como ces más evangélicas. Era lo que parecía mejor, teniendo en cuenta
núcleo central de todo su mensaje el agape fraterno, que ha de exten­ todos los elementos de aquellas circunstancias concretas. Después, con
derse incluso a los propios enemigos, «para que seáis hijos de vuestro una cierta perspectiva histórica para analizar el pasado, se comprende-
246 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA ESPECIFICIDAD DE LA ÉTICA CRISTIANA . 247
rán mejor todos los condicionantes y dificultades que no se advertían Duouoc, Ch., «Cruz de Cristo y sufrimiento humano»: Concilium
119
en aquella situación, de la misma manera que la historia se encargará (1976), pp. 403-413
de hacer una valoración más objetiva de todos los que ahora pesan DE LocHT, P., «Comportamiento ético e identidad cristiana»: Concilium 2
16
sobre nosotros, aunque pretendamos realizarlo a la luz de la fe y con (1988), pp. 281-290.
criterios evangélicos. GELABERT, M., «Ética y vida teologal»: Teología Espiritual 36 (1996)
La vida cristiana será, pues, un auténtico humanismo. Su dimen­ pp. 299-315.
sión escatológica le impide una visión inmediata y reducida al tiempo GESCHÉ, A., Dios para pensar, I, Sígueme, Salamanca 1995, pp. 233-26
8.
presente, pues el futuro último del ser humano encierra una trascen­ GóMEZ CAFFARENA, J. «Sobre la aportación cristiana a la ética»: Pastora
l
dencia definitiva. Y si este lado más oculto relativiza de alguna forma Misionera 176 (1991), pp. 43-52.
la construcción y perfeccionamiento de la realidad terrestre y de los LADA�IA, �.F., «El hombre, cread? a imagen de Dios», en (B. Sesboüé
valores actuales, también despierta las exigencias más profundas de un Hzstona de los Dogmas, II, S1gueme, Salamanca 1996, pp. 75-115.[dir. ])
amor que se entrega íntegramente a las tareas y necesidades de este LAZCANO, R., (dir.), _Dios, nuestro Padre, Estudio Teológico San Agustí
n,
mundo. El Evangelio no absorbe los valores naturales en la trascen­ Madrid 1999.
dencia de lo escatológico, ni tampoco se pierde en la inmanencia de un LIBANIO, J.B., «Utopía y esperanza cristiana»: Selecciones de Teolog
ía 30
proceso puramente histórico y actual. Dios envía al hombre a su que­ (1991), pp. 176-184.
hacer humano, no para que edifique otro mundo al lado del mundo en SÁNCHEZ GONZÁLEZ, J., «Cómo presentar los valores cristianos en una
socie­
que vivimos -Jesús ha redimido con su muerte la creación entera-, dad pluralista»: Moralia 29 (1997), pp. 145-150.
sino para que encuentre en él su vocación auténticamente humana, SICRE, J.L., «La preocupación por la justicia en el antiguo Orient
e»:
aunque no podrá realizarse por completo dentro de los límites tempo­ Proyección 28 (1981), pp. 3-19 y 91-104
rales. Por la fe, la ética recibe la energía creadora de un amor sobrena­ TORRES QUEIRUGA, A., Recuperar la creación, Sal Terrae Santander
' 1997'
tural, que radicaliza con más fuerza las exigencias de cualquier ética 109-160.
humana. Así, el deseo de responder a la llamada de Dios y de seguir a VARONE, F., El Dios "sádico". ¿Ama Dios el sufrimiento?, Sal
Terrae,
Jesús no disminuye, sino que incrementa y fortalece la ilusión de rea- Santander 1988.
. !izamos como personas desde ahora. VIDAL, M., Nueva Moral Fundamental. El hogar teológico de la
ética
Vivir como cristiano supone, pues, una vida auténticamente huma­ Desclée de Brouwer, Bilbao 2002, pp. 27-282.
na; y una vida auténticamente humana debe estar ya muy cercana a Vv.AA., «El enigma del dolor. ¿Por qué nos angustiamos los human
os?»·
. .
Dios. Si la fe no cambia los valores éticos, sí produce, sin embargo, un Biblia y Fe 62 (1995).
nuevo estilo de vivirlos en un clima de libertad y de relaciones fami­ Vv.A�., Jesucristo, revelador de la verdad del hombre: Diez tesis antrop
oló­
liares con Dios. Este aire de familia crea una connaturalidad en el gicas para la nueva evangelización, Edice, Madrid 1997, pp. 121-153.
conocimiento del bien que lleva incluso a la superación de la moral. YÁÑEZ, �-�-, Esperanza y �ol�daridad. Una fundamentación antrop
ológic
teologzca de la moral cristiana en la Obra de Juan Alfara Universidad o­
Comillas, Madrid 1999. de
***

Bibliografía
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de Teología Moral, San Pablo, Madrid 1992, pp. 600-609.
BüHLER, P., «La identidad cristiana. Entre objetividad y subjetividad»: Conci­
lium 216 (1988), pp. 181-194.
LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS 249

Todo grupo que busque una cierta estabilidad y permanencia re­


quiere además, por este motivo, un mínimo de institucionalización. Es
la única forma de vincular a los individuos, que desean comprometer­
se para tener todos una misma finalidad y conocer, por otra parte, los
medios concretos para conseguirla. Una promesa privada o la buena
voluntad serán suficientes para mantener una cohesión individual y
13 bastante limitada; pero aplicar estos criterios cuando se trata de llevar
adelante una tarea mucho más amplia, estable y universal, no deja de
Libertad y discernimiento ser una ingenua ilusión. La institucionalización tiene también sus peli­
de los hijos de Dios gros cuando se esclerotiza e impide el dinamismo y la evolución de la
vida, pero, a pesar de estos riesgos, ofrece siempre una garantía mayor
y más eficaz que el simple compromiso de palabra. La ley manifesta­
Valor psicológico y comunitario de la ley ría, en este caso, esas reglas fundamentales que identifican a los miem­
bros de una determinada sociedad y que deberán ser respetadas por
Todos los psicólogos insisten en que desde el comienzo de la vida el todos cuantos deseen formar parte de ella y colaborar en la realización
ser humano necesita de la ley. Nadie madura ni se humaniza cuando se de una tarea específica. Sin esta legalización, con. todo lo que ella com­
deja llevar exclusivamente por sus propios gustos. Es el principio de la porta, no es posible otorgar existencia jurídica a los proyectos de nin­
realidad, que configura nuestro mundo pulsional, anárquico y caótico gún grupo. Y la experiencia está ahí para demostramos que sólo por
por naturaleza, para hacer posible el paso a un nivel cultural donde la este camino hay esperanza de continuidad.
conducta no está regida únicamente por el principio del placer o del
capricho interesado. La ley, simbolizada en la figura del padre, limita Dimensión religiosa
y coarta la espontaneidad instintiva del niño, para introducirlo en un
mundo diverso, en el que predominan otros criterios que regulan el Desde una perspectiva religiosa, la ley encierra también un valor de
comportamiento. La norma exterior, con su dosis de coactividad y vio­ extraordinaria importancia y profundidad, pues era la memoria y el
lencia, aparece entonces como un elemento pedagógico insustituible recuerdo constante, que resonaba en el corazón del judío piadoso, de
para la maduración de la persona. Cualquier esfuerzo por liberarse de un hecho tan asombroso y desconcertante como el de la alianza de
esta exigencia repercutiría negativamente en su propio psiquismo. Dios con su pueblo elegido. Un gesto inaudito y del que nunca podrá
Esta misma ley es una exigencia que brota también de la dimensión olvidarse, porque formará parte definitivamente de su propia historia y
comunitaria de la persona: El ser humano, de ordinario, no vive como marcará de manera significativa su propia identidad: «¿qué nación hay
un eremita solitario en el desierto, sino que su vida se desarrolla en tan grande cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta
relación y contacto continuo con los demás. Su conducta debe tener en Ley que yo os expongo hoy?» (Dt 4, 7).
cuenta los derechos y obligaciones de cada uno para que sean posibles Es comprensible, por tanto, que la ley no despertara ninguna agre­
la convivencia social y el respeto mutuo. La ley marcará los límites que sividad o rebeldía, sino que se convirtiera en una realidad sagrada,
defienden tales espacios, con el deseo de que la instintividad o los inte­ digna de veneración y agradecimiento. Tenía un carácter sacramental,
reses individuales se configuren de acuerdo con el bien común y no como símbolo de la presencia y cercanía de Yahvé, que nunca abando­
sólo en función de las propias apetencias. Someterse a tales obligacio­ naría a los que así había amado. Por eso, cuando en el destierro se
nes es un camino de maduración y equilibrio personal y una forma de encontraban sin Templo, la conservaron como signo inequívoco de su
colaborar a la armonía del grupo. La liberación de este imperativo destino histórico. Era una evocación permanente de todas las maravi­
desembocaría en un capricho infantil o en un anarquismo sin sentido. llas que Dios había realizado con ellos.
Cualquier persona sensata aceptará con gusto esta función, aunque Con razón, los judíos no experimentaban ninguna dificultad en
limite algunas de sus posibilidades. aplicar a la ley, vivida en toda su riqueza simbólica y espiritual, la afir-
250 H ACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS .251

mación que aparece en el prólogo del evangelio de san Juan referida al en cada una de las obligaciones morales que se experimentan en lo más
Logos: «En el comienzo existía la ley». La doctrina del judaísmo rabí­ profundo del corazón. Esta llamada resuena con un eco perfecto en la
nico· quedaría expresada con toda su fuerza y estima en aquella frase interioridad de la propia conciencia que nos hace presente su voz.
del sermón de la montaña: «mientras duren el cielo y la tierra, no deja­ Sin embargo, y a pesar de todas.estas alabanzas psicológicas, co­
rá de estar vigente ni una i ni una tilde de la ley sin que todo se cum­ munitarias y religiosas, cuya objetividad nadie niega, la ley ha sido
pla». (Mt 5,18). Aquí también, la lucha por sentirse liberados de ella también objeto de importantes críticas desde esas mismas ópticas. El
destruiría, en este caso, la identidad religiosa del pueblo elegido. cumplimiento de la ley ha tenido siempre el peligro de inclinarse hacia
No es extraño, por tanto, que este aprecio de la ley se haya mante­ un legalismo que psicólogos y profetas de todos los tiempos no se han
nido en la espiritualidad cristiana. Si la moral nos enseña no sólo a rea­ cansado de condenar. Podríamos afirmar, sin miedo a equivocarnos,
lizarnos como personas, sino a vivir como hijos de Dios y responder a que la raíz de muchos conflictos humanos y espirituales encuentra aquí
su palabra, lo más importante para la vida del creyente es encontrarse su más profunda explicación. La no aceptación de sí mismo, con. la
con la voluntad del Señor en un clima de fe, hacerse dócil y obediente consiguiente intolerancia que afecta también a los demás, y el fariseís­
a esa llamada que nos viene de arriba. De ahí, la pregunta básica y fun­ mo del hombre piadoso tienen mucho que ver con la forma de relacio­
damental, en el campo de la praxis, de cómo es posible el descubri­ narse con la ley, como ya hemos apuntado en capítulos anteriores.
miento de esa vocación. La respuesta más común y ordinaria remitía de La observancia ha degenerado a veces en una infantil búsqueda de
nuevo a la moral: cumpliendo con los preceptos y normas de conduc­ seguridad que elimina otras preocupaciones y responsabilidades; ha
ta, expresamos nuestra obediencia a Dios. De esa manera la ley se man­ servido como instrumento para obtener el aprecio y la estima de los
tenía como la señal más universal y explícita de su soberana voluntad demás, que lo ofrecen como recompensa a quienes obedecen y aceptan
y manifestaba el camino más corto y evidente para conocer sus desig­ lo que está mandado; sirve para satisfacer nuestro propio narcisismo
nios concretos sobre cada persona. Vivir cristianamente equivalía al cuando queremos responder a un yo ideal y perfeccionista, que no tole­
cumplimiento lo más exacto posible de los valores e imperativos éticos. ra ningún desajuste entre lo que nos exige y lci que somos; y hasta se
De ahí la excesiva y hasta ansiosa preocupación de los cristianos pretende con ella obtener la salvación, intensificar la amistad con Dios
por las obligaciones y leyes morales, tal como se expresaban en los y hacer presente el reino de Dios entre nosotros.
catecismos y libros de texto. Se quería describir en ellos lo bueno y lo Nadie está exento de estas desviaciones, que nacen de un legalis­
malo, con sus fronteras y sus límites perfectamente definidos, para mo que no tiene valor humano ni religioso alguno. En este sentido, la
saber cómo acercarse al Señor y evitar su lejanía por causa del pecado. liberación de la ley se impone como una exigencia ineludible para vivir
En caso de duda, se acudía al técnico para que él explicara el alcance nuestra condición de personas y de cristianos. Pero, sobre todo, cuan­
y contenido de las diferentes obligaciones. Sólo así se obtenía la certe­ do se busca cómo descubrir en serio la voluntad de Dios y cuál es la
za de conocer con exactitud la divina voluntad. Las alabanzas a la ley metodología cristiana para conseguir esa meta, ni la moral ni la ley
y la invitación a su más estricta observancia encontrarían aquí su jus­ constituyen la mejor manera de alcanzar ese objetivo. Sólo un discer­
tificación humana y espiritual. La ascética religiosa ha subrayado nimiento espiritual auténtico capacita de veras para una finalidad como
siempre este aspecto, aunque en algunas ocasiones lo haya hecho con ésta, por dos razones fundamentales que vamos a explanar.
excesivo énfasis, y en otras no siempre por motivaciones transparentes
y desinteresadas.
La vocación cristiana a la libertad
Los riesgos de un legalismo En primer lugar, conviene insistir con fuerza en un aspecto demasiado
olvidado de nuestra praxis cristiana. La economía de la salvación se
No pretendo negar que semejante presentación sea verdadera en su caracteriza por situar al creyente en un clima de relaciones familiares
conjunto, sobre todo si se enmarca en un contexto mucho más matiza­ con Dios; Jesús ha venido para darnos la gran noticia, que nos abre a
do. Sin la menor duda, el querer de Dios se nos hace cercano y presente un horizonte insospechado: somos hijos de Dios, y por eso, desdé lo
252 H ACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTIC A CRISTIANA LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS 253

más hondo del corazón, nace una exclamación jubilosa: ¡Abba! (Cf. rica resulta bastante comprensible. Y no es extraño que desde entonces
Gal 4,7). Con la misma palabra que tantas veces oyeron a Cristo en su la misma literatura rabínica no haga mención alguna de Pablo o lo con­
oración, el cristiano puede ahora dirigirse al Señor. Y en una familia sidere como un auténtico hereje y cismático. Nó en vano, su pensa­
donde las relaciones deben ser afectivas y cordiales, lo que prevalec� miento chocaba de frente contra uno de los puntos básicos en la teolo­
como factor más importante no será nunca la ley, sino el amor que la gía de aquel tiempo.
supera y trasciende. De ahí el grito incontenible de Pablo cuando A pesar de ello, podemos catalogar de intransigente su postura,
recuerda a los cristianos su auténtica vocación: «Vosotros, hermanos pues se trataba de un punto donde no cabían concesiones ni benévolas
habéis sido llamados a la libertad» (Gal 5,13). Sus palabras no se pue� tolerancias de ningún tipo, si se trataba de defender lo más específico
den interpretar como si fueran un género literario o un simple recurso de la experiencia cristiana. El cariño y la comprensión no debían disi­
oratorio. Son ideas que el apóstol explicita de manera constante y con mular lo más mínimo un aspecto tan importante de la fe. El episodio
un lenguaje muy claro, pues no sólo las tiene profundamente asimila­ de Antioquía revela esa actitud inquebrantable frente a la conducta más
das, sino que siente la obligación de proclamarlas como parte funda­ ambigua del mismo Pedro, que no tuvo el suficiente valor para enfren­
mental de su trabajo misionero. tarse a los partidarios de la circuncisión. No podía tolerar que algunos
Jesús aparece en su teología como el gran libertador. Nos ha resca­ falsos hermanos, como intrusos, quisieran privar de esa libertad a los
tado de la esclavitud del pecado para que, a pesar de ese misterio de cristianos para esclavizarlos de nuevo con el yugo de la ley: «ni por un
iniquidad que domina sobre la creación entera, el hombre pueda reali­ instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros
zar el bien; nos ha librado de la muerte, sembrando una nueva espe­ la verdad del Evangelio» (Gal 2,5). Es una doctrina que. va a mantener
ranza que vence y supera la finitud de nuestra existencia; y nos ha dado siempre con una coherencia absoluta.
una última y definitiva victoria, pues él también «nos rescató de la mal­ Que la doctrina paulina sobre la libertad de la ley fue captada en
dición de la ley» (Gal 3,13). Todo régimen legal ha caducado definiti­ todo su radicalismo se deduce de los intentos que desde el comienzo se
vamente con la venida de Cristo y ha sido sustituido por otro régimen produjeron por suavizar su pensamiento. No sólo hubo copistas bien
de relaciones familiares: «...envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, intencionados que, por su cuenta y riesgo, quisieron limar las afirma­
sometido a la Ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para ciones que juzgaron exageradas, sino que, incluso en épocas recientes,
que recibiéramos la condición de hijos» (Gal 4,4-5). En la economía se han ofrecido interpretaciones que desvirtúan su auténtica originali­
actual de la salvación no existe nada más que una doble alternativa, sin dad y fuerza. Y es que la aceptación de este mensaje no fue ni ha sido
ningún término medio que suavice su radicalismo: o vivir en un régi­ nunca fácil, pues la tentación de acudir a la ley para encontrar en ella
men de esclavitud que nos somete a su imperio -«Porque todos los que la salvación y la seguridad de un guía certero ha sido demasiado fre­
viven de las obras de la ley incurren en maldición»: Gal 3, 10-, o seguir cuente en todos los tiempos. Si sus afirmaciones admitieran una inter­
a Cristo para liberarnos de esa maldición, pues «si sois guiados por el pretación reductora y suavizada, no habrían sido motivo de escándalo
Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gal 5,18). ni habrían provocado tanta crítica y discusión .

Interpretaciones defectuosas
El escándalo de un mensaje
Para algunos, el término «ley», haría referencia exclusiva, en los escri�
El evangelio de la libertad fue motivo de escándalo para la gente pia­ tos de Pablo, a todo el conjunto de prescripciones, ritos y observancias
dosa de aquel tiempo. Convertirse al cristianismo suponía renegar de propios del Antiguo Testamento, que perdieron definitivamente su
una tradición sagrada en la que el judío había sido educado. Las diver­ validez con la venida de Cristo. Un mundo de preceptos y normativas
sas sectas rivalizaban en su adhesión más incondicional a la ley y no secundarias que fue eliminado por la superioridad y plenitud del
podían comprender que un verdadero israelita se atreviera a defender evangelio.
una doctrina tan contraria a esta observancia religiosa. La reacción del La explicación resulta, a primera vista, coherente y comprensible,
pueblo, frente a un movimiento que rompía su propia identidad histó- pero no habría suscitado tanta oposición si el objetivo de tal libertad
254 HACIA UNA NUEVA V ISJÓN DE LA ÉT ICA CRISTIANA LIBERTAD Y DISCERNIMIEN T O DE LOS HIJOS DE DIOS 255

hubiera sido tan sólo la eliminación de unos cuantos preceptos, aunque equivocadas que algunos pretendieron deducir de su enseñanza. El
alguno de ellos fuera tan estimado y tradicional como el de la circun­ «todo me es lícito» (1 Cor 6,12) podía servir de justificación para com­
cisión. Además, las afirmaciones del mismo Pablo no permiten esta portamientos inaceptables, como si el sentirse liberado de la ley se
exégesis tan poco objetiva. Cuando les dice a los cristianos que «ya no convirtiera en un camino de inmoralidad que justificara la gula y la
estáis bajo la ley» (Rom 6,14) o que «quedasteis muertos con respecto lujuria. Y el desenfreno no es la meta de esta liberación, pues, aunque
a la ley» (Rom 7,4) no se refiere exclusivamente a la ley judía ya cadu­ todo me esté permitido, «¡no me dejaré dominar por nada! (ibid.).
cada, sino que lo aplica también, y de una manera explícita, a un pre­ Otros muchos, amantes y defensores de la ley, querían conservar, por
cepto tomado del Decálogo, como el «no desearás». Es decir, la mal­ el contrario, la fidelidad más absoluta a las tradiciones de sus mayores,
dición y esclavitud de la que Cristo nos ha liberado incluye cualquier y ya sabemos con qué energía se opuso Pablo a las prácticas judaizan­
tipo de ley, aun la más sagrada y obligatoria. tes que empezaron a introducirse dentro incluso de las comunidades
No es tanto su contenido de mayor o menor trascendencia, sino el cristianas.
significado general, lo que plantea el problema. Numerosos pasajes Y entre estos extremismos radicales no faltaban quienes confun­
demuestran que Pablo emplea el término nomos, con o sin artículo, dían el mensaje de la libertad con un cambio sociológico que los con­
para designar a la ley como tal, que se caracteriza por ser un manda­ virtiera en ciudadanos libres para escapar de su condición de siervos
miento exterior al hombre (cf. Rom 3,27.31; 5,20; 13,8, etc.). Sus esclavizados (1 Cor 7,21-24), o se apoyaban en él para actuar sin nin­
expresiones demuestran que no hace distinción alguna entre los pre­ guna discreción, olvidando el bien de los otros (1 Cor 8,9). Pablo no
ceptos intangibles, como el Decálogo, y las otras leyes y preceptos era un iluminado ingenuo, que desconociera la situación de pecado que
secundarios. La ley es un todo integral que revela la voluntad de Dios atenaza a los seres humanos y los condiciona en su interior. Ni preten­
sobre la humanidad, de la misma manera que para el judío piadoso día liberarse, como el adolescente que busca su independencia, en un
tampoco cabían distinciones jurídicas entre mandatos más o menos gesto de regresión, como si no tuviera ningún sentido y se pudiera vivir
importantes. La observancia constituía siempre la única respuesta posi­ con absoluta autonomía. La esencia de su pensamiento nos hará com­
ble, pues, por muy onerosa y pequeña que fuese, era un motivo de gozo prender cómo su enseñanza continúa siendo aplicable a nuestra situa­
responder con absoluta fidelidad al Dios de la alianza. ción actual.
La ley era para él el símbolo de toda normativa ética impuesta La libertad de la ley tenía para él un sentido fundamentalmente
desde fuera a la persona. El que vive en función de ella no ha penetra­ soteriológico. Lo• que no podía tolerar, de acuerdo con la teología
do todavía en la esfera de la fe ni se encuentra vivificado por la pre­ vigente entre los fariseos e incluso entre los humildes fieles de
sencia del Espíritu. Su vida se mantiene todavía en una situación infan­ Qumran, es que la salvación ofrecida por Dios fuera fruto y conse­
til, ya que «la ley fue nuestro pedagogo hasta Cristo» (Gal 3,24). Por cuencia de los méritos personales, obtenidos con nuestra obediencia y
eso el que permanece protegido por ella nunca será un verdadero hijo sumisión; ni que sólo cuando el hombre supera sus culpas e infidelida­
de Dios, «porque todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios des, con el cumplimiento escrupuloso de la ley, podrá sentirse salvado
son hijos de Dios» (Rom 8,14). Tal vez la traducción actual más exac­ y obtener la amistad divina. El esfuerzo individual conseguiría de esa
ta de su pensamiento, para comprender el choque que supuso con la manera lo que sólo se puede esperar como don y como gracia. Aquí
mentalidad de su época, sería afirmar que el cristiano es una persona radicaba el punto decisivo de toda su predicación. Para Pablo, al con­
rescatada por Cristo de la esclavitud de la moral, un ser que vive sin la trario que para toda la mentalidad judía, la ley queda despojada por
maldición de esta ley. completo de su carácter salvífica.

Otras conclusiones equivocadas La esencia del pensamiento paulino


Ya sé que esta afirmación puede resultamos aún demasiado descon­ Por la fe aceptamos que la justificación es obra exclusiva de la gratui­
certante y prestarse a múltiples equívocos y falsas interpretaciones. De ta benevolencia de Dios. Cualquier intento de alcanzarla por otro cami­
hecho, el mismo Pablo tuvo que luchar y corregir ciertas conclusiones no desemboca irremisiblemente en una autosuficiencia que nos hace
256 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LIBERTAD Y DISCERNIMIEN TO DE LOS HIJOS DE DIOS . 257
absolutamente impermeables a su gracia. Es una verdad latente en amor de Dios nos apremia» (2 Cor 5, 1 5). La conducta será ya una res­
todas las páginas de la revelación, como condición básica e insusti­ puesta de cariño agradecido, pero en la conciencia de que «todo lo
tuible : Dios nunca podrá estar cerca de quien se cree con méritos y esperamos de su gracia».
posibilidades.
Y es que, bajo el imperio del pecado que nos atenaza, la observan­
cia se vive como una garantía del premio, y todo cumplimiento desem­ La fuerza de un dina�ismo diferente
boca entonces en una pseudojustificación, como si la gracia pudiera
comprarse. Al liberarnos del pecado, nos rescata también de la muerte La libertad cristiana alcanza así su densidad más profunda. Vivir sin
y de esta maldición de la ley. El don del Espíritu es el signo de la nueva ley significa tan sólo que la filiación divina produce un dinamismo
economía. Animados por El, nuestra conducta se desarrolla con otra diferente, que orienta la conducta, no con la normativa de la ley, sino
actitud radicalmente distinta. La idea paulina sólo puede comprender­ por _la exigencia de un amor que radicaliza aún más el propio compor­
se teniendo en cuenta el trasfondo social, que sus contemporáneos tam1en�o. Para el cristi�no, �ivificado por el Espíritu e impulsado por
.
conocían a la perfección. la gracia mterna, no existe mnguna norma exterior que le coaccione o
Sabemos que en la antigüedad existían grandes mercados de escla­ que le sea impuesta desde fuera y ante la que se siente molesto. Poner
vos universalmente conocidos por el prestigio de su organización. Allí de nuevo la ley en el centro de su interés significaría la vuelta a un esta­
estaban los vendedores para ofrecer su mercancía, y los que necesita­ dio primitivo e infantil, pues «hemos quedado emancipados de la ley,
ban esclavos para ponerlos a su servicio, intentando cada cual obtener muertos a aquello que nos tenía aprisionados, de modo que sirvamos
las mejores condiciones. Con la compra, el esclavo quedaba en pro­ según un espíritu nuevo y no según un código anticuado» (Rom 7 6).
piedad exclusiva de quien sería en adelante su único dueño y señor. Sin La iluminación de la vida, para saber cómo actuar y comport�rse,
embargo, no eran raros los casos de liberación por filantropía y recom­ no se �f�ctúa ya por el conocimiento de unos principios éticos ni por
pensa. Al que había sido comprado se le entregaba después el título de ,
el anahs1s exacto y detallado de todos sus contenidos, sino sólo cuan­
hombre libre, que le situaba para el futuro en un nivel social diferente. do, movidos por la fuerza interior del Espíritu y libres de toda coacción
Ya nunca más sería esclavo, sino que gozaría de los derechos y prerro­ legal, nos dejamos.conducir por la llamada del amor. Este dinamismo
gativas de los demás ciudadanos. Algunos, no obstante, como respues­ �riginal y sorprendente es el que inventa la propia conducta del cris­
ta y agradecimiento a esta generosidad, permanecían voluntariamente tiano. El que tema vivir en este régimen de libertad no pertenece a la
al servicio del templo o de su señor, pero no ya como esclavos, some­ familia de Dios, donde la única ley existente está oculta en el-interior:
tidos a la fuerza, sino como personas jurídicamente libres que desea­ «pondré mi Ley en su interior y la escribiré en sus corazones, y yo seré
ban entregarse a esa tarea. su Dios y ellos serán mi pueblo» (Jer 31,33). .
En este contexto� Cristo aparece también como el gran mecenas El miedo y recelo existente a utilizar este lenguaje de la revelación
que, después de pagar el precio del rescate-«no os pertenecéis, ¡habéis es un indicio de la esclavitud de muchos cristianos, que la prefieren
sido bien comprados!»: 1 Cor 6,20-, nos libera del pecado, de la ley y para mayor seguridad y para eximirse de todo compromiso responsa­
de la muerte y nos otorga la más absoluta libertad respecto de cualquier ble. Y es que resulta duro comprender -tal vez porque no vivimos en
esclavitud. Como signo de amor y agradecimiento, el cristiano se con­ ese clima- que para los hijos de Dios no existe ya otra ley que la que
vierte, por su propia voluntad, en el esclavo del Señor. Una dinámica nace de dentro, como imperativo del amor, y que lleva a una vida moral
distinta -la que nace de su condición de ser libre- será la que oriente Y ho?esta: «proceded s�gú?- el Espíritu y no deis satisfacción a las ape­
en adelante su conducta. Sirve a Dios porque quiere, porque está lleno tencias de la carne... s1 sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la
de cariño y desea responder a quien tanto le ha amado con anteriori­ ley» (Gal 5, 16- 1 8). El «arna y haz lo que quieras» de san Agustín pare­
dad. De la misma manera que un individuo podía, mediante un contra­ ce todavía demasiado peligroso. Pero olvidarlo equivale a eliminar el
to especial, enajenar su libertad en beneficio de un amo o patrono a sentido más auténtico de la diaconía cristiana: «servíos unos a otros
quien se obliga a servir, el rescatado vive bajo la fuerza del Espíritu, por amor. Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto:
sin que ninguna norma exterior le coaccione desde fuera, porque «el Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gal 5, 14).
258 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉT ICA CRISTIANA LIBERTAD Y DIS CERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS 259

Más allá de las obligaciones generales ple cristiano, sin perder la gracia y la amistad de Dios. Lo menos que
debe decirse de este planteamiento es que semejante ética no merece
La ética, en segundo lugar, como ciencia de principios válidos para adjetivarse como cristiana y es ajena por completo a las enseñanzas
todas las personas que la aceptan, tampoco puede revelamos las obli­ radicales de la revelación. La distinción clásica entre preceptos y con­
gaciones concretas del cristiano en cada situación. Se necesita un per­ sejos estaba imbuida de esta mentalidad. Si los primeros eran obliga­
sonalismo más auténtico que rompa los horizontes minúsculos de una torios, estos últimos no constituían ninguna obligación, ya que no se
moral excesivamente legalizada. Tan erróneo y peligroso sería no imponen a todos los creyentes
encontrarle ningún sentido a la ley como creer que todo valor y obli­
gación ética debe tener su origen en ella. Existe una zona íntima y
exclusiva de cada persona, donde las leyes y normas universales no tie­ La búsqueda de lo que agrada al Señor
nen ni pueden tener entrada. Se trata de una esfera de la vida moral y a través del discernimiento
religiosa que, por el hecho de no estar reglamentada, no queda tampo­
co bajo el dominio del capricho ni de una libertad absoluta. Dios es el Si la moral, como insistimos en un capítulo anterior, es la ciencia que
único que puede penetrar hasta el fondo de esa intimidad, oculta a nos enseña a ser dóciles y obedientes a la Palabra, cualquier llamada
cualquier otro imperativo, para hacer sentir su llamada de manera per­ que de ella provenga, por muy privada y original que sea, creará de
sonal, exclusiva e irrepetible. inmediato una obligación de la que el cristiano tiene que s�ntirse res­
La negativa de esta posibilidad supondría la eliminación de una ponsable. Cuando Dios se acerca e insinúa su voluntad para llevar a
ética individual que, sin ir contra las leyes universales, nos afecta per­ cada uno por un sendero concreto, nadie puede excusarse alegando que
sonalmente e impone unos deberes que no nacen de la aplicación de tales exigencias no pertenecen al campo de la ética o no constituyen
· una ley, sino de la palabra de Dios escuchada en el propio corazón. verdaderos y auténticos imperativos, puesto que no son universales.
Incluso el núcleo más íntimo de cada persona queda, siempre sometido Una ética cristiana debería ser siempre una ayuda para descubrir esta
a su querer, pues sería absurdo e inadmisible que El no pudiera diri­ vocación personalizada. Pero cuando se trata de encontrarla, no basta
girse a cada uno nada más que como miembro de una comunidad, y no con el simple conocimiento y aceptación de todos los valores y princi­
de una forma única y exclusiva. pios éticos, incapaces, por su universalidad, de cumplir con una tarea
En la práctica, sin embargo, este personalismo ético quedaba muy semejante, sino que se requiere un serio discernimiento espiritual,
difuminado en nuestra moral, ya que la verdadera obligación sólo como el único camino para semejante descubrimiento interior. Por eso
podía deducirse de la exigencia concreta de una ley. Por eso se dejaba resulta desconcertante que el tema no se exponga en ningún tratado de
a otra disciplina el estudio de la espiritualidad y de aquellos consejos moral, ni siquiera se hable de él en los escritos de ética relacionados
que, aunque se consideraban como llamadas y exigencias de Dios, no con la Biblia.
se presentaban como auténticas obligaciones. Parecía una ética dema­ Es san Pablo, sobre todo, quien otorga al discernimiento una
siado burocrática, pues su fundamentación se apoyaba sobre una base importancia decisiva en la vida ordinaria de cada cristiano. La expre­
legal, sin dar ningún contenido obligatorio a la voluntad de Dios que sión «lo que agrada al Señor», tan constante y repetida en sus escritos,
se manifiesta a un individuo concreto. Como si su palabra no tuviese se encuentra siempre relacionada con este discernimiento personal. No
la fuerza suficiente para obligar a un cristiano cuando le sale al encuen­ se trata de ver cómo se aplica una norma a las situaciones particulares,
tro en cualquier circunstancia de la vida. ni de interpretar su contenido en función de las circunstancias, sino de
De esta manera, aunque se obedeciesen todas las normas morales, enfrentarse con el querer de Dios para descubrir lo que me exige de
el exacto cumplidor de las mismas sería incapaz de responder a las lla­ una forma muy particularizada, más allá delas obligaciones generales.
madas personales de Dios, sin un plus que vendría a ofrecerle la asig­ De ahí el interés que reviste el término dokimasein en orden a conocer
natura de espiritualidad. Ésta tenía como tarea dirigir a las personas su voluntad, como el único camino válido y acertado.
que aspirasen a una mayor perfección, mientras que la moral presenta­ No resulta extraño, por tanto, que cuando se busca una caracteriza­
ría tan sólo el mínimo requerido e indispensable para vivir como sim- ción en la fisonomía del adulto espiritual, a diferencia de los rasgos
2 60 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA
LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS
· 261
específicos del niño , se nos ?é pr�ci� amente es�e signo: «tienen las ta�es, no quede tanto espacio para la anarquía, el engaño o el liberti­
facultadas ejercitadas en el discerm mie�to del bien y del m�l» \Heb n �le . El m1s11;? �an Pablo ac� ns e ja· a los fieles la prudencia y la r ef1e­
5,14). Esto último sería suficiente pru.:a fiJar, al menos en t�ona, do;1-de x10n: «no seais msensatos, · smo comprended cuál es la voluntad· del
se encuentra el ideal de la vi da cristiana y super ar ese miedo, mas o Señor» (Ef 5, 17). Y es que, siempre que se habla de discernir los tex-'
m enos latente, a que los cristianos caminen por ese sendero. Muchos tos mani�est�n la urgencia y nec esidad de una transformació� profun­
creen todavía que la me jor manera de educar en la fe es mantenerlos da en el mter!or de 1 � pers ona . L a inteligencia y el corazón, como las
e n un estado de infantilismo espiritual permanente, arropados por la facultades mas especificas del ser humano, requieren un cambio radi­
ley y la autoridad, sin ninguna c apacidad de disc_ernimiento. L� afir­ cal qu � l�s coloca en u n �i��I diferente del anterior y les posibilita un
mación bíblica es de masiado clara cuan do considera como n mos a
~
conocimiento y una sensib1hdad que han dejado de ser simplemente
quienes no tienen este juicio moral (cf. Hb 5,13). h�manas. Se trata ahora de conocer y amar, de alguna manera, con los
El único peligro que existe en este campo, como en tantos otros, es OJOS y el corazón de Dios.
darle al discernimiento un significado ajeno a lo que n os ens eña la
El p re�upuesto fu�d�mental, · por .t�nto, es una previa conversión,
rev elación. No se puede negar el riesgo de un s�bjetivismo engaños� y en su �entido más au�entico, para recib 1 r esa nueva forma de enjuiciar
autosuficiente para acomo dar la volu nt a� de Di _ os a la nuestra y gmar Y sent1rse �fectado~ siempre que se deba tomar una opción. Algunos
l a conducta en función de nuestros prop10s mtereses. Todos tenemos textos i:�ulmos senalan expresamente la urgencia de este cambio y
e xperiencias constant es de nuestras faltas d� objetividad, qu� h�c en v er
renovacion.
las mismas cosas desde perspectivas muy diferentes: Son multiple� los
factores que pueden influir en el psiquismo y que dificultan la lucidez . �l comienzo de la p arte moral aparece una súplica vehemente a los
cnsti
_ an_ os de R�ma, con el deseo de que respondan a la elección mise­
de nue stros puntos d e vista.
. . . . r��ord10sa de �ios, h aci end o de la propia vida una entrega y una obla­
El sujeto que disci.erne no es un absoluto mcondicionado, su�o q�e c10n 9ue constituyen la liturgia y el culto verdadero. Si los romanos
se encuentra ya con una serie de influencias que escapan de o�d�nano han sido objeto d e la mirada cariñosa y benevolente de Dios, ellos tie­
a su voluntad. Nun c a se sitú a de una forma neutra ant e sus dec1 s10nes,
pues y a está afectado por su estructura psicológica, con todo el mundo �en qu_ e re:ponder de una mane ra semejante, «de fo rma que podáis dis­
tmgmr cual es la vol �n !ad de D!o_s; lo bueno, lo agradable, lo perfec­
de experiencias pas adas y sentimientos co1_1 resp ec!o al _futuro, que le
to» (�om 1�, 2). L a umca condic10n para . conseguir esa meta es vol­
están condicionando. Un esfuerzo por anahzar la s1tuac1ón personal y vers� _mtransigente con el estilo y los esquemas humanos -«no os aco­
concreta des de la que se efectúa es una �ondición impr�scindible _para m odeis a� mundo»- y sentirs e r�creados por una inteligencia superior
no espiritualiz ar en exceso lo que se exphca p�r otras r a�ce�. L a misma
-«antes bi en, transformaos mediante la renovación de vuestra mente»
i deología política, la cultura ambiental o el mvel economico con qu e
c ada uno se encuent ra identificado influyen, más de lo que a v eces se . L?,más signi�c ativo �s l a fuerz a de los v erbos empleados. L a asi�
mllacion superficial, pa sa3 era y mentirosa (sjema), como la de los fal­
piens a, en que los análisis y juicio� de _una misma real�dad s� hagan sos apóstoles que se dis!raz an de mensajeros de la luz (2 C or 11,13-
d ivergentes. Si a esto añadimos e l m:t:J.�JO de los _ I?ecamsmos mcons­
1�), es la que hace semeJ antes al mundo, mientras que para la renova­
cientes, que op eran de manera subrepticia y ��ndic10n an c�n más f�er­ c10n profund�,Y verdadera e mplea siempre los compuestos de morfé.
z a la visión personal, el peligro de deformac10n o de engano es facll y Una renovac10n 9ue, en este caso concreto, afecta a la inteligencia
comprensible. (nous)_ n_o _ com? s�mple facult ad d e conocimiento, sino como principio
de un JUICIO prac !ico, y de tal man era la modifica que emplea l a misma
palabra pa�a designar el cambio cualitativo y completo que se opera
El abandono de los esquemas humanos con el bautismo,
Sólo cuando se abandonan los criterios mundanos, la propia esca­
Cuando se constatan, sin embargo, las exigencias básicas para efec­ la de valores, y se acepta un nuevo orden desconcertante un a sabidu­
tuarlo con garantía, que aparecen en la revelación como condi�iones ría d iferent e (cf. 1 Cor 1,�0-21), se está capacitado para' discernir de
previas y básicas, se comprende fácilmente que, a pesar de las dificul- verdad . Las personas vendidas al mundo no podrán comprender nunca
262 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CR ISTIANA LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS · 263
los criterios de Dios. Y es que la unidad profunda entre el ser y el Señor (Ef 5,9-10)- y la vida de los paganos, los hijos de las tinieblas
actuar del cristiano tiene también aquí una perfecta aplicación. Lo más característico de estos últimos, como su rasgo más distintivo·
Mientras no se realice una conversión interna, no es posible un discer­ es justamente el hecho de encontrarse con una inteligencia (nous) vací�
nimiento adecuado. y a oscuras, con un corazón encallecido y con una falta de sensibilidad:
Una antítesis a esta postura quedaba recogida en el capítulo prime­ «que no viváis ya corno viven· 1os gentiles, según la vaciedad de su
ro de la misma carta, al exponer el problema de la justificación. La vida mente, obcecada su mente en las tinieblas y excluidos de la vida de
malvada de los paganos que les lleva a realizar lo que no conviene -es Dios por la ignorancia que hay en ellos y por la dureza de su corazón
decir, todo lo contrapuesto a lo bueno, agradable y perfecto (Rom los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al liberti�
12,2), pues están «llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, mal­ naje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas» (Ef ·
dad... » (Rorn 1,28-29)- es una consecuencia del rechazo de Dios, que 4,17-19). Mientras que a los cristianos les enseñaron a despojarse de
les provoca la perversión precisamente de la inteligencia para conocer. «la vieja condición humana» ... a cambiar su actitud mental (nous) y a
Corno había explicado poco antes, «se ofuscaron en sus razonamien­ revestirse de esa nueva condición (nueva humanidad) creada a imagen
tos, y su insensato corazón se entenebreció» (1,21). El desconocimien­ de Dios, con la rectitud y santidad propias de la verdad (Ef 4,22-24).
to y la lejanía de Dios les ha llevado a la degradación más espantosa, Es decir, la gran diferencia consiste de nuevo en la renovación que
pues no pueden ya discernir lo que les conviene. afecta a lo más profundo de la persona para enjuiciar la realidad que
nos rodea.
Podríamos decir, pues, que la realización del discernimiento es el
Una nueva forma de conocer y experimentar fruto y la consecuencia de una recreación ontológica: el nuevo ser del
cristiano posibilita la búsqueda de «lo que agrada al Señor», que capa­
Por eso, su oración por los filipenses tiene un objetivo muy concreto: cita para apreciar y discriminar corno por instinto lo que está bien o
«que vuestro amor crezca más y más», pues la consecuencia de ese mal. Los gentiles fueron incapaces de ello, debido a su desorden reli­
cariño será un crecimiento posterior en el conocimiento y sensibilidad gioso, y los judíos no pudieron por causa de su apego a la ley. Si el cris­
necesarios «para que podáis aquilatar lo mejor» (Flp 1,9-11). El amor tiano acierta con lo mejor, es sólo por la fuerza del cariño, que lo trans­
ejerce una función iluminadora sobre la inteligencia (epígnosis) que forma y renueva de tal manera por dentro que le lleva a descubrir lo
posibilita un conocimiento más pleno y profundo -precisamente lo que bueno, lo agradable y lo perfecto. Vivificado por el Espíritu, adquiere
les faltaba a los paganos, en el texto comentado con anterioridad-, al una visión y una hipersensibilidad extraordinaria para saber lo que
tiempo que un afinamiento exquisito de la percepción espiritual (aisce­ Dios pide en cada momento. Es una forma de percibir, pero ya con una
sis), en el sentido moral práctico. El judío intentaba acertar con lo perspectiva diferente, lo que está de acuerdo con Él y no lo que gusta
mejor valiéndose de la ley como norma orientadora; pero ese camino o apetece.
era falso y engañoso. El apoyo que buscaba en ella sólo le servía para
convertirse en «guía de ciegos, luz de los que andan en tinieblas, edu-.
cador de ignorantes, maestro de niños, porque posees en la ley la expre­ La identificación con Dios
sión misma de la ciencia y de la verdad» (Rom 2,19-20). El cristiano
utiliza otra metodología en la búsqueda del bien, cuando se siente reno­ Toda persona actúa en función de los esquemas de valores que jerar­
vado por dentro y el amor sustituye al antiguo régimen legal. Y es que, quizan su vida; pero aquí se trata de aceptar una subversión radicaliza­
aun humanamente, nunca se puede conocer a fondo una realidad o a da para vivir de acuerdo con la verdad de Dios y pensar, no con la pro­
una persona, ni juzgarla con objetividad y plenitud, mientras no se dé pia cabeza, sino con los criterios de Jesús. Esta purificación de a ele­
un acercamiento a ellas con una dosis grande de amor y comprensión. mentos mundanos y la connaturalidad que produce la cercaní del
En la carta a los Efesios esboza también con extraordinaria nitidez Evangelio realiza la primera transformación indispensable para el dis­
la diferencia existente entre los hijos de la luz -que se manifiesta «en cernimiento. Mientras no se renuncie a las propias ideas excesivamen­
toda bondad, justicia y verdad», mirando siempre lo que agrada al te naturales, no es posible tampoco recibir la iluminación íntima que

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LIBERTAD Y DISCER NIMIENT O DE LOS HIJOS DE DIOS
264 HACIA UNA NUEVA V IS IÓN DE LA ÉTICA CR ISTIANA · 265
nos viene de arriba para percibir la realidad con otra óptica diferente. Los signos de una elección acertada
Y es que en todo discernimiento hay una incógnita que no cae bajo la
observación de los sentidos ni es deducible mediante la lógica de la ?e c�alquier form�, siempre que��rá presente una cierta dosis de
razón, sino .que pertenece al ámbito de la fe, y cuya revelación, utili­ 1?cert1dm�bre, propia de _toda elecc10n que opta entre diversas posibi­
zando palabras evangélicas, no es fruto de la carne ni de la sangre (cf. hdades, como_ acontece mcluso cuando se trata de aplicar cualquie
Mt 16,17). norma.a?�ª situación �onc:eta. La razo?abilidad espiri�ual no es tam�
Esto significa que el discernimiento tiene que ver muy poco con la p�co smommo
_ de ?bed1encia o de segundad absoluta, m existe ningún
democracia. Ésta será la forma menos mala de gobernar una sociedad, cnte�1o. que garantice por �o�pleto nuestra fidelidad a Dios. Hay que
pero la presencia del Espíritu, su invitación y su palabra no se detectan adm1t1r un margen de vacilac1ón, mantener. una actitud de apertura y
siempre allí donde vota.la mitad más uno. Como tampoco está presen­ flexibilidad posterior, en la medida en que se vislumbren nuevos hori­
te en los responsables de la Iglesia por el simple hecho de. estar cons­ zontes. Un caminar siempre perfectible, que no puede cerrase nunca de
tituidos en autoridad, ni en los hombres de ciencia por mucha teología manera definitiva.
que dominen. Cuando se trata de discernir, son otras las categorías que El signo más claro de haber hecho una buena elección no se detec­
entran en juego. A Dios lo captan fundame�talmente los que se en­ ta con las ideas o razonamientos aportados, sino que se deduce sobre
cuentran comprometidos e identificados con _El, los que han asimilado todo por los sentimientos que tanta importancia adquieren en el campo
con plenitud los valores y las perspectivas evangélicas. Como insistía del discernimiento espiritual. La lista más completa aparece también
D. Bonhoffer en su Ética, «no se puede examinar por sí mismo sim­ en la carta a los Gálatas: «El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz,
plemente cuál es la voluntad de Dios, partiendo del propio saber del paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí.
bien y del mal, sino totalmente al contrario: sólo puede hacerlo aquel Contra tales cosas no hay ley» (Gal 5,22-23 ). Todos ellos se citan en
a quien se le ha privado del propio conocer el bien y el mal y que, por los textos en que se habla sobre la capacidad de discernir, ya que toda
tanto, ha renunciado a saber por sí mismo la voluntad de Dios. Aquel experiencia subjetiva, si ha nacido por la fuerza de Dios, se convierte
que vive ya en la unión de la voluntad de Dios, porque la voluntad de inevitablemente en fruto del Espíritu. El consuelo y la desolación, con
Dios se ha realizado ya en él». sus diferentes manifestaciones, son los signos por los que se descubre
La comunidad debería ser el espacio apropiado donde creciera, el origen bueno o malo de tales afectos. Es llamativa la insistencia de
madurara y se realizara finalmente este discernimiento. Las experien­ Pablo y de todos los maestros espirituales en urgir y analizar siempre
cias, sentimientos e inspiraciones de cada uno aportarían un enriqueci­ esta dimensión. . · ·
miento global y una ayuda formidable en el camino hacia ese objetivo.
La dificultad mayor reside en el presupuesto indicado. Aquí también, La legitimidad de los sentimientos, sin embargo, hay que verificar­
cada individuo debería estar desnudo de su propia mentalidad y querer, la también con el realismo de los hechos. Como Cristo había señalado
abierto de lleno y humildemente a esa renovación interior, para no con­ el único criterio para discernir a los verdaderos de los falsos profeta�
vertir tantas reuniones espirituales, donde se examinan a veces proble­ es la autenticidad de vida: «Por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,16).
mas muy importantes relacionados con el Reino, en un pequeño parla­ Un principio que tiene validez general para todas las circunstancias y
mento político. Cuando, para sacar adelante un proyecto determinado, situaciones particulares, pues «por el fruto se conoce el árbol» (Mt
hay que pactar con otros grupos afines, hacer concesiones mutuas, bus­ 12,33). La ortopraxis aparece así como la mejor garantía para juzgar y
car el apoyo de otros grupos o ideologías, con todos los intereses que valorar la ortodoxia del discernimiento. La entrega de la vida a los
entran en juego, las proposiciones aprobadas por mayoría tendrán una demás termina siendo el criterio definitivo, como el signo evidente de
fuerza jurídica, pero se podrá dudar con razón si la voz de Dios se ha la presencia del Espíritu en cualquier decisión. Como veíamos poco
dejado sentir entre tanta política oculta y tantas posturas tomadas con más arriba, al tratar de la libertad cristiana, el amor se convierte en
antelación. impulso y confirmación de la conducta. San Juan lo expresa con la
frase tan conocida: «Si nos amamos unos a otros, Dios mora en noso­
tros»-- (Jn 4,12).
266 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS 267

En un clima de libertad cristiana, que nos salva de la esclavitud de prefiere seguir manteniéndolo en un estado infantil -con la ley como
la ley y donde el discernimiento ocupa el lugar de preferencia, ¿tiene una niñera que no se aparte de su lado-, la crítica que aparece en la
algún sentido, entonces, la moral como conjunto de normas? Para la carta a los Hebreos tendrá en nuestro ambiente una perfecta aplicación:
persona creyente que vive en un régimen de amistad, impulsado por la <-<Cierto, con el tiempo que lleváis, deberíais ya ser maestros y, en cam­
gracia del Espíritu, ¿cuál será su función? Si el cumplimiento más bio, necesitáis que os enseñe de ·nuevo los rudimentos de los primeros
exacto y observante de todas las normas éticas no sirve en modo algu­ oráculos de Dios; habéis vuelto a necesitar leche, en vez de alimento
no para justificarnos y convertirnos en hijos de Dios, ni el conoci­ sólido; y, claro, los que toman leche están faltos de juicio moral, por­
miento de todas las leyes basta para descubrir su voluntad, ¿no habrá que son niños» (Hb 5,13).
perdido por completo su misión?

Recuerdo de otras exigencias interiores


La función pedagógica de la moral
Incluso para los justos, la moral puede servir de termómetro para medir
Si todo lo que hemos dicho es verdadero, la moral, como conjunto de el grado de nuestra vivificación interior. La afirmación de Pablo no
normas y leyes, debería representar para los cristianos un papel bas­ deja lugar a dudas: «Si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la
tante más secundario y accidental de lo que ha significado para mu­ ley» (Gal 5,18). Es decir, cuando existe una tensión interna, espiritual
chos. San Pablo utiliza una metáfora que todavía conserva una riqueza y dinámica, no se requiere ninguna reglamentación. Mientras los cris­
y una expresividad extraordinarias. La ley ha ejercido la función de tianos celebraban la Eucaristía y comulgaban con frecuencia, no fue
pedagogo, como un maestro que orienta y facilita la educación de las necesario que la Iglesia obligara al precepto dominical o impusiera la
personas, hasta la llegada de Cristo (Gal 3,24). Ella nos abrió la senda comunión por Pascua. El precepto surgió a medida que el pueblo iba
que nos conduce hacia el Salvador, por un mecanismo del que todos olvidando esta dimensión eucarística, como un intento de recordar lo
hemos sido conscientes. que ya se había perdido. En este sentido, puede afirmarse con toda pro­
La única condición, en efecto, para recibir la gracia es experimen­ piedad que ninguna ley o código ético «ha sido instituido para la gente
tar la urgencia de sentirse salvado por una fuerza trascendente. En la honrada; está para los criminales e insubordinados, para los impíos y
medida en que perciba su pobreza, indigencia y pecaminosidad, bus­ pecadores... y paratodos los demás que se opongan a la sana enseñan­
cará fuera la salvación que él no puede conseguir. Ahora bien, «la ley za del Evangelio» (1 Tm 1,9-11)
no da sino el conocimiento del pecado» (Rom 3,20). Al confrontamos El día en que la exigencia interior decaiga en el justo, la ley vendrá
con ella, aunque su cumplimiento no justifique, se comprende el mar­ a recordarle que ya no se siente animado por el Espíritu. Desde fuera
gen de impotencia y limitación que la persona nunca supera por sí oirá la misma invitación, pero que ya no resuena por dentro. Es más,
misma, pues «aunque quiera hacer el bien, es el mal el que se presen­ cuando la coacción externa de la ley se experimente con demasiada
ta» (Rom 7 ,21). Esta dolorosa sensación que la moral nos revela des­ fuerza, cuando resulte excesivamente doloroso su cumplimiento, será
pierta un grito de esperanza: «¿Quién me librará de este ser mío, ins­ un síntoma claro de que nuestra tensión pneumática ha ido en descen­
trumento de muerte? Pero ¡cuántas gracias le doy a Dios por Jesucristo so progresivo. Si la ley se vivencia como una carga molesta, como una
nuestro Señor!», quien «lo que resultaba imposible a la Ley... lo ha forma de esclavitud, habría que sentir una cierta nostalgia, pues «don­
hecho» (Rom 7,24; 8,3). A través del fracaso, experimentado por la de hay Espíritu del Señor, hay libertad» (2 Cor 3,18). La moral, de esta
inobservancia de la ley, se ha descubierto la necesidad de un Salvador. forma, no sólo nos ayuda a sentirnos salvados por Cristo, sino que des­
Se reconoce la propia indigencia que nos abre a la posibilidad de una cubre a cada uno la altura de su nivel espiritual.
gracia. Finalmente, tampoco debe olvidarse que nuestra libertad, como
El régimen legal, que debería ser tan sólo una etapa pasajera e nuestra salvación, se mantiene en un estado imperfecto, sin haber

l
introductoria, no debe convertirse en algo absoluto y definitivo. Si, en alcanzado la plenitud, pues sólo tenemos la primicia (cf. Rom 8,23) y
lugar de preparar al cristiano para una libertad adulta y responsable, se la garantía (cf. 2 Cor 1,22) de la liberación definitiva. En este estado,

__,_._. - --
268 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS · 269
la norma objetiva ayudará a discernir sin equívocos posibles las obras CATALÁ, T., Discernimiento y vida cotidiana, Cristianisme
Justícia,
de la carne y los frutos del Espíritu, a no �onfundir las incl�naciones ,Y Barcelona 1997.
apetencias humanas con la llamada de D10s. El que pe�egrma to�av1a CAVAD!, A., Ser profeta hoy. La dimensión profética de la vida cristiá
na,
por el mundo está todavía sujeto a sus engaños y mentiras, y su liber­ Santander, Sal Terrae 1999.
tad, por ello, es demasiado frágil e imperfecta. Tener an�e sí unas pau­ COMBLIN, J., La libertad cristiana, Sal Terrae, Santander 1979.
tas de orientación con las que poder confrontar la propia conducta es DE LEóN AZCÁRATE, J.L., «El conflicto de los idolotitos en.Corinto»: Revista
un recurso prudente y necesario. En aquellas ocasione_s, �obre !ºd�, en Teológica Limense 29 (1995), pp. 201-219.
que la complejidad del problema y la fa�ta d� conocimiento impide? DHóTEL, J.C., Discernir en común. Guía práctica del discernimiento comun

una valoración más personal, las normas Ilumman, dentro de sus posi­ tario, Sal Terrae, Santander 1989.
bilidades' el camino más conveniente. Pero nunca deberían.
puesto de privilegio que tantas veces se les h� conce?ido. . .
ocupar el GARCÍA-MONGE, J.A., «Estructura antropológica del discernimiento espiri­
tual»: Manresa 61 (1989), pp. 137-145.
Lo mismo que el legalismo supuso un penodo de mfancia en la his­ HERVADA, J., «La ley del pueblo de Dios como ley para la libertad»,
en
toria de la humanidad hasta la liberación traída por Jesús (Gal·4,l-7), (VV.AA.) Dimensiones jurídicas del factor religioso, Universidad, Mur
cia
en la vida moral de cada persona se da también una etapa infantil -que 1987, 225-238.
frecuentemente se prolonga durante mucho tiempo o incluso hasta el FuTRELL, J.C., El discernimiento espiritual, Sal Terrae, Santander 1984.
final de la vida-, caracterizada por la preponderancia de lo moral y lo LYONNET, S., Libertad cristiana y ley nueva, Sígueme, Salamanca 1967.
jurídico. Caminar hacia la libertad y el discernimiento supone un es­ MARÍN HEREDIA, F., «Evangelio de la gracia: Carta de San Pablo a los Gálata
fuerzo constante en busca de la madurez cristiana. Sólo quienes consi­ s.
Traducción y comentarios»: Carthaginensia 6 (1990), pp. 3-137.
guen esta meta viven el ideal evan�élico. Para los demás, únicam�nte MARTÍNEZ, M., Discernimiento personal y comunitario. Necesidad, claves
queda elegir entre una doble esclavitud: la de la ley, cuando se quiere y
ejercicio, San Pablo, Madrid 2001.
encontrar en ella el fundamento y la plenitud de nuestra conducta, o la MEGUERDITCHIAN, N., ½'vir un discernimiento espiritual. Algunas indicacio­
del libertinaje, si se orienta la vida de acuerdo con los gustos y ape­ nes psicológicas, San Pablo, Madrid 2001.
tencias humanos. La pregunta de san Pablo hay que seguir repitiéndo­ OSUNA, J., «Para sentir y discernir la manifestación de la voluntad de Dios»:
la: «¿Queréis ser sus esclavos otra vez como antes?» (Gal 4,10). Confer (1997), pp. 447-455.
PASTOR, F., La libertad en la carta a los Gálatas, Eapsa, Madrid 1977.
Rmz JURADO, M., El discernimiento espiritual. Teología, Historia, Práctic
*** BAc, Madrid 1994.
a,
SPICQ, C., «Emancipación jurídica y libertad de gracia», en Teología moral
del Nuevo Testamento, t. II, Eunsa, Pamplona 1973, 997-942.
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ARRÓNIZ, J.M., «Ley y libertad cristiana en San Pablo»: Lumen 33 (1984),


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Pablo, Madrid 2000, pp. 368-376.
BUSTOS, R., «La ley del Espíritu, experiencia de plenitud y consumación de la
Ley Antigua»: Revista Teológica Limense 32 (1998), pp. 23-42.
CABARRÚS, C.R., La nueva mesa del banquete del Reino. Criterio fundamen­
tal de discernimiento, Desclée de Brouwer, Bilbao 1998.
CASTILLO, J.M., El discernimiento cristiano. Para una conciencia crítica,
Sígueme, Salamanca 1984.
LA OPCIÓN FUNDAMENTAL · 271

. bl e del individuo.
do •anterior y responsa . La imputabilidad d e ta1es
acciones no se .suprime por el descmdo anterior .existente, al no haber
puesto 1os med 10s para superar tales condicionantes.
. De c�alquier forma, son temas que pertenecen más al campo de la
� s1cologia que al de la moral, aunque tengan una íntima relación con
est�, por trat��e de aspectos fundamentales para saber cuándo una
,
acc10_� se adJ et1va como verdaderamente humana. Ya hemos tocado
14 t!�b1en, al _h �b!ar de la p�rcepción de los valores éticos y las caracte­
rist1cas del JU1c10 de �o�ciencia, alg�mos de estos elementos indispen­
La opción fundamental sables para un conocimiento val?rat1vo. Vamos a fijamos ahora princi­
palmente en el p�oblema de la libertad como presupuesto indispensa­
ble par� la moralidad de cualquier acto. Sin olvidar el enunciado clási­
La responsabilidad humana co Y eyi�ente de qu� «nada puede quererse sin antes ser conocido». El
conocimiento y la libertad se encuentran estrechamente vinculados.
De todo lo dicho hasta ahora se desprende con claridad que toda per­
sona expe rimenta una llamada fr ente a la que tiene que sentirse res­
ponsable. Los valores éticos, por una parte, y las exigencias persona­ La libertad como requisito previo
les, por otra -tanto las que provienen de la situación concreta como las El concepto de libertad tiene un origen primario de carácter sociológi­
que tiene su origen en la vocación peculiar de Dios a cada uno-, nos co,.c?mo un �es�o. de autonomía fr ente a las estructuras sociales que
invitan a un determinado comportamiento. La responsabilidad es jus­ apns1onan al mdiv1duo de diferentes maneras. La índole comunitaria
tamente la capacidad que tiene el individuo de responder a tales invi­ del ser humano impide una libertad absoluta, pues hay que defender y
taciones. Allí donde no existe este poder de respuesta, tampoco hay r�spetar los derechos de otras personas; pero existen otras circunstan­
espacio para la moral. Si el ser humano reaccionase y actuara e n de un
cias en las q�e se siente prisionero de una tiranía que coarta sin razo­
modo exclusivamente determinista o estuviese programado en su tota­ nes su capacidad de autodeterminación, o experimenta la esclavitud
lidad según unos esquemas de comportamiento ajenos a su decisión como un estado en el que se nieg�n los derechos legales que se reco­
voluntaria, nos hallaríamos ante un ser irracional o ante un robot, que no�:n a_otr�s p e:sonas. En_cu�qmer caso, la persona padece una limi­
nada tiene que ver con la naturaleza de una persona. t�c10n si�mficativa_ que le impide actuar como ella quisiera. La rebel­
De ahí la urgencia de refl exionar, como se hacía en todos los · dia Y el mconform1smo brota� como una reacción instintiva de quien
manuales clásicos, sobre los actos humanos, uno de los tratados que, pretende sup�rar l� dependencia forzosa y opresiva.
junto con el del fin último, el de la conciencia y el de la ley, formaban El deseo mdiv _ 1dual se transforma en comunitario cuando ciertos
parte de la moral fundamental. Mientras que los actos del hombre se _
grup?s o nac10nes sufren 1� dominación injusta de otro poder que los
realizan sin intervención del entendimiento y de la libre voluntad, doIDina Y somete. Es un gnt? �e protesta contra cualquier tipo de dic­
como los procesos biológicos y sensitivos o aque llos que se efectúan tadur�, que na�e de un s�nt1m1ento muy profundo y universal. En la
de manera espontánea, sin la debida refl exión o en estados menos ,
reflex10� fil?sofica postenor, apoyada en estas aspiraciones primarias,
conscientes, los actos humanos, por su parte, se caracterizan por nacer
de un conocimiento suficiente y una libertad que posibilita la propia �e teri:unara hablan?o de un derecho fundamental, como exigencia
meludibl� de la d1_ g�idad del ser humano. La misma legislación civil se
decisión. Múltiples factores, como la ignorancia, el error, la poca aten­ encargara de arm?mzar las exige ncias individuales y comunitarias para
ción, el temor, la pasión, la presión social, etc., pueden impedir la luci­
dez para una valoración racional y libre. Es posible, incluso, que la pre­ �efender a la sociedad de la anarquía, y a los individuos de las arbitra­
riedades y abusos de la autoridad
sencia de estos elementos no elimine la capacidad de ser responsables,
bien sea porque no anulan por completo el entendimiento y la volun­ � emeja?te experiencia sociológica se traslada d espués al ámbito de
la ps1cologia personal. La libertad no se encuentra sólo amenazada por
tad, o porque tales influencias se deban de alguna manera a un descui-
. ;¿-
LA OPCIÓN FUNDAMENTAL . 273
272 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

las fuerzas exteriores, sino que el propio conocimiento descubre tam­ no cree tomar conciencia de su libertad y autonomía, semejante viven­
bién un mundo interior de condicionantes que limitan -menos llamati­ cia es una simple ilusión, pues ya quedó moldeado por una serie de fac­
vamente, pero con la misma eficacia- las de�is�ones ind�viduales� Su tores que él mismo desconoce y de los que no tiene por qué sentirse
libertad psicológica es también esclava de multiples pre�10nes, mas o responsable. La persona es un ser tan dependiente de su pasado, de sus
menos conscientes, que eliminan o, cuando menos, dismmuyen la res­ experiencias,
. de sus presiones ambientales e interiores' de sus meca-
ponsabilidad de· su actuación. El yo humano es demasiado compl.ejo y msmos inconscientes, de su atracción por los estímulos... que, aunque
oscuro para que todos sus a�tos contenga.u el g�ado d� volunta?edad lograra detectar sus propios condicionamientos, sólo llegaría a un
, grado mayor de aceptación y realismo, pero nunca conseguirá obtener
que aparentemente se les atn�uye. El ansi� de hberacion se extiende,
por tanto, a todos esos mecamsmos que dificultan y ensombr�cen !as lo que de verdad quiere y desea. Su única salida, para vivir con un cier­
opciones de la voluntad. Una conquista que, c�mo la autonomia socio­ to gozo y armonía interna, es buscar la reconciliación con este Destino.
, No es preciso recorrer ahora las diferentes escuelas y movimientos
lógica, hace a la persona responsable de su destmo. Mas aun, desd� esta
perspectiva, la libertad interio; �s más impo�an!e que las coacc10nes deterministas. Algunas corrientes de pensamiento se mantienen en una
externas, pues constituye el ultimo reducto _mv�olable que. se puede línea de moderación, pues únicamente constatan el hecho de los con­
defender y conservar aun en medio de otras tlramas y esclavitudes. La dicionantes, sin que ello implique la anulación absoluta de la libertad.
violación de ese reducto sagrado es el atentado mayor contra la perso­ Tan sólo el determinismo estricto representa un atentado radical contra
na, pues supone despojarla de su dignidad p�a reducirla a puro �bjeto. esta característica del ser humano. El estructuralisrno y la psicología,
Quedaría aún por hacer la pregun�a más importa!1�e: ¿es posible la sobre todo, han radicalizado esta última postura, dentro de la amplitud
libertad?; ¿no está el hombre excesivamente condicionado?; ¿no se y carencia de unidad existentes entre los autores que las representan.
trata. en el fondo de una ilusión ingenua e infantil? El tema ha consti­ En una concepción corno ésta no queda espacio para la moralidad.
tuid� un motivo de estudio y reflexión a lo largo de toda la historia. Y ('. ualqu �er ��mporta�e�t? está reg�lado ya por unos mecanismos pre­
la moral tampoco podía dejar de lado semejante problema, pues per­ v10s -b10logicos, psicologicos o sociales- que lo orientan en una, deter­
dería por completo su sentido desde el momento en que el ser humano minada dirección, aunque la persona se imagine, como un falso espe­
estuviese privado de esa dimensión. La vida ética no se funda�ente en jismo, que es ella la que decide y se hace responsable de su conducta.
el tener que de la coacción y del sometimiento a la fuerza, smo en el Incluso el error y el engaño serán posibles cuando, entre varias opcio­
deber que nace y se acepta en la autodeterminación del propio destino. nes, no se acierte con la mejor; pero tal elección nunca será culpable,
Sin libertad habría realidades que se impusieran, pero nunca valores porque, aunque de manera equivocada, se ha optado por lo que, de
éticos que �bligaran, porque la naturaleza misma de la obli�a�!ón hecho, resultaba más benéfico y convincente para el individuo. Nadie
moral, como ya vimos, revela la necesidad urgente de esta condic10n. elige algo en su contra, y por eso, cuando alguien rechaza a Dios o se
resiste a la llamada de un valor ético, es porque ha encontrado otra
atracción por la que se siente inevitablemente seducido, sin otra posi­
bilidad de elección. El mismo neurótico, que soporta y padece las con­
Las críticas del determinismo secuencias de su patología, descubre en su propia enfermedad un bene­
La doctrina de la libertad ha visto su más peligroso adversario en cual­ ficio inconsciente que le obliga a mantenerse en ella, a pesar de sus
quier tipo de determinismo de los muchos que se h�n dado en la histo­ protestas por los sufrimientos y sus deseos de curarse. Nadie va contra
ria. Las distintas escuelas de psicología no ven dificultad alguna en su propio bien; y si alguien opta por un camino equivocado, no existe
aceptar la indeterminación del ser humano, en cuanto que éste no nace ?t�a.explicac�ón que la patología o el error. Todo menos aceptar el pre­
con unas pautas de conducta tan automáticas y predeterminadas como J1;1�c10 de la libertad, pues no es otra cosa que una falsa e ingenua ilu­
las que se observan en el mundo de los anima!es. Su plastici_dad es s10n. La aventura humana queda muerta en su raíz. Se quita, es cierto,
mucho mayor, por lo que puede configurarse meJor y mas amphamen-. la ser_vidumbre de la respon�abilidad, pero hay que pagar un precio
_ excesivamente alto: ya no existe tampoco la grandeza de la decisión.
te que en el caso de una domesticación de seres irracionales. Sm em­
bargo, según los defensores de este planteamiento, cuando el ser huma-
274 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA OPCIÓN FUNDAMENTAL 275
La opción por la libertad: un planteamiento razonable La conquista de la libertad: una lucha contra los determinismos
No es éste el momento de hacer una apología de la libertad; ni es pro­
bable que tuviera fuerza para quienes detrás· de cada conducta intuyen Por otro lado, tampoco es posible la defensa de la libertad con una
un mundo desconocido e inconsciente de mecanismos y presiones de ingenuidad o un idealis1:10 excesivos. El concepto de indiferencia, con
cualquier índole que condicionan a la persona, sobre todo en sus nive­ el que mu.chas veces_ se identificaba, no deja de ser ambiguo y causa de
les más profundos. Es un punto, sin duda, que no admite una prueba absurdas mterpretaciones. Parecía como si la voluntad de elegir fuera
evidente y que pueda explicarse fácilmente. Quien desee empeñarse en plenamente ª?tó_non:a, corno �I fi�I de la balanza que debe permanecer
no admitir la libertad hallará siempre posibles motivaciones para justi­ en el centro sm mclmarse hacia mngún lado. La libertad podría consi­
ficar su postura, cuya refutación no será fácil, por quedar siempre derarse entonces como una indeterminación insensible frente a diver­
abierto el recurso a esos otros elementos inconscientes. Detrás de cada sas opciones contradictorias, por las que no se siente condicionada
elección aparecerá la sospecha de que ciertas experiencias, presiones, para elegir. :Semejante visión ha tenido sus consecuertcias negativas en
recuerdos, intereses, expectativas, etc. habrían ya inclinado la balanza el planteamiento de la moral misma, que se centró más en el estudio de
hacia un lado de manera inevitable. las leyes y obligaciones que en el de las virtudes e inclinaciones natu­
Incluso los científicos están hoy de acuerdo mayoritariamente en rales. Est!s . últimas cons!ituirían una amenaza a la libertad, pues se
aceptar el presupuesto de la libertad. Los múltiples determinismos que trata �e �abitos _Y tendenc�as que nos afectan interiormente e impedirí­
la amenazan no tienen por qué destruir la capacidad básica de autode­ an la mdiferencia pretendida, mientras que aquéllas nos manifiestan el
terminación. La hipótesis de su existencia no es un dato anticientífico, deber que s� �a de asumir frente a otras posibilidades, sin que ningu­
hasta el punto de que la defensa del determinismo estricto y radical se na nos condicione.
considera hoy en franco declive, como algo más bien raro y excepcio­ Sin neg.ar otras posib�es �xplicaciones, no cabe duda de que 1a·ima­
nal. Desde los mismos ámbitos en que antes se negaba -la psicología, ge;11 es peligros�. Las ciencias naturales y humanas han ido descu­
las ciencias sociales, la biología y hasta la neurología-, otros autores bn�ndo progresivamente los múltiples condicionantes de nuestras
han descubierto motivos para probar la racionalidad de su presunción. acc10nes. Estamos profundamente condicionados, y en un grado bas­
Aunque los razonamientos filosóficos no la impongan con absolu­ t�nte mayor que el que puede sospechar el individuo normal y ordina­
ta claridad, pues la sospecha de otros mecanismos desconocidos podrá no. Antes de tomar una decisión, el fiel de la balanza nunca se encuen­
estar siempre presente, hay que inclinarse por lo que parece más racio­ tra en el centro. Son muchos los datos, experiencias, influjos ambien­
nal, a pesar de sus dificultades. La insistencia permanente en esta pecu­ t�l�s, m�delos culturales, formas de temperamento, necesidades psico­
liaridad específica del ser humano, con los análisis y valoraciones de logicas, impulso.s . de�conocidos, tendencias naturales, etc. que impiden
todo tipo que se han utilizado, es el signo de una creencia común, un absoluto eqmhbn? y neutralidad para no conceder ciertas ventajas
defendida corno patrimonio precioso de la humanidad, cuando se ha a algunas de las opciones. Los datos que aporta el determinismo se
descubierto el peligro de perderla. Precisamente hoy, en que tanto se podrían ac�ptar sin excesiv? temor o recelo. Es verdad que estamos
pregona el derecho a la libertad en todos los órdenes y el respeto que comprometidos con una realidad impuesta, situados en un contexto del
ella merece como símbolo de la dignidad humana, resulta paradójico y que �o podemos hui ! por comp!eto, dirigidos por una serie de leyes que
desconcertante combatir su posibilidad, como si el mero enfrenta­ 1:1-antienen su eficacia y causahdad. Son hechos de experiencia y cien­
miento con ella produjera un miedo instintivo. Si la persona no fuera :i�camente dem?strad?s, pero de ahí tampoco se deduce una simple
libre, quedaría despojada de esa dignidad; y el mundo de los derechos etlca de la necesidad, sm otros horizontes que el sometimiento forzoso
y obligaciones tendría, coherentemente, que desaparecer de la faz de la a los c�ego� mecanismos.. �olo existe _incompatibilidad entre los datos
tierra. Más aún, si el determinismo fuera cierto, sus defensores no de la ciencia y la pretension de una libertad absoluta sin ningún tipo
podrían sostener racionalmente su verdad, como algunos han apunta­ de condicionantes
do, ya que se trataría de una afirmación lógica sin ningún fundamento. Es más, el reconocimiento de estas limitaciones es un paso previo
También ellos se encontrarían condicionados para pensar de esa mane­ para el proceso posterior de emancipación, pues la existencia tiene un
ra, sin tener otra alternativa que los librara de semejante presión. marcado carácter dialéctico entre lo que nos ha sido dado, al margen
NA LA OPCIÓN FUNDAMENTAL 277
ÓN DE L A ÉTICA CRISTIA
276 HACIA UNA NUEVA VISI

ia donde dirigimos nues­ de, con una cercanía mayor o menor, por uno de arribos ex trem os.
roy ect O O m eta h ac
de nuestra voluntad, Y el p ant s un regalo gratuito de la natura
- Aunque no en todas las ocasiones seamos plenamente libres, por- lo
er ta?, por t
tros p asos. La lib ºº/consigue a base de un enorme y
?�-s general lo somos de forma suficiente.
leza, sino una conqmsta qu mas ien que definirla com o la capacidad L a defectibilidad es propia de una libertad que todavía no es com­
e s?

dramático combate . H_ a bna pletamente libre, como la humana. Esto explica, según santo Tomas,
ir superan d venciendo en la medida d sus
e
hum an para rm ini smos que los bienaven turados o los ángeles en el cielo no puedan realizar el
del
oco ª yoco ,. i:\ lios compro�isos y det destino. s
°
o
p
ser e
pos ibil ida? Y función d� u E mal. De tal manera se encuentran seducidos p or el bien que no es posi­
s � a álidos en
es
que n? qm_e!"e ac�ptar m fo�e\ Preso en libertad condicional. S�be que
s
ble desviarlos hacia otros objetivos, Por eso la decisión libre no habría
oga ª ª
u na s1 tuac10n a na: oz a de un amplio espa
- que considerarla tal por el hecho de no estar vinculada. En lugar de
n mi pa a t _
od o, pero al menos g indiferencia, sería más apropiado hablar de preferencia. La dinámica
no t ie ne r
normalidad.
au to o a

cio para actuar con del ser humano busca el bien con un ansi a incontenible, y su libertad
será tanto más plena y comple ta cua nto más seducida, vinculada y
comprometida se sienta con él. Si algún día no pudiera ya separarse
acidad de preferencia para elegir otras opciones, corno el que ama con profundidad a otra
Una paradoja radical: la cap
. _ . 1 n ta y par adójica entre los compo­ p ersona, no es porque haya perdido su libertad, sino porque la ha lle­
s� � un titu d vado a su plenitud. De la misma manera que el automatismo de un
Se trata, pu e se entrecruzan cons­
a �� :utonomía, qu
a ac
i
e
el an
e
nentes determ m1 st y artista para t ocar un instrumento no es ninguna esclavitud que lo co n­
tura psico-biológ
ica. Ahí se basa la para­
as s

tantemente en nues�a es1u�u ª en contraposición


a l a que pueda dicione. Es un arte que ha conseguido con el esfuerzo de un aprendi­
doj a radical de la liberta sp�� n lib ertad, en parte zaje para actuar con espontaneidad y sin cometer ningún error. La pena
� mt • Poseemos u
darse en el mundo de lo� s o �� en arte también, es responsable, consiste en que, como veremos más adelante al tratar del pecado, la
a

determinada, Y un ?�te�mm f �le�enios resulta variable y diferen­ opacidad de nue stro ser cont ingente s e autoengaña con mala fe para
aunque la p rop or�IO .
� e aro de las circunstan­ dejarse seducir por el mal com o si de algo bueno se tratara.
ciada, según l os md 1v1 du�s coº:cretos O en función d y p or qué, h�brá
erta
cias. Qué zonas se
hacen impenetrables a la lib reducciones no exigen
; pero esto s lím i
que estudiarlo �n _cad� �aso
tes y
Necesidad de una opción
su completa elimm a i n.
ámica de la ética como ten-
Ya insistimos antes en la est:�ct ��ª din
c o
ena os a La psicología ha subrayado dos aspect os muy importantes para la com­
l qu s es y l o que d e ser. N o estamos cond � al, prensión del acto moral. Nuestros tratados tradicionales hacían un
ntr amm
sión o cualquier pie d
o qu� so!11os, com
e e
l
o
n
e o
nte Con la
e ra
vivir úni am futu . estudio del mism o para analiz a r s�ges�o aislado,
tos de nuestro
er , ueno� ª bsolu
e co
m � s
c ro
pero t mp p d n n uestro sin ninguna otra relación d entro de un c ontexto histórico y pefsoñal.
el u e nos orientam
o
s alla: h ª
o o e
ma
oc
l
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n s. La
os co
mira d pu est a � y llenos de obst ác l Como las bolas de un collar, unidas por un hilo diferente que las yux­
c ammo t ifíctl.es
e e
p
a u o
, van z � rr res e tapone y vincula, pero sin ninguna interferencia mutua. So n entidades
querer r fi 0 la meta se realiza con
or
p
os
gar
a
ll
o
d
a e
aspirac ión in. fi mt iab le distintas que se agrupan d esde fuera, cada una con su autonomía y
• frutO de la �lim!1tac�, 10n. El di"namismo insac
a e e se
inconsec u n i s, a p esar de su bu na s diferencia.
la fru � trac • 6 d e quie n
c a e
y
e
í
s
mezcl a co n l v los hec h s. El La conducta humana encierra otro perfil muy diverso. N�.,un
1emp\: en el reaÚsmo de
o

intenciones, no las traduce _s potenc.i a. Queremos y no p odemos, pero


e ac o
conjun__t:9.de_ actos autónon:19s, sino el cauce d e un río que ha sido for­
im
mismo poder revela nuest ra no querem os. y en ésa vivencia un tanto rñácti.por . otros múltiples afluentes que se integran en m1a .. Il1Ísrna·
a veces tarob1. e, n p odemos ey a cond"ic•, N o somos si empre respon· dirécción. Una nueva realidad que surge, no por la existencia de un
contradict oria se re
vela nu st: ���poco ab solutamente inocen­ síñÍpfe hecho, sino por la incorporación de otros muchos dentro de la
� � n
i_ c h en cias, p r sió�
sables de nu as o er
ent r: � plena ino
cencia o l a per ver misma dinámica que la densifican y enriquecen, pero que también la
. P
s
tes d e tales hm 1ta 10� : ertad actúa y se d
ec1- condicionan.
onde nuestra lib
es e o
, d
c
total queda un a am pli a fra nJa
278 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA OPCIÓN FUNDAMENTAL .279

Estas mismas acciones, en segundo lugar, po;r:.._eLhe.chu_dLser algo lleva precisamente a desligarse de otros compromisos menores o
�umagª§, tienen que ser YQlunt-ªÜ{l.§ Y..�911,g:i(?_nt�s; pero la experiencia ataduras, para darse con plenitud a otra tarea más importante. Es un
demuestra que su intensidad psicológica y el nivel de atención pueden riesgo, sin duda, que hace abandonar muchas veces el interés inmedia­
ser muy distintos. No basta con analizar la importancia del gesto con­ to y las ilusiones present� en ª�ª-ª_ge._qn_p_or_ye.nir. todavía dema.si!ldo
creto que se realiza. Es posible que, en un momento importante y deci­ k���ierto. Esta falta de seguridad en el futuro, que sólo puede
sivo, la conciencia se encuentre más distraída que cuando se hace un superarse con�a eseeranza conve�cida e ilusipnada, motiva el miedo
gesto r�tinari,9_ysin importancia/ Una simple mirada es capaz de des­ instintivo que tan frecuentemente se constata hoy, cuando hay que
cubrir el odio y desprecio que se experimenta hacia una persona, mien­ optar en la vida por un compromiso permanente. Por eso la libertad
tras que la palabra por la que se acepta un compromiso definitivo sigue siendo, por encima de todo, un acto de preferencia, de amor y de
podría darse sin caer en la cuenta de lo que en ese instante se está entrega a un ideal.
diciendo.')Para la vaiori:tción ética de un acto es necesario,cp,or tanto,
tener presentefa ·raíz profunda que lo sostiene y unifica, pues forma
parte también de ese conjunto, y la fuerza, vehemencia e interés con La dimensión religiosa y trascendente
que se realiza, para vislumbrar el grado del compromiso interior.,.l&_
vida moral de un individuo se encuentra elaborada por ese mundo de Muchos autores han insistido en la apertura religiosa _i!llp..líci.tade toda
elecciones ccmctétas; que están o�ierttáql:fS hácia un objetivo superior y opción fundame!_ltal. Ya en la Edad Media, el problema de los que mo­
queje hallan, ál mismo tiempo, condicionadas por otra serie. de influ­ rían sin bautismo y sin culpa grave personal provocó la reflexión de los
jÓs que modifican la fuerza de su ejecución. teólogos sobre el destino eterno reservado a tales personas. ¿Cómo po­
Si la libertad es ante todo pasión y preferencia por el bien, antes de drían salvarse sin una opción religiosa por Dios? ¿ Y cómo serían con­
ejercitarla en las m_últiples elecciones pequeñas y ordinarias de cada denados sin ninguna culpabilidad personal? La idea de que, cuando se
día hay que haber enco11_tta.<1� otra opción suprem�_g!:1�-�a� j�Jtifique y realiza esta opción, existe también una referencia implícita a Dios, evi­
estimule. Los actos· concretos sin ninguna vinculación con- e·ste fin taba incluso el planteamiento del problema. No se concibe la toma de
carecen de sentido humano, como si fueran los gestos de un autómata una decisión por un proyecto de vida que no ponga-eii3uego, al mismo
o de un insensato. La persona tiene que decidir el significado último y tiempo, una o]ienta.ció..n relig_iosa_f.avorabJe o contraria respecto de un
definitivo que quiere darle a su vida, y en función del cual nacerá un Ser trascendente. El mismo santo Tomás defendía la riqueza teológica
estilo determinado de conducta. La autodeterminación libre del ser de semejante decisión. Es un impulso originario que envuelve a la tota­
humano se realiza, primaria y principalmente, en esta capacidad para licjad de quien lo realiza y va unido a una falta de certeza objetiva, pero
� elegir su propio proyecto y destino. Es lo que se ha llamado, desde sin que sea tampoco sencillamente ciego. Una cierta claridad sin obje­
hace tiempo, la «opción fundamental»: aquel valor, ideología o perso­ to, pero no sin contenido, aunque no se pueda comunicar como una
na que, por considerarse lo más absoluto e importante de todo, se con­ experiencia separada de la misma elección realizada.
vierte en punto de referencia básico para las restantes decisiones. Es Con independencia del conocimiento que cada persona posea sobre
imposible elegir, sobre todo cuando se ofrecen posibilidades contra­ Dios, lajde.a d�J bku�s JJ..na..invitación.sQg�tante que se hace sentir en
dictorias, si no existe una intención más radical que motive y justifique et c9razén d�--��E�--!!!�h'iQY.9· Su respuesta a esta llamada o su negati­
por qué aceptamos unas y rechazamos las restantes. va a seguirla-no es tan sólo un acto de bondad o de malicia con rela­
El ser racional g.)J��--ª-º-�léi:_algo1 inás _ _all� de sus reacciones y ción a un objeto concreto, sino la apertura o negación a una realidad
formas de comportamiento, q�e constituye la meta__y el ideatba.i;ia el trascendente, por la estrecha relación entre Él y el Bien absoluto. De
que se orienta. Lo que ayuda y sirve a esa finalidad última está dis­ alguna manera, podría decirse que, frente a la alternativa que todo
puesto a realizarlo, y lo que obstaculiza e impide, aunque le guste por valor ético ofrece, hay también una demanda religiosa implícita y ate­
otros motivos, lo sacrifica consciente de su necesidad para conseguir lo mática. Como si en cualquier exigencia moral se diese una pequeña
que quiere. La entrega a una causa supone un empeño costoso, que epifanía trascendente, que hace de un gesto humano una conversión
exige necesariamente muchas renuncias.-comprometerse en serio con religiosa o un rechazo de lo sobrenatural.
280 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA OPCIÓN FUNDAMENTAL 281

Por este camino se explicaría mucho mejor el deseo salvífico y uni- _Cuando se habla de la relatividad de las criaturas, no significa que se
versal de Dios sobre toda la humanidad, más allá de los medios ordi­ les niegue su dignidad e importancia. El amor a las personas, sobre
narios que nos ha ofrecido. Todas las personas, sean o no creyentes, todo, no es un puro medio para un objetivo posterior, pues sería des­
son responsables frente a la salvación que nos regala. Ya el Vaticano n, truir su condición humana y reducirla al nivel de simple instrumento
en la Constitución sobre la Iglesia (n. 16), indica que la providencia utilitario. Relativizar es un acto de preferencia para optar por lo que
divina no puede negar los auxilios necesarios a quienes, sin culpa algu­ más se quiere, aunque suponga una cierta renuncia a lo que se esti­
na, están privados del conocimiento explícito de su existencia y volun­ ma y desea, pero que en este caso no entra en la dinámica de la opción
tad, pero se esfuerzan por llevar una vida recta y honrada. El mismo fundamental.
Juan Pablo n repite esta verdad tradicional en una de sus últimas encí­ La Biblia explicita esta posibilidad del ser humano de aceptar la
clicas: «La Iglesia sabe que la cuestión moral incide profundamente en alianza que Dios le ofrece o cerrarse a semejante llamáda. Las dificul­
cada hombre; implica a todos, incluso a quien no conoce a Cristo, su tades anteriores para admitir con absoluta certeza la libertad se difu­
Evangelio y ni siquiera a Dios. Ella sabe que precisamente por la senda minan por completo en la revelación. Esta capacidad de optar libre­
de la vida moral está abierto a todos el camino de la salvación» mente es un postulado irrenunciable de toda la teología, ya que, de lo
(Veritatis splendor, 3). Una puerta que nunca queda cerrada a nadie, contrario, caerían por tierra las enseñanzas más fundamentales de la
para que todos puedan gozar de la salvación. palabra de Dios. Si Él ofrece una alianza e invita a una conversión radi­
cal, es porque esa decisión resulta posible y válida, a pesar de todas las
El compromiso de la fe en la vida cristiana limitaciones; de la misma manera que denuncia y condena a quienes se
han hecho sordos y ciegos a tal invitación. Sería demasiado sarcasmo
Para el cristiano, sin embargo, que ha vivido en un clima religioso y ha utilizar un lenguaje donde se supone siempre esta posibilidad de orien­
conocido la revelación, esta opción f!-!_nda�al se �fectúa de una tar la vida de cara a Dios o de volverle la espalda, cuando de verdad
forma más explícita por �_dio de"Iafe. La experiencia fenoiñenológi­ sólo existe una falsa e ilusa creencia, ya que la persona no tiene en sus
ca detafüor nos descubre que, entre todas las personas hacia las que se manos semejante capacidad.
dirige el afecto y con las que se mantiene una relación de amistad, La imagen bíblica de Dios se destruiría, y la historia perdería su
siempre hay una a la que se valora por encima de todas las demás. Si dimensión salvadora, desde el momento en que el ser humano fuera
cualquiera otra llegara a impedir ese cariño, no hay más alternativa que simplemente un producto de la necesidad. No sería entonces un diálo­
la de mantener la fidelidad a aquella persona a la que uno se ha entre­ go personal y responsable lo que se operaría en el mundo de la fe, sino
gado como valor supremo. La experiencia de la conyugalidad, cuando los mecanismos ocultos de un fatalismo que encomienda a cada indi­
el amor se hace totalizante, único y exclusivo, es una confirmación de viduo un papel determinado; sin que él intervenga para nada en la ela­
este hecho. Ya �nd� nadi� �-q1Jjen pued�uererse de boración de su propio proyecto. Dios ha tomado muy en serio al ser
esa manera. Cualqmer otro amor tendrá siempre un carácter condicio­ humano como responsable de sus obras; y sin esta libertad, la alaban­
nado, pues deberá respetar y no destruir el que se vivencia como más za o la condena, que tan repetidas veces hace recaer sobre su conduc­
importante. ta, no estarían en modo alguno justificadas. La afirmación del Vaticano
En este sentido, Dios es el único amor incondicional para el cris­ II recoge estas mismas ideas:
tiano, ya que la entrega a Él se coloca por encima de;c.ual�i�r�(!t_f.ªl'�a­ «La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según
lidad. Para el creyente verdadero no existe ningún otro valor que, al ser su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por con­
comparado con el que se le manifiesta en su vivencia religiosa, alcan­ vicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso
ce el mismo grado de compromiso. Es el mandamiento definitivo, que interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad
mantiene para siempre su vigencia: «Amarás al Señor, tu Dios, con cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a
todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,5). su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados
Todo lo demás se hace de alguna manera secundario, puesto que su para ello con eficacia y esfuerzo crecientes... Cada cual tendrá que
valor radica en la vTñcwacioñcfüerna:ntíene -coñ-esfa.última finalidad. dar cuenta de su vida ante el tribunal de Dios, según la conducta mala
o buena que haya tenido» (Gaudium et Spes, 17).
282 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA OPCIÓN FUNDAMENTAL 283

La génesis de esta opción túe, compromete a toda la persona. Ya sólo podrá actuar, si quiere ser
consecuente, de acuerdo con las exigencias propias de su opción. Así
Como sucede en otras muchas situaciones de la vida, no es fácil saber cristaliza la etapa de todo el proceso moral anterior y de la misma con­
en qué momento exacto se tomó una decisión concreta. La experiencia versión religiosa.
diaria nos enseña que el niño; descte·muf pequeño� realiza multitud de
elecciones insignificantes que aparentemente brotan de su libertad. Tal
comportamiento no parece que pueda excluirse del mundo de los ani­ Importancia de los mecanismos preparatorios
males. PerQJ!j. en uno ni en otro caso ese tipo de libertad se adjetiva
como humana, al no estar sostenida por una opción más fundamental No vamos a dilucidar ahora cuándo es posible hacer la opción funda­
que revele lo que en -elfolldo se busca·y hacia lo que uno -séorlerita:·De mental, que es algo que compete más bien a los psicólogos, aunque la
ahí que la variedad de las múltiples y pequeñas decisiones diarias gracia también intervenga, dada la dimensión teológica que un acto
resulte insensata -es decir, sin sentido humano- cuando no existe esa como éste encierra. Todos están de acuerdo en que tal momento depen­
orientación básica y totalizante que, de alguna manera, las armoniza de mucho más de la_madg�ª-ción p�cq_lógica que de la sim2le_�1::_<>_nol�­
hacia una misma finalidad. gía. Y es que, mientras existen signos evidentes de la madurez fisioló­
Ahora bien, su elaboración, sobre todo si se trata de la primera que gica, no disponemos, en cambio, de manifestaciones e indicios tan cla­
llega a realizarse, no brota de un modo espontáneo y como sorpresivo, ros para medir el progreso de esta otra evolución personal. Sin embar­
a través de un gesto determinado. Es el fruto de una larga y silenciosa go, parece también una opinión bastante aceptada que con el llamado
maduración en el tiempo, que poco a poco se explicita por una serie de «uso de razón», en torno a los siete años, no se reúnen aún los requisi­
actos con los que intenta llevar a cabo un proyecto que se esboza pau­ tos psicológicos indispensables para decidirse con suficiente responsa­
latinamente en el horizonte. Toda� l_a conducta empiez_ª_justificarse, bilidad, como enseguida apuntaremos. A no ser en sujetos excepcio­
porque detrás ��-����elección, ·aunq!!�
sect mi_ngs_�!!,la, ap����:!in ideal nalmente dotados por alguna circunstancia, resulta difícil que antes del
quémotiva las diferentes reacciones. Si al principio el interés, el miedo final de la adolescencia se haya alcanzado tal maduración. Sin olvidar
• o ergusfü-orlgíñaban -cualquiefactuación, más adelante llegará un mo­ a aquellos otros que, por razones diferentes, experimentan incluso un
mento en que el bien y el amor, como valores supremos, sean los que retraso aún mayor.
verdaderamente determinen un estilo de comportamiento. Porque uno La.libertad_fundamental, pues, que admitimos como un requisito
quiere vivir de acuerdo con unas pautas de moral para ser bueno, como para la autonomía adulta y para la entrega religiosa, radic.a.�apa-

------
le han enseñado, o porque desea responder a las exigencias y expecta­ c�da4� t���� e�_}ndividuo�a pe�r-��-����11dicioJ:!��tes y determi­
_
tivas de una persona a la que se siente profunda y afectivamente liga­ msmos d�1versa_ mdole, ----�----
para optar pq_r _ll.ll..rumbooefimdo
..
que le lleve
.-
do, la vida adquiere un� cierta tonaliclªQ_específica y l!.1:1ª .fQh�!�_I!_c;j<t_. haci�.!ª-m�ta que ya ha vislumbrado con cierta m,:gencia en su mtenor.
Tal vez el proceso guarde una estrecha relacioñ-éon el fenómenó­ Síiin compromiso comoéste no nace de una manera instantánea, es
del enamoramiento. No cabe negar la posibilidad de que, a partir de un porque durante todo el proceso de elaboración se ha ido configurando
primer encuentro o mirada, surja una experiencia tan emotiva que les a través de otras pequeñas acciones. Que durante esta primera etapa no
vincule afectivamente para siempre. Lo normal, sin embargo, es que tal se tenga todavía una responsabilidad grave -tanto para el bien como
vínculo nazca a través de una relación que con el tiempo, y sin poder para el mal- no significa que se niegue la existencia de otras respon­
a veces precisar cuándo, se experimenta de pronto como algo inédito, sabilidades menores, que constituyen precisamente una preparación
aunque ya se presintiera. También en el ámbito moral, sin saber . para el futuro. Las ayudas que para una orientación positiva o negativa:
muchas veces ni cómo ni cuándo, se ha llegado a una decisión por la pueden prestarse en este período introductorio tienen una importancia
que se busca la realización del bien ético o, en el plano religioso se pedagógica extraordinaria. En la medida en que una educación ade­
desea agradar a Dios por encima de todas las cosas. En adelét_nte, exis­ cuada ofrece, prepara y estimula la conquista de valores éticos o de
te una orie�ón fundamental que, con una densidad más o_ menos actitudes religiosas, el camino se recorre con mayor eficacia y en con­
profunda, seg��-el gra�C? -�e-��d�ra�tó_ri_ _2ªi�ol6gj.fA_ � _on que se efec- diciones más ventajosas. Incluso se podrán ir dando pequeñas opcio-
284 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA OPCIÓN FUNDAMENTAL 285

nes fundamentales, aunque no tengan aún la densidad y fuerza que realización sincera del proyecto adoptado si no se traduce y cristaliza
alcanzarán posteriormente. en estas disposiciones básicas y en los diversos campos de la actividad.
De la misma manera que, cuando el conocimiento y la estima de Aunque el término [actitud] se utiliza para denotar una postura-del
esos objetivos concretos han fallado por una falta absoluta de informa­ cuerpo o una forma de ser, en psicología··encierra un significado algo
ción o por el desprecio y la indiferencia que los rodea en un ambiente distinto: e�na orientación más perdurable, que se adquiere con el
determinado, se tardará más en tomar conciencia de modo responsable, ejercicio y predispone para actuar de una manera determinada. En este
o se habrá dificultado enormemente la posibilidad de efectuar una sentido, abarca todo ese conjunto de disposiciones -fruto del propio
opción positiva. Ciertos intentos para dejar al niño en una situación temperamento, de las experiencias tenidas, de los conocimientos acu­
neutra, como desnudo de toda coacción educativa, para que más ade­ mulados, de los influjos educativos, de los sentimientos y prejuicios,
lante opte por sí solo con entera libertad en su vida ética y religiosa, etc.- que nos llevan a reaccionar de forma positiva o negativa frente a
reflejan una ingenuidad asombrosa. Parece más bien que lo que se pre­ la llamada de los valores.
tende, so capa de respeto a la autonomía del niño, es justamente todo Podríamos, pues, definir la actitud moral como la encarnación con­
lo contrario: impedir que éste se encuentre protegido en su búsqueda creta de la opción fundamenfaren caoáun_a-de las áreasq!:!�_!egulan_la
de una fe o unos valores que no se quieren defender desde otra ideolo­ c..onducta. Quien la rechace conscientemente y no se deje orientar en la
gía. Los padres, la escuela y la sociedad deben, por una parte, ofrecer práctica por ella manifiesta, sin duda, que su interés supremo se ha des­
lo que consideran bueno y positivo y, por otra, educar para que esas vi�d..Q_hacia otros horizontes, o que la afirmación y el deseo de conser­
enseñanzas y ese aprendizaje, que el niño por el momento no com­ var su primera orientación se han vuelto demasiado ilusorios y enga­
prende, pueda después integrarlas como suyas, desde su propio con­ ñosos.-eomo-p.au:a-tomarlo..§�-��rio.
vencimiento y decisión. Nadie le quitará más adelante la posibilidad También aquí nos hallamos ante · una libertad condicionada por
también de rechazarlas si lo cree más oportuno. Pero no debe olvidar­ múltiples factores. Todos somos conscientes de que el aprecio o la
se que la ausencia de ciertos determinismos no es un factor que ayude repulsa hacia determinados valores que caracterizan de manera singu­
a la libertad, sino que tal carencia se convierte, a su vez, en un condi­ lar la fisonomía de una persona son producto, en gran parte, de su his­
cionante que opera en sentido contrario. toria pasada. Tantos las virtudes como los vicios hunden sus raíces en
terrenos que no han sido cultivados por la propia libertad. La sensibi­
lidad para ciertas dimensiones morales de la vida y la ceguera que
Manifestaciones de la opción fundamental impide la valoración adecuada de otras tienen su explicación muchas
veces en niveles bastante alejados de la ética. El que un mismo indivi­
Esta orientación fundamental, con una densidad variable según la evo­ duo estime y defienda con ahínco la solidaridad con los demás y ape­
lución del individuo, nQ se reduce _a mero sentimentalismo ni a simple nas experimente la culpa, sin embargo, cuando utiliza en su provecho
deseo abstracto de lo que uno querría ser, sino que su misma dinámica la mentira, es algo que no se justifica tan sólo por sus deficiencias
interna provoca un auténtico compromiso que se explicita y traduce en . morales. El mismo temperamento inclina espontáneamente hacia el
ui:ia forma concreta de a��fil: La realización de la persona, que para el ejercicio de algunas virtudes y fomenta el peligro de ciertos defectos.
cnstiano es también Ia11amada e invitación de Dios, exige una toma de No obstante, tampoco esta connaturalidad elimina el carácter respon­
posturaSillL[��pecto a�-dif�r_�nt��_yaJ9re_§__éticos. Quien opta por sable, porque, de los datos ofrecidos por la propia naturaleza, cada cual
entregarse al Señorcoino valor supremo de su existencia, o seguir a debe seleccionar aquellos que le sirvan para la consecución de su
Jesús para hacer presente su reino, deberá demostrar la �cidª-d y intento, y limar con su esfuerzo aquellos que lo dificulten.
autenticid�e--su entrega en su compromiso por la justicia, la honra­
dez;-laffáternidad, cl'servicio;-h:Céastidad�la paciencia y tantas otras
exigencias morales que modelan y configuran el comportamiento hu­
mano. Esta postura permanente de fidelidad a todo cuanto humaniza y
expresa la voluntad de Dios se·convierte éii actitud. No es posible la
286 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA OPCIÓN FUNDAMENTAL 287

Valoración ética de los actos particulares za para crearla, en caso de no vivir ya con tal orientación-, su existen­
cia se asegura y robustece, como el cariño que se alimenta con las
En este contexto de opción y de actitudes fundamentales hay que situar expresiones normales y sin ningún relieve. La repetición de ta les ges­
e l significado de los actos particulares y concretos, cuyo enjuiciamien­ tos la hacen crecer y l a integran con mayor profundidad en la propia
to ético no se puede realizar de forma aislada, como si el peso de la vida, pues nunca se alc anza un nivel en el que el individuo llegue a sen­
morª1i��cayera éllexclusiva sobre la n1citefialid-ªg_qel gesto. En la tirse satisfecho. E]-ªmorJJ,.O tiene lím.i!esi porque, aun cuando se a lcan­
ética tradicioñarno se había s"eñalado con fuerza esta íntima vincula­ za,ra lo más alto, siempre que4arí_a por dentro la nostalgia de una p· l· e-
ción, y se juzgaban a menudo como hechos aislados, sin apreciar ape­ nitud y_u..na totalidad mayores�
n as la trascendencia significativa que poseen. '[oda la im�rtanc� se · En esta misma línea, finalmente, su influjo se h ace negativo, en
ponía en la materia sobre la que versaban. La mayor o menor gravedad cuanto que también pueden cambiarla del mismo modo que la crearon.
de·e·sti:Cefa suficiente, normalmente, para saber cuándo se daba una Un acto concreto podda darlugar a _una modificación de signo opues­
ruptura importante con Dios o un mero debilita miento de las relacio­ o·
to a _ la.opcioñ que se había, to.giago con anterioridad; úriá serie ·ae
nes. La definición más extendida del pecado se centraba en esta pers­ acfos' que no se encuentran ya orientados por ella, sino que comienzan
pectiva : una acción contraria a la ley y realizada con plena advertencia a manifestar, aunque se a de forma soterrada, un interés diverso, acaba­
y conocimiento, cuya gravedad, en oc asiones, no tenía más fundamen­ rían también por causar una opción distinta.
to que la mera afirmación repetida de manera constante.
No es el momento de tratar ahora cuándo y por qué se cayó en esta
especie de atomización moral y extrinsecismo. Como había que expli­ Materia grave y materia leve: nuevas matizaciones
citar el número, la especie y la gravedad de los pecados, se llegó pro­
b ablemente a una presentación de la moral en que los actos aislados y Desde esta perspectiva, la gravedad qj�y,e,dacl de un acto, sea bueno o
concretos tenían la primacía. Era la forma más fácil y clara de formar pecaminoso, no}J.ll_Q!f.a Cl_\!�JJQJ1�rl�UJ.m.to en la im_po!!_�!}Ci_a. q!}� -�i�!teJa
la conciencia : saber cómo había que actuar y prepararse para la con­ �ateriª_�ppretl}_ _qµe,,y�,fsa,
11ar
s!�º - �-� _ l�Jµer�'!:.Y d��si��� que énsi�f!ª
fesión. Las listas de pecados que se enumeraban en los libros de texto d1chq aG!Q_ a cre ar un a acc10n o act1tucl__deterilllilada s¡ no se v1v1era
y devocionarios, sobre todo para el examen de conciencia, eran un en ella, o parií"°producir·otra-de signoéÜferenie: la ctistin;ión tradicio­
reflejo de esta mentalidad. Un acj:o se _ya lorab a por la re aU.:z.;ación. d.e nal entre mater!?.-_gra°I'.� y mm�ristkYe, cuando h ace referencia a lo ilí­
lo que estaba m andado o prohiliid0:-1:U casuísmointenfiil:iá responder ci!Q..Y.J2!:9.hHiido, no señalaría la frontera entre pecado mortal y pecado
con todo lujo de detalles y distinciones a esta preocupación b astante venial, sino que constituiría más bien una señal orientadora y pedagó­
generalizad a. gica, como ayuda para la valoración íntima de una acción. De ordina­
No hay que negar la importancia de los actos, por supuesto, pero sí rio, y en circunstancias normales, cuando ésta se dirige hacia una mate­
h ay que descubrirla en la referencia de todos ellos, en último término, ria importante (grave), hay que suponer que la densidad profunda de
a la opción fundamental. Su valor ético r� precisam�ot�_en-la..�e­ ese gesto e�__ l� suficie11_te p ara comprometer a la persona en su totali­
cha_yinc11laciónq��-guar:d�f-on.la _ existencia.de e�e,proyect�, media­ dad, aunque otras·condicfories subjetivas, como se aceptab an también
tizado por las actitudes que se adopten frente a los diversos valores. en la tradición, eliminen accidentalmente la gravedad de la culpa.
Ellos son, en primer lugar, los que !��1izan)a géne�i�.<1-� esta opció!J:, Mientras que la materia leve, por tratarse de hechos menos trascen­
bien sea a través de un acto�deteñninado, con la suficiente densidad dentes -no es lo mismo planear un crimen que decir una pequeña men­
humana para poder gestarla, bien a través de otros más pequeños y de tira-, indicaría que en estos casos la decisión humana no es tan com­
menor importancia, pero que terminan orientando la vida hacia ese prometida, pu�_Qi:otará- probablemente el�. un acto. superficiaLque no
valor supremo. na� del corazón deli!!dividuo.
Estos mismos actos, en segundo lugar, incrementan poco a poco, La raíz de la gravedad h ay que encontrarla, pues, en la libre dispo­
con su influjo silencioso y velado, la densidad de la opción. A medida . §i jgn_queJ-ª..J.2�!-ªQl1ªJ!HHÜ!i�§tª d�.-�i.mi$illª.�1L�l-ªc�(i ffi.QrnJl�aunque
c
que ésta se traduce y se encama en acciones -aunque no tengan la fuer- sea de manera implícita. �L�_ontL!JJJJLd.Q.Sis.d.��l\!..Q..def,,1 sensibi-
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lidad, conocimiento y libertad que no siempre se posee cuando uno se Lo mismo ocurre con Dios. Ciertas prácticas religiosas y buenos
enfrenta a decisiones que no considera importantes y en las que, por sentimientos pueden ocultar una lejanía de hecho, haciendo creer que
tanto, la conducta no expresa esa totalidad de disposición, ni se capta se le ama por encima de todo, cuando en realidad existe una vincula­
fácilmente la relación última con Dios. ción mayor con otros valores que le roban la primacía, aunque no de
Esto explica, según santo Tomás (Summa Theologica, 1-II, 89, 3 y forma explícita y del todo consciente. Si Él es lo primero, la actitud
4), que los primeros padres en el paraíso, con el don de la integrida d, ante los valores éticos ha de ser positiva y manifestarse, a su vez, en
no pudieran pecar venialmente, del mismo modo que el acto de un actos concretos acordes con las exigencias morales. No responder a
espíritu puro, en la hipótesis de que pudiera obrar contra la voluntad de esta llamada significa que en la práctica, aunque se afirme otra cosa de
Dios, sería siempre grave, nacido de la totalidad de su ser, porque no palabra, existe algo que de ordinario, o al menos en este momento,
existe ningún atenu2nt�,JJ,) cong-ª9...Q,..d...eJo. .que ocurre,en....et$�er huma­ resulta más atractivo, y por ello nos dejamos seducir por su apariencia.
no, queex_p1iqü�Ja:Iigereza y&µp�rficialidad:d��-decisiº.��s. Cuan­ Decir simplemente que sí, sin ser después consecuentes en la realidad
do el «espíritu puro» dice que no, rompe necesariamente su amistad de los hechos, no es cumplir con la voluntad del Padre (Mt 21,30-31).
con Dios, aunque se tratara de una prohibición sin importancia, mien­
tras que el ser humano es tan poco lúcido en esas ocasiones que la
negativa no afecta a su destino último. El actQ qgy_gj�<;:.!!tª-11_9_�.Q.O..nsi­ La madurez indispensable
dera ggrm.ªl.mente.�gmq_grgtve. Sin embargo, aunque no exista un claro
rechazó, tampoco se integra la conducta.en la lógica y coherencia del La serieda,t<1�_1g1.a opdón.g}m�jcl!,l� hace que ésta n_o_sea posiple para
sí otorgado. ufiÜJsÍCología
ª
infantil o todavía demasfado inmacfüra. Elñ1Ko"tau··sólo
es'fá dando su's�priineros pasos educativos, que lo preparan para poder
tomar dicha opción con posterioridad. Incluso, durante ese proceso,
Conclusiones pastorales: podrá efectuar pequeñas opciones, como etapas previas a los momen­
imposibilidad de opciones contradictorias tos más decisivos, pero marcadas siempre por las características de una
Las aplicaciones de cuanto hemos dicho al tema concreto del pecado persona que todavía no puede tener una responsabilidad mayor, ni
las veremos en el próximo capítulo; pero ya desde ahora es posible de­ siquiera para la realización del bien. Su entrega a Dios nace de una
ducir algunas conclusiones pastorales que conviene tener en cuenta pa­ buena voluntad, pero que no deja de ser infantil, al estar enormemente
ra comprender mejor la riqueza y complejidad de la decisión humana. condicionada por la educación y el ambiente en que se mueve. Catalo­
La primera de todas sería insistir en U1:!_��-C.��!!�-$�1).tid.o..c..om.!Íp y garla de este modo no supone negar la importancia, el encanto y hasta
sobre el que, sin embargo, no se reflexiona como se debería: La impq­ el valor religioso que encierra, sino reconocer el alcance que tienen en
siQ].e_existem:ia de dos opciones fundamentales simultáneas y contra­ estos años los elementos p�_icol��_gµ�Ja·cQiúffofoii"an.
ilictorias. La afirmación de Jesús es, además, tajante y sin alternativa Lo mismo habría que-decir, con toda coherencia, sobre la posibili­
alguna: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24). Es decir, aun­ d�d de romperla durante este proceso evolutivo. Lo cual significa,
que el ser humano busque a menudo múltiples C Qmpone..ndas, n� es 0
dicho con otras palabras, que defender 1-ª...Q.Q§i�fügª·º el.�- _un.,� ruptura
posible la entrega sinf.�_rn_aJ:}iq_s si otros valores importan por encima grave con Dios parece demasiado injusto e. incomprensible. -Nhigún
de Él. La preocupacíón básica sería reconocer a qué señor (Le 16,13) psicólogo se atrevería a exigir una grave responsapili_claci mieptras no
se quiere verdaderamente agradar, pues muchas veces no nos interesa �e haya alcanzad?.. .!�- madurez iñclíspensablé. p::µ.:a,,_ µ_na. decisi<Sn . té:ln
descubrir la verdad de nuestra opción, que disimulamos con falsas ilu­ 111:P.-?��!!!r::tJtfefé�ndente, del mimo modo que ningún código penal
siones y aparentes deseos de haber elegido «la única cosa que es nece­ condena a muerte a un niño, por muy grande que sea la acción que
saria» (Le 10,42). Comq �1 cónyuge que se ha casado por un mezqui­ haya podido cometer. Lo de Jesús, cuando habla sobre la eficacia de la
noJ!1_terés ecor,icSi.n.�co y }10 quiere aceptar SlJ.. IDQt_iyac:J§.!L��rd8-,d_�r,a, petición, sería también aplicable a este caso: «Pues si vosotros, siendo
de su amor malos, sabéis dar cosas buenas... ¡cuánto más vuestro Padre que está
sfoo güefüfo:nta convencerse a símismo. de
te. éañ río scr ·~- . . ... --- -ad. . ... .. .....
la autenticid
en los cielos!» (Mt 7,11). Si los hombres tenemos comprensión y
rríÓ-strándo�e esp ec fal rii eri
••�.�,• • ""'•�r,,. -,.,,._ ...... , - • • ••
290 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA OPCIÓN FUNDAMENTAL 291

benevolencia para con los fallos cometidos a esa edad, Dios será mu­ fiesta en una serie de caídas y confesiones que se suceden de forma
cho más comprensivo y benevolente en las mismas circunstancias. habitual, me parece que no cabe más que esta doble alternativa: o bien
Lo cual tampoco significa que durante ese período no haya espacio esos pecados no son subjetivamente graves, o bien la penitencia sacra­
para la culpabilidad, la falta y la negativa al amor; lo hay, pero siempre mental no supone una verdadera conversión. Cualquier otra hipótesis
a un nivel y con unas características que impiden considerarlas como no resulta comprensible.
graves. Ni siquiera hay que disminuir la trascendencia de esa conduc­ Como ya hemos dicho, la persona que ha decidido en serio su
ta primera para una opción posterior, pues ya hemos dicho que su ent�ega a _Dio.s p9i:__en�a de to_dasJª-�.. 92§ª�..J-1,Q Pl!�f!� ..Y2.!Y�rn.e atxás
génesi_s y c��e efectú'!-��JJ.:.9ueñas respues�as g�_Jl.UJ1�c.haJo y consJªp.tel!!�mJ.�. Sin embargo, es posible que todavía
o negativas, que pos1b1htan-un dia el encuentro mas profundo con D10s adolezca, como consecuencia d��!}S M!2itQS.. anteriores, de una incapa­
o el rechazo de su amistad. cidad. para diri_gir.JP49..&Jºª·-··ªcto"s:�:c,o_nc;i:e.to� @....�QQyJ@J;ia con su
Nadie puede saber con precisión en qué momento se da esa madu­ opción. La gracia de Dios que perdona no hace desaparecer los con­
rez indispensable, ni creo tampoco que la preocupación deba centrarse flictos internos, los mecanismos más menos inconscientes, las inclina­
en conocer con exactitud el momento justo en que se realiza. Lo impor­ ciones condicionadas al mal, etc.; es decir, ese reato de la pena que aún
tante es preparar a la persona para que un día la lleve a efecto; aunque perdura después del perdón, como fruto y consecuencia de la culpa. La
sea de una manera más o menos implícita. La edad cronológica no es ilusión y el esfuerzo van orientados a conseguir un dominio total que
siempre el factor más importante, ya que otros elementos psicológicos por el momento no tiene, seguramente, el recién convertido. Son ges­
intervienen con mayor fuerza. Ciertos criterios servirán de ayuda, sin tos, por tanto, que no expresan ni brotan de lo más profundo de su ser
que aporten la evidencia que algunos desean. Pero lo que sí es claro es y no constituyen, por tanto, un acto grave, plenamente humano.
que, en circunstancias normales, esta maduración no se alcanza antes Según la división apuntada poco antes, tales actos habría que adje­
de la adolescencia. tivarlos como leves, superficiales y periféricos, aunque se refieran a
una materia importante, al no tener la riqueza de expresión ni la fuer­
Imposibilidad de un cambio continuo y frecuente za para romper la conversión efectuada. El abandono inmediato de un
condicionante anterior no se consigue siempre a la primera,•a·pesar de
Una vez que la opción se ha realizado en serio y de manera adulta, la· buena voluntad con que se intente. Lo fundamental, en esos casos,·
resulta también psicológicamente imposible un cambio continuo y fre­ es no ser presa de la preocupación por los fallos singulares, sino seguir
cuente. Dios ha querido valerse del amor conyugal en la revelación fortaleciendo y vigorizando la nueva orientación positiva, hasta obte­
como símbolo de las relaciones mutuas que desea mantener con los ner la integración y el control deseados. Es lo que algunos han llama­
hombres. Ahora bien, cuando existe ese amor profundo o una relación do una pastoral de crecimiento, que avanza hacia el ideal aceptado de
de auténtica amistad, se mantiene· al menos UQ.ª,Gi.er:t� p�rmanen�!ª corazón, aun en medio de las deficiencias que no han llegado a supe­
estable, q� impide.Jm,�ritmo.casi.constante.de pe�ado-.conv.ei�Q!i-1..QS­ rarse por completo.
ÚJlÍCOS qt:1e.se pelea,µ y_ hacen-las paces todos.los dias son los nmos-0-Jas Pero la segunda hipótesis tampoco debe excluirse. En ocasiones, la
personas sin un grado míniino _qe maduración psicológica. Aunque la e:2.�fesi<511..22...cl.dª-.§�i:Jm.siID..PJ�.r§_q.ui.sito.parn...?cerearse�aristía
firmeza sea diferente, de acuerdo con la experiencia vivida de cada uno, o para liberarse superficialmente de un sentimiento de culpabilidad que
una entrega sincera y comprometida no se destruye de forma repentina. molesta y hiere el propio narcisismo. Con ella no se opera una verda­
Santo Tomás tiene un texto formidable para que no sintamos extrañeza dera conversión ni se expresa un aeseo eficaz de darle un nuevo rumbo
ante un planteamiento de la más pura teología clásica: «Aunque por un a la vida. A lo más, manifestaría la nostalgia de quien habría preferido
pecado mortal se pierda la gracia, sin embargo, la gracia no se pierde actuar de otra manera, pero sin comprometer eficazmente el futuro en
fácilmente, pues al que la posee no le resulta fácil realizar ese acto por otra dirección. ELfüi!ftamento�de.Ja..penit�U.Qi.a_se..ha_c_on.Y.ert�n
la opción contraria que tiene» (De veritate, 27, 1 ad 9). ¿}tq.demasiado .fá.-cil, pues no implica, como en épocas pasadas, mayo­
En este contexto, habría que replantearse más a fondo el hecho de res dificultades que demuestren su autenticidad. La satisfacción de
esos cambios repentinos y frecuentes. Cuando este proceso se maní- nuestras confesiones actuales, sin caer en el rigorismo antiguo, debería
292 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA LA OPCIÓN FUNDAMENTAL 293
servir algo más como prueba y testimonio del arrepentimiento mani­ esta clarificación, que se mantuvo como norma orientadora, aunque
festado y no quedarse en algo puramente simbólico y descomprometi­ demasiado cosificada. El interés se ponía en la gravedad de la materia
do. Aquí habría que decir también que tal gesto -el hecho de confesar­ y en las cualidades éticas del acto, para deducir después su culpabili­
se- tampoco reviste la densidad suficiente para efectuar la conversión. dad y catalogarla adecuadamente. La lista de pecados graves y leves
ofrecía una ayuda segura para la valoración de la conducta personal.
Este juicio sobre la gravedad de una acción se ha hecho hoy más com­
Moralidad de la situación: el significado del acto plejo, pues en bastantes ocasiones el mismo sujeto no llega a saber con
certeza cuál es su propia situación, que sólo puede intuir por ciertos
La importancia ética �L-ªG19.l!ªb!:!ª q��--�)}-�S���a, por tanto, lll�C,:QQ indicios de probabilidad. Y,.§11ª"p.erson.a...no.1lega a s�Jl9.f.Qn.exacti­
_ i) más en la act!t:µd y la QQC!Q.I1�qy_y_��YªP:J!ªgµ�111o qll�J�.11,�Lg�.§!9 99!1- tud, . .a, pes::t.r.de sentjcla§ prgpja,s _ �xp�rj�1.11::ias, mucJ}o_,menps,__ pográ
éréfci-qui.··s_e.-'ii:ªu�a:-í>or-eso es posible que el aíejarniento de Dios y el vlllm:arse .de_sdeJueya.
desprecio o la indiferencia respecto de algunos valores fundamentales No es el momento de intentar a toda costa una mayor lucidez obje­
existan aun antes de cometer una acción considerada como gravemen­ tiva, que no se consigue a base de consultas, lecturas y reflexiones. f:L
te pecaminosa. Esta situadó,ri pecaminosa se daría cuand.o I)iQS o un se� _ humano actúa_ sifp:_ipre con una Il)�:z:cla _de__ luces_ y, $91:QQras, de
valor deterrninad6--�j_iene.:i:L1;m:rn,la .. pers.Q\H�.!1}1:'!,fül}1ª.Y.i.g�11cia o cobardfa'y esfúérzo sinéero, de condíéfonantes y libertad, cuya fronte­
interés. Si no se ha ido más allá en la práctica, es porque no se han dado ra permanece cubierta por la penumbra. La postura más evangélica,
aún las circunstancias favorables para su comisión. Como una persona pues, consiste en abrazar con aleg¡fo�esa doc�a,__ignarancia, humilde y
casada, para la cual, aunque se mantenga por el momento fiel a su sincera, de no tener miedo 1Cdesconocer delante de Dios cuál es nues­
amor, el cónyuge ya no es alguien único e insustituible. S..u..in..fidel.idad tra verdadera situación. S61o Él ¡:,e11�tra. ep. �se _rnundo oculto y miste­
t
no Sllrge. el día en .que.co,m.e!�J1n &dulterio, sino que tal hech? �s_ el sí�­ rioso donde se entrecruzan e bieri-y"d mal ·en proporciones tan dife­
Iª·
t�.!�.I���l��!�n,. co�9_ fie�r�, de una enfermeda� mterna ya
, De la misma forma que ha podido fraguar­ rentes, según los casos y las circunstancias, pero casi siempre de un
contraída con ariteriondaa. modo tan opaco para nosotros. Es un esfuerzo por colocarse ante Él
se una entrega a Dios y un compromiso con los valores sin haberse sinceramente, sin condenarse con exceso ni sentirse inocente con inge­
dado todavía un acto explícito de conversión. Tal sintonía hace posible, nuidad. En último término, sin saber lo que somos, esperando siempre
precisamente, que poco después termine efectuándose con una con­ su perdón y abiertos al cariño y al agradecimiento. No en vano, todos
ciencia e intencionalidad mayor. somos al mismo tiempo justos y pecadores. El tema del pecado lo
El pecado corno acto, en este caso, constituye una llamada a la vam<?s a desarrollar con mayor 'amplitud en el capítulo siguiente.
reflexión para reconocer, c�alismo._y...evidencist, lo que ya veníamos
siendo o lo que éramos de verdad, aunque no se quisiera admitir, pues
surge como cons�c:JJencia. de.un abandono pauJatino,qy�J;rn .!.Q.QJ!l-!ll<;ln­ ***
do la-opdón - anterior. De ahí la importancia que debería darse en la
práciica'aliliüttdo'de·1as omisiones: la ausencia de aquellos actos sin
mayor relieve a primera vista, pero que son los que mantienen y den­ Bibliografía
sifican cualquier compromiso. Sin ellos la opción fundamental se debi­
lita de forma progresiva, hasta desaparecer por completo, aunque ARTEAGA, J., «Algunas reflexiones sobre moral y libertad»: Teología y Vida
muchas veces no se caiga en la cuenta de su destrucción hasta que un 40 (1999), pp. 135-145.
acto grave la manifiesta. BoouoLO, L., «Fundamentación ontológica de la libertad psicológica»:
Todo esto elimina sin duda la evidencia casi matemática que se Sapientia 39 (1984), pp. 249-256.
tenía sobre la moralidad de los actos humanos y el grado de conoci­ DEMMER, K., «Opción fundamental», en (Vv.AA.) Nuevo Diccionario de
miento y libertad que nos hace responsables. La obligación de confe­ Teología Moral, San Pablo, Madrid 1992, pp. 1.269-1.278.
sar los pecados graves, con su número y especie, creó la necesidad de DERISI, O., «Carácter racional de la libertad»: Sapientia 40 (1985), pp. 9-12.
294 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA

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Agustiniana 38 (1997), pp. 1.093-1.121. a�te el futur?, para _esperar que u� día cercano tales complejos y reac­
REHRAUER, S., «Psicología de la responsabilidad»: Moralia 23 (2000), ciones negativas deJen por fin de mfluir en la psicología de los cristia­
pp. 9-50. nos. El réquiem por el sentido del pecado se ha entonado con aires fes­
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Terrae, Santander 1983. tura rehg10sa muy determmada no es motivo de llanto o lamentación.
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tiana»: Ephemérides Mexicanae 13 (1995), pp. 181-199 y 347-370. pérdida. Creen, como ya lamentara Pío XII hace tiempo, que el mayor
TH0RPE, J., El libre albedrío, Herder, Barcelona 1985. �ecado del ��ndo_ �ctual es haber perdido esta conciencia de culpabi­
TREVIJANO, P., «Pecado y opción fundamental»: Salmanticensis 36 (1989), hd�ad. _Su ehmmacion no es, por tanto, ningún signo de progreso, sino
pp. 361-376. m�� bien una consec�en�ia del proceso deshumanizador en que vive la
VEGAS, J.M., «Determinismo y libertad»: Diálogo Filosófico 4 (1988), sociedad. El encallecimiento de la gente es un mecanismo de defensa
pp. 320-352. p��a no sentirse C?J?PfOJ?eti�a frente a ni�g?na llamada de la obliga­
VIDAL, M., «Opción fundamental y conciencia moral en la encíclica "Veritatis cion. A la culpabihdad irracional y patologica ha sucedido una ino­
splendor"»: Moralia 17 (1994), pp. 5-30. cencia demasiado descarada como para · no descubrir en ella otras
WEBER, H., Teología moral general, Herder, Barcelona 1994, pp. 282-329. motivacio1!1;s ocultas e interesadas. ¿Ha sido, pues, una conquista o
YÁÑEZ, M., Esperanza y solidaridad. Una fundamentación antropológico­ una regres1on?
teológica de la moral cristiana en la obra de Juan Alfaro, Universidad Es difícil optar por alguna de estas alternativas sobre todo cuando
Comillas, Madrid 1999, pp. 315-340. se radicalizan y se hacen excluyentes. Probablern'ente porque ambas
296 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO PERSONAL 297

tienen una buena parte de verdad, y cada una acentú_a lo que la otra no La presencia y la constancia de tales.símbolos, a lo largo de todas
subraya con tanta fuerza. Las exageraciones e influencias patológicas las culturas y de todos los tiempos, invalidan la opinión, defendida por
de una pastoral del pecado, centrada en el miedo y en la culpabilidad, algunos, de que se trata de una experiencia propia de los pueblos. pri­
han sido demasiado evidentes como para negarlas. Aunque a veces se mitivos, sin un mayor desarrollo cultural. El ser humano siente la ame­
hayan caricaturizado en exceso para criticarlas, hay una base muy real naza constante de la mala conciencia, que ni siquiera brota de la .reli­
que invita a la reflexión. Bastantes de los fenómenos que acompañan a gión, sino de su misma estructura antropológica. Desde pequeños sen­
la experiencia de la culpa no tienen raíces religiosas. Es una pena que timos la necesidad de moderar nuestros impulsos pulsionales e instin­
la imagen _de Dios que subyace a la finitud humana haya contribuido tivos para hacer posible la convivencia y el respeto mutuo. De ahí nace
de tal manera a la angustia y el temor de una psicología inmadura y la exigencia de la ley, a la que todos deben someterse, como criterio
atormentada, lindante muchas veces con la patología y ajena, desde primario para regular las relaciones entre los miembros del grupo y con
luego, a los datos de la revelación. otras comunidades. Es lógico que la obediencia provoque un senti­
Pero también sería equivocado no admitir la decadencia que acom­ miento benévolo al acatar las reglas fundamentales del juego social,
paña al sentimiento del pecado, como si un eclipse impidiera contem­ del mismo modo que la transgresión, aunque permanezca oculta, des-
plar toda su verdad. Un deseo inconsciente de inocencia impide el . pierta la vergüenza y el remordimiento por no haber jugado de mane­
reconocimiento de la propia culpa. Precisamente porque ·es pecador, al ra limpia. La trampa no constituye ningún motivo de orgullo. Por deba­
ser humano le cuesta aceptar sus límites e incoherencias, y encuentra jo queda la sensación de no haber actuado con rectitud.
múltiples excusas para que no recaiga sobre él la responsabilidad. Las Por eso la persona se ha sentido siempre culpable, a pesar de todos
afirmaciones de Dios en la revelación sobre la existencia del pecado los intentos tendentes a convencerla de su inocencia, Su limitación,
son tan serias que no es posible interpretarlas como recursos oratorios que experimenta de múltiples maneras, la hace incapaz de abarcarlo
o amenazas infantiles. Es una realidad que existe en el corazón de toda todo y le recorta sus ansias de infinitud. Aunque quiera y se esfuerce,
persona y que tiene necesidad de la redención de Cristo y la ayuda de tiene la sensación de no realizar siempre lo que debe, como si una fuer­
la gracia para lograr dominarla. za superior le dificultara la realización de sus deseos. Reconoce, sin
Guardar el equilibrio entre un exceso de culpabilidad y un afán de embargo, que tales límites dejan un margen de maniobra y un espacio
inocencia resulta difícil. Para recúperar el verdadero concepto de peca­ suficiente para hacerse responsable de su actuar. En medio del enigma
do y purificarlo de otros elementos espurios, haremos una reflexión, en y de la contradicción, sabe que los fallos no son producto exclusivo de
primer lugar, sobre la experiencia antropológica de la culpa y los sen­ un mal funcionamiento, sin ninguna intervención de su voluntad res­
timientos qu,e la acompañan, con el intento de constatar los diferentes ponsable. Cualquier individuo, por muy normal y culto que sea, expe­
niveles humanos, éticos y religiosos en que se viven. Los datos de esta rimenta sentimientos de este género cuando toma conciencia de una
experiencia los confrontaremos después con los que se encuentran en acción con la que ha herido injustamente a la persona que ama.
la Revelación, antes de responder, finalmente, a los problemas y dis­ Habría que afirmar, por tanto, que el sentido de la culpa no nace de
cusiones actuales que el tema suscita. conciencias ignorantes o alienadas, como si fuera incompatible con la
evolución cultural y científica. Al contrario, su ausencia y eliminación
La experiencia antropológica de la culpa supondría más bien la muerte de un sentimiento muy digno y que
desempeña también una función importante en la economía del psi­
Los etnólogos han constatado la universalidad de este fenómeno que quismo humano. El que se vivencie a veces de forma inmadura o pato­
descubre la finitud radical del ser humano. Son muchos los símbolos e lógica no excluye los valores positivos que aporta, como un toque de
imágenes que intentan expresar el contenido íntimo de esta vivencia: atención para reflexionar sobre las. falsas justificaciones y caer en la
mancha, desvío, error, fallo, rebeldía, vacío, soledad, injusticia, enfer­ cuenta de los propios errores. La necesidad de purificar este concepto
medad, Iímitación, angustia, pena, condenación, remordimiento..., co­ de tantos otros elementos que no son inherentes a su propia naturaleza
mo si fuera imposible revelar con un solo término la abundancia de no justifica nunca el intento de eliminarlo, como si el progreso y la
sensaciones y sentimientos que despiertan esta realidad. maduración terminaran algún día por excluirlo de forma definitiva.
298 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO PERSONAL 299

Es más, los mismos etnólogos están de acuerdo en que los diferen­ en el fondo de esta apología tal vez se dé una búsqueda infantil de ino­
tes síntomas o niveles en que puede vivirse no responden a una evolu­ cencia, . corno el niño que· achaca a· los demás la causa de cualquier
ción que se haya ido superando,. desde los· estadios más primitivos estropicio. Y detrás de esa ilusión gratificante no sería difícil detectar
hacia otros más desarrollados. En cualquier época coexisten mezclados una voluntad de poder que nos remite de nuevo a la infancia.
dentro de una misma cultura o civilización, como elementos que se El niño, en efecto,·constata désde su primer año de vida la realidad
integran sin ninguna dificultad. Una mezcla y confusión que se hace del mundo que le rodea, por las repetidas experiencias de frustración,
también constatable en el interior de una misma persona, capaz de vivir de vacío, de soledad... Empieza a darse cuenta de que él no es el cen­
en algunos momentos experiencias muy auténticas, para caer después tro exclusivo de las atenciones de los demás, el único objeto de cariño.
en otras reacciones regresivas e inmaduras. Veamos algunas de ellas. A pesar del afecto que lo alimenta, no se encuentra siempre acompa­
ñado, ni todas sus necesidades se satisfacen de inmediato. Es decir,
descubre su existencia corno finita, limitada, imperfecta, relacional. Al
El mito del paraíso perdido: la negación de la moral no estar solo, es imposible que todo lo tenga y le satisfaga como en la
época anterior, cuando no había sentido aún los dolorosos y reducidos
La raíz de donde brota la experiencia de culpa es idéntica en todos los límites de la vida. El psicoanálisis revela que cada ser porta en la pro­
individuos. Somos seres limitados y con una incapacidad básica para fundidad de su inconsciente una nostalgia absoluta de totalidad y
hacer el bien y evitar el mal, sin las fuerzas y recursos necesarios para orn11ipotencia, corno un deseo radical que sueña con romper las fron­
una conducta rectilínea. El error y la equivocación forman parte de teras de su finitud. Desearía transportarse a otro mundo donde no
nuestro patrimonio como una consecuencia inevitable de nuestra pro­ tuviera que experimentar la limitación que se le impone, la incapaci­
pia finitud, que nos imposibilita la coherencia de las decisiones. La dad que siente, la insatisfacción constante con que tropieza, la muerte
falta, sin embargo, no se debe a la libertad de quien así actúa, sino que que un día terminará venciendo y que ya se le acerca con otros duelos
constituye un fallo técnico de la naturaleza del que nadie puede sentir­ pequeños.
se responsable. 'Lo cual molesta y duele, porque afecta a las fibras más Es el mito del paraíso perdido, cuya nostalgia impide tantas veces,
íntimas de la personalidad, ya que no responde a los propios ideales ni aunque no se conozca ni se explicite, la reconciliación amorosa con la
a las expectativas que otros hayan podido hacerse acerca de nuestra propia verdad. Corno cada día renace la esperanza inconsciente de esta
conducta. Pero lo que nunca debería desencadenar es un sentimiento omnipotencia, que vuelve de nuevo a romperse con el realismo de la
de culpa. Sobre el ser humano, aunque cometa el mal, no es posible vida, hay que buscar excusas y justificaciones para huir de aquello que
lanzar ninguna condena acusatoria. Cometerá un error o se habrá equi­ atemoriza. Esta formidable presión interior nos lleva también a soñar
vocado, pero jamás será culpable, pues su aparente malicia no es sino que el fracaso de la culpa no es algo que dependa de nosotros, corno
un desgraciado accidente debido al mal funcionamiento de su natura­ un signo más de nuestra limitación, sino un hecho lamentable que no
leza. Así esta hecho, y él no tiene poder alguno para evitar semejante afecta ni humilla a la propia libertad. ¿No significa esto una regresión
clase de fallos. El fracaso, en último término, no es imputable al indi­ y una falta de madurez?
viduo, sino a los defectos de fabricación con que ha nacido, sin ningu­
na garantía que asegure la perfección de su mecanismo.
En determinados ámbitos de la sociedad moderna ha surgido la La transgresión del tabú: una ética de la irracionalidad
necesidad de mantener el mito de la inocencia como el único camino
para desembarazarse del pesado y agobiante fardo de la culpabilidad. La fundamentación mágica de la culpa se basa en un estadio de
El único pecado consiste en mantener las estructuras generadoras de la conciencia que no distingue entre el orden ético de la maldad y el
mala conciencia. Parece un avance y un signo de madurez el haber orden cosrnobiológico de la desgracia. Al no existir ninguna explica­
encontrado la explicación de los fallos éticos en mecanismos ajenos a ción causal de los fenómenos físicos, la existencia del mal se atribuye
la propia libertad, olvidando que se requiere una mayor maduración y a una falta cometida con antelación. Cualquier desgracia se interpreta
equilibrio para reconocer la culpa que para excusarse de ella. Y es que como castigo de un hecho malo que se ha cometido, aun sin saberlo y
300 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO PERSONAL 301

sin intervención de la voluntad. La culpa recae sobre el individuo como de libertad, pero advierte que su equivocación es también efecto de su
una mancha que ensucia, al margen por completo de su decisión. Es culpa. Más allá de la mera transgresión, el mal radica en la intencio­
posible contraerla, incluso de forma involuntaria e inadvertida, por una nalidaci interior, libre y voluntaria que lo ha provocado. Pudiendo y
especie de contagio que infecta y se apodera de la persona. Un tropie­ debiendo haber actuado de otro modo, eligió un camino que no con­
zo que, aunque no se quiera, provoca de inmediato una serie de conse­ ducía a la meta y el proyecto deseados. Ni los demás ni las realidades
cuencias negativas. Se trata de una sanción automática por haber trans­ materiales causan la culpa, al margen de la propia voluntad. Sólo el
gredido un tabú: aquella realidad absolutamente inviolable y llena de rechazo o la indiferencia frente a los valores humanos hacen surgir el
peligro, por la relación que guarda con un poder supremo. Un temor fallo que el propio individuo acepta y reconoce.
instintivo se encuentra ligado a esta fuerza, y la menor infracción Cuando este fallo se vivencia, además, como una negativa al que­
engendra el sentido de culpa. rer de Dios, el nivel ético adquiere una dimensión religiosa, y la culpa
En este nivel mágico, hay que vivir en permanente estado de ten­ del hombre se transforma en pecado del creyente. La deshumanización
sión. La obediencia a la ley y la observancia de todas las prescripcio­ que comporta la primera se experimenta, al mismo tiempo, c_omo una
nes se imponen como el único remedio para escapar a esta amenaza. ruptura y quiebra de la amistad ofrecida por él. Como diremos ense­
Si, por cualquier motivo, alguien no llegara a librarse, al haber fallado guida, el término bíblico «adulterio» expresa en lenguaje humano el
en algo sin saberlo, tendrá que acudir a una serie de ritos purificatorios contenido espiritual del gesto pecaminoso. Es la infidelidad de un
para borrar la mancha y evitar los castigos que podrían incluso recaer amor que se deja seducir ahora por cualesquiera ídolos. Desde la trans­
sobre los otros miembros del grupo. Por eso el mal o la desgracia que gresión de un orden que contamina con un automatismo mágico, o
éste padezca será debido a la culpa de algunos de sus componentes. desde la resistencia a la llamada de un valor, se pasa a la ofensa a una
Habrá que buscar al transgresor para que reconozca su falta, expíe su persona que se quiere.
delito y aplaque la venganza de las fuerzas superiores. La dimensión En todas las épocas transidas de profunda relígiosidad y en cual­
racional está ausente de todos estos mecanismos que surgen, se man­ quier persona creyente, la culpa y el pecado se viven como una misma
tienen y actúan en el mundo exclusivo de la magia. No existe ninguna realidad, por el carácter trascendente que encierran los valores éticos.
otra justificación que resulte razonable. Las prohibiciones-tabú inva­ Ya vimos cómo la invitación que éstos nos hacen no es sino el eco de
den la conciencia para convertir al individuo en un ser desgraciado e otra palabra que nos llega desde arriba, en la que Dios nos descubre
impotente contra el destino. Si ciertas manifestaciones son típicas de también su voluntad. Si esta trascendencia religiosa desaparece,· ya no
sociedades más primitivas, sus raíces se hallan presentes en cualquier sería posible hablar de pecado, que supone siempre esta vinculación
persona normal y asoman a la superficie en otras expresiones que, aun­ directa con Dios, pues la falta cometida permanecería en un nivel ético
que sean menos llamativas, son producto de la misma mentalidad. que no descubre el horizonte de la fe.

La dimensión ética y religiosa: la culpa y el pecado El sentimiento de culpabilidad: condicionantes psicológicos

Supone la superación habitual de los estadios anteriores y la ruptura La experiencia de la culpa, al provocar un desorden, una mancha, una
con los esquemas que los condicionan. Aquí la persona toma concien­ ruptura, un error o equivocación, una infidelidad... , despierta un males­
cia de su verdadera responsabilidad cuando rechaza la invitación de tar interior y el deseo consiguiente de reparación. Se trata, por tanto,
aquellos valores que él mismo considera como humanizantes. Sus de un sentimiento muy lógico y natural, como consecuencia del fallo
actos le son imputables, porque reconoce su opción por una conducta cometido. Lo extraño sería que, después de todo lo que supone la culpa
desintegradora de lo humano. Acepta sus condicionantes, pero sabe o el pecado, el sujeto permaneciera indiferente, como si nada de ello le
que no le arrebatan por completo su autonomía. A pesar de los dife­ afectara o le preocupara. Semejante frialdad sólo tendría explicación
rentes determinismos de uno u otro tipo, tiene el convencimiento sin­ por la ignorancia o el cinismo de quien no ve las consecuencias o a
cero de que pudo actuar de otra manera mejor. Podrá ignorar el grado quien le importa muy poco lo que haya acontecido. La ausencia del
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sentimiento de culpabilidad no es ningún signo de progreso, sino que consigue de manera automática por el poder mágico que contienen. Lo
revelaría más bien una estructura psicológica deficiente. El fracaso de que duele no es el mal hecho, sino las malas consecuencias que de él
un proyecto humano o religioso, aunque no sea absoluto y definitivo se derivan.
tiene que producir en una persona normal ciertas reacciones interiore�
que no la dejen tranquila e inmutable, como si nada hubiera pasado. La La dinámica del narcisismo: el fracaso ante el yo ideal
culpabilidad, como el dolor o la fiebre en los mecanismos biológicos
hace sentir el mal funcionamiento dela persona y el deseo de una cura� En otros estadios posteriores y más conscientes, el sentimiento de cul­
ción eficaz. Luchar contra ella es privar a la psicología humana de una pabilidad se alimenta del propio narcisismo. La culpa es un hecho que
señal benéfica para su reorientación interior. destruye el yo ideal con el que el individuo se encuentra identificado.
Sin embargo, aquí también pueden intervenir otros muchos facto­ Hacia él ha encaminado multitud de esfuerzos con la ilusión de conse­
res que la convierten en un fenómeno anormal y patológico. Y un sen­ guir algún día su plena realización. El desajuste entre ese ideal y su eje­
timiento provocado por dinamismos inconscientes, o producto de un cución práctica crea sentimientos de condena, rechazo o degradación.
narcisismo herido, tiene muy poco que ver con lo que antes decíamos. Una insatisfacción de fondo por la incapacidad de obtener la meta
Muchas de las críticas que desde la psicología se han hecho a la moral soñada en la que estaban depositadas tantas esperanzas personales y
y a la religión podrán ser objetivas, pero son denuncias contra las expectativas de los demás. Es un inconformismo egocéntrico, fomen­
deformaciones y patologías que se han generado por una falsa educa­ tado más que nada por la urgencia de la propia autosatisfacción. El fra­
ción o por las condiciones peculiares del sujeto que la ha recibido. Por caso es doloroso, no porque esté en juego el bien de los otros, sino por
eso es útil apuntar las principales causas que las originan. haberse roto de nuevo la imagen narcisista, que nos humilla y destro­
En el fondo de todo sentimiento de culpabilidad existe una sensa­ za. Y un inconformismo estéril e infecundo, porque toda la energía se
ción de angustia por el temor a una pérdida, por el miedo a un castigo. ha puesto al servicio de una «perfección» que, aun en la hipótesis de
Es el rechazo de una impresión que resulta intolerable. Desde sus pri­ que se alcanzara, no tendría sentido humano ni evangélico, ya que no
meras experiencias, el niño necesita hacer suyos los deseos paternos, nace del altruismo y la donación.
que van con frecuencia contra lo que él quiere y apetece, para poder Las prácticas religiosas tienen como objetivo la misma finalidad.
amar así a sus padres sin tensiones ni conflictos. Esta frustración in­ Dios es una especie de medio que utilizamos por ver si al fín, con su
consciente y angustiosa, ante la imposibilidad de seguir sus propios ayuda, alcanzamos lo que no está en nuestras manos. De ahí, la obse­
deseos, desencadena a ese mismo nivel un movimiento de agresividad. sión por medir y contabilizar los posibles avances o retrocesos. Es una
El objeto de amor se convierte también en motivo de odio que, aunque desgracia renovar los esfuerzos, después de las muchas tentativas que
no se exprese ni se manifieste, produce la angustia de la culpabilidad. terminaron en el fracaso. Como consecuencia de esta actitud, nace por
Atreverse, incluso inconscientemente, a transgredir la ley del amor dentro una impresión sutil de amargura y tristeza al comprobar la este­
merece sin duda un castigo, y la posibilidad de perder el cariño del ob­ rilidad de tantos alientos inútiles. O, lo que sería aún peor, un senti­
jeto amado y odiado se vive como una amenaza permanente. Aunque miento farisaico de autosuficiencia si el progreso hacia la supuesta per­
desde fuera no se cumplan estos temores, el propio super-yo castigará fección resultara constatable. En cualquiera de las dos hipótesis, la
con mayor saña y rigor el incumplimiento de la ley. El sentimiento de razón para el gozo o para la tristeza surge de un narcisismo perfeccio­
culpabilidad será la venganza cruel del propio sujeto. nista. Lo que más importa es la impresión que nos pueda causar nues­
Es una vivencia que corresponde en gran parte al nivel infra-moral tra propia imagen. Pero el castigo de esta orientación egocéntrica lo
de la culpa. La reconciliación se intenta conseguir también de una lleva el mismo narcisista en su complejo de culpabilidad, pues nunca
forma mágica, con ritos catárticos y purificatorios que al menos aho­ podrá estar satisfecho de haber subido hasta lo alto.
guen o encubran la mala impresión. De la misma forma que la culpa es El remordimiento se hace compañero constante del camino. Con­
un gesto casi mecánico, la purificación se realiza más por la fuerza del siste en querer que no haya habido culpa, en desear haber sido de otra
rito escrupulosamente cumplido que por la intención de la voluntad. manera, en sufrir por un pasado que ya no se puede suprimir. Como un
Lo importante es cumplir con las rúbricas ordenadas, pues el perdón se lamento inútil del que llora sin ningún consuelo, porque choca con lo
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irremediable; una demanda de ayuda que cae en el vacío porque no hay Las deformaciones en la vida cristiana
por delante esperanza alguna. El porvenir se clausura con el pasado,
como un muro inexpugnable que no ofrece ninguna salida y que se No es extraño que el peligro de estas deformaciones, más o menos
hace ya definitivo y permanente. Como un círculo que se ha cerrado, acentuadas, amenace a la vida cristiana. Determinados aspectos de la
aprisionando en su interior al que estaba preocupado sólo por sí espiritualidad, si no se compensan con otras verdades de la revelación,
mismo. sirven para aumentar más aún los mecanismos psicológicos de la
culpa. Ello explica la mayor frecuencia de sentimientos anormales en
El verdadero sentimiento de culpabilidad: el ámbito de la religión, aunque no sean sólo patrimonio de ésta. Por
el dolor por una ruptura eso vale la pena reflexionar sobre este mundo de sentimientos y reac­
ciones, que con tanta frecuencia se introduce sutilmente en la conduc­
El sentimiento de culpabilidad humano y religioso supone una madu­ ta de la persona normal y creyente. Sin caricaturas ni exageraciones
rez psicológica mayor. Para ser cristiano no hay que estar enfermo, -entre otros motivos, porque la complejidad de la psicología humana
como decía Nietzsche, ni haber caído en un estado de decadencia. hace comprensible estas desviaciones-, hay que reconocer los elemen­
Basta con experimentar la culpa, según afirmábamos antes, como un tos negativos que se gestan en tomo al pecado.
gesto de deshumanización que rompe al mismo tiempo la comunión La imagen de Dios, como juez que todo lo escruta y conoce hasta
con Dios e inflige siempre, de una u otra manera, un daño a los demás. . en sus más mínimos detalles, sin qué nadie pueda escapar a su control,
Es el reconocimiento del mal frente al otro, con una serenidad objeti­ ha fomentado una obsesión por esa mirada que se hace insoportable y
va que no requiere exculpaciones Iii condenas, aunque no se pueda destructora. La utilización tan frecuente del miedo en nuestra pastoral.
valorar con exactitud la malicia. Se acepta la culpa, aun sin saber con que ha hecho vivir a muchos profundamente atemorizados -en contra
certeza su nivel de gravedad. En cualquier caso, ha existido un daño del mensaje de san Juan: cf. 1 Jn, 4,17-18-, y el castigo eterno con que
personal y comunitario por el que uno se siente triste y apenado. se amenazó tantas veces no ayudaron precisamente a un tipo de rela­
El arrepentimiento no busca entonces la eliminación de todos los ción amorosa y confiada. El interés se centraba en la salvación perso­
sentimientos negativos, que es comprensible que se produzcan, para nal, y todas las prácticas de piedad -a veces rituales un tanto mágicos­
recuperar otra vez la tranquilidad de la buena conciencia. Ni siquiera estaban al servicio de esa idea. La misma oración, en lugar de ser un
ofrece la oportunidad de un nuevo intento para ver si en adelante se diálogo de amistad, se convertía en un gesto utilitarista para sacar pro­
orienta mejor la conducta. Lo único que pretende es restablecer la fide­ vecho de todas nuestras iniciativas particulares.
lidad traicionada, renovar el compromiso roto, reparar el daño causa­ No es preciso ser exhaustivos a este respectó para hacer ver las
do. Ya no se sufre por la propia imperfección, aunque siempre duela angustias de conciencia que, aunque vayan desapareciendo, todavía
constatarla; lo verdaderamente importante es la ruptura de esa relación siguen atormentando a muchos cristianos. La insistencia minuciosa en
trascendente y el perjuicio ocasionado a los demás. El perdón no satis­ el examen para medir el progreso que autosatisface o el estancamiento
face tanto por lo que evita -castigo, condena, remordimiento...- cuan­ que deprime; una concepción de la cruz y del dolor voluntariamente
to por la alegría de una amistad renovada. buscado como único camino para aplacar la ira divina; la idea de que
Por eso, la verdadera conciencia de pecado no mira hacia atrás, las desgracias naturales son castigos de Dios, como reacciones venga­
como el remordimiento angustioso, para comprobar si se ha hecho lo tivas a nuestra maldad; el recurso a la confesión como método catárti­
necesario para obtener el perdón. Está convencida de haberlo obteni­ co para expulsar remordimientos y conseguir la paz interior; y las múl­
do, porque ha ofrecido a Dios, a la Iglesia y a sus hermanos una pala­ tiples prácticas populares que, sin negar sus raíces religiosas, manipu­
bra de arrepentimiento sincero, y ahora se abre a un futuro con espe­ lan de alguna manera lo religioso, son otras tantas manifestaciones
ranza e ilusión, pero sin renegar tampoco de su pasado ni pretender reducidas y simbólicas de estos peligros, que la experiencia y la refle­
cambiarlo. Lo de menos es lo que ha sido su historia. El arrepenti­ xión de cada uno podrán ampliar a otros muchos campos; Una actitud
miento contempla el porvenir, y ese gesto reajusta la vida entera, inclu­ de alerta será necesaria, pues ni siquiera la persona más equilibrada
yendo el pasado miserable, hacia una nueva orientación. está exenta de estos peligros.
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Tales impurezas, sin embargo, no eliminan la objetividad del peca­ manidad y de cada uno de los miembros que la componen es rebelarse
do. El acercamiento a los datos de la revelación nos hará conocer, en contra la buena noticia de los evangelios.
primer lugar, la existencia de este acontecimiento negativo y una valo­ Por eso, para conocer un poco más la naturaleza del pecado, con­
ración posterior más profunda de su propia naturaleza. viene acercarse a los datos de la revelación. La palabra de Dios puede
iluminar mejor que nada la índole de este acto, que a la persona se le
hace más difícil de captar precisamente por la opacidad y confusión
Los datos fundamentales de la fe que le provoca. Al mismo tiempo, iremos confrontando los términos
bíblicos utilizados con las expresiones empleadas por la tradición
Sin entrar en un desarrollo más amplio, que compete a la teología dog­ cristiana.
mática, baste recordar algunos apuntes fundamentales. Toda la revela­
ción está centrada en el tema prioritario de la salvación. Es un presu­
puesto básico e irrenunciable que está presente a lo largo de todas sus El lenguaje de la revelación: la mancha
páginas. Ya desde el comienzo, Yahvé anuncia la promesa de un Mesías
que acabará redimiendo al pueblo de todos sus pecados. De este modo, Aquí también la multiplicidad de denominaciones es un claro indicio
la historia de Israel se convierte en el gran gesto salvador. Todos sus de los numerosos aspectos que el pecado encierra. Son otros tantos
acontecimientos y vicisitudes quedan misteriosa y desconcertantemen­ intentos de definir un contenido religioso que, debido a su riqueza, no
te ordenados a la venida de Jesús. La condición pecadora de la huma­ se puede expresar con un solo término. Sus equivalentes en otras len- .
nidad incapacita a ésta para un encuentro con Dios que sólo es posible guas, tanto antiguas como modernas, revelan también este pluralismo
por la gratuidad de su amor y predilección, hasta la llegada definitiva de facetas y confirman la dificultad de una comprensión simplista. No
del Salvador. Una espera larga y confiada mantuvo en pie al pueblo se trata de recorrerlos todos ellos, sino de señalar algunos de los más
elegido, a pesar de sus prevaricaciones e infidelidades, con la mirada importantes para ir profundizando, poco a poco, en la realidad de lo
puesta en Aquel que sería luz para alumbrar a las naciones. Los hechos que significan.
irán demostrando la fidelidad indestructible de Dios, que nunca se Hay un primer aspecto que ayuda a introducirse en este mundo
vuelve atrás en sus promesas. complejo y que puede parecer una imagen más externa y superficial,
La vida, pasión y muerte de Jesús aparece de forma explícita y pero que no deja de ser realista y significativa. Nos referimos al con­
repetida con este carácter de liberación. Es el cumplimiento de todos cepto de mancha, que, aunque no se explicite con esta designación, se
los anuncios realizados con anterioridad. Ha venido a rescatarnos de la hace presente con mucha frecuencia. Probablemente tiene un sentido
muerte, de la 'ley y del pecado. Entregó su existencia para la remisión más arcaico. Hay ciertas realidades con las que no se puede entrar en
de los pecados del mundo y hacer posible la nueva y definitiva alian­ contacto sin quedar afectados por ese encuentro. El kakós griego, como
za. La amistad sobrenatural es obra exclusiva de la gracia que Dios ha opuesto a lo bueno (agazós), está relacionado con el lenguaje infantil
otorgado abundantemente por los méritos de Cristo. Su viga y doctri­ del excremento. Todavía, cuando. a un niño se le quiere disuadir de que
na es la manifestación de este espléndido acontecimiento. El nos reve­ realice una cosa que está mal, hacemos referencia a este concepto.
la el rostro de un Dios misericordioso y dispuesto a perdonar todas las Todo lo malo reviste un sentido de suciedad, pues cualquier persona
veces que sea necesario. que se acerque y lo toque queda también contaminada.
Pero la salvación de Jesús, que posibilita la realización del bien, no Algo parecido ocurre con el pecado, ya que opera un cambio inte­
excluye la libertad frágil y quebradiza del ser humano. Mientras pere­ rior profundo y cualitativo. Una situación que llega a provocar la pro­
grina por este mundo, es capaz de optar por Jesús o de rechazar su pia repugnancia y el desprecio de los demás: «Les ha sucedido lo de
mensaje y su persona. Una decisión que afecta a nuestras relaciones aquel proverbio tan acertado: "El perro vuelve a su propio vómito" y
con Dios, pero que se juega en nuestras actitudes y reacciones frente a "cerda lavada se revuelca en el fango"» (2 Pe 2,22) No es algo que se
los demás. Si el pecado no existiera, quedaría destruido todo el anun­ le impute desde fuera, sino que le afecta en lo más hondo de su perso­
cio de la revelación. Negar, por tanto, la condición pecadora de la hu- nalidad. La importancia que el Levítico, por ejemplo, concede a las
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prácticas de pureza ritual para limpiarse de toda contaminación se inte­ conducta contraria a la ley, es una actitud que se designa como iniqui­
rioriza en el corazón de cada creyente. La pureza que Dios exige es la dad. Todo lo que es contrario a la justicia, lo que no está de acuerdo
adhesión a él sin divisiones. Cualquier relación en la que la fidelidad con la razón, lo opuesto a la rectitud de conducta, como confiesa Caín
no se comprometa totalmente se hace sucia. Una impureza tan profun­ al reconocer su crimen (Gn 4,14). En el Nuevo Testamento se traduce
da (Jer 13,23) que sólo el Espíritu de Dios podrá purificarla como si de generalmente por adikía (injusticia), que responde a 36 palabras hebre­
una nueva re-creación se tratara (Ez 36,24-30). No es extraño, por as diferentes, aunque para los matices particulares haya que tener en
tanto, que el salmista, al reconocer su culpa, pida ser purificado y lim­ cuenta el contexto concreto en cada caso.
pio para quedar «más blanco que la nieve» (Sal 50,9).
El peligro de una concepción tabuística y demasiado superficial
queda superado con las actitudes y afirmaciones de Jesús. La hospita­ Errar el blanco
lidad que éste ofrece a los pecadores y su contacto con las personas de
mala vida no le contagian en absoluto. Lo fundamental es la pureza de Si la persona comete una transgresión, es sin duda por incurrir en un
corazón, pues «no mancha al hombre lo que entra por la boca» (Mt lamentable desvío, al caminar por un terreno que no le pertenece, como
15,10), sino lo que sale de su propio interior. quien yerra el tiro después de poner todos los medios para dar en el
blanco. El Antiguo Testamento apunta con claridad esta nueva caracte­
rística. Precisamente por esa equivocación, ya no es posible llegar a la
La transgresión: un acto de injusticia meta propuesta, al haber elegido un falso camino. En el fondo, es la
enorme frustración de quien ha puesto sus ilusiones en un objetivo
Un segundo término que aparece con más frecuencia y que sirve como concreto y tiene que reconocer posteriormente su grave error por no
justificación para comprender el estado anterior es el de «transgre­ haber acertado en la elección de los medios concretos. Aunque los tér­
sión», el cual, aunque se aplica también a las relaciones entre las per­ minos no se limiten al ámbito religioso, la referencia a Dios se expli­
sonas y los pueblos, se utiliza preferentemente en un sentido religi�so. cita con preferencia. Pecar es desviarse de la senda que nos conduce
Consiste en ir más allá de lo que está mandado, en superar los límites hacia él; buscar otros derroteros distintos que terminan en el fracaso.
que a cada cual corresponden, en no respetar el derecho de los otros. Aquí se unifican los dos aspectos que analizábamos antes. Es cierta­
Como una especie de violación que se apodera de aquello que no le mente un mal que afecta a la persona, porque le impide la consecución
pertenece. Si toda relación comunitaria requiere ciertas normas de con­ de una meta propuesta; pero es al mismo tiempo una ruptura y separa­
ducta, el quebrantamiento de éstas implica una transgresión, al intro­ ción del encuentro con Dios, que esperaba detrás de ese proyecto. La
ducirse en un terreno que no se debe pisar. Es el mismo sentido que raíz hebrea de la palabra perversión contiene este mismo sentido ori­
encierra el concepto de prevaricación -avanzar alargando las piernas ginal, como· el que está descompuesto, profundamente desorientado,
más de lo consentido, invadir la propiedad de otro-, que se empleaba torcido con violencia, desviado del recto sendero.
en la antigua terminología agrícola. Es evidente que, si fuera tan sólo un error o una equivocación, se
Es verdad que desde el principio el término se encuentra estrecha­ podría considerar como un gesto lamentable, pero nunca como un
mente vinculado a la ley, pues es ésta la que traza y señala las fronte­ pecado. La existencia de éste se constata, sin embargo, por ser pro­
ras que debe respetar nuestra actuación. Pero no se trata sólo de una ducto de un engaño voluntario, de un fallo que ha brotado de la mala
desobediencia legal o burocrática. Ya vimos cómo la ley tenía para el fe. Su malicia ética radica siempre en el conocimiento y la aceptación
judío un carácter sagrado, pues manifestaba las exigencias de Dios al del pecado, aunque el pecador, de ordinario, no llega a un alto grado
pueblo que había elegido para entablar una alianza. Ella simboliza s:1 de perversión. Realiza el mal porque no consigue descubrir el verda­
querer, señala el camino trazado por Yahvé para gozar con el cumph­ dero rostro de éste, velado y cubierto por otras apariencias superficia­
miento de sus promesas. Al transgredir su ley, no se abandona una s_im­ les más bondadosas. Antes de cometerlo, tiene que convencerse, de una
ple obligación, sino que además se vulneran sus planes, se transitan u otra manera, de que, en el fondo, busca hacer un bien; o de que, por·
terrenos prohibidos, como una invasión de tierra ajena. Más que una lo menos, la conducta no parece tan negativa como se dice. Es un juego
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en el que no existe una limpieza completa ni una absoluta claridad, El concepto de transgresión ha sido el más utilizado en los textos
aunque tampoco se acepta la trampa con descaro. Hay que utilizar las de moral. Desde la definición clásica de san Agustín -«cualquier
medias verdades y manipular los datos según los propios intereses, hecho, dicho o deseo contra la ley eterna»-, casi todos los autores lo
para acabar venciendo, pero sin mala conciencia. Lo que se busca pre­ han empleado después con alguµas matizaciones para incluir otros
cisamente es una justificación pseudo-verdadera que permita hacer lo aspectos que se querían señalar: La orientación legalista de la moral
que no se debe a través de un convencimiento engañoso que elimina la propiciaba esta interpretación, que se ha mantenido durante mucho
lucidez. tiempo. Pecar equivalía a no cumplir con una ley, como si la impor­
El Génesis expresa ya en sus primeras páginas esta experiencia pri­ tancia residiera en la simple transgresión. Pero, más allá de este incum­
mitiva que se ha ido repitiendo después en todos los seres humanos. La plimiento, habría que insistir en su significado primitivo más profun­
astucia de la serpiente consigue, con falsas apariencias e inocentes pre­ dó. El pecado no sólo tiene una repercusión interna y personal, sino
guntas, que la seguridad y confianza en un mandato se diluya progre­ que encierra también otra dimensión social y comunitaria, al violentar
sivamente para que lo que antes se consideraba transgresión y desobe­ la justicia y el derecho de Dios y de los demás, invadiendo fronteras
diencia se convierta ahora en un objeto seductor. Por eso en la Biblia que no nos pertenecen. Es cometer un acto prohibido, pero porque no
el pecado aparece siempre como un sutil engaño, y Satán es designado existe capacidad para realizarlo. Describe, pues, un nuevo aspecto de
corno el padre de la mentira (Jn 8,44). No en vano, su identificación la acción pecaminosa, aunque tampoco la abarca con plenitud.
con la serpiente del paraíso le hace ser el «animal más astuto» (Gn El tema de la tentación, al margen de las imágenes demasiado
3,1), y en la lucha final del Apocalipsis se manifiesta como el gran infantiles, encierra una riqueza psicológica extraordinaria en los escri­
seductor, «el que extravía a la tierra entera» (Ap 12,9). Son muchos los tos de los grandes autores espirituales. En el fondo de todas sus refle­
relatos bíblicos que acentúan este proceso de obnubilación y autoen­ xiones se da siempre la misma evolución hacia un conocimiento cada
gaño, hasta concluir en un estado de encallecimiento y esclerosis que vez más falso y engañoso. El objetivo de esta proceso es llevar a un
incapacita para encontrarse con la verdad. Todo el cuarto evangelio es estado de mala fe en el que a medias nos engañamos a sabiendas, y a
una fantástica meditación sobre esta opacidad culpable que condujo a 11;edias creemos en el engaño. Si no hubiera esta mezcla de luz y opa­
la muerte de Cristo. La ignorancia de los judíos no libera de la culpa­ cidad, no cabría otra alternativa que la del simple error sin culpa o la
bilidad, pues fue una ofuscación pretendida y voluntaria para no sen­ de una mala fe sin atenuación. Y entre el que está equivocado por com­
tirse obligados a aceptar a Jesús como mesías. pleto o el perverso absoluto, se sitúa la persona normal, que con el
rabillo del ojo percibe que se engaña, pero tampoco le interesa cono­
cer su falsa justificación.
Los datos de la tradición Muy frecuente ha sido también definir el pecado corno un aleja­
Valiéndose de diversas fórmulas, la tradición ha recogido estas dife­ miento de Dios y conversión a las criaturas, donde se subraya mucho
rentes perspectivas para expresar la naturaleza del pecado. Aunque los mejor la dimensión teológica, puesto que la seducción de otros valores
términos no sean los mismos, sí encierran idénticos significados. menos importantes ha originado el apartamiento de Dios. Una opción
Frente a la idea de mancha, de transgresión, o de errar el blanco, se uti­ equivocada de quien se ha desviado del buen camino bajo el influjo de
lizan otros muchos, como si no fuera posible con uno solo reflejar todo un engaño elaborado con cierta dosis de mala fe y opacidad voluntaria.
su contenido. El fallo no consiste en amar a las criaturas, dignas de toda estima y
También el sujeto que realiza una mala acción se mancha, se ensu­ afecto, sino en darles una primacía por encima del Creador, convir­
cia, se hace impuro. Provoca en su interior un profundo desorden que tiéndolas en pequeños ídolos que roban a éste su absoluta superioridad.
destroza la armonía e integración de la vida, por ser un gesto que impi­ De ahí que tal abandono se haya formulado también con el térmi­
de la relación amorosa con Dios. La conducta no queda regulada por no de ofensa, como algo que repercute y afecta de alguna manera al
las normas que orientan nuestras acciones, y por eso se crea un caos, propio Dios. Así se ha expresado generalmente la noción de pecado en
debido a la falta de criterios iluminadores. Existe demasiada oscuridad los libros de texto y en la catequesis al pueblo cristiano, para insistir
para orientarse hacia el fin último. sobre todo en el aspecto sobrenatural y trascendente. Sin embargo, no
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hay que olvidar que la expresión es un antropomorfismo, ya que no es Cualquier formulación que se proponga es incapaz de explicitar
posible hacerle a Dios ningún daño (cf. Jer 7,18). El mal que se infie­ todos estos aspectos. Por eso, insistiendo en su carácter teológico y con
re al Creador no existe.más que en la intención del sujeto, que desea una preocupación pastoral para lo que digamos después, me atrevería
apartarse de Él para buscar su autonomía e independencia, aunque el a proponer la siguiente definición: todo acto o estado, con la suficien­
final de ese intento acabe siendo la destrucción del propio individuo. y te libertad y conocimiento valorativo -sin excluir la ceguera culpable­
si Dios nos quiere, de alguna manera tiene que afectarle el daño sufri­ que, por cualquier motivo o justificación, niegue -al menos de hecho y
do por la persona. A nivel religioso expresa, por tanto, fa ruptura de una en la práctica- la primacía de Dios en la vida del creyente. Quien haya
comunión con Dios, de unas relaciones de amistad, donde el énfasis se leído con atención lo que hemos dicho en este capítulo y en el anterior
pone en la voluntad.de quien toma la decisión. podrá comprender mejor el sentido de cada palabra. No es extraño que
Tal vez por todo ello no exista otra palabra mejor que adulterio resaltemos su dimensión sobrenatural, ya que se trata de un aconteci­
para designar esta ruptura del amor. La misma revelación ha querido miento religioso, con una referencia última a Dios, pero ello no exclu­
emplear el símbolo del matrimonio para demostrar cómo han sido las ye su mediación humana -respuestas a los valores éticos-, pues de
relaciones amorosas de Yahvé con su pueblo. Sobre todo el lenguaje de ordinario es en ésta donde nos jugamos implícitamente nuestra amis­
los profetas demuestra la· profundidad del amor de Dios, que, aunque tad con él.
se siente traicionado con infidelidades y adulterios, se mantendrá fiel
hasta el final: «Yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando La crisis actual del pecado: hacia un intento de valoración
eras joven, y haré contigo una alianza eterna» (Ez 16,60). El pecado
sería, por tanto, un gesto de infidelidad que hiere a Dios, no porque El sínodo sobre la reconciliación y la penitencia motivó una amplia
éste se sienta abandonado o haya fracasado en su alianza con los hom­ reflexión acerca de este problema, ya que la crisis del sacramento de la
bres, sino porque, como los ama, de alguna manera le duele la opción pep.itencia está ocasionada en gran parte por la crisis actual en torno al
errónea que los lleva a la desgracia. pecado. Juan Pablo n, en su exhortación apostólica posterior, se hizo
eco de las aportaciones ofrecidas en el aula. Entre las causas que ame­
Hacia una definición complexiva nazan o debilitan el sentido de pecado, enumera las siguientes:
Ante todo, «el secularismo, que por su misma naturaleza y defini­
Después de todo lo dicho, resulta muy difícil dar con una definición ción es un movimiento de ideas y costumbres, defensor de un huma­
completa que abarque todos los aspectos que se dan en el hecho del nismo que hace total abstracción de Dios»; y si esta perspectiva reli­
pecado. Es algo que afecta de modo individual, pues cambia por den­ giosa desaparece, «falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o
tro a la persona, como una mancha que ensucia o un desorden que des­ sea, el verdadero sentido del pecado» (Reconciliación y penitencia, 28)
troza la armonía interior y nos conduce por sendas equivocadas hacia Además, los equívocos que se derivan del hecho de aceptar ciertos
el fracaso. Es una violación que pisotea los derechos ajeno�, al actuar resultados de las ciencias humanas: «Así, basándose en determinadas
con iniquidad y en contra de la justicia, como producto de un engaño afirmaciones de la psicología moderna, la preocupación por no culpar
que el propio sujeto se fabrica. Y es sobre todo, por la primacía de la o no poner freno a la libertad lleva a no reconocer jamás una falta». La
dimensión religiosa, una ruptura de la amistad con Dios, una infideli­ extrapolación de la sociología conduce a «cargar sobre la sociedad to­
dad y una traición a su amor para dejarse seducir por otros valores das las culpas de las que el individuo es declarado inocente», mientras
secundarios. La idolatría, en último término, de quien sigue a otros que «una cierta antropología cultural, a fuerza de agrandar los innega­
dioses y no desea amar a Dios, en este caso, «con todo el corazón, con bles condicionamientos e influjos ambientales e históricos que actúan
toda el alma y con todas las fuerzas» (Dt 6,5). Un punto de conver­ sobre el hombre, limita tanto su posibilidad que no le reconoce capa­
gencia en el que se entrecruzan múltiples dimensiones: lo individual y cidad de ejecutar verdaderos actos humanos y, por lo tanto, la posibili­
lo comunitario; la malicia y la debilidad; lo divino y lo humano; lo dad de pecar» (ibid., 18).
trascendente y lo horizontal; el bien que se busca y el mal que se Por otra parte, el relativismo histórico, que niega todo valor abso­
encuentra. luto e incondicional y rehúsa la existencia de «actos intrínsecamente
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ilícitos, independientemente de las circunstancias en que son real iza­ En este sentido, se debe seguir afirmando que el pecado, como la
dos por el sujeto», o un cierto positivismo legal y sociológico que so­ conversión, conlleva una opción fundamental negativa o positiva de
mete «a modelos éticos impuestos por el consenso y la costumbre ge­ cara a Dios. Y no existe ninguna frase de condena contra semejante
neral, aunque estén condenados por la conciencia individual» (ibidem). afirmación. Lo que el Papa sí rechaza es una interpretación de tal teo­
Junto a estos factores más importantes, algunas otras tendencias ría que reduzca el pecado mortal a una opción, pero «entendiendo con
dentro del pensamiento y de la vida eclesial, han favorecido tambié� ello un desprecio explícito y formal del Dios o del prójimo». Es decir,
esta decadencia. Los rigorismos del pasado han llevado a huevas exa­ aceptar que sób hay verdadero pecado cuando se da una negativa
geraciones: «pasan, de ver pecado en todo, a no verlo en ninguna parte; directa, una ruptura frontal con Dios, y no, como sucede muchas veces,
de acentuar demasiado el temor de las penas, a predicar un amor de «cuando el hombre, sabiendo y queriendo, elige por cualquier razón
Dios que excluiría toda pena merecida por el pecado; de la severidad algo gravemente desordenado». Ert tal elección, aunque de manera
en el esfuerzo por corregir las conciencias erróneas, a un supuesto res­ implícita e indirecta, «está ya incluido un desprecio del precepto divi­
peto por la conciencia, que suprime el deber de decir la verdad» (ibi­ no, un rechazo del amor de Dios a la humanidad y a toda la creación»
dem). Y, finalmente, subraya con fuerza también «la confusión creada (ibidem). La gravedad será sin duda diferente, pero la ruptura se pro­
en la conciencia de muchos fieles, debido a la pluralidad y divergencia duce en ambas situaciones. En una habrá un alejamiento de Dios por
de opiniones en la enseñanza de la teología, en la predicación, la cate­ rebeldía, desprecio o indiferencia, y en la otra porque, aunque no exis­
quesis y la dirección espiritual, sobre cuestiones graves y delicadas de ta tal actitud, hay de hecho un valor que interesa por encima de él.
la moral cristiana» (ibidem).

La naturaleza del pecado: ¿un cambio de opción fundamental? Importancia de los actos particulares
La primera forma de afrontar esta crisis consistiría en recuperar de Nadie debe poner tampoco en duda que la opción fundamental puede
nuevo el sentido del pecado; «pero el sentido del pecado se restablece ser radicalmente modificada por actos particulares. Con un acto con­
únicamente con una clara llamada a los principios inderogables de creto, si tiene un nivel psicológico suficiente de conocimiento y liber­
razón y de fe que la doctrina moral de la Iglesia ha sostenido siempre» tad, es posible marginar a Dios de la vida o colocarlo como valor infe­
(ibidem). Intentaremos ver ahora cómo lo que hemos afirmado, tanto rior, dentro de una jerarquía determinada. De lo contrario, existiría el
en el capítulo anterior como en éste, concuerda plenamente con estos peligro de darle a esta orientación fundamental una consistencia abs­
principios. La confrontación resulta necesaria, pues algunos creen y tracta e independiente, como si en ella no tuviera resonancia el mundo
han escrito que lo que hoy afirmamos muchos autores no está de concreto de la acción. De esta forma, quien afirmara sentirse compro­
acuerdo con este documento. Y el primer punto sería el tema de la metido y mantenerla vigente en lo profundo de su corazón, podría
opción fundamental. actuar y comportarse como le pareciera, sin tener en cuenta las exi­
El pecado lo define como «desobediencia del hombre que no reco­ gencias de los valores éticos o las obligaciones personales. Lo que aquí
noce, mediante un acto de su libertad, el dominio de Dios sobre la vida, se denuncia es la ambigüedad de este planteamiento, como se ha recor­
al menos en aquel determinado momento en que viola su ley» (ibid., dado varias veces en diversos documentos de la Iglesia.
14). Por eso, como condensa más adelante, siguiendo la tradición de la Y es que sería una excusa demasiado fácil y engañosa autoconven­
Iglesia, «llamamos pecado mortal al acto mediante el cual un hombre, cerse de la permanencia de una opción, con el deseo ilusionado y hasta
con libertad y conocimiento, rechaza a Dios, su ley, la alianza de amor sincero de mantenerse en ella, para no sentirse afectado por las incon­
que Dios le propone, prefiriendo volverse a sí mismo, a alguna reali­ secuencias prácticas, que despertarían un sentimiento de culpabilidad.
dad creada y finita, a algo contrario a la voluntad divina» (ibid., 17). Es posible que no se quiera romper, pero su vigencia no depende del
Evidentemente, el rechazo de Dios, de su ley o de su alianza, para vol­ simple sentimiento, por muy bueno que sea, si no resulta eficaz en �a
verse a otra .realidad, supone siempre un cambio de opción fundamen­ práctica. Es aquí donde hay que verificar la seriedad de un compromi­
tal, porque El ya no constituye el valor supremo y último. so auténtico. Pecado es, pues, un cambio de opción que podría reali-
316 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO PERSONAL 317

zarse con un acto concreto, aunque no se pretenda con él un rechazo tura de santo Tomás ofrece otra perspectiva: «Aunque por un pecado
directo de Dios. mortal se pierda la gracia, sin embargo, no se pierde fácilmente, pues
Los niveles de adhesión serán diferentes. Entre quien no se preo­ al que la posee no le resulta fácil realizar ese acto por la opción con­
cupa· lo más mínimo por conservarla y quien mantiene al menos una traria que tiene» (De veritate, 27, 1 ad 9). Una opinión que no estaba
ilusión oculta de ser fiel, aunque sin coherencia en este caso concreto, ausente en la tradición de la Iglesia.
no puede darse la misma proporción de culpabilidad. Ciertas conduc­
tas hieren de tal modo la relación afectiva que, aunque no se quiera
directa y explícitamente destruirla, constituyen un atentado serio con­ Pecado mortal, grave y venial
tra el amor. Es una reconciliación imposible, que sólo llega a superar­
se con el engaño, pues lo que se admite de forma consciente e intelec­ Para una mayor clarificación sobre la naturaleza del pecado, hace ya
tual se está negando de forma implícita y en la práctica. tiempo que se introdujo una triple distinción, en lugar de la doble más
La concepción tradicional del pecado no se atenúa, ni la visión tra­ clásica y conocida. De acuerdo con esta nueva nomenclatura -en la que
dicional cambia, porque no sepamos a veces cuándo la persona com­ el venial no sufre alteración alguna-, el pecado mortal, en contraposi­
promete su opción con un acto determinado, a pesar de los criterios ción al grave, ha revestido sentidos y significaciones muy variadas
objetivos. La mayor opacidad de las situaciones interiores se aceptaba entre los autores que defienden dicha calificación. Sería mortal la
sin problemas en la moral tradicional, porque, como la misma exhor­ opción última y definitiva en el momento de la muerte, sin posibilidad
tación señala, «pueden darse situaciones muy complejas y oscuras bajo alguna, por lo tanto, de una vuelta atrás o conversión; o la nacida de
el aspecto psicológico que influyen en la imputabilidad subjetiva del una actitud maligna y perversa; o la que tiene una dimensión pública y
pecador». Aunque exista una diferencia objetiva en la gravedad del comunitaria, destruye la opción fundamental, supone una ruptura pro­
pecado -mortal y venial-, «no es siempre fácil, en las situaciones con­ longada con Dios o versa sobre una materia importante y libremente
cretas, deslindar netamente los confines» (ibid., 17). aceptada. Mientras que se considera grave, en cambio, el pecado come­
Cuando se duda de que un acto pueda cambiar la opción, es porque tido durante la vida cuando es producto más bien de la limitación y
se duda de que sea un pecado mortal, como sucedía en los manuales debilidad, no es público ni escandaloso, transforma una actitud, pero
clásicos, por las limitaciones subjetivas existentes en el campo del sin afectar a la opción, y no rompe la esperanza y el deseo de la entre­
conocimiento valorativo y de la libertad psicológica. Según la doctrina ga a Dios, aunque se trate de una infidelidad importante; o cuando la
común, estos pecados objetivamente mortales se consideraban venia­ imperfección del acto impide que llegue a mortal.
les, por la imperfección del acto. De la misma forma que, como diji.:. El intento no parece que pueda catalogarse como positivo, por la
mos en el capítulo anterior, no todo gesto de conversión, aunque se rea­ pluralidad de significados que un mismo término encierra según la cla­
lice mediante el sacramento de la penitencia, supone una nueva opción sificación de cada autor. La falta de un vocabulario común impide
por Dios. Puede realizarse con tal superficialidad o con un arrepenti­ comprender el lenguaje empleado mientras no se conozca con antela­
miento tan periférico que el hecho de pedir perdón no suponga un cam­ ción lo que se quiere expresar con cada palabra. Si, dentro de lo que
bio verdadero, pues el esquema de valores continúa estando invertido, tradicionalmente se llama «pecado mortal», pueden darse diferentes
sin que él vuelva a convertirse en el supremo. Tal vez la única diferen­ matizaciones en la gravedad -por su importancia o perversión, por su
cia radique en que la teoría de la opción ha hecho comprender que conocimiento público o escándalo social, por su carácter más definiti­
semejante cambio no resulta tan fácil y frecuente como algunos podí­ vo o pasajero, por los atenuantes subjetivos, etc.-, estas diferencias
an creer con anterioridad, cuando se hablaba de actos concretos. resultan explicables con esa sola denominación. Pero sería muy difícil
Es verdad que Ju�n Pablo n no admite que sea «difícil, al menos comprenderlas cuando la misma palabra expresa ya significados dis­
psicológicamente, aceptar el hecho de que un cristiano que quiere per­ pares y ajenos a la definición más común y generalizada.
manecer unido a Jesucristo y a su Iglesia pueda cometer pecados mor­ Por ello, muchos no la hemos creído necesaria, al no existir una
tales tan fácil y repetidamente como parece indicar a veces la "mate­ clasificación más unánime que evite tantas interpretaciones. Como
ria" misma de sus actos» (Splendor veritatis, 69).•Sin embargo, la pos- afirma Juan Pablo II, «esta triple distinción podría poner de relieve el
318 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO PERSONAL 319
hecho de que existe una gradación en los pecados graves»; pero el Bibliografía
mismo papa recuerda que, como «entre la vida y la muerte no existe
una vía intermedia», la distinción decisiva y radical se da entre quienes DEMMER, K. Teología Moral, Verbo Divino, Estella 1994, pp. 105-116.
rompen la amistad con Dios y quienes no destruyen semejante rela­ DOMÍNGUEZ, C., Orar después de Freud, San Pablo, Madrid 1994,
ción. El papa prefiere, por tanto, la división clásica. El pecado se deno­ pp.140-169.
mina «mortal» por la pena eterna que acarrea si no es perdonado; y se DREWERMANN, E. , «Angustia y culpa en el relato yahvista de la caída (Gn 3, 1-
considera también «grave» por la importancia de la materia a la que 5)»: Concilium 113 (1976), pp. 369-381.
hace referencia: «por eso, el pecado grave se identifica prácticamente,· FLECHA, J.R., Teología Moral Fundamental, BAc, Madrid 1994, pp. 297-338.
en la doctrina y en la acción pastoral de la Iglesia, con el pecado mor­ GARCÍA DE LA HAZA, c., «"Tótem y Tabú": culpabilidad y religión»:
tal» (Reconciliación ypenitencia, 17). Miscelánea Comillas 53 (1995), pp. 458-486.
GISMERO GONZÁLEZ, E., «Las clases de culpa y su manejo»: Razón y Fe 242
(2000), pp. 315-327.
Conclusión LAFRANCONI, D., «Pecado», en Nuevo Diccionario de Teología Moral, San
Pablo, Madrid 1992, pp. 1.347-1.369.
Es posible que en un mundo como el nuestro, por las razones antes JUAN PABLO II, La reconciliación y la penitencia, Mundo Cristiano, Madrid
apuntadas, el sentido del pecado se haya desvanecido. Para recuperar­ 1985.
lo habrá, ciertamente, que aumentar la fe, elemento primordial de esta LóPEZAZPITARTE, E:, «El tema del pecado en los documentos del Sínodo 83»,
vivencia; pero también me parece muy necesario fundamentar con la en Miscelánea Augusto Segovia, Facultad de Teología, Granada 1986,
razón la índole deshumanizadora de la culpa, de la negativa a cumplir pp. 359-408.
lo que se presenta como un valor ético. De lo contrario, se hará difícil MARLIANGEAS, B., Culpabilidad, pecado, perdón, Santander, Sal Terrae 2002.
comprender por qué algo que no parece malo para la persona llega a NoGUÉS, R.M. «Culpa y perdón»: Selecciones de Teología 33 (1994),
producir una ruptura con Dios. pp. 303-308.
El que a veces no sepamos con claridad hasta qué punto somos cul­ REIG PLA, J.A., «El proyecto de Dios sobre el hombre y el misterio del peca­
pables tampoco supone ningún obstáculo para nuestra conciencia de do»: Anales Valentinos 20 (1994), pp. 379-398.
pecadores. Sólo el fariseo y el autosuficiente necesitan una certeza RUBIO, M. , «Significación del fenómeno de la culpa. La perspectiva teológi­
mayor, pues no soportan ignorar su situación para poder sentirse tran­ co-ética»: Moralia 8 (1986), pp. 99-124.
quilos. La actitud ética y religiosa no se descubre mirando a una ley y VEGA, I. «La "conciencia de culpa": el Dios de Jesús y los sentimientos de
a los requisitos de su cumplimiento, como si después ya fuera posible culpabilidad»: Sal Terrae 82 (1994), pp. 547-558.
quedarse satisfecho, sino a las exigencias continuas y concretas del Vv.AA., «¿Se peca todavía?»: Misión Abierta 6 (2000), pp. 13�24.
corazón, que nunca permanece silencioso. WEBER, H. Teología Moral General. Exigencias y · respuestas, Herder,
A pesar de la buena voluntad, se da también la malicia, la fragili­ Barcelona 1994, pp. 332-393.
dad e incoherencia, los condicionantes personales de cada individuo. ZABALEGUI, L., «Aproximación al concepto de sentimiento de culpa»:
Hacemos el mal, aunque no sepamos en qué medida. Lo importante es Moralia 12 (1990), pp. 87-105.
vivir siempre de cara a Dios para renovai;le nuestra entrega como Bien
supremo, y a la espera de su perdón, en el que todos confiamos. Pero
será más raro que peque quien haya apostado su vida por él. Ésta es la
única forma de comprender aquella doble afirmación paradójica de san
Juan: «El que ha nacido de Dios no peca» (1 Jn 5,18) y, «si afirmamos
no haber pecado nunca, dejamos a Dios por embustero y, además, no
llevamos dentro su mensaje» (1 Jn 1,10).
***
EL PECADO. COLECTIVO 321

extraordinario. La perspectiva ha ido evolucionando de tal manera en


estos últimos tiempos que las deficiencias personales apenas tienen
resonancia e interés, ante la magnitud que revisten los que podríamos
llamar, por el momento, «pecados colectivos». Las estructuras, las ins­
tituciones, las ideologías, los sistemas sociales y económicos... , verda­
deros artífices y productores de tantas desigualdades injustas y atrope­
llos, requieren un cambio mucho más urgente e importante que el de
16 los individuos concretos. Habría que eliminar, por encima de todo, el
El pecado colectivo pecado de la burguesía, de la burocracia, de los totalitarismos de cual­
quier clase, de las influencias, de los racismos y violencias... Es el sis­
tema, en último término, lo que está brutalmente corrompido y genera
La superación de una ética individualista un ambiente infecto e irrespirable. ·
Preocuparse, pues, por unas deficiencias personales, cuya supera­
La ética cristiana ha pecado de un excesivo individualismo, y hay que ción absorbe las fuerzas del individuo, es un engaño manifiesto y una
reconocer como objetivas las críticas que contra ella se han vertido. Su orientación peligrosa. Por ese camino no se solucionan los problemas
preocupación primordial se centraba en la culpabilidad o inocencia del más graves, que exigen otro planteamiento de signo comunitario. O, lo
individuo. Incluso las consecuencias comunitarias de cualquier acción que es peor, se fomenta una actitud farisaica, que busca la paz de una
eran examinadas desde una óptica individualista, pues todos los pro­ conciencia narcisista e hipócrita, como si fuera posible vivir tranquila
blemas relativos al escándalo, cooperación, exigencias de la justicia en e inocentemente en medio de una humanidad pecadora. En este aspec­
el campo económico, responsabilidades sociales y políticas, etc., se to, hay que insistir mucho menos en la culpabilidad y los fallos indivi­
analizaban con una intencionalidad subjetiva: conocer cada cual sus duales y poner todas las energías en la reforma comunitaria y en un
obligaciones indispensables para, una vez cumplidas, quedar con la cambio más profundo de la sociedad misma. El tema ético ha de
conciencia tranquila. Lo importante era no sentirse culpable de la enmarcarse ineludiblemente en un contexto político.
actuación individual. Si, a pesar de la propia honestidad, continúa exis­ Pues bien, ninguna de ambas posturas, cuando se hacen extremas y
tiendo el mal y el pecado, semejante situación será entonces producto excluyentes, parece aceptable.
de las otras personas, de quienes no actúan ni se comportan de acuer­
do con las exigencias morales. El único camino para eliminar estas
situaciones pecaminosas es seguir inslstiendo en la conversión particu­ Superar una visión demasiado fatalista
lar de cada individuo, pues los aspectos sociales, pecaminosos e injus­
tos son consecuencia exclusiva de esos fallos personales. Por una parte, es cierto que no basta la tranquilidad de la propia
Quien viva, por tanto, con una conciencia limpia de culpa no tiene conciencia. Sería un mecanismo psicológico, como muchas veces su­
por qué sentirse moralmente preocupado frente al mal que nos rodea, cede con ciertas patologías, para evitar afrontar otras exigencias más
porque la existencia de éste es absolutamente ajena al propio compor­ urgentes y que requieren un mayor compromiso. De esta manera se
tamiento. La misma salvación eterna, en el ámbito de la fe, quedaba produce un desplazamiento de la culpabilidad hacia un ente social y
marcada con este carácter individual, pues Dios sólo castiga y recom­ anónimo, representado por · las estructuras de. cualquier clase, como
pensa por las acciones de las que cada cual se siente autor y responsa­ causante del mal. Es muy útil tener un chivo expiatorio y culpable que
ble. Como la culpa de tantas injusticias y atrocidades que se cometen posibilite el sentimiento de nuestra inocencia interior. La explicación
no recaen sobre el hombre bueno, no hay ningún motivo para el remor­ última de por qué estamos así radicará siempre en los demás. Son ellos
dimiento o la intranquilidad. los únicos culpables de todo el mal que acontece. Así se construye por
Una privatización tan acentuada del pecado se hace ya insostenible dentro un falso refugio, donde el hombre bueno se siente ajeno a esa
en una cultura donde la dimensión política y social alcanza un relieve realidad y experimenta el consuelo de que sus manos están limpias de
322 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA
EL PECADO COLECTIVO 323
todo pecado. La afirmación del Con�}lio desenn_iascar� esta postura: fuerza de un destino fatal, frente al que no cabe otra postura que la de
«La profunda y rápida transformacion de la vi�� exige con su�a una aceptación realista y sin ingenuidades; o la de lanzar, desde la P;�­
urgencia que no haya nadie que, por despreocup�cion frente a 1� re�l�­
pia pequeñ ez e insignificancia, un grito de condena puram�nte !eton­
dad O por pura vivencia, se conforme con una etica meramente mdivi- co para convencerse y demostrar la honestidad de la conciencia. Un
dualista» (Gaudium et Spes, 30). . . .. lamento que mantiene a salvo la propia dignidad, pero sin ninguna re­
Las críticas con tra la religión han tenido muchas veces una base sonancia en el ámbito público, que se vuelve impermeable a todo cuan­
objetiva. Al cristiano se le ha achacado una especie de retirada ha�ia la to dificulte la consecución de los objetivos.
in timidad, una búsqueda de consuelo y esperanza ante la tragedia de Lo importante, como nos recordaba Juan Pablo II, es que _la ex�s­
tantas situaciones i njustas, que dificultó la lucha y el e sfuer_zo por cam­
tencia de tales estructuras pecaminosas «no debe inducir a nadie a dis­
biarlas. Y es que, en la medida en que la perso_na se afirma mo�ente, en mi nuir la responsabilidad de los individuos, sino que quiere ser una lla­
e sa misma medida e s imposible el compromiso con una re alidad que
mada a la conciencia de todos para que cada cual asuma su responsa­
se considera por completo ajena e independi�nte al propio. q�ehacer. bilidad con el fin de cambiar seria y valientemente esas nefastas reali­
Por eso los cambios personales no son suficientes para ehmmar las dades y situaciones intolerables» (Reconciliación y penitencia, 16).
situaciones de pecado e injusticia. Sin met�rnos e1!- �iscusione� his!ó­
ricas, hay que decir que, si el comportamiento cnstiano se onento a
veces por este camino, fue precisamente P?r no respo��er, a pesar de Necesidad de la propia conversión
las explicaciones que pudieran darse, a un :<leal evangeh�o. . .
En el fondo, todo podría deberse a una imagen demasiado pesiffils­ Por otra parte, tampoco basta la simple reforma de las estructuras e i1!-s­
ta de la realidad. La fuerza y el poder anón imos de la e structura con­
tituciones que se consideran pecaminosas. Una rebelión contra la m­
vi.erten a la persona en un esclavo alien�do, sometido a los imp_ e�ativos justicia puede echar abajo un determi nado_ sistema; �ero !omper estas
de unas leyes implacables, incapaz de liberarse de tantos co1!-dicionan­ cadenas no significa escapar de la esclavitud. La historia demue_stra
tes e influencias. Los mecanismos funcionan con una eficacia extraor­ cómo los cambios realizados bajo el signo de la libertad han termu�a­
dinaria y con independencia de_ los sujetos, qu_e no �on sino una pieza
más de ese gigantesco engranaje. Su personahd�d tiende , por tanto, .ª do a menudo en una opresión de signo diferente. Se requiere demasia­
da ingenuidad para creer que la solución puede hallarse sin la corres­
desaparecer en la insignificancia, a quedar mar�mada e� �a esfera pn­ pondiente renovación personal. De la misma manera que la responsa­
vada. Si en este nivel la libertad todavía e s posible y la etica mantiene bilidad individual nunca es aislada ni solitaria, tampoco e l deber colec­
su valor, en la vida pública no existe espacio para la moral. Desem­ tivo nace de un ser anó nimo e impersonal. Si antes existía el peligro de
peñamos papeles y funciones prev�amen!e definidos, �º11:º elementos ignorar la dimensión comunitaria y se in�istía en un planteamiento
minúsculos que sirven para el funcionam1ento de la maquma, pero que individualista ahora se tiende a desconocer este carácter personal para
no pueden impedir su trabajo demoledor. En caso de 9ue al�uno se
quedarse en ei análisis objetivo y desnudo de las estructuras_socio�ógi­
opusie ra o negara su colaboración, sería sustit�ido d� mmediato por cas. No es posible humanizar la sociedad_si _no se busca al m�s:110 tiem­
otro recambio. Las mismas estructuras se autommumzan y rechazan po la propia humanización. Hay que sociahzar la responsabilidad per-
cualquier cuerpo extraño que no se integre dentro del sistema. . sonal y personalizar la responsabilidad comunitaria. . .
La buena voluntad individual sirve de poco frente al p eso y la tira­ Si la lucha por el cambio sólo se puede hacer a partir de _la poh,ti­
nía del poder técn ico, que busca otros objetivos diferent e s y s e yreo­
ca, ésta se hace también ú nicamente aceptable cuando se realiza a par­
cupa por los resultados sin tener en cuenta otr� tipo d� valorac10nes. tir de la propia honestidad. La moralidad individual, que a nt�s se va�o­
Cualquier preocupación moral se ha�e ?�masiado _ leJ ana, �ues son
otros los intereses que se buscan, y el mdividuo, pasivo y docil , a tod raba en exceso, tiene ahora el peligro de marginarse, como si no tuvie­
� ra ninguna trascendencia. Si el individuo desaparece bajo el pes? de las
lo que se le presenta, no tiene capacidad para enfrentarse de forma cn­ estructuras y siste mas, moriría cualqui er posibilidad de humam�m?, y
tica a ese crecimiento ciego. La tentación radica entonce s e n entregar­
sólo seguirían funcionando las fuerzas ciegas del poder y de la tecmca,
se impotente en manos de las estructuras, sintiéndose vencido por la
que se mueven por unos determi nados intereses, al margen por com-
324 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIVO 325

pleto de la preocupación ética. Lo que Maquiavelo aplica al hombre falta de solidaridad, y cuyas estructuras y funcionamiento no tienen
político será de mucho mayor aplicación aún cuando se haya expulsa­ casi nada de humano. El mismo deseo de luchar y mantener ciertos
do del mundo la dimensión humana que la moral nos aporta. valores morales y evangélicos parece una ilusión demasiado ingenua y
Se trata de ver, por tanto, cómo integrar los aspectos dialécticos de utópica. El mal se encuentra arraigado con tal fuerza y proporciones,
esta problemática para no incurrir en un individualismo que privatice que sólo cabe la protesta y el conformismo, pero no una lucha eficaz,
los aspectos comunitarios, ni en una denuncia abstracta que elimine o en la que el bien siempre terminará vencido. No hay que ser pesimis­
prescinda de las obligaciones concretas y personales. En el Sínodo de tas en la visión de la realidad que nos rodea, pero tampoco conviene
1983 salió a la luz, en repetidas ocasiones, este doble peligro, con las ser demasiado ingenuos, como si bastara con cerrar los ojos para no
correspondientes actitudes que de ello se derivan. Por eso se insistió en encontrarnos con ella. Hay que denunciarla, sin . duda, pero también
estos cuatro aspectos, que deberemos tener presente a lo largo de nues­ analizar las causas que provocan esa situación. Como decía Hélder
tras consideraciones: a) No sentirse inocente, echando la culpa a las Camara, «cuando doy pan a los pobres, dicen que soy un santo; cuan­
estructuras sociales o a los demás. b) No creerse impotente y falto de do pregunto por qué los pobres no tienen pan, me llaman comunista».
libertad, por el influjo de los condicionantes sociológicos, que llegarí­ El campo de condena se ampliaría mucho más si analizáramos el
an a eliminar las propias responsabilidades. c) La falta de compromiso mundo de prejuicios colectivos más o menos inconscientes que fomen­
en la lucha contra el mal presente en el mundo, como si bastara con la tan y defienden esas mismas injusticias: la superioridad del hombre
buena conciencia individual. d) La búsqueda de una transformación sobre la mujer; del blanco sobre el negro, del rico sobre el pobre
social que no vaya acompañada de la propia conversión. (entendido no sólo a nivel económico), del capital sobre el trabajo...
La reflexión fundamental podría centrarse en torno a esta pregunta con los consiguientes privilegios derivados de esa supuesta primacía.
básica: ¿Cuál ha de ser la actitud ética y cristiana de la persona cons­ Lo más significativo de estas actitudes comunitarias es la naturalidad
ciente de su compromiso, frente a las injusticias y pecados sociales que con que se aceptan, corno si se tratara de principios incuestionables; y
no dependen de ella y que nunca podrá eliminar? aunque en un momento posterior se descubra su errónea consistencia,
son muchas las arbitrariedades y atropellos que se han producido con
anterioridad. Por eso ante la esclavitud, la Inquisición, el antisemitis­
La realidad del pecado colectivo mo, la pena de muerte o la intolerancia racial, por citar algunos ejem­
plos, sentimos hoy una cierta vergüenza y confusión, a pesar de los fac­
La existencia del pecado colectivo constituye un primer punto de refle-­ tores históricos, culturales e ideológicos que sirvieron de soporte.
xión. A primera vista, nadie puede negar su presencia en los diversos Realidades como éstas, que se utilizaron con buena voluntad, pero füe­
ámbitos de la sociedad. Los hechos son tan evidentes que la indigna­ ron causa de abusos y crímenes, solemos denunciarlas hoy con un grito
ción brota con espontaneidad ante las múltiples situaciones que hieren de protesta: ¡No hay derecho!
la sensibilidad de cualquier persona honrada. La letanía de hechos y A una sociedad que ha producido tantas barbaridades y que toda­
acontecimientos sería interminable. Basta con mirar alrededor para vía genera una abundante y profunda perversión, habría que condenar­
darse cuenta de las atrocidades e injusticias de nuestra sociedad. Se la éticamente corno injusta y, desde un punto de vista religioso, como
requiere un encallecimiento cínico para no sentirse impactado por las pecadora. En estos casos no señalamos a nadie de una manera concre­
desigualdades existentes entre los países desarrollados, con un nivel de ta, aunque algunos individuos puedan tener una culpabilidad mayor.
lujo y consumismo escandaloso, frente a la indigencia y elhambre de Simplemente, condenamos a una comunidad que ha vivido y actúa de
dos terceras partes de la humanidad, o las mismas diferencias abisma­ esa manera, siempre que los derechos fundamentales de la persona no
les entre los miembros de una nación. Tenía mucha razón Gandhi cuan­ se hayan respetado. ¿Es justo y objetivo este pronunciamiento? ¿Pode­
do repetía que «el planeta tiene cuanto el hombre necesita, pero no mos hablar de un auténtico pecado colectivo?
cuanto el hombre codicia». El tema hace tiempo que se había discutido. El término, sin embar­
Todos tenemos conciencia, más o menos latente, de vivir en un go, se quiso evitar intencionadamente en el Vaticano n, aunque se insis­
mundo podrido por el egoísmo, la mentira, el lucro, la ambición y la tió en la dimensión social de todo pecado. Fueron los obispos latinoa-
326 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIVO 327

mericanos quienes, en Medellín y en Puebla, hablaron de forma expre­ Finalmente, se_ desi�na como pecado estructural al que se hace pre­
sa y repetida del pecado social, con diversas denominaciones. La causa �ente como una s1tuac1ón perversa. en las instituciones, estructuras e
decisiva de tanta pobreza y marginación no se presenta como un pro­ ideología, etc., que facilitan el mal y dificultan la práctica del bien.. Su
ducto de la fatalidad, sino que es consecuencia de las estructuras eco­ génesis se explica por la finitud y pecaminosidad de las personas, pero
nómicas, sociales y políticas que originan ese estado de pobreza.- Una muchas veces se despersonaliza J diluye de tal manera que no es fácil
realidad que exige la conversión personal y un cambio profundo de las �ncontrar � los yerdaderos culpables. «Se debe, pues, admitir que rea­
mismas estructuras. hdades y s_1tuac10nes como las señaladas, en su modo de generalizarse
Y hasta �g1ganta.;se como hechos sociales, se convierten casi siempre
en anómmas, as1 como son complejas y no siempre identificables sus
Hacia una clarificación del concepto causas». En �ste último sentido, cuando se aplica el concepto de peca­
Son bastantes los autores que, deseosos de mantener una precisión jurí­ do a una realidad no personal, la expresión reviste sólo un significado
dica, y desconfiando de las apreciaciones universales y un tanto ambi­ analógico (ibidem).
guas, adoptan una actitud de rechazo o, al menos, de cierta reserva Aunque hoy estemos más de acuerdo en estas diferentes divisiones
frente al pecado estructural o comunitario. Para una mejor clarificación e� problema,
_ . a mi manera de ver, habría que plantearlo en otro nivei
del vocablo habría que distinguir diferentes aspectos. d_1stm� o. No se tra!a de una cuestión de terminología -para ver si esas
En todo pecado existe ciertamente una dimensión social, por el s1tu�c1ones colectivas de pecado hay que entenderlas en un sentido
influjo negativo que provoca en la comunidad. Estamos configurados estncto o más analógico e impropio-, sino de reflexionar sobre la acti­
de alguna manera por las repercusiones de los otros sobre la vida de tud del cristiano frente a esas realidades pecaminosas. O, dicho con
cada uno. De la misma manera que necesitamos del testimonio ajeno ?tras palabras, hasta qué punto la conciencia personal no se encuentra
para que nos estimulen y confirmen en nuestras actitudes positivas, el mterpelada y c?�prometida en esas circunstancias en las que, sin saber
pecado, sobre todo en sus expresiones más públicas y externas, obsta­ con certeza qm�ne� �on los c�lpables, como en el pecado estructural,
culiza la práctica del bien, creando un clima negativo que infesta y con­ o de las. que el md1v1duo no tiene la culpa, como en el pecado social
tagia. «Es ésta la otra cara de aquella solidaridad que, a nivel religio­ o colectivo, el mal se ha hecho presente con todas sus consecuencias
so, se desarrolla en el misterio profundo y magnífico de la comunión dramáticas.
de los santos» (Reconciliación y penitencia, 16). Creo que la Palab :a de Dios ofrece un punto de partida válido para
El pecado social abarca también todas aquellas actitudes que afec­ avanzar por este cammo. Dos puntos fundamentales va a subrayar en
tan directamente al mundo de nuestras relaciones con los demás y que· su enseñanza: la solidarida? que el individuo honesto y sin culpa ha de
se centran, sobre todo, en el campo de la justicia. Todo acto cometido tener con el pecado que existe en el mundo; y el compromiso ineludi­
contra los derechos de la persona humana o de otros grupos y comuni­ ble de luchar contra su existencia y los efectos que desencadena.
dades reviste también este carácter social.
Pecado colectivo, por el contrario, podría considerarse aquel que La dimensión solidaria del pecado
recae sobre un grupo de personas o sobre una determinada sociedad,
cuyos miembros son culpables de las acciones que se ejecutan. Como Es una de las características más importantes, tal como Dios lo con­
la culpa supone siempre una conciencia individual, libre y responsable templa desde su óptica divina. Sus afirmaciones son a veces tan rotun­
de los propios actos, la simple pertenencia a un estado, comunidad o da_ s, Y tajant�s que provocan un sentimiento de rechazo e incompren­
agrupación no puede considerarse pecaminosa sin esta culpabilidad de s1on, como _ s1 la _ conducta de Dios resultara demasiado injusta. Hoy nos
cada uno. En este sentido, la Iglesia, «cuando habla de situaciones de parece mso��emble que el castigo por la culpa de uno se extienda a
pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o toda su fam1h�, y que la_falta de los antepasados deba expiarse también
comportamientos colectivos... , sabe y proclama que estos casos de en las generaciones vemderas. Tal vez podría sospecharse que nos mo­
pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de mu­ vemos en un ambiente muy primitivo, donde el pecado aparece como
chos pecados personales» (ibidem). una mancha que afecta a todas las personas, incluso en contra de su
328 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIVO 329

libre voluntad, o en un clima excesivamente jurídico que responsabili­ sabilizar a Eva de lo sucedido, y ésta, a su vez, culpa a la serpiente. Es
za a los individuos por el simple hecho de pertenecer a un mismo pue­ la misma reacción ciega de quienes se lanzan sobre la mujer adúltera
blo o familia. para lapidarla, y a los que Jesús tiene que poner ante la verdad de su
La Biblia no está exenta, ciertamente, de estas concepciones menos conciencia: ellos también son culpables, y por eso «fueron saliendo
desarrolladas, pues en ella se da un proceso de evolución progresiva, y uno a uno, empezando por los más viejos» (Jn 8,9). ¡Cuántas veces la
en este terreno concreto se advierte con claridad un cambio de orien­ indignación virtuosa y las denuncias agresivas son una forma sutil de
tación paulatino hacia la conciencia personal como la únic'a fuente de tapar la mala conciencia y quedarnos tranquilos por nuestra pasividad
auténtica y verdadera culpabilidad. Las afirmaciones de Ezequiel, en ante el mal! Gritar en voz alta es el mejor modo de decir que nosotros
su célebre capítulo 18, alcanzan ya un grado tal de exactitud y preci­ no somos culpables ni estamos comprometidos con la realidad del
sión que no tendría dificultad en firmarlas el jurista más escrupuloso. pecado.
Sin embargo, y a pesar de este progreso, que podría considerarse defi­ La enseñanza de la Biblia parece ir en sentido contrario. Es una
nitivo y superior a las concepciones arcaicas de épocas anteriores, no invitación a la solidaridad, a no sentimos desligados de los males y
desaparece la dimensión comunitaria del pecado. Ante una situación deficiencias de la comunidad humana en que vivimos, a no creemos
pecaminosa, nadie puede creerse con las manos limpias y la concien­ ajenos y sin relación alguna con la presencia del pecado en cualquiera
cia tranquila. La palabra de Dios denuncia la falsa ilusión de quienes de sus dimensiones. Habría que insistir,· por tanto, sin atenuaciones de
querrían verse libres de cualquier responsabilidad en semejantes oca­ ningún género, en que la postura de quienes culpan a los demás -los
siones por el hecho de no ser los culpables de ellas. El episodio tan otros, la sociedad, los sistemas o las estructuras- como protagonistas
conocido del becerro de oro puede ser revelador en este sentido. de un pecado con el que no tienen personalmente ninguna vinculación,
En el Éxodo se nos describe la realidad de un pecado comunitario. no . puede catalogarse de cristiana. Una actitud como ésta sería una
El pueblo entero se ha entregado a la idolatría, desesperado por la tar­ copia exacta de la adoptada por el fariseo, que se acercaba al Templo
danza de Moisés. Aárón aparece a la cabeza del pueblo culpable, que con un corazón inocente para darle gracias a Dios por no ser «como los
busca otro dios «que vaya delante de nosotros, pues no sabemos qué ha demás». La condena de Jesús no deja lugar a dudas: por ese camino
sido de ese Moisés que nos sacó del país de Egipto» (Ex 32,1). Frente nunca se alcanzará la justificación (Le 18,9-14).
a este hecho se descubren dos posturas antagónicas y contradictorias.
Por una parte, Aarón, el más culpable de todos, quiere escapar de la La lucha comprometida contra el pecado
culpabilidad individual y colectiva. Su excusa manifiesta el deseo ab­
surdo de no verse implicado en el hecho, como si fuera algo que ha Es un segundo aspecto que se detecta con claridad en la reflexión pau­
sucedido sin apenas colaboración por su parte. La respuesta a la pre­ lina sobre la presencia del pecado. Pablo distingue con nitidez el peca­
gunta de Moisés encierra una lectura significativa: «No se encienda la do en singular (hamartía) de los actos pecaminosos que se manifiestan
ira de mi señor. Tú sabes que este pueblo es obstinado. �e dijeron: en las caídas (paraptóma) y de las transgresiones personales (parába­
"Haznos un dios que vaya delante de nosotros"» (32,22). El no hizo sis). El primer significado, que corresponde a lo que más adelante
más que pedir el oro, echarlo al fuego... «y salió este becerro». La designa como misterio de iniquidad (2 Tes 2,7), es objeto preferente de
culpa; pues, radica fundamentalmente en la malicia de los demás, en la su enseñanza. El misterio no encierra aquí un sentido puramente inte­
perversidad de los otros, que no han sido capaces de cumplir con su lectual, como si se tratara de algo que escapa a nuestro conocimiento,
obligación. Moisés, sin embargo, inocente y ajeno al culto idolátrico, cuya existencia o comprensión no se puede demostrar. Para una men­
se siente tan solidario con el pecado y el destino del pueblo que su ora­ talidad mítica, el misterio es, ante todo, una realidad más fuerte que
ción a Dios resulta profundamente conmovedora: «Este pueblo ha invade a la persona y la desborda, de tal manera que provoca una deso­
cometido un gran pecado al hacerse un dios de oro. Pero ahora, o per­ rientación, una incapacidad de dominarla y reducirla a nuestros esque­
donas su pecado o me borras del libro que has escrito» (32,31-32). mas y posibilidades humanas. Cuando este dominio no se consigue de
Un intento de justificación y huida, como el de Aarón, se descubre ninguna forma, y tampoco con la razón, la realidad se hace opaca, hui­
ya en las primeras páginas del Génesis, cuando Adán trata de respon- diza, profundamente incomprensible.
330 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIVO 331
En el mundo existe este misterio del mal, una fuerza inicua que Sin espacio para la neutralidad
penetra en el corazón de las personas, se apodera de las estructuras e
impone su dominio sobre la creación. Es una atmósfera contaminada y Ahora tampoco pretendo deducir que esa realidad manifestada en la
corrompida, que impide la salud espiritual de los individuos. Sumer­ revelación equivalga por completo a. nuestras categorías actuales de
gidos en ese ambiente, se encuentran cerrados por completo a la prác­ pecado. Su insistencia radica en esa fuerza que esclaviza e impide la
tica del bien. La explicación última de todos los pecados personales práctica del bien y que en la tradición posterior se ha designado como
radica en esta trágica situación, de la que la humanidad se siente pri­ «pecado original». Sería imposible vivir con honradez si Jesús no
sionera e incapaz de liberarse. A Satán, como personificación de ese hubiera realizado esta liberación. Lo de menos es la terminología. Lo
misterio, le interesa sobre todo fomentar y extender semejante condi­ importante es la conclusión evidente que se deriva de tal enseñanza:
ción, porque, en la medida en que su prese�cia se acentúa, el reino del cuando el pecado penetra en el mundo y produce sus frutos en la exis­
pecado se hace más fuerte, y la victoria del mal, incluso en las perso­ tencia humana, ningún cristiano puede sentirse inocente y sin vincula­
nas particulares, adquiere mayores dimensiones. La carta a los Roma­ ción alguna con él. ¿Significa esto que todos somos verdaderamente
nos, principalmente, es un testimonio impresionante de esta visión dra­ culpables?
mática de la humanidad, que otea con esperanza la venida de un salva­ Si queremos ser exactos en nuestras apreciaciones, no debemos
dor, alguien que posibilite la lucha y la victoria contra esa fuerza que aceptar ninguna culpa, al menos en su sentido más estricto, mientras
tiene sometida a toda la creación. El ser humano ha experimentado en no exista una relación entre esas situaciones pecaminosas y nuestra li­
su propia carne una incapacidad absoluta para romper el círculo de bertad personal. Hay, pues, que entroncar ese mal objetivo con la con­
esclavitud y muerte en que se encuentra encerrado. ciencia de cada individuo concreto, para ver qué tipo de comunión po­
Cristo ha venido a sembrar en el·mundo esta nueva semilla de libe­ dría existir entre ambas realidades, que a primera vista, y en la mayo­
ración. Frente a la opacidad del pecado, la Palabra iluminadora pone su ría de los casos, aparecen como autónomas e independientes. Aquí se
tienda entre nosotros y entabla una dura batalla para quitar el pecado encuentra justamente el punto más álgido y molesto de la cuestión.
del mundo. No quiere tan sólo una conversión personal de cada indivi­ Por experiencia, sabemos lo difícil que resulta muchas veces juzgar
duo. Su lucha es contra esté mundo y el orden vigente, que no recono­ desde fuera la conducta de un individuo de quien no tenemos un mayor
ce ni admite los valores humanos y evangélicos de un reino cuyos conocimiento e ignoramos las circunstancias peculiares que podrían
esquemas se fundamentan en otros presupuestos diferentes. Jesús invi­ explicar sus reacciones y formas de conducta. Nuestra propia culpabi­
ta a esta tarea salvadora, que supone el deseo de conseguir, mediante lidad interior se nos hace también confusa, pues hay ocasiones en las
el compromiso y el esfuerzo de cada cristiano, este nuevo tipo de· que no vemos con claridad el grado de compromiso que hemos contra­
comunidad. Su victoria fue completa, en cuanto que el ser humano ya ído. Si con tanta frecuencia es temerario e impreciso un juicio ético a
ha sido liberado del mal por la recreación de la gracia, pero todavía no nivel individual, ¿cómo va a ser posible una condena tan generalizada?
es definitiva ni absoluta, pues queda un largo camino hasta el final de Hay · que reconocer, además, la enorme desproporción objetiva
los tiempos para llevar a su plenitud la obra de Cristo. Mientras tanto, entre lo que puede hacer un individuo concreto y esa gigantesca zona
como responsables y cooperadores de este destino por nuestra solida­ del mal, tan .compleja, universal y difuminada, que escapa absoluta­
ridad con Jesús, los cristianos arriesgan su vida, no sólo para eliminar mente al control y dominio de cada persona. Si alguien renuncia a
el pecado de su corazón, sino para desterrar también de la existencia todos sus bienes para ponerlos al servicio de los pobres, puede estar
humana esa fuerza destructora. La permanencia del mal es un reto con­ seguro de que, a pesar de todo, otros muchos seres humanos seguirán
tinuo que nos recuerda la obligación básica de nuestra fe. Como Jesús, viviendo y muriendo en la miseria. Por muchos esfuerzos que hagamos
tampoco nosotros podemos ser conformistas con esta realidad. Nuestra en la lucha contra la guerra, el terrorismo, el armamentismo, etc., los
tarea consiste en proseguir la misma lucha para que un día sea posible asesinatos prosiguen su ritmo creciente. ¿Qué puede intentar un indi­
el triunfo final. viduo para eliminar tantas tragedias, injusticias, pecados y desastres?
¿Qué culpa vamos a tener de las situaciones pecaminosas que se dan
en otros continentes y tan lejos de nosotros?
332 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIVO 333
Un planteamiento así desemboca ciertamente en un callejón sin Los ejemplos podrían multiplicarse en todos los campos. Baste
salida. Son demasiados los factores que intervienen en los complejos pensar, por citar uno solo, en los efectos de una educación rígida y
mecanismos de la sociedad y ante los que una persona sólo puede con­ autoritaria hasta el extremo, falta de comprensión y de suficiente auto­
fesar su impotencia. Es aquí donde brota la tentación de caer en una nomía, propiciada por unos padres ilusionados en hacer de su hijo una
simple denuncia estéril o, lo que es peor, de aceptar con resignación excelente persona, pero que termina en un auténtico desastre psicoló­
-teñida incluso de matices cristianos- tales hechos injustos como fenó­ gico. Nadie podrá culpar a los padres, que han puesto su interés, su
menos humanos que han de darse por encima y a pesar de todo. Lo esfuerzo y los medios a su alcance para conseguir precisamente todo lo
único que se conseguiría de esa forma sería adormecer aún más una contrario de lo que pretendían. Pero si se intenta conocer las causas
actitud responsable y fomentar una especie de fatalismo ciego y trági­ más profundas y verdaderas de tal situación, ellos aparecerán sin d��a
co, que deja tranquilo y satisfecho por el convencimiento de que no. alguna como los más directos responsables. Y es que la responsab1h­
existe ninguna solución ni es posible remedio alguno para evitarlo. dad, en último término, no es más que la respuesta a una simple pre­
¿Cómo despertar, pues, el sentimiento de nuestra responsabilidad gunta: ¿Quién ha hecho esto? ¿Cuál es la causa de este fenómeno?
comunitaria? Después vendrá un análisis posterior para constatar si el responsable de
esas consecuencias es también culpable de ellas o si, desde el punto de
vista moral, no ha existido ningún pecado
Respon$abilidad y culpabilidad
Tal vez la mejor manera de encontrar salida a esta paradójica situación Las consecuencias imprevisibles de nuestras acciones
consista en hacer una clara distinción entre los dos términos -respon­
sabilidad y culpabilidad- que con tanta frecuencia se barajan en el Todo comportamiento humano tiene un mundo de consecuencias que,
campo de la ética. En el lenguaje más corriente se utilizan muc�as como hemos dicho, escapa muchas veces a las previsiones más since­
veces como vocablos sinónimos, y así los hemos empleado en ocas10- ras, formando una serie de reacciones en cadena que resultan ya inevi­
nes anteriores. El responsable de una mala acción aparece también, de tables. El ser humano, como fruto de su limitación e impotencia, no
ordinario, como culpable. Y si existe algún elemento-que atenúe.o dis­ llega a dominar todo lo que surge de su querer y libertad. En ocasio­
minuya su culpa, en la misma medida se afirma que su responsabilidad nes, estas mismas consecuencias se vuelven contra sus propios intere­
es menor. Por ello, si juzgamos que la culpa personal en esas situacio­ ses o producen sobre los demás· dete�minados efectos que no se habí­
nes concretas de pecado es mínima o apenas existe, debido a nuestra an pretendido, ni siquiera previsto. El será el primero en lamentarse
impotencia para un cambio radical, o que incluso es imposible de con­ por el curso de los acontecimientos.· Aunque no se le deba acusar, en
seguir, debido a una serie de imponderables ajenos a la voluntad del tales circunstancias, de lo que trasciende su voluntad, tampoco hay que
individuo, nadie tampoco se creerá responsable y solidario mientras eximirle de todo lo que no ha pretendido con su acción. Sería una acti­
mantenga la conciencia tranquila frente a sus obligaciones particulares. tud ligera y farisaica el desligarlo por completo de las consecuencias
Para evitar este círculo engañoso tendríamos que descubrir con ma­ de su conducta por el simple hecho de no haberlas querido ni deseado.
yor exactitud en qué consiste esta diferencia. Es lo que popularmente se En nuestra moral clásica se insistía sobre todo en la responsabili­
intuye cuando se dice que no basta la buena voluntaq.. La experiencia dad ética, cuando la libertad quedaba directa o indirectamente com­
confirma repetidamente lo objetivo de esta afirmación. Se puede estar prometida por haber querido las consecuencias, haberlas previsto, o
lleno de ilusiones y deseos formidables de ayudar, servir o hacer el bien realizar una acción, sin motivo proporcionado, de la que pudieran deri­
y, sin embargo, tener una actuación desafortunada, ·errónea o sin tacto varse. El conocido principio del doble efecto y otros semejantes, que
que, a pesar de la excelente disposición, provoque una serie de conse­ ya vimos, tenían como función clarificar la culpa en este último caso
cuencias lamentables y hasta de extraordinaria importancia. Sin embar­ para saber hasta qué punto el individuo debe sentirse culpable de los
go, a quien haya actuado de buena fe y con la mejor voluntad del malos efectos producidos por su acción. Pero no debemos quedamos
mundo nunca se le podrá condenar como perverso y pecador. aquí, limitando nuestra preocupación al campo de la eticidad indivi-
334 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIV O .335

dual. Hay que insistir en la dimensión comunitaria, social, política -en cuencias negativas. El mismo testimonio evangélico puede suscitar
su senÜdo más etimológico y profundo- para que la persona tome con­ efectos perniciosos en algunos. Incluso si la decisión hubiera sido dis­
ciencia de la influencia de sus actos, de su ideología, de su cultura etc., tinta, los resultados tampoco habrían sido únicamente positivos. · En
en la historia y desarrollo de la sociedad. Se trata de acentuar, por cualquier hipótesis, somos responsables de todas esas secuelas que
tanto, el carácter comunitario de nuestra responsabilidad. brotan de nuestras decisiones y que producen efectos que no pretende­
De manera sintética, podríamos definirla como la responsabilidad mos e incluso ignoramos. Una opción que abarca no sólo su manera
nacida por la influencia de nuestros actos en los demás, aun en la hipó­ concreta de actuar, sino, sobre todo, su actitud frente a los grandes pro­
tesis de que elpropio comportamiento no resulte pecaminoso. En este blemas básicos del mundo y de las personas. Cada cual posee su ideo­
último caso no habría lugar para el arrepentimiento, que supone siem­ logía religiosa o política, está vinculado a un grupo económico y cul­
pre una mala voluntad libre y aceptada, pero podrían surgir incluso tural determinado, tiene sus intereses y preferencias, etc., que condi­
auténticas obligaciones de justicia que exigieran una reparación. Aun­ cionan enfoques y ópticas muy diferentes. ¿ Quién puede asegurar que
que no exista culpa, la obligación de reparar los daños causados es bien su punto de vista será el mejor para la sociedad, o que las soluciones
conocida en el mundo jurídico. Es como la distinción que se da en el adoptadas por él encierran menos inconvenientes? El convencimiento
mismo derecho entre responsabilidad civil y responsabilidad criminal. sincero de que así será podrá evitar la culpa, pues se vive de forma
El problema no radica, pues, en medir simplemente el grado de culpa coherente con lo que parece lo mejor, pero no elimina los lamentables
que pueda darse en un individuo concreto, sino en analizar con lealtad errores y equivocaciones que se detectarán en el futuro, o los inevita­
y lucidez, para aceptarlas, las responsabilidades que nazcan aun sin bles males que siempre habrán de brotar, sea cual sea nuestra decisión.
culpa personal. Esto indica una sensibilización mayor frente a las obli­ A nivel personal, todos tenemos pequeñas experiencias de este
gaciones sociales que nos afectan, pues no basta con examinar la res­ fenómeno; todos recordamos épocas pasadas de enorme autenticidad,
ponsabilidad exclusivamente a la luz de las faltas personales. El enfo­ pero que ahora valoramos de forma algo distinta y con las que ya no
que ele nuestra reflexión se abre así hacia otros horizontes muchos estamos identificados. Ahora no nos atreveríamos a decir lo mismo, o
ampllos y universales, que nos hacen sentimos solidarios de la historia nos comportaríamos de manera diferente. En el momento actual, al ver
en todas sus direcciones. las cosas con nuevos matices, se adoptan otras determinaciones que se
valoran como mejores, pero que no dejarán de tener sus inconvenien­
tes. Es verdad que muchas veces. se requiere una perspectiva histórica
La responsabilidad de cara al futuro para caer en la cuenta de la equivocación o, simplemente, de la falta de
prudencia. No siempre tenemos la lucidez suficiente, acosados como
La responsabilidad comunitaria es, en primer término, el compromiso estamos por múltiples motivaciones ocultas, prejuicios colectivos, inte­
que todos tenemos de colaborar solidariamente, desde el lugar en que reses de toda índole, para obtener una visión objetiva y desapasionada,
cada uno se encuentre, en la construcción de una sociedad más justa y por mucho que proclamemos nuestra independencia y honestidad. Sólo
humana. El Concilio señala con evidencia esta dirección hacia el futu­ el tiempo y la experiencia nos harán descubrir los factores que condi­
ro cuando habla de la tarea que a todos nos incumbe de edificar un cionaban nuestra actuación y nuestras valoraciones.
mundo más acorde con los planes de Dios: «De ahí que la norma de la La salvaguarda de ciertos privilegios y el derecho a determinadas
actividad humana es que, según el designio y voluntad divina, respon­ acciones, que los individuos, grupos o países se atribuyen como una
da al auténtico bien del género humano» (Gaudium et Spes, 35). En el especie de derecho inalienable, se aceptan y racionalizan de tal mane­
momento en que cualquier actividad privada o social no mire más que ra que la simple posibilidad de revisión resulta casi inaudita y descon:..
a los intereses personales o de grupo, se dará una perversión responsa­ certante. Sólo el tiempo aportará los datos necesarios para comprender
ble del sentido comunitario. «Con esto, el mundo deja de ser el espa­ las injusticias que, en nombre de Dios y del bien común, se han come­
cio de una auténtica fraternidad» (ibid., 37). tido en la historia. Por amor y en defensa de la verdad se ha producido
Ahora bien, nadie puede estar seguro de que su opción en la vida, mucho daño, aunque sea de forma involuntaria. El inconsciente freu­
por muy buena voluntad que tenga, no va a provocar también conse- diano o la ceguera de corazón bíblica han encubierto, bajo ciertas ide-
336 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIVO 337

ologías, decisiones demasiado interesadas que han servido para apro­ Por ahí podrán comprenderse mejor los fallos de ciertos sistemas y
vecharse de los otros que se encontraban en estado de inferioridad. En la desmitificación de algunas ideologías. Difícil será la unanimidad del
cualquier caso, lo único que quiero subrayar son las consecuencias diagnóstico -y el respeto a otras lecturas de la realidad es también una
negativas que, al margen de la buena voluntad e intención, irremisible­ exigencia humana-, pero ello confirma la idea básica que hemos apun­
mente escapan a nuestras opciones, cualesquiera que sean. tado. Por muy convencidos que estemos de la verdad �cuando este
convencimiento se hace apasionado, resulta ya un tanto sospechoso-,
nadie puede asegurarnos que el camino emprendido y la opción adop­
El juicio inexorable de la historia tada vayan a ser los mejores para el futuro, los más lúcidos y eficaces.
Y siempre quedará, al menos, la sensación de que el mundo futuro es
Hoy somos más conscientes de las responsabilidades contraídas por la consecuencia de nuestra responsabilidad, aunque sea en proporciones
propia Iglesia en momentos decisivos de la historia y que provocaron pequeñas. De alguna manera, todos los que formamos parte de la
grandes males· para la posteridad. Los estudios sobre el cisma de sociedad somos causa -tal vez sin culpa- de aquellos males que nos
Oriente, que rompió la unidad cristiana; la actitud frente a los ritos chi­ rodean y se hacen presentes entre nosotros.
nos, que, según la opinión de algunos, cerró las puertas a la evangeli­
zación de un continente; la pérdida de la clase obrera, que el propio Pío La solidaridad con el pasado
XI señaló como el «escándalo del siglo XIX» -y no puede haber escán­
dalo sin responsabilidad-; la mayor cercanía a los poderosos de este Cuando miramos hacia atrás, hacia la historia que nos ha precedido y
mundo, sin seguir la doctrina y·el ejemplo de Jesús; la falta de intrepi­ en la que nos encontramos situados, no podemos ciertamente sentirnos
dez evangélica para luchar contra el antisemitismo y los racismos de culpables de nada. Sobre nosotros, en concreto, no recae el peso de la
cualquier tipo; la condena de personas y doctrinas que se han revalori.., culpa que han amasado nuestros predecesores. Las injusticias, las gue­
zado con posterioridad; la descristianización de una masa que en su rras, el odio, las incomprensiones, los atentados contra la persona
mayoría pasó por colegios religiosos y recibió una formación cristia­ humana y todo lo que brota de la malicia inserta en nuestra naturaleza
na; etc., constituyen sólo unos pocos ejemplos de la enorme responsa­ pecadora han crecido sin colaboración alguna por nuestra parte. Nadie
bilidad que recae sobre la comunidad cristiana. puede acusarnos de hechos que han sucedido al margen por completo
Lo que vemos ahora con mayor claridad, mirando al pasado, vol­ de nuestro querer. Pero tampoco podemos olvidar la otra vertiente: que
verá a repetirse en el futuro, cuando entremos en el juicio de la histo­ somos también hijos de esa historia; lo cual significa que todo cuanto
ria. Entonces comprenderemos también el mal que, sin querer, hemos somos y tenemos ha sido fruto -en una proporción desconocida y mis­
hecho a causa de nuestra ceguera, conformismo, apatía; huida de la teriosa, pero real- de las situaciones anteriores, con todo su contexto
realidad, falta de iniciativa, desconocimiento de los mecanismos socia­ de pecado.
les, ausencia de solidaridad... , aunque en el momento de hacerlo cre­ Basta reflexionar un poco para caer en la cuenta de cómo nuestra
yéramos haber actuado lo mejor posible. La lucha contra el mal obje­ cultura personal, el nivel económico, los· privilegios sociales obteni­
tivo, que invita y arrastra a la degeneración de las personas, hay que dos... , en una palabra, todo lo que supone un valor de cualquier tipo, ha
plantearla en el ámbito de lo social. Más importante que dar limosna a nacido en un clima en el que no se han respetado los derechos de los
un necesitado es trabajar por una sociedad en la que la miseria sea demás ni ha habido espacio para la fraternidad y la justicia. Probable­
menor y los recursos económicos se repartan más fraternalmente. Y mente no habríamos conseguido muchas de las ventajas que poseemos
mejor que condenar a un asesino es buscar un clima comunitario donde si no hubieran sido obtenidas mediante el sufrimiento y la privación de
la paz y la reconciliación sean posibles. El análisis político de esta quienes han sido siempre los marginados de determinadas posibilida­
dimensión, al que tan ajenos han sido a veces los cristianos, constitu­ des. Nada poseemos que no provenga de la sociedad; pero de una
ye una obligación para quien no desee mantener una conciencia acríti­ sociedad que nunca ha respondido a las exigencias humanas y evangé­
ca y demasiado ingenua. Y toda opción política está llena de responsa­ licas. De alguna manera, nuestro patrimonio particular es fruto ilegíti­
bilidades futuras. mo de la historia pasada, con la que debemos sentirnos solidarios.
338 HACIA UNA NUEVA V ISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIVO 339

A medida que se avanza por este camino, un sentimiento de ver­ da por las deficiencias y culpas personales. Lo cual significa que el
g_üenza y responsabilidad se instala en el corazón, y se elimina progre­ déficit total es producto de los mecanismos sociales y de los individuos
sivamente una postura tranquila y cómoda, como si se tratara de reali­ concretos. Somos pecadores y estamos también inmersos en unas- es­
dades que nada tienen que ver con nosotros. Así resulta comprensible tructuras de pecado que se condicionan y estimulan mutuamente. Para
que _la Iglesia de ahora, sin culpar a nadie, pueda pedir perdón, como medir las posibles deficiencias personales vale la pena reflexionar so­
lo hizo Juan XXIII, por las responsabilidades que tuvo en el cisma y bre la siguiente cita de Juan Pablo n, que recoge las múltiples dimen­
separación de todas las Iglesias; o como ha vuelto a demandarlo Juan siones que afectan directainente a la persona e influyen, por tanto, en
Pablo II, a pesar de la oposición que tuvo que vencer, por los errores el discernimiento de las posibles culpabilidades. Cuando insiste en la
cometidos en épocas pasadas y que provocaron también tantas conse- necesidad de vincular los pecados sociales con los fallos de los indivi­
cuencias negativ�s: Lo mismo que el Est�do alemán ha buscado repa­ .duos, afirma en un párrafo muy rico de contenido:
rar, aunque sus dmgentes actuales no tuvieran culpa, las atrocidades e «Se trata de pecados muy personales de quien engendra, favorece o
inju�t�c�as del totalitarismo nazi. No se pretende, como ya dijimos, lan­ explota la iniquidad; de quien, pudiendo hacer algo por evitar, elimi­
zar JUICIOS sobre la moralidad de un comportamiento o de una actua­ nar o, al menos, limitar determinados males sociales, omite el hacer­
ción personal y comunitaria concreta. Lo que se acepta ahora es que el lo por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o
erro�, el pecado, la falta de sensibilidad y comprensión, las visiones indiferencia; de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de
parciales... han provocado unas circunstancias determinadas, en las cambiar el mundo; y también de quien pretende eludir la fatiga y el
que ,nosotros ahora vivimos y de las que nos estamos aprovechando. Si sacrificio alegando supuestas razones de orden superior. Por lo tanto,
nos se11;timos solidarios y �omprometidos para lo que nos interesa y las verdaderas responsabilidades son de las personas» (Reconcilia­
ción y penitencia, 16).
beneficia, no podemo� deshgarnos tampoco de los aspectos negativos,
aunque no hayamos sido los culpables. El análisis detallado de las formulaciones manifestadas en el texto
podría servir de criterio indicador para su aplicación individual. Es una
No hay lugar para la neutralidad invitación a reconocer esa complicidad tácita y silenciosa, en la medi­
da en que se aceptan tranquilamente esas situaciones injustas o no se
El �er huT?-ano no es una isla abandonada, una persona perdida en el emplea la ilusión y el trabajo correspondiente para cambiarlas. Los que
desierto, smo que se halla profundamente vinculado a todo el ciclo his­ sí parece claro es que el pecado de omisión adquiere una densidad e
tórico que le ha precedido e influye en su presente, con el mundo en el importancia extraordinaria, pues siempre será posible una dosis mayor
que ahora se mueve y se realiza, y con el futuro que va a nacer de su de esfuerzo y entusiasmo para que el mundo tome nuevos derroteros.
presente actual. Una conciencia ajena e independiente de todo cuanto No todos podemos hacerlo todo, aunque todos tengamos algo que
nos rodea es la negativa de la solidaridad humana, que a todos nos une hacer. Y ciertamente todos tendríamos que realizar muchas cosas que
en el bien y en el mal. En esta difícil y complicada situación no hay omitimos y que sin duda servirían para mejorar el mundo. Tendríamos,
lugar para la neutralidad, ni existe una tierra de nadie donde podamos al menos, que no permanece� silenciosos en manos de un trágico des­
quedar al abrigo de esta dimensión responsable, tal como la hemos tino, para que la injusticia no se consolide por nuestra cómoda resig­
explic��o. Lo queramos o no, somos herederos de las realidades pasa­ nación. Las propias exigencias personales adquieren también matices
das, vivimos al calor y a la sombra de ellas y preparamos un futuro muy diferentes, y cada cual tendrá que detectarlas en el ámbito de su
para los demás. vocación social y de sus exigencias personales. Para ello podríamos
encontrar en la Biblia algunas pautas orientador�s.
. Hasta ahora no hemos hablado de la culpabilidad personal. El mis­
teno de la culpa se vuelve mucho más opaco cuando se intenta discer­
nir en estas circunstancias. No es fácil conocer el grado que a cada uno
le corresponde. Aunque las posibilidades estructurales impidan alcan­
zar un alto nivel de humanismo social, esa cota queda aún más rebaja-
340 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIVO 341

El prójimo como sacramento do en su porte como hombre, se rebajó a sí mismo, haciéndose obe­
diente hasta la muerte, y una muerte de cruz.» (Flp 2,6-8). Un amoro­
Tal vez, para constatar el grado de apatía y la falta de compromiso so gesto de solidaridad que se ha ido repitiendo siempre a lo largo de
frente al mal, no exista: otro método mejor que reflexionar sobre nues­ la historia. Son testimonios de personas libres y comprometidas, que
tra actitud ante la llamada de tina persona que necesita ayuda. La idea abren un horizonte de esperanza a quienes sufren y dan un toque de
fue de Jesús, en su parábola del buen samaritano. El prójimo se con­ atención a los privilegiados. La encarnación no es un tópico común ni
vierte así en un «test» clarificador para manifestar las profundas dis­ una palabra que va siendo manida. Es el camino abierto por Dios para
posiciones del corazón. Ante el otro, como persona, no hay lugar para llevar a cabo la salvación. El evangelio sólo puede proclamarse desde
el e�g�ño o las medias ver?ades: o se da una disposición de entrega y la solidaridad con los más necesitados y en la lucha por la justicia, que
servicio, o se da. una negativa de amor y colaboración. Jesús no alaba tiene como objeto privilegiado de atención a los pobres. También aquí
al samaritano porque todo saliera bien. Aquel herido se le podía haber las exigencias podrán ser diversas, de acuerdo con las llamadas perso­
muerto, o podría haberse encontrado él mismo sin recursos para ayu­ nales de Dios.
darle. Lo decisivo fue que se paró ante una persona concreta, estuvo
atento ante una necesidad de la que él no era culpable y. en función de
esa llamada ajena, supo organizar su camino. El «anda, haz tú lo Una actitud de esperanza: la promesa de un mundo nuevo
mis�o» (Le 1�,3?) es una condena de quienes pasan de largo, porque
nadie puede ehmmar a los salteadores y ladrones. Ante el mal gigan­ No hay que tener la ingenuidad ni el triunfalismo de soñar con un para­
tesco, sería iluso sentirnos quijotes de una sociedad radicalmente dis­ íso terreno en el que no exista ninguna clase de mal. La solución de
tinta; y demasiado cobarde lamentarnos de todo con los brazos cruza­ problemas antiguos ha supuesto la presencia de otros nuevos y más
dos. La única posibilidad real, que siempre se nos ofrece, es descubrir difíciles. Y la misma naturaleza humana es lo bastante débil como para
la vocación de samaritano que todos llevamos dentro y actuar de acuer­ repetir su historia de pecado. Lo cual significa que, a pesar de todos los
do con lo que ella nos dicte. intentos y esfuerzos que puedan realizarse, el mundo seguirá siendo un
Pero la entrega al prójimo no requiere siempre un encuentro perso­ semillero de maldad. Con ello no defendemos la postura fatalista y
nal. La ayuda puede prestarse de muchas maneras, y las formas más resignada de quedarnos de brazos cruzados ante la imposibilidad de un
eficaces revisten hoy, sin duda, un sentido funcional, mediatizado a tra­ cambio radical y definitivo. Es un dato indiscutible de la fe, por la que
vés d� las mejoras y reformas de las estructuras. La política y 1a preo­ sabemos que la victoria completa de Cristo no tendrá lugar hasta el
cupación social se convierten asf eii auténticas relaciones, por medio final de los tiempos. La lucha y el compromiso contra el pecado hay
de las cuales se entra en contacto con los rostros desconocidos que que conservarlos, como hizo Jesús, que no se cansó por el aparente fra­
forma la masa anónima de la sociedad. El prójimo, como sacramento caso. de su propia vida, pero con la conciencia de que la cosecha y el
del encuentro con Dios, aparece de nuevo bajo una perspectiva comu­ fruto final sólo serán verdaderos en el nuevo mundo que ha de venir,
nitaria. Esta dimensión teológica confirma en cualquier actividad como culmen de las promesas divinas.
humana la presencia del amor con toda la amplitud de que es capaz. Algunas parábolas evangélicas ponen de relieve esta dimensión
Hay un segundo aspecto que manifiesta también la revelación: la escatológica del reino de Dios. San Mateo recoge esta enseñanza en
renuncia que el hombre justo, aun sin culpa personal, hace de sus dere­ · algunas · de las más conocidas, a las que acompaña una exégesis del
chos y posibles privilegios para identificarse con los demás. La postu­ propio Jesús. En la parábola de la red (Mt 13,47-52) se subraya que en
ra . de_ Moisés en el episodio del becerro de oro, que apuntábamos al esta vida no es posible una separación de buenos y malos, pues tal dis­
pnncipio, alcanzará su expresión máxima en el anonadamiento de t!nción sólo tendrá lugar «al final de los tiempos». Cualquier intento de
Cristo. San Pablo exhorta a los filipenses a tener la misma actitud de medir el éxito eclesial por el número de creyentes o por las influencias
Jesús: de los cristianos en las estructuras terrenas constituye una sutil tenta­
_ �<El cual, siendo de condición divina, no codició el ser igual a
D10s, smo que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo ción, pues aquí también las estadísticas son una forma ilusoria de me­
haciéndose uno de tantos. Asumiendo semejanza humana y aparecien� dir el progreso del reino con esquemas humanos. Si para algo sirven,
342 HACIA UNA NUEVA VISIÓN DE LA ÉTICA CRISTIANA EL PECADO COLECTIVO 343

es, sobre todo, para el orgullo y la vanagloria, en el caso de que sean Mientras tanto, la comunidad de creyentes tendría que intentar ser
positivas, o para la desesperación, en caso contrario. un testimonio significativo de las. nuevas posibilidades aportadas por
La parábola de la cizaña (Mt 13,24-30) añade a la anterior un Jesús, un espacio revelador y elocuente, en medio de la opacidad mun­
nuevo aspecto interesante. Además de no poder separar a los buenos de dana, que intentara vivir de una forma diferente para demostrar la via­
los malos, aquí se insiste en la unión casi indestructible que se da entre bilidad, a pesar de todas las dificultades, de un estilo de vida inspirado
el bien y el mal en la propia condición humana. Pretender arrancar la en los valores humanos y evangélicos. Ya sé que esto roza la utopía,
cizaña, como si fuera posible la búsqueda absoluta y limpia del bien, pero sería bueno que la institución eclesial mantuviera encendida esta
tiene el grave peligro de que se arranque también el trigo. Jesús nos esperanza, como un símbolo comunitario de que vale la pena luchar,
invita de nuevo a «dejarlos crecerjuntos hasta la siega». Dios no quie­ aunque por el momento muchos no encuentren motivos para la ilusión
re· que todo el mal desaparezca, no sea que al mismo tiempo se aho­ y el optimismo. El cristiano, con su conducta, debería preocuparse
guen otras parcelas de bondad estrechamente vinculadas con �quél. mucho más por ser testigo de esta renovación social y com1.mitaria que
Y en la parábola de la levadura y la masa (Mt 13,33) nos recuerda por una supuesta perfección individualista. Si no hacemos pensar a los
, un carácter fundamental de la evangelización: en el crecimiento y demás, como un golpe que sacuda la vulgaridad y el conformismo, es
transformación de la masa ya no se puede reconocer la presencia espe­ porque la moral ha perdido, como la sal y la luz (cf. Mt 5,13-16), su
cífica de la levadura, que fue el origen de todo el cambio posterior. Lo fuerza renovadora.
del grano de trigo que cae en la tierra y muere es una traducción de la
misma verdad. El trabajo no fructifica muchas veces en obras mani­
fiestas y palpables, como si el éxito aparente tuviera que acompañar a ***
todas las iniciativas. El mundo entero se encuentra ya fermentado por
la presencia salvífica de Cristo, aunque no podamos distinguir su pre­
sencia en medio de un mundo tan ajeno al evangelio,
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luchamos también aquí con el mismo esfuerzo y preocupación con que GoNZÁLEZ FAUS, J. I., «El pecado estructural, analogado principal del proble­
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L6pez A2pitarte, Eduardo. :
Hacia una nueva visión de
la tica cristiana /
_Eduar-do López
Biblioteca de Teologia
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