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y autocomprensión cristiana
143 Colección
«PRESENCIA TEOLÓGICA»
ANDRÉS TORRES QUEIRUGA
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Diálogo
de las religiones
y autocomprensión
cristiana
………………………………………………………
Diseño de cubierta:
Fernando Peón / <fpeon@ono.com>
Impresión y encuadernación:
Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya)
Índice
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
1. El marco general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
1.1. Una mutación radical
en la autocomprensión cristiana . . . . . . . . . . . . . 12
1.2. Un nuevo presupuesto:
la revelación como mayéutica . . . . . . . . . . . . . . 14
2. La nueva situación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
2.1. La ampliación del mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
2.2. El contacto real entre las religiones . . . . . . . . . . 21
3. Los nuevos enfoques desde la teología . . . . . . . . . . . 22
3.1. Las tres alternativas formales . . . . . . . . . . . . . . . 22
3.2. Hacia un nuevo enfoque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
3.3. Diálogo situado y sin privilegios . . . . . . . . . . . . 28
CAPÍTULO I
La «particularidad» como necesidad histórica . . . . . . 31
1. La radicalidad actual del problema . . . . . . . . . . . . . . . 31
1.1. No existe universalidad abstracta . . . . . . . . . . . 31
1.2. No existe revelación aislada . . . . . . . . . . . . . . . . 33
1.3. Está en juego el sentido mismo de la revelación 35
1.4. Orientación general de la respuesta . . . . . . . . . . 38
2. El (supuesto) silencio de Dios: Cur tam sero? . . . . . . 39
Í NDICE
CAPÍTULO III
El encuentro entre las religiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
1. Todas las religiones son verdaderas . . . . . . . . . . . . . . 100
2. El nuevo clima del diálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
2.1. La lógica de la gratuidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
2.2. La insuficiencia del lenguaje . . . . . . . . . . . . . . . . 111
2.3. Una aplicación: el diálogo Oriente-Occidente . . 116
3. La «inreligionación» como modo del encuentro . . . . . 122
3.1. Los avances: diálogo interreligioso e inculturación 122
3.2. De la «inculturación» a la «inreligionación» . . . 128
3.3. Presencia (implícita) de la «inreligionación»
en la teología actual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
4. Perspectivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
D IÁLOGO
7
Prólogo
***
10
Presentación
1. Existen hoy importantes monografías que permiten una visión más de-
tallada de las distintas posturas y teorías: R. BERNHARDT, La pretensión
de absolutez del cristianismo. Desde la Ilustración hasta la teología
pluralista de la religión, Bilbao 2000; J. DUPUIS, Verso una teologia
cristiana del pluralismo religioso, Brescia 19982 (trad. cast. del original
inglés: Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, Sal
Terrae, Santander 2000); P. KNITTER, No Other Name? A Critical 11
Survey of Christian Attitudes Toward the World Religions, Maryknoll
en la intención, quisiera mantenerse siempre dentro de ese cor-
dial equilibrio que consiste en no ocultar la propia identidad al
tiempo que se cuida con máximo respeto de la ajena. Que nun-
ca lo es del todo, porque, si «nada humano debe sernos ajeno»,
menos aún debe serlo cuando nos vemos remitidos al mismo
Misterio que a todos nos sustenta, nos llama y nos promueve.
1. El marco general
1985 (usaré la trad. italiana: Nessun altro nome?, Brescia 1991) J.C.
BASSET, El diálogo interreligioso, Bilbao 1999; M. AEBISCHER-
CRETTOL, Vers un oecuménisme interreligieux. Jalons pour une théolo-
gie chrétienne du pluralisme religieux, Paris 2001. Una presentación
D IÁLOGO
14 5. «Has only emerged during the lifetime of people now living» (J. HICK,
God Has Many Names, Philadelphia 19822, p. 7).
mundo que se unifica aceleradamente. No cabe ignorarlo ni
desconocer su importancia para la construcción de la humani-
dad. En Europa, y de un modo especial en España, con su en-
traña histórica tan trabajada por la excepcionalmente larga, a
veces conflictiva, pero siempre fecunda convivencia de las tres
«religiones del libro», la cuestión no puede dejarnos indife-
rentes, y acaso tengamos nuestra peculiar palabra que decir.
En cualquier caso, esa dialéctica entre la perennidad del
problema y la novedad de su (re)planteamiento no es algo se-
cundario: marca de modo decisivo la cuestión y puede incluso
dificultarla seriamente. La reflexión se encuentra equipada con
los conceptos de siempre, pero en un contexto de datos inéditos.
Eso debe, ante todo, precavernos contra un planteamiento
aislado y abstracto que se entregue al juego de los problemas
lógicos del diálogo sin hacerlo nacer de su contexto vivo. De
hecho, uno no siempre puede evitar esa sospecha ante buena
parte de las discusiones actuales, como si se tratase a veces de
una mera quaestio escolástica o de un juego de lógica combi-
natoria. El tratamiento que aquí intentamos se apoya en un en-
frentamiento previo con el significado vital de la religión y con
la comprensión global de la revelación, tal como he intentado
exponerlo en La revelación de Dios en la realización del hom-
bre6. (Convendrá que el lector lo tenga en cuenta, pues no
siempre será posible aclarar suficientemente los presupuestos).
6. Madrid 1987 (que traduce, con algunas mejoras, la edición gallega A re-
velación de Deus na realización do home, Vigo 1985). El tema está tra-
tado en el cap. VII, 309-399 (hay trad. italiana: La rivelazione di Dio
nella realizzazione dell’uomo, Roma 1993; portuguesa: A revelação de
Deus na realização humana, Ed. Paulus, São Paulo 1995; y alemana:
P RESE N TACIÓN
2. La nueva situación
velación, c. V, 161-242.
P RESE N TACIÓN
41 (1990) 2
21. G. COMEAU, Grâce à l’autre. Le pluralisme religieux, une chance pour
la foi, Éd. de l’Atelier, Paris 2004, 47-64; es el título del capítulo, que
ofrece una buena panorámica. Cf. también A. RACE, Christians and
Religious Pluralism, London 1983; H. COWARD, Pluralism: Challenge
to World Religions, New York 1985; G. D’COSTA, Theology and
Religious Pluralism: The Challenge of Other Religions, Oxford 1986.
J. DUPUIS, Gesù Cristo incontro alle religioni, Assisi 1989, 139-149; F.
TEIXEIRA, Teologia das religiões. Uma visão panorâmica, São Paulo
1995; M. AEBISCHER-CRETTOL, Vers un oecuménisme interreligieux.
Jalons pour une théologie chrétienne du pluralisme religieux, Paris
2001, 301-316.
22. Acaso el más representativo sea H. KRAEMER, apoyado en la teología
de K. BARTH: cf. Why Christianity of All Religions, London 1962, que
P RESE N TACIÓN
mente 200-209.
25. Cf. la exposición, detallada y con la bibliografía pertinente, que hace J.
DUPUIS, Verso una teologia cristiana del pluralismo religioso, Brescia
19982, 178-192.
26. Cf. principalmente «Das Christentum und die nichtchristilichen
Religionen», en Schriften zur Theologie V, Zürich 1962, 136-158; «Die
anonymen Christen», en Ibid. VI, 1965, 545-554. La discusión suscita-
da ha sido casi inabarcable; para una primera aproximación, cf. también
J. DUPUIS, op. cit., 192-200.
27. En este punto insiste con energía J.M. VIGIL, Curso de teología popu-
lar sobre pluralismo religioso: «Es fácil ver que las implicaciones per-
versas que el exclusivismo conllevaba continúan siendo posibles con el
inclusivismo: la cultura occidental cristiana puede seguir siendo reli-
giosamente legitimada como superior, y la superioridad del Occidente
D IÁLOGO
caer en el relativismo.
En este sentido, se comprenderá bien que la reflexión se
centre fundamentalmente en la autocomprensión cristiana.
Eso, lejos de ser soberbia egocéntrica, es, como bien había vis-
28 to Newman en otro contexto la «verdadera modestia» de quien
no quiere imponerse a los demás en estas «provincias» tan
honda y delicadamente humanas33. Por lo demás, la hermenéu-
tica actual sabe muy bien que la propia situación es el lugar in-
dispensable de todo verdadero diálogo. Eso hace inevitable
contar con los propios pre-juicios y presupuestos; lo único que
se pide es ser conscientes de ellos, para mantenerlos abiertos a
la confrontación y al diálogo.
Hacerlo así pide hoy una atención muy especial a una
cuestión fundamental: la de la particularidad histórica del
cristianismo, que, al traducirse en concreto, se convierte en la
pretensión de definitividad para la revelación acontecida en
Cristo. Por eso, antes de abordar las cuestiones concretas, con-
viene empezar por un planteamiento global que permita ver las
líneas fundamentales del problema desde esa autocomprensión
cristiana. Esto es muy importante, pues pone al descubierto los
supuestos de fondo que, no siempre clarificados, están guian-
do la argumentación, de suerte que no sólo condicionan todo
el discurso, sino que ponen en cuestión la misma posibilidad
del diálogo.
P RESE N TACIÓN
30
p. 300).
La «particularidad»
CAPÍTULO I como necesidad histórica
11. La subida al Monte Carmelo, l.2, c. 22, n. 3 (Vida y obras de san Juan
de la Cruz, Madrid 19604, p. 522).
12. Así razonaban Celso, Porfirio, Símaco y Juliano el Apóstata. Ver las re-
ferencias en H. DE LUBAC, «Predestinación de la Iglesia», en Catolicis-
41 mo. Los aspectos sociales del dogma, Barcelona 1963, 177-178. Este
trabajo (177-203) es una excelente síntesis.
do y le va dando, a medida que crece, el alimento que ne-
cesita... Sólo quien no ha sido producido es también per-
fecto, y ése es Dios. Fue necesario que el hombre fuese
creado, después creciese, se hiciese adulto, se multiplicase,
adquiriese fuerzas, y después llegase a la gloria y viese a su
Maestro... Más insensatos que los animales, reprochan a
Dios que no los hiciese dioses desde el principio»13.
how, in that situation, could they have any genuine freedom in relation
to their creator?» (God Has Many Names). Cf. en La revelación, 321-
322, las referencias que hago a otros autores y un razonamiento algo
más detallado.
Prescindo aquí de analizar el caso distinto de la plenitud en la glo-
ria, puesto que ésta supone necesariamente la historia previa: cf. las
43 consideraciones que hacemos al respecto en Creo en Dios Padre,
Santander 1986, 145-149.
tasma imaginativo de que, en definitiva, las cosas son así de
difíciles porque Dios así lo quiere.
Resulta indispensable tomar en serio la consecuencia, una
vez reconocido el principio: se trata de una imposibilidad es-
tricta. Tanto atendiendo a la plenitud de Dios –que quedaría
negada en la infinitud de su misterio al poder ser captable de
manera perfecta por un ser histórico finito («si lo comprendes,
no es Dios», decía san Agustín)21– como mirando al hombre
–que quedaría negado en su esencia de libertad finita, la cual,
por serlo, necesita realizarse en el trabajo y la maduración del
tiempo.
En todo caso, lo significativo para nuestro propósito es el
consenso de fondo: el reconocimiento de la particularidad de
la revelación cristiana como una necesidad histórica. Ahora
conviene ya dar un segundo paso: ver su significado en rela-
ción con la revelación en las otras religiones.
sos en la reflexión.
44
21. «Si enim comprehendis, non est Deus» (Sermo 117, 3,5: PL 38, 663):
libre y generoso, el Dios que «quiere que todas las personas se
salven» busca por todos los medios hacerse sentir lo más rápi-
da e intensamente posible por todos los hombres y mujeres
desde la creación del mundo. No descuida a nadie ni hay en él
«acepción de personas» (cf. Rm 2,11; Ef 6,9; Col 3,25; 1 Pe
1,17). Lo que sucede es que cada tradición lo recibe a su ma-
nera y según la limitada medida de sus capacidades; pero a
ninguna descuida, en todas está presente, y de todas se vale pa-
ra ayudar a las demás.
Sintetizando imaginativamente: es como si Dios, el fondo
luminoso del ser, estuviese presionando continuamente la con-
ciencia de la humanidad para emerger en ella, haciendo sentir
su presencia (su revelación)22. Allí donde se ofrece un resqui-
cio, allí donde una conciencia cede libremente a su presión
amorosa, allí concentra su afán, aviva con cuidado la lumbre
que empieza a nacer y continúa apoyándolo con todos los me-
dios de su gracia. Y desde ese punto procura extender para los
DE L AS RELIGIONES Y A U T OCOMPRE NSIÓN CRIST IANA
22. Es significativo que J. HICK acuda también a esta misma imagen: «Let
us then think of the Eternal One as pressing in upon the human spirit,
seeking to be known and responded to by man’s free responses to cre-
ate the human animal into (in our Judeo-Christian language) a child of
God, or towards a perfect humanity» (God, p. 48). Dado que la prime-
ra edición de esta obra es de 1980, la primacía de la metáfora le co-
45 rresponde; pero lo que importa es la coincidencia de las preocupacio-
nes a pesar de la posible diferencia en las teorías.
Resulta indudable que serían necesarias muchas precisio-
nes en un tema tan fundamental. Para no alargarnos, intentemos
aclararlo con un ejemplo. Imagínese a un profesor que está in-
tentando hacer comprender a sus alumnos una difícil teoría. Se
dirige a todos con el mismo interés e idéntico amor, pues por
todos quiere ser comprendido. Pero cuando, en su empeño, ve
asomar en los ojos de algún alumno el brillo de la comprensión,
es seguro que –sin abandonar la enseñanza de los demás– tra-
tará de apoyarlo e impulsarlo hacia el fondo del problema, en
la justa medida de su capacidad. Hay libertad por parte del pro-
fesor, pues de nada se enteraría el alumno si el profesor no se
decidiese a explicar. Y puede haber apariencia de «elección»,
pues la comprensión del alumno y, por consiguiente, la relación
con el profesor se intensifica y profundiza. Pero si se trata de
un buen pedagogo, eso no significará «favoritismo» alguno, si-
no que, por el contrario, el profesor buscará que con la ayuda
de ese alumno la clase entera acceda lo más rápidamente posi-
ble a idéntica comprensión. Lejos de perder, la clase ha salido
ganando. (Aparte de que, en el intercambio, también ese alum-
no aprenderá de los demás, pues nadie comprende todo y en to-
gunta de por qué Cristo llegó tan tarde al final de los tiem-
pos, Solowjew tiene que hacerlo a la pregunta contraria de
por qué llegó tan pronto»27.
49
27. Herrlichkeit. II/2 Laikale Style, Einsiedeln 19692, p. 692; cf, 681-693.
Ciertamente, este tipo de consideraciones corre siempre el
riesgo de escapar al sentido controlable. Pero, mirando al fon-
do de la experiencia y siendo muy conscientes de que se trata
de una consideración a posteriori sobre lo de hecho histórica-
mente acontecido, no resulta tan artificial para la reflexión cre-
yente el pensar que la revelación definitiva en Cristo se pro-
dujo en un tiempo en que se daba el mínimo de condiciones de
posibilidad para su inserción definitiva en la historia univer-
sal28. En esa dirección apuntaban ya las consideraciones de
Hegel29 y de Schelling30, así como, más tarde, las de Teilhard
de Chardin31 y von Balthasar32.
En cualquier caso, tómese esta idea en la justa medida de
su intención fundante: la de subrayar la infinita generosidad
del amor de un Dios que «es amor» y que «está trabajando des-
de siempre» (Jn 5, 17).